LA MUERTE DE CHE GUEVARA
EL CHE Y EL MOVIMIENTO ANTIMPERIALISTA - LA CARTA DE
DESPEDIDA - EN LAS GUERRILLAS DE ÁFRICA - REGRESO A
CUBA -
PREPARANDO LA MISIÓN EN LOS ANDES -
EL ÚLTIMO COMBATE -
LA LECCIÓN DEL CHE
Después de la Crisis de Octubre, el peligro de una
agresión norteamericana se aleja. La Revolución
prosigue su consolidación. El Che Guevara empieza a
recorrer el mundo. Parece que él se interesaba mucho
por lo internacional, por el movimiento
antimperialista, ¿no?
Era bastante observador de la situación del Tercer
Mundo. Se preocupó por los asuntos internacionales,
por la Conferencia de Bandung,
[1] el Movimiento de
los No Alineados y otros temas. Él se marcha en
1965, había recorrido el mundo, sostuvo reuniones
con Zhou Enlai,
[2] con Nehru,
[3]
con Nasser,
[4]
Sukarno,
[5] porque tenía en realidad mucha vocación
internacionalista y mucho interés por los problemas
del mundo en desarrollo.
En relación con China, recuerdo que el Che habló con
varias personalidades chinas, hizo contacto con Zhou
Enlai —como ya dije—, se reunió con Mao, se interesó
por el pensamiento revolucionario chino. No tuvo
conflictos con los soviéticos; pero es obvio que él
era más partidario, o veía con mayor simpatía a
China.
Incluso visitó Yugoslavia, a pesar de la autogestión
y todas esas cuestiones que a mí, realmente, no me
agradaban mucho. Porque una cooperativa tenía
hoteles y otras actividades que la apartaban de su
objetivo original, y ya yo había visto algunas en
Cuba que, a veces, en vez de dedicarse a la
agricultura, se dedicaban al comercio y al turismo.
Él, en diciembre de 1964, estuvo en Naciones Unidas,
luego en Argelia, y estuvo viajando por África
también en los primeros meses de 1965.
Sí; pero ya después, eso fue una estrategia, en la
fase final del desarrollo de su misión, cuando ya se
había tomado la decisión de que él fuera a Bolivia.
Estaba bien, con un entusiasmo tremendo, y tenía el
propósito de contribuir a la revolución en
Argentina. Iba creando condiciones, porque entonces
todos nos querían destruir y la respuesta nuestra
era cambiar lo que existía. Esa fue la gran verdad.
Siempre nos atuvimos a ese principio.
Usted me dijo una vez: "Ellos internacionalizaron el
bloqueo, nosotros internacionalizamos la guerrilla".
El caso de Trujillo, contra quien un grupo de
dominicanos armados partió de Cuba en julio de 1959,
lo cual se constituyó en el primer movimiento de
apoyo a la lucha contra una dictadura —en ese caso
se trataba de un viejo compromiso con los
dominicanos que luchaban con nosotros—, fue una
excepción. Trujillo había suministrado armas a
Batista, allí se refugió este al finalizar la guerra
y desde allí partieron acciones armadas contra
nuestro país.
Con respecto a los demás países en similar situación,
la norma era el respeto, acogernos al derecho
internacional, a pesar de que ninguno de ellos podía
tener mucha simpatía hacia nosotros. Pero existían
distintos matices, algunos con más independencia
respecto a Estados Unidos, otros menos. Claro que
los más incondicionales rompieron relaciones de
inmediato con Cuba, otros resistieron; Brasil
resistió, Uruguay resistió, Chile resistió.
Venezuela, en cambio, no resistió nada, porque
estaba allí Rómulo Betancourt,
[6] quien fue de
izquierda un tiempo y más tarde un saco de rencor
reaccionario. De este modo un grupo de países
latinoamericanos mantuvo relaciones con Cuba durante
un tiempo, y México todo el tiempo.
Los Estados Unidos les reprocharon a ustedes ayudar
en todas partes a la subversión.
Las exigencias de los norteamericanos a Cuba han
sido de distintos tipos; han ido variando, a cada
rato añadían otras nuevas.
Primero, teníamos que renunciar al socialismo; luego,
había que romper los vínculos comerciales y de todo
tipo con la URSS. Siempre han planteado alguna
demanda, después de condenarnos y de aislarnos;
después de Girón, después de la Crisis de Octubre;
cada vez surgían nuevos problemas. Más adelante
fueron las luchas revolucionarias en América Latina:
al estallar éstas Cuba debía cesar todo apoyo a esas
luchas —le estoy citando algunas de las demandas—;
más tarde Angola, cuando fue atacada por Suráfrica
en 1975, todo el mundo conoce lo que pasó: había que
retirarse de Angola, si nos retirábamos de Angola se
resolvían los problemas con Cuba, eso nos decían...,
y así por el estilo.
Después hubo más problemas aún, porque había surgido,
en 1974, la revolución en Etiopía, y por la
situación creada allí nos vimos en la necesidad de
cooperar en 1977 con los etíopes y de hacerlo
también con otras causas. Éramos un país aislado y,
mientras más Estados Unidos intentaba aislarnos, más
nos relacionábamos con el resto del mundo.
Pero a ustedes se les siguió acusando de "exportar
la revolución".
Para aquella época, en los años 60, ya nadie en
América Latina tenía relaciones diplomáticas con
nosotros; excepto —como dije— México. Nosotros en
aquel momento nos atuvimos a las normas
internacionales. Sí queríamos la revolución, la
deseábamos, por doctrina, por convicción; pero
respetábamos el derecho internacional. Yo sostengo,
además, que la revolución no puede ser exportada,
porque nadie puede exportar las condiciones
objetivas que hacen posible una revolución. Siempre
hemos partido de ese criterio y seguimos pensando
así.
Después del triunfo de la Revolución, yo estuve, en
mayo de 1959, en Buenos Aires. Esa visita coincidió
con una reunión de la OEA [Organización de Estados
Americanos], y allí planteé una especie de Plan
Marshall para América Latina —como el famoso plan de
ayuda a la reconstrucción de Europa—, y estimé su
costo en 20 mil millones de dólares. Bueno, no
contaba con la experiencia de ahora ni mucho menos.
Pero sí tenía algunas ideas: experiencia
internacional no mucha, excepto todo lo que había
leído a lo largo de mi vida y las meditaciones sobre
el tema. Mi experiencia concreta sobre América
Latina tampoco era mucha. No obstante tuve la
iniciativa de plantear en Buenos Aires la cuestión
del desarrollo. ¿Sabe cuánto debía América Latina en
aquella época?
No.
Cinco mil millones de dólares.
Comparada con la deuda que tiene hoy —850 mil
millones de dólares— no es gran cosa.
América Latina tenía entonces la mitad de la
población, eran menos de 250 millones de
latinoamericanos; hoy cuenta con más de 500 millones
de habitantes. La deuda externa —no hablo de deuda
interna, que es también deuda de la nación con los
que tienen mucho dinero— es deuda que el país tiene
que pagar al extranjero con intereses. Esto no
comprende fuga de capitales, intercambio desigual,
la fuga de capital hacia países de moneda fuerte y
economía más sólida, los privilegios que Bretton
Woods concedió a Estados Unidos,
[7] los derechos de
quien imprime el dólar en el mundo. Ya el refugio
del papel moneda no es el oro, porque el presidente
Nixon, en agosto de 1971, suspendió unilateralmente
la conversión del dólar en oro y no quedó más que el
dólar, la única divisa existente en este hemisferio;
todas las demás variaban mucho y ninguna era segura.
Entonces todo el dinero de todos los países
latinoamericanos, bien o mal habido, tiende a
fugarse, y se fuga hacia Estados Unidos.
Ese plan que propuso usted en la OEA fue rechazado,
me imagino.
Con aquel plan se hubieran evitado muchas tragedias
en este continente. Y dos años después, ya se lo
mencioné, Kennedy retornó la idea y planteó una
suerte de Plan Marshall para América Latina, la
Alianza para el Progreso: reforma agraria, reforma
fiscal, construcción de viviendas, etcétera.
Lo cual no le impidió seguir hostigando a Cuba.
Sí, en aquel entonces ellos nos liberaron de
compromisos. Pienso que existían condiciones
objetivas, y que lo hecho por el Che fue
absolutamente correcto, no hubo ni la menor
discrepancia. En ese momento ya se habla de la
política intervencionista de Estados Unidos, y el
presidente John Kennedy, realmente un tipo con
talento, tuvo la desgracia de heredar aquella
expedición de Playa Girón contra Cuba, y la recibe y
asimila. Es valiente en la derrota, porque asumió
toda la responsabilidad y dijo aquella frase: "La
victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana".
Kennedy se entusiasmó mucho con los "boinas verdes",
las tropas especiales, y las envió a Vietnam. Él
había sido combatiente en la Segunda Guerra Mundial,
se portó bien, según se afirma, pero se compromete
irresponsable e injustificadamente con la atroz e
ignominiosa guerra en Vietnam, da los primeros pasos
y comienza a enviar refuerzos. Por ahí empezó todo.
Los vietnamitas, que en 1954 ya habían ganado una
guerra contra Francia, a su vez —según nos han
contado ellos—, viendo la victoria de la Revolución
Cubana en Playa Girón, se sintieron inspirados,
siempre han dicho que lo nuestro ejerció influencia,
y tuvieron confianza en que podrían luchar. Tal vez
fuera cortesía. Ellos siempre mantuvieron su
combativa organización en el Sur.
También Vietnam los inspiró a ustedes. El Che decía:
"Hay que crear dos, tres, muchos Vietnam".
[8]
Yo le doy toda la razón, y afirmo que doce años
después de su muerte, en 1979, ya se había acabado
la guerra de Vietnam, y triunfa el movimiento
sandinista en Nicaragua, con un tipo de lucha como
la que nosotros llevamos a cabo y como la del Che.
También se desarrolla el movimiento salvadoreño con
temible fuerza, uno de los que más experiencia
adquirió.
Ustedes ayudaron bastante a los salvadoreños, ¿verdad?
Ofrecimos nuestra modesta cooperación. Los
vietnamitas, a raíz de su victoria en 1975 sobre
Estados Unidos, nos entregaron muchas armas
norteamericanas recuperadas por ellos después de la
caída de Saigón; nosotros las transportamos en barco,
pasando por el sur de África, y una parte se las
entregamos a los salvadoreños del FMLN [Frente
Farabundo Martí para la Liberación Nacional].
¿Ustedes estimaban que las condiciones estaban dadas
en América Latina para que pudiese repetirse otra
experiencia revolucionaria como la de Cuba?
Mire, hay factores de orden subjetivo que pueden
cambiar la historia. A veces existen condiciones
objetivas para los cambios revolucionarios y no se
dan las condiciones subjetivas. Fueron los factores
de carácter subjetivo los que impidieron que
realmente, en aquella época, no se extendiera la
revolución. El método de la lucha armada estaba
probado. Ya le digo, Nicaragua triunfa doce años
después de la muerte del Che en Bolivia. Es decir
que las condiciones objetivas en muchos países del
resto de América Latina eran superiores a las de
Cuba. Aquí existían muchas menos condiciones
objetivas, pero eran suficientes para hacer una, dos
o tres revoluciones. En el resto de América Latina
las condiciones objetivas eran mucho mayores.
Debo decir que nosotros contribuimos mucho a la
unidad de aquella gente en Nicaragua, en el
Salvador, en Guatemala. A los sandinistas, que
estaban divididos; a los salvadoreños, divididos en
no menos de cinco organizaciones; a los
guatemaltecos, igualmente fragmentados. La misión
nuestra fue unir, y realmente logramos unirlos.
Hemos sido solidarios y hemos dado alguna modesta
cooperación a los revolucionarios de Centroamérica.
Pero ser solidario y dar alguna forma de cooperación
a un movimiento revolucionario no significa exportar
la revolución.
Pero ustedes ayudan al Che a llevar la revolución a
Bolivia.
Sí, cooperamos con el Che, compartíamos sus puntos
de vista. Che tenía razón en aquel momento. Entonces
se habría podido extender la lucha, lo creo con
franqueza. En aquella época, 1968, todavía no había
surgido Torrijos en Panamá. Se producen igualmente
otros fenómenos, el triunfo de Allende en Chile en
1970, y comienzan a restablecerse las relaciones con
Cuba.
En Colombia ya existía la guerrilla, desde 1948,
desde antes que nosotros libráramos la lucha en
Cuba. Pero esa es otra historia más complicada,
porque allí durante bastante tiempo la guerrilla fue
vista un poco como el Movimiento 26 de Julio lo era
en Cuba. Surgieron después una serie de factores
colaterales. No quiero hacer análisis sobre el tema,
algo siempre muy delicado.
¿Che le cuenta a usted, le dice cuál es su proyecto
con respecto a Bolivia y Argentina? ¿Usted comparte
con él eso?
Él estaba impaciente. Lo que se proponía hacer era
difícil. Por nuestra propia experiencia, le digo al
Che que podían crearse mejores condiciones. Le
planteamos que hacía falta tiempo, que no se
impacientara. Deseábamos que otros cuadros menos
conocidos adelantaran los pasos iniciales y crearan
las mejores condiciones para lo que él quería hacer.
Él sabía lo que es la vida guerrillera, sabía que se
necesitaba una resistencia física, una edad
determinada. Y aunque él se sobreponía a las
limitaciones y tenía una voluntad de acero, sabía
que si esperaba más tiempo no estaría en las mejores
condiciones físicas.
Llegó el momento en que él ya está preocupándose por
esos factores, aunque no lo exteriorizaba. Había
otras consideraciones de gran peso en él: haber
enviado, casi en los primeros años de la Revolución,
a un periodista, Jorge Ricardo Masetti —que estuvo
con nosotros en la Sierra,[9] después fue fundador
de la agencia Prensa Latina, Che y él eran muy
amigos—, a organizar un grupo guerrillero en el
norte de Argentina. Y Masetti murió en aquella
misión.
[10] El Che era además una persona que cuando
enviaba a un hombre a una misión y ocurría la
tragedia de la muerte, eso le impactaba
considerablemente. Le dolía cada vez que se acordaba
de los compañeros que murieron. Eso puede observarse
en el diario que escribe en Bolivia, cuando se lee
lo mucho que lo impactó, por ejemplo, la muerte del
compañero Eliseo Reyes, el "Capitán San Luis", y él
lo escribe en su diario: "Hemos perdido al mejor
hombre de la guerrilla, y, naturalmente, uno de sus
pilares".
Uno de los que estuvo allí, en Bolivia y en el norte
de Argentina, en 1962, es nuestro actual ministro
del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, "Furry",
[11] que tenía entonces 22 años. Ya había muerto Masetti.
El Che estaba pensando en su plan, desde luego,
plenamente apoyado por nosotros, de acuerdo con la
promesa contraída.
Cuando el Che, impaciente, quiere ir a cumplir su
misión, le digo: "No están preparadas las
condiciones". No quería que él fuera a Bolivia a
organizar un grupo pequeño, sino que esperara a que
estuviera organizada la fuerza. Habíamos vivido en
nuestro caso toda la epopeya de la etapa inicial de
nuestra guerrilla. Yo decía: "El Che es un jefe
estratégico, debe ir para Bolivia cuando ya esté
desarrollada una fuerza suficientemente sólida y
probada". Él estaba impaciente; pero no existían aún
las condiciones mínimas imprescindibles. Tuve que
convencerlo: "No están creadas las condiciones".
Porque él era un cuadro estratégico, con una
experiencia grande y condiciones de estadista, no
debía arriesgarse en esa etapa inicial.
Nosotros estábamos ayudando en el Congo a la gente
de Lumumba.
[12] Ya habíamos cooperado con los
argelinos en su guerra de 1961 contra la invasión
marroquí.
[13] Che estaba impaciente. Pero como
África y su lucha lo atraían mucho, le propongo ir
al África para una importante tarea, mientras se
creaban las condiciones mínimas en Bolivia para
iniciar una lucha, cuyo objetivo fundamental era su
patria: Argentina, para lo que después sería una
lucha más amplia en la región. La tarea en África
era muy importante por la necesidad de dar apoyo al
movimiento guerrillero en el Este del Congo belga
contra Tshombé,
[14] Mobutu
[15] y los mercenarios
europeos.
¿El movimiento que dirigía Laurent-Désiré Kabila en
esa época?
No, en ese momento era Gaston Soumialot quien estaba
de jefe, vino a Cuba y le ofrecimos ayuda. Se la
ofrecimos también a través de Tanzania, con el
consentimiento de Julius Nyerere, presidente
entonces de aquel país. El Che y los cubanos que
fueron con él cruzaron el lago Tanganyika. Allí sí
enviamos, en abril de 1965, un buen destacamento con
el Che. Alrededor de 150 hombres bien armados y con
una experiencia grande. En aquel movimiento
revolucionario africano estaba todo por hacer: la
experiencia, la preparación, la instrucción. Fue una
tarea dura. En esa actividad transcurrieron varios
meses de la vida del Che.
En su diario de África,
[16] el Che es muy crítico
con los jefes de aquella guerrilla.
Él era muy crítico, de aquellos jefes o de
cualquiera. Tenía esas características, el hábito de
ser muy crítico y autocrítico. Era duro en las
críticas de los demás y con él mismo.
¿Era duro consigo mismo?
Sí, era muy exigente con él, ya le conté lo de
México y el Popocatépetl. Incluso, a veces, por
cualquier bobería en que él se hubiera desconcertado
un segundo, se criticaba a sí mismo. Pero era
también muy honesto y muy respetuoso.
Se topó obstáculos muy grandes en África cuando
llega allí en abril de 1965. Es maravillosa la
historia. En un momento dado intervenían mercenarios
blancos, surafricanos, rhodesianos, belgas y hasta
cubanos contrarrevolucionarios que trabajaban para
la CIA. Las fuerzas africanas no estaban
suficientemente preparadas. El Che quería enseñarles
a combatir, explicarles que podía haber una variante
u otra. Porque cuando adquieren una experiencia, una
cultura de guerra, aquellos congoleños son soldados
temibles. Les faltaba esa cultura, y cuando la
adquirían se volvían extraordinarios soldados,
soldados temibles. También tenían esa característica
los etíopes; y los namibios, y los otros, los
angolanos, cuando adquirían la cultura de guerra,
eran igualmente soldados extraordinarios.
Esa cultura de la guerra no había sido adquirida
todavía por los combatientes que estaban en el Este
del Congo. Se lo dijimos al Che. Enviamos desde La
Habana compañeros nuestros para analizar la
situación, y dispuestos a apoyarlos. Si hubiera
habido que enviar más tropas, lo habríamos hecho,
pues disponíamos aquí de voluntarios de sobra; pero
realmente aquella lucha no tenía perspectivas, no
había condiciones para su desarrollo en ese momento,
y le pedimos al Che que se replegara. Él se quedó
alrededor de siete meses en el Congo. Y de ahí va a
Tanzania, está un tiempo allí, en Dar-es-Salaam.
A todas estas el Che se ha despedido, y, como es
lógico, se ha marchado —se puede decir—clandestinamente
de Cuba. Entonces comenzaron las calumnias, comenzó
a decirse que el Che había "desaparecido".
La prensa internacional decía que había una ruptura
entre ustedes, desacuerdos políticos graves, se
decía que aquí lo habían encarcelado y hasta que lo
habían matado...
Nosotros soportamos silenciosamente aquella sarta de
rumores y calumnias. Pero él, al marcharse, a
finales de marzo de 1965, me había escrito una carta
de despedida.
¿Usted no había hecho pública esa carta?
No. Yo tenía la carta en mi poder, y la hago pública
el 3 de octubre de 1965, en el acto en que se
anuncia la constitución del Comité Central del nuevo
Partido Comunista de Cuba, porque había que explicar
la razón de la ausencia del Che en ese Comité
Central. Entretanto, la calumnia andando, el enemigo
sembrando la cizaña y la duda, difundiendo el rumor
de que el Che Guevara había sido "purgado" por
discrepancias con nosotros.
Había toda una campaña de rumores.
Él me hace aquella carta espontáneamente, creo que
hasta con mucha franqueza: "Me arrepiento de no
haber creído suficientemente en ti... "
[17] Y habla
entonces de la Crisis de Octubre y otras cosas. Yo
pienso que él no creía en mucha gente, porque era
muy crítico.
Un día había escrito unos versos para mí. Yo ni
siquiera lo sabía. Siempre fue conmigo muy afectuoso,
siempre fue respetuoso y siempre acató mis
decisiones. Yo no me le imponía, yo discutía, no
suelo dar órdenes; suelo persuadir de lo que debe
hacerse. Muy rara vez tuve que decirle: "Tú no vas a
hacer esto", prohibirle algo.
De África, él se va a Checoslovaquia, a Praga, en
marzo de 1966; una situación complicada; está allí,
de hecho, clandestino. Como ha escrito la carta de
despedida y como él tenía un pundonor tremendo, no
le pasaba por la mente, después de haberse despedido,
volver a Cuba. Pero los cuadros para lo de Bolivia
ya estaban escogidos y se preparaban. Entonces yo le
escribo una carta en la que le razono, apelo a su
deber y a la racionalidad.
¿Para que regrese a Cuba?
Sí. Creo que la familia ha publicado esa carta. Le
hago una carta y le hablo así, serio. Lo persuado de
que regrese, le digo que es lo más conveniente para
lo que él quería hacer: "Desde allá es imposible
hacer esto. Tienes que venir". No le digo "tienes
que venir" como una orden; lo persuado, le digo que
su deber es regresar, pasar por encima de cualquier
otra consideración, y terminar la preparación para
el plan en Bolivia. Y él regresa clandestinamente.
Bueno, nadie lo conoció en ninguna parte. Tampoco
durante el viaje. Volvió aquí en julio de 1966.
¿Estaba disfrazado?
Mire, estaba tan disfrazado que una vez yo invité a
unos cuantos compañeros de la Dirección, les dije
que quería que conocieran a un amigo muy interesante.
Estuvimos almorzando, y ninguno lo reconoció. Fíjese
si estaba de verdad disfrazado.
¿Raúl estaba frente a él y no lo reconoció?
Raúl se había despedido de él unos días antes en el
centro donde se entrenaba, y el día del almuerzo se
encontraba de visita en la URSS. Ninguno de los que
estaban conmigo se dio cuenta de que era el Che.
Indiscutiblemente, nuestra gente fue muy capaz al
disfrazarlo, transformarlo.
[18] Él fue a un lugar de
Pinar del Río, en una zona montañosa, donde hay una
casa, la finca de San Andrés. Allí organiza la
fuerza, pasa meses preparándose con los quince
hombres que iban a acompañarlo. Él escogió a la
gente que deseaba. También fue donde vio las últimas
veces a su esposa y a sus hijos. Y allí yo lo
visitaba.
¿Para llevársela a la guerrilla de Bolivia?
Algunos eran guerrilleros veteranos de la Sierra,
otros habían luchado con él en el Congo.
[19] Él
conversó con cada uno de ellos. Yo le puse algunas
objeciones con algunos compañeros. Le dije: "Mira,
no hagas esto". Iba a separar a dos combatientes,
dos hermanos que habían estado muy unidos, y le digo:
"No separes a estos hermanos, déjalos", eran buenos.
[20]
Sobre otro, de quien yo conocía mucho sus
características, muy buen soldado, pero a veces era
un poco discutidor.
Le advertí en algunos casos. Todos los que fueron a
Bolivia eran excelentes; entre ellos Eliseo Reyes,
el "Capitán San Luis", de quien él escribe cuando
muere: "Tu figura pequeña de capitán valiente...";
de Neruda saca aquella frase —él leía mucho a Pablo
Neruda—, un verso muy bonito, está en su diario de
Bolivia. Él lo quería entrañablemente. El Che era
ese hombre también.
Él escogió a todos, y lo discutimos. Le hice algunas
sugerencias, y él defendió a aquel que tenía grandes
cualidades, pero a quien yo conocía y tenía temor a
alguna indisciplina, y eso era muy importante. Yo
hablé mucho con él hasta cuando se fue, en octubre
de 1966. ¡Con qué entusiasmo se fue!
Se ha discutido mucho sobre la región de Bolivia,
Ñancahuazu, en la que el Che instala la guerrilla. ¿Usted
qué piensa?
Cuando él fue para Bolivia, eso no tenía otra
alternativa, porque en aquella situación, con los
hombres que llevaba de su plena confianza, su
experiencia... Bueno, él conocía aquello. Debray
había ido, había prestado algunos servicios como
periodista, reunió mapas. Yo le di esa tarea.
¿Usted manda a Régis Debray a Bolivia?
Yo lo mando a recoger información y mapas de aquel
territorio. Che no está allí todavía. Cuando él
llega, en noviembre de 1966, empieza a organizar a
la gente.
Al final —eso es lo que pienso, y yo lo conocía muy
bien— estaba haciendo un excelente movimiento y ya
tenía cuadros bolivianos, como Inti Peredo y otros.
Él conocía bien a los bolivianos, su carácter, y me
lo dijo. Inicialmente se instalaron, por lógica
precaución, en una zona donde existía una base
campesina. En el lugar escogido por él, mientras
hace una excursión entrenando a la gente, que se
prolongó, surgen problemas. Realiza una breve
incursión a una zona más poblada y, cosa increíble,
por tercera vez —ya le hablé de las dos primeras— el
Che no llevaba los medicamentos.
¿En Bolivia, él no tenía medicamentos para su asma?
Se queda sin medicamentos, es la tercera vez. Él
sale a hacer una excursión, una larga excursión que
se prolongó mucho, estuvo casi cuarenta días. Sale
de nuevo en breve incursión, y la medicina para el
asma queda en el campamento, que fue ocupado por el
ejército boliviano. De esto se derivaron serias
dificultades.
¿Cómo explica usted la muerte del Che?
El Che, cuando regresa de la excursión prolongada,
se encuentra ya problemas, se produce una bronca
entre el dirigente del Partido comunista boliviano,
—Mario Monje, que tenía gente allí, y uno de los
dirigentes de la otra línea anti Monje, llamado
Moisés Guevara. Monje pide mando, y el Che era muy
recto, rígido... Yo pienso que el Che debió hacer un
mayor esfuerzo de unidad, es una opinión que le doy.
Su carácter lo lleva a ser muy franco y entabla una
áspera discusión con Monje, muchos de cuyos cuadros
habían ayudado a la organización, porque Inti y los
demás eran de ese grupo. Lo que Monje reclamaba era
imposible: ser jefe de aquella fuerza, una ambición
indignante e inoportuna.
Ya había algunos problemas, y algo que no se ha
mencionado o apenas se menciona, y que hizo mucho
daño al movimiento revolucionario en América Latina:
la división entre prosoviéticos y prochinos. Eso
dividió a toda la izquierda y a todas las fuerzas
revolucionarias en el momento histórico en que
existían las condiciones objetivas y era
perfectamente posible el tipo de lucha que el Che
fue a promover allí.
¡Los esfuerzos que tuvimos que hacer cuando sabemos
que se produce esa ruptura! En diciembre de 1966
Mario Monje viene aquí. Viene luego el segundo jefe
del Partido, Jorge Kolle. Yo los invité y les
expliqué lo que había pasado. A Juan Lechín, un
líder obrero conocido, lo invitamos también, y
estuve como tres días con él por la zona oriental
para persuadirlo de que ayudara al Che. Lo prometió.
¿Usted invita a Lechín aquí en La Habana?
Sí, porque estaba muy preocupado con la ruptura.
Pienso que realmente no había ninguna razón para
exigir aquel mando, simplemente tal vez hubiera
hecho falta un poco, digamos, de mano izquierda.
Porque, en realidad, si Monje lo pide, el Che le
podía dar el título de general en jefe, de lo que
quisiera, sin mando de tropa. Había un problema de
ambición, la aspiración era un poco ridícula. Monje
no poseía las condiciones para dirigir aquello..
¿El Che pecó por rigidez?
Lo del Che era superhonradez, era superhonradez, y
el término diplomacia, no engaño, el término astucia,
posiblemente le repugnaba.
Pero, óigame bien, si en nuestra propia Revolución ¿cuántas
veces descubrimos nosotros ambiciones en los
hombres? ¿Quién podía sustituir? ¿Quién tenía
prestigio y talento para ocupar una determinada
responsabilidad? Majaderías. Más de una vez nosotros
tuvimos que entregar mandos y hacer concesiones.
Hace falta un cierto tacto en determinadas
condiciones en que si tú vas directo no encuentras
solución. En aquel momento esa ruptura entre Monje y
el Che hacía daño.
¿Perjudicaba?
Perjudicaba mucho. No se sabe los esfuerzos que
hicimos nosotros por impedir el daño.
Para conciliar.
Usted no se imagina aquí, incluso, algunas cosas que
toleramos, errores grandes. iErrores grandes!
Cometidos a veces por uno o por otro. Hicimos
siempre, por encima de todo, una crítica al hecho,
pero con el espíritu de unidad.
Claro que Monje actuó mal, y después, ya le digo,
vino el segundo del PCB, Jorge Kolle, y lo convencí
de que, a pesar de la disciplina partidista, no
podía dejar abandonada a aquella gente. Llamé a
Lechín, conversé con él, lo convencí de que apoyara
al movimiento guerrillero.
Pero ya, cuando apenas el Che llega de su recorrido,
después de esa excursión —que se extendió, porque él
sometía a prueba a los hombres, los entrenaba a
partir de la propia experiencia que habíamos tenido
en las montañas—, entonces se encuentra aquellos
problemas allí, y casi inmediatamente hay una fuerza
enemiga que está entrando y la guerrilla cae en una
emboscada del ejército.
En un momento, sufren una traición.
[21] Y ya el
ejército sabe que hay una fuerza guerrillera en la
zona. Es cuando, digamos, prematuramente, se
desarrollan los combates, y lo que no queríamos se
produce; queríamos que, antes del primer combate,
estuviera organizado un frente, y había fuerzas con
qué organizarlo.
Sin embargo, los factores políticos vinieron a
influir. En su diario el Che lo explica todo. Se
produce lo siguiente: se divide el grupo. Él trata
todo el tiempo de buscar el contacto con "Joaquín" y
el grupo de "Joaquín", en el que estaba Tania.
[22]
Invierte todo ese tiempo y se producen una serie de
combates en el recorrido tratando de reunirse con "Joaquín".
Es cosa curiosa, el Che llevó meses buscándolo, ¡meses!
Él creía que era una mentira cuando escuchó por
radio la noticia de la destrucción de aquel grupo.
Pero, en un momento dado, se convence de que
ciertamente es real el aniquilamiento del grupo de "Joaquín",
que se había producido bastante tiempo atrás. Él
marchaba con Inti Peredo y los demás guerrilleros
hacia una zona donde Inti tenía contactos e
influencia; pero recibe aquellas noticias. Eso lo
impacta mucho y creo que, en ese momento, reacciona
con cierta temeridad. Él va, además, con algunos
compañeros que no están en buenas condiciones, casi
no pueden moverse, eso retrasa, pero va avanzando;
ya tiene cuadros bolivianos.
Todavía ese grupo, si llega a aquella zona, prospera;
pero él mismo cuenta en el diario cuando llega a una
tienda, y escribe: "Vamos precedidos por radio 'Bemba',
todo el mundo nos está esperando"; pero sigue. Llega
por el mediodía a una aldea, está vacía. Aldea vacía
es señal de cosas extrañas, de la posible presencia
de una fuerza, y él a esa hora continúa su marcha,
en pleno día. Va a la vanguardia Inti. En ese
momento, una tropa, una compañía que está
observándolo todo, mata a un miembro boliviano de la
guerrilla, a algunos otros; rechazan la pequeña
fuerza guerrillera, y el Che tenía enfermos y unos
pocos compañeros en condiciones de luchar cuando cae
allí en una zona sumamente difícil, la quebrada de
El Yuro, donde combate y resiste hasta el momento en
que una bala lo deja sin arma.
El Che no era hombre que pudiera caer prisionero;
pero una bala le obstruye su fusil, y, ya muy cerca,
lo hieren. Está herido y sin fusil, así es como lo
apresan y llevan a un pueblito cercano, La Higuera.
Al día siguiente, el 9 de octubre de 1967, al
mediodía, lo ejecutan a sangre fría. El Che sí que
no habría temblado jamás, porque, al contrario,
cuando tenía una situación de peligro era cuando más
se crecía.
¿Usted piensa que él se hubiese inmolado?
Bueno, yo antes de caer prisionero me hubiera
inmolado. Es seguro que él lo habría hecho también;
pero es que él no tiene alternativa, está
combatiendo, que es lo que tiene que hacer. El Che
era el hombre que luchaba hasta la última bala, y
que no tenía ningún temor a la muerte.
¿Cómo se entera usted de la muerte del Che?
Aunque consciente de los peligros que él estaba
corriendo desde hacía meses, y de las condiciones
extremadamente difíciles que enfrentaba, su muerte
me pareció algo increíble, un hecho, no sé, al que
uno no puede acostumbrarse fácilmente. Pasa el
tiempo y, a veces, uno sueña con el compañero que
murió, y lo ve vivo, conversa con él y, de nuevo, la
realidad nos despierta.
Hay personas que, para uno, no murieron; poseen una
presencia tan fuerte, tan poderosa, tan intensa, que
no se consigue concebir su muerte, su desaparición.
Principalmente por su continua presencia en los
sentimientos y en los recuerdos. Nosotros, no solo
yo, sino el pueblo cubano, sufrimos de manera
extraordinaria con la noticia de su muerte, aunque
no fue inesperada.
Llegó un cable noticioso informando lo que había
ocurrido en la quebrada de El Yuro el 8 de octubre
de 1967. En la mayoría de los cables lo que se
anunciaba era mentira, pero ese cable narraba algo
que había ocurrido realmente, porque aquella gente
no tenía la imaginación suficiente para inventar una
historia ajustada a la única forma en que una
guerrilla podía exterminarse. Para mí la conclusión
fue instantánea: vi que era una noticia veraz.
El hábito de estar siempre interpretando cables, en
que tú ves mentiras, mentiras y mentiras, sin
ninguna imaginación, y de repente te das cuenta de
que no podían inventar la historia de la única forma
como pudieron liquidar a ese grupo.
Ahora, lo interesante no es leer solo lo que escribe
el Che en su diario, sino lo que escribieron los
jefes que combatieron contra él. Es impresionante la
cantidad de combates y de éxitos que tuvo aquel
puñado de hombres.
Nosotros sufrimos mucho —era lógico que sufriéramos
cuando llega la noticia de su muerte, comprobada.
Fue por eso que, en el dolor de la muerte, por
aquellos días pronuncié un discurso
[23] en que
pregunto: "¿Cómo queremos que sean nuestros hijos?",
y respondo: "Queremos que sean como el Che", y eso
se convirtió en una consigna de nuestros pioneros: "Pioneros
por el comunismo: Seremos como el Che".
Después llegó el diario; no se sabe lo que vale,
para conocer todo lo ocurrido, su idea, su imagen,
su entereza, su ejemplo. Un hombre de un pudor, de
una dignidad y de una integridad enormes, es lo que
es el Che y lo que el mundo admira. Un hombre
inteligente, un visionario. El Che no cayó
defendiendo otro interés u otra causa que la causa
de los explotados y de los oprimidos de América
Latina. No cayó defendiendo otra causa que la causa
de los pobres y de los humildes de la Tierra. La
causa del Che triunfará, la causa del Che está
triunfando.
Su imagen está en todo el mundo.
El Che es un ejemplo. Una fuerza moral
indestructible. Su causa, sus ideas, en esta hora de
lucha contra la globalización neoliberal, están
triunfando. Y luego, en junio de 1997, ¡qué mérito
el de los que encontraron su cadáver y el de otros
cinco compañeros! Hay que agradecer, incluso, a los
bolivianos, a las autoridades; cooperaron, ayudaron.
¿Para encontrar sus restos?
Ese hombre, Jorge González, que hoy es rector de
nuestra Facultad de Ciencias Médicas, ¡qué mérito!,
cómo lo encontraron, eso es milagroso.
¿Cuál es la gran lección que deja el Che?
¿Qué queda? Yo pienso que lo más grande son
realmente los valores morales, la conciencia. El Che
simboliza los más altos valores humanos, y un
ejemplo extraordinario. Creó una gran aureola y una
gran mística. Yo lo admiraba mucho, y lo apreciaba.
Siempre produce mucho afecto esa admiración. Y le
expliqué la historia de por qué yo me acercaba mucho
a él.
Son muchos los recuerdos que nos dejó, imborrables,
y por eso digo que es uno de los hombres más nobles,
más extraordinarios y más desinteresados que he
conocido, lo cual no tendría importancia si uno no
cree que hombres como él existen por millones,
millones y millones en las masas. Los hombres que se
destacan de manera singular no podrían hacer nada si
muchos millones, iguales que él, no tuvieran el
embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas
cualidades. Por eso nuestra Revolución se interesó
tanto por luchar contra el analfabetismo y por
desarrollar la educación, para que todos sean como
el Che.
(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel,
conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por
Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La
Habana, 2006, páginas 331-348) ©
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