Capítulo IX
EL VALOR DE LOS PRINCIPIOS
El
9 de diciembre de 1961, ocho meses después de la invasión
mercenaria de Bahía de Cochinos, el gobierno de
Colombia, bajo la presidencia de Alberto Lleras Camargo,
rompió relaciones con Cuba. Ni siquiera esperó el infame acuerdo
de
Punta del Este que impuso el gobierno de Estados Unidos, acompañado
de
la hipócrita Alianza para el Progreso de la que nunca se
habló antes de la Revolución Cubana.
Ningún intento rectificador se llevó a cabo.
En
cuanto al suministro de armas a los revolucionarios, nos ateníamos
al
carácter beligerante o no de los gobiernos de los países
hermanos con relación a Cuba. Dependería del desarrollo concreto
de
la lucha en cada uno de ellos.
Marchaba bien esa lucha en Nicaragua, donde estaba a punto
de
triunfar. Se combatía fuertemente en El Salvador, donde las fuerzas
represivas eran entrenadas en el propio territorio norteamericano
por
el gobierno de Estados Unidos. En Guatemala, el pueblo no
cesaba en su resistencia armada contra el régimen genocida impuesto
por
los yanquis desde el derrocamiento del gobierno de
Jacobo Arbenz en 1954, quien había decretado una Reforma Agraria
que
afectó los intereses de las bananeras yanquis.
A
mediados de 1979 los sandinistas, casi sin armas, habían
puesto en crisis al régimen de Anastasio Somoza, heredero de la
tiranía sangrienta que el imperialismo había impuesto a ese país.
Gobiernos francamente amigos de Estados Unidos se sensibilizaron
con
la agresión a Costa Rica. Somoza cometió el error de
amenazarla y hostigarla. Carlos Andrés Pérez, que siendo ministro
del
Interior de Rómulo Betancourt tan duramente golpeó a la izquierda
venezolana, como Presidente de Venezuela se rasgó las vestiduras
por
la insolencia somocista. Antes había sumado su apoyo a
los
países caribeños independientes, que demandaban el cese del
aislamiento diplomático de Cuba.
Torrijos, por su parte, cansado de reclamaciones pacíficas,
a
duras penas contenía su impulso de usar las armas para exigir la
soberanía de su país sobre el Canal. Era un sincero amigo de Cuba,
que
de forma franca le expresaba el criterio de que debía abstenerse
del
uso de la fuerza para no ofrecerles a los ocupantes el pretexto
con
el cual justificar ante el pueblo de Estados Unidos una masacre
de
los panameños. Le sugeríamos esperar, lo cual le permitió, sin
guerra, alcanzar el objetivo con el presidente Carter.
Carlos Andrés nos había solicitado hasta cohetes antiaéreos
para proteger a Costa Rica de la aviación militar de Somoza.
Nuestra disposición fue la de apoyar a Costa Rica con armas
antiaéreas no coheteriles, de por sí complejas, y a la vez apoyar a
los
revolucionarios nicaragüenses. Esto último lo discutimos únicamente
con
las autoridades ticas que se sentían directamente amenazadas.
En
un momento oportuno, por cada tonelada de armas
para Costa Rica iría otra para los revolucionarios de Nicaragua.
Comprendimos que había quedado atrás la época en que Costa
Rica fue usada como base para los ataques piratas contra nuestra
Patria. Ahora desde su territorio los patriotas revolucionarios de
Nicaragua recibirían ayuda.
Una
brigada de apoyo fue organizada rápidamente con revolucionarios
nicaragüenses, salvadoreños, hondureños, guatemaltecos
y
uruguayos que se entrenaban entonces en Cuba, y 51 oficiales del
Partido Comunista de Chile, 20 del Partido Socialista de ese país y
ocho del Partido Comunista Uruguayo, formados durante años en
nuestras academias militares, que fueron integrados a esa fuerza
con
autorización previa de sus respectivas organizaciones políticas.
Diez médicas y dos médicos chilenos, militares todos, formados
igualmente en Cuba, fueron enviados al Frente Sur para atender a
los
heridos de guerra.
Los
sandinistas habían promovido un levantamiento en el sur
de
su país, próximo a la frontera de Costa Rica. Después de más de
diez días de combate, se habían replegado hacia territorio tico. Por
diversas vías legales se movieron los hombres que fueron en su
apoyo. En un viejo cuatrimotor DC-6 que podía cargar 14 toneladas
se
enviaron las armas pertinentes, que eran desembarcadas en el
aeropuerto de Liberia, a pocos kilómetros de la frontera con
Nicaragua. Se
portaron valientes las autoridades de Costa Rica que suscribieron
el
acuerdo.
Las
armas asignadas a los nicaragüenses iban para el Frente
Sur
y otros puntos en rebeldía. En uno de esos vuelos viajó el teniente
coronel de Tropas Especiales Alejandro Ronda Marrero, entonces
jefe de Operaciones de esa importante unidad, como asesor
del
Frente Sur.
La
idea de promover una insurrección para derrocar la tiranía
pro
yanqui de Anastasio Somoza prevaleció entre las tres concepciones
sandinistas que luchaban por la Revolución en Nicaragua.
La
unión de las tres fuerzas en que se había dividido el movimiento
logró instrumentarse con la cooperación de Cuba.
En
junio y julio de 1979, todas las vertientes unidas estaban
enfrascadas en la difícil contienda. El levantamiento popular dio
lugar a
que en algunos departamentos como León, Masaya y otros se
luchara heroicamente casa por casa contra las fuerzas armadas del
régimen a un alto costo de vidas sandinistas. Fue, a mi juicio, en
ese
instante que la solidaridad internacional desempeñó un papel
decisivo en el desenlace victorioso de 1979.
Los
comunistas chilenos, sus compañeros socialistas y los oficiales
comunistas uruguayos, como oficiales de carrera, escribieron
una
página imborrable en la historia de América Latina, tarea
que
prosiguió después de la victoria, junto al esfuerzo solidario e
irrestricto de nuestro país.
El
Frente Sur, con la mitad aproximadamente de los soldados élite
de
la Guardia Nacional, sumaba alrededor de 400 hombres. Se
enfrentaban, además, a dos aviones T-33 a reacción, que lanzaban sus cohetes
y
disparaban con sus ametralladoras de proa, aviones de ataque
Push and Pull, C-47 y helicópteros que ametrallaban y lanzaban
bombas de
hasta 500 libras sobre las posiciones de ese frente, cuyos hombres
disparaban sus armas automáticas para impedir que la aviación
enemiga intentara volar a baja altura buscando precisión.
Las
fuerzas revolucionarias disponían, por su parte, de fusiles
automáticos FAL, decenas de ametralladoras MAG del mismo calibre,
ametralladoras pesadas calibre 50, usadas también como
antiaéreas, bazucas RPG-2, cañones sin retroceso de 75 milímetros
y
morteros de calibre 82 y 120, respectivamente. Recuerdo que
en
el viejo DC-6 podían cargarse 5 morteros de este último calibre,
con
100 proyectiles cada uno. En general, los soldados y los oficiales,
formados en nuestras academias militares, estaban especialmente
preparados en el empleo de esas armas.
Los
combatientes entrenados en Cuba eran educados también
en
el principio de que la vida de los heridos y prisioneros de guerra
debía ser respetada. Muchos incorporaron esta idea a sus
concepciones políticas.
El
15 de julio, Daniel Ortega, Tomás Borge y Rosario Murillo
volaron en una avioneta a la ciudad de León, ocupada ya por los
combatientes insurrectos. Con ellos viajó el asesor cubano de Tropas
Especiales teniente coronel Alfredo Sugve del Rosario, ya fallecido.
El
18 de julio envié un telegrama al asesor cubano Alejandro
Ronda con el siguiente texto:
“Alejandro:
”La
Guardia Nacional está desmoralizada. Insistir en la
necesidad de atacar inmediatamente sin perder un minuto,
a
cualquier hora, incluso por la Carretera Panamericana,
empleando la artillería y todos los proyectiles que
sean necesarios.
”Este es el momento óptimo y adecuado para aniquilar
ese
enemigo en el Frente Sur.
”Prepararse para hacer prisioneros. Tratarlos con el máximo
de
consideración humana y política.
”Evitar terminantemente cualquier tipo de exceso.
”Saludos,
”Mambí” (seudónimo utilizado en esa fecha).
“Julio 18 de 1979 – 8 p.m.”
La
élite somocista se esfumó ante el riesgo inminente de tener
que
rendirse o ser aniquilada. Esa misma noche sus fuerzas,
absolutamente desmoralizadas por los golpes recibidos en los reñidos
combates del Frente Sur, se replegaron hacia la costa del Pacífico,
que
no estaba distante, y huyeron hacia El Salvador, donde los yanquis
las
reorganizaron utilizando posteriormente a sus componentes
como espina dorsal de la guerra sucia contra la Revolución
Nicaragüense.
Los
combatientes del Frente Sur avanzaron por la Carretera
Panamericana sin encontrar resistencia alguna, como no fueran las
multitudes enardecidas aplaudiendo la victoria. Encabezando la
marcha iban los comandantes Edén Pastora, José Valdivia y Javier
Pichardo. El asesor cubano de este último, mayor Elso Oria Borroto,
de
Tropas Especiales, había sido gravemente herido el 12 de julio,
a
las 13 y 30 horas, por una bomba de 500 libras lanzada desde un
helicóptero a mil metros de altura. La misma explosión mató a ocho
combatientes nicaragüenses del Frente Sur. Habían combatido
como leones.
Un
nuevo ejército con ese espíritu, bien entrenado y armado,
fruto de la solidaridad internacional, fue la fuerza que sustituyó a
la Guardia Nacional.
El
régimen creado y sostenido por Estados Unidos desde los
años gloriosos de Sandino, General de Hombres Libres, se había
desplomado como el de Batista en Cuba el primero de enero de 1959.
Nicaragua iniciaba el difícil camino de la Revolución, igual que lo
hizo nuestra Patria, en pleno apogeo del dominio imperialista.
Ninguna de las colonias de Gran Bretaña en el Caribe era
independiente entonces. Desde principios de la década de 1950, la
pequeña isla de Granada, próxima a las costas de Venezuela, estaba
gobernada despóticamente, con el empleo de grupos armados,
por
un hombre de Estados Unidos, designado por la metrópoli británica
como Primer Ministro. Como país caribeño de habla inglesa,
no
teníamos contactos políticos con su población.
De
forma absolutamente espontánea, jóvenes revolucionarios,
inspirados en el marxismo-leninismo y el ejemplo de Cuba, desataron
una
revolución y asumieron el poder el 13 de marzo de 1979.
Maurice Bishop, líder del partido Nueva Joya, la organización
revolucionaria que dirigió la conquista del poder en Granada, acudió
a
nuestro país en busca de apoyo. Se trataba de una nación
pequeña y con limitados recursos. La isla tenía 344,5 kilómetros
cuadrados y alrededor de 100 mil habitantes. La población era veinte
veces menor que la de la vecina Jamaica. Con pocos recursos
podíamos hacer mucho por aquellos valientes caribeños.
Aunque no disponíamos todavía de la actual fuerza médica,
enviamos la suficiente para impulsar programas de salud, así como
personal calificado en distintas áreas, proyectistas, constructores,
etcétera, para apoyar su progreso económico y social. En total
sumaban 784
los cubanos que cooperaban con Granada cuando se
produjo la invasión yanqui. Ya entonces más de 30 mil cubanos
colaboraban en
Angola y otros países de África.
En
Granada el turismo era la fuente principal de ingresos en
divisas; pero dependía solo de los barcos que visitaban su puerto
en
Saint George’s. Carecía de aeropuerto. Enviamos constructores
y
equipos para construir una excelente y adecuada pista que pudiera
recibir los grandes aviones de las aerolíneas internacionales.
Destinamos a ese fin 60 millones de dólares, equivalentes a 600
dólares por habitante, que era como invertir en Cuba 6 mil millones
de
dólares en infraestructura turística. Las edificaciones del
aeropuerto se
aseguraban con crédito en divisas de un tercer país. Todo
sería propiedad de Granada. Adicionalmente, se donaban productos
cubanos equivalentes a otros 50 dólares por habitante. Su desarrollo
estaba asegurado.
Reagan seguía al pie de la letra el programa ultraderechista de
Santa Fe I, aprobado en 1980. La guerra sucia en Nicaragua,
inspirada en
su doctrina, costó alrededor de 50 mil vidas y desgastó el
movimiento sandinista. Las leyes norteamericanas fueron violadas
por
el propio Presidente de Estados Unidos: el tráfico de drogas fue
promovido para financiar esa guerra contrarrevolucionaria.
Con
el propósito de combatir a los revolucionarios salvadoreños,
Estados Unidos invirtió 3 mil millones de dólares, una moneda
cuyo poder adquisitivo era en ese momento muy superior al actual.
En
Las Malvinas, Reagan apoyó la fuerza expedicionaria de la
Thatcher que desalojó a las tropas argentinas que habían ocupado
aquel territorio, en una guerra mal concebida y peor ejecutada por
quienes terminaron poniéndose a los pies del imperio. Muchos jóvenes
soldados, marinos y pilotos argentinos fueron sacrificados.
Amparándose en esa doctrina, más tarde Bush padre invadiría
a
Panamá, donde practicó una carnicería.
En
la pequeña Granada, nuestros colaboradores estaban conscientes
de
los peligros que corrían frente a la ofensiva contrarrevolucionaria
de
Reagan. La situación era, sin embargo, muy delicada.
Como expliqué al pueblo entonces, a raíz de la invasión yanqui,
aplicábamos allí el mismo principio que practicábamos con todos los
movimientos revolucionarios: respeto absoluto por su política, sus
criterios y sus decisiones. Emitir puntos de vista sobre cualquier
tema únicamente si se nos solicitaba.
En
noviembre de 1983, en el acto de despedida de duelo a los
héroes caídos en la hermana isla caribeña, expresé:
“El
Gobierno de Estados Unidos despreciaba a Granada
y
odiaba a Bishop. Quería destruir el proceso y el ejemplo
de
Granada; había incluso preparado planes militares
para invadir la isla, como denunció Bishop hace casi
dos
años, pero no encontraba pretextos [...].
”Bishop no era un extremista, aunque sí un verdadero revolucionario,
consciente y honesto. Lejos de estar nosotros
en
desacuerdo con su política inteligente y realista,
la
veíamos con plenas simpatías, porque se adaptaba
rigurosamente a las condiciones concretas y las posibilidades
de
su país. Granada se había convertido en un verdadero símbolo de independencia y de progreso en
el
Caribe [...].
”De
las propias filas revolucionarias surgieron hienas. Nadie
puede asegurar hoy todavía si quienes clavaron el
puñal del divisionismo y el enfrentamiento interno, lo hicieron
de
‘motu proprio’ o inspirados y alentados por el
imperialismo. Es algo que, o lo hizo la CIA, o de lo contrario no habría podido hacerlo más perfecto. Lo cierto
es
que se usaron argumentos presuntamente revolucionarios,
invocando los principios más puros del marxismo-leninismo e imputando a Bishop la práctica del culto
a
la personalidad y de apartarse de las normas y métodos
leninistas de conducción [...].
”Nada más absurdo a nuestro juicio que atribuir a Bishop
tales tendencias. Era imposible imaginar a nadie más
noble, modesto y desinteresado. Su culpa no fue jamás
el
autoritarismo, y si algo se le quisiera imputar como un
defecto, fue su exceso de tolerancia y de confianza [...].
”Según nuestro criterio, objetivamente el grupo de Coard
hundió la Revolución y abrió las puertas a la agresión
imperialista. Sean cuales fuesen sus intenciones, el atroz
asesinato de Bishop y sus compañeros más fieles y allegados
constituye un hecho que jamás podrá justificarse
ni
en esa ni en ninguna otra revolución. Como expresó la
Declaración del Partido y el Gobierno de Cuba el 20 de
octubre, ‘ningún crimen puede ser cometido en nombre
de
la revolución y la libertad’.
”Bishop, a pesar de sus vínculos estrechos y familiares
con
la Dirección de nuestro Partido, jamás dijo una sola
palabra sobre las disensiones internas que se desarrollaban.
Por
el contrario, en su última conversación con
nosotros, se expresó en términos autocríticos sobre su
trabajo en relación con la atención que debía brindar a
las
fuerzas armadas y a las organizaciones de masas.
”Toda la Dirección de nuestro Partido y nuestro Estado
compartió con él largas, fraternales y amistosas horas
en
la noche del 7 de octubre, antes de su partida de regreso
a
Granada.
”El
grupo de Coard nunca tuvo con nosotros tales relaciones,
ni
tal intimidad, ni tal confianza. Es más, ni siquiera
sabíamos que ese grupo existía [...]. Nuestros constructores
y
demás colaboradores en Granada, que no vacilaron
en
enfrentarse a los soldados yanquis, con las armas que
el
propio Bishop les había entregado para su defensa en
caso de agresión exterior, podían haber sido un factor
decisivo en los acontecimientos internos. Jamás se supuso
y
jamás habríamos aceptado que esas armas se utilizasen en conflictos internos de Granada, y nunca habíamos
estado dispuestos a derramar con ellas una sola
gota de sangre granadina.
”El
12 de octubre Bishop es destituido por el Comité Central,
en
el que los conspiradores habían alcanzado una
mayoría. El 13 es arrestado en su domicilio. El 19 el pueblo
se
subleva y liberta a Bishop. Ese mismo día, el grupo
de
Coard ordena al ejército disparar contra el pueblo
y
son asesinados Bishop, Whiteman, Jacqueline Creft y
otros valiosos dirigentes revolucionarios [...].
”El
mensaje enviado por la Dirección del Partido cubano
al
grupo de Coard el 15 de octubre, en el que expresábamos
nuestra profunda preocupación por las consecuencias
tanto internas como externas de la división surgida,
y
nuestra apelación al sentido común, la serenidad, la sabiduría
y
generosidad de los revolucionarios. Esta referencia
a
la generosidad era una apelación a que no se
usase la violencia contra Bishop y sus seguidores [...].
”La
prensa nacional e internacional ha publicado nuestra
enérgica condena a los hechos del 19 de octubre, día en
que
Bishop fue asesinado. La verdad es que nuestras
relaciones con el fugaz gobierno de Austin donde el verdadero
jefe era Coard, fueron frías y tensas, de modo tal
que
en el momento de la criminal agresión yanki no existió
la
más mínima coordinación entre el ejército granadino
y
los constructores y colaboradores cubanos.
”Se
han publicado los puntos esenciales de los mensajes
enviados a nuestra Embajada en Granada entre el 12
y
el 25 de octubre, día en que se produce la invasión.
Esos documentos quedarán para la historia como prueba
irrecusable de nuestra limpia posición de principios
con
relación a Granada [...].
”Búsquese en la historia del movimiento revolucionario, y
se
verá más de una vez la conexión entre el imperialismo
y
quienes asumen posiciones aparentemente extremistas
de
izquierda. Pol Pot y Ieng Sary, genocidas de Kampuchea
[...]”.
“Nuestras relaciones con los nuevos dirigentes de Granada
debían ser sometidas a un profundo análisis, como
se
anunció en la Declaración del Partido y el Gobierno
de
Cuba el 20 de octubre.
”Expresábamos en ella también que, por una elemental
consideración al pueblo de Granada, no nos precipitaríamos
en
‘dar ningún paso relacionado con la colaboración
técnica y económica que pueda afectar servicios
esenciales e intereses económicos vitales para el pueblo
de
Granada’. No podíamos resignarnos a la idea de
dejar sin médicos a los granadinos, ni dejar sin terminar
el
aeropuerto, que era vital para la economía del país.
Con
toda seguridad, a la terminación de esa obra nuestros
constructores se retirarían de Granada, y las armas
entregadas por Bishop serían devueltas al gobierno.
”Era posible, incluso, que nuestras pésimas relaciones
con
el nuevo gobierno determinaran la necesidad de
marcharnos mucho antes.
”Lo
que colocó a Cuba en una situación moralmente compleja
y
difícil, fue el anuncio de que fuerzas navales yankis
avanzaban hacia Granada. En esas condiciones, nosotros
bajo ningún concepto podíamos abandonar el país.
Si
el imperialismo tenía realmente intenciones de atacar
a
Granada, nuestro deber era permanecer allí.
”Retirarse en ese momento era un deshonor y podía incluso
estimular la agresión, ahora en ese país y mañana
en
Cuba. Los acontecimientos se sucedieron, además,
con
tan increíble rapidez, que si se hubiese considerado
la
evacuación, no habría habido tiempo de realizarla.
”Pero en Granada el gobierno era moralmente indefendible,
y
el país, donde se había producido un divorcio del
Partido, el Gobierno y el Ejército con el pueblo, era también
militarmente indefendible, porque una guerra revolucionaria
solo es posible y justificable en unión con el pueblo.
Por
tanto, solo podíamos combatir si éramos directamente atacados. No había otra alternativa. No obstante,
debe señalarse que, a pesar de esas circunstancias
adversas, un número de soldados granadinos murió
combatiendo heroicamente contra los invasores [...].
”Mil lecciones de marxismo no podrían enseñarnos mejor
la
entraña sucia, pérfida y agresiva del imperialismo,
que
la agresión desatada contra Granada al amanecer
del
25 de octubre y su conducta ulterior [...]”.
“Para justificar la invasión de Granada y sus actos posteriores,
el
Gobierno de Estados Unidos y sus voceros dijeron
19
mentiras, 13 de las cuales fueron afirmadas personalmente
por
Reagan”.
Una
por una las enumeré todas cuando despedí el duelo de
los
caídos. Una de esas mentiras planteaba que “los estudiantes
norteamericanos corrían el peligro de ser tomados como rehenes”.
“Es
significativo” —continué explicando a nuestro pueblo—
“que los propios estudiantes y funcionarios norteamericanos
de
la Escuela de Medicina que radica allí, uno de los
pretextos utilizados para invadir, han reconocido que recibieron
garantías absolutas para los ciudadanos de Estados
Unidos y las facilidades necesarias para salir del
país a los que desearan hacerlo.
”Cuba, por otro lado, había informado al Gobierno de Estados
Unidos el 22 de octubre que ningún ciudadano extranjero,
incluidos los cubanos, había sido molestado; y
ofrecía su cooperación para resolver cualquier dificultad
que
surgiese de forma que los problemas se solucionaran
sin
violencia ni intervenciones en el país [...].
”La
afirmación de que el nuevo aeropuerto tenía carácter
militar, vieja mentira sobre la que había hecho mucho hincapié
la
administración Reagan, fue desmentida categóricamente
por
la propia empresa capitalista inglesa que
suministraba y montaba los equipos eléctricos y técnicos
de
esa instalación aérea. Los técnicos ingleses de
la
compañía Plessey, conocida en la esfera internacional
por
su especialidad en este campo, trabajaban conjuntamente
con
los constructores cubanos, cuyo carácter de
trabajadores civiles atestiguan.
”En
el aeropuerto cooperaban, de una forma u otra, varios
países de la Comunidad Europea miembros de la
Alianza Atlántica. ¿Puede alguien imaginarse que cooperasen
con
Cuba en Granada para construir un aeropuerto
militar?
”En
los propios documentos supuestamente secretos que
cayeron en poder de Estados Unidos y que fueron publicados
por
el gobierno yanki días después de la invasión,
se
señala el acuerdo entre los gobiernos de Cuba y Granada,
en
virtud del cual nuestro país enviaría 27 asesores
militares que podían aumentarse más tarde hasta 40, cifras
que
coinciden con las publicadas por Cuba sobre el
número de asesores, que ascendían a 22 el día de la agresión,
a
los que se añadía una cantidad similar de traductores
y
personal de servicios de la Misión [...].
”Las armas suministradas por la Unión Soviética al Gobierno
de
Granada para el ejército y las milicias estaban
sujetas a una cláusula que prohibía la exportación a terceros
países, desmintiendo la idea de que Granada estaba
convertida en un arsenal para suministrar a organizaciones
subversivas y terroristas, como gusta llamar la
actual Administración de Estados Unidos a todos los
movimientos de liberación nacional y revolucionarios. De
Granada no salió nunca un arma para otros países [...].
”Lo
que está probado es la forma absolutamente escrupulosa
con
que nos abstuvimos de inmiscuirnos en los asuntos internos del país, a pesar de nuestra profunda
simpatía por Bishop y nuestro rechazo total a la conspiración
y
el golpe de Coard y su grupo, que solo podían
servir a los intereses del imperialismo y a sus planes de
destruir la Revolución granadina.
”Los mensajes con instrucciones precisas y categóricas
a
nuestra Embajada en Granada, divulgados ampliamente
por
el Gobierno de Cuba, constituyen una demostración
irrebatible de la limpia posición de principios
mantenida por la Dirección de nuestro Partido y nuestro
Estado, en relación con los sucesos internos de Granada.
”El
carácter civil de la casi totalidad de los colaboradores
cubanos en Granada, ha quedado demostrado ante el
mundo entero por los cientos de periodistas extranjeros
que
los vieron llegar a nuestro país y tuvieron posibilidades
de
entrevistarlos, a todos y cada uno de ellos, cuyas
edades casi en un 50% rebasa los 40 años. ¿Quién podría
cuestionar su condición de colaboradores civiles y de
obreros con largos años de experiencia en su trabajo? [...]”.
“Cuba publicó la cifra exacta de los ciudadanos cubanos
que
se encontraban en Granada el día de la invasión: 784,
incluido el personal diplomático con sus familiares e hijos
[...].
”A
la hora en que se produce el desembarco aéreo en la
pista y en los alrededores de los campamentos, el personal
cubano dormía y las armas se encontraban almacenadas;
no
habían sido distribuidas. En medio del desembarco
aéreo, fue cuando se distribuyeron las armas, que
no
alcanzaban para todos los colaboradores, y el personal
cubano ocupó los lugares asignados para esa emergencia.
Aun
así nuestro personal, ya organizado y armado,
tuvo tiempo de ver cómo se reagrupaban en la pista
los
paracaidistas norteamericanos y cómo aterrizaban los
primeros aviones; era el momento más débil de los invasores.
Si
los cubanos hubiesen disparado primero, habrían
ocasionado decenas y quizás cientos de bajas a
los
norteamericanos en esas primeras horas.
”Los combates se iniciaron cuando las tropas de Estados
Unidos avanzaron hacia los cubanos en son de guerra; un
grupo de colaboradores que estaban desarmados fueron
capturados, se les utilizó como rehenes y fueron llevados
delante de los soldados norteamericanos [...]”.
“La
nota del Gobierno de Estados Unidos al Gobierno de
Cuba el martes 25 de octubre, con la que se pretendía
responder a nuestra nota del sábado 22, fue entregada a
las
8:30 de la mañana, tres horas después del desembarco,
y
cuando hacía hora y media que sus tropas atacaban
a
nuestros compatriotas en Granada.
”En
horas de la tarde del día 25, el Gobierno de Estados
Unidos envió una nota engañosa al Gobierno de Cuba
que
hizo concebir la posibilidad de que los combates
cesaran de una forma razonable y honrosa, evitando
mayores derramamientos de sangre. Lo que hizo el Gobierno
de
Estados Unidos fue desembarcar en la madrugada
del
día 26 la 82 División Aerotransportada, y atacar
con
todas sus fuerzas la posición cubana que quedaba
resistiendo [...].
”Varios días después del desembarco es cuando el señor
gobernador general Scoon, que estaba albergado en
el
portahelicópteros Guam, firma una carta en la que solicita
oficialmente la intervención. Reagan no acertaba a
demostrar una sola de sus falsas afirmaciones.
”Cuando se dijo que el buque Viet Nam Heroico, que se
encontraba en el puerto de Saint George’s el día de la
invasión, llevaba armas especiales, como un pretexto
para que no fuera utilizado como medio de transporte
para la evacuación de los rehenes cubanos en Granada,
se
indagó de inmediato con su capitán si llevaba por casualidad
algún armamento a bordo, y lo que pudo precisarse
es
que solo llevaba un arma temible, su nombre:
Viet Nam.
”La
calumniosa imputación de que Cuba había dado instrucciones
de
realizar acciones contra ciudadanos norteamericanos en otros países, recibió adecuada y
digna respuesta oficial y pública de nuestro Gobierno,
basada en el hecho real y probado por la historia de la
Revolución de que Cuba siempre ha sido opuesta a los
actos de represalia contra personas inocentes [...].
”El
paseo militar planificado por el Pentágono para ser
ejecutado en cuatro horas, no contaba con la resistencia
tenaz y heroica de los colaboradores cubanos y de un
grupo de soldados granadinos [...].
”Se
apeló de una forma sucia y deshonesta al patriotismo
norteamericano, al orgullo del país, a la grandeza y la
gloria de la nación. Así se logró que una mayoría de la
opinión pública norteamericana, se dice que el 65% primero,
y
después el 71%, apoyara el monstruoso crimen
de
invadir sin justificación alguna un país soberano, el
repugnante método de atacar por sorpresa, la censura a
la
prensa y demás procedimientos similares empleados
por
el Gobierno de Estados Unidos para justificar la invasión
de
Granada”.
En
aquel histórico acto, expresé:
“Un
aire triunfalista reina en la Administración Reagan.
Apenas se han apagado los ecos de los últimos disparos
en Granada y ya se habla de intervenciones en El
Salvador, en Nicaragua e incluso en Cuba.
”En
el Medio Oriente y en el África Austral, no cesan las
injerencias y las agresiones militares del imperialismo
contra los países progresistas y el movimiento de liberación
nacional.
”En
Europa se instalan ya los primeros cohetes Pershing
y
Crucero de los 572 que se proponen desplegar allí rodeando
a
la URSS y demás países socialistas de un anillo
mortífero de armas nucleares, que pueden alcanzar
sus
territorios en cuestión de minutos [...]”.
“Los científicos y los médicos más prestigiosos y experimentados
aseguran que el hombre no podría sobrevivir
a
un conflicto nuclear global. La potencia destructora de
las
armas de este tipo acumuladas supera un millón de
veces las rústicas bombas que en cuestión de segundos
aniquilaron las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. A esto
puede conducir la política agresiva y guerrerista de la
Administración Reagan [...]”.
“En
El Salvador, más de 50 000 personas han sido asesinadas
por
un régimen genocida cuyo ejército es suministrado,
entrenado y dirigido por Estados Unidos.
En
Guatemala pasan de 100 000 los que han muerto a
manos del sistema represivo que instaló la CIA en 1954,
cuando derrocó al gobierno progresista de Arbenz.
¿Y
cuántos han muerto en Chile desde que el imperialismo
promovió el derrocamiento y asesinato de Salvador
Allende? ¿Cuántos han muerto en Argentina, en Uruguay,
en
Paraguay, en Brasil, en Bolivia, en los últimos 15
años?” —preguntaba entonces.
“El
imperialismo se empeña en destruir símbolos, porque
conoce el valor de los símbolos, del ejemplo, de las
ideas. Quiso destruirlos en Granada, quiere destruirlos
en
El Salvador, en Nicaragua, en Cuba. Pero los símbolos,
los
ejemplos, las ideas no pueden ser destruidos; y
cuando sus enemigos creen haberlos destruido, lo que
han
hecho en realidad es multiplicarlos.
”Tratando de exterminar a los primeros cristianos, los emperadores
romanos difundieron el cristianismo por el
mundo. Así, todo intento por destruir nuestras ideas solo
conseguirá multiplicarlas [...]”.
“Nuestro país —lo hemos dicho otras veces— podrá ser
barrido de la faz de la Tierra, pero jamás podrá ser conquistado
y
sometido [...].
”Agradecemos profundamente al Comité Internacional de
la
Cruz Roja, el interés que mostró y la dedicación y el
esfuerzo eficaz que realizó para la más rápida identificación
y
evacuación de heridos, enfermos, demás prisioneros
y
muertos. Agradecemos también a los gobiernos
de
España y Colombia las gestiones que inicialmente
hicieron en este sentido [...].
”Esos hombres a quienes enterraremos esta tarde lucharon
por
nosotros y por el mundo. Pueden parecer cadáveres.
En
cadáveres quiere convertir Reagan a todo nuestro
pueblo, hombres, mujeres, ancianos y niños; en
cadáveres quiere convertir a la humanidad entera. ¡Los
pueblos lucharán por preservar su independencia y su
vida; lucharán para evitar que el mundo sea convertido
en
un inmenso cementerio; lucharán y pagarán el precio
que
sea necesario para que la humanidad sobreviva!
Ellos no son cadáveres: ¡son símbolos! Ellos no murieron
siquiera en la propia tierra que los vio nacer [...].
”Pero en aquella trinchera ellos sabían que estaban defendiendo
también a su pueblo y a su patria.
”¡Su ejemplo se multiplicará, sus ideas se multiplicarán y
ellos mismos se multiplicarán en nosotros! ¡No habrá
poder, no habrá armas, no habrá fuerzas que puedan prevalecer
jamás sobre el patriotismo, el internacionalismo,
los
sentimientos de fraternidad humana y la conciencia
comunista que ellos representaron!”
Así
concluí mis palabras aquella tarde, hace casi 25 años.
En
ese momento no existían relaciones diplomáticas con Colombia.
Un
personaje sin escrúpulos, Julio César Turbay Ayala, al
servicio incondicional de los yanquis, las había roto de nuevo en
1981 invocando ridículos pretextos.
Ello no impidió, sin embargo, el esfuerzo que hicimos para salvar
la
vida del hermano de Belisario Betancur Cuartas, tomando en
cuenta su gesto en relación con los cubanos que fueron víctimas de
la
agresión yanqui a Granada, y también nuestro desacuerdo con el
secuestro de un hermano del Presidente como método revolucionario
de
lucha o una vía para obtener reivindicaciones sindicales.
El
22 de noviembre de 1983 había sido secuestrado Jaime Betancur
Cuartas, hermano del presidente de Colombia, Belisario Betancur.
El
25 de noviembre se publica que el Ejército de Liberación
Nacional (ELN) señalaba condiciones para liberar a Jaime Betancur,
entre otras exigía 15 mil salarios mínimos de 15 mil pesos.
Ese
mismo día le envío al Presidente colombiano una carta expresándole
nuestra conmoción por el secuestro de su hermano y la
esperanza de que fuese liberado de inmediato.
La
Oficina de Información y Prensa de la Presidencia de la
República de Colombia divulgó el texto del mensaje. Este decía
textualmente:
“Al
Excelentísimo Señor Belisario Betancur
”Presidente de la República de Colombia
”Estimado Presidente:
”Estamos conmovidos por la noticia del secuestro de su
hermano Jaime. Recordamos en estos momentos el interés
mostrado por usted hace breves semanas de cooperar
en
el regreso a nuestra patria de los colaboradores cubanos caídos, heridos o hechos prisioneros en desigual,
pero heroica lucha contra las tropas invasoras en Granada.
”Consideramos absolutamente injustificable, desde todo
punto de vista, el acto realizado contra su hermano y contra
usted, que como Presidente ha dado inequívocas pruebas
de
interés por la paz dentro y fuera de Colombia, y
de
nobles sentimientos humanitarios [...].
”Como revolucionario siempre he creído que la ética es
un
principio irrenunciable, sin el cual incluso la más justa
y
limpia de las causas políticas puede ser irreversiblemente
dañada y mancillada. No es ética, ni es política, ni
es
justa bajo ningún concepto, a nuestro juicio, esta acción
contra un familiar allegado suyo. Dañarlo físicamente
o
privarle de la vida, sería un crimen que no pueden
cometer jamás quienes verdaderamente actúen en nombre
de
ideas revolucionarias.
”Le
expreso mis fervientes esperanzas de que quienes
lo
tengan en su poder, si están motivados por causas
políticas, si se conceptúan como revolucionarios, sean
sensibles a estos razonamientos y que Jaime sea respetado
de
modo absoluto en su integridad física y liberado
de
inmediato.
”Atentamente,
”Fidel Castro”.
Poco después, se publica una declaración en nombre del ELN
reiterando sus exigencias. Era una respuesta extraña, aunque no
anticubana.
Recordando las consecuencias del extremismo teórico esgrimido
por
los que fueron cómplices de la invasión a Granada, le envío
otro mensaje al presidente Belisario Betancur, sobre el que Prensa
Latina publicó:
“Sospecho que el documento es falso o puede haber elementos
de
otra índole mezclados, o influyendo en el desarrollo de los hechos. Ningún grupo revolucionario acostumbra
a
expresar abiertamente su adhesión a las tesis
de
la Revolución Cubana, lo cual resulta mucho más extraño
después de la fuerte crítica de Cuba al secuestro
de
Jaime Betancur.
”Cuba realmente no se honra ni se puede sentir jamás
honrada con la adhesión de quienes realicen tales hechos,
carentes de ética y del más elemental sentido político...
”Me
surge la sospecha de que fuerzas de otro tipo y con
otras motivaciones, bien en forma directa o indirecta, mediante
la
infiltración en alguna organización que se considere
revolucionaria, estén influyendo en los hechos.
”Puede haber detrás de estos acontecimientos una gran
provocación contra su política de paz, dentro y fuera de
Colombia, y la independencia y dignidad asumidas bajo
su
Presidencia por la política internacional de su país, de
la
cual son ejemplos el ingreso al Movimiento de los No
Alineados, su participación destacada en el Grupo de
Contadora a favor de la paz en Centroamérica, su actitud
y
gestiones a raíz de la invasión de Granada.
”Por el carácter realmente reaccionario y negativo de tal
acción, tanto para Colombia como para el movimiento
progresista y revolucionario de América Latina y el Caribe,
cualesquiera que sean sus responsables, considero
conveniente que esta posibilidad sea también denunciada
y
advertida.
”Nosotros, por nuestra parte, a través de todos los canales,
estamos haciendo y haremos lo que esté a nuestro
alcance, por la integridad y vida de su hermano.
”Mi
exhortación como revolucionario puede llegar exclusivamente
a
personas inspiradas en ideas y principios justos, y no vacilamos en ese caso en asumir la responsabilidad histórica de solicitar a sus autores una rectificación,
que
no los deshonraría, sino por el contrario, podría
incluso enaltecerlos, lo verdaderamente trágico e irreparable
sería llevar ese error hasta sus últimas consecuencias”.
El
6 de diciembre Jaime Betancur fue liberado por el grupo que
lo
tenía en su poder.
Según fuentes confiables, se supo más tarde que el secuestro
se
produjo como resultado de una acción inconsulta con la Dirección
Nacional y fue ejecutada por una estructura urbana del Ejército
de
Liberación Nacional.
La
Dirección Nacional del ELN rechazó la acción, ordenó la
devolución del secuestrado, y quienes la llevaron a cabo fueron
expulsados de
la organización.
Los
salvadoreños fueron entrenados por especialistas cubanos
en
técnicas vietnamitas de aproximación al objetivo y el uso de
pequeñas pero potentes cargas explosivas ya en el interior de la
base o de las barracas enemigas.
El
27 de enero de 1982, a la una de la madrugada, 7 combatientes
del
ERP penetraron en la base aérea de Ilopango, San Salvador,
y
destruyeron 8 aviones Ouragans, 8 helicópteros Cherokees,
6
aviones C-47, 6 aviones Fouga Magister, 1 pieza de artillería
antiaérea, sin una sola baja. Habían destruido el 70 por ciento de
la Fuerza Aérea Salvadoreña, organizada y equipada por los yanquis.
Son
datos precisos admitidos en testimonios publicados por la Fuerza
Aérea Salvadoreña sobre aviones de combate y otros medios de
guerra perdidos en Ilopango.
El
30 de diciembre de 1983, 64 combatientes de las Fuerzas
Populares de Liberación (FPL), a las 2 de la madrugada, penetraron
en
las barracas del campamento de la IV Brigada del Ejército de
El
Salvador. En la audaz acción, y con el ulterior apoyo de
aproximadamente 150
jóvenes guerrilleros, ocasionaron a las fuerzas adversarias
alrededor de 300 bajas, entre muertos y heridos, y alrededor
de
200 prisioneros. De las cuantiosas bajas sufridas por el ejército
en
esa acción, habló la prensa en Europa. Las fuerzas del FMLN
tuvieron 8 bajas mortales. La mejor unidad élite del adversario
había sido destruida en un rápido y fulminante combate.
Se
ocuparon 305 fusiles M-16; 20 ametralladoras M-60;
11
lanzagranadas M-79; 10 subametralladoras MP-5; 3 ametralladoras
calibre 50; 7 cañones MM-3; 2 morteros 81; 3 morteros 60;
29
radios PRC-77 y Motorola, y decenas de miles de balas. Dos
tanques y varios vehículos blindados y transportadores de tropas
fueron destruidos.
No
fue el único golpe que las FPL propinaron a esa y otras unidades.
Los
panegiristas del fascismo militar, aliados al imperio, creen
erróneamente que la experiencia salvadoreña servirá para que nunca
más
alguien sueñe con desafiar ese poder. Ambos son incapaces
de
comprender que cada día que transcurre se va profundizando
el
abismo que se abre a los pies del sistema.
Fidel Castro y Maurice Bishop en un recorrido por obras en
construcción. Cienfuegos, 7 de octubre de 1983.
Guardia de Honor a los cubanos caídos por la agresión yanqui a
Granada. La
Habana, 14 de noviembre de 1983.
Conferencia de prensa de guerrilleros colombianos. La Habana, 28 de
abril de 1980.
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