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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 20-La visita del ex presidente James Carter.

 
 
 
 

 

LA VISITA DEL EX PRESIDENTE JAMES CARTER

 

TORRIJOS Y LA CUESTIÓN DEL CANAL DE PANAMÁ –
CARTER Y LA CRISIS DE MARIEL – PRIMEROS ENCUENTROS –
LOS PRESIDENTES DE ESTADOS UNIDOS – EL PROYECTO VARELA –
¿CAMBIAR LA CONSTITUCIÓN? – LA RESPUESTA

 

 

Usted invitó, el año 2002, al ex Presidente norteamericano James Cárter, que luego obtuvo el Premio Nobel de la Paz, a visitar Cuba, ¿Qué es lo que motivó esa invitación? 

Primero, yo siempre tuve buena opinión de Cárter como un hombre de ética. Su política fue constructiva con relación a Cuba y fue uno de los presidentes más honorables. Tenía una ética, una moral. Recordaba la vez que le hicieron, en 1976, la famosa entrevista de la revista Playboy,[1] en que él respondió con un espíritu muy sano. 

¿Es usted lector de Playboy? 

No, pero como venía una entrevista de Cárter, entonces leí un artículo muy interesante, que le preguntaron de todo, hasta la pregunta de que si él había sido siempre fiel o no a su esposa y si nunca había cometido alguna falta, y él responde: "Bueno, de pensamiento." Tuvo la honestidad de decir aquello. Cárter no era capaz de decir una mentira. Entonces le voy a decir, yo adivine en Cárter, desde antes de que fuera electo, que era un hombre con una ética. 

Durante su presidencia, de l977a l981, cuando Cárter gobierna, ¿no hubo crisis particulares? 

No, cuando yo me di cuenta de que iba a ganar las elecciones en 1976, estaban pendientes problemas importantes como el de Panamá y el riesgo de que Torrijos,[2] que era un hombre muy decidido, muy patriota, tomara alguna acción, porque él públicamente más de una vez había dicho que si no le devolvían el Canal de Panamá lo iba a tomar por la fuerza. Yo comprendía perfectamente las consecuencias que podía tener una acción de esa naturaleza, yo tenía mucha simpatía con Torrijos y teníamos contactos. Él fue de los que lucharon para empezar a romper el aislamiento de Cuba cuando todas las relaciones estaban rotas, apoyándose en varios Estados caribeños. 

Torrijos estaba reclamando la devolución del Canal, el acuerdo sobre el Canal. Entonces yo me doy cuenta, a partir de las declaraciones de Cárter, su discurso —no lo conocía mucho, pero uno se ha habituado casi desde lejos y por algunos rasgos, a conocer a las personalidades—, de que era un hombre de ética. Y me daba cuenta también de que Torrijos, con aquellos pronunciamientos, podía verse comprometido a una acción militar que habría sido funesta para un país tan pequeño como Panamá... Entonces yo le sugerí que tuviera paciencia. 

Aún estaba Ford[3] de presidente de Estados Unidos. Gerald Ford no era muy agresivo, pero era un hombre que estaba con carácter provisional, transitorio, después de Nixon. Y le dije a Torrijos dos cosas: "Tengo la convicción de que Cárter va a ganar las elecciones" —ésa la saca uno del conjunto de factores de aquel momento—, y le digo: "Y es un hombre que sería capaz de comprender el problema, con él se podría llegar a algún arreglo con relación al Canal." Ésa es la verdad. Se lo sugerí más de una vez... El lo contó, yo estoy diciendo algo que él dijo ya un día. 

¿Que el propio Torrijos contó? 

Sí. Más bien no contó lo que yo dije; él contó lo que yo le decía con relación a la idea de tomar el Canal por la fuerza y hasta expresó su agradecimiento en una visita que hizo aquí a Cuba. Así que yo percibí a ese hombre, Cárter... Luego él no solo ganó las elecciones, sino que tuvo una mejor actitud con relación a Cuba, deseaba cambiar. A él se debe la Oficina de Intereses.[4] 

¿Esa Oficina se creó en ese momento, durante la presidencia de Cárter? 

Sí, en ese momento. Había surgido además el problema del mar territorial y las 300 millas; nosotros pescábamos a 12 millas de las costas de Estados Unidos y de Canadá. Nosotros, que habíamos defendido el derecho a las 300 millas por solidaridad con Chile, con Perú y con los países del Tercer Mundo, resulta que cuando teníamos ya una flota excelente, nos quedamos sin mar donde pescar. Uno de nuestros principales lugares de pesca eran los mares de Estados Unidos. Pero discutimos, Cárter incluso estuvo dispuesto a discutir los acuerdos de fronteras marítimas v en disposición a dar permiso para que se continuara pescando, como hicimos con Canadá. Aunque, desde luego, ya los permisos esos eran bastante discutidos y muy reducidos. 

Los acuerdos Torrijos-Carter, varias de las medidas, la creación de la Oficina de Intereses, todo eso fueron pasos positivos. Había una situación en aquel momento difícil, que era la guerra de Angola, que ya venía de atrás, desde 1975, pero Cárter era un hombre que quería arreglar los problemas con relación a Cuba. 

Pero hubo la crisis migratoria de Mariel, ¿no? 

Sí. Eso fue en 1980, ya lo hemos tratado. Pero Mariel cesa, precisamente porque estaba Cárter, había tenido una buena conducta, en general, y nosotros no queríamos contribuir al triunfo de Reagan y de la extrema derecha. Ya le había ocurrido la tragedia de Irán.[5] Y lo de Mariel, bueno, fue por la gente que se metía en las embajadas. 

En la embajada de Perú, ¿no? 

De Perú y de Venezuela. Las embajadas los devolvían, incluso, para sus casas; pero decidieron, hasta a algunos que ya habían devuelto, recogerlos y llevarlos otra vez...¡Estas embajadas...! Que eran pocas entonces, porque no eran muchas las naciones latinoamericanas que tenían relaciones con nosotros. Estos decidieron traerlos de la calle; entonces, unos tipos meten un ómnibus a la fuerza y los reciben. Muere un policía. 

Al otro día le retiramos la escolta que custodiaba la Embajada, y la gente entendió enseguida lo que era retirar la escolta: se les llenó la Embajada. Ahí la propaganda engañó a Cárter, le hicieron creer que el "pueblo esclavizado" quería irse para Estados Unidos, y los que se metieron allí eran lumpen. 

¿Sólo lumpen? 

La inmensa mayoría, siempre hay alguno que no lo es.

 

Se metieron miles, ¿no? Fueron como diez mil.

¡Diez mil! Pero no habría ni sitio. 

Sí, ya no cabían. Y, allí es cuando Cárter tuvo la mala idea de decir que en Estados Unidos serían "recibidos con los brazos abiertos". Ahí vino Mariel. Se repitió lo de Camarioca. [Véase el capítulo 16 sobre las crisis migratorias.] Cárter, que había sufrido un golpe fuerte con lo de Irán, cometió entonces lo que yo considero, realmente, que fue un error. 

¿Usted se lo recordó cuando él estuvo aquí? 

No se lo puedo sacar en cara. Aquello contribuyó mucho a que él no fuera reelegido... Se produce primero lo de Irán. El hecho es que aquello debilita mucho a Cárter. Cárter como aspirante a un segundo mandato tiene un fracaso, manda una expedición a Irán... 

Y fracasa aquella expedición militar para recuperar a los rehenes americanos de la embajada de Teherán, se cae un helicóptero. 

A Cárter le toca también la inflación de dos dígitos, los precios del petróleo se ponen por las nubes, y eso dio lugar a que se abrieran paso corrientes derechistas, la gente de Reagan. 

El hermano de Kennedy, el senador, estaba de candidato y venía barriendo en las primarias, un tipo muy capaz, muy buen comunicador. 

¿Edward, no? 

Edward. Era una leyenda, de modo que a pesar de la catástrofe del Chappaquiddick,[6] el incidente donde se ahoga la muchacha, el hombre estaba levantando tremenda fuerza dentro de los demócratas. Lo de Irán interrumpe aquel proceso y entonces se une la gente. Cárter se convierte en el mejor candidato. Yo tengo la convicción de que el único que, en aquel momento, podía derrotar a Reagan era Ted Kennedy. Ya estaba medio olvidado lo de la tragedia del Chappaquiddick. Peor tragedia tuvo..., o no peor, alguna tragedia tuvo también Clinton... 

¿Se refiere al asunto Mónica Lewinsky

Sí, y lo más trágico es que eligieron a éste de ahora [George W Bush] y lo eligieron mediante fraude. 

¿Ustedes pararon el éxodo de Mariel para no crearle problemas a Cárter en su reelección? 

Sí. Mire, cuando paramos lo de Mariel pudimos haber discutido la Ley de Ajuste, por ejemplo, pero no lo hicimos, porque no quisimos perder tiempo y hacerle daño a Cárter. Incluso, le resolvimos entonces los secuestros de aviones, porque ya le conté que a los secuestradores que venían con aviones secuestrados en Estados Unidos nosotros los sancionábamos con penas cada vez mayores, hasta veinte años de cárcel. 

¿En ese momento es cuando ustedes deciden devolver sistemáticamente a los secuestradores de aviones norteamericanos? 

Las sanciones no paraban a los secuestradores. Cárter termina en enero de 1981, y toma posesión Reagan. Pues el 18 de septiembre de 1980 fue cuando devolvimos por primera vez a los secuestradores. Se los devolvimos a Cárter. 

Realmente, con Cárter hicimos dos cosas: paramos lo de Mariel, y le devolvimos los dos primeros secuestradores, que dolorosamente eran cubanos; de esos que habían ido ilegales allí. Y que se volvían. Porque esos mismos, a veces secuestraban un avión para regresar, no obstante las sanciones... Pero lo hicimos con Cárter, era mucho más fácil porque Cárter tenía una posición más constructiva. 

Creo que los condenaron a 40 años. Pero esto lo advertimos nosotros, porque, realmente, se aparecía un avión, cualquier loco... siempre hubo el riesgo de una catástrofe —las sanciones no bastaban—, y entonces tomamos la decisión de entregarlos a las autoridades norteamericanas. Ésa es la historia real, son los datos. 

Usted no sintió nunca a Cárter como excesivamente hostil con Cuba... 

Cárter era un hombre de quien me percaté, ya le digo, que tenía una ética. Hasta lo que leía de él, las declaraciones, las entrevistas, todo eso mostraba que era un hombre bueno, decente, lo más que puede serlo alguien que está gobernando un país con tantos intereses, tantos privilegios, tantas prerrogativas y tanto poder. 

Y con tantas presiones. 

Y aún en medio de una guerra fría. Pero yo diría que fue el mejor presidente de los que he conocido, independientemente de la apreciación que tenga sobre cada uno de los demás... Tengo opinión sobre Kennedy, tengo sobre Clinton. Sobre todos tengo que tener alguna opinión, ya que todos los días estoy leyendo noticias y cables. 

Usted los ha tenido a todos desde Eisenhower, efectivamente, como adversarios o, en todo caso, como presidentes del país que más difíciles relaciones tiene con Cuba. 

Nosotros somos gente muy apasionada, pero no albergamos odios, que es otra cosa. El odio no se sabe de qué nace, puede estar en la naturaleza humana. Hay personas que son capaces de ser más serenas y otras se apasionan; se puede sentir desprecio, desdén, puede tener una pésima opinión sobre un sistema político. Pero no odio contra las personas. 

Una prueba de que no albergamos odio... Por doctrina no albergamos odio. Hay que tener determinada concepción del ser humano, y lo otro es personalizar los problemas, echarle la culpa a un hombre que a lo mejor lo llevaron a una posición determinada y no puede hacer ninguna otra cosa, a lo mejor no puede ser ni honrado. 

En ese gran y colosal país, en ese gran y colosal imperio, como el romano, que tuvo algunos emperadores inteligentes, brillantes, y tuvo otros que eran... Bueno, ahí hubo uno que, según cuenta Suetonio,[7] hizo cónsul a su caballo. 

El emperador Calígula. 

Toda la historia de Roma se sabe; lo que se dice que es la historia, porque la historia está llena también de anécdotas. 

Hay presidentes de Estados Unidos que son diferentes: algunos se han jactado de no haber leído un libro, o más de uno; hay otros que han leído muy poco, y otros han leído mucho. John Kennedy por ejemplo, era un hombre que había leído mucho, era un hombre culto y escribió su famoso libro Perfiles.[8] Fue un combatiente, además, de la Segunda Guerra Mundial al mando de una lancha torpedera en el Pacífico, y en acción de guerra ayudó a salvar a algunos compañeros; lo condecoraron. 

¿Usted sitúa entre los cultos al presidente Cárter? 

A mi juicio, Cárter fue lo más honrado que se puede ser en el cargo de Presidente de Estados Unidos. Le tocó, además, que había ocurrido la guerra de Vietnam, que habían gastado casi todo el dinero, 500 mil millones de dólares; las reservas en oro habían disminuido de 30 mil millones de dólares en onzas, cuando estaba a 35 centavos de dólar la onza, y ya les quedaban 10 mil millones... Eso había llevado a Nixon a suprimir en 1971 la conversión del dinero en oro, con lo cual hizo un colosal negocio, porque subió el oro, y eso estuvo asociado a la crisis del petróleo, la gente buscó el oro como algo seguro, no tenían confianza en los papeles, entonces subió a 300 dólares, o más, la onza y los 10 mil millones que les quedaron se convirtieron en 300 mil millones. 

En la época de Bretton Woods,[9] en 1944, lo que tenían eran 30 mil millones, al precio aquel de 35 dólares la onza. Ha habido fenómenos de esos que se olvidan, son tantos que se olvidan, Ramonet. Yo le digo que tuve siempre una buena opinión de Cárter. Usted me ha preguntado cómo fue. Cómo lo conocí. Eso fue en el 195 sepelio de Trudeau a principios de octubre de 2000. Muere Pierre Trudeau, que fue gran amigo y una personalidad extraordinaria.[10] 

Él había sido Primer Ministro de Canadá y mantuvo siempre buenas relaciones con Cuba a pesar de las presiones de Estados Unidos. 

Sí, era un hombre muy noble. Me acuerdo que vino, y fue trágico, porque vino cuando el hijo de él[11], que después murió en un accidente, tenía unos tres o cuatro meses y entonces lo llevamos a un cayito donde yo solía ir por allá, donde lo único que había era la casa del farero, vieja, tenía más de 150 años, o casi 150, se le había puesto techo, y allí durmió él con su esposa y el niño. Allí conversamos mucho. Era un hombre al que yo le tenía realmente afecto, más de una vez vino. Era deportista, le gustaba andar por los ríos, se quedó con un batiscafo, o un equipo de ésos, buscó allá, frente a las costas de Irlanda, el Lusitania.[12]Era ese tipo de hombre que le gustaba el deporte, un hombre muy sano. Quizás un poco, Cárter en Canadá hubiera podido ser como Trudeau; en Estados Unidos no era posible. 

¿Usted fue al entierro de Trudeau y ahí se encuentra a Cárter? 

Sí, allí en Ottawa, en octubre del 2000. Ya yo lo conocía, no sé si alguna vez en otro momento me había encontrado con él, pero es lo que más recuerdo, porque ya él siguió su política, después la cosa de las fundaciones y eso. También la ética de él nace no de una teoría política, nace de sus concepciones religiosas, a partir de una posición religiosa. La base de su ética parte de su fondo religioso. 

Cárter es pastor protestante, ¿no? 

Sí. Entonces, en el sepelio de Trudeau nos vimos, conversamos. ¡ Ah!, ya lo había visto una vez, creo que en la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez en enero de 1989. 

En Venezuela. 

Era la segunda vez, porque Carlos Andrés se mantuvo activo y había vuelto a ser elegido presidente. Esa vez conocí a Cárter allí en Caracas, hablé con él, conversé con él y también con la viuda de Robert Kennedy; porque los Kennedy, la familia, después del asesinato de John Kennedy, hicieron contactos con nosotros y desarrollamos relaciones e intercambios realmente amistosos. Son pruebas de que uno no se deja llevar por el odio.

¿El hijo de John Kennedy también vino? 

En una de las últimas visitas, vino aquí el hijo, el que era niño... 

John-John Kennedy, que tenía dos o tres años cuando mataron a su padre. 

Dirigía una revista, George Magazine. Cenó conmigo, hablamos dos o tres horas, y, al poco tiempo, en julio de 1999, vivió una tragedia con su avión, el accidente mortal... Aquello fue una tremenda tragedia. Bueno, las de los Kennedy, ha habido unas cuantas.

Unas cuantas, sí. 

Pero en aquella ocasión fueron a Venezuela, y allí conocí a la viuda de Robert Kennedy He conocido también a una hermana, Eunice,[13] la que estaba casada con Sargent Shriver, el que organizó los Cuerpos de Paz en 1961, y conozco a muchos de los hijos de Bob Kennedy. 

Allí, en 1989, se encuentra usted por primera vez con Cárter. 

Sí. Aquella vez, en Caracas, en unas torres gemelas que había allí... Conversamos un poco, porque él quiso arreglar, de cierta forma... alguna gente vino de Estados Unidos y nos visitó; pero siempre ha habido una demanda. Estaba el gran rollo de Angola, es decir, esos problemas, esos obstáculos, pero había un hombre allí que quería cambiar la política y ese hombre era Cárter. 

Fue la época de la inflación de dos dígitos en Estados Unidos, consecuencia de la guerra de Vietnam, de su costo. Se produce también la revolución islámica en Irán en 1979 —todo eso influyó, como le dije, después en su no reelección—, y el gendarme más poderoso es derrotado, se puede decir, por un movimiento de masas... Un ejemplo extraordinario de que los pueblos, en determinados momentos, pueden derrotar el más poderoso ejército, sobre la base de sentimientos, de ideas y de heroísmo, prácticamente sin disparar un tiro. Ese de Irán es un ejemplo histórico también. 

Eso fue fatal para la reelección de Cárter. 

Fue fatal. Bueno, es que ya a Cárter le era muy difícil. Fue fatal para la elección de un demócrata. Recuerdo, como le decía, que por aquellos días surgió Edward Kennedy. Ante los problemas que habían afectado a Cárter, que eran —le repito—, primero: aquello que sucede en Irán, el intento baldío de rescate, en una operación que, realmente, no se sabe cómo se le convenció, porque Cárter era un hombre con ética, un político inteligente, pero no sé cómo se concibió, puede haber sido una especie de operación como Girón, o algo de eso. La cuestión es que aquel fracaso militar le afecta, y los rehenes americanos en la embajada de Teherán lo afectaron también, y es el hombre que va a la reelección v pierde. Segundo: la inflación de dos dígitos. Más la explosión de los precios petroleros, no hay que olvidarse que fue casi con el gobierno de él cuando los precios se ponen hasta 35 dólares el bañil, el que tienen hoy [enero de 2003]. 

Todas esas cosas se unieron en el gobierno de él, y surgió, en las primarias, un candidato que tenía fuerza, estaba barriendo, que era Edward Kennedy, un hombre, indiscutiblemente, de gran talento. Se decía, incluso, que era el más político —así lo han descrito los familiares— de la familia de los Kennedy, iba barriendo; pero al crearse el problema de Irán —cada vez que se produce un fenómeno de política exterior, es una ley casi física, tiende a unirse la opinión, y ese fenómeno se produce en medio de las elecciones primarias en las que Kennedy iba subiendo—, entonces, de repente, aquella situación cambia y se produce una unión en tomo al Presidente Cárter. 

Todos esos hechos, en general, suelen magnificarse, no sólo por la importancia en sí mismos, sino porque tienen una enorme repercusión dentro de Estados Unidos. Lo de los rehenes era algo importante, pero era un problema que podía resolverse; es verdad que no iba a ser en dos días o dos minutos, pero era una gran potencia que de repente tenía a un grupo de personas detenidas, prisioneras en la embajada de Estados Unidos en Teherán. 

Eso ridiculiza un poco a la superpotencia. 

Eso tiene gran repercusión y se cambia la tendencia. Entonces Cárter, que estaba compitiendo con Edward Kennedy y estaba por detrás en las encuestas, en las primarias del Partido Demócrata, empieza a subir y queda como candidato. En aquel momento, esa segunda elección no la podía ganar Cárter. Pero sí la podía ganar Kennedy, curiosamente. Ya habían pasado aquellos episodios en los que estuvo mezclado Edward Kennedy, aquella historia de Chappaquiddick y aquello estaba prácticamente olvidado, y él era muy brillante. Él fue quien pronunció el discurso de la proclamación de Cárter como candidato, y fue un brillante discurso. 

Quien podía ganarle a Reagan, en 1980, se llamaba Edward Kennedy. Hay mucha gente que ni habla de eso, o no ha meditado sobre eso. Con algunos he conversado y hasta lo cuestionan. 

Pero yo estoy convencido de que el hombre que le podía haber ganado precisamente a Reagan, de quien ya se sabía su política, ese hombre era Edward Kennedy. Para que usted vea cómo hay factores... 

De política internacional. 

Sí. Si Edward Kennedy hubiese sido el candidato, habría ganado las elecciones... Pero quedó siempre, como le digo, la imagen de aquel hombre que es Cárter. 

Después lo conocimos. Conozco también su grado de experiencia, de agudeza, su habilidad diplomática, y conozco también los puntos en que las cosas no son tan claras para él, los puntos en que puede haber un poco de ingenuidad. 

Usted, cuando lo invita, ¿cuál es el motivo de hacerle esa invitación?

Ya habíamos tenido aquel encuentro en Venezuela, y luego en Canadá habíamos hablado y yo mismo le había dicho que alguna vez debiera visitarnos. Porque, realmente, si se conoce un país nada más que por todo lo que se ha escrito, y lo que han escrito los adversarios, o porque ya son ideas casi dogmáticas acerca de lo que es un país... Yo dije: "Bueno, es mejor un contacto, que conozca un poco." 

Siempre llegaban algunas noticias de él en sus actividades, y cuando voy allá, en ocasión del sepelio de Trudeau, estamos allí en una de las ceremonias —creo que en una iglesia o antes de entrar a la iglesia—, y allí estuve hablando unos minutos con él, lo saludé, le recordé las conversaciones que habíamos tenido en Caracas, y le digo: "Estamos esperando que nos visite". Se lo vuelvo a recordar. Y me dijo entonces: "Sí, pronto iré." Y así es como un día llegan las noticias de que él ha tomado la decisión de visitarnos. 

Y, desde luego, como hacemos con todos los visitantes, propusimos que hiciera él su programa y decidiera sobre todos los temas, que hablara de lo que quisiera, con quien quisiera, y en la Universidad: "Hable, exponga sus ideas", que no coincidían absolutamente, ni mucho menos, todas, con las nuestras. Eran dos concepciones diferentes de la vida, de la sociedad, del sistema de producción, del sistema político, de partidos y todas las demás cosas. 

El discurso de Cárter en la Universidad, yo lo seguí en directo por CNN, me pareció atrevido y honesto, expuso sus desacuerdos de manera bastante franca y directa. ¿Eso le sorprendió a usted? 

En la Universidad yo lo acompañé. Él hace un discurso fuerte allí en la Universidad, y algunos estudiantes debatieron con él. Cuando terminó, me levanté, fui y lo saludé. Nos íbamos después a un partido de béisbol, y estaba el estadio repleto. Entonces yo allí lo convenzo; fue posible y convenzo primero al jefe de su escolta. Le digo: "Oiga, vamos a salir al campo", le hablamos de que lanzara la primera bola. Entonces le digo a Cárter: "Vamos a salir al campo, pero me gustaría que saliéramos usted y yo solos." Había 60 mil personas. 

Sin guardaespaldas, sin nada. 

No, no, estábamos solos. Ya yo había hablado, sondeado, a ver si el jefe de su escolta era un hombre que podía ser convencido de eso. A mí no me resulta fácil, pero le puedo dar al final una orden a mi escolta y tiene que obedecerla, porque tú dices: "¡Esto es una orden!" Entonces discutimos con ellos y le digo: "Ya he logrado esto, vamos a salir solos. Cuando salgamos del dugout aquel, hay que caminar como cien metros hasta el home y pasar por donde está esa multitud, vamos solos." 

Hasta el centro del campo. 

Hasta donde está el montículo de lanzamiento. En los gráderios había una masa enorme, y fuimos solos. Yo después bromeé con él, porque unas cuantas gentes se pusieron bravas por las cosas que él había dicho en la Universidad. 

Vamos a hablar de ello. 

Y hubo debates. Yo seguí conversando con él después. Todo normal; pero yo le dije al final de la conversación que tuvimos aquí, amistosa, racional, un intercambio de ideas, de opinión, le digo: "Óigame, suerte que tuvimos nosotros de que toda la gente que estaba en el estadio aquel, estaban allí en el momento que se estaba difundiendo su conferencia en directo y no lo oyeron, de lo contrario nos habríamos buscado un dolor de cabeza." Porque aquella gente nos recibió a los dos con unos aplausos, una alegría y una amistad tremendas. Pero yo le dije: "Suerte que aquella gente no había oído su discurso en la Universidad." Porque eso fue motivo de polémicas aquí. 

¿El discurso de Cárter se difundió en directo aquí? 

En directo todo. Pero si nosotros lo hemos dicho: "El que quiera venir..." Le llenamos la plaza a Bush.,. Porque él va a Miami y hace un discurso... 

¿Usted también esta invitando al presidente Bush a que venga aquí? 

Nosotros le dijimos a Bush que estamos dispuestos a discutir, le reunimos a toda la ciudadanía. También nosotros invitamos a todos los militantes, a todos los jefes y a todos los cuadros.

Permítame decirle que la inmensa mayoría del pueblo apoya el proceso revolucionario sin vacilación. Si es cuestión de ideas, estamos dispuestos a discutir, en la Plaza de la Revolución, con el que quiera venir a discutir aquí para convencer al pueblo. Si lo necesitan, le ponemos todos los altoparlantes y todo el tiempo que quieran para que le expliquen al pueblo y para que discutan. Porque no es cuestión de vivir de los dogmas, es cuestión de sostener lo que se piensa o se defiende sobre la base de argumentos v de razones. 

¿Es decir que el propio presidente George W. Bush, podría venir aquí a exponer sus argumentos y a discutir, ustedes lo permitirían? 

Nosotros sí. Pero no lo van a dejar, 

No, probablemente no lo van a dejar. 

Pero si lo desean sí. Aquí, reunidos en la plaza, y estará más seguro que en Washington, porque este es un pueblo que tiene una cultura política. Este pueblo no es un pueblo fanático, no ha sido educado en el fanatismo ni en el odio. Si tuviéramos un pueblo educado en el odio no sería nada. Uno puede tener fortaleza perenne y creciente en una causa en la medida en que se sustenta en ideas y en convicciones, no en fanatismo. 

Jamás en la Revolución se culpó al pueblo norteamericano, aunque en determinado momento, una gran mayoría de ciudadanos norteamericanos estaba persuadida de todo lo que se dijo contra Cuba, y que éramos un peligro para la seguridad de Estados Unidos, etcétera. El país donde mejor se recibe a un ciudadano norteamericano es Cuba. 

¿Con más seguridad? 

Con más amistad. Porque no se ha sembrado odio. Es estúpido culpar a un pueblo de lo que te han hecho creer, incluso, ya sea a través de medios de información, mentiras o calumnias. 

Nunca se predicó odio contra nadie. Este no es un pueblo de fanáticos. Usted habla de la seguridad. Aquí se le puede brindar esa seguridad a un visitante norteamericano porque es todo el pueblo, no sólo los cuerpos de seguridad, es todo un pueblo consciente, que cuida y respeta al visitante, discute y escucha en silencio. Nosotros tenemos dos ejemplos: cuando el Papa Juan Pablo II estuvo en la Plaza de la Revolución en 1998. Allí el Papa pronunció sus discursos y sus cosas. Lo que él predicaba no era coincidente con el pensamiento y las doctrinas de la Revolución, independientemente del criterio que usted pueda tener sobre la persona, los méritos del Papa, que era una personalidad extraordinaria, sin lugar a dudas. Sus propios pensamientos se los he explicado al pueblo, sus posiciones muy duras contra el socialismo; pero ahí estaba... 

Hubo también, en Santiago de Cuba, un acto en presencia del Papa, y estaba todo el pueblo allí, y allí se pronunció un discurso duro, duro, por parte de uno de los que habló, y entonces la gente se fue yendo poco a poco, se quedó vacía la plaza aquella, se quedó el 10 por ciento de la gente. Yo lo vi por la televisión, la televisión tuvo que buscar ángulos... Allí estaba Raúl, yo le pedí que estuviera en Santiago. Pero allí no hubo un grito. Aquí a la gente se le dijo: "Ni un letrero, ni un cartel, ni una consigna en contra, ni un grito; no importa si están en desacuerdo con cualquier cosa." 

Éste es un pueblo con una educación política, y comprendía que esa era la forma. Y al Papa lo recibieron, no sólo los creyentes, lo recibió el pueblo. Además, yo mismo hablé por televisión dos veces, porque había que garantizar que la gente entendiera bien la personalidad, quién era, y podemos contar con ese apoyo. 

Por eso es que dije: "Bueno, si aquí podemos llenar la plaza, vengan y persuadan a la gente. Convénzanla de que la Revolución no sirve y por qué no sirve; sostengan los argumentos, polemicen. Les ponemos el pueblo y todas las televisoras del país, todas las cadenas." Entonces los invitamos. 

Usted ha hecho alusión al discurso de Cárter en la Universidad, discurso que se difundió en directo y en el que el presidente Cárter hace alusión a una iniciativa, al llamado Proyecto Várela, y que, según he leído, es una iniciativa que se apoya en un artículo de la Constitución cubana que estipula que la iniciativa de las leyes no es un monopolio del Parlamento, sino que pueden los ciudadanos, a condición de que sea la voluntad de, por lo menos, diez mil de ellos, creo, pueden hacer avanzar un proyecto de ley. 

Una iniciativa de ese tipo fue firmada al parecer por más de 11 mil ciudadanos, y el Presidente Cárter evocó ese caso delante de usted, la prensa escrita difundió íntegro su discurso, y yo, a ese propósito, quería preguntarle: ¿usted consideró que aludir a ese Proyecto Várela era finalmente una falta de tacto, una incorrección, una ofensa por parte del presidente Cárter? 

En absoluto. Él vino, ya le digo, él decidía su programa, se reunía con todos los que quería reunirse, con absoluta libertad, no hubo ninguna ofensa. ¿Cómo nosotros le vamos a decir a Cárter que venga a Cuba y ponerle limitantes, por aquí o por allá, de qué hablar? Así que no, de ninguna manera es una ofensa. 

¿Qué opinión tiene usted de ese Proyecto Várela? 

Puede hacer usted un análisis político v puede hacer un análisis jurídico de esa iniciativa. Quiero hablar de esto sin pasión de ninguna clase. 

Podríamos decir que ese fue el último invento de las decenas que ha hecho Estados Unidos, o la política de Estados Unidos. El último, uno más, esto de acudir a Félix Várela, que fue un sacerdote cubano, de un pensamiento avanzado. Era enemigo, por ejemplo, de la esclavitud, tenía una serie de ideas, que podríamos llamar, en los tiempos en que vivió, humanas. Fue de los primeros que habló de independencia, pues todavía en aquella época no se hablaba mucho de independencia, le hablo de principios del siglo xix. Era un cubano, en aquella época de la colonia, un intelectual prestigioso, un hombre noble, de los que albergaba sentimientos patrióticos entre los grupos muy aislados de ciudadanos, porque ya le dije que teníamos una sociedad esclavista, con cientos de miles de esclavos. 

En ese siglo surgieron unos cuantos pensadores. También José de la Luz y Caballero, que fue un gran pedagogo; distintas personalidades. Entre aquel grupo, que se expresaban en favor de cambios, o de alguna autonomía, o de algunas mejoras dentro de aquel sistema colonial que padecía nuestro país, Várela es uno de aquellos intelectuales cubanos, y es sacerdote. 

Várela después emigra hacia Estados Unidos. Una figura muy respetada, reverenciada, entre ios grandes, como Luz y Caballero. Martí es la cumbre de ese pensamiento y hay otros muchos; pero Várela fue de los principales, fue de los primeros. En el Aula Magna de la Universidad de La Habana están las cenizas de Várela, uno de los precursores de un pensamiento que después va evolucionando hacia el antiesclavismo y hacia la independencia. Esta es la historia. Várela tiene una bella historia humana. 

Ahora, después surge la idea, en los últimos tiempos, de la canonización de Várela. Nosotros respetamos v admiramos a Várela, pero lo vemos como una personalidad civil, laica. Como hubo algunos conflictos en determinados momentos, ya hablamos de eso, al principio, en los primeros años de la Revolución, con la Iglesia Católica, Estados Unidos —se sabe— trató de utilizar eso también v de crear oposición religiosa, presentar la imagen de una revolución contra la religión. Hubo un intento de utilizar también la Iglesia. 

Yo ignoraba que la Iglesia quisiera canonizar al padre Várela. 

Cuando surge la idea de la canonización de Várela, muchos de nosotros fuimos suspicaces, veíamos casi un intento de convertir una figura laica, respetada v admirada, en una figura religiosa, en un santo. Bueno, yo estaría de acuerdo, pero habría también —lo digo con respeto— que santificar a otros muchos cubanos. 

Habría, por ejemplo, que santificar al Che, porque si tú vas a santificar a la gente por su bondad, por su espíritu de sacrificio, por su capacidad de ser mártir de la humanidad y morir por una causa, entonces habría muchos. Muchos de los combatientes del Moncada también tenían una religión u otra y murieron luchando contra la tiranía, murieron luchando contra un régimen represivo; otros murieron luchando por la patria en Girón. 

No me quiero meter en ninguna de las cosas de la Iglesia, pero yo tenía un poco de suspicacia y, sin embargo, nunca hicimos siquiera la menor protesta, ni siquiera nos pusimos a reclamar. Realmente, Várela era una figura laica, un patriota, y más vale mantenerlo en esa condición. ¿Vamos a convertir a Várela, que es una figura que pertenece a todos, en un santo solo de una Iglesia muy respetada y muy respetable y que nosotros respetamos? No nos sentíamos satisfechos, 

Lo del Proyecto Várela fue un invento más que se hizo, de los últimos; pero cada uno de ellos ha tenido una enorme publicidad. 

Yo he tenido que extenderme para decirle cosas que es necesario que la opinión conozca. Me parecía necesario que usted conociera quién es Várela, y por eso me tomé unos minutos. Ahora estoy en disposición de contestarle los detalles que más le interesen de su pregunta sobre ese llamado Proyecto Várela. 

¿A usted le molesta particularmente que la oposición utilice nombres de personalidades como el padre Várela o el mismo José Martí? 

Lo que usted llama "oposición", si se refiere a los de Miami que han utilizado el nombre de Martí, es en realidad una mafia terrorista. En cuanto a Várela, este personaje histórico, respetado por todos los cubanos, ha sido utilizado para esta nueva maniobra. Del mismo modo que el nombre de José Martí, la personalidad más admirada, más sagrada de nuestro país, ha sido utilizado nada menos que para una estación de radio ilegal, subversiva y desestabilizadora. 

¿La que está instalada en Miami? 

La más grande fábrica de mentiras que se ha construido en los últimos tiempos. Y, además, ese mismo nombre ha sido utilizado para una estación de televisión igualmente ilegal, que trasmitía mediante un globo como a tres mil metros de altura, y ahora desde un avión que vuela muy cerca del espacio aéreo cubano, para envenenar a la opinión pública internacional, al servicio de la mafia terrorista de Miami. Y son órganos oficiales del gobierno de Estados Unidos. 

Volviendo al Proyecto Várela, ¿qué va a hacer el Parlamento cubano con esa petición de 11 mil firmas? ¿le va a dar una respuesta? 

Usted hablaba de un aspecto legal, de que con diez mil firmas se podía presentar una iniciativa. 

Una proposición de ley. 

Una proposición. Nuestra Constitución, me imagino como todas las demás, establece quiénes pueden tener iniciativa para proponer algo. Entonces, hay mucha gente que tiene iniciativas. Por ejemplo, las organizaciones de masa, los sindicatos, las mujeres, los jóvenes, los estudiantes, los diputados, dirigentes, ministros... Es decir, son innumerables las personas que pueden proponer una iniciativa de ley. Casi todas tienen también alguna referencia. Yo no puedo decirle cómo es en Estados Unidos, por ejemplo, o cómo es en México, o cómo es en los demás países latinoamericanos; pero nuestra Constitución establece que diez mil personas pueden proponer una iniciativa. Bien, ese mecanismo constitucional es el instrumento legal en que se basa la maniobra. 

Entonces, ¿qué ha ocurrido? han estado un año hablando de eso, se deben haber tardado, por lo menos, un año hablando, tratando de recoger las diez mil firmas. Sobre eso hay una historia de la que no me interesa especialmente hablar; pero debo añadir que ahí hubo de todo. 

¿Para recoger las firmas? 

Mire, promesas de visas para viajar a Estados Unidos, a gente a las que no las dan. Todo eso apoyado por las organizaciones que están en Estados Unidos, con recursos económicos. Ahí ha habido dinero, igual que se hacen las campañas electorales tradicionales, algo que ha desaparecido de Cuba hace rato. 

¿Usted está diciendo que algunas de esas firmas han sido compradas? 

De todo hay, sobornos hay. Además, algunas firmas que hay que comprobar, porque tú tienes que comprobar que Fulano tiene derecho a votar; tienes que comprobar a fondo. Once mil son bastante pocas, ¿no?; ocho millones se recogieron... 

¿En una votación oficial? 

No en una votación; sino después de un discurso de Bush en Miami, el 20 de mayo de 2002, en que prácticamente exigió un cambio de Constitución y la abolición del sistema socialista en Cuba, leyes, condiciones de todo tipo, y una verdadera arenga a sus amigos en Miami, que fueron los que decidieron su elección presidencial, algo que todo el mundo conoce, como conoce también cómo se hizo esa elección de noviembre de 2000: métodos politiqueros, porque hasta los muertos votaron para que Bush fuera elegido. Sectores afro norteamericanos completos no pudieron votar porque les prohibieron llegar al colegio... Hicieron trampas técnicas, cambiaron el orden de los electores. De modo que uno de los candidatos que no sacaba ni 100 votos allí, sacó miles de votos, simplemente por el cambio técnico... Gente que trató de rectificar cuando se dio cuenta, y sus boletas fueron anuladas. Calculo en unos 40 mil o 50 mil ei número de votos que no pudieron ejercerse por esta vía. 

Que le hubieran dado la victoria a Al Gore. 

Y donde la victoria de Bush se obtiene por unos miles. Y nuevos ministerios y cargos clave en el Departamento de Estado, hasta en el Consejo de Seguridad Nacional, a algunos personajes conocidos. Este mismo señor que nombraron un tiempo Subsecretario para América Latina. 

¿Otto Reich? 

Sí. Un hombre, ya hablamos de él, relacionado con la guerra sucia de Nicaragua, cuando se incumplieron las decisiones del Tribunal Internacional de La Haya que había condenado en 1987 a Estados Unidos por sus agresiones constantes contra la revolución sandinista, cuando se incumplieron las propias leyes norteamericanas, cuando hubo el asunto Irangate y todas aquellas cosas en las que Reich tuvo responsabilidades... La historia no puede ignorar todo eso. 

Ellos decidieron realmente la elección presidencial. Dio la casualidad, no es que tengan tanto poder, pero ahí el azar ayudó mucho a aquel estado de Florida, que se volvió decisivo y le daba la mayoría de votos en esa votación de segundo grado, de los que eligen al Presidente. Se decidía allí y por unos mil votos, mil y tantos, porque después siguieron llegando votos de militares que estaban fuera, y ganó Bush. Hubiera bastado con que en unos cuantos colegios electorales se repitiera la elección, y ya no había presidente Bush. No creo ni siquiera que hubo una estrategia inteligente por parte de los adversarios de Bush. 

En ningún momento se les ocurrió pedir una repetición de elecciones, cuando tenían todos los fundamentos legales para pedirla, y nadie podía decir que no era democrático. 

Ellos pidieron que se recontaran los votos. 

Lo que pidieron fue un recuento, y lo que tenían que haber pedido es la repetición de las elecciones en aquellos lugares donde hubo irregularidades conocidas por todo el mundo. ¿Acaso una democracia tan "perfecta" y tan "brillante" como la norteamericana no puede repetir las elecciones en algún distrito, no en todos los Estados Unidos? 

¿Cuánto cuesta eso? Bastaban unos cuantos distritos y va la diferencia a favor del candidato contrario Al Gore habría sido de decenas de miles de votos, allí donde pudieran votar. Aparte de que allí está muy restringido el voto de la gente más pobre, de los afronorteamericanos, porque son los que más se envían a las prisiones, por unas razones o por otras, y muchas son políticas, o son, por lo menos, sociales. Son los más pobres los que menos oportunidades tienen de ir a las universidades y acceder a importantes cargos en empresas privadas o en funciones estatales. Y el que ha estado en prisión alguna vez... 

Ya no tiene derecho a votar. 

En muchos países, el que está en prisión no tiene derecho a votar, pierde los derechos, por un período de tiempo. En Estados Unidos los pierden de por vida, en muchos estados, no puedo asegurar si es en todos; pero en muchos estados, usted debe conocerlo mejor que yo, lo pierden de por vida. Pero en Florida, en la elección del 2000, ni siquiera dejaron votar a los que tenían derecho a votar. 

Es así como se decide la elección en Estados Unidos. Los que se fueron de aquí para allá, en 1959-1961, habían sido campeones en eí fraude electoral en época de Batista, introdujeron cosas que ni existían en Estados Unidos, como el hacer que los muertos voten. Así se obtiene la elección de Bush. En Cuba no hay eso. 

Fíjese si eso del Proyecto Várela tiene trastienda y fondo. Los métodos politiqueros ésos se usaron durante un año para promocionar el Proyecto Várela, con el apoyo de publicidad, de recursos de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, ese permiso que les dan a todos los que vienen a organizar grupos de los llamados disidentes, a traer recursos y a realizar todas las actividades que se realizan a través de la embajada, con publicidad en el exterior, por todas las vías posibles... 

Quiero decirle lo siguiente: nuestras leyes sancionan las campañas calumniosas que se hacen contra el Estado, las campañas que fortalecen los argumentos de nuestros agresores, que justifican el bloqueo, aunque digan que están contra el bloqueo; que justifican toda la filosofía de la agresividad contra Cuba, el bloqueo económico, la guerra económica contra nuestro país... Es decir, ésos son delitos bien calificados y bien definidos en las leyes. 

Los promotores de ese Proyecto han violado un montón de leyes en toda esa campaña. Más bien se puede caracterizar la posición de nuestro gobierno por una gran tolerancia. ¿Por qué lo hacemos? Porque la Revolución es fuerte. 

¿Pero en definitiva qué hicieron ustedes con el proyecto Várela? 

Dejando a un lado toda consideración acerca de las firmas, la legitimidad de equis número de firmas, dejándolo a un lado y asumiendo que se tratara de 11 mil personas con derechos legales y constitucionales a suscribir una solicitud, se le dio tratamiento, se recibió la solicitud, fue analizada por la comisión correspondiente de la Asamblea Nacional y se le dio respuesta. 

¿Y cuál fue la respuesta? 

Yo no tengo aquí el documento. 

Pero en síntesis. 

Sencillamente se rechazó la iniciativa. Se rechazó la idea de proponer un cambio constitucional, con mucha más lógica, creo que ya lo mencioné, si se tiene en cuenta que unas semanas antes, más de 8 millones de personas, el 99,25 por ciento de las personas con derecho a votar, habían suscrito un documento y lo habían presentado a la Asamblea Nacional declarando "irrevocable" el carácter socialista de la Revolución. 

Eso también abría un procedimiento de cambio constitucional, y podía ocurrir, porque es una de las facultades de la Asamblea, lo que plantean esos ocho millones de firmas, o lo que plantea más del 99 por ciento de las personas registradas, con su firma. Aunque hubo que hacer cálculos, hubo que hacer un cálculo del número total, puesto que hacía 19 años que no hacíamos un censo, y esas mismas firmas, recientemente lo expliqué, de un 99,25 por ciento bajaron al 98,05 por ciento, por algunos datos, puesto que había muchos factores: salidas clandestinas, personas que están de viaje que aparecen en el registro pero que no han regresado. Los datos estadísticos se van a saber con toda exactitud, para ver si es una fracción más o menos, tan pronto se publiquen los datos del censo que acaba de realizarse en el país. En este momento están procesándose. 

Ese número de personas, ocho millones, planteó modificar un artículo de la Constitución, plantearon una reforma constitucional en la que le quitaban a la Asamblea Nacional el derecho a modificar la Constitución en un aspecto; se respetaron todos los derechos establecidos de la Asamblea Nacional, excepto el de revocar el carácter socialista de la Revolución, que está contenido en esa Constitución. Era la respuesta a la exigencia del presidente Bush de Estados Unidos, en su discurso del 20 de mayo del 2002, en Miami —ya le mencioné esto—, y la reforma fue presentada por todas las organizaciones de masa, suscrita por esa cifra de ciudadanos, con su puño y letra, porque aquí todo el mundo sabe firmar, leer y escribir. Algunas personas pueden estar ciegas o tener algún problema, entonces ese individuo, en persona, autoriza para que firme otro por él si tiene algún impedimento físico para hacerlo. Así se hizo, y creo que eso es digno de respeto. 

¿Esa, en definitiva, es la respuesta oficial al Proyecto Várela? 

Esa fue la respuesta no a lo de Várela. 

Sino también al Presidente Bush, 

Si cien mil suscriben el Proyecto Várela, puede haber 8 millones o siete millones y medio que se opongan. 

¿Usted piensa que esa respuesta, ese tipo de respuesta, va a ser aceptado por los oponentes? 

Nosotros hicimos una enorme movilización, como respuesta a las exigencias del presidente de Estados Unidos. Eso no tenía nada que ver con el Proyecto Várela, eso es estar matando mariposas a cañonazos, tomeguines a cañonazos. El país no se moviliza por ese Provecto así, como se movilizó por millones. Un día desfilaron ocho millones de personas en todo el país, es la más grande movilización que se hizo jamás, y queda constancia fíimica de todo. 

Claro, eso los medios internacionales lo ignoran, entre tantos problemas que tiene el mundo... Pero para nuestro pueblo tiene mucha importancia, y es así. No tiene nada que ver con el Provecto Várela, eso es cuestión de una comisión. Por ejemplo, ¿qué hace falta en Francia para cambiar la Constitución? 

Hace falta que, por lo menos, los dos tercios de las dos cámaras reunidas estén de acuerdo para cambiarla. 

¿Quiénes tienen iniciativas legales en Francia, que puedan proponer un cambio? 

El gobierno puede proponer un cambio y puede haber un referéndum, pero no se contempla la posibilidad de que los ciudadanos, firmando una petición, puedan cambiar la Constitución. 

Bueno, pues es más democrática nuestra Constitución que la de ustedes. Aquí muchas organizaciones, los sindicatos, hasta los ciudadanos pueden proponer; pero proponer no quiere decir que usted tenga, sencillamente, que pasar a discutir en la Asamblea Nacional esa ley. Eso no quiere decir que hay que cambiar la Constitución de la República, mucho menos cuando se plantea el cambio del carácter socialista de la Revolución. 

Entonces, sencillamente, ese Proyecto Várela lo recibió la Comisión, lo estudió, lo respondió y lo que ocurrió es que sus promotores no quisieron recibir la respuesta. Todo eso es materia prima para publicidad. Lo que tienen gratis y abundante es una posibilidad de que los medios internacionales hablen de ellos, pero es una realidad virtual. 

Cualquier persona puede venir a este país y ver lo que pasa en este país, qué fuerza tienen las organizaciones y qué fuerza tienen los pequeños grupos de los llamados disidentes que están, incluso, divididos. Este Proyecto ha sido más hábil en el sentido de que plantea que no haya terrorismo y que sea pacífico el cambio. 

Y denuncia el bloqueo también. 

Claro. Es que hoy, realmente, en este país no hay nadie que encuentre el apoyo de diez personas que estén de acuerdo con el bloqueo, cuando en los propios Estados Unidos se ha puesto de moda oponerse al bloqueo. Pero si tú apoyas todo lo demás, si tú suscribes todas las calumnias, todas las mentiras y todas las campañas sobre las cuales se sostiene el bloqueo y la justificación del bloqueo, tú puedes oponerte de palabra al bloqueo; pero estás haciendo exactamente lo que ellos necesitan para tratar de justificar un bloqueo, aunque ya no lo justifique nadie en el mundo. Es lo que yo sé, porque lo he preguntado. 

Yo lo que le quería decir es que este país está en medio de una gran batalla, decisiva, de cosas fundamentales. Otras cosas tienen su importancia relativa. La magnificación de ese Proyecto obedece a toda una campaña mediática, eso que usted conoce muy bien. Es una campaña mediática. 

No sólo mediática, porque el iniciador de este Proyecto Várela, Osvaldo Paya,[14] recibió el premio Sajárov, por los derechos humanos, y vino a Francia a recibirlo, a Estrasburgo. Muchos comentaristas y también algunos intelectuales dijeron que él no podría salir de Cuba para recibir su premio; pero salió y regresó con bastante normalidad. Y ese Proyecto tiene apoyo también en muchos sectores políticos, asociativos, religiosos. ¿Usted piensa que Europa está participando en una campaña contra Cuba? 

Europa no sabe nada de esto, es lo que le puedo decir, Ramonet. También el Presidente de Francia hasta mandó un mensaje, porque se había dicho que Paya no iba, que no le habían dado permiso y no sé qué trabas hubo ahí. Eso no tiene sentido, si nosotros, en general, los dejamos viajar; pero si todos los jefes y todos los cabecillas de todos los grupos contrarrevolucionarios, que están contra la Revolución, son organizados por la Oficina de Intereses de Estados Unidos. 

Usted no se imagina hasta qué grado la Oficina de Intereses de Estados Unidos interviene en los asuntos internos de Cuba, los reúne allí, les envía literatura, íes envía dinero. Y con un dólar aquí se pueden comprar cien litros de leche. Por un dólar, al cambio de 25 pesos por dólar, las cantidades de productos que se compran aqui... 

Todos estos llamados disidentes no van a Miami a que los curen allí. Si por un dólar pueden comprar cien litros de leche dentro de ciertos límites, con cien dólares en este país adquirirían 2.500 pesos, y si no pagan vivienda, si no pagan impuestos por ser dueños de la vivienda, si ío que se paga de alquiler aquí es simbólico en aquellas viviendas a cuyos ocupantes no se les ha dado la propiedad porque son una necesidad de las fábricas o de las industrias, si reciben sus hijos gratuitamente los mejores servicios educacionales del mundo, excelentes servicios de salud; si sus hijos tienen garantizada la vida, un altísimo nivel de supervivencia, cualquier tratamiento médico, aunque sea una operación cardiaca, a corazón abierto o cirugía cardiovascular, que puede costar 50 mil dólares, o un transplante de corazón, que puede costar 100 mil, o de hígado o de riñon. Jamás se le ha preguntado a nadie si es revolucionario, si simpatiza o no, si es disidente o no. 

Puede haber un caso en que a alguien se le favorezca porque tenga dólares que reciba de fuera y promueva determinada corrupción cuando puede tratarse de un producto escaso. Pero jamás se ha favorecido a tal o cual categoría social, ¡búsquese una prueba! Los llamados disidentes tienen todas esas garantías cuando esas organizaciones les mandan cien dólares. Los norteamericanos han declarado cuántos millones van a mandar aquí para ayudar a unos disidentes de una existencia virtual, absolutamente virtual. 

Lo que hay que preguntarle a cada uno de ellos es qué ha producido, en qué trabaja, y cuánto dinero reciben por vía de premios, artículos... Hacen cualquier artículo —artículos calumniosos— los envían a esos medios, a emisoras,.. Cosa que está sancionada por las leyes; son leyes vigentes y sencillamente, no aplicadas, porque es potestad del Estado, de la Fiscalía de la República, aplicarlas o no. 

Uno no puede ponerse al servicio de una potencia enemiga en ninguna parte del mundo, ni trabajar a las órdenes de un gobierno extranjero en ninguna parte del mundo, no importa que uno ío disfrace de una cosa o de otra. Nosotros tenemos montones de pruebas. 

Todos esos llamados disidentes son una realidad virtual, no existen, es un número insignificante y, además, dirigidos por la Oficina de Intereses de Estados Unidos. 

Tienen divisiones, porque unos dicen que quieren negociar con el gobierno y otros no... Pero nosotros no estamos obligados, tendrían que expulsarnos, declararnos unos imbéciles y unos incapaces, si nos dedicamos a atender o a hacer aquí un debate parlamentario porque diez mil personas lo deseen, o pueden ser cien mil... 

Pero diez mil es lo que fija la Constitución. 

Sí. Tienen derecho a presentarlo, y nosotros, en este caso, tenemos detalles suficientes y sabemos... Pero para nada se tomaron en cuenta esos detalles: firmas repetidas; a veces, si faltaba un apellido se estaban recogiendo firmas otra vez. Todos nosotros lo sabemos, pero ése no es el tema a discutir. 

Hemos partido de la posición de que esas firmas existen, que son reales, que cada uno tiene derecho a firmar, que todas fueron espontáneas, que no medió interés, ni favores, ni nada. Nos olvidamos de todo eso. Partimos de la presunción de que fuera honesto. Recibieron el trámite legal correspondiente y la comisión parlamentaria ejerció los derechos, absolutamente legales y constitucionales, que ejerce una comisión. Ya le digo, es como en otros lugares. 

Si Europa analiza toda su historia y sus Constituciones y lo que ha pasado allí, entonces no se pondría tan asombrada de que una comisión de la Asamblea de Cuba decida. Hay montones de comisiones, la analizó la comisión correspondiente, no son dos o tres diputados; son decenas de diputados... Nosotros hemos cumplido nuestras leyes estrictamente. ¿Por qué tanto asombro con todas esas cosas? 

Eso es todo lo que ha pasado con eso, y nada más. Eso es lo que ha ocurrido, la situación que hay, ya que usted estaba interesado en ese tema. 

El señor Paya fue y vino. ¿Está libre? 

El tiene un método: todos los días buscar algún pretexto de cualquier cosa, "que si me retrasaron"... Muchas veces no hacía ni los trámites correspondientes. Buscan, incluso, cualquier pretexto que sirva de materia prima para publicidad y declaraciones de todas clases. Cada uno de ellos tiene una técnica. 

La Comisión Cubana de Derechos Humanos ha publicado un documento, en enero de 2003, en el que dice que en esa fecha había 223 disidentes en las cárceles de Cuba. 

Óigame, pues parece que hay, según la cifra que le cité, un poco más del 1 por ciento de los que en un tiempo hubo, los 15 mil que le dije, y a los cuales pusimos en libertad. Pero hay algo más, les garantizamos el viaje a Estados Unidos, todos los que pasaron por las prisiones, más del 95 por ciento casi, están allá, porque eso equivalía a una visa para entrar en Estados Unidos. Ellos fueron los que los introdujeron en todo eso, los inspiraron... En ese tiempo hubo todas esas cantidades en las prisiones, como le digo. Si ahora dicen que hay 203 en la cárcel, casi hay que levantarle un monumento a la Revolución, 

Doscientos veintitrés. 

Nosotros pudiéramos sacar la cuenta de los miles que pusimos en libertad, incluso algunos que, como, por ejemplo, Rolando Cúbela, había recibido todas las armas para conspirar; era un muchacho, estudiante, se había destacado, creo que había ejecutado a algún jefe militar batistiano, estuvo de guerrillero una parte del tiempo, bueno, éramos amigos todos. Pero él fue persuadido, en un momento dado, y se puso a conspirar. Fue arrestado y sancionado, y no estuvo mucho tiempo en prisión. 

Ahora, ¿por qué fue sancionado? Allá lo entrenaron, le dieron una mirilla telescópica, le dieron todo —eso fue oficial, eso no fue inducido ni mucho menos— para un atentado contra mí. No estuvo mucho tiempo preso, lo pusimos en libertad. 

Decenas de individuos que han participado en planes de atentado fueron puestos en libertad, fueron enviados al exterior, y muchos siguieron en el negocio, porque se convirtió en un negocio, como una agencia de turismo, ellos tenían la agencia de preparar planes de atentado. Esa ha sido la historia. ¿Qué dicen, 202? 

Doscientos veintitrés. 

Ahora, tengan la seguridad de que esa gente ha violado leyes, y ya le digo, si hubiésemos juzgado a todos los que, en contubernio, en complicidad con la Oficina de Intereses y pagados por Estados Unidos, se han dedicado al oficio de "disidentes", si hubiéramos sancionado a todos los que han violado leyes, no serían 223. Esa cifra viene a ser más bien una prueba de la generosidad de la Revolución. Son pocos. Cuando vino el Papa había más. 

¿Juan Pablo II le pidió la liberación de algunos presos? 

Al Papa le dieron una lista, desgraciadamente muy mal hecha, pues incluso había en ella muchos que ya estaban en libertad. Es que la lista se la dieron al Papa al final. El Papa, en todos los planes de preparación de su visita, nunca habló de listas y, al final, se presentó una lista, pésima lista, desgraciadamente. No tuvieron ni consideración, a veces teníamos un nombre nada más, un apellido, para identificar la lista del Papa y tratar de satisfacer lo que solicitaba el Papa. Pero muchos estaban en libertad, otros habían emigrado ya. Le dieron una mala lista al Papa, que no había hablado de eso. 

Dijimos: "Bueno, nosotros estamos dispuestos..." Dijo el Canciller: "No, no importa, no tienen que ser sólo presos que tengan motivaciones de carácter político." Nosotros les llamamos contrarrevolucionarios, pero no negamos que la contrarrevolución es una acción política, aunque Jiménez de Asúa[15] decía que no, aquel gran jurista español, decía que eran "presos políticos" aquellos que eran arrestados por promover cambios y avances revolucionarios en la sociedad, y que los que querían hacerla retroceder no eran presos políticos. Yo estaría muy de acuerdo con él, pero los conceptos son los conceptos. Nosotros siempre hemos usado la palabra contrarrevolución, pero todos han parado en presos políticos o presos por ser "disidentes". Lo que sostengo es que todos cometieron violaciones, y que hay muchas más, y la Revolución tiene leyes, pero no las aplica, así que casi merece un monumento por eso. 

Me ha dado una idea ahora hablando: pedirles a los compañeros que saquen las listas de todos los que fueron puestos en libertad cuando apenas habían cumplido la mitad de la sanción. Y no sólo eso, se les dio oportunidad de trabajar, régimen casi abierto, en la construcción de instalaciones escolares, se les pagaba el salario sin descontarles nada, cuando había miles.

Yo me reuní con ellos, cuando estaban muchos en la Isla de la Juventud, pasé, estaban con picos, palas, trabajaban... Yo he conversado con muchos de ellos. En los primeros años no, desde luego, pero en un momento determinado trabajaban, se les pagaba, incluso se ayudó a familiares; era masivo en ese periodo el número de presos contrarrevolucionarios. 

Voy a pedir que se haga un estudio, una lista, cuántos y a través de quiénes se pusieron en libertad, a través de la misma Iglesia Católica en Estados Unidos. Les decíamos: "Consíganles la visa." Porque usted comprenderá que en este ambiente, un contrarrevolucionario para buscar trabajo y facilidades..., era muy hostil la gente. Y decidimos: "Que viajen al exterior", y les conseguían la visa. Y así deben haber sido decenas de miles, porque había algunos que cumplían la sanción, pero se hacían rebajas de sanciones, aparte de ponerlos en libertad se rebajaban sanciones; y después todos, como sabían que aquéllos les debían favores, insistían. 

A los que habían estado en prisión, ¿ustedes los dejaban marcharse a los Estados Unidos? 

Cuando aquí no había acuerdo migratorio con Estados Unidos, todos los que habían estado en prisión tenían el derecho a solicitar visa, y muy pocos eran rechazados. El mejor expediente para garantizar la visa en Estados Unidos es haber sido contrarrevolucionario y haber estado preso en Cuba. Hoy hacen sorteos —una cosa un poco extraña a veces los sorteos— y hay una cuota de 20 mil visas por año. 

La respuesta que yo le doy —puede haber 223, pueden ser 250 ó 300—, es que ninguno está preso si no ha violado una ley... 

Había aquí cuatro famosos "disidentes",[16] las cosas que hicieron... Yo realmente casi me quejé al Ministerio del Interior cuando sacaron la lista de todo lo que habían hecho contra el país, saboteando las inversiones, mandándoles cartas a los inversionistas, amenazándolos con que serían confiscados, casi me indigné de que pudieran hacer todas esas cosas. Un día están arrestados... Bueno, cuatro arrestados y fueron sancionados a penas ligeras, ni te creas que graves, porque fueron actos graves. 

En medio del período especial hubo un montón de gente que se dedicó a sabotear los esfuerzos del país. Cuando ya llegan a determinados extremos y no queda otra alternativa, se les arresta; pero el Ministerio del Interior no actúa ni por temor, ni se guía por una política de represión; tiene facultades, y no hacen uso de severidad ni mucho menos. 

Ahora, ésta es una Revolución que se defiende y se ha defendido, y si no se defiende no estaría aquí, y no está porque tengamos armas nucleares, ni porque seamos ricos. Hemos resistido un bloqueo de 46 años, la hostilidad, la agresión, la guerra económica y encima de eso un período especial bien duro. Ningún país hubiera resistido eso sin el apoyo del pueblo, sin el consenso del pueblo, sin una conciencia política. Es lo que yo puedo decir a los que nos acusan de violación de los derechos humanos y de todo eso, y de los presos estos que nosotros llamamos contrarrevolucionarios y ellos llaman "disidentes". Es la respuesta.


(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 461-490)  ©

 

 

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