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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 15-Cuba y África.

 
 
 
 

 

CUBA Y ÁFRICA

 

ARGELIA – AHMED BEN BELLA – CHE EN EL CONGO –
GUINEA BISSAU – SUDÁFRICA INVADE ANGOLA –
OPERACIÓN CARLOTA – UNA VICTORIA DECISIVA –
NUEVA AGRESIÓN – LA BATALLA DE CUITO CUANAVALE –
UNA GESTA “OLVIDADA” – LECCIONES DE UNA GUERRA

 

 

Con la muerte de Che Guevara no terminan los compromises de la Revolución Cubana hacia  otros pueblos oprimidos. No sólo en América Latina y en América Central –en El Salvador, en Guatemala o en Nicaragua–, sino también, y es quizás menos conocido, en África. Quisiera que abordásemos ese tema, el de la participación de Cuba y de combatientes cubanos en algunas de las luchas por la independencia de países africanos.

Es un tema importante. Ya lo hemos mencionado cuando hablamos del Che, pero efectivamente creo que la heroica solidaridad de Cuba con los pueblos hermanos de África no ha sido suficientemente conocida. Esa gloriosa página de nuestra historia revolucionaria merece serlo, aunque sólo sea como estímulo a los cientos de miles de mujeres y hombres, combatientes internacionalistas que la escribieron, para ejemplo de las presentes y futuras generaciones. Tampoco se recuerda suficientemente, en mi opinión, la historia del pillaje y del saqueo imperialista y neocolonial de Europa en África, con el pleno apoyo de Estados Unidos y de la OTAN.

El ex presidente de Argelia, Ahmed Ben Bella, me dijo en una ocasión,[1] que Cuba, inmediatamente después del triunfo de la Revolución, no dudó en acudir en ayuda de los combatientes argelinos que aún estaban luchando por la independencia de su país contra Francia. ¿Lo podría usted confirmar?

Cómo no. Es preciso entender que nuestra victoria de enero de 1959 estuvo muy lejos de significar elfin de los combates armados. Muy pronto la perfidia imperialista, exacerbada por cada medida de beneficio al pueblo o que consolidara Ia independencia nacional, nos hizo permanecer con mochilas y botas puestas. Muchos compatriotas tuvieron que continuar ofrendando la vida en defensa de la Revolución, tanto en Cuba como en otras tierras del mundo cumpliendo sagrados deberes.

en efecto, ya en 1961 —no habían transcurrido dos años desde nuestra victoria, cuando el pueblo de Argelia libraba aún una asombrosa lucha por su independencia—, un barco cubano llevó armas a los patriotas argelinos. Y a su regreso trajo un centenar de niños huérfanos y heridos de guerra.

Permítame introducir aquí un parentesis, porque ahora que menciono ese hecho me viene a Ia mente otro que no quisiera olvidar después. Esta historia se repetiría muchos años más tarde, en 1978, cuando Ilegaron los supervivientes de la matanza de Cassinga,[2] en su inmensa mayoría niños. Y resulta que la actual Embajadora de Namibia en Cuba fue uno de aquellos niños. Para que usted vea las vueltas que da la vida.

No recuerdo ese episodio de Cassinga. ¿Podría usted precisarlo?

Aquello sucedió en el Sur de Angola. Habría que recordar el intenso y sangriento combate que libró una unidad cubana de las que defendían la larga línea del Sur de Angola, en un punto no lejano de Cassinga, centro de refugiados namibios, avanzando resueltamente hacia ese lugar para combatir a los paracaidistas surÁfricanos, que estaban llevando a cabo Ia matanza, con apoyo incesante de aviones modernos de combate. Y nuestra fuerza marchó, prácticamente a pecho descubierto, bajo ataque aéreo enemigo, hasta llegar al lugar donde estaban masacrando a niños, mujeres y ancianos. Fue una de las acciones de aquella guerra en que tuvimos más bajas, por el número de heridos y de muertos. Pero se paró la masacre, y cientos de niños sobrevivientes o heridos fueron trasladados a Cuba para su recuperación y posterior ingreso en escuelas donde recibieron educación primaria y media. Algunos se graduaron después en las universidades cubanas.

No quiero extenderme, estábamos evocando lo de Argelia, pero se pueden deducir las circunstancias y los factores por los cuales aquellos genocidas racistas surÁfricanos pudieron hacer lo que hicieron posteriormente en Angola durante años. Ya en 1976 habían tenido que retroceder a gran velocidad, perseguidos por nuestras fuerzas hasta las fronteras de Angola con Namibia.

Volviendo a lo que decíamos de Argelia, usted me hablaba de un barco...

Sí, le hablaba de aquel barco que llevó armas a las fuerzas argelinas que estaban combatiendo contra el ejército francés. Éste tenía a la metrópoli muy cerca, casi se podía ver la tierra argelina desde la otra orilla del Mediterráneo, y combatían duro. El cargamento de armas incluía cañones, obuses de 105 milímetros y abundante parque. Fue una guerra cruel, no se sabe los cientos de miles de vidas argelinas que costó. En días recientes nos recordaban que todavía los franceses no les han entregado a los argelinos los mapas de los campos donde el ejército colonial sembró millones de minas, y han pasado algunos años, más de cuarenta desde entonces. Y en ese barco regresaron niños huérfanos y heridos de guerra, que aquí nosotros curamos.

Debo añadir que, también por aquellos días, a pesar de que el imperialismo acababa de arrebatar a nuestro país la mitad de sus médicos dejándonos sólo tres mil, varias decenas de médicos cubanos fueron enviados a Argelia para ayudar a ese pueblo. Se iniciaba también de ese modo, hace más de cuarenta años, lo que hoy constituye la más extraordinaria colaboración médica con los pueblos del Tercer Mundo.

Ustedes se han convertido en una especie de “superpotencia médica”.

Bueno, no sé si el término es adecuado, pero lo que sí le puedo decir es que ya tenemos más de 70 mil médicos, y otros 25 mil jóvenes estudiando Medicina, lo cual, sin duda, nos permite ocupar un lugar especial, inigualable —no exagero ni un ápice— en la historia de la humanidad.

No sé qué harán los demás, porque los vecinos del Norte solo pueden mandar helicópteros, no pueden enviar médicos, porque no los tienen para resolver ningún problema del mundo; Europa, “adalid de los derechos humanos”, tampoco, y no tiene ni 100 médicos para enviar al África, donde hay alrededor de 30 o más millones de personas infectadas de SIDA. Han reunido decenas de miles de millones de dólares, pero no reúnen 100 médicos. Para combatir esa epidemia, tendrían que tener el contingente “Henry Reeve”[3] y muchas fuerzas médicas adicionales que Cuba está formando. Pienso que en diez años tendremos más de 100 mil médicos, y quizás hayamos formado otros 100 mil procedentes de distintos países. Somos los mayores formadores de médicos; creo que ya podemos formar diez veces los médicos que puede formar Estados Unidos, aquel que nos llevó buena parte de los que teníamos e hizo todo lo posible para privar a Cuba de médicos. Esa es nuestra respuesta.

Ustedes, en agosto-septiembre de 2005, cuando el ciclón “Katrina” arrasó Nueva Orleans, le propusieron ayuda médica a Estados Unidos.

Sí, ofrecimos 1.610 médicos, y antes de que pasara el segundo ciclón una cifra mayor, que habrían podido salvar muchas vidas. Pero para el orgullo del gobierno norteAméricano era preferible que sus ciudadanos murieran en las azoteas de las casas, o en las azoteas de los hospitales de donde nadie los evacuó, o en los estadios, o en los asilos, donde algunos fueron sometidos a la eutanasia para evitar el atroz final de morir ahogados.

Ése es el país que se presenta como defensor de los derechos humanos, ése es el país que en 1959 nos quiso dejar sin médicos y, al fin y al cabo, fue el que se quedó sin médicos, porque no dispone de ellos cuando más los necesita. Hay, en Estados Unidos, millones y millones de inmigrantes o de afronorteAméricanos, decenas de millones de personas, que no tienen asegurada la asistencia médica, mientras aquí en Cuba cualquier ciudadano cuenta con ella, sin que nadie le haya preguntado jamás cómo piensa, o le haya preguntado si apoya el bloqueo, como hacen algunos miserables mercenarios. ¡Eso nunca se le preguntó ni se le preguntará jarnás a nadie!

Hoy, con casi 30 mil médicos en el exterior, disponemos de no menos de 40 mil en Cuba, y de las instalaciones hospitalarias y de policlínicos necesarias para atender la salud de nuestro pueblo. Incluso en medio de lo que va pasando ya, aquel durísimo período especial, logramos reducir la mortalidad a los niveles que tenemos hoy, elevando las perspectivas de vida y dando niveles de salud a nuestro pueblo que prácticamente no eran nada comparado con lo que estamos haciendo. Y es cosa segura boy, y mucho más en años venideros: aspiramos a alcanzar, en breve tiempo, los 80 años de perspectiva de vida. Hoy Cuba, con 0,07 por ciento de infestación de SIDA, es uno de los países de más baja tasa del mundo. Aún cuando tenemos algunas dificultades que resolver, el que menos infestación tiene del virus VIH después de Cuba, en América Latina, alcanza un Indice 8 veces superior al de nuestro país.

Recientemente ustedes enviaron médicos a Guatemala, y también a Pakistan, después del terremoto de Cachemira. ¿No es cierto?

Sí, a Guatemala enviamos 700 médicos y médicas del contingente “Henry Reeve”, que sumados a los cerca de 300 que ya estaban allí, hicieron un total de casi mil médicos, ante una de las más grandes tragedias naturales, la más grande tal vez ocurrida en ese país, mucho mayor que el desastre del huracán “Mitch”, que dio origen a los Programas Integrales de Salud de Cuba para cooperar con países del Tercer Mundo. Esos valerosos compañeros que fueron a las faldas de aquellas montañas, a todos los rincones afectados de Guatemala, estuvieron allí durante meses. Y no es, por cierto, la única proeza de nuestros médicos.

Después de creado ese contingente “Henry Reeve”, han ocurrido dos grandes tragedias, en efecto: Ia de Guatemala y el terremoto en Pakistan. Los médicos cubanos en Pakistan escriben hoy una colosal página de heroísmo, sacrificio y eficiencia, que pasará a la historia como otra de las muchas grandes hazañas que la Revolución ha realizado en diversos campos.

Con el terremoto de Pakistan descubrimos que no sólo es cuestión de disponer de muchos perros rastreadores o de grandes grúas, sino que lo más importante y lo más necesario tras un terremoto son los médicos, necesarios en esas circunstancias más que en cualquier otra catástrofe natural. Baste decir, por ejemplo. que en Pakistan, el terremoto, ocurrido en un lugar distante y montañoso, pero con millones de pobladores, privó de Ia vida a un número que se aproxima a los 100 mil ciudadanos, y una cifra mayor sufrió graves traumas: fracturas de hueso, sobre todo de los miembros superiores e inferiores... Es difícil imaginarse una catástrofe mayor, y una lucha como la que libra Ia dirección de ese país para demandar la colaboración de los países inmensamente ricos y saqueadores consuetudinarios de los pueblos del Tercer Mundo, destructores del ambiente, el cual están cambiando con el derroche de una fuente de energía que se agota y cada vez es más escasa y más costosa... Allí están los médicos cuhanos, escribiendo una página hermosísima de solidaridad humana. Perdóneme esta digresión, pero se trata de un tema que, para mí, es de especial importancia.

Yo sé que el tema de la medicina es algo que le apasíona, y que la solidaridad internaciónalista de Cuba en materia de salud es un principal motivo de orgullo para usted, pero quisiera volver al tema de hoy. Estábamos hablando de la ayuda de Cuba a Argelia en los primeros años después de la Revolución Cubana.

Le decía que entonces enviamos a Argelia 30 ó 40 médicos, tendría que buscar el dato exacto.[4] Y después de que Argelia alcanzó su independencia en junio de 1962, conocimos, en efecto, al presidente Ben Bella. Él vino a visitarnos a La Habana en vísperas de los dramáticos días de la Crisis de Octubre de ese año. Viajó directamente de Washington, donde acababa de entrevistarse con el presidente Kennedy. Habían hablado, entre otras cosas, de esa crisis de los cohetes en ciernes entre Cuba y Estados Unidos. Nos expresó su solidaridad. Nuestro pueblo recibió a Ahmed Ben Bella con gran entusiasmo porque conocía su trayectoria de combatiente, así como el heroísmo de los argelinos y su victoria histórica contra el colonialismo francés.

¿Participaron tropas cubanas en la guerra de 1963 entre Argelia y Marruecos?

Eso fue así: un año después de la Crisis de Octubre, en el otoño de 1963, ocurre una situación inesperada y no imaginada. Argelia, ya independiente después de heroica y desigual lucha, se vio amenazada, en efecto, en la región de Tinduf, cerca del desierto del Sahara, por una agresión de Marruecos, cuyas fuerzas armadas, con el apoyo logístico de Estados Unidos, trataron de despojar de importantes recursos naturales al desangrado país argelino. Por primera vez, en esa ocasíón, tropas cubanas —un batallón de tanques equipados con dispositivos de visión nocturna recibidos de la URSS para nuestra propia defensa, piezas de artillería y varios cientos de combatientes—[5] cruzaron el océano y, sin pedirle permiso a nadie, ni siquiera a los suministradores de aquellos equipos, acudieron al Ilamado del pueblo hermano de Argelia, para apoyar la defensa de su territorio y de sus riquezas, que tanta sangre argelina había costado en lucha contra una poderosa potencia colonial.

Desde muy pronto, ustedes también ayudaron a los insurgentes que combatían en África contra el colonialismo portugués, que era uno de los últimos que subsistía en el continente africano. ¿No es cierto?

A partir de 1965 comenzó también nuestra colaboración con la lucha por la independencia de Angola y Guinea-Bissau, que consistió esencialmente en Ia preparación de cuadros, envío de instructores y ayuda material.

Guinea-Bissau era una colonia portuguesa. Estaba teniendo lugar allí una fuerte lucha por Ia independencia desde 1956, dirigida por el Partido Africano por la Independencia de Guinea-Bissau y Cabo Verde (PAIGC), bajo la dirección del valeroso y heroico Amílcar Cabral. Guinea-Bissau logró la independencia en septiembre de 1974. Allí, alrededor de 600 internacionalistas cubanos, entre ellos unos 70 médicos, permanecieron junto a las guerrillas diez años, desde 1966, acompañándolas en la lucha por la independencia.

En julio de 1975, las islas de Cabo Verde y el archipiélago de Sao Tome y Principe lograron también la independencia definitiva de Portugal.

E igualmente, a mediados de ese mismo año, Mozambique alcanzó su definitiva independencia tras dura lucha bajo la dirección del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO) y de su líder, el inolvidable hermano y compañero Samora Machel. Ese país, ya independiente, era invadido con frecuencia por tropas surafricanas, al igual que Zimbabwe, liberado por su valiente pueblo bajo la dirección de Robert Mugabe, inteligente, tenaz y firme, y por otros notables dirigentes.

La última de las colonias portuguesas que alcanzó su independencia, en 1999, fue Timor Leste, allá en Oceanía, muy lejos de Cuba. Nuestro país se encontraba en pleno período especial y bastante aislado después del derrumbe de la URSS y el campo socialista.

En el caso del antiguo Congo belga, ¿cómo se inicia la colaboración cubana, que tiene su momento culminante con la presencia allí de Che Guevara?

Recuerde que el Che Guevara había visitado varios países africanos. Ya hernos hablado de eso. Él denunció con fuerza, cuando intervino en la Asamblea General de la ONU, el 11 de diciembre de 1964, la agresión norteamericano-belga contra el Congo. Declaró algo así, cito de memoria: “Todos los hombres libres del mundo deben disponerse a vengar el crimen cometido contra el Congo.”

Yo trataba entonces de calmar su impaciencia y ganar tiempo, mientras se creaban las condiciones en Suramérica.

Directamente desde Nueva York, a finales de diciembre de 1964, previa coordinación con nosotros, el Che inicia un largo viaje que le perrnitió visitar nueve países de África: Argelia, Egipto, Mali, Congo, Guinea, Ghana, Dahomey —hoy Benin—, Tanzania y el Congo-Brazzaville. El gran líder congoleno Patricio Lumumba había sido asesinado en enero de 1961, y ya era considerado como el gran mártir de la lucha anticolonial en esta región.

El Che consiguió entrevistarse con todos los grandes patriotas africanos: Kwameh Nkrurnah en Accra, Sekou Touré en Conakry, Modibo Keita en Barnako, y Massemba Débat en Brazzaville. Tarnbién había conversado largamente, en Argel, con los dirigentes de los movimientos de liberación de los países aún colonizados por Portugal: Agostinho Neto y Lucio Lara, de Angola; Amílcar Cabral, el gran revolucionario de Guinea-Bissau, y dirigentes del FRELIMO mozambicano.

¿Ahí es cuando el Che decide incorporarse a la guerrilla del Congo?

No, después de ese primer viaje él regresa a Cuba. Se interesaba mucho por la situación africana, y más aún después de aquel histórico viaje y sus contactos con los prestigiosos líderes históricos de África, pero seguía impaciente por ir a Bolivia. Entonces, como ya le conté, le sugiero que, mientras se creaban las condiciones en Bolivia, él fuera con un grupo de compañeros a África. Su tarea era apoyar en particular el movimiento guerrillero en el Este del Congo. Era una misión muy importante y además le permitiría adquirir mayor experiencia y formar nuevos cuadros.

El 24 de abril de 1965 —es la fecha exacta— llega el Che con un grupo numeroso de combatientes cubanos a la localidad de Kibamba, cerca de Fizi, en la provincia de Kivu-Sur, a orillas del lago Tanganyika, en una zona controlada por la guerrilla de Laurent-Désiré Kabila. Este se había formado política y militarmente en China. Los chinos, en esa época, también estaban cooperando con él. Kabila había seguido un entrenamiento de varios meses en una academia militar de Nanjing. Pero su guerrilla se encontraba entonces en crisis profunda, desorganizada y violentamente atacada, desde fines de 1964, por aguerridas tropas de mercenarios blancos, surafricanos, rhodesianos, alemanes y de otras nacionalidades, con oficiales belgas y norteamericanos.

¿Ustedes mandan más fuerzas para ayudar al Che?

Sí. En julio de ese mismo año, es decir, apenas tres meses después de la llegada del Che al Congo, nosotros enviamos a un contingente de aproximadamente 250 hombres, escogidos entre nuestros combatientes, bajo la dirección del compañero Jorge Risquet. Ellos llegaron a Brazzaville, en el otro Congo; porque entonces había, como hoy, dos Congos, el ex Congo belga, que después se llamó Zaire, cuva capital es Kinshasa, y el ex Congo francés, cuya capital es precisamente Brazzaville, dos ciudades por cierto que se encuentran una frente a la otra, separadas únicamente por el inmenso rio Congo. Los enviamos para defender al gobierno nacionalista de Massemba Débat y para, desde allí, ofrecer ayuda al Che, quien se hallaba en los confines orientales del otro Congo.

Pero Risquet y sus hombres, en Brazzaville, empiezan también a formar a combatientes de otras guerrillas. En particular, entrenan a gente del Movimiento para la Liberación de Angola (MPLA). En poco tiempo, ellos Habían preparado a suficientes hombres para constituir tres columnas que, desde Brazzaville, se incorporan a las guerrillas angolanas.

De ese modo, a partir del año 1965, se hizo efectiva nuestra colaboración con la lucha independentista en el Congo, así como en Angola y en Cabinda, que era territorio angolano. En todos los casos, nuestra colaboración consistió esencialmente en la preparación de cuadros, envío de instructores y ayuda material.

La intervnción cubana más conocida en África es la de Angola. ¿Recuerda usted cómo se inicio aquello?

Sí, lo recuerdo perfectamente. Tras lo que se llamó la “Revolución de los Claveles” en Lisboa, en abril de 1974, se inició la desintegración del imperio colonial portugues, debilitado ya ese país por un largo gobierno reaccionario, profascista y proyanqui, por la ruina económica y el desgaste de la guerra patriótica que hizo insostenible aquel imperio y al final lo derrotó.

Ya dije que, en 1975, la mayoría de las colonias africanas de Portugal —Guinea-Bissau, Cabo Verde, Sao Tome y Mozambique—, al derrumbarse el gobierno colonial, Habían conseguido su plena independencia, reconocida ya por el gobierno progresista establecido en aquel momento en Lisboa.

Pero en el caso de Angola, Ia más extensa y rica de las colonias portuguesas de África, la situación sería muy distinta. El gobierno de Estados Unidos puso en acción un plan encubierto —eso se conoce ahora, hasta no hace mucho Washington era “inocente”, “no tenía nada que ver con lo que allí ocurrió”— para aplastar los legitimos intereses del pueblo angolano e implantar un gobierno títere. Punto clave fue su alianza con Suráfrica para compartir la instrucción y el equipamiento de las organizaciones creadas por el colonialismo portugués para frustrar la independencia de Angola y convertirla prácticamente en su condominio junto con el corrupto Mobutu, dueño de Zaire. Este Mobutu, uno de los más grandes ladrones que han existido en el mundo, y cuyos cuarenta mil millones de dólares nadie sabe dónde están, qué bancos los guarda y qué gobierno lo ayudó a coleccionar esas decenas de miles de millones, en un país donde no quedó casí nada: ni uranio, ni cobre, ni otros muchos productos, porque era una de las principales colonias de Europa en África. Pues bien, el plan era convertir a Angola en un condominio del corrupto Mobutu y del fascismo surafricano, cuyas tropas Washington no vaciló en usar para invadir a Angola. Dictadores, terroristas, ladrones y racistas confesos se incluían constantemente, sin el menor recato, en las filas del Ilamado “mundo libre”, y pocos años más tarde el presidente norteamericano Ronald Reagan los bautizó, con particular derroche de cinismo, como “combatientes de la libertad”.

En aquella época, Estados Unidos colaboraba con el régimen del apartheid surafricano.

Totalmente. Y a ese respecto, hay algo rnuy importante que se me olvidaba decirle, ya que mencionamos el fascismo surafricano y el apartheid. Debo decirle que mientras Cuba estaba en Angola y ese país era invadido por los surafricanos, Estados Unidos se las arregló para traspasarle a Suráfrica —a Ia Suráfrica fascista y racista— varias bombas nucleares, similares a las que hizo estallar en Hiroshima y Nagasaki, por lo cual aquella guerra de Angola —esto es algo que muchas veces se olvida—, fue librada por los combatientes cubanos y angolanos contra un ejército y un regimen que disponía de ocho armas nucleares, suministradas por Estados Unidos a través de ese sempiterno votante a favor del bloqueo que es Israel. Y no eran pocas sus esperanzas de que las descargaran sobre nosotros, que teníamos grandes sospechas y adoptamos todas las medidas, como silos surafricanos fuesen a lanzar el arma nuclear contra nuestras tropas.

¿Los surafricanos disponían de bombas atómicas entregadas por Washington? Eso no es conocido.

No es conocido, pero es la pura verdad. Los “demócratas”, no el Partido Demócrata, sino ese “imperio democrático”, ¿con quién no pactó? ¿Qué acto de bandidismo no llevó a cabo? Pactaron con Mobutu y toleraron sus crímenes. No olvidar que cuando Lumumba fue asesinado, era Mobutu el que estaba dirigiendo aquellas tropas mercenarias armadas por los europeos y que mataron a muchos ciudadanos del Congo, luego convertido en Zaire.

Un día le pregunté a Nelson Mandela: “Por favor, Presidente, ¿usted sabe dónde están las armas nucleares que tenía Suráfrica?” “No, no lo sé.” ¿“Que le han dicho los militares surafricanos?” “No me han dicho una sola palabra.” Ésta es la hora en que nadie lo sabe, y el mundo no hace esas pregunticas, nadie; como nadie hace pregunticas acerca de las armas nucleares que tiene Israel, ¡nadie! En el mundo circulan las noticias que les interesan al imperio y sus aliados, que incluso pretenden el monopolio del combustible nuclear, cuando se acaben el petróleo y el gas.

Ahora mismo [a fines de 2005] están cometiendo la abusiva política de pretender prohibirle a Irán que produzca combustible nuclear, y prácticamente le exigen que queme sus reservas de gas —y son muchas— y de petróleo, ya que de ambos hidrocarburos produce hoy 5 millones de barriles diarios. Irán aspira, con toda razón y con toda justicia, a ahorrar esos productos y poder algún día hacer lo mismo que otros muchos países: producir electricidad mediante el uso de combustible nuclear. Francia produce casí el 80 por ciento de su electricidad con combustible nuclear, y muchos otros países, como Japón, Corea del Sur o Canadá. Los iraníes no piden otra cosa; aspiran a producir una parte importante de su consumo eléctrico con combustible nuclear sin quemar hidrocarburos.

Frente a fuerzas surafricanas equipadas con armas atómicas, ¿qué táctica adoptaron ustedes? Porque me imagino que era una situación militar totalmente nueva para ustedes.

Era totalmente nueva. Y, en efecto, frente a aquel ejército surafricano poseedor de armas nucleares, tuvimos que adoptar métodos asimétricos. Decidimos constituir grupos tácticos no mayores de mil hombres, fuertemente armados, con tanques, transportadores blindados, artillería y armamento antiaéreo, porque era lo que más había allí, mas el dominio del aire, gracias a Ia audacia de aquellas unidades de MiG-23 que, volando rasantes y combatiendo, se Habían hecho dueñas del aire, frente a una potencia que disponía de decenas y decenas de los más modernos aviones de combate. Es una bella historia, ¡qué lástima que no se haya escrito con todos los elementos de juicio y detalles necesarios!

¿Cuándo se lanza ese ataque contra Angola?

Eso fue a mediados de octubre de 1975. Mientras el ejército de Zaire y fuerzas mercenarias reforzadas con armamento pesado y asesores militares surafricanos se aprestaban a lanzar nuevos ataques desde el Norte de Angola, y estaban ya en las proximidades de la capital, Luanda, por el Sur amenazaba el peligro mayor. Columnas blindadas surafricanas habían atravesado la frontera sur del país, y avanzaban rápidamente en la profundidad del territorio. El objetivo consistía en reunir las fuerzas de los racistas surafricanos venidas del Sur y las tropas mercenarias de Mobutu Ilegadas desde el Norte, y ocupar Luanda antes de la proclamación de la independencia de Angola prevista para el 11 de noviembre de 1975. Aquellos fueron días tremendos.

Antes habían pasado muchas cosas, la lucha en Cabinda y otros episodios, que sería largo relatar aquí.

¿Había en aquel momento fuerzas cubanas presentes en Angola?

En ese momento sólo había en Angola 480 instructores militares —junto con un grupo en Cabinda que estaba entrenando allí—, llegados al país en respuesta a Ia solicitud que nos hiciera el presidente del MPLA, Agostinho Neto, insigne y prestigioso líder que organizó y dirigio la lucha de su pueblo durante muchos años y contaba con el apoyo de todos los pueblos Áfricanos y el reconocimiento del mundo. Sencillamente nos había pedido cooperación para entrenar a los batallones que integrarían el ejército del nuevo Estado independiente. Nuestros instructores sólo poseían armamento ligero. Había alguna que otra arma de instrucción, digamos, algún mortero que estaba en la escuela de instrucción, pero el armamento de estos hombres era esencialmente ligero.

¿Estos cubanos, ante la doble invasíón de Angola, participan en los combates?

Claro, ellos inmediatamente se incorporan a Ia defensa de Angola. Un pequeño grupo de ellos, en los primeros días de noviembre de 1975, junto a sus bisoños alumnos del Centro de Instrucción Revoluciónaria de Benguela, no dudaron en enfrentar valientemente al ejército racista. En el sorpresivo ataque y desigual combate de los surafricanos contra reclutas angolanos, de los que decenas murieron, ocho instructores cubanos perdieron también la vida en combate y siete resultaron heridos. Por su parte, los surafricanos perdieron seis carros blindados y otros medios. Nunca revelaron la cifra de las cuantiosas bajas sufridas por sus soldados en ese enfrentamiento. Por primera vez, en ese apartado punto de la geografía africana, la sangre de cubanos y angolanos se unió para abonar Ia libertad de aquella sufrida tierra.

De ese modo, en noviembre de 1975, exactamente 19 años después del desembarco del “Granma”, un pequeño grupo de cubanos libraba en Angola los primeros combates de una batalla que se prolongaría por muchos años.

¿Entonces es cuando ustedes deciden enviar más refuerzos a Angola?

Así fue. Sin vacilar aceptarnos el reto. Nuestros instructores no serían abandonados a su suerte, ni tampoco los abnegados combatientes angolanos, y mucho menos la independencia de su patria, tras más de 20 años de heroica lucha. En ese momento Cuba, en coordinación con el presidente Neto, decidió el envío inmediato de tropas especiales del Ministerio del interior y unidades regulares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en completa disposición combativa, trasladadas rápidamente por aire y mar para enfrentar la agresión del apartheid.

A diez mil kilómetros de distancia, tropas cubanas herederas del glorioso Ejército Rebelde entraban en combate contra los ejércitos de Suráfrica, la mayor potencia en ese continente, y contra Zaire, el más rico y bien armado títere africano de Europa y Estados Unidos.

Ustedes lanzaron entonces lo que se llamó la “Operación Carlota”.

Sí. Se inició lo que dio en llamarse “Operación Carlota”,[6] nombre en clave de Ia rnás justa, prolongada, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país.

¿Por qué le pusieron ese nombre de “Carlota”?

El nombre de aquella operación es a la vez símbolo y homenaje a los miles de esclavos que perecieron en combate o fueron ejecutados durante las primeras insurrecciones en Cuba. En ellas se forjaron mujeres de Ia talla de Carlota, una negra lucumí de la dotación del ingenio “Triunvirato”, en la actual provincia cubana de Matanzas, que en 1843 encabezó uno de los muchos alzamientos contra el terrible estigma de Ia esclavitud y ofrendó la vida en el empeno.

¿Tuvo éxito esa operación? ¿Pudieron las fuerzas cubanas impedir la toma de Luanda?

Sí, tuvo éxito. A finales de noviembre de 1975, la invasíon enemiga había sido detenida en el Norte y en el Sur. Recuerdo cuando las fuerzas cubanas y angolanas iban tomando pueblo a pueblo y nos llegaban las noticias: “Entraron en tal pueblo”, “avanzan así”, hasta que Ilegaron a las fronteras, por el Norte y por el Sur, por las dos direcciones. El imperio no pudo alcanzar sus propósitos de desmembrar Angola y escamotear su independencia. Lo impidió Ia heroica lucha de los pueblos de Angola y de Cuba.

Unidades completas de tanques, abundante artillería terrestre y antiaérea, unidades de infantería blindada hasta nivel de brigada, transportadas por buques de nuestra marina mercante, se acumularon rápidamente en Angola, donde 36 mil soldados cubanos iniciaron una fulminante ofensiva hasta las fronteras del poderoso Estado del apartheid. AIlí, cuando se inició aquella primera ofensiva contra los surafricanos, nuestros pilotos volaban aviones de combate de las fuerzas angolanas; disponían de MiG-21 y MiG-17. Cuando se avanzó sobre el puente del rio Queve y se cruzó al otro lado, se emplearon contra los surafricanos aquellos MiG-21, casí en el límite de sus posibilidades.

Atacando por el Sur al enemigo principal, lo hicieron retroceder más de mil kilómetros hasta su punto de partida en la frontera de Angola y Namibia, enclave colonial entonces de los racistas. Se concentraron todas las fuerzas. Se obligó a Mobutu a retirar su relativamente débil ejército algunos kilómetros; pero se atacó de inmediato al enemigo principal, que eran los surafricanos. El 27 de marzo de 1976, el último soldado de Suráfrica abandonó el territorio angolano.

Una cosa muy importante: Angola estaba a una distancia enorme. Volando en avión, uno mira el mapa y cree que está más cerca Angola que Moscú, por ejemplo. Pero se llega a Moscú hora y media antes que a Luanda. Vea qué distancia.

Y un punto importantísimo: si usted se ve envuelto en una situación de ésas no puede cometer el error de ser débil; si es débil con seguridad que sufre una derrota. Tiene que estar dispuesto a enviar todas las fuerzas que sean necesarias y una cantidad adicional de fuerzas, ni se sabe, el doble o el triple. Fuerzas no quiere decir sólo el número de hombres; éstas dependen del volumen de fuego, del número y la potencia de las armas, etcetera. Hasta aviones enviamos en una etapa posterior. Recuerdo que pusimos un grupo de MiG-23 en la bodega de unos barcos.

Pero, bueno, cuando se inició la primera ofensiva aún éstos no Habían sido transportados. Volábamos aviones de combate angolanos. Hubo que tomar Huambo, donde estaba la capital de Jonas Savimbi, el jefe de la Unión Nacional por la Independencia Total de Angola (UNITA), una organización armada y financiada por Pretoria y Washington. Era una zona con una relación tribal mayoritaria que supuestamente apoyaba a Savimbi; pero el MPLA tenía más apoyo en Huambo —lo recuerdo, estuve en aquel lugar—, mucha más gente de la que tenía Savimbi, a pesar de la etnia mayoritaria en aquella región.

La decisión de enviar las fuerzas necesarias se toma en la noche del 4 de noviembre, y ya en marzo han viajado todas las tropas. Avanzaron por dos direcciones. En el Sur ya a los surafricanos no les daba tiempo ni de volar puentes.

En la dirección Norte, en pocas semanas y con un mínimo de fuerzas, las tropas regulares de Mobutu y los mercenarios fueron lanzados al otro lado de la frontera con Zaire. Fue fulminante también. No me explico cómo no se retiraron antes, después de lo que les pasó a los surafricanos.

¿Y cómo explica usted que Estados Unidos no obstaculizara la “Operación Carlota” ni la intervención de ustedes en Angola?

Bueno, hoy sabemos mucho más que entonces, por los documentos oficiales desclasíficados en los últimos años, cómo pensaban y actuaban en aquel momento las autoridades de Washington. En ningún instante el presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, ni su poderoso Secretario de Estado, Henry Kissinger, ni los servicios de inteligencia de ese país, imaginaron siquiera como una posibilidad Ia participación de Cuba, ese paisito bloqueado, en Angola. Aunque ese paisito ya los había derrotado en Girón y los había enfrentado con honor en la Crisis de Octubre, cuando aquí nadie ternbló ni se desanimó. Nunca antes un país del Tercer Mundo había actuado en apoyo de otro pueblo en un conflicto militar más allá de su vecindad geográfica.

Pero ustedes contaban, en última instancia, con la protección de la Unión Soviética.

Mire, en Angola, cuando nosotros decidimos lanzar la “Operación Carlota”, en ningún momento contamos con una eventual “protección” soviética. A decir verdad, después de la victoria militar, Cuba era partidaria de exigir a Suráfrica un precio fuerte por su aventura, incluida la independencia de Namibia. Pero el gobierno soviético nos presionó fuertemente, solicitando nuestra rápida retirada, preocupado por las posibles reacciones yanquis. Hubo cartas, hubo de todo.

¿Que hicieron ustedes?

Tras serias objeciones por nuestra parte, no nos quedo otra alternativa que aceptar, aunque sólo en parte, Ia demanda soviética. Los soviéticos, aunque no fueron consultados sobre la decisión cubana de enviar tropas a Angola, decidieron posteriormente suministrar armamento para la creación del ejército angolano y respondieron positivamente a determinadas solicitudes de material militar a lo largo de la guerra. No hubiera habido perspectiva posible para Angola sin el apoyo politico y logIstico de la URSS después de aquel triunfo.

Figúrese, la URSS era la única que podia suministrar el armamento que aquel pueblo necesitaba para defenderse de la agresión de una potencia como Suráfrica por el Sur, y la de Mobutu por el Norte. No se suponía que nosotros ibamos a estar todo el tiempo, ni diez años en Angola. Era necesario crear un mínimo de condiciones.

¿Pero me imagino que, por tradiciones militares muy diferentes, ustedes y los soviéticos no debían tener la misma concepción de cómo hacer la guerra allí?

En efecto. Existían diferencias de concepciones de estrategia y táctica entre cubanos y soviéticos. Nosotros formamos a decenas de miles de soldados angolanos, y asesoramos en la instrucción y los combates a las tropas de ese país. Siempre les decíamos: “Nuestra tarea no es combatir en la guerra interna, es la defensa frente a la agresión exterior”, independientemente de que si atacaban un lugar, si se creaba una situación crítica, los ayudábamos. Los soviéticos asesoraban a la alta dirección militar y suministraban generosamente las armas necesarias a las fuerzas angolanas. Acciones originadas en el asesoramiento superior nos ocasionaron no pocos dolores de cabeza, a pesar de las buenas relaciones, buen trato y amistad. Eran cuestiones de concepción: ellos, una concepción de la guerra diferente, yo diría que una concepción académica, por la experiencia que vivieron de una enorme guerra, donde murió tanta gente; y nosotros la otra experiencia, lo que ahora llaman “guerra asimétrica” o guerra irregular. Pero había cosas que no eran asimétricas, ni nada por el estilo, eran de sentido común elemental, en realidad.

No obstante, siempre prevaleció entre militares cubanos y soviéticos un gran respeto y profundos sentimientos de solidaridad y comprensión. Ésa es la estricta verdad, nos llevábamos muy bien con ellos. Siempre existió ese espíritu.

Así que ustedes, después de aquella victoria de 1976, se retiraron de Angola.

Sí. Pero al ritmo y en el volumen que considerábamos conveniente. Ante la delicada situación creada —había que hablar con los angolanos, ellos conocían, más o menos, nuestras posiciones y había que explicarles esa situación; a nuestro juicio, no teníamos otra alternativa que abordar con ellos el asunto—, en abril de 1976, Raúl, Ministro de nuestras Fuerzas Armadas, viajó a Angola para analizar con el presidente Neto la necesidad inevitable de proceder a la retirada gradual y progresiva de una parte importante de las tropas cubanas. Realmente, estábarnos en desacuerdo con la medida, porque a nosotros nos parecía que aquello no era necesario, y que se daba una muestra de debilidad frente a los invasores, cuando teníamos posiciones ventajosas, y el adversario estaba superdesmoralizado. Nosotros pensábamos que debíamos estar allí el tiempo que ambas partes, Cuba y Angola, consideráramos suficiente para formar un fuerte ejército angolano.

Comenzamos, sin embargo, a preparar la retirada de hombres y unidades. El presidente Neto comprendió nuestros argumentos y accedió noblemente al programa de retirada de las fuerzas cubanas. Era una retirada gradual y progresiva. Ibamos reduciendo nuestra presencia. Mientras tanto, manteníamos fuertes unidades de combate en las alturas de Ia meseta central. Pero, realmente, nos debilitamos, y ese debilitamiento dio lugar a que, en cuanto los surafricanos vieron aquello, empezaran a hostigar, a atacar, penetrar, retirarse, en ese territorio de gran extensión, entre la meseta donde estaba ubicada nuestra gente en las posiciones más estratégicas, a 250 kilómetros aproximadamente de la frontera con Namibia.

Ellos se aprovechaban. Usted sabe cómo son el imperialismo y sus secuaces, siempre están aprovechando oportunistamente cualquier situación. Sin duda sabían que nosotros estábamos limitados, que estábamos bajo la presión y que íbamos retirando las fuerzas.

Usted visitó Angola en 1977, ¿verdad?

Sí, menos de un año después, en marzo de 1977, pude por fin visitar Angola y felicitar personalmente por la victoria a los combatientes angolanos y cubanos, cuando ya habían regresado a Cuba unos 12 mil internacionalistas, es decir, la tercera parte de nuestras fuerzas. El plan de retirada se cumpila hasta ese instante según lo previsto.

Pero Estados Unidos y Suráfrica no estaban satisfechos. Los gobiernos de Pretoria y Washington estaban confabulados, aunque solapado este último entonces. La conjura devino púbiica en los años 1980 con el llamado “compromiso constructivo” y el “linkage” establecido por el presidente Reagan. El empecinamiento de Estados Unidos y Suráfrica hizo necesario nuestro apoyo directo al pueblo angolano durante más de quince años, a pesar de lo acordado en el primer cronograma de retirada.

Hubo dos cronogramas de retirada, éste de 1976 y el úitimo. pero el úitimo con una Suráfrica ya derrotada, que es lo que nos habría gustado hacer en aquel momento. Más de 300 mil ciudadanos cubanos se ofrecieron como voluntarios al iniciarse aquella lucha. Porque sólo iban a Angola voluntarios, aquí lo llaman la reserva, eso era un principio que no se podía violar. La guerra civil, bueno, como aquella “guerra sucia” del Escambray, de la que ya hablamos, no se puede librar más que con voluntarios. Otros no lo hicieron con voluntarios y lo pagaron caro. Porque, por ley, el hombre va al combate y puede morir. Una misión internacionalista no se puede hacer si no es con soldados voluntarios, ése es otro principio.

Muy pocos creyeron que resistiríamos firmemente las embestidas de Estados Unidos y Suráfrica a lo largo de tantos años y con un aliado sumamente cauteloso.

Desde Angola, ¿ayudaban ustedes de alguna manera a otros pueblos oprimidos de la región, como los del Suroeste Áfricano —hoy Namibia— ocupado por Suráfrica, o Rhodesia —hoy Zimbabwe— o el propio pueblo surafricano sometido al racismo del régimen de apartheid?

En esa década de los años 1980 creció la lucha de los pueblos de Namibia, Zimbabwe y Suráfrica contra el coloniaje y el apartheid. Angola se convirtió en sólido baluarte de esos pueblos, a los que Cuba, en efecto, brindó también todo su apoyo.

El gobierno de Pretoria actuó siempre con alevosía. Cassinga —de lo que ya hablamos—, Boma, Novo Katengue y Sumbe, por ejemplo, fueron escenarios de algunos de los crímenes del apartheid contra los pueblos de Namibia, Zimbabwe, África del Sur y Angola, y a Ia vez ejemplos patentes de nuestra solidaridad frente al enemigo común.

¿Qué ocurrió en esos otros lugares?

Voy a citar un sólo ejemplo: el ataque a la ciudad angolana de Sumbe [ex Novo Redondo]. Es un ejemplo particularmente elocuente acerca de las criminales intenciones de Suráfrica. Allí no había tropas cubanas ni angolanas, sólo médicos, profesores, constructores y otros colaboradores civiles que el enemigo pretendía secuestrar. Estos hombres y mujeres resistieron con sus fusiles milicianos junto a sus hermanos angolanos, hasta que la llegada de refuerzos puso en fuga a los agresores. Siete cubanos cayeron en ese desigual enfrentamiento.

Es sólo un ejemplo, de los muchos que podría mencionarle, del sacrificio y del valor de nuestros internacionalistas, militares y civiles, prestos a entregar sudor y sangre cada vez que fue necesario, junto a los angolanos, namibios, zimbabwenses y surafricanos oprimidos.

Fue una hazaña de nuestro pueblo, muy especialmente de la juventud, de las decenas de miles de combatientes del Servicio Militar Activo y de la Reserva, que con verdadero espíritu internacionalista cumplieron el deber junto al personal permanente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Suman millones los hombres y mujeres que aseguraron desde Cuba el éxito de cada misión, suplieron con más horas de trabajo al que marchaba y se esforzaron para que nada faltara a la familia del combatiente o colaborador civil.

Merecen especial reconocimiento los familiares de nuestros internacionalistas. Soportaron la ausencia con estoicismo, infundieron ánimo en cada carta y evitaron mencionar dificultades y preocupaciones. Ejemplo cimero son las madres, hijos, hermanos y cónyuges de nuestros hermanos caídos. Sin excepción estuvieron a la altura del sacrificio de sus seres queridos. Supieron transformar su profundo dolor en más amor a Ia patria, en mayor fidelidad y respeto a la causa por Ia que conscientemente entregó la vida la persona amada.

En 1987 se produce una nueva ofensiva militar contra Angola. Suráfrica vuelve a atacar.

Sí, a finales de 1987 se produjo la última gran invasíon surafricana a suelo angolano, en circunstancias que ponían en peligro la propia supervivencia del nuevo Estado. Por esa fecha Suráfrica y Estados Unidos lanzaron el último y más amenazador golpe contra una fuerte agrupación de tropas angolanas que avanzaba por terrenos arenosos en dirección a Jamba, en el lírnite suroriental de la frontera de Angola, donde se suponía radicaba el puesto de mando de Jonas Savimbi, el jefe de la UNITA. Debe decir que siempre nos habíamos opuesto a tales ofensivas contra Jamba si cada vez que eso ocurría no se prohibía a Suráfrica intervenir a última hora con su moderna aviación, su poderosa artillería y sus fuerzas blindadas capaces de infligir considerables pérdidas a las fuerzas angolanas.

Nosotros discutíamos sobre el asunto con soviéticos y angolanos todos los años: “No hagan eso, no realicen esas desgastantes, costosas e inútiles ofensivas. No cuenten con nosotros para esa aventura.”

En alguna ocasíón lo conseguimos, pero era un ejercicio anual. Una de las últimas veces fue cuando visité Zimbabwe para una Cumbre de los No Alineados. Era una tarea difícil, porque los soviéticos insistían en la teoría de restablecer las fronteras estatales, a más de mil kilómetros de Luanda, en una esquina lejana del país, casí inaccesible, donde se suponía que estaba el cabecilla Savimbi, mientras las bandas de Ia UNITA y la guerra sucia se extendían por todo el país hasta las proximidades de la capital. Nosotros en la primera etapa habíamos estado instrumentando el programa de retirada, pero ocurrió algo no esperado.

En un tiempo previo a la independencia de Angola, había ingresado en ese país un grupo armado de Zaire, los katangueses. Estos, finalizada la guerra contra la invasión de Mobutu y por su propia cuenta, con el apoyo de algunos oficiales angolanos, invadieron Katanga, rica provincia de Zaire. La prensa europea arma gran escándalo. Francia, Belgica, todo el mundo envía tropas de inmediato. No sólo Suráfrica tenía su ejército en la frontera Sur; encima de eso, Ilegan tropas belgas y tropas francésas por el Norte, en dos palabras: la OTAN.

Ante esa situación, suspendimos la primera retirada de nuestras tropas, de la que ya hablé.

Pero el estado mayor angolano no había seguido su recomendación. ¿Qué hacen ustedes entonces ante la agresión surafricana?

¿Se refiere a la últirna ofensiva contra la capital imaginaria de Savimbi en los confines del sureste de Angola?

En esa ocasión, una vez rnás, se repitió la conocida historia. La ofensiva, en su tramo final, fue fuertemente golpeada por Suráfrica, ocasionando a los angolanos grandes pérdidas en hombres y equipos blindados enteramente nuevos, suministrados por los soviéticos para aquella operación, además del asesoramiento militar. El enemigo, sumamente envalentonado, avanzaba en profundidad hacia Cuito Cuanavale, antiguo aeropuerto alterno de la OTAN, próximo a la base aérea de Menongue, y se preparaba para asestar un golpe mortal contra Angola. Allí no había un sólo cubano, como tampoco en ocasíones anteriores, porque se les dijo: “No cuenten con nosotros.” Ante el desastre creado, sin duda el mayor de todos, y en el que no teníamos la más mínima responsabilidad, se producían desesperadas llamadas por parte del gobierno angolano pidiéndonos apoyo.

Figúrese en qué estado anímico estaríamos nosotros con esos desastres previstos. Como es de suponer, bastante disgustados. Pero esta vez el riesgo era mucho mayor, porque aunque lo que quedaba de aquella fuerza se retiraba en orden, ya que el soldado angolano era abnegado, valiente y disciplinado, la moral de aquella agrupación de tropas estaba destrozada, los tanques y transportadores blindados que restaban apenas podían moverse. Nuestra unidad más próxirna estaba a 200 kilómetros de distancia.

Ustedes acabaron por acceder.

En un esfuerzo titánico, pese al serio peligro de agresión militar que también se cerníIa sobre nosotros aquí en las proximidades de Estados Unidos, la alta dirección política y militar de la Revolución decidió resolver de una vez el problema, algo que en más de una ocasíón habíamos planteado a los soviéticos: reunir las fuerzas y medios necesarios para asestar un golpe definitivo a las fuerzas surafricanas.

Nuestra patria repitió la gran proeza de 1975. Un rio de unidades y medios de combate cruzó rápidarnente el Atlántico y desembarcó en la costa sur de Angola para atacar al enemigo por el suroeste de Angola en dirección a Namibia. Mientras tanto, a 800 kilórnetros hacia el Este, una brigada completa de tanques, desminando previamente la ruta en un trarno de casi 100 kilómetros, avanzaba hacia Cuito Cuanavale, el antiguo aeropuerto alterno de la OTAN hacia donde se replegaban las fuerzas angolanas bajo el ataque de los surafricanos. Transportados en helicópteros, tanquistas, artilleros y especialistas en reparación de la técnica militar fueron enviados a dicho punto estratégico para poner de alta numerosos medios técnicos angolanos que allí se encontraban. Previamente habíamos solicitado al Presidente José Eduardo dos Santos el mando de todas las tropas angolanas del Frente Sur. Había, por tanto, mando único de toda la fuerza en la batalla contra los racistas surafricanos. Nuevos refuerzos siguieron a la Brigada de Tanques y durante muchos días aquel olvidado nombre fue centro de atención internacional. Para no ser extenso, baste decir que, en unión de los oficiales y soldados angolanos que se replegaban, nuestros combatientes y sus brillantes jefes prepararon una trampa mortal a las poderosas fuerzas surafricanas que avanzaban hacia aquel gran aeropuerto, contra la que se estrelló y desgasto el ejército racista.

¿Cuántos efectivos, en total, reunieron ustedes en Angola en esta ocasíón?

Nosotros sabíamos muy bien lo que Ibarnos a hacer. Seguíamos dos principios esenciales. Primero: hay que ser lo suficientemente fuerte o correr el riesgo de una derrota. Una derrota allí ponía en riesgo la Revolución. Todos esos años nos estuvirnos jugando allí nuestro propio proceso. Aquí no podían vencernos. A nosotros sólo podían derrotarnos allá en Angola. Era demasiado lo que estaba en juego, mucho más de lo que algunos puedan imaginarse.

Segundo: decidir las guerras sin grandes y costosas batallas, como hicimos en la Sierra Maestra. Nosotros derrotamos la gran ofensiva de Batista en la Sierra con apenas algunas decenas de bajas mortales. Nuestra filosofía: ganar los combates con el mínimo de bajas. Esa táctica la seguimos al pie de la letra en Angola.

Esta vez se habían reunido 55 mil soldados cubanos en ese país. De este modo, mientras en Cuito Cuanavale las tropas surafricanas eran desangradas, por el suroeste 40 mil soldados cubanos, 30 mil angolanos y unos 3 mil guerrilleros namibios de la SWAPO, apoyados aproximadamente por 600 tanques, cientos de piezas de artillería, mil armas antiaéreas y las audaces unidades aéreas de MiG-23 que se apoderaron del dominio del cielo, avanzaban hacia la frontera de Narnibia, dispuestas a barrer literalmente las fuerzas surafricanas acuarteladas en aquella dirección principal. Barrer, fíjese bien, pero mediante multiples y contundentes golpes no esperados, sin batallas campales, siguiendo más que nunca los principios señalados.

Leopoldo Cintras FrIas (Polito),[7] el general que dirigió las operaciones en el Sur de Angola, demostró ser un brillante jefe militar. Recuerdo aún los días en que a los 16 años de edad participó con las fuerzas de la Columna I en la batalla de Guisa del 20 al 30 de noviembre de 1958. La principal tarea que le encomendamos el dia 28 de ese mes fue servir de artillero de una tanqueta capturada en aquellos intensos combates, con la cual atacamos en horas de la madrugada el cuartel principal de aquella guarnición. Puesta fuera de combate la tanqueta T-17 por un bazucazo enemigo después de disparar 55 cañonazos, Polo se retiró cargando a un herido muy grave de nuestra tropa. Al percatarse de que el compañero muere, continua con la ametralladora calibre 30 del blindado. Apenas podría creerse la hazaña que realizó. Por un equipo de radio PRC-10 ocupado días antes al enemigo, yo seguí de cerca aquella hazaña, y no fue la única que realizó en los 32 días que faltaban para el fin de la guerra de liberación.

Veintinueve años después, al mando de tropas cubanas, angolanas y namibias, estaría participando en la batalla de Cuito Cuanavale y en la contraofensiva al suroeste de Angola en dirección a Namibia, que decidió aquella contienda.

Son muchas las cosas que podrían decirse de todos los combates e incidencias de aquella lucha. Fue una larga y compleja batalla, sin duda la mayor operación militar en que han intervenido fuerzas cubanas en toda la historia. Podría estar hablándole horas enteras del desarrollo de esa prolongada batalla, de la estrategia seguida, de decenas y decenas de incidentes y anécdotas, pues lo tengo todo muy presente en la memoria. Algún día habrá que escribir la historia completa de esa gesta.

En Cuito Cuanavale, las fuerzas surafricanas conocen una importante derrota.

Sí. Muy importante, yo diría que decisiva. La contundente victoria en Cuito Cuanavale, y sobre todo el avance fulminante de la potente agrupación de tropas cubanas por el suroeste de Angola, pusieron punto final a la agresión militar extranjera. El enemigo tuvo que tragarse su habitual prepotencia y sentarse a Ia mesa de conversaciones.

¿Cual fue el resultado de esas negociaciones?

Las negociaciones culminaron con los Acuerdos de Paz para el Suroeste de África, firmados por Suráfrica, Angola y Cuba en la sede de la ONU en diciembre de 1988, y de ahí nuestra retirada de Angola, igual, en tres años, metódica, organizada, hasta el último hombre, dentro del cronograma trazado.

Se les llamó negociaciones cuatripartitas, porque en ellas participábamos, de un lado de la mesa, angolanos y cubanos, y del opuesto, los surafricanos. Estados Unidos ocupaba el tercer lado de la mesa, pues fungía como mediador. En realidad, Estados Unidos era juez y parte, era un aliado del regimen del apartheid, le correspondía sentarse junto a los surafricanos.

El jefe de los negociadores norteamericanos, el Subsecretario de Estado para Asuntos Africanos, Chester Crocker, durante años se opuso a que Cuba participara en las negociaciones. Ante la gravedad de la situación militar para los agresores surafricanos, no le quedo más remedio que aceptar nuestra presencia. En un libro de su autoría [8] sobre el tema fue realista cuando, refiriéndose a la entrada en la sala de reunión de los representantes de Cuba, escribió: “La negociación estaba a punto de cambiar para siempre.” Aquel personero de la administración Reagan sabía bien que con Cuba en la mesa de negociaciones no prosperarían la maniobra burda, el chantaje, la intimidación, ni la mentira.

Esa vez no sucedió lo que en Paris en 1898, cuando norteamericanos y españoles negociaron la paz sin que estuviera presente la representación de Cuba, el Ejército Libertador y el gobierno de Cuba en armas. Esta vez estaban presentes nuestras fuerzas armadas y la representación legítima del Gobierno Revolucionario de Cuba, junto al gobierno de Angola.

¿Con esos acuerdos, ustedes consideraron que se había cumplido finalmente su misión en Angola?

Sí. Sin duda alguna. La rnisión internacionalista estaba cabalmente cumplida. Nuestros combatientes iniciaron el regreso a la patria con la frente en alto, travendo consigo únicamente la amistad del pueblo angolano, las armas con que combatieron a miles de kilórnetros de su patria, la satisfacción del deber cumplido, y los restos gloriosos de nuestros hermanos caídos. Nuestros últimos soldados regresaron de Angola en mayo de 1991.

Su aporte resultó decisivo para consolidar Ia independencia de Angola, y para alcanzar la de Namibia en marzo de 1990. Fue, además, una contribución significativa a la liberación de Zimbabwe, y también a la desaparición del odioso regimen del apartheid en Suráfrica.

Pocas veces en la historia, una guerra —la acción humana más terrible, desgarradora y difícil— ha estado acompañada de tal grado de hurnanismo y modestia por parte de los vencedores. Que se hable de un sólo prisionero, a lo largo de 15 años, fusilado por las fuerzas cubanas. ¡Uno sólo! y yo me callaría la boca para toda la vida. Desgraciadamente sabemos lo que pasó con algunos de nuestros compañeros que cayeron prisioneros. ¿Qué hicieron los surafricanos? ¿Que hicieron los de la UNITA? ¿Qué hicieron los yanquis? Los finalmente derrotados mostraron una falta casi absoluta de esos valores en sus filas. La solidez de principios y la pureza de los propósitos explican la transparencia más absoluta en cada acción realizada por nuestros combatientes internacionalistas.

Sin duda, en ello resultó decisiva la tradición sembrada por nuestros mambises en las gestas independentistas, fortalecida por rebeldes y luchadores clandestinos durante la guerra de liberación nacional, y continuada por milicianos, miembros de las FAR y el Ministerio del Interior frente a los enemigos externos e internos después del triunfo revolucionario.

¿Cómo explica usted que esa acción de Cuba se conozca poco a escala internacional?

¿Por qué aquella extraordinaria epopeya nunca ha sido narrada cabalmente? Eso tiene su explicación. Al cumplirse hace poco, el 11 de noviembre de 2005, el aniversario 30 de la independencia de Angola, el imperialismo yanqui realizó un extraordinario esfuerzo para que el nombre de Cuba no apareciera siquiera en los eventos conmemorativos. Para colmo, Washington pretende reescribir la historia: Cuba, al parecer, nunca tuvo absolutamente nada que ver con Ia independencia de Angola, Ia independencia de Namibia y la derrota de las hasta entonces invencibles fuerzas del ejército del apartheid. Cuba ni siquiera existe, todo fue obra de la casualidad y de Ia imaginación de los pueblos.

También pretenden ahora que el gobierno de Estados Unidos no tuvo nada que ver con los cientos de miles de angolanos asesinados, las miles de aldeas arrasadas, los millones de minas sembradas en suelo angolano, donde constantemente, todavía hoy, cobran muchas vidas de niños, mujeres y civiles de ese país.

Esto constituye un insulto a los pueblos de Angola, Namibia y Suráfrica, que tanto lucharon, y una grosera injusticia contra Cuba, el único país no africano que combatió y derramó su sangre por África y contra el oprobioso regimen del apartheid.

¿Piensa usted que contribuye a ese “olvido” de Ia acción de Cuba, el hecho de que Estados Unidos se haya convertido hoy en un aliado importante de Angola, y un comprador decisivo del petróleo angolano?

Es cierto que hoy el imperialismo yanqui extrae de Angola petróleo por valor de miles de millones de dólares, despilfarra sus recursos naturales y agota sus reservas petroleras no renovables.

Cuba cumplió con lo que dijera el insigne Iíder anticolonialista Amílcar Cabral: “Los combatientes cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por la liberación de nuestros países, y a cambio de esa ayuda a nuestra libertad y al progreso de nuestra población, lo único que se llevarán de nosotros son los combatientes que cayeron luchando por la libertad.”

Las ridículas pretensiones yanquis de ignorar el honroso papel de Cuba indignan a los pueblos africanos. Ello se debe, en parte, a que nunca se escribió la historia verdadera de todo lo ocurrido. Prestigiosos investigadores se esmeran en buscar información. Yo Ie puedo decir que Cuba, por su parte, que nunca ha querido escribir sobre esto, y se resiste a habíar de lo que hizo con tanto desinterés y espíritu solidario, está hoy dispuesta a prestar su modesta cooperación, abriendo progresivamente sus archivos y documentos a historiadores serios que deseen narrar la auténtica historia de aquellos acontecimientos.

¿Cuántos cubanos en total participaron en esa larga guerra de Angola?

En Angola, cumplieron misión en quince años más de 300 mil combatientes internacionalistas, y cerca de 50 mil colaboradores civiles cubanos. Fue una extraordinaria hazaña de nuestro pueblo, rnuy especialmente de la juventud, de las decenas de miles de combatientes que —voluntariamente— cumplieron el deber internacionalista. Protagonizaron incontables actos de heroísmo, abnegación y humanismo de forma absolutamente voluntaria. La hazaña de Angola, la lucha por la independencia de Namibia y contra el apartheid fascista fortaleció mucho a nuestro pueblo, son un tesoro de extraordinario valor. Aunque ya Ie dije que, en total, suman millones los hombres y mujeres que aseguraron la retaguardia, por así decirlo, desde Cuba.

Mambises, rebeldes, luchadores clandestinos, combatientes de Girón, de la Crisis de Octubre y de la lucha contra bandidos, internacionalistas, milicianos, integrantes de las FAR y el Ministerio del Interior, en fin, el pueblo combatiente, son fruto del vigoroso tronco que creció en esta tierra con raíces africanas y españolas. A la Guerra Civil de España marcharon cientos de cubanos cuando, en los años 1936-1939,la República fue atacada por el fascismo y Ia reacción, y allí no pocos ofrendaron la vida. Cuatro décadas después, a África llegaron los combatientes cubanos con la fuerza multiplicada de Ia Revolución, a defender a un pueblo agredido por los mismos enemigos. Allí cayeron 2.077 compatriotas.

Sin sacudirse el polvo del camino —como hizo Martí ante Ia estatua de Bolívar—, los integrantes del último contingente internacionalista que regresó a la patria, junto a los principales dirigentes de la Revolución, fuimos a rendir homenaje, ante Ia tumba del Titán de Bronce, a los caídos en todas las contiendas libradas por nuestro pueblo.[9]

Esa hermosa tradición es hoy dignamente continuada por decenas de miles de médicos demás profesionales y trabajadores de la salud, maestros, entrenadores deportivos y especialistas de las más diversas ramas, que cumplen con el deber solidario muchas veces en condiciones tan difíciles como las del combate.

¿Qué lección final saca usted de aquella larga guerra de Angola?

La principal lección es que un pueblo capaz de esa proeza, ¡qué no haría si llegara el momnento de defender su propia tierra! Tenemos el eterno compromiso, con nuestros muertos gloriosos, de llevar adelante la Revolución y ser siempre dignos de su ejemplo. Con los cubanos que ayer y hoy han sabido combatir y morir con dignidad en defensa de Ia justicia; con los hombres y mujeres que como Máximo Górnez, Henry Reeve y el Che, tanto han contribuido a demostrarnos, aquí en nuestra patria y a lo largo de Ia historia, el inmenso valor de la solidaridad.

Las actuales y futuras generaciones de cubanos Seguiremos adelante por grandes que puedan ser las dificultades, luchando sin tregua para que la Revolución sea siempre tan invulnerable en el terreno político como ya lo es en el terreno militar y lo será pronto en el económico. Enfrentaremos cada vez con mayor energía nuestras propias deficiencias y errores. Seguiremos luchando. Continuaremos resistiendo. Seguiremos derrotando cada agresión imperialista, las mentiras de su propaganda y sus arteras maniobras políticas y diplomáticas.

Continuaremos resistiendo las consecuencias del bloqueo, que algún día será derrotado por la dignidad de los cubanos, la solidaridad de los pueblos y la casí absoluta oposición de los gobiernos del mundo, y también por el creciente rechazo del pueblo norteamericano a esa absurda política que viola flagrantemente sus derechos constitucionales.

Al igual que los imperialistas y sus peones sufrieron en Angola las consecuencias de un Girón multiplicado muchas veces, quien llegue a esta tierra en son de guerra enfrentará miles de Quifangondo, Cabinda, Ebo, Morros de Medunda, Cangamba, Sumbe, Ruacana, Tchipa, Calueque y Cuito Cuanavale, y derrotas como las que sufrieron el colonialismo y el apartheid en naciónes y pueblos heroicos como Angola, Namibia y Suráfrica, algo que jamás imaginaron estaría vinculado a la historia de esta pequeña nación del Caribe.

 

(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 349-379)  ©

 

 

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