AMÉRICA LATINA
EL SUBCOMANDANTE MARCOS - LAS LUCHAS DE LOS INDÍGENAS -
EVO MORALES - HUGO CHÁVEZ Y VENEZUELA -
EL GOLPE DE
ESTADO CONTRA CHÁVEZ - MILITARES PROGRESISTAS
-
KIRCHNER Y EL SÍMBOLO ARGENTINO - LULA Y BRASIL
Comandante, quiero hacerle una pregunta sobre el
subcomandante Marcos. En enero de 2004 se cumplieron
diez años de la irrupción de los zapatistas en
Chiapas en ocasión de la entrada en vigor del
Tratado de Libre Comercio de México con Estados
Unidos y Canadá. Me gustaría saber lo que usted
piensa de esa personalidad tan particular y que tan
popular se ha hecho en el seno del movimiento
altermundialización. ¿Lo conoce usted, ha leído sus
textos?
Yo no puedo juzgarlo, pero sí leí algunos materiales
de usted sobre Marcos
[1] y lo que de él se dice es
realmente muy interesante, ayuda a comprender su
personalidad, incluso por qué se asignó ese grado de
"subcomandante". Antes todos los que en América
Latina andaban en guerras o en campañas eran
generales. Desde la Revolución Cubana se estableció
una costumbre, que los jefes eran "comandantes". Ése
es el grado que yo traía en el "Granma". Como era
jefe de un pequeño Ejército Rebelde, y en la Sierra
teníamos que asumir una organización militar, no
podíamos decir "secretario general de la columna
guerrillera". Así adquirí el calificativo de
"Comandante en Jefe". Comandante era el grado más
modesto en el ejército tradicional y tenía una
ventaja, que se le podía añadir lo de jefe,
efectivamente.
Nunca más, desde aquella época, ningún movimiento
revolucionario utilizó ya el título de general. Sin
embargo, Marcos utilizó el de subcomandante. Yo
nunca lo había entendido bien, lo vi como una
expresión de modestia.
Sí, él dice: "El comandante es el pueblo; yo soy el
subcomandante, porque estoy a las órdenes del
pueblo".
Hay que explicarlo: él es el subcomandante del
comandante pueblo. Muy bien. Por ese libro de usted
sobre conversaciones con él, supe de muchos
detalles, ideas, concepciones suyas, su lucha por la
causa indígena. Lo leí con mucho respeto, y me
alegré de poder contar con una información de ese
tipo sobre su personalidad y la situación en
Chiapas.
Hubo audacia, sin duda, cuando luego hizo aquel
viaje. Es discutido si fue correcto o no hacerlo,
pero de todas formas lo he seguido con mucho
interés.
Usted se refiere a la "marcha por la paz" sobre
México que Marcos hizo en abril del 2001.
[2]
Sí. Con mucho interés he observado todo, veo en
Marcos integridad, es indiscutible que se trata de
un hombre de integridad, concepto, talento. Es un
intelectual, sea o no la persona con la que lo
identificaban cuando se conocía poco de él. No estoy
suficientemente informado, pero eso no tiene
importancia; lo que importa son las ideas, la
constancia, los conocimientos de un combatiente
revolucionario.
Me explico que puede surgir un Marcos, dos, cien,
porque conozco, he tenido conciencia de la situación
en que viven los pueblos indígenas a lo largo de
siglos; la he conocido por Bolivia, Ecuador, Perú y
otros países. Y le digo que siento sincera simpatía
política, humana y revolucionaria por los pueblos
indígenas de nuestro hemisferio.
¿Usted sigue con interés el combate de los pueblos
indígenas en América Latina?
Con mucho interés. Como usted sabe, yo era muy amigo
del pintor Guayasamín. Sentía gran admiración por
él, con quien conversé mucho, y me habló muy a
menudo de los problemas y de las tragedias de los
indios. Además, por lo que uno conoce de la
historia, existió un genocidio de siglos, pero va
apareciendo ya una mayor conciencia. Y la lucha de
Marcos y de los indios de México es un testimonio
más de combatividad.
Es lo que puedo decirle respecto a Marcos.
Observamos, con mucho respeto, la línea que sigue,
como respetamos la línea de cada organización, de
cada partido progresista, de cada partido
democrático. No he tenido oportunidad, nunca ha
habido la posibilidad de una conversación personal
con Marcos, no lo conozco personalmente, lo conozco
sólo por todas las noticias y referencias que de él
he leído, y sé también de muchas personas, entre
ellas muchos intelectuales, que sienten gran
admiración por él.
En Ecuador también hay un movimiento indígena
fuerte, ¿verdad?
Admiro, cómo no, la organización de los indios en
Ecuador, la Confederación de Nacionalidades
Indígenas [CONAI] y Pachakutik [Nuestra Tierra], su
organización social, su organización política y sus
líderes, tanto hombres como mujeres. He conocido a
dirigentes muy valiosos también en Bolivia, donde
hay una combatividad formidable, y conozco al líder
principal boliviano, que es hoy Evo Morales, un
hombre destacado, una persona muy sobresaliente.
Me imagino que se alegraría usted de la victoria de
Evo Morales en la elección presidencial de Bolivia,
el 18 de diciembre de 2005.
Mucho. Esa elección, contundente, indiscutible,
conmovió al mundo, por ser la primera vez que es
escogido un presidente indígena en Bolivia, lo cual
es extraordinario. Evo posee todas las cualidades
para dirigir a su país y a su pueblo en esta hora
difícil que no se parece a ninguna otra.
Ubicada en el corazón de América, Bolivia toma su
nombre del Libertador Simón Bolívar. Su primer
gobernante fue el mariscal Antonio José de Sucre. Es
un país rico por sus gentes y su subsuelo, pero hoy
clasifica como la nación más pobre de la región, con
una población de casi nueve millones de habitantes,
distribuidos por un territorio esencialmente
montañoso de más de un millón de kilómetros
cuadrados.
Ése es el marco y, en ese marco, Evo Morales se
proyecta hacia el futuro como una esperanza para la
mayoría de su pueblo. Encarna la confirmación de la
quiebra del sistema político aplicado
tradicionalmente en la región, y la determinación de
las grandes masas de conquistar la verdadera
independencia. Su elección es la expresión de que el
mapa político de América Latina está cambiando.
Nuevos aires soplan en este hemisferio.
Inicialmente no había seguridad sobre la ventaja que
tendría Evo en la elección del 18 de diciembre, y
existía preocupación porque podían producirse
manipulaciones en el Congreso. Pero al triunfar con
casi el 54 por ciento de los votos ya en la primera
vuelta, y ganar también en la Cámara de Diputados,
eso eliminó toda clase de polémicas.
Ha sido la elección milagro, la elección que
estremeció al mundo, que estremeció al imperio y al
orden insostenible impuesto por Estados Unidos.
Demuestra que Washington ya no puede acudir a las
dictaduras como en otras épocas, que el imperialismo
no tiene los instrumentos de antes, ni puede
aplicarlos.
Cuba fue el primer país que visitó Evo Morales, el
30 de diciembre de 2005, justo después de ser
elegido presidente, y antes mismo de su toma de
posesión el 22 de enero de 2006. ¿Piensa usted que
esa visita le ha creado problemas con Washington?
La visita amistosa del hermano Evo, presidente
electo de Bolivia, se inserta en el marco de las
históricas y profundas relaciones de hermandad y
solidaridad entre los pueblos cubano y boliviano.
Nadie puede molestarse por eso. Ni tampoco por los
acuerdos que se han firmado.
[3] Son acuerdos por la
vida, por la humanidad, no constituyen un delito. No
pensamos que lo sea ni siquiera para los
norteamericanos. ¿Cómo podría ofenderse el gobierno
de Estados Unidos si Cuba ayuda a aumentar la
esperanza de vida al nacer de los niños bolivianos?
¿Puede acaso la reducción de la mortalidad infantil
o la erradicación del analfabetismo ofender a
alguien?
¿Cree usted que en otros países latinoamericanos
habrá que contar ahora con el componente indígena?
Hay situaciones sociales bastante críticas en tres
países, donde hay una gran fuerza y un gran
componente indígena: Perú y Ecuador, además de
Bolivia. Hay un gran componente también en
Guatemala, pero allí el curso ha sido diferente al
de los demás países. En cuanto a componente
indígena, claro, los mexicanos también tienen
bastante. Simplemente puedo decir que, en este
hemisferio, se explica perfectamente que haya un
Marcos luchando por los derechos de los pueblos
indígenas, como puede haber diez, o como puede haber
cien. Me impresiona, en particular, la seriedad de
los dirigentes indígenas que conozco. Yo he hablado
mucho con los ecuatorianos. Hablan con seriedad.
Inspiran respeto, inspiran confianza, son de una
gran integridad. Y en Ecuador, como en Perú y en
otros países, habrá que contar con ellos.
Usted ha dicho que siente gran admiración por Hugo
Chávez, el presidente de Venezuela.
Bueno sí, ahí tenemos a otro indio, Hugo Chávez, un
nuevo indio que es, como él expresa, "mezcla de
indio y mestizo"; él realmente dice que un poco de
negro, un poco de blanco y un poco de indio. Pero tú
estás mirando a Chávez y estás mirando un autóctono
hijo de Venezuela, el hijo de esa Venezuela que fue
mezcla de razas, con todos los nobles rasgos y un
talento excepcional. Yo suelo escuchar sus
discursos, y él se siente orgulloso de su origen
humilde y de su etnia mezclada, donde hay de todo un
poco, principalmente de los que eran indios
autóctonos o esclavos traídos de África. Puede ser
que tenga algunos genes de blanco, y no es malo; la
combinación de las llamadas etnias siempre es buena,
enriquece a la humanidad.
¿Usted ha seguido de cerca la evolución de la
situación en Venezuela, en particular las tentativas
de desestabilización contra el presidente Chávez?
Sí, hemos seguido con mucha atención los
acontecimientos. Chávez nos visitó en 1994, nueve
meses después de salir de prisión y cuatro años
antes de su primera elección como Presidente. Fue
muy valiente, porque le reprocharon mucho que
viajara a Cuba. Vino y conversamos. Descubrimos a un
hombre culto, inteligente, muy progresista, un
auténtico bolivariano. Luego ganó las elecciones.
Varias veces. Cambió la Constitución. Con un
formidable apoyo del pueblo. Los adversarios han
tratado de barrerlo mediante golpes de fuerza o
golpes económicos. Ha sabido hacer frente a todos
los asaltos de la oligarquía y el imperialismo
contra el proceso bolivariano.
De Venezuela, en los famosos cuarenta años de la
democracia que precedió a Chávez, según cálculos que
hemos realizado con la ayuda de los más
experimentados cuadros del sistema bancario,
debieron fugarse al exterior alrededor de 300 mil
millones de dólares. Venezuela podía estar más
industrializada que Suecia, y su pueblo tener la
educación de aquel país si de verdad hubiera
existido una democracia distributiva, si esos
mecanismos hubieran funcionado, si hubiera algo de
cierto y de creíble en toda esa demagogia y su
colosal publicidad.
De Venezuela, desde que llegó el gobierno de Chávez
al poder hasta que se estableció el control de
cambios en enero de 2003, calculamos que se han
fugado adicionalmente unos 30 mil millones de
dólares. Como planteamos nosotros, todos esos
fenómenos hacen insostenible el orden de cosas
existente en nuestro hemisferio.
El 11 de abril del 2002 hubo un golpe de Estado en
Caracas contra Chávez. ¿Siguió usted aquellos
acontecimientos?
Cuando al mediodía del 11 de abril vimos que la
manifestación convocada por la oposición había sido
desviada por los golpistas y se aproximaba a
Miraflores,
[4] comprendí de inmediato que se
acercaban acontecimientos graves. En realidad
estábamos observando la marcha a través de
Venezolana de Televisión, que todavía transmitía.
Las provocaciones, los tiros, las víctimas, se
sucedieron casi de inmediato. Minutos después se
cortan las transmisiones de Venezolana de
Televisión. Las noticias comenzaron a llegar
fragmentadas y por diversas vías. Supimos que
algunos altos oficiales se pronunciaron públicamente
contra el Presidente. Se afirmaba que la guarnición
presidencial se había retirado, y que el ejército
atacaría el Palacio de Miraflores. Algunas
personalidades venezolanas estaban llamando por vía
telefónica a sus amigos en Cuba para despedirse,
pues estaban dispuestos a resistir y morir; hablaban
concretamente de inmolación.
Yo estaba reunido esa noche en una sala del Palacio
de las Convenciones con el Comité Ejecutivo del
Consejo de Ministros. Desde el mediodía se
encontraba conmigo una delegación oficial del País
Vasco, presidida por el Lehendakari, que había sido
invitada a un almuerzo cuando nadie imaginaba lo que
iba a ocurrir ese trágico día. Fueron testigos de
los acontecimientos entre la 1:00 y las 5:00 p.m.
del 11 de abril.
Desde temprano en la tarde estaba tratando de
comunicarme telefónicamente con el Presidente
venezolano. ¡Era imposible! Después de medianoche, a
las 12:38 de la noche del 12 de abril, recibo
noticias de que Chávez está al teléfono.
Le pregunto sobre la situación en ese instante. Me
responde: "Aquí estamos en el Palacio atrincherados.
Hemos perdido la fuerza militar que podía decidir.
Nos quitaron la señal de televisión. Estoy sin
fuerzas que mover y analizando la situación".
Le pregunto rápido: "¿Qué fuerzas tienes ahí?"
"De 200 a 300 hombres muy agotados."
"¿Tanques tienes?", le pregunto.
"No, había tanques y los retiraron a sus cuarteles."
Vuelvo a preguntarle: "¿Con qué otras fuerzas
cuentas?"
Y me responde: "Hay otras que están lejanas, pero no
tengo comunicación con ellos". Se refiere al general
Raúl Isaías Baduel y a los paracaidistas, la
División Blindada y otras fuerzas, pero ha perdido
toda comunicación con esas unidades bolivarianas y
leales.
Con mucha delicadeza, le digo: "¿Me permites
expresar una opinión?"
Me contesta: "Sí."
Le añado con el acento más persuasivo posible: "Pon
las condiciones de un trato honorable y digno, y
preserva la vida de los hombres que tienes, que son
los hombres más leales. No los sacrifiques, ni te
sacrifiques tú".
Me responde con emoción: "Están dispuestos a morir
todos aquí".
Sin perder un segundo le añado: "Yo lo sé, pero creo
que puedo pensar con más serenidad que lo que puedes
tú en este momento. No renuncies, exige condiciones
honorables y garantizadas para que no seas víctima
de una felonía, porque pienso que debes preservarte.
Además, tienes un deber con tus compañeros. ¡No te
inmoles!"
Yo tenía muy presente la profunda diferencia entre
la situación de Allende el 11 de septiembre de 1973
y la situación de Chávez aquel 12 de abril del 2002.
Allende no tenía un solo soldado. Chávez contaba con
una gran parte de los soldados y oficiales del
ejército, especialmente los más jóvenes.
"¡No dimitas! ¡No renuncies!", le reiteré.
Hablamos de otros temas: la forma en que yo pensaba
que debía salir provisionalmente del país,
comunicarse con algún militar que tuviera realmente
autoridad en las filas golpistas, plantearle su
disposición a salir del país, pero no a renunciar.
Desde Cuba trataríamos de movilizar al Cuerpo
Diplomático en nuestro país y en Venezuela,
enviaríamos dos aviones con nuestro Canciller y un
grupo de diplomáticos a recogerlo. Lo pensó unos
segundos, y finalmente aceptó mi proposición. Todo
dependería ahora del jefe militar enemigo.
En la entrevista realizada por los autores del libro
"Chávez nuestro" a José Vicente Rangel,
entonces Ministro de Defensa y actual Vicepresidente, quien estaba
junto a Chávez en ese momento, se puede leer
textualmente:
"La llamada de Fidel fue decisiva para que no
hubiera inmolación. Fue determinante. Su consejo nos
permitió ver mejor en la oscuridad. Nos ayudó
mucho".
¿Usted lo estaba alentando a resistir con las armas
en la mano?
No, al contrario. Eso fue lo que hizo Allende, a mi
juicio de forma correcta en aquellas condiciones, y
lo pagó heroicamente con su vida, como había
prometido.
Chávez tenía tres alternativas: atrincherarse en
Miraflores y resistir hasta la muerte; salir del
Palacio e intentar reunirse con el pueblo para
desencadenar una resistencia nacional, con ínfimas
posibilidades de éxito en aquellas circunstancias; o
salir del país sin renunciar ni dimitir para
reanudar la lucha con perspectivas reales y rápidas
de éxito. Nosotros sugerimos la tercera.
Mis palabras finales para convencerlo en aquella
conversación telefónica fueron en esencia: "Salva a
esos hombres tan valiosos que están contigo en esa
batalla innecesaria ahora".
La idea partía de la convicción de que un dirigente
popular y carismático como Chávez, derrocado de esa
forma traicionera en aquellas circunstancias, si no
lo matan, el pueblo —en este caso con el apoyo de lo
mejor de sus Fuerzas Armadas— lo reclamaría con
mucha mayor fuerza, y sería inevitable su regreso.
Por eso asumí la responsabilidad de proponerle lo
que le propuse.
En ese instante preciso, cuando existía la
alternativa real de un regreso victorioso y rápido,
no cabía la consigna de morir combatiendo, como muy
bien hizo Salvador Allende. Y ese regreso victorioso
fue lo que ocurrió, aunque mucho antes de lo que yo
podía imaginarme.
¿Ustedes, en ese momento, trataron de ayudar de
alguna manera a Chávez?
Bueno, nosotros en ese instante sólo podíamos actuar
usando los recursos de la diplomacia. Convocamos en
plena madrugada a todos los embajadores acreditados
en La Habana y les propusimos que acompañaran a
Felipe [Pérez Roque], nuestro Ministro de Relaciones
Exteriores, a Caracas para pacíficamente rescatar
vivo a Chávez, presidente legítimo de Venezuela.
Yo no albergaba la menor duda de que Chávez, en muy
poco tiempo, estaría de regreso en hombros del
pueblo y de las tropas. Ahora, había que preservarlo
de la muerte.
Propusimos enviar dos aviones para traerlo en caso
de que los golpistas decidieran aceptar su salida.
Pero el jefe militar golpista rechazó la fórmula,
comunicándole además que sería sometido a consejo de
guerra. Chávez se puso su uniforme de paracaidista y
acompañado solamente por su fiel ayudante, Jesús
Suárez Chourio, se dirigió al fuerte Tiuna, jefatura
y puesto de mando militar del golpe.
Cuando volví a llamarlo, dos horas después, como
acordé con él, Chávez había sido hecho prisionero
por los militares golpistas y se había perdido toda
comunicación con él. La televisión difundía una y
otra vez la noticia de su "dimisión" para
desmovilizar a sus partidarios y a todo el pueblo.
Horas después, ya en pleno día 12 de abril, en un
momento se las arregla para realizar una llamada
telefónica, y habla con su hija María Gabriela. Le
afirma que no ha dimitido, que es un "presidente
prisionero". Le pide que me lo comunique para que yo
lo informe al mundo.
La hija me llama de inmediato
el 12 de abril, a las 10:02 de la mañana, y me
transmite las palabras de su padre.
Le pregunto de inmediato: "¿Tú estarías dispuesta a
informarlo al mundo con tus propias palabras?"
"¿Qué no haría yo por mi padre?", me responde con
esa precisa, admirable y decidida frase.
Sin perder un segundo, me comunico con Randy Alonso,
periodista y director de la "Mesa Redonda", conocido
programa de televisión. Con teléfono y grabadora en
mano, Randy llama al celular que me dio María
Gabriela. Eran casi las 11:00 de la mañana. Se
graban las palabras claras, sentidas y persuasivas
de la hija que, transcritas de inmediato, se
entregan a las agencias cablegráficas acreditadas en
Cuba y se transmiten por el Noticiero Nacional de
Televisión a las 12:40 del 12 de abril del 2002, en
la propia voz de Gabriela. La cinta se había
entregado igualmente a las televisoras
internacionales acreditadas en Cuba. La CNN desde
Venezuela transmitía con fruición las noticias de
fuentes golpistas; su reportera en La Habana, en
cambio, divulgó rápidamente desde Cuba, al mediodía,
las palabras esclarecedoras de María Gabriela.
Y eso, ¿qué consecuencias tuvo?
Bueno, eso lo escucharon millones de venezolanos,
mayoritariamente antigolpistas, y los militares
fieles a Chávez, a los que se trató de confundir y
paralizar con las mentiras descaradas de la supuesta
renuncia.
En horas de la noche, a las 11:15, llama de nuevo
María Gabriela. Su voz tenía acento trágico.
No la dejo terminar sus primeras palabras y le
pregunto: "¿Qué ha ocurrido?"
Me responde: "A mi padre lo han trasladado de noche,
en un helicóptero, con rumbo desconocido".
"Rápido", le digo, "en unos minutos hay que
denunciarlo con tu propia voz".
Randy estaba conmigo, en una reunión sobre los
programas de la Batalla de Ideas con dirigentes de
la Juventud y otros cuadros; tenía consigo la
grabadora, y de inmediato se repite la historia del
mediodía. La opinión venezolana y el mundo estarían
así informados del extraño traslado nocturno de
Chávez con rumbo desconocido. Esto ocurre entre la
noche del 12 y la madrugada del 13.
El sábado 13, bien temprano, estaba convocada una
Tribuna Abierta en Güira de Melena, un municipio de
la provincia de La Habana. De regreso a la oficina,
antes de las 10:00 de la mañana, llama María
Gabriela. Comunica que "los padres de Chávez están
inquietos", quieren hablar conmigo desde Barinas,
desean hacer una declaración.
Le informo que un cable de una agencia de prensa
internacional comunica que Chávez ha sido trasladado
a Turiamo, puesto naval en Aragua, en la costa norte
de Venezuela. Le expreso el criterio de que por el
tipo de información y detalles, la noticia parece
verídica. Le recomiendo indagar lo más posible. Me
añade que el general Lucas Rincón, Inspector General
de las Fuerzas Armadas, quiere hablar conmigo, y
desea igualmente hacer una declaración pública.
La madre y el padre de Chávez hablan conmigo: todo
normal en el estado de Barinas. Me informa la madre
de Chávez que el jefe militar de la guarnición
acababa de hablar con su esposo, Hugo de los Reyes
Chávez, el Gobernador de Barinas y padre de Chávez.
Les transmito el máximo de tranquilidad posible.
También se comunica el Alcalde de Sabaneta, el
pueblo donde nació Chávez, en Barinas. Quiere hacer
una declaración. Cuenta de paso que todas las
guarniciones son leales. Es perceptible su gran
optimismo.
Hablo con Lucas Rincón. Afirma que la Brigada de
Paracaidistas, la División Blindada y la base de
cazabombarderos F-16 están contra el golpe y listas
para actuar. Me atreví a sugerirle que hiciera todo
lo posible por buscar la solución sin combates entre
militares. Obviamente el golpe estaba derrotado. No
hubo declaración del Inspector General, porque la
comunicación se interrumpe, y no pudo restablecerse.
Minutos después, llama de nuevo María Gabriela: me
dice que el general Baduel, jefe de la Brigada de
Paracaidistas, necesita comunicarse conmigo, y que
las fuerzas leales de Maracay desean hacer una
declaración al pueblo de Venezuela y a la opinión
internacional.
Un insaciable deseo de noticias me lleva a
preguntarle a Baduel tres o cuatro detalles sobre la
situación, antes de proseguir el diálogo. Satisface
mi curiosidad de forma correcta; destilaba
combatividad en cada frase.
De inmediato le expreso: "Todo está listo para su
declaración".
Me dice: "Espérese un minuto, le paso al general de
división Julio García Montoya, secretario permanente
del Consejo Nacional de Seguridad y Defensa. Ha
llegado para ofrecer apoyo a nuestra posición".
Este oficial, de más antigüedad que los jóvenes
jefes militares de Maracay, no tenía en ese momento
mando de tropas.
Baduel, cuya brigada de paracaidistas era uno de los
ejes fundamentales de la poderosa fuerza de tanques,
infantería blindada y cazabombarderos ubicada en
Maracay, estado de Aragua, respetuoso de la
jerarquía militar, puso al teléfono al general
Montoya. Las palabras de este oficial de alta
graduación fueron realmente inteligentes,
persuasivas y adecuadas a la situación. Expresó en
esencia que las Fuerzas Armadas venezolanas eran
fieles a la Constitución. Con eso lo dijo todo.
Yo me había convertido en una especie de reportero
de prensa que recibía y transmitía noticias y
mensajes públicos, con el simple uso de un celular y
una grabadora en manos de Randy. Era testigo del
formidable contragolpe del pueblo y las Fuerzas
Armadas Bolivarianas de Venezuela.
La situación en ese momento era excelente. El golpe
del 11 de abril no tenía ya la más mínima
posibilidad de éxito. Pero un terrible riesgo se
cernía todavía sobre el hermano país. La vida de
Chávez estaba en gravísimo peligro. Secuestrado por
los golpistas, a la oligarquía y el imperialismo la
persona de Chávez era lo único que les quedaba en
sus manos de la aventura fascista. ¿Qué harían con
él? ¿Lo asesinarían? ¿Saciarían su sed de odio y
venganza contra aquel rebelde y audaz luchador
bolivariano, amigo de los pobres, defensor
indoblegable de la dignidad y la soberanía de
Venezuela? ¿Qué ocurriría si, como en Bogotá, a raíz
de la muerte de Gaitán, llegaba al pueblo la noticia
del asesinato de Chávez? No se me quitaba de la
cabeza la idea de semejante tragedia y sus
consecuencias sangrientas y destructivas.
A medida que transcurrían las horas del mediodía,
después de las comunicaciones mencionadas, llegaban
por todas partes noticias de la indignación y la
rebeldía populares. En la ciudad de Caracas, centro
principal de los acontecimientos, un mar de pueblo
avanzaba por calles y avenidas hacia el Palacio de
Miraflores y las instalaciones centrales de los
golpistas. En mi desesperación de amigo y hermano
del prisionero, mil ideas me pasaban por la mente.
¿Qué podíamos hacer con nuestro pequeño celular? A
punto estuve de llamar por mi cuenta al mismísimo
general Vázquez Velasco.
[5] Nunca había hablado con
él ni sabía cómo era. Ignoraba si respondería o no,
y cómo lo haría. Y para esa singular misión no podía
contar con los valiosos servicios de María Gabriela.
Lo pensé mejor. A las 4:15 de la tarde llamé a
nuestro Embajador en Venezuela, Germán Sánchez.
Indagué con él si creía que Vázquez Velasco
respondería o no. Me dijo que tal vez sí.
"Llámalo —le pedí—, usa mi nombre, exprésale de
parte mía la opinión de que un río de sangre podría
correr en Venezuela, derivado de los
acontecimientos. Que sólo un hombre podría evitar
esos riesgos: Hugo Chávez. Exhórtalo a que lo pongan
de inmediato en libertad, para impedir ese curso
probable de los acontecimientos".
El general Vázquez Velasco respondió la llamada.
Afirmó que él tenía en su poder a Chávez y
garantizaba su vida, pero que no podía acceder a lo
que se le solicitaba. Nuestro Embajador insistió,
argumentó, trató de persuadirlo. El General,
molesto, interrumpió la comunicación. Colgó el
teléfono.
Llamo de inmediato a María Gabriela y le informo de
las palabras de Vázquez Velasco, especialmente lo
relacionado con el compromiso de garantizar la vida
de Chávez. Le pido que me comunique otra vez con
Baduel. A las 4:49 se establece el contacto. Le
cuento en detalle el intercambio Germán Vázquez
Velasco. Expreso mi opinión sobre la importancia de
que Vázquez Velasco reconozca que tiene en su poder
a Chávez. Eran circunstancias propicias para
presionarlo al máximo.
En ese momento en Cuba no se sabía con seguridad si
Chávez había sido trasladado o no y a qué punto. Se
rumoraba hacía horas que el prisionero había sido
enviado a la isla de Orchila. Cuando hablé con
Baduel, c[ a las 5:00 de la tarde, el Jefe de la
Brigada seleccionaba los hombres y preparaba los
helicópteros que rescatarían al Presidente Chávez.
Imaginaba cuán difícil sería para Baduel y los
paracaidistas obtener los datos precisos y exactos
para tan delicada misión.
Durante todo el resto del día hasta las 12:00 de la
noche del 13, dediqué mi tiempo a la tarea de hablar
con cuantas personas podía hacerlo sobre el tema de
la vida de Chávez. Y hablé con muchos, porque
durante esa tarde el pueblo, con el apoyo de jefes y
soldados del Ejército, iba controlándolo todo.
Ignoro todavía a qué hora y de qué forma Carmona,[6] el
Breve, abandonó el Palacio de Miraflores. Supe que
la escolta, bajo la dirección de Chourio y los
miembros de la Guardia Presidencial, tenían ya en
sus manos y ocupaban los puntos estratégicos del
edificio, y Rangel, que se mantuvo firme todo el
tiempo, había vuelto al Ministerio de Defensa.
Incluso llamé por teléfono a Diosdado Cabello
[7]
apenas tomó posesión de la Presidencia. Al
interrumpirse la comunicación por causas técnicas,
le transmití un mensaje a través de Héctor Navarro,
Ministro de Educación Superior, sugiriéndole que en
su condición de Presidente Constitucional le
ordenara a Vázquez Velasco liberar a Chávez,
advirtiéndole de la grave responsabilidad en que
incurriría si desacataba esa orden.
Con casi todos hablé, me sentía parte también de
aquel drama en el que me introdujo la llamada de
María Gabriela en la mañana del 12 de abril. Sólo
cuando se supieron después todos los detalles del
calvario de Hugo Chávez, desde que lo trasladaron
con rumbo desconocido en horas de la noche del día
12, pudo comprobarse cuán increíbles peligros
corrió, en los que puso en juego toda su agudeza
mental, su serenidad, sangre fría e instinto
revolucionario. Más increíble todavía es que los
golpistas hasta el último minuto lo mantuvieron
desinformado de lo que ocurría en el país, y hasta
el último minuto insistieron en que firmara una
renuncia que nunca firmó.
Un avión privado que se dice era propiedad de un
conocido oligarca, cuyo nombre no menciono por falta
de total seguridad sobre el dato, esperaba para
trasladarlo no se sabe a dónde y a manos de no se
sabe quién.
Le he narrado todo lo que sé; otras manos escribirán
un día con todos sus detalles lo que falta de esta
historia.
Chávez es un representante de los militares
progresistas, pero en Europa, y también en América
Latina, muchos progresistas le reprochan
precisamente que sea un militar. ¿Qué opinión tiene
usted sobre esa aparente contradicción entre el
progresismo y lo militar?
Omar Torrijos, en Panamá, fue ejemplo de militar con
profunda conciencia de justicia social y de patria.
Juan Velasco Alvarado,
[8] en Perú, también llevó a
cabo acciones importantes de progreso. Debe
recordarse, por ejemplo, que entre los brasileños, Luis Carlos Prestes fue un oficial revolucionario
que realizó una marcha heroica en 1924-1926, casi
igual a la que hizo Mao Zedong en 1934-1935.
Jorge Amado,
[9] entre sus magníficas obras
literarias, escribió sobre la marcha de Prestes una
bella historia, «El caballero de la esperanza».
Aquella hazaña militar fue algo impresionante, duró
más de dos años y medio, recorriendo inmensos
territorios de su país sin sufrir una derrota. Hubo
importantes proezas revolucionarias que salieron de
los militares el recién pasado siglo XX.
Entre ellos puedo citar nombres de ilustres
militares como Lázaro Cárdenas, un general de la
revolución mexicana, que nacionaliza el petróleo,
hace reformas agrarias y conquista para siempre el
apoyo del pueblo.
Entre los primeros que en el siglo XX se sublevaron
en Centroamérica, está un grupo de militares
guatemaltecos de los años 50 que en torno a Jacobo
Árbenz, alto oficial del Ejército de Guatemala,
participaron en históricas actividades
revolucionarias, entre ellas la noble y valiente
reforma agraria que dio lugar a la invasión
mercenaria que, igual a la de Playa Girón y por la
misma razón, lanzó el imperialismo contra aquel
gobierno merecedor legítimo del calificativo de
progresista.
Hay un buen número de casos de militares
progresistas. Juan Domingo Perón, en Argentina, era
también de origen militar. Hay que ver el momento en
que surge; en 1943 lo nombran Ministro del Trabajo,
y hace tales leyes en favor de los trabajadores, que
en prenda de reconocimiento, cuando lo llevan a las
prisiones, el pueblo lo rescata.
Perón comete algunos errores: ofende a la oligarquía
argentina, la humilla, le nacionaliza el teatro y
otros símbolos de la clase rica, pero el poder
político y económico de ésta se mantuvo intacto, y
en un momento propicio lo derrocó con la complicidad
y ayuda de Estados Unidos. La grandeza de Perón es
que apeló a las reservas y los recursos de que
disponía ese rico país e hizo todo lo que pudo para
mejorar las condiciones de vida de los trabajadores.
Esa clase social, siempre agradecida y fiel,
convirtió a Perón hasta el final de su vida en un
ídolo del pueblo humilde.
El general Líber Seregni, quien fuera hasta hace
algunos años Presidente del Frente Amplio de
Uruguay, es uno de los líderes más progresistas y
más respetados que ha conocido América Latina. Su
integridad, su decencia, su firmeza y tenacidad
contribuyeron a la histórica victoria de ese noble y
solidario pueblo, que eligió a Tabaré Vázquez,
sucesor de Seregni, Presidente de la República
Oriental del Uruguay, y llevó a la izquierda
uruguaya al gobierno, cuando el país estaba al borde
de un abismo. Cuba agradece a Líber Seregni las
sólidas bases que, junto a muchos eminentes
uruguayos, supo fraguar para las relaciones
fraternales y solidarias que hoy existen entre
Uruguay y Cuba.
No tenemos derecho a olvidar a Francisco Caamaño,
joven militar dominicano que durante meses combatió
heroicamente contra 40 mil soldados de Estados
Unidos que el Presidente Johnson hizo desembarcar en
República Dominicana el año 1965 para impedir el
regreso del Presidente Constitucional Juan Bosch. Su
tenaz resistencia a los invasores al frente de un
puñado de militares y civiles, que duró meses,
constituye uno de los episodios revolucionarios más
gloriosos que se han escrito en este hemisferio.
Caamaño, después de una tregua que arrancó al
imperio, volvió a su patria y entregó su vida
combatiendo por la liberación de su pueblo.
Sin un hombre como Hugo Chávez, nacido de cuna
humilde y formado en la disciplina de las academias
militares de Venezuela, donde tantas ideas de
libertad, unidad e integración latinoamericana
fueron sembradas por Bolívar, no habría surgido en
este momento decisivo de nuestra América un proceso
de tanta trascendencia histórica e internacional
como el actual proceso revolucionario en ese hermano
país. No veo contradicción alguna.
En Argentina, Perón y el peronismo siguen teniendo
una influencia política considerable. Una Argentina
donde, en cierta medida, en diciembre del 2001, el
modelo neoliberal se derrumbó estrepitosamente. ¿Qué
opina usted de los acontecimientos recientes de
Argentina?
Cuando en mayo de 2003 llegaron las noticias del
resultado electoral en Argentina y el anuncio de la
victoria de Néstor Kirchner y la derrota de Carlos
Ménem, sentí gran satisfacción. ¿Por qué? Hay una
razón importante: lo peor del capitalismo salvaje,
como diría Chávez, lo peor de la globalización
neoliberal en el país latinoamericano que se había
convertido en símbolo por excelencia del
neoliberalismo, sufrió una derrota.
Los argentinos, aunque lejos de alcanzar las metas
más deseadas, no saben el servicio que le han
prestado a América Latina y al mundo, al hundir en
la fosa más profunda del Pacífico, de más de 8 mil
metros, un importante símbolo de la globalización
neoliberal. Le han inyectado una fuerza tremenda al
número creciente de personas que han ido tomando
conciencia en toda nuestra América sobre qué cosa
tan horrible y fatal es eso que así se denomina.
Si se quiere, podríamos recordar que el Papa Juan
Pablo II, quien gozó de universal respeto, habló de
la "globalización de la solidaridad" cuando en 1998
estuvo de visita en nuestro país. ¿Alguien estaría
en contra de esa globalización en el más cabal
concepto de la palabra, que abarque no solo las
relaciones entre los que viven dentro de las
fronteras de un país, sino también dentro de los
ámbitos del planeta, y que la solidaridad la ejerzan
igualmente mañana, en un mundo de verdadera
libertad, igualdad y justicia, aquellos que hoy
derrochan, destruyen y malbaratan los recursos
naturales y condenan a muerte a los habitantes de
este planeta?
No se alcanza el cielo en un día, pero créame que
los argentinos han asestado un descomunal golpe a un
símbolo, y eso tiene un enorme valor.
América Latina sigue teniendo el problema de la
deuda externa.
Esa deuda, en el mundo, ha crecido en relación
proporcional a la población. ¡Ahora la deuda externa
total asciende a 2,5 ó 2,6 millones de millones de
dólares! Los países desarrollados ofrecerán este año
a los países del Tercer Mundo, como ayuda oficial al
desarrollo, unos 53 mil millones de dólares. A
cambio, les cobrarán, por concepto de intereses de
la deuda externa, ¡más de 350 mil millones de
dólares!
En América Latina esa deuda ha ido creciendo sin
parar y ahora asciende aproximadamente a 800 mil
millones de dólares. Nadie la puede pagar, y eso
hace imposible toda política seria de desarrollo. No
podrá eliminarse el hambre en América Latina
mientras los gobiernos tengan que seguir dedicando
la cuarta parte de sus ingresos por exportaciones a
pagar una deuda que ya han pagado casi dos veces y
es ahora casi el doble de lo que era hace diez
años...
Ahora Estados Unidos propone como solución el ALCA,
el Área de Libre Comercio de las Américas. ¿Qué
piensa usted del ALCA?
Un desastre. Pero un desastre que puede evitarse.
Porque fuimos testigos de la batalla librada en Mar
del Plata, los días 4 y 5 de noviembre de 2005, en
ocasión de la llamada "Cumbre de las Américas". Fue
una grandiosa lucha contra el ALCA. Hubo dos luchas,
una en la calle y el estadio, otra en el recinto
donde estaban reunidos los jefes de Estado.
En Mar del Plata el nefasto proyecto del ALCA salió
definitivamente derrotado. El ALCA es abrir todas
las fronteras de países que tienen un nivel muy bajo
de desarrollo técnico a los productos de aquellos
que tienen los más elevados niveles tecnológicos y
de productividad, de aquellos que fabrican aviones
del último modelo, de aquellos que dominan las
comunicaciones mundiales, de aquellos que quieren
obtener de nosotros tres cosas: materia prima,
fuerza de trabajo barata, clientes y mercados. Una
nueva forma de colonización despiadada.
¿Piensa usted que eso puede aumentar la dependencia
de América Latina con respecto a Estados Unidos?
Si América Latina fuese devorada por el imperio; si
nos tragara, como aquella ballena que se tragó al
profeta Jonás y no pudo digerirlo, tendría que
expulsarla un día, nacería otra vez en nuestro
hemisferio. Pero no creo que sea fácil de tragar y
tengo esperanzas de que no pueda ser devorada. Los
acontecimientos en los últimos años lo van
demostrando: no se puede gobernar el mundo con un
soldado y una bayoneta en cada escuela, en cada
casa, en cada parque.
Siempre dije que hay que contar con los propios
norteamericanos, con los intelectuales y con el
pueblo norteamericanos. Ese pueblo puede ser
engañado, pero cuando conoce la verdad, como en el
caso del niño Leían...
[10] Ese pueblo apoyó en una
proporción de 80 por ciento el regreso del niño
cubano Elián González.
Ese pueblo hoy se opone al bloqueo de Cuba. Ese
pueblo, en número creciente, se opone a la doctrina
de la guerra sorpresiva, intervencionista, a pesar
del golpe artero a la ciudad de Nueva York el 11 de
septiembre de 2001. Hay que contar con él.
También hay que contar con los intelectuales
europeos, porque hombres como usted han estado
haciendo enormes esfuerzos por crear una conciencia
y han contribuido notablemente a la creación de esa
conciencia necesaria.
Además, hay ahora una serie de gobiernos, en
Venezuela, en Brasil, en Argentina, en Uruguay y en
otros países, donde se están aplicando medidas
progresistas. ¿Cómo ve usted lo que está haciendo
Lula en Brasil, por ejemplo?
Obviamente yo veo lo que está haciendo Lula con la
mayor simpatía. Él no cuenta con una mayoría
suficiente en el Parlamento; ha tenido que apoyarse
en otras fuerzas, hasta conservadoras, para hacer
avanzar algunas reformas. Los medios de comunicación
han dado gran publicidad a un escándalo de
corrupción de parlamentarios, pero no han podido
implicarlo a él. Lula es un dirigente popular. Lo
conozco desde hace muchos años, hemos seguido su
itinerario, hemos conversado mucho con él, un hombre
de convicciones, inteligente, patriota, progresista,
de origen muy humilde y que no se olvida de sus
orígenes, del pueblo que siempre lo apoyó. Y creo
que todo el mundo lo ve así. Porque no se trata de
hacer una revolución, se trata de ganar un desafío:
hacer desaparecer el hambre. Puede conseguirlo. Se
trata de hacer desaparecer el analfabetismo. Y
también puede conseguirlo. Y pienso que todos
debemos apoyarlo.
[11]
Comandante, ¿piensa usted que ya la era de las
revoluciones y de la lucha armada se terminó en
América Latina?
Mire, nadie puede asegurar que se van a producir
cambios revolucionarios en América Latina hoy. Pero
nadie puede asegurar tampoco que no se produzcan en
cualquier momento en uno o varios países. Si uno
analiza objetivamente la situación económica y
social en algunos países, no puede tener la menor
duda de que se trata de una situación explosiva. El
índice de mortalidad infantil está, por ejemplo, en
65 por mil nacidos vivos en varios de esos países;
el nuestro es menos de 6,5; mueren diez veces más
niños en países de América Latina, como promedio,
que en Cuba. La desnutrición alcanza en ocasiones
más del 40 por ciento de la población, el
analfabetismo y semi-analfabetismo siguen siendo
demasiado altos, el desempleo afecta a decenas de
millones de ciudadanos adultos en nuestra América, y
existe también el problema de los niños abandonados,
que suman millones. El presidente de UNICEF me dijo
un día que si América Latina tuviese el nivel de
asistencia médica y de salud que tiene Cuba, 700 mil
niños se salvarían cada año.
Si a esos problemas no se les halla solución urgente
—y el ALCA no es una solución, y la globalización
neoliberal tampoco— puede ocurrir más de una
revolución en América Latina cuando menos se lo
imagine Estados Unidos. Y no podrá culpar a nadie de
promover esas revoluciones.
(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel,
conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por
Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 575-594) ©
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