En
febrero del 2000 visité los territorios palestinos ocupados, misión
engorrosa para los cubanos que debemos tramitar una visa en la
embajada de Israel en Jordania debido a que no existen relaciones
diplomáticas entre Cuba y el estado judío. Para acceder a esa sede,
rodeada de medidas de seguridad, debe pasarse por sucesivos
controles, registros e interrogatorios. Después de obtenida la visa
israelí para entrar a Palestina y recorridos unos 45 minutos de la
carretera, que desde Ammán desciende hacia la depresión del Mar
Muerto, a más de 400 Mts. por debajo del nivel del mar (el punto más
bajo de la Tierra), cruzamos la frontera por el viejo Puente Allemby
sobre las escasas aguas del Río Jordán, lo cual debimos hacer a pié
y arrastrando nuestros equipajes, pues el vehículo que nos
transportaba no tenía autorización para continuar. Ya del lado
palestino, las autoridades de ocupación ísraelíes inician nuevos
interrogatorios en diferentes puestos de control, oficinas de
inmigración, etc. Todos nos miraban como "bichos raros" al constatar
que éramos cubanos y de Castro, como decían. En inmigración nos
interrogó una oficial que en amable español nos contó que su abuela
había vivido en Cuba, para seguidamente preguntarnos si llevábamos
armas. Cohetes, cohetes morales del arsenal estratégico cubano, me
pasó por la mente responderle, pero contuve la provocación.
Una
vez atravesados tan entretenidos procedimientos, pudimos llegar a
manos de los amigos de la Autoridad Nacional Palestina que nos
esperaban en Jericó, ciudad considerada como el asentamiento humano
más antiguo, pues se han encontrado rastros de permanencia allí
desde 7.000 años atrás. De Jericó fuimos a Ramallah y recorrimos
Jerusalén, Belén, Hebrón y otras ciudades palestinas. En los caminos
hay que pasar controles militares de los ocupantes israelíes y se
cruza muy cerca de varios asentamientos militarizados judíos,
pequeños pueblos, algunos recién construidos, cercados y casi
siempre situados en colinas o lugares altos desde donde se domina
los alrededores. Muchos están solo parcialmente habitados y sus
residentes permanecen armados o con las armas muy cerca.
En
uno de los recorridos, a pesar de que viajábamos en un auto de la
Autoridad Nacional Palestina que tenía licencia de libre movimiento
por Cisjordania -muy pocos tienen autorización para moverse fuera de
sus localidades- al tomar un camino equivocado en los accesos de
Jerusalén nos detuvieron en un control militar y nos hicieron bajar
del auto que fue revisado minuciosamente mientras cuatro soldados
armados con fusiles de asalto Galil nos pedían los documentos de
identidad personal. Lo simpático y además dramático del caso fue que
nuestros dos acompañantes palestinos sacaron flamantes pasaportes de
Colombia y Nicaragua y explicaron que integrábamos una delegación
latinoamericana.
Muchos palestinos viven en una especie de limbo legal al ser
ciudadanos de un país al cual le es negada la existencia y deben
procurarse para viajar, documentos de otros países. Después de media
hora de comunicaciones, los guardias recibieron instrucciones de
dejarnos seguir el camino.
En
Ramallah, muy cerca de Jerusalén, donde radican las principales
oficinas de las autoridades palestinas, nos recibió el presidente
Yasser Arafat. Fue emocionante este encuentro por primera vez en
territorio palestino, en momentos -febrero del 2000- en que todavía
se percibía cierto ambiente optimista respecto al posible avance de
negociaciones. Antes, nos habíamos encontrado, a veces en difíciles
circunstancias, en Beirut, Damasco, Argel y Túnez. En esta última
ciudad, en 1992, cuando el mundo recién sufría dramáticos cambios,
Arafat se había preocupado mucho por la situación en Cuba y cómo
podríamos enfrentar la desaparición de la Unión Soviética. Recuerdo
que
me dijo: "viene una ola muy grande sobre nosotros, lo importante es
mantener la cabeza erguida para no ahogarnos".
Cuando lo vimos en Ramallah me di cuenta de que, a pesar de los
embates de la ola, se había mantenido erguido y superado tremendas
presiones y dificultades y al fin se encontraba sobre su suelo
patrio. La causa palestina no había podido ser barrida y se mantenía
como el centro del conflicto del Medio Oriente, ratificando que no
sería posible la paz y estabilidad en la región, sin una solución
justa.
Los
orígenes de este conflicto, cuya síntesis trata de recogerse en este
texto, se remontan a las primeras décadas del pasado siglo, cuando
se dieron los primeros pasos prácticos dirigidos a la posterior
creación del estado confesional judío, usurpando el territorio en
que había vivido durante siglos, el pueblo árabe de Palestina. Este
crimen histórico, que aún permanece sin reparar, pudo perpetrarse
gracias a los intereses de las potencias colonialistas e
imperialistas, las cuales vieron en la creación del enclave sionista
un apoyo para sus planes de dominación de la rica y estratégica zona
del Oriente Medio.
Tanto palestinos como árabes en general han debido enfrentarse no
sólo a un pueblo pequeño y perseguido como se ha querido presentar,
sino a proyectos propiciados y apoyados por las dos más grandes
potencias colonialistas e imperialistas del siglo XX. La potencia
colonial británica primero y el imperialismo norteamericano después,
servirían de soporte y auspiciarían los planes sionistas, que en sus
ambiciones expansionistas desataron guerras e invasiones contra los
países árabes y una sistemática y criminal política de usurpación de
tierras, agresión y exterminio contra el pueblo palestino.
El
conflicto mesoriental se mantiene como uno de los principales focos
de tensión en el mundo. El régimen sionista, aliado estratégico de
la gran potencia estadounidense y apoyado incondicionalmente por
ésta, que le otorga cada año más de 3000 millones de dólares de
ayuda, persiste en su política intransigente y agresiva, desprecia
las normas más elementales del derecho internacional y las
resoluciones de la Organización de Naciones Unidas que podrían
facilitar una solución justa del conflicto. A comienzo del siglo XXI
era más exacto hablar de la parte del poder que ostentaban los
sionistas en el gobierno norteamericano que de un lobby judío
independiente de este gobierno.
Como
ningún otro en la historia, el Conflicto del Medio Oriente
involucró, de una u otra forma, a los más prominentes políticos y a
otras eminentes personalidades, durante todo el siglo XX. Incluso,
puede ostentar el récord de haber terminado con la vida, de forma
violenta, de dos reyes, tres presidentes y seis primeros ministros,
sin entrar a considerar a ministros y dirigentes políticos de otras
categorías, que serían muchos:
1948. Mahmoud Fahmi el Nokrashi, primer ministro de Egipto, perdió
la vida por aceptar la tregua con Israel y por sus intentos de
detener a los Hermanos Musulmanes.
1951. El Rey Abdullah de Jordania, murió a manos de un palestino que
se supone pertenecía al Partido de Liberación Islámico, cuando
entraba en la mezquita de Al Aqsa en Jerusalén. Sus contactos y
negociaciones con los sionistas eran considerados por algunos como
traición.
1951. Riad El Solh, primer ministro del Líbano, sólo habló de
negociar con Israel y pagó igual precio.
1958. El Rey Faisal II de Iraq, junto a 17 miembros de la familia
real y su primer ministro Nuri el Said Pasha. fueron ejecutados
entre otras razones, por considerárseles títeres de Inglaterra, el
poder que había facilitado la emigración judía y la creación del
estado de Israel.
1971. Wasf el Tal, primer ministro de Jordania, muerto en El Cairo
en atentado ejecutado por la organización Septiembre Negro en
venganza por la represión antipalestina que habían llevado a cabo el
año anterior.
1981. Anwar el Sadat, presidente de Egipto, muerto por islamistas
que lo consideraban traidor por firmar acuerdos de paz con Israel.
1982. Bashir Gemayel, presidente falangista del Líbano, murió en
atentado poco después de llegar al poder bajo la ocupación militar
de los israelíes y firmó un acuerdo de paz con ellos.
1987. Rachid Karameh, primer ministro del Líbano, su helicóptero fue
saboteado producto de las luchas internas en ese país, pero también
relacionadas con el conflicto del Medio Oriente.
1989. Rene Muawad, recién electo presidente del Líbano después de
los Acuerdos de Taif, murió en otro atentado vinculado de alguna
forma al conflicto.
1995. Yitzhak Rabín, primer ministro de Israel, fue asesinado por un
extremista fanático judío por considerar que hacía muchas
concesiones a los palestinos en las negociaciones de paz.
Sin
embargo, a pesar de las difíciles condiciones existentes en el
actual mundo unipolar, y después de casi un siglo de conspiraciones
para hacerlo desaparecer, el pueblo palestino defiende su identidad
nacional, reclama sus legítimos derechos y lucha con intifádica
energía haciendo cada vez más evidente, incluso para los aliados de
Israel, que no podrá ser doblegado y que tampoco será posible lograr
una solución que conlleve una paz estable y duradera en la zona sin
la retirada de los ocupantes sionistas de todos los territorios
árabes y sin la obtención de los justos derechos del pueblo
palestino, incluido el derecho a la autodeterminación, a la creación
de un estado propio independiente con Jerusalén árabe como capital y al retorno a su
tierra de origen de todos los refugiados que fueron expulsados a
otros países.
Mucho se ha escrito, se escribe y aún se escribirá sobre este
conflicto, tal vez el más largo de la historia, el cual ha generado
unas 190 resoluciones a nivel del Consejo de Seguridad y
aproximadamente 400 en la Asamblea General de la Organización de
Naciones Unidas (ONU) de las cuales muchas no se han podido aplicar
debido a que los Estados Unidos, protegiendo a Israel, se ha opuesto
a que este organismo desempeñe un papel relevante en la solución del
conflicto. Pero,
precisamente, debido a tener orígenes muy remotos y a contener en su
esencia una mezcla de factores religiosos, económicos y geopolíticos,
aún persisten muchas incomprensiones y desconocimiento. Esto también
ha sido motivado e incrementado -como ha sucedido en oíros casos de
historias coloniales narradas por los propios colonialistas- por la
sistemática tergiversación de la historia que han promovido
activamente círculos imperialistas y sionistas, dueños de
influyentes medios masivos de divulgación en gran parte del mundo.
La
información que estos promueven en el marco de la llamada "libertad
de prensa", es lo que hace que se informe poco o se desinforme sobre
el holocausto que continúa cometiéndose contra los palestinos desde
hace más de 50 años. El holocausto anterior, cuyo horror no debe ser
disminuido y que fue llevado a cabo por fascistas, muchos de los
cuales se decían cristianos, incluyó no sólo a judíos sino también a
comunistas, gitanos y patriotas de diferentes etnias, que igualmente
fueron asesinados por millones. Pero los crímenes actuales contra el
pueblo palestino, el nuevo genocidio que ahora tiene lugar, puede
todavía ser detenido, pueden ser derrotados el fanatismo, el racismo
y la intolerancia que movió la mano de entonces y continúa
moviéndola ahora. No es posible aceptar que haya pueblos elegidos ni
superiores.
Este
libro no pretende hacer nuevos aportes a la historia, sino se trata
de un intento de poner a disposición de los lectores interesados,
una narración lo más clara, breve y coherente posible sobre el
conflicto, sus orígenes y desarrollo, evitando desviarse a
profundidad en otros conflictos de la región que están íntimamente
relacionados, pero que harían muy extenso y complejo el relato. Va
acompañado de los principales documentos que generaron los hechos y
contribuyeron a forjar la historia, de una cronología que puede
apoyar y esclarecer la secuencia histórica.
Por
supuesto, es un texto comprometido con la justicia, con la justa
causa de un pueblo que ha sido despojado de sus legítimos derechos,
con la paz, que solo podrá ser alcanzada en el Medio Oriente cuando
se cumplan y restituyan éstos, cuando aquellos que persisten en la
expansión de su poder y demandan además su única seguridad,
comprendan que estos objetivos jamás podrán ser alcanzados a costa
de la eliminación de todo un pueblo.
Entonces, hay una sola alternativa: JUSTICIA o ...GUERRA.
Ernesto Gómez Abascal
La
Habana abril del 2002
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[El Autor]
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[Introducción]
[Prologo]
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[Capítulo III] [Capítulo IV]
[Epílogo]
[Notas]
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[Bibliografía]
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