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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 04-Entrando en política.

 
 
 
 

 

ENTRANDO EN POLÍTICA

 

LA UNIVERSIDAD – EDUARDO CHIBÁS – CAYO CONFITES –
EL “BOGOTAZO” – PENSANDO EN EL MONCADA

  

 

La Universidad - Eduardo Chibas - Cayo Confites -El "Bogotazo" - Pensando en el Moncada ¿Me imagino que después, en su etapa de formación universitaria, conocería usted algunas decepciones que contribuyeron a su mejor conocimiento de los hombres? 

Sí. El primero que nos traicionó fue, precisamente, el hijo pe aquel telegrafista de Birán, Valero, el republicano que yo te mencioné cuando hablábamos de la Guerra Civil española. El hijo de ese telegrafista fue uno de los primeros que nos traicionó 1 iniciar la lucha contra Batista. Él era compañero. Vivía aquí en La Habana. Llegué, estudié, hice una carrera, y él era amigo, poyaba, simpatizaba con nosotros en el mismo partido. Yo tenía confianza en él... Ése es el error. Usted no debe confiar en alguien simplemente porque sea amigo. 

¿Cómo lo traicionó? 

Nosotros estábamos imprimiendo con un mimeógrafo un periódico clandestino, una hojita, un manifiesto, tratando de imprimir una publicación clandestina y tratando de establecer una estación de radio, de onda corta... Porque partimos de un partido popular, el Partido Ortodoxo, que tenía mucha simpatía, había sido fundado por un líder político de mucho arraigo popular, Eduardo Chibas.[1] Y toda aquella gente joven lo seguía, eran obreros, trabajadores, no tenían una conciencia de clase, pero todos sentían un odio terrible hacia Batista, por la corrupción, el robo, el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, unas cuanta semanas antes de la elección, cuando Batista sabía ya que estaba perdido.  

Ese hijo de Valero entrega a la policía de Batista —si mal no recuerdo— el mimeógrafo donde estábamos imprimiendo un PERIODIquito que se llamaba ti Acusador. Ahí yo hice el primer manifiesto que repartí cuando se cumplía un año de la muerte da Chibas, el 16 de agosto de 1952, cuatro meses después del golpe de Estado militar de Batista. 

¿Chibas ejerce una influencia política sobre usted? 

Chibas era el líder de un partido popular, le digo, que combatía mucho el robo, la especulación, la corrupción..] Constantemente denunciaba. A Batista lo denunciaba con mucha frecuencia. Su prestigio surge de un programa de radio semanal. Era los domingos, de 8:00 a 8:30 de la noche, durante años. Ganó gran respeto. Fue, en nuestro país, la primera creación política de la radio. De ese medio nació Chibas, estaba media hora hablando cada domingo. Tenía una enorme audiencia.

Chibas denunciaba la corrupción. 

Principalmente. Quería barrer a los ladrones del gobierno. Y de cuando en cuando, denunciaba un "pulpo": el eléctrico, el telefónico... Cuando había algún aumento de tarifas. Pero, por lo demás, sus ideas eran también de crítica al comunismo. Era de un pensamiento cívico avanzado, pero no era el cambio social su principal objetivo. Era la época de la guerra fría, del macartismo, y el anticomunismo estaba en casi todos los políticos. 

Yo conozco a la gente de Chibas cuando estoy en primer año de la Universidad, en La Habana, estudiando Derecho. A él se le conocía por su oposición a Batista y la denuncia contra la] corrupción.

A partir de los estudiantes que lucharon contra Machado en los años 30, surge el Partido Revolucionario Cubano (Auténticos). Trata de rememorar el Partido Revolucionario de Martí, pero se le añade lo de "auténtico", porque había habido otro PRC. A ese Partido Auténtico, fundado en 1934 por Grau San Martín —quien gana las elecciones en 1944—, pertenecía, ya con el cargo de senador, Eduardo Chibas, quien funda a su vez, en 1947, el Partido del Pueblo Cubano o Partido Ortodoxo, , que denunciaba todas las inmoralidades del gobierno del partido al que había pertenecido durante años.[2] ¿Sabe cómo se fundaban Entonces los partidos? 

No. 

A veces, si se trataba de un partido obrero revolucionario, bastaban 10 ó 12 personas. Lenin, en la capital de Bielorrusia, Minsk, ¿con cuánta gente fundó el Partido? Eran alrededor de 20 si mal no recuerdo. Está en la historia del partido bolchevique. Si usted viene a ver, nosotros fuimos tres o cuatro los que creamos un embrión de lo que después sería una organización, y desde el principio —es curioso— tuvimos una dirección y un pequeño ejecutivo de tres. El partido de Chibas se forma a partir de una fuerte tendencia del llamado Partido Revolucionario Cubano ya [en el gobierno. 

¿Chibas se suicida? 

Chibas se suicida, esa es otra historia. 

Quisiera que usted me dijese por qué se suicida Chibas. Quiero decir, ¿cómo un dirigente que desea cambiar el destino de su país, llega a suicidarse? ¿No hay una contradicción? 

Cae en una depresión muy grande. ¿Debido a qué? Chibas se suicida cuando acusa al Ministro de Educación, que era una persona con determinada cultura política y en su tiempo de lucha contra Machado y Batista como estudiante y profesor había sido de izquierda. En realidad, la gente de más preparación política eran los que habían sido marxistas o Pro marxistas, porque muchos no sabían ni lo que era la sociedad. 

Ahora este señor era Ministro de Educación de un gobierno corrompido y muy desprestigiado. Chibas lo acusa de poseer fincas en Guatemala. Aquél lo emplaza con mucha espectacularidad a que lo demuestre. Chibas no puede demostrarlo. Al parecer, alguna fuente en la que confiaba le brindó esa información sin aportarle las pruebas pertinentes. A Chibas lo presionaron terriblemente, acusándolo de mentiroso y calumniador. Cae en una gran depresión y se hace un disparo mortal en el vientre al finalizar su programa radial el domingo, sin que nadie pudiera impedirlo. 

Meses más tarde, yo planteo: "No hay que ir a Guatemala" y demuestro con documentos irrebatibles las decenas de fincas que muchos líderes del gobierno habían adquirido en Cuba con dinero mal habido y otras escandalosas inmoralidades, incluido el Presidente de la República. Por eso ellos, los que estaban ene gobierno, me culpaban más tarde de haber socavado el gobierno constitucional con aquellas impactantes denuncias. 

El heredero de la hora de Chibas en su programa radial fue José Pardo Liada, que tuvo alguna relación con las altas esferas de la administración, no atacaba a Batista, algo que Chibas hacía sistemáticamente. Chibas se refería a Batista y a su gente comea "los coroneles del palmacristi y de la ley de fuga..." Palmacristi era un aceite como de castor o de ricino, uno de los métodos con que torturaban a la gente, igual que hacían los fascistas di Mussolini, y la ley de fuga consiste en matar a los prisioneros bajo el pretexto de que trataron de escapar. 

La muerte dramática de Chibas dio gran fuerza a su partido, pero la ausencia de su denuncia facilitó el golpe de Batista, a quien constantemente denunciaba, al tiempo que Chibas era una figura popular capaz de ofrecer fuerte resistencia a tal acción. 

¿Usted tenía una emisión de radio? 

Semanas antes de que ocurriera el golpe, yo había pedido la que fue hora de radio de Chibas, para denunciar a Batista. Tenía fuertes indicios de sus intenciones de dar un golpe militar. Aunque yo tenía acceso al periódico de más circulación, Alerta, las viejas relaciones de su director con Batista, aunque ahora fuera candidato a senador en el partido de Chibas, me hacían pensar que no se mezclaría en tan delicado asunto. Yo disponía de una pequeña hora de radio, en Radio Alvarez, pero era de carácter local. La dirección del Partido Ortodoxo, a la que informé el asunto, prometió indagar. Hablaron simplemente con algunos de sus miembros, profesores de una academia donde recibían cursos oficiales de alto rango, y la respuesta fue que "todo estaba muy tranquilo". No me facilitaron la emisión radial y no se hizo la denuncia. Desgraciadamente, pocas semanas después los hechos me dieron la razón. 

La hora de radio de Chibas la heredó Pardo Liada, que había tenido cierto conocimiento de marxismo en su juventud... Se hizo muy popular a través de un programa radial noticioso que emitía dos veces al día, en el que daba noticias y terminaba con un breve editorial. Defendía todas las huelgas y todas las causas obreras... Ese hombre sacó 71.000 votos en las elecciones de 1950. Increíble! Ya se veía el efecto de los medios masivos. 

Chibas se había convertido en líder nacional a partir de la media hora, de 8:00 a 8:30 de la noche todos los domingos durante muchos años, y este Pardo Liada se convierte en un monstruo, con su programa dos veces al día. Todo el mundo, además, lo iba la ver, los sindicatos y otras organizaciones. No quiero hablar más de él. Pero, bueno, Pardo Liada no era Chibas; él no hacía lo que hacía Chibas, que sistemáticamente denunciaba a Batista y hablaba, ya te digo, de la ley de fuga, del palmacristi y de los coroneles, recordando lo de atrás y denunciando. No tenía su coraje. Si Chibas no hubiera muerto, no hay golpe de Estado. 

Medió un factor subjetivo en los acontecimientos.Chibas se suicida en agosto de 1951. Usted tenía 25 años y ya había acabado su carrera de Derecho, ¿verdad? 

Sí. La muerte de Chibas fue en 1951, casi 10 meses antes de la elección presidencial de 1952. Él se había destacado desde la lucha contra Machado. Era hijo de una familia rica, de Oriente, de la zona de Guantánamo. Curiosamente también había estudiado, como yo, en los mismos colegios, con los jesuitas, en el de Dolores en Santiago, y aquí en La Habana, en el de Belén. 

Fue antimachadista y era senador cuando aquel gobierno auténtico triunfa, en 1944... Yo estaba en el último año de bachillerato, ese año, cuando gana las elecciones a la Presidencia el profesor de Fisiología que estuvo en 1933 tres meses en el gobierno, desalojado después por Batista. 

¿Grau San Martín? 

Sí, es electo en el año 1944, terminándose la guerra mundial, cuando el mundo estaba saturado de propaganda en favor de la democracia, la soberanía y demás cosas que acompañaron a toda la prédica política a 5o largo de los años de la guerra. Entonces el mismo Batista, con algunas presiones, se repliega, ya lo habían elegido Presidente después de aprobarse la Constitución en 1940J bastante progresista, por la influencia de los comunistas que entonces estaban aliados a él en un frente popular. 

En Munich[3] se produce el intento franco-británico —las dos grandes potencias coloniales, las mayores del mundo— de lanzar a Hitler contra la URSS. Pienso que los planes imperialistas de lanzar a Hitler contra la URSS jamás habrían justificado e pacto de Hitler con Stalin. Fue muy duro. Los partidos comunistas] que se caracterizaban por la disciplina, se vieron todos obligados a defender el pacto Molotov-Ribbentrop v a desangrarse políticamente. Son acontecimientos muy difíciles, pero venían unos tras otros, y los comunistas más disciplinados del mundo, lo digo con sincero respeto, eran los partidos comunistas de América Latina y entre ellos el de Cuba, del cual tuve siempre y conservo un altísimo concepto. 

Antes de ese pacto, la necesidad de unirse en la lucha antifascista condujo en Cuba a la alianza de los comunistas cubanos con Batista, y ya Batista había reprimido la famosa1 huelga de abril de 1934, que vino después de su golpe contra el gobierno provisional de 1933, de incuestionable carácter revolucionario, y fruto, en gran parte, de la lucha heroica del movimiento obrero y los comunistas cubanos. Antes de aquella alianza antifascista, Batista había asesinado no se sabe a cuánta gente, había robado no se sabe cuánto dinero, era un peón del imperialismo yanqui. Pero vino de Moscú la orden: organizar los frentes antifascistas, a pactar con el demonio. Aquí los comunistas pactaron [4] con el ABC fascista y con Batista, un fascista de otro tipo, un criminal y un saqueador del tesoro público. 

Los comunistas estuvieron en el gobierno de Batista. 

Sí. Eran, sin embargo, ya le digo, magnífica gente. Algunos de ellos, como Carlos Rafael Rodríguez,[5] ocuparon cargos como ministros y otras responsabilidades como miembros disciplinados de un partido que obedecía las consignas de la Internacional, del Komintern. En 1 944 todavía están juntos. Ahí están mezclados con la organización ABC, que era fascista, porque ese Frente Popular unió a todo el mundo: ladrones, esbirros, fascistas, comunistas... Porque era la consigna, le dije, que había que cumplir, la de los frentes, y el precio político en Cuba se empezó a pagar desde antes de 1939, año en que se firmó el Pacto germano-soviético Molotov-Ribbentrop, el 23 de agosto. Ahí comenzó a pagarse el precio internacional, hasta el momento en que Hitler invade la URSS. 

En 1941. 

La atacaron el 22 de junio de 1941, al amanecer. Fue la más grande sorpresa de la historia y a la vez la más imperdonable. 

La "Operación Barba Roja". 

Sí. Pero desde 1939 los partidos comunistas de Europa, America Latina y de todo el mundo, empezaron a pagar el precio de la política de alianzas impuesta por el Komintern. 

En Cuba este hombre, Chibas, que en 1944 estaba en aquel [Partido Autentico del profesor Grau San Martín, de inmediato empezó a percatarse de la corrupción, la especulación. Había ¡escasez de manteca, de muchas cosas, Y aquellos dirigentes auténticos iniciaron el camino de hacerse millonarios. Todos los que habían adquirido fama de "revolucionarios" y que habían ganado las elecciones en 1944. 

Ya Batista no se postula, impone su candidato y éste es derrotado el mes de junio de 1944. Aún no se ha acabado la guerra mundial que, como todo el mundo recuerda, finaliza en agosto de 1945 con las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. 

En septiembre de 1945, yo ingreso en la Universidad, y me encuentro una institución dominada por la mafia aquella ligada al gobierno de Grau San Martín. Aunque también estaban allí los inconformes del movimiento que funda entonces Chibas, apoyándose en su media hora de radio dominical y que tenía 'simpatías populares, aunque aquello no se había convertido todavía en partido. 

Más tarde, yo termino mi carrera de Derecho, en septiembre de 1950, tenía 24 años. En 1952, para las elecciones de junio -frustradas por el golpe de Estado de Batista el 10 de marzo de se mismo año— yo era aspirante a diputado por una circunscripción de la provincia de La Habana, pero por mi cuenta, en virtud de las luchas que yo, como estudiante, había librado. 

¿Y no en nombre del Partido Ortodoxo? 

Estaba desde los primeros años de mi carrera vinculada partidarios universitarios de ese Partido Ortodoxo que había fundado Chibas. Yo era desde los inicios fuerte simpatizante del ese movimiento. Más adelante comencé a ver algunas cosas que no me gustaban, adquirí una conciencia política más radical y sabía cada vez más sobre Marx y Lenin, También leía a Engels y además muchas obras filosóficas, pero principalmente las políticas, las concepciones políticas, las teorías políticas de Marx. 

¿Qué obras de Marx conocía? 

La literatura que más me gustaba de Marx, aparte de El Manifiesto Comunista, eran Las guerras civiles en Francia, El 18 Brumario y sus análisis de carácter político. Me impresionaban su austeridad, su vida abnegada y el rigor de sus investigaciones. Da Lenin El Estado y la Revolución y El imperialismo fase  superior del capitalismo. Aparte de sus reflexiones críticas sobre gran variedad de temas. Recuerdo también muy bien un libro de Engels Dialéctica de la naturaleza, donde hablaba de que algún día el sol] se apagaría, que el combustible que alimenta el fuego de esa estrella que nos ilumina se agotaría y dejaría de existir la luz del! sol. 

Cuando se produce el golpe de Estado, el 10 de marzo de 1952, recuerdo que mucha gente se puso a leer el artículo de Lenin "¿Qué hacer?", buscando una especie de receta sobre lo que había que hacer en aquellas circunstancias. Yo hasta leí un día La técnica del golpe de Estado, de Curzio Malaparte,[6] pero no] entonces, lo leí más tarde en la prisión, por pura curiosidad, ya que me parecía absurdo que el golpe de Estado o la toma del poder, fruto de un montón de condiciones y factores, fuese una simple cuestión de técnica. Malaparte elaboró una fantasía, una novela: si dominas los correos, los ferrocarriles, los teléfonos y otros puntos estratégicos de las comunicaciones, ya eres dueño del Estado... Eso no es lo de Venezuela, lo del golpe del 1 1 de abril del 2002 contra Chávez, que reunió a toda la camarilla de los sindicalistas amarillos, los propietarios, los dueños de los canales de televisión y de los principales diarios, los antiguos partidos corruptos, los ladrones de todas clases y una fuerza con ideas fascistas y con poderosísimos medios empeñados en destruir el proceso bolivariano. Pero no hablemos de esto ahora... 

En aquella época, cuando aquí se produce el golpe de Estado... 

El 10 de marzo de 1952.

Sí, en 1952, es cuando recluto el grueso de los 1.200 hombres, gente muy sana, que personalmente recluté y organicé.[7] [8]

¿Para el asalto al Moncada? 

Aquel "Movimiento", que no se inició con el propósito de que por nuestra cuenta hiciéramos una revolución, sino a partir de la premisa de que todo el mundo se reuniría para volver a la situación anterior al 10 de marzo. Yo pensaba que todo el mundo se iba a unir para liquidar la tiranía de Batista. Para mí estaba claro que había que derrocar a Batista mediante las armas y volver al régimen constitucional. Yo no podía dudar de que todos los partidos tendrían que unirse frente al golpe traicionero del 10 de marzo. Se acabó toda forma de Constitución, Hasta ese día yo, que tenía ya una concepción bastante acabada de lo que debía hacerse en Cuba, estaba utilizando vías legales, pero conducían, a partir de mis concepciones, a la idea de la toma revolucionaria del poder. El golpe de Estado echa por tierra tal proyecto. En la nueva situación era interés de todas las fuerzas políticas, pensaba yo, volver al punto de partida.

¿Usted había empezado a interesarse por la política en la Universidad haciendo sus estudios de Derecho?

Cuando llegué a la Universidad era analfabeto político. La Universidad, como le dije, estaba dominada por un grupo estrechamente vinculado al gobierno de Grau San Martín. Desde que ingreso, el primer año, observé un ambiente de fuerza, de temor y de armas. Había una policía universitaria totalmente controlada por grupos aliados al poder. Era un baluarte en manos del gobierno corrompido. Los dirigentes principales de la Universidad tenían también puestos, cargos, prebendas y todos los recursos del gobierno. Coincidiendo con ese periodo surge la rebelión de Chibás contra los auténticos, que terminaría con la fundación del Partido del Pueblo Cubano, o Partido Ortodoxo. Al llegar a la Universidad, ya existía ese incipiente movimiento.

¿Cuándo llega usted a la Universidad?

Yo ingresé en la Universidad el día 4 de septiembre de 1945. Hijo de terrateniente, como ya expliqué, pude terminar el sexto grado y después, con séptimo grado aprobado, pude cursar estudios preuniversitarios. Más tarde tuve la posibilidad de venir a estudiar a La Habana, donde estaba la Universidad, porque mi padre disponía de recursos, y así me hice bachiller e ingresé en la Universidad. ¿Es que acaso soy mejor que cualquiera de aquellos cientos de muchachos humildes de Birán, casi ninguno de los cuales llegó a sexto grado y ninguno de los cuales fue bachiller, ninguno de los cuales ingresó en una universidad?

¿Quién que no hubiera podido estudiar Bachillerato podía ir a la Universidad? Quien fuera hijo de un campesino, de un obrero, que viviera en un central azucarero o en cualquiera de los muchos municipios del país con excepción del de Santiago de Cuba, o el de Holguín, tal vez Manzanillo y dos o tres más de la antigua provincia de Oriente, no podía ser ni siquiera bachiller. Lo mismo ocurría con las demás provincias, excepto la ciudad capital y sus alrededores. Mucho menos podía ser graduado de la Universidad. Porque, entonces, después de ser bachiller, tenía que venir a La Habana. Y la Universidad de La Habana no podía ser la universidad de los humildes; era la universidad de las capas medias de la población y de los ricos del país. Aunque los muchachos jóvenes solían estar muchas veces por encima del egoísmo de su clase y eran idealistas y capaces de luchar; así lucharon a lo largo de la historia de Cuba.

En esa universidad, adonde llegué simplemente con espíritu rebelde y algunas ideas elementales de la justicia, me hice revolucionario, me hice marxista-leninista y adquirí los valores que sostengo y por los cuales he luchado a lo largo de mi vida.

En ese ambiente universitario inicia usted su aprendizaje político.

Sí. Yo comenzaba a reaccionar contra tantas cosas como las que estábamos viendo. Se trataba de un espíritu rebelde, ávido de ideas y conocimientos, lleno de curiosidad y energía. Adivinaba, por todo lo que había vivido, desde muy temprano, que había muchas cosas por hacer.

En relativamente poco tiempo, por mi propia cuenta comencé a convertirme en lo que hoy llamaría un comunista utópico, a partir de la vida, la experiencia y los primeros conocimientos que adquiero de la economía política tradicional que se impartía en aquella sociedad capitalista. Algo de esa materia, pero muy mal impartida y de carácter elemental, se enseñaba en el último año de Bachillerato.

Y si le digo que en esa universidad me hice revolucionario, fue porque hice contacto con algunos libros. Pero antes de haber leído esos libros, estaba ya cuestionando la economía política capitalista, porque ya me parecía irracional en tan temprana etapa de mi aprendizaje. Había en el primer año de la carrera un profesor de Economía Política muy exigente, Portela se llamaba —no había un texto de imprenta, se utilizaba un material de 900 páginas impresas en mimeógrafo—, era famoso y temible ese profesor, era el terror. Tuve suerte, porque el examen era oral, respondí sin dificultad y obtuve una calificación sorprendentemente alta.

Y era una asignatura que explicaba las leyes del capitalismo. En ella apenas se mencionaban las distintas teorías. Estudiando esa economía política del capitalismo sentía cada vez más dudas, cuestionaba más el sistema, porque yo, además, había vivido en un latifundio y recordaba cosas y soñaba con soluciones, como tantos utopistas han hecho en el mundo.

¿Qué tipo de estudiante era usted?

Yo era un ejemplo pésimo de estudiante, porque nunca iba a clases. En el Bachillerato, ya le conté que nunca atendí a una clase; como estaba obligado a ir al aula por mi condición de alumno interno, dejaba volar la imaginación y estudiaba al final, antes de los exámenes. En la Universidad tampoco fui nunca a una clase. Lo que hacía era hablarles a los estudiantes en el parque, debajo de los laureles; hablaba allí —había unos banquitos— con los muchachos, y sobre todo con las muchachas, porque me prestaban un poquito más de atención, eran más educadas; siempre había varios alumnos escuchando y yo explicando teorías. ¡Qué no daría hoy por recordar con qué argumentos trataba de persuadirlos y de qué! A partir del tercer año de la carrera no podía ya ser líder estudiantil oficial, porque tuve necesidad de optar por la matrícula libre, debido a razones que tal vez explique en otro momento. No obstante, tenía realmente ascendencia, bastante ascendencia entre los estudiantes universitarios.

Desde entonces estudié por la libre, como se le llamaba, lo que quiere decir que no estás matriculado en un curso, sino que podías matricular todas las asignaturas que desearas, y yo matriculé cincuenta.

¿Cincuenta?

Cincuenta por la libre. En la etapa final de la carrera me dediqué a estudiar de verdad, tres carreras afines: Derecho, Derecho Diplomático y Ciencias Sociales. Quienes obtenían los tres títulos tenían acceso a una beca; ya yo tenía todas mis ideas políticas bien definidas, pero quería estudiar un poco más, deseaba profundizar los conocimientos de economía y estaba pensando en una beca que me permitiera estudiar en Europa o incluso en los propios Estados Unidos. Cuando me dedicaba al estudio por entero, eran 15 ó 16 horas diarias. Desayunaba, almorzaba y cenaba con el libro al lado, sin apartar la vista de lo que leía.

Su padre era de derecha, toda su formación la hizo usted en escuelas religiosas conservadoras. ¿Cuándo encuentra usted a la izquierda en su trayectoria universitaria?

Alguna vez he contado que cuando yo llego a la Universidad, la gente de izquierda era, por cierto, un número exiguo. En mi tiempo de estudiante de la que fuera veinte años atrás la prestigiosa y combativa universidad de Mella, y apenas doce años antes la universidad en la que, bajo la inspiración del Partido Comunista de Rubén Martínez Villena, los estudiantes secundaron las luchas callejeras y la huelga revolucionaria que aceleró la caída de Machado, después de la guerra —el macartismo y el anticomunismo muy de moda—, de 15 000 matriculados en 1945, el número de antimperialistas activos y conocidos no pasaba de 50. Para esa época, ciertamente allí no había muchos alumnos de origen obrero y campesino. Otros temas, políticos y éticos, ocupaban la atención de los jóvenes, pero no era precisamente el tema de cambiar radicalmente la sociedad. La gente de izquierda me veía como un personaje extraño, porque decían: "Hijo de terrateniente y graduado del Colegio de Belén, este debe ser el tipo más reaccionario del mundo." Los primeros días, como lo había hecho en el Bachillerato, me dediqué mucho al deporte; pero ya desde las primeras semanas en el primer año comienzo a interesarme también por la política, y doy los primeros pasos, hasta que a los dos o tres meses me había olvidado por completo del baloncesto, la pelota, el fútbol y todo lo demás. Me consagré por entero a la política. Fui candidato a delegado de curso. Resulté electo: 181 votos a favor y 33 en contra.

A esa actividad política dedicaba cada vez más tiempo. Al acercarse la elección a la Presidencia de la FEU [Federación Estudiantil Universitaria], comencé a oponerme fuertemente al candidato del gobierno. Eso se tradujo para mí en una infinidad de peligros por chocar con los intereses de la mafia que, como le dije, dominaba la Universidad.

¿Qué tipo de peligros?

Las presiones físicas y las amenazas eran fuertes. Muy cercanas ya las elecciones de la FEU, estando ya en el segundo curso de la Escuela de Derecho, aquella mafia, irritada por mi insubordinación, después de numerosos incidentes utilizó una fuerte medida de intimidación: me prohibió entrar en la Universidad. No podía volver a ese centro de estudios.

¿Y qué hizo?

Bueno, lloré. Sí. Me fui a una playa a meditar y, con mis 20 años, acostado boca abajo en la arena, de mis ojos brotaron lágrimas. El problema era sumamente complejo. Estaba enfrentado a todos los poderes y a todas las impunidades. Era gente armada y proclive a matar, contaban con el apoyo de todos los organismos policiales y el gobierno corrompido de Grau. Únicamente los había contenido una fuerza moral, la masa creciente de estudiantes que me apoyaba. Nadie se les había enfrentado abiertamente en su feudo universitario, y no estaban dispuestos a tolerar más el desafío. Contaban también con la policía universitaria. Corría el riesgo de morir en una aparente riña de grupos. Lloré, pero decidí volver, y volver dispuesto a combatir, consciente de que podía significar una muerte segura.

Un amigo me consiguió un arma, una pistola Browning de 15 tiros, similar a la que uso todavía. Estaba decidido a vender cara mi vida, y no aceptar la deshonra de ausentarme de la Universidad. Así comenzó mi primera y peculiar lucha armada contra el gobierno y los poderes del Estado. Pero esa lucha no se caracterizó por el uso de las armas, sino por traducirse en una serie de riesgos y desa-fíos increíbles. Muy pocas veces pude portar un arma como aquel día. Corría el riesgo de ser arrestado por los cuerpos policíacos y sometido a tribunales de urgencia, que eran expeditos y no admitían fianza. Fácilmente el enemigo podía ponerme fuera de circulación mediante ese simplísimo procedimiento. Ello se tradujo tal vez en una de las más difíciles y peligrosas etapas de mi vida. Volví en aquella ocasión junto con cinco jóvenes que, espontáneamente, por pura admiración de mi lucha solitaria, se ofrecieron para acompañarme, todos armados igual que yo. Fue paralizante aquella acción para los que habían prohibido mi entrada al recinto universitario, pero aquello podía hacerse muy pocas veces. Pronto me vi obligado a estar solo en muchas oportunidades y casi siempre desarmado, hasta que, finalmente, a lo largo de siete años, hasta el 26 de julio de 1953, toda mi actividad en la lucha la tuve que llevar a cabo sin una sola arma, excepto cuando me incorporé a la expedición contra Trujillo y en mi participación en el levantamiento popular en Bogotá. No en pocas ocasiones me acompañaron grupos de personas sin armas como única protección posible. La denuncia constante, el desprecio a los riesgos, son como látigos en manos de un domador de fieras; me enseñaron que la dignidad, la moral y la verdad son armas invencibles. Desde que desembarqué del Granma, el 2 de diciembre de 1956, nunca más me volví a desarmar.

¿Pero sabía usted utilizar un arma? ¿Qué experiencia tenía usted de las armas?

Yo era buen tirador. Mi experiencia se debía al hecho de haber nacido en el campo y haber utilizado muchas veces los fusiles de mi casa sin permiso de nadie, un Winchester, una escopeta Browning de cacería, los revólveres, todas las armas posibles.

¿Disparaba usted?

Yo había inventado en Birán la historia de que las auras tiñosas [9] se comían los pollos. Bueno, había inventado no, se decía que las tiñosas se comían los huevos y los pollitos. Existía un poste próximo a la casa, que era como una antena de radio, y en ese sitio se posaban con frecuencia las auras tiñosas. Y así, a veces yo asumía el papel de protector de las crías de pollitos, porque se suponía que las tiñosas eran dañinas, lo cual no era verdad. Ellas realmente actuaban como sanitarias, lo que comían era las carroñas cuando los animales mayores o medianos morían.

Son aves carroñeras, no atacan a los animales vivos. Yo siempre, desde pequeño, andaba en Birán con las armas.

En mi casa había una escopeta semiautomática de esas que llevan en la recámara cuatro cartuchos; si le pones uno en el directo, puedes hacer hasta cinco disparos en dos segundos. Había también como tres fusiles de esos un poco antiguos, pero que pueden utilizar balas modernas, les llamaban Máuser. También dos fusiles Winchester calibre 44, parecidos a los que usó Buffalo Bill, con varias balas en la recámara.

¿Llegó usted a utilizar la Browning que se llevó a la Universidad?

En aquella ocasión no. La gran batalla por la FEU se resolvió milagrosamente sin bajas, pero los riesgos que viví, como ya expliqué, fueron considerables. Esas eran las características de aquella Universidad en que ingresé en el año 1945. Con altibajos, condiciones muy difíciles para mí, muchas vicisitudes y anécdotas. Pero sería un cuento muy largo. Es suficiente lo que ya dije.

Bastaría añadir que algunos jóvenes estudiantes que de buena fe se aliaron a la anterior dirección de la Universidad y en aquellos episodios fueron mis adversarios, años después se incorporaron a la Revolución, incluso hubo quienes dieron su vida; no les guardo rencor alguno y les agradezco su gesto posterior. Hoy ese tipo de conflicto no ocurre en nuestras universidades, donde una masa de más de medio millón de jóvenes cursan estudios superiores y una sólida conciencia antimperialista y socialista sostiene su combatividad en defensa de la Revolución y de la patria. ¡Qué enorme premio!

Y en medio de todo aquello surge la expedición de Cayo Confites contra Trujillo, [10] dictador en la República Dominicana. 

, en 1947, con 21 años, me fui a la expedición de Cayo Confites, en pro del derrocamiento de Trujillo, ya que me habían designado en los primeros tiempos presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la FEU. También me nombraron presidente del Comité Pro Independencia de Puerto Rico, en el primer año de Universidad o en el segundo. Había tomado muy en serio esas responsabilidades. Estamos hablando del año 1947, y ya desde entonces albergaba la idea de la lucha irregular. Tenía la convicción, a partir de las experiencias cubanas, de las guerras de independencia v del pensamiento de Martí, que se podía luchar contra un ejército. Yo pensaba en la posibilidad de una Lucha guerrillera en las montañas de Santo Domingo. Pero aquella invasión de la República Dominicana se frustra. 

Cuando Cayo Confites, en la etapa final, viendo el caos y la desorganización reinantes en la expedición, yo tenía planeado irme para la montaña con mi compañía, porque terminé de jefe de compañía en esa historia. Cayo Confites fue en 1 947, y lo del asalto al Moneada en 1953, apenas seis años después, pero yo tenía ya la idea de aquel tipo de lucha. Yo creía en la guerra irregular, por instinto, porque nací en el campo, porque conocía las montañas y porque me daba cuenta de que aquella expedición era un desastre. Y pensaba: con un pelotón, con un grupito, hacer la guerra en las montañas, una guerra irregular. Pensaba que no se podía pelear frontalmente contra el ejército porque éste disponía de marina, de aviación, lo tenía todo, era tonto ignorarlo. 

El 9 de abril de 1948 se encuentra usted en Bogotá, el día en que matan a Jorge Eliécer Gaitán, líder político muy popular. Vive usted allí una insurrección que se llamó el "Bogotazo". [11] ¿Cómo fue aquella experiencia? 

Aquélla fue una experiencia de gran magnitud política. Yo aún no había cumplido los 22 años. Gaitán era una esperanza. Su muerte fue el detonante de una explosión. El levantamiento del pueblo, un pueblo que busca justicia, la multitud recogiendo armas, la desorganización, los policías que se suman, miles de muertos. También me enrolé, ocupé un fusil en una estación de policía que se plegó ante una multitud que avanzaba sobre ella. Vi el espectáculo de una revolución popular totalmente espontánea. He contado ya en detalle aquella experiencia, está por ahí, en un libro del historiador colombiano AIape.[12] 

Pero le puedo decir que aquella experiencia me hizo identificarme más con la causa de los pueblos. Las ideas marxistas | no tuvieron nada que ver con eso, fue un acto espontáneo de ¡nosotros, como jóvenes con ideas antimperialistas, anticolonialistas y prodemocráticas. 

Por aquellos días, víspera del asesinato de Gaitán, yo había estado en Panamá reunido con los estudiantes que habían sufrido un número de muertos, porque los ametrallaron cuando estaban protestando y exigiendo la devolución del Canal. Recuerdo lo que era aquello, una calle por donde pasamos, llena de bares, un gigantesco prostíbulo que tenía kilómetros y kilómetros de extensión. Había algunos muchachos en los hospitales, otros muertos, uno paralizado al que visité con devoción. 

Antes había pasado por Venezuela, estaba Rómulo Betancourt y también había una gran efervescencia. La revolución de Venezuela [13] había despertado muchas simpatías en Cuba. 

Carlos Andrés Pérez era entonces un joven que trabajaba en el periódico oficial del partido del gobierno, Rómulo Gallegos [14] era en aquel momento Presidente tras una elección popular, hombre muy humilde y honesto y una prestigiosa figura política y literaria. 

En Colombia, Gaitán había unido a los liberales, tenía una enorme influencia en las universidades. Nosotros contactamos con los estudiantes, hasta lo conocimos a él, a Gaitán, con quien nos reunimos y decidió apoyar el congreso de estudiantes latinoamericanos que pretendíamos organizar. Quería inaugurarlo. Nuestro esfuerzo coincidió de forma absolutamente casual con la creación por aquellos días en Bogotá de la OEA [Organización de Estados Americanos]. 

Recuerdo que, cuando estábamos allí tratando de crear una Federación de Estudiantes Latinoamericanos, entre otras cosas apoyábamos a los argentinos en su lucha por las Malvinas, y también la independencia de Puerto Rico, el derrocamiento de Trujillo, la devolución del Canal de Panamá y la independencia de las colonias europeas en el hemisferio... Ésos eran nuestros programas, más bien antiimperialistas y antidictatoriales. 

Cuando se produce el golpe de estado de Batista, el 10 de marzo de 1952, ¿cree usted que, con las luchas en las Universidad, con la experiencia de Cayo Confites, con su participación en el "Bogotazo", con sus actividades en el seno del Partido Ortodoxo, tenía ya usted el embrión de una teoría de la sociedad, y de una teoría de la toma del poder? 

Yo había leído muchos de los libros que se publicaron sobre las guerras de independencia en Cuba. Al ingresar en la Universidad entré en contacto más estrecho con las ideas sobre economía política, y muy pronto, a partir de los propios textos que allí se impartían, tomé conciencia de los absurdos de la sociedad capitalista. 

Me encontré más adelante con los materiales marxista, como le hablé. Ya estaba envuelto en el tema político, pero en el primer año no había estudiado a fondo la asignatura, que sel llamaba Economía Política, por ello ni siquiera la examiné. Eral impartida, como le dije, por un profesor muy severo, su contenido abarcaba 900 páginas de material impreso en largas y a veces borrosas páginas de papel para mimeógrafo, ya lo mencioné. Cuando decido estudiarla a fondo comienzo a toparme con las teorías sobre la ley del valor y las distintas interpretaciones. Era la economía política que se les daba a los jóvenes de la burguesía. Ahí es donde yo empecé a cuestionar el sistema. 

Por mi propia cuenta llegué a la conclusión de que la economía capitalista era absurda. Porque yo lo que era ya, antes de encontrarme con el material marxista o leninista, era un comunista utópico. Comunista utópico es el que no parte de una base científica ni histórica, sino que algo le parece muy mal y que no sirve y que hay pobreza, injusticias, desigualdades... También ya uno tiene una ética, le dije que la ética nos vine fundamentalmente a través de Martí. 

Me ayudó mucho la vida, cómo viví, y cómo vi lo que viví Cuando hablaban de las "crisis de superproducción" y de "desempleo" y otros problemas, voy sacando la conclusión de que aquel sistema no servía. La asignatura Historia de las Doctrina: Políticas, de Raúl Roa y Legislación Obrera, elaboradas en los libros de texto por profesores que habían recibido una formación de izquierda,[15] me ayudaron a profundizar en la reflexión. 

Uno de los primeros textos de Marx que leo, le dije, fue el Manifiesto Comunista. A mí me produce un gran impacto, porque comienzo a entender algunas cosas, porque había nacido en un latifundio, rodeado a su vez por otros enormes latifundios y conocía cómo era allí la vida de las personas. Tenía la experiencia, en carne propia se puede decir, de lo que era el imperialismo, la dominación, los gobiernos sometidos, corruptos, represivos. En el Partido Ortodoxo se denunciaban esos abusos, esa corrupción. Pero yo estaba ya a la izquierda de los ortodoxos. 

Leí con avidez desde entonces la literatura marxista, que me atraía cada vez más. Yo poseía ya arraigados sentimientos de justicia y determinados valores éticos. Aborrecía las desigualdades, los abusos. Me sentí conquistado por aquella literatura. Fue como una revelación política de las conclusiones a las que había llegado por mi propia cuenta. Alguna vez he dicho que si a Ulises le cautivaron los cantos de sirena, a mí me cautivaron las verdades incontestables de la denuncia marxista. Había desarrollado ideas utópicas, ahora sentía que pisaba un terreno más firme. 

El marxismo me enseñó lo que era la sociedad. Yo estaba como un venado en el bosque, o alguien en un bosque que no sabe ni donde está el Norte o el Sur. Si usted no llega a entender realmente la historia de la lucha de clases, o, por lo menos, la idea clara de que la sociedad esta dividida entre ricos y pobres, usted está en un bosque, sin saber nada.

En su entorno esa forma de pensar no debía ser frecuente...

Bueno, a muchos, la sociedad tal como era les parecía lo más natural del mundo, igual que la familia donde nace o el pueblo onde vive, todo eso era muy familiar, vieja costumbre. Si toda la vida se escucha: "Éste es dueño de un caballo, éste es dueño de un bohío,[16] y este es el dueño de una inmensidad de tierra y todo lo que hay sobre ella", nunca nada parecía extraño. El concepto de propiedad era universal, aplicable a todas las cosas, hasta a los hijos. Éste es hijo de fulano de tal, y ésta es la mujer del otro; bueno, todo es propiedad de alguien. Pero ese concepto de propiedad se aplica a todo, al caballo, al camión, a la finca, a la fábrica, a la escuela, excepto a bienes que fueran públicos. 

El ciudadano nace en una sociedad capitalista e inmerso en el concepto de la propiedad, para él todo es propiedad, y tan sagrado es el par de zapatos propio, el hijo y la mujer, como la fábrica aquella donde hay un señor que es el dueño, y uno que administra y le hace el favor de darle un empleito y le pasa la mano por arriba a gente que es ignorante, que no sabe leer ni escribir; porque los capitalistas usan mucho la psicología, lo que los socialistas muchas veces no usan. El administrador socialista cree que ése es el deber de un trabajador, y el capitalista sabe que ése es uno que le produce plusvalía. 

Aunque él no sabe, conscientemente, lo que es plusvalía, para él todo es muy natural, él organizó, buscó un dinerito, puso un negocio, se hizo rico, incluso sumamente rico. Entonces, bueno, la gente vivía en tales condiciones de humildad y de inferioridad que miraba incluso a un político de aquéllos, sabiendo que era el tipo más rico y más corrupto, hasta con admiración... 

Cuando comencé a elaborar teorías —ya iniciados los estudios de economía—, es cuando yo, precisamente, tengo noticias de que Carlos Marx existe, los marxistas existen, los comunistas existen y los utopistas existieron. Después es e! momento en que descubro que yo soy uno de esos utopistas, ¿comprende? 

¿Considera usted que, ya en esa época, su etapa de formación se termina y ya dispone de los elementos que le van a empujar a entrar en la vida política? 

¿Cuáles fueron las tres cosas esenciales que recibí? 

De Martí, inspiración, su ejemplo y muchas cosas más; pero recibimos, en esencia, la ética, sobre todo la ética. Cuando él dijo aquella frase, que nunca podré olvidar: "Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz", me pareció extraordinariamente bello aquello, ante tanta vanidad y ambiciones que se percibían por doquier. La ética, como comportamiento, es esencial, una riqueza fabulosa. También hay patriotismo, hay historia, hay tradiciones, le conté algo de eso. 

De Marx, recibimos el concepto de lo que es la sociedad humana; de lo contrario, alguien que no lo haya leído o no se lo hayan explicado, es como si lo situaran en el medio de un bosque, de noche, sin saber dónde está el Norte, el Sur, el Este o el Oeste. 

Marx nos dio la idea de qué es la sociedad y la historia del desarrollo de la sociedad humana. Sin Marx, usted no puede encajar ninguna fórmula de manera que interprete con toda precisión los acontecimientos históricos, cuáles son las tendencias, la evolución de una humanidad que no ha terminado de evolucionar. 

Que usted lo sabe muy bien, Ramonet, ¡pero muy bien! A usted y a mucha gente en el mundo nos preocupan doctrinas y teorías como la globalización neoliberal, hoy en boga, que aterrorizarían a un hombre en la época del colonialismo, aterrorizarían a Martí cuando Cuba era colonia de España; aterrorizarían a la humanidad hace apenas 30 años. Muchas rosas importantes, de las cuales se tiene conciencia. De modo que la historia humana... 

Y su propia historia personal, ¿no? 

Bueno, ya le conté también que influyó mucho el hecho de que naciera en el campo y que fuera hijo de terrateniente y no nieto de terrateniente. Yo viví todo eso y entonces ya conocía, cuando leo a Marx, porque había visto con mis ojos cómo era la [vida en aquellos latifundios, Y el de mi padre era posiblemente el más humano de todos, y no porque fuera mi padre. Él estaba allí, hablaba con la gente, los veía sufrir cuando llegaban a pedirle algo, podía tomar una decisión. 

Allá, en los otros latifundios de las compañías aquéllas, los accionistas estaban en Nueva York y los que estaban aquí eran los jefes administrativos y mayorales, que no tenían opción de ayudar a nadie. Ésos tenían un presupuesto y a él debían atenerse, El Che Guevara buscó y estudió los documentos sobre la forma en que eran administradas las plantaciones de las grandes empresas transnacionales —sé que a usted le interesan las cosas del Che—, él estudió cómo era: "No había ni un centavo para ayudar a alguien." Mi padre —ya le hablé de las extensiones que tenía—, estaba allí, salía y veía a la gente todos los días, se acercaban a él, no andaba con guardaespaldas ni nadie que lo cuidara; él se iba solo, recorría kilómetros, y la gente se acercaba, tenían acceso a él. No tenían acceso al presidente de una empresa, como la United Fruit u otras, en Nueva York, y por eso allí las condiciones eran más humanas. Yo vi todo eso, y todo eso ayudó mucho a mi formación. 

Le conté que pasé hambre; le conté muchas cosas, lo que sufrí, me resultó muy fácil entender que vivíamos en una sociedad de desigualdades y de injusticias. 

¿Cuándo decide usted pasar de la teoría a la práctica? 

Acuérdese que ya yo era medio internacionalista, ya yo había estado en Bogotá en el año 1948, y me había enrolado allí con los estudiantes, ya llevábamos un programa. Recuerde que estaba, entre otras cosas, la lucha por las Malvinas, la devolución del Canal de Panamá, ya había estado en la expedición de Cayo Confites y otras tareas. Lo más fundamental: era ya en 1952 un convencido marxista-leninista. Lo digo así por los valores que adquirí, por lo que aprendí en esos años, sin los cuales no habría podido desempeñar ningún papel. 

Si Cristóbal Colón no tiene una brújula, no llega a ninguna] parte. Pero existía la brújula, yo tenía una brújula: fue lo que] encontré en Marx y en Lenin. Y la ética —vuelvo a repetir— que) encontré en Martí. Tal vez había influencia también de otros] factores; era deportista y escalaba montañas; influyen las circunstancias, la vida me ayudó. 

Cuando se produce el golpe de Estado de Batista en 1952, yo tenía elaborada ya una estrategia para el futuro: lanzar un programa revolucionario y organizar un levantamiento popular. A partir de aquel momento ya tengo toda la concepción de lucha y las ideas revolucionarias fundamentales, las ideas que están en "La historia me absolverá".[17] Ya tenía la idea de que era necesaria la toma del poder revolucionariamente. Partía de lo que iba a suceder después de las elecciones del 1° de junio de ese año. Nada cambiaría. Volvería a repetirse otra vez la frustración y el desencanto. Y no era posible volver de nuevo por aquellos trillados caminos, que jamás conducirían a ninguna parte.

 

(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 121-144)  ©

 

 

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