Rodeado por los guerrilleros, el cadete Evelio Laferté,
prisionero de las tropas rebeldes, responde a las preguntas del
Che.
En el mensaje ya citado que le envié al Che el 20 de julio, horas antes de la
rendición del Batallón 18 en Jigüe, le anunciaba que emprenderíamos las dos
operaciones simultáneas contra las fuerzas enemigas en Santo Domingo y las Vegas
de Jibacoa, le adelantaba también que él estaría al frente de esta segunda
misión. El Che me contestó con una notica en la que me pedía conversar
personalmente conmigo porque mis “proyectos dobles” le parecían “demasiado
arriesgados”. Al final quedó convencido de que eran no solo recomendables sino
factibles, cuando supo el volumen del botín capturado en Jigüe y Purialón, y la
posibilidad real de contar, a partir de ese momento, con más de 300 hombres
armados.
Yo había decidido priorizar la operación contra la tropa de Santo Domingo, en
primer lugar porque seguía siendo la más peligrosa y porque su liquidación
constituiría un golpe muy serio, casi mortal, al enemigo, tanto en el plano
material como moral. Pero, además, era en las Vegas de Jibacoa donde habíamos
pactado con la Cruz Roja efectuar el 22 de julio la entrega de los guardias
prisioneros en Jigüe.
Sobre los preparativos de esta entrega, el Che me envió el 21 de julio un
mensaje en el cual, entre otras cosas, me decía lo siguiente:
Recuerda que hay que trazar un plan para
mañana, pues ya la Cruz Roja mandó preguntar hora. Hay que traer todos los
heridos de abajo y mandar un mensajero a las Vegas. El plan era el siguiente:
Comunicarle al comandante de las Vegas, por medio de una mensajera femenina, la
hora en que se iniciará la entrega y anunciarle que será en la casa de Bismark;
previamente, tomar los altos de Bismark y el firme de enfrente con un par de
escuadras; advertir que si la aviación continúa tan activa no podemos hacer la
entrega a esa hora y deberá esperarse al anochecer; admitir que en la casa de
Bismark debe estar el representante de la Cruz Roja con autoridades, sin hacer
ostentación de fuerza y decirle el número aproximado de heridos, advirtiendo que
en próximas entregas se darán más prisioneros enfermos.
Por otra parte, en ese mensaje, el Che se quejaba de la falta de noticias
mías: “[...] ya pasa de castaño oscuro tu silencio”. Casi de soslayo me
informaba que Minas de Frío estaba sin novedad, y concluía con estas palabras
que eran reflejo elocuente de nuestro estado de ánimo por los acontecimientos
victoriosos de Jigüe: “Hace falta un trago para festejar esto dignamente”.
Celia, Fidel y Haydeé
La mensajera femenina a que hacía referencia el Che resultó ser Teté Puebla,
eficaz colaboradora de Celia, quien tuvo una participación destacada en este
episodio y más adelante sería la segunda jefa del pelotón femenino Mariana
Grajales. La casa, en cuestión, era la tienda del colaborador campesino Bismark
Galán Reina, que durante mucho tiempo sirvió como puesto de mando de Celia en
sus tareas de aseguramiento de nuestro esfuerzo guerrillero, hasta que tuvo que
evacuarla ante la inminencia de la entrada del enemigo a las Vegas de
Jibacoa.
Ese mismo día, Radio Rebelde informó:
Mañana martes 22 de julio a las 2 de la tarde,
esperamos entregar a la cruz Roja Internacional los militares heridos que están
prisioneros del Ejército Rebelde desde hace varios días.
Aceptado por el jefe de operaciones enemigo
que la entrega de los prisioneros heridos se efectúe en la zona de Las Vegas de
Jibacoa, adonde pueden llegar vehículos motorizados y el Delegado
Internacional de la Cruz Roja, Sr. Peirre Jecqier [Pierre Jacquier] y sus
acompañantes, dichos heridos han comenzado a ser trasladados por el territorio
libre de Cuba hacia esa zona.
Queda solo que dicho jefe de operaciones
ordene a los aviones enemigos que suspendan su ametrallamiento y bombardeo,
mientras se efectúe la entrega de los heridos al delegado de la Cruz Roja
Internacional.
Ha sido precisamente esa región una de las más
castigadas por el napalm y las bombas explosivas, en estos días.
Inmediatamente que termine el proceso de
entrega de los heridos, pueden reanudar los aviones de la tiranía sus
ametrallamientos y bombardeos, que a nosotros los rebeldes no nos impresionan
esos raids aéreos, a lo que ya estamos más que acostumbrados.
Nuestra protesta contra los bombardeos se
refiere solamente a que se aplican criminalmente contra la indefensa población
campesina.
Los médicos rebeldes han hecho esfuerzos
increíbles por salvar y mejorar a esos soldados heridos, lográndolo en muchos
casos, a pesar de la carencia de recursos médicos y de la cantidad de
heridos.
Esperamos que mañana estén en las manos
humanitarias y protectoras de la Cruz Roja Internacional esos prisioneros
heridos.
En la mañana del día 22, el Che recibió el siguiente mensaje del capitán
Carlos Durán Batista, jefe de la tropa ubicada en las Vegas, con quien ya el Che
había establecido una comunicación mutuamente respetuosa:
Comandante de la Columna 8 Sierra Maestra
Señor: En contestación a su escrito, debo informarle que he recibido órdenes del
General Jefe de la Zona de Operaciones para que la garantía tanto para los
heridos como para cualquier otra persona que llegue a este Puesto. El acuerdo de
la Cruz Roja Internacional así como cualquiera otro entre caballeros y humanos
será siempre respetado por mí y por las tropas a mi mando.
Debo informarle asimismo que la Cruz Roja a
esta hora no ha llegado a este Puesto, pero ya tenemos conocimiento que llegará
de momento. No obstante, si Ud. lo estima puede evacuar heridos que estime y
serán atendidos hasta tanto por nuestro Departamento de Sanidad, con todo lo que
se pueda y con la misma garantía de la Cruz Roja.
Créame por nuestra parte haber tomado buena
nota de su carta e informarlo a la superioridad para que por otras unidades
también se cumpla.
Con el respeto y consideración que merece le
reitero el saludo.
Nótese el tono de este mensaje y el
reconocimiento implícito por parte del jefe enemigo al enfrentar, no el
cabecilla de una banda de forajidos, como hacía ver la propaganda del Ejército,
sino un verdadero adversario digno y organizado. Vale apuntar que el capitán
Durán Batista no cometió crímenes ni abusos durante su estancia en
las Vegas y, después de su captura por el Che, solicitó permanecer entre
nosotros y mantuvo una actitud decorosa y cooperativa hasta el final de la
guerra.
El Che en la Sierra Maestra
A este mensaje, el Che respondió de inmediato con una extensa comunicación
que fue llevada personalmente por Teté Puebla al puesto de mando enemigo en las
Vegas. Por su significación, vale la pena reproducirla de forma íntegra en estas
páginas:
Estimado Capitán: Contesto urgentemente su
comunicación de esta misma fecha con el fin de aclarar algunos conceptos de su
carta y anunciarle, además, que, dadas las seguridades ofrecidas por usted
enviaré los heridos más graves sin esperar la llegada de la Cruz Roja
Internacional.
Estos heridos están algo alejados de aquel
puesto y, dado los pésimos caminos de la Sierra, no puedo adelantarle una hora
fija de llegada. Deben estar prevenidos esta noche por si podemos hacerlos
llegar en el curso de la misma. Le reitero la seguridad de que la tregua será
estrictamente cumplida por nosotros. No obstante, queremos saber el alcance
exacto de la misma para abstenernos de hacer movimientos militares en esa zona,
evitando así choques que pudieran empañar este hermoso acto de confraternidad en
el dolor. Para nosotros son necesarias 48 horas a partir de la llegada del
delegado de la Cruz Roja Internacional, anunciada por Radio para las 2 p.m. del
día de mañana. A partir de ese instante, quedarán automáticamente rotas las
hostilidades, salvo indicación expresa en contrario. Debo aclararle además que,
para nosotros la tregua existe estrictamente en la zona de Las Vegas, rogándole
a usted me comunique antes de las 6 a.m. cuál es el alcance que da su Estado
Mayor a la misma.
Obviando responsabilidades, debo comunicarle
que los heridos se moverán en las zonas comprendidas entre los vértices
siguientes: las Vegas, Mina del Frío y Altos del Jigüe; si se repite el
bombardeo y ametrallamiento que sobre esa zona se efectuó hoy, pueden ocurrir
desgracias lamentables.
No es exageración mía al advertirle esto, ya
que por orden expresa de nuestro Comandante Jefe, Fidel Castro, entregaremos,
además de los heridos, a todos los sobrevivientes del Batallón 18 de Infantería,
dirigido por el comandante Quevedo, que se rindieran a nuestras fuerzas. Tomamos
esta decisión basados en razones humanitarias, por el grado de desnutrición a
que había llegado esa tropa luego de resistir 10 días de cerco, en heroico
cuanto estéril sacrificio.
[...]
Deseando estrechar su mano en más felices
circunstancias para Cuba, y en rueda de compañeros, se despide cordialmente de
usted,
Che
Comandante de la Columna No. 8 “Ciro
Redondo”
El general Eulogio Cantillo, jefe de la zona de operaciones, firmaba el 22 de
julio en el puesto de mando de Bayamo una directiva para la evacuación de
heridos y prisioneros donde establecía que la operación se efectuaría al día
siguiente, a las 2:00 de la tarde. La Cruz Roja se movería de Manzanillo o
Bayamo hasta Yara y Estrada Palma, y formaría un convoy de camiones y jeeps para
llegar a las Vegas ese mismo día o al siguiente por la mañana. En esa directiva,
el general Cantillo aclaraba lo siguiente:
El trato a los rebeldes en caso que acompañen
a los heridos debe ser cortés pero firme, no dejándoles pasar de las avanzadas
de la Unidad, ni fraternizar con la tropa, y requiriendo su regreso tan pronto
entreguen heridos y prisioneros.
Eduardo Fernández, técnico de la planta trasmisora de
Radio Rebelde.
El 23 de julio, en horas de la mañana, Faustino Pérez y Carlos Franqui
llegaron con un grupo de heridos a las Vegas y firmaron, en nombre del Ejército
Rebelde, el acta de entrega de estos primeros 15 guardias heridos, los más
graves. En el curso del día, después de la llegada del convoy de la Cruz Roja,
encabezado por su delegado Pierre Jacquier, comenzó a brotar del monte e
ingresar al campamento enemigo la impresionante caravana de 238 prisioneros,
incluidos otros 42 heridos, para el total de 253 guardias entregados ese día. Es
importante decir que la entrega se desenvolvió normalmente, sin incidentes, y
que la tregua acordada fue respetada por las dos partes.
Si alborotadora fue la presencia de una mujer guerrillera -Teté Puebla- entre
los guardias, más revuelo aún causó la sorpresiva llegada del Che, quien bajó en
un mulo desde Mompié y compartió un buen rato en la casa de Bismark con los
representantes de la Cruz Roja y los jefes de la compañía sitiada. Hasta sus
buenos tragos de coñac bebieron juntos, con lo que el Che se adelantó
unilateralmente a su ofrecimiento de celebrar las más recientes victorias.
Ya el Che había comenzado a convertirse en leyenda, y los guardias no
desestimaron la oportunidad de poder ver al comandante guerrillero
argentino.
Entrega de prisioneros en Las Vegas de
Jibacoa
No hay que insistir en lo que significó este acto de entrega de heridos y
prisioneros, que, por supuesto, fue silenciado por la propaganda enemiga. Sin
embargo, de inmediato se corrió entre las filas de todas las unidades
participantes en la ofensiva el testimonio vivo de estos guardias, tanto por el
trato humanitario recibido como por las potencialidades efectivas de las fuerzas
rebeldes, capaces de derrotar y rendir un batallón completo, destruir sus
refuerzos y capturar en combate tan numerosa cantidad de prisioneros. Por
nuestra parte, se trataba de una demostración elocuente de la ética con la que
se desarrollaba la lucha del Ejército Rebelde. No tengo la menor duda de que
esta primera entrega de prisioneros en las Vegas de Jibacoa tuvo una influencia
importante en el curso posterior de los acontecimientos.
Cumplido este interludio, estábamos en condiciones de reiniciar las
operaciones para lograr la rendición de la tropa enemiga cercada en las Vegas de
Jibacoa, la única que a estas alturas quedaba en el interior de la montaña tras
la retirada hacia Las Mercedes, el 27 de julio, de las fuerzas que habían
ocupado Minas de Frío, e incluso, las establecidas en San Lorenzo, en
cumplimiento del nuevo plan de operaciones enemigo a que hice referencia en el
capítulo anterior.
Ya el 25 de julio, el Che había distribuido todas sus fuerzas en las alturas
que rodeaban el campamento enemigo, concentrado en el pequeño llano entre las
casas de Bismark y Santiago Torres. En este sector actuarían las escuadras de
Joel Iglesias, José Ramón Silva y Luis Crespo. El Che y otras escuadras rebeldes
se habían situado en la falda de la loma de El Desayuno, directamente sobre el
único camino por el que tendrían que tomar los guardias de la Compañía 92 si
quisieran escapar. Desde esas posiciones, el Che controlaba de manera total
cualquier movimiento, y se hallaba dispuesto, no solo a cerrar en El Desayuno un
intento de huida, sino también a golpear al enemigo en retirada desde la
retaguardia.
Por su parte, siguiendo nuestra ya probada estrategia, Camilo y sus hombres,
se habían colocado en la falda exterior de la loma de La Llorosa, preparados
para rechazar cualquier intento de refuerzo a la tropa sitiada, tanto del
Batallón 17 desde Las Mercedes como del Batallón 23 desde Arroyón.
Recuérdese que el único acceso a las Vegas desde el llano era a través del
estrecho camino que pasaba por la loma de El Mango y atravesaba luego la de El
Desayuno, donde discurría a lo largo de un desfiladero entre la abrupta falda de
esta loma y el cañón del río Jibacoa, que en esa región fluía entre enormes
piedras y grandes pozas, algunas de ellas las más espectaculares de toda la
Sierra.
Camilo Cienfuegos
En este tramo del camino, que apenas daba paso a un vehículo, fue donde pudo
haberse montado una resistencia efectiva, en ocasión de la entrada del
enemigo en las Vegas. No se logró entonces, como vimos en su momento, pero yo
estaba decidido a que esta vez el terreno sería aprovechado al máximo por
nuestras fuerzas, y que allí se produjera una nueva victoria. Además, quienes
dirigirían la operación eran nada menos que el Che y Camilo, y bien sabía yo que
ellos no conocían la palabra vacilación.
Lo importante era que si esa constituía la única ruta de acceso a las Vegas,
igualmente iba a ser la única de escape de la tropa sitiada en ese lugar.
Resultaba impensable que el Ejército intentara otro camino, pues cualquier
variante lo conduciría más al interior de la montaña, y a estas alturas, en las
condiciones físicas y morales en que se encontraba la tropa enemiga de las
Vegas, no cabía en absoluto otra posibilidad que la de intentar la huida. Por
otra parte, no salir por el camino planteaba la empresa, casi imposible, de
escalar la impresionante mole de La Llorosa o la no menos escarpada falda de El
Desayuno. El jefe de la Compañía 92 no podría imitar a Sánchez Mosquera y
sorprender con un movimiento fuera del camino existente.
El 26 de julio, el mismo día en que comenzó la retirada del Batallón 11 de
Santo Domingo, el Che me informó en un mensaje que la tropa de las Vegas estaba
completamente sitiada e, incluso, proponía lanzar contra ella un ataque en regla
esa noche, seguro de que se rendirían en un par de horas. Pero cambió de idea y
decidió esperar, pues recibió noticias de que el capitán Durán Batista,
quien se había dado cuenta de que su posición era desesperada, estaba dispuesto
a negociar.
Al mediodía del 28 de julio, el Che me pidió autorización para acordar con el
capitán enemigo la salida del personal sitiado, previa la entrega de todas sus
armas y pertrechos. Ese mismo día, el Che recibió una comunicación del
comandante Armando González Finalé, jefe del Batallón 23 ubicado en Arroyón, en
la que le proponía una entrevista. De inmediato, el Che despachó un mensajero
con la siguiente nota al capitán Durán:
Obra en mis manos una comunicación del
comandante Fifnale [Finalé] en que me invita a conferenciar. Ud. sabe que mañana
será tarde para eso y trato de ahorrar sangre. [...] Debe saber también que está
rodeado y no puede esperar ayuda del exterior; eso solo traerá más sangre para
ambos bandos pero principalmente para uds.
Si realmente no acepta esta entrevista,
correspondiendo a mi caballerosidad debo aconsejarle que deje las casas y se
proteja en trincheras; todos los altos son nuestros. Yo le ofrezco dejarlo salir
de allí con todos sus hombres y conservando las armas cortas, sin cumplir con el
trámite de ser prisioneros, es lo más que puedo ofrecer dado el número de
hombres que tengo sobre ese punto y la seguridad absoluta de que están
perdidos.
Recurro a sus sentimientos patrióticos para
que [no] anteponga falsos orgullos y evite una sangría inútil.
Durán le respondió al Che que al día siguiente le enviaría su contestación o
iría personalmente a entrevistarse con él, pero debía antes informar de la
oferta a su jefe inmediato y que, además, estaba esperando un convoy de
suministros, por lo que le era imposible moverse en ese momento.
Pero los acontecimientos se precipitaron. El alto mando de la tiranía había
decidido enviar al Batallón 23 en auxilio de la compañía sitiada en las Vegas.
Ese era el ”convoy de suministros” a que se refería Durán Batista, y que
chocó inevitablemente con las emboscadas de Camilo en El Mango.
Combates en las Vegas de Jibacoa del 28 al 30 de julio
de 1958. Sitio a las tropas en las Vegas y rechazo a los intentos de refuerzos
del enemigo.
Combates en las Vegas de Jibacoa del 28 al 30 de julio
de 1958. Sitio a las tropas en las Vegas y rechazo a los intentos de refuerzos
del enemigo.
El mismo día 28, antes del combate contra el refuerzo, Camilo me envió el
siguiente mensaje:
Estoy en la posición que me indicó el Che,
tengo bien explorado todo y estoy rogando para que algún Dios ignoto nos traiga
una tropa por este lugar. Tengo el “jamo” preparado para pescar por lo menos 25
ó 30, ayer cuando el fuego grande en S. Domingo, los de Arroyones corrieron
como locos, el pánico se ha apoderado de las Tropas enemigas, las noticias
corren veloces, parece [que] ya saben los últimos leñazos que hemos
dado.
Ese día varios camiones con guardias y suministros salieron del campamento de
Arroyón. El convoy de refuerzo, compuesto por tres compañías de infantería,
estaba apoyado por dos tanques ligeros T-17 y una batería de obuses de 75
milímetros que se ubicaron en el alto de La Güira. El dispositivo estaba a las
órdenes del teniente coronel Ferrer da Silva. Una de las tanquetas T-17 precedía
la caravana, al mando de la cual viajaba el capitán Victorino Gómez
Oquendo, jefe de la compañía de tanques del puesto de mando de Bayamo. Los
vehículos se movieron sin novedad hasta el entronque del camino que sube desde
Las Mercedes, y prosiguieron su cuidadosa marcha en dirección a Los Isleños y,
más allá, a la loma de El Mango.
Desde sus posiciones en la falda de La Llorosa, los hombres de Camilo vieron
acercarse al enemigo. Arriba, la aviación bombardeó y ametralló las posiciones
donde presumía que estaban ubicados los combatientes rebeldes. Abajo,
directamente sobre el camino, preparado con minas y zanjas para impedir el paso
de los vehículos, estaban las escuadras de los capitanes Orestes Guerra y Lázaro
Soltura. Cuando el convoy penetró en el tramo donde el camino se estrechaba,
entre el farallón de la loma y el cañón del río Jibacoa, los rebeldes
abrieron fuego. Los camiones se detuvieron y los guardias saltaron a tierra y
buscaron protección. La tanqueta siguió avanzando, mientras sus ocupantes
permanecían confiados dentro del blindaje. Pero al otro lado del río, desde las
posiciones ocupadas en la loma de El Desayuno por la escuadra de César Suárez,
de la tropa del Che, se sintió el sordo sonido característico de un disparo de
bazuca. Para sorpresa de todos, sin embargo, la tanqueta no retrocedió. En
cambio, tras unos segundos en los que parecía que el vehículo blindado iría
hacia atrás, la tanqueta aceleró la marcha, bajó hasta el río, lo cruzó y
comenzó a subir por el camino de El Desayuno. Dos o tres bazucazos más no dieron
en el blanco, y pronto la T-17 rebasó la fusilería rebelde y logró penetrar en
las Vegas para gran algarabía de las avanzadas del campamento enemigo.
Por su parte, los hombres de Camilo se habían lanzado sobre el resto del
convoy paralizado. Algunos guardias optaron por desprenderse hacia el río y
lograron escapar. En definitiva, el grueso del refuerzo fue detenido y
capturados los suministros. Los guardias sufrieron 16 muertos y numerosos
heridos, entre ellos el propio teniente coronel Ferrer da Silva. Tras la
retirada del enemigo, los rebeldes dieron fuego a un jeep, un tractor y un
camión comando; también ocuparon fusiles, cajas de raciones de campaña, granadas
de fusil, cananas y balas.
Sobre la tanqueta enemiga que logró filtrarse hasta las Vegas de Jibacoa hay
un elemento anecdótico que vale la pena registrar en estas páginas. El capitán
Gómez Oquendo fue recibido por sus compañeros de armas con efusivas
expresiones de reconocimiento debido a su coraje y decisión. Oquendo, hombre
campechano y modesto -quien después de su captura, al día siguiente, pidió
permanecer en nuestras filas-, pronto cortó las felicitaciones y explicó lo
siguiente, según me contaron después y me ratificó el propio Gómez Oquendo:
No, no, esperen, no fue valor. Lo que pasó fue
que, al sentir el primer bazucazo, como no pudimos ubicar la procedencia del
disparo para responder con nuestro cañón, di la orden de retroceder. Pero,
producto del nerviosismo del conductor, la marcha atrás se trabó y no hubo forma
de lograr movernos. En esas circunstancias éramos un blanco fácil para otro
bazucazo. Di entonces la orden de avanzar a toda máquina, y tuvimos la suerte de
poder pasar.
Fue, en la práctica, una huida hacia adelante. Al día siguiente del combate
en la loma de El Mango y el rechazo del intento de refuerzo a la tropa sitiada
en las Vegas, el Che recibió a dos oficiales de la Compañía 92 enviados a
conferenciar por el capitán Durán. La respuesta que trasmitieron fue que el
jefe de la tropa agradecía la propuesta del Che pero no la aceptaba, pues el
“honor militar” no le permitía entregar sus armas sin combatir. En vista de
ello, el Che declaró reabiertas las hostilidades.
Esa misma tarde, después de pegar candela a sus provisiones y parte de sus
balas, la Compañía 92 dio comienzo a su intento de huida. De inmediato el Che
ordenó a todas sus escuadras que iniciaran la persecución y el hostigamiento de
la tropa en fuga, mientras las fuerzas rebeldes en la loma de El Desayuno
intentaban cerrar la vía de escape del enemigo, con el apoyo de las fuerzas de
Camilo desde El Mango. En la persecución de los guardias participaron, entre
otras, las escuadras de los capitanes Joel Iglesias, José Ramón Silva y Luis
Crespo; y desde El Desayuno y El Mango cerraron la salida las escuadras de los
capitanes César Suárez, Orestes Guerra y Lázaro Soltura. Camilo y el resto de su
personal contuvieron y rechazaron los intentos del Batallón 23
desde Arroyón por auxiliar a las tropas de las Vegas. El combate se
prolongó con intensidad hasta el anochecer. Un balance preliminar realizado esa
misma noche por el Che, y el informe que me enviaron, daba cuenta de 40 guardias
prisioneros, ocho muertos y cinco heridos. En definitiva, el total de
prisioneros ascendió a 98, prácticamente la compañía completa. Fue capturada la
tanqueta T-17 casi intacta, con un cañón de 57 milímetros, un mortero con 80
obuses, dos ametralladoras de trípode calibre 30, varios fusiles
automáticos Browning, 20 carabinas San Cristóbal, 40 fusiles Springfield y 20
000 balas, entre otros pertrechos. En la acción fue hecho prisionero el capitán
Gómez Oquendo, y entre nuestras bajas solo resultó herido el combatiente
Angelito Frías.
A la hora de redactar ese informe, el capitán Durán no había sido capturado,
pero se tenía la información de que estaba herido. Fue hecho prisionero a la
mañana siguiente. Este valiente y caballeroso oficial también optó por quedarse
con nosotros en la Sierra, y tanto él como Gómez Oquendo, junto con el
comandante Quevedo, prestaron valiosos servicios durante los meses finales de la
guerra, en los contactos y negociaciones con los jefes enemigos.
Con esta acción, las Vegas de Jibacoa quedaba definitivamente liberada, y una
nueva unidad enemiga, en este caso la Compañía 92, resultó destruida y anulada
como entidad combatiente. Era otra victoria rotunda. Ahora solo quedaban, en las
cercanías de la montaña, las fuerzas enemigas de los Batallones 23 del
comandante Finalé, acampado en Arroyón, y 17, del comandante Corzo, estacionado
desde el comienzo de la ofensiva en Las Mercedes. En ese orden, fue sobre ellas
que decidimos actuar de inmediato, con la victoria definitiva al alcance de la
vista.
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