LECCIONES DE UNA GUERRILLA
VIOLENCIA Y REVOLUCIÓN – ÉTICA CON LOS CAMPESINOS –
COMPORTAMIENTO CON LOS PRISONEROS –
JUSTICIA DE GUERRA EN LA SIERRA
¿Piensa usted que ganaron esa guerra gracias a su
táctica militar o gracias a su estrategia política?
Las dos. Ya desde antes de la prisión, yo tenía el plan de la
guerra en la Sierra Maestra, todo el plan. Nosotros
desarrollarnos una guerra de movimientos, ya le dije,
atacar y replegarse. Sorprenderlos. Atacar y atacar.
Y mucha arma psicológica. Quema de la caña para
hostigar a Batista, obligarlo a mover y dispersar
tropas, privarlo de los recursos y el apovo
de los grandes terratenientes, sabotaje a las vías
de comunicación y de transporte. Para nosotros, la
guerrilla era la detonadora de un proceso cuyo
objetivo era la toma revolucionaria del poder. Con
un punto culminante: la huelga general
revolucionaria y el levantamiento de todo el pueblo.
Usted apostó por la guerra irregular. ¿Por qué?
Yo siempre confié en las posibilidades de una guerra
irregular. A lo largo de la historia, en todas las
guerras, desde los tiempos de Alejandro y de Aníbal,
las victorias siempre estuvieron al alcance de los
que mejor usaron los ardides del secreto de los
movimientos, y de la sorpresa en el empleo de
los hombres y de las armas, del terreno y de
la táctica. ¡Cuántas veces esos estrategas usaron el
sol o el viento contra sus enernigos! El que mejor
supo utilizar sus propios recursos, y en algunos
casos hasta la naturaleza, ése fue quien venció.
Nosotros pusimos nuestra imaginación a trabajar y nos vimos
obligados a desarrollar ideas capaces de superar el
inmenso obstáculo que representaba derrotar a un
gobierno apoyado por un ejército de 80 mil hombres,
fuertemente armado. Teníamos muy pocos recursos y
era indispensable optirnizar su uso, así como el
empleo de las armas y de los hombres. Ese era
nuestro problema fundamental.
Pero, rápidamente, desarroflamos el arte de confundir a las
fuerzas adversarias para obligarlas a hacer aquello
que queríamos que hicieran. Yo diría que
desarrollamos el arte de provocar a las fuerzas
enemigas y de forzarlas a moverse, partiendo del
principio que fuimos descubriendo, del que ya le
hablé: el adversario es fuerte en sus posiciones y
eS débil en sus desplazamientos. Desarrollamos el
arte de obligar al enemigo a ponerse en marcha para
atacarlo cuando y donde era más vulnerable.
Hay que entender que, en el bosque, por ejemplo, una colunma
de 400 hombres avanza en fila india. Hay lugares en
que el terreno no permite avanzar más que de uno en
fondo, y la capacidad de combate de un batallón en
fila india es mínima, no se puede desplegar.
Nosotros liquidábamos su vanguardia, atacábarnos su
centro v después, lo emboscábamos por la retaguardia,
cuando se retiraba, en el terreno que hablarnos
escogido. Por sorpresa siempre, pero en el lugar
elegido por nosotros. De tal modo, llegamos a ser
bastante eficientes en esa táctica.
Ustedes desarrollaron el arte de la emboscada.
Bueno, las emboscadas son tan antiguas como las guerras.
Nosotros diversificábamos los tipos de emboscadas.
Siempre la primera la hacíamos contra la vanguardia,
lo que lleva muchas veces a toda la columna enemiga
a retirarse tras haber perdido su vanguardia.
Después lo atacábamos también por el flanco, y por
último, cuando se retiraban, emboscábamos su
retaguardia, cuando una tropa desmoralizada trata de
regresar a su punto de partida y su retaguardia se
convierte en vanguardia.
Atacas de noche en un camino, dos, tres veces; el enemigo
deja de salir de noche. Lo atacas de día, a pie, si
van a pie. Si monta sus efectivos en camiones, los
atacas cuando van subiendo una cuesta o marchan muy
lentos por un camino montañoso de tierra; atacas con
armas automáticas, si puedes y dispones de ellas, o
con las que dispongas. Si usan vehículos blindados
utilizas las minas. Si ya no consigues sorprenderlos,
tienes que inventar otras tácticas.
Hay que tomar siempre la delantera. Sorprender y sorprender.
Atacar donde y como no se imaginan. Si no se mueven,
cercas una guarnición. En ese caso la unidad sitiada
siempre espera refuerzos. Si no los recibe, se rinde.
Sabían cada vez mejor que la fuerza revolucionaria
respetaba la vida y la integridad física de los
prisioneros.
Pero, para ustedes, lo militar estaba supeditado a lo
político, me imagino. ¿Lo más importante era la
estrategia militar?
Si el frente político, la unión de todas las fuerzas
antibatistianas que habíamos propuesto se hubiera
realizado desde el principio, la caída del regimen
venía por sí sola, tal vez sin que se derramara una
gota más de sangre. Ésas eran nuestras concepciones
y nuestras tácticas. Estamos hablando de tácticas y
de cómo se gana una guerra. Nuestras tácticas
demostraron ser política y militarmente las mas
correctas, en la situación concreta de Cuba. Por eso
siempre he dicho que hay que aplicar una política
con la población v una política con el adversario.
De lo contrario usted no obtiene la victoria. Usted
no puede matar inocentes, usted tiene que luchar
contra las fuerzas vivas del enemigo en combate. No
hay otra forma de justificar el uso de la violencia.
Es mi concepción.
Ustedes hicieron una guerra informal, ¿pero decidieron
respetar las leyes de la guerra?
Sí. Porque es un factor psicológico de gran importancia.
Cuando un enemigo llega a admirar y respetar al
adversario, se alcanza una gran victoria psicologica.
Te admira porque has conseguido derrotarlo, porque
le has propinado fuertes golpes y, adernás, porque
lo has respetado, porque no has golpeado a ningún
soldado prisionero, porque no los has humillado, no
los has insultado, y especialmente porque no los has
asesinado. Llegó el mornento en que nosotros
tcníamos gran ascendencia sobre el adversario. Y nos
respetaban. Porque sabían córno eran las guerras en
general y la conducta despiadada con los vencidos en
todas partes.
¿Ustedes habían hecho del respeto a los prisioneros un
principio?
Y contra la tortura. Porque lo que nos inspiraba a nosotro.
en la lucha contra aquel régimen, era el hecho de
que asesinaba y torturaba. Yo he dicho alguna
vez a los que nos acusan de violar los derechos
humanos: “Busquen un solo caso de ejecución
extrajudicial, busquen un solo caso de tortura.”
¿Desde que la Revolución existe?
Desde que la Revolución triunfa, y desde antes, desde que
comenzamos la lucha en el Moncada o después cuando
desembarcarnos en 1956. Recuerdo que una vez, en la
lucha contra bandidos en los años 60, un jefe
nuestro comenzó a utilizar algunos métodos de
intimidación, introdujo a unos prisioneros en una
piscina, montó a algunos en un helicóptero, no con
intención de lanzarlos, pero si de intimidarlos. Me
llegaron noticias y fui de inmediato al Escambray,
donde ocurrió el hecho. Recibieron una crítica
fuerte, fuerte. No llegaron a hacerlo físicamente,
pero era una especie de tortura psíquica. Aquello
era inadmisible.
Además, policía o cuerpo de inteligencia que tortura no se
desarrolla, no desarrolla los métodos que desarrolló
la nuestra, especialmente la penetración y búsqueda
de pruebas. Cuando alguien era arrestado, ellos no
se acordaban dónde estuvieron tal día, y
nuestros órganos de inteligencia lo sabían, porque
lo tenían apuntado. Si a usted le preguntan: “Qué
hizo usted a tal hora, el día tal de mayo del año
pasado?”, no se acuerda, y a ellos les pasaba lo
mismo: icon quién se reunieron?, quién les entregó
las armas? La gente era arrestada siempre cuando
había pruebas irrebatibles. Funcionó mucho la
penetración, y nunca los métodos de violencia física,
porque no se usaron.
¿Ustedes fueron la primera guerrilla que crea esta idea de no
robarle a! campesino, no violar a las mujeres, ho
torturar a los prisioneros?
No, no, no podría uno decir eso de ninguna manera, porque yo
no creo que los patriotas vietnamitas, que
comenzaron su lucha antes que nosotros, en 1946, o
los argelinos, que tarnbién la iniciaron antes, en
1954, violaran a las mujeres o robaran a los
campesinos. No lo creo. Ha habido muchas luchas
donde esos principios se han respetado. No poseo
evidencia alguna de lo opuesto.
Los resistentes frente a los soldados alemanes, en la
retaguardia del frente soviético-alemán, no creo que
torturaran a nadie, ni violaran mujeres; porque los
que violan, roban, matan y queman, en todas partes,
son las fuerzas de los regímenes reaccionarios
tiránicos contra los que luchan los revolucionarios.
Aunque nadie sabe lo que pasaría en aquellos campos
de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Me irnagino
que había casos en que se fusilarían unos a otros,
porque sin duda que las tropas nazis no le
perdonaban la vida a ningún bolchevique, y no
sé realmente córno tratarían los de la resistencia
soviética a los nazis que caían prisioneros. Pienso
que no podían hacer lo que hicimos nosotros. Si
ponían en libertad a uno de aquellos fascistas, al
otro día estarían matando de nuevo a hombres,
mujeres y niños soviéticos. En casos como ése yo les
habría dado toda la razón si los ponían fuera de
combate.
En México, en 1910, hubo una revolución fuerte que duró
muchos años. En España también, en 1936, hubo guerra
sangrienta.
Y se cometieron atrocidades de los dos lados.
En España hubo incluso guerras en la retaguardia; eso inspiró
a Hemingway la novela Por quién doblan las
campanas.[1] La historia de lo que
ocurrió en la retaguardia durante la Guerra Civil
española, es algo que nos fue útil a nosotros. Saber
cómo los guerrilleros republicanos en la retaguardia
de las fuerzas franquistas conseguían apoderarse de
las armas del ejército. A mí ese libro me ayudó en
el desarrollo de la concepción de la lucha irregular
en Cuba.
¿La novela de Hemingway?
Sí, porque recordaba mucho aquel libro... Un día que hablemos
de eso le cuento.
¿Por qué no me lo cuenta ahora?
Bueno, si quiere. Mire, yo leí Por quién doblan las
campanas por primera vez en mi época de
estudiante. Y debo haber leído esa novela después
más de tres veces. Conocí también la película que se
hizo más tarde. Me interesaba ese libro porque trata,
entre otras cosas, como le estaba diciendo, de una
lucha en la retaguardia de un ejército convencional.
Y nos habla de la vida en la retaguardia, nos
ilustra sobre la existencia de una guerrilla. y como
ésta puede actuar en un territorio supuestamente
controlado por el enemigo. Me refiero a las
descripciones tan precisas de la guerra que hace
Hemingway en esa novela.
Nosotros intuíamos cómo podía ser una lucha irregular. desde
el punto de vista político y militar. Pero Por
quién doblan las campanas nos hacía ver esa
experiencia. Porque Hemingway en todos sus libros
nos describe las cosas con gran realismo, con gran
claridad y limpieza. Todo es realista y todo es
convincente. A uno se le hace dificil olvidar lo que
ha leldo porque es como silo hubiera vivido, porque
él tiene la virtud de trasladar al lector a los
escenarios de aquella cruel Guerra Civil española.
Luego conocimos esa vida de la guerrilla por nuestra
propia actividad en la Sierra Maestra. De manera que
el libro se convirtió en algo familiar. Y
regresábamos a él siempre, para inspirarnos, incluso
cuando ya éramos guerrilleros. Es obvio que leímos
otros muchos textos sobre hechos reales o de ficción
que abordaban el tema. Y tratábamos de implantar una
ética a la lucha en las condiciones específicas de
nuestro país.
Le vuelvo a decir: no se puede afirmar que hayamos sido la
única guerrilla con una ética.
Pero ustedes hicieron de esa ética un principio fundamental.
Aquí, sin esa filosofía, los combatientes tal vez habrían
fusilado prisioneros a diestra y siniestra, y
habrían hecho de todo. Era muy grande el odio contra
la injusticia y los crímenes.
¿Utilizaron ustedes el terrorismo, por ejemplo, contra
fuerzas de Batista, o hicieron atentados?
Ni terrorismo, ni atentados, ni tampoco magnicidio. Usted
sabe éramos contrarios a Batista pero nunca
intentamos hacerle atentado, y habríarnos podido
hacerlo. Era vulnerable. Era mucho más difícil
luchar contra su ejército en las montañas o intentar
tomar una fortaleza que estaba defendida por un
regimiento. ¿Cuántos había en la guarnición del
Moncada, aquel de julio de 1953? Cerca de mil
hombres o quizás más.
Preparar un ataque a Batista y elirninarlo era diez o veinte
.eces más fácil, pero nunca lo hicimos. ¿El
tiranicidio ha servido alguna vez en la historia
para hacer una revolución? Nada cambia en las
condiciones objetivas que engendran una tiranía.
Los hombres que atacaron la fortaleza del Moncada podían
haber liquidado a Batista en su finca, o en el
camino, como lo fue Trujillo o cualquier otro; pero
teníamos una idea clara: el magnicidio no resuelve
el problema; en lugar del que murió las fuerzas
reaccionarias sitúan a otro y al que rnurió lo hacen
mártir en sus propias filas. La inconveniencia del
magnicidio era un viejo concepto desarrollado por la
doctrina revolucionaria hacía mucho tiempo.
También se discutió mucho, en el movimiento comunista
internacional, si era correcto buscar fondos
mediante el asalto a los bancos. En la historia de
la Union Soviética, algunos le imputan a Stalin
haber hecho algunos de esos asaltos. Eso estaba
realmente en contradicción con el más elemental
sentido común, tanto la teoría del magnicidio como
la teoría de los asaltos para la búsqueda de fondos.
Esto último estaba rnuy desprestigiado en Cuba, país
de idiosincrasia burguesa donde las instituciones
bancarias eran muy respetadas. No se trataba de una
cuestión ética, era sencillamente una cuestión
práctica: si ayudabas a la Revolución o al enemigo.
¿Y la teoría del atentado que puede provocar víctimas
inocentes?
Hablando más bien de la guerra, nosotros no tuvimos siquiera
ese problema, porque nuestra guerra duró 25 meses, y
no recuerdo un solo caso de civil muerto en ninguno
de los combates que sostuvo en la Columna 1; tendría
que preguntarles a otros jefes de frentes si
recuerdan algún caso en sus operaciones.
Para nosotros es una filosofía el principio de que a
las personas inocentes no se las puede sacrificar.
Fue un principio de siempre, casi un dogma. Hubo
algún caso en que los combatientes clandestinos del
Movimiento pusieron alguna bomba, lo cual estaba
incluso en la tradición de las luchas
revolucionarias en Cuba. Pero nosotros no queríamos
hacerlo, estábamos en desacuerdo con el método. Nos
preocupábamos realmente de los civiles en los
combates en que podía haber riesgos.
Bueno, usted vio el Moncada, le explicamos el plan, y all no
hubo un civil que corriera peligro. Los ünicos
civiles que corrIan riesgo érarnos los
revolucionarios, que estábarnos armados.
Al parecer, ustedes habían dado consignas para que se evitase
el número de muertos, hasta entre los soldados de
Batista. ¿Es verdad eso?
Por los soldados enemigos que morían en combate no nos
preocupábamos tanto. Por los que se rendían o caían
prisioneros en cualquier combate, sí. Si usted no
hace eso, no triunfa. Hay principios que son
elementales en la guerra y en la política. No se
trataba de un comportamiento piadoso. La ética no es
una simple cuestión moral; la ética, si es sincera,
rinde también frutos.
Hoy, en muchos lugares del mundo, grupos violentos buscan
alcanzar objetivos políticos mediante el atentado
ciego y el terror. ¿Usted desaprueba esos métodos?
Le digo que a base de terrorismo no se gana ninguna guerra,
sencillamente. Porque ganas la oposición, la
enemistad y el rechazo de aquellos de los que tú
necesitas para ganar la guerra.
Por eso nosotros tuvimos el respaldo de más del 90 por ciento
de la población. ¿Cree usted que nosotros,
sacrificando personas inocentes en Cuba, habríamos
logrado ese apoyo? ¿Cree usted que poniendo bombas,
matando soldados prisioneros, matando civiles,
habriamos obtenido las armas que obtuvirnos? ¡Cuántas
vidas salvamos!
Ya le conté lo que paso en aquel combate del Uvero, cuando
atacamos una guarnición en la orilla del mar, una
acción sumamente peligrosa. Uno de los combates más
duros que- tuvimos en el que murió o fue herida,
como le expliqué, la tercera parte de los
participantes. Prestamos atención médica a un buen
número de adversarios prisioneros, y los dejamos
allí para que el Ejército los recogiera. A un grupo
de prisioneros que estaban ilesos los llevamos con
nosotros. No quedaron de inmediato en libertad.
Desde el primer combate, nuestras medicinas sirvieron para
curar a todos los heridos, sin distinción, los
nuestros y los del Ejército. Nosotros teníamos solo
19 hombres en el primer combate contra una
guarnición mixta de marinos y soldados en el que
obtuvimos nuestra primera victoria. Ya le hablé de
ella. Cuando terminó había varios soldados enemigos
muertos, del resto sólo uno no estaba herido.
Nosotros no tuvimos ni una sola baja. Fue a las 2:40
de la madrugada cuando iniciamos aquel combate, que
duró casi una hora porque resistieron fuertemente;
pensaban que los íbamos a matar si se rendían.
Cuando todo terrninó, curamos a los heridos y les
dejamos los medicamentos necesarios. Uno de los
nuestros quedó allí atendiéndolos. Nosotros tomamos
las armas y nos alejamos del punto antes del
amanecer.
Nuestros medicamentos, que eran escasos, los compartíamos con
los soldados enemigos heridos. A veces no teníamos
un solo herido. Si los había de ambas partes, los
atendíamos a todos. Si hubiéramos tenido que escoger
entre la vida de un compañero y la vida de un
adversario, seguramente preservaríamos la vida del
compañero; pero si tú ni siquiera tenías una baja,
de las pocas medicinas disponibles les dejábamos a
ellos las necesarias, desde el primero hasta el
último combate de nuestra guerra.
Daríamos lo que tenemos, aunque no es mucho lo que tiene este
país, si se encuentra un solo caso de soldado
prisionero ejecutado o de un soldado prisionero
golpeado en nuestra guerra de liberación.
Esas ideas —porque luchábamos contra un régimen muy represivo,
que hacía precisamente eso, torturar, asesinar— se
han mantenido durante más de 49 años, desde que
desembarcamos del “Granma” el 2 de diciembre de
1956. Calcule el número de años que se van a cumplir
en diciembre de 2005.
Cuarenta y nueve años.
Hace 49 años, desde que desembarcamos en el “Granma
permanecen las ideas que mencionamos: ni magnicidio,
ni víctirnas civiles, ni métodos de terror. ¿Para
qué? Nunca nos paso por la mente.
No olvide lo que le he contado: nosotros ya teníamos una
formación marxista-leninista, y le he dicho lo que
pensaba. Eso influía en las estrategias. Es
innecesario el magnicidio. comprendiendo bien que no
tenía sentido. Le explique mis criterios sobre las
formas de expropiación de fondos en el caso
específico de Cuba, vinculadas a un sentido práctico
más que a un principio ético. Ni los teóricos de
nuestras guerras de independencia ni los del
marxismo-leninismo predicaban atentados o actos
donde se podía matar a gente inocente; no están
incluidos entre las armas de la doctrina
revolucionaria.
Otra cosa son los errores cometidos en el poder, eso es
distinto, Le estoy contando nuestra historia. Creo
que hemos escrito una página inédita, sobre todo en
el mantenimiento de una conducta invariable a lo
largo de todo el tiempo, y a pesar de haber vivido
episodios muy duros y muy graves.
Hubo casos de batallones cercados que se rindieron. A los
prisioneros les hacíamos la siguiente concesión: a
los soidados los dejábamos en absoluta libertad; a
los que eran conocidos por sus crímenes, si había
alguno, les ofrecíamos que no se les aplicaría la
maxima pena. En los acuerdos con un batallón sitiado,
o la unidad que fuera, a los oficiales les dejábamos
el arma personal. Aplicamos invariablemente una
poiítica de respeto a la integridad del adversario.
Si los asesinas después de rendidos, luchan hasta la
muerte, y además te cuestan balas, vidas; bueno, en
dos palabras: no ganas la guerra. El adversario
siempre tendrá rnás armas, recursos y hombres
entrenados.
Hubo soldados que se rindieron hasta tres veces, y tres veces
los liberábamos. Al fin y al cabo nos dejaban sus
armas. Sus jefes superiores los enviaban para otra
zona u otra provincia, pero allí llegaba también la
lucha. Los soldados enemigos eran nuestros
suministradores de armas, y los campesinos eran
nuestro apoyo principal y nuestros suministradores
de alimentos. Los soldados de Batista iban robando,
quemando casas y matando gente. Los campesinos veían
que, en cambio, nosotros los respetábamos, les
pagabamos lo que consumíamos, y hasta a más precio;
si cornprábamos una gallina, un cerdo, y no había
nadie en el lugar, dejábamos un papel diciendo dónde
estaba el dinero para cuando la persona llegara. En
ninguna tiendecita que estaba por allí existía una
deuda nuestra. Esa fue la política con la población.
Si no, no nos ganábamos a nadie. No crea que los
campesinos fueron a escuelas de instrucción
revolucionaria. Ninguno de nosotros conocía la
Sierra. Pero, bien, ¿de qué otra manera hubiéramos
podido ganar aquella guerra?
¿Únicamente con esa política?
Sin eso no se gana esa guerra, y sin determinadas
concepciones operativas.
Sin embargo, ustedes en la Sierra tuvieron que instaurar una
“justicia revolucionaria” que les llevó a tener que
aplicar la pena de muerte, ¿verdad?
Sólo en casos de traición. Y el número de personas
sancionadas fue mínimo. Recuerdo que se produjo un
brote de bandidismo en el seno de un grupo de
colaboradores del Ejército Rebelde, cuando éramos
una fuerza bien reducida, no llegabamos ni a 200
hombres, sí, menos, unos 150, aunque era ya un
movimiento que podía defenderse y evitar que lo
destruyeran. Todo se basaba en el trato a la
población, que era, como le expiiqué, exquisito. A
los campesinos les pagábamos con nuestros poquitos
recursos cada cosa que consumíamos, aunque no
quisieran, y se lo pagabamos, se lo aseguro, a un
precio mayor; como ya dije, el respeto a sus
cultivos y crías, a las familias, a los niños, a las
mujeres, era proverbial. Mientras el ejército de
Batista venía quemando, matando, robando.
Para nosotros un brote de bandidismo era mortífero,
y tuvimos que fusilar, sencillamente. Se hicieron
juicios a varios de los que habían estado asaltando
casas, o asaltando tiendas. Y esa vez, en plena
guerra, se aplicó esa pena. Era ineludible y fue
efectiva, porque a partir de entonces nunca más
ningún miembro del Ejército Rebelde asaltó una
tienda. Se creó una tradición. Y se impuso una ética
revolucionaria, un respeto total a la población.
(Tomado del libro
"Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio
Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana,
2006, páginas 233-243)
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