Entrevista del periodista norte- americano Herbert
Matthews del diario The New York Times al Comandante Fidel Castro, en la finca
de Epifanio Díaz, febrero de 1957.
El 20 de junio, el mismo día de la ocupación por el enemigo de las Vegas de
Jibacoa, le ordené a Raúl Castro Mercader y a Angelito Verdecia que cubrieran
con sus hombres la subida hacia Minas del Infierno y Mompié desde las Vegas.
Como se recordará, los dos capitanes estaban situados en ese momento detrás de
Las Mercedes, esa posición resguardaba la subida hacia el firme de la
Maestra en la zona de San Lorenzo, por la vía de la loma de El Gurugú.
A pesar de que nuestra apreciación era que el siguiente paso del enemigo, una
vez ocupada Las Mercedes, sería avanzar en dirección a San Lorenzo, la presencia
en las Vegas de una tropa planteaba otra amenaza de cierto peligro: la
posibilidad de un avance desde las Vegas también en dirección al firme, pero en
este caso por una zona mucho más céntrica y cercana a nuestro territorio base,
como sería Mompié y el alto de la tiendecita de la Maestra. De ahí mi decisión
de cambiar momentáneamente las prioridades en la defensa del sector noroeste.
Raúl Castro Mercader y Angelito incorporaron en estas nuevas posiciones a
personal de las tropas de Horacio Rodríguez y Orlando Lara, que habían
participado en la derrotada defensa del acceso a las Vegas.
Sin embargo, dos días después, el grueso de las fuerzas que ocuparon las
Vegas de Jibacoa se retiró a sus bases de partida en Arroyón y Las Mercedes. En
las Vegas quedó solamente la Compañía 92 del Batallón 19, que en los días
subsiguientes se limitó a realizar exploraciones en los alrededores del propio
caserío.
Al tener noticias de este movimiento el día 22, me percaté de que mi
apreciación inicial era la correcta, y que el siguiente golpe principal del
enemigo en este sector estaría dirigido hacia San Lorenzo. Por esta razón,
dispuse el traslado de la escuadra de Angelito Verdecia hacia el camino de La
Yegua, que sube a Minas de Frío desde las Vegas. Desde allí, en caso necesario,
Angelito podría moverse rápidamente a cubrir la subida hacia San Lorenzo si los
guardias intentaban acceder por esa vía.
Alumnos de la escuela de reclutas de Minas de Frío,
dirigida por el Che.
Pocos días después, el mando enemigo realizó un movimiento al que todavía hoy
resulta difícil encontrar explicación. Las Compañías 91 y 93 del Batallón 19
recibieron la orden de entrar de nuevo a las Vegas y, junto con la otra compañía
que había quedado allí, seguir avanzando, pero no en dirección al firme por los
caminos de Minas del Infierno, Mompié o Minas de Frío, como hubiese sido lo
lógico, sino en dirección al barrio de Taita José, lo cual desviaba
completamente a esa tropa del firme de la Maestra. Taita José, por su ubicación
al suroeste de las Vegas, no tenía en esos momentos significación militar
alguna. Tal vez el mando enemigo recibió alguna información, en el sentido de
que allí existían determinadas instalaciones rebeldes, lo cual no era
cierto.
A estas alturas, todos los accesos a la Maestra desde las Vegas habían sido
cubiertos por el Che, quien estaba a cargo directamente de la defensa de este
sector desde su puesto de mando en Minas de Frío. Una escuadra al mando de Ramón
Fiallo cubría el camino de Minas del Infierno y otra, a las órdenes de Roberto
Ruiz Borrego, estaba ubicada en el camino de Purgatorio, que asciende desde las
Vegas a Minas de Frío. Angelito Verdecia se mantuvo en la subida de La
Yegua, mientras que Orlando Pupo y Daniel Readigo protegían los accesos por las
lomas de La Vela y de El Pino, respectivamente. Esta última escuadra sostuvo el
día 27 de junio un breve encuentro con la tropa enemiga que iba camino de Taita
José, en el que el Ejército sufrió dos bajas.
Por su parte, Alfonso Zayas se situó en el camino de Gabiro y Raúl Castro
Mercader y sus hombres fueron trasladados hacia Polo Norte, cerca de Minas de
Frío, donde se mantuvieron como reserva, dispuestos a moverse hacia donde las
circunstancias lo requirieran.
Con muy buen sentido, si consideramos que la vía de Gabiro era una de las que
con mayor probabilidad utilizarían el enemigo si pretendía continuar hacia el
interior de la montaña, el Che ordenó también a Angelito Frías, quien permanecía
en El Jíbaro, que reforzara a Zayas y enviara para allí a César Suárez con 20
hombres.
Entre el 28 y el 29 de junio, posiblemente después de comprobar que en el
barrio no había nada de lo que buscaban, los guardias abandonaron Taita José y
regresaron a las Vegas. En esos días, toda mi atención estaba enfocada en los
combates que tenían lugar en Pueblo Nuevo y Casa de Piedra, con los que se
iniciaba la primera Batalla de Santo Domingo, a la que nos referiremos en un
capítulo posterior.
Concentradas de nuevo las fuerzas de tres compañías enemigas en las Vegas, el
día 30 de junio intentaron penetrar en dirección al firme de la Maestra, pero
fueron rechazadas en la loma del Infierno por la emboscada rebelde de las
escuadras de Orlando Pupo y Ramón Fiallo, en la subida de la loma de La Vela,
con el apoyo de los hombres de Angelito Verdecia, Daniel Readigo y Roberto Ruiz,
que acudieron con prontitud en auxilio de sus compañeros. Los rebeldes causaron
una baja al enemigo. El Ejército se retiró precipitadamente hacia las Vegas.
Ese mismo día fui entrevistado en La Plata, vía telefónica, desde la
tiendecita de la Maestra, por el periodista Norton Silverstein, de la televisión
norteamericana. Desgraciadamente, no ha sido posible encontrar esa grabación,
pero expliqué al periodista las razones de nuestra lucha y expresé el mayor
optimismo ante el desarrollo de las acciones de contención de la gran ofensiva
enemiga. Ya en ese momento, con la primera Batalla de Santo Domingo, la
iniciativa había comenzado a estar de nuestra parte.
Al día siguiente del combate en la loma de La Vela, las Compañías 91 y 93 se
retiraron de las Vegas en dirección a Las Mercedes. Obviamente, como
consecuencia de este combate, el mando enemigo consideró que los accesos al
firme desde las Vegas estaban bien protegidos por nuestras fuerzas, y decidió
probar la vía alternativa de San Lorenzo.
El día 1ro. de julio, las Compañías 71 y 72 del Batallón 17 iniciaron el
avance en dirección a Gabiro desde Las Mercedes. Las fuerzas rebeldes al mando
de Raúl Castro Mercader, Alfonso Zayas, César Suárez y Angelito Frías
combatieron con tenacidad durante más de una hora, pero al cabo se vieron
obligadas a retirarse. Bajo un aguacero torrencial, los combatientes rebeldes se
replegaron sucesivamente a lo largo de las líneas defensivas escalonadas,
dispuestas con anticipación, y frenaron el avance enemigo durante el resto de la
tarde. Al anochecer, sin embargo, ya los guardias alcanzaban el alto de la
Maestra sobre San Lorenzo. Los rebeldes se retiraron en dirección a Polo Norte y
El Tabaco. El Ejército sufrió ese día algunas bajas.
En la mañana del 2 de julio, el grueso del Batallón 17 llegó a San Lorenzo y,
luego de ocupar el caserío deshabitado, estableció allí su campamento avanzado.
Una vez tomadas las alturas colindantes y asegurado el perímetro, esa misma
tarde, las compañías 91 y 93 del Batallón 19, recién llegadas el día anterior a
Las Mercedes, se trasladaron a San Lorenzo por el mismo camino de Gabiro.
Como ya dije, la ocupación de San Lorenzo por fuerzas enemigas era una de las
alternativas previstas por nosotros en este sector noroeste, aunque en realidad
no era lo más preocupante que podría ocurrir, pues solo requería la adopción de
algunas medidas de reajuste de las líneas defensivas. El mando del Ejército
decidió lanzar su golpe principal en este sector, en una dirección que lo
alejaba del territorio central rebelde, motivado tal vez por el temor de una
resistencia mucho más fuerte en la zona de las Vegas y en un terreno más
favorable a nuestras fuerzas. No obstante, el movimiento hacia San Lorenzo
tendría para el enemigo la ventaja de adentrarse en un frente que, precisamente
por su condición más periférica, podía estar menos defendido y donde era más
factible la maniobra de la infantería atacante, la cual podía, incluso, ser
apoyada en una buena parte del trayecto por medios mecanizados. Si su propósito
era continuar en dirección a Minas de Frío, podría lograrlo ocupando este punto,
a través de un rodeo de las principales líneas de defensa rebeldes y no mediante
el asalto frontal desde las Vegas.
Por eso, una vez conocida la noticia de la ocupación de San Lorenzo por el
grueso del Batallón 17 y dos compañías del Batallón 19, decidí concentrar los
principales efectivos de ese sector en la defensa del acceso a Minas de Frío.
Desde ese propio día, comencé a tomar las disposiciones necesarias. En la
madrugada del 3 de julio yo mismo salí de La Plata hacia Minas de Frío para
estar más cerca de este frente de combate y dirigir desde allí las operaciones.
Llevé conmigo a Andrés Cuevas y su pelotón y a una escuadra de la tropa de
Camilo a las órdenes de Felipe Cordumy.
Aparte de los grupos rebeldes que habían defendido San Lorenzo, en la zona
permanecían las tropas de Raúl Castro Mercader y Angelito Verdecia, situadas en
ese momento en Polo Norte y Gran Tierra, respectivamente, además del personal de
la escuela de reclutas de las Minas, que podía ser armado con parte de lo
ocupado en la Batalla de Santo Domingo. Por el momento, yo consideraba que estas
fuerzas eran suficientes. Otros grupos de los que habían participado en las
acciones de Santo Domingo podrían ser movidos hacia este sector, y ubicados en
posiciones desde donde pudieran moverse como refuerzo, según las
circunstancias.
Pero había que prever también la posibilidad de que la intención del enemigo
después de la ocupación de San Lorenzo no fuese continuar en dirección a Minas
de Frío, sino seguir hacia El Tabaco, con el propósito de cruzar hacia Meriño,
lo cual podría significar una amenaza de cierta consideración, aunque menos
inmediata y grave que la planteada por la posibilidad del asalto directo a Minas
de Frío, pero para la que también debíamos prepararnos. La ocupación de Meriño
colocaría al enemigo en la profundidad del sector noroeste de nuestro
territorio, con el agravante de que desde allí podría enlazar con las fuerzas
del Batallón 18 que venían avanzando desde el Sur.
Junto con el avance y la ocupación de San Lorenzo, las fuerzas enemigas
estacionadas en Cienaguilla penetraron ese día hasta Aguacate. También algunas
tropas llegaron a Cupeyal, donde fueron tiroteadas por grupos de escopeteros de
la columna de Crescencio Pérez. Pero no siguieron más allá. El propio día 3 tomé
la decisión de ordenar la evacuación del hospital de Pozo Azul hacia la zona de
Limones, debido a que este se encontraba directamente amenazado por la ocupación
de Aguacate.
Armamentos
Este muestrario de armas se inicia con los dos fusiles em- pleados por el
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en la guerra. El fusil belga de mirilla
telescópica fue el que utilizó durante casi toda la lucha guerrillera en la
Sierra Maestra porque valoraba especialmente la precisión al disparar. Para la
Batalla de Guisa, en el mes 24 de la contienda, consideró necesario el fusil
automático por el tipo de acción que se desarrollaría, donde tenía una
importancia vital el volumen de fuego. Fue entonces que tomó el fusil FAL que
le enviaran solidariamente desde Venezuela.
A continuación se exponen las armas y equipos con que contaba el Ejército
de la tiranía, y que clasificaban como de los más modernos de su época. Muchas
de esas armas formaban parte del equipo regular del Ejército de los Estados
Unidos y fueron vendidas y suministradas a la dictadura batistiana, bajo el
amparo de diversos tratados, lo que prueba la complicidad entre ambos
gobiernos. Contrariamente a lo que se proponían, parte importante de ese
arsenal sirvió a la causa revolucionaria, pues fue capturado como botín por
las fuerzas rebeldes, victoria tras victoria, durante la guerra.
El Ejército batistiano volcó todo su poderío militar contra el territorio
del Primer Frente rebelde en la Sierra Maestra durante la ofensiva de verano
de 1958.
Fusil FN FAL
Ametralladora Thompson m-1928
Carabina M-1
Carabina San Cristóbal
Fusil Automático browning
m-1918