El Batallón 11 del Ejército de la tiranía, al mando del teniente coronel
Ángel Sánchez Mosquera, ocupaba el poblado de Minas de Bueycito, en el sector
nororiental del territorio rebelde, desde mucho antes del 25 de mayo, fecha del
inicio efectivo de la primera fase de la ofensiva enemiga. En ese lugar, el jefe
del batallón había acumulado una sangrienta hoja de servicios en su feroz
represión contra la población de la zona.
En las semanas inmediatamente anteriores al comienzo de la gran operación, el
enemigo realizó incursiones al interior de la montaña, de las que resultaron
diversas escaramuzas y encuentros con las fuerzas rebeldes que operaban en la
zona, compuestas, fundamentalmente, por el personal a las órdenes del capitán
Guillermo García, con el refuerzo solicitado a la Columna 3 de Juan Almeida, y
por personal de la Columna 4, ya en ese momento bajo las órdenes del comandante
Ramiro Valdés después del traslado del Che hacia Minas de Frío.
Las dos últimas acciones, previas al comienzo oficial de la ofensiva,
ocurrieron precisamente el viernes 23 y el sábado 24 de mayo, los dos días
anteriores al inicio de la misma, y no tuvieron mayores consecuencias. En la
primera de ellas, rebeldes y guardias intercambiaron disparos en Montero, y en
la segunda, en los alrededores de San Miguel, localidades ambas muy cercanas a
Minas de Bueycito. En los dos casos, Ramiro informó de varias bajas enemigas,
entre ellas un guardia muerto.
Ramiro Valdés y Camilo Cienfuegos en la Sierra
Maestra
El 28, ya comenzada realmente la ofensiva con el avance hacia Las Mercedes y
su ocupación, me llegaron a La Plata noticias de Ramiro sobre otros dos
encuentros, esta vez en Los Doctores y de nuevo en Montero.
Teniendo en cuenta el disloque de las principales unidades enemigas en
preparación de la ofensiva, no nos cabía duda alguna de que al Batallón 11 le
correspondía desempeñar un papel importante. La posición que ocupaba era, junto
con el poblado de Estrada Palma, uno de los puntos de partida más lógicos para
cualquier movimiento hacia el interior de nuestro territorio por el Norte. Desde
Minas de Bueycito, lo más probable era que el enemigo lanzara su intento de
penetración en dirección al curso superior del río Buey, y ocupara sucesivamente
los barrios de La Otilia, San Miguel, El Macío y La Estrella.
A la altura de este último lugar, cabía esperar tres variantes tácticas: una
de ellas sería la continuación de su avance en la misma dirección general
hacia el Sur, con la intención de rebasar los barrios de Platanito, Caña Brava y
La Habanera, y alcanzar el firme de la Maestra en la zona de Santana de Buey; la
segunda sería desviar el rumbo hacia el suroeste, en busca del firme de El
Descanso, dejando atrás los barrios de Banco Abajo y Banco Arriba; la tercera
sería continuar hasta Caña Brava y desviar, entonces, el rumbo hacia el suroeste
en dirección a las cabezadas del arroyo de California. En cualquiera de estas
tres opciones, el enemigo, en caso de lograr su objetivo, quedaría en posición
favorable para proseguir su penetración por los firmes, en dirección a las zonas
de La Jeringa o San Francisco, en el curso superior del río Yara. Teniendo en
cuenta que las dos últimas variantes acercarían al Batallón 11 más hacia el
Oeste a su objetivo final, Radio Rebelde y la Comandancia del Primer Frente;
nuestra apreciación antes del inicio de las operaciones era que el enemigo
trataría de seguir alguna de estas rutas.
Radio Rebelde desde la Sierra Maestra
La primera acción de importancia en este sector ocurrió el jueves 29 de mayo.
Ese día, el Batallón 11 comenzó su avance definitivo hacia el interior del
territorio rebelde desde su base de operaciones en Minas de Bueycito. Cerca del
mediodía, después de pasar por La Otilia, la fuerte y bastante experimentada
tropa enemiga chocó con la emboscada de Guillermo García, a la altura de El
Macío, y se entabló un furioso combate. La columna principal de los guardias fue
obligada a detener su avance, y nuestros combatientes lograron repeler los
varios intentos del jefe enemigo de flanquear las posiciones rebeldes para salir
a su retaguardia. Durante el intenso bombardeo de morteros que ordenó desatar
Sánchez Mosquera para tratar de desalojar a los hombres de Guillermo, resultó
herido de cierta gravedad el combatiente Manuel Díaz.
En El Macío se siguió combatiendo intermitentemente a lo largo de los tres
días siguientes. A pesar de la presión constante de Sánchez Mosquera, quien
contaba con más de 300 hombres bien armados y equipados, y sus hábiles intentos
de infiltrar los flancos de nuestras fuerzas, la rápida movilidad de las
escuadras rebeldes, la tenaz determinación de sus integrantes de cumplir las
instrucciones de no ceder hasta el último esfuerzo y la capacidad demostrada por
Guillermo para situar una emboscada tras otra con el máximo aprovechamiento del
terreno, permitieron lograr el propósito de ir desgastando y retardando el
avance enemigo.
En una de estas innumerables acciones, el mensajero rebelde Misaíl Machado
fue sorprendido el 2 de junio y cayó combatiendo contra una patrulla de
guardias. Él fue la primera baja mortal de nuestras fuerzas durante el
desarrollo de la ofensiva enemiga.
No fue sino hasta el 8 de junio cuando Sánchez Mosquera, reabastecido de
balas y municiones, logró avanzar hasta las cercanías de La Estrella. En 10
jornadas, el poderoso Batallón 11, que contaba con los soldados más veteranos de
los que lucharon contra nosotros en las montañas, no había logrado penetrar ni
siquiera otros tantos kilómetros en el territorio rebelde, lo cual dice mucho de
la tenacidad y eficacia de la resistencia opuesta por nuestros combatientes en
ese sector y las adecuadas medidas de protección. Ya para entonces, sin embargo,
Ramiro me había informado que solo contaba con la mitad de las reservas del
parque que yo le había enviado en previsión de estas acciones.
Nuestros hombres combatieron de nuevo con coraje y eficacia en La Estrella
desde el día 8 hasta el siguiente, pero no pudieron impedir, en definitiva, que
el enemigo se apoderara del caserío. Allí, Sánchez Mosquera estableció
campamento, tal vez para reponer fuerzas después de las agotadoras jornadas de
desgaste vividas por sus guardias desde la salida de Minas de Bueycito, o
quizás para reevaluar sus planes inmediatos. Esta posibilidad no deja de tener
peso a la luz de lo que ocurrió en los días subsiguientes.
La llegada de la fuerza enemiga a La Estrella era parte de nuestras
previsiones. Hasta el momento, el Batallón 11 estaba siguiendo la ruta del río
Buey en una de sus direcciones previstas, la que lo llevaría al firme de la
Maestra por la zona de Santana. El único problema inmediato planteado en este
sector, por tanto, era el excesivo gasto de balas de nuestros combatientes, que
podría provocar el debilitamiento de la resistencia rebelde ante el ulterior
avance de los guardias.
Ramiro me insistió en el tema nuevamente en un mensaje que recibí por
teléfono el día 11. De inmediato le contesté en términos muy duros:
No piensen recibir una sola bala. Tienen q
arreglárselas con lo que tengan o pagar bien caro la falta de cabeza y sentido
común. La gente debe disparar sobre los guardias a matar y a boca de jarro, no
para asustarlos con el ruido. No pueden gastar en dos horas las balas q deben
durar un mes. Los tipos q [...] tiran 500 balas con una ametralladora en unos
minutos y luego se jactan de ello, son dignos de ser fusilados. No estoy
dispuesto a permitir q la Rev [Revolución] sea desbaratada por culpa de
cretinos.
Enviaré facultades excepcionales a Comt
[comandantes] y Capt [capitanes] para proceder drásticamente contra todo acto
[de] cobardía y estupidez. Te enviaré instrucciones detalladas a medida q se
desarrollen [los] acontecimientos. Mucha inteligencia, q es la q más falta hace
en estos momentos.
[...] Nosotros supimos sostener la Rev
[Revolución] y hacerla resurgir con 20 balas por fusil, en Palma Mocha matamos 5
soldados sin gastar más de 280 balas y éramos unos novatos.
A mi juicio, era necesario una vez más el tono de esta respuesta para que
nuestros combatientes tuvieran plena conciencia de la necesidad de ahorrar al
máximo nuestros bien escasos recursos. Pero, por otra parte, había que reconocer
que los defensores de ese sector estaban haciendo un esfuerzo sobrehumano frente
a la presión posiblemente más intensa, de que era capaz el enemigo en los
distintos frentes de su ofensiva. Por esa razón, al día siguiente, en mensaje
que le envié al Che, donde le daba cuenta de los acontecimientos por el sector
nordeste, le agregué:
Mándame también 500 balas 30.06 que tengo que
enviarle a Ramirito, aunque se las voy a retardar lo más posible, porque es la
única forma [de] que no nos quedemos sin una sola bala. Ayer le respondí que no
pensaran recibir una sola más. Sigo pensando que ese [es] el punto más débil de
nuestra estrategia.
Hay que ver lo que significa que, a estas alturas de la batalla, la respuesta
concreta que puedo darle a la petición de parque de Ramiro para sostener la
resistencia en todo un sector es una negativa tajante, mientras hago la
silenciosa gestión de la irrisoria cantidad de 500 balas. Así estábamos
resistiendo, contra todos los pronósticos, y, lo que es más importante, así
estábamos convencidos de vencer.
En definitiva llegué a enviarle a Ramiro, el día 13, un pequeño refuerzo de
400 balas para fusiles 30.06. En el mensaje que le cursé con el parque le
insistía de nuevo en este crítico tema, y le trasladaba también esa confianza en
la victoria:
Tengo que ahorrarlas [las balas] como cuestión
de vida o muerte. Estoy esperando gran ayuda desde fuera este mismo mes. Estoy
seguro de que podremos resistir si llevamos adelante el plan correcto de lucha.
Necesitamos tres meses para recibir los refuerzos suficientes con que lanzarnos
a la ofensiva cuando el enemigo esté virtualmente agotado.
Mensaje de Fidel a Ramiro Valdés, Ramirito, sobre el
envío de 400 balas 30.06, 13 de junio de 1958.
Ciertamente, yo confiaba aún en las posibilidades de recibir suministros
desde el exterior, pero estaba convencido de que, incluso, en el caso de que no
fuese así -y no fue así-, los planes de defensa que habíamos elaborado nos
permitirían resistir con nuestros propios medios y con los que fuéramos
arrancando al enemigo, hasta que llegara el momento en que la ofensiva se
desgastara y detuviera. Entonces sería cuando la iniciativa pasaría a nuestras
manos.
Camilo Cienfuegos
Esta confianza absoluta se refleja en la orden que curso al mediodía del 11
de junio al comandante Camilo Cienfuegos, quien, como se recordará, estaba
operando hacía más o menos dos meses en los llanos del Cauto para que se
desplazara urgentemente con lo mejor de su columna a reforzar la Sierra atacada.
Dice así el texto completo de este mensaje:
Después de estudiar detenidamente la situación
y analizar los planes nuestros y del enemigo he decidido enviarte con carácter
urgente este mensaje.
Te necesito aquí con todas las armas buenas
[de] que puedas disponer. Se va a librar en la Sierra una batalla de la mayor
trascendencia. Ellos van a concentrar contra esto el grueso de sus fuerzas
tratando de dar un golpe decisivo. El número que ellos puedan concentrar aquí no
importa a los resultados finales, lo que importa es que nosotros dispongamos el
mínimo necesario para aprovechar al máximo las extraordinarias ventajas de este
escenario donde sabemos se va a librar la lucha. Ese mínimo se completa
contigo.
El desplazamiento tuyo de allí hacia acá,
aparte del valor que implica en este instante, tiene la ventaja de que en
cuestión de días puedes de nuevo situarte en esa zona cuando las razones de
estrategia general así lo requieran. El enemigo además ha trazado ya sus planes
contando contigo ahí, vamos a hacer que tengan que librar su batalla contigo
aquí. Al objeto de aprovechar además las ventajas de tu estancia en esa, debes
dejar una patrulla de escopeteros operando por la zona que despiste al enemigo y
llevar a cabo tú el traslado hacia acá sin que nadie sepa ni adivine tu
rumbo.
Dirígete hacia la zona de Santo Domingo. Este
mensaje lo pienso enviar también por otra vía para asegurar su llegada. Estoy
completamente seguro del éxito de nuestros planes.
Un fuerte abrazo.
Orden de Fidel a Camilo para que se trasladara de los
llanos del Cauto a la zona del Primer Frente en la Sierra Maestra, con vistas a
reforzar la defensa del territorio rebelde contra la ofensiva enemiga, 11 de
junio de 1958.
Orden de Fidel a Camilo para que se trasladara de los
llanos del Cauto a la zona del Primer Frente en la Sierra Maestra, con vistas a
reforzar la defensa del territorio rebelde contra la ofensiva enemiga, 11 de
junio de 1958. Página 2.
En realidad, los aguerridos hombres que le pedía
eran alrededor de 40. En un mensaje adicional anexo al anterior, le comentaba a
Camilo:
El indicio de que la lucha fuerte va a
comenzar de un momento a otro me lo da el hecho de que después de concentrar
grandes núcleos al frente de la Sierra, de donde no han podido avanzar, hayan
producido ayer el primer desembarco por la costa, en Las Cuevas, según noticias
e informes que aunque no confirmados con exactitud parecen absolutamente
ciertos. De un momento a otro tienen que chocar con nuestros hombres.
Y en un segundo adicional, para no alarmar indebidamente a Camilo, iba esta
información sobre nuestros planes y condiciones, también confirmación
contundente de nuestra confianza:
Este movimiento que te comunico está
relacionado con todo un plan y una serie de circunstancias: aseguramientos de
puntos por donde deben llegar armas (algunas de las cuales ya están aquí), plan
minucioso de resistencia a la ofensiva y contraofensiva inmediatamente
posterior. Hemos convertido [a] la Sierra en una verdadera fortaleza llena de
túneles y trincheras. La planta de radio está convertida en un baluarte de la
brecha revolucionaria. Tenemos instalada una red telefónica y muchas cosas han
mejorado extraordinariamente. Te hago estas aclaraciones para que no vayas a
recibir la falsa impresión de que estamos en situación difícil. Creo cerca la
Victoria.
Hasta ese momento, salvo las fuerzas propias de las Columnas 1, 4 y la tropa
de Crescencio, esta última con muy pocas armas de guerra -las tres que
integraban lo que hoy es llamado Primer Frente de la Sierra Maestra-, el único
refuerzo recabado de otros frentes rebeldes para resistir la ofensiva contra ese
núcleo central había sido, como ya se ha dicho, el grupo de combatientes
llegados con Almeida desde la zona del Tercer Frente. La incorporación de Camilo
y sus hombres obedecía a dos consideraciones principales. En primer lugar,
contar con la inyección que aportaría este valiente y competente jefe y su muy
pequeña, aguerrida y combativa tropa, lo cual se hacía necesario a la luz de los
acontecimientos más recientes: enfrentar la doble ofensiva enemiga desde el
Norte y la apertura de un nuevo sector en el Sur, tras el desembarco del
Batallón 18, el 10 de junio, en Las Cuevas, al que nos referiremos en un
capítulo siguiente. Nuestras fuerzas con armas de guerra apenas rebasaban los
200 hombres. En segundo lugar, pero de gran significación, era contar con Camilo
y el Che para la defensa de los tres sectores en los que, evidentemente, se
dividiría la acción a juzgar por los movimientos realizados por las tropas de la
tiranía.
Fidel y Almeida en la Sierra Maestra
No era de ninguna manera fácil la misión planteada a Camilo. Se trataba nada
menos que de atravesar el cerco enemigo de la Sierra y, una vez dentro de la
montaña, eludir a las diversas agrupaciones de guardias que ya estaban operando
en ella para llegar al mismo corazón rebelde, y hacerlo en el menor tiempo
posible. Pero yo no tenía duda alguna de que lo lograría. Al día siguiente, en
un nuevo mensaje en que le ratificaba la orden como una prevención adicional, en
caso de que los dos mensajeros anteriores hubiesen sido interceptados, le
encarecía una vez más que realizara el movimiento en el mayor secreto posible
para que nadie conociera su rumbo, y que tomara todas las precauciones
necesarias a la hora de cruzar las líneas enemigas. Camilo, como era de esperar,
cumplió con todo éxito la misión, y apenas dos semanas después de cursado el
primer mensaje ya estaba con 40 de sus mejores combatientes en la zona de La
Plata.
Mientras todos estos acontecimientos ocurrían en la zona del río Buey, en los
primeros días de junio comencé a recibir algunas confusas informaciones acerca
de presuntos movimientos de tropas enemigas desde Estrada Palma y el Cerro, en
dirección al río Naguas y, eventualmente, a Santo Domingo. La primera
comunicación en ese sentido fue de Horacio Rodríguez, el día 2, quien me lo
ratifica tres días después, a partir de comentarios escuchados entre los vecinos
del Cerro.
Obviamente, la confiabilidad de estas informaciones no era muy grande, pero
se trataba, no obstante, de una posibilidad que no podía dejar de tenerse en
cuenta. En nuestra evaluación -previa al inicio de la ofensiva- de las vías de
acceso al corazón de nuestro territorio, factibles al enemigo, figuraba entre
las que debían ser tenidas en cuenta, la penetración hasta Santo Domingo desde
el Norte o el noroeste. En el caso de la primera dirección mencionada, por la
vía de Canabacoa a Los Lirios u otro punto sobre el río Naguas, y de allí,
atravesar el firme de El Cacao, hacia el barrio de ese nombre, al que solo
separaba de Santo Domingo el firme de La Manteca. En el caso de la segunda de
estas direcciones, las variantes eran más numerosas: desde Estrada Palma al río
Naguas, y por el curso de este al punto decidido para atravesar el firme de El
Cacao; desde Estrada Palma a Providencia, y por el curso del río Providencia
hasta Palma Criolla y el propio barrio de El Cacao; o desde Cerro Pelado a
Providencia, atravesando Los Corrales para seguir el mismo recorrido anterior.
Por supuesto, una fuerza enemiga posicionada en Providencia, podría utilizar
también la vía del río Yara, que era la ruta más previsible.
La ubicación de la escuadra de Eddy Suñol en Providencia y el pelotón de Lalo
Sardiñas en Los Lirios respondía precisamente a estos posibles cursos de acción
del enemigo. En el caso de Lalo, de producirse una penetración enemiga en la
zona de Naguas por un punto situado a su retaguardia, su deber sería dar media
vuelta a su posición y partir si fuera necesario para emboscar esa tropa. Las
noticias no fueron confirmadas.
En primer plano, de derecha a izquierda, el teniente
Eddy Suñol y el combatiente Fidel Vargas, entre otros rebeldes.
En definitiva, todos estos rumores resultaron infundados. Una segunda tropa
siguió después los pasos del Batallón 11, pero lo hizo en la misma dirección que
llevaba este. El 12 de junio, la posibilidad de un intento de penetración por
Providencia a lo largo del río Yara hacia Casa de Piedra y Santo Domingo, o en
cualquiera de las otras direcciones posteriores previstas, me indujo a
considerar el envío de instrucciones a Suñol a fin de que se replegara hacia el
camino de Gamboa para proteger el acceso por esa vía a El Naranjo y a Santo
Domingo. El propio Suñol, por otra parte, me había hecho saber su criterio de
que esa tropa tal vez no llegara a Providencia, ya que el río estaba hondo y no
daba fácil paso a los transportes, sino que intentara flanquear esa posición y
penetrar directamente al Salto, detrás de la línea rebelde, a través del firme
de La Llorosa hacia La Plata.
El parte militar, elaborado para Radio Rebelde el 12 de junio, decía lo
siguiente con relación a la situación en el sector nordeste de la batalla:
Mientras tanto, en el otro lado de la Sierra
al norte de la misma por la zona de Bueycito, el enemigo lanzó sus fuerzas a la
ofensiva intentando avanzar hacia la Sierra. Después de dos días de intensos
combates fue paralizado el avance de las fuerzas enemigas que sólo logró
penetrar tres kilómetros en territorio rebelde a un alto precio de
vidas.
En ese mismo parte se reiteraba lo que ya se había convertido casi
en un motivo constante en las informaciones que ofrecía nuestra emisora:
El Ejército Rebelde está combatiendo
gallardamente contra fuerzas innumerablemente superiores en número y armas, pero
que no podrán vencer la tenaz y heroica resistencia que en todas las formas y
tácticas de lucha imaginables le están ofreciendo y le ofrecerán cada vez más
intensamente nuestras fuerzas.
No había realmente nada nuevo que informar.
Después de unas horas de relativa inactividad en La
Estrella, el jefe del Batallón 11 había ordenado el día 10, al grueso de sus
fuerzas, reiniciar el avance en la misma dirección anterior del curso superior
del río Buey. Durante las dos jornadas siguientes, los guardias habían logrado
alcanzar los barrios de Caña Brava y Platanito -donde había estado funcionando
uno de nuestros hospitales de campaña a cargo del doctor Sergio del Valle, ya
evacuado-. Esos eran los tres kilómetros a que se refería el parte de Radio
Rebelde, ganados a sangre y fuego frente a la constante resistencia de los
combatientes de Guillermo García y las escuadras de la Columna 4. Hasta ese
momento, por tanto, parecía que el plan enemigo se mantenía según la variante
prevista de alcanzar el firme de la Maestra en la zona de Santana.
Sin embargo, al parecer desde el propio día 10, Sánchez Mosquera había
iniciado exploraciones a lo largo del río Palmarito, afluente del Buey a la
altura de La Estrella, con la intención de probar una vía alternativa en
dirección a los barrios de Banco Abajo y Banco Arriba y, eventualmente, del
firme de El Descanso. De la misma forma, el día 12, tras haber ocupado Caña
Brava, envió una parte de su fuerza por el río California, también afluente del
Buey a la altura de ese barrio, con la intención de probar esta otra ruta
alternativa que lo conduciría al firme de California.
Todavía el 12 de junio, nuestros capitanes en la zona seguían considerando
que el golpe principal del enemigo proseguiría por el río Buey, en dirección a
La Habanera y el firme de la Maestra en Santana. Las informaciones que recibí
ese día de Ramiro daban cuenta de la ocupación de Caña Brava, y ratificaban que
esa seguía siendo la dirección del avance principal. Lalo Sardiñas, sin embargo,
me informó ese mismo día desde su posición en Los Lirios de Naguas que los
guardias estaban entrando a Banco Abajo, pero no tenían aún elementos para poder
determinar que se había producido un cambio en la dirección principal.
No fue sino hasta el día siguiente cuando la nueva situación comenzó a
esclarecerse.
En la tarde del 13 de junio, una avanzada de la fuerza de Sánchez Mosquera
llegó a El Descanso y acampó esa noche en los alrededores de la casa de Hipólito
Vázquez, colaborador campesino de nuestra columna. En ese momento, la fuerza
rebelde más cercana era el pelotón de Lalo Sardiñas, quien seguía emboscado en
Los Lirios, a unas tres horas de camino de El Descanso. Fue el propio Lalo quien
me envió la primera noticia de este movimiento, al día siguiente por la
mañana.
La llegada de esta tropa enemiga a ese lugar introdujo un elemento nuevo en
la situación táctica. En un primer momento no fue posible determinar si se
trataba de un movimiento diversionista o del envío por parte del jefe del
Batallón 11 de una pequeña fuerza en busca de suministros a Estrada Palma por
vía del río Naguas, o si, por el contrario, se trataba de un cambio en la
dirección del golpe principal en el intento de penetración por el nordeste. El
hecho es que el movimiento planteó una serie de variantes nuevas a las que
teníamos que dar respuesta con las escasas fuerzas de que disponíamos en ese
momento.
Las dos entradas principales que podían conducir directamente a la zona de
Santo Domingo habían estado cubiertas desde principios de mayo, cuando se
ejecutaron las primeras disposiciones de defensa ante la inminencia de la
ofensiva. Eddy Suñol había mantenido ocupadas las posiciones en Providencia
desde las cuales se dominaba visualmente todo el llano hasta Estrada Palma, y se
podía hacer una primera resistencia efectiva en caso de que el enemigo intentara
penetrar por el camino que subía por todo el río Yara desde Cerro Pelado. La
otra entrada había estado vigilada desde Los Lirios por el personal de Lalo
Sardiñas, poco numeroso y mal armado. Entre Providencia y Santo Domingo,
cuidando un acceso vital al firme de la Maestra por El Cristo, El Toro y Gamboa,
estaba situada la pequeña tropa al mando de Félix Duque. En el propio Santo
Domingo, en los alrededores de la casa del colaborador campesino Lucas Castillo,
llevaba algún tiempo acampada la escuadra al mando de Paco Cabrera Pupo, quien
actuaría como refuerzo en cualquier dirección en que la amenaza se hiciera más
patente. Este era todo el personal -apenas 50 hombres en total, muchos de ellos
insuficientemente armados y con parque escaso-, de que disponíamos para
enfrentar la amenaza que se cernía tan de cerca sobre el corazón de nuestro
territorio.
El capitán rebelde Eduardo Sardiñas,
Lalo.
Suponiendo que la tropa que había llegado a El Descanso el 13 de junio
llevara una misión combativa, podía continuar avanzando hacia Los Lirios o tomar
el camino de Loma Azul para caer eventualmente en La Jeringa. Una vez allí podía
bajar por el río Yara hacia Pueblo Nuevo y Santo Domingo, o escalar directamente
el firme de la Maestra y salir por la retaguardia de las líneas rebeldes a la
altura de Agualrevés. Una tercera ruta de esta fuerza podía ser la de proseguir
la marcha atravesando La Sierrita hasta El Cacao, y subir luego al alto, lo cual
le permitiría después dejarse caer directamente sobre Santo Domingo. A todas
estas alarmantes posibilidades habría que añadir el hecho de que los movimientos
de la tropa de El Descanso pudieran estar en combinación con los del resto de
las fuerzas del Batallón 11, que hasta el momento parecían seguir la dirección
original de su golpe principal.
Desde la posición que ocupaba en Los Lirios, lo único que Lalo Sardiñas podía
hacer era tratar de impedir el paso del enemigo por la primera de las rutas
mencionadas. Al amanecer del día 14, Lalo envió un informe urgente a Paco
Cabrera Pupo para que me lo trasmitiera a mí, al tiempo que, con aguda
percepción de la situación táctica, le recomendaba que se trasladara a El Cacao
para interceptar al enemigo en caso de que intentara la tercera variante. Paco
me trasladó el informe de Lalo, pero como tenía instrucciones precisas de
permanecer en Santo Domingo, no se movió hasta no recibir una orden mía.
Mi respuesta no se hizo esperar. Previendo la posibilidad de que la tropa
enemiga tomara el camino de Loma Azul hacia La Jeringa, que era de una de las
variantes analizadas en su momento por mí, ordené a Lalo que se mantuviera en
Los Lirios y que, en caso de que el enemigo siguiera el camino de Loma Azul, le
tratara de tomar la delantera y lo interceptara antes de que pudiera llegar al
alto de La Jeringa. Una vez más nuestros planes de contingencia tenían que estar
basados en la superior movilidad de las fuerzas rebeldes, ya que no había
hombres suficientes para cubrir todos los posibles accesos. “Nos resentimos de
la falta de una reserva mínima”, le escribí al Che en un mensaje que le cursé a
las 2:00 de la tarde del día 14, en el que le informé de esta nueva
situación.
No me llevó mucho tiempo evaluar las implicaciones de este movimiento enemigo
y precisar todos los posibles cursos de acción que se abrían. En cuanto a la
defensa de la vía de El Cacao, el peligro era menos inmediato y ya habría tiempo
-unas horas más- para tomar las medidas necesarias. En la situación táctica en
que se desarrollaba la defensa de La Plata, lo que importaba era lo más
inmediato. Resulta revelador de nuestro enfoque pragmático lo que le dije al Che
en ese mismo mensaje, refiriéndome al peligro planteado por la tropa llegada a
El Descanso: “Veré qué hago si avanzan por ahí”. Pero de lo que sí podía estar
seguro cualquiera era de que, aun en esa difícil coyuntura, no habíamos perdido
ni el optimismo ni la confianza. “La situación se ha ido haciendo un poco
complicada”. Eso era todo cuanto admitía en lo referido a ese sector.
El Che y Fidel en la Sierra Maestra
En definitiva, el movimiento enemigo no me tomó por sorpresa. El propio día
14, antes de recibir las noticias que me enviaba Lalo, le había escrito a
Orlando Lara que cabía esperar del Ejército que buscara alguna forma de
flanquear las entradas previsibles al reducto rebelde de la Maestra por el
Norte, que eran las Vegas de Jibacoa y Santo Domingo. Ese mismo día le había
ordenado a Suñol que cubriera con algunos de sus hombres, reforzados por otros
de Lara, el camino que subía de Arroyón al alto de La Llorosa, para evitar que
por esa vía el enemigo pudiera llegar a El Toro.
Como parte de las medidas de replanteamiento estratégico y táctico tomadas
después del desembarco del Batallón 18 en Las Cuevas -al que nos referiremos en
el capítulo siguiente- envié el 14 de junio unas instrucciones al comandante
Ramiro Valdés, jefe de la Columna 4 desde el traslado del Che a Minas de Frío. A
las 7:00 de la mañana de ese día, cuando me senté a redactar el extenso
documento de 18 páginas para Ramiro en la casa del Santaclarero en La Plata,
todavía no había recibido la noticia de que la columna de Sánchez Mosquera, que
presionaba desde finales de mayo, precisamente por el sector de Ramiro, había
variado la dirección de su penetración y, al parecer, replegándose hacia La
Estrella había llegado a El Descanso. El supuesto táctico de que partía en estas
instrucciones, por tanto, era que la fuerza enemiga seguiría procurando avanzar
en la misma dirección que traía, con la intención de coronar el firme de la
Maestra por la zona de Santana.
Partiendo de este supuesto, orienté a Ramiro que situara una escuadra por el
camino que subía a El Hombrito, otra en el alto de Escudero y dos en la entrada
del río La Mula -tres posibles accesos desde el Norte y el Sur a la Maestra, al
este de Santana y del pico Turquino-, y que concentrara el resto del personal,
es decir, el grueso, en la defensa del camino que subía de Minas de Bueycito a
Santana, que parecía ser la ruta principal que intentaba seguir Sánchez
Mosquera. La idea de maniobra era retardar el avance del enemigo y “[...]
hacerle pagar lo más caro posible la penetración”. En otras palabras, lo que
estaba previendo era la probabilidad de que no pudiera contenerse, en
definitiva, el avance del Batallón 11 hasta el firme de la Maestra, teniendo en
cuenta la intensidad del golpe, así como las fuerzas relativamente escasas que
podíamos oponer. El propósito de la defensa, por tanto, seguía siendo el
desgaste del enemigo para buscar su agotamiento y, en consecuencia, la pérdida
de su impulso ofensivo.
Campamento rebelde. Aparecen en la imagen el comandante
Ramiro Valdés, Nené López y otros combatientes.
Le reproché a Ramiro -en mi mensaje- haber permitido que se cometieran dos de
los pecados cardinales de nuestro decálogo guerrillero: la falta de preparación
de defensas adecuadas y el gasto excesivo de parque.
Considero que a pesar de mi insistencia ustedes descuidaron el problema de
las trincheras y defensas, y no tendría nada de extraño, porque yo he tenido que
batallar mucho para que la gente abriera verdaderos huecos y preparara
trincheras efectivas protegidas contra todo y no hoyitos ridículos, que es la
tendencia de la inmensa mayoría.
Por ese camino de las Minas a Santana, bien fortificado, ni Mosquera ni nadie
puede avanzar sin desangrar su tropa hasta el máximo.
Y con relación al parque:
Me luce que la gente nuestra no está
combatiendo ahí al enemigo con inteligencia. A juzgar por las balas que se
gastan, debiera haber cien guardias muertos, ya que estando nosotros a la
defensiva y teniendo ellos que avanzar, se les podía hacer muchas bajas, desde
posiciones bien preparadas y combinadas.
Te parecerá tal vez que te escatimo el parque.
Comprenderás que no puedo agotar nuestras ya escasas reservas por ese solo punto
cuando estoy consciente del tiempo mínimo que debemos resistir organizadamente y
de cada una de las etapas sucesivas que se van a presentar. Realmente tengo la
impresión [de] que aunque con valor, nuestros hombres no están combatiendo en
ese punto con pericia.
Este último asunto, como siempre, era crucial, pues no existían reservas de
parque no ya inagotables, sino siquiera adecuadas, como tampoco refuerzos de
hombres.
En ese mismo documento expuse ampliamente muchas de las concepciones
estratégicas que pensaba aplicar ante la ofensiva enemiga, que se estaba
acercando ya a su momento más crítico:
[...] en este momento, estoy pensando
cuidadosamente en las semanas y meses venideros. Esta ofensiva será la más larga
de todas, porque es la última de todas. Después del fracaso de este esfuerzo,
Batista estará perdido irremisiblemente y él lo sabe, por tanto echará el resto.
Esta es, pues, una batalla decisiva, que se está librando precisamente en el
territorio más conocido por nosotros.
Y seguidamente preciso:
Yo estoy dirigiendo todo mi esfuerzo a
convertir esta ofensiva en un desastre para la Dictadura, tomando una serie de
medidas destinadas a garantizar: primero, la resistencia organizada un tiempo
largo, segundo, desangrar y agotar al ejército y tercero, la conjunción de
elementos y armas suficientes para lanzarnos a la ofensiva apenas ellos
comiencen a flaquear. Estoy preparando una por una las áreas de sucesivas
defensas. Estoy seguro de que haremos pagar al enemigo un precio altísimo. A
estas horas, es evidente, que están muy retrasados en sus planes y aunque
presumo que hay mucho que luchar, dados los esfuerzos que deben hacer para ir
ganando terreno no sé hasta cuándo les dure el entusiasmo.
La cuestión es hacer cada vez más fuerte la
resistencia y ello será así, a medida que sus líneas se alarguen y nosotros
vayamos replegándonos hacia los sitios más estratégicos.
La idea estratégica era organizar una defensa escalonada, cada vez más firme
en la medida en que se concentraran las líneas defensivas, y cada vez más
costosa al enemigo, que tenían en su contra tres factores: la extensión
progresiva de sus líneas de abastecimiento en un terreno plenamente desfavorable
para él, ya que no estaba en condiciones de garantizar la seguridad de su
retaguardia, y quedaba expuesto al ataque constante de sus convoyes de
suministro; la necesidad de desarrollar sus operaciones más importantes en un
territorio familiar a los rebeldes, que conocíamos palmo a palmo y en el que
habíamos preparado nuestras defensas más elaboradas, y finalmente, la
imposibilidad moral y material que presuponía al enemigo -y los hechos me dieron
la razón- para sostener por un tiempo relativamente prolongado una campaña que
le costaba tanto esfuerzo y desgaste.
Como parte de la estrategia de concentración de fuerzas y previendo la
posibilidad de que el enemigo alcanzara la Maestra, le ordené, en consecuencia,
a Ramiro trasladar el campamento principal de la Columna 4 de La Mesa hacia
Agualrevés, al oeste de Santana en la propia Maestra. El traslado incluiría
todas las instalaciones, talleres, víveres y reses. De tal suerte, aun en el
caso de que el enemigo alcanzara la Maestra por Santana, las fuerzas y los
recursos de ese sector rebelde no quedarían aisladas de las de la Columna 1 en
los accesos a La Plata, sino integradas en un sistema único y orgánico de
defensa que abarcaría, todavía en ese momento, territorios importantes al este
del Turquino.
Fidel ante el imponente paisaje de la
Sierra.
Con
lujo de detalles, instruí a Ramiro acerca de las posiciones
en que debía desplegar sus fuerzas en el caso de que los
guardias franquearan la Maestra. Cabe apuntar aquí que yo no
le concedía posibilidad alguna de avance al enemigo más allá
de Santana:
Una vez situadas en Agualrevés y
así dispuestas las fuerzas, se acabó el retroceso. Con el Turquino en un flanco,
la Maestra en otro, nosotros protegiéndoles este lado, es de todo punto
imposible que ningún Ejército avance por ahí.
De esta forma,
quedaría plenamente asegurado en el sector oriental el objetivo estratégico
fundamental en toda esta etapa, desglosado en el mensaje a Ramiro en los puntos
siguientes:
1o Proteger y
mantener territorio básico para abastecernos en él de armas y municiones por
aire, cosa que está muy adelantada.
2o Mantener la
planta trasmisora que se ha convertido en factor de primera importancia.
3o Resistir
organizadamente los tres meses que considero indispensables para poder lanzarnos
a la ofensiva con abundantes hombres y equipos.
4o Ofrecer una
resistencia cada vez mayor al enemigo a medida que nos concentremos y ocupemos
los puntos más estratégicos.
5o Disponer de un
territorio básico donde funcione la Organización, los hospitales, los talleres,
etcétera.
Esta defensa
organizada y cada vez más concentrada del “territorio básico” en torno a La
Plata, en espera del momento de pasar a la contraofensiva, prevista desde el
principio como eje de nuestra planificación estratégica frente a la ofensiva
enemiga, adquiría ahora mucha mayor significación a partir del desarrollo hasta
ese momento de los hechos. En realidad, el 14 de junio, fecha en que redacté
este largo mensaje, faltaban menos de 15 días para el agotamiento del impulso
ofensivo del Ejército de la tiranía y el inicio de una segunda etapa que se
caracterizaría por la contención de esa ofensiva y la preparación de condiciones
para la contraofensiva rebelde.
Arma mencionada en este capítulo
Nacionalidad: Bélgica
Calibre: 30.06
Longitud: 1335mm
Longitud del cañón: 735 mm
Peso: 4,1 kg
Capacidad del cargador: 5 cartuchos
Alcance máximo (absoluta precisión): 1000m
Alcance máximo (relativa precisión): 2000m
Alcance máximo con variantes: hasta 5 000 m (dependiendo del tipo de
proyectil y de blanco; ambiente, distancia y tirador, entre otros
factores).
Velocidad inicial del proyectil: aproximadamente 1 500 m/seg
Cadencia de fuego: (con proyectil ligero tipo militar) 5
disparos/minuto (dependiendo de la habilidad y comodidad del tirador).
Mira telescópica: Montada lo más bajo posible sobre el fusil, para
facilitar su aprovechamiento. Con una potencia o capacidad de cuatro diámetros
y una visión de 60 (luminosidad). Especial para zonas tropicales,
boscosas.
“Llamador de pelo” o gatillo doble: Se requiere cierta práctica para
usarlo, lo que el Comandante aceptó, reconoció y aprovechó, al igual que la
mira.
Otras características: Correa especial que también podía utilizarse
para un tiro apoyado sobre los codos.
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