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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Cien Horas Con Fidel-Capítulo 10-Revolución, primeros pasos, primeros problemas.

 
 
 
 

 

REVOLUCIÓN, PRIMEROS PASOS, PRIMEROS PROBLEMAS

 

UNA TRANSICIÓN - SECTARISMO – JUICIO PÚBLICO A LOS
TORTURADORES – LA REVOLUCIÓN Y LOS HOMOSEXUALES -
LA REVOLUCIÓN Y LOS NEGROS – LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES -
LA REVOLUCIÓN Y EL MACHISMO –
LA REVOLUCIÓN Y LA IGLESIA CATÓLICA



Ustedes, en enero de 1959, no instauran el cambio revolucionario de la noche a la mañana, sino que instalan una especie de transición, ¿verdad?

Nosotros ya habíamos designado un gobierno. Yo había planteado que no aspiraba a la Presidencia. Me interesaba demostrar que no luchaba por intereses personales. Buscamos un candidato, y escogimos a un magistrado que se había opuesto a Batista y había absuelto a los revolucionarios en un importante juicio.

¿Manuel Urrutia?

Urrutia. Gana prestigio. Lástima que no hubiera tenido un poco más de modestia, sencillez y sentido común.

¿Usted no quería ser presidente en aquel momento?

No, a mí no me interesaba. Lo que quería era Ia Revolución, la lucha, el desarrollo de nuestro heroico Ejército Rebelde. Bueno, podía venir una elección en un momento dado y yo podía aspirar a la Presidencia si lo deseaba; pero no andaba en eso. Estaba interesado en las leyes revolucionarias y en la aplicación del programa del Moncada.

Es decir, ¿usted hizo toda esa guerra sin ambición personal de llegar a ser presidente inmediatamente después?

Le puedo asegurar que así fue, en efecto. Tal vez influyeron otros factores, aparte del desinterés; puede haber habido un poco de orgullo, algo de eso; pero lo cierto es que no me interesaba. Recuerde que ya yo me había dado por muerto hacía mucho rato. Luchaba por una Revolución, y los cargos no me importaban. La satisfacción de la lucha, del éxito, de la victoria, es un premio mucho más grande que cualquier cargo, y cuando planteé aquello de que no quería ser Presidente lo hice rnuy deliberadamente. Nuestro Movimiento promovió para Presidente a Urrutia, y realmente le respetamos sus atribuciones. Entre él y el Movimiento 26 de Julio nombraron el gabinete, y en el 26 de Julio una parte de la dirección era gente de capas medias y más bien de derecha, que se habían sumado en el carnino; otros eran de izquierda.

Algunos han escrito sus memorias, y muchos de ellos siguieron después con Ia Revolución. Han contado cosas interesantes y honestas de lo que pensaban, las discusiones con el Che y Camilo.

¿El Che desconfiaba de algunos dirigentes?

El Che era muy suspicaz y rnuy desconfiado de algunos, porque había visto también los problemas de la huelga de abril de 1958 y pensaba que algunos de los dirigentes del 26 con quienes conversó en Villa Clara durante Ia guerra eran de incorregible ideología burguesa. El Che era muy partidario de la reforma agraria y ellos hablaban de una reforma agraria muy moderada, con indemnizaciones y otros elementos o trabas.

El Che, sin embargo, era partidario de la unidad de las fuerzas revolucionarias. Existía por otro lado el anticomunismo, tenía fuerza e influía, algo que él rechazaba. Aquí, en la época del macartismo, se sembró veneno y se sembraron prejuicios por todos los medios. Y frente al anticomunismo de no poca gente de extracción burguesa y pequeñoburguesa, estaba el sectarismo de no pocos comunistas.

¿De ultraizquierda?

No, de los comunistas, de la gente del PSP [Partido Socialista Popular].[1] Porque también de cierta forma se habían desarrollado en su seno métodos y hábitos sectarios.

Aquel Partido siempre mantuvo buenas relaciones conmigo y más tarde con el 26 de Julio. En su librería de Ia calle Carlos III adquirí Ia mayor parte de los clásicos de Ia literatura marxista que leí cuando era estudiante.

Cuando nuestro movimiento, nacido después del golpe de Estado, se organizó y lanzó el ataque contra el cuartel Moncada, en un intento por derrocar aquel régimen espurio y odiado por la inmensa mayoría del pueblo, lo hizo de forma absolutamente secreta, como solo podría llevarse a cabo tal acción. Ya lo expliqué. En la ulterior represión, varios dirigentes comunistas, entre ellos Lázaro Peña, fueron arrestados por las fuerzas represivas que buscaban a Blas Roca. Este, que estaba casualmente en Santiago, se había marchado un día antes del 26 de julio En el mismo pabellón donde yo estaba, aislado en una celda con rejas, veía a Lázaro Peña caminar por el pasillo con su nobleza y dignidad reflejadas en el rostro, injustamente acusado como cómplice del asalto. Algunos fuera del país enarbolaron desde la izquierda ia teoría del putsch. No se Ies puede culpar, porque nadie podía conocer el pensamiento íntimo de los que realizamos aquella acción ni estaba en condiciones de saber que una nueva táctica surgía entre las mil y una formas de luchar por cambiar una sociedad. Cuando los de nuestro grupo salimos de nuevo a la calle, liberados por la presión del pueblo, se reanudaron mis contactos directos con los antiguos compañeros comunistas en las luchas comunes universitarias. Flavio Bravo, antiguo dirigente de Ia juventud del PSP, era el contacto. De hecho el 26 de Julio y el PSP éramos aliados y ellos conocían nuestro plan de marchar a México, por lo cual Ia alta dirección clandestina de aquel partido conocía de nuestros propósitos y en principio estaban de acuerdo y deseosos de mantener el intercambio y la cooperación en la lucha contra la tiranía.

Transcurría el año 1956. En México tuvimos dificultades serias, incluso muchos de nosotros fuimos arrestados. La situación en Cuba no era todavía crítica. En las tesis clásicas del movimiento comunista, la acción revolucionaria estaría siempre precedida de grandes crisis económicas. Las condiciones en ese segundo semestre del 56 no parecían las más favorables para un estallido revolucionario. Flavio Bravo nos visita en México. Nos transmite el criterio de la dirección de su partido, solicitándonos que postergáramos la acción. Flavio era como un hermano. Tal vez le dimos demasiada importancia a nuestra propia promesa de que en el 56 seríamos libres o seríamos mártires. Pero nadie renuncia a aquello en lo que cree, y yo creía en lo que estábamos haciendo.

Partimos, desembarcamos, y tres días después sufrimos el terrible revés de la Alegría de Pío. Ya he narrado lo ocurrido. Una feroz persecución fue desatada contra los expedicionarios dispersos: muchos fueron asesinados. Los comunistas denunciaron y condenaron los crímenes. La tiranía, envalentonada, sació su odio asesinando en diciembre a numerosos revolucionarios, entre ellos varios líderes sindicales comunistas.

Todo parecía perdido. Emergieron teorías sobre factores objetivos y subjetivos, como causa de las dificultades, en una revista de izquierda ajena al 26 de Julio, que compartió incluso un compañero de los que había venido en el “Granma” y estaba en prisión. Por aquellos días sumamente duros, en la Sierra Maestra unos pocos sobrevivientes seguíamos creyendo que aún en esas circunstancias había que luchar por la victoria. Ciertamente en nuestro país las condiciones subjetivas desempeñaron un considerable papel.

Llega un momento en que los sobrevivientes del “Granma”, con el apoyo de los campesinos y los refuerzos de jóvenes de Manzanillo, Bayamo, Santiago y algunos otros puntos del país, enviados por Frank País y Celia Sánchez Manduley, logramos reconstruir nuestro destacamento, que ya experimentado y aguerrido, aunque pequeño todavía —apenas 250 hombres—, fue capaz de extender sus operaciones, con cuatro columnas, hasta las proximidades de Santiago de Cuba e invadir la extensa y estratégica región oriental.

El líder histórico del Partido Socialista Popular, Blas Roca, era un hombre de origen muy humilde, nacido en Manzanillo, autodidacta, luchador incansable por Ia divulgación de las ideas marxistas-leninistas y el desarrollo de su partido en Cuba. Bias Roca había tenido que vivir un tiempo fuera del país por razones obvias. En esa etapa de la clandestinidad, Aníbal Escalante asume la responsabilidad principal como Secretario de Organización. Al triunfo de la Revolución, poseía gran autoridad, y desde ese cargo actúa prácticamente como jefe de su partido. Era un hombre capaz, inteligente y buen organizador, pero con el arraigado hábito sectario de filtrar y controlar todo a favor de su partido. Eran las viejas tácticas y manías de una etapa de la historia del comunismo, la mentalidad de gueto engendrada por la discriminación, la exclusión y el sentimiento anticomunista a que fueron sometidos durante tanto tiempo.

En los primeros tiempos de la Revolución, ya finalizada la guerra, esto lo hicieron incluso con el Movimiento 26 de Julio, a pesar de nuestras excelentes relaciones. Eran métodos incorrectos utilizados por personas indiscutiblemente honradas y sacrificadas, revolucionarias y antimperialistas.

Aníbal Escalante introdujo ese método en la organización, y con ello creó un grave problema de sectarismo que estaba haciendo mucho daño a ia unidad —cuando ya habíamos constituido las ORI [2] y contábamos con una dirección nacional unitaria—, lo que fue públicamente denunciado por mí, única forma de enmendar Ia situación creada. Lo doloroso es que Aníbal, dentro de Ia dirección de su partido, fue partidario del apoyo a la lucha armada contra Batista.

A pesar de aquellos lamentables errores, se mantuvo inalterable Ia unidad. Por mi parte, fui capaz de pasar tranquilamente por encima de aquella infidelidad política. No había en mí vanidad alguna, lo que prevalecía y deberá prevalecer siempre es modestia y unidad en Ia conducta de los que aspiren a cambiar la sociedad y el mundo. Fui defensor sereno y ecuánime de la unidad en circunstancias muy difíciles.

Aníbal no fue nunca un traidor, ni le guardo rencor alguno. Su hermano César, que fue secretario ideológico de las ORI, muerto prematuramente a los pocos años del triunfo, fue uno de los comunistas más honestos, desinteresados y leales que conocí en mi vida. Con gran dolor sufrimos su larga y dolorosa enfermedad. Conocí sus esperanzas con cada nuevo medicamento que buscábamos para él. Hoy tal vez se habría salvado.

Retomando el hilo inicial de nuestra conversación, puedo afirmar que la pequeña isla que permaneció sola cuando en la contienda entre el imperio dominante y el Estado soviético éste se derrumbó y aquél se hizo unipolar, fue capaz de resistir demostrando que nada es imposible.

En Ia vida real se mezclan los grandes acontecimientos politicos del mundo y la batalla entre los seguidores de los comuneros de París y las miserias de abyectos gobernantes del imperio que nos arrebató no sólo la riqueza y el sudor de nuestro pueblo, sino la independencia y lo más hermoso de Ia historia y la tradición de un país. Nuestro pueblo ha realizado Ia gran proeza que usted menciona, y es de esperar que sea capaz de seguir escribiendo páginas hermosas en su lucha por un mundo mejor.

Cuando termina la guerra, ustedes habían prometido juzgar y eventualmente castigar con Ia pena capital a miembros del aparato represivo de Batista, y crearon los “tribunales revolucionarios”, que llevaron a cabo una depuración que muchos observadores consideraron excesiva.

Fueron juzgados, y unos cuantos sancionados a la pena capital.

¿Usted piensa que eso fue un error?

¿Cuál?

Esos juicios públicos que se hicieron en las semanas después del triunfo y esas ejecuciones.

Yo pienso que los errores pudieron haber estado en la forma, digamos, en que se realizaron esos juicios, utilizando lugares públicos donde podían reunirse numerosas personas del pueblo justamente indignadas por los miles de crímenes cometidos. Podía chocar, y efectivamente chocó, con nuestra propia concepción de la justicia. Eso fue muy explotado por Estados Unidos. No tardamos en rectificar lo que sin duda fue un error. Pero los genocidas fueron juzgados y sancionados en virtud de leyes previas aprobadas por la Revolución en plena guerra. No nos arrepentimos, aunque siento lástima al recordar cuán amargo debió ser para ellos el odio que con razón el pueblo sintió por sus repugnantes crímenes.

Yo había estado en el “Bogotazo”, como le conté, y vi lo que es un pueblo sublevado. Aquí, cuando Ia caída de Machado, en 1933, los machadistas fueron arrastrados por las calles, hubo asaltos y saqueos de casas, venganza popular. Durante toda la guerra, pensando en la violencia de masas que acompaña a las victorias populares, advertimos a nuestro pueblo sobre eso. Nosotros teníamos una emisora de onda corta de un kilowatt en la cima de una montaña, en la etapa final de Ia guerra, que tenía en ese tiempo el rating más alto de Cuba a determinadas horas entre todas las emisoras de radio, y a través de ella decíamos al pueblo que nuestro Movimiento no quería gente arrastrada por las calles, ni venganzas personales, porque habría justicia. Todavía influían mucho en nosotros los famosos juicios de Nuremberg, ocurridos apenas doce años antes al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

Nadie dice que ésta fue, tal vez, la única Revolución en que fueron juzgados y sancionados los principales criminales de guerra, que no asaltó ni arrastró a la gente ni tomó venganza por sus manos. Aquí no se linchó a nadie. Y ganas no faltaban. Porque los crímenes cometidos por los esbirros de aquella tiranía, que se creían impunes, fueron espantosos. Y si no hubo linchamientos ni baño de sangre se debió a una prédica y a una promesa: “Los criminales de guerra serán juzgados y sancionados ejemplarmente.”

Nosotros estábamos aplicando el programa del Moncada. Todo el mundo lo conocía. La sanción a los criminales de guerra, sin embargo, fue muy utilizada para difamar a la Revolución, aunque su conducta fuera ejemplar. Se cometió el error que ya expliqué, por la excesiva participación de público...

Hubo un juicio público en un coliseo deportivo.

Sí, pero hay otro tema, y es de carácter humano. Esbirros que cometen crímenes monstruosos en cualquier parte, todo el mundo casi sin excepción piensa que deben ser sancionados severamente; pero cuando llega el momento exacto en que el ejecutor más directo es condenado y va a ser ejecutado, hay personas que reaccionan con dolor e incluso con lástima.

Con misericordia.

No hay relación equivalente entre la conciencia que tiene la gente de que el castigo es merecido, su convicción de que los crímenes cometidos son algo monstruoso, y su rechazo emocional a la ejecución de la pena de muerte. Existió el tribunal de Nuremberg, como ya mencióné, para los criminales de guerra nazis, sin leyes previas —no olvidarse—, que aplicó penas de muerte, de cadena perpetua y otras muy severas. Creo que Rudolph Hess, aquel que se lanzó en paracaídas sobre Inglaterra, estuvo preso no sé cuantos años; otros murieron, y aquellos nazis eran los campeones olímpicos de Ia barbarie.

A nosotros nos ocurría una cosa: cuando era una cuestión de vida o muerte para nosotros —un caso grave de traición o espionaje— un consejo de guerra podría sancionar a Ia pena capital. Hubo muy pocos casos, en dos años de guerra. Y ¿sabe lo que ocurrIa? Que nuestra gente sentía repugnancia por esa tarea, había que seleccionar bien el personal para cumplir un deber desagradable en los poquisimos casos en que resultó necesario aplicar la pena capital.

¿Ustedes ya habían tenido que aplicar la pena de muerte en la Sierra?

Sí. Porque hubo alguna gente que ponía en peligro a toda la tropa. Hubo traidores que llevaron hasta tres veces al Ejército al punto donde estábamos. A uno de los primeros que se habían unido a nuestra tropa rebelde, los de Batista lo capturaron y lo convirtieron en traidor.[3] Hubo prácticos, de los que iban y salían llevando y trayendo mensajes entre la Sierra y el llano, que a veces caían prisioneros. Hubo gente buena que hasta cayeron en una emboscada nuestra; venían prisioneros del enemigo con la misión, aparentemente aceptada por ellos, de matarnos, y su verdadero propósito era informarnos de lo ocurrido. De milagro sobrevivían a la emboscada.

Los soldados de Batista usaron métodos esquemáticos de ese tipo, proponían perdonarles Ia vida a los que veían con posibilidades de ser utilizados; entonces no los mataban, les perdonaban la vida, les ofrecían veinte cosas para que nos ubicaran a fin de eliminar al grupo completo o asesinarme.

Tuvimos que juzgar y ejecutar, no hubo alternativa ni vacilación en eso.

Y lo que pasó despues con los juicios en La Habana fue un error, pero un error que no estaba movido por odio o crueldad. A un hombre que había matado a decerias de campesinos se le juzga, pero se le juzga en una sala donde había miles de personas, donde el repudio al asesino era universal. [4]

En un estadio, ¿no?

No era en un circo romano, no era un estadio de pelota, pero era un coliseo deportivo, y eso fue utilizado por Ia maquinaria imperialista de publicidad. Aquí se crearon tribunales que juzgaron de forma tradicional y sancionaron a los que cometieron crímenes de guerra. Aquel caso fue excepcional. Pero uno mismo ve a un hombre que está siendo juzgado ante miles de personas y, aunque sea el peor de los asesinos, tiende a apiadarse de él.

Parecía un escarmiento.

Lo fue, pero eso incluso se rectificó.

Uno de los reproches que se le hizo a la Revolución, en los primeros años, es que se dice que hubo un comportamiento agresivo, un comportamiento represivo contra los homosexuales, que hubo campos de internamiento donde los homosexuales eran encerrados o reprimidos. ¿Que me puede usted decir sobre ese tema?

En dos palabras, usted está hablando de una supuesta persecución a los homosexuales.

Yo le debo explicar de dónde nace eso, por qué nace esa crítica. Le puedo garantizar que no hubo nunca persecución contra los homosexuales, ni campos de internamiento para los homosexuales.

Pero hay bastantes testimonios sobre eso.

Que tipo de problema se produjo? Nosotros, por aquellos primeros años, nos vimos envueltos en una movilización casi total del país, ante los riesgos de agresión inminente por parte de Estados Unidos que realmente tuvieron lugar: guerra sucia, invasión de Girón, Crisis de Octubre. En toda aquella etapa hubo muchos presos.

Se creó el servicio militar obligatorio. Nos encontramos con tres problemas: la necesidad de un nivel escolar para prestar servicio en las Fuerzas Armadas, debido a la tecnología sofisticada, porque tú no puedes entrar con segundo, tercero o sexto grado, tenías que tener por lo menos siete, ocho o nueve grados, y después más. A algunos hombres teníamos que extraerlos de las universidades e incluso utilizar a muchos graduados. Para manejar una batería de cohetes tierra-aire tenían que ser graduados universitarios.

En ciencias, me imagino.

Usted lo sabe muy bien. Eran cientos de miles de hombres, todo eso afectaba las distintas ramas, no solo los programas de preparación, sino también ramas importantes de la economía. Había personas que no tenían capacidad y el país necesitaba de ellas por Ia gran sustracción que se hacía a centros de producción. Ese era un problema a enfrentar

Había a su vez algunos grupos religiosos que, por principio o por doctrina, no aceptan Ia bandera o no aceptan las armas. Eso a veces lo tomaba alguna gente como pretexto para crítica u hostilidad.

Por último estaba la situación de los homosexuales, que no eran Ilamados al servicio militar. Usted se encuentra con problemas de resistencia fuerte contra los homosexuales, y al triunfo de la Revolución, en esa etapa de que estamos hablando, el elemento machista estaba muy presente en nuestra sociedad y prevalecían aún ideas contrarias a la presencia de los homosexuales en las unidades militares.

Estos tres factores determinaron que no se les Ilamara a las unidades militares; pero adicionalmente aquello se convertía en una especie de factor de irritación, ya que eran excluidos de tan duro sacrificio y algunos usaban el argumento para críticar aún más a los homosexuales.

Con aquellas tres categorías de los que por una razón o por otra estaban excluidos, se crearon las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), donde participaban personas de las categorías mencionadas. Eso fue lo que ocurrió.

¿No eran campos de internamiento?

Esas unidades se crearon en todo el país y realizaban actividades de trabajo, principalmente de ayuda a la agricultura. Es decir, no afectaba sólo a la categoría de homosexuales, aunque si ciertamente a una parte de ellos, a los que eran llamados al servicio militar obligatorio, una obligación en la que estaba participando todo el mundo.

De ahí nace el problema, y es cierto que no eran unidades de internamiento, ni eran unidades de castigo; al contrario, se trataba de levantar la moral de los que ingresaban en esas unidades, presentarles una posibilidad de trabajar, de ayudar al país en aquellas circunstancias difíciles. Estaban también muchas personas que por razones religiosas tenían la oportunidad de ayudar de otra manera a la patria; prestaban el servicio no en las unidades de combate, sino en unidades de trabajo, e incluso recibían en el orden material los mismos beneficios que cientos de miles de reclutas incorporados a las Fuerzas Armadas en virtud del Servicio Militar.

Claro, después, en una visita realizada a Camaguey, recorriendo uno de sus planes agricolas, conocí de Ia distorsión en algunos lugares de la idea original, porque no te puedo negar que había prejuicios con los homosexuales. Indique personalmente revisar este tema. Aquellas unidades apenas duraron tres años.

Más adelante, después de superadas las deficiencias iniciales, surgió nuestro prestigioso Ejército Juvenil del Trabajo que tiene ya más de 30 años de fundado. Sus integrantes realizan una preparación militar previa y el resto del tiempo lo dedican a producir para la población. Han laborado en la construcción de viviendas, de escuelas, la reparación y construcción de vías férreas y otras tareas de carácter económico y obras de infraestructura. También ha sido decisiva su participación en la producción agrícola en aquellas regiones donde existe deficit de fuerza de trabajo. Su meritorio papel en los mornentos difíciles del período especial, les ha ganado el reconocimiento del pueblo.

¿Usted considera que esos prejuicios eran un aspecto del machismo?

Era una cultura, pasaba igual con otros sectores. Sí Ie puedo decir que jamás la Revolución promovió esos prejuicios; al contrario, Ia Revolución promovió la lucha contra distintos tipos de prejuicios. En relación con Ia mujer había prejuicios, y muy fuertes, y con relación a los homosexuales también. Yo ahora no voy a defenderme de esas cosas; la parte de responsabilidad que me corresponda Ia asumo. Ciertamente yo tenía otros conceptos con relación al problema. Tenía opiniones, y más bien me oponía instintivamente y me habría opuesto siempre a cualquier abuso, a cualquier discriminación, porque aquella sociedad emanada de la injusticia estaba saturada de prejuicios. Ciertamente los homosexuales eran victimas de discriminación. En otros lugares mucho más que aquí, pero en Cuba sí eran discriminados. Hoy, una población mucho más culta, más preparada, ha ido superando esos prejuicios.

Debo decirle, además, que había —y hay— destacadísimas personalidades de Ia cultura, de la literatura, figuras muy prestigiosas en muchas ramas del conocimiento, que eran o son homosexuales, y han gozado y gozan, a pesar de los prejuicios, de gran consideración y respeto en nuestro país. No hay que pensar en sentimientos generalizados. En los sectores más cultos y más preparados existían menos prejuicios contra los homosexuales. De modo que Ia discriminación y el machismo son hoy y lo serán cada vez más inversamente proporcionales al nivel de cultura y conocimiento de nuestros compatriotas.

¿Usted piensa que se han combatido eficazmente los prejuicios contra los homosexuales?

Me gustaría pensar que la discriminación contra los homosexuales es un problema que está siendo superado, y así lo percibo. Confíó en ello como confíó en que nuestro pueblo será pronto uno de los pueblos más cultos, más sensibles y justos del mundo. Viejos prejuicios y formas estrechas de pensar irán quedando atrás.

Al principio también hubo conflictos entre la Revolución y algunas iglesias, prejuicios que alimentaron antisocialistas por un lado y antirreligiosos por otro. El Partido adoptó Ia drástica medida de no admitir creyentes en sus filas. Yo me considero con parte importante de esa responsabilidad, porque lo veíamos como riesgo de un posible conflicto de lealtades, y había muchos católicos, por ejemplo...

¿En el seno del Partido?

No, católicos que eran revolucionarios.

¿Pero que no podían entrar en el Partido?

Se estableció el principio de que los religiosos no podían ingresar a las filas del Partido. Podían ser creyentes tratados con toda consideración y respeto de acuerdo con su actitud política, pero no ingresar en el Partido. Y no crea que costó poco trabajo y años hacer prevalecer el criterio de que era necesario abrir a los creyentes las puertas del Partido.

¿Usted acabó por defender esa tesis?

Aunque mi posición era distinta cuando se estableció Ia exclusión al crearse el Partido, yo casi fui de los primeros defensores de la idea del ingreso de los creyentes. Hace más de 30 años entré en contacto con la Teología de la Liberación. Tuve mi primera reunión con representantes de esa corriente en el año 1971, en Chile. Me encuentro allí con muchos sacerdotes y pastores de diversas denominaciones, y me reuní en la Embajada de Cuba con todos ellos. Entonces, después de horas de intercambio, les planteo la idea, que ya venía madurando hacía tiempo, de la unión entre creyentes y no creyentes, es decir, entre marxistas y creyentes en pro de la Revolución.

Como decían los sandinistas: “Cristianismo y revolución, no hay contradicción”.

Nosotros lo dijimos mucho antes, porque la Revolución sandinista triunfa en 1979, y ya yo adondequiera que iba defendía esa idea: en Chile cuando visité a Salvador Allende en 1971, y hasta en Jamaica cuando visité a Michael Manley en 1977. Era la política que veníamos aplicando. Casi todas las Iglesias de esa corriente fueron muy receptivas. Yo proclarnaba que el cambio revolucionario necesario en el hemisferio requería la unión de marxistas y cristianos. Sostuve esas ideas y cada vez las sostengo más.

En un momento dado, dije: “Nosotros estamos planteando la unión de rnarxistas y cristianos, y en el Partido no aplicamos esas ideas, todavía tenemos las viejas.” Luchar, incluso, contra prejuicios y creencias surgidas no fue fácil, y hubo que luchar duro.

¿Hubo que luchar también contra la discriminación hacía la población negra en el seno de la Revolución?

Discriminación subjetiva no había. Porque todo revolucionario sabe que, entre los más crueles sufrimientos que afectan a la sociedad humana, está la discrirninación racial.

La esclavitud, impuesta a sangre y fuego a hombres y mujeres arrancados de África, reinó durante siglos en muchos países de este hemisferio, entre ellos Cuba. En nuestra patria fue abolida hace 120 años, en 1886, aunque sólo lo fuera formalmente. Los hombres y mujeres sometidos a ese abominable sistema continuaron viviendo durante casi tres cuartos de siglo más como obreros aparentemente libres en barracones y chozas de campos y ciudades, donde familias numerosas disponían de una sola habitación, sin escuelas ni rnaestros, ocupando los trabajos peor remunerados hasta el triunfo de la Revolución.

Usted no se imagina, tuve que hablar tres veces, cuando en un programa de radio hablé contra la discriminación racial. Nuestros adversarios habían lanzado en un momento la consigna de que a los padres les Ibamos a quitar Ia patria potestad e íbamos a enviar a los niños a Rusia —fíjese usted—, y eso caló en virtud de aquel principio goebbeliano de que una mentira repetida se convierte en verdad; no solo habló de eso, con perfidia, el nazifascista Goebbels. También habló, pero con sentido diferente, aquel conocido psicólogo, Gustavo Le Bon[5]—creo que era un psicólogo francés—, que señaló el efecto nocivo de Ia mentira reiterada.

La psicología de las masas.

Recuerdo que había leído aquel libro de Le Bon sobre la importancia que tiene el formalismo en la esfera militar, y el hábito de cuadrarse y recibir una orden. La gente iba hasta la muerte en virtud de alguien que le daba una orden. ¿Cómo se llamaba aquel libro? Creo que Psicología de las multitudes.

Sí. En francés Psychologie des foules, algo así como Psicología de las masas.

¿Y cómo se llama el autor?

Gustave Le Bon.

Gustavo Lebón, en mi francés. Aunque lo leí hace mucho tiempo, creo recordar esas afirmaciones básicas. Yo estudiaba entonces en la Universidad.

Es un clásico.

Bueno, le contaba que cuando hablé por primera vez en Ia radio de discriminación racial, tuve que volver a hacerlo dos veces más. Claro que desde el primer momento aplicamos medidas revolucionarias y se acabaron los clubes, las escuelas y toda institución donde no se admitieran personas de piel negra o ni siquiera mulata, aunque las aplicamos con todo el cuidado posible.

Había también hoteles que no admitían negros.

Sí, de todo; y playas, que en su mayor parte eran privadas y se hallaban vedadas a los negros y muchas veces a los blancos pobres. También escuelas. En la que yo estudié aquí, el Colegio de Belén, ya le conté, había mil alumnos, y no se admitían negros ni mulatos.

En Belén existía una escuelita adjunta, y allí admitían algunos. Hablé, cuando vino el Papa Juan Pablo II, en enero de 1998, de aquellas escuelas católicas que no admitían negros y le expliqué aspectos de la discriminación racial.

Nosotros, después de la victoria, éramos bastante ignorantes acerca del fenómeno de la discriminación racial, porque creíamos que bastaba con establecer una igualdad ante la ley, y eso se aplicaría sin discusión. En un programa de televisión abordé el tema: las “bolas” o rumores que lanzaron después eran repugnantes, como ocurrió en aquella ocasión que le conté sobre los niños que ibamos a enviar para Rusia, y algunas de esas mentiras repetidas tenían su efecto. No sé si Le Bon explicaba que a veces, mientras más exagerada y absurda fuera la mentira, mayor riesgo había de que pudiese ser tomada como cierta.

Después de aquello vino la Crisis de Octubre, en 1962, suspendieron los vuelos para Estados Unidos, pues hasta ese momento salían aviónes directamente para ese país. Nosotros nunca pusimos restricción a la salida de aquella gente y más de una vez abrimos el camino. En una ocasión, después de la medida, dijimos: “Vengan en barcos particulares y busquen a sus familiares con más seguridad.”

En relación con la discriminación racial, entre tantas mentiras, después de mis palabras por televisión dijeron que íbamos a casar obligatoriamente a gente de distintas etnias, a blancos y negros, y cosas por el estilo. Y no fueron pocos los que se asustaron con aquella falsedad que removía prejuicios y chocaba con miedos atávicos e ínfulas de superioridad de algunas personas.

¿Cómo pudo Hitler hacerle creer a la gente que eran superiores a los demás, llevándolas al crimen contra otros seres humanos, si él mismo no tenía ningún tipo de ario —el ario ideal del cual hablaba—, ni Himmler, ni Goebbels? ¡lmagínese que hubiera existido la clonación en aquellos tiempos! Si se reúne fascismo con clonación, es decir, racismo con clonación, sería terrible.

Ese nuevo eugenismo puede ser una de las grandes amenazas del futuro.

Las investigaciones científicas han venido a demostrar lo que hay de diferente entre cada uno de los grupos étnicos, y no han descubierto nada, excepto cosas mínimas que no tienen que ver en absoluto con el talento. Ha venido la ciencia en ayuda de los que luchan contra el racismo. Pero mientras la ciencia, de forma incontestable, demuestra la igualdad intelectual real de todos los seres humanos, la discriminación subsiste.

Para nosotros los revolucionarios luchar contra la discriminación racial es un principio sagrado. Pero, le decía, cuando me referí la primera vez al tema, se crearon estados de opinión e inquietudes serias en una parte de la población; volví a hablar, tres veces hablé sobre la lucha contra la discriminación, que no significaba obligar a nadie a unirse con nadie, sino que se acabarían la discriminación, las injusticias, las desigualdades en el trabajo, en Ia recreación, en la educación.

Eramos entonces lo suficientemente ingenuos como para creer que establecer la igualdad total y absoluta ante la ley ponía fin a la discriminación. Porque hay dos discriminaciones, una que es subjetiva y otra que es objetiva.

¿Usted hoy está satisfecho de la situación de la población negra en Cuba? ¿O piensa que puede aún mejorar esa situación?

No. Seríamos un ejemplo de vanidad, chovinismo y autosuficiencia si dijéramos que estamos satisfechos. Aun en sociedades como la de Cuba, surgida de una revolución social radical donde el pueblo alcanzó Ia plena y total igualdad legal y un nivel de educación revolucionaria que echo por tierra gran parte del componente subjetivo de la discrirninación, ésta existe todavía de otra forma. La califico como discriminación objetiva, un fenómeno asociado a la pobreza y a un monopolio histórico de los conocimientos.

La Revolución, más allá de los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las diferencias en el status social y económico de la pobiación negra del país. Los negros no viven en las mejores casas, se les ye todavía desempeñando trabajos duros y a veces menos remunerados, y son menos los que reciben remesas familiares en moneda exterior que sus compatriotas biancos.

Pero estoy satisfecho de lo que estamos haciendo al descubrir causas que, si no se lucha resueltamente contra ellas, tienden incluso a prolongar la marginación en generaciones sucesivas. ¿Dónde están los orígenes? ¿Quienes nutren las prisiones, y por qué?

Las causas sociales.

¿Por qué hay rnarginación? La esciavitud se había acabado mucho antes del triunfo de la Revolución en 1959. Habían transcurrido 73 años desde ia abolición de la esclavitud en Cuba, el año 1886, hace 120 años.

Hemos descubierto la ley de la relación inversamente proporcional entre conocirniento, cultura y delito; por ejemplo, a más conocimiento, cultura y acceso a los niveles universitarios, menos delito. En un país de 800 mil profesionales e intelectuales, buscando datos, investigando en prisiones y en veinte lugares, vamos descubriendo las leyes de esta relación.

Cuanta menos cultura, más marginación, más delincuencia y más discriminación ¿no?

Sí, para nosotros es rnuy importante. Favorecer el acceso de los más pobres, los que eran hijos de aquellos que no tenían una carrera universitaria, a las mejores escuelas donde se llega por expediente y por exámenes.

Te asombras si analizas cuántos jóvenes entre 20 y 30 años —y todavía estamos investigando— están en las prisiones donde, a pesar de Ia masa enorme ya de profesionales e intelectuales que hay en el país, solo el 2 por ciento de los que están en prisión son hijos de profesionales e intelectuales. Cuando vas a las prisiones, descubres que muchos vienen de los barrios marginales, eran hijos de aquellos cuyas familias vivían en un cuarto en esos barrios olvidados.

¿La Revolución no ha podido acabar con esa fatalidad?

Al principio, nosotros acabarnos con algunos barrios marginales. Pero ya existia una cultura de la marginalidad: aunque tú construyas casas nuevas, los fenómenos que se daban en aquel lugar tienden a prolongarse, salvo que surja una nueva cultura a partir de los conocimientos. Los profesionales se ocupaban de los suyos, les enseñaban, repasaban, tenían mejores condiciones, en general, para asistir a las mejores escuelas.

¿A cuántos ya ha formado Ia Revolución? Bueno, ha formado a millones. Creo que la Revolución cuenta actualmente, por lo menos, con más de tres profesionales o intelectuales —médicos, ingenieros y demás— de nivel superior por cada ciudadano que tenía el sexto grado aprobado en 1959. Porque hoy los maestros son un núrnero grande y son casi todos de nivel universitario. Entre los enfermeros también hay un gran número de ese nivel.

La cultura de la marginalidad y todas sus consecuencias tienden a reproducirse. ¿Que significaban las acciones positivas?

En algunos países se ha incrementado mucho eso, la discriminación positiva.

Si, pero, para nosotros, eso no era cuestión de leyes o algo parecido. Nosotros creíamos que era un asunto de justicia y de conceptos políticos, y aquí, en realidad, la discriminación desapareció subjetivamente.

A veces, en un programa de televisión sobre Ia eficiencia de tal o más cual cuerpo policiaco, aparecía un número de muchachos negros y mestizos delincuentes... Porque, además, hay dos tipos de robos: el robo ordinario que irrita mucho, y el robo de cuello y corbata cometido por aquellos que están administrando por aquí o por allá... Le han robado a la sociedad, pero nadie se ha enterado; se enteran mucho más de aquel que llega a la casa, Ia desvalija, roba un artículo, una joya, un producto, rompen algo, y ésos son delitos que cometen los más pobres.

Llego un momento en que hablé con los que realizan esos programas para la televisión sobre la acción de los órganos de lucha contra el delito, porque verdaderamente querían ofrecer confianza acerca de la eficacia de la policía, y les dije: “No quisiera volver a ver un programa sobre eso.” Cada uno en su oficio queriendo demostrar la eficacia... y los que aparecían en las imágenes, como delincuentes, eran sobre todo muchachos negros, mestizos, y también algunos blancos, pero por lo general minoritariamente. Para qué sirve eso? Para asociar el delito que irrita más a la población a un grupo étnico determinado.

Pero hemos logrado mucho, a través de Ia educación ideológica, a través del comportamiento de la población negra, a través de su adhesión a Ia Revolución. Eran los sectores rnás pobres los que más apoyaban a la Revolución.

¿Siguieron discriminados de otra manera?

Bueno, muchos accedieron a nuevas posibilidades, pero no estaban en iguales condiciones que los otros para ingresar a las universidades, a las escuelas preferidas, a las que se llegaba por expediente y, además, por examen. La historia de los repasadores era tremenda.

Podrán críticarnos por lo que hemos tardado en descubrir eso, pero lo descubrimos. Yo tuve un día que pronunciar un discurso bien crítico, porque también todos estos problemas requieren de un tratamiento y yo, como conté, había tenido mis experiencias.

Es muy subyacente lo que pueda quedar, realmente un poco de discriminación subjetiva, en gente que tiene una cultura, que ha vivido muchos años de Revolución y ha visto los enormes logros alcanzados. Pero todavía esa discriminación se refleja en esta sociedad, quiero que lo sepa.

Entre los cuadros superiores del Estado se ven aún pocos negros.

Sí. Usted lo ve en algunos cargos de dirección, porque estamos recogiendo todavía Ia cosecha de que a los niveles universitarios accedía una proporción mucho menor de jóvenes negros y mestizos. El servicio militar masivo era de tres años. Y adoptamos medidas para estimular el estudio. Cuando ya todos eran bachilleres, de acuerdo con el comportamiento, podian pasar dos años en el servicio, en vez de tres. Fuimos rebajando el tiempo y a muchos jóvenes del servicio militar ya graduados de Bachillerato los poníamos a estudiar un año como internos en escuelas que dan un curso intensivo y les refrescan los conocimientos para que accedan a la Universidad. Un buen número ingresó por esa vía, ingresaron así de los más pobres, de los que posiblemente no habrían ingresado en las escuelas de gente seleccionada mediante examen, procedentes de sectores de más nivel social y cultural.

Realmente, estoy muy satisfecho con los 106 programas de Ia Batalla de Ideas que se están llevando a cabo, entre ellos muchos de educación, y lo primero que pregunto es composición étnica, una expresión que estaba borrada, porque parecla discriminatoria. [6]

¿Ustedes ahora prestan una atención particular a la composición étnica?

Sí. En todas las escuelas nuevas, de maestros y profesores emergentes, de trabajadores sociales, en los programas culturales y artísticos. Estamos formando instructores de arte: existen 15 escuelas formadoras, una en cada provincia, y se contempla que en los próximos diez años, 30 mil instructores de arte, escogidos por el talento, impartan sus conocimientos en centros educacionales y en las comunidades, porque hay una demanda tremenda. La composición étnica es diferente por provincia. Hay provincias con un 70 por ciento de población negra.

En las de Oriente, me imagino.

Sí. Y en otras es a la inversa. En Ia provincia de Holguín, por ejemplo, la población blanca es ampliamente mayoritaria, descendiente de agricultores canarios y de otras provincias de España. En dependencia de zonas donde hubo plantaciones esclavistas, como en Guantánamo, y de otros fenómenos históricos en nuestro país, es diferente la composición de negros, blancos y mestizos.

En las escuelas de arte, artes plásticas —pintura y escultura—, tienen que estudiar música, danza y artes dramáticas, y especializarse en una de esas manifestaciones artísticas y tener los conocimientos básicos de las demás, porque pueden ir a enseñar a una escuela y dar clases de las otras disciplinas también.

Hay una explosión de vocaciones y se están formando —unos 16 mil jóvenes— teniendo en cuenta la composición étnica, y por talento. Nos da mucha satisfacción ver, en todas esas carreras con una gran importancia social y que ofrecen derecho a estudiar en la Universidad casi de oficio, las composiciones étnicas. Le digo que todavía yo me fijo y pregunto: ‘A ver, ¿cuántos cuadros de tal tipo?” Lo mismo que usted pregunta. Hay en algunas instituciones más que en otras.

¿Se fija usted también en el porcentaje de mujeres?

Luchar contra la discriminación de la mujer fue tarea dura; hasta llego a proclamarse un codigo de carácter moral, el Codigo de Familia: la obligación para los hombres de compartir con las mujeres las tareas del hogar, la cocina, Ia atención a los hijos. Se avanzó mucho en ese terreno.

La inmensa mayoría de los que ingresaban en las universidades eran mujeres. Porque en esas edades de secundaria y de preuniversitario son más estudiosas y tenían mejores notas, en dos palabras. Y como entraban por expediente...

A nuestros médicos los enviamos a muchos países del mundo. Hay algunos países en los que su cultura local hace difícil que sea una mujer Ia que preste el servicio médico, pero tú convocabas para estudiar medicina a hembras y varones y de cada tres, dos de los que tenían mejores notas eran muchachas.

A veces para una carrera, usted decía: “Bueno, estamos muy necesitados”, y en esos casos los varones eran exonerados, incluso, del servicio militar, pero de cada tres seleccionados por expediente, dos eran mujeres. Tuvimos que asignar una cuota, digamos, 45 por ciento de hombres y 55 por ciento de mujeres, porque la inmensa mayoría de los que reunían los requisitos eran mujeres. Ese proceso, por las causas mencionadas, se traduce en que crecía la fuerza técnica femenina, y hoy el 65 por ciento de la fuerza técnica del país son mujeres.

Un progreso bien espectacular.

Las mujeres, además, tienen el parto, una función natural vinculada a ellas. Cuando dan a luz, les concedemos un año libre para que críen a los hijos, no para buscar que haya más partos, sino porque lo mejor que puede recibir un niño al llegar al mundo es la leche y la influencia de la madre.

Existen otros planes de las llamadas vías no formales para enseñar a los niños. Hay que educar a los padres. Es mucho mejor cuando es Ia madre. Por ejemplo, la separación del núcleo familiar tiene mucha incidencia en el abandono de los estudios y en aquellos muchachos que van a las prisiones. Pero cuando uno de los dos padres es profesional, aunque se hayan divorciado, como en general los niños se quedan con la madre, si ella es profesional, el efecto negativo se reduce considerablemente.

¿El efecto en materia de marginación, de delincuencia?

En el 71 por ciento de los casos de jóvenes delincuentes, un 19 por ciento no estaba ni con el padre ni con la madre. Así que con la presencia de la madre o del padre que tenga al niño —en general suele ser la madre, es el hábito—, si éstos tienen un elevado nivel cultural, tú no te percatas del efecto adverso que suele ocasionar el divorcio, la separación del núcleo; si ambos o alguno de los dos, especialmente la madre, se ocupan de los hijos, apenas hay diferencia. Aspirarnos a que las mujeres alcancen el máxirno nivel profesiónal y técnico posible por el bienestar de la familia y Ia sociedad. Antes eran terriblemente discriminadas y a su alcance estaban sólo los trabajos más humillantes; hoy las mujeres son ya por sí mismas un decisivo y prestigioso segmento de la sociedad, que constituye, ya le dije, el 65 por ciento de la fuerza técnica y científica del país.

Las mujeres se abren paso por sí mismas, son una fuerza abrumadora. Lo que tal vez se necesite en el futuro será una Federación de Hombres Cubanos.

¡Para defenderse!

¡Exacto!

Porque usted ve ya dondequiera a las mujeres ascendiendo, ascendiendo, y no han alcanzado todavía el tope, pero no han pasado en balde 46 años desde el triunfo de la Revolución.

Muchas mujeres participaron en la lucha contra Batista. Usted mismo ha mencionado a Haydée Santamaría y Melba Hernández, que ya estaban en el asalto al Moncada, y podríamos citar a otras revolucionarias célebres como Celia Sánchez o Vilma Espín. Yo quería preguntarle: ¿Hubo mujeres combatientes en la Sierra?

Sí. Yo organicé una unidad de mujeres en la Sierra, las “Marianas”. [7] Demostramos que las mujeres podían ser tan buenos soldados como los hombres. Tuve que luchar duramente contra el machismo allí, porque teníamos un grupo de armas ligeras reservadas para ellas, y algunos decían: “¿Cómo le vamos a dar a una mujer un M-1 —esto fue después de Ia última ofensiva de Batista—, por qué no me lo dan a mí?” Yo tenía una frase para algunos de ellos, se la voy a decir. Les respondía: “Mira, ¿sabes por qué? Te voy a explicar: porque son mejores soldados que tú.”

Yo mismo entrené las primeras unidades de mujeres combatientes y tuvieron un comportamiento excelente, mejor incluso que el promedio de los hombres, para qué le voy a decir otra cosa. Y fueron al combate, no estaban en oficinas ni nada parecido. No se trata de una justificación, era una realidad.

¿Piensa usted que Cuba ha dejado de ser un país machista?

Hoy podríamos decir que somos el país menos machista, no le voy a decir del mundo, pero, por lo menos, de este hemisferio. Hemos creado una cultura de igualdad y de respeto, cosa que usted sabe que en nuestras sociedades no prevalece.

No me he puesto a comparar, porque el machismo fue heredado, y sabemos muy bien como se heredó todo eso y fue cultivado en la sociedad capitalista. Esa es una herencia y nosotros éramos bastante ignorantes. Mis sentimientos eran diferentes, ya acabo de hablar del pelotón de mujeres en la Sierra; yo tenía otras opiniones, albergaba un sentimiento de solidaridad, porque veía y sufría Ia forma en que se discriminaba a las mujeres en aquella sociedad explotadora.

Pero, bueno, estamos dispuestos a escuchar, incluso, toda expresión relacionada con eso. No diría que el machismo esté totalmente superado, pero hay una enorme diferencia con lo que ocurría en aquellos primeros años a que usted se refiere, y le he contado con toda franqueza cómo era, asumimos Ia responsabilidad, y ojalá pudiéramos haber tenido suficiente cultura o circunstancias que hubieran impedido formas de discriminación que son injustas y son hirientes. En pocas palabras, es lo que le puedo responder sobre esa pregunta.

Otra acusación que se hizo contra ustedes, a los comienzos de la Revolución Cubana, fue que había persecución religiosa. Ustedes nacionalizaron las escuelas católicas, expulsaron a una parte del clero y arrestaron a sacerdotes. ¿Piensa que ahí también hubo excesos?

Nosotros nacionalizamos toda la educación, no sólo las escuelas católicas. Esta es una revolución radical profunda, yo la califico así, lo puedo justificar y demostrar, donde no hubo un solo sacerdote fusilado. Eso es parte de una política y de una concepción, no sólo de principios éticos, sino también de principios politicos. Le interesaba al imperialismo o al gobierno imperialista de Estados Unidos presentar a Ia Revolución Cubana como una revolución antirreligiosa, a partir de los conflictos que se produjeron en los primeros años y que nos obligaron a determinadas medidas. Por ahí comenzó la conspiración, y realmente, no podíamos cruzarnos de brazos. Ocurrieron cosas muy duras.

¿Qué cosas?

Bueno, por ejemplo, la Operación Peter Pan, el secuestro, prácticamente, de 14 mil niños cubanos después de que nuestros adversarios inventaran la atroz calumnia de que la Revolución les iba a quitar a los padres la patria potestad. Con ese pretexto o debido a ese temor absurdo fueron enviados clandestinamente a Estados Unidos 14 mil niños, y en ese secuestro participaron algunos sacerdotes católicos que estaban contra la Revolución y también sacerdotes católicos de Miami. [8]

¿Se llevaron 14 mil niños para Estados Unidos?

Sí, se los llevaron porque inventaron un decreto supuestamente listo para privar a los padres de Ia patria potestad. Cuando se trata de cosas que tienen que ver con sentimientos tan íntimos la gente enloquece, Ia enganan fácilmente debido al tipo de mentira, el momento y la forma de divulgarla. En este caso, frente a un sentimiento como el de Ia paternidad, aquella idea loca chocaba más bien con un instinto de la gente, que no la procesaba. Por eso aquí, incluso, lograron asustar a muchos padres de capa media y se facilitó el éxodo, el envío clandestino, y algunas familias se separaron de ellos para siempre.

Después, más adelante, Ieyendo los libros de Shólojov: Guerra en el Don, El Don ensangrentado, [9] y otros, descubro por mi cuenta, no lo sabía, que ya en las novelas de Shólojov aparecían esas mentiras sobre la patria potestad, eran viejísimas. Figúrese, yo tenía que decir: “¿Y quién se va a encargar de todos esos niños si se suprime la patria potestad?” Después de 46 años aún no tenemos suficientes instalaciones para todas las madres que quieren enviar a sus niños al círculo infantil.

Dijeron otra cosa más horrible: que esos niños iban a ser convertidos en carne enlatada.

¡Qué horror!

Que los íbamos a enviar para Ia URSS, que en la URSS los iban a convertir en carne enlatada que enviarían después a Cuba.

¡Qué cosa monstruosa!

Eso era fantasía pura, y no por ser una pérfida fantasía dejó de creerla un número de personas; se cree porque la mentira está asociada a un instinto tan poderoso como el instinto materno y paterno, sobre todo el materno.

¿Y se llevaron a los niños?

Sí, se llevaron 14 mil.

¿Pero los fueron sacando de forma clandestina?

No exactamente así, porque se permitía viajar a los que lo desearan, incluso médicos, que tanta falta hacían en Cuba. Se Ilevaron la mitad de los médicos que tenía nuestro país. No había muchos requisitos de trámite, y a los niños se los llevaban más bien de forma fraudulenta, enviándolos solos o con algún amigo, burlando las normas y sin seguridad alguna de lo que ocurriría con ellos. Es posible que se cumplieran algunos requisitos de pasaporte y documentos. Por supuesto, ningún sector humilde, pobre o discriminado envió a sus hijos; tenían fe ciega en la Revolución y constituIan la gran mayoría. Fueron sectores de más ingresos, y no pocos de familias ricas, pero los niños no tenían ninguna culpa.

Hay gente que quería irse, y nadie se lo impedía; pero lo que hicieron fue injustificado. Muchos padres se quedaron esperando, pensando que la Revolución no duraba, y que mandarían luego a buscar a sus hijos de regreso; lo real es que enviaron a 14 mil niños, muchos de los cuales ahora son mayores y crítican a sus padres. Allá en Miami no tenían dónde alojarlos, los albergaron, incluso, en sitios que fueron edificados para delincuentes o con cualquier otro propósito. Muchos niños cubanos fueron regados por Estados Unidos.

¿Y la Iglesia tuvo una responsabilidad en este secuestro gigante?

Es quizás una de las cosas más dolorosas. En eso estuvieron comprometidos algunos sacerdotes y miembros de cierta jerarquía, tanto en Miami como en Cuba; es algo sobre lo que no deseamos hurgar. La salida de los ciudadanos hacía Estados Unidos no estaba prohibida. No se les ponía ninguna traba, los más elementales requisitos de identidad y nada más. No era justificable enviar los niños de cualquier forma con cualquier papel o sin papel. La contrarrevolución, apoyada por el gobierno de Estados Unidos, fabricó el falso decreto, lo divulgó y se llevaron a 14 mil niños sobre Ia base del miedo y del terror.

¿Ustedes no se dieron cuenta?

Nosotros, ya le digo, nunca pusimos restricciones para salir, e iban y venían. El gobierno de Estados Unidos abrió las puertas de par en par para llevarse a los técnicos, a los maestros, a los médicos, a los obreros calificados, y además disponer de personal abundante para reclutar en sus filas a invasores y soldados para atacar nuestro país. Esos hechos fueron bien graves. ¡Cuál invento no hicieron!

Ocurrieron cosas muy serias en ese sentido. No vamos a culpar a Roma de eso, ni vamos a culpar a la Iglesia Católica, porque había muchos católicos revolucionarios. Por problemas contrarrevolucionarios hubo algunos sancionados.

¿Sacerdotes?

Sí, pero no estuvieron mucho tiempo presos. En la expedición de Girón vinieron con los mercenarios tres sacerdotes que eran... ¿Cómo les llaman a los que acompañan y predican a los soldados en los ejércitos?

Capellanes.

Sí. También nosotros teníamos un capellán en Ia Sierra Maestra, un sacerdote católico que se unió a los rebeldes, hasta llego a alcanzar grado de comandante y a tener un uniforme verde olivo, el padre Guiliermo Sardinas, muy conocido y muy querido. No es que nuestros compañeros fueran muy practicantes de la religión católica, de los que van a la iglesia, pero aquí casi todo el mundo estaba bautizado y al que no estaba bautizado, como le dije, lo Ilamaban “judío”.

Le estaba diciendo que no era sólo cuestión de principios, sino, además, de elemental sentido común político: un sacerdote fusilado aquí, hace rato que habría sido elevado al martirologio, un regalo para el imperio y un agravio a muchos honestos creyentes en Cuba y en el mundo.

¿La Revolución Cubana tuvo un particular cuidado con los sacerdotes?

Algunos hechos fueron graves, pero nunca hubo un sacerdote fusilado. Y ésta es la única revolución radical que no ha fusilado sacerdotes. En Mexico, usted conoce lo de los cristeros, [10] y en muchas otras revoluciones ocurrió lo mismo. Si analiza la historia de Francia, donde usted adquirió, pienso, mucho de su pensamiento aunque naciera fuera de ese país...

La Revolución Francesa fue muy anticlerical.

Acuérdese de los tres Estados. En esa revolución de 1789 se mataron unos a otros, porque el bajo clero estaba con la revolución y la jerarquía eclesiástica estaba con el poder feudal, aunque algunos incluso de aquella jerarquía se pasaron a la revolución. No conozco ninguna revolución donde no haya sucedido algo parecido.

En la Revoiución de Octubre —yo no sé si habrá quienes nieguen ahora que en 1917 hubo una revolución en aquel país que después se llamó la Unión Soviética—, allí también ocurrieron sucesos de esta índole.

En el año 1910 se inició la revolución en Mexico, una importante revolución social, una verdadera revolución social —no socialista, pero sí una revolución social profunda—; allí se mataron unos a otros, sin excluir a religiosos.

Después vino ia Guerra Civil española. El españoi es muy religioso, y la mayoría de los españoles estaba con Ia República, y hubo religiosos fusilados de uno otro lado. Es decir, no recuerdo ninguna revolución donde en el ámbito religioso no se hayan fusilado unos a otros.

Nosotros somos la excepción. Y eso demuestra que nos hemos guiado por determinados criterios y principios políticos y éticos, ambas cosas. Eso es muy importante.

Si no se sabe, si no se dice, si se oculta la verdad en esos medios en los que tanto se crítica a la Revolución Cubana, a mí no me preocupa gran cosa. Usted me hace una pregunta y yo le explico. ¿Cuántas calumnias no se han dicho de la Revolución sobre torturas y cosas por el estilo?



(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel, conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 245-272) ©

 

 

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