El mismo día 29 de julio, cuando dispuse el traslado de Daniel a la emboscada
de contención de la tropa de Arroyón, y el de Guillermo y Lalo a la emboscada
contra el eventual refuerzo enemigo, envié otra fuerza bien equipada hacia Las
Mercedes. En esencia, la operación de Las Mercedes estaba concebida según el
mismo esquema ya probado con éxito en ocasiones anteriores, es decir, un cerco a
la tropa principal, y una fuerte línea de contención y rechazo a cualquier
posible refuerzo que pudiera venir en auxilio de la tropa cercada. Pero en este
caso había que tomar en cuenta nuevas consideraciones.
En primer lugar, la operación de Las Mercedes debía desarrollarse en un
terreno de características diferentes. El relieve en Las Mercedes, si bien no
era completamente llano, era mucho menos accidentado que en el interior de la
montaña. El pequeño poblado de Las Mercedes, donde se encontraba acampada la
fuerza enemiga, estaba rodeado casi en su totalidad por pequeñas ondulaciones o
colinas de potreros, en su mayoría, desprovistas de monte. Por el suroeste, los
altos de La Güira -donde Cuevas había sostenido un exitoso combate el 19 de
junio- y de Jigüe -otro Jigüe, por supuesto, no el de la gran batalla del
Sur- cerraban en arco el panorama. Por el sureste, a partir del mismo caserío,
el terreno se elevaba de forma repentina hacia el alto de El Moro y, más allá,
la loma de El Gurugú, posiciones que habían sido ocupadas en momentos anteriores
por escuadras de Raúl Castro Mercader y otros capitanes rebeldes en la subida
hacia el firme de la Maestra en la zona de San Lorenzo. Sin embargo, al Este, el
terreno se deslizaba súbitamente hacia el llano, con destino a la zona de Bajo
Largo y, más allá, El Jíbaro y Jibacoa. Hacia el Norte, Las Mercedes eran
separadas del llano por el largo arco de la loma de La Herradura, donde había
hecho su primera resistencia efectiva la escuadra de Angelito Verdecia el primer
día de la ofensiva enemiga por este sector.
En primer plano, de derecha a izquierda, el teniente
Eddy Suñol y el combatiente Fidel Vargas, entre otros rebeldes.
En segundo lugar, partiendo de la premisa de que cualquier refuerzo que
intentara socorrer a una tropa sitiada en Las Mercedes utilizaría con mayor
probabilidad el camino de carros desde Estrada Palma y el Cerro hasta este
poblado, la operación contra el refuerzo tendría que desarrollarse en un terreno
completamente llano y desprovisto de vegetación boscosa significativa.
Y en tercer lugar, las mismas características del terreno y la existencia de
este camino permitirían al enemigo utilizar todos los medios mecanizados de que
pudiera disponer en ese refuerzo. Estoy refiriéndome no solo a camiones y
tanques ligeros, sino también, pesados. Era una posibilidad bien concreta que
necesariamente tenía que figurar en nuestros planes. En consecuencia, debíamos
sacar el mayor provecho a cuantas minas pudiésemos plantar en el camino, y a
cuantas bazucas de las capturadas empleáramos, para lo cual el gran
inconveniente era la falta de personal entrenado en el uso de esta arma.
El régimen de Batista no habría podido resistir el cerco y la destrucción de
su más famoso batallón de combate, el número 11, y su más experimentado jefe,
prácticamente en nuestras manos. Tampoco impidieron la captura de su batería de
obuses y el resto de las fuerzas cercadas en Arroyones.
Teniendo en cuenta estos factores, el 29 de julio, cuando distribuí los 250
hombres que traje conmigo hasta La Llorosa, destiné no menos de 100 de ellos a
la operación de Las Mercedes. Había decidido encomendar al Che la dirección del
cerco. Al día siguiente de la captura de la tropa de las Vegas, mientras se
desarrollaban las acciones en Jobal y Cuatro Caminos, el Che se movió con
todo su personal hacia Las Mercedes, y cubrió todo el sector sur del cerco,
desde el alto de El Moro hasta el de Jigüe. Aquí el Che repartió posiciones
entre las escuadras de Joel Iglesias, José Ramón Silva y otros jefes que después
participaron en la columna invasora. Comenzaba a dibujarse el cerco, aunque aún
no podía considerarse que estaba completo en la zona más llana. Para reforzarlo
en ese mismo sector, la mañana del 31 de julio envié una escuadra al mando de
Reinaldo Mora, que se ubicó junto al camino de El Jíbaro en previsión de
cualquier avance enemigo desde Cayo Espino por el camino de Purial de Jibacoa y
El Jíbaro.
En cuanto al rechazo del refuerzo, decidí colocar la línea principal a la
altura de Sao Grande, a dos kilómetros aproximadamente de La Herradura, ya en
pleno llano. Era, a mi juicio, el lugar más conveniente a lo largo de todo este
trayecto, o mejor sería decir, el de menos inconvenientes. En este punto, el
camino atravesaba el pequeño caserío de Sao Grande y, por lo menos, tenía
algunas curvas que podrían facilitar cierta sorpresa frente a la avanzada
enemiga.
El combatiente rebelde Roberto Rodríguez, El
Vaquerito.
Para allí envié inicialmente a Félix Duque, a El Vaquerito, a Luis Crespo,
Eddy Suñol y otros grupos. En total, unos 50 hombres, a quienes esa noche se
sumó el combatiente Felipe Cordumy provisto de una bazuca. Poco después dispuse
el traslado de Crespo y su escuadra para reforzar más aún el sector sureste del
cerco en Las Mercedes, que me parecía el más vulnerable.
El mismo día de las acciones en Jobal y Cuatro Caminos, sin perder un minuto,
indiqué el traslado de Guillermo y de los combatientes más antiguos de las
fuerzas de Daniel, subordinadas ahora a Pinares, a una zona difícil del cerco de
Las Mercedes: las colinas en torno al cementerio, entre el poblado y la falda
interior de la loma de La Herradura. No había que ser adivino para prever que
ese sería el sector por donde el enemigo trataría de romper el cerco, pues se
trataba de la dirección que lo llevaría de manera más directa a la relativa
protección de las fuerzas acantonadas en el Cerro y Estrada Palma. Era, por
tanto, el sector que debía ser más reforzado.
Lalo Sardiñas en la Sierra Maestra
La otra fuerza de reserva, la de Lalo Sardiñas, fue movida esa misma noche
hacia el alto de Jigüe, con instrucciones de apoyar a Guillermo en caso de un
intento de ruptura del cerco por el sector del cementerio. Recuérdese que los
pelotones de Guillermo García y Lalo Sardiñas habían sido ubicados desde el día
anterior en Cuatro Caminos, como parte de la operación contra la tropa de
Arroyón.
Todos estos movimientos se realizaron a pesar de que todavía, a la altura de
esa noche del 30 de julio, no teníamos aún certeza de la presencia enemiga en
Las Mercedes, pues se habían recibido algunas informaciones confusas acerca de
que los guardias habían evacuado la posición junto con la salida de los de
Arroyón. Para aclarar el asunto, esa misma noche, mientras yo me movía por la
zona de Jigüe en torno a Las Mercedes, el Che envió a Raúl Castro Mercader
con algunos hombres a realizar una exploración por las cercanías del campamento
enemigo, la cual arrojó como resultado que, en efecto, en Las Mercedes todavía
permanecía un buen número de soldados.
El Che en la Sierra Maestra
A las 2:10 de la madrugada del 31 de julio, el Che le envió un mensaje a
Camilo, quien permanecía aún en una falda de la loma de La Llorosa, donde le
informaba:
En las Mercedes quedan guardias, los vamos a
atacar. Avísale a Fidel para que movilice el mortero, que nos sería muy útil, y
tú puedes bajar también, pues allí no haces nada. La trípode, sobre todo nos
viene muy bien.
Hay que hacer contacto con Fidel. Daniel murió
a las 6 de la tarde. Mándame el detonador de la bomba con toda
urgencia.
Poco después, a las 3:30 de esa misma madrugada, Camilo respondió:
Che, el detonador se lo llevó Fidel junto con
la bomba. Trataré de hacer contacto con él, no ha venido nadie y no sé dónde
puede estar. Tengo que dejar unos hombres aquí por si viene algún mensaje que
nos lo manden enseguida.
Ahora mismo movilizaré la gente para bajar lo
más rápido posible.
Tendremos que buscar a Fidel a rumbo, no tengo a nadie, creo, que conozca el
camino.
En esa misma respuesta, Camilo advirtió al Che sobre sus planes de
ataque:
[...] debes tener mucho cuidado al avanzar,
los planes de Fidel eran también cercar los guardias en las Mercedes. Cuídate
con una confusión y te entren creyendo son tropas enemigas. No me luce lo más
acertado avanzar sin coordinar planes.
En la noche del 30 de julio, en efecto, el Che y Camilo perdieron contacto
conmigo durante algunas horas. Yo me había movido hacia el alto de Jigüe, detrás
de Las Mercedes esa misma noche. Me acompañaban unos 40 combatientes, entre
ellos, Pedro Miret con dos morteros y la ametralladora 50 de Curuneaux. Mi
intención era bombardear con los morteros las posiciones enemigas por la
madrugada. Al final no lo hicimos; por una parte, por temor a la inexperiencia
de nuestros improvisados morteristas y, por otra, porque nos dimos cuenta de que
los proyectiles de los morteros de 60 milímetros se encontraban en mal
estado.
De pie, de izquierda a derecha, los combatientes
rebeldes: Ignacio Leal Díaz, Ciro Redondo y Camilo Cienfuegos; sentados sobre
unas piedras: Marcelo Fernández Font y el Comandante Fidel
Castro.
A pesar de no tener noticias mías, Camilo y sus hombres se prepararon de
inmediato en la noche del 30 de julio para abandonar La Llorosa y avanzar hacia
Las Mercedes, cumpliendo las indicaciones del Che, quien a las 6:45 de la
mañana del 31 de julio respondía a Camilo sobre su preocupación de que fuera a
caer bajo el fuego rebelde:
El ataque está coordinado, pues tengo contacto
con la gente de Suñol, a través de él con Huber y también hice contacto con Lalo
y Guillermo. Las Mercedes están sitiadas, no sabemos cuántos soldados serán,
pero están bien atrincherados y bien distribuidos.
El problema del detonador es grave pues no puedo hacer contacto con
nadie que tenga uno bueno y es la garantía de que Suñol no dejará pasar
refuerzos o las tropas de adentro. En estos momentos doy instrucciones para que
no se tire un tiro si no tratan de salir.
Tú puedes venir a la noche y mandarle este plano a Fidel. Los trabajos de
arreglo del tanque no han seguido por este ajetreo y temo me lo jodan.
El plano al que hace referencia el Che era un croquis confeccionado por él de
las primeras posiciones del cerco.
El Che había decidido iniciar las acciones esa misma noche, aun cuando los
guardias no hicieran ningún movimiento durante el día. Así se lo informó a
Camilo en el mismo mensaje: “Esta noche se puede atacar coordinadamente a una
misma hora todas las postas. Pásalo”.
Desde su llegada a Las Mercedes el 26 de mayo, el comandante Corzo Izaguirre,
jefe del Batallón 17, había instalado su puesto de mando en el centro mismo
del poblado, en una buena casa perteneciente a Sarita Álvarez, quien prestó
innumerables servicios a nuestras fuerzas. Desde allí, Corzo había disfrutado
durante dos meses de una estancia relativamente tranquila. Pero le había llegado
la hora de tener que entrar en acción, y él lo sabía.
En vista de los acontecimientos de los días anteriores, el comandante Corzo
estaba consciente de que cada minuto que permaneciera en Las Mercedes iba en
contra de la integridad de su tropa, y no tenía otra alternativa que escapar de
la montaña.
Antes de proseguir, debo apuntar que, después de la liberación de Las
Mercedes, la casa de Sarita Álvarez se utilizó durante varias semanas por el Che
como su propio puesto de mando, y fue donde terminó de reorganizar su Columna 8
Ciro Redondo, para la invasión a Occidente. En este lugar se efectuó la segunda
entrega de prisioneros -principalmente de los guardias capturados en las
Vegas- después de concluida la batalla. En el portal de esa casa murió a finales
de agosto el combatiente manzanillero Beto Pesant, a quien le estalló en las
manos un obús de mortero, mientras trataba de desarmarlo.
Muy a tiempo fueron tomadas todas las disposiciones preparatorias del cerco,
pues el comandante Corzo, sin pensarlo dos veces, intentó el 31 de julio, al día
siguiente del Combate de Jobal y la huida del Batallón 23, salir de la ratonera
en que se encontraba. Con esta acción se inició la Batalla de Las Mercedes,
la última operación de la famosa ofensiva, que duraría toda una semana, durante
la cual no se dejó de combatir ni un solo día.
La Batalla de Las Mercedes del 31 julio al 6 de agosto
de 1958. Tras 74 días de combate, la ofensiva enemiga de verano es
definitivamente derrotada en el punto por donde se inició.
La Batalla de Las Mercedes del 31 julio al 6 de agosto
de 1958. Tras 74 días de combate, la ofensiva enemiga de verano es
definitivamente derrotada en el punto por donde se inició.
A las 9:00 de la mañana, el Batallón 17 intentó
romper el cerco. Se entabló el combate que duró todo el día hasta el anochecer,
y a pesar de todo su esfuerzo, el enemigo fue eventualmente rechazado de nuevo
hacia Las Mercedes. En el parte de guerra leído por Radio Rebelde el 1ro. de
agosto, se informó lo siguiente:
La batalla continuó durante todo el día de
ayer, la noche y la madrugada de hoy. Refuerzos enemigos están en marcha desde
Estrada Palma, en un esfuerzo desesperado por impedir que éste batallón también
sucumba ante el empuje arrollador de nuestras fuerzas. La batalla se desarrolla
con empleo de aviación, de tanques y artillería, por parte del enemigo, y con
empleo de morteros y bazookas por nuestra parte. La lucha se libra ya en el
llano, cada vez más distante del macizo montañoso de la Sierra Maestra.
En realidad, nos estábamos adelantando un poco a los acontecimientos. Ese día
no hubo lucha contra ningún refuerzo ni tuvimos que emplear todavía la bazuca.
Aunque parezca increíble, el mando enemigo no hizo el menor intento por acudir
en ayuda de la tropa que trataba desesperadamente de escapar. La única
conclusión que cabía sacar es que aún no habían reunido en Estrada Palma las
fuerzas que consideraban suficientes. Quizás estaban esperando por la llegada
desde Bayamo de los tanques pesados Sherman.
Al final de ese mismo parte, por cierto, Radio Rebelde anunció de forma
errónea por su cuenta:
Reiteramos nuestro llamamiento urgente a la
Cruz Roja Internacional, a fín de que envíe delegados al central Estrada Palma
para entregar 160 prisioneros, muchos de ellos, heridos, algunos de suma
gravedad.
El equipo de Radio Rebelde
Donde no exageraba del todo la información de Radio Rebelde era en lo que
respecta al uso de morteros por parte nuestra, pues ya había mencionado que
intentábamos utilizarlos desde la noche del 30 de julio.
El mismo 31 de julio, mientras se desarrollaban los primeros combates,
recibí, por intermedio de dos guardias prisioneros, información exacta de que
las tropas sitiadas constaban de unos 370 soldados con abundante armamento,
incluida una tanqueta T-17, dos bazucas, dos morteros de 81 milímetros y 12
ametralladoras calibre 30.
Además, estaban fuertemente atrincherados en posiciones estratégicas, que de
atacarse, tomadas por asalto, el resultado sería un alto costo de vidas. Por
ello, ordené a todas las fuerzas rebeldes construir trincheras e iniciar el
hostigamiento y la reducción sistemática del campamento enemigo.
También había decidido, coincidiendo con la apreciación del Che, que las
posiciones anteriores de Camilo en La Llorosa y El Mango carecían ya de sentido
después de la rendición de la tropa enemiga en las Vegas de Jibacoa. Sin
embargo, en el esquema que estaba diseñando figuraba enviar a Camilo a sustituir
a Lalo y a Guillermo en sus posiciones en Cuatro Caminos. A mi juicio, estas
posiciones en aquel lugar eran una pieza clave en el combate contra el refuerzo,
pues llegado el momento, no solo presionarían desde el flanco, sino que también
podrían envolver el refuerzo por la retaguardia. Por tal motivo, en la madrugada
del 31 de julio, logré interceptar el movimiento de Camilo hacia Las Mercedes
con la orden de que se posicionara en Cuatro Caminos para actuar contra el
refuerzo.
A la 1:00 de la tarde del propio día 31, Camilo recibió noticias de mi
llegada al aserrío de Jobal Arriba. De inmediato, me informó en un mensaje:
[...] se está peleando en las Mercedes desde
por la mañana, tenemos dos heridos no graves. Aquí están Guillermo y Lalo, hace
un rato llegó [Reinaldo] Mora. Le envío el plano que me mandó el Che.
Necesitamos un detonador. Todo marcha bien. La
próxima esperamos mandarla desde Bayamo.
A la 1:10 de la tarde, antes de recibir este mensaje de Camilo, le escribí al
Che:
Desde esta mañana tengo lista la artillería y la 50, y 40 hombres. Estoy
situado en un alto de donde se divisa la zona de combate. Pero es imposible
mover los mulos sin que los divisen los aviones.
Con los morteros 60 apenas se puede contar pues explota 1 de cada 5 obuses.
Por eso no pude bombardearlos ayer de madrugada. Pero espero que el 81 dé
óptimos resultados.
Hay que mantener inmovilizados a los guardias hasta la noche. Por la tarde
tendré esta tropa cuidando la entrada de cualquier refuerzo por Cuatro Caminos y
por la noche la movilizaré para preparar un ataque con apoyo de mortero.
Esta mañana mandé un pelotón con Reinaldo Mora hacia las Mercedes.
Guillermo pasó también hacia ese rumbo. Con Lalo no he hecho contacto pero él
sabía que tenía que movilizarse hacia allá.
Y, por último, le comunicaba:
A juzgar por las comunicaciones interceptadas,
Corzo es el que está encerrado en las Mercedes. El tanque de ellos parece que ha
sufrido tres impactos. Han pedido balas para ametralladoras 30 y agujas para la
cristóbal.
Yo subiré por el camino de Arroyones hacia la
loma del Jigüe, excepto que los guardias se desplacen, en cuyo caso trataremos
de interceptarlos por cualquier dirección.
Y en una posdata, le agregaba: “Esta vez creo que te daré chance de sacarme
una muela, pues me tiene muy jodido”.
Desde mi puesto de mando en Jobal Arriba, seguía todo el tiempo los
movimientos del enemigo mediante el equipo de microonda ocupado. De ahí que a
las 3:50 de la tarde pude enviarle un mensaje al Che en el que le informé:
Viene un refuerzo con dos tanques, aunque no
sé el punto exacto, pero supongo sea por el camino de Sao Grande. Un tanque le
decía al otro que tomara precauciones, “sobre todo al llegar al río”.
Aunque venga el refuerzo y logre entrar, el
asunto es cuestión de bazoocas. Yo creo que deben ir para el punto donde tengan
que venir los refuerzos. Esta noche le podemos meter el ataque general apoyado
en los morteros.
Y finalizaba: “Recibí el plano. Yo estaré por allá sobre las 8 y 15
p.m.”.
Pero no fue sino hasta algo más de las 9:00 de la noche cuando pude llegar
junto con los combatientes que me acompañaban al alto de Jigüe. Allí hice rápido
contacto con el Che. Le informé las medidas adoptadas, incluido el envío de
Camilo a Cuatro Caminos, y conocí en detalle la disposición del cerco de la
tropa de Las Mercedes.
Después de cambiar impresiones sobre la situación, el Che partió con Pedro
Miret y la escuadra de morteros con la intención de ubicarlos donde pudieran
realizar por la madrugada un ataque al campamento enemigo.
Miret ocupó posiciones para comenzar el ataque, pero la falta de una
exploración previa del terreno provocó que los primeros disparos realizados no
fueran efectivos. En vista de ello, Pedrito decidió retirarse para no seguir
malgastando proyectiles, y en espera de poder localizar bien los objetivos
enemigos.
Esa madrugada, el Che ordenó realizar una nueva exploración del campamento
enemigo en Las Mercedes, esta vez a cargo de una patrulla perteneciente al
pelotón de Lalo Sardiñas, al mando de Silvio García Planas. El grupo se acercó
tanto al sector de los guardias que el amanecer los sorprendió en una posición
comprometida a orillas del río Jibacoa, de la cual no podían retirarse sin
riesgo de ser descubiertos. Silvio y sus hombres quedaron atrapados y se vieron
obligados a permanecer ocultos todo el día a orillas del arroyo Jibacoa,
para intentar retroceder cuando cayera la noche.
A las 5:25 de la mañana, el Che me envió el siguiente informe:
Se recibió noticias de la gente; vino uno de
ellos. Entró en el arroyo y no puede salir hasta la noche. En el tanque [...]
tienen que tener otra microonda; sería muy importante para mí para poder tomar
determinaciones rápidas.
De los demás lugares no se ha reportado nada.
Lo malo es que Pedrito y esa gente se fueron. Ahora no pueden estudiar la
posición para tirar y de noche suceden cosas como las de hoy. El tanque sería
utilísimo de día pero de noche se anula, pues no puede llegar a la posición de
los soldados y ellos están muy bien atrincherados, son como 50 en cada firme. Lo
que sí podría hacer es tomar las Mercedes, pero necesita el apoyo de la basuca
para su colega.
Se refiere el Che a la tanqueta capturada en las Vegas de Jibacoa, la cual,
desde entonces, tratábamos de poner en funcionamiento para incorporarla a la
batalla.
Al amanecer, la aviación comenzó a ametrallar las posiciones rebeldes, aunque
sin resultado apreciable alguno. Ese día, el enemigo no realizó ningún intento
por romper el cerco y las fuerzas rebeldes continuaron hostilizando su
campamento.
El Che ordenó ubicar la ametralladora 50 de Curuneaux, manejada en esta
ocasión por Gonzalo Camejo, en un firme cercano, pero su dotación equivocó el
lugar y se situó en una posición demasiado descubierta, batida fácilmente por la
aviación y el fuego de las ametralladoras 30 y los morteros enemigos, ubicados
en puntos bien fortificados, por lo que decidió retirarla de inmediato. A las
9:30 de la mañana, el Che me informó del resultado improductivo de esta
maniobra:
La aviación no dio mucha candela, pero todo lo
nuestro fue una mierda. El firme que había señalado no era y resultó que la 50
estaba bajo el fuego de las 30, sin trincheras y los morteros estaban dando en
cualquier lado.
Esa tarde, cumpliendo instrucciones de Guillermo, Huber Matos avanzó sus
posiciones en la loma de La Herradura, estrechando un poco más el cerco al
campamento enemigo.
En mi puesto de mando, me enteré por el equipo de microonda que refuerzos
enemigos estaban en camino desde Estrada Palma, en un intento de impedir que el
batallón cercado en Las Mercedes sucumbiera ante el empuje rebelde. Esa
tarde le envié un mensaje a Suñol alertándolo de ello, y le agregué:
Confío en que no dejen pasar por ahí [por Sao
Grande] los guardias. Atrinchérate bien. Esta batalla se gana no dejando pasar
los refuerzos.
Por el lado de Cuatro Caminos tenemos una
fuerte tropa.
Hay una patrulla encargada de hostilizar a los
guardias por la retaguardia cuando choquen contigo.
La fuerte tropa en Cuatro Caminos era, como ya dije, la de Camilo. La
patrulla era una escuadra dirigida por Rafael Verdecia, Pungo.
El 2 de agosto, tercer día de la batalla, los guardias de Las Mercedes
intentaron de nuevo tres veces romper el cerco, y tres veces fueron rechazados
por la gente de Guillermo, y obligados a regresar a sus trincheras. Ese día, el
Che le aconsejó a Guillermo:
Si fuera posible, deja salir un poco de tropa
para meterle mano fuera de sus trincheras. Suspende los tiros innecesarios.
Ponle mucho ojo a los tanques que hay dos abajo, el de arriba parece que está
averiado.
Si llegan a irse hay que caerles atrás hasta
donde vayan.
Ya el Che estaba previendo la posibilidad de que un refuerzo apoyado por los
tanques pesados Sherman cuya llegada a Estrada Palma ya conocíamos, pudiera
lograr romper el cerco rebelde y sacar a la tropa sitiada. De ahí, su indicación
de perseguir implacablemente a los guardias en retirada, hasta el propio Estrada
Palma si fuera necesario. En cuanto a la tanqueta enemiga ubicada en Las
Mercedes, ese día fue inutilizada de manera definitiva por un certero bazucazo
disparado desde el alto de El Moro por el combatiente Herman Marks,
norteamericano de la tropa del Che con experiencia en el manejo de la bazuca por
su participación en la guerra de Corea. Esta tanqueta enemiga aún hoy está en
Las Mercedes, en el mismo lugar donde recibió el impacto devastador del
bazucazo, como testimonio material de la victoria rebelde contra la
ofensiva.
La aviación continuó atacando con persistencia las posiciones rebeldes. Ese
día los ataques aéreos causaron la muerte del teniente Godofredo Verdecia, de la
tropa de Guillermo, y resultó herido el combatiente Félix Mendoza, de las
fuerzas del Che. Sin embargo, durante toda la jornada, a pesar de los ataques de
la aviación enemiga, continuó el hostigamiento de las fuerzas rebeldes al
batallón cercado.
En vista del fracaso del intento de utilización de la ametralladora 50, desde
mi puesto de mando en Jobal Arriba, mandé a buscar bien temprano a Braulio
Curuneaux y la dotación de la ametralladora. Para mí estaba claro que esa
arma sería más efectiva en el combate contra el refuerzo. Mi intención era
reunirme con Curuneaux en el aserrío de los González, darle instrucciones
precisas y enviarlo esa misma noche a su nueva posición.
El combatiente rebelde Braulio Curuneaux, experto
tirador de la ametralladora calibre 50.
Aunque todo parecía indicar que el principal esfuerzo por socorrer a la tropa
sitiada provendría desde la dirección de Estrada Palma, no podía desecharse la
posibilidad de que el mando enemigo intentase un esfuerzo secundario desde la
dirección de Cienaguilla y El Jíbaro, donde había concentrado algunas fuerzas.
Por eso, envié poco después del mediodía el siguiente mensaje al Che:
Acabo de recibir tus dos notas sobre Fonso
[Alfonso Zayas] y lo del mortero.
Yo había sugerido el envío de aquel a la zona
de Cienaguilla por considerar que aquella era una tropa llamada a ser enviada de
refuerzo y me parecía conveniente que apenas se moviera encontrara resistencia y
no pudiera llegar fácilmente a Jíbaro. Habiendo ellos retirado la tropa de
Purial [de Jibacoa] no me parece lo más lógico que ahora intenten enviar los
refuerzos por esa misma vía.
Hiciste bien, a mi entender, reteniendo a
Fonso mientras no sea reforzado Silva. Una vez hecho esto, yo soy del parecer
que Fonso se aproxime lo más posible a Cienaguilla emboscándose en el
camino que viene para acá. A Guerrita [Felipe Guerra Matos] le encargué preparar
una emboscada a la retaguardia de Cienaguilla. Si tú no consideras
suficientemente fuerte la línea de aquel lado, recoge gente de la que ande por
ahí y utiliza también de las que están entre las Mercedes y la Maestra, pues es
donde virtualmente no nos hacen ninguna falta.
Lo que había ocurrido era que esa tarde recibí la información de que las
tropas enemigas estacionadas en Purial de Jibacoa se habían retirado. La noticia
me la trajo Felipe Guerra Matos, quien actuaba como una especie de segundo al
mando de la columna de Crescencio Pérez. Como se recordará, Crescencio había
recibido la misión de cubrir precisamente los accesos a Las Mercedes desde las
zonas llanas al sureste del poblado. Esa noche, le escribí al Che:
Guerrita está aquí. Me informa que hace dos
días se fueron las tropas de Purial. Debe dedicarse el pelotón de Alfonso
(Zayas) a hostigar la tropa de Cienaguilla, avanzando hacia allá y tratando de
ponerle una emboscada en la retaguardia.
Si dicha operación ya no fuera posible porque
una patrulla de Guerrita la hubiere realizado, entonces que Fonso se sitúe
emboscado, lo más cerca posible de aquella tropa en el camino que conduce
hacia acá. Mora y Crespo deben situarse en el punto acordado para prever
cualquier avance desde Cayo Espino por el camino de Purial y Jíbaro.
En realidad, lo que ocurrió fue el movimiento de fuerzas enemigas
dispuesto en el nuevo plan de operaciones, firmado el 26 de julio en el puesto
de mando de Bayamo, al que ya hicimos referencia en capítulos anteriores. Entre
las disposiciones de este plan figuraba que el Batallón 12 de Infantería debía
retirarse de Purial de Jibacoa en dirección a Cienaguilla.
Ese día, 2 de agosto, decidí también aplicar una táctica similar a la
utilizada en la Batalla de Jigüe, que consistía en suspender completamente el
fuego en el cerco con el fin de confundir al enemigo y hacerle creer que las
fuerzas rebeldes se habían retirado, así provocaríamos la salida de los guardias
de sus trincheras.
A las 4:00 de la tarde, le envié el siguiente mensaje al Che:
Aquí van los dos morteros y un morterista; el
otro está enfermo. Lalo tiene un muchacho que se llama Emilio [Rodríguez], que
sabe manejar bien el mortero, pues estuvo con Pedro [Miret] mucho tiempo y es
muy valiente. Trata de localizarlo por tu lado, que yo trataré por el
mío.
Si vamos a suspender el fuego totalmente en el
cerco, es mejor que se use la 50 contra los refuerzos; pues no hacemos nada con
dejar de disparar con los fusiles si se dispara con la 50; en cambio ésta por
allá abajo puede meter mucho miedo. Los morteros los tienes ahí para usarlos en
cualquier intento de salida de los guardias.
A estas alturas, todos los intentos por reparar y echar a andar la tanqueta
capturada en las Vegas habían sido infructuosos, pero yo seguía insistiendo. Esa
tarde, dispuse el traslado de la tanqueta con ayuda de un tractor hasta mi
puesto de mando en Jobal Arriba para seguir tratando de repararla. Así se lo
comuniqué a Arturo Aguilera a las 6:45 de la tarde: “Estoy cerca del tanque.
Pienso ir para el aserrío esta noche y llevar el tanque. Quiero que traigan el
tractor para sacarlo lo antes posible”.
En un mensaje a Guillermo enviado a las 9:00 de la noche del 2 de agosto, le
informé de la nueva táctica a seguir:
Vamos a seguir una táctica similar al Jigüe.
Vamos a parar el fuego completamente para hacerles creer a los guardias que nos
hemos ido. Pásale el aviso a toda la gente de ese lado. Nadie debe disparar.
Todo el mundo debe procurar que no lo vean, ni observen los guardias su
presencia. Estar atento por si tratan de salir y abrir fuego solamente si los
guardias tratan de escapar por algún lado. Así ahorramos parque y
confundimos al enemigo.
Tal como había indicado, luego de buscarse combustible para el tractor, este
comenzó a mover la tanqueta lentamente. Pero un fuerte aguacero lo hizo resbalar
en el fango, y resultó imposible continuar.
A las 11:45 de la noche, molesto por el nuevo contratiempo, le informé a
Camilo:
Llevo dos días esperando el cabrón tanque para
hacer una incursión a fondo en la retaguardia del enemigo. Pedrito debe
bombardear esta noche a Estrada Palma desde 2 Grúas, para complicar y estorbar
la concentración de tropas enemigas.
Y por último, una recomendación: “Te mando una
mina, detonador, cable y fulminante. Recuerda que la mina antitanque hay que
ponerla en el medio del camino, enterrada”.
Mensaje de Fidel a Camilo con la indicación de colocar
una mina en medio del camino para evitar la retirada enemiga, 2 de agosto de
1958.
Mensaje de Fidel a Camilo con la indicación de colocar
una mina en medio del camino para evitar la retirada enemiga, 2 de agosto de
1958.
Esta era la situación al amanecer el cuarto día de la batalla. Durante toda
esa noche, las posiciones rebeldes que participaban en el cerco mantuvieron el
alto al fuego.
A las 4:45 de la tarde, del 3 de agosto, el Che me envió otro mensaje.
Haré todo como me dices. El camino que va a
Cayo Espino sin pasar por Jíbaro debe pasar por la Herradura
necesariamente.
No creo que se deba debilitar más el cerco,
pues podrían intentar una salida desesperada y romper nuestras líneas en algún
punto vulnerable, salvándose parte de una tropa que no debe salvarse.
Y más adelante agregaba: “Me parece que tiene cierta importancia tener la 50
aquí dentro de un par de días porque se puede coger el explorador. [...] Sino,
les puede seguir tirando comida y parque indefinidamente”.
Se refería el Che a la avioneta de exploración enemiga, que, aparte de su
función de orientar el tiro y bombardeo, lanzaba impunemente paracaídas con
suministros y municiones al campamento sitiado.
Por último, en ese mismo mensaje el Che me pidió que me encargara de un
asunto que lo tenía bien molesto:
Debo pedirte que trates de localizar mi mulo,
pues alguno lo sacó y es una cosa que no estoy dispuesto a permitir. Aquí se
cagan en todo con un desparpajo bárbaro, te pido que me remitas el mulo con el
que lo cogió para que se beneficie del ayuno.
Esa mañana, Guillermo ordenó a la fuerza de Huber Matos que permaneciera
emboscada a lo largo del firme de La Herradura para evitar la salida del
batallón enemigo. Ese día, en específico, Huber Matos me envió dos mujeres
detenidas por sus combatientes, quienes llevaban cartas, medicinas y ropas a los
soldados sitiados. Las postas de la tropa de Suñol les habían permitido pasar
por Sao Grande indebidamente.
Campamento rebelde. Aparecen en la imagen el comandante
Ramiro Valdés, Nené López y otros combatientes.
El resto de la mañana y parte de la tarde, la aviación ametralló
indiscriminadamente las zonas de Gabiro, las Vegas de Jibacoa, Arroyones, La
Herradura y otros puntos cercanos. Sin embargo, en Las Mercedes solo la
avioneta de reconocimiento sobrevolaba el campamento enemigo. Mientras
tanto, Camilo y sus hombres siguieron emboscados en las lomas de Estrella Bello;
y de Los Popa, en Cuatro Caminos, esperando a los refuerzos. Esa tarde, el Che
le escribió a Camilo en un mensaje:
Por aquí todo bien. Hoy la aviación nos dio
descanso. [...]
No te deseo que agarres un tanque porque Fidel
te lo va a quitar.
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