REVOLUCIÓN, PRIMEROS PASOS, PRIMEROS PROBLEMAS
UNA TRANSICIÓN - SECTARISMO – JUICIO PÚBLICO A LOS
TORTURADORES – LA REVOLUCIÓN Y LOS HOMOSEXUALES - LA REVOLUCIÓN Y LOS NEGROS – LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES -
LA REVOLUCIÓN Y EL MACHISMO – LA REVOLUCIÓN Y LA IGLESIA CATÓLICA
Ustedes, en enero de 1959, no instauran el cambio
revolucionario de la noche a la mañana, sino que
instalan una especie de transición, ¿verdad?
Nosotros ya habíamos designado un gobierno. Yo había
planteado que no aspiraba a la Presidencia. Me
interesaba demostrar que no luchaba por intereses
personales. Buscamos un candidato, y escogimos a un
magistrado que se había opuesto a Batista y había
absuelto a los revolucionarios en un importante
juicio.
¿Manuel Urrutia?
Urrutia. Gana prestigio. Lástima que no hubiera
tenido un poco más de modestia, sencillez y sentido
común.
¿Usted no quería ser presidente en aquel momento?
No,
a mí no me interesaba. Lo que quería era Ia
Revolución, la lucha, el desarrollo de nuestro
heroico Ejército Rebelde. Bueno, podía venir una
elección en un momento dado y yo podía
aspirar a la Presidencia si lo deseaba; pero no
andaba en eso. Estaba interesado en las leyes
revolucionarias y en la aplicación del programa del
Moncada.
Es decir, ¿usted hizo toda esa guerra sin ambición
personal de llegar a ser presidente inmediatamente
después?
Le
puedo asegurar que así fue, en efecto. Tal vez
influyeron otros factores, aparte del desinterés;
puede haber habido un poco de orgullo, algo de eso;
pero lo cierto es que no me interesaba. Recuerde que
ya yo me había dado por muerto hacía mucho rato.
Luchaba por una Revolución, y los cargos no me
importaban. La satisfacción de la lucha, del éxito,
de la victoria, es un premio mucho más grande que
cualquier cargo, y cuando planteé aquello de que no
quería ser Presidente lo hice rnuy deliberadamente.
Nuestro Movimiento promovió para Presidente a
Urrutia, y realmente le respetamos sus atribuciones.
Entre él y el Movimiento 26 de Julio nombraron el
gabinete, y en el 26 de Julio una parte de la
dirección era gente de capas medias y más bien de
derecha, que se habían sumado en el carnino; otros
eran de izquierda.
Algunos han escrito sus memorias, y muchos de ellos
siguieron después con Ia Revolución. Han contado
cosas interesantes y honestas de lo que pensaban,
las discusiones con el Che y Camilo.
¿El Che desconfiaba de algunos dirigentes?
El
Che era muy suspicaz y rnuy desconfiado de algunos,
porque había visto también los problemas de la
huelga de abril de 1958 y pensaba que algunos de los
dirigentes del 26 con quienes conversó en Villa
Clara durante Ia guerra eran de incorregible
ideología burguesa. El Che era muy partidario de la
reforma agraria y ellos hablaban de una reforma
agraria muy moderada, con indemnizaciones y otros
elementos o trabas.
El
Che, sin embargo, era partidario de la unidad de las
fuerzas revolucionarias. Existía por otro lado el
anticomunismo, tenía fuerza e influía, algo que él
rechazaba. Aquí, en la época del macartismo, se
sembró veneno y se sembraron prejuicios por todos
los medios. Y frente al anticomunismo de no poca
gente de extracción burguesa y pequeñoburguesa,
estaba el sectarismo de no pocos comunistas.
¿De ultraizquierda?
No,
de los comunistas, de la gente del PSP [Partido
Socialista Popular].[1] Porque también de cierta
forma se habían desarrollado en su seno métodos y
hábitos sectarios.
Aquel Partido siempre mantuvo buenas relaciones
conmigo y más tarde con el 26 de Julio. En su
librería de Ia calle Carlos III adquirí Ia mayor
parte de los clásicos de Ia literatura marxista que
leí cuando era estudiante.
Cuando nuestro movimiento, nacido después del golpe
de Estado, se organizó y lanzó el ataque contra el
cuartel Moncada, en un intento por derrocar aquel
régimen espurio y odiado por la inmensa mayoría del
pueblo, lo hizo de forma absolutamente secreta, como
solo podría llevarse a cabo tal acción. Ya lo
expliqué. En la ulterior represión, varios
dirigentes comunistas, entre ellos Lázaro Peña,
fueron arrestados por las fuerzas represivas que
buscaban a Blas Roca. Este, que estaba casualmente
en Santiago, se había marchado un día antes del 26
de julio En el mismo pabellón donde yo estaba,
aislado en una celda con rejas, veía a Lázaro Peña
caminar por el pasillo con su nobleza y dignidad
reflejadas en el rostro, injustamente acusado como
cómplice del asalto. Algunos fuera del país
enarbolaron desde la izquierda ia teoría del putsch.
No se Ies puede culpar, porque nadie podía conocer
el pensamiento íntimo de los que realizamos aquella
acción ni estaba en condiciones de saber que una
nueva táctica surgía entre las mil y una formas de
luchar por cambiar una sociedad. Cuando los de
nuestro grupo salimos de nuevo a la calle, liberados
por la presión del pueblo, se reanudaron mis
contactos directos con los antiguos compañeros
comunistas en las luchas comunes universitarias.
Flavio Bravo, antiguo dirigente de Ia juventud del
PSP, era el contacto. De hecho el 26 de Julio y el
PSP éramos aliados y ellos conocían nuestro plan de
marchar a México, por lo cual Ia alta dirección
clandestina de aquel partido conocía de nuestros
propósitos y en principio estaban de acuerdo y
deseosos de mantener el intercambio y la cooperación
en la lucha contra la tiranía.
Transcurría el año 1956. En México tuvimos
dificultades serias, incluso muchos de nosotros
fuimos arrestados. La situación en Cuba no era
todavía crítica. En las tesis clásicas del
movimiento comunista, la acción revolucionaria
estaría siempre precedida de grandes crisis
económicas. Las condiciones en ese segundo semestre
del 56 no parecían las más favorables para un
estallido revolucionario. Flavio Bravo nos visita en
México. Nos transmite el criterio de la dirección de
su partido, solicitándonos que postergáramos la
acción. Flavio era como un hermano. Tal vez le dimos
demasiada importancia a nuestra propia promesa de
que en el 56 seríamos libres o seríamos mártires.
Pero nadie renuncia a aquello en lo que cree, y yo
creía en lo que estábamos haciendo.
Partimos, desembarcamos, y tres días después
sufrimos el terrible revés de la Alegría de Pío. Ya
he narrado lo ocurrido. Una feroz persecución fue
desatada contra los expedicionarios dispersos:
muchos fueron asesinados. Los comunistas denunciaron
y condenaron los crímenes. La tiranía, envalentonada,
sació su odio asesinando en diciembre a numerosos
revolucionarios, entre ellos varios líderes
sindicales comunistas.
Todo parecía perdido. Emergieron teorías sobre
factores objetivos y subjetivos, como causa de las
dificultades, en una revista de izquierda ajena al
26 de Julio, que compartió incluso un compañero de
los que había venido en el “Granma” y estaba en
prisión. Por aquellos días sumamente duros, en la
Sierra Maestra unos pocos sobrevivientes seguíamos
creyendo que aún en esas circunstancias había que
luchar por la victoria. Ciertamente en nuestro país
las condiciones subjetivas desempeñaron un
considerable papel.
Llega un momento en que los sobrevivientes del “Granma”,
con el apoyo de los campesinos y los refuerzos de
jóvenes de Manzanillo, Bayamo, Santiago y algunos
otros puntos del país, enviados por Frank País y
Celia Sánchez Manduley, logramos reconstruir nuestro
destacamento, que ya experimentado y aguerrido,
aunque pequeño todavía —apenas 250 hombres—, fue
capaz de extender sus operaciones, con cuatro
columnas, hasta las proximidades de Santiago de Cuba
e invadir la extensa y estratégica región oriental.
El
líder histórico del Partido Socialista Popular, Blas
Roca, era un hombre de origen muy humilde, nacido en
Manzanillo, autodidacta, luchador incansable por Ia
divulgación de las ideas marxistas-leninistas y el
desarrollo de su partido en Cuba. Bias Roca había
tenido que vivir un tiempo fuera del país por
razones obvias. En esa etapa de la clandestinidad,
Aníbal Escalante asume la responsabilidad principal
como Secretario de Organización. Al triunfo de la
Revolución, poseía gran autoridad, y desde ese cargo
actúa prácticamente como jefe de su partido. Era un
hombre capaz, inteligente y buen organizador, pero
con el arraigado hábito sectario de filtrar y
controlar todo a favor de su partido. Eran las
viejas tácticas y manías de una etapa de la historia
del comunismo, la mentalidad de gueto engendrada por
la discriminación, la exclusión y el sentimiento
anticomunista a que fueron sometidos durante tanto
tiempo.
En
los primeros tiempos de la Revolución, ya finalizada
la guerra, esto lo hicieron incluso con el
Movimiento 26 de Julio, a pesar de nuestras
excelentes relaciones. Eran métodos incorrectos
utilizados por personas indiscutiblemente honradas y
sacrificadas, revolucionarias y antimperialistas.
Aníbal Escalante introdujo ese método en la
organización, y con ello creó un grave problema de
sectarismo que estaba haciendo mucho daño a ia
unidad —cuando ya habíamos constituido las ORI
[2] y
contábamos con una dirección nacional unitaria—, lo
que fue públicamente denunciado por mí, única forma
de enmendar Ia situación creada. Lo doloroso es que
Aníbal, dentro de Ia dirección de su partido, fue
partidario del apoyo a la lucha armada contra
Batista.
A
pesar de aquellos lamentables errores, se mantuvo
inalterable Ia unidad. Por mi parte, fui capaz de
pasar tranquilamente por encima de aquella
infidelidad política. No había en mí vanidad alguna,
lo que prevalecía y deberá prevalecer siempre es
modestia y unidad en Ia conducta de los que aspiren
a cambiar la sociedad y el mundo. Fui defensor
sereno y ecuánime de la unidad en circunstancias muy
difíciles.
Aníbal no fue nunca un traidor, ni le guardo rencor
alguno. Su hermano César, que fue secretario
ideológico de las ORI, muerto prematuramente a los
pocos años del triunfo, fue uno de los comunistas
más honestos, desinteresados y leales que conocí en
mi vida. Con gran dolor sufrimos su larga y dolorosa
enfermedad. Conocí sus esperanzas con cada nuevo
medicamento que buscábamos para él. Hoy tal vez se
habría salvado.
Retomando el hilo inicial de nuestra conversación,
puedo afirmar que la pequeña isla que permaneció
sola cuando en la contienda entre el imperio
dominante y el Estado soviético éste se derrumbó y
aquél se hizo unipolar, fue capaz de resistir
demostrando que nada es imposible.
En
Ia vida real se mezclan los grandes acontecimientos
politicos del mundo y la batalla entre los
seguidores de los comuneros de París y las miserias
de abyectos gobernantes del imperio que nos arrebató
no sólo la riqueza y el sudor de nuestro pueblo,
sino la independencia y lo más hermoso de Ia
historia y la tradición de un país. Nuestro pueblo
ha realizado Ia gran proeza que usted menciona, y es
de esperar que sea capaz de seguir escribiendo
páginas hermosas en su lucha por un mundo mejor.
Cuando termina la guerra, ustedes habían prometido
juzgar y eventualmente castigar con Ia pena capital
a miembros del aparato represivo de Batista, y
crearon los “tribunales revolucionarios”, que
llevaron a cabo una depuración que muchos
observadores consideraron excesiva.
Fueron juzgados, y unos cuantos sancionados a la
pena capital.
¿Usted piensa que eso fue un error?
¿Cuál?
Esos juicios públicos que se hicieron en las semanas
después del triunfo y esas ejecuciones.
Yo
pienso que los errores pudieron haber estado en la
forma, digamos, en que se realizaron esos juicios,
utilizando lugares públicos donde podían reunirse
numerosas personas del pueblo justamente indignadas
por los miles de crímenes cometidos. Podía chocar, y
efectivamente chocó, con nuestra propia concepción
de la justicia. Eso fue muy explotado por Estados
Unidos. No tardamos en rectificar lo que sin duda
fue un error. Pero los genocidas fueron juzgados y
sancionados en virtud de leyes previas aprobadas por
la Revolución en plena guerra. No nos arrepentimos,
aunque siento lástima al recordar cuán amargo debió
ser para ellos el odio que con razón el pueblo
sintió por sus repugnantes crímenes.
Yo
había estado en el “Bogotazo”, como le conté, y
vi lo que es un pueblo sublevado. Aquí, cuando
Ia caída de Machado, en 1933, los machadistas fueron
arrastrados por las calles, hubo asaltos y saqueos
de casas, venganza popular. Durante toda la guerra,
pensando en la violencia de masas que acompaña a las
victorias populares, advertimos a nuestro pueblo
sobre eso. Nosotros teníamos una emisora de onda
corta de un kilowatt en la cima de una montaña, en
la etapa final de Ia guerra, que tenía en ese tiempo
el rating más alto de Cuba a determinadas
horas entre todas las emisoras de radio, y a través
de ella decíamos al pueblo que nuestro Movimiento no
quería gente arrastrada por las calles, ni venganzas
personales, porque habría justicia. Todavía influían
mucho en nosotros los famosos juicios de Nuremberg,
ocurridos apenas doce años antes al finalizar la
Segunda Guerra Mundial.
Nadie dice que ésta fue, tal vez, la única
Revolución en que fueron juzgados y sancionados los
principales criminales de guerra, que no asaltó ni
arrastró a la gente ni tomó venganza por sus manos.
Aquí no se linchó a nadie. Y ganas no faltaban.
Porque los crímenes cometidos por los esbirros de
aquella tiranía, que se creían impunes, fueron
espantosos. Y si no hubo linchamientos ni baño de
sangre se debió a una prédica y a una promesa: “Los
criminales de guerra serán juzgados y sancionados
ejemplarmente.”
Nosotros estábamos aplicando el programa del Moncada.
Todo el mundo lo conocía. La sanción a los
criminales de guerra, sin embargo, fue muy utilizada
para difamar a la Revolución, aunque su conducta
fuera ejemplar. Se cometió el error que ya expliqué,
por la excesiva participación de público...
Hubo un juicio público en un coliseo
deportivo.
Sí,
pero hay otro tema, y es de carácter humano.
Esbirros que cometen crímenes monstruosos en
cualquier parte, todo el mundo casi sin excepción
piensa que deben ser sancionados severamente; pero
cuando llega el momento exacto en que el ejecutor
más directo es condenado y va a ser ejecutado, hay
personas que reaccionan con dolor e incluso con
lástima.
Con misericordia.
No
hay relación equivalente entre la conciencia que
tiene la gente de que el castigo es merecido, su
convicción de que los crímenes cometidos son algo
monstruoso, y su rechazo emocional a la ejecución de
la pena de muerte. Existió el tribunal de Nuremberg,
como ya mencióné, para los criminales de guerra
nazis, sin leyes previas —no olvidarse—, que aplicó
penas de muerte, de cadena perpetua y otras muy
severas. Creo que Rudolph Hess, aquel que se lanzó
en paracaídas sobre Inglaterra, estuvo preso no sé
cuantos años; otros murieron, y aquellos nazis eran
los campeones olímpicos de Ia barbarie.
A
nosotros nos ocurría una cosa: cuando era una
cuestión de vida o muerte para nosotros —un caso
grave de traición o espionaje— un consejo de guerra
podría sancionar a Ia pena capital. Hubo muy pocos
casos, en dos años de guerra. Y ¿sabe lo que ocurrIa?
Que nuestra gente sentía repugnancia por esa tarea,
había que seleccionar bien el personal para cumplir
un deber desagradable en los poquisimos casos en que
resultó necesario aplicar la pena capital.
¿Ustedes
ya habían tenido que aplicar la pena de muerte en la
Sierra?
Sí.
Porque hubo alguna gente que ponía en peligro a toda
la tropa. Hubo traidores que llevaron hasta tres
veces al Ejército al punto donde estábamos. A uno de
los primeros que se habían unido a nuestra tropa
rebelde, los de Batista lo capturaron y lo
convirtieron en traidor.[3] Hubo prácticos, de los
que iban y salían llevando y trayendo mensajes entre
la Sierra y el llano, que a veces caían prisioneros.
Hubo gente buena que hasta cayeron en una emboscada
nuestra; venían prisioneros del enemigo con la
misión, aparentemente aceptada por ellos, de
matarnos, y su verdadero propósito era informarnos
de lo ocurrido. De milagro sobrevivían a la
emboscada.
Los
soldados de Batista usaron métodos esquemáticos de
ese tipo, proponían perdonarles Ia vida a los que
veían con posibilidades de ser utilizados; entonces
no los mataban, les perdonaban la vida, les ofrecían
veinte cosas para que nos ubicaran a fin de eliminar
al grupo completo o asesinarme.
Tuvimos que juzgar y ejecutar, no hubo alternativa
ni vacilación en eso.
Y
lo que pasó despues con los juicios en La Habana fue
un error, pero un error que no estaba movido por
odio o crueldad. A un hombre que había matado a
decerias de campesinos se le juzga, pero se le juzga
en una sala donde había miles de personas, donde el
repudio al asesino era universal.
[4]
En un estadio, ¿no?
No
era en un circo romano, no era un estadio de pelota,
pero era un coliseo deportivo, y eso fue utilizado
por Ia maquinaria imperialista de publicidad. Aquí
se crearon tribunales que juzgaron de forma
tradicional y sancionaron a los que cometieron
crímenes de guerra. Aquel caso fue excepcional. Pero
uno mismo ve a un hombre que está siendo juzgado
ante miles de personas y, aunque sea el peor de los
asesinos, tiende a apiadarse de él.
Parecía un escarmiento.
Lo
fue, pero eso incluso se rectificó.
Uno de los reproches que se le hizo a la Revolución,
en los primeros años, es que se dice que hubo un
comportamiento agresivo, un comportamiento represivo
contra los homosexuales, que hubo campos de
internamiento donde los homosexuales eran encerrados
o reprimidos. ¿Que me puede usted decir sobre ese
tema?
En
dos palabras, usted está hablando de una supuesta
persecución a los homosexuales.
Yo
le debo explicar de dónde nace eso, por qué nace esa
crítica. Le puedo garantizar que no hubo nunca
persecución contra los homosexuales, ni campos de
internamiento para los homosexuales.
Pero hay bastantes testimonios sobre eso.
Que
tipo de problema se produjo? Nosotros, por aquellos
primeros años, nos vimos envueltos en una
movilización casi total del país, ante los riesgos
de agresión inminente por parte de Estados Unidos
que realmente tuvieron lugar: guerra sucia, invasión
de Girón, Crisis de Octubre. En toda aquella etapa
hubo muchos presos.
Se
creó el servicio militar obligatorio. Nos
encontramos con tres problemas: la necesidad de un
nivel escolar para prestar servicio en las Fuerzas
Armadas, debido a la tecnología sofisticada, porque
tú no puedes entrar con segundo, tercero o sexto
grado, tenías que tener por lo menos siete, ocho o
nueve grados, y después más. A algunos hombres
teníamos que extraerlos de las universidades e
incluso utilizar a muchos graduados. Para manejar
una batería de cohetes tierra-aire tenían que ser
graduados universitarios.
En ciencias, me imagino.
Usted lo sabe muy bien. Eran cientos de miles de
hombres, todo eso afectaba las distintas ramas, no
solo los programas de preparación, sino también
ramas importantes de la economía. Había personas que
no tenían capacidad y el país necesitaba de ellas
por Ia gran sustracción que se hacía a centros de
producción. Ese era un problema a enfrentar
Había a su vez algunos grupos religiosos que, por
principio o por doctrina, no aceptan Ia bandera o no
aceptan las armas. Eso a veces lo tomaba alguna
gente como pretexto para crítica u hostilidad.
Por
último estaba la situación de los homosexuales, que
no eran Ilamados al servicio militar. Usted se
encuentra con problemas de resistencia fuerte contra
los homosexuales, y al triunfo de la Revolución, en
esa etapa de que estamos hablando, el elemento
machista estaba muy presente en nuestra sociedad y
prevalecían aún ideas contrarias a la presencia de
los homosexuales en las unidades militares.
Estos tres factores determinaron que no se les
Ilamara a las unidades militares; pero
adicionalmente aquello se convertía en una especie
de factor de irritación, ya que eran excluidos de
tan duro sacrificio y algunos usaban el argumento
para críticar aún más a los homosexuales.
Con
aquellas tres categorías de los que por una razón o
por otra estaban excluidos, se crearon las llamadas
Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP),
donde participaban personas de las categorías
mencionadas. Eso fue lo que ocurrió.
¿No eran campos de internamiento?
Esas unidades se crearon en todo el país y
realizaban actividades de trabajo, principalmente de
ayuda a la agricultura. Es decir, no afectaba sólo a
la categoría de homosexuales, aunque si ciertamente
a una parte de ellos, a los que eran llamados al
servicio militar obligatorio, una obligación en la
que estaba participando todo el mundo.
De
ahí nace el problema, y es cierto que no eran
unidades de internamiento, ni eran unidades de
castigo; al contrario, se trataba de levantar la
moral de los que ingresaban en esas unidades,
presentarles una posibilidad de trabajar, de ayudar
al país en aquellas circunstancias difíciles.
Estaban también muchas personas que por razones
religiosas tenían la oportunidad de ayudar de otra
manera a la patria; prestaban el servicio no en las
unidades de combate, sino en unidades de trabajo, e
incluso recibían en el orden material los mismos
beneficios que cientos de miles de reclutas
incorporados a las Fuerzas Armadas en virtud del
Servicio Militar.
Claro, después, en una visita realizada a Camaguey,
recorriendo uno de sus planes agricolas, conocí de
Ia distorsión en algunos lugares de la idea
original, porque no te puedo negar que había
prejuicios con los homosexuales. Indique
personalmente revisar este tema. Aquellas unidades
apenas duraron tres años.
Más
adelante, después de superadas las deficiencias
iniciales, surgió nuestro prestigioso Ejército
Juvenil del Trabajo que tiene ya más de 30 años de
fundado. Sus integrantes realizan una preparación
militar previa y el resto del tiempo lo dedican a
producir para la población. Han laborado en la
construcción de viviendas, de escuelas, la
reparación y construcción de vías férreas y otras
tareas de carácter económico y obras de
infraestructura. También ha sido decisiva su
participación en la producción agrícola en aquellas
regiones donde existe deficit de fuerza de trabajo.
Su meritorio papel en los mornentos difíciles del
período especial, les ha ganado el reconocimiento
del pueblo.
¿Usted considera que esos prejuicios eran un aspecto
del machismo?
Era
una cultura, pasaba igual con otros sectores. Sí Ie
puedo decir que jamás la Revolución promovió esos
prejuicios; al contrario, Ia Revolución promovió la
lucha contra distintos tipos de prejuicios. En
relación con Ia mujer había prejuicios, y muy
fuertes, y con relación a los homosexuales también.
Yo ahora no voy a defenderme de esas cosas; la parte
de responsabilidad que me corresponda Ia asumo.
Ciertamente yo tenía otros conceptos con relación al
problema. Tenía opiniones, y más bien me oponía
instintivamente y me habría opuesto siempre a
cualquier abuso, a cualquier discriminación, porque
aquella sociedad emanada de la injusticia estaba
saturada de prejuicios. Ciertamente los homosexuales
eran victimas de discriminación. En otros lugares
mucho más que aquí, pero en Cuba sí eran
discriminados. Hoy, una población mucho más culta,
más preparada, ha ido superando esos prejuicios.
Debo decirle, además, que había —y hay—
destacadísimas personalidades de Ia cultura, de la
literatura, figuras muy prestigiosas en muchas ramas
del conocimiento, que eran o son homosexuales, y han
gozado y gozan, a pesar de los prejuicios, de gran
consideración y respeto en nuestro país. No hay que
pensar en sentimientos generalizados. En los
sectores más cultos y más preparados existían menos
prejuicios contra los homosexuales. De modo que Ia
discriminación y el machismo son hoy y lo serán cada
vez más inversamente proporcionales al nivel de
cultura y conocimiento de nuestros compatriotas.
¿Usted piensa que se han combatido eficazmente los
prejuicios contra los homosexuales?
Me
gustaría pensar que la discriminación contra los
homosexuales es un problema que está siendo superado,
y así lo percibo. Confíó en ello como confíó en que
nuestro pueblo será pronto uno de los pueblos más
cultos, más sensibles y justos del mundo. Viejos
prejuicios y formas estrechas de pensar irán
quedando atrás.
Al
principio también hubo conflictos entre la
Revolución y algunas iglesias, prejuicios que
alimentaron antisocialistas por un lado y
antirreligiosos por otro. El Partido adoptó Ia
drástica medida de no admitir creyentes en sus filas.
Yo me considero con parte importante de esa
responsabilidad, porque lo veíamos como riesgo de un
posible conflicto de lealtades, y había muchos
católicos, por ejemplo...
¿En el seno del Partido?
No,
católicos que eran revolucionarios.
¿Pero que no podían entrar en el Partido?
Se
estableció el principio de que los religiosos no
podían ingresar a las filas del Partido. Podían ser
creyentes tratados con toda consideración y respeto
de acuerdo con su actitud política, pero no ingresar
en el Partido. Y no crea que costó poco trabajo y
años hacer prevalecer el criterio de que era
necesario abrir a los creyentes las puertas del
Partido.
¿Usted acabó por defender esa tesis?
Aunque mi posición era distinta cuando se estableció
Ia exclusión al crearse el Partido, yo casi fui de
los primeros defensores de la idea del ingreso de
los creyentes. Hace más de 30 años entré en contacto
con la Teología de la Liberación. Tuve mi primera
reunión con representantes de esa corriente en el
año 1971, en Chile. Me encuentro allí con muchos
sacerdotes y pastores de diversas denominaciones, y
me reuní en la Embajada de Cuba con todos ellos.
Entonces, después de horas de intercambio, les
planteo la idea, que ya venía madurando hacía tiempo,
de la unión entre creyentes y no creyentes, es decir,
entre marxistas y creyentes en pro de la Revolución.
Como decían los sandinistas: “Cristianismo y revolución, no hay
contradicción”.
Nosotros lo dijimos mucho antes, porque la
Revolución sandinista triunfa en 1979, y ya yo
adondequiera que iba defendía esa idea: en Chile
cuando visité a Salvador Allende en 1971, y hasta en
Jamaica cuando visité a Michael Manley en 1977. Era
la política que veníamos aplicando. Casi todas las
Iglesias de esa corriente fueron muy receptivas. Yo
proclarnaba que el cambio revolucionario necesario
en el hemisferio requería la unión de marxistas y
cristianos. Sostuve esas ideas y cada vez las
sostengo más.
En
un momento dado, dije: “Nosotros estamos planteando
la unión de rnarxistas y cristianos, y en el Partido
no aplicamos esas ideas, todavía tenemos las viejas.”
Luchar, incluso, contra prejuicios y creencias
surgidas no fue fácil, y hubo que luchar duro.
¿Hubo que luchar también contra la discriminación
hacía la población negra en el seno de la Revolución?
Discriminación subjetiva no había. Porque todo
revolucionario sabe que, entre los más crueles
sufrimientos que afectan a la sociedad humana, está
la discrirninación racial.
La
esclavitud, impuesta a sangre y fuego a
hombres y mujeres arrancados de África, reinó
durante siglos en muchos países de este hemisferio,
entre ellos Cuba. En nuestra patria fue abolida hace
120 años, en 1886, aunque sólo lo fuera formalmente.
Los hombres y mujeres sometidos a ese abominable
sistema continuaron viviendo durante casi tres
cuartos de siglo más como obreros aparentemente
libres en barracones y chozas de campos y ciudades,
donde familias numerosas disponían de una sola
habitación, sin escuelas ni rnaestros, ocupando los
trabajos peor remunerados hasta el triunfo de la
Revolución.
Usted no se imagina, tuve que hablar tres veces,
cuando en un programa de radio hablé contra la
discriminación racial. Nuestros adversarios habían
lanzado en un momento la consigna de que a los
padres les Ibamos a quitar Ia patria potestad e
íbamos a enviar a los niños a Rusia —fíjese usted—,
y eso caló en virtud de aquel principio goebbeliano
de que una mentira repetida se convierte en verdad;
no solo habló de eso, con perfidia, el nazifascista
Goebbels. También habló, pero con sentido diferente,
aquel conocido psicólogo, Gustavo Le Bon[5]—creo
que era un psicólogo francés—, que señaló el efecto
nocivo de Ia mentira reiterada.
La psicología de las masas.
Recuerdo que había leído aquel libro de Le Bon sobre
la importancia que tiene el formalismo en la esfera
militar, y el hábito de cuadrarse y recibir una
orden. La gente iba hasta la muerte en virtud de
alguien que le daba una orden. ¿Cómo se llamaba
aquel libro? Creo que Psicología de las
multitudes.
Sí. En francés Psychologie des foules, algo
así como Psicología de las masas.
¿Y
cómo se llama el autor?
Gustave Le Bon.
Gustavo Lebón, en mi francés. Aunque lo leí hace
mucho tiempo, creo recordar esas afirmaciones
básicas. Yo estudiaba entonces en la Universidad.
Es un clásico.
Bueno, le contaba que cuando hablé por primera vez
en Ia radio de discriminación racial, tuve que
volver a hacerlo dos veces más. Claro que desde el
primer momento aplicamos medidas revolucionarias y
se acabaron los clubes, las escuelas y toda
institución donde no se admitieran personas de piel
negra o ni siquiera mulata, aunque las aplicamos con
todo el cuidado posible.
Había también hoteles que no admitían negros.
Sí,
de todo; y playas, que en su mayor parte eran
privadas y se hallaban vedadas a los negros y muchas
veces a los blancos pobres. También escuelas. En la
que yo estudié aquí, el Colegio de Belén, ya le
conté, había mil alumnos, y no se admitían negros ni
mulatos.
En
Belén existía una escuelita adjunta, y allí admitían
algunos. Hablé, cuando vino el Papa Juan Pablo II,
en enero de 1998, de aquellas escuelas católicas que
no admitían negros y le expliqué aspectos de la
discriminación racial.
Nosotros, después de la victoria, éramos bastante
ignorantes acerca del fenómeno de la discriminación
racial, porque creíamos que bastaba con establecer
una igualdad ante la ley, y eso se aplicaría sin
discusión. En un programa de televisión abordé el
tema: las “bolas” o rumores que lanzaron después
eran repugnantes, como ocurrió en aquella ocasión
que le conté sobre los niños que ibamos a enviar
para Rusia, y algunas de esas mentiras repetidas
tenían su efecto. No sé si Le Bon explicaba que a
veces, mientras más exagerada y absurda fuera la
mentira, mayor riesgo había de que pudiese ser
tomada como cierta.
Después de aquello vino la Crisis de Octubre, en
1962, suspendieron los vuelos para Estados Unidos,
pues hasta ese momento salían aviónes directamente
para ese país. Nosotros nunca pusimos restricción a
la salida de aquella gente y más de una vez abrimos
el camino. En una ocasión, después de la medida,
dijimos: “Vengan en barcos particulares y busquen a
sus familiares con más seguridad.”
En
relación con la discriminación racial, entre tantas
mentiras, después de mis palabras por televisión
dijeron que íbamos a casar obligatoriamente a gente
de distintas etnias, a blancos y negros, y cosas por
el estilo. Y no fueron pocos los que se asustaron
con aquella falsedad que removía prejuicios y
chocaba con miedos atávicos e ínfulas de
superioridad de algunas personas.
¿Cómo
pudo Hitler hacerle creer a la gente que eran
superiores a los demás, llevándolas al crimen contra
otros seres humanos, si él mismo no tenía ningún
tipo de ario —el ario ideal del cual hablaba—, ni
Himmler, ni Goebbels? ¡lmagínese que hubiera
existido la clonación en aquellos tiempos! Si se
reúne fascismo con clonación, es decir, racismo con
clonación, sería terrible.
Ese nuevo eugenismo puede ser una de las grandes
amenazas del futuro.
Las
investigaciones científicas han venido a demostrar
lo que hay de diferente entre cada uno de los grupos
étnicos, y no han descubierto nada, excepto cosas
mínimas que no tienen que ver en absoluto con el
talento. Ha venido la ciencia en ayuda de los que
luchan contra el racismo. Pero mientras la ciencia,
de forma incontestable, demuestra la igualdad
intelectual real de todos los seres humanos, la
discriminación subsiste.
Para nosotros los revolucionarios luchar contra la
discriminación racial es un principio sagrado. Pero,
le decía, cuando me referí la primera vez al tema,
se crearon estados de opinión e inquietudes serias
en una parte de la población; volví a hablar, tres
veces hablé sobre la lucha contra la discriminación,
que no significaba obligar a nadie a unirse con
nadie, sino que se acabarían la discriminación, las
injusticias, las desigualdades en el trabajo, en Ia
recreación, en la educación.
Eramos entonces lo suficientemente ingenuos como
para creer que establecer la igualdad total y
absoluta ante la ley ponía fin a la discriminación.
Porque hay dos discriminaciones, una que es
subjetiva y otra que es objetiva.
¿Usted hoy está satisfecho de la situación de la
población negra en Cuba? ¿O piensa que puede aún
mejorar esa situación?
No.
Seríamos un ejemplo de vanidad, chovinismo y
autosuficiencia si dijéramos que estamos satisfechos.
Aun en sociedades como la de Cuba, surgida de una
revolución social radical donde el pueblo alcanzó Ia
plena y total igualdad legal y un nivel de educación
revolucionaria que echo por tierra gran parte del
componente subjetivo de la discrirninación, ésta
existe todavía de otra forma. La califico como
discriminación objetiva, un fenómeno asociado a la
pobreza y a un monopolio histórico de los
conocimientos.
La
Revolución, más allá de los derechos y garantías
alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier
etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la
lucha por erradicar las diferencias en el status
social y económico de la pobiación negra del país.
Los negros no viven en las mejores casas, se les ye
todavía desempeñando trabajos duros y a veces menos
remunerados, y son menos los que reciben remesas
familiares en moneda exterior que sus compatriotas
biancos.
Pero estoy satisfecho de lo que estamos haciendo al
descubrir causas que, si no se lucha resueltamente
contra ellas, tienden incluso a prolongar la
marginación en generaciones sucesivas. ¿Dónde están
los orígenes? ¿Quienes nutren las prisiones, y por
qué?
Las causas sociales.
¿Por
qué hay rnarginación? La esciavitud se había acabado
mucho antes del triunfo de la Revolución en 1959.
Habían transcurrido 73 años desde ia abolición de la
esclavitud en Cuba, el año 1886, hace 120 años.
Hemos descubierto la ley de la relación inversamente
proporcional entre conocirniento, cultura y delito;
por ejemplo, a más conocimiento, cultura y acceso a
los niveles universitarios, menos delito. En un país
de 800 mil profesionales e intelectuales, buscando
datos, investigando en prisiones y en veinte lugares,
vamos descubriendo las leyes de esta relación.
Cuanta menos cultura, más marginación, más
delincuencia y más discriminación ¿no?
Sí,
para nosotros es rnuy importante. Favorecer el
acceso de los más pobres, los que eran hijos de
aquellos que no tenían una carrera universitaria, a
las mejores escuelas donde se llega por expediente y
por exámenes.
Te
asombras si analizas cuántos jóvenes entre 20 y 30
años —y todavía estamos investigando— están en las
prisiones donde, a pesar de Ia masa enorme ya de
profesionales e intelectuales que hay en el país,
solo el 2 por ciento de los que están en prisión son
hijos de profesionales e intelectuales. Cuando vas a
las prisiones, descubres que muchos vienen de los
barrios marginales, eran hijos de aquellos cuyas
familias vivían en un cuarto en esos barrios
olvidados.
¿La Revolución no ha podido acabar con esa fatalidad?
Al
principio, nosotros acabarnos con algunos barrios
marginales. Pero ya existia una cultura de la
marginalidad: aunque tú construyas casas nuevas, los
fenómenos que se daban en aquel lugar tienden a
prolongarse, salvo que surja una nueva cultura a
partir de los conocimientos. Los profesionales se
ocupaban de los suyos, les enseñaban, repasaban,
tenían mejores condiciones, en general, para asistir
a las mejores escuelas.
¿A
cuántos ya ha formado Ia Revolución? Bueno, ha
formado a millones. Creo que la Revolución cuenta
actualmente, por lo menos, con más de tres
profesionales o intelectuales —médicos, ingenieros y
demás— de nivel superior por cada ciudadano que
tenía el sexto grado aprobado en 1959. Porque hoy
los maestros son un núrnero grande y son casi todos
de nivel universitario. Entre los enfermeros también
hay un gran número de ese nivel.
La
cultura de la marginalidad y todas sus consecuencias
tienden a reproducirse. ¿Que significaban las
acciones positivas?
En algunos países se ha incrementado mucho eso, la
discriminación positiva.
Si,
pero, para nosotros, eso no era cuestión de leyes o
algo parecido. Nosotros creíamos que era un asunto
de justicia y de conceptos políticos, y aquí, en
realidad, la discriminación desapareció
subjetivamente.
A
veces, en un programa de televisión sobre Ia
eficiencia de tal o más cual cuerpo policiaco,
aparecía un número de muchachos negros y mestizos
delincuentes... Porque, además, hay dos tipos de
robos: el robo ordinario que irrita mucho, y el robo
de cuello y corbata cometido por aquellos que están
administrando por aquí o por allá... Le han
robado a la sociedad, pero nadie se ha enterado; se
enteran mucho más de aquel que llega a la casa, Ia
desvalija, roba un artículo, una joya, un producto,
rompen algo, y ésos son delitos que cometen los más
pobres.
Llego un momento en que hablé con los que realizan
esos programas para la televisión sobre la acción de
los órganos de lucha contra el delito, porque
verdaderamente querían ofrecer confianza acerca de
la eficacia de la policía, y les dije: “No
quisiera volver a ver un programa sobre eso.” Cada
uno en su oficio queriendo demostrar la eficacia...
y los que aparecían en las imágenes, como
delincuentes, eran sobre todo muchachos negros,
mestizos, y también algunos blancos, pero por lo
general minoritariamente. Para qué sirve eso? Para
asociar el delito que irrita más a la población a un
grupo étnico determinado.
Pero hemos logrado mucho, a través de Ia educación
ideológica, a través del comportamiento de la
población negra, a través de su adhesión a Ia
Revolución. Eran los sectores rnás pobres los que
más apoyaban a la Revolución.
¿Siguieron discriminados de otra manera?
Bueno, muchos accedieron a nuevas
posibilidades, pero no estaban en iguales
condiciones que los otros para ingresar a las
universidades, a las escuelas preferidas, a las que
se llegaba por expediente y, además, por examen. La
historia de los repasadores era tremenda.
Podrán críticarnos por lo que hemos tardado en
descubrir eso, pero lo descubrimos. Yo tuve un día
que pronunciar un discurso bien crítico, porque
también todos estos problemas requieren de un
tratamiento y yo, como conté, había tenido mis
experiencias.
Es
muy subyacente lo que pueda quedar, realmente un
poco de discriminación subjetiva, en gente que tiene
una cultura, que ha vivido muchos años de Revolución
y ha visto los enormes logros alcanzados. Pero
todavía esa discriminación se refleja en esta
sociedad, quiero que lo sepa.
Entre los cuadros superiores del Estado se ven aún
pocos negros.
Sí.
Usted lo ve en algunos cargos de dirección, porque
estamos recogiendo todavía Ia cosecha de que a los
niveles universitarios accedía una proporción mucho
menor de jóvenes negros y mestizos. El servicio
militar masivo era de tres años. Y adoptamos medidas
para estimular el estudio. Cuando ya todos eran
bachilleres, de acuerdo con el comportamiento,
podian pasar dos años en el servicio, en vez de tres.
Fuimos rebajando el tiempo y a muchos jóvenes del
servicio militar ya graduados de Bachillerato los
poníamos a estudiar un año como internos en escuelas
que dan un curso intensivo y les refrescan los
conocimientos para que accedan a la Universidad. Un
buen número ingresó por esa vía, ingresaron así de
los más pobres, de los que posiblemente no habrían
ingresado en las escuelas de gente seleccionada
mediante examen, procedentes de sectores de más
nivel social y cultural.
Realmente, estoy muy satisfecho con los 106
programas de Ia Batalla de Ideas que se están
llevando a cabo, entre ellos muchos de educación, y
lo primero que pregunto es composición étnica, una
expresión que estaba borrada, porque parecla
discriminatoria.
[6]
¿Ustedes ahora prestan una atención particular a la
composición étnica?
Sí.
En todas las escuelas nuevas, de maestros y
profesores emergentes, de trabajadores sociales, en
los programas culturales y artísticos. Estamos
formando instructores de arte: existen 15 escuelas
formadoras, una en cada provincia, y se contempla
que en los próximos diez años, 30 mil instructores
de arte, escogidos por el talento, impartan sus
conocimientos en centros educacionales y en las
comunidades, porque hay una demanda tremenda. La
composición étnica es diferente por provincia. Hay
provincias con un 70 por ciento de población negra.
En las de Oriente, me imagino.
Sí.
Y en otras es a la inversa. En Ia provincia de
Holguín, por ejemplo, la población blanca es
ampliamente mayoritaria, descendiente de
agricultores canarios y de otras provincias de
España. En dependencia de zonas donde hubo
plantaciones esclavistas, como en Guantánamo, y de
otros fenómenos históricos en nuestro país, es
diferente la composición de negros, blancos y
mestizos.
En
las escuelas de arte, artes plásticas —pintura y
escultura—, tienen que estudiar música, danza y
artes dramáticas, y especializarse en una de esas
manifestaciones artísticas y tener los conocimientos
básicos de las demás, porque pueden ir a enseñar a
una escuela y dar clases de las otras disciplinas
también.
Hay
una explosión de vocaciones y se están formando —unos
16 mil jóvenes— teniendo en cuenta la composición
étnica, y por talento. Nos da mucha satisfacción ver,
en todas esas carreras con una gran importancia
social y que ofrecen derecho a estudiar en la
Universidad casi de oficio, las composiciones
étnicas. Le digo que todavía yo me fijo y pregunto:
‘A ver, ¿cuántos cuadros de tal tipo?” Lo mismo que
usted pregunta. Hay en algunas instituciones más que
en otras.
¿Se fija usted también en el porcentaje de mujeres?
Luchar contra la discriminación de la mujer fue
tarea dura; hasta llego a proclamarse un codigo de
carácter moral, el Codigo de Familia: la obligación
para los hombres de compartir con las mujeres las
tareas del hogar, la cocina, Ia atención a los hijos.
Se avanzó mucho en ese terreno.
La
inmensa mayoría de los que ingresaban en las
universidades eran mujeres. Porque en esas edades de
secundaria y de preuniversitario son más estudiosas
y tenían mejores notas, en dos palabras. Y como
entraban por expediente...
A
nuestros médicos los enviamos a muchos países del
mundo. Hay algunos países en los que su cultura
local hace difícil que sea una mujer Ia que preste
el servicio médico, pero tú convocabas para estudiar
medicina a hembras y varones y de cada tres, dos de
los que tenían mejores notas eran muchachas.
A
veces para una carrera, usted decía: “Bueno, estamos
muy necesitados”, y en esos casos los varones eran
exonerados, incluso, del servicio militar, pero de
cada tres seleccionados por expediente, dos eran
mujeres. Tuvimos que asignar una cuota, digamos, 45
por ciento de hombres y 55 por ciento de
mujeres, porque la inmensa mayoría de los que
reunían los requisitos eran mujeres. Ese proceso,
por las causas mencionadas, se traduce en que crecía
la fuerza técnica femenina, y hoy el 65 por ciento
de la fuerza técnica del país son mujeres.
Un progreso bien espectacular.
Las
mujeres, además, tienen el parto, una función
natural vinculada a ellas. Cuando dan a luz, les
concedemos un año libre para que críen a los hijos,
no para buscar que haya más partos, sino porque lo
mejor que puede recibir un niño al llegar al mundo
es la leche y la influencia de la madre.
Existen otros planes de las llamadas vías no
formales para enseñar a los niños. Hay que educar a
los padres. Es mucho mejor cuando es Ia madre. Por
ejemplo, la separación del núcleo familiar tiene
mucha incidencia en el abandono de los estudios y
en aquellos muchachos que van a las prisiones.
Pero cuando uno de los dos padres es profesional,
aunque se hayan divorciado, como en general los
niños se quedan con la madre, si ella es profesional,
el efecto negativo se reduce considerablemente.
¿El efecto en materia de marginación, de
delincuencia?
En
el 71 por ciento de los casos de jóvenes
delincuentes, un 19 por ciento no estaba ni con el
padre ni con la madre. Así que con la presencia de
la madre o del padre que tenga al niño —en general
suele ser la madre, es el hábito—, si éstos tienen
un elevado nivel cultural, tú no te percatas del
efecto adverso que suele ocasionar el divorcio, la
separación del núcleo; si ambos o alguno de los dos,
especialmente la madre, se ocupan de los hijos,
apenas hay diferencia. Aspirarnos a que las mujeres
alcancen el máxirno nivel profesiónal y técnico
posible por el bienestar de la familia y Ia sociedad.
Antes eran terriblemente discriminadas y a su
alcance estaban sólo los trabajos más humillantes;
hoy las mujeres son ya por sí mismas un decisivo y
prestigioso segmento de la sociedad, que constituye,
ya le dije, el 65 por ciento de la fuerza técnica y
científica del país.
Las
mujeres se abren paso por sí mismas, son una fuerza
abrumadora. Lo que tal vez se necesite en el futuro
será una Federación de Hombres Cubanos.
¡Para defenderse!
¡Exacto!
Porque usted ve ya dondequiera a las mujeres
ascendiendo, ascendiendo, y no han alcanzado todavía
el tope, pero no han pasado en balde 46 años desde
el triunfo de la Revolución.
Muchas mujeres participaron en la lucha contra
Batista. Usted mismo ha mencionado a Haydée
Santamaría y Melba Hernández, que ya estaban en el
asalto al Moncada, y podríamos citar a otras
revolucionarias célebres como Celia Sánchez o Vilma
Espín. Yo quería preguntarle: ¿Hubo mujeres combatientes en la Sierra?
Sí.
Yo organicé una unidad de mujeres en la Sierra, las
“Marianas”.
[7] Demostramos que las mujeres podían
ser tan buenos soldados como los hombres. Tuve que
luchar duramente contra el machismo allí, porque
teníamos un grupo de armas ligeras reservadas para
ellas, y algunos decían: “¿Cómo le vamos a dar a una
mujer un M-1 —esto fue después de Ia última ofensiva
de Batista—, por qué no me lo dan a mí?” Yo tenía
una frase para algunos de ellos, se la voy a decir.
Les respondía: “Mira, ¿sabes por qué? Te voy a
explicar: porque son mejores soldados que tú.”
Yo
mismo entrené las primeras unidades de mujeres
combatientes y tuvieron un comportamiento excelente,
mejor incluso que el promedio de los hombres, para
qué le voy a decir otra cosa. Y fueron al combate,
no estaban en oficinas ni nada parecido. No se trata
de una justificación, era una realidad.
¿Piensa usted que Cuba ha dejado de ser un país
machista?
Hoy
podríamos decir que somos el país menos machista, no
le voy a decir del mundo, pero, por lo menos, de
este hemisferio. Hemos creado una cultura de
igualdad y de respeto, cosa que usted sabe que en
nuestras sociedades no prevalece.
No
me he puesto a comparar, porque el machismo fue
heredado, y sabemos muy bien como se heredó todo eso
y fue cultivado en la sociedad capitalista. Esa es
una herencia y nosotros éramos bastante ignorantes.
Mis sentimientos eran diferentes, ya acabo de hablar
del pelotón de mujeres en la Sierra; yo tenía otras
opiniones, albergaba un sentimiento de solidaridad,
porque veía y sufría Ia forma en que se discriminaba
a las mujeres en aquella sociedad explotadora.
Pero, bueno, estamos dispuestos a escuchar, incluso,
toda expresión relacionada con eso. No diría que el
machismo esté totalmente superado, pero hay una
enorme diferencia con lo que ocurría en aquellos
primeros años a que usted se refiere, y le he
contado con toda franqueza cómo era, asumimos Ia
responsabilidad, y ojalá pudiéramos haber tenido
suficiente cultura o circunstancias que hubieran
impedido formas de discriminación que son injustas y
son hirientes. En pocas palabras, es lo que le puedo
responder sobre esa pregunta.
Otra acusación que se hizo contra ustedes, a
los comienzos de la Revolución Cubana, fue que había
persecución religiosa. Ustedes nacionalizaron las
escuelas católicas, expulsaron a una parte del clero
y arrestaron a sacerdotes. ¿Piensa que ahí también
hubo excesos?
Nosotros nacionalizamos toda la educación, no sólo
las escuelas católicas. Esta es una revolución
radical profunda, yo la califico así, lo puedo
justificar y demostrar, donde no hubo un solo
sacerdote fusilado. Eso es parte de una política y
de una concepción, no sólo de principios éticos,
sino también de principios politicos. Le interesaba
al imperialismo o al gobierno imperialista de
Estados Unidos presentar a Ia Revolución Cubana como
una revolución antirreligiosa, a partir de los
conflictos que se produjeron en los primeros años y
que nos obligaron a determinadas medidas. Por ahí
comenzó la conspiración, y realmente, no podíamos
cruzarnos de brazos. Ocurrieron cosas muy duras.
¿Qué cosas?
Bueno, por ejemplo, la Operación Peter Pan, el
secuestro, prácticamente, de 14 mil niños cubanos
después de que nuestros adversarios inventaran la
atroz calumnia de que la Revolución les iba a quitar
a los padres la patria potestad. Con ese pretexto o
debido a ese temor absurdo fueron enviados
clandestinamente a Estados Unidos 14 mil niños, y en
ese secuestro participaron algunos sacerdotes
católicos que estaban contra la Revolución y también
sacerdotes católicos de Miami.
[8]
¿Se llevaron 14 mil niños para Estados Unidos?
Sí,
se los llevaron porque inventaron un decreto
supuestamente listo para privar a los padres de Ia
patria potestad. Cuando se trata de cosas que tienen
que ver con sentimientos tan íntimos la gente
enloquece, Ia enganan fácilmente debido al tipo de
mentira, el momento y la forma de divulgarla. En
este caso, frente a un sentimiento como el de Ia
paternidad, aquella idea loca chocaba más bien con
un instinto de la gente, que no la procesaba. Por
eso aquí, incluso, lograron asustar a muchos padres
de capa media y se facilitó el éxodo, el envío
clandestino, y algunas familias se separaron de
ellos para siempre.
Después, más adelante, Ieyendo los libros de
Shólojov: Guerra en el Don, El Don ensangrentado,
[9] y otros, descubro por mi cuenta, no lo sabía,
que ya en las novelas de Shólojov aparecían esas
mentiras sobre la patria potestad, eran viejísimas.
Figúrese, yo tenía que decir: “¿Y quién se va a
encargar de todos esos niños si se suprime la patria
potestad?” Después de 46 años aún no tenemos
suficientes instalaciones para todas las madres que
quieren enviar a sus niños al círculo infantil.
Dijeron otra cosa más horrible: que esos niños iban
a ser convertidos en carne enlatada.
¡Qué horror!
Que
los íbamos a enviar para Ia URSS, que en la URSS los
iban a convertir en carne enlatada que enviarían
después a Cuba.
¡Qué cosa monstruosa!
Eso
era fantasía pura, y no por ser una pérfida fantasía
dejó de creerla un número de personas; se cree
porque la mentira está asociada a un instinto tan
poderoso como el instinto materno y paterno, sobre
todo el materno.
¿Y se llevaron a los niños?
Sí,
se llevaron 14 mil.
¿Pero los fueron sacando de forma clandestina?
No
exactamente así, porque se permitía viajar a los que
lo desearan, incluso médicos, que tanta falta hacían
en Cuba. Se Ilevaron la mitad de los médicos que
tenía nuestro país. No había muchos requisitos de
trámite, y a los niños se los llevaban más bien de
forma fraudulenta, enviándolos solos o con algún
amigo, burlando las normas y sin seguridad alguna de
lo que ocurriría con ellos. Es posible que se
cumplieran algunos requisitos de pasaporte y
documentos. Por supuesto, ningún sector humilde,
pobre o discriminado envió a sus hijos; tenían fe
ciega en la Revolución y constituIan la gran
mayoría. Fueron sectores de más ingresos, y no pocos
de familias ricas, pero los niños no tenían ninguna
culpa.
Hay
gente que quería irse, y nadie se lo impedía; pero
lo que hicieron fue injustificado. Muchos padres se
quedaron esperando, pensando que la Revolución no
duraba, y que mandarían luego a buscar a sus hijos
de regreso; lo real es que enviaron a 14 mil niños,
muchos de los cuales ahora son mayores y crítican a
sus padres. Allá en Miami no tenían dónde alojarlos,
los albergaron, incluso, en sitios que fueron
edificados para delincuentes o con cualquier otro
propósito. Muchos niños cubanos fueron regados por
Estados Unidos.
¿Y la Iglesia tuvo una responsabilidad en este
secuestro gigante?
Es
quizás una de las cosas más dolorosas. En eso
estuvieron comprometidos algunos sacerdotes y
miembros de cierta jerarquía, tanto en Miami como en
Cuba; es algo sobre lo que no deseamos hurgar. La
salida de los ciudadanos hacía Estados Unidos no
estaba prohibida. No se les ponía ninguna traba, los
más elementales requisitos de identidad y nada más.
No era justificable enviar los niños de cualquier
forma con cualquier papel o sin papel. La
contrarrevolución, apoyada por el gobierno de
Estados Unidos, fabricó el falso decreto, lo divulgó
y se llevaron a 14 mil niños sobre Ia base del miedo
y del terror.
¿Ustedes no se dieron cuenta?
Nosotros, ya le digo, nunca pusimos restricciones
para salir, e iban y venían. El gobierno de Estados
Unidos abrió las puertas de par en par para llevarse
a los técnicos, a los maestros, a los médicos, a los
obreros calificados, y además disponer de personal
abundante para reclutar en sus filas a invasores y
soldados para atacar nuestro país. Esos hechos
fueron bien graves. ¡Cuál invento no hicieron!
Ocurrieron cosas muy serias en ese sentido. No vamos
a culpar a Roma de eso, ni vamos a culpar a la
Iglesia Católica, porque había muchos católicos
revolucionarios. Por problemas
contrarrevolucionarios hubo algunos sancionados.
¿Sacerdotes?
Sí,
pero no estuvieron mucho tiempo presos. En la
expedición de Girón vinieron con los mercenarios
tres sacerdotes que eran... ¿Cómo les llaman a los
que acompañan y predican a los soldados en los
ejércitos?
Capellanes.
Sí.
También nosotros teníamos un capellán en Ia Sierra
Maestra, un sacerdote católico que se unió a los
rebeldes, hasta llego a alcanzar grado de comandante
y a tener un uniforme verde olivo, el padre
Guiliermo Sardinas, muy conocido y muy querido. No
es que nuestros compañeros fueran muy practicantes
de la religión católica, de los que van a la
iglesia, pero aquí casi todo el mundo estaba
bautizado y al que no estaba bautizado, como le
dije, lo Ilamaban “judío”.
Le
estaba diciendo que no era sólo cuestión de
principios, sino, además, de elemental sentido común
político: un sacerdote fusilado aquí, hace rato que
habría sido elevado al martirologio, un regalo para
el imperio y un agravio a muchos honestos creyentes
en Cuba y en el mundo.
¿La Revolución Cubana tuvo un particular cuidado con
los sacerdotes?
Algunos hechos fueron graves, pero nunca hubo un
sacerdote fusilado. Y ésta es la única revolución
radical que no ha fusilado sacerdotes. En Mexico,
usted conoce lo de los cristeros,
[10] y en muchas
otras revoluciones ocurrió lo mismo. Si analiza la
historia de Francia, donde usted adquirió, pienso,
mucho de su pensamiento aunque naciera fuera de ese
país...
La Revolución Francesa fue muy anticlerical.
Acuérdese de los tres Estados. En esa revolución de
1789 se mataron unos a otros, porque el bajo clero
estaba con la revolución y la jerarquía eclesiástica
estaba con el poder feudal, aunque algunos incluso
de aquella jerarquía se pasaron a la revolución. No
conozco ninguna revolución donde no haya sucedido
algo parecido.
En
la Revoiución de Octubre —yo no sé si habrá quienes
nieguen ahora que en 1917 hubo una revolución en
aquel país que después se llamó la Unión Soviética—,
allí también ocurrieron sucesos de esta índole.
En
el año 1910 se inició la revolución en Mexico, una
importante revolución social, una verdadera
revolución social —no socialista, pero sí una
revolución social profunda—; allí se mataron unos a
otros, sin excluir a religiosos.
Después vino ia Guerra Civil española. El españoi es
muy religioso, y la mayoría de los españoles estaba
con Ia República, y hubo religiosos fusilados de uno
otro lado. Es decir, no recuerdo ninguna revolución
donde en el ámbito religioso no se hayan fusilado
unos a otros.
Nosotros somos la excepción. Y eso demuestra que nos
hemos guiado por determinados criterios y principios
políticos y éticos, ambas cosas. Eso es muy
importante.
Si
no se sabe, si no se dice, si se oculta la verdad en
esos medios en los que tanto se crítica a la
Revolución Cubana, a mí no me preocupa gran cosa.
Usted me hace una pregunta y yo le explico. ¿Cuántas
calumnias no se han dicho de la Revolución sobre
torturas y cosas por el estilo?
(Tomado del libro "Cien Horas con Fidel,
conversaciones con Ignacio Ramonet", editado por
Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, Tercera edición, La Habana, 2006, páginas 245-272) ©
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