¿DESPUÉS DE FIDEL QUÉ?
ELOCUENCIA Y DISCURSOS – AMOR Y ODIO – DE LA
TRAICIÓN -
ÉXITOS DE LA REVOLUCIÓN – EL JUICIO DE LA HISTORIA –
PERSONALIDADES QUE LE HAN IMPRESIONADO – INFLUENCIAS
LITERARIAS – EL GENERAL DE GAULLE – OTRAS PERSONALIDADES
FRANCESAS – OPOSITOR NÚMERO 1 – EL PARTIDO ÚNICO – LA CORRUPCIÓN
– EL SALARIO DE FIDEL – EL SOCIALISMO, ¿OPCIÓN
IRREVOCABLE? – LA SUCESIÓN
Usted tiene fama de ser un orador político fuera de
serie, pero he notado una diferencia entre sus
discursos más o menos improvisados en los que su
elocuencia es impresionante, y los discursos leídos
que son, digamos, menos brillantes. ¿Cómo prepara
usted sus discursos?
Mis discursos a veces no tengo ni tiempo de
revisarlos, y no es lo mismo, le digo, el lenguaje
hablado al lenguaje escrito. El acento, el tono
cuando tú hablas, cuando lo yes escrito puede
parecer hasta cosa innecesaria. Repetir y repetir,
hablado es correcto, estás poniendo énfasis. En el
escrito, lo repetido se ye innecesario, no gusta. Yo
suelo, los discursos, verlos, revisarlos. A veces a
uno le cae pesada una frase, y la perfila un
poquitico mejor.
Pero sus discursos, ¿los escribe usted mismo o tiene
algunos colaboradores que se los preparan?
Cada vez que le he pedido a alguien que escribiese
algún discurso mío, o por lo menos que me hiciese un
borrador, por lo general ha sido un desastre, texto
nulo, datos inelocuentes. He tenido que reescribirlo
todo. Yo he conversado con decenas de colaboradores
de presidentes norteamericanos que habIan escrito
centenares de discursos. Pero sigue siendo para mí
un misterio. Nunca he podido pronunciar un discurso
que no lo haya preparado yo, o escrito yo mismo.
¿Cómo hacen los presidentes franceses?
Depende de los presidentes, pero en general tienen
un equipo de consejeros y de asesores que les
escriben los discursos. Unos trabajan el fondo,
otros la forma, y otros
pulen y perfeccionan. Luego el presidente lo revisa
y añade su toque personal, una frase, una palabra...
Así hacen casi todos.
¿Es cierto que Regis Debray escribía los discursos
de Mitterrand?
Sí. En particular escribió el famoso discurso de
Cancún en 1981, un llamado en favor del Tercer
Mundo.
¿Pero eran las ideas de Mitterrand o las de Debray?
Pienso que eran las de Regis.
¡Ah!
Hablando de otro tema, usted es un hombre admirado y
muy querido no solo en Cuba, sino también en muchos
países, se ha podido ver aún a finales de mayo de
2003
cuando su viaje a la Argentina.
Yo lo limitarIa a Cuba.
En la Argentina se pudo ver, y yo mismo pude asistir
en Ecuador, en enero de 2003, a las manifestaciones
populares de afecto que hubo hacia usted. Pero, a la
vez, también es usted uno de los hombres más odiado
por muchos adversarios y muchos enemigos que lo
acusan de ser un “dictador cruel”. ¿Cómo soporta
usted esta dualidad, amor y odio?
Usted sabe que nunca ni siquiera me ha tenido a
pensar en eso. Vivo con una tranquilidad absoluta,
plena, total. Ese odio no me lo explico bien. El
odio me lo puedo explicar por razones ideológicas,
por frustraciones ante el fracaso de los ataques o
ante la capacidad de resistir de un pueblo pequeño
contra fuerzas tan poderosas como las que han
tratado de destruirnos. Pero, por ejemplo, los
japoneses no tienen por qué odiarme, yo no lancé
ninguna bomba sobre Hiroshima ni Nagasaki, ni por
culpa mía ha muerto un japonés en ninguna parte del
mundo, vamos a suponer, si se trata de japoneses, y
no me tratan con odio, pueden ser más indiferentes.
Los odios están más cercanos entre países
latinoamericanos, o en Estados Unidos, Canadá,
explicables por la frustración, por la propaganda
que no se detiene ante nada. Ya le he contado
algunos casos. Fíjese, recientemente hasta la
imputación en un documento, con un descaro infinito,
y la inclusión de Cuba en la categoría de “países
que practican el tráfico de personas porque explota a
los niños sexualmente para obtener ingresos”. ¿Puede
haber cosa más nauseabunda o irritante?
Lo de “dictador” tampoco me lo explico. ¿Qué es un
dictador? Es alguien que toma decisiones
arbitrarias, unipersonales, que actúa por encima de
las instituciones, por encima de las leyes, que no
tiene otro control que sus caprichos o su voluntad.
Y en ese caso, se podría acusar al Papa de dictador,
o al presidente Bush. Bush puede tomar decisiones
terribles sin consultar con nadie, puede incluso
desatar una guerra nuclear sin consultar con el
Senado, ni consultar la Cámara de Representantes, ni
siquiera su gabinete. ¡Ni los emperadores romanos
tenían el poder del Presidente de los Estados
Unidos! Cualquier presidente norteamericano tiene
más posibilidades de dictar órdenes, y órdenes
decisivas y dramáticas, que yo.
Mire, yo no tomo decisiones unipersonales. Éste no
es siquiera un gobierno presidencialista. Nosotros
tenemos un Consejo de Estado. Mis funciones de
dirigente están dentro de un colectivo. En nuestro
país, las decisiones importantes , las decisiones
fundamentales se analizan, se discuten y se toman
siempre colectivamente. Aquí siempre ha habido un
colectivo de dirección y una dirección colectiva. Yo
no puedo nombrar ministros, ni embajadores. Yo no
nombro el más humilde funcionario público en este
país. Yo realmente tengo autoridad, claro, tengo
influencia, por razones históricas, pero no doy
órdenes, ni gobierno por decreto.
En cuanto a la crueldad…Creo realmente que un hombre
que ha dedicado toda su vida a luchar contra la
injusticia, contra la opresión de todo tipo, a
servir a los demás, a luchar por los demás, a
practicar y a predicar la solidaridad, yo creo que
todo eso es totalmente incompatible con la crueldad.
Hay también mucha gente que quiere y que defiende a
Cuba.
Sí, hay también mucha gente, sobre todo en África y
en América Latina, que quiere a nuestro país, porque
¿quién tuvo más solidaridad con África que Cuba?
¿Cuál fue el único país que derramó su sangre
luchando contra el fascismo del apartheid, el
racismo, ayudando a hacer aquel proceso de
destrucción del apartheid? Hemos creado Ia cultura
del internacionalismo frente al chovinismo, y éste
es un país que tiene una cultura internacionalista.
Más de rnedio millón de cubanos han cumplido
misiones internacionalistas, como técnicos o como
combatientes. Quien ha mandado más médicos, más
maestros y ha prestado más colaboración gratuita,
siendo un país tan pobre? Qué país pequeño —y esto
no lo hacemos por lujo, sino porque lo sentimos—
tiene diez mil estudiantes de medicina de
Latinoamérica estudiando aquí gratuitamente?
Entonces, ese odio puede ser una cosa ideológica,
veneno sembrado que ha calado. Si a ti te pintan
peor que Satanás, tú odias a Satanás, si te
presentan las causas. Ahora, yo sé que no hay
ninguna de esas causas. ¿Cómo pueden decir que en
Cuba han torturado a un hombre? ¿O que yo he
ordenado torturar a un hombre? ¿Cómo pueden decirlo?
Aquí no se ha sancionado nunca a nadie porque sean
disidentes o terigan otros criterios diferentes de
los de la Revolución. Nuestros tribunales sancionan
en virtud de leyes y sancionan los actos
contrarrevolucionarios. A través de toda la
historia, en todas las épocas, los actos de aquellos
que actuaron contra su país “al servicio de una
potencia extranjera” siempre se consideraron como
sumamente graves. Y es que es ridícula la idea de
que aquí se sancione a alguien por tener una
creencia diferente a las creencias de la Revolución.
Aquí se sancionan actos, no ideas. Hay decenas de
miles de personas con creencias diferentes y con
concepciones diferentes de las de la Revolución y
que gozan de todas las garantías y de todo el
respeto.
Por otra parte, ya le conté que nosotros hemos
seguido una línea de respeto absoluto a la
integridad física del individuo. Aunque nos
calumnien nuestros enemigos, no hay un solo caso de
maltrato físico o de tortura en toda la historia de
la Revolución. Nadie puede mencionar un solo caso de
tortura, un asesinato, un “desaparecido”, algo tan
común y corriente en toda América Latina.
Y, además, aquí no ha habido jamás un estado de
emergencia o estado de sitio. Jamás ha habido una
manifestación disuelta por la fuerza pública. Jamás
un policía, en 46 años, ha golpeado a un ciudadano
en una manifestación, o ha disparado gas lacrimogeno,
o larizado perros amaestrados contra los ciudadanos.
Cosas que ocurren todos los días en muchas partes de
América Latina y en los propios Estados Unidos.
Y eso ¿por qué? Porque a esta Revolución la apoya el
pueblo, la defiende el pueblo, porque todo el pueblo
es defensor de la Revolución.
A pesar de eso, los que critican la Revolución le
echan todas las culpas a usted, hablan de la “Cuba
de Castro.”
Esa gente tiende a personalizar en uno, como si el
pueblo no existiera. Existe sólo un líder. Los
millones de gentes que luchan, que la defendieron;
los cientos de miles de médicos, de profesionales;
los que cultivan, producen, estudían, ésos no
existen. Sólo existe un tipo malísimo que se llama
Castro, que piensa en medidas para que la gente
tenga más cultura.
Aquí, mientras más preparación tiene la gente, más
revolucionaria es, más admira, porque también hay un
cúmulo de hechos a lo largo de muchos años, ven una
línea constante, aprecian la dignidad, la serenidad
también. Hemos atravesado momentos muy difíciles sin
incurrir en errores innecesarios.
Si aquí hay un día una guerra es porque nos la
imponen. Ahora, Si a nosotros nos ponen en la
disyuntiva de rendirnos o hacernos la guerra, habrá
guerra, porque no concebimos siquiera el otro
término de la disyuntiva.
Pero hay muchas acusaciones, ya le digo, de todo
tipo. Si ahora dicen que “Castro está utilizando a
los niños”, “no está formando maestros”, “no está
creando condiciones para veinte alumnos en
primaria”, “para quince en secundaria”, si no dicen
todo lo que estamos haciendo en la salud. Y todo por
la gente, porque eso es parte de la naturaleza de
cualquiera de nosotros. En cambio, han tenido el
descaro de situarnos en la categoría del “tráfico de
personas”, porque “explotamos comercialmente el sexo
para recaudar fondos”... A cualquiera que le digan
eso y esté acostumbrado a oírlo en un lugar y
acostumbrado a creerlo, puede pensar: “Óigame, ¡qué
clase de bandido es! ¡Qué clase de hipócrita es este
hombre!” Pero ésas son realidades, yo compenso unas
realidades con otras.
Entonces, tranquilo. Se que hace daño, sé que es más
útil si tú quieres hacer el bien. Pero también hemos
pasado por momentos muy difíciles y nos hemos
recuperado. Hemos subido un escalón y hemos bajado
uno, y hemos subido dos en cuanto al respeto, a la
consideración internacional, política.
La cantidad de firmas que yo tengo que hacer, de
autógrafos, usted no se imagina. Cuando me reúno con
los norteamericanos que vienen y conversan, y
hablamos serio sobre distintos temas, distintas
cosas, bueno, casí yo no puedo hablar. A veces se
reúnen cincuenta, me dan un ramo de fibres o
alguna cosa, y yo lo que tengo que firmar de libros,
de tarjetas, de cosas, de fotos que tengo que hacer.
Entonces me considero una especie de personaje, qué
sé yo...
Una estrella.
Sí, alguien que hay que aprovechar rápido, incluso,
para poder decir —a la gente le gusta decirle a la
familia—: “Mira, me hice una foto con él.”
Algunos creen que no somos lo que somos. Sólo
nosotros sabemos lo que somos; sólo nosotros nos
podemos juzgar y puede creerme si digo que yo soy
severo conmigo mismo y autocrítico conmigo mismo.
Cuando digo una palabra de más o se me escapa algo
que pudiera parecer un poco de vanidad, oiga, créame
que soy duro, pero bien duro. De todas maneras uno
tiene que estarse vigilando.
También soy testigo de que, a lo largo de los años,
la influencia, el poder, en vez de irme convirtiendo
en un fatuo, en un vanidoso y todo eso, cada día soy
menos vanidoso, menos pretencioso, menos
autosuficiente. A partir de un punto, es Ia
educación la que convierte al animalito en hombre.
Bueno, nace con todos los instintos: egoismo, veinte
cosas. Son instintos; ahora, uno va luchando contra
los instintos.
Yo veo algo fácilmente: los hombres, cuando tienen
un poco de poder, se envanecen y lo quieren usar: a
veces pareciera una droga. Uno sabe todas esas cosas
y es una lucha constante. Y sabe que, cuando los
años pasan, ni tiene menos entusiasmo, sino más; ni
tiene menos energía, sino más, y la energía nace de
la motivación, ¿comprende?
Pero su pregunta, ¿que efecto me hace? Le juro que
no pienso en eso, nunca me desanimo y creo en la
gente; nunca he sentido la sensación de ingratitud.
Y a los hombres no les gusta reconocer lo que puedan
deberles a otros, es una ley universal, lo hemos
aprendido yendo por aquí y por allá; ese sentimiento
de orgullo, que debe ser natural también, y que a Ia
gente no le gusta reconocerlo, eso es muy difícil.
Pero le digo por tercera vez, nunca pienso en eso.
Quiero hacerle otra pregunta del mismo tipo. Usted
ha tenido amistades, solidaridades extremadarnente
fuertes cerca de usted; pero también ha sido
traicionado por una serie de compañeros. ¿Qué
sentimiento le inspira la traición?
Bueno, le voy a decir que he conecido un mínimo de
traiciones, mínimo, mínimo. En un momento dado, la
traición de un guía que nos acompañaba.[1] Lo
arrestan, se pone con el ejército, vio la diferencia
entre la pequeña y harapienta tropa nuestra, y
aquellos que le ofrecieron promesas y dinero. Esa
fue una traición importante.
¿Hubo traiciónes? Por ejemplo, estoy tratando de
recordar, no hubo una sola traición...
Por ejemplo, Carlos Franqui,
[2] Hubert Matos,
[3]
Manuel Urrutia...
Mire, Carlos Franqui no era amigo mío. Yo conozco a
Carlos Franqui en la Sierra Maestra. A Carlos
Franqui lo manda el Movimiento, después de la
fracasada huelga de abril de 1958, que fue
consecuencia de una táctica errónea del Movimiento
26 de Julio, que ya le conté. Después de ese fracaso
tremendo, lo mandaron. Franqui sacaba en un
periodiquito que habían hecho, había sido comunista,
la dirección de nuestro Movimiento, en determinado
momento, reclutó ex comunistas, y no hay nada peor
que un renegado, eso es seguro.
Entonces había algunos de esos ex comunistas que les
tenían odio a los comunistas; no es que éstos fueran
perfectos, cometieron muchos errores. Pero lucharon
por los trabajadores. Economicista fue su batalla;
no se le podía pedir más porque era la época de Ia
guerra fría y del macartismo. Ser comunista era una
desgracia, y en Cuba había más de cien mil,
inscritos, conocidos y honrados. Las dificultades
eran otras, sectarismo; oportunismo en cierto
sentido, a partir del sectarismo. La tesis de
algunos era: que peleen estos pequeñoburgueses.
Al principio de la Revolución, ¿cómo se combatió el
anticomunismo rabioso sembrado en alguria gente? Un
anticornunismo que dio lugar a deserciones y cosas
de ésas, porque muchos estaban envenenados; porque
aquí no había una conciencia, una cultura
socialista. Fueron las leyes, fue la prédica, fue el
ejemplo, lo que creó esa conciencia. El 90 por
ciento de los que estuvieron con nosotros en la
lucha no eran comunistas, no eran del Partido
Cornunista; del Partido no había muchos jefes,
porque no estaban; aunque fueron muy buenos algunos
de los que mandaron. El 26 de Julio tenía el 90 por
ciento de los jefes, y casí ninguna de esa gente
traicionó. El 90 por ciento siguió con la Revolución
y murió con la Revolución. De modo que yo,
personalmente...
He conocido muy poco, le digo, de traición. Hubert
Matos es un individuo que se incorpora... A mí no me
dolió nada, si yo lo sabía, lo conocía, enseguida se
le vio la vena procapitalista, una vanidad tremenda,
lo que pasa es que perdimos muchos cuadros al final,
en la última ofensiva, y a Hubert Matos se le llego
a dar una tropita, porque tenía cierto nivel
cultural y había que hacer fortificaciones. Al final
hubo que darle una tropita; pero ya se veIa
arrogante, ambicioso, casí por necesidad le dimos
una columnita en la última etapa de la guerra; o
sea, no era ni del Moncada, ni del Granma. Toda esa
gente que estuvo en el Moncada y estuvo en el Granma
fue gente que se unio, gente corno el Che. Pero
Hubert Matos no era de Ia vieja guardia aquella.
Manuel Urrutia tampoco fue un traidor. Urrutia fue
un tipo que era un buen juez y nosotros, en el afán
de demostrar que no había lucha por cargos o
ambiciones, lo propusimos de Presidente en un
momento, incluso, en que iba a realizar un pacto el
26 de Julio. No era un traidor, era un oportunista,
un individuo mediocre, más bien era mediocre.
¿El general Del Pino?
[4]
Bueno, ese sí fue un tipo de traición porque tuvo
una actuación destacada en Girón, fue un buen
combatiente y no era de esperar... Pero no es que yo
haya sufrido una gran traición. Yo lo conocía como a
todos, admire a los que admire en su momento, a los
héroes. Ya le expliqué el caso de Ochoa, en que el
tipo cae en una corrupción.
Entonces, mire, no recuerdo a alguno que de verdad
haya traicionado. Si me dijeran: Che traicionó;
figtIrese, cosa terrible. Oiga, Raúl traicionó, Juan
Almeida traicionó, Ramiro Valdés traicionó,
Guillermo Garcia traicionó, todos estos comandantes
de la Revolución, toda aquella gente valiosísima, de
los que sobrevivieron, estuvieron en el Moncada,
estuvieron en el Granma, estuvieron en la Sierra, y
otros que se incorporaron, muy buenos.
Hay un montón de nuevos valores, hay muchos nuevos
valores. Tú ves a Felipe Pérez Roque, por ejemplo,
Felipe no había nacido, muchos de éstos no habían
nacido cuando el triunfo de la Revolución. Hay un
montón de ministros...
Ahora, hay unos jefes militares también que se
destacaron en Ia guerra, en acciones militares, y
nosotros no hemos tenido una traición. Lo que
tuvimos fue el caso aquel de Ochoa, más bien de
corrupción, degeneramiento, no era un compancro de
muchos conocimientos, de mucha cultura; era valiente
y tenía méritos como combatiente. Yo no le niego
ninguna de sus cualidades, nos dolió por el daño que
hizo. Lo que ha habido, Ramonet, es mucha
explotación del más mínimo incidente.
Ahora, mire estos muchachos que están presos en
Estados Unidos, los cinco héroes, ¡qué clase de
hombres! ¡Que clase de entereza!
Ustedes varias veces han sancionado a dirigentes muy
altamente situados. Últimamente a Carlos Aldana,
Roberto Robaina...
Bueno, no están condenados. Hubo algunas faltas
serias, pero no están condenados a sanciones; más
bien se le ha dado mucha publicidad, un manejo
político del problema.
¿Fueron simplemente destituidos?
No hubo acto de traición, digamos. Hubo errores
serios y graves.
¿De comportamiento, de ética?
Digamos de ambiciones e ir creando condiciones en
busca de poder, un poco de humos subidos a la
cabeza.
Desde hace unos años, sobre todo en sus
intervenciones en eventos internacionales, se le ha
visto a usted con traje de chaqueta civil y con
corbata, pero aquí en Cuba casi siempre está usted
de uniforme. ¿Por qué ese apego al uniforme verde
olivo?
Es, ante todo, por una cuestión práctica, porque con
el uniforme no necesito ponerme una corbata todos
los días... Y se suprime el problema de estar
escogiendo qué traje poner, qué camisa, qué
calcetines para que todo compagine. Me pongo un
traje civil solo en circunstancias muy especiales,
para alguna conferencia internacional, o cuando vino
el Papa, o en un encuentro con algún jefe de
Estado...
Si mal no recuerdo, creo que la primera vez que
aparecí vestido de civil fue en la Cumbre
Iberoamericana de Cartagena de Indias, en 1994,
porque los anfitriones colombianos pidieron a todos
los Jefes de Estado y Gobierno participantes que
vistieran de guayabera. A partir de entonces, como
usted dice, he vestido de civil en otras reuniones
internacionales, pero también en ocasiones
especiales aquí dentro de Cuba.
Pero este uniforme que tuve siempre, desde la
Sierra, es mi ropa habitual, me he acostumbrado a él
y me siento perfectamente cómodo con él. No es un
uniforme sofisticado. Es muy sencillo, casi como el
que usaba en la guerra. Solo se le han hecho unas
pequeñas modificaciones, nada más. Tengo también un
uniforme para recepciones que uso ciertos días, con
cuello y corbata, un poco más formal. Pero con el
que me siento más cómodo es con éste.
Usted ha sido un gran fumador, y durante un tiempo,
en los primeros años de la Revolución, se le
presentaba casi siempre fumando un impresionante
puro habano. ¿Lamenta usted haber fumado tanto?
Fue mi propio padre el que me ofreció mi primer
tabaco habano, allá en Birán. Debía yo tener unos
catorce o quince años. Y me acuerdo que fume aquel
primer puro a escondidas, y no aprendí como se debe.
Por suerte, no tragaba el humo, no lo aspiraba.
Aunque siempre se absorbe una cantidad de nicotina
por mucho que no se aspire el humo.
Si, tiene usted razón, he fumado demasiado en mi
vida. Hasta que un día, hace más de veinte años,
decidí parar. Nadie me obligo. Yo mismo me impuse
terminar con el tabaco. Renunciar a ese hábito me
pareció un sacrificio necesario en pro de la salud
del pueblo. Oyendo a un medico sobre la lucha
necesaria y colectiva contra la obesidad, el
sedentarismo, el humo, me convencí de que el último
sacrificio que debía hacer en favor de la salud
pública en Cuba era dejar de fumar. Predicar con el
ejemplo. Abandoné el tabaco, y no lo note en falta.
¿Cuando, desde sus 79 años, mira usted su
vida, qué lamenta usted no haber podido hacer?
No haber podido descubrir antes todas las cosas que
conocemos ahora, con lo cual, en la mitad del
tiempo, habríamos podido hacer lo que hemos hecho en
46 años.
¿Qué lamenta haber hecho?
He estado pensando a ver de qué me puedo lamentar,
algo de lo que pueda arrepentirme. He cometido
errores, pero ninguno es estratégico, simplemente
táctico. Uno se lamenta de muchas cosas, a veces en
un discurso incluso... Pero no tengo ni un átomo de
arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro
país y de la forma en que hemos organizado nuestra
sociedad.
¿Lamenta usted, por ejemplo, su aprobación de la
entrada de los tanques del Pacto de Varsovia en
Praga en agosto de 1968
[5] que tanta sorpresa causó
entre los admiradores de la Revolución Cubana?
Mire, lo que le puedo decir es que nosotros
considerábamos —y la historia nos ha dado la razón—
que en Checoslovaquia se marchaba hacia una
situación contrarrevolucionaria, hacia el
capitalismo y hacia los brazos del imperialismo. Y
estábamos en contra de todas las reformas liberales
económicas que estaban teniendo lugar allí y en
otros países del campo socialista. Una serie de
reformas que tendían a acentuar cada vez más las
relaciones mercantiles en el seno de la sociedad
socialista: las ganancias, los beneficios, los
lucros, los estímulos materiales, todas esas cosas
que estimulaban los individualismos y los egoísmos.
Por eso nosotros aceptamos la amarga necesidad del
envío de fuerzas a Checoslovaquia y no condenamos a
los países socialistas que tomaron esa decisión.
Ahora bien, al mismo tiempo nosotros estábamos
diciendo que esos países socialistas tenían que ser
consecuentes, y comprometerse a adoptar el mismo
tipo de actitud en caso de amenazas contra un
régimen socialista en otros lugares del mundo. Y por
otra parte, nosotros considerábamos que las primeras
cosas que se plantearon en Checoslovaquia eran
inobjetables: perfeccionar el socialismo. La
denuncia que se hizo de los métodos de gobierno, de
la política burocrática, el divorcio de las masas,
todas esas cuestiones eran incuestionablemente
correctas. Pero de consignas justas se llegó a una
política francamente reaccionaria. Y nosotros,
amargamente, dolorosamente, tuvimos que aprobar
aquella intervención militar.
Otro ejemplo: “la batalla de los 10 millones”.[6]
¿Piensa usted que fue una batalla económica
importante, o lamenta haber exigido ese esfuerzo
colosal al país en 1970?
Yo le digo que aquella batalla fue una proeza y
siempre apunté bien alto. Nosotros, en algunos
sectores, hemos conseguido muchas cosas que no
habíamos podido ni soñar, y en otras hemos
conseguido los dos tercios, tres cuartos o la mitad.
Pero todas esas batallas han estado inspiradas en el
deseo de ayudar a la economía. Puede haber habido
errores...
Recientemente han decidido ustedes reducir las
superficies de tierras consagradas a la caña de
azúcar y cerrar también muchos centrales. Eso está
dejando sin trabajo a miles de personas... ¿No han
pasado de un extremo al otro?
La industria azucarera antes producía ocho millones
de toneladas y hoy apenas llega a uno y medio. Hubo
que suspender radicalmente Ia roturación de tierra y
la siembra, porque el combustible estaba a 40
dólares el barril, y eso causaba la ruina del país.
Sobre todo, cuando se unía a ciclones cada vez más
frecuentes, o sequías más prolongadas, y porque el
campo de caña apenas duraba cuatro o cinco años
—antes eran quince o más—, y el precio del azúcar en
el mercado mundial apenas era de siete centavos. Un
día hice una pregunta sobre el precio del azúcar y
otra sobre la producción a una empresa
comercializadora del azúcar. ¡Y no sabían
siquiera cuánta azúcar estaban produciendo! Y al
preguntar el costo en divisas de una tonelada de
azúcar, nadie sabía responder. Se supo sólo
alrededor de un mes y medio después. Así que,
fíjese.
Sí, hubo, sencillamente, que cerrar centrales, o
íbamos hacia la fosa de Bartlett [situada al sureste
de Cuba, 7.535 metros de profundidad]. El país tenía
muchos economistas, muchos, y no intento
criticarlos, pero con la misma franqueza con que
hablo de los errores de la Revolución, puedo
preguntar ¿por qué no descubrimos que el
mantenimiento de aquella producción era ruinoso?
Cuando hacía rato que se había hundido la URSS, que
el petróleo valía cuarenta dólares el barril y que
el precio del azúcar estaba por el suelo. ¿Por qué
no se racionalizaba aquella industria? ¿por qué
había que sembrar veinte mil caballerías ese año, es
decir, casi 270 mil hectáreas? Para lo cual había
que roturar la tierra con tractores y arados
pesados, sembrar una caña que después hay que
limpiar con máquinas, fertilizar, emplear costosos
herbicidas, etcétera, etcétera, etcétera.
Ningún economista, al parecer, se percató de eso. Y
hubo, sencillamente, que dar una instrucción, casi
una orden, de parar aquellas roturaciones. Es como
si te dicen: “El país está siendo invadido”. Tú no
puedes decir: “Espérate, que me voy a reunir treinta
veces con cientos de personas”. Es como si cuando
Girón hubiésemos dicho: “Vamos a hacer una reunión y
discutir durante tres días las medidas que vamos a
tomar contra los invasores.” Le aseguro que la
Revolución ha sido a lo largo de su historia una
verdadera guerra, y constantemente el enemigo
acechando, el enemigo dispuesto a golpear, y
golpeando cuantas veces le demos una oportunidad.
Realmente, llamé al Ministro y le dije: “Mira, por
favor, ¿cuántas hectáreas tienes roturadas?”
Responde: “Ochenta mil.’ Le digo: “No rotures una
hectárea más.” No era mi papel, pero no me quedo mas
remedio, tú no puedes dejar que al país lo hundan.
¿Cuántos centrales azucareros han cerrado ustedes?
Se han dejado de utilizar setenta fábricas
azucareras, las menos eficientes, cuyos costos en
divisas convertibles superaban los ingresos que
producían. Y con lo que ahorramos cerrando centrales
que costaban más divisas convertibles que las que
aportaban, utilizando una parte de las mismas se
pueden mantener aquellos obreros con el salario que
venían devengando hasta ese momento. Son
posibilidades que existen en nuestra sociedad. Pero
tal vez la más audaz decisión adoptada en fecha
reciente ha sido la de convertir el estudio en una
forma de empleo para beneficio de muchas personas
que trabajaban en esas fábricas. Los que tienen el
estudio como empleo, al reducirse el personal, son
ya casi cuarenta mil.
Y más de cien mil jóvenes entre 17 y 30 años que no
estudiaban ni disponían de trabajo, hoy asisten de
manera entusiasta a los cursos donde refrescan y
multiplican sus conocimientos, por lo cual reciben
una remuneración. Nuestro país bloqueado ha logrado
ya, prácticamente, alcanzar el pleno empleo, que es
como se califica cuando el desempleo está por debajo
del 3 por ciento. Nosotros debemos estar muy
próximos o lo estaremos pronto.
Además, a aproximadamente setenta mil trabajadores
del azúcar en activo, que no fueron afectados por la
reestructuración del sector, se les concedió la
posibilidad de estudiar al final de la jornada de
cada día. Eso es extraordinario, realmente, una
cifra tan alta de trabajadores azucareros en activo
que están asistiendo a esos cursos y no como empleo,
son trabajadores produciendo allí, trabajando en la
industria y en la agricultura.
Usted me decía si lamentaba algo. Algo de lo que
puedo lamentarme es que yo pensaba estudiar más
cuando estudiaba derecho, ciencias sociales y
derecho diplomático —estaban asociadas las tres
materias— en esa etapa de mi vida, yo había pensado
profundizar en determinadas cosas, sobre todo en los
conocimientos de economía. Es decir, lamento no
haber estudiado más. Pero si me hubiera puesto a
hacer eso, habríamos posiblemente tenido que
renunciar a la Revolución...
Le duele a uno no haber vivido en una época con
mejor educación; duele en realidad no haber tenido
un preceptor y por experiencia propia haber tenido
que decidir y tomar muchas decisiones desde muy
temprano. Mi familia vivía en el campo, usted lo
sabe, yo estaba interno, en escuelas, ésas son cosas
que le duelen a uno de las cuales uno no tiene
culpa. Pero no lamento ninguna.
A medio siglo de distancia, ¿pensó usted que todo
iba a ser tan difícil y que se iba a encontrar con
tantos obstáculos?
Realmente sabía que era muy difícil. Me parecía que
las dificultades fundamentales estaban en tomar el
poder para hacer la Revolución. Primero derrocar a
Batista, pero no derrocar a Batista para que
siguiera todo igual, sino para cambiarlo. Porque, ya
cuando voy al Moncada, tengo formadas mis ideas
esenciales, todas, la cuestión era desarrollar una
táctica y una estrategia para conseguirlo.
Si hubiéramos triunfado aquel 26 de julio de 1953 no
estaríamos aquí. La correlación mundial de fuerzas
en el año 1953 era tal que no habríamos podido
resistir. Stalin acababa de morir —muere en marzo de
1953— y la “troika” que le sucedió
[7] no hubiera dado
a Cuba el apoyo que le dio Jruschov, digamos, siete
años después, cuando ya la Unión Soviética tenía, no
una equiparación con Estados Unidos, pero un poder
grande económico y militar.
¿Ve usted cumplidos los sueños de cuando partió al
as alto del Moncada?
Es lo que le iba a decir, porque usted me mencionó
algunas cosas. Yo le dije, bueno, había que resolver
unos tipos de problemas;
gobernar es más difícil, y no lo ignoraba porque fue
lo que dije el día 8 de enero, cuando llegué a La
Habana, cuando lo de las palomas.[8] Sentí
nostalgia, incluso, el día que se obtiene la
victoria, y un poco de nostalgia cuando por poco,
después de la ofensiva enemiga del verano de 1958,
ganamos la guerra en ese momento; tuve la impresión
de que habíamos aprendido a hacer algo, pero todo
era diferente.
El día 1° de enero de 1959 sentí esa sensación.
Digo: “Bueno, ahora, esto lo hemos aprendido así, y
ahora tenemos una tarea que será mucho más amplia”;
y cuando llegue a La Habana y vi algunos problemas,
comprendí que todo seria mucho más difícil después
del triunfo.
Éramos muy ignorantes, teníamos muchas ideas muy
buenas, pero muy poca experiencia. Teníamos
experiencias de los hombres, algunos criterios sin
los cuales no hubiéramos podido concebir una
estrategia que nos llevó al triunfo... Bueno, pude
sobrevivir. Poder sobrevivir es un privilegio, no un
mérito, porque usted la experiencia no la puede
ignorar, el peso que tiene la acumulación de
experiencias.
Y puedo decir ahora, después de 46 años del triunfo
y más de cincuenta del Moncada, que lo que hemos
alcanzado está muy por encima de los sueños que
podíamos concebir entonces, y éramos bien soñadores
al principio.
Algunos procuradores multiplican las acusaciones
contra la Revolución Cubana, y la acusan
constantemente de toda suerte de cosas. Usted que es
abogado, ¿qué argumentos a favor de la Revolución
les opondría?
Bueno, voy a ser largo, le advierto. Y voy a retomar
algunos argumentos que dije en el discurso del
aniversario 50 del Moncada. Porque, vamos a ver,
¿cuál es la culpa de Cuba? ¿Qué hombre honesto tiene
razón para atacarla?
Con su propia sangre y con las armas arrancadas al
enemigo, su pueblo derrocó una cruel tiranía de
Batista impuesta por el gobierno de Estados Unidos,
que poseía ochenta mil hombres sobre las armas. Fue
el primer territorio libre del dominio imperialista
en América Latina y el Caribe, y el único país del
hemisferio donde, a lo largo de la historia
poscolonial, torturadores, asesinos y criminales de
guerra, que arrancaron la vida a decenas de miles de
personas, fueron juzgados y ejemplarmente
sancionados.
Recuperó y entregó totalmente la tierra a los
campesinos y trabajadores agrícolas. Los recursos
naturales y las industrias y servicios fundamentales
fueron puestos en manos del único dueño verdadero:
la nación cubana. En menos de 72 horas. luchando
incesantemente día y noche, Cuba destrozó la
invasión mercenaria de Girón organizada por un
gobierno de Estados Unidos, lo que evitó una
intervención militar directa de ese país y una
guerra de incalculables consecuencias. La Revolución
contaba ya con el Ejército Rebelde, más de 400 mil
armas y cientos de miles de milicianos. Se enfrentó
con honor, sin concesión alguna, al riesgo de ser
atacada con decenas de armas nucleares en 1962.
Derrotó la “guerra sucia” extendida a todo el país,
a un costo de vidas superior al que pagó por la
guerra de liberación. Soportó inconmovible miles de
actos de sabotaje y ataques terroristas organizados
por el gobierno de Estados Unidos. Frustró cientos
de planes de asesinato contra los líderes de la
Revolución.
En medio de un riguroso bloqueo y guerra económica
que han durado casi medio siglo, Cuba fue capaz de
erradicar en un año el analfabetismo, cosa que no
han podido vencer, en más de cuatro décadas el resto
de los países de América Latina —con la notable
excepción de Venezuela, gracias a la revolución
bolivariana—, ni tampoco Estados Unidos. Llevó la
educación gratuita al ciento por ciento de los
niños. Posee el más alto índice de retención escolar
—más del 99 por ciento entre el preescolar y noveno
grado— de todas las naciones del hemisferio. Sus
alumnos de primaria ocupan el primer lugar del mundo
en conocimientos de lenguaje y matemáticas. Ocupa
igualmente el primer lugar mundial en maestros per
cápita y menor cantidad de alumnos por aula. La
totalidad de los niños con dificultades físicas o
mentales estudian en escuelas especiales. La
enseñanza de computación y el empleo de medios
audiovisuales de forma intensiva se aplica hoy a la
totalidad de los niños, adolescentes y jóvenes, en
campos y ciudades.
El estudio con una remuneración económica del Estado
se ha convertido, por primera vez en el mundo, en
una oportunidad para todos los jóvenes de 17 a 30
años de edad que no estudiaban ni poseían empleo.
Cualquier ciudadano tiene la posibilidad de realizar
estudios que lo conduzcan desde el preescolar hasta
la obtención del titulo de Doctor en Ciencias sin
gastar un solo centavo. La nación cuenta hoy con más
de treinta graduados universitarios, intelectuales y
artistas profesionales por cada uno de los que
existían antes de la Revolución. El nivel promedio
de conocimientos de un ciudadano cubano alcanza ya
no menos de nueve grados. No existe en Cuba ni
siquiera el analfabetismo funcional.
Escuelas de formación de artistas y de instructores
de arte se han extendido a todas las provincias del
país, donde cursan estudios y desarrollan su talento
y vocación más de veinte mil jóvenes. Decenas de
miles adicionales lo hacen en escuelas vocacionales,
que son canteras de las escuelas profesionales. Las
sedes universitarias se extienden y abarcan a todos
los municipios del país. Jamás se produjo en ninguna
otra parte tan colosal revolución educativa y
cultural, que convertirá a Cuba, por amplio margen,
en el país con más conocimientos y más cultura del
mundo, aferrada a la profunda convicción martiana de
que sin cultura no hay libertad posible.
La mortalidad infantil se ha reducido de 60 por mil
nacidos vivos a una cifra que fluctúa entre 6 y 6,5.
[9] Es la más baja del hemisferio, desde Estados
Unidos a la Patagonia. Las perspectivas de vida se
han elevado en 15 años. Enfermedades infecciosas y
transmisibles como la poliomielitis, el paludismo,
el tétanos neonatal, la difteria, el sarampión, la
rubéola, la parotiditis, la tos ferina y el dengue
han sido eliminadas; otras como el tétanos, la
meningitis meningocócica, la hepatitis B, la lepra,
la meningitis por hemófilos y la tuberculosis, están
totalmente controladas. Hoy en nuestro país mueren
las personas de iguales enfermedades que en los
países más altamente desarrollados:
cardiovasculares, tumorales, accidentes y otras.
Una profunda revolución se lleva a cabo para acercar
los servicios médicos a la población, a fin de
facilitar su acceso a los centros de asistencia,
preservar vidas y aliviar dolores. Profundos
estudios se realizan para romper la cadena, mitigar
o reducir al mínimo los problemas de origen
genético, prenatales o asociados al parto. Cuba es
hoy el país con el más alto índice de médicos per
cápita; casi duplica el número de los que la siguen
detrás.
Los centros científicos laboran sin cesar para
buscar soluciones preventivas o terapéuticas contra
las enfermedades más graves. Los cubanos dispondrán
del mejor sistema medico del mundo, cuyos servicios
continuarán recibiendo de forma absolutamente
gratuita. La seguridad social abarca al ciento por
ciento de los ciudadanos del país.
El 85 por ciento de la población es propietaria de
la vivienda. Esta está libre de todo impuesto. El 15
por ciento restante paga un alquiler absolutamente
simbólico, que apenas se eleva al 10 por ciento del
salario.
El uso de drogas alcanza a un ínfimo número de
personas, y se lucha resueltamente contra él. La
lotería y otras formas de juego lucrativo fueron
prohibidos desde los primeros años de la Revolución
para que nadie cifrara su esperanza de progreso en
el azar.
Nuestra televisión, radio y prensa no practican la
publicidad comercial. Cualquier promoción está
dirigida a cuestiones de salud, educación, cultura,
educación física, deporte, recreación sana, defensa
del medio ambiente; a la lucha contra las drogas,
contra los accidentes u otros problemas de carácter
social. Nuestros medios de difusión masiva educan,
no envenenan ni enajenan. No se rinde culto ni se
exaltan los valores de las podridas sociedades de
consumo.
No existe culto a ninguna personalidad
revolucionaria viva, como estatuas, fotos oficiales,
nombres de calles o instituciones. Los y las que
dirigen son personas y no dioses.
En nuestro país no existen fuerzas paramilitares ni
escuadrones de la muerte, ni se ha usado nunca la
violencia contra el pueblo, ni se realizan
ejecuciones extrajudiciales, ni se aplica la
tortura. Se cultiva la fraternidad y la solidaridad
entre los hombres y los pueblos dentro y fuera del
país.
Se educa a las nuevas generaciones y a todo el
pueblo en la protección del medio ambiente. Los
medios masivos de difusión se emplean en la
formación de una conciencia ecológica. Nuestro país
defiende con firmeza su identidad cultural, asimila
lo mejor de las demás culturas y combate
resueltamente contra todo lo que deforma, enajena y
envilece. El desarrollo del deporte sano y no
profesional ha conducido a nuestro pueblo a los más
altos índices de medallas y honores a nivel mundial.
Las investigaciones científicas, al servicio de
nuestro pueblo y de la humanidad, se multiplicaron
centenares de veces. Producto de este esfuerzo,
importantes medicamentos salvan vidas en Cuba y en
otros países. Jamás se investigó ni elaboró arma
biológica alguna, lo cual estaría en absoluta
contradicción con la formación y la conciencia en
que ha sido educado y se educa nuestro personal
científico.
En ningún otro pueblo se enraizó tanto el espíritu
de solidaridad internacional. Nuestro país apoyó a
los patriotas argelinos en su lucha contra el
colonialismo francés, a costa de afectar las
relaciones políticas y económicas con un país
europeo tan importante como Francia. Enviamos armas
y combatientes para defender a Argelia contra el
expansionismo marroquí cuando el rey Hassan II de
ese país quiso apoderarse de las minas de hierro de
Gara Yebilet, en las proximidades de la ciudad de
Tinduf, en el suroeste de Argelia.
El personal completo de una brigada de tanques montó
guardia a solicitud de la nación árabe de Siria
entre 1973 y 1975 frente a las alturas del Golan,
cuando esa parte del territorio fue injustamente
arrebatada a aquel país.
El líder de la República del Congo recién alcanzada
su independencia, Patricio Lumumba, acosado desde el
exterior, recibió nuestro apoyo político. Asesinado
éste por las potencias coloniales en enero de 1961,
prestamos ayuda a sus seguidores. Cuatro años
después, en 1965, sangre cubana se derramó en la
zona occidental del lago Tanganyika, donde el Che,
con más de cien instructores cubanos, apoyaron a los
rebeldes congoleses que luchaban contra mercenarios
blancos al servicio de Mobutu, el hombre de
Occidente, cuyos cuarenta mil millones de dólares
robados no se sabe en qué bancos europeos están
guardados, ni en poder de quién.
Sangre de instructores cubanos se derramó entrenando
y apoyando a los combatientes del Partido Africano
para la Independencia de Guinea y Cabo Verde que,
bajo el mando de Amllcar Cabral, luchaban por la
independencia de estas antiguas colonias
portuguesas.
Otro tanto ocurrió durante diez años ayudando al
MPLA de Agostinho Neto en la lucha por la
independencia de Angola. Alcanzada ésta, y a lo
largo de quince años, cientos de miles de
voluntarios cubanos participaron en la defensa de
Angola frente al ataque de las tropas racistas
surafricanas que, en complicidad con Estados Unidos
y utilizando la guerra sucia, sembraron millones de
minas, arrasaron aldeas completas y asesinaron a más
de medio millón de hombres, mujeres y niños
angolanos. En Cuito Cuanavale y en la frontera de
Namibia, al suroeste de Angola, fuerzas angolanas y
namibias y cuarenta mil soldados cubanos asestaron
un golpe definitivo a las tropas surafricanas, que
contaban entonces con siete bombas nucleares
suministradas o ayudadas a producir por Israel con
pleno conocimiento y complicidad del gobierno de
Estados Unidos. Esto significo la inmediata
liberación de Namibia, y aceleró tal vez en veinte o
veinticinco años el fin del apartheid.
A lo largo de casi quince años, Cuba ocupo un lugar
de honor en la solidaridad con el heroico pueblo de
Vietnam, en una guerra bárbara y brutal de Estados
Unidos, que mató a dos millones de vietnamitas,
aparte de la cifra de heridos y mutilados de guerra;
que inundó su suelo de productos químicos que han
causado incalculables daños aún presentes.
Sangre cubana se derramó junto a la sangre de
ciudadanos de varios países latinoamericanos, y
junto a la sangre cubana y latinoamericana del Che,
asesinado por instrucciones de los agentes de
Estados Unidos en Bolivia, cuando se encontraba
herido y prisionero y su arma había sido inutilizada
por un balazo en el combate.
Sangre cubana de obreros de la construcción que
estaban ya a punto de concluir un aeropuerto
internacional que era vital para la economía de una
pequeñísima isla que vivía del turismo, se derramó
combatiendo en defensa de Granada, invadida por
Estados Unidos con cínicos pretextos.
Sangre cubana se derramó en Nicaragua cuando
instructores de nuestras Fuerzas Armadas entrenaban
a los bravos soldados nicaragüenses que enfrentaban
la guerra sucia organizada y armada por Estados
Unidos contra la revolución sandinista.
Y no he citado todos los ejemplos. Pasan de dos mil
los heroicos combatientes internacionalistas cubanos
que dieron su vida cumpliendo el sagrado deber de
apoyar la lucha de liberación por la independencia
de otros pueblos hermanos. En ninguno de esos países
existe una propiedad cubana. Ningún otro país en
nuestra época cuenta con tan brillante página de
solidaridad sincera y desinteresada.
Cuba predicó siempre con su ejemplo. Jamás claudicó.
Jamás vendió la causa de otro pueblo. Jamás hizo
concesiones. Jamás traicionó principios. Por algo
fue reelecta, en julio de 2003, por aclamación, en
el Consejo Económico y Social de las Naciones
Unidas, como miembro por tres años más de la
Comisión de Derechos Humanos, integrando ese órgano
de manera ininterrumpida desde hace quince años.
Más de medio millón de cubanos cumplieron misiones
internacionalistas como combatientes, como maestros,
como técnicos o como médicos y trabajadores de la
salud. Decenas de miles de estos últimos han
prestado servicios y salvado millones de vidas a lo
largo de más de cuarenta años. En la actualidad, más
de tres mil especialistas en medicina general
integral y otros trabajadores de la salud laboran en
los lugares más recónditos de 18 países del Tercer
Mundo, donde mediante métodos preventivos y
terapéuticos salvan cada año cientos de miles de
vidas, y preservan o devuelven la salud a millones
de personas sin cobrar un solo centavo por sus
servicios.
Sin los médicos cubanos ofrecidos a la Organización
de Naciones Unidas en caso de obtener ésta los
fondos necesarios —sin los cuales naciones enteras y
hasta regiones completas del África Subsahariana
corren el riesgo de perecer—, los imprescindibles y
urgentes programas de lucha contra el SIDA no
podrían realizarse.
Cuba ha desarrollado técnicas para enseñar a leer y
escribir por radio con textos hoy elaborados en
cinco idiomas: creole, portugués, francés, ingles y
español, que ya están siendo puestos en práctica en
algunos países. Hemos concluido un programa similar
en español, de excepcional calidad, para alfabetizar
por televisión. Son programas ideados por Cuba y
genuinamente cubanos. No nos interesa la
exclusividad de la patente. Estamos en disposición
de ofrecerlos a todos los países del Tercer Mundo,
donde se concentra el mayor número de analfabetos,
sin cobrar un solo centavo. En cinco años, los
ochocientos millones de analfabetos, a un costo
mínimo, podrían reducirse en un 80 por ciento.
Me paro aquí para no agobiar, pero podría seguir...
El balance es impresionante, ¿cómo cree usted que la
historia lo juzgará a usted?
Es algo que no vale la pena preocuparse. ¿Sabe por
qué? Porque ha cometido tantos errores esta
humanidad, se han hecho tantos disparates, que si
logra sobrevivir, lo cual está por demostrar, si
logra sobrevivir, dentro de cien años la gente nos
mirará como tribus de bárbaros y de incivilizados
que no valdrá la pena recordar.
Quizás recordarán una etapa histórica en que la
humanidad casi desaparece, que ocurrieron cosas
terribles; pero cuando éramos unos bárbaros
incivilizados. Ese es el concepto que tendrá de
nosotros aquella generación. Las futuras
generaciones nos mirarán como nosotros mirábamos al
hombre primitivo, tengo esa convicción.
Entonces, carecerla de sentido ponerse a hacer un
legado... Pienso así, sinceramente pienso eso. A mí
me interesa más el prestigio que pueda tener el
país, por la lucha, por la batalla, pero no
vinculado a mi persona.
Mire usted, he leído muchas cosas. Bolívar y
personalidades incluso muy eminentes... Napoleón
hablaba de la gloria, era constante su preocupación
por la gloria. Bien, hoy, en muchos países, casi se
conoce más el nombre de Napoleón por el coñac que
utiliza su nombre, que por todo o que hizo Napoleón.
Yo estoy seguro de que si les hago un examen a los
jóvenes adolescentes de tal y de cual país de quién
era Napoleón, no saben ni cOmo se llamaba, y quizá
sea más la gente que conozca que hay un coñac que se
llama Napoleón y que es muy bueno. Entonces yo digo:
¿para qué preocuparse?
Hombres como Bolívar hablaban mucho de la gloria y
yo he sido siempre un gran admirador de Bolívar, y
una vez, en un discurso, en la universidad, dije:
“Bolívar hablaba de la gloria, pero Bolívar no fue
un conquistador de pueblos.” Alejandro fue un
conquistador de pueblos, y un creador de imperios;
de paso llevó el virus de la cultura, llamémoslo
así, un virus positivo. Llevó cultura y todo lo
demás. Bueno, también hay grandes personajes
guerreros, Aníbal, Julio César, todos eran
conquistadores, eran militares.
Si usted analiza, hace relativamente poco tiempo que
a los jóvenes se les enseña que Shakespeare fue un
gran escritor y un gran valor; que otros hicieron
grandes obras de pintura; que otros fueron filósofos
brillantes; otros fueron poetas brillantes, creo que
hasta hoy no superados. En fin, a los de grandes
méritos intelectuales, los grandes creadores de la
música, la pintura, el teatro, la literatura y todo
eso, los conocían muy pocos, y la historia que nos
enseñaban a nosotros no mencionaba esos casos, sólo
nos hablaban de Cristóbal Colon, Hernán Cortés,
conquistador; Pizarro, Magallanes, que si le dio la
vuelta al mundo; Napoleón; Drake el pirata; Jerjes,
el emperador de los persas en las Termópilas; Julio
César, Aníbal, todos aquellos guerreros y de
Occidente, porque a los guerreros del Oriente no los
conocía nadie.
0 solo los “malos”, Atila, por ejemplo.
Bueno, pero ése vino para Occidente. Si Cristóbal
Colon hubiera tenido razón y no hubiera habido un
continente por el medio, hubiera llegado a China y
después, si hubiese querido, habría intentado
conquistarla con doce caballos, como creo que
conquistaron a Cuba y unos arcabuces. Se hubiera
encontrado con ejércitos mongoles de cientos de
miles de soldados a caballo. Colon no se conocería
más que como un tipo que tuvo la mala suerte y la
loca idea de llegar a China, y desapareció a los
quince minutos de haber llegado, si de verdad toma
posesión. FIjese, si va como Marco Polo, lo reciben;
si toma posesión en nombre del Rey Católico, con la
cruz y la espada, dura quince minutos nada más, y
Cortés y toda aquella gente igual.
Pero de otros personajes no habla en general la
historia. De los grandes científicos, de los grandes
inventores, investigadores que han aportado tanto a
la humanidad... La historia, puede decirse, no habla
de ellos; quizás de ésos se acuerde alguna gente.
Pero los dirigentes políticos no han ganado méritos
como para que los recuerden.
¿Qué dirigente político recuerda usted —entre los
muchos que ha conocido—, que más le haya
impresionado?
Déjeme pensar. Al Che lo recuerdo siempre como una
de las personalidades más extraordinarias que he
conocido. Uno de los hombres más nobles, más
extraordinarios, más desinteresados que he conocido.
También Nelson Mandela es uno de los que más admiro
por sus méritos y su historia, su lucha. De los
líderes contemporáneos extranjeros uno de los que
más he apreciado fue Jiang Zemin.
[10] Porque lo he
conocido a lo largo del tiempo, no fue del primer
día, ni del segundo, sino de un número de años, a
base de contactos y de tiempo; es una persona capaz.
De la época contemporánea, en el mundo occidental,
yo diría que uno de los estadistas más capaces fue
el Canciller alemán Willy Brandt. Lo conocí, hablé
mucho con él. Era un hombre de perspectiva, de
pensamiento elevado, preocupado por la paz, y por
los problemas del Tercer Mundo.
Hablando de Occidente, otro dirigente que conocí
bien y que también considero que fue un estadista
responsable, honesto y capaz, fue el Primer Ministro
sueco Olof Palme. Yo le tenla una profunda simpatía,
y su muerte, su asesinato en extrañas
circunstancias, fue una terrible pérdida.
Al Presidente Kennedy no llegó a conocerlo
directamente.
No. Y creo que Kennedy fue un hombre de gran
entusiasmo, muy inteligente, con carisma personal,
que trataba de hacer cosas positivas. Quizá, después
de Franklyn Roosevelt, fue una de las personalidades
más brillantes de Estados Unidos. Cometió errores:
dio luz verde a la invasión por Playa Girón en 1961,
pero esa operación no fue preparada por él, sino por
el gobierno anterior de Eisenhower y Nixon. El no
fue capaz de frenarla a tiempo. También toleró las
actividades de la CIA; en el período en que gobernó
se elaboraron los primeros planes de atentado contra
mí y contra otros dirigentes internacionales. No hay
pruebas inequívocas de su complicidad personal, pero
es realmente difícil que alguien de la CIA haya
tomado por su propia cuenta la decisión de cometer
acciones de tal naturaleza sin el acuerdo, por lo
menos tácito, del Presidente. Tal vez haya sido
tolerante, o permitido que palabras ambiguas suyas
fueran interpretadas a su manera por la CIA.
Pero encuentro, al mismo tiempo, porque veo bien
claro que aunque Kennedy haya cometido errores
—entre ellos alguno de carácter ético—, era un
hombre capaz de rectificar y lo suficientemente
valiente para introducir cambios en la política de
Estados Unidos. Entre sus errores está la guerra de
Vietnam. El, con su entusiasmo, su obsesiva simpatía
por los “boinas verdes” y su sobrestimación del
poderlo de Estados Unidos, dio los primeros pasos
para introducir a su país en la guerra de Vietnam.
Cometió errores, repito, pero era un hombre
inteligente, en ocasiones brillante, valiente, y yo
considero —ya lo he dicho en otras ocasiones— que si
Kennedy hubiese sobrevivido es posible que las
relaciones entre Cuba y Estados Unidos hubiesen
mejorado.
[11] Porque él, después de Girón y de la
Crisis de Octubre, se quedó muy impresionado. No
creo que subestimase a! pueblo cubano, es posible
que hasta sintiese alguna admiración por la firmeza
y la valentía de nuestro pueblo.
Precisarnente el día en que lo mataron estaba yo
conversando con un periodista francés, Jean Daniel
[director de Le Nouvel Observateur], que él
me había enviado con cierto mensaje para hablar
conmigo. De manera que se estaba estableciendo una
comunicación que tal vez hubiera podido favorecer
una mejoría en nuestras relaciones.
Su muerte me dolió. Era un adversario, claro, pero
sentí mucho su desaparición. Fue como si me faltara
algo. Me dolió también la forma en que lo mataron,
el atentado, el crimen político. experimenté un
sentimiento de indignación, de repudio, de dolor, y
en este caso por un adversario que no me parecía ser
merecedor de semejante final.
Su asesinato me preocupó también, porque tenla
suficiente autoridad en su país para imponer una
mejoría de las relaciones con Cuba. Cosa que quedaba
palpablemente demostrada en la conversación que
mantuve con este periodista francés, Jean Daniel,
que estaba conmigo en el instante mismo en que
recibí la noticia de la muerte de Kennedy.
¿Conoció usted a Mao Zedong?
No, a Mao no. No tuve tampoco el privilegio de
conocer a Ho Chi Minh, que lo veo como uno de los
más puros dirigentes.
Mao Zedong tiene grandes méritos históricos. Fue,
sin duda, el organizador y el inspirador de la
revolución china, una de las grandes revoluciones
del siglo xx. Un hombre de talento político y
militar que promovió, impulsó y realizó la lucha
victoriosa contra el imperialismo japonés, contra el
gobierno títere de Chiang Kaichek, y que
indudablemente escribió páginas brillantes en la
historia.
Pero, al mismo tiempo, tengo la absoluta convicción
de que en la etapa final de su vida cometió grandes
errores políticos. No fueron errores de derecha,
fueron errores de izquierda o, mejor dicho, ideas
extremistas de izquierda. Los métodos para llevar
esas ideas a la practica fueron duros, injustos,
como durante la llamada “revolución cultural”, y
creo que, como consecuencia de una política
extremista de izquierda, se produjo después un
viraje a la derecha dentro del proceso
revolucionario chino, porque todos estos grandes
errores producen su contrapartida: errores de
extremismo de izquierda produjeron inclinaciones y
políticas de derecha en China.
No quiero decir que la revolución esté perdida en
China. Ese país está buscando el camino justo. Mao
fue un gran revolucionario, con grandes méritos
históricos, con gran talento, pero cometió graves
errores en la fase final de su vida, en mi opinión,
como consecuencia del endiosamiento y del culto a la
personalidad. Fue algo realmente chocante ver qué
grado inaudito alcanzó allí el endiosamiento de un
líder y el culto a la personalidad.
Usted conoció a algunos líderes marxistas que
tuvieron, en el poder, un comportamiento detestable
y criminal. Pienso por ejemplo, en Hazifullah Amin,
de Afganistan, y en Hiena Sary, de Kampuchea,
coautor del genocidio en Camboya en 1975. ¿Que
recuerdo conserva de ellos?
En Afganistán, en 1979, Amin, que era Primer
Ministro, lideró un grupo secreto que conspiró
contra el presidente Muhammad Taraki, mientras éste
estaba precisamente de visita en La Habana, y en
pocos días, en julio de ese año, produjo en Kabul
una conspiración palaciega que terminó con la muerte
de Taraki, a quien asesinaron en secreto, y con la
toma del poder por Amin, que se convirtió en
presidente. Ese asesinato, desaprobado por Brezhnev,
es el que conduce a la intervención de los
soviéticos en diciembre de 1979.
Amin era un personaje en cierta forma parecido a Pol
Pot. Nosotros hablamos tenido oportunidad de conocer
a Amin en abril de 1978 después del triunfo de la
revolución en Afganistán. ¡Usted no podría imaginar
persona más amable! Exactamente igual que leng Sary,
quien también nos hizo una visita después de la
revolución en Kampuchea.
He tenido, en efecto, el extraño privilegio de
conocer algunos personajes que parecían
perfectamente normales, bien educados, con una
cultura occidental, que habían estudiado en Europa o
en Estados Unidos, y que después hicieron cosas
espantosas, abominables. Es como si, en cierto
momento, la gente se volviese loca. Parece que hay
personas cuyas neuronas cerebrales no están
adaptadas para la complejidad de los problemas que
surgen en un proceso revolucionario. Y cometen
ignominiosos actos de locura que no cesan de
asombrarme.
¿Conoció a Deng Xiaoping?
No. Me hubiese gustado haberlo conocido. Me
preguntaba usted qué líder me había impresionado. Le
puedo decir que uno de los líderes políticos
contemporáneos que más admiro, sin ninguna duda, es
Hugo Chávez.
¿A qué dirigente de la segunda mitad del siglo xx
lamenta no haber podido conocer personalmente?
Uno lo mencioné, Ho Chi Minh. Y me habría gustado
también conocer a Mao. No fue posible porque pronto
se produjeron los problemas y diferencias por la
bronca chino soviética; pero no hay duda, hay el
reconocimiento. Entre los grandes estrategas
políticos, grandes jefes militares por su
concepción, no se puede negar a Mao Zedong. No
olvido la carta en que le pedí a China y a la URSS
que se unieran, que salvaran sus rivalidades.
¿Y De Gaulle?
De Gaulle, aunque las relaciones no fueron muy
buenas a causa de la guerra de Argelia que nosotros
apoyábamos, es un hombre que admiro. Con todo su
prestigio y todo su poder, le costó terriblemente
encontrar una solución al problema de Argelia, por
la presencia allí de una cantidad de franceses. Voy
a decir una cualidad que tenla De Gaulle como
militar, porque concibió la idea de reunir todos los
tanques y crear las divisiones blindadas; previó que
la derrota francesa con los alemanes se podía
producir, porque, aunque los franceses tenían más
tanques, simplemente los alemanes hicieron las
divisiones acorazadas.
Segundo, admiro su rebeldía intransigente frente a
Estados Unidos y a los ingleses y a todo el mundo.
Salvo a Francia después de aquella terrible guerra
en la que Francia hubiera podido terminar casi por
debajo de España o de Italia. Salvo las tradiciones,
el orgullo nacional, la rebeldía francesa. Luego
liega un momento de crisis muy seria a raíz de la
guerra de Argelia, peligro de golpe de Estado,
amenazas, y llamaron a De Gaulle: “Venga, por favor,
ayúdenos a salir de esta situación.” ¿Y quién podía
hacerlo? Lo podía hacer él, porque tenía un gran
prestigio.
Vaya, De Gaulle le presto grandes servicios a
Francia; se empeñó y produjo el arma nuclear, nadie
podía prohibírselo, como hoy se le prohíbe a todo el
mundo, menos a alguna gente que son muy cercanas.
Por ejemplo, a Israel no se le prohíbe. Y tuvo un
carácter... Fue genio y figura hasta la sepultura.
Es lo que puedo decir de De Gaulle, personalidad
histórica brillante. Podrá estarse de acuerdo o no,
pero jugó un papel histórico en Francia muy grande.
Quienes hayan leído la historia de Francia, y la
historia de Francia la hemos tenido que leer por una
razón o por otra, puesto que ha jugado a lo largo de
siglos —y juega— un importantísimo papel. Aquel De
Gaulle de la Resistencia, aquel De Gaulle que fundó
la Quinta República, aquel De Gaulle que salva... no
sé lo que salva, porque ustedes siempre han tenido
crisis políticas, y hubo un tiempo en que cambiaban
de gobierno cada seis meses.
Durante la IV República, de 1944 a 1958.
Bueno, errores como los que ocurrieron frente a
Hitler y al fascismo, permitir la ocupación del
Ruhryveinte millones de cosas más, la anexión de
Austria, cuando Hitler no tenía suficiente poder y
tenía magnetizado..., y el Estado Mayor del ejército
se oponía, anexó los Sudetes. Todo eso se autorizó.
Bueno, De Gaulle, táctico, era partidario de reunir
todos los tanques, como hicieron los alemanes bajo
la influencia de Manstein.
[12]
De Gaulle lo teorizó en un libro.
[13]
Las divisiones acorazadas. Los franceses tenían los
tanques divididos con la infantería, los alemanes
rompieron esas formaciones, y no ay nada más
terrible que tanques a la retaguardia. Los rusos si
ya tenían divisiones de tanques; ellos cometieron
otro error desde el punto de vista militar. Pero De
Gaulle era partidario de unir las fuerzas de la
Resistencia. Francia jugó el papel de gran potencia
que tuvo después gracias a De Gaulle, y De Gaulle no
era un hombre de izquierda, no era un socialista,
era un patriota francés, un militar que tenia ideas
estratégicas. Sin embargo, ¿qué paso en 1968 cuando
hubo amenazas de desestabilización? De Gaulle marchó
allá, a Alemania, a donde estaban las tropas
francesas, para asegurar el apoyo de esas tropas y
aplastar cualquier intento de cambio de la
Constitución.
De la Quinta República.
Estaba decidido a defender la Quinta República con
la utilización de las tropas. Allá apareció, ¿por
qué no?
¿Que recuerdo conserva usted del filósofo francés
Jean Paul Sartre?
Conocí a Sartre cuando paso por aquí en 1960. Vino
con Simone de Beauvoir. Los vi poco, los atendí,
hablamos, me hubiera gustado disponer de más tiempo
para conversar más con ellos. Escribió una obra
amistosa, Huracán sobre el azúcar, un
caluroso reportaje para un diario de Paris [France-Soir]
sobre la Revolución en los primeros años.
¿Y Ernest Hemingway?
También me hubiera gustado conocer más a Hemingway.
Le gustaba Cuba. Amó esta isla. Vivió aquí, nos dejó
muchas cosas, su biblioteca, su casa, que es hoy
museo. El primer año de la Revolución pude hablar en
dos ocasiones, bastante brevemente, con él. Si
Hemingway hubiera vivido algunos años más, me habría
gustado tener tiempo de conversar más con él. De
intimar un poco más.
He leído algunas de sus novelas más de una vez. Y en
muchas de ellas —¿Por quién doblan las campanas?,
Adiós a las armas— él siempre pone a su
personaje principal a dialogar consigo mismo. Es de
lo que más me gusta en Hemingway, los monólogos,
cuando sus personajes hablan consigo mismos. Como en
El viejo y el mar, el libro por el que le
dieron el Premio Nobel. Como persona, en lo poco que
.pude conocerlo, me parecía, en sus costumbres, en
sus prácticas, en sus cosas, una persona muy humana.
Siempre me gusto mucho su literatura, y se lo
comenté.
Quisiera que hablásemos ahora de la
situación interior en Cuba. En todos los países hay
gente descontenta, y en Cuba también, y parece que
usted tenía el hábito, regularmente, de sentir los
problemas de la vida cotidiana de la gente y ser el
primero que los expresaba en sus discursos, que tal
cosa no funcionaba, tal otra cosa había que
mejorarla, y la gente encontraba, precisamente, en
sus discursos la expresión de lo que ellos sentían.
Y parece que desde hace algún tiempo usted ya no
expresa lo que no funciona en la sociedad cubana, en
sus discursos, y mucha gente añora su papel de
«opositor número uno» de este país.
Es verdad que he sido opositor número uno,
no del país sino de los errores, de las cosas que
están mal hechas. Pero nosotros tenemos ahora
métodos que nos permiten conocer, así como con un
microscopio, los estados de opinión. Hay que
reconocer que en nuestro país la gente tiene hábito
de expresarse con libertad, tiene en su tradición
eso, expresa las críticas.
Nosotros llevamos varios años recogiendo las
opiniones espontáneas después de cada
acontecimiento, y hay opiniones adversas. Hay además
la instrucción, como dije, de que cada una de las
opiniones adversas debe aparecer. Nunca leo las
opiniones que tienen una relación conmigo, porque
pueden ser muy elogiosas, y sería pesado,
desagradable, vanidoso, leerlas. Me preocupa,
incluso, cuando son solo algunos miles los que no
están conformes. Basta que, por ejemplo, 16 mil
personas tengan una opinión adversa y usted debe
preocuparse, no por el porcentaje, realmente, pero
pueden ser opiniones críticas o puede tratarse de
alguna opinión de gente francamente enemiga, que no
piense, no simpatice con la Revolución.
Uno lo sabe porque cuando dicen: «Esto puede
haber costado muy caro», o «Tal emisión de
televisión debe hacerse así o asao», no son
opiniones de enemigos; aunque también están las que
son de los enemigos: «Se habla de esto y no se habla
de la comida», «Se habla del problema tal y no de
este». Es decir, la información sobre los estados de
opinión es total, amplia, está guiada por la
preocupación de reflejar las opiniones tal como son.
Todo lo que sea negativo se pone. Hay que
preocuparse, y muchas veces esas opiniones adversas
ayudan; son muy espontáneas.
Ahora, realmente yo soy más crítico, más
implacable. Hay que ver las cosas que digo. Y las he
dicho públicamente.
Precisamente, en una intervención
el 17 de noviembre de 2005, usted declaró una
«guerra sin cuartel» a algunos males que corroen el
país —la pequeña corrupción, el robo al Estado, el
enriquecimiento ilícito—, que hasta ahora no se
habían denunciado de modo tan severo públicamente.
Sí. Nosotros estamos invitando a todo el
pueblo a que coopere con una gran batalla, la
batalla contra todos los robos, de cualquier tipo,
en cualquier lugar. En eso pensamos más que en
ninguna otra cosa: en nuestros defectos, nuestros
errores, nuestras desigualdades, nuestras
injusticias. Estamos envueltos en una batalla contra
vicios, contra desvíos de recursos, contra ciertos
hábitos generalizados. Sí, estamos frente a una gran
batalla que empezamos a librar, y que vamos a ganar.
Porque aquí hay, y debemos decirlo, unas
cuantas decenas de miles de parásitos que no
producen nada y sin embargo se enriquecen. Por
ejemplo, comprando y robando combustible. Muchos
andan con la manguerita echando gasolina en los
«almendrones» (autos norteamericanos de las décadas
de 1920 a 1950), y recibiendo un dinerito del nuevo
rico que ni siquiera quiere pagar la gasolina que
consume. Hay un desorden general en eso, entre otras
cosas, con pérdida de decenas de millones de
dólares...
¿Cómo se explica que haya tenido que
intervenir usted personalmente? ¿Por qué el método
habitual del recurso a la crítica colectiva y a la
autocrítica no funcionó?
Nosotros confiábamos en la crítica y en la
autocrítica, sí. Pero eso se ha casi fosilizado. Ese
método, tal como se estaba utilizando, ya casi no
servía. Porque las críticas suelen ser de un
grupito; nunca se acude a la crítica más amplia, a
la crítica en un teatro por ejemplo. Si un
funcionario de salud pública, por citar un caso,
falseó un dato acerca de la existencia del mosquito
Aedes aegypti, se le llama, se le critica. Bien.
Pero conozco a algunos que dicen: «Sí, me
autocritico», y se quedan tan tranquilos, ¡muertos
de risa! Son felices. ¿Y todo el daño que hiciste?
¿Y todos los millones que se perdieron como
consecuencia de ese descuido o de esa forma de
actuar?
Hay que ir a la crítica y a la autocrítica
en el aula, en el núcleo y después fuera del núcleo,
en el municipio, y en el país. Debemos utilizar esa
vergüenza que sin duda tienen los hombres, porque
conozco a muchos hombres justamente calificados de
«sinvergüenza», que cuando en un periódico local
aparece la noticia de lo que hicieron, se llenan de
vergüenza. En esta batalla contra vicios no habrá
tregua con nadie, cada cosa se llamará por su
nombre, y apelaremos al honor de cada sector. Al
final, los que no quieran entender se van a
autocorregir, pero de otra forma; sí, se van a
embarrar con su propia basura. De algo estamos
seguros: en cada ser humano hay una alta dosis de
vergüenza. Y el primer deber de un revolucionario es
ser sumamente severo consigo mismo.
Vamos a dar la batalla, y a usar ahora
proyectiles de más calibre. La Revolución tiene que
usar esas armas, y las va a usar si fuera necesario.
La Revolución va a establecer los controles que sean
necesarios. No somos un país capitalista, en que
todo se deja al azar.
¿Piensa usted que las dificultades y
las carencias del «período especial» han favorecido
los hábitos de corrupción y de robo?
Sí. Aunque el robo de materiales y de
recursos no es de hoy, o del período especial. El
período especial lo agudizó, claro, porque creó
mucha desigualdad e hizo posible que determinada
gente tuviera mucho dinero. Pero no es nuevo.
Recuerdo que, hacia 1990, aún no se había
autodestruido la Unión Soviética, estábamos
construyendo en Bejucal (en las afueras de La
Habana) un centro de biotecnología muy importante. Y
cerca de allí había un pequeño cementerio. Yo daba
vueltas, y un día fui por el cementerio, y me
encontré con un colosal mercado clandestino donde
aquella fuerza constructiva, sus jefes y un gran
número de constructores, tenía un mercado de venta
de productos: cemento, cabilla, madera, pintura,
todo cuanto se usa para construir...
¿Cuánto se han robado aquí, hasta en
fábricas? Fábricas que, por ejemplo, producen
medicamentos. Conozco una por La Lisa [un barrio de
La Habana] donde tuvieron que sacar al administrador
y a mucha gente, casi cien personas en total...
Estaba comprometida la propia administración de esa
fábrica y un montón de gente en el robo de
medicamentos. Cien tuvieron que sacar: busca a este
y al otro para sustituirlos. No es suficiente el
despido, ni será la única solución. Vea qué nivel de
arraigo tienen determinados vicios. Cómo se
despilfarraba, cómo se desviaban recursos, cómo se
robaba.
¿Cómo se explica usted todo eso?
Aquí, con el período especial se originaron
desigualdades profundas. Qué amargura el día en que
se crearon las tiendas en divisas, para recoger un
poquitico de aquel dinero que algunos recibían del
exterior, y para que lo fueran a gastar en esas
tiendas, que tenían un precio alto, para recoger
parte de ese dinero y poder redistribuirlo a los
demás que no recibían nada, cuando el país estaba en
condiciones muy difíciles.
Además, algunos ganaban, en un mes, cuarenta
o cincuenta veces lo que gana uno de nuestros
médicos que está en las montañas de Guatemala o en
otros lugares distantes de África, o en Cachemira, a
miles de metros de altura, en las cordilleras del
Himalaya, salvando vidas. Y estos médicos ganan el 5
por ciento, el 10 por ciento de lo que gana un
ladronzuelo que vende gasolina a los nuevos ricos;
que desvía recursos de los puertos en camiones y por
toneladas; que roba en las tiendas en divisas; que
roba en un hotel de cinco estrellas, a lo mejor
cambiando la botellita de ron por una que se buscó,
la pone en lugar de la otra y recauda todas las
divisas por las que vendió los tragos que pueden
salir de una botella de un ron más o menos bueno.
¿Cuántas formas de robo hay en este país?
Parece que donde más se robaba era en
las gasolineras.
Mire, comenzamos por Pinar del Río para ver
qué pasaba con los servicentros que venden
combustible en divisas. Y pronto se descubrió que lo
que se robaba era tanto como lo que se ingresaba.
¡Robaban casi la mitad! Y en algunos otros lugares,
¡más de la mitad!
En La Habana muchos aprendieron a robar como
locos. Si le hago la historia de todos los
servicentros de la capital, usted se asombra; hay
más del doble de lo que debería haber, es un caos. A
cada ministerio le dio la gana de poner el suyo, y
reparte combustible por aquí y por allá. En los
Poderes Populares el desastre es universal, el caos.
Y, además, todos los camiones más viejos, los que
más gasolina gastan, se los dieron al Poder Popular.
Cuando parecía que el uso de los camiones se estaba
racionalizando, en realidad se estaba hipotecando al
país para todos los tiempos. Porque algo que se sabe
es que muchos de los camiones del Estado van por un
lado y por otro que no tienen nada que ver con su
trabajo normal. Y el que más y el que menos se va
con el camión a ver a un pariente, un amigo, una
familia, o la novia.
Ya dentro de poco, con los instrumentos de
la técnica [localizadores de Sistema de
Posicionamiento Global, GPS], como se está haciendo
en muchos países desarrollados, se podrá saber dónde
se encuentra cada camión, en cualquier lugar, en
cualquier calle. Nadie podrá escapar en el camión e
ir a ver a la tía, al otro, a la novia. No es que
sea malo ver al familiar, al amigo o a la novia,
pero no en el camión destinado al trabajo.
Recuerdo una vez, varios años antes del
período especial, que vi, rápido, por la Quinta
Avenida de La Habana, un flamante cargador frontal
Volvo, casi acabado de comprar, que en aquella época
valía unos cincuenta o sesenta mil dólares. Sentí
curiosidad de saber para dónde iba a aquella
velocidad, y le pedí al escolta: «Aguanta,
pregúntale a quién iba a ver, que te diga con
franqueza». Y el conductor confesó que con aquel
Volvo, que corría a toda velocidad por la Quinta
Avenida, iba a visitar a la novia... Cosas veredes,
Mío Cid.
Pues cosas como esas han estado ocurriendo.
Y, en general, lo sabemos todo, y muchos pensaban:
«La Revolución no puede arreglarlo; no, esto no hay
quien lo arregle». Pues sí, esto lo va a arreglar el
pueblo, esto lo va a arreglar la Revolución.
¿Cómo?
Primero que todo es una cuestión ética. Yo
he pensado mucho en el papel de la ética. --¿Cuál es
la ética de un revolucionario? Todo pensamiento
revolucionario comienza por un poco de ética. Pero,
además, es una cuestión económica vital. Este es uno
de los pueblos más derrochadores de energía
eléctrica y combustible del mundo. Aquí nadie sabe
lo que cuesta la gasolina, nadie sabe lo que cuesta
la electricidad, nadie sabe el valor que tienen en
el mercado. Hasta las casas terminamos regalándolas.
¿Puede Cuba resolver su problema de vivienda
regalando casas? Algunos las compraban, eran dueños,
habían pagado 50 pesos mensuales, 80 pesos, bueno,
al cambio, si se lo mandaban de Miami, ¡eran como
tres dólares! Al final de los años la habían pagado
con menos de 500 dólares, y algunos las vendían por
15 mil, 20 mil dólares... ¿Y quién las compraba? ¿El
proletario? ¿El humilde? Había muchos humildes que
recibieron la casa regalada y la vendieron después
al nuevo rico. ¿Es eso socialismo?
Lo que es paradójico, aunque sea
legal, es que los cubanos que reciben divisas del
exterior tienen mayores ventajas que los ciudadanos
que no tienen a nadie en el extranjero. Y eso ha
creado descontento.
Sí, pero fíjese la incoherencia, esas
ventajas las tienen sobre todo gracias a las
subvenciones que da el Estado. Por ejemplo, ¿qué
hacen los que están afuera hoy con un dólar? Lo
envían para acá... Yo tengo familiares a los que les
envían. No tengo nada que ver con eso. Un día
preguntamos y hay provincias donde el 30 por ciento
o el 40 por ciento de la gente recibe algo del
exterior, aunque sea un poquitico. Pero es tan buen
negocio enviar un dólar, ¡tan buen negocio!, que
pudieran arruinarnos perfectamente enviando dólares.
Por el enorme poder de compra que tienen esos
dólares en un país bloqueado, con productos
racionados sumamente subsidiados, y servicios
gratuitos o extraordinariamente baratos.
¿Cuánto gasta el pueblo de Cuba, por culpa
de ese dólar que enviaron de allá? Porque este no es
un dólar que tú te ganaste trabajando aquí. Te lo
envían de allá, alguien que se fue de aquí
saludable, todo lo que estudió fue gratuito desde
que nació, no está enfermo, son los ciudadanos más
saludables que llegan a Estados Unidos. Bien, para
subsidiar ese dólar que enviaron de Estados Unidos,
Cuba se gasta, en cambio, en término medio, unos 44
dólares. Está estudiado.
Este es un noble país, subsidia los dólares
de aquellos que están allá, que te van a decir:
«Mira, te voy a enviar dos dólares para electricidad
subsidiada. Mira, te voy a enviar además un
refrigerador, o te voy a dar dinero para que lo
compres en la shopping». Después prosigue el
generoso remisor de dólares: «No te ocupes, que te
voy a enviar lo que necesitas, yo te garantizo los
300 kilowatts de electricidad subsidiada que tú le
estás gastando a ese idiota de Estado socialista».
Nosotros somos buenos, pero puede haber algún
ciudadano que pueda pensar, con toda razón, que
somos bobos. Tendría una parte de la razón,
¡cuidado!
Recuerdo cuando, analizando el asunto del
gasto eléctrico, descubrimos que un paladar consumía
11 mil kilowatts al mes, y este Estado idiota
subsidiaba al dueño, al que tanto gustaba a los
burgueses llevar visitantes para que vieran cómo
sabían la langosta y el camarón, como milagro de la
empresa privada. Todo eso robado por alguien que se
lo llevó de Batabanó; y cuatro o cinco sillitas.
¡No!, desde luego, este «Estado totalitario,
abusador», es «enemigo del progreso», porque es
enemigo del saqueo.
Entonces, el Estado estaba subsidiando al
paladar con más de mil dólares cada mes. Esto lo
supe porque pregunté cuánto gastaba, cuánto valía, y
él pagaba la electricidad a precio subsidiado. ¡11
mil kilowatts! Creo que después de rebasar la cifra
de 300 kilowatts, pagaba 30 centavos de peso por
kilowatt. Él pagaba 3 mil pesos cubanos, o sea unos
120 dólares. Pero al Estado le costaba —aquella vez
hice el cálculo a 10 centavos de dólar el kilowatt—,
cada mes 1.250 dólares. Eso es libertad de comercio,
eso es progreso, eso es desarrollo, eso es avance...
¿Y qué van a hacer ustedes? ¿Van a
suprimir las subvenciones?
No, pero ya hemos subido las tarifas
eléctricas de los que más consumen. Para desalentar
el exceso de consumo de los que despilfarran, sea
cual sea su status económico actual. Por otra parte,
hay que ir desprendiéndose poco a poco de las
políticas de subsidios que hoy pueden actuar como
lastre.
Por eso, desde ahora, subsidios o
gratuidades, solo en cosas esenciales y vitales. No
se cobrarán servicios médicos, ni educacionales, ni
servicios similares. Pero habrá que cobrar la
vivienda. Veremos cuánto. Puede haber algún
subsidio, pero lo que se pague de alquiler en un
número de años tiene que acercarse al costo de la
vivienda. Todo está a nuestro alcance, todo
pertenece al pueblo, lo único no permisible es
despilfarrar riquezas egoísta e irresponsablemente.
Cero derroche.
También vamos creando las condiciones para
que la libreta desaparezca. Vamos creando las
condiciones para que esa libreta que resultó
indispensable en unas condiciones, y que ahora
estorba, se cambie. Sin cometer un abuso, sin matar
a nadie de hambre, solo con sencillísimos
principios: la libreta tiene que desaparecer. Por
otra parte, algunos salarios y pensiones, los más
bajos, se han subido. Los que trabajan y producen
recibirán más, comprarán más cosas; los que
trabajaron durante décadas recibirán más y tendrán
más cosas. Muchos abusos se acabarán. A muchas de
las desigualdades se les irá quitando el caldo de
cultivo, las condiciones que permiten eso. Cuando no
haya nadie que tenga que ser subsidiado, habremos
avanzado considerablemente en la marcha hacia una
sociedad justa y decorosa.
Usted está reconociendo ciertos
errores, en este aspecto, de la Revolución. Algunos,
en el exterior, se van a alegrar, y puede que aquí
otros consideren su crítica como demasiado dura.
Es duro, pero lo digo. Y lo diré las veces
que tenga que decirlo. No tengo miedo de asumir las
responsabilidades que haya que asumir. No podemos
andar con blandenguerías. Que me ataquen, que me
critiquen. Sí, muchos deben estar un poco
doliditos... Debemos atrevernos, debemos tener el
valor de decir las verdades. No importa lo que los
bandidos de afuera digan y los cables que vengan
mañana o pasado comentando con ironía... Los que
ríen último, ríen mejor.
Y esto no es hablar mal de la Revolución.
Esto es hablar muy bien de la Revolución, porque
estamos hablando de una Revolución que puede abordar
estos problemas y puede agarrar al torito por los
cuernos, mejor que un torero de Madrid. Nosotros
debemos tener el valor de reconocer nuestros propios
errores precisamente por eso, porque únicamente así
se alcanza el objetivo que se pretende alcanzar.
Para combatir los robos, en
particular en las gasolineras, ustedes están
recurriendo a los jóvenes trabajadores sociales,
¿no?
Sí. Esos problemas están siendo atendidos
seriamente, no se imagina usted con cuánto
entusiasmo, por los jóvenes trabajadores sociales.
Ya están realizando numerosas tareas. Yo jamás en mi
vida había visto tanto entusiasmo, tanta seriedad,
tanta dignidad, tanto orgullo, tanta conciencia del
bien que le van a hacer al país. Hoy los
trabajadores sociales ya están en las refinerías, se
montan en un carro pipa de 20 mil ó 30 mil litros, y
van viendo, más o menos, por dónde va el carro-pipa,
cuál se desvía... Por ahí se han ido descubriendo
servicentros privados, ¡alimentados con el
combustible de los piperos!
Se van a emplear, de ser necesario, los 28
mil trabajadores sociales que hay en el país. Parte
de los cuales ya están trabajando en la creación de
células contra la corrupción. Alrededor de cada
punto a observar: una célula. Allí hay también
miembros de la Juventud, de las organizaciones de
masas, combatientes de la Revolución... Y más vale
que los que andan desviando gasolina se aconsejen, y
no tengamos que descubrir, punto por punto, cuánto
combustible está robando cada cual.
A veces las brigadas de trabajadores
sociales tuvieron que actuar por sorpresa, con
rapidez, disciplina y eficiencia. Con impactante
acción. En la ciudad de La Habana, por ejemplo,
fueron miles y movilizamos otros miles como reserva.
Llegaron, y de repente en La Habana los servicentros
comienzan a recaudar el doble. ¿Por qué los
empleados que estaban antes no recaudaban más?
Tuvieron que llegar los trabajadores sociales allí.
Dije: «¿Será posible que no escarmienten y no se
autocorrijan?».
La Habana se ha convertido en una
espectacular escuela donde se aprende lo que hay que
hacer, y los trabajadores sociales cada vez saben
más. Estamos dispuestos a emplear los 28 mil, y los
7 mil que están estudiando. Si no alcanzan, desde
ahora le digo que nos reunimos con los estudiantes
de la Federación Estudiantil Universitaria, y
buscamos otros 28 mil estudiantes y, en pareja, con
los trabajadores sociales que ya van adquiriendo
experiencia, los movilizamos. Y si 56 mil no
alcanzaran, buscamos otros 56 mil de refuerzo.
Nosotros les vamos a enseñar a los corruptos
lo que es progreso, lo que es desarrollo, lo que es
justicia, lo que es ponerle fin al robo. Con el
apoyo más decidido del pueblo. Nuestra sociedad va a
ser en realidad una sociedad enteramente nueva. Ya
no habrá muchos que digan: «Esto no se puede
arreglar», «esto no se acaba nunca». Junto con el
pueblo, estaremos demostrando que sí se puede.
Debemos estar decididos: o derrotamos todas esas
desviaciones, o moriremos.
Hablando de la estructuración política en Cuba, yo
quería preguntarle si piensa usted que la estructura
de un partido único no resulta inadaptada para una
sociedad cada vez más compleja como la actual
sociedad cubana.
Usted pregunta por un partido único, ¿no? Mientras
más cultura adquiere y más conoce el mundo, más se
alegra nuestro pueblo de la unidad y más la valora.
Realmente veo el espectáculo de lo que ocurre en
algunos países que tienen cien o 120 partidos... No
creo que se pueda idealizar eso como forma de
gobierno, ni se puede idealizar eso como forma de
democracia. Eso es una locura, una manifestación de
enajenación. ¿Cómo puede un país del Tercer Mundo
organizarse y desarrollarse con cien partidos? Eso
no conduce a ninguna formula saludable de gobierno.
En muchos países, el sistema electoral clásico,
tradicional, con múltiples partidos, se transforma a
menudo en un concurso de simpatía y no, realmente,
en un concurso de competencia, de honradez, de
talento para gobernar. En una elección de ese tipo,
se termina por elegir al más simpático, a aquel que
comunica mejor con las masas, a aquel que tiene,
inclusive, la presencia más agradable, la mejor
propaganda en la televisión, en la prensa o en la
radio. 0, al final, a aquel que tiene más dinero
para gastar en publicidad.
Como usted sabe bien, porque lo ha analizado en
alguno de sus libros, en ciertos países
latinoamericanos que no deseo mencionar, las
campanas electorales cuestan centenares de millones
de dólares, al estilo norteamericano, y asesores de
imagen le enseñan al candidato cómo se debe peinar,
vestir, dirigirse a la población, y lo que debe o no
debe decir. Todo eso es un carnaval, una verdadera
farsa, un teatro...
A veces, en esas elecciones, solo participan
aquellos que tienen suficientes recursos económicos
para consagrarlos a la propaganda. Los que tienen
mayor acceso a los medios de comunicación de masas
son casi siempre los que alcanzan la victoria
electoral. Si un candidato de la oposición no
consigue movilizar recursos suficientes para
realizar una campaña eficaz —lo que los publicistas
norteamericanos llaman una “campaña científica de
publicidad”— puede perder las elecciones. Esa es la
realidad. Los resultados de ese género de elecciones
son muy extraños, esencialmente por la presencia de
factores que poco tienen que ver con la aptitud del
candidato a gobernar.
En Cuba, además, el Partido no está para postular y
elegir a los diputados, como ocurre en cualquier
lugar... Por ejemplo, en España, en el PSOE, el
presidente Felipe González decidía quiénes
integrarían el Parlamento en nombre del PSOE. Un
método tan sencillo como hacer una simple encuesta,
calcular además el dinerito que tienen, la
publicidad con que puedan contar; pero no importa,
si calcula que tiene el 15 o el 20 por ciento en una
provincia, sabe el número exacto de diputados que be
corresponden, los nombra candidatos y después el
ciudadano vota por un partido. Porque el partido es
una cosa abstracta, una organización, y el elector
vota por esa cosa abstracta; quien elige en concreto
a los diputados, quien los designa, es el partido.
Otros tienen, como los ingleses, o los jamaicanos,
el distrito; es un poquito mejor el método del
distrito, que es uno o dos, pero adquiere una larga
experiencia en el Parlamento. En general, los
funcionarios de las islas del Caribe son más
eficientes y están más preparados que los
funcionarios del método presidencialista.
Para nosotros, uno de los primeros principios es que
aquí el Partido no postula, postula el pueblo, los
vecinos de cada circunscripción se reúnen en
asamblea y postulan, es decir, designan, escogen a
los candidatos que los van a representar en el
Parlamento; ahí no puede intervenir el Partido,
terminantemente prohibido.
Cuesta creer que el Partido no interviene.
Nuestro Partido ni postula ni elige. Los delegados
de circunscripción, que son la base de nuestro
sistema, los propone el pueblo, ya le digo, en
asamblea, por cada circunscripción. No pueden ser
menos de dos ni más de ocho candidatos por cada
circunscripción, y esos delegados de
circunscripción, que constituyen la asamblea
municipal en cada municipio del país, los propone y
elige el pueblo, en elección donde tienen que tener
más del 50 por ciento de los votos. La
Asamblea Nacional de Cuba, con un poco más de 600
diputados, está constituida, casi en el 50 por
ciento, por esos delegados de circunscripción, que
no solo tienen el papel de constituir las Asambleas
Municipales, sino que tienen además el papel de
postular a los candidatos a las Asambleas
Provinciales y a la Asamblea Nacional.
No me extiendo, pero, realmente, me gustarla que un
día se conociera un poco más cuál es el sistema
electoral de Cuba; porque es asombroso que de allá
del Norte a veces algunos nos preguntan: ¿Cuándo va
a haber elecciones en Cuba? La pregunta la podríamos
hacer los cubanos y decirles: “¿Cuánto hay que ser
de supermillonario para alcanzar la Presidencia de
Estados Unidos?”; o vaya, no tiene que ser
necesariamente el candidato supermillonario, pero
podríamos preguntar: “¿Cuántos miles de millones
necesita el candidato para ser electo presidente?” y
“¿Cuánto cuesta cada cargo, hasta un modesto cargo
municipal?”
En nuestro país no ocurre, ni puede ocurrir eso. No
se llenan las paredes de pasquines, no se usa
masivamente la televisión con mensajes de estos
subliminales, creo que se llaman.
Pueden ser dos, tres, hasta ocho candidatos,
normalmente son de dos a tres, casi siempre dos; a
veces uno pasa trabajo porque es el expediente, la
historia, hacen la campana juntos y son gente de
gran calidad. Y casi la mitad del Parlamento está
constituido por esas personas que se eligen allí en
esas asambleas populares.
¿Y esas personas no son miembros del Partido?
No tienen que serlo, no, para nada. Da la casualidad
que un número elevadísimo de ellas son gente del
Partido. Y eso ¿qué demuestra? Simplemente, que hay
mucha gente buena, que muchas de las mejores
personas están en el Partido. En el Partido pueden
estar, incluso, católicos, protestantes, la
conciencia religiosa no es un obstáculo, en un
principio lo fue, ya le conté. Pero el Partido se ha
abierto hoy a personas de las distintas creencias
religiosas.
Y el hecho de que aquellas que son postuladas, unas
13 mil o 14 mil, por la población y electas por la
población, en elecciones en las que los candidatos
deben obtener más del 50 por ciento de los votos
para ser electos, son, en su inmensa mayoría,
miembros del Partido, demuestra que las mujeres y
los hombres seleccionados por el Partido no son
corruptos, son gente limpia, mucha gente nueva,
mucha gente con una preparación superior. Y yo le
puedo asegurar que cada día que pasa de la historia
de este país, de sus luchas, de sus enfrentamientos,
de sus batallas, este pueblo tiene más y más
cultura, y valora y aprecia la unidad como algo
esencial e indispensable.
En muchos países del desaparecido campo socialista,
ser miembro del Partido era una manera de obtener
privilegios, prebendas y favores. Se hacIa por
interés más que por convicción y espíritu de
sacrificio. ¿No ocurre lo mismo en Cuba?
Este Partido no es para privilegios. Si hay
cualquier obligación que cumplir, el primero que
tiene el deber de ir es el militante del Partido.Y
no postula, es decir no es el Partido el que designa
a los candidatos a! Parlamento, es la gente. Ni
elige. El Partido no elige a los diputados, es la
gente, repito, son los ciudadanos todos quienes
eligen a los diputados. Sin embargo, el Partido
dirige, yo diría, de una forma ideológica, traza
estrategias, pero comparte eso con la administración
del Estado, lo comparte con el Parlamento de la
República, lo comparte con las organizaciones de
masas. Es otro concepto que el concepto que hubo en
otros países socialistas, que eso fue motivo de
privilegios, de corrupción, y fue motivo de abuso de
poder.
Pero ya hemos visto que aquí también hay corrupción.
¿Usted estima que en Cuba, en el seno de la
dirigencia, no hay corrupción?
Ha ocurrido en algunos funcionarios que negociaban
con poderosas empresas extranjeras, y bueno, a veces
los invitan a un restaurante, o los invitan a ir a
Europa para alojarlos en la casa del dueño o en un
hotel de lujo... Al fin y al cabo, algunos
funcionarios nuestros eran compradores de millones,
y compradores de millones por un lado, y por el otro
el arte de corromper que suelen tener muchos
capitalistas, más sutiles que una serpiente y a
veces peores que los ratones. Los ratones anestesian
a medida que van mordiendo y son capaces de
arrancarle a una persona un trozo de carne en plena
noche. Así, a la Revolución la iban adormeciendo y
arrancándole carne.
No pocos hacían evidente su corrupción, y muchos lo
sabían o lo sospechaban, porque velan el nivel de
vida y a veces por tonterías: éste cambió el
carrito, lo pinto, le puso esto, o le puso unas
banditas bonitas porque se volvió vanidoso. Veinte
veces lo hemos oído por aquí, por allá, y ha habido
que tomar medidas. Pero eso no se resuelve
fácilmente.
Nosotros nos hemos esforzado y hemos tenido la
suerte que hemos evitado al máximo —no conozco
ningún otro caso— esos fenómenos, de corrupción o de
abuso de poder. Eso no se concibe aquí. Puede haber
corrupción, ya hemos hablado de eso, hay mucha gente
aquí que ha incurrido en eso, pero no puede existir
en un cuadro de dirección del Partido o en un cuadro
de dirección del Estado, ni uno solo de ellos puede.
Por ahí han afirmado, incluso me han puesto a mí en
la lista de los hombres más ricos del mundo. Bueno,
ya eso es el colmo. Yo no me voy a poner a hacer una
querella. Yo, realmente, no poseo nada. Tengo
algunos pesos, porque ya después que tú pagas
todo... Yo tengo el mismo salario desde siempre, de
ahí hay que pagar la cuota del Partido, un tanto por
ciento por la vivienda, vas pagando... Y hace un
buen número de años que no tengo vacaciones, un buen
número de años que no tengo un día de descanso, ni
sábado, ni domingo. A mí no me falta nada material.
Tengo lo que necesito. Y no tengo necesidad de
mucho...
Te explico el fundamento, la esencia, de la conducta
ética. Que busquen si algún dirigente de la
Revolución tiene una cuenta en algún banco en el
extranjero, se le puede dar todo lo que quieran a
los que logren encontrar; los dirigentes de la
Revolución no tenemos un centavo, puede ser que
tengamos algunos pesos, todavía nos quedan, porque
casi todos los gastos nos los pagan...
¿Usted podría decirme cuál es su salario?
El salario mío, al cambio de 25 pesos por un dólar,
es de 30 dólares mensuales. Pero yo no me muero de
hambre. Yo pago lo del Partido, lo otro, un tanto
por ciento, desde el principio, por lo del alquiler,
se pagaba creo que el 10 por ciento.
Usted debe comprender que un hombre perseguido por
aquí, por allá y por veinte lugares, no puede estar
todos los días en el mismo punto. Bueno, todas esas
condiciones fueron cambiado, fuimos ganando
experiencia.
Ayudo a una tía, por parte de mi madre, uno de cuyos
hijos murió en la guerra, eso antes de que hubiera
aquí retiro, porque el Ejército Rebelde no cobró
como en seis meses.
Es más, ya que se habla del problema éste, se fueron
acumulando muchos regalos que me hacían; no sé los
millones de pesos que valdrían todos esos regalos,
entre otras cosas porque a la gente le gusta vender
cosas que pertenecen a éste o al otro, yo entregué
un día a Eusebio Leal, el Historiador de la Ciudad
de La Habana, unos 17 mil regalos. Eso no he querido
decirlo, no vaya a ser que alguna gente que me trae
un regalo piense que yo… Se los entregué al
historiador. Sólo una reserva le hice: “Déjame los
libros, esos, cuando yo me muera, son públicos.”
Pero los demás regalos, los di todos. Hay cada
anécdota, que uno se puede reír de muchas cosas,
porque ahí yo entregué pijamas, hasta relojes de
esos que valían 6 mil ó 7 mil dólares, obra de arte,
de todo; es decir, buenas pinturas, objetos de
valor, antigüedades.
No me estoy defendiendo de nada, pero le estoy
contando simplemente que uno se tiene que reír. Y me
han puesto dos veces ya en esa lista de los más
ricos, yo no sé por qué lo hacen, qué intentan con
eso tan ridículo. Yo no tengo ni un centavo mío, no
administro un centavo. Bueno, más bien la
administración del Estado, en general, administra
los gastos de la Presidencia. Como en cualquier
país. Realmente, cuando viajo tengo que hospedame en
un hotel, tengo que comer en algún lugar, pero nunca
llevo un centavo arriba.
Puedo decir que se aplicó una fórmula: de cada cual
según su capacidad, a cada cual según sus
necesidades. Entonces las necesidades mías, mías
personales, son realmente muy pocas, y nunca ha
habido ni un aumento de salario. Tendré la gloria de
morir sin una divisa convertible. Millones me han
ofrecido por escribir memorias y libros, pero nunca
lo he hecho. Siempre he dicho: “Si lo hago es para
escuelas”. Y uno se siente tranquilo, realmente se
siente feliz, se siente fuerte con tales normas. Una
injusticia no cabe en la cabeza de ningún
revolucionario, no cabe.
Ya dije que la venganza... Tú puedes luchar con toda
la firmeza del mundo, pero no puedes hacerlo por
odio; claro, no sé cuánto será el odio ya. Hay un
momento, cuando estábamos en la Sierra Maestra, en
que dije una frase, yo estaba observando un
bombardeo con unos cohetes que los norteamericanos
les daban a los bombarderos de Batista, y le escribí
a Celia
[14] un mensaje: “He visto el bombardeo que
estaba teniendo lugar y he comprendido —no lo estoy
diciendo textualmente— y creo que la guerra que
echaré contra Estados Unidos va a ser mi único
destino verdadero.” Era una premonición cuando veía
las bombas aquéllas.
Pero después he visto tantas cosas... He visto morir
a dos millones de vietnamitas, he visto a millones
de inválidos, he visto rociar de napalm la selva de
ese pueblo tan fino, tan delicado, con una cultura
milenaria; a 20 mil kilómetros de Estados Unidos se
hicieron esos bombardeos. He visto las cosas que se
han hecho, las torturas en la prisión de Abu Ghraib,
el uso de fósforo vivo en Fallujah... Mire las
dictaduras que se impusieron, los torturadores
educados por decenas de miles en instituciones
creadas para eso en Estados Unidos, aquellos que
“desaparecieron” a 10 mil o 20 mil o 30 mil
argentinos, que les robaron los hijos; he visto a
aquellos que hicieron “desaparecer” a más de 100 mil
guatemaltecos, ¡"desaparecer”! Si lo suma a la
represión en Chile y lo suma a todas las cosas
horribles que han pasado, a una República Dominicana
hoy en tremendas dificultades, donde hubo un régimen
de Trujillo apoyado por los norteamericanos, creado
por ellos, igual que el de Somoza en Nicaragua...
He visto tantos horrores desde que le escribí aquel
mensaje a Celia, que pienso que la palabra que
escribí... Y no era contra los norteamericanos como
pueblo, al contrario, el país del mundo donde mejor
reciben a un ciudadano norteamericano es Cuba, aquí
no hay prejuicio ni complejos; los complejos
determinan odio y desprecio. Aquí no hay desprecio
por el ciudadano norteamericano, es un pueblo
educado no en el chovinismo, no en el fanatismo, es
un pueblo educado en ideas; no se habría podido
sostener Si no fuese así. Solo sobre las ideas se
puede sostener un país.
¿Que les diría usted a aquellos que, hasta siendo en
principio amigos de Cuba, ante tantas criticas
contra la Revolución, dudan de ustedes o finalmente
los condenan?
Lo que yo les diría a muchos de los que dudan, o nos
condenan porque tengan determinadas ideas, que
mediten cómo este pequeño país ha podido resistir
casi medio siglo las embestidas de la más poderosa
potencia. Eso no se puede lograr sino sobre la base
de principios, sobre la base de las ideas, sobre la
base de la ética. Es la única manera.
Nosotros creemos en el hombre, en el ser humano, en
su capacidad de adquirir una ética, una conciencia,
en su capacidad de hacer grandes sacrificios...
Incluso lo ha hecho por malas causas, porque en la
Primera Guerra Mundial, por ejemplo, usted ye los
campos de batalla del Marne, de Verdún y todo, y
hasta los obreros se fueron a luchar por el himno
francés, que es verdaderamente bello, y la bandera
francesa, la historia, el escudo, por los símbolos
han ido a morir en masa los hombres, por símbolos,
creyendo que eran algo bello y digno por lo cual dar
la vida, y estaban defendiendo los intereses de los
imperios, de los grandes capitalistas, de las
grandes potencias coloniales en África, Asia.
Uno ha visto morir a lo largo de la historia a los
hombres por decoro, por valores a los que es capaz
de apreciar. Alguien se los inculcó. Incúlquense los
mejores valores desde el punto de vista humano,
desde el punto de vista de la justicia, de la
fraternidad. De la Revolución Francesa me gusta
mucho aquella idea: “Libertad, Igualdad,
Fraternidad.” Y que fue una prédica.
Hoy, en este mundo, no se puede hablar de ninguna de
las tres, ni de la libertad, después que vemos todo
lo que ocurre en todas partes, allí en las Naciones
Unidas, en el Consejo de Seguridad, en la forma en
que Estados Unidos gobierna. De igualdad es
imposible hablar, ni entre los hombres, ni entre las
naciones. Y de fraternidad es muy difícil hablar, es
muy difícil que impere la fraternidad en el mundo.
Sin embargo, la libertad, la igualdad y la
fraternidad imperarán porque están surgiendo los
brotes en todas partes, de esos sentimientos.
Es por eso que yo decía que el papel de los
intelectuales es muy importante, porque solo gente
con Un nivel intelectual, que nosotros llamamos
trabajadores intelectuales, el profesor, todos esos
que por Internet organizan movimientos fuertes y
poderosos, como la protesta antes de la guerra de
Irak, surgida del Foro Social Mundial de Porto
Alegre, como la protesta en Seattle y en otros
muchos lugares, que ya atemorizan a los amos del
mundo.
Tengo la convicción, ya le dije, de que en Estados
Unidos nunca podría establecerse un régimen de tipo
fascista, porque hay tradiciones, hay valores
éticos, hay instituciones... Por lo general, el
norteamericano cuando hace algo cree que está
haciendo una cosa bien hecha; por eso algunos
gobernantes tratan de engañarlo primero. Pero, desde
luego, es muy difícil para un intelectual, aun en
esta guerra de Irak que obligo a muchos ciudadanos
norteamericanos a botar el vino francés, lo cual era
una tontería. Si dijeran que se lo están tomando,
pero, despreciar el vino francés, ¿botarlo? Ahora,
fíjese, qué extremo... Se dan esas cosas, es odio,
reafirman odios, prejuicios.
Nosotros nos consideramos afortunados por haber
tenido conciencia de que ésas no son armas
políticas. Hay armas políticas y, además, tenemos la
experiencia probada de que el empleo de los
principios es la mejor arma política posible.
Cuba ha inscrito en la Constitución recientemente
que el socialismo es una opción...
Es de carácter irrevocable.
¿Usted cree que inscribirlo en la Constitución es
una garantía suficiente para mantener el socialismo
en Cuba para siempre?
No. Eso tiene una razón de ser. Es que el 20 de mayo
del 2002, el señor Bush le exigió a Cuba que
cambiara de sistema social y político, que
estableciéramos el capitalismo aquí, la democracia
estilo Nicaragua u otros países que no tengo
necesidad de mencionar. Y hubo una respuesta. Duró
dos meses el movimiento de masas, se hicieron
manifestaciones de masa, y surgió una proposición a
la Asamblea Nacional, de la que ya le hablé,
suscrita por ocho millones y tantas firmas, firmas
de verdad, porque excepto alguien que pueda tener un
problema en la vista, o en el brazo... ¡Firmas! Y
con protestas en muchos lugares porque el que no
estaba en el área de su circunscripción no
podía firmar. Todo el santiaguero, por ejemplo, que
estuviera fuera de su ciudad en aquel momento no
podía firmar; entonces hubo broncas, cantidades de
gente: “¡Yo quiero firmar!”, porque, para la
elección de diputados nacionales, silo pueden hacer.
Para esta firma había una bronca —todo fue en cuatro
días—, porque la gente no entendía por qué no los
dejaban firmar. Podía ser un embajador, porque
estaba en el país de destino, éste estaba
trabajando, aquél estaba de visita; ni se sabe
cuántos cientos de miles de firmas dejaron de
recogerse porque las personas no estaban en su lugar
de residencia.
Entonces, le voy a terminar de explicar. Como se nos
exigió instaurar el capitalismo, dimos una gran
batalla; por primera vez se reunieron todos los
representantes de las organizaciones de masas,
discutieron una por una todas las respuestas, y esos
millones de firmas lo apoyaron unánimemente. Uno se
pregunta, ¿pero cómo puede ser irrevocable?
Todo es revocable. En nuestra Constitución hablamos
establecido de qué manera la Asamblea Nacional puede
modificar la Constitución, con una facultad
constitucional podía acordar una modificación casi
sin restricciones. Entonces decidimos restarle a la
Asamblea Nacional el poder, quitarle el poder de
modificar la Constitución para cambiar el sistema, y
por eso se declara “irrevocable” el carácter
socialista de la Revolución. ¿Qué significa esto?,
que para revocar el carácter socialista hay que
hacer una revolución, mejor dicho, una
contrarrevolución. Es decir, hay que hacerla y no es
muy fácil hacerla con todo el pueblo educado y
unido. Eso adquirió más bien el carácter de una
respuesta digna de lo que, desde Estados Unidos, nos
exigía Bush. Entonces, ha quedado así.
Incluso, pueden tomar el gobierno de la república
legalmente los enemigos de la Revolución, les queda
una cláusula teórica, que vayan a la Asamblea y que
sean mayoría; si postulan a los delegados de
circunscripción, si tuvieran mayoría, votan por
ellos y, sencillamente —fíjese—, mediante la vía
electoral podrían tomar el poder. Así que, a! lado
de ese carácter “irrevocable”, podrían tomar el
poder, y desde el poder hacer una contrarrevolución,
por vías legales. Ha ocurrido. Y entonces, hacer lo
mismo, recoger equis millones de firmas, que jamás
podrán, y declararlo por decreto, revocar por
decreto el socialismo.
Yo digo una contrarrevolución, porque tendrIan que
tomar ci poder para lograr eso, y esto no quiere
decir por la fuerza; pueden, perfectamente, segñn
nuestro sistema electoral, tomar ci poder con los
mecanismos legales que existen hoy en ci pals y que
rigen nuestro proceso electoral. Cuando lo pusimos
asI: “irrevocable”, es irrevocable. Quiere
decir que ni la Asamblea Nacional puede revocarlo.
Esa es la modificación de la Constitución.
Ahora, ellos podrían modificarlo con una revolución.
Toman el poder, y es un camino un poquito más largo,
tan difícil el uno como el otro, pero toma un camino
más largo.
¿Ve usted con optimismo el futuro de la sociedad
cubana?
Le puedo decir una cosa, nosotros somos optimistas,
sabemos qué destino podemos tener, un destino muy
duro, pero muy heroico y muy glorioso. Este pueblo
jamás será vencido, es lo que uno puede decir. Este
pueblo alcanzará niveles de conocimientos y de
cultura promedio que estarán, como en una carrera de
maratón, varias pistas por delante de cualquier
pueblo del mundo que lo siga detrás, lo digo sin
chovinismo. Detesto el chovinismo, más bien me gusta
la critica, y constantemente, cada vez que hablo de
lo que hemos hecho, expreso la vergüenza por no
haber hecho más; cada vez que utilizamos cosas que
hemos descubierto, expreso la vergüenza de que no
las hayamos descubierto antes; cada vez que
aprovechamos nuevas posibilidades, confieso la
tristeza de no haber podido tener esa experiencia
antes. Ahora, por lo menos, experiencia hemos
creado.
Mire, ésta es una sociedad cada vez más culta, cada
vez con mayores conocimientos, que hoy avanza a
ritmo acelerado, a un ritmo muy acelerado, más que
nunca, hacia la multiplicación de sus conocimientos
en todos los terrenos: filosóficos, políticos,
históricos, científicos, artísticos... Todo avanza,
porque en los últimos tiempos hemos podido adquirir
conciencia de las posibilidades de los medios
técnicos modernos para multiplicar los
conocimientos.
Yo cito el ejemplo de enseñar a leer y a escribir
por radio, o los programas de enseñar a leer y a
escribir, digamos, por televisión, o el empleo de
los paneles solares para llevar electricidad segura,
que jamás se interrumpe, a cualquier rincón o
rinconcito de los campos, de modo que, con muy bajos
gastos, usted pueda llevar esos conocimientos, esa
cultura, ese saber, y la televisión la pueda llevar
a cualquier parte.
La ignorancia es cómplice de muchos males. Los
conocimientos deben ser el aliado fundamental de
unos pueblos que aspiran, a pesar de tantas
tragedias y problemas, a emanciparse de verdad, a
construir un mundo mejor. Le cito estos ejemplos.
pero las posibilidades que hemos descubierto van
mucho más allá de lo que la gente se imagina, está
en nuestras manos, en un pueblo unido.
Usted ha tenido varias actividades hoy. Este último
encuentro nuestro se realiza muy tarde, pasada la
medianoche, a pesar de la fatiga que habrán supuesto
todas esas actividades...
Además de mis tareas habituales, tuve al final del
día dos actividades importantes: una comparecencia
por la televisión, y la otra relacionada con una
delegación nuestra que marcha a un importante foro
internacional. Dos temas importantes, por eso me he
retrasado un poco para proseguir con mucho gusto
esta conversación.
Sigue teniendo usted unas jornadas
de trabajo intensas, y cumplió 79 años el 13 de
agosto del 2005. Yo quería preguntarle, ¿Cómo se
encuentra de salud?
Bueno, me encuentro bien. Por lo general, sí
me siento bien, sobre todo me siento con energía, me
siento con entusiasmo por las cosas. Me siento muy
bien física y mentalmente. En esto seguramente ha
contribuido el hábito del ejercicio; yo creo que el
ejercicio físico no sólo ayuda a los músculos, ayuda
también a la mente, porque el ejercicio influye en
la circulación de la sangre, en la llegada del
oxígeno a todas las células, incluso a las células
cerebrales.
El 23 de junio de 2001 sufrió usted
un desmayo durante un discurso público, y el 20 de
octubre de 2004 tuvo usted una caída, también en
público, que le causó la fractura de una rodilla.
¿Cómo se ha repuesto usted de esos dos percances
físicos?
Mire, como siempre, se ha especulado mucho
con eso. Es cierto que, aquel 23 de junio de 2001,
en un barrio de La Habana, en El Cotorro, bajo un
calor intenso y durante un discurso que duró más de
tres horas, transmitido en directo por televisión,
conocí una ligera pérdida de conciencia. Algo muy
venial. Fue un desvanecimiento ligero de apenas unos
minutos, debido al calor y al sol excesivos. Unas
horas después, los que allá, en Miami, ya lo estaban
celebrando, se llevaron la sorpresa de verme
reaparecer en un programa televisivo donde pude
darle al pueblo, directamente, la versión auténtica
de lo sucedido. Aquello no fue gran cosa. Le podía
haber pasado a cualquiera que se hubiera quedado
tanto tiempo bajo ese sol inclemente.
¿Y su caída en Santa Clara?
Sobre lo del 20 de octubre de 2004 ya he tenido ocasión de
contarlo en una carta enviada el día siguiente al
pueblo. Al finalizar un discurso en Santa Clara, fui
afectado por una caída accidental. Algunas agencias
y otros medios divulgaron varias versiones sobre las
causas del accidente. Como protagonista, le puedo
explicar con toda precisión lo ocurrido.
Yo había concluido mi discurso alrededor de las diez de la
noche. Varios compañeros subieron a la tribuna para
saludarme. Estuvimos allí varios minutos y bajamos a
reunirnos de nuevo por una misma pequeña escalerita
de madera que usamos para acceder a la tribuna. Yo
iba a sentarme en la misma silla que me habían
asignado antes de que llegara mi turno en la
tribuna, y caminaba sobre el pavimento de granito a
la vez que, de vez en cuando, saludaba a los
invitados al acto.
Cuando llegué al área de concreto, a unos quince o veinte
metros de la primera hilera de sillas, no me percaté
de que había una acera relativamente alta entre el
pavimento y la multitud. Mi pie izquierdo pisó en el
vacío, por la diferencia de altura. El impulso y la
ley de gravedad, descubierta hace tiempo por Newton,
hicieron que, al dar el paso en falso, me
precipitara hacia adelante hasta caer, en fracción
de segundos, sobre el pavimento. Por puro instinto,
mis brazos se adelantaron para amortiguar el golpe;
de lo contrario, mi rostro y mi cabeza habrían
chocado contra el piso.
Era mía la responsabilidad. La emoción de ese día lleno de
creaciones y simbolismos explica mi descuido.
Alrededor de las 11:00 de la noche, tendido sobre
una camilla, me trasladaron en ambulancia hacia la
capital. Algunos analgésicos, en cierto modo,
aliviaron mis dolores.
Recuerdo que el presidente Hugo Chávez llamó apenas recibir
la noticia. Pidió comunicarse conmigo, lo que fue
posible gracias a las comunicaciones inalámbricas.
Llegamos hasta el Palacio de la Revolución. Y fui conducido
de inmediato a una pequeña instalación que existe
allí, con un mínimo de equipos necesarios para casos
de emergencia. Se pudo precisar que las
complicaciones estaban en la rodilla izquierda y en
la parte superior del brazo derecho, donde el húmero
presentaba una fisura. La rótula estaba fragmentada
en ocho pedazos. De común acuerdo, los especialistas
y el paciente, decidimos proceder a la operación de
la rodilla, e inmovilizar el brazo derecho con un
cabestrillo.
La operación duró tres horas quince minutos. Los ortopédicos
se dedicaron a reunir y ubicar cada uno de los
fragmentos en los sitios que les correspondían a
cada uno de ellos y, como tejedores, proceder a
unirlos, cosiéndolos con fino hilo de acero
inoxidable. Un trabajo de orfebrería.
Solicité a los médicos que no me aplicaran ningún sedante, y
utilizaron anestesia por vía raquídea, que adormece
la parte inferior del cuerpo y mantiene intacto el
resto del organismo. Dadas las circunstancias, era
necesario evitar la anestesia general para estar en
condiciones de atender asuntos importantes. Así,
todo el tiempo, continué recibiendo informaciones y
dando instrucciones sobre el manejo de la situación
creada con el imprevisto accidente.
Finalizada la parte quirúrgica se procedido a enyesar la
pierna izquierda, a la vez que en ese mismo momento
se procedía a inmovilizar el brazo derecho.
El proceso de rehabilitación y reeducación ha sido
relativamente corto: he estado hacienda mucha
natación y mucho ejercicio para recobrar el uso
normal de la pierna y el brazo. No he dejado un
solo instante de atender todos los asuntos del país.
Y, aquí me tiene, como puede ver, ando, me muevo, y
hago una vida normal ya sin problema.
Yo quisiera, a este respecto, abordar el tema del
porvenir. ¿Ha pensado usted en algún momento en
retirarse?
Mire, sabemos que el tiempo pasa y que las energías humanas
se agotan. Pero le voy a decir lo que les dije a los
compañeros de la Asamblea Nacional el 6 de marzo de
2003, cuando me reeligieron presidente del Consejo
de Estado. Les dije: "Ahora comprendo que mi destino
no era venir al mundo para descansar al final de mi
vida". Y les prometí estar con ellos, si así lo
deseaban, todo el tiempo que fuera necesario
mientras tuviera conciencia de poder ser útil. Ni un
minuto menos, ni un segundo más.
Cada año, creo que le dedico más tiempo a la Revolución, le
presto mayor interés, porque uno tiene mayor
experiencia, ha meditado más, ha reflexionado más.
Platón dijo, en su libro La República, que la
edad ideal para ocupar cargos de gobierno es después
de los 55 años. Pienso que, según él, esa edad ideal
debía ser los 60 años. Y me imagino que 60 años en
la época de Platon vienen a ser alrededor de 80 años
hoy…
Usted me pregunta: ¿cuánto tiempo voy a estar yo? Le digo la
verdad, eso debe decidirlo la Asamblea Nacional en
nombre del pueblo;neso debe decidirlo el pueblo.
La CIA ha anunciado, en noviembre de 2005, que usted
padece la enfermedad de Parkinson. ¿Qué comentario
le inspira esa "información"?
Ellos están esperando un fenómeno natural y absolutamente
lógico, que es el fallecimiento de alguien. En este
caso, me han hecho el considerable honor de pensar
en mí. Será una confesión de lo que no han podido
hacer durante mucho tiempo: asesinarme. Si yo fuera
un vanidoso, podría estar incluso orgulloso de que
esos tipejos digan que tienen que esperar a que yo
muera. Todos
los días inventan algo, que si Castro tiene esto,
que si tiene lo otro, si tal o más cual enfermedad.
Lo último que inventaron es que tengo Parkinson.
Dice la CIA que descubrió que yo tenía Parkinson.
Bueno, no importa si me da Parkinson. El papa Juan
Pablo II tenía Parkinson y estuvo un montón de años
recorriendo el mundo, tenía gran voluntad.
Yo, como le dije, me di una fortísima caída, y todavía estoy
rehabilitándome de este brazo [el derecho], y va
mejorando. Dos litros de sangre se derramaron en el
interior del hombro y la parte superior del brazo,
que no aparecían en la imagen radiográfica. No me
había dado en la cabeza, si me doy en la cabeza
seguramente no estaría aquí. Aquellos que me han
matado tantas veces estarían casi felices: pero han
sufrido desilusiones tras desilusiones.
Yo agradezco muchísimo las circunstancias en que me rompí el
brazo, porque eso me obligó a más disciplina
todavía. Me siento major que nunca, estoy más
disciplinado y hago más ejercicios. También me han
obligado a un trabajo duro en la cuestión de la
rehabilitación de la rodilla, para que funcione
mejor esa rótula. He hecho esfuerzos, y sigo
haciéndolos. He aprendido que, hasta el ultimo
Segundo, voy a estar hacienda ejercicios. No
descuido nada, y tengo más voluntad que nunca para
comer lo que debo, y no comer un grano más de lo que
debo.
Cuando tú estás hacienda ejercicio, claro, el brazo lo tienes
que ir fortaleciendo músculo a músculo. ¿Cuántas
personas yo no he tenido que saludar? Miles, y
algunos llegan y arrancan el brazo; tú no te puedes
desquitar. Tienes que hacer como algunos, que cuando
tú los tocas por ahí ponen el hombro duro para que
crean que está fortísimo y que es de hierro. Cada
vez que me dan la mano ahora hago eso.
Usted va casi siempre armado, y como consecuencia de
esa caída perdería, me imagino, el uso de su brazo
derecho y la posibilidad de usar su arma. ¿Le
preocupó eso?
Como ésos de la CIA siempre están pensando en cosas,
atentados y demás, es de suponer que yo, en cualquier
circunstancia, disponga de un arma y esté en
condiciones de usarla. Cumplo ese principio.
Dispongo de una Browning de 15 tiros. He disparado
mucho en mi vida. Siempre he tenido buena puntería,
fue una suerte, y la he conservado. En cualquier
circunstancia, no temo al enemigo. Lo primero que
quise ver fue si mi brazo tenía fuerza para manejar
esa arma que yo siempre usé. Ésa está al lado de
uno. Moví el peine, la cargué, le puse el seguro, se
lo quité, le saqué el peine, le saqué la bala, y
dije: "Tranquilo". Eso fue al día siguiente. Me
sentía
con fuerza para disparar.
Porque al otro día del accidente, a tit e
enviaron a un hospital, te sacan de allí, te llevan
a otro punto, tú no protestas, pero sabes todo lo
que están hacienda contigo, porque tuvieron que
discutir conmigo la operación. Porque yo, si
realmente no me siento en condiciones.” Por eso les
he hecho críticas a los médicos, porque la gravedad
de algunas cosas la redujeron un poquito. Y yo, para
el brazo, preferí la rehabilitación. Era mucho más
peligroso someterse a una operación con clavos y
otras cosas. A una persona de 20 o 25 años tienen
que hacerle eso. Pero yo dije: “Bueno, al fin y al
cabo no voy a pitchear en el próximo campeonato de
pelota, ni voy a participar en las Olimpiadas”. En
fin, había que hacer lo correcto.
Si tú piensas que no estás en condiciones de
cumplir el deber, dices: “Me está ocurriendo esto,
por favor, alguien que asuma el mando; yo no puedo
en estas circunstancias.” Si voy a morir, muero. Si
no muero y recobro las facultades, vuelvo a asumir
mis funciones. Me apartaría si me demuestran que
sería lo mejor y lo más útil; o que hago daño. De
todas formas uno tiene alguna experiencia.
Tenía que preocuparme de esas cosas en aquel
momento. No vamos a describir, no vamos a contra qué
medidas tenemos previstas. Tenemos medidas tomadas y
medidas previstas para que no haya sorpresa, y
nuestro pueblo debe saber con exactitud qué hacer
en cada caso. Que nuestros enemigos no se hagan
ilusiones; yo muero mañana y mi influencia puede
crecer. Una vez dije que el día que muera de verdad
nadie lo iba a creer. Podía andar como el Cid
Campeador, que ya muerto lo llevaban a caballo
ganando batallas.
Usted, en varios de sus discursos y de sus
entrevistas, ha evocado la cuestión de su eventual
sucesión, de lo que ocurrirá en Cuba el día que
usted no dirija este país. ¿Cómo ve usted el
porvenir de Cuba sin Fidel Castro?
Bien, voy a tratar de ser breve sobre eso. Ya le conté los
planes de eliminación física. Al principio, mi papel
era más decisivo porque había que librar una batalla
de ideas muy importante, había que persuadir mucho.
Le dije que había prejuicios y que las leyes
revolucionarias los fueron transformando. Había
prejuicios raciales, prejuicios antisocialistas,
todo el veneno sembrado durante mucho tiempo.
¿Quiere decir que desde hace mucho tiempo ha pensado
en una eventualidad de que pudiesen asesinarlo y ha
tenido que pensar en lo que podría pasar?
Ya casi me está preguntando por la sucesión.
Sí, sí, por la sucesión.
Bueno, mire, al principio, con todos esos planes de
atentados, yo tenía un papel decisivo, papel
decisivo que no tengo hoy. Hoy tengo, tal vez, más
autoridad y más confianza de la población que nunca.
Nosotros, ya se lo dije, estudiamos todos los estados de la
opinión pública. Seguimos con un microscopio los
estados de opinión. Y le podemos decir los estados
de opinión en la capital, por ejemplo, y en el resto
del país, y le puedo presentar todas las opiniones.
Aunque sean adversas. La inmensa mayoría nos son
favorables.
El nivel de autoridad, después de cuarenta y seis años de
lucha y experiencia, es más alto de lo que era. Es
muy alta la autoridad de aquellos que luchamos y que
hicimos la guerra, condujimos al derrocamiento de la
tiranía y a la independencia de este país.
Otro privilegio: la edad. Influencias del
azar, porque usted puede venir, por factores
naturales, condenado a morir temprano, o morir por
planes para eliminarlo. Y no ha ocurrido ninguna de
esas cosas.
No es un gran mérito haber acumulado la
experiencia que hemos acumulado. Si puede haber
algún mérito es en el hecho de haber sido constantes
en la lealtad a las ideas y a los principios; de no
dejarnos envanecer por la cuestión del poder, ni
tentados a hacer abuso del poder, algo muy frecuente
entre los seres humanos.
En aquellos días, claro que yo me daba
cuenta de lo que podía significar el atentado y
entonces yo planteé la cuestión de mi sustitución, y
era natural… A Raúl lo venían más radical que a mí.
Bueno yo no creo que fuera más radical que yo,
admito que tan radical como yo. Pero como había
estado en las juventudes comunistas, veían a Raúl
más radical. Yo sabía que tenían miedo, les
preocupaba. Ésa era una circunstancia.
Segunda, a mi juicio, y lo puedo reiterar,
la persona que tenía más autoridad, más experiencia
y más capacidad para ejercer el papel de sustituto
era Raúl. Ya le conté cómo invirtió la situación,
cómo organizó la columna que se separó allá en el
Segundo Frente, e hizo un trabajo excelente como
organizador militar y y político realmente. Después,
su misión en las Fuerzas Armadas; ha sido un
educador, un formador de hombres, y con mucha
ecuanimidad y mucha seriedad. Es la persona que aún
hoy tiene el máximo de autoridad, y la gente tiene
una gran confianza en él.
En aquella época se podía hablar de hombres
que sustituían a hombres. Cuando triunfa la
Revolución, yo tenía 32 años; cuando triunfa el 1° de
enero de 1959 —Raúl cumple en junio—, él estaba
entre 27 y 28 años, todos teníamos mucha vida por
delante.
También contra él hubo planes de atentado,
aunque yo era un imán más atractivo en virtud de la
jerarquía y de mis responsabilidades. Él es el
Segundo Secretario del Partido y Primer
Vicepresidente del Consejo de Estado, esto es le da
moral y autoridad.
¿Si usted, por cualquier circunstancia, desapareciera,
¿Raúl
sería su sustituto indiscutible?
Si a mí me pasa algo mañana, con toda seguridad que se reúne
la Asamblea Nacional y lo eligen a él, no le quepa
la menor duda. Se reúne el buró político y lo
eligen.
Pero ya él me va alcanzando en años, van llegando, ya es
problema más bien generacional. Ha sido una suerte
que los que hicieron la revolución hayan tenido tres
generaciones. También los que nos precedieron, los
antiguos militantes y dirigentes del Partido
Socialista Popular, que era el partido
marxista-leninista, y con nosotros vino una nueva
generación. Ya después, la que viene detrás de
nosotros, e inmediatamente después, las de la
campaña de alfabetización, la lucha contra bandidos,
la lucha contra el bloqueo, la lucha contra el
terrorismo, la lucha en Girón, los que vivieron la
crisis de octubre, las misiones
internacionalistas... Mucha gente con muchos
méritos. Y mucha gente en la ciencia, en la técnica,
héroes del trabajo, intelectuales, maestros… El país
tiene un caudal de talento enorme… Ésa es otra
generación. Súmele los que ahora son de la Juventud y
estudiantes universitarios y trabajadores sociales,
con quienes hay las relaciones más estrechas.
Siempre hubo estrechas relaciones con los jóvenes y
los estudiantes.
¿Es decir, usted piensa que su verdadero sustituto,
más allá de una persona, más allá de Raúl, sería más
bien una generación, la generación actual?
Sí, ya son unas generaciones las que van a sustituir a otras.
Tengo confianza, y lo he dicho siempre, pero estamos
conscientes de que son muchos los riesgos que pueden
amenazar un proceso revolucionario. Están los
errores de carácter subjetivo... Existieron errores,
y tenemos la responsabilidad de no haber descubierto
determinadas tendencias y errores. Hoy, simplemente,
se han superado.
Ya le dije lo que pasaría mañana; pero ya son nuevas
generaciones, porque ya la nuestra va pasando. Ya el
más joven, digamos, le he mencionado el caso de
Raúl, es apenas cuatro años y tantos más joven que
yo.
Esta primera generación todavía coopera con las nuevas que
acatan la autoridad de los pocos que vamos
quedando... Está la segunda; ahora, la tercera y la
cuarta... Yo tengo una idea clara de lo que va a ser
la cuarta generación, porque tú ves a los muchachos
de sexto grado haciendo su discurso. ¡Qué talento
hemos descubierto!
Hemos descubierto miles de talentos, esos niños impresionan,
impactan. No se sabe cuánto genio y cuánto talento
hay en el pueblo. Yo albergo la teoría de que el
genio es común, si no para una cosa es para otra, es
para la computadora o es para la música, es para la
mecánica; el genio es común y unos lo tienen para
una cosa y otros para otra. Ahora, desarrolla y
educa a una sociedad completa -eso es lo que estamos
haciendo- y veremos entonces lo que da. Ésos son los
ocho millones que después del primer año de "periodo
especial" suscribieron: "Soy socialista".
Yo tengo mucha esperanza, porque veo con claridad que estos
que yo llamo de la cuarta generación van a tener
tres, cuatro veces más conocimientos que nosotros
los de la primera y, más o menos, más de tres veces
los conocimientos de la segunda. Y la cuarta debe
saber, con todo lo que se está haciendo ahora, por
lo menos, dos veces y media lo de la tercera.
Fíjese lo que le voy a decir: vendrán más personas a ver el
desarrollo social de este país, las cosas sociales de
este país, que a las playas de Cuba. Ya nuestro país
hace cosas… Un país pequeño que puede aportar el
personal que necesitarían las Naciones Unidas para
la campaña que el Secretario General propuso para
liquidar el SIDA en África. Hoy eso no se puede
hacer sin los médicos cubanos. No reúnen, entre
Europa y Estados Unidos Unidos, mil médicos que
vayan a donde están nuestros médicos. Digo mil
porque estoy exagerando, no se sabe cuántos…
Nosotros le ofrecimos a Naciones Unidas cuatro mil
médicos; ahora ya hay allá más de tres mil. Y
entonces eso produce cierta satisfacción; en este
país bloqueado, en este país que ha sufrido más de
cuarenta años de bloqueo y diez años de período
especial. Creó capital humano y el capital humano no
se crea con egoísmo, estimulando el individualismo
en la sociedad.
¿Usted está diciendo que esta revolución no está
agotada?
No hemos terminado ni mucho menos. Vivimos en la mejor época
de nuestra historia y la de más esperanza de todo, y
usted lo ve en todas partes.
Es cierto, es correcto, yo estaría dispuesto a aceptar la
crítica de que cometimos algunos errores de
idealismo, quizá quisimos ir demasiado rápido, quizá
subestimamos fuerzas, el peso de los hábitos y eso.
Pero ningún país se ha enfrentado a ningún
adversario tan poderoso, tan rico, a su maquinaria
de publicidad, a su bloqueo, a una desintegración
del punto de apoyo. Desapareció la URSS y nos
quedamos solos, y no vacilamos. Sí, nos acompañó la
mayor parte del pueblo, no le digo que todo, porque
algunos se desalientan, pero nosotros hemos sido
testigos de las cosas que ha hecho este país, cómo
resistió, cómo avanza, cómo se reduce el desempleo,
cómo crece la conciencia.
No hay que medir las elecciones nuestras por
los números de votos. Yo las mido por la profundidad
de los sentimientos, por el calor, lo he estado
viendo durante muchos años. Nunca vi los rostros más
llenos de esperanza, con más orgullo. Se ha ido
sumando todo eso, Ramonet.
¿Usted cree que el relevo se puede pasar sin problema
ya?
De inmediato no habría ningún tipo de problema; y después
tampoco. Porque la revolución no se basa en ideas
caudillistas, ni en culto a la personalidad. No se
concibe en el socialismo un caudillo, no se concibe
tampoco un caudillo en una sociedad moderna, donde
la gente haga las cosas únicamente porque tiene
confianza ciega en el jefe o porque el jefe se lo
pide. La revolución se basa en principios. Y las
ideas que nosotros defendemos son, hace ya tiempo,
las ideas de todo el pueblo.
Veo que no está usted preocupado por el porvenir de la
Revolución Cubana; sin embargo, ha sido usted
testigo en estos últimos años del derrumbe de la
Unión Soviética, del derrumbe de Yugoslavia, del
derrumbe de la revolución albanesa, Corea del Norte
en esa situación tan triste, Camboya, que se hundió
también en el horror, o la propia China, donde la
revolución ha tomado un cariz muy diferente. ¿No le
angustia a usted todo eso?
Pienso que la experiencia del primer Estado socialista, la
URSS, Estado que debió arreglarse y nunca
destruirse, ha sido muy amarga. No crea que no hemos
pensado muchas veces en ese fenómeno increíble
mediante el cual una de las más poderosas potencias
del mundo, que había logrado equiparar su fuerza con
la otra superpotencia, un país que aplastó al
fascismo, se derrumbara como se derrumbó.
Hubo quienes creyeron que con métodos capitalistas iban a
construir el socialismo. Es uno de los grandes
errores históricos. No quiero hablar de eso, no
quiero teorizar; pero tengo infinidad de ejemplos de
que no se dio pie con bola en muchas cosas que
hicieron quienes se suponían teóricos, que se habían
empanfletado hasta el tuétano de los huesos en los
libros de Marx, Engels, Lenin y todos los demás.
He dicho en una ocasión, que uno de nuestros
mayores errores al
principio, y muchas veces a lo largo de la
Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se
construía el socialismo. Hoy tenemos ideas, a mi
juicio, bastante claras, de cómo se debe construir
el socialismo, pero necesitamos muchas ideas bien
claras y muchas preguntas acerca de cómo se puede
preservar o se preservará en el futuro el
socialismo.
En cuanto a China, es otra cosa, una gran potencia que emerge
y una gran potencia que no destruyó la historia, una
gran potencia que mantuvo determinados principios
fundamentales, que buscó la unidad, que no fragmentó
sus fuerzas.
Yo no debo ser juez en eso, pero digo que China es una gran
potencia con la que hay que contra y, claro, cada
época y cada nación necesitarán dirigentes cada vez
más preparados y más capaces. Es un mundo Nuevo todo
lo que surge. Nosotros nos hemos adaptado a este
mundo, nos estamos adaptando y vamos descubriendo
cosas. Hemos desarrollado sentimientos de
solidaridad, conciencia revolucionaria, valores que
tienen un poder inmenso.
Entonces yo puedo decir, y no deja de ser una cosa por lo
menos digna de curiosidad, que cuando enormes
potencias como la URSS, cuando tantos regímenes que
usted menciona y tantas cosas se destruyeron, este
país bloqueando y todavía sin haber salido
totalmente del período especial, comparte, ayuda,
forma, por miles, profesionales universitarios del
Tercer Mundo —sin cobrarles un centavo—, y avanza
realmente por todos los campos.
Viviremos del capital humano. Con ese capital humano podemos
ayudar a muchos, con nuestra experiencia podemos
ayudar a muchos, y con esa experiencia podemos
ayudarnos a nosotros mismos, Ramonet.
Yo no tengo preocupación, porque lo que hemos hecho es
observar y observar. Y le dije que hay peligro,
¡cuidado!, yo he visto a veces errores. Si no se
observan a tiempo… Hay que estar en una guardia
permanente con los riesgos. Hay que ser casi
clarividente, pensar y pensar, pero pensar en
alternativas. Es muy importante el hábito de buscar
alternativas y seleccionar entre las mejores
alternativas.
Pero la pregunta que algunos se hacen es: ¿el proceso
revolucionario, socialista, en Cuba, puede también
derrumbarse?
¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es
que los hombres pueden hacer que las revoluciones se
derrumben? ¿Pueden o no impedir los hombres, puede o
no impedir la sociedad que las revoluciones se
derrumben? Yo me he hecho a menudo estas preguntas.
Y mire lo que le digo: los yanquis no pueden
destruir este proceso revolucionario, porque tenemos
todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas;
todo un pueblo que, a pesar de nuestros errores,
posee tal nivel de cultura, conocimiento y
conciencia que jamás permitiría que este país vuelva
a ser una colonia de ellos.
Pero este país puede autodestruirse por sí mismo. Esta
revolución puede destruirse. Nosotros sí, nosotros
podemos destruirla, y sería culpa nuestra. Si no
somos capaces de corregir nuestros errores. Si no
conseguimos poner fin a muchos vicios: mucho robo,
muchos desvíos y muchas fuentes de suministro de
dinero de los nuevos ricos.
Por eso estamos actuando, estamos marchando hacia un cambio
total de nuestra sociedad. Hay que volver a cambiar,
porque tuvimos tiempos muy difíciles, se crearon
desigualdades, injusticias. Y lo vamos a cambiar sin
cometer el más mínimo abuso.
Habrá una participación cada vez mayor y seremos el pueblo
que tendrá una cultura general integral. Martí dijo:
"Ser cultos es el único modo de ser libres", y sin
cultura no hay libertad posible, Ramonet.
Por eso yo también tengo fuertes reserves y críticas de la
globalización neoliberal, un sistema que tiene a la
gente pasando hambre. Eso de vivir en el engaño, en
la mentira, sembrando el egoísmo, creando el
consumismo, ¿para qué? ¿Para qué el hombre alcanzó
esta condición, si no ha podido todavía ni ser capaz
de garantizar la supervivencia?
No podemos hacernos una estatua por nuestra capacidad
política, al mundo lo amenazan un montón de
peligros. Todavía tenemos que demostrar si somos
capaces de sobrevivir. Como soy optimista, yo sí
tengo esperanzas de que este mundo sobreviva, porque
lo veo reaccionar, veo que el hombre, pese a sus
errores y a sus milenios de historia —unos pocos
milenios, tres o cuatro—, en un siglo, ha
multiplicado sus conocimientos. Pero también muchos
de estos progresos han servido para sembrar
veneno, sirven para transmitir ideas falsas y
transmitir información errónea.
Trato de analizar cuándo caímos en la rutina, y cuándo en el
copismo. Algunas pocas cualidades como el hábito de
no copiar, confiar en el propio país, combatir el
chovinismo… No hay un país mejor que otro, no hay un
pueblo mejor que otro, todos tienen sus
características nacionales, culturales. Usted lo
puede ver en América Latina, somos un haz de pueblos
que hablamos el mismo idioma, tenemos casi casi la
misma cultura, la misma religión, la misma
idiosincrasia, somos la misma mezcla.
Uno ve que en Europa están reuniéndose los finlandeses, los
húngaros y gente que hablan unos idiomas imposibles,
los alemanes, los italianos y todos los demás, un
continente que se pasó cinco siglos guerrerando…
Pues bien, se los puede felicitar, a pesar de mis
criterios críticos, por el nivel de unidad que han
alcanzando. Y advierto que será en beneficio del
mundo si tienen éxito. Ahora, hay que ver cómo lo
obtienen, porque los problemas, en esta época de
globalización neoliberal, son muy complicados, y
usted lo sabe muy bien.
Le doy las gracias por su interés. Me ha estimulado mucho su
interés, porque también he leído mucho sus artículos
y nos han sido útiles sus libros, y lo que deseamos
es que siga escribiendo libros para beneficiarnos
nosotros, que tenemos mucho que conocer y mucho que
aprender todavía. Usted nos ayuda a formar una
cultura general integral, porque, ¿cómo se puede
vivir en este mundo sin esa cultura general
integral? No se salva el mundo.
Yo tengo esperanza también de que muchas de las cosas que
estamos haciendo sean experiencias que se
multipliquen. No aspiramos a la paternidad, ni a la
patente: al contrario, nos sentimos orgullosos
cuando alguien hace alguna cosa que pueda ser útil
inspirada en lo que se hace aquí.
Hemos trabajado muchas horas y yo lo he hecho
gustoso, y dentro de unos minutos nos separamos.
Creo que he abusado de su tiempo.
No,
hemos estado trabajando unas 17 ó 18 horas diarias y
estamos bien. Está demostrado que está usted muy en
forma, porque creo que ha trabajado más que yo.
Estoy interesado escuchándolo.
Yo
también por sus preguntas. Yo estoy tan interesado
com ousted en todos esos temas, y siempre tendrá las
puertas abiertas de nuestro país a cualquier
interrogante, a cualquier pregunta. No le diremos
nunca una mentira.
Gracias, Comandante.
(Tomado del libro
"Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio
Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Primera
edición, La Habana,
2006, páginas 569-633)
©
(Tomado del libro
"Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio
Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera
edición, La Habana,
2006, páginas 631-709)
©
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