PLAYA GIRÓN
EL ATAQUE – LOS MERCENARIOS – LA INTERVENCIÓN DE ESTADOS
UNIDOS – LA VICTORIA MILITAR – EL TRATO A LOS VENCIDOS –
EL CANJE DE PRISONEROS – LA “GUERRA SUCIA” –
EL PAPEL DEL PRESIDENTE KENNEDY
Esa intervención se produce el 17 de abril de 1961, en Playa
Girón, Bahía de Cochinos.
Sí, ese día una expedición de aproximadamente 1.500
mercenarios entrenados por la CIA, divididos en
siete batallones de 200 hombres cada uno y
repartidos en cinco barcos de transporte, llegaba a
Playa Girón. Antes, al amanecer, lanzan un batallón
de paracaidistas con la misión de apoderarse de las
dos carreteras que atraviesan la Ciénaga de Zapata
para llegar a la cabeza de playa. A bordo de buques
de guerra norteamericanos, entre ellos el
portaaviones “USS Essex”, y a pocas millas de la
costa, la infanteria de marina de Estados Unidos
estaba lista para desembarcar con apoyo naval y
aéreo tan pronto lo solicitara el “Gobierno
Provisional”, que sería trasladado por aire en
cuanto contaran con una cabeza de playa en Girón.
Los mercenarios contaban con una flota de bombarderos B-26,
tripulados por pilotos batistianos y también
norteamericanos. Atacaron por sorpresa el 15
de abril las bases de nuestra modesta Fuerza Aérea
con aquellos aviones, que portaban insignias cubanas.
Ese ataque fue el anuncio de que la agresión era
inminente. Al día siguiente, en el entierro de las
víctimas, proclarné el carácter socialista de
nuestra Revolución.
Eligieron para el desembarco un lugar aislado, Playa Girón,
separado por una gran ciénaga del resto del
territorio. Era muy difícil contraatacar porque
había que avanzar por dos únicas carreteras
atravesando diez kilómetros de ciénaga intransitable.
Eso convertía a esas dos carreteras en una especie
de paso de las Termópilas.[1]
En sesenta horas consecutivas de combate, entre el arnanecer
del 17 y las 6:00 de la tarde del 19 de abril, los
derrotamos, después de una batalla encarnizada en
que tuvimos más de 150 muertos y centenares de
heridos. Esa batalla se libró a la vista de la
escuadra norteamericana. Alrededor de 1 .200
mercenarios fueron hechos prisioneros, casi la
totalidad de las fuerzas enemigas con capacidad de
combatir, sin incluir las bajas mortales de los
invasores.
Esos prisioneros, ustedes al poco tiempo los devolvieron, ¿verdad?
Sí. Después de un breve tiempo en prisión, nosotros le
exigimos al gobierno de Estados Unidos una
indemnización en medicamentos y alimentos para niños.
Si hubiera sido en Estados Unidos, los sancionan a
cadena perpetua, si no es que fusilan a unos cuantos
por traición a la patria, y el resto estarían
todavía presos, condenados a prisión de por vida. Si
nosotros hubiéramos reclutado a mil y tantos
norteamericanos para invadir a Estados Unidos,
cualquiera hubiera comprendido la sanción. Sin
embargo, en diciembre de 2001, 40 años después, a
cinco compañeros nuestros que buscaban información
sobre los actos terroristas contra Cuba, los han
condenado con gran severidad —tres de ellos a cadena
perpetua, incluso uno a dos cadenas perpetuas—; son
los cinco compañeros que aquí hemos declarado
“Héroes de la República de Cuba”.[2] ¿Que no les
habrían hecho a mil y tantos norteamericanos,
reclutados por el gobierno de Cuba, para llevar a
cabo una invasion contra Estados Unidos? ¿Cuánto
tiempo hubieran estado presos allí? Mientras que
nosotros, a! ejército mercenario de Girón le
buscamos una fórmula y les planteamos una
indemnización.
Ustedes los canjearon por medicamentos, creo.
Sí, y por recursos para producir alimentos. Se habló, incluso,
de equipos agrícolas, tractores... Lo que nosotros
queriarnos era buscar una solución que fuera
aceptada por nuestra propia población, y mandarlos
para allá. Que hacíamos nosotros con 1.200 “héroes”
presos? Era mejor 1 .200 “héroes” allá.
Yo converse mucho con todos ellos, porque participé en la
captura de algunos, y le puedo decir —tal vez sea
tarnbién un caso único en Ia historia— que después
de aquel tremendo combate no hubo un solo culatazo
contra ellos, fíjese bien.
¿No se les maltrató a esos prisioneros?
Ni un solo culatazo, y le había alguien que entró allí en
Girón junto a los primeros combatientes que
arribaron a ese punto. El ataque final fue al
anochecer No queríamos que los rescatara la escuadra
norteamericana. Estaban sus barcos de guerra
ubicados a pocas millas de la costa, apoyados por un
portaaviones con decenas de aviones de combate y los
equipos de desembarco e infantería de marina listos
para actuar.
No voy a hacer la historia de esa batalla, pero le dire solo
que en esos últimos minutos, antes de entrar en
Girón, ante la noticia de la presencia de una
barrera antitanque de cañones sin retroceso de 105
milímetros, ubique a un jefe importante en cada uno
de los tres tanques más próximos, tanques T-34, y
les pedí pasar a toda velocidad sobre la barrera.
Era ya casi de noche y los despedí con un
intervalo de cinco minutos.
Yo, incluso, caí bajo el bombardeo de nuestra propia
artillería, porque, bueno, cuando nuestra aviación
informa que el enemigo está desembarcando más
fuerzas, digo: “No. Están reembarcándose.” A la
artillería le doy instrucciones de disparar unas
salvas contra la tierra y otras salvas en el mar, y
había bastantes cañones, más un grupo completo de
obuses de 122 milímetros disparando.
Desde luego, ninguno de aquellos tres jefes vaciló, pero no
pude aguantarme. Esperaba un pelotón de tanques
pesados con cañones de 122 milímetros. Pregunto por
ellos y estaban atrasados, tardarian en llegar Monto
en uno cualquiera de los que quedaban allí, que
resultó ser un cañon autopropulsado de 100
milímetros SAU-l00 que, va oscuro, apenas se
distinguía de un tanque, y hago lo mismo a toda
velocidad. Ignoraba que aquel blindado, que había
combatido toda la tarde, apenas llevaba tres o a lo
sumo cinco proyectiles.
Hay una fotografía célebre de usted en Girón, saltando de un
tanque.
Sí, estuve en varios tanques, en diversos momentos de
aquelias acciones, no solo en uno. Ésa es otra
historia.
Le estaba explicando que desde los primeros minutos, de forma
casual, yo estaba con la pequeña vanguardia que,
avanzando desde el Norte por dos carreteras
diferentes, una al Este y otra al Oeste, penetró en
Girón detrás de los tanques que había enviado
minutos antes, ya en plena oscuridad. A cada lado de
la carretera por donde yo iba había bosque espeso
sobre suelo pedregoso próximo al mar. La barrera
antitanque se esfumó y nadie disparó.
Participé en la captura no se sabe de cuántos prisioneros. Yo
salve Ia vida a uno de ellos aquella misma noche,
que decía:
“¡Mátenme!”, y estaba hasta con barba. Tenía
una úlcera sangrante. Le respondo: “Nosotros no
matarnos a los prisioneros.” En un jeep, a toda
velocidad, lo enviamos para el hospital. Así se
salvó su vida.
¿No se maltrató a ninguno de los prisioneros de Girón?
Ni un golpe, porque ése fue siempre nuestro principio, ya le
dije, y todo el mundo lo sabía. Lo más admirable es
que en distintos frentes de combate había miles de
hombres que lucharon duramente y vieron caer,
muertos o heridos, a más de 450 compañeros queridos.
Esos hombres, que lucharon con gran ardor, fueron capaces de
contener su indignación y no dane un culatazo —un
simple culatazo, no le digo ya otra cosa— a una sola
de aquella gente, mercenarios pagados, al servicio
de una potencia extranjera, y a quienes no les
tenían ninguna simpatía, como usted comprenderá. Me
pregunto si hay otro caso igual en la historia.
Eso también puede ayudar a dernostrar por qué la conciencia
es más importante que cualquier disciplina. No puede
haber disciplina sin conciencia.
Bueno, ¿en Vietnam qué paso? ¿Cuántas personas asesinaron las
fuerzas norteamericanas y sus aliados en Vietnam?
Civiles, personas capturadas, no solo los que
murieron en combate.
Se calcula que dos millones de vietnamitas perdieron la vida
en la guerra de Vietnam.
Muchos más, y hay que ver cuántos en combate y cuántos
murieron asesinados. Usted sabe que eso ocurre en
todas las guerras de ese tipo. Ustedes los franceses
libraron una guerra en Argelia y hay que ver cuántos
argelinos fueron torturados y asesinados. Eso ha
pasado en muchas partes. En la guerra de Kosovo, en
1999, no sé si los soldados de la OTAN asesinaron a
algunos, no sé qué nivel de disciplina tenían
aquellos hombres, allí las que mataban eran las
bombas dirigidas y los Ilamados aviones
“invisibles”, una guerra técnica, los B-52 que
volaban desde Estados Unidos y otras formas de
muerte y destrucción. Ya los hombres casi no
participan en los combates, que es donde se puede
dar la situación de que un soldado mate a
prisioneros.
Estados Unidos no puede asegurar, en ninguna de sus guerras
modernas, que sus soldados no hayan cometido
atrocidades. La guerra de Corea fue sumamente cruel,
y Estados Unidos tuvo socios aIlá en Vietnam. Yo no
sé cómo serían los otros aliados, no tengo elementos
de juicio, pero allí se rnató a muchos prisioneros,
y los del regimen títere en Vietnam asesinaban a
mucha gente.
Ahora, búsquese un ejemplo de una batalla en la que no se
haya maltratado a los prisioneros. Después
participamos en otras batallas, porque estuvimos en
Angola quince años, desde 1975 hasta 1990,
intervinimos en la batalla decisiva de Cuito
Cuanavale.[3] Pueden ir a preguntarle al ejército
surafricano si alguno de los hombres que cayó
prisionero recibió un maltrato de las tropas cubanas,
si recibió un golpe. Se sentían seguros en manos
nuestras. No hay un solo caso, fíjese bien. Y hemos
prestado solidaridad combativa en unos cuantos
países.
Hemos combatido en Etiopía, a raíz de la guerra agresiva
lanzada por Siad Barre contra la revolución en ese
país.[4] Jamás nuestros soldados ejecutaron a un
prisionero, jamás lo maltrataron y siempre le
brindaron asistencia médica.
Si nosotros, en nuestra guerra en Cuba, que duró 25 meses de
lucha contra Batista —ya le conté—, hubiéramos
ejecutado a los prisioneros, no se habría ganado
jamás esa guerra.
Ustedes devolvieron a los prisioneros de Girón sanos y
salvos?
Sí. Y ya le hablé de los episodios posteriores a los
combates, cuando la gente está saturada de
adrenalina, enardecida por los muertos, los heridos,
la tension de los combates. Y en los primeros años
de la Revolución, muchos de los combatientes eran
milicianos, voluntarios que estaban allí, obreros,
campesinos y estudiantes, y no hubo ni un solo
culatazo. Allí están los que devolvimos, los que aún
viven en Miami, se les puede interrogar para ver si
hay uno solo que declare haber recibido un golpe. No
hay un solo caso.
Allí ocurrió un accidente. Lo relato: los hombres capturados
iban siendo trasladados rápidamente hacia La Habana.
Se les movía en camiones, en rastras, etcetera. Eran
muchos, y no teníamos los medios y la
organización que tenemos hoy. Una de las rastras era
cerrada; por un descuido de algún responsable del
traslado, no se adoptaron las medidas pertinentes y
se produjeron varios casos de asfixia en aquel
vehículo que trasladaba prisioneros.
¿Hubo muertos?
Sí. Ese hecho fue completamente accidental. Que interés
podíamos tener nosotros? Nuestra gente no quería que
pereciera uno solo porque mientras más prisioneros
tuviéramos mejor, más grande era la victoria, en
este caso por el número de mercenarios que fueron
hechos prisioneros. Aunque la victoria no se mide
sólo por el número de bajas enemigas; nosotros
tuvimos muchas más bajas mortales que ellos.
Los mercenarios estaban bien entrenados, tenían buen
armamento; pero nosotros atacando, atacando,
atacando, de día y de noche, derrotamos la agresion
imperialista. Testigos de lo que afirmo: miles de
soldados, y cientos de oficiales del ejército de
Estados Unidos.
Bombarderos B-26, camuflados con insignias cubanas, atacaban
los vehículos que transportaban nuestra infanteria.
Así enganaron a nuestras tropas, pasaron cosas
horribles; pero, a pesar de eso, no hubo un solo
prisionero maltratado.
Los condenamos al pago de una indemnización de 100 mil
dólares por prisionero o a una sanción penal
alternativa. Lo que nosotros queríamos era el pago
de una indemnización, no por necesidad de dinero
sino porque era un reconocimiento del gobierno de
Estados Unidos a la victoria revolucionaria. Se
trataba más bien de un castigo moral.
Tenía que haber una sanción.
Entonces, bueno, estuvieron presos y se negoció. Lo increíble
es que al abogado que negocio conmigo la CIA lo
trató de utilizar para que me trajera de regalo un
traje de buzo que venía ya impregnado de hongos y
bacterias suficientes para matarme. ¡El abogado que
negociaba conmigo la liberación de los prisioneros
de Girón!
No tuvieron escrüpulos.
Yo no puedo decir que él estuviera comprometido en el plan.
Lo que se sabe y se conoce es que trataron de
utilizarlo como instrumento. Donovan se llamaba ese
abogado, James Donovan. No hay ningún indicio de que
haya tenido participación consciente, sino que
trataron de utilizarlo. Yo, desde luego, no solía
usar traje de buzo en este clima caluroso. Te pones
un traje de ésos y tienes que añadirle más peso al
cinturón de plomo, no sirve en nuestro mar. Bueno,
entre el rnontón de planes de atentados está ése,
porque una comisión del Congreso lo investigó y lo
publicó.
¿La Comisión Church?
Sí. Todo eso lo han investigado ellos, esto no es un invento
mío. Pero fíjese, ¡qué ética! Ése es el hombre que
está negociando la liberación de aquellos
prisioneros, muchos de los cuales podían haber sido
condenados a la pena capital por traición a Ia
patria.
iY los estábamos liberando!
¿Quienes eran esos hombres que desembarcan en Playa Girón?
¿Quienes eran aquellos mercenarios? Algunos criminales de
guerra que se habían ido para Estados Unidos, porque
los oficiales y los principales jefes eran casi sin
excepción oficiales del ejército de Batista, y en la
tropa de los invasores había muchos hijos de
terratenientes y de familias ricas. Allí se
expresaba con mucha claridad el carácter clasista de
la invasion.
¿Finalmente cuál fue la indemnización que recibieron por
devolver a esos prisioneros?
Creo que pagaron en efectivo 2 millones de dólares, después
de las discusiones con Donovan, que invertimos en
comprar incubadoras en Canadá para el desarrollo de
Ia genética avícola. Y otros 50 millones fue el
estimado, según Donovan, de los alimentos para niños
y medicinas. Bastante caro que cobraron las
medicinas, no crea que eran mucho más baratas que
ahora. El monto no era lo fundamental, sino el pago
de una indemnización.
Así fue. Fuimos nosotros los que les buscamos la solución a
tantos mercenarios en prisión. El gobierno de
Estados Unidos no tenía suficiente imaginacion.
Hasta llegamos a establecer con ellos una cierta
relación, porque, realmente, al final dijeron toda
Ia verdad, y la dijeron públicamente. La sanción no
fue de odio ni venganza. La victoria era el premio
más importante para nosotros. Para qué tener aquí a
1.200 prisioneros que los de Miami iban a convertir
en mártires?
¿No temía usted que al regresar a Miami se enrolasen de nuevo
en acciones violentas contra Cuba?
Bueno, sí, realmente, algunos de los que enviamos para allá
han vuelto a poner bombas y a realizar acciones
hostiles. ¿A nosotros nos podrían responsabilizar de
eso? No. Un barco de “héroes” es terrible, porque
cada uno de ellos se hace jefe, cada uno de ellos es
un “héroe”. Y realmente les enviamos mil y tantos
héroes de pacotilla.
Pero ¿cuántos les hemos enviado de los demás, de los llamados
“disidentes”? Y ¿quién los puso en libertad? El
gobierno de Cuba. Testigo de eso, el cardenal John
O’Connor,[5] que era arzobispo en Nueva York. Con él
fueron miles de sancionados por acciones violentas y
graves, muchas de ellas terroristas, porque fueron
miles las acciones contrarrevolucionarias
organizadas por los gobiernos de Estados Unidos
contra Cuba en la primera etapa de la Revolución.
Habiendo cumplido sólo una parte de la sanción, los pusimos
en libertad. Nosotros le decíamos al cardenal:
“Trate de conseguirles la visa, porque también usted
sabe que ellos lo que quieren es ir para Estados
Unidos.” Todos esos llamados “disidentes” obtenían
en Estados Unidos privilegios, entre otras cosas
trabajo; bueno, incluso, los que no habían aportado
mucho al intento de destruir la Revolución.
A ese cardenal de Nueva York, John O’Connor, yo lo apreciaba.
A muchos miles de contrarrevolucionarios los puso Ia
Revolución en libertad. Y algunos, sí, también
volvieron a reincidir, formaron grupos, se
entrenaron, inventaron cuentos y mentiras de todo
tipo. Por eso hay que actuar con cuidado en estos
asuntos, porque a veces somos generosos, concedemos
indulto a uno de ellos, viaja a Estados Unidos,
cornienza a entrenarse y a organizar actividades
contra Cuba, a infiltrarse en nuestras costas, y eso
puede acabar costándole la vida a un compatriota
nuestro.
¿Usted se refiere a los activistas de Alpha-66 o a los de
Omega 7?[6]
Entre otros. Ya le dije cómo, en los primeros años, hubo
miles de hombres que estuvieron implicados en las
bandas armadas contrarrevolucionarias. La “guerra
sucia” llegó a desarrollarse en todas las provincias
del país, incluida Ia provincia de La Habana.
Bastaba un marabusal, bastaban los cañaverales, en
todo el país había “guerra sucia”. Se puede decir
que Cuba fue el único país revolucionario de nuestra
época que derrotó el instrumento imperialista de la
“guerra sucia”, tan costoso y desgastante para un
país del Tercer Mundo.
Cuando usted habla de “guerra sucia”, ¿se refiere a acciones
como atentados en lugares públicos, por ejemplo?
No, no, a grupos irregulares armados practicando una especie
de guerrilla contra nosotros. Porque los
norteamericanos son listos. Mientras los amigos
soviéticos eran muy lentos y muy académicos, los
nortearnericanos, los militares norteamericanos,
eran más flexibles. Ellos inmediatamente vieron qué
receta nosotros habíarnos utilizado para derrocar a
Batista, para vencer aquel ejército, que fue la
combinación de la lucha armada y la del pueblo.
¿Y creyeron que contra ustedes podían crear también unas
guerrillas?
Trataron. Fue Ia prirnera vez que aplicaron ese procedimiento.
¡No respetaron nuestra patente! La aplicaron por su
cuenta y llegaron a organizarlas. Nos costaron más
vidas las luchas contra bandidos que la propia
guerra contra Batista. Todo eso fue desde antes de
Girón. Ellos utilizaron la sierra del Escambray, en
la región central del país, pero nosotros enviamos
allí 40 mil hombres, todos voluntarios, muchos de
ellos de la capital.
Cuando se usaron unidades del servicio militar en la lucha
contra la “guerra sucia”, los reclutas que
participaban iban voluntariamente a partir de un
concepto: en una contienda interna o en una misión
internacionalista, los combatientes deben ser
voluntarios.
Abro un paréntesis. ¿Cómo se explica que, conociendo la
experiencia de ustedes en esa “guerra sucia”, los
sandinistas en Nicaragua, en los años 80, no
consiguieran eliminar a la “Contra”, que también
estaba financiada, armada y entrenada por Estados
Unidos?
Yo creo que allí hubo un error, pero tú no los puedes culpar
a ellos. En Nicaragua se creó el ejército para
defenderse de la agresión exterior del imperialismo,
pero el imperialismo desató una guerra interna, y
una guerra interna no se puede enfrentar, como le
digo, con soldados del servicio militar. En virtud
de una ley de servicio militar obligatorio, tú te
llevas al muchacho, lo entrenas, lo envías a un
combate, muere, y la familia piensa que es el Estado,
o la Revolución, o sus leves, quien le ha llevado a
ese muchacho a la muerte.
Quizas el precio rnás alto de la “guerra sucia” lo pagaron
los sandinistas porque establecieron el servicio
militar, cosa que nosotros nunca hicimos para luchar
contra las bandas de la “guerra sucia”. Llegó un
momento en que se dejaron llevar por el academicismo,
y el academicismo provoca que la gente se aparte un
poco de lo mejor que hace la Revolución, que es el
espíritu creador de tácticas y de fórmulas políticas
y militares que conducen a la victoria. Si te dejas
Ilevar por los dogmas que están en los libros de las
academias, estás perdido.
Realmente yo siempre tuve una mentalidad antiacadémica.
Imagínese usted que nosotros, en la época actual,
estemos viviendo con los principios y medidas sobre
la defensa de los años 1959, 1960, 1961 y 1962, en
la era de los aviones invisibles, los proyectiles
inteligentes, cuando es posible destruir un tanque a
seis o siete kilómetros con un arma bastante certera,
radares que te captan los tanques y los destruyen.
Las armas que tú tengas debes saber usarlas y tienes
que apartarte totalmente de los libros y de las
fórmulas de las academias.
¿Así ganaron ustedes la “guerra sucia” en el Escambray?
Rodeamos el Escambray, lo dividimos en cuatro partes,
situamos una escuadra en cada casa de cada zona a
limpiar y fuimos limpiando cuadrante por cuadrante.
Muchas veces los cercos tienen sólo un valor
relativo. Un cerco de noche sirve muchas veces para
saber por dónde pasó el enemigo, porque llegan a la
línea, se acercan, lanzan una granada, disparan, y
los hombres que están a la derecha y la izquierda
del punto atacado no pueden hacer gran cosa para no
herir a los propios compañeros.
Basta el apoyo de un 10 por ciento del campesinado para que
haya base para una guerra irregular, y allí, en el
Escambray, por determinadas circunstancias, a causa
de unos grupos que operaron en aquella zona durante
la lucha contra Batista, la Revolución no tenía
tanto apoyo, podía tener, quizás, el 80 por ciento.
Una guerra irregular se puede organizar con el apoyo
de hasta el 5 por ciento de la población.
La diferencia entre nuestra guerra irregular y la que ellos
organizaron aquí es que nosotros siempre estábamos
en acción, vigilando al enemigo para golpearlo en un
punto fijo o en movimiento, de una forma o de otra,
y ese espíritu no lo tenían los miembros de las
bandas que practicaban la lucha armada, que se dio
en llamar después, desde lo de Nicaragua, “guerra
sucia”. Eran expertos en rehuir el combate, evadir
la persecución, en eso tenían unas habilidades
especiales para escapar, que nosotros nunca
desarrollamos, porque nuestra línea, aun cuando
éramos muy pocos, era golpear y golpear. Ellos, en
cambio, excavaban un refugio bajo tierra hasta con
luz eléctrica y pequeños orificios para respirar,
succionando el aire como los tripulantes de un
submarino. Si un batallón revolucionario peinaba la
zona —un método fuerte, un hombre del batallón cada
diez metros registrándolo todo—, pasaba por encima y
no se topaba con bandido alguno. Se volvieron
verdaderos expertos en evadir el combate, evadir la
persecución, y no desarrollaron, en cambio, espíritu
alguno de ofensiva,
Más tarde, en los años 80 y 90, el imperialismo cambió de
táctica: enviaba mercenarios, muchachos jóvenes,
educados en la rnatanza y el genocidio contra los
pueblos de El Salvador y otros, para poner bombas en
hoteles cubanos por 5 mil dólares. No venían
Posada Carriles y otros agentes terroristas del
gobierno de Estados Unidos. Mire, tenemos un
salvadoreño que vino pagado, 5 mil dólares
por bomba, y puso cinco bombas en un día. Bueno, en
muchos países, por dinero, puede usted reclutar
miles de mercenarios; a veces, incluso, por 2 mil
dólares. Les pagaban el viaje de ida y vuelta y les
daban el dinero cuando hubieran puesto la bomba y
regresaran.
Por eso el salvadoreño quería implantar un record olímpico:
trató que las cinco bombas estallaran
simultáneamente. Mientras tanto, en Miami, la
Fundación Cubano-Americana y toda la mafia
declaraban que los autores eran la gente de la
Inteligencia Militar y de la Seguridad del Estado,
cubanos que estaban descontentos, poniendo bombas en
los hoteles, lo cual era algo muy correcto y
legítimo. Sobre ese tema publicaron un montón de
artículos en la prensa.
¿Hubo también, más tarde, ataques de otro tipo?
Bueno, ya le hablé de las miles de acciones terroristas, de
los atentados, del incendio de los almacenes “El
Encanto”, de la voladura del barco “La Coubre”, del
avión de pasajeros que hicieron estallar en pleno
vuelo; le mencioné los ataques con virus, la peste
porcina, el dengue hemorrágico, que causó cientos de
miles de enfermos y más de cien niños muertos.
En los años 80, hubo adernás ataques biológicos contra la
agricultura. Por ejemplo, un parásito llamado moho
azul atacó nuestras plantaciones de tabaco; luego un
hongo desconocido destruyó nuestra mejor variedad de
caña de azúcar, la Barbados 4362, y se perdió el 90
por ciento de la cosecha de esta variedad. Cosa que
nunca había sucedido. También nos paso con el café.
Otras plantaciones se infestaron de una plaga, la
“Thrips Palmi”; ‘ ocurrió igual con las cosechas de
papas. Hubo otras plagas destructoras, que crearon
muchos problemas a nuestra agricultura. Es muy
difícil de demostrar, pero todo indica que esas
calamidades no fueron fruto de la casualidad, sino
que hubo realmente intención maligna. Y eso es
además complicado de combatir, hay que recurrir a la
ciencia, la preparacion militar en esos casos de
poco sirve.
¿Desde el punto de vista militar, ustedes disponían de
hombres suficientes bajo las armas para hacer frente
a todas esas agresiones y a todas esas amenazas?
Para defender el país, en un momento dado, en los
años 60, el volurnen de las fuerzas que
necesitábamos ascendía a cientos de miles de
hombres, puesto que nuestro adversario era nada más
y nada menos que Estados Unidos.
Era una época en que todavía las guerras convencionales se
llevaban a cabo bajo la forma de una lucha entre
hombres, entre combatientes, entre brigadas,
batallones, ejércitos; en aquella época, tú tenías
que prever un desembarco naval. La via principal
para ocupar un país, en este caso una isla, era el
desembarco naval; tenías que tomar en cuenta también
desembarcos aéreos, pero no era el método
fundamental. La medida principal que debíamos tomar
era en los puntos de posibles desembarcos por mar.
Se observaba el desarrollo tecnológico de los
transportadores de tropas y los posibles lugares,
sobre todo, en la defensa de las áreas más
estratégicas, desde distintos puntos de vista. Con
tantos lugares de posibles desembarcos navales —y
por supuesto también los de posibles desembarcos
aéreos—, estábamos obligados a una fuerte
movilización y preparación en casi todo el país.
Ya, afortunadamente, en aquellos mornentos se había realizado
la carnpaña contra el analfabetismo, se continuaban
los planes de seguirniento, y había escuelas en
todas partes.
¿Eso les permitía disponer de hombres mejor formados para los
equipos militares modernos?
Correcto. En un momento dado, por ejemplo, después de
la Crisis de Octubre de 1962, tuvirnos que asimilar
todo el armarnento de los 42 mil soldados
soviéticos, entre ellos cohetes tierra-aire, que
requieren conocimientos por lo menos de 12 grados y
estudios especiales. Incluso Ia preparación de
profesionales universitarios se afectó. No podíamos
ingresar el número de estudiantes de Medicina que
queríamos, la cantidad de bachilleres era
insuficiente, y muchos de los que estudiaban
Bachillerato pasaron a convertirse en maestros
improvisados, en parte, o en combatientes para el
manejo de Ia técnica moderna, los radares, las
comunicaciones, es decir prácticamente ya todos los
equipos necesitaban personal bien calificado.
De modo que en determinado momento una gran parte de los
soldados que ingresaban en un servicio de tres años
eran técnicos medios o bachilleres. Se hacían
algunas excepciones con los que ingresaban en
algunas carreras que estaban supernecesitadas de
personal, Medicina, por ejemplo, porque de 6 mil
medicos que teníamos antes de 1 959, se habían
llevado 3 mu en los primeros años.
Tardarnos no menos de 20 años en poder ingresar hasta 6 mil
estudiantes seleccionados para las carreras de
Medicina y alcanzar la cifra de rnás de 70 mil
médicos de que disponemos en este momento, casi
todos con una o dos especialidades. De una facultad
de Medicina que existIa, se elevaron a 21 facultades,
casi todas en los últimos diez años que precedieron
el período especial. La número 22 es principalmente
para estudiantes procedentes del exterior.
Tanto el desembarco en Playa Girón como la “guerra sucia”
fueron autorizados por el presidente de Estados
Unidos John Kennedy, quien luego será también un
protagonista central, con usted y Jruschov, de la
grave Crisis de Octubre de 1962 a la que usted acaba
de hacer alusión. Sin embargo, cuando se le oye a
usted hablar de Kennedy no se siente ninguna
animosidad hacia él, y hasta se siente más bien
cierta simpatía. ¿Cómo se explica eso?
Bueno, cuando Girón, en abril de 1961, Kennedy
realmente heredó el plan de Eisenhower y de su
Vicepresidente, Nixon. La invasion ya estaba
decidida, existían los planes para destruir la
Revolución, a pesar de que ésta aún no tenía un
carácter formalmente socialista.
Las medidas más importantes que habíamos tomado hasta ese
momento eran la reforma agraria y las
nacionalizaciones de las grandes empresas
industriales, comerciales y bancarias, junto
con otras medidas de gran impacto social, como la
alfabetización, la rebaja de las tarifas eléctricas
y telefónicas, la reforma urbana, la ley de
alquileres, la confiscación de los bienes de los
malversadores. Se habían hecho cosas rnuy
importantes. No habíamos proclamado el socialismo,
ni proclamado abiertamente la doctrina
rnarxista-leninista. Girón aceleró el proceso
revolucionario.
Incluso debo decir que nuestra primera reforma agraria era
entonces menos radical que la que había hecho el
general MacArthur en Japon. Porque cuando Estados
Unidos ocupó Japón, en 1945, MacArthur liquido los
latifundios, repartió las tierras y entregó parcelas
de tierra a muchos campesinos pobres japoneses. En
Japon los latifundios no pertenecían a grandes
cornpanías norteamericanas, mientras que en Cuba sí.
Por eso aquí la reforma agraria no se permitía, como
no se permitió en Guatemala cuando Ia llevó a cabo
Árbenz en 1954.
Entonces Kennedy, con dudas, escrúpulos y algunas
vacilaciones, lleva a cabo el plan de acción de
Eisenhower Nixon. Creyó que tal plan elaborado por
la CIA y el Pentagono contaría con el apoyo
del pueblo, que éste se sumarIa a los invasores, que
las milicias no combatirían y que su subievación
contra el gobierno de Ia nación era segura. Tal vez
creyeron en su propia propaganda mentirosa, y sin
duda subestimaron al pueblo y a los revolucionarios
cubanos.
Kennedy vacilaba y al final, ante las dificultades de los
invasores, decide darles apoyo aéreo; pero cuando
estuvieron dispuestos a ello, ya no había
mercenarios que apovar. En menos de 72 horas el
fulminante contraataque del Ejército Rebelde y las
Milicias Revolucionarias liquidó por completo
aquella expedición. Una dura derrota para el imperio.
Y una gran humillación.
El, por una parte, impulsa el bloqueo económico, los ataques
piratas y la “guerra sucia”. Pero también reacciona
de una forma más inteligente: elaborando un programa
político de reforma social y de ayuda económica para
América Latina.
Kennedy propuso, después de la derrota de Girón, la Alianza
para el Progreso, los Cuerpos de Paz, una estrategia
realmente astuta para frenar la revolución. Elaboró
un plan para asignar 20 mil millones de dólares en
diez años, destinados a un prograrna de reforma
agraria, ¡reforma agraria! Ellos que no habían
aceptado nunca la palabra reforma agraria, a la que
consideraban tema de comunistas, plantearon la
necesidad de una reforma agraria en América Latina.
Y propusieron adicionalmente construcción de
viviendas, reformas fiscales, prograrnas de
educación y de salud. Bueno, casi casi lo que
estábarnos haciendo nosotros.
Frente a la Revolución Cubana, Kennedy se vio obligado a
lanzar iniciativas de este tipo. Entendía que los
factores objetivos de carácter social y económico
podían dar lugar a una revolución radical en este
continente. Podia haber una Revolución Cubana a
escala de todo un continente y quizás más radical
aún.
Al final, muchos gobernantes latinoamericanos se robaron todo
el dinero posible y Ia Alianza para el Progreso paso
sin pena ni gloria. Pero fue una reacción astuta de
Kennedy, quien realmente tenía un indiscutible nivel
de preparación intelectual.
(Tomado del libro
"Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio
Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana,
2006, páginas 291-306)
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