EL DERRUMBE DE LA UNIÓN SOVIÉTICA
EL DESASTRE ECOLÓGICO – ESTADO DE INFRAESTRUCTURAS –
MEDIOCRIDAD INFORMÁTICA – REINO DE LAS MAFIAS –
VIVIR SIN LA URSS
Después del derrumbe de la Unión Soviética en 1991 y
de otros países del Este, se descubrieron cosas
terribles. Se constató que había un enorme desastre
ecológico, que había un estado lamentable de las
infraestructuras. Usted mismo me decía que la
medicina no funcionaba...
Funcionaba con deficiencias, pero diez veces mejor
que lo que hay ahora.
Se descubrió una terrible dificultad de la vida
cotidiana y surgió también una especie de reino de
las mafias, una corrupción astronómica. Los propios
cuadros del Partido se han apoderado de una gran
parte de la riqueza nacional. En definitiva setenta
años de socialismo soviético no habían permitido
construir un "hombre nuevo". Todas esas revelaciones,
primero, ¿usted las sospechaba? Segundo, ¿afectaron
sus propias convicciones?
Le voy a responder. Usted ha señalado una lista de
cosas; algunas se conocieron antes, pero muchas se
han conocido después. Hay que analizarlas bien.
Yo tenía muchas inconformidades. Por ejemplo, cuando
iba a Moscú me quejaba porque me ponían un cuadrito
del Partido allí que me acompañaba por todas partes,
veía pequeñas miserias, celos, egoísmos... Todo ese
tipo de cosas las había, pero también se ven en
todas partes, y en grado mayor, así que... Le
confieso que había esos problemas pero en grado
mucho menor que en otras partes. Vamos a verlas una
por una. Ponga la primera.
El desastre ecológico.
Es cierto. No se sabía que en el mundo había un
desastre ecológico, y se puede decir que Occidente
lo descubrió primero. Marx pensaba que el límite del
desarrollo de las riquezas estaba en el sistema
social y no en los recursos naturales como hoy se
sabe.
Los soviéticos no conocían el peligro ecológico, y
en un territorio tan gigantesco y tan grande como el
de la URSS era quizá difícil darse cuenta de ello,
pero los desastres ecológicos que se descubrieron
allí son iguales a los demás.
Y Chernóbil...?[1]
Lo de Chernóbil, la única tragedia que se ha
producido con los tipos de reactores que no son por
agua, sino de grafito, ha hecho efectivamente un
destrozo tremendo. Pero antes de eso hubo ya otros
desastres ecológicos: el destrozo que ha tenido
lugar en México, en Centroamérica, en Suramérica; la
selva del Amazonas, hay una disputa para ver cómo se
salva, si se salva... El desastre ecológico es
universal, no se le podría atribuir realmente sólo
al Estado socialista.
Pero, por ejemplo, el mar de Aral. Los soviéticos
tomaron decisiones para desviar los ríos y el mar de
Aral está desapareciendo, por razones de gigantismo
productivista.
Pero no es un problema exclusivo. Se discutió mucho,
querían producir, desde Jruschov, Brezhnev... Por
ejemplo, en Kazajastán desarrollaron la producción
triguera, pero ellos eran libres y lo que hizo cada
cual fue buscar un incremento de la producción,
también buscaban cultivar las estepas de la sal en
Uzbekistán —yo estuve allí—, entonces tomaron agua
de unos ríos que venían de las montañas. Producían
millones de toneladas de algodón. Fue una aplicación
incorrecta de la técnica. No conocían, ni
sospechaban siquiera, y creyendo hacer una gran cosa
provocaron un gran desatre. Me acuerdo de Jruschov
diciéndome ese tipo de cosas, el gigantismo, la
conquista de nuevas tierras, la superproducción, y
yo lo discutí. Y bueno, prosperaba la agricultura,
la siembra con el regadío, pero los problemas de los
residuos salinos iban siendo mayores, También
nosotros estamos descubriendo cosas. La Revolución
empleó herbicidas; si no empleaba herbicidas en un
momento dado, no podía haber industria agrícola;
fertilizantes, bueno, el fertilizante ha salvado a
la humanidad, sin el fertilizante se habría muerto
de hambre Europa y en general esta humanidad.
Sin embargo, yo me acuerdo de un libro de Voisin[2]
que se titulaba Suelo, hierba y cáncer y
analizaba el efecto del potasio en el desarrollo de
determinados cánceres. Yo he leído todos esos libros
—-me gustaba mucho la agricultura—; eí peligro del
potasio. La papa, sin potasio..., los tubérculos en
general lo necesitan; para el plátano o la caña es
el nitrógeno, el fósforo; pero hay una serie de
producciones de alimentos que necesitan el potasio y
han estado obligados a usarlo.
Hoy se conocen una cantidad de efectos indeseables
increíbles. Hoy se estudian los genes; hace veinte
años, de los genes se sabía bastante poco, se regía
la genética por las leyes de Mendel, aquellos
descubrimientos a partir de los guisantes, se
trabajaba muchísimo por la genética tradicional de
los cruzamientos. No se conocía la ingeniería
genética, no se habían hecho transferencias de
fragmentos de una célula a otra. Nosotros trabajamos
muchísimo la genética tradicional y después vimos
las posibilidades de la ingeniería genética y
desarrollamos la ingeniería genética; tenemos
medicamentos producidos por ingeniería genética,
vacunas o medicamentos que no tienen origen natural.
Las de origen natural pueden estar contaminadas con
otros elementos, así que hacer una vacuna sintética
da mucha más seguridad que una vacuna natural.
La ciencia se ha ido desarrollando; pero se ha usado
erróneamente muchas veces. Es decir, son cosas que
no son exclusivas, ni mucho menos, de los soviéticos.
Siga.
El estado lamentable de las infraestructuras, de la
vías de comunicación, el ferrocarril, las carreteras,
el teléfono, la electricidad, todo en muy
mal estado.
Fíjese, yo no tengo interés en defender nada de lo
malo que hicieron los soviéticos, debo aclararle
esto. Yo llegué a creer que, como ellos se dedicaron
a la industrialización acelerada... Eso los salvó en
la guerra mundial, si no los derrotan. Sin
industrialización acelerada, no se salvan. Ellos
transportaron las fábricas y las pusieron hasta en
ía nieve, empezaron a producir sin techo, hicieron
una enorme proeza, quizás una de las más grandes en
aquella guerra donde se cometieron tantos errores
políticos previos. Ahí es donde tengo las
mayores críticas, y en otras cosas que debilitaron
al país, pero la industrialización acelerada fue una
necesidad casi vital.
Yo creía que a los soviéticos les sobraba la
gasolina, y puede ser que haya bastante de cierto,
porque había momentos en que había excedentes, la
gasolina es lo que queda después de utilizar el fuel
oil, el diesel y todo aquello para la industria,
para la agricultura; era para automóviles casi
exclusivamente. Ellos no desarrollaron una sociedad
de automóviles, creo que hicieron muy bien. Llegué a
pensar que no tenían dónde echar la gasolina y la
empleaban en los motores.
Pero, en realidad, tenían atrasos tecnológicos, y
ésos son errores de carácter político cometidos por
los que dirigen, porque era el país que más centros
de investigación creó, más invenciones hizo y menos
las aplicó. Era desesperante. Las carreteras muy
estrechas; no sé si tendrían mentalidad de guerra de
no desarrollar grandes autopistas, porque a ellos
les ayudaba, incluso, y desde antes, un ferrocarril
de distinta anchura — estoy especulando sobre cuáles
fueron las causas—, desarrollaron mucho los
ferrocarriles, ningún país desarrolló los
ferrocarriles más que ellos; llegaron a tener buen
desarrollo de transporte por ferrocarril. Tal vez el
coche no era tan cómodo, pero el tren de Siberia
llegaba a decenas de miles de kilómetros... Habría
que calcular cuántas líneas hicieron; carreteras no
hicieron.
Pero yo creo que una de las cosas que más impulsa la
carretera no es el transporte en sí, es el
transporte individual, el automovilismo. Yo me
desesperaba, porque nosotros hacíamos aquí las
carreteras mejores y no eran para el automovilismo,
eran para ahorrar la distancia, para evitar
accidentes, para llegar más rápido. Creo que los
soviéticos pudieron hacerlas en otras direcciones,
qué sé yo, de Moscú a Kiev, de Moscú a Minsk, las
pudieron hacer, para facilitar el transporte,
incluso, de camiones y demás vehículos. No hubo el
estímulo al automovilismo. Tardaron en desarrollar
el automovilismo, les preocupaban más los camiones,
sobre todo la industria de guerra, es la que más se
desarrolló.
Y la informática tampoco la desarrollaron, y eso que
tenían miles de ingenieros, tenían alta capacidad. ¿Cómo
lo explica usted?
Eso no tiene justificación, eso es falta de visión.
Uno se asombraba, y los yanquis, en cambio, la
desarrollaron a toda velocidad. En algunas cosas,
los soviéticos fueron mediocres; sin embargo, no en
las investigaciones, el problema estaba en la
aplicación de las investigaciones. Ellos tenían más
investigación, habían llegado al espacio antes, y no
se llega al espacio sin informática.
En Cuba, ¿ustedes han evitado ese error? ¿Se
preocupan por desarrollar la informática?
En nuestro país hubo momentos en que no se enseñaba
computación ni en las universidades. Fuimos poco a
poco, y empezamos por las universidades. Después
hicimos 170 joven Clubs de computación, hace no
mucho tiempo los duplicamos a 300, con doble número
de máquinas. Pero lo esencial es que hoy, en nuestro
país, la enseñanza de la computación se inicia en la
edad preescolar. El ciento porciento de los niños,
desde preescolar hasta la universidad, cuentan con
sus laboratorios de computación, y hemos descubierto
las posibilidades enormes que eso brinda. También se
utilizan exhaustivamente los medios audiovisuales.
Para el uso de estas técnicas, los paneles solares,
con un costo y gasto mínimos, suministran la
electricidad necesaria ai ciento por ciento de las
escuelas rurales que carecían de ella.
Y entramos en la etapa masiva y trabajamos
intensamente en otras cosas, de las que no hablamos
mucho, pero se están formando por decenas de miles
los programadores. Y hemos creado —ya va para el
segundo curso—, una universidad de la ciencia
informática con alumnos seleccionados entre los
mejores de todo el país, donde ingresan 2 mil
alumnos por año; no serán, desde luego, los únicos,
ahí se formarán analistas más que programadores.
Sigamos con la URSS. Cuando se derrumbó la Unión
Soviética, surgió una especie de reino de mafias por
todas partes; se descubrió una corrupción gigantesca;
ellos no habían conseguido, precisamente, inocular
valores éticos, sino que, al contrario, se había
creado una especie de corrupción generalizada.
Yo le voy a analizar. El capitalismo es un creador
de todo tipo de gérmenes, la mafia la inventó el
capitalismo. Todos esos gérmenes de corrupción están
presentes. En el socialismo los hay también, porque
las personas tienen necesidades, tú tienes que
sembrar valores, pelear. Nosotros peleamos —y
todavía hoy peleamos muchísimo—, porque una
revolución empieza acabando con todas las leyes. Yo
recuerdo que descubrimos que había una cultura de
los ricos y una cultura de los pobres. La de los
ricos, muy decentes: compro, pago. La de los pobres:
¿cómo me consigo esto aquí?, ¿cómo le robo al rico y
al que sea?
Muchas familias humildes, buenas, patriotas, les
decían al hijo que trabajaba, por ejemplo, en el
sector hotelero: "Oye, llévate una sábana, llévate
una almohada, tráeme esto, tráeme lo otro." Esas
actitudes nacen de la cultura de la pobreza, y
cuando se hacen los cambios sociales para cambiar
todo eso, los hábitos perduran mucho más tiempo.
Si este socialismo desapareciera en Cuba, en virtud
de que hubiéramos seguido los consejos de Felipe
González[3] y de toda esa gente, aquí también, y en
un altísimo grado, habrían rebrotado las mafias, y
todo lo peor del capitalismo, incluido drogas v
crímenes. Hay sectores completos en nuestra sociedad
que nosotros no los hemos cambiado todavía, y el
entusiasmo que tenemos es que vemos con toda
claridad cómo pueden ser progresivamente cambiados
mediante la educación.
En la Unión Soviética debe haber habido eso también;
no sé en qué grado existió en la URSS, porque la
URSS tenía bastantes escuelas, bastante estudio, y
no eran malas las universidades.
De todas maneras, el hombre es el hombre, no podemos
idealizarlo. Por suerte, yo parto de una confianza
grande de que este ser humano, con todos sus
defectos y limitaciones, tiene capacidades
suficientes para preservarse y tiene inteligencia
suficiente para mejorarse. Yo, si no creyera eso, no
lucharía. Diría: "Miren, esto no tiene remedio, esto
se va a fastidiar de todas maneras." De modo que tú
te pones a hacer todas las comparaciones y yo creo
que una razón u otra pueden explicar lo que no tiene
justificación, hay fenómenos que son de otra
naturaleza.
Ustedes no realizaron en Cuba aquello que se llamó,
en tiempos de Gorbachov, la "perestroika", la
revisión general del funcionamiento del sistema. ¿Piensa
usted que no era necesaria aquí una "perestroika" y
que eso ayudó a preservar la Revolución?
Mire, lo que le puedo decir es que en la Unión
Soviética tuvieron lugar fenómenos históricos que
aquí no se han dado. El fenómeno del stalinismo no
se dio aquí; no se conoció nunca en nuestro país un
fenómeno de esa naturaleza de abuso de poder, de
autoridad, de culto a la personalidad, de estatuas,
etcétera. Aquí, desde muy al principio de la
Revolución, se hizo una ley que prohibía poner el
nombre de dirigentes a una calle, a una obra, a una
estatua. Aquí no hay retratos oficiales en las
oficinas públicas; siempre hemos estado muy en
contra de) culto de la personalidad. Eso no se ha
conocido aquí.
Nosotros no tenemos por qué rectificar errores que
se cometieron en otras partes. Aquí no hubo
colectivización forzosa de tierras, ese fenómeno
nunca se dio en nuestro país. Nosotros siempre hemos
respetado un principio: la construcción del
socialismo es tarea de hombres libres que quieran
hacer una sociedad nueva. Nosotros no tenemos por
qué rectificar errores que no existieron.
Si nosotros hubiéramos hecho esa "perestroika", los
norteamericanos estarían felices, porque, de hecho,
los soviéticos se autodestruyeron. Si nosotros nos
hubiéramos dividido en diez fracciones y empieza
aquí una pugna tremenda por el poder, entonces los
norteamericanos se sentirían las gentes más felices
del mundo y dirían: "Ya nos vamos a liberar por fin
de la Revolución Cubana". Si nosotros nos dedicamos
a hacer reformas de ese tipo, que no tienen nada que
ver con las condiciones de Cuba, nos hubiéramos
autodestruido Pero nosotros no nos vamos a
autodestruir, eso debe quedar muy claro.
¿Usted se interesó por los esfuerzos de Gorbachov
para reformar la URSS?
Mire, yo tenía una pésima opinión de todo lo que
estaba haciendo Gorbachov. Me gustó al principio
cuando habló de aplicar la ciencia a la producción;
avanzar por el camino de una producción intensiva,
apoyado en la productividad del trabajo y no un
crecimiento extensivo de la producción sobre la base
de más y más fábricas; ya ese camino estaba agotado,
y había que ir sobre la vía de la producción
intensiva. Más productividad y más productividad,
aplicación de la técnica, nadie podía discrepar de
eso. Habló también que se oponía a los ingresos no
provenientes del trabajo.
Ésas fueron las primeras declaraciones de Gorbachov,
lo hallábamos muy bien desde el primer momento, y
también se opuso, incluso, al exceso de consumo de
alcohol, y me pareció muy bueno. Bueno, creo que
allí no es tan fácil el manejo de ese problema, eso
requería una prédica larga, porque los rusos hace
mucho tiempo que saben cómo se produce el vodka, el
aguardiente, en cualquier alambique. Incluso
conversé de eso con él, esas cosas me agradaban.
Yo le explicaba también la necesidad de que la URSS
tuviera otros métodos de relaciones con los demás
partidos; que fuera más amplio en las relaciones, no
solo con los partidos comunistas, sino con las
fuerzas de izquierda, con todas las fuerzas
progresistas.
Ellos tenían con los demás partidos comunistas pro
soviético una actitud bastante hegemónica, ¿no?
Mire, yo no soy de los que se ponen a criticar a los
personajes históricos satanizados por la reacción
mundial para hacerles gracia a los burgueses y a los
imperialistas. Pero tampoco voy a cometer la
tontería de no atreverme a decir algo que tengo el
deber de decir. Pues sí, en la Unión Soviética se
creó un tremendo vicio de abuso de poder, de
crueldad, y en especial el hábito de imponer la
autoridad de un país, de un partido hegemónico, a
los demás países y partidos.
Nosotros hemos estado más de cuarenta años
manteniendo relaciones con el movimiento
revolucionario en America Latina, y relaciones
sumamente estrechas. Jamás se nos ocurrió decirle a
ninguno lo que debía hacer íbamos descubriendo,
además, el celo con que cada movimiento
revolucionario defiende sus derechos y sus
prerrogativas. Recuerdo momentos cruciales: cuando
la URSS se derrumbó, mucha gente se quedó sola,
entre ellas nosotros, los revolucionarios cubanos.
Pero nosotros sabíamos lo que debíamos hacer.
Estaban los demás movimientos revolucionarios en
muchas partes librando su lucha. No voy a decir
cuáles, no voy a decir quienes; pero se trataba de
movimientos muy serios. Ante aquella situación
desesperada, el derrumbe de la URSS, nos preguntaron
a nosotros si continuaban luchando, o si negociaban
con las fuerzas opuestas buscando una paz, cuando
uno sabía a qué conducía aquella paz.
Yo les decía: "Ustedes no nos pueden pedir opinión a
nosotros, son ustedes los que irían a luchar, son
ustedes los que irían a morir; no somos nosotros.
Nosotros sabemos qué estamos dispuestos a hacer;
pero eso sólo lo pueden decidir ustedes." Ahí estaba
la más extrema manifestación de respeto a los demás
movimientos. Y no el intento de imponer —sobre la
base de nuestros conocimientos y experiencias y el
enorme respeto que sentían por nuestra Revolución—
el peso de nuestros puntos de vista. En ese momento
no podíamos pensar en las ventajas o desventajas
para Cuba de las decisiones que tomaran: "Decidan
ustedes." Y así cada uno de ellos, en momentos
decisivos, adoptó su línea.
¿Conoció usted a Boris Yeltsin?
Sí. Conocí a Boris Yeltsin, era un destacado
secretario del Partido en Moscú, con un montón de
ideas buenas: el propósito de atender las
necesidades de la ciudad, el desarrollo de la
ciudad. Yo le hice mucho hincapié en que preservaran
las partes históricas, que no las destruyeran. Tenía
idea de crear invernaderos para abastecer a Moscú;
era muy crítico y muy exigente con todos los cuadros,
de modo tal que los discursos de Yeltsin nosotros
los imprimíamos por el rigor con que criticaba
deficiencias, fallas. Y yo allí le dije: "Cuiden los
edificios patrimoniales, porque ustedes casi han
hecho desaparecer el antiguo Moscú, han construido
otro." Él vino aquí en ocasión de una visita a
Nicaragua, conversó mucho con nosotros.
Bien, un día que yo estaba en una visita allá en
Moscú, ponen a Yeltsin de acompañante mío —siempre
buscan a alguien para acompañarlo a uno, ir aquí e
ir allá—, y yo le estoy hablando incluso de algunas
cosas, de que es incomprensible que algunos de los
productos mantengan los mismos precios de hacía
cuarenta años, y escaseaban y daban lugar a algunos
problemas. El caviar tenía el mismo precio que en la
época de Stalin. Le digo: "Ustedes, además, algunos
productos son tan baratos que los despilfarran. El
pan está demasiado barato —le decía—, y mucha gente
compra pan para producir pollo con el pan y venderlo
en un mercado libre." Entonces, yo veía muchos
gastos, muchas de esas cosas superbaratas,
antieconómicas, que no eran esenciales, y todo a
partir de que tenían recursos suficientes.
Porque allí había una contradicción: aquel mercado
libre que vendía al precio que le daba la gana, y
también estaba la teoría —y los norteamericanos
usaban ese argumento en defensa de la propiedad
privada— de que no sé qué tanto por ciento de la
papa la produce el koljosiano en pequeñas parcelas;
no sé qué tanto por ciento del huevo y de lo otro, y
lo que no decían es que el koljosiano producía huevo
barato y carne barata porque utilizaba los granos de
la granja del Estado, que eran muy baratos, y usted
puede criar en un área de 15 metros por 15 metros, 2
mil gallinas, 3 mil gallinas, hasta 5 mil gallinas;
y hasta vacas.
¿Ustedes han experimentado eso?
Sí. Una vez nosotros hicimos un experimento, en el
cuarto de una casa, utilizando la luz eléctrica,
sobre cuánta leche se podía producir por metro
cuadrado, usando cultivos de agua, sembrando, dando
una masa, el número de kilogramos de masa verde que
podía producir un metro cuadrado. Hicimos el
experimento ése, porque tenía que ver la energía que
gastaba esto, a partir de que, en una superficie de
una hectárea, usted podía hacer, en la ciudad, un
edificio de veinte plantas y esa hectárea
convertirla en 20 hectáreas que podían producir lo
de 50 hectáreas si tenía energía, agua, fertilizante
y una vaca. ¡No se sabe lo que da la vaca! La vaca
se alimenta de vegetales; fácil, de vegetales, casi
hasta sin granos. Nosotros tuvimos que estudiar
mucho esos problemas en los primeros años de la
Revolución. De modo que allí discutíamos, Yeltsin y
yo — él aún no era presidente de Rusia— hablábamos
de todo eso.
¿De cómo funcionaban las cosas en la Unión Soviética?
Mire, cuatro centavos costaba el trolebús, el metro
creo que cinco centavos, eso daba lugar a que la
gente viajara demasiado de un lado para otro. Yo le
explicaba a Yeltsin lo que nos pasaba a nosotros con
relación a eso, porque él me dice en un momento
dado: "Pienso que el transporte debiera ser gratuito."
Y yo le respondí con el consejo de por qué no debía
ser gratuito el transporte; debía tener un precio
razonable, aunque sea para ahorrar la cantidad de
viajes que la gente hace con el transporte gratuito,
porque una vez aquí, en Cuba, un secretario del
Partido en una región —que era menos que una
provincia y más que un municipio—, un compañero
nuestro, le habíamos mandado unos ómnibus y había
puesto el transporte gratis —de esos libretazos que
hacía la gente en los lugares; puso gratis el
transporte, por su cuenta—, bueno, eso le costó una
discusión tremenda.
El transporte aquí era casi gratis, pero la gente,
en vez de caminar diez cuadras, siete cuadras,
tomaba el ómnibus, a lo mejor ni lo pagaban, no daba
tiempo, o lo pagaban por 700 metros, por 800 metros,
lo que multiplica el consumo innecesario. Así que
fíjese lo que me dice Yeltsin, y yo le tengo que
aconsejar que no podían poner gratis el transporte y
no podían poner gratis nada, y que hacían muchas
cosas gratis porque los precios eran inamovibles. De
modo que a Yeltsin también lo vi.
¿Cómo eran sus relaciones con Gorbachov?
Hubo buenas relaciones con Gorbachov. Raúl lo
conocía desde hacía años en ocasión de una visita
que hizo a la Unión Soviética y tenía relaciones de
amistad con él. Yo hablé mucho con él, lo conocí,
conversé con él. Gorbachov era un hombre muy
inteligente, ésa era una de sus características. Con
nosotros fue muy amistoso, fue un amigo realmente, y
mientras ejerció el poder en la Unión Soviética hizo
todo lo posible por respetar los intereses de Cuba y
las buenas relaciones con nuestro país. Un hombre de
gran capacidad, con buenas intenciones, porque no
tengo duda de que Gorbachov tenía la intención de
luchar por un perfeccionamiento del socialismo, no
tengo la menor duda de eso.
Pero no consiguió encontrar soluciones a los grandes
problemas que tenía su país. Y desempeñó
indiscutiblemente un papel importante en los
fenómenos que se desataron en la Unión Soviética y
en la debacle. No pudo evitar la desintegración de
la Unión Soviética, no la supo preservar como gran
país y como gran potencia. Nosotros le sugerimos,
como le dije, que a los congresos, a las efemérides
esas que ellos organizaban, invitara no sólo a los
partidos comunistas sino también a otras fuerzas de
izquierda, progresistas.... Y teníamos muy buenas
relaciones. Vino un ciclón y nos mandó una ayuda,
todo muy bien. Hicieron un plan, que era bueno, ya
le digo, sobre la base de las ideas éstas relativas
a la producción intensiva que había que mantener.
Después empezó la política internacional, empezaron
las concesiones, las concesiones en el armamento
estratégico, en todo, v un día, incluso, bueno,
piden los asesoramientos de Felipe González y del
PSOE...
¿Ustedes, en algún momento, consideraron que su
seguridad estaba garantizada por la potencia militar
de la Unión Soviética?
Nunca. En determinado momento llegamos a la
convicción de que, si éramos atacados directamente
por Estados Unidos, jamás los soviéticos lucharían
por nosotros. Ni podíamos pedírselo. Con el
desarrollo de las tecnologías modernas, era ingenuo
pensar, o pedir, o esperar que aquella potencia
luchara contra Estados Unidos, si éstos intervenían
en la islita que estaba aquí a noventa millas del
territorio norteamericano.
Y llegamos a la convicción total de que ese apoyo
jamás ocurriría. Algo más: se lo preguntamos
directamente un día a los soviéticos, varios años
antes de su desaparición. "Dígannoslo francamente."
"No", respondieron. Sabíamos que era lo que iban a
responder. Y entonces, más que nunca, aceleramos el
desarrollo de nuestra concepción y perfeccionamos
las ideas tácticas y estratégicas con las cuales
triunfó esta Revolución y venció. Después de esa
respuesta, más que nunca nos arraigamos en nuestras
concepciones, las profundizamos y nos fortalecimos a
un nivel tal que nos permite afirmar hoy que este
país es militarmente invulnerable; y no en virtud de
armas de destrucción masiva.
Cuando se derrumbó la URSS muchos predijeron también
el derrumbe de la Revolución Cubana. ¿Cómo
resistieron ustedes?
Cuando la URSS y el campo socialista desaparecieron,
nadie apostaba un solo centavo por la supervivencia
de la Revolución Cubana.
El país sufrió un golpe anonadante cuando, de un día
para otro, se derrumbó la gran potencia y nos dejó
solos, solitos, y perdimos todos los mercados para
el azúcar y dejamos de recibir víveres, combustible,
hasta la madera con que darles cristiana sepultura a
nuestros muertos. Nos quedamos sin combustible de un
día para otro, sin materias primas, sin alimentos,
sin aseo, sin nada. Y todos pensaban: "Esto se
derrumba", y siguen creyendo algunos idiotas que
esto se derrumba, y que si no se derrumba ahora, se
derumba después, Y mientras más ilusiones se hagan
ellos y más piensen ellos, más debemos pensar
nosotros, y más debemos sacar las conclusiones
nosotros, para que jamás la derrota pueda
enseñorearse sobre este glorioso pueblo.
Estados Unidos arreció el bloqueo. Surgieron las
leyes Torricelli[4] y Helms-Burton,[5] esta última
de carácter extraterritorial. Nuestros mercados y
fuentes de suministros fundamentales desaparecieron
abruptamente. El consumo de calorías v proteínas se
redujo casi a la mitad. El país resistió y avanzó
considerablemente en el campo social. Hoy ha
recuperado gran parte de sus requerimientos
nutritivos y avanza aceleradamente en otros campos.
Aun en esas condiciones, la obra realizada y la
conciencia creada durante años obraron el milagro. ¿Por
qué resistimos? Porque la Revolución contó siempre,
cuenta y contará cada vez más con el apoyo del
pueblo, un pueblo inteligente, cada vez más unido,
más culto y más combativo.
(Tomado
del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con
Ignacio Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera
edición, La Habana, 2006, páginas 403-417) © |