CUBA Y ÁFRICA
ARGELIA – AHMED BEN BELLA – CHE EN EL CONGO –
GUINEA BISSAU – SUDÁFRICA INVADE ANGOLA –
OPERACIÓN CARLOTA – UNA VICTORIA DECISIVA –
NUEVA AGRESIÓN – LA BATALLA DE CUITO CUANAVALE –
UNA GESTA “OLVIDADA” – LECCIONES DE UNA GUERRA
Con la muerte de Che Guevara no terminan los
compromises de la Revolución Cubana hacia otros
pueblos oprimidos. No sólo en América Latina y en
América Central –en El Salvador, en Guatemala o en
Nicaragua–, sino también, y es quizás menos
conocido, en África. Quisiera que abordásemos ese
tema, el de la participación de Cuba y de
combatientes cubanos en algunas de las luchas por la
independencia de países africanos.
Es un tema importante. Ya lo hemos mencionado cuando
hablamos del Che, pero efectivamente creo que la
heroica solidaridad de Cuba con los pueblos hermanos
de África no ha sido suficientemente conocida. Esa
gloriosa página de nuestra historia revolucionaria
merece serlo, aunque sólo sea como estímulo a los
cientos de miles de mujeres y hombres, combatientes
internacionalistas que la escribieron, para ejemplo
de las presentes y futuras generaciones. Tampoco se
recuerda suficientemente, en mi opinión, la historia
del pillaje y del saqueo imperialista y neocolonial
de Europa en África, con el pleno apoyo de Estados
Unidos y de la OTAN.
El ex presidente de Argelia, Ahmed Ben Bella, me dijo en una
ocasión,[1] que Cuba, inmediatamente después del
triunfo de la Revolución, no dudó en acudir en ayuda
de los combatientes argelinos que aún estaban
luchando por la independencia de su país contra
Francia. ¿Lo podría usted confirmar?
Cómo no. Es preciso entender que nuestra victoria de enero de
1959 estuvo muy lejos de significar elfin de los
combates armados. Muy pronto la perfidia
imperialista, exacerbada por cada medida de
beneficio al pueblo o que consolidara Ia
independencia nacional, nos hizo permanecer con
mochilas y botas puestas. Muchos compatriotas
tuvieron que continuar ofrendando la vida en defensa
de la Revolución, tanto en Cuba como en otras
tierras del mundo cumpliendo sagrados deberes.
en efecto, ya en 1961 —no habían transcurrido dos años desde
nuestra victoria, cuando el pueblo de Argelia
libraba aún una asombrosa lucha por su independencia—,
un barco cubano llevó armas a los patriotas
argelinos. Y a su regreso trajo un centenar de niños
huérfanos y heridos de guerra.
Permítame introducir aquí un parentesis, porque ahora que
menciono ese hecho me viene a Ia mente otro que no
quisiera olvidar después. Esta historia se repetiría
muchos años más tarde, en 1978, cuando Ilegaron los
supervivientes de la matanza de Cassinga,[2] en su
inmensa mayoría niños. Y resulta que la actual
Embajadora de Namibia en Cuba fue uno de aquellos
niños. Para que usted vea las vueltas que da la vida.
No recuerdo ese episodio de Cassinga. ¿Podría usted precisarlo?
Aquello sucedió en el Sur de Angola. Habría que recordar el
intenso y sangriento combate que libró una unidad
cubana de las que defendían la larga línea del Sur
de Angola, en un punto no lejano de Cassinga, centro
de refugiados namibios, avanzando resueltamente
hacia ese lugar para combatir a los paracaidistas
surÁfricanos, que estaban llevando a cabo Ia matanza,
con apoyo incesante de aviones modernos de combate.
Y nuestra fuerza marchó, prácticamente a pecho
descubierto, bajo ataque aéreo enemigo, hasta llegar
al lugar donde estaban masacrando a niños, mujeres y
ancianos. Fue una de las acciones de aquella guerra
en que tuvimos más bajas, por el número de heridos y
de muertos. Pero se paró la masacre, y cientos de
niños sobrevivientes o heridos fueron trasladados a
Cuba para su recuperación y posterior ingreso en
escuelas donde recibieron educación primaria y
media. Algunos se graduaron después en las
universidades cubanas.
No quiero extenderme, estábamos evocando lo de Argelia, pero
se pueden deducir las circunstancias y los factores
por los cuales aquellos genocidas racistas
surÁfricanos pudieron hacer lo que hicieron
posteriormente en Angola durante años. Ya en 1976
habían tenido que retroceder a gran velocidad,
perseguidos por nuestras fuerzas hasta las fronteras
de Angola con Namibia.
Volviendo a lo que decíamos de Argelia, usted me hablaba de
un barco...
Sí, le hablaba de aquel barco que llevó armas a las fuerzas
argelinas que estaban combatiendo contra el ejército
francés. Éste tenía a la metrópoli muy cerca, casi
se podía ver la tierra argelina desde la otra orilla
del Mediterráneo, y combatían duro. El cargamento de
armas incluía cañones, obuses de 105 milímetros y
abundante parque. Fue una guerra cruel, no se sabe
los cientos de miles de vidas argelinas que costó.
En días recientes nos recordaban que todavía los
franceses no les han entregado a los argelinos los
mapas de los campos donde el ejército colonial
sembró millones de minas, y han pasado algunos años,
más de cuarenta desde entonces. Y en ese barco
regresaron niños huérfanos y heridos de guerra, que
aquí nosotros curamos.
Debo añadir que, también por aquellos días, a pesar de que el
imperialismo acababa de arrebatar a nuestro país la
mitad de sus médicos dejándonos sólo tres mil,
varias decenas de médicos cubanos fueron enviados a
Argelia para ayudar a ese pueblo. Se iniciaba
también de ese modo, hace más de cuarenta años, lo
que hoy constituye la más extraordinaria
colaboración médica con los pueblos del Tercer Mundo.
Ustedes se han convertido en una especie de “superpotencia
médica”.
Bueno, no sé si el término es adecuado, pero lo que sí le
puedo decir es que ya tenemos más de 70 mil médicos,
y otros 25 mil jóvenes estudiando Medicina, lo cual,
sin duda, nos permite ocupar un lugar especial,
inigualable —no exagero ni un ápice— en la historia
de la humanidad.
No sé qué harán los demás, porque los vecinos del Norte solo
pueden mandar helicópteros, no pueden enviar médicos,
porque no los tienen para resolver ningún problema
del mundo; Europa, “adalid de los derechos humanos”,
tampoco, y no tiene ni 100 médicos para enviar al
África, donde hay alrededor de 30 o más millones de
personas infectadas de SIDA. Han reunido decenas de
miles de millones de dólares, pero no reúnen 100
médicos. Para combatir esa epidemia, tendrían que
tener el contingente “Henry Reeve”[3] y muchas
fuerzas médicas adicionales que Cuba está formando.
Pienso que en diez años tendremos más de 100 mil
médicos, y quizás hayamos formado otros 100 mil
procedentes de distintos países. Somos los mayores
formadores de médicos; creo que ya podemos formar
diez veces los médicos que puede formar Estados
Unidos, aquel que nos llevó buena parte de los que
teníamos e hizo todo lo posible para privar a Cuba
de médicos. Esa es nuestra respuesta.
Ustedes, en agosto-septiembre de 2005, cuando el ciclón
“Katrina” arrasó Nueva Orleans, le propusieron ayuda
médica a Estados Unidos.
Sí, ofrecimos 1.610 médicos, y antes de que pasara el segundo
ciclón una cifra mayor, que habrían podido salvar
muchas vidas. Pero para el orgullo del gobierno
norteAméricano era preferible que sus ciudadanos
murieran en las azoteas de las casas, o en las
azoteas de los hospitales de donde nadie los evacuó,
o en los estadios, o en los asilos, donde algunos
fueron sometidos a la eutanasia para evitar el atroz
final de morir ahogados.
Ése es el país que se presenta como defensor de los derechos
humanos, ése es el país que en 1959 nos quiso
dejar sin médicos y, al fin y al cabo, fue el que se
quedó sin médicos, porque no dispone de ellos cuando
más los necesita. Hay, en Estados Unidos, millones y
millones de inmigrantes o de afronorteAméricanos,
decenas de millones de personas, que no tienen
asegurada la asistencia médica, mientras aquí en
Cuba cualquier ciudadano cuenta con ella, sin que
nadie le haya preguntado jamás cómo piensa, o le
haya preguntado si apoya el bloqueo, como hacen
algunos miserables mercenarios. ¡Eso nunca se le
preguntó ni se le preguntará jarnás a nadie!
Hoy, con casi 30 mil médicos en el exterior, disponemos de no
menos de 40 mil en Cuba, y de las
instalaciones hospitalarias y de policlínicos
necesarias para atender la salud de nuestro pueblo.
Incluso en medio de lo que va pasando ya, aquel
durísimo período especial, logramos reducir la
mortalidad a los niveles que tenemos hoy, elevando
las perspectivas de vida y dando niveles de salud a
nuestro pueblo que prácticamente no eran nada
comparado con lo que estamos haciendo. Y es cosa
segura boy, y mucho más en años venideros: aspiramos
a alcanzar, en breve tiempo, los 80 años de
perspectiva de vida. Hoy Cuba, con 0,07 por ciento
de infestación de SIDA, es uno de los países de más
baja tasa del mundo. Aún cuando tenemos algunas
dificultades que resolver, el que menos infestación
tiene del virus VIH después de Cuba, en América
Latina, alcanza un Indice 8 veces superior al de
nuestro país.
Recientemente ustedes enviaron médicos a Guatemala, y también
a Pakistan, después del terremoto de Cachemira. ¿No
es cierto?
Sí, a Guatemala enviamos 700 médicos y médicas del
contingente “Henry Reeve”, que sumados a los cerca
de 300 que ya estaban allí, hicieron un total de
casi mil médicos, ante una de las más grandes
tragedias naturales, la más grande tal vez ocurrida
en ese país, mucho mayor que el desastre del huracán
“Mitch”, que dio origen a los Programas Integrales
de Salud de Cuba para cooperar con países del Tercer
Mundo. Esos valerosos compañeros que fueron a las
faldas de aquellas montañas, a todos los rincones
afectados de Guatemala, estuvieron allí durante
meses. Y no es, por cierto, la única proeza de
nuestros médicos.
Después de creado ese contingente “Henry Reeve”, han ocurrido
dos grandes tragedias, en efecto: Ia de Guatemala y
el terremoto en Pakistan. Los médicos cubanos en
Pakistan escriben hoy una colosal página de heroísmo,
sacrificio y eficiencia, que pasará a la historia
como otra de las muchas grandes hazañas que la
Revolución ha realizado en diversos campos.
Con el terremoto de Pakistan descubrimos que no sólo es
cuestión de disponer de muchos perros rastreadores o
de grandes grúas, sino que lo más importante y lo
más necesario tras un terremoto son los médicos,
necesarios en esas circunstancias más que en
cualquier otra catástrofe natural. Baste decir, por
ejemplo. que en Pakistan, el terremoto, ocurrido en
un lugar distante y montañoso, pero con millones de
pobladores, privó de Ia vida a un número que se
aproxima a los 100 mil ciudadanos, y una cifra mayor
sufrió graves traumas: fracturas de hueso, sobre
todo de los miembros superiores e inferiores... Es
difícil imaginarse una catástrofe mayor, y una lucha
como la que libra Ia dirección de ese país para
demandar la colaboración de los países inmensamente
ricos y saqueadores consuetudinarios de los pueblos
del Tercer Mundo, destructores del ambiente, el cual
están cambiando con el derroche de una fuente de
energía que se agota y cada vez es más escasa y más
costosa... Allí están los médicos cuhanos,
escribiendo una página hermosísima de solidaridad
humana. Perdóneme esta digresión, pero se trata de
un tema que, para mí, es de especial importancia.
Yo sé que el tema de la medicina es algo que le apasíona, y
que la solidaridad internaciónalista de Cuba en
materia de salud es un principal motivo de orgullo
para usted, pero quisiera volver al tema de hoy.
Estábamos hablando de la ayuda de Cuba a Argelia en
los primeros años después de la Revolución Cubana.
Le decía que entonces enviamos a Argelia 30 ó 40 médicos,
tendría que buscar el dato exacto.[4] Y después de
que Argelia alcanzó su independencia en junio de
1962, conocimos, en efecto, al presidente Ben Bella.
Él vino a visitarnos a La Habana en vísperas de los
dramáticos días de la Crisis de Octubre de ese año.
Viajó directamente de Washington, donde acababa de
entrevistarse con el presidente Kennedy. Habían
hablado, entre otras cosas, de esa crisis de los
cohetes en ciernes entre Cuba y Estados Unidos. Nos
expresó su solidaridad. Nuestro pueblo recibió a
Ahmed Ben Bella con gran entusiasmo porque conocía
su trayectoria de combatiente, así como el heroísmo
de los argelinos y su victoria histórica contra el
colonialismo francés.
¿Participaron tropas cubanas en la guerra de 1963 entre
Argelia y Marruecos?
Eso fue así: un año después de la Crisis de Octubre, en el
otoño de 1963, ocurre una situación inesperada y no
imaginada. Argelia, ya independiente después de
heroica y desigual lucha, se vio amenazada, en
efecto, en la región de Tinduf, cerca del desierto
del Sahara, por una agresión de Marruecos, cuyas
fuerzas armadas, con el apoyo logístico de Estados
Unidos, trataron de despojar de importantes recursos
naturales al desangrado país argelino. Por primera
vez, en esa ocasíón, tropas cubanas —un batallón de
tanques equipados con dispositivos de visión
nocturna recibidos de la URSS para nuestra propia
defensa, piezas de artillería y varios cientos de
combatientes—[5] cruzaron el océano y, sin pedirle
permiso a nadie, ni siquiera a los suministradores
de aquellos equipos, acudieron al Ilamado del pueblo
hermano de Argelia, para apoyar la defensa de su
territorio y de sus riquezas, que tanta sangre
argelina había costado en lucha contra una poderosa
potencia colonial.
Desde muy pronto, ustedes también ayudaron a los insurgentes
que combatían en África contra el colonialismo
portugués, que era uno de los últimos que subsistía
en el continente africano. ¿No es cierto?
A partir de 1965 comenzó también nuestra colaboración con la
lucha por la independencia de Angola y
Guinea-Bissau, que consistió esencialmente en Ia
preparación de cuadros, envío de instructores y
ayuda material.
Guinea-Bissau era una colonia portuguesa. Estaba
teniendo lugar allí una fuerte lucha por Ia
independencia desde 1956, dirigida por el Partido
Africano por la Independencia de Guinea-Bissau y
Cabo Verde (PAIGC), bajo la dirección del valeroso y
heroico Amílcar Cabral. Guinea-Bissau logró la
independencia en septiembre de 1974. Allí, alrededor
de 600 internacionalistas cubanos, entre ellos unos
70 médicos, permanecieron junto a las guerrillas
diez años, desde 1966, acompañándolas en la lucha
por la independencia.
En julio de 1975, las islas de Cabo Verde y el
archipiélago de Sao Tome y Principe lograron también
la independencia definitiva de Portugal.
E igualmente, a mediados de ese mismo año, Mozambique alcanzó
su definitiva independencia tras dura lucha bajo la
dirección del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO)
y de su líder, el inolvidable hermano y compañero
Samora Machel. Ese país, ya independiente, era
invadido con frecuencia por tropas surafricanas, al
igual que Zimbabwe, liberado por su valiente pueblo
bajo la dirección de Robert Mugabe, inteligente,
tenaz y firme, y por otros notables dirigentes.
La última de las colonias portuguesas que alcanzó su
independencia, en 1999, fue Timor Leste, allá en
Oceanía, muy lejos de Cuba. Nuestro país se
encontraba en pleno período especial y bastante
aislado después del derrumbe de la URSS y el
campo socialista.
En el caso del antiguo Congo belga, ¿cómo se inicia la
colaboración cubana, que tiene su momento culminante
con la presencia allí de Che Guevara?
Recuerde que el Che Guevara había visitado varios países
africanos. Ya hernos hablado de eso. Él denunció con
fuerza, cuando intervino en la Asamblea General de
la ONU, el 11 de diciembre de 1964, la agresión
norteamericano-belga contra el Congo. Declaró algo
así, cito de memoria: “Todos los hombres libres del
mundo deben disponerse a vengar el crimen cometido
contra el Congo.”
Yo trataba entonces de calmar su impaciencia y ganar tiempo,
mientras se creaban las condiciones en Suramérica.
Directamente desde Nueva York, a finales de diciembre de
1964, previa coordinación con nosotros, el Che
inicia un largo viaje que le perrnitió visitar nueve
países de África: Argelia, Egipto, Mali, Congo,
Guinea, Ghana, Dahomey —hoy Benin—, Tanzania y el
Congo-Brazzaville. El gran líder congoleno Patricio
Lumumba había sido asesinado en enero de 1961, y ya
era considerado como el gran mártir de la lucha
anticolonial en esta región.
El Che consiguió entrevistarse con todos los grandes
patriotas africanos: Kwameh Nkrurnah en Accra, Sekou
Touré en Conakry, Modibo Keita en Barnako, y
Massemba Débat en Brazzaville. Tarnbién había
conversado largamente, en Argel, con los dirigentes
de los movimientos de liberación de los países aún
colonizados por Portugal: Agostinho Neto y Lucio
Lara, de Angola; Amílcar Cabral, el gran
revolucionario de Guinea-Bissau, y dirigentes del
FRELIMO mozambicano.
¿Ahí es cuando el Che decide incorporarse a la guerrilla del
Congo?
No, después de ese primer viaje él regresa a Cuba. Se
interesaba mucho por la situación africana, y más
aún después de aquel histórico viaje y sus contactos
con los prestigiosos líderes históricos de África,
pero seguía impaciente por ir a Bolivia. Entonces,
como ya le conté, le sugiero que, mientras se
creaban las condiciones en Bolivia, él fuera con un
grupo de compañeros a África. Su tarea era apoyar en
particular el movimiento guerrillero en el Este del
Congo. Era una misión muy importante y además le
permitiría adquirir mayor experiencia y formar
nuevos cuadros.
El 24 de abril de 1965 —es la fecha exacta— llega el Che con
un grupo numeroso de combatientes cubanos a la
localidad de Kibamba, cerca de Fizi, en la provincia
de Kivu-Sur, a orillas del lago Tanganyika, en una
zona controlada por la guerrilla de Laurent-Désiré
Kabila. Este se había formado política y
militarmente en China. Los chinos, en esa época,
también estaban cooperando con él. Kabila había
seguido un entrenamiento de varios meses en una
academia militar de Nanjing. Pero su guerrilla se
encontraba entonces en crisis profunda,
desorganizada y violentamente atacada, desde fines
de 1964, por aguerridas tropas de mercenarios
blancos, surafricanos, rhodesianos, alemanes y de
otras nacionalidades, con oficiales belgas y
norteamericanos.
¿Ustedes mandan más fuerzas para ayudar al Che?
Sí. En julio de ese mismo año, es decir, apenas tres meses
después de la llegada del Che al Congo, nosotros
enviamos a un contingente de aproximadamente 250
hombres, escogidos entre nuestros combatientes, bajo
la dirección del compañero Jorge Risquet. Ellos
llegaron a Brazzaville, en el otro Congo; porque
entonces había, como hoy, dos Congos, el ex Congo
belga, que después se llamó Zaire, cuva capital es
Kinshasa, y el ex Congo francés, cuya capital es
precisamente Brazzaville, dos ciudades por cierto
que se encuentran una frente a la otra, separadas
únicamente por el inmenso rio Congo. Los enviamos
para defender al gobierno nacionalista de Massemba
Débat y para, desde allí, ofrecer ayuda al
Che, quien se hallaba en los confines orientales del
otro Congo.
Pero Risquet y sus hombres, en Brazzaville, empiezan también
a formar a combatientes de otras guerrillas. En
particular, entrenan a gente del Movimiento para la
Liberación de Angola (MPLA). En poco tiempo, ellos
Habían preparado a suficientes hombres para
constituir tres columnas que, desde Brazzaville, se
incorporan a las guerrillas angolanas.
De ese modo, a partir del año 1965, se hizo efectiva nuestra
colaboración con la lucha independentista en el
Congo, así como en Angola y en Cabinda, que era
territorio angolano. En todos los casos, nuestra
colaboración consistió esencialmente en la
preparación de cuadros, envío de instructores y
ayuda material.
La intervnción cubana más conocida en África es la de Angola.
¿Recuerda usted cómo se inicio aquello?
Sí, lo recuerdo perfectamente. Tras lo que se llamó la
“Revolución de los Claveles” en Lisboa, en abril de
1974, se inició la desintegración del imperio
colonial portugues, debilitado ya ese país por un
largo gobierno reaccionario, profascista y proyanqui,
por la ruina económica y el desgaste de la guerra
patriótica que hizo insostenible aquel imperio y al
final lo derrotó.
Ya dije que, en 1975, la mayoría de las colonias africanas de
Portugal —Guinea-Bissau, Cabo Verde, Sao Tome y
Mozambique—, al derrumbarse el gobierno colonial,
Habían conseguido su plena independencia, reconocida
ya por el gobierno progresista establecido en aquel
momento en Lisboa.
Pero en el caso de Angola, Ia más extensa y rica de las
colonias portuguesas de África, la situación sería
muy distinta. El gobierno de Estados Unidos puso en
acción un plan encubierto —eso se conoce ahora,
hasta no hace mucho Washington era “inocente”, “no
tenía nada que ver con lo que allí ocurrió”— para
aplastar los legitimos intereses del pueblo angolano
e implantar un gobierno títere. Punto clave fue su
alianza con Suráfrica para compartir la instrucción
y el equipamiento de las organizaciones creadas por
el colonialismo portugués para frustrar la
independencia de Angola y convertirla prácticamente
en su condominio junto con el corrupto Mobutu, dueño
de Zaire. Este Mobutu, uno de los más grandes
ladrones que han existido en el mundo, y cuyos
cuarenta mil millones de dólares nadie sabe dónde
están, qué bancos los guarda y qué gobierno lo ayudó
a coleccionar esas decenas de miles de millones, en
un país donde no quedó casí nada: ni uranio, ni
cobre, ni otros muchos productos, porque era una de
las principales colonias de Europa en África. Pues
bien, el plan era convertir a Angola en un
condominio del corrupto Mobutu y del fascismo
surafricano, cuyas tropas Washington no vaciló en
usar para invadir a Angola. Dictadores, terroristas,
ladrones y racistas confesos se incluían
constantemente, sin el menor recato, en las filas
del Ilamado “mundo libre”, y pocos años más tarde el
presidente norteamericano Ronald Reagan los bautizó,
con particular derroche de cinismo, como
“combatientes de la libertad”.
En aquella época, Estados Unidos colaboraba con el régimen
del apartheid surafricano.
Totalmente. Y a ese respecto, hay algo rnuy importante que se
me olvidaba decirle, ya que mencionamos el fascismo
surafricano y el apartheid. Debo decirle que
mientras Cuba estaba en Angola y ese país era
invadido por los surafricanos, Estados Unidos se las
arregló para traspasarle a Suráfrica —a Ia Suráfrica
fascista y racista— varias bombas nucleares,
similares a las que hizo estallar en Hiroshima y
Nagasaki, por lo cual aquella guerra de Angola —esto
es algo que muchas veces se olvida—, fue librada por
los combatientes cubanos y angolanos contra un
ejército y un regimen que disponía de ocho armas
nucleares, suministradas por Estados Unidos a través
de ese sempiterno votante a favor del bloqueo que es
Israel. Y no eran pocas sus esperanzas de que las
descargaran sobre nosotros, que teníamos grandes
sospechas y adoptamos todas las medidas, como silos
surafricanos fuesen a lanzar el arma nuclear contra
nuestras tropas.
¿Los surafricanos disponían de bombas atómicas entregadas por
Washington? Eso no es conocido.
No es conocido, pero es la pura verdad. Los “demócratas”, no
el Partido Demócrata, sino ese “imperio democrático”,
¿con quién no pactó? ¿Qué acto de bandidismo no
llevó a cabo? Pactaron con Mobutu y toleraron sus
crímenes. No olvidar que cuando Lumumba fue
asesinado, era Mobutu el que estaba dirigiendo
aquellas tropas mercenarias armadas por los europeos
y que mataron a muchos ciudadanos del Congo, luego
convertido en Zaire.
Un día le pregunté a Nelson Mandela: “Por favor, Presidente,
¿usted sabe dónde están las armas nucleares que
tenía Suráfrica?” “No, no lo sé.” ¿“Que le han dicho
los militares surafricanos?” “No me han dicho una
sola palabra.” Ésta es la hora en que nadie lo sabe,
y el mundo no hace esas pregunticas, nadie; como
nadie hace pregunticas acerca de las armas nucleares
que tiene Israel, ¡nadie! En el mundo circulan las
noticias que les interesan al imperio y sus aliados,
que incluso pretenden el monopolio del combustible
nuclear, cuando se acaben el petróleo y el gas.
Ahora mismo [a fines de 2005] están cometiendo la abusiva
política de pretender prohibirle a Irán que produzca
combustible nuclear, y prácticamente le exigen que
queme sus reservas de gas —y son muchas— y de
petróleo, ya que de ambos hidrocarburos produce hoy
5 millones de barriles diarios. Irán aspira, con
toda razón y con toda justicia, a ahorrar esos
productos y poder algún día hacer lo mismo que otros
muchos países: producir electricidad mediante el uso
de combustible nuclear. Francia produce casí el 80
por ciento de su electricidad con combustible
nuclear, y muchos otros países, como Japón, Corea
del Sur o Canadá. Los iraníes no piden otra cosa;
aspiran a producir una parte importante de su
consumo eléctrico con combustible nuclear sin quemar
hidrocarburos.
Frente a fuerzas surafricanas equipadas con armas atómicas, ¿qué
táctica adoptaron ustedes? Porque me imagino que era
una situación militar totalmente nueva para ustedes.
Era totalmente nueva. Y, en efecto, frente a aquel ejército
surafricano poseedor de armas nucleares, tuvimos que
adoptar métodos asimétricos. Decidimos constituir
grupos tácticos no mayores de mil hombres,
fuertemente armados, con tanques, transportadores
blindados, artillería y armamento antiaéreo, porque
era lo que más había allí, mas el dominio del aire,
gracias a Ia audacia de aquellas unidades de MiG-23
que, volando rasantes y combatiendo, se Habían hecho
dueñas del aire, frente a una potencia que disponía
de decenas y decenas de los más modernos aviones de
combate. Es una bella historia, ¡qué lástima que no
se haya escrito con todos los elementos de juicio y
detalles necesarios!
¿Cuándo se lanza ese ataque contra Angola?
Eso fue a mediados de octubre de 1975. Mientras el ejército
de Zaire y fuerzas mercenarias reforzadas con
armamento pesado y asesores militares surafricanos
se aprestaban a lanzar nuevos ataques desde el Norte
de Angola, y estaban ya en las proximidades de la
capital, Luanda, por el Sur amenazaba el peligro
mayor. Columnas blindadas surafricanas habían
atravesado la frontera sur del país, y avanzaban
rápidamente en la profundidad del territorio. El
objetivo consistía en reunir las fuerzas de los
racistas surafricanos venidas del Sur y las tropas
mercenarias de Mobutu Ilegadas desde el Norte, y
ocupar Luanda antes de la proclamación de la
independencia de Angola prevista para el 11 de
noviembre de 1975. Aquellos fueron días tremendos.
Antes habían pasado muchas cosas, la lucha en Cabinda y otros
episodios, que sería largo relatar aquí.
¿Había en aquel momento fuerzas cubanas presentes en Angola?
En ese momento sólo había en Angola 480 instructores
militares —junto con un grupo en Cabinda que estaba
entrenando allí—, llegados al país en respuesta a Ia
solicitud que nos hiciera el presidente del MPLA,
Agostinho Neto, insigne y prestigioso líder que
organizó y dirigio la lucha de su pueblo durante
muchos años y contaba con el apoyo de todos los
pueblos Áfricanos y el reconocimiento del mundo.
Sencillamente nos había pedido cooperación para
entrenar a los batallones que integrarían el
ejército del nuevo Estado independiente. Nuestros
instructores sólo poseían armamento ligero. Había
alguna que otra arma de instrucción, digamos, algún
mortero que estaba en la escuela de instrucción,
pero el armamento de estos hombres era esencialmente
ligero.
¿Estos cubanos, ante la doble invasíón de Angola, participan
en los combates?
Claro, ellos inmediatamente se incorporan a Ia defensa de
Angola. Un pequeño grupo de ellos, en los primeros
días de noviembre de 1975, junto a sus bisoños
alumnos del Centro de Instrucción Revoluciónaria de
Benguela, no dudaron en enfrentar valientemente al
ejército racista. En el sorpresivo ataque y desigual
combate de los surafricanos contra reclutas
angolanos, de los que decenas murieron, ocho
instructores cubanos perdieron también la vida en
combate y siete resultaron heridos. Por su parte,
los surafricanos perdieron seis carros blindados y
otros medios. Nunca revelaron la cifra de las
cuantiosas bajas sufridas por sus soldados en ese
enfrentamiento. Por primera vez, en ese apartado
punto de la geografía africana, la sangre de cubanos
y angolanos se unió para abonar Ia libertad de
aquella sufrida tierra.
De ese modo, en noviembre de 1975, exactamente 19 años
después del desembarco del “Granma”, un pequeño
grupo de cubanos libraba en Angola los primeros
combates de una batalla que se prolongaría por
muchos años.
¿Entonces es cuando ustedes deciden enviar más refuerzos a
Angola?
Así fue. Sin vacilar aceptarnos el reto. Nuestros
instructores no serían abandonados a su suerte, ni
tampoco los abnegados combatientes angolanos, y
mucho menos la independencia de su patria, tras más
de 20 años de heroica lucha. En ese momento Cuba, en
coordinación con el presidente Neto, decidió el
envío inmediato de tropas especiales del Ministerio
del interior y unidades regulares de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias en completa disposición
combativa, trasladadas rápidamente por aire y mar
para enfrentar la agresión del apartheid.
A diez mil kilómetros de distancia, tropas cubanas herederas
del glorioso Ejército Rebelde entraban en combate
contra los ejércitos de Suráfrica, la mayor potencia
en ese continente, y contra Zaire, el más rico y
bien armado títere africano de Europa y Estados
Unidos.
Ustedes lanzaron entonces lo que se llamó la “Operación
Carlota”.
Sí. Se inició lo que dio en llamarse “Operación Carlota”,[6]
nombre en clave de Ia rnás justa, prolongada, masiva
y exitosa campaña militar internacionalista de
nuestro país.
¿Por qué le pusieron ese nombre de “Carlota”?
El nombre de aquella operación es a la vez símbolo y homenaje
a los miles de esclavos que perecieron en combate o
fueron ejecutados durante las primeras
insurrecciones en Cuba. En ellas se forjaron mujeres
de Ia talla de Carlota, una negra lucumí de la
dotación del ingenio “Triunvirato”, en la actual
provincia cubana de Matanzas, que en 1843 encabezó
uno de los muchos alzamientos contra el terrible
estigma de Ia esclavitud y ofrendó la vida en el
empeno.
¿Tuvo éxito esa operación? ¿Pudieron las fuerzas cubanas
impedir la toma de Luanda?
Sí, tuvo éxito. A finales de noviembre de 1975, la
invasíon enemiga había sido detenida en el Norte y
en el Sur. Recuerdo cuando las fuerzas cubanas y
angolanas iban tomando pueblo a pueblo y nos
llegaban las noticias: “Entraron en tal pueblo”,
“avanzan así”, hasta que Ilegaron a las fronteras,
por el Norte y por el Sur, por las dos direcciones.
El imperio no pudo alcanzar sus propósitos de
desmembrar Angola y escamotear su independencia. Lo
impidió Ia heroica lucha de los pueblos de Angola y
de Cuba.
Unidades completas de tanques, abundante artillería terrestre
y antiaérea, unidades de infantería blindada hasta
nivel de brigada, transportadas por buques de
nuestra marina mercante, se acumularon rápidamente
en Angola, donde 36 mil soldados cubanos iniciaron
una fulminante ofensiva hasta las fronteras del
poderoso Estado del apartheid. AIlí, cuando se
inició aquella primera ofensiva contra los
surafricanos, nuestros pilotos volaban aviones de
combate de las fuerzas angolanas; disponían de
MiG-21 y MiG-17. Cuando se avanzó sobre el puente
del rio Queve y se cruzó al otro lado, se emplearon
contra los surafricanos aquellos MiG-21, casí en el
límite de sus posibilidades.
Atacando por el Sur al enemigo principal, lo hicieron
retroceder más de mil kilómetros hasta su punto de
partida en la frontera de Angola y Namibia, enclave
colonial entonces de los racistas. Se concentraron
todas las fuerzas. Se obligó a Mobutu a retirar su
relativamente débil ejército algunos kilómetros;
pero se atacó de inmediato al enemigo principal, que
eran los surafricanos. El 27 de marzo de 1976, el
último soldado de Suráfrica abandonó el territorio
angolano.
Una cosa muy importante: Angola estaba a una distancia enorme.
Volando en avión, uno mira el mapa y cree que está
más cerca Angola que Moscú, por ejemplo. Pero se
llega a Moscú hora y media antes que a Luanda. Vea
qué distancia.
Y un punto importantísimo: si usted se ve envuelto en una
situación de ésas no puede cometer el error de ser
débil; si es débil con seguridad que sufre una
derrota. Tiene que estar dispuesto a enviar todas
las fuerzas que sean necesarias y una cantidad
adicional de fuerzas, ni se sabe, el doble o el
triple. Fuerzas no quiere decir sólo el número de
hombres; éstas dependen del volumen de fuego, del
número y la potencia de las armas, etcetera. Hasta
aviones enviamos en una etapa posterior. Recuerdo
que pusimos un grupo de MiG-23 en la bodega de unos
barcos.
Pero, bueno, cuando se inició la primera ofensiva aún éstos
no Habían sido transportados. Volábamos aviones de
combate angolanos. Hubo que tomar Huambo, donde
estaba la capital de Jonas Savimbi, el jefe de la
Unión Nacional por la Independencia Total de Angola
(UNITA), una organización armada y financiada por
Pretoria y Washington. Era una zona con una relación
tribal mayoritaria que supuestamente apoyaba a
Savimbi; pero el MPLA tenía más apoyo en Huambo —lo
recuerdo, estuve en aquel lugar—, mucha más gente de
la que tenía Savimbi, a pesar de la etnia
mayoritaria en aquella región.
La decisión de enviar las fuerzas necesarias se toma en la
noche del 4 de noviembre, y ya en marzo han viajado
todas las tropas. Avanzaron por dos direcciones. En
el Sur ya a los surafricanos no les daba tiempo ni
de volar puentes.
En la dirección Norte, en pocas semanas y con un mínimo de
fuerzas, las tropas regulares de Mobutu y los
mercenarios fueron lanzados al otro lado de la
frontera con Zaire. Fue fulminante también. No me
explico cómo no se retiraron antes, después de lo
que les pasó a los surafricanos.
¿Y cómo explica usted que Estados Unidos no obstaculizara la
“Operación Carlota” ni la intervención de ustedes en
Angola?
Bueno, hoy sabemos mucho más que entonces, por los documentos
oficiales desclasíficados en los últimos años, cómo
pensaban y actuaban en aquel momento las
autoridades de Washington. En ningún instante el
presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, ni su
poderoso Secretario de Estado, Henry Kissinger, ni
los servicios de inteligencia de ese país,
imaginaron siquiera como una posibilidad Ia
participación de Cuba, ese paisito bloqueado, en
Angola. Aunque ese paisito ya los había derrotado en
Girón y los había enfrentado con honor en la Crisis
de Octubre, cuando aquí nadie ternbló ni se desanimó.
Nunca antes un país del Tercer Mundo había actuado
en apoyo de otro pueblo en un conflicto militar más
allá de su vecindad geográfica.
Pero ustedes contaban, en última instancia, con la protección
de la Unión Soviética.
Mire, en Angola, cuando nosotros decidimos lanzar la
“Operación Carlota”, en ningún momento contamos con
una eventual “protección” soviética. A decir verdad,
después de la victoria militar, Cuba era partidaria
de exigir a Suráfrica un precio fuerte por su
aventura, incluida la independencia de Namibia. Pero
el gobierno soviético nos presionó fuertemente,
solicitando nuestra rápida retirada, preocupado por
las posibles reacciones yanquis. Hubo cartas, hubo
de todo.
¿Que hicieron ustedes?
Tras serias objeciones por nuestra parte, no nos quedo otra
alternativa que aceptar, aunque sólo en parte, Ia
demanda soviética. Los soviéticos, aunque no fueron
consultados sobre la decisión cubana de enviar
tropas a Angola, decidieron posteriormente
suministrar armamento para la creación del ejército
angolano y respondieron positivamente a
determinadas solicitudes de material militar a lo
largo de la guerra. No hubiera habido perspectiva
posible para Angola sin el apoyo politico y
logIstico de la URSS después de aquel triunfo.
Figúrese, la URSS era la única que podia suministrar el
armamento que aquel pueblo necesitaba para
defenderse de la agresión de una potencia como
Suráfrica por el Sur, y la de Mobutu por el Norte.
No se suponía que nosotros ibamos a estar todo el
tiempo, ni diez años en Angola. Era necesario crear
un mínimo de condiciones.
¿Pero me imagino que, por tradiciones militares muy
diferentes, ustedes y los soviéticos no debían tener
la misma concepción de cómo hacer la guerra allí?
En efecto. Existían diferencias de concepciones de estrategia
y táctica entre cubanos y soviéticos.
Nosotros formamos a decenas de miles de soldados
angolanos, y asesoramos en la instrucción y los
combates a las tropas de ese país. Siempre les
decíamos: “Nuestra tarea no es combatir en la guerra
interna, es la defensa frente a la agresión
exterior”, independientemente de que si atacaban un
lugar, si se creaba una situación crítica, los
ayudábamos. Los soviéticos asesoraban a la alta
dirección militar y suministraban generosamente las
armas necesarias a las fuerzas angolanas. Acciones
originadas en el asesoramiento superior nos
ocasionaron no pocos dolores de cabeza, a pesar de
las buenas relaciones, buen trato y amistad. Eran
cuestiones de concepción: ellos, una concepción de
la guerra diferente, yo diría que una concepción
académica, por la experiencia que vivieron de una
enorme guerra, donde murió tanta gente; y nosotros
la otra experiencia, lo que ahora llaman “guerra
asimétrica” o guerra irregular. Pero había cosas que
no eran asimétricas, ni nada por el estilo, eran de
sentido común elemental, en realidad.
No obstante, siempre prevaleció entre militares cubanos y
soviéticos un gran respeto y profundos sentimientos
de solidaridad y comprensión. Ésa es la estricta
verdad, nos llevábamos muy bien con ellos. Siempre
existió ese espíritu.
Así que ustedes, después de aquella victoria de 1976, se
retiraron de Angola.
Sí. Pero al ritmo y en el volumen que considerábamos
conveniente. Ante la delicada situación creada —había
que hablar con los angolanos, ellos conocían, más o
menos, nuestras posiciones y había que explicarles
esa situación; a nuestro juicio, no teníamos otra
alternativa que abordar con ellos el asunto—, en
abril de 1976, Raúl, Ministro de nuestras Fuerzas
Armadas, viajó a Angola para analizar con el
presidente Neto la necesidad inevitable de proceder
a la retirada gradual y progresiva de una parte
importante de las tropas cubanas. Realmente,
estábarnos en desacuerdo con la medida, porque a
nosotros nos parecía que aquello no era necesario, y
que se daba una muestra de debilidad frente a los
invasores, cuando teníamos posiciones ventajosas, y
el adversario estaba superdesmoralizado. Nosotros
pensábamos que debíamos estar allí el tiempo que
ambas partes, Cuba y Angola, consideráramos
suficiente para formar un fuerte ejército angolano.
Comenzamos, sin embargo, a preparar la retirada de hombres y
unidades. El presidente Neto comprendió nuestros
argumentos y accedió noblemente al programa de
retirada de las fuerzas cubanas. Era una retirada
gradual y progresiva. Ibamos reduciendo nuestra
presencia. Mientras tanto, manteníamos fuertes
unidades de combate en las alturas de Ia meseta
central. Pero, realmente, nos debilitamos, y ese
debilitamiento dio lugar a que, en cuanto los
surafricanos vieron aquello, empezaran a hostigar, a
atacar, penetrar, retirarse, en ese territorio de
gran extensión, entre la meseta donde estaba ubicada
nuestra gente en las posiciones más estratégicas, a
250 kilómetros aproximadamente de la frontera con
Namibia.
Ellos se aprovechaban. Usted sabe cómo son el imperialismo y
sus secuaces, siempre están aprovechando
oportunistamente cualquier situación. Sin duda
sabían que nosotros estábamos limitados, que
estábamos bajo la presión y que íbamos retirando las
fuerzas.
Usted visitó Angola en 1977, ¿verdad?
Sí, menos de un año después, en marzo de 1977, pude por fin
visitar Angola y felicitar personalmente por la
victoria a los combatientes angolanos y cubanos,
cuando ya habían regresado a Cuba unos 12 mil
internacionalistas, es decir, la tercera parte de
nuestras fuerzas. El plan de retirada se cumpila
hasta ese instante según lo previsto.
Pero Estados Unidos y Suráfrica no estaban satisfechos. Los
gobiernos de Pretoria y Washington estaban
confabulados, aunque solapado este último entonces.
La conjura devino púbiica en los años 1980 con el
llamado “compromiso constructivo” y el “linkage”
establecido por el presidente Reagan. El
empecinamiento de Estados Unidos y Suráfrica hizo
necesario nuestro apoyo directo al pueblo angolano
durante más de quince años, a pesar de lo acordado
en el primer cronograma de retirada.
Hubo dos cronogramas de retirada, éste de 1976 y el úitimo.
pero el úitimo con una Suráfrica ya derrotada, que
es lo que nos habría gustado hacer en aquel momento.
Más de 300 mil ciudadanos cubanos se ofrecieron como
voluntarios al iniciarse aquella lucha. Porque sólo
iban a Angola voluntarios, aquí lo llaman la reserva,
eso era un principio que no se podía violar. La
guerra civil, bueno, como aquella “guerra sucia” del
Escambray, de la que ya hablamos, no se puede librar
más que con voluntarios. Otros no lo hicieron con
voluntarios y lo pagaron caro. Porque, por ley, el
hombre va al combate y puede morir. Una misión
internacionalista no se puede hacer si no es con
soldados voluntarios, ése es otro principio.
Muy pocos creyeron que resistiríamos firmemente las
embestidas de Estados Unidos y Suráfrica a lo largo
de tantos años y con un aliado sumamente cauteloso.
Desde Angola, ¿ayudaban ustedes de alguna manera a otros
pueblos oprimidos de la región, como los del
Suroeste Áfricano —hoy Namibia— ocupado por
Suráfrica, o Rhodesia —hoy Zimbabwe— o el propio
pueblo surafricano sometido al racismo del régimen
de apartheid?
En esa década de los años 1980 creció la lucha de los pueblos
de Namibia, Zimbabwe y Suráfrica contra el coloniaje
y el apartheid. Angola se convirtió en sólido
baluarte de esos pueblos, a los que Cuba, en efecto,
brindó también todo su apoyo.
El gobierno de Pretoria actuó siempre con alevosía. Cassinga
—de lo que ya hablamos—, Boma, Novo Katengue y Sumbe,
por ejemplo, fueron escenarios de algunos de los
crímenes del apartheid contra los pueblos de
Namibia, Zimbabwe, África del Sur y Angola, y a Ia
vez ejemplos patentes de nuestra solidaridad frente
al enemigo común.
¿Qué ocurrió en esos otros lugares?
Voy a citar un sólo ejemplo: el ataque a la ciudad
angolana de Sumbe [ex Novo Redondo]. Es un ejemplo
particularmente elocuente acerca de las criminales
intenciones de Suráfrica. Allí no había tropas
cubanas ni angolanas, sólo médicos, profesores,
constructores y otros colaboradores civiles que el
enemigo pretendía secuestrar. Estos hombres y
mujeres resistieron con sus fusiles milicianos junto
a sus hermanos angolanos, hasta que la llegada de
refuerzos puso en fuga a los agresores. Siete
cubanos cayeron en ese desigual enfrentamiento.
Es sólo un ejemplo, de los muchos que podría mencionarle, del
sacrificio y del valor de nuestros
internacionalistas, militares y civiles, prestos a
entregar sudor y sangre cada vez que fue necesario,
junto a los angolanos, namibios, zimbabwenses y
surafricanos oprimidos.
Fue una hazaña de nuestro pueblo, muy especialmente de la
juventud, de las decenas de miles de combatientes
del Servicio Militar Activo y de la Reserva, que con
verdadero espíritu internacionalista cumplieron el
deber junto al personal permanente de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias.
Suman millones los hombres y mujeres que aseguraron desde
Cuba el éxito de cada misión, suplieron con más
horas de trabajo al que marchaba y se esforzaron
para que nada faltara a la familia del combatiente o
colaborador civil.
Merecen especial reconocimiento los familiares de nuestros
internacionalistas. Soportaron la ausencia con
estoicismo, infundieron ánimo en cada carta y
evitaron mencionar dificultades y preocupaciones.
Ejemplo cimero son las madres, hijos, hermanos y
cónyuges de nuestros hermanos caídos. Sin excepción
estuvieron a la altura del sacrificio de sus seres
queridos. Supieron transformar su profundo dolor en
más amor a Ia patria, en mayor fidelidad y respeto a
la causa por Ia que conscientemente entregó la vida
la persona amada.
En 1987 se produce una nueva ofensiva militar contra Angola.
Suráfrica vuelve a atacar.
Sí, a finales de 1987 se produjo la última gran invasíon
surafricana a suelo angolano, en circunstancias que
ponían en peligro la propia supervivencia del nuevo
Estado. Por esa fecha Suráfrica y Estados Unidos
lanzaron el último y más amenazador golpe contra una
fuerte agrupación de tropas angolanas que avanzaba
por terrenos arenosos en dirección a Jamba, en el
lírnite suroriental de la frontera de Angola, donde
se suponía radicaba el puesto de mando de Jonas
Savimbi, el jefe de la UNITA. Debe decir que siempre
nos habíamos opuesto a tales ofensivas contra Jamba
si cada vez que eso ocurría no se prohibía a
Suráfrica intervenir a última hora con su moderna
aviación, su poderosa artillería y sus fuerzas
blindadas capaces de infligir considerables pérdidas
a las fuerzas angolanas.
Nosotros discutíamos sobre el asunto con soviéticos y
angolanos todos los años: “No hagan eso, no realicen
esas desgastantes, costosas e inútiles ofensivas. No
cuenten con nosotros para esa aventura.”
En alguna ocasíón lo conseguimos, pero era un ejercicio anual.
Una de las últimas veces fue cuando visité Zimbabwe
para una Cumbre de los No Alineados. Era una tarea
difícil, porque los soviéticos insistían en la
teoría de restablecer las fronteras estatales, a más
de mil kilómetros de Luanda, en una esquina lejana
del país, casí inaccesible, donde se suponía que
estaba el cabecilla Savimbi, mientras las bandas de
Ia UNITA y la guerra sucia se extendían por todo el
país hasta las proximidades de la capital. Nosotros
en la primera etapa habíamos estado instrumentando
el programa de retirada, pero ocurrió algo no
esperado.
En un tiempo previo a la independencia de Angola, había
ingresado en ese país un grupo armado de Zaire, los
katangueses. Estos, finalizada la guerra contra la
invasión de Mobutu y por su propia cuenta, con el
apoyo de algunos oficiales angolanos, invadieron
Katanga, rica provincia de Zaire. La prensa europea
arma gran escándalo. Francia, Belgica, todo el mundo
envía tropas de inmediato. No sólo Suráfrica tenía
su ejército en la frontera Sur; encima de eso,
Ilegan tropas belgas y tropas francésas por el
Norte, en dos palabras: la OTAN.
Ante esa situación, suspendimos la primera retirada de
nuestras tropas, de la que ya hablé.
Pero el estado mayor angolano no había seguido su
recomendación. ¿Qué hacen ustedes entonces ante la
agresión surafricana?
¿Se refiere a la últirna ofensiva contra la capital
imaginaria de Savimbi en los confines del sureste de
Angola?
En esa ocasión, una vez rnás, se repitió la conocida historia.
La ofensiva, en su tramo final, fue fuertemente
golpeada por Suráfrica, ocasionando a los angolanos
grandes pérdidas en hombres y equipos blindados
enteramente nuevos, suministrados por los soviéticos
para aquella operación, además del asesoramiento
militar. El enemigo, sumamente envalentonado,
avanzaba en profundidad hacia Cuito Cuanavale,
antiguo aeropuerto alterno de la OTAN, próximo a la
base aérea de Menongue, y se preparaba para asestar
un golpe mortal contra Angola. Allí no había un sólo
cubano, como tampoco en ocasíones anteriores, porque
se les dijo: “No cuenten con nosotros.” Ante el
desastre creado, sin duda el mayor de todos, y en el
que no teníamos la más mínima responsabilidad, se
producían desesperadas llamadas por parte del
gobierno angolano pidiéndonos apoyo.
Figúrese en qué estado anímico estaríamos nosotros con esos
desastres previstos. Como es de suponer, bastante
disgustados. Pero esta vez el riesgo era mucho
mayor, porque aunque lo que quedaba de aquella
fuerza se retiraba en orden, ya que el soldado
angolano era abnegado, valiente y disciplinado, la
moral de aquella agrupación de tropas estaba
destrozada, los tanques y transportadores blindados
que restaban apenas podían moverse. Nuestra unidad
más próxirna estaba a 200 kilómetros de distancia.
Ustedes acabaron por acceder.
En un esfuerzo titánico, pese al serio peligro de agresión
militar que también se cerníIa sobre nosotros aquí
en las proximidades de Estados Unidos, la alta
dirección política y militar de la Revolución
decidió resolver de una vez el problema, algo que en
más de una ocasíón habíamos planteado a los
soviéticos: reunir las fuerzas y medios necesarios
para asestar un golpe definitivo a las fuerzas
surafricanas.
Nuestra patria repitió la gran proeza de 1975. Un rio de
unidades y medios de combate cruzó rápidarnente el
Atlántico y desembarcó en la costa sur de Angola
para atacar al enemigo por el suroeste de Angola en
dirección a Namibia. Mientras tanto, a 800
kilórnetros hacia el Este, una brigada completa de
tanques, desminando previamente la ruta en un trarno
de casi 100 kilómetros, avanzaba hacia Cuito
Cuanavale, el antiguo aeropuerto alterno de la OTAN
hacia donde se replegaban las fuerzas angolanas bajo
el ataque de los surafricanos. Transportados en
helicópteros, tanquistas, artilleros y
especialistas en reparación de la técnica militar
fueron enviados a dicho punto estratégico para poner
de alta numerosos medios técnicos angolanos que allí
se encontraban. Previamente habíamos solicitado al
Presidente José Eduardo dos Santos el mando de todas
las tropas angolanas del Frente Sur. Había, por
tanto, mando único de toda la fuerza en la batalla
contra los racistas surafricanos. Nuevos refuerzos
siguieron a la Brigada de Tanques y durante muchos
días aquel olvidado nombre fue centro de atención
internacional. Para no ser extenso, baste decir que,
en unión de los oficiales y soldados angolanos que
se replegaban, nuestros combatientes y sus
brillantes jefes prepararon una trampa mortal a las
poderosas fuerzas surafricanas que avanzaban hacia
aquel gran aeropuerto, contra la que se estrelló y
desgasto el ejército racista.
¿Cuántos efectivos, en total, reunieron ustedes en Angola en
esta ocasíón?
Nosotros sabíamos muy bien lo que Ibarnos a hacer. Seguíamos
dos principios esenciales. Primero: hay que ser lo
suficientemente fuerte o correr el riesgo de una
derrota. Una derrota allí ponía en riesgo la
Revolución. Todos esos años nos estuvirnos jugando
allí nuestro propio proceso. Aquí no podían
vencernos. A nosotros sólo podían derrotarnos allá
en Angola. Era demasiado lo que estaba en juego,
mucho más de lo que algunos puedan imaginarse.
Segundo: decidir las guerras sin grandes y costosas batallas,
como hicimos en la Sierra Maestra. Nosotros
derrotamos la gran ofensiva de Batista en la Sierra
con apenas algunas decenas de bajas mortales.
Nuestra filosofía: ganar los combates con el mínimo
de bajas. Esa táctica la seguimos al pie de la letra
en Angola.
Esta vez se habían reunido 55 mil soldados cubanos en ese
país. De este modo, mientras en Cuito Cuanavale las
tropas surafricanas eran desangradas, por el
suroeste 40 mil soldados cubanos, 30 mil angolanos y
unos 3 mil guerrilleros namibios de la SWAPO,
apoyados aproximadamente por 600 tanques, cientos de
piezas de artillería, mil armas antiaéreas y las
audaces unidades aéreas de MiG-23 que se apoderaron
del dominio del cielo, avanzaban hacia la frontera
de Narnibia, dispuestas a barrer literalmente las
fuerzas surafricanas acuarteladas en aquella
dirección principal. Barrer, fíjese bien, pero
mediante multiples y contundentes golpes no
esperados, sin batallas campales, siguiendo más que
nunca los principios señalados.
Leopoldo Cintras FrIas (Polito),[7] el general que dirigió
las operaciones en el Sur de Angola, demostró ser un
brillante jefe militar. Recuerdo aún los días en que
a los 16 años de edad participó con las fuerzas de
la Columna I en la batalla de Guisa del 20 al 30 de
noviembre de 1958. La principal tarea que le
encomendamos el dia 28 de ese mes fue servir de
artillero de una tanqueta capturada en aquellos
intensos combates, con la cual atacamos en horas de
la madrugada el cuartel principal de aquella
guarnición. Puesta fuera de combate la tanqueta T-17
por un bazucazo enemigo después de disparar 55
cañonazos, Polo se retiró cargando a un herido muy
grave de nuestra tropa. Al percatarse de que el
compañero muere, continua con la ametralladora
calibre 30 del blindado. Apenas podría creerse la
hazaña que realizó. Por un equipo de radio PRC-10
ocupado días antes al enemigo, yo seguí de cerca
aquella hazaña, y no fue la única que realizó en los
32 días que faltaban para el fin de la guerra de
liberación.
Veintinueve años después, al mando de tropas cubanas,
angolanas y namibias, estaría participando en la
batalla de Cuito Cuanavale y en la contraofensiva al
suroeste de Angola en dirección a Namibia, que
decidió aquella contienda.
Son muchas las cosas que podrían decirse de todos los
combates e incidencias de aquella lucha. Fue una
larga y compleja batalla, sin duda la mayor
operación militar en que han intervenido fuerzas
cubanas en toda la historia. Podría estar hablándole
horas enteras del desarrollo de esa prolongada
batalla, de la estrategia seguida, de decenas y
decenas de incidentes y anécdotas, pues lo tengo
todo muy presente en la memoria. Algún día habrá que
escribir la historia completa de esa gesta.
En Cuito Cuanavale, las fuerzas surafricanas conocen una
importante derrota.
Sí. Muy importante, yo diría que decisiva. La contundente
victoria en Cuito Cuanavale, y sobre todo el avance
fulminante de la potente agrupación de tropas
cubanas por el suroeste de Angola, pusieron punto
final a la agresión militar extranjera. El enemigo
tuvo que tragarse su habitual prepotencia y sentarse
a Ia mesa de conversaciones.
¿Cual fue el resultado de esas negociaciones?
Las negociaciones culminaron con los Acuerdos de Paz para el
Suroeste de África, firmados por Suráfrica, Angola y
Cuba en la sede de la ONU en diciembre de 1988, y de
ahí nuestra retirada de Angola, igual, en tres años,
metódica, organizada, hasta el último hombre, dentro
del cronograma trazado.
Se les llamó negociaciones cuatripartitas, porque en ellas
participábamos, de un lado de la mesa, angolanos y
cubanos, y del opuesto, los surafricanos. Estados
Unidos ocupaba el tercer lado de la mesa, pues
fungía como mediador. En realidad, Estados Unidos
era juez y parte, era un aliado del regimen del
apartheid, le correspondía sentarse junto a los
surafricanos.
El jefe de los negociadores norteamericanos, el Subsecretario
de Estado para Asuntos Africanos, Chester Crocker,
durante años se opuso a que Cuba participara en las
negociaciones. Ante la gravedad de la situación
militar para los agresores surafricanos, no le quedo
más remedio que aceptar nuestra presencia. En un
libro de su autoría
[8] sobre el tema fue realista
cuando, refiriéndose a la entrada en la sala de
reunión de los representantes de Cuba, escribió: “La
negociación estaba a punto de cambiar para siempre.”
Aquel personero de la administración Reagan sabía
bien que con Cuba en la mesa de negociaciones no
prosperarían la maniobra burda, el chantaje, la
intimidación, ni la mentira.
Esa vez no sucedió lo que en Paris en 1898, cuando
norteamericanos y españoles negociaron la paz sin
que estuviera presente la representación de Cuba, el
Ejército Libertador y el gobierno de Cuba en armas.
Esta vez estaban presentes nuestras fuerzas armadas
y la representación legítima del Gobierno
Revolucionario de Cuba, junto al gobierno de Angola.
¿Con esos acuerdos, ustedes consideraron que se había
cumplido finalmente su misión en Angola?
Sí. Sin duda alguna. La rnisión internacionalista estaba
cabalmente cumplida. Nuestros combatientes iniciaron
el regreso a la patria con la frente en alto,
travendo consigo únicamente la amistad del pueblo
angolano, las armas con que combatieron a miles de
kilórnetros de su patria, la satisfacción del deber
cumplido, y los restos gloriosos de nuestros
hermanos caídos. Nuestros últimos soldados
regresaron de Angola en mayo de 1991.
Su aporte resultó decisivo para consolidar Ia independencia
de Angola, y para alcanzar la de Namibia en marzo de
1990. Fue, además, una contribución significativa a
la liberación de Zimbabwe, y también a la
desaparición del odioso regimen del apartheid en
Suráfrica.
Pocas veces en la historia, una guerra —la acción humana más
terrible, desgarradora y difícil— ha estado
acompañada de tal grado de hurnanismo y modestia por
parte de los vencedores. Que se hable de un sólo
prisionero, a lo largo de 15 años, fusilado por las
fuerzas cubanas. ¡Uno sólo! y yo me callaría la boca
para toda la vida. Desgraciadamente sabemos lo que
pasó con algunos de nuestros compañeros que cayeron
prisioneros. ¿Qué hicieron los surafricanos? ¿Que
hicieron los de la UNITA? ¿Qué hicieron los yanquis?
Los finalmente derrotados mostraron una falta casi
absoluta de esos valores en sus filas. La solidez de
principios y la pureza de los propósitos explican la
transparencia más absoluta en cada acción realizada
por nuestros combatientes internacionalistas.
Sin duda, en ello resultó decisiva la tradición sembrada por
nuestros mambises en las gestas independentistas,
fortalecida por rebeldes y luchadores clandestinos
durante la guerra de liberación nacional, y
continuada por milicianos, miembros de las FAR y el
Ministerio del Interior frente a los enemigos
externos e internos después del triunfo
revolucionario.
¿Cómo explica usted que esa acción de Cuba se conozca poco a
escala internacional?
¿Por qué aquella extraordinaria epopeya nunca ha sido narrada
cabalmente? Eso tiene su explicación. Al cumplirse
hace poco, el 11 de noviembre de 2005, el
aniversario 30 de la independencia de Angola, el
imperialismo yanqui realizó un extraordinario
esfuerzo para que el nombre de Cuba no apareciera
siquiera en los eventos conmemorativos. Para colmo,
Washington pretende reescribir la historia: Cuba, al
parecer, nunca tuvo absolutamente nada que ver con
Ia independencia de Angola, Ia independencia de
Namibia y la derrota de las hasta entonces
invencibles fuerzas del ejército del apartheid. Cuba
ni siquiera existe, todo fue obra de la casualidad y
de Ia imaginación de los pueblos.
También pretenden ahora que el gobierno de Estados Unidos no
tuvo nada que ver con los cientos de miles de
angolanos asesinados, las miles de aldeas arrasadas,
los millones de minas sembradas en suelo angolano,
donde constantemente, todavía hoy, cobran muchas
vidas de niños, mujeres y civiles de ese país.
Esto constituye un insulto a los pueblos de Angola, Namibia y
Suráfrica, que tanto lucharon, y una grosera
injusticia contra Cuba, el único país no africano
que combatió y derramó su sangre por África y contra
el oprobioso regimen del apartheid.
¿Piensa usted que contribuye a ese “olvido” de Ia acción de
Cuba, el hecho de que Estados Unidos se haya
convertido hoy en un aliado importante de Angola, y
un comprador decisivo del petróleo angolano?
Es cierto que hoy el imperialismo yanqui extrae de Angola
petróleo por valor de miles de millones de dólares,
despilfarra sus recursos naturales y agota sus
reservas petroleras no renovables.
Cuba cumplió con lo que dijera el insigne Iíder
anticolonialista Amílcar Cabral: “Los combatientes
cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por
la liberación de nuestros países, y a cambio de esa
ayuda a nuestra libertad y al progreso de nuestra
población, lo único que se llevarán de nosotros son
los combatientes que cayeron luchando por la
libertad.”
Las ridículas pretensiones yanquis de ignorar el honroso
papel de Cuba indignan a los pueblos africanos. Ello
se debe, en parte, a que nunca se escribió la
historia verdadera de todo lo ocurrido. Prestigiosos
investigadores se esmeran en buscar información. Yo
Ie puedo decir que Cuba, por su parte, que nunca ha
querido escribir sobre esto, y se resiste a habíar
de lo que hizo con tanto desinterés y espíritu
solidario, está hoy dispuesta a prestar su modesta
cooperación, abriendo progresivamente sus archivos y
documentos a historiadores serios que deseen narrar
la auténtica historia de aquellos acontecimientos.
¿Cuántos cubanos en total participaron en esa larga guerra de
Angola?
En Angola, cumplieron misión en quince años más de 300 mil
combatientes internacionalistas, y cerca de 50 mil
colaboradores civiles cubanos. Fue una
extraordinaria hazaña de nuestro pueblo, rnuy
especialmente de la juventud, de las decenas de
miles de combatientes que —voluntariamente—
cumplieron el deber internacionalista.
Protagonizaron incontables actos de heroísmo,
abnegación y humanismo de forma absolutamente
voluntaria. La hazaña de Angola, la lucha por la
independencia de Namibia y contra el apartheid
fascista fortaleció mucho a nuestro pueblo, son un
tesoro de extraordinario valor. Aunque ya Ie dije
que, en total, suman millones los hombres y mujeres
que aseguraron la retaguardia, por así decirlo,
desde Cuba.
Mambises, rebeldes, luchadores clandestinos, combatientes de
Girón, de la Crisis de Octubre y de la lucha
contra bandidos, internacionalistas, milicianos,
integrantes de las FAR y el Ministerio del Interior,
en fin, el pueblo combatiente, son fruto del
vigoroso tronco que creció en esta tierra con raíces
africanas y españolas. A la Guerra Civil de España
marcharon cientos de cubanos cuando, en los años
1936-1939,la República fue atacada por el fascismo y
Ia reacción, y allí no pocos ofrendaron la vida.
Cuatro décadas después, a África llegaron los
combatientes cubanos con la fuerza multiplicada de
Ia Revolución, a defender a un pueblo agredido por
los mismos enemigos. Allí cayeron 2.077
compatriotas.
Sin sacudirse el polvo del camino —como hizo Martí ante Ia
estatua de Bolívar—, los integrantes del último
contingente internacionalista que regresó a la
patria, junto a los principales dirigentes de la
Revolución, fuimos a rendir homenaje, ante Ia tumba
del Titán de Bronce, a los caídos en todas las
contiendas libradas por nuestro pueblo.[9]
Esa hermosa tradición es hoy dignamente continuada por
decenas de miles de médicos demás profesionales y
trabajadores de la salud, maestros, entrenadores
deportivos y especialistas de las más diversas
ramas, que cumplen con el deber solidario muchas
veces en condiciones tan difíciles como las del
combate.
¿Qué lección final saca usted de aquella larga guerra de
Angola?
La principal lección es que un pueblo capaz de esa proeza,
¡qué no haría si llegara el momnento de defender su
propia tierra! Tenemos el eterno compromiso, con
nuestros muertos gloriosos, de llevar adelante la
Revolución y ser siempre dignos de su ejemplo. Con
los cubanos que ayer y hoy han sabido combatir y
morir con dignidad en defensa de Ia justicia; con
los hombres y mujeres que como Máximo Górnez, Henry
Reeve y el Che, tanto han contribuido a
demostrarnos, aquí en nuestra patria y a lo largo de
Ia historia, el inmenso valor de la solidaridad.
Las actuales y futuras generaciones de cubanos Seguiremos
adelante por grandes que puedan ser las
dificultades, luchando sin tregua para que la
Revolución sea siempre tan invulnerable en el
terreno político como ya lo es en el terreno militar
y lo será pronto en el económico. Enfrentaremos cada
vez con mayor energía nuestras propias deficiencias
y errores. Seguiremos luchando. Continuaremos
resistiendo. Seguiremos derrotando cada agresión
imperialista, las mentiras de su propaganda y sus
arteras maniobras políticas y diplomáticas.
Continuaremos resistiendo las consecuencias del bloqueo, que
algún día será derrotado por la dignidad de los
cubanos, la solidaridad de los pueblos y la casí
absoluta oposición de los gobiernos del mundo, y
también por el creciente rechazo del pueblo
norteamericano a esa absurda política que viola
flagrantemente sus derechos constitucionales.
Al igual que los imperialistas y sus peones sufrieron en
Angola las consecuencias de un Girón multiplicado
muchas veces, quien llegue a esta tierra en son de
guerra enfrentará miles de Quifangondo, Cabinda,
Ebo, Morros de Medunda, Cangamba, Sumbe, Ruacana,
Tchipa, Calueque y Cuito Cuanavale, y derrotas como
las que sufrieron el colonialismo y el apartheid en
naciónes y pueblos heroicos como Angola, Namibia y
Suráfrica, algo que jamás imaginaron estaría
vinculado a la historia de esta pequeña nación del
Caribe.
(Tomado del libro
"Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio
Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana,
2006, páginas 349-379)
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