LA INFANCIA DE UN LÍDER
INFANCIA EN BIRÁN – DON ÁNGEL –
EL BATEY – LA MADRE –
LA “CASITA DEL HAMBRE” –
EL COLEGIO DE LA SALLE – ECOS DE LA GUERRA DE ESPAÑA –
LOS JESUITAS DEL COLEGIO DE DOLORES
Son importantes las raíces históricas y,
precisamente, quería preguntarle: usted nace en el
seno de una familia relativamente acomodada, estudia
en escuelas religiosas de ricos, hace luego estudios
de Derecho.
Con ese tipo de formación, globalmente usted podía
haber sido un dirigente conservador ¿verdad?
Perfectamente, porque el hombre no es totalmente
dueño de su destino. El hombre también es hijo de
las circunstancias, de las dificultades, de la lucha...
Los problemas lo van labrando como un torno labra un
pedazo de material. El hombre no nace revolucionario,
me atrevo a decir.
¿Cómo surge en usted el revolucionario?
Yo me convertí en revolucionario. He meditado
a veces sobre los factores que influyeron en eso.
Partiendo de la situación de la zona donde yo nací
en pleno campo, en un latifundio.
¿Podría usted describir el lugar donde nació?
Yo nací en una finca. Hacia el centro norte de la
antigua provincia de Oriente, no lejos de la bahía
de Nipe, y cerca del central azucarero de Marcané.
El lugar se llamaba Birán. No era un pueblo, ni
siquiera una pequeña aldea; apenas unas casas
aisladas. La casa de la familia estaba allí, a
orillas del antiguo Camino Real, como le llamaban al
sendero de tierra y fango que iba de la capital del
municipio hacia el sur. Los caminos eran entonces
grandes fanguizales. Se iba a caballo o en carretas
de bueyes. No había todavía vehículos motorizados.
Ni siquiera luz eléctrica había. Cuando yo era
pequeño nos alumbrábamos con velas de cera y
lámparas de aceite.
¿Recuerda usted su casa natal?
Era una casa con arquitectura española o más bien
gallega. Debo señalar que mi padre era de origen
español, gallego, de Láncara, en la provincia de
Lugo, hijo de campesinos pobres. Y ellos tenían la
costumbre, en Galicia, de meter a los animales
debajo de la casa. Mi casa se inspiraba de aquella
arquitectura de Galicia porque estaba edificada
sobre pilotes. Tenía unos pilotes de más de seis
pies, que era la costumbre en Galicia. Yo recuerdo
que, cuando tenía 3 o 4 años, las vacas dormían
debajo de la casa. Se llevaban allí al anochecer, y
debajo de la casa dormían. También allí se ordeñaban,
amarrándolas a algunos de los pilotes. También había,
igual que en Galicia, debajo de la casa, un
corralito con cerdos y aves, por allí se paseaban
gallinas, patos, gallinas de guinea, pavos y hasta
algunos gansos.
He visitado Birán. Y he visto esa casa donde nació
usted, que es efectivamente de una arquitectura muy
original.
Era una casa de madera. Los pilotes eran de madera
muy dura, de caguairán, y encima de aquellos pilotes
estaba el piso. La casa imagino que inicialmente era
cuadrada. Después se alargó hacia un área de baño,
un espacio para guardar alimentos, comedor y cocina.
Con posterioridad recibió una instalación adicional:
en una esquina se construyó una especie de oficina.
Sobre el área cuadrada original de la casa, había un
segundo piso más pequeño llamado el "mirador".
Ahí nací yo el 13 de agosto de 1926 a las dos de la
madrugada, según cuentan. En ese ambiente, desde muy
temprano, me acostumbré a las imágenes y al trabajo
del campo, a los árboles, a la caña de azúcar, a las
aves, a los insectos...
Lo que impresiona en Birán es que se constata de
manera casi palpable el fuerte carácter emprendedor
de don Ángel, su padre.
Era un hombre con mucha fuerza de voluntad. Aprendió
a leer v a escribir por sí mismo, con grandes
esfuerzos. Indiscutiblemente era un hombre
muy activo, se movía mucho, era emprendedor y tenía
una capacidad natural de organización.
¿En qué circunstancias vino su padre a Cuba?
Mi padre era hijo de campesinos sumamente pobres.
Cuando visité Galicia en 1992 estuve en su pueblo,
Láncara, y vi la casa donde nació. Es una casita
pequeñita, de unos 10 metros de largo por unos 6 de
ancho. Una casa de lajas de piedra que es un
material abundante en aquel lugar, usado
tradicionalmente por los campesinos gallegos para
construir sus viviendas. En esa casita rústica vivía
toda ía familia, y supongo también los animales. En
la única pieza estaba el dormitorio y la cocina. No
tenían allí tierras, ni siquiera un metro cuadrado.
Muy joven, con 16 ó 1 7 años, reclutan a mi padre en
España y lo envían a Cuba a la guerra de
independencia que comienza en 1895. No se sabe
exactamente en qué condiciones vino. Cuando yo tenía
uso de razón, no hablé sobre estos temas con mi
padre. Él contaba, de vez en cuando, en una comida,
con un grupo de amigos, algunas de esas cosas. Pero
mi hermana mayor, Angelita, y Ramón, el segundo, que
viven ambos, deben tal vez saber algo, porque
hablaron más con él.
También cuando yo andaba ya en actividades
revolucionarias, organizando el ataque al Moneada,
preso y más tarde expedicionario del "Granma", mis
hermanos más jóvenes, como Raúl, al que llevo como
cuatro años y tanto, y después dos hembras, Emma y
Juana, que estaban allá en la casa, conversaban
bastante con mi padre, y ya él hablaba tal vez más
de aquello, que yo no pude escuchar.
Por ellos me he enterado de algunas cosas, y la
teoría es que mi padre era uno de aquellos jóvenes
pobres de Galicia a los cuales algún rico le daba
una cantidad de dinero para que lo sustituyera en
el servicio militar. Y parece ser muy cierto que
mi padre fue un campesino de aquellos, a los que
reclutaban de esa forma. Usted sabe cómo eran las
guerras aquéllas.
Se reclutaba por sorteo, y los ricos podían pagar a
los pobres para que fueran en su lugar al servicio
militar o a la guerra.[1]
Bueno, debe ser como usted dice, había muchos casos
en que, cuando le tocaba a un rico, buscaba una
cantidad de dinero y se la daba a aquel que no tenía,
que vivía muy pobre, en un pedacitico de tierra o de
cualquier trabajo en el campo.
A mi padre lo mandan para acá de soldado español, y
hasta lo ubican en la trocha[2] de Júcaro a Morón.
Y, entre otras cosas, se produce el cruce de la
trocha aquella por los invasores orientales, bajo el
mando de Maceo y Máximo Gómez, poco después de la
muerte de Martí.
La trocha había que cruzarla de todas formas, una
operación difícil. Era una trocha de norte a sur, en
la parte más estrecha del centro del país, larga de
bastantes kilómetros, podían ser casi 100 kilómetros
de Morón al norte hasta Júcaro, un puerto en el sur.
Sé que mi padre estuvo destacado allí. Pero pienso
que cuando pasó Maceo no estaba todavía. Por allí
cruzaban constantemente los cubanos, o andaban muy
al norte, se metían por un lugar que llaman
Turiguanó, una especie de isla unida a Morón por un
área muy pantanosa. Allí en esa trocha estaba mi
padre, destacado como soldado. Es lo que sé, tal vez
mis hermanos sepan más.
¿Usted no recuerda ninguna conversación con su padre
sobre esta historia?
Alguna vez escuché de él algo de eso, cuando me iba
para los campamentos obreros en Pinares de Mayarí,
porque a mí me gustaba estar en cualquier lugar
menos en la casa. Porque la casa representaba la
autoridad y me animaba ya el espíritu rebelde que
empezaba a crearse en mí.
¿Ya de pequeño era usted rebelde?
Yo tuve varias razones para serlo. Frente a cierto
autoritarismo español, y más el español que manda, y
era la autoridad, el respeto generalizado. A mí la
autoridad no me gustaba, porque en esa época también
había su pequeño castigo corporal, algún cocotazo o
algún cintarazo; nosotros corríamos el riesgo, pero
ya íbamos aprendiendo a defendernos de eso.
¿Era autoritario su padre?
Tenía su genio. No se puede haber hecho lo que él
hizo —construirse solo, tan joven, primero en la
guerra, lejos de su familia y de su país, y obtener
a partir de nada, sin un centavo, sin relaciones,
siendo al principio analfabeto, con su único
esfuerzo, un latifundio, una riqueza—, si no se
tiene un carácter fuerte. Como la mayoría de los
inmigrantes gallegos, poseía un espíritu modesto y
trabajador. Mucha voluntad y carácter. Pero nunca
fue injusto. Jamás le dio a alguien que solicitara
su ayuda una respuesta negativa. Atento siempre a
las dificultades de los demás. Él mismo pasó muchas
necesidades desde niño. Sé que quedó huérfano desde
muy temprano, huérfano de madre.
Su padre se volvió a casar y, en fin, su infancia
fue bastante sufrida y azarosa, pero traía en sí las
virtudes nobles del emigrante gallego, que eran
bondad, hospitalidad, generosidad.
Muchos testimonios coinciden en que fue un hombre
generoso. Hasta bondadoso. Con muy buen corazón. Que
siempre ayudó a sus amigos, a sus trabajadores, a
las personas que se encontraban en dificultades. No
recuerdo nunca que fuera alguien a pedirle algo a mi
padre y que él no buscara alguna solución. Siempre
mostraba generosidad. A veces se quejaba,
refunfuñaba, pero buscaba una solución. Cuando venía
el tiempo muerto, cuando finalizaba la zafra y había
muy poco empleo, llegaba uno y le decía: "Mire, que
los hijos..., que estamos sin nada, que necesito un
trabajito". Había entonces un sistema de ajuste: "Usted
limpia esto por tanto".
El tal ajuste era otra de las formas implantadas en
Cuba para abaratar los costos en beneficio de los
terratenientes, que consistía en un contrato
con una familia o con un trabajador para que
limpiara un campo de caña y usted le daba tanto por
caballería o por roza,[3] no se usaba la hectárea.
Creo que la caballería tenía como 18 rozas. En todos
estos países de Suramérica había una medida
diferente, menos mal que vino el sistema métrico
inventado en época de la Revolución francesa.
Entonces, hacían un contrato: "Bueno, por 20 pesos
te ajusto esto." Mi padre inventaba alguna nueva
limpia o tareas que no eran imprescindibles para
distribuir empleo, aunque no resultase económico. Yo
podía darme cuenta de eso cuando ya un poco mayor me
ponían a trabajar en la oficina durante las
vacaciones. Allí entregaba órdenes de compra a los
trabajadores para adquirir mercancías en las tiendas
aun cuando no tenían contrato de trabajo. Era un
hombre bondadoso y noble.
¿Después de la guerra de independencia, en 1898, su
padre decide quedarse en Cuba?
No, a él lo repatrían a España después de la guerra,
en 1898, pero parece que le agradó Cuba y, entre los
tantos emigrantes gallegos, él regresa a Cuba al año
siguiente. Está documentado que él desembarca en el
puerto de La Habana en diciembre de 1899. Sin un
centavo y sin ninguna relación, empieza a trabajar.
Termina, no sé cómo, en las provincias orientales.
Era la época en que grandes plantaciones
norteamericanas se extendían por los bosques de
maderas preciosas que se cortaban y utilizaban como
combustible en los centrales. Esa misma madera
preciosa con la que se hizo el palacio de El
Escorial y otras obras o barcos famosos, como aquel
formidable "Santísima Trinidad", el más grande y
poderoso navio de la época, hundido por los ingleses
tras la batalla de Trafalgar en 1805. Entonces, los
norteamericanos empleaban gente para talar los
árboles y para sembrar caña. El terreno es siempre
fértil donde había un bosque, las primeras cosechas
son muy buenas.
¿Su padre trabajaba para los norteamericanos?
Mi padre empieza a trabajar en Cuba como obrero en
la famosa United Fruit Company, que se estableció en
el norte de Oriente. Luego organiza a un grupo de
trabajadores, y hace contratas a la empresa yanqui
con un grupo de hombres subordinados a él. Creo que
mi padre llegó a tener bajo su mando, alguna vez le
oí el cuento, hasta 300 hombres y eso dejaba
plusvalía. Algunas cualidades de organizador tenía.
Pero él no sabía leer ni escribir, fue aprendiendo
con mucho trabajo. Empezó a organizar una pequeña
empresa que cortaba bosques para sembrar caña o
producir leña para los centrales. Así empezó a
obtener alguna ganancia como organizador de aquel
grupo de trabajadores.
¿Cuántas tierras acabó teniendo, propiedad de él?
Llegó a adquirir alrededor de unas 900 hectáreas que
eran propiedad de él, y después arrendó varios miles
de hectáreas a unos descendientes de dos generales
cubanos de la guerra de Independencia, que nadie
sabe todavía de dónde las sacaron. Enormes
extensiones de pinares, vírgenes la mayoría... Esas
tierras se extendían por valles y montañas. Era una
gran meseta donde crecían los pinos, un bosque
natural. Mi padre explotaba los pinares de Mayarí.
Diecisiete camiones cargados de madera de pino
bajaban todos los días de allí. El ingreso, además,
de caña y ganado era bastante porque poseía también
tierras de llano, de montaña, de todo... Alrededor
de 10 mil hectáreas.
Una extraordinaria cantidad.
Si usted suma, mi padre tenía, como propietario de
una parte y como arrendatario de la otra, no menos
de I 1 mil hectáreas de tierra.
Una cantidad considerable.
Sí, era considerable. Te puedo decir este cuento,
porque yo, efectivamente, en aquellas condiciones,
pertenecía a una familia que era más que "relativamente"
pudiente. Era, en aquella escala, bastante pudiente.
Vaya, no lo digo por mérito, sino por precisar, por
exponer las cosas con toda precisión.
Así que es usted hijo de millonario.
Bueno, de millonario no. De mi padre nunca se dijo
que era millonario. En aquellos tiempos, millonario
era algo colosal, alguien que tenía realmente mucho
dinero. Millonario, por ejemplo, en esa época en que
un trabajador ganaba un promedio de un dólar diario,
era aquel que tenía un millón de veces lo que una
persona ganaba en un día. Las propiedades de mi
padre no se podían evaluar a un precio tan alto. No
se puede decir que mi padre fuera millonario, aunque
era bastante pudiente y tenía buena posición
económica. En Birán, su padre no solo edificó una
casa, sino que fue añadiendo, al borde de ese camino
real, otros edificios: una panadería, un hostal, una
taberna, una escuela, casas para los trabajadores
haitianos... Un verdadero pequeño pueblo.
Bueno, donde vivíamos no había pueblo, sino algunas
instalaciones. Era lo que mejor pudiera llamarse un
batey. Cuando yo era pequeño, debajo de la casa
estaba la lechería. Después hicieron una lechería
como a 40 metros de la casa; y enfrente, un taller
donde se arreglaban las herramientas, arados, todo
eso. Y muy cerca construyeron un pequeño matadero.
También a unos 40 metros, en otra dirección, estaba
la panadería, y no lejos la escuela primaria, una
pequeña escuelita pública. También, junto al camino,
había una tienda, y al otro lado el correo y
telégrafo. No lejos había algunos barracones muy
pobres, unas chozas, de piso de tierra y techo de
hojas de palma, donde vivían en efecto, muy
pobremente, algunas decenas de inmigrantes haitianos
que trabajaban en el cultivo y los cortes de caña,
que era el principal cultivo de aquella finca.
También, cerca de la casa, había un naranjal grande
que tenía como doce o catorce hectáreas, y toda
clase de árboles frutales:
había plátanos, frutabomba, cocos, había de todo. Y
hasta tres colmenares con 400 y pico de colmenas de
abejas de España que daban abundante cera y miel.
Y había también una espectacular gallería. ¿Había
peleas de gallos?
Sí. Como a 100 metros de la casa, y a lo largo
también de aquel camino, estaba la valla de gallos
de la que usted habla. Era un lugar donde todos los
domingos, en época de zafra, y también los días de
Navidad y Año Nuevo, sábado de Gloria y Domingo de
Resurrección, se efectuaban lidias de gallos. En el
campo el deporte era ése.
Una distracción local.
Sí, porque distracciones había muy pocas. Se jugaba
al dominó. Se jugaba también a las cartas; a mi
padre, de joven y de soldado, le gustaba mucho jugar
a las cartas, parece que había sido un excelente
jugador de barajas. Y, en mi casa, había además,
desde que yo tenía unos tres años, un fonógrafo de
ésos a los que se les da cuerda, de marca, creo, RCA
Víctor, para escuchar música. Nadie tenía ni
siquiera radio. Creo que mi padre era el único que
tuvo, y ya yo era grande casi cuando llegó un radio
allí, quiero decir, tendría 7 u 8 años. ¿Qué?, ¡más!
Tendría yo 10 ó 12 años, fue hacia 1936 o 1937, ya
estaba la guerra civil española cuando hubo un radio
y una plantica eléctrica allí, un motorcito que
funcionaba unas dos horas.
¿Todo eso era propiedad de su padre?
Menos la escuelita y el correo, que eran públicos,
todo lo demás era propiedad de mi familia. Cuando yo
nazco, en 1926, ya mi padre había acumulado cierta
riqueza y era muy pudiente como dueño de tierras,
Don Ángel, "don Ángel Castro" le decían, una persona
muy respetada, de mucha autoridad en aquella especie
de feudo. Por eso le digo que yo era hijo, en
realidad, de una familia que tenía tierras; mi padre
las fue comprando poco a poco desde hacía años.
Hábleme de su mamá.
Se llamaba Lina. Era cubana, de Occidente, de la
provincia de Pinar del Río. De ascendencia canaria.
También de origen campesino y de familia muy pobre.
Mi abuelo materno era carretero, transportaba caña
en una carreta de bueyes. Cuando se mudaron para la
zona de Birán, mi madre, que tenía entonces 7 u 8
años, su padre y su hermano viajaron en carreta, y
recorrieron así unos mil kilómetros. Mi madre era
prácticamente analfabeta y, como mi padre, aprendió
a leer y a escribir sola. Con mucho esfuerzo y mucha
voluntad también. Nunca le oí decir que hubiese ido
a la escuela. Fue autodidacta. Murió el 6 de agosto
de 1963, tres años y medio después del triunfo de la
Revolución.
¿Y su padre, cuándo murió?
Él murió antes. Era bastante mayor que mi madre.
Murió el 21 de octubre de 1956. Dos meses después de
haber cumplido yo los 30 años, y dos meses antes de
regresar nosotros de México en la expedición del
"Granma".
¿Su padre hablaba gallego?
Sí, pero nunca lo usaba.
¿Usted le oyó hablar gallego alguna vez?
Alguna vez le oí pronunciar algunas frases en
gallego. Había otros gallegos allí, y es posible que
mi padre hablara en gallego con ellos, es posible.
Pero también había españoles de otras provincias,
había asturianos, pero no hablaban en gallego,
Parece que ya los gallegos se habían adaptado al
español, sabían el español, se entendían mejor, y,
además, no iban a hablar gallego con los cubanos,
porque nadie los iba a entender. Con un trabajador
tenían que hablar el español, con todo el mundo,
hasta con la novia o la mujer tenía que hablar
español porque éstas no sabían gallego, así que por
eso yo nunca lo escuché hablar en gallego. Le digo
lo que era.
Cuando empieza la guerra civil de España, usted
tiene unos 10 años.
No he cumplido los 10 años. Yo nací el 13 de agosto
de 1926 y la guerra de España empieza el 18 de julio
de 1936. Yo tenía nueve años y once meses; ya
sabía, por supuesto, leer y escribir.
¿Usted, por ejemplo, recuerda si su padre estaba
preocupado por esa guerra o hablaba de la guerra
civil española?
Allí, en Birán, había dos facciones, entre un grupo
de 12 o 14 españoles que vivían y trabajaban allí.
¿Españoles que se reunían con su padre, que venían a
su casa?
Que trabajaban con él. Los otros eran obreros. Bueno,
allí había un asturiano que era el tenedor de libros
y tenía una buena cultura. Decía él que hablaba
siete idiomas y estoy por creerlo, porque él también,
cuando llegó el radio a mi casa y difundía algo en
inglés o hasta en alemán, lo traducía; tenía una
letra gótica preciosa, sabía latín. Este
asturianito —digo asturianito porque era más bien
bajito—, sin duda era el que más sabía allí, el que
tenía más cultura. Sabía de Grecia, citaba a
Demóstenes; fue el primero a quien yo escuché hablar
de Demóstenes, el gran orador, y cómo era Demóstenes,
que si se ponía en la boca una piedrecita para
arreglar el tartamudeo... Fue este asturiano el que
me habló de ésas y otras cosas. Ese grupo, y algunos
más, cuando estalla la guerra eran partidarios de
los rebeldes.
¿De los franquistas?
Sí. Y había otro grupo, que eran republicanos. Eran
peones, y algunos no sabían leer ni escribir. Aunque
allí estaba también Valero, que era el jefe de la
oficina telegráfica, del despacho de correos, era
republicano, igual que un número importante de
aquella gente. Entre ellos uno era cocinero, porque
habiendo sido peón de ganado tuvo no sé qué reuma,
se quedó casi sin poder caminar y lo pasaron a
cocinero de la casa, que, por cierto, con todo
respeto a su memoria, y yo lo quería mucho, no era
muy buen cocinero, o por lo menos en mi casa se
quejaban muchísimo de eso. Se llamaba García, era
totalmente analfabeto.
¿Analfabeto?
Sí, de mi infancia puedo dar fe de que en Birán
menos del 20 por ciento de los que estaban allí
sabían leer y escribir, y esto con muchas
dificultades, y muy pocos llegaron al sexto grado.
Allí pude ver lo que hoy me sirve para comprender lo
que sufre un analfabeto. No se lo imagina nadie;
porque hay algo que se llama autoestima... ¿Qué es
un analfabeto? El que está en el último escalón allá
abajo, que tiene que pedirle a un amigo que le
redacte una carta para la novia. En Birán el que no
sabía les pedía a los que sabían escribir que le
redactaran una carta para la mujer que pretendía.
Pero no es que le dictara una carta diciendo, por
ejemplo, que soñó toda la noche con ella y que no
come pensando en ella, digamos, si el campesino
hubiese querido enviar ese mensaje. Sino que le
decía al que sabía leer y escribir: "No, no,
escríbele tú lo que tú crees que debo escribirle."
(Para conquistar a la novia! No exagero. Yo viví una
época allí en que eso era así.
¿Usted, personalmente, recuerda algo de las
discusiones sobre la guerra civil española?
Yo, en 1936, estaba interno en una escuela de
Santiago de Cuba, y aquel verano en que comenzó esa
guerra me hallaba de vacaciones en Birán, estaría yo
sin cumplir los 10 años, no sé si finalizado el
tercer grado. ¿Qué ocurría? Cuando yo llegaba de
Santiago de vacaciones a Birán, como sabía leer y
escribir, Antonio García, el cocinero que cojeaba de
un pie, muy trabajador, y que en ese período vivía
en una casita cerca del correo, se precipitaba para
pedirme que le leyera el periódico. Era un
republicano rabioso —para que usted vea lo que es el
espíritu de clase, muchas veces me pregunto por qué
era tan rabioso republicano y también muy
anticlerical, hay que decir la verdad—, y entonces
le leía el periódico y le daba noticias de la guerra
de España. Así me enteraba yo de esa guerra desde
antes de cumplir 10 años. Le leía distintos
periódicos. A Birán llegaba uno que se llamaba —creo—
información y alguno otro más, como El
Mundo, El País y Diario de Cuba; pero el
principal periódico que llegaba allí era el
Diario de la Marina.
Que era un periódico de La Habana.
No, de La Habana no, de toda la República. Era un
periódico proespañol desde la guerra de
Independencia y el periódico más derechista de los
que existieron nunca en el país hasta el triunfo de
la Revolución, Tenía rotograbado también, que salía
los domingos. Era muy famoso. Tenía muchas páginas
de anuncio, muy grueso, y llegaba a su casita de
madera y yo a leerle al cocinero. Le leía todo: los
"rebeldes", les llamaban rebeldes...
A los de Franco.
A los "nacionalistas", a los que también llamaban "rebeldes".
Los otros eran los "rojos", los "rojillos" y de vez
en cuando, amablemente, ese periódico les llamaba
los "republicanos". Era el principal periódico que
llegaba a Birán, el más notable, gordo, con muchas
noticias y anuncios, y yo iba leyéndole. Aunque de
vez en cuando aparecía algún otro periódico, el que
más noticias daba de la guerra de España era el
Diario de la Marina. Recuerdo esa guerra, casi
desde el principio.
Recuerdo la toma de Teruel por las tropas
republicanas.
¿El frente del Ebro?
Ya lo del Ebro fue más adelante, casi al final.
¿La batalla de Madrid?
Sí, Madrid sitiado. La paliza que les dieron los
republicanos a los soldados de Mussolini en
Guadalajara cuando avanzaban sobre Madrid y, como le
dije, cuando los republicanos avanzan y toman Teruel.
Y cuando viene la contraofensiva del general Mola y
toda aquella gente reunida en Burgos, capital
franquista...
¿Cómo se llamaba la fortaleza aquella donde estaban
sitiados los franquistas?
El Alcázar de Toledo.
El Alcázar de Toledo. Le leí a García toda la
batalla del Alcázar de Toledo, y yo a favor del
gallego. Y hasta lo consolaba. Le decía: "Pero,
mire, mire, la batalla de Teruel —recuerdo—, está
bien, mire lo que han hecho; mire, están peleando
aquí y allá". Cada buena noticia a favor de los
republicanos que se podía dar, yo se la daba. Ésa
era la situación que había allí, exacta, como se lo
estoy contando.
¿Su padre estaba a favor de uno de los bandos, o se
desinteresaba?
No, mi padre estaba contra la República,
¿Contra la República?
Sí, sí, y otros más, el asturiano, por cierto, y
algunos más; más o menos la mitad... Creo que eran
casi mayoría los españoles que estaban en Birán en
la posición aquella, contra la República. Pero le
hablo de otro grupo en el cual estaba Valero, el
telegrafista, que eran republicanos a matarse. Y de
vez en cuando jugaban dominó entre ellos.
Hacían la guerra del dominó.
Estaban reunidos, los simpatizantes y los
adversarios de la República. Se enfrentaban en
animadas partidas de dominó. Un poco a lo Don
Camilo, como en la novela famosa de Guareschi,
entre el cura y el comunista.[4] De vacaciones, lo
mismo fuera en verano que cuando llegaban la
Nochebuena y las Navidades, yo estaba de lector allí
quince días, y durante la Semana Santa también
estaba de lector allí. No sé quién le leería las
noticias a García cuando yo estaba en la escuela.
Gracias a ese Antonio García, ¿siguió usted muy de
cerca la contienda española?
Sí. Por eso me acuerdo bien de la guerra civil, en
los preámbulos de la Segunda Guerra Mundial, en que
se enfrentaron las ideas republicanas y las ideas "democráticas"
occidentales —yo podría ponerlas entre comillas—, a
las ideas genocidas,! hegemónicas e imperialistas
del nazismo alemán, ¿Qué pasó en España y por qué se
cae la República Española, y qué "no intervención"
fue aquélla frente a la intervención de Hitler y del
Mussolini desde muy al principio? ¿Qué significó
aquello? Eso contribuyó a dar paso a la Guerra
Mundial.
Las primeras batallas se libraron precisamente allí,
en España, y allí estaban las izquierdas y las
derechas; los llamados "nacionalistas", apoyados por
Mussolini y por Hitler; y la República española, la
izquierda mezclada dentro del "sistema democrático",
pero era lo más avanzado que se podía concebir en
aquel momento, lo más justo, lo más popular, porque
la República española defendía ya la idea de
progreso, en una sociedad casi feudal, en una
sociedad que no se había industrializado siquiera,
que vivió de los ingresos coloniales durante mucho
tiempo. Es un pueblo muy combativo ese pueblo
español.
Ahí se enfrentaron y se fusilaron. Había sacerdotes
que estaban con la República y sacerdotes —es
posible que fuesen mayoritarios— que estaban con los
rebeldes o "nacionalistas" o franquistas. En esa
época, los profesores españoles de mi escuela, en
Santiago, hablaban de esa guerra. Desde el punto de
vista político eran nacionalistas, digamos más
sinceramente eran franquistas, todos, sin excepción.
Hablaban mucho de los horrores de la guerra, de los
nacionalistas fusilados, incluso de los religiosos
fusilados. Pero no hablaban de los republicanos
fusilados. Porque la guerra civil española fue muy
sangrienta, y por ambas partes hubo mano dura.
Recuerdo que, después de la guerra, uno de mis
profesores me hacía cuentos largos de la cantidad de
prisioneros republicanos que fusilaron en España
cuando acabó la guerra civil. Yo estaba en el
colegio de Belén, de los jesuitas, en La Habana, y
tenía amigos entre los más jóvenes, y el padre
Llorente —él había sido sanitario en la guerra—, me
hacía la historia de cómo, después de la guerra,
fusilaron a no se sabe cuántas decenas de miles de
personas, y él iba de sanitario, para saber si
estaban vivos o muertos. Me contaba la historia de
lo que había ocurrido allí, de los fusilamientos.
Había católicos y cristianos que estaban con la
República, no pocos.
Recuerdo los principales combates y los grandes
acontecimientos. Claro que después uno ha
leído muchos libros, pero le estoy contando las
cosas que yo sabía entonces. Ya la batalla del Ebro
viene a ser como en 1938. La última ofensiva
republicana importante... De eso han salido
películas y millones de cosas. Pero yo, desde casi
10 años, leyendo la prensa, vi cómo esa guerra se
iba desarrollando.
¿Piensa usted que ese interés por la guerra de
España siendo usted tan pequeño tuvo alguna
influencia en su
formación?
Sí. La importancia de lo internacional. Pero a los
muchachos les gustan los episodios de guerra.
También me gustaban, como a casi todos, las
películas del Oeste y, además, me las tomaba en
serio.
Que, sin embargo, eran muy racistas en esa época,
¿no?, muy antiindias.
Tomaba en serio los trucos aquellos de los cowboys.
Bueno, los tomé en serio de muchacho. Después, ya
adulto y casi maduro, me divertía verlos como cosa
cómica: aquel piñazo que lanzaba al contrario del
otro lado de la barra, aquella botella rojiza de
whisky. De todos esos detalles me acuerdo. A los
revólveres nunca se les acababan las balas, nada más
cuando convenía que se les acabaran; no había
ametralladoras en aquella época, y tiros y más tiros,
y se colgaban de una rama de árbol cuando alguien a
caballo era perseguido... Todo muchacho veía esas
películas. Por eso les enseñan tanta violencia a los
niños y adolescentes, porque los muchachos son muy
adictos a todo lo que es guerra y violencia, todos.
Serían muy pocos los que no lo eran. Y, bueno, yo
estaba leyendo noticias de una guerra, ¡qué me iba a
imaginar yo todo lo que vendría después en el
mundo.
Después vino la Segunda Guerra Mundial.
Recuerdo cuando empezó la guerra mundial, exacto, el
día, el Io de septiembre de 1939. Yo tenía un poco
más de edad, unos trece años, y ya leía de todo: la
toma del Ruhr, la anexión de Austria, la ocupación
de los Sudetes, el Pacto Molotov-Ribbentrop, la
invasión de Polonia... No tenía mucha conciencia del
significado de los acontecimientos, pero fui
enterándome de todo.
Puedo hablar desde que empezó la guerra mundial
hasta la última batalla, en 1945, cuando lanzaron
las armas atómicas sobre Japón. Puedo hablar mucho
sobre el tema porque quedé con la afición. Pero
también antes había habido la guerra de Etiopía,
cuando yo estaba en los primeros grados.
¿Usted recuerda la guerra de Etiopía?
Sí, vendían unas galleticas con unas postalitas de
esa guerra de los italianos en Abisinia.[5]
Se decía la guerra de Abisinia.
De Abisinia la llamaban entonces. Vendían unas
galleticas que, para que los muchachos las compraran,
traían una colección de postalitas, dejando 10 ó 12
que nunca aparecían. Algunas creo que ni las
imprimieron nunca, para que los muchachos arruinaran
a los padres comprando galleticas.
Yo me volví casi experto en esa guerra de Abisinia,
coleccionando y jugando con esas postalitas. Yo
estaba entonces en el colegio de La Salle, en
Santiago, y aprendí a jugar con las postalitas que
vendían con las marcas de galletas, tú las ponías
así en la pared y las soltabas... Yo tenía mis
marquitas puestas y todo, una técnica que resultó
eficiente. No se sabe cuántas acumulé.
Llegué a tener un montón, no sé cuántas, de esa
guerra en Etiopía. De la batalla de Makale, recuerdo
todavía unos aviones que aparecían en las postalitas.
Siempre los muchachos buscando las postalitas qué
nunca conseguían.
¿Siempre faltaban algunas?
Algunas no las ponían para que compraran los
muchachos cuanta galletica había. Una vez viene un
muchacho, tiene un álbum de Napoleón precioso. Un
álbum en postalitas de ésas que no son de colores
impresos, sino como fotos —todavía lo tengo por ahí,
Eusebio Leal [6] lo encontró no hace
mucho—, hago un cambio con él de todas las
postalitas que poseía y me encuentro con el álbum de
la historia de Napoleón, un guerrero. El álbum era
una joya.
Decididamente, la guerra le interesaba.
Mira, la Biblia empieza hablando de guerra. Desde
primer grado, en la historia sagrada ya aparece el
castigo de Babilonia, la esclavitud de los
israelitas o judíos como les llamaban, el cruce del
Mar Rojo, el derrumbamiento de las torres de Jericó
por Josué, Sansón y su fuerza hercúlea capaz de
derribar un templo con sus propias manos, las Tablas
de la Ley, el becerro de oro que estaban adorando...
Eso yo lo utilicé hasta en La historia me
absolverá, para expresar una idea socialista,
dije: "No creemos en los becerros de oro". Allí
cuando me defendí de lo del 26 de julio. Eso era en
1953, y aquí estamos hablando de 1936. Tendría yo
entonces, como dije, más o menos 10 años.
Pero la guerra de Abisinia es anterior a la guerra
de España, usted era aún más joven.
Sí, era antes de la guerra de España. Yo jugaba a
las postalitas de la guerra en Abisinia, una guerra
que inspiró la impresión de postales para vender
galletas. Eso dura tiempo. Le cuento que aquello me
sirvió para obtener, a cambio, un maravilloso álbum
de Napoleón que está por ahí, con todas las batallas:
la de Arcóle, cuando Napoleón toma la bandera y
cruza el puente, "¡Seguid a vuestro general!",
Austerlitz, todas las principales batallas.
Naturalmente, me entretenía mucho y simpatizaba con
aquel jefe, como simpatizaba con Aníbal, como
simpatizaba con Alejandro El Grande. Me habría
gustado por entonces que Aníbal hubiese tomado Roma,
tal vez por su audacia de cruzar los Alpes con sus
elefantes, tal vez porque era menos poderoso.
También me agradaban los espartanos y su defensa del
paso de las Termopilas cuando leí sobre esto no sé
en qué grado.
Le gustaban a usted los jefes guerreros.
A todos los muchachos les gustan. Empiezan, digo,
por la historia sagrada, y ya te hablan entonces del
cerco de Jericó. Todo eran guerras. El Antiguo
Testamento está lleno de guerras y otros singulares
episodios: el Arca de Noé, el diluvio, los días que
estuvo lloviendo... Hasta el punto que se habla, en
el Génesis, que, después del diluvio universal, Noé
cultivó la viña, la uva, producía vino, tomó un
poquito más de la cuenta y uno de sus hijos se burló
del padre ¡y Noé lo maldijo, lo condenó a ser
esclavo y a ser negro! [7] Es una de las cosas que
está en la Biblia, que yo pienso que algún día la
propia Iglesia debiera rectificar eso, porque parece
que ser negro es un castigo de Dios...
Como parece un castigo, una culpa, ser mujer, a la
que imputan la culpa de este valle de lágrimas, algo
que está contra la mujer, que tanto ha sido y es
objeto todavía de discriminación.
¿Le está usted pidiendo a la Iglesia Católica que
rectifique eso?
Realmente, yo no pido que se enmiende, ni se cambie
en cuestiones de fe. Pero el papa Juan Pablo II, que
fue valiente, decidido, en algunas definiciones, ha
dicho que la teoría de la evolución no es
irreconciliable con la doctrina de la creación.
Yo he conversado con cardenales y obispos en alguna
ocasión sobre el tema. Hay estos dos puntos. Yo
pienso que, con la sabiduría que suele tener una
institución que ha vivido dos mil años, ayude un
poco en el mundo a que se considere igual a la mujer.
Que no se la considere culpable de cuantos
sufrimientos hay en el mundo. Y que el ser negro no
es un castigo de Dios, porque un hijo de Noé se
burlara un poco de su padre.
Usted también se rebeló primero contra su padre,
¿verdad?
Bueno, no me rebelé contra mi padre, era difícil,
porque era¡ un hombre de muy buen corazón. Yo me
rebelaba contra la autoridad.
No soportaba la autoridad.
Eso tiene antecedentes. No nace de cuando yo tenía
10 ó 12 años, porque yo empecé a ser rebelde antes,
como a los 6 ó 7 años, digamos, unos cuantos años
antes.
¿Qué otros recuerdos lo marcaron en su pequeña
infancia en Birán?
Me acuerdo de muchas cosas. Y algunas deben haberme
necesariamente influenciado. Pero, por ejemplo, la
muerte no marcó mi infancia. Aunque perdí a una tía,
Antonia, que murió de parto cuando aún no tenía yo
cumplidos los tres años, y aún recuerdo aquella
tristeza, aquella atmósfera de tragedia. Era una
hermana de mi madre, casada con un español,
trabajador de la finca, Soto se llamaba. Me acuerdo
del entierro, caminando por un caminito de tierra,
entre la caña de azúcar, con personas llorando,
hasta una casita de madera. Lo recuerdo, pero no
debe haberme impresionado fuertemente porque yo no
sabía de qué se trataba, no tenía conciencia.
También me acuerdo de la primera vez que vi una
locomotora. Todo en una locomotora de vapor
impresiona, sus ruedas, su ruido, su fuerza, su
silbido. Venían al central vecino a buscar la caña.
Y me parecían monstruos fabulosos.
Cuando era escolar de primaria, tendría yo 6 ó 7
años, escuché hablar del viaje de Barberán y
Collar [8] Allá en Birán se afirmaba: "Por aquí
pasaron Barberán y Collar", dos pilotos españoles
que cruzaron el Atlántico y siguieron hacia
México. Pero después no hubo más noticias de
Barberán y Collar, todavía se discute en qué lugar
cayeron, si en el mar entre Pinar del Río y México,
o en Yucatán o en algún otro lugar. Pero nunca más
se upo de Barberán y Collar, que habían cometido la
osadía de cruzar el Atlántico en un avioncito de
hélice que se había casi recién inventado.
Perecieron en un avioncito lleno de tanques de
gasolina, porque era lo único que podían hacer en
ese tiempo, despegaron, hicieron una acción tan
audaz como ésa, la de cruzar el Atlántico. Salieron
de España y llegaron a Cuba; volvieron a salir, con
intención de llegar a México, pero no lo lograron.
Vi ciclones desde muy pequeño. Vientos huracanados,
trombas de agua, tempestades con ráfagas de viento
de gran velocidad. Hasta sentí un terremoto una vez
cuando debía tener 4 ó 5 años.[9] Nuestra casa se
puso a temblar. Todos esos fenómenos naturales deben
haberme marcado de alguna manera.
¿Qué otra cosa influyó, según usted, en la formación
de su personalidad?
Un privilegio y una suerte. Yo era hijo de
terrateniente, no era nieto de terrateniente.
Si hubiera sido nieto de ricos habría acido ya en un
reparto aristocrático y todos mis amigos y toda
cultura habrían estado marcados por el sentido de
sentirme superior y todo eso. Donde yo nací eran
pobres todos, hijos de obreros agrícolas y
campesinos pobrísimos... Y mi propia familia, por
parte de mi madre, eran pobres, y algunos primos de
mi padre, que vinieron de Galicia, eran pobres, y la
familia de mi padre en Galicia era también muy pobre.
Pero seguramente lo que más ha influido es que,
donde yo nací, vivía con la gente más humilde.
Recuerdo a los desempleados analfabetos que hacían
colas en las proximidades de los cañaverales,
sin que nadie les llevara ni una gota de agua, ni
desayuno, ni almuerzo, ni albergue, ni transporte.
No puedo olvidar tampoco a aquellos muchachos que
andaban descalzos.
Todos los compañeros con los cuales yo juego, en
Birán, con los que voy para arriba, para abajo, por
todas partes, son la gente más pobre, algunos de los
cuales, incluso, a la hora del almuerzo, yo les
llevaba una lata llena de la comida excedente, por
no decir sobrante. Yo iba con ellos al río, a
caballo o a pie, por todas partes, a tirar piedras,
a cazar pájaros, una cosa condenable pero era la
costumbre de usar el tirapiedras... En cambio, en
Santiago y después en La Habana, yo estaba en
colegios de privilegiados, allí sí había hijos de
terratenientes.
Y usted convivió también con ellos.
Eran hijos de gente de dinero. Y, claro, allí tenía
amistad con ellos, jugábamos, practicábamos deportes
y todo eso. Pero no convivía con ellos en barrios de
ricos.
Allí teníamos otras cosas en la cabeza, y
principalmente el deporte o las clases, excursiones
y todo eso. Yo tenía mucho el hábito del deporte y
de escalar montañas, eran dos aficiones espontáneas.
Los del colegio de La Salle tenían, además, en
Santiago una finca en una península que hoy es una
refinería, Renté se llamaba. Había un balneario,
había que poner unas estacas así, de palmas canas,
como las llaman, porque era una bahía y había el
peligro de los tiburones, que era real, aunque no
eran tan peligrosos como parecía. Había trampolines,
el primero, el segundo, el tercero... Yo debí ser
clavadista, porque recuerdo que cuando llegué allí,
la primera vez me tiré del más alto, ya en una
especie de desafío de ésos: ¿quién se tira?, y yo,
pam, me tiré; por cierto, de pie, menos mal que no
me tiré de cabeza; estaba bastante alto pero me
lancé.
¿Usted ya sabía nadar?
Yo había aprendido a nadar en los arroyos y en los
charcos allí por Birán, y todo era con la misma
gente.
Con sus compañeros modestos, humildes.
Sí, con toda esa gente, mis compañeros y mis amigos.
Yo no adquiero una cultura burguesa. Mi padre era un
terrateniente aislado en realidad. Mis padres no
salían y rara vez recibían visitas. No había una
cultura de familia de clase rica. Estaban todo el
tiempo trabajando. Y nosotros estábamos en relación
exclusiva con los que vivían allí en Birán.
¿Entre aquellos niños con los que usted jugaba,
había algún negro?
En mi casa, nunca me dijeron: "¡No te juntes con
éste o con aquél!" Jamás. Y yo estaba a cada rato en
los barracones de los haitianos, hasta me regañaban
en mi casa. No por cuestiones sociales, sino
por razones de salud, porque me iba a comer maíz
tostado con ellos. Me amenazaron con mandarme a
Guanajay, que era un reformatorio que estaba en La
Habana.
¿Para los niños rebeldes?
Me decían en mi casa: "¡Te vamos a mandar para
Guanajay, por andar comiendo maíz tostado en el
barracón de los haitianos!" Cuando yo pude empezar a
conocer cosas, en mi mente estaba la mejor escuela:
la infancia que viví allí en el campo v el lugar en
que viví. El campo era la libertad. Después, por ser
hijo de rico, fui víctima de explotación.
¿Víctima de explotación?
De explotación.
¿En qué sentido?
Sencillamente, le cuento. Mi círculo infantil fue la
escuela pública que había en Birán; yo tenía dos
hermanos mayores, Angelita y Ramón, que iban a esa
escuela, y a mí, aunque yo aún no tenía edad,
me mandaron a la misma escuela y me sentaban en el
primer pupitre. Todavía me acuerdo de las fechas. Yo
no sé cómo aprendí a escribir, probablemente viendo
a los demás del círculo infantil, sentado en la
primera fila, a la fuerza. Entonces, me acuerdo,
creo que fue en el año 1930.
Tenía usted cuatro años.
Cuatro años tenía. Yo aprendí a leer y a escribir
viendo a los demás, y haciendo travesuras allí
también, propias del hijo del terrateniente. La
maestra venía siempre a ía casa, comía en casa. Y
había castigos, de vez en cuando un reglazo,
recuerdo. De vez en cuando una puesta de rodillas, y
te ponían unas pesitas así, en las manos extendidas,
no nos tenían tres horas, pero oiga..., y a veces
ponían granitos de maíz.
¿Debajo de las rodillas?
Sí. Yo conocí las torturas escolares.
Las cosas por su nombre: tortura.
Yo era bien rebelde ya, porque, bueno, hay historias
largas de algunas cosas. Si quiere después le digo
algo, le cuento cosas que me ayudaron a ser
revolucionario, cosas que me ayudaron a ser rebelde.
Me vi en la necesidad de resolver problemas desde
muy temprano que me ayudaron a adquirir cierta
conciencia de la injusticia y de las cosas que
pasaban en aquel mundo. Pero no estamos en eso, y a
usted no le van a interesar mucho.
Me interesan.
Cuando llegue la hora, si quiere, le cuento. Pero le
añado esto, de elementos que, a mi juicio, nos hemos
planteado. ¿Qué me hizo revolucionarme? ¿Qué
factores influyeron en mi vida, a pesar de mi origen
social de hijo de terrateniente, y a pesar de
que los muchachos son egoístas y que los muchachos
son vanidosos también, y que un poco de conciencia
adquieren de su posición social?
¿Usted era el único rico en la escuelita de Birán?
Era el único, allí no había nadie que fuera ni
medianamente rico, ni que fuera dueño de una tienda.
Eran jornaleros de pedacitos de tierra. Los niños
todos, hijos de gente muy, muy pobre.
¿Por eso sus padres decidieron enviarlo a Santiago,
para que conociera a niños de otro medio social?
No, no creo que esa razón les haya pasado siquiera
por la mente. ¿Qué hacen mis padres conmigo? A la
edad de seis años me envían para Santiago de Cuba,
con el cuento de que yo era "un muchachito muy
inteligente". Ya habían decidido que la maestra de
la escuela de Birán, que se llamaba Eufrasia Feliú,
se llevara a su casa de Santiago a mi hermana la
mayor, Angelita, que me llevaba por lo menos cuatro
años. Si yo tenía 6, ella tendría 9 ó 10 años.
Entonces la llevan y a mí me cuelan: el muchachito
valía la pena que fuera a Santiago también, a
mejorar su educación en casa de la maestra. Y voy.
A usted, que llegaba del campo, ¿qué impresión le
causó Santiago?
Santiago de Cuba era entonces una pequeña ciudad,
pero a mí me impresionó mucho, me pareció una cosa
fabulosa. Me causó una impresión fuerte, semejante a
la que sentí, más tarde, con 15 ó 16 años, cuando vi
por primera vez la capital de la República, La
Habana. Aquí vi, entonces, casas grandes, edificios
de cuatro o cinco pisos que me parecieron
gigantescos. La ciudad que yo conocía, Santiago, era
de casas bajitas, pequeñas; los edificios de varios
pisos eran una excepción. Así que cuando vi La
Habana también sentí una enorme impresión. Pero debo
añadir que, en Santiago, cuando tenía yo seis años,
vi por primera vez el mar abierto. Yo venía del
campo, del monte, de tierra adentro. Y cuando, por
primera vez, a la salida de la bahía de Santiago, vi
el mar abierto, me quedé muy impresionado.
¿Cómo era aquella casa de Santiago?
Era una casa de madera, en la loma del Intendente,
en el barrio El Tivolí, un barrio más o menos pobre...
Una casa estrecha, oscura, húmeda, chiquitica, una
salita con un piano, dos cuartos, un baño y un
balcón con una vista muy bella sobre la Sierra
Maestra —parece que había un predestino— también se
veía bien cerca ¡a bahía de Santiago.
La casita, de paredes de tabla y techo de tejas
rotas y descoloridas, daba a una plazoleta toda de
tierra, sin árboles. Al lado era una cuartería,
había cuartos... Después, en la otra manzana, había
una bodeguita donde vendían turrones de coco blanco
y de azúcar negra. Enfrente, del otro lado de la
plazoleta, recuerdo que había una casa grande que
pertenecía a Yidi, el moro Yidi, muy rico. Y detrás
estaba el instituto de segunda enseñanza. Yo viví
allí días álgidos, recuerdo que el instituto estaba
ocupado por los soldados, porque los estudiantes
estaban todos allí contra Machado.[10] Recuerdo una
escena que vi en el instituto, que tenían ocupado,
los soldados dando culatazos a algún civil que a lo
mejor les dijo algo al pasar. Algunas de esas
escenas las recuerdo bien, porque vivíamos enfrente
y lo vi.
Había un ambiente de tensión, los soldados detenían
a los transeúntes. Al mecánico de Birán —Antonio se
llamaba—, en esa época lo encarcelaron. Luego supe
que por comunista. Recuerdo que su esposa fue a
visitarlo en prisión y me llevó con ella siendo yo
tan chiquito. La cárcel estaba al final del Malecón
de Santiago, un lugar siniestro, sombrío, de paredes
mugrientas. Me acuerdo con estremecimiento de los
carceleros, las rejas, las miradas de los presos...
En aquella casa a la que fui a vivir en Santiago,
cuando llovía, los techos se filtraban y todo se
mojaba. Llovía más adentro que afuera. Se colocaban
palanganas para recoger los aguaceros. Había una
humedad terrible. Allí nos llevaron a mi hermana y a
mí. En un cuartico chiquito con un camastro, vivía
el padre de la señora, Néstor, y en el otro cuarto
la otra hermana de la maestra, Belén, que era
pianista. Era pianista y una noble persona pero no
tenía un solo alumno.
¿Había electricidad?
Sí, ya había electricidad pero no gastaban mucha
electricidad. Se alumbraban también con lámparas de
petróleo porque me imagino que el petróleo costaba
menos.
¿Cuántas personas vivían en esa casa?
Había primero tres hermanas, creo que eran hijas de
padres haitianos, que no sé si estuvieron en Francia
o en Haití. Eran mestizas. Una se hizo maestra de
escuela, la otra profesora de piano y la tercera era
médico y por aquellos días hacía poco que había
fallecido. Vivían con su padre, Néstor, viudo.
Estaba mi hermana, estaba yo, o sea, éramos cinco
con la maestra, que seguía dando clases en Birán en
el período escolar, pero que venía durante las
vacaciones. Había además una campesinita, una
guajirita, Esmérida Marcheco, que la llevaron de
criada para allí, ya éramos seis. Y después mi
hermano mayor Ramón, al que yo convenzo para que se
quede un día que fue a Santiago, con lo cual éramos
siete. Y todos vivíamos de una cantinita.
¿Eso es en qué época?
Era la época del machadato, de la dictadura de
Machado. Gran hambre había. A Machado lo derroca,
fundamentalmente, el hambre; porque para más remate,
aparte de la crisis económica que se produce en
1929, Estados Unidos, que nos había impuesto un
acuerdo comercial desde los primeros años de la
república dependiente, mediante el cual nos prohibía
producir muchas cosas y nos obligaba a importarlas,
pero nos compraba el azúcar, en aquella época, por
causa de la crisis del 29, le puso unas tarifas
arancelarias al azúcar. Así que el azúcar no se
exportaba y estaba a muy bajo precio. La economía se
deprimió más, y había hambre en Cuba. Fue una época
de crisis económica y también de represión
política.
Machado había empezado siendo un gobierno con cierto
apoyo, ciertas ideas nacionalistas, y construyó
obras, ciertas fábricas, pero era autoritario, y muy
pronto fue sangriento su régimen. Ya tenía la
oposición de los estudiantes. En particular la de
Julio Antonio Mella,[11] fundador de la Federación
Estudiantil Universitaria y del Partido Comunista, a
una edad creo que de 20 ó 21 años. Una figura
emblemática Mella, que luego asesinan allá en México
durante el gobierno de Machado.
Mella fue un joven extraordinariamente capaz y
precoz. Una de las principales figuras que
descollaron después de Martí. El hablaba, incluso,
de una "universidad obrera", una idea brillante.
Entonces, los estudiantes llegaban a la Universidad
y empezaban a escucharlo hablar de la historia de
los héroes. Es cierto que ya se había producido, en
1917, la revolución bolchevique, muy famosa, y él
había fundado el Partido Comunista, sin duda
inspirado en el radicalismo de aquella revolución, y
en sus leyes sociales. También inspirado en José
Martí. Mella era muy martiano y muy simpatizante de
la revolución bolchevique. Eso tiene que haber
influido en que él, unto a un marxista que había
sido amigo de Martí, Carlos Baliño, fundaran el
primer Partido Comunista.
Machado es derrocado en 1933, ¿verdad?
Sí. Machado es derrocado en la lucha de 1933, y
después, en septiembre, tuvo lugar la "sublevación
de los sargentos". Yo tenía 7 años. Los sargentos
nacen con la aureola de que se rebelan contra los
oficiales que habían sido cómplices de Machado.
Entonces, todo el mundo sale de la clandestinidad,
las distintas organizaciones, había algunas de
izquierda, otras que eran inspiradas en las ideas de
Mussolini, así que había de todo allí,
algunas ponían bombas, hacían cualquier cosa.
En particular, en el medio universitario, estaban
los estudiantes, que tenían un Directorio, que
habían luchado contra la dictadura, habían tenido
víctimas, y también había, entre ellos, algunos
profesores. Surge un dirigente, un profesional,
llamado Guiteras,[12] que crea una organización, un
hombre muy valiente, muy audaz, joven, que había
participado, había tomado un cuartel, había
practicado formas de lucha armada, y lo habían
nombrado Ministro de Gobernación.
Antonio Guiteras.
Antonio Guiteras. Él interviene la empresa
telefónica, creo que interviene también alguna otra
empresa yanqui de servicios y es autor de leyes que
autorizan los sindicatos, limitan a ocho horas la
jornada de trabajo, una serie de medidas
progresistas. Entre ellas una tenía una explicable
motivación, pero que en sí resultaba injusta, que se
llamó Ley de Nacionalización del Trabajo y que dio
lugar, aunque no fuese ése su objetivo, a la cruel
expulsión de los haitianos. Esa ley, aquel gobierno,
en que el ministro más fuerte y el más decidido fue
este hombre, Guiteras, la promulgó para proteger a
los trabajadores cubanos de la exclusión de que eran
víctimas por parte de muchos comerciantes españoles
en favor de familiares que traían del exterior.
Guiteras era el principal líder y aquel gobierno,
que era una pentarquía, un gobierno de cinco, al
poco tiempo se convierte en un gobierno en el cual
queda de presidente el doctor Grau San Martín,
profesor universitario de Fisiología.
Coincide con tres meses en que se hacen estas leyes;
pero ya los yanquis, a través del embajador Sumner
Welles, habían comenzado a influir sobre Batista, a
pesar de que el presidente de Estados Unidos
entonces era nada menos que Franklin Delano
Roosevelt, promotor en esa época de "una diplomacia
de buena vecindad" con América Latina y que fue, a
mi juicio, uno de los mejores estadistas que ha
tenido ese país. Una persona, incluso, con la cual
yo simpatizaba. La voz cálida con que pronunciaba
sus discursos. Era inválido. Una vez, estando yo en
el colegio de Dolores, hasta una carta le escribí,
Roosevelt tiene el mérito de haber suspendido la
Enmienda Platt;[13] y el mérito de un tratado
llamado Hay-Quesada, en virtud del cual los
norteamericanos nos devuelven la isla de Pinos —Isla
de la Juventud hoy—, que estaba ocupada con destino
incierto.
¿Estaba ocupada militarmente por los
norteamericanos?
Los norteamericanos tenían ocupada la Isla de Pinos
desde 1898.
¿No estaba administrada por el gobierno de la
República?
No. Era una posesión norteamericana desde los años
de la Enmienda Platt. Se recuperó. Quedó Guantánamo.
La Enmienda Platt daba a los Estados Unidos, por
precepto constitucional, la facultad de intervenir
en los asuntos internos de Cuba.
Esa Enmienda se firmó en 1902.
Se firmó en 1902 y se vino a abolir en 1934, no
recuerdo la fecha exacta. Pero ya en 1933 —ese
gobierno con Guiteras dura alrededor de tres meses—
se hacen esas leyes, y es cuando Fulgencio Batista,
sencillamente, a inicios de 1934, los quita del
poder. Y Antonio Guiteras es asesinado en 1935. En
ese periodo hubo algunos combates, uno de ellos en
La Habana, en el hotel Nacional, donde se había
refugiado un grupo de oficiales de los machadistas
derrocados, entre los cuales había algunos bien
preparados y expertos tiradores. Al fin y al cabo
fueron desalojados por los sargentos, pero
sostuvieron allí un fuerte combate.
También los del ABC, un grupo de los que estaban
contra Machado, de ideas fascistoides realmente, se
sublevan, toman las estaciones de policía, libran
combate, y el último fue en la vieja fortaleza de
Atares. Todo eso contra el gobierno progresista y
las leyes de Guiteras. Y Batista consigue la
jefatura plena del ejército. Era su ejército.
Después, por las presiones de Estados Unidos, quita
al gobierno y nombra a un señor civil como
presidente. Batista se asciende a coronel, otros son
nombrados tenientes coroneles, no había generales,
algunos de los antiguos oficiales y todos los
sargentos se ascienden a tenientes, capitanes,
comandantes, tenientes coroneles y todo. Creo que el
único coronel, no sé si había alguno más, era el
coronel jefe del ejército, Fulgencio Batista.
Esto es en 1934. Batista gobierna durante siete años,
hasta una constituyente en 1940. Durante todo ese
período yo estoy en Santiago, en casa de la maestra
primero, luego en el colegio de La Salle y después
en el de Dolores, de los jesuitas. En 1942, acabaría
de cumplir los 16 años, marcho para La Habana al
colegio de Belén, también de los jesuitas, que tenía
fama de ser la mejor escuela del país. Y termino el
bachillerato en 1945.
(Tomado del libro
"Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio
Ramonet", editado por Oficina de
Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana,
2006, páginas 57 - 87)
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