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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 “La victoria estratégica”: El Combate de Meriño (Capítulo 13).

 
 
 
 

Tal como yo había previsto, al día siguiente de la ocupación de San Lorenzo, mientras las fuerzas del Batallón 17 permanecían en el caserío desierto, las Compañías 91 y 93 del Batallón 19 siguieron su avance en dirección a Meriño. Subieron a El Tabaco buscando la loma de Caraquita y chocaron con una emboscada rebelde de la escuadra del teniente Ciro del Río, de la tropa del Che. Tras un breve encuentro, los guardias rebasaron el firme y bajaron al pequeño caserío de Meriño, donde los pocos bohíos estaban desiertos.

El día 6 de julio recibí la confirmación de la entrada de los guardias en Meriño, mediante una nota de Celia que decía lo siguiente: “El Che llamó a Fajardo que acamparon en Meriño 250 guardias, no han tomado El Roble. Que digas si retira las fuerzas de Las Vegas y los lleva a defender allí. Él espera, dentro de 10 minutos llama”.

El Che en la Sierra Maestra

El Che estaba estrenando la línea telefónica recién tendida hasta Minas de Frío. En ese momento, Celia permanecía en La Plata y recibió esta llamada de Piti Fajardo desde la tiendecita de la Maestra. Yo había salido de La Plata esa madrugada y me encontraba en camino, ya muy cerca de la tiendecita y de Mompié, con la intención de seguir hasta Minas de Frío. Al mensaje de Celia contesté de inmediato:

“Que no retire las fuerzas de las Vegas. Que yo mando refuerzos para tomar El Roble. Que traslade al Roble la bomba de 100 libras”.

Al recibir este mensaje decidí cambiar mi rumbo, y en vez de seguir hacia Minas de Frío me dirigí a El Roble de Meriño con el personal que me acompañaba: el pelotón de Andrés Cuevas y una escuadra de la tropa de Camilo a las órdenes de Felipe Cordumy. Al llegar a El Roble, ubiqué en sus respectivas posiciones a Cuevas y a Cordumy. Mi idea era que si los guardias intentaban seguir avanzando desde Meriño hacia El Roble, lo cual era el movimiento previsible, chocarían con la emboscada de Cuevas; mientras Cordumy, quien los habría dejado pasar, les cortaba la retirada, apoyado por la escuadra de Ciro del Río, que había permanecido del otro lado del firme de Meriño.

También al llegar a El Roble envié un mensaje urgente a Lalo Sardiñas para que se trasladara sin pérdida de tiempo con su pelotón a Minas de Frío. Mi intención era enviarlo al alto de Meriño para cerrar completamente la retirada de los guardias. En ese momento, Lalo estaba en la zona de Pueblo Nuevo como parte del cerco de contención organizado contra la tropa de Sánchez Mosquera en Santo Domingo. La presencia de Lalo contribuiría a la realización del plan concebido para capturar la tropa que había tenido la osadía de entrar en Meriño, al tiempo que impediría la llegada de algún refuerzo enviado por el mando enemigo desde San Lorenzo. Cuevas, por su parte, a quien después de su ubicación en El Roble se le sumó Jaime Vega con parte de sus hombres, aseguraría que esa tropa no pudiera avanzar más allá de El Roble y enlazar con el Batallón 18 que venía subiendo desde el Sur, en caso de que esa fuera la intención del mando enemigo.

A Camilo, quien había quedado al frente del dispositivo de contención en Santo Domingo, le envié con el mismo mensajero la siguiente nota:

Esta Columna de guardias está en una verdadera ratonera. Lo que necesitamos es alguna tropa más, para impedir la llegada de refuerzos. Pero no quiero debilitar esa posición [la de Santo Domingo]; por eso, después de pensarlo muy bien, he decidido mover de ahí, la única tropa, que no está en posición defensiva, sino de ataque: la de Lalo.

[...] Con Lalo aquí, creo que podemos hacer algo bueno.

Todavía a estas alturas nos veíamos obligados a realizar verdaderos juegos malabares para distribuir y redistribuir las escasas fuerzas con que contábamos, de acuerdo con la mayor amenaza concreta que enfrentáramos en cada coyuntura. En ese momento, la presencia enemiga en Santo Domingo, a pesar de su cercanía a la zona de La Plata, había dejado de ser un peligro inmediato después del golpe, más psicológico que material, recibido días antes en la primera Batalla de Santo Domingo. Ahora la prioridad era la posible captura de la tropa llegada a Meriño.

Celia, Fidel y Haydeé

De acuerdo con el Che mandé a buscar también hacia Minas de Frío a Raúl Castro Mercader y sus hombres, quienes, como se recordará, estaban posicionados en Polo Norte, cerca de las Minas. Este grupo se mantuvo como reserva en las Minas.

Tras llegar a marcha forzada al alto de Meriño, Lalo me informó al mediodía del 6 de julio que, después de inspeccionar el lugar previsto para tender la emboscada, consideraba que la posición no era la más idónea, aunque luego exploraría algo más abajo.

En respuesta a este mensaje, le envié a Lalo un refuerzo de hombres para cubrir otro probable acceso cercano a su posición, con las siguientes instrucciones:

Te mando los hombres que quedaron. Sitúalos en el otro punto que te indiqué con un jefe valiente, que cuide aquel camino y a la vez ataque por la retaguardia a cualquier grupo enemigo que intente salir de Meriño, por el camino donde tú estás.

De inmediato, Lalo situó al refuerzo enviado, un total de 12 hombres, en un estribo del pico Caraquitas, con lo cual cubrió del otro lado el camino de Limones. Al frente de este grupo designó a Néstor Labrada.

Ese mismo día llegó Braulio Curuneaux a Meriño con su ametralladora 50, a quien también mandé a buscar el día anterior desde El Naranjo. Sin perder tiempo, Curuneaux ocupó una posición en el sector este del cerco, en la falda de la loma de La Magdalena, junto al Che y parte de sus hombres, incluida la escuadra de Hugo del Río, que cuidaba el acceso a Minas de Frío.

El combatiente rebelde Braulio Curuneaux, experto tirador de la ametralladora calibre 50.

Al amanecer del día 7 recibí un mensaje del Che con una confusa información de Cuevas en la que decía que los guardias venían subiendo por El Roble. Esto me obligó a replantear toda la operación prevista contra la tropa enemiga en Meriño. Lo mejor es transcribir el mensaje que envié al Che a las 11:50 de esa mañana, pues me parece que explica de la manera más clara posible la extraordinaria flexibilidad de nuestra planificación táctica:

Si Cuevas dice que los guardias subían por el Roble, puede significar que vienen de la playa hacia arriba y no tenga nada que ver con los movimientos en Meriño. Si así fuera, lo que tiene que hacer él es virar los cañones hacia el otro lado, mientras planeamos alguna otra maniobra. Si eso fuese rigurosamente cierto, el plan nuestro podría ser destacar una patrullita que se hiciera fuerte en una posición buena un kilómetro o dos más debajo de Cuevas, para ver si, cuando aquella haga contacto con el enemigo, los de Meriño avanzan hacia abajo y caen en la trampa.

Trata de ver qué quiso decir Cuevas.

En definitiva, no existió ese presunto movimiento enemigo desde el Sur. No obstante, véase que en nuestras previsiones siempre figuró el enlace de la tropa llegada a Meriño con el Batallón 18 o alguna otra fuerza enemiga procedente de la costa. Era el movimiento más lógico desde el punto de vista del mando enemigo, pues con él, nuestro territorio en el sector más occidental, quedaría dividido, y todas nuestras fuerzas al oeste del río La Plata, separadas y desvinculadas de las demás.

A estas alturas, mi mayor deseo no era que se produjera la llegada de un refuerzo procedente de San Lorenzo, sino que la tropa de Meriño intentara seguir avanzando en dirección a El Roble, en cuyo caso la encerrona preparada entre las fuerzas de Cuevas y las de Lalo sería fatal. Si fuese necesario, podrían emplearse, además, las fuerzas de Raúl Castro Mercader y una escuadra de seis hombres de la tropa de Camilo, al mando de Orestes Guerra, que mantenía conmigo en Minas de Frío también como reserva.

De pie, de izquierda a derecha, los combatientes rebeldes: Ignacio Leal Díaz, Ciro Redondo y Camilo Cienfuegos; sentados sobre unas piedras: Marcelo Fernández Font y el Comandante Fidel Castro.

Pero no ocurrió ninguna de estas dos cosas. A las 6:10 de la mañana del día 7 de julio, el Che me avisó que los guardias de Meriño estaban aparejando sus mulos, evidentemente con la intención de moverse, pero me advirtió que “no se sabe el derrotero todavía”. Hora y media más tarde me comunicó:

Ya aparejaron todos los mulos y quitaron la posta del lado del alto de Meriño. Aparentemente esperan algo de la aviación. Ya avisé a Cuevas. Si se mueven en algún sentido le doy nuevo aviso. El camino que parece más probable es el del Roble pero todavía están regados en las casas. Hay que tener en cuenta el camino que sube a la Mina [de Frío]. Yo le avisaré a Ciro [del Río] en el momento que avancen para algún lado.

Como se observa, hasta esa mañana el Che coincidía con mi apreciación de que la ruta más probable de los guardias de Meriño sería en dirección a El Roble. Pero ya en mi mente había surgido la alternativa de que el movimiento de la tropa de Meriño fuese sencillamente de retirada, de regreso hacia San Lorenzo. La tibia conducta del mando enemigo para asegurar el enlace de esta tropa con otra procedente del Sur, y el hecho cierto de que ordenar a los guardias de Meriño que avanzaran sin apoyo hasta El Roble significaría hacerlos penetrar más aún al interior de nuestro territorio, con la perspectiva segura de caer en una trampa, me hicieron considerar como probable la variante de la retirada.

Lalo Sardiñas en la Sierra Maestra

De ello es testimonio el siguiente mensaje que le envié a Lalo a las 7:25 de la mañana de ese mismo día, desde mi puesto de mando en Minas de Frío, después de recibir la primera comunicación del Che:

Los guardias han aparejado todos los mulos. Ya quitaron la posta del Alto de Meriño; parece que se van a mover hacia el Roble. Debes estar atento. Para cualquier dirección que se muevan vamos a tratar de destruirlos. Si tratan de salir hacia San Lorenzo, cójanlos entre tú y los 12 [de Néstor Labrada], que desde acá se le ocupará el campamento y se les atacará por la retaguardia.

Si avanzan hacia el Roble o Las Minas, tu misión es no dejarlos recibir refuerzos.

En mensaje al Che, a las 9:15 de la mañana, le informé:

Ya mandé aviso a Lalo con instrucciones para cada situación. Mandaré explorar los caminos que vienen de San Lorenzo y Las Vegas y tengo a Raúl [Castro Mercader] y los 6 de Camilo [los de Orestes Guerra] listos para moverlos a donde hagan más falta si no fuesen necesarios aquí. Ordené situar en el Alto de Mompié los 7 hombres que quedaban de Camilo en La Plata y hasta Guillermo puede ser utilizado si las circunstancias lo requieren.

La prioridad concedida por mí a esta operación en Meriño se infiere del hecho de que yo estaba dispuesto, incluso, a mover hacia ese lugar a Guillermo García y sus hombres, quienes en ese momento estaban en la zona de La Plata.

A las 5:00 de la tarde le envié otro mensaje a Lalo, en el que, para que no existieran dudas, le reiteré su misión y la de la escuadra de Labrada.

Todo está bien. Yo espero de un momento a otro se muevan los guardias. Si vienen por ahí, procura matarle la vanguardia y rechazarlos. Los otros 12 deben entonces tomar el camino de Meriño y emboscarse allí para el caso de que los que están dentro intenten atacarte. Esos 12 deben tener un jefe valiente y que sepa lo que tiene que hacer si se quedan aislados del lado de allá; subir Caracas y bajar por el Roble, hasta hacer contacto de nuevo.

Vilma Espín en su segunda estancia en la Sierra Maestra, marzo de 1958.

Al atardecer, ordené enviar un mortero a la posición de Cuevas, para reforzar la vía más probable de avance del enemigo en dirección a El Roble.

El caso es que, en la mañana del 8 de julio, los guardias de Meriño emprendieron su retirada hacia El Tabaco y San Lorenzo. En verdad, el jefe de la agrupación estacionada en Meriño, capitán Martínez Torres, había recibido de su mando superior la misión de avanzar hasta El Roble y subir luego a Cahuara para enlazar con el Batallón 18 en Jigüe, es decir, la maniobra que habíamos previsto. Sin embargo, con el pretexto de que a sus dos compañías -la 91 y la 93 del Batallón 19- se les habían agotado las provisiones y, aunque habían tratado de comunicarse con la avioneta de enlace, no lo habían logrado, decidió regresar a San Lorenzo para abastecerse. Al parecer, a este jefe enemigo le preocupaba con mucha razón la perspectiva de caer en una trampa si seguía las instrucciones de su mando superior.

Luego de un fatigoso ascenso hasta alcanzar el firme, a las 8:45 de la mañana, la vanguardia enemiga chocó con la emboscada tendida por el pelotón de Lalo Sardiñas y se inició el combate. Minutos después, los 12 hombres de la escuadra al mando de Néstor Labrada, situada en un firme del otro lado del camino, comenzaron a disparar sobre el flanco izquierdo del enemigo. Ante el nutrido fuego cruzado que recibieron, los soldados solo atinaron a protegerse en los cangilones que la erosión había formado en el propio terreno. Pese al apoyo de la aviación, que desde las 9:30 de la mañana ametralló los alrededores, la tropa enemiga se vio obligada a retroceder hacia las trincheras abiertas alrededor del caserío de Meriño.

Al mediodía, Curuneaux, desde la posición que ocupaba en la falda de la loma de La Magdalena, me pidió instrucciones. En ese momento todavía no pude darle órdenes precisas, sin conocer a ciencia cierta el rumbo que seguía el enemigo ni el plan del Che con sus hombres. En consecuencia, le orienté: “[...] si tú ves que los guardias tratan de forzar el cruce hacia San Lorenzo, atacando a Lalo, y tú los divisas por el firme que sube, dispara sobre ellos a discreción para intimidarlos y dispersarlos”.

Fidel a la entrada de un bohío.

Ante su incapacidad para superar las posiciones rebeldes, el capitán Martínez Torres pidió un nuevo apoyo de la aviación para intentar una vez más el avance en dirección al camino de San Lorenzo. Cerca de las 12:20 del mediodía, dos B-26 y un caza F-47 comenzaron a ametrallar los alrededores por espacio de dos horas y media. Tras el ataque aéreo, las compañías enemigas intentaron un nuevo avance sobre las posiciones rebeldes, pero fueron nuevamente rechazadas por los hombres de Lalo y de Labrada. La escuadra de Ciro del Río, apoyada por la ametralladora 50 de Curuneaux, comenzó a avanzar para colocarse en posición de hostilizar a los guardias desde su flanco derecho.

A las 12:50 de la tarde, el Che me envió un mensaje donde me informaba:

Me da la impresión que todos los guardias se han descolgado para el otro lado del firme. Traté de hacer contacto con Lalo pero no ha vuelto mi mensajero. Ciro del Río está avanzando por el firme que ellos tenían hacia arriba.

A la 1:55 de la tarde, el Che me envió otro informe todavía con datos poco precisos de la acción:

Los guardias estaban en la punta del firme pero parece que Lalo se retiró y ya tomaron la embocadura del camino a San Lorenzo. Estas son conjeturas; exacto no sé nada. Los mensajeros no hicieron contacto con Lalo. De aquí (500 m.) se ven pasar uno a uno para San Lorenzo.

No es sino hasta las 2:00 de la tarde cuando recibí por un mensaje de Lalo la primera información concreta del desarrollo de las acciones:

Tuvimos combate con los de Meriño. Le vimos 2 muertos pero considero tengan como ocho; esta emboscada de este lado es muy corta, pero le tiré 12 granadas y como ocho satélites a un montón que había en un hoyo y gritaban: “No dejen los heridos, huyan, nos están rodeando”, y uno decía: “avanza por el trillo”, y otro decía “avanza tú”. Duró como una hora y media, empezó a las 9 y 30, la aviación no hizo nada. Están intentando avanzar de nuevo; la emboscada de San Lorenzo no la moví para nada.

El dato aportado por Lalo en este mensaje acerca de que su emboscada “es muy corta” resultó clave en lo que ocurrió en definitiva. Ya en este momento, yo había tomado algunas disposiciones urgentes para reforzar la posición de Lalo y frustrar el propósito de los guardias de salir hacia San Lorenzo. A las 2:15 de la tarde, le informé al Che en un mensaje:

Mandé a Raúl Castro [Mercader] con 8 hombres a reforzar a Lalo. Los 7 hombres que quedaban a Camilo de su columna en la Plata ya están al llegar aquí. Guillermo está situado en el alto de Mompié con su pelotón para trasladarlo aquí si las circunstancias lo requieren.

Si los guardias no han salido, esta noche mandaré 40 hombres a cavar trincheras en la loma donde está Lalo y lo reforzaré con los de Camilo que están al llegar (todos con automáticas y un rifle ametrallador). También situaré la bomba de 100 libras que ya está aquí.

Mientras tanto, el pelotón de Andrés Cuevas, reforzado con los hombres de Jaime Vega, y el Che con parte de su tropa, avanzaban para atacar por la retaguardia a las compañías enemigas.

Poco después, a las 3:20 de la tarde, envié un mensaje a Lalo Sardiñas en el que le informaba:

Dentro de unos minutos salen para allá un fusil ametrallador y seis hombres más con armas automáticas. Por la noche mandaré una bomba de cien libras para ponerla en el camino de San Lorenzo. Mandaré hombres también para hacer trincheras. Si se resiste bien ahí los copamos y rendimos.

[...] Cuevas, Vega, Che, Ciro y una escuadra de Camilo están avanzando por Meriño. Los felicito a todos.

P.D. Mandé a Fonso [Alfonso Zayas] que los tiroteara por el camino de la Mina a San Lorenzo.

En efecto, la escuadra al mando de Alfonso Zayas, con un Garand y 10 fusiles de cerrojo, había partido por el camino de Minas de Frío hasta las cercanías del campamento enemigo en San Lorenzo, y había hecho algunos disparos con el propósito de provocar la salida de la tropa allí estacionada en persecución de la patrulla rebelde o en auxilio de las compañías cercadas en Meriño. Rápidamente, Zayas tomó de nuevo el firme y se dirigió a toda prisa en busca de un alto propicio cerca del camino a Meriño para preparar una emboscada. Así me lo hizo saber en un mensaje que me envió a las 2:10 de la tarde. Pero al llegar a un trillo que iba en línea recta de San Lorenzo al lugar donde se encontraban apostadas las fuerzas de Lalo Sardiñas, Zayas decidió hacer contacto primero con sus compañeros. Entonces, Raúl Castro Mercader, quien había llegado con la escuadra de refuerzo, le indicó que debía quedarse cuidando ese trillo aún desguarnecido, para así cubrir la retaguardia rebelde en ese punto.

En una práctica de tiro en las montañas de la Maestra, Fidel dispara con una Browning

Los guardias de Meriño intentaron esa tarde forzar por tercera vez la salida por el camino de San Lorenzo y fueron rechazados nuevamente. Una vez más se vieron obligados a retroceder bajo el hostigamiento continuo desde la retaguardia por fuerzas del Che, Cuevas y Jaime Vega, apoyados por la ametralladora 50 de Curuneaux. En este último repliegue, los soldados abandonaron algunos de sus mulos.

A las 4:05 de la tarde, el Che me informó: “Estoy a 300 m. de los guardias, pero debajo de ellos. Tengo 7 mulos que no los dejamos marchar pero necesitaríamos una ayudita en cualquier dirección, preferentemente retaguardia para tomarlos”.

Así las cosas, cabía prever tres posibilidades: la primera, que siguieran insistiendo una vez más en forzar el camino hacia San Lorenzo; otra, que trataran de hacerlo por el camino de El Tabaco; y la tercera, que el enemigo enviara un refuerzo desde San Lorenzo. Con estas variantes en mente, a las 5:00 de la tarde trasmití el siguiente mensaje a Lalo Sardiñas:

Salgo a hacer contacto con Che y Cuevas y a ver si puedo reforzar el camino del Tabaco.

Hagan una buena defensa de trincheras en el camino que viene de San Lorenzo y pónganle dos bombas.

Puedes poner veinte hombres y la trípode hacia San Lorenzo y el resto hacia Meriño.

Cuida también tu retaguardia por el firme donde estás con alguna posta.

Fonso tomó posesión en un firme cerca del camino que sube a Meriño, para tirotear cualquier refuerzo que venga de S. Lorenzo.

Si todavía no se han escapado por algún lado, hay que impedir mañana de todas formas que vengan refuerzos.

Llena eso de huecos.

Y a Celia, que estaba en Mompié, le indiqué:

Voy a hacer contacto con el Che y Cuevas. Laferté que se encargue de mandar antes de que sea de noche el personal para cavar trincheras. Guillermo que permanezca ahí.

La orientación era que el ex teniente del Ejército de la tiranía Evelio Laferté -quien permaneció con nosotros tras su captura en febrero, en el segundo Combate de Pino del Agua, y que ahora estaba a cargo de la escuela de reclutas en Minas de Frío- enviara un grupo de ellos a cavar las trincheras para extender la línea de Lalo.

Los guardias intentaron por cuarta ocasión forzar el camino de San Lorenzo, y fueron rechazados una vez más por las fuerzas rebeldes. El combate se prolongó hasta las 6:30 de la tarde, y el enemigo se vio obligado a retroceder nuevamente.

Durante el desarrollo de este cuarto combate salí de Minas de Frío para hacer contacto con el Che y Cuevas. Pero en el camino me tropecé con algunas escuadras rebeldes en retirada, al parecer por un mal entendido de alguna orden. Luego de darles nuevas instrucciones y cambiar impresiones con Lalo, envié un mensaje al Che a las 7:45 de la noche:

Llego aquí por el camino de la Mina a Meriño y me encuentro una gran confusión. Tengo aquí la escuadra de Ciro que iba en retirada, diciendo que había guardias en Meriño, que a mi entender eran Cuevas y compañía. La 30 iba también en retirada según me dice por orden tuya. Me extraña un poco que tú hayas dado esa orden quedándote ahí.

Acabo de conferenciar con Lalo hace media hora. La cosa por allá está muy bien; pero me temo que los 12 que estaban cuidando el camino de Limones y que por la mañana dispararon contra los guardias, al verse todo el día sin contacto, se retiren por Caracas. Todo eso hay que arreglarlo. A mí me parece que debemos vernos tú y yo, pues las mejores posiciones están o pueden estar en nuestro poder. El refuerzo sólo puede venir por San Lorenzo y yo te aseguro que no llega.

Yo dejaría un poquito de gente por aquí abajo y concentraría la fuerza en el camino que viene de Limones pues son ese punto y la posición de Lalo, en estos momentos, las más esenciales, ya que los guardias para abajo no van a ir de ninguna manera. Los mulos sólo pueden salir por cualquiera de esos dos caminos.

En realidad, la escuadra de 12 hombres que cuidaba el camino de Limones, al mando de Néstor Labrada, se había retirado por la loma de Caracas, y unido a los siete hombres de la columna de Camilo. El refuerzo esperado de la tropa enemiga estacionada en San Lorenzo no salió en ningún momento en auxilio de sus compañeros cercados.

Camilo Cienfuegos

En vista de la difícil situación en que se encontraban las compañías enemigas cercadas en Meriño, el guía de esa tropa, un campesino de la zona nombrado Armando Rabí, le planteó al capitán Martínez Torres, como única salida para romper el cerco, descolgarse hacia el valle de El Tabaco por los farallones, del otro lado de la parte más meridional del firme. Aprovechando la oscuridad de la noche y el hecho de que la línea rebelde de Lalo no llegaba hasta esa parte del firme, la tropa enemiga emprendió sigilosamente la fuga en esa dirección, dejando atrás el resto del arria de mulos.

No fue sino hasta cerca de la medianoche, después de la llegada de Cuevas al ahora desierto campamento enemigo, que recibí la confirmación de la huida de la tropa.

A las 11:45 de la noche envié a Lalo un mensaje:

Los guardias parece que se descolgaron todos para el Tabaco. Dejaron siete mulos con alguna mercancía, calderos y mochilas. No se sabe por dónde se llevaron los otros. Los 12 tuyos, según noticias, se juntaron con siete de Camilo que subieron por el firme de Caracas y estaban por el camino de Limones.

Mañana a las 4 y 30 de la madrugada, levanta a la gente y con la primera claridad manda a explorar el firme hasta el camino de Limones, toma el firme con la gente, teniendo cuidado con algún guardia rezagado que pueda quedar y registren todo bien buscando armas, balas, mochilas, etc.

En una hora pueden terminar. Deja entonces una posta de seis hombres para que cuiden el camino hasta las 12 del día, y tú trasládate bien temprano para la Mina con el personal a descansar.

Los mulos que se ocuparon no tenían balas. Investiga para ver qué pasó con los otros. Trae las minas.

A pesar de que el Combate de Meriño no representó un aporte importante desde el punto de vista material en armas, municiones y pertrechos, significó, no obstante, otra victoria de nuestras fuerzas en este sector, que contendría por un tiempo los planes de la ofensiva enemiga.

Los varios intentos de los guardias de forzar las líneas rebeldes fueron todos rechazados. Al enemigo se le ocasionaron no menos de ocho muertos y un número indeterminado de heridos, mientras que las tropas rebeldes no sufrieron ni una sola baja. Aunque el grueso de las dos compañías del Batallón 19 lograron escapar del cerco tendido, perdieron toda su impedimenta y quedaron en condiciones tan difíciles que apenas pudieron ser nuevamente utilizadas con efectividad durante el resto de la campaña.

Pero lo más importante fue que el intento de penetración del enemigo en la profundidad de nuestro territorio había sido rechazado. Los guardias fueron desalojados de Meriño, y se les impidió, por el momento, su plan de enlazar esta tropa con la del Batallón 18 que avanzaba desde el Sur.

Tocaba ahora, precisamente, el turno de liquidar esta otra amenaza. Al día siguiente, me trasladé a Mompié y de allí a Jigüe. No cabía un minuto de descanso.

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Indice | Presentación | Introducción | Capítulo I | Capítulo II

Capítulo III | Capítulo IV | Capítulo V | Capítulo VI | Capítulo VII

Capítulo VIII | Capítulo IX | Capítulo X | Capítulo XI | Capítulo XII

Capítulo XIII | Capítulo XIV | Capítulo XV | Capítulo XVI | Capítulo XVII

Capítulo XVIII | Capítulo XIX | Capítulo XX | Capítulo XXI | Capítulo XXII

 | Capítulo XXIII | Capítulo XXIV | Capítulo XXV

 

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