Tal como yo había previsto, al día siguiente de la ocupación de San Lorenzo,
mientras las fuerzas del Batallón 17 permanecían en el caserío desierto, las
Compañías 91 y 93 del Batallón 19 siguieron su avance en dirección a
Meriño. Subieron a El Tabaco buscando la loma de Caraquita y chocaron con una
emboscada rebelde de la escuadra del teniente Ciro del Río, de la tropa del Che.
Tras un breve encuentro, los guardias rebasaron el firme y bajaron al pequeño
caserío de Meriño, donde los pocos bohíos estaban desiertos.
El día 6 de julio recibí la confirmación de la entrada de los guardias en
Meriño, mediante una nota de Celia que decía lo siguiente: “El Che llamó a
Fajardo que acamparon en Meriño 250 guardias, no han tomado El Roble. Que digas
si retira las fuerzas de Las Vegas y los lleva a defender allí. Él espera,
dentro de 10 minutos llama”.
El Che en la Sierra Maestra
El Che estaba estrenando la línea telefónica recién tendida hasta Minas de
Frío. En ese momento, Celia permanecía en La Plata y recibió esta llamada de
Piti Fajardo desde la tiendecita de la Maestra. Yo había salido de La Plata esa
madrugada y me encontraba en camino, ya muy cerca de la tiendecita y de Mompié,
con la intención de seguir hasta Minas de Frío. Al mensaje de Celia contesté de
inmediato:
“Que no retire las fuerzas de las Vegas. Que
yo mando refuerzos para tomar El Roble. Que traslade al Roble la bomba de 100
libras”.
Al recibir este mensaje decidí cambiar mi rumbo, y en vez de seguir hacia
Minas de Frío me dirigí a El Roble de Meriño con el personal que me acompañaba:
el pelotón de Andrés Cuevas y una escuadra de la tropa de Camilo a las órdenes
de Felipe Cordumy. Al llegar a El Roble, ubiqué en sus respectivas posiciones a
Cuevas y a Cordumy. Mi idea era que si los guardias intentaban seguir avanzando
desde Meriño hacia El Roble, lo cual era el movimiento previsible, chocarían con
la emboscada de Cuevas; mientras Cordumy, quien los habría dejado pasar, les
cortaba la retirada, apoyado por la escuadra de Ciro del Río, que había
permanecido del otro lado del firme de Meriño.
También al llegar a El Roble envié un mensaje urgente a Lalo Sardiñas para
que se trasladara sin pérdida de tiempo con su pelotón a Minas de Frío. Mi
intención era enviarlo al alto de Meriño para cerrar completamente la retirada
de los guardias. En ese momento, Lalo estaba en la zona de Pueblo Nuevo
como parte del cerco de contención organizado contra la tropa de Sánchez
Mosquera en Santo Domingo. La presencia de Lalo contribuiría a la realización
del plan concebido para capturar la tropa que había tenido la osadía de entrar
en Meriño, al tiempo que impediría la llegada de algún refuerzo enviado por el
mando enemigo desde San Lorenzo. Cuevas, por su parte, a quien después de su
ubicación en El Roble se le sumó Jaime Vega con parte de sus hombres, aseguraría
que esa tropa no pudiera avanzar más allá de El Roble y enlazar con el Batallón
18 que venía subiendo desde el Sur, en caso de que esa fuera la intención del
mando enemigo.
A Camilo, quien había quedado al frente del dispositivo de contención en
Santo Domingo, le envié con el mismo mensajero la siguiente nota:
Esta Columna de guardias está en una verdadera
ratonera. Lo que necesitamos es alguna tropa más, para impedir la llegada de
refuerzos. Pero no quiero debilitar esa posición [la de Santo Domingo]; por eso,
después de pensarlo muy bien, he decidido mover de ahí, la única tropa, que no
está en posición defensiva, sino de ataque: la de Lalo.
[...] Con Lalo aquí, creo que podemos hacer
algo bueno.
Todavía a estas alturas nos veíamos obligados a realizar verdaderos juegos
malabares para distribuir y redistribuir las escasas fuerzas con que contábamos,
de acuerdo con la mayor amenaza concreta que enfrentáramos en cada coyuntura. En
ese momento, la presencia enemiga en Santo Domingo, a pesar de su cercanía a la
zona de La Plata, había dejado de ser un peligro inmediato después del golpe,
más psicológico que material, recibido días antes en la primera Batalla de Santo
Domingo. Ahora la prioridad era la posible captura de la tropa llegada a
Meriño.
Celia, Fidel y Haydeé
De acuerdo con el Che mandé a buscar también hacia Minas de Frío a Raúl
Castro Mercader y sus hombres, quienes, como se recordará, estaban posicionados
en Polo Norte, cerca de las Minas. Este grupo se mantuvo como reserva en las
Minas.
Tras llegar a marcha forzada al alto de Meriño, Lalo me informó al mediodía
del 6 de julio que, después de inspeccionar el lugar previsto para tender la
emboscada, consideraba que la posición no era la más idónea, aunque luego
exploraría algo más abajo.
En respuesta a este mensaje, le envié a Lalo un refuerzo de hombres para
cubrir otro probable acceso cercano a su posición, con las siguientes
instrucciones:
Te mando los hombres que quedaron. Sitúalos en
el otro punto que te indiqué con un jefe valiente, que cuide aquel camino y
a la vez ataque por la retaguardia a cualquier grupo enemigo que intente salir
de Meriño, por el camino donde tú estás.
De inmediato, Lalo situó al refuerzo enviado, un total de 12 hombres, en un
estribo del pico Caraquitas, con lo cual cubrió del otro lado el camino de
Limones. Al frente de este grupo designó a Néstor Labrada.
Ese mismo día llegó Braulio Curuneaux a Meriño con su ametralladora 50, a
quien también mandé a buscar el día anterior desde El Naranjo. Sin perder
tiempo, Curuneaux ocupó una posición en el sector este del cerco, en la falda de
la loma de La Magdalena, junto al Che y parte de sus hombres, incluida la
escuadra de Hugo del Río, que cuidaba el acceso a Minas de Frío.
El combatiente rebelde Braulio Curuneaux, experto
tirador de la ametralladora calibre 50.
Al amanecer del día 7 recibí un mensaje del Che con una confusa información
de Cuevas en la que decía que los guardias venían subiendo por El Roble. Esto me
obligó a replantear toda la operación prevista contra la tropa enemiga en
Meriño. Lo mejor es transcribir el mensaje que envié al Che a las 11:50 de esa
mañana, pues me parece que explica de la manera más clara posible la
extraordinaria flexibilidad de nuestra planificación táctica:
Si Cuevas dice que los guardias subían por el
Roble, puede significar que vienen de la playa hacia arriba y no tenga nada que
ver con los movimientos en Meriño. Si así fuera, lo que tiene que hacer él
es virar los cañones hacia el otro lado, mientras planeamos alguna otra
maniobra. Si eso fuese rigurosamente cierto, el plan nuestro podría ser destacar
una patrullita que se hiciera fuerte en una posición buena un kilómetro o dos
más debajo de Cuevas, para ver si, cuando aquella haga contacto con el enemigo,
los de Meriño avanzan hacia abajo y caen en la trampa.
Trata de ver qué quiso decir Cuevas.
En definitiva, no existió ese presunto movimiento enemigo desde el Sur. No
obstante, véase que en nuestras previsiones siempre figuró el enlace de la tropa
llegada a Meriño con el Batallón 18 o alguna otra fuerza enemiga procedente de
la costa. Era el movimiento más lógico desde el punto de vista del mando
enemigo, pues con él, nuestro territorio en el sector más occidental, quedaría
dividido, y todas nuestras fuerzas al oeste del río La Plata, separadas y
desvinculadas de las demás.
A estas alturas, mi mayor deseo no era que se produjera la llegada de un
refuerzo procedente de San Lorenzo, sino que la tropa de Meriño intentara seguir
avanzando en dirección a El Roble, en cuyo caso la encerrona preparada entre las
fuerzas de Cuevas y las de Lalo sería fatal. Si fuese necesario, podrían
emplearse, además, las fuerzas de Raúl Castro Mercader y una escuadra de
seis hombres de la tropa de Camilo, al mando de Orestes Guerra, que
mantenía conmigo en Minas de Frío también como reserva.
De pie, de izquierda a derecha, los combatientes
rebeldes: Ignacio Leal Díaz, Ciro Redondo y Camilo Cienfuegos; sentados sobre
unas piedras: Marcelo Fernández Font y el Comandante Fidel
Castro.
Pero no ocurrió ninguna de estas dos cosas. A las 6:10 de la mañana del día 7
de julio, el Che me avisó que los guardias de Meriño estaban aparejando sus
mulos, evidentemente con la intención de moverse, pero me advirtió que “no se
sabe el derrotero todavía”. Hora y media más tarde me comunicó:
Ya aparejaron todos los mulos y quitaron la
posta del lado del alto de Meriño. Aparentemente esperan algo de la aviación. Ya
avisé a Cuevas. Si se mueven en algún sentido le doy nuevo aviso. El camino que
parece más probable es el del Roble pero todavía están regados en las casas. Hay
que tener en cuenta el camino que sube a la Mina [de Frío]. Yo le avisaré a Ciro
[del Río] en el momento que avancen para algún lado.
Como se observa, hasta esa mañana el Che coincidía con mi apreciación de que
la ruta más probable de los guardias de Meriño sería en dirección a El Roble.
Pero ya en mi mente había surgido la alternativa de que el movimiento de la
tropa de Meriño fuese sencillamente de retirada, de regreso hacia San Lorenzo.
La tibia conducta del mando enemigo para asegurar el enlace de esta tropa
con otra procedente del Sur, y el hecho cierto de que ordenar a los
guardias de Meriño que avanzaran sin apoyo hasta El Roble significaría hacerlos
penetrar más aún al interior de nuestro territorio, con la perspectiva segura de
caer en una trampa, me hicieron considerar como probable la variante de la
retirada.
Lalo Sardiñas en la Sierra Maestra
De ello es testimonio el siguiente mensaje que le envié a Lalo a las 7:25 de
la mañana de ese mismo día, desde mi puesto de mando en Minas de Frío, después
de recibir la primera comunicación del Che:
Los guardias han aparejado todos los mulos. Ya
quitaron la posta del Alto de Meriño; parece que se van a mover hacia el Roble.
Debes estar atento. Para cualquier dirección que se muevan vamos a tratar de
destruirlos. Si tratan de salir hacia San Lorenzo, cójanlos entre tú y los 12
[de Néstor Labrada], que desde acá se le ocupará el campamento y se les atacará
por la retaguardia.
Si avanzan hacia el Roble o Las Minas, tu misión es no dejarlos recibir
refuerzos.
En mensaje al Che, a las 9:15 de la mañana, le informé:
Ya mandé aviso a Lalo con instrucciones para
cada situación. Mandaré explorar los caminos que vienen de San Lorenzo y Las
Vegas y tengo a Raúl [Castro Mercader] y los 6 de Camilo [los de Orestes
Guerra] listos para moverlos a donde hagan más falta si no fuesen necesarios
aquí. Ordené situar en el Alto de Mompié los 7 hombres que quedaban de Camilo en
La Plata y hasta Guillermo puede ser utilizado si las circunstancias lo
requieren.
La prioridad concedida por mí a esta operación en Meriño se infiere del hecho
de que yo estaba dispuesto, incluso, a mover hacia ese lugar a Guillermo García
y sus hombres, quienes en ese momento estaban en la zona de La Plata.
A las 5:00 de la tarde le envié otro mensaje a Lalo, en el que, para que no
existieran dudas, le reiteré su misión y la de la escuadra de Labrada.
Todo está bien. Yo espero de un momento a otro se muevan los guardias. Si
vienen por ahí, procura matarle la vanguardia y rechazarlos. Los otros 12 deben
entonces tomar el camino de Meriño y emboscarse allí para el caso de que los que
están dentro intenten atacarte. Esos 12 deben tener un jefe valiente y que sepa
lo que tiene que hacer si se quedan aislados del lado de allá; subir Caracas y
bajar por el Roble, hasta hacer contacto de nuevo.
Vilma Espín en su segunda estancia en la Sierra
Maestra, marzo de 1958.
Al atardecer, ordené enviar un mortero a la
posición de Cuevas, para reforzar la vía más probable de avance del enemigo en
dirección a El Roble.
El caso es que, en la mañana del 8 de julio, los guardias de Meriño
emprendieron su retirada hacia El Tabaco y San Lorenzo. En verdad, el jefe de la
agrupación estacionada en Meriño, capitán Martínez Torres, había recibido de su
mando superior la misión de avanzar hasta El Roble y subir luego a Cahuara para
enlazar con el Batallón 18 en Jigüe, es decir, la maniobra que habíamos
previsto. Sin embargo, con el pretexto de que a sus dos compañías -la 91 y la 93
del Batallón 19- se les habían agotado las provisiones y, aunque habían tratado
de comunicarse con la avioneta de enlace, no lo habían logrado, decidió regresar
a San Lorenzo para abastecerse. Al parecer, a este jefe enemigo le preocupaba
con mucha razón la perspectiva de caer en una trampa si seguía las instrucciones
de su mando superior.
Luego de un fatigoso ascenso hasta alcanzar el firme, a las 8:45 de la
mañana, la vanguardia enemiga chocó con la emboscada tendida por el pelotón de
Lalo Sardiñas y se inició el combate. Minutos después, los 12 hombres de la
escuadra al mando de Néstor Labrada, situada en un firme del otro lado del
camino, comenzaron a disparar sobre el flanco izquierdo del enemigo. Ante el
nutrido fuego cruzado que recibieron, los soldados solo atinaron a protegerse en
los cangilones que la erosión había formado en el propio terreno. Pese al
apoyo de la aviación, que desde las 9:30 de la mañana ametralló los alrededores,
la tropa enemiga se vio obligada a retroceder hacia las trincheras abiertas
alrededor del caserío de Meriño.
Al mediodía, Curuneaux, desde la posición que ocupaba en la falda de la loma
de La Magdalena, me pidió instrucciones. En ese momento todavía no pude darle
órdenes precisas, sin conocer a ciencia cierta el rumbo que seguía el enemigo ni
el plan del Che con sus hombres. En consecuencia, le orienté: “[...] si tú ves
que los guardias tratan de forzar el cruce hacia San Lorenzo, atacando a Lalo, y
tú los divisas por el firme que sube, dispara sobre ellos a discreción para
intimidarlos y dispersarlos”.
Fidel a la entrada de un bohío.
Ante su incapacidad para superar las posiciones rebeldes, el capitán Martínez
Torres pidió un nuevo apoyo de la aviación para intentar una vez más el avance
en dirección al camino de San Lorenzo. Cerca de las 12:20 del mediodía, dos B-26
y un caza F-47 comenzaron a ametrallar los alrededores por espacio de dos horas
y media. Tras el ataque aéreo, las compañías enemigas intentaron un nuevo avance
sobre las posiciones rebeldes, pero fueron nuevamente rechazadas por los hombres
de Lalo y de Labrada. La escuadra de Ciro del Río, apoyada por la ametralladora
50 de Curuneaux, comenzó a avanzar para colocarse en posición de hostilizar a
los guardias desde su flanco derecho.
A las 12:50 de la tarde, el Che me envió un mensaje donde me informaba:
Me da la impresión que todos los guardias se
han descolgado para el otro lado del firme. Traté de hacer contacto con Lalo
pero no ha vuelto mi mensajero. Ciro del Río está avanzando por el firme que
ellos tenían hacia arriba.
A la 1:55 de la tarde, el Che me envió otro informe todavía con datos poco
precisos de la acción:
Los guardias estaban en la punta del firme
pero parece que Lalo se retiró y ya tomaron la embocadura del camino a San
Lorenzo. Estas son conjeturas; exacto no sé nada. Los mensajeros no hicieron
contacto con Lalo. De aquí (500 m.) se ven pasar uno a uno para San
Lorenzo.
No es sino hasta las 2:00 de la tarde cuando recibí por un mensaje
de Lalo la primera información concreta del desarrollo de las acciones:
Tuvimos combate con los de Meriño. Le vimos 2
muertos pero considero tengan como ocho; esta emboscada de este lado es muy
corta, pero le tiré 12 granadas y como ocho satélites a un montón que había
en un hoyo y gritaban: “No dejen los heridos, huyan, nos están rodeando”, y uno
decía: “avanza por el trillo”, y otro decía “avanza tú”. Duró como una hora y
media, empezó a las 9 y 30, la aviación no hizo nada. Están intentando avanzar
de nuevo; la emboscada de San Lorenzo no la moví para nada.
El dato aportado por Lalo en este mensaje acerca de que su emboscada “es muy
corta” resultó clave en lo que ocurrió en definitiva. Ya en este momento, yo
había tomado algunas disposiciones urgentes para reforzar la posición de Lalo y
frustrar el propósito de los guardias de salir hacia San Lorenzo. A las 2:15 de
la tarde, le informé al Che en un mensaje:
Mandé a Raúl Castro [Mercader] con 8 hombres a
reforzar a Lalo. Los 7 hombres que quedaban a Camilo de su columna en la Plata
ya están al llegar aquí. Guillermo está situado en el alto de Mompié con su
pelotón para trasladarlo aquí si las circunstancias lo requieren.
Si los guardias no han salido, esta noche
mandaré 40 hombres a cavar trincheras en la loma donde está Lalo y lo reforzaré
con los de Camilo que están al llegar (todos con automáticas y un rifle
ametrallador). También situaré la bomba de 100 libras que ya está aquí.
Mientras tanto, el pelotón de Andrés Cuevas, reforzado con los hombres de
Jaime Vega, y el Che con parte de su tropa, avanzaban para atacar por la
retaguardia a las compañías enemigas.
Poco después, a las 3:20 de la tarde, envié un mensaje a Lalo Sardiñas en el
que le informaba:
Dentro de unos minutos salen para allá un
fusil ametrallador y seis hombres más con armas automáticas. Por la noche
mandaré una bomba de cien libras para ponerla en el camino de San Lorenzo.
Mandaré hombres también para hacer trincheras. Si se resiste bien ahí los
copamos y rendimos.
[...] Cuevas, Vega, Che, Ciro y una escuadra
de Camilo están avanzando por Meriño. Los felicito a todos.
P.D. Mandé a Fonso [Alfonso Zayas] que los
tiroteara por el camino de la Mina a San Lorenzo.
En efecto, la escuadra al mando de Alfonso Zayas, con un Garand y 10 fusiles
de cerrojo, había partido por el camino de Minas de Frío hasta las cercanías del
campamento enemigo en San Lorenzo, y había hecho algunos disparos con el
propósito de provocar la salida de la tropa allí estacionada en persecución de
la patrulla rebelde o en auxilio de las compañías cercadas en Meriño.
Rápidamente, Zayas tomó de nuevo el firme y se dirigió a toda prisa en
busca de un alto propicio cerca del camino a Meriño para preparar una emboscada.
Así me lo hizo saber en un mensaje que me envió a las 2:10 de la tarde. Pero al
llegar a un trillo que iba en línea recta de San Lorenzo al lugar donde se
encontraban apostadas las fuerzas de Lalo Sardiñas, Zayas decidió hacer contacto
primero con sus compañeros. Entonces, Raúl Castro Mercader, quien había llegado
con la escuadra de refuerzo, le indicó que debía quedarse cuidando ese trillo
aún desguarnecido, para así cubrir la retaguardia rebelde en ese punto.
En una práctica de tiro en las montañas de la Maestra,
Fidel dispara con una Browning
Los guardias de Meriño intentaron esa tarde forzar por tercera vez la salida
por el camino de San Lorenzo y fueron rechazados nuevamente. Una vez más se
vieron obligados a retroceder bajo el hostigamiento continuo desde la
retaguardia por fuerzas del Che, Cuevas y Jaime Vega, apoyados por la
ametralladora 50 de Curuneaux. En este último repliegue, los soldados
abandonaron algunos de sus mulos.
A las 4:05 de la tarde, el Che me informó: “Estoy a 300 m. de los guardias,
pero debajo de ellos. Tengo 7 mulos que no los dejamos marchar pero
necesitaríamos una ayudita en cualquier dirección, preferentemente retaguardia
para tomarlos”.
Así las cosas, cabía prever tres posibilidades: la primera, que siguieran
insistiendo una vez más en forzar el camino hacia San Lorenzo; otra, que
trataran de hacerlo por el camino de El Tabaco; y la tercera, que el enemigo
enviara un refuerzo desde San Lorenzo. Con estas variantes en mente, a las
5:00 de la tarde trasmití el siguiente mensaje a Lalo Sardiñas:
Salgo a hacer contacto con Che y Cuevas y a
ver si puedo reforzar el camino del Tabaco.
Hagan una buena defensa de trincheras en el
camino que viene de San Lorenzo y pónganle dos bombas.
Puedes poner veinte hombres y la trípode hacia
San Lorenzo y el resto hacia Meriño.
Cuida también tu retaguardia por el firme
donde estás con alguna posta.
Fonso tomó posesión en un firme cerca del
camino que sube a Meriño, para tirotear cualquier refuerzo que venga de S.
Lorenzo.
Si todavía no se han escapado por algún lado,
hay que impedir mañana de todas formas que vengan refuerzos.
Llena eso de huecos.
Y a Celia, que estaba en Mompié, le indiqué:
Voy a hacer contacto con el Che y Cuevas.
Laferté que se encargue de mandar antes de que sea de noche el personal
para cavar trincheras. Guillermo que permanezca ahí.
La orientación era que el ex teniente del Ejército de la tiranía Evelio
Laferté -quien permaneció con nosotros tras su captura en febrero, en el segundo
Combate de Pino del Agua, y que ahora estaba a cargo de la escuela de reclutas
en Minas de Frío- enviara un grupo de ellos a cavar las trincheras para extender
la línea de Lalo.
Los guardias intentaron por cuarta ocasión forzar el camino de San Lorenzo, y
fueron rechazados una vez más por las fuerzas rebeldes. El combate se prolongó
hasta las 6:30 de la tarde, y el enemigo se vio obligado a retroceder
nuevamente.
Durante el desarrollo de este cuarto combate salí de Minas de Frío para hacer
contacto con el Che y Cuevas. Pero en el camino me tropecé con algunas escuadras
rebeldes en retirada, al parecer por un mal entendido de alguna orden. Luego de
darles nuevas instrucciones y cambiar impresiones con Lalo, envié un mensaje al
Che a las 7:45 de la noche:
Llego aquí por el camino de la Mina a Meriño y
me encuentro una gran confusión. Tengo aquí la escuadra de Ciro que iba en
retirada, diciendo que había guardias en Meriño, que a mi entender eran Cuevas y
compañía. La 30 iba también en retirada según me dice por orden tuya. Me extraña
un poco que tú hayas dado esa orden quedándote ahí.
Acabo de conferenciar con Lalo hace media
hora. La cosa por allá está muy bien; pero me temo que los 12 que estaban
cuidando el camino de Limones y que por la mañana dispararon contra los
guardias, al verse todo el día sin contacto, se retiren por Caracas. Todo eso
hay que arreglarlo. A mí me parece que debemos vernos tú y yo, pues las mejores
posiciones están o pueden estar en nuestro poder. El refuerzo sólo puede venir
por San Lorenzo y yo te aseguro que no llega.
Yo dejaría un poquito de gente por aquí abajo
y concentraría la fuerza en el camino que viene de Limones pues son ese punto y
la posición de Lalo, en estos momentos, las más esenciales, ya que los guardias
para abajo no van a ir de ninguna manera. Los mulos sólo pueden salir por
cualquiera de esos dos caminos.
En realidad, la escuadra de 12 hombres que cuidaba el camino de Limones, al
mando de Néstor Labrada, se había retirado por la loma de Caracas, y unido a los
siete hombres de la columna de Camilo. El refuerzo esperado de la tropa enemiga
estacionada en San Lorenzo no salió en ningún momento en auxilio de sus
compañeros cercados.
Camilo Cienfuegos
En vista de la difícil situación en que se encontraban las compañías enemigas
cercadas en Meriño, el guía de esa tropa, un campesino de la zona nombrado
Armando Rabí, le planteó al capitán Martínez Torres, como única salida para
romper el cerco, descolgarse hacia el valle de El Tabaco por los farallones, del
otro lado de la parte más meridional del firme. Aprovechando la oscuridad de la
noche y el hecho de que la línea rebelde de Lalo no llegaba hasta esa parte del
firme, la tropa enemiga emprendió sigilosamente la fuga en esa dirección,
dejando atrás el resto del arria de mulos.
No fue sino hasta cerca de la medianoche, después de la llegada de Cuevas al
ahora desierto campamento enemigo, que recibí la confirmación de la huida de la
tropa.
A las 11:45 de la noche envié a Lalo un mensaje:
Los guardias parece que se descolgaron todos
para el Tabaco. Dejaron siete mulos con alguna mercancía, calderos y mochilas.
No se sabe por dónde se llevaron los otros. Los 12 tuyos, según noticias, se
juntaron con siete de Camilo que subieron por el firme de Caracas y estaban por
el camino de Limones.
Mañana a las 4 y 30 de la madrugada, levanta a
la gente y con la primera claridad manda a explorar el firme hasta el camino de
Limones, toma el firme con la gente, teniendo cuidado con algún guardia rezagado
que pueda quedar y registren todo bien buscando armas, balas, mochilas,
etc.
En una hora pueden terminar. Deja entonces una
posta de seis hombres para que cuiden el camino hasta las 12 del día, y tú
trasládate bien temprano para la Mina con el personal a descansar.
Los mulos que se ocuparon no tenían balas.
Investiga para ver qué pasó con los otros. Trae las minas.
A pesar de que el Combate de Meriño no representó un aporte importante desde
el punto de vista material en armas, municiones y pertrechos, significó, no
obstante, otra victoria de nuestras fuerzas en este sector, que contendría por
un tiempo los planes de la ofensiva enemiga.
Los varios intentos de los guardias de forzar las líneas rebeldes fueron
todos rechazados. Al enemigo se le ocasionaron no menos de ocho muertos y un
número indeterminado de heridos, mientras que las tropas rebeldes no sufrieron
ni una sola baja. Aunque el grueso de las dos compañías del Batallón 19 lograron
escapar del cerco tendido, perdieron toda su impedimenta y quedaron en
condiciones tan difíciles que apenas pudieron ser nuevamente utilizadas con
efectividad durante el resto de la campaña.
Pero lo más importante fue que el intento de penetración del enemigo en la
profundidad de nuestro territorio había sido rechazado. Los guardias fueron
desalojados de Meriño, y se les impidió, por el momento, su plan de enlazar
esta tropa con la del Batallón 18 que avanzaba desde el Sur.
Tocaba ahora, precisamente, el turno de liquidar esta otra amenaza. Al día
siguiente, me trasladé a Mompié y de allí a Jigüe. No cabía un minuto de
descanso.
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