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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Palestina ¿Crucificada La Justicia? Antecedentes y surgimiento del Conflicto.El sionismo y el Hogar Nacional Judío.

 

Foto:  El autor saluda a Yasser Arafat en una reunión en Túnez.

 

Antecedentes y surgimiento del conflicto.

El Sionismo y el Hogar Nacional Judio.

 

El territorio conocido históricamente como Palestina, constituyó hace unos 5.000 años lugar de asentamiento de tribus que emigraban de la Península Arábiga hacia las tierras de la llamada Creciente Fértil que incluía también a zonas de Iraq, Siria, Líbano y Jordania, en busca de agua y pastos para sus ganados.

 

Los cananeos, ocupantes de la llamada Tierra de Canaán que fueron también nombrados posteriormente filisteos por su derivación de Falestín (Palestina) tenían ese origen y se establecieron en esos territorios mucho antes de la llegada de los hebreos, al igual que los asirios ocuparon el norte de Iraq, los babilonios el centro y sur de Iraq, los amoreos Jordania y los fenicios el Líbano.

 

Otras versiones señalan que los antepasados de los palestinos habían llegado a las costas de Canaán provenientes de las islas del Mediterráneo.

 

Teniendo como fuente la tradición oral recogida en fecha muy posterior, posiblemente siglos después, en los libros del Antiguo Testamento de la Biblia, y considerando todo lo de fábula que estas historias puedan contener, se afirma que Abraham, el primer patriarca, partió de Ur, centro de la antigua civilización caldea (ahora Iraq), unos 4.000 años atrás para dirigir su tribu a Canaán, actual Palestina, donde Jehová (Dios) le había orientada crear una gran nación. Allí éstos fueron llamados hebreos, palabra que proviene de "ibhri", que significa "el que cruza sobre", en alusión al paso de Abraham sobre el Río Jordán.

 

Todos estos pueblos tenían la misma procedencia étnica y fueron llamados "semitas" por considerarse, según la leyenda bíblica, descendientes de Sem, hijo de Noé, el del arca. Según esta misma leyenda, sus otros hijos dieron origen a diferentes razas.

 

Aquellos que habían venido con Abraham a Canaán al parecer se establecieron allí por algún tiempo, hasta que decidieron cruzar el Sinaí hacia Egipto en busca de mejores pastos para su ganado, donde permanecieron unos 400 años, después de lo cual el faraón, molesto por las diferentes costumbres y prácticas religiosas de esta comunidad que se había multiplicado notablemente, los esclavizó. Moisés escapó y guió a sus seguidores de regreso a Canaán, estableciendo las leyes recogidas en los cinco primeros libros del Antiguo Testamento (Torah) y la disciplina práctica de la religión judía basada por primera vez en la existencia de un solo dios.

 

Según los relatos bíblicos que todavía hoy son fielmente seguidos por los creyentes judíos, Moisés no pudo llegar a Canaán y fue Jossué su sucesor, quien cruzando el Río Jordán por una zona cercana a Jericó, llevó a las familias o tribus que le seguían a ocupar la "tierra prometida por Jehová al pueblo elegido por él". Esto puede haber ocurrido, según se estima, unos 1.500 años antes de nuestra era. En diferentes libros del Antiguo Testamento se recoge "el pacto" establecido por Jehová con Abraham y sus descendientes. Estos mismos textos dan fe de que en la "Tierra Prometida" ya moraban otros pueblos con bastante desarrollo:

 

En aquel día hizo Jehová un pacto con Abraham diciendo: "A tu simiente daré esta tierra desde el Río de Egipto hasta el Río grande, el Río Eufrates". (Génesis, Capítulo 15, Versículo 18).

 

He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. (...) y estableceré mi pacto entre mí y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo (...) y te daré a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Génesis, capítulo 17, versículos 4 al 8).

 

Y habló Jehová a Moisés en los campos de Moab junto al Jordán de Jericó, diciendo:

 

Habla a los hijos de Israel, y diles: cuando hayáis pasado el Jordán entrando a la tierra de Canaán, echaréis de delante de vosotros a todos los moradores del país, y destruiréis todas sus pinturas, y todas sus ídolos de piedras y todas sus imágenes de fundición, y destruiréis todos sus lugares altos; y echareis y echaréis a los moradores de la tierra y habitaréis en ella, porque yo os la he dado para que sea vuestra propiedad". (Números, Capítulo 33, Versículos 50 al 53).

 

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Él te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra". (Deuteronomio, Capítulo 7, Versículo 6).

 

Cuando Jehová, tu Dios, te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste. (Deuteronomio capítulo 6, versículos 10 y 11).

 

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra. (Deuteronomio, capítulo 7, versículo 6).

 

Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto y hasta el Líbano, desde el río Eufrates, hasta el mar occidental será vuestro territorio. (Deuteronomio, Capítulo 11, Versículo 24)[2]

 

El libro de Jossué, en el mismo Antiguo Testamento, narra detalladamente como, por mandato de Jehová, entrando por Jericó después de cruzar el río Jordán, comenzaron a ocupar y destruir aldeas, pueblos y a liquidar a sus habitantes, en bíblica aunque no étnica operación de limpieza poblacional, ya que tenían el mismo origen racial. Los siguientes pasajes son sólo una muestra de otros muchos que abundan en los libros del Antiguo Testamento y que se deben tener muy en cuenta al reflexionar sobre los orígenes y la actual permanencia del conflicto:

 

Y destruyeron afilo de espada todo lo que en la ciudad (Jericó) había, hombres y mujeres, mozos y viejos, hasta los bueyes y ovejas, y asnos". (Josué, Capítulo. 6, Versículo. 21).

 

Y cuando los israelitas acabaron de matar a todos los moradores de Hai, en el campo, en el desierto, donde ellos los habían perseguido, y que todos habían caído afilo de espada hasta ser consumidos, todos los israelitas se tornaron a Hai y también la pusieron a espada.(....) Josué no retiró su mano que había extendido con la lanzahasta que no hubo destruido por completo a todos los moradores de Hai." (Josué, Capítulo. 8, Versículo 24-26).

 

Subió luego Josué y todo Israel con él, de Eglón a Hebrón, y combatiéronla (...)todo lo que tenía vida mató, al modo que Jehová, Dios de Israel, lo había mandado." (Josué, Capítulo 10, Versículo 30-40).

 

Federico Engels, en carta a Carlos Marx del 24 de mayo de 1853, argumentaba que si bien no era posible reconocer a Noé, Abraham, Isaac o al propio Moisés como personajes históricos, estos sí personificaban a jefes tribales de familias patriarcales que no diferían del resto de los pueblos semitas que procedían de la meseta de Arabia:

 

La pretendida genealogía de Noé, Abraham, etc. dada en el Génesis], es una enumeración bastante exacta de las tribus beduinas entonces existentes, de acuerdo con el mayor o menor grado de parentesco entre sus dialectos...ahora me parece con perfecta claridad que las llamadas escrituras de los judíos, no son otra cosa que el registro de las antiguas tradiciones religiosas y tribales de los árabes".

 

Más recientemente la historia narra también cómo estas tierras fueron ambicionadas por distintos imperios, sufriendo invasiones y ocupantes de diversos orígenes: persas, asirios, egipcios, griegos, romanos, cruzados europeos y otomanos, por solo mencionar los más importantes.

 

La sangrienta ocupación narrada en el Antiguo Testamento, no fue fácil debido a la feroz resistencia de la población nativa, pero al final Saúl triunfó y se convirtió en el primer rey. David completó la dominación del territorio y Salomón su hijo, llevó el país a su máximo esplendor construyendo el primer templo de Jerusalén, que constituyó el símbolo del poder y la unidad de los creyentes y seguidores de esa religión.

 

Por el año 992 a.n.e., como resultado de luchas y contradicciones internas, los hebreos se dividen y se forman los reinos de Israel en el norte (Samaría) y el de Judá en el sur, que incluía Jerusalén. Más tarde los asirios destruyeron Israel y los babilonios, encabezados por Nabucodonosor se apropiaron de Judá, destruyeron el templo y miles de judíos fueron dispersados o llevados prisioneros a Babilonia. Los cananeos o filisteos en cambio permanecieron en sus tierras fieles a su identidad y a pesar de la dominación momentánea por unos u otros, no hay trazos de que las hayan abandonado en ningún momento.

 

Tiempo después, cuando el líder persa Ciro conquistó Babilonia, permitió a los judíos regresar a Jerusalén y aunque solo algunos lo hicieron, se completó la reconstrucción del segundo templo alrededor del año 500 a.n.e., consolidándose de nuevo la práctica de esa religión. Palestina había sido conquistada por Alejandro el Grande bajo cuya tolerancia existió la convivencia de los judíos y demás habitantes.

 

La situación cambió bajo el Imperio Romano cuando los judíos se rebelaron y Nerón envió sus tropas a doblegarlos. Tito conquistó Jerusalén en el año 70 de nuestra era y destruyó el segundo templo, completando la expulsión de los judíos, la cual ya se había iniciado antes con las conquistas de los asirios y los babilonios y dando lugar a lo que se ha llamado "la diáspora judía".

 

Cuando en el año 70 los romanos expulsan definitivamente a los judíos de Jerusalén, la mayoría de estos ya residían fuera del territorio conocido por Palestina como consecuencia de la emigración hacia otros centros de atracción comercial y económica en el Mediterráneo y en Asia Menor. Desde el siglo I al XX, los judíos dejaron prácticamente de existir en Palestina y las pequeñas comunidades que permanecieron sufrieron un proceso de asimilación.

 

La población palestina, sin embargo, permaneció en su tierra y el cristianismo se fue abriendo paso entre ellos, especialmente a partir del siglo IV en que se extiende por buena parte del Mediterráneo y Jerusalén se convierte en uno de sus centros más importantes. Es entonces que el Imperio Romano la hace su religión oficial.

 

En el siglo VII surge el islamismo como nueva religión monoteísta que se expande desde La Meca a todo el Medio Oriente. En el año 636 los árabes islamizados derrotan a los bizantinos en las batallas de Yarmouk y Tiberiades e imponen su autoridad en Palestina. Aunque no obligan a los cristianos a convertirse al Islam, la nueva religión se expande y llega a ser mayoritaria, pero permanece una importante minoría árabe cristiana.

 

La historia de Palestina y de la región está llena de incidentes, de luchas y ocupaciones. En el 1081 comenzaron las cruzadas europeas, que con "la cruz y con la espada", trataban de dominar esta importante zona, llegando a apoderarse de Palestina en el 1.099, hasta ser expulsados casi un siglo después por Saladino. Los palestinos, entre tanto, siempre permanecían en su tierra.

 

Los judíos, sin embargo, en una diáspora que los había establecido durante siglos en Europa y países del Mediterráneo, eran asimilados fácilmente y no encontraban discriminación ni persecución. Los matrimonios mixtos eran vistos como algo natural y se adaptaban a las costumbres del lugar, aunque muchos mantenían sus hábitos religiosos que fue lo que permaneció, dentro de la necesaria dispersión, como elemento común. La heterogeneidad racial provenía, sin embargo, desde antes de nuestra era cuando los judíos practicaban fuertemente el proselitismo, pues fue sólo después del crecimiento del cristianismo, que ante la competencia religiosa, los líderes judíos dejaron de practicarlo. La afinidad racial es claramente dudosa cuando se observa que independientemente de su procedencia original, lo judíos de Alemania y Europa del Este tenían y tienen similares rasgos físicos que las poblaciones autóctonas de esos países, los de Iraq son iguales a los árabes iraquíes y aún más, los de Etiopía llamados falachas, son de piel negra. En el Israel actual los judíos están clasificados según su procedencia, los de Europa del norte y del este, son llamados ashkenazis, y los originarios de los países árabes y de la región del Mediterráneo son conocidos como zefarditas. Éntrelos primeros hay muchos de pelo rubio y de ojos claros y ocupan un nivel social más alto y los segundos son de piel más obscura y trigueños, muy semejantes a la población árabe.

 

Es conocido que en el siglo VIII, una tribu de origen mongol, los khazars, que habitaba en las orillas del Mar Caspio, adoptó el judaísmo como religión.

 

La persecución real y la exclusión de ciertas esferas de la actividad económica llegó más tarde, como consecuencia de la decadencia del Imperio Romano y el fortalecimiento de las instituciones feudales. Otro elemento importante lo constituyó el interés de los comerciantes y prestamistas gentiles por eliminar la competencia de los judíos en esta esfera que era de su dominio en muchos lugares, y la lucha de la Iglesia Católica por la hegemonía total como institución del feudalismo.

 

Estas persecuciones y expulsiones se llevaron a cabo durante los siglos XIII, XIV, y XV en Inglaterra, Francia, Alemania, España y Portugal. Más tarde, en el siglo XIX, se desarrollaron sangrientos pogroms en la Rusia zarista después del asesinato del Zar Alejandro 11(1.881), y se aprobaron decretos especialmente discriminatorios contra los judíos. Estos últimos acontecimientos se consideran como el antecedente directo para el surgimiento del primer movimiento sionista organizado en Rusia, "Hovevei Zión" (amantes de Zión). Una rama de este movimiento, llamada Bilu, e integrada por un número importante de jóvenes judíos de la región de Cracovia, en 1882 firman el Manifiesto de Bilu demandando un "hogar judío" en Palestina y en 1.884 se celebra en Katowice una primera conferencia sionista. Pero fue Theodor Herzl, periodista austríaco judío, quien dio basamento teórico a la idea sionista con la publicación en el año 1.896 de su libro "El Estado Judío". En éste expresaba lo siguiente:

 

"La idea que he desarrollado en este panfleto es muy antigua; se trata de la restauración del estado judío(....) Concédannos la soberanía sobre una porción del planeta lo suficientemente amplia como para satisfacer las necesidades legítimas de una nación, y nosotros nos encargamos del resto ".

 

Un año después el Primer Congreso Sionista celebrado en Basilea, Suiza, bajo la dirección del propio Herzl, daría su apoyo a este proyecto. Más tarde, el dirigente sionista escribiría las siguientes palabras proféticas:

 

"Si tuviera que sintetizar el Congreso de Basilea en una frase, que me cuidaré de pronunciar públicamente, diría lo siguiente: en Basilea he fundado el estado judío(....), si hoy dijera esto en voz alta, todos me responderían con una carcajada. Tal vez en cinco años, y desde luego dentro de cincuenta, todo el mundo lo sabrá".

 

Tanto Herzl como otros primeros ideólogos del sionismo y después sus seguidores, utilizaron como argumento para el desarrollo de sus ideas y propósitos los sentimientos y manifestaciones antisemitas.

 

Los judíos a la vez contribuían a estas manifestaciones de rechazo por el carácter cerrado que fueron dando a sus comunidades religiosas. Especialmente las de Europa occidental. Algunos ambiciosos obtuvieron éxitos como banqueros y financieros, ganando fama como usureros y a su vez el rechazo de los sectores más necesitados. Los capitales judíos se convirtieron en un poder decisivo en algunos de esos países. Un conocido banquero judío de la época, Rothchild, contribuyó notablemente a la campaña de Napoleón.

 

Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, no todos los judíos eran adinerados y especialmente en Europa del Este y Central existían importantes comunidades donde predominaban los obreros y artesanos pobres. Entre estos se desarrolló, incluso, un fuerte movimiento socialdemócrata y muchos judíos encabezaron las luchas obreras de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Se constituyó el Partido Obrero Socialista Judío y se desarrolló un "ala socializante" dentro del naciente movimiento sionista que participó en los inicios de la colonización de Palestina. El Partido Paole Sion (Obreros de Sion) fue el más representativo de esta tendencia.

 

En la Rusia zarista la comunidad judía era considerada una nacionalidad y Vladimir Ilich Lenin se refirió extensamente a ello en sus escritos sobre la cuestión nacional y en su conflicto con el BUND (Unión Sindical de los Judíos de Lituania, Polonia y Rusia) que defendía el criterio de mantener una organización política sólo para los judíos en contra de la idea de un partido para todos los trabajadores.

 

Lenin consideraba que el antisemitismo era instrumento de los gobernantes zaristas para promover la división y el conflicto entre nacionalidades y una de las formas de desvirtuar la lucha de la clase obrera.

 

Es dentro de las comunidades judías del centro-este europeo, las cuales habían desarrollado una identidad con características culturales, religiosas y lingüísticas propias y sufrido el nacionalismo agresivo de la burguesía ascendente, donde se promueve con más fuerza el sionismo.

 

En general el colapso del feudalismo, la tradicional posición de los judíos que se mantenían aislados y la incapacidad del capitalismo en Europa de asimilar a millones de desplazados, fueron factores que dieron origen al moderno antisemitismo, más severo que el antisemitismo medieval.

 

Corrientes extremistas dentro del nacionalismo burgués de la época, propiciaron otro extremismo, el sionismo.

 

Para algunos fundadores del sionismo, el antisemitismo no constituía necesariamente un mal. El propio Theodor Herzl escribió en su diario:

 

(...) empecé a considerar de una manera más amplia el antisemitismo, que lo comienzo a comprender históricamente y a perdonarlo. Más aún, reconozco lo inútil y lo superfluo de la lucha contra el antisemitismo(....) Además, el antisemitismo, al ser una poderosa y más bien subconsciente fuerza, no reportará daño a los hebreos. Lo considero un movimiento útil para el desarrollo de la individualidad hebrea".

 

Esta misma idea estaría presente posteriormente en muchos razonamientos de los líderes judíos cuando con el ascenso del fascismo al poder en la Alemania hitleriana, comenzó su persecución en Europa.

 

Básicamente los argumentos que sirvieron de fundamento a la ideología sionista para explicar el proyecto de crear una estado judío, establecían lo siguiente:

 

UNIDAD: Enfrentados a la dispersión, a las incontables divisiones y diferencias que caracterizaban a las comunidades judías en diferentes partes del mundo, los sionistas decidieron enfatizar la idea de la unidad judía. Por ello afirmaron: todos los judíos son uno, una nación, un pueblo, una raza.

 

EXCLUSIVIDAD: Para detener la asimilación a que se veían enfrentados, particularmente en Europa oriental y en los Estados Unidos de América, se argumentó la exclusividad de la nación, del pueblo, la raza. Los judíos son diferentes, se dijo, en su cultura, sus valores, su civilización y tienen su propia identidad, son, según el argumento bíblico, el pueblo elegido de Dios.

 

CONTINUIDAD: Estos dos elementos, la unidad y exclusividad, se habían preservado a través de la historia y daban coherencia a la nación y al "pueblo elegido" para el retorno a la "tierra prometida".

 

A partir de estos tres postulados y argumentando la búsqueda de una solución a la cuestión judía, los sionistas llegaban a las siguientes conclusiones:

 

a) El regreso del pueblo judío a Palestina y la creación de un estado nacional es un derecho natural e histórico.

 

b) La creación de un estado para la nación judía es la única solución posible a la cuestión judía teniendo en cuenta que los judíos son diferentes y por lo tanto el antisemitismo se mantendrá mientras no posean su propio estado.

 

c) El regreso a Palestina no representa ningún problema, pues este territorio (según lo presentaban los sionistas) estaba prácticamente despoblado. En conclusión, por qué no dar un territorio sin pueblo a un pueblo sin territorio.

 

d) No solamente el retorno a la tierra prometida no presentaba ningún problema, sino que el movimiento sionista le traería la civilización, el desarrollo, el progreso y la justicia social.

 

Estas ideas sionistas cambiaban la concepción de "qué era ser judío", lo cual hasta entonces se entendía solamente como una actitud religiosa y de acuerdo con los nuevos principios sionistas, los judíos de Francia, Alemania, o cualquier otro país, dejarían de ser franceses, alemanes, etc. para ser sólo judíos, con la connotación de extranjero que esto conllevaba. Los fascistas hitlerianos en su criminal y genocida persecución de los judíos europeos, coincidirían posteriormente con esta misma interpretación.

 

Tales fueron, y todavía son hoy, los principales argumentos desarrollados por el movimiento sionista para movilizar a los judíos y para legitimar sus planes de crear un estado en Palestina.

 

Antes, en la antigüedad, como ahora, la idea del pueblo elegido, de tierra prometida, de exclusivismo judío, se manipulaba porque encajaba perfectamente en los intereses clasistas de la élite poderosa que la manejaba a su antojo para arrastrar tras de sí a las masas impregnadas de esta ideología, lo cual, además, fomentaba el aislamiento de estas comunidades.

 

Sin embargo, la idea esencial, la transformación de la, hasta ese momento, comunidad internacional religiosa judía en comunidad nacional religiosa, no fue en los años iniciales del sionismo ampliamente acogida y tuvo opositores dentro de sus propios líderes. El Secretario británico de Estado para la India, Edwin Montagu [3] -él también judío-, se opuso abiertamente a la idea de considerar a los judíos como una nación, incluso, hubo temor de que se obligara a los judíos a asumir tal interpretación. Muchos consideraron que este hecho constituiría un procedimiento alquimista mediante el cual se trataría de convertir en nación una comunidad únicamente considerada unida por sus creencias y prácticas religiosas.

 

Hacia el "hogar nacional"

 

Cuando a finales del siglo XIX surgen las ideas sionistas en relación con la creación de un Estado judío, la población en Palestina estaba compuesta casi totalmente por árabes palestinos cuyos antepasados habían vivido allí desde épocas remotas. Solo desde finales de 1870 había llegado alguna emigración judía procedente principalmente de Europa oriental que huía de las persecuciones de algunos gobiernos.

 

La colonia judía de Petakh Tikva se había establecido en 1878, pero la mayoría vivía, atraída por sus creencias religiosas, en el barrio judío de Jerusalén. Esto tuvo algún incremento, pese a la oposición otomana, para finales de ese siglo, cuando se estima que el 9 % de la población era judía y el 91 % era árabe palestina. En 1.895 el 99.5 % de la tierra en palestina era propiedad de los árabes y sólo el 0.5 % propiedad de los judíos. Según información de los ingleses, por 1.837 había unos 9.000 judíos en Palestina, los cuales para finales de siglo podrían haber llegado a 50.000.

 

Estas colectividades judías de ninguna manera eran homogéneas. Entre ellos hablaban un mosaico de lenguas: yiddish, árabe, ladino, alemán, francés, inglés, persa, georgiano. Se subdividían en 27 congregaciones y dependían, en la mayoría de los casos, de los envíos de beneficencia de sus correligionarios extranjeros.

 

Fue Napoleón quien primero lanzó la idea de crear un enclave judío en Palestina a finales del siglo XVIII con el interés de que le sirviera de base a sus intereses colonialistas, pero aquello no pasó de la idea.

 

También, antes de que Herzl hablara de su proyecto, los británicos con similares intereses coloniales, habían dado algunos pasos en esa dirección. Lord Palmerston, Secretario del Exterior, gestionó con las autoridades turcas que se autorizara la libre emigración judía a Palestina, llegando a proponerle al sultán turco que para facilitar el proyecto podría trasladar a la población árabe hacia el norte de Iraq.

 

Palestina, un territorio antiguo, había sido por casi cuatro siglos, posesión del Imperio Otomano. Ubicada dentro de la región que históricamente se había conocido como la Siria, la Palestina otomana estaba compuesta por tres distritos, uno de ellos Jerusalén, que por la importancia histórica religiosa que revestía para los cristianos, los judíos y los musulmanes, constituía un distrito independiente y era gobernado directamente desde Constantinopla. Antes del período otomano, Palestina había sido gobernada por los árabes durante alrededor de 900 años.

 

A principios del siglo XX todavía se discutía, por los sionistas, el lugar de asentamiento del futuro estado entre África oriental, Argentina y Palestina, pero con el ascenso del Dr. Chaim Weizman a la dirección de la Organización Sionista Mundial, vino también la elección de Palestina y la emigración comenzó a tomar otro carácter. Aunque ya en las últimas décadas del siglo XIX habían llegado emigrantes judíos, esto se incrementa a partir de 1900 con la creación de la Asociación para la Colonización Judía (Jewish Colonization Association), que promueve la instalación de colonias agrícolas. Estas primeras emigraciones están relacionadas especialmente con las persecuciones antisemitas que se llevaban a cabo en Polonia, Rusia y Europa oriental.

 

El sionismo se estructuró en numerosas organizaciones que tenían la misión de recolectar fondos para promover la emigración y colonizar Palestina. En 1901 el 5to. Congreso Sionista celebrado en Basilea, Suiza, crea el Fondo Nacional Judío, cuyo objetivo sería la adquisición de tierras para el uso exclusivo de sus colonos. Se promovió entonces la falsa consigna de "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra", cuando por esa época el 99 % de las tierras era propiedad de más del 90% de la población árabe autóctona. Pero los sionistas, como paso táctico y buscando atraer más apoyo, limitaban sus reclamos públicos: "no un estado judío", decían, "pero un hogar en la tierra de nuestros antepasados donde podamos vivir como judíos, sin opresión ni persecución". Por ese entonces, a las críticas respondían: "sólo los malintencionados o ignorantes podrían acusarnos de querer establecer un reino judío independiente".

 

Durante 1904 y hasta 1905, se produce una nueva ola de emigrantes judíos y se lleva a cabo un debate entre la concepción colonialista tradicional que propiciaba la explotación de la mano de obra barata de los árabes y las ideas sionistas que postulaban la sustitución o el reemplazo de los árabes por los judíos. Él Fondo Nacional Judío decide pagar las diferencias de los salarios para asegurar el trabajo de los judíos, triunfando de esta forma las ideas sionistas.

 

Simultáneamente, los sionistas comienzan a moverse en busca del apoyo de los gobiernos y potencias europeas.

 

En 1901 Theodore Herzl propone en Constantinopla que sea aprobada una Carta de los derechos, deberes y privilegios de una Asociación Judío-Otomana para la colonización de Palestina y Siria, pero la tentativa no dio resultado y sus gestiones frente al Imperio Otomano fracasan. Sin embargo, el artículo 3ro de la Carta ya pronosticaba la tragedia: "(...)los judíos deportarían, las poblaciones autóctonas no judías".

 

El propio Herzl afirma: "para Europa, constituiremos allí una avanzadilla contra Asia, seremos la vanguardia de la civilización contra la barbarie".

 

Los nuevos pasos se encaminan hacia Gran Bretaña, país que tenía el antecedente de haberse declarado protector, ya en 1840, de la pequeña comunidad judía que existía en la llamada Tierra Santa. Esta le ofrece en 1902 establecer el estado judío en Kenya y también le proponen fundar una comunidad autónoma en Argentina. Aunque el 6to Congreso Sionista acepta la oferta, el 7mo, celebrado en 1905 después de la muerte de Herzl, la rechaza, persistiendo en el proyecto de crearlo en territorio palestino.

 

Chaim Weizman, según aparece en la página 180 de sus memorias, expresaba en 1914, en estos términos, el papel que desempeñaría un estado judío al servicio del gobierno británico:

 

(...) en la actualidad somos un átomo, pero podemos decir razonablemente que si Palestina cae en la esfera de influencia británica, y si Gran Bretaña alienta el establecimiento de un estado judío allí, en tanto que dependencia británica, podremos contar en un período de 25 ó 30 años, un millón de judíos cuando menos, los que se encargarán de formar una guardia efectiva para el Canal de Suez".

 

Por esa época el decadente Imperio Otomano no podía continuar resistiendo los embates de las nuevas potencias capitalistas, las cuales aspiraban a un nuevo reparto colonial del mundo. La Primera Guerra Mundial fue la expresión violenta de estas ambiciones y la zona del Medio Oriente, por sus recursos y la estratégica posición geográfica que ocupaba era un bocado especialmente apetecido.

 

Contrario a estas ambiciones, durante los años inmediatos anteriores a la guerra y durante la guerra misma, se registró en los países árabes un despertar nacional de grandes magnitudes que se trazó como objetivos la emancipación del decadente yugo otomano y alcanzar la independencia. Se forjaba a la vez el movimiento antisionisía y en 1908 se funda el primer periódico con ese carácter, Al Karmal, que denuncia la compra de tierras por los judíos. En 1911 se creó en Haifa un partido antisionista, Patria.

 

En 1913 se reunió en París el Primer Congreso Árabe para reclamar la autonomía de sus países. En 1914 los representantes del Movimiento Nacional Árabe reclamaron la independencia en el conocido Protocolo de Damasco, que llevó a los turcos a ejecutar a un grupo de dirigentes de este movimiento, entre ellos a seis personalidades palestinas.

 

El gobierno británico por su parte, alentaba a los árabes a sublevarse contra la dominación colonial otomana y formuló promesas respecto a la independencia de sus pueblos con posterioridad a la guerra a cambio de su apoyo contra los turcos las cuales le permitieron penetrar en la zona y establecer alianzas con algunas fuerzas del movimiento nacional árabe, especialmente con la dinastía feudal hachemita representada por el sheriff Ibn Hussein de la Meca. El Alto Comisionado británico en El Cairo, Henry Me Mahón llevó a cabo estas negociaciones, entre los años 1915 y 1916, de las cuales quedó una amplia documentación, dando fe del compromiso inglés, de que cuando finalizara el conflicto, le daría a los árabes la posibilidad de constituir su propio reino independiente.

 

Cumpliendo con estos compromisos, los árabes iniciaron la sublevación contra los turcos en Hejaz -hoy Arabia Saudita-, el 5 de junio de 1916. Los jefes militares británicos reconocerían posteriormente como una inestimable ayuda la entrada de estas fuerzas en la guerra que sirvió para comprometer a importantes cantidades de tropas turcas, mientras los británicos avanzaban en Palestina y otras regiones.

 

Sin embargo, las verdaderas ambiciones británicas quedaron plasmadas en el Acuerdo Sikes-Picot, preparado por Mark Sikes, conocido orientalista británico y Georges Picot, cónsul francés en Beirut, en mayo de 1916, mediante el cual se impondría, una vez finalizada la guerra, el dominio británico a Palestina, TransJordania, Iraq y zonas del Golfo correspondientes a Arabia Saudita y Kuwait, en la actualidad, a la vez que Siria y Líbano corresponderían a Francia. Este tratado significaba la traición al sherif Ibn Hussein, la negación de las repetidas promesas de independencia hechas a los árabes y la violación de los compromisos establecidos a cambio de la participación de éstos en la guerra contra los turcos. Este acuerdo secreto no se conoció hasta 1917 cuando fue denunciado por la naciente Revolución de Octubre y cuando ya los árabes habían ayudado a los ingleses y estos estaban a punto de entrar en Jerusalén.

 

Mientras tanto, en el bando judío los contactos del doctor Weizman con diversos gobiernos europeos lo llevaron a convencerse de que las esperanzas más fuertes del sionismo para la creación del estado judío en Palestina, se concentraban en Gran Bretaña y estableció vínculos con sus principales dirigentes: Lloyd George, futuro Primer Ministro; Arthur Balfour, futuro Secretario de Relaciones Exteriores; Herbert Samuel, prominente judío que en 1915, siendo Secretario del Consejo de Ministros había propuesto, en abierto proyecto colonialista, la anexión de Palestina, y quien sería después nombrado Alto Comisionado de Palestina, y con Mark Sykes. En virtud de estos contactos Weizman escribiría posteriormente: "(...) El Gabinete británico no sólo simpatiza con las aspiraciones palestinas de los judíos, sino que le agradaría ver realizadas esas aspiraciones (...)".

 

Las relaciones de Weizman con los dirigentes británicos jugaron un papel muy importante en el desarrollo de los acontecimientos inmediatos, al igual que Christian Smuts participó en un papel similar para la creación de la racista Unión Sudafricana. Ambos, Weizman y Smuts, mantuvieron una estrecha amistad durante 33 años, la cual serviría de base a la cooperación que luego establecería Israel con el régimen del apartheid.

 

Durante el desarrollo de la guerra, una Legión Judía, llamada la Zion Mulé Corps, organizada por el extremista judío Vladimir Jabotinsky, peleó junto a los británicos en Europa y se estableció una importante colaboración. Esta Legión sería utilizada posteriormente para constituir, durante los años 20, la Haganah, organización militar semisecreta, antecedente a la vez de las fuerzas militares sionistas implicadas de manera importante en la ocupación de Palestina.

 

A finales de enero de 1917 Chaim Weizman había presentado a Sir Mark Sykes, un alto cargo en el Ministerio británico de Relaciones Exteriores, un memorándum tratando de obtener una declaración política sobre Palestina. En ios meses sucesivos se examinarían varios proyectos de declaración. Ya se había obtenido el consentimiento de Francia y también se consultó a los Estados Unidos.

 

Las gestiones de los sionistas con los británicos dieron resultado y finalmente, el 2 de noviembre de 1917, poco antes de la ocupación británica de Jerusalén, el Ministro de Relaciones Exteriores, Lord Balfour, informó en carta al dirigente de la Organización Sionista Mundial, Barón L. W. Rothchild, de la política británica respecto a Palestina. La conocida históricamente como Declaración de Balfour dice así:

 

"El Gobierno de Su Majestad ve con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de ese objetivo, quedando plenamente establecido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías de Palestina, o los derechos y status políticos de que disfrutan los judíos en cualquier otro país ".

 

La Declaración recogía, en sus últimas líneas, el temor de una parte de la comunidad religiosa judía vigente entonces, de que el sionismo los obligara a dejar los países donde habían vivido durante siglos o los convirtiera de hecho en extranjeros en estos.

 

El proyecto que había presentado Lord Rothchild era mucho más ambicioso, pero en definitiva los sionistas decidieron aceptar la propuesta británica.

 

La Declaración pasaría luego a formar parte integral del Mandato sobre Palestina, otorgado por la Sociedad de las Naciones a Gran Bretaña y constituiría una de las principales bases sobre la que se erigiría la tragedia del pueblo palestino, el cual nunca fue consultado. También se establecía la creación de una Agencia Judía, que colaborara con la administración inglesa en todo lo relacionado con el Hogar Nacional Judío y en el desarrollo del país, que en la práctica trabajaría como incipiente estructura estatal para llevar a cabo los planes colonialistas de los sionistas, empleando, sin ningún tipo de escrúpulos, cualquier método o recurso.

 

Pero ni siquiera todos los sionistas, ni los propios ingleses interpretaban por igual el significado del prometido "hogar nacional", aunque los líderes más importantes sí tenían claros sus objetivos. Un destacado dirigente sionista de entonces, Ahad Ha-am, concebía que debía ser: "(...) un centro internacional espiritual del judaismo, al cual todos los judíos podrían mirar con afecto (...) un centro de estudio y enseñanza, de literatura y lenguaje, de purificación espiritual".

 

Los más comprometidos con el verdadero proyecto sionista, para ganar tiempo, trataban de calmar las crecientes preocupaciones árabes. Weizman se entrevistó con este propósito con Faisal, uno de los hijos del Sherif Hussein de la Meca, en Aqaba para asegurarle que los sionistas no pretendían imponer un gobierno en Palestina y en enero de 1919 ambos firmaron un acuerdo en Londres para cooperar en la reconstrucción de ese territorio árabe.

 

En 1918 el gobierno inglés, preocupado por la denuncia del Acuerdo Sykes-Picot realizada por el gobierno soviético, después de la Revolución de Octubre, y también tratando de neutralizar los temores árabes ante la Declaración Balfour, envía un mensaje al Sherif Ibn Hussein, quien actuaba como guardián de las ciudades sagradas del Islam y en cierto sentido fungía como representante de los pueblos árabes en el cual le decía:

 

"(...) las potencias de la Entente están determinadas a que la raza árabe reciba plena oportunidad de constituir una vez más una nación en el mundo (...) en lo que se refiere a Palestina, estamos determinados a velar porque ningún pueblo esté sometido a otro".

 

Con ese mismo propósito, a finales de ese año, Francia e Inglaterra hacen la siguiente declaración:

 

"El objetivo que persiguen Francia y Gran Bretaña al continuar en el Oriente la guerra desencadenada por la ambición de Alemania, es la emancipación completa y definitiva de los pueblos (árabes) y el establecimiento de gobiernos y administraciones nacionales que deriven su autoridad de la iniciativa y la elección libre de las poblaciones autóctonas. Con el objetivo de hacer realidad estas intenciones, Francia y Gran Bretaña convienen en fomentar y prestar asistencia al establecimiento de gobiernos y administraciones autóctonas en Siria (en ese entonces incluía al Líbano), Palestina y Mesopotamia (Iraq), ya liberada por los aliados, y en los territorios en cuya liberación están empeñados, reconociéndolas tan pronto como se establezcan efectivamente ".

 

La posición de los sionistas la dejaba clara Chaim Weizman en una reunión con los judíos de Londres el 21 de septiembre de 1919: "El estado judío vendrá, pero no mediante ruegos y declaraciones políticas, sino vendrá a través de las lágrimas y la sangre del pueblo judío (...) la Declaración de Balfour no es sino una llave dorada para abrir una puerta. (...) inundaremos Palestina de judíos para crear una sociedad que será tan judía, como Gran Bretaña es inglesa, o América americana".

 

El 25 de abril de 1920 se reúne la Conferencia de San Remo que confirma el Acuerdo Sykes-Picot y en una operación guiada netamente por intereses coloniales, se distribuyen los territorios que ocupaba el Imperio Otomano. Durante la celebración de la Conferencia, estallan revueltas antijudías en Palestina y contra el incumplimiento de las promesas hechas antes del fin de la guerra de otorgarles la independencia a los árabes.

 

Meses antes de comenzar el mandato británico sobre Palestina, Gran Bretaña designó al judío Sir Herbert Samuel, como su Alto Comisionado para Palestina y nombró una Administración Civil compuesta por 10 oficiales británicos de los cuales 3 eran también judíos, además de 3 representantes de la comunidad judía de Palestina, 4 árabes musulmanes y 3 árabes cristianos. Los musulmanes, que constituían una amplia mayoría de la población, estaban en minoría en la Administración. Cuando el 4 de junio de 1922 comienza el Mandato, la población judía ascendía a 84.000 personas y la árabe palestina alcanzaba 668.000. Se estaba procediendo a otorgar un "hogar nacional" a los judíos en el mismo territorio donde ya tenían su hogar nacional los palestinos, el 97 % de la tierra continuaba siendo propiedad de esos palestinos.

 

A partir de estos acontecimientos, que fueron claves en la creación del conflicto, los problemas se complicarían extraordinariamente. La inmigración judía se incrementó bajo las facilidades otorgadas por el Mandato y los enfrentamientos entre ésta y la población palestina fueron recrudeciéndose. En la década de los años veinte la Agencia Judía, con la anuencia de la administración británica, tomó facultades de un cuasi gobierno, formó organizaciones militares y se crearon bandas terroristas como las Irgún y Stern.

 

Entre 1920 y 1930 la inmigración judía totalizó unos 100.000 inmigrantes, fundamentalmente provenientes de Europa, donde la crisis económica y el antisemitismo oficial en Polonia contribuyeron a este incremento. La inhumana persecución nazi daría lugar a una afluencia mucho mayor en el decenio siguiente, llegando a Palestina otros 232.000. Pero no sólo provenía de Europa esta inmigración, el movimien to sionista trabajó duramente para atraer también a los llamados judíos orientales y miles llegaron de Yemen, Iraq y otros países del área. En aquellos tiempos el Fondo Nacional Judío pagaba 500 dólares a cada judío que viniera de Yemen, 1000 a los que llegaran de África Oriental y los países árabes, y 500 a los de la Unión Soviética.

 

Pero aun en los países árabes en aquellos años se facilitaba la emigración como una cuestión humanitaria, al margen de las ideas sionistas, y nunca existió el antisemitismo -en lo que se refiere a los judíos, pues los árabes también son semitas- que fue un fenómeno exclusivo de la Europa cristiana. Moisés y Abraham, así como Jesús, son reconocidos como profetas por los islámicos y el Corán se refiere a los judíos como al "pueblo del libro". El Talmud fue escrito por los judíos en Babilonia y sirvieron en los grandes imperios de la región como consejeros y administradores, disfrutando de bienestar económico y libertad religiosa. En el siglo XII había en Iraq más de 230 sinagogas y todavía antes de 1940 habitaban allí unos 140.000 judíos.

 

Egipto siempre constituyó un refugio para éstos, quienes vivieron al lado de los musulmanes sin problemas durante siglos. Después del surgimiento y desarrollo del sionismo con sus ideas del estado exclusivo, de convertir en una raza y nación a ciudadanos de diversos orígenes y países por el hecho de tener una fe común y al comenzar la usurpación del territorio palestino, fue que se produjo el antagonismo entre árabes y judíos.

 

Entre 1919 y 1939 se triplicó el porcentaje de población judía de alrededor de un 10 % a cerca de un 30 %. En igual período la tenencia de la tierra en manos judías también se duplicó, a pesar de lo cual sólo habían llegado a la posesión de 5,6 % de ellas. Los sionistas, sin embargo, no sólo ambicionaban los recursos de Palestina, sino el país completo para constituir un "estado nacional". Los árabes no serían explotados económicamente sino reemplazados por la emigración judía. Este sería el objetivo fundamental de la política sionista desde 1947 a 1948. Hasta que no hubiera suficientes emigrantes judíos para constituir su propio estado, Inglaterra debía mantener el control de Palestina.

 

 

[2] Los textos han sido tomados de La Santa Biblia. Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569). Revisión de 1960. Edición de Sociedades Bíblicas de América Latina. 1960.

[3] Véase en Documentos Básicos, Memorándum de Sir Erdwin Montagu sobre la Declaración de Balfour del 23 de agosto de 1919.

 

 

 

 

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