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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 17-El derrumbe de la Unión Soviética.

 
 
 
 

 

EL DERRUMBE DE LA UNIÓN SOVIÉTICA

 

EL DESASTRE ECOLÓGICO – ESTADO DE INFRAESTRUCTURAS –
MEDIOCRIDAD INFORMÁTICA – REINO DE LAS MAFIAS –
VIVIR SIN LA URSS

 

 

 

Después del derrumbe de la Unión Soviética en 1991 y de otros países del Este, se descubrieron cosas terribles. Se constató que había un enorme desastre ecológico, que había un estado lamentable de las infraestructuras. Usted mismo me decía que la medicina no funcionaba... 

Funcionaba con deficiencias, pero diez veces mejor que lo que hay ahora. 

Se descubrió una terrible dificultad de la vida cotidiana y surgió también una especie de reino de las mafias, una corrupción astronómica. Los propios cuadros del Partido se han apoderado de una gran parte de la riqueza nacional. En definitiva setenta años de socialismo soviético no habían permitido construir un "hombre nuevo". Todas esas revelaciones, primero, ¿usted las sospechaba? Segundo, ¿afectaron sus propias convicciones? 

Le voy a responder. Usted ha señalado una lista de cosas; algunas se conocieron antes, pero muchas se han conocido después. Hay que analizarlas bien. 

Yo tenía muchas inconformidades. Por ejemplo, cuando iba a Moscú me quejaba porque me ponían un cuadrito del Partido allí que me acompañaba por todas partes, veía pequeñas miserias, celos, egoísmos... Todo ese tipo de cosas las había, pero también se ven en todas partes, y en grado mayor, así que... Le confieso que había esos problemas pero en grado mucho menor que en otras partes. Vamos a verlas una por una. Ponga la primera. 

El desastre ecológico. 

Es cierto. No se sabía que en el mundo había un desastre ecológico, y se puede decir que Occidente lo descubrió primero. Marx pensaba que el límite del desarrollo de las riquezas estaba en el sistema social y no en los recursos naturales como hoy se sabe. 

Los soviéticos no conocían el peligro ecológico, y en un territorio tan gigantesco y tan grande como el de la URSS era quizá difícil darse cuenta de ello, pero los desastres ecológicos que se descubrieron allí son iguales a los demás. 

Y Chernóbil...?[1] 

Lo de Chernóbil, la única tragedia que se ha producido con los tipos de reactores que no son por agua, sino de grafito, ha hecho efectivamente un destrozo tremendo. Pero antes de eso hubo ya otros desastres ecológicos: el destrozo que ha tenido lugar en México, en Centroamérica, en Suramérica; la selva del Amazonas, hay una disputa para ver cómo se salva, si se salva... El desastre ecológico es universal, no se le podría atribuir realmente sólo al Estado socialista. 

Pero, por ejemplo, el mar de Aral. Los soviéticos tomaron decisiones para desviar los ríos y el mar de Aral está desapareciendo, por razones de gigantismo productivista. 

Pero no es un problema exclusivo. Se discutió mucho, querían producir, desde Jruschov, Brezhnev... Por ejemplo, en Kazajastán desarrollaron la producción triguera, pero ellos eran libres y lo que hizo cada cual fue buscar un incremento de la producción, también buscaban cultivar las estepas de la sal en Uzbekistán —yo estuve allí—, entonces tomaron agua de unos ríos que venían de las montañas. Producían millones de toneladas de algodón. Fue una aplicación incorrecta de la técnica. No conocían, ni sospechaban siquiera, y creyendo hacer una gran cosa provocaron un gran desatre. Me acuerdo de Jruschov diciéndome ese tipo de cosas, el gigantismo, la conquista de nuevas tierras, la superproducción, y yo lo discutí. Y bueno, prosperaba la agricultura, la siembra con el regadío, pero los problemas de los residuos salinos iban siendo mayores, También nosotros estamos descubriendo cosas. La Revolución empleó herbicidas; si no empleaba herbicidas en un momento dado, no podía haber industria agrícola; fertilizantes, bueno, el fertilizante ha salvado a la humanidad, sin el fertilizante se habría muerto de hambre Europa y en general esta humanidad. 

Sin embargo, yo me acuerdo de un libro de Voisin[2] que se titulaba Suelo, hierba y cáncer y analizaba el efecto del potasio en el desarrollo de determinados cánceres. Yo he leído todos esos libros —-me gustaba mucho la agricultura—; eí peligro del potasio. La papa, sin potasio..., los tubérculos en general lo necesitan; para el plátano o la caña es el nitrógeno, el fósforo; pero hay una serie de producciones de alimentos que necesitan el potasio y han estado obligados a usarlo. 

Hoy se conocen una cantidad de efectos indeseables increíbles. Hoy se estudian los genes; hace veinte años, de los genes se sabía bastante poco, se regía la genética por las leyes de Mendel, aquellos descubrimientos a partir de los guisantes, se trabajaba muchísimo por la genética tradicional de los cruzamientos. No se conocía la ingeniería genética, no se habían hecho transferencias de fragmentos de una célula a otra. Nosotros trabajamos muchísimo la genética tradicional y después vimos las posibilidades de la ingeniería genética y desarrollamos la ingeniería genética; tenemos medicamentos producidos por ingeniería genética, vacunas o medicamentos que no tienen origen natural. Las de origen natural pueden estar contaminadas con otros elementos, así que hacer una vacuna sintética da mucha más seguridad que una vacuna natural. 

La ciencia se ha ido desarrollando; pero se ha usado erróneamente muchas veces. Es decir, son cosas que no son exclusivas, ni mucho menos, de los soviéticos. Siga. 

El estado lamentable de las infraestructuras, de la vías de comunicación, el ferrocarril, las carreteras, el teléfono, la electricidad, todo en muy mal estado. 

Fíjese, yo no tengo interés en defender nada de lo malo que hicieron los soviéticos, debo aclararle esto. Yo llegué a creer que, como ellos se dedicaron a la industrialización acelerada... Eso los salvó en la guerra mundial, si no los derrotan. Sin industrialización acelerada, no se salvan. Ellos transportaron las fábricas y las pusieron hasta en ía nieve, empezaron a producir sin techo, hicieron una enorme proeza, quizás una de las más grandes en aquella guerra donde se cometieron tantos errores políticos previos. Ahí es donde tengo las mayores críticas, y en otras cosas que debilitaron al país, pero la industrialización acelerada fue una necesidad casi vital. 

Yo creía que a los soviéticos les sobraba la gasolina, y puede ser que haya bastante de cierto, porque había momentos en que había excedentes, la gasolina es lo que queda después de utilizar el fuel oil, el diesel y todo aquello para la industria, para la agricultura; era para automóviles casi exclusivamente. Ellos no desarrollaron una sociedad de automóviles, creo que hicieron muy bien. Llegué a pensar que no tenían dónde echar la gasolina y la empleaban en los motores. 

Pero, en realidad, tenían atrasos tecnológicos, y ésos son errores de carácter político cometidos por los que dirigen, porque era el país que más centros de investigación creó, más invenciones hizo y menos las aplicó. Era desesperante. Las carreteras muy estrechas; no sé si tendrían mentalidad de guerra de no desarrollar grandes autopistas, porque a ellos les ayudaba, incluso, y desde antes, un ferrocarril de distinta anchura — estoy especulando sobre cuáles fueron las causas—, desarrollaron mucho los ferrocarriles, ningún país desarrolló los ferrocarriles más que ellos; llegaron a tener buen desarrollo de transporte por ferrocarril. Tal vez el coche no era tan cómodo, pero el tren de Siberia llegaba a decenas de miles de kilómetros... Habría que calcular cuántas líneas hicieron; carreteras no hicieron. 

Pero yo creo que una de las cosas que más impulsa la carretera no es el transporte en sí, es el transporte individual, el automovilismo. Yo me desesperaba, porque nosotros hacíamos aquí las carreteras mejores y no eran para el automovilismo, eran para ahorrar la distancia, para evitar accidentes, para llegar más rápido. Creo que los soviéticos pudieron hacerlas en otras direcciones, qué sé yo, de Moscú a Kiev, de Moscú a Minsk, las pudieron hacer, para facilitar el transporte, incluso, de camiones y demás vehículos. No hubo el estímulo al automovilismo. Tardaron en desarrollar el automovilismo, les preocupaban más los camiones, sobre todo la industria de guerra, es la que más se desarrolló. 

Y la informática tampoco la desarrollaron, y eso que tenían miles de ingenieros, tenían alta capacidad. ¿Cómo lo explica usted? 

Eso no tiene justificación, eso es falta de visión. Uno se asombraba, y los yanquis, en cambio, la desarrollaron a toda velocidad. En algunas cosas, los soviéticos fueron mediocres; sin embargo, no en las investigaciones, el problema estaba en la aplicación de las investigaciones. Ellos tenían más investigación, habían llegado al espacio antes, y no se llega al espacio sin informática. 

En Cuba, ¿ustedes han evitado ese error? ¿Se preocupan por desarrollar la informática? 

En nuestro país hubo momentos en que no se enseñaba computación ni en las universidades. Fuimos poco a poco, y empezamos por las universidades. Después hicimos 170 joven Clubs de computación, hace no mucho tiempo los duplicamos a 300, con doble número de máquinas. Pero lo esencial es que hoy, en nuestro país, la enseñanza de la computación se inicia en la edad preescolar. El ciento porciento de los niños, desde preescolar hasta la universidad, cuentan con sus laboratorios de computación, y hemos descubierto las posibilidades enormes que eso brinda. También se utilizan exhaustivamente los medios audiovisuales. Para el uso de estas técnicas, los paneles solares, con un costo y gasto mínimos, suministran la electricidad necesaria ai ciento por ciento de las escuelas rurales que carecían de ella. 

Y entramos en la etapa masiva y trabajamos intensamente en otras cosas, de las que no hablamos mucho, pero se están formando por decenas de miles los programadores. Y hemos creado —ya va para el segundo curso—, una universidad de la ciencia informática con alumnos seleccionados entre los mejores de todo el país, donde ingresan 2 mil alumnos por año; no serán, desde luego, los únicos, ahí se formarán analistas más que programadores. 

Sigamos con la URSS. Cuando se derrumbó la Unión Soviética, surgió una especie de reino de mafias por todas partes; se descubrió una corrupción gigantesca; ellos no habían conseguido, precisamente, inocular valores éticos, sino que, al contrario, se había creado una especie de corrupción generalizada. 

Yo le voy a analizar. El capitalismo es un creador de todo tipo de gérmenes, la mafia la inventó el capitalismo. Todos esos gérmenes de corrupción están presentes. En el socialismo los hay también, porque las personas tienen necesidades, tú tienes que sembrar valores, pelear. Nosotros peleamos —y todavía hoy peleamos muchísimo—, porque una revolución empieza acabando con todas las leyes. Yo recuerdo que descubrimos que había una cultura de los ricos y una cultura de los pobres. La de los ricos, muy decentes: compro, pago. La de los pobres: ¿cómo me consigo esto aquí?, ¿cómo le robo al rico y al que sea? 

Muchas familias humildes, buenas, patriotas, les decían al hijo que trabajaba, por ejemplo, en el sector hotelero: "Oye, llévate una sábana, llévate una almohada, tráeme esto, tráeme lo otro." Esas actitudes nacen de la cultura de la pobreza, y cuando se hacen los cambios sociales para cambiar todo eso, los hábitos perduran mucho más tiempo. 

Si este socialismo desapareciera en Cuba, en virtud de que hubiéramos seguido los consejos de Felipe González[3] y de toda esa gente, aquí también, y en un altísimo grado, habrían rebrotado las mafias, y todo lo peor del capitalismo, incluido drogas v crímenes. Hay sectores completos en nuestra sociedad que nosotros no los hemos cambiado todavía, y el entusiasmo que tenemos es que vemos con toda claridad cómo pueden ser progresivamente cambiados mediante la educación. 

En la Unión Soviética debe haber habido eso también; no sé en qué grado existió en la URSS, porque la URSS tenía bastantes escuelas, bastante estudio, y no eran malas las universidades. 

De todas maneras, el hombre es el hombre, no podemos idealizarlo. Por suerte, yo parto de una confianza grande de que este ser humano, con todos sus defectos y limitaciones, tiene capacidades suficientes para preservarse y tiene inteligencia suficiente para mejorarse. Yo, si no creyera eso, no lucharía. Diría: "Miren, esto no tiene remedio, esto se va a fastidiar de todas maneras." De modo que tú te pones a hacer todas las comparaciones y yo creo que una razón u otra pueden explicar lo que no tiene justificación, hay fenómenos que son de otra naturaleza. 

Ustedes no realizaron en Cuba aquello que se llamó, en tiempos de Gorbachov, la "perestroika", la revisión general del funcionamiento del sistema. ¿Piensa usted que no era necesaria aquí una  "perestroika" y que eso ayudó a preservar la Revolución? 

Mire, lo que le puedo decir es que en la Unión Soviética tuvieron lugar fenómenos históricos que aquí no se han dado. El fenómeno del stalinismo no se dio aquí; no se conoció nunca en nuestro país un fenómeno de esa naturaleza de abuso de poder, de autoridad, de culto a la personalidad, de estatuas, etcétera. Aquí, desde muy al principio de la Revolución, se hizo una ley que prohibía poner el nombre de dirigentes a una calle, a una obra, a una estatua. Aquí no hay retratos oficiales en las oficinas públicas; siempre hemos estado muy en contra de) culto de la personalidad. Eso no se ha conocido aquí. 

Nosotros no tenemos por qué rectificar errores que se cometieron en otras partes. Aquí no hubo colectivización forzosa de tierras, ese fenómeno nunca se dio en nuestro país. Nosotros siempre hemos respetado un principio: la construcción del socialismo es tarea de hombres libres que quieran hacer una sociedad nueva. Nosotros no tenemos por qué rectificar errores que no existieron. 

Si nosotros hubiéramos hecho esa "perestroika", los norteamericanos estarían felices, porque, de hecho, los soviéticos se autodestruyeron. Si nosotros nos hubiéramos dividido en diez fracciones y empieza aquí una pugna tremenda por el poder, entonces los norteamericanos se sentirían las gentes más felices del mundo y dirían: "Ya nos vamos a liberar por fin de la Revolución Cubana". Si nosotros nos dedicamos a hacer reformas de ese tipo, que no tienen nada que ver con las condiciones de Cuba, nos hubiéramos autodestruido Pero nosotros no nos vamos a autodestruir, eso debe quedar muy claro. 

¿Usted se interesó por los esfuerzos de Gorbachov para reformar la URSS? 

Mire, yo tenía una pésima opinión de todo lo que estaba haciendo Gorbachov. Me gustó al principio cuando habló de aplicar la ciencia a la producción; avanzar por el camino de una producción intensiva, apoyado en la productividad del trabajo y no un crecimiento extensivo de la producción sobre la base de más y más fábricas; ya ese camino estaba agotado, y había que ir sobre la vía de la producción intensiva. Más productividad y más productividad, aplicación de la técnica, nadie podía discrepar de eso. Habló también que se oponía a los ingresos no provenientes del trabajo. 

Ésas fueron las primeras declaraciones de Gorbachov, lo hallábamos muy bien desde el primer momento, y también se opuso, incluso, al exceso de consumo de alcohol, y me pareció muy bueno. Bueno, creo que allí no es tan fácil el manejo de ese problema, eso requería una prédica larga, porque los rusos hace mucho tiempo que saben cómo se produce el vodka, el aguardiente, en cualquier alambique. Incluso conversé de eso con él, esas cosas me agradaban. 

Yo le explicaba también la necesidad de que la URSS tuviera otros métodos de relaciones con los demás partidos; que fuera más amplio en las relaciones, no solo con los partidos comunistas, sino con las fuerzas de izquierda, con todas las fuerzas progresistas. 

Ellos tenían con los demás partidos comunistas pro soviético una actitud bastante hegemónica, ¿no? 

Mire, yo no soy de los que se ponen a criticar a los personajes históricos satanizados por la reacción mundial para hacerles gracia a los burgueses y a los imperialistas. Pero tampoco voy a cometer la tontería de no atreverme a decir algo que tengo el deber de decir. Pues sí, en la Unión Soviética se creó un tremendo vicio de abuso de poder, de crueldad, y en especial el hábito de imponer la autoridad de un país, de un partido hegemónico, a los demás países y partidos. 

Nosotros hemos estado más de cuarenta años manteniendo relaciones con el movimiento revolucionario en America Latina, y relaciones sumamente estrechas. Jamás se nos ocurrió decirle a ninguno lo que debía hacer íbamos descubriendo, además, el celo con que cada movimiento revolucionario defiende sus derechos y sus prerrogativas. Recuerdo momentos cruciales: cuando la URSS se derrumbó, mucha gente se quedó sola, entre ellas nosotros, los revolucionarios cubanos. Pero nosotros sabíamos lo que debíamos hacer. Estaban los demás movimientos revolucionarios en muchas partes librando su lucha. No voy a decir cuáles, no voy a decir quienes; pero se trataba de movimientos muy serios. Ante aquella situación desesperada, el derrumbe de la URSS, nos preguntaron a nosotros si continuaban luchando, o si negociaban con las fuerzas opuestas buscando una paz, cuando uno sabía a qué conducía aquella paz. 

Yo les decía: "Ustedes no nos pueden pedir opinión a nosotros, son ustedes los que irían a luchar, son ustedes los que irían a morir; no somos nosotros. Nosotros sabemos qué estamos dispuestos a hacer; pero eso sólo lo pueden decidir ustedes." Ahí estaba la más extrema manifestación de respeto a los demás movimientos. Y no el intento de imponer —sobre la base de nuestros conocimientos y experiencias y el enorme respeto que sentían por nuestra Revolución— el peso de nuestros puntos de vista. En ese momento no podíamos pensar en las ventajas o desventajas para Cuba de las decisiones que tomaran: "Decidan ustedes." Y así cada uno de ellos, en momentos decisivos, adoptó su línea. 

¿Conoció usted a Boris Yeltsin? 

Sí. Conocí a Boris Yeltsin, era un destacado secretario del Partido en Moscú, con un montón de ideas buenas: el propósito de atender las necesidades de la ciudad, el desarrollo de la ciudad. Yo le hice mucho hincapié en que preservaran las partes históricas, que no las destruyeran. Tenía idea de crear invernaderos para abastecer a Moscú; era muy crítico y muy exigente con todos los cuadros, de modo tal que los discursos de Yeltsin nosotros los imprimíamos por el rigor con que criticaba deficiencias, fallas. Y yo allí le dije: "Cuiden los edificios patrimoniales, porque ustedes casi han hecho desaparecer el antiguo Moscú, han construido otro." Él vino aquí en ocasión de una visita a Nicaragua, conversó mucho con nosotros. 

Bien, un día que yo estaba en una visita allá en Moscú, ponen a Yeltsin de acompañante mío —siempre buscan a alguien para acompañarlo a uno, ir aquí e ir allá—, y yo le estoy hablando incluso de algunas cosas, de que es incomprensible que algunos de los productos mantengan los mismos precios de hacía cuarenta años, y escaseaban y daban lugar a algunos problemas. El caviar tenía el mismo precio que en la época de Stalin. Le digo: "Ustedes, además, algunos productos son tan baratos que los despilfarran. El pan está demasiado barato —le decía—, y mucha gente compra pan para producir pollo con el pan y venderlo en un mercado libre." Entonces, yo veía muchos gastos, muchas de esas cosas superbaratas, antieconómicas, que no eran esenciales, y todo a partir de que tenían recursos suficientes. 

Porque allí había una contradicción: aquel mercado libre que vendía al precio que le daba la gana, y también estaba la teoría —y los norteamericanos usaban ese argumento en defensa de la propiedad privada— de que no sé qué tanto por ciento de la papa la produce el koljosiano en pequeñas parcelas; no sé qué tanto por ciento del huevo y de lo otro, y lo que no decían es que el koljosiano producía huevo barato y carne barata porque utilizaba los granos de la granja del Estado, que eran muy baratos, y usted puede criar en un área de 15 metros por 15 metros, 2 mil gallinas, 3 mil gallinas, hasta 5 mil gallinas; y hasta vacas. 

¿Ustedes han experimentado eso? 

Sí. Una vez nosotros hicimos un experimento, en el cuarto de una casa, utilizando la luz eléctrica, sobre cuánta leche se podía producir por metro cuadrado, usando cultivos de agua, sembrando, dando una masa, el número de kilogramos de masa verde que podía producir un metro cuadrado. Hicimos el experimento ése, porque tenía que ver la energía que gastaba esto, a partir de que, en una superficie de una hectárea, usted podía hacer, en la ciudad, un edificio de veinte plantas y esa hectárea convertirla en 20 hectáreas que podían producir lo de 50 hectáreas si tenía energía, agua, fertilizante y una vaca. ¡No se sabe lo que da la vaca! La vaca se alimenta de vegetales; fácil, de vegetales, casi hasta sin granos. Nosotros tuvimos que estudiar mucho esos problemas en los primeros años de la Revolución. De modo que allí discutíamos, Yeltsin y yo — él aún no era presidente de Rusia— hablábamos de todo eso. 

¿De cómo funcionaban las cosas en la Unión Soviética? 

Mire, cuatro centavos costaba el trolebús, el metro creo que cinco centavos, eso daba lugar a que la gente viajara demasiado de un lado para otro. Yo le explicaba a Yeltsin lo que nos pasaba a nosotros con relación a eso, porque él me dice en un momento dado: "Pienso que el transporte debiera ser gratuito." Y yo le respondí con el consejo de por qué no debía ser gratuito el transporte; debía tener un precio razonable, aunque sea para ahorrar la cantidad de viajes que la gente hace con el transporte gratuito, porque una vez aquí, en Cuba, un secretario del Partido en una región —que era menos que una provincia y más que un municipio—, un compañero nuestro, le habíamos mandado unos ómnibus y había puesto el transporte gratis —de esos libretazos que hacía la gente en los lugares; puso gratis el transporte, por su cuenta—, bueno, eso le costó una discusión tremenda. 

El transporte aquí era casi gratis, pero la gente, en vez de caminar diez cuadras, siete cuadras, tomaba el ómnibus, a lo mejor ni lo pagaban, no daba tiempo, o lo pagaban por 700 metros, por 800 metros, lo que multiplica el consumo innecesario. Así que fíjese lo que me dice Yeltsin, y yo le tengo que aconsejar que no podían poner gratis el transporte y no podían poner gratis nada, y que hacían muchas cosas gratis porque los precios eran inamovibles. De modo que a Yeltsin también lo vi. 

¿Cómo eran sus relaciones con Gorbachov? 

Hubo buenas relaciones con Gorbachov. Raúl lo conocía desde hacía años en ocasión de una visita que hizo a la Unión Soviética y tenía relaciones de amistad con él. Yo hablé mucho con él, lo conocí, conversé con él. Gorbachov era un hombre muy inteligente, ésa era una de sus características. Con nosotros fue muy amistoso, fue un amigo realmente, y mientras ejerció el poder en la Unión Soviética hizo todo lo posible por respetar los intereses de Cuba y las buenas relaciones con nuestro país. Un hombre de gran capacidad, con buenas intenciones, porque no tengo duda de que Gorbachov tenía la intención de luchar por un perfeccionamiento del socialismo, no tengo la menor duda de eso. 

Pero no consiguió encontrar soluciones a los grandes problemas que tenía su país. Y desempeñó indiscutiblemente un papel importante en los fenómenos que se desataron en la Unión Soviética y en la debacle. No pudo evitar la desintegración de la Unión Soviética, no la supo preservar como gran país y como gran potencia. Nosotros le sugerimos, como le dije, que a los congresos, a las efemérides esas que ellos organizaban, invitara no sólo a los partidos comunistas sino también a otras fuerzas de izquierda, progresistas.... Y teníamos muy buenas relaciones. Vino un ciclón y nos mandó una ayuda, todo muy bien. Hicieron un plan, que era bueno, ya le digo, sobre la base de las ideas éstas relativas a la producción intensiva que había que mantener. 

Después empezó la política internacional, empezaron las concesiones, las concesiones en el armamento estratégico, en todo, v un día, incluso, bueno, piden los asesoramientos de Felipe González y del PSOE... 

¿Ustedes, en algún momento, consideraron que su seguridad estaba garantizada por la potencia militar de la Unión Soviética? 

Nunca. En determinado momento llegamos a la convicción de que, si éramos atacados directamente por Estados Unidos, jamás los soviéticos lucharían por nosotros. Ni podíamos pedírselo. Con el desarrollo de las tecnologías modernas, era ingenuo pensar, o pedir, o esperar que aquella potencia luchara contra Estados Unidos, si éstos intervenían en la islita que estaba aquí a noventa millas del territorio norteamericano. 

Y llegamos a la convicción total de que ese apoyo jamás ocurriría. Algo más: se lo preguntamos directamente un día a los soviéticos, varios años antes de su desaparición. "Dígannoslo francamente." "No", respondieron. Sabíamos que era lo que iban a responder. Y entonces, más que nunca, aceleramos el desarrollo de nuestra concepción y perfeccionamos las ideas tácticas y estratégicas con las cuales triunfó esta Revolución y venció. Después de esa respuesta, más que nunca nos arraigamos en nuestras concepciones, las profundizamos y nos fortalecimos a un nivel tal que nos permite afirmar hoy que este país es militarmente invulnerable; y no en virtud de armas de destrucción masiva. 

Cuando se derrumbó la URSS muchos predijeron también el derrumbe de la Revolución Cubana. ¿Cómo resistieron ustedes? 

Cuando la URSS y el campo socialista desaparecieron, nadie apostaba un solo centavo por la supervivencia de la Revolución Cubana. 

El país sufrió un golpe anonadante cuando, de un día para otro, se derrumbó la gran potencia y nos dejó solos, solitos, y perdimos todos los mercados para el azúcar y dejamos de recibir víveres, combustible, hasta la madera con que darles cristiana sepultura a nuestros muertos. Nos quedamos sin combustible de un día para otro, sin materias primas, sin alimentos, sin aseo, sin nada. Y todos pensaban: "Esto se derrumba", y siguen creyendo algunos idiotas que esto se derrumba, y que si no se derrumba ahora, se derumba después, Y mientras más ilusiones se hagan ellos y más piensen ellos, más debemos pensar nosotros, y más debemos sacar las conclusiones nosotros, para que jamás la derrota pueda enseñorearse sobre este glorioso pueblo. 

Estados Unidos arreció el bloqueo. Surgieron las leyes Torricelli[4] y Helms-Burton,[5] esta última de carácter extraterritorial. Nuestros mercados y fuentes de suministros fundamentales desaparecieron abruptamente. El consumo de calorías v proteínas se redujo casi a la mitad. El país resistió y avanzó considerablemente en el campo social. Hoy ha recuperado gran parte de sus requerimientos nutritivos y avanza aceleradamente en otros campos. Aun en esas condiciones, la obra realizada y la conciencia creada durante años obraron el milagro. ¿Por qué resistimos? Porque la Revolución contó siempre, cuenta y contará cada vez más con el apoyo del pueblo, un pueblo inteligente, cada vez más unido, más culto y más combativo.

 

 

 (Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 403-417)  ©

 

 

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