Antecedentes y surgimiento del conflicto.
El
Sionismo y el Hogar Nacional Judio.
El
territorio conocido históricamente como Palestina, constituyó hace
unos 5.000 años lugar de asentamiento de tribus que emigraban de la
Península Arábiga hacia las tierras de la llamada Creciente Fértil
que incluía también a zonas de Iraq, Siria, Líbano y Jordania, en
busca de agua y pastos para sus ganados.
Los
cananeos, ocupantes de la llamada Tierra de Canaán que fueron
también nombrados posteriormente filisteos por su derivación de
Falestín (Palestina) tenían ese origen y se establecieron en esos
territorios mucho antes de la llegada de los hebreos, al igual que
los asirios ocuparon el norte de Iraq, los babilonios el centro y sur de Iraq,
los amoreos Jordania y los fenicios el Líbano.
Otras versiones señalan que los antepasados de los palestinos habían
llegado a las costas de Canaán provenientes de las islas del
Mediterráneo.
Teniendo como fuente la tradición oral recogida en fecha muy
posterior, posiblemente siglos después, en los libros del Antiguo
Testamento de la Biblia, y considerando todo lo de fábula que estas
historias puedan contener, se afirma que Abraham, el primer
patriarca, partió de Ur, centro de la antigua civilización caldea (ahora
Iraq), unos 4.000 años atrás para dirigir su tribu a Canaán, actual
Palestina, donde Jehová (Dios) le había orientada crear una gran
nación. Allí éstos fueron llamados hebreos, palabra que proviene de
"ibhri", que significa "el que cruza sobre", en alusión al paso de
Abraham sobre el Río Jordán.
Todos estos pueblos tenían la misma procedencia étnica y fueron
llamados "semitas" por considerarse, según la leyenda bíblica,
descendientes de Sem, hijo de Noé, el del arca. Según esta misma
leyenda, sus otros hijos dieron origen a diferentes razas.
Aquellos que habían venido con Abraham a Canaán al parecer se
establecieron allí por algún tiempo, hasta que decidieron cruzar el
Sinaí hacia Egipto en busca de mejores pastos para su ganado, donde
permanecieron unos 400 años, después de lo cual el faraón, molesto
por las diferentes costumbres y prácticas religiosas de esta
comunidad que se había multiplicado notablemente, los esclavizó.
Moisés escapó y guió a sus seguidores de regreso a Canaán,
estableciendo las leyes recogidas en los cinco primeros libros del
Antiguo Testamento (Torah) y la disciplina práctica de la religión
judía basada por primera vez en la existencia de un solo dios.
Según los relatos bíblicos que todavía hoy son fielmente seguidos
por los creyentes judíos, Moisés no pudo llegar a Canaán y fue
Jossué su sucesor, quien cruzando el Río Jordán por una zona cercana
a Jericó, llevó a las familias o tribus que le seguían a ocupar la "tierra
prometida por Jehová al pueblo elegido por él". Esto puede haber
ocurrido, según se estima, unos 1.500 años antes de nuestra era. En
diferentes libros del Antiguo Testamento se recoge "el pacto"
establecido por Jehová con Abraham y sus descendientes. Estos mismos
textos dan fe de que en la "Tierra Prometida" ya moraban otros
pueblos con bastante desarrollo:
En
aquel día hizo Jehová un pacto con Abraham diciendo: "A tu simiente
daré esta tierra desde el Río de Egipto hasta el Río grande, el Río
Eufrates". (Génesis, Capítulo 15, Versículo 18).
He
aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes.
(...) y estableceré mi pacto entre mí y tu descendencia después de
ti en sus generaciones, por pacto perpetuo (...) y te daré a ti y a
tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la
tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Génesis,
capítulo 17, versículos 4 al 8).
Y
habló Jehová a Moisés en los campos de Moab junto al Jordán de
Jericó, diciendo:
Habla a los hijos de Israel, y diles: cuando hayáis pasado el Jordán
entrando a la tierra de Canaán, echaréis de delante de vosotros a
todos los moradores del país, y destruiréis todas sus pinturas, y
todas sus ídolos de piedras y todas sus imágenes de fundición, y
destruiréis todos sus lugares altos; y echareis y echaréis a los
moradores de la tierra y habitaréis en ella, porque yo os la he dado
para que sea vuestra propiedad". (Números, Capítulo 33, Versículos
50 al 53).
Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Él te ha escogido
para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están
sobre la tierra". (Deuteronomio, Capítulo 7, Versículo 6).
Cuando Jehová, tu Dios, te haya introducido en la tierra que juró a
tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes
y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú
no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares
que no plantaste. (Deuteronomio capítulo 6, versículos 10 y 11).
Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te
ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos
que están sobre la tierra. (Deuteronomio, capítulo 7, versículo 6).
Todo
lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el
desierto y hasta el Líbano, desde el río Eufrates, hasta el mar
occidental será vuestro territorio. (Deuteronomio, Capítulo 11,
Versículo 24)[2]
El
libro de Jossué, en el mismo Antiguo Testamento, narra
detalladamente como, por mandato de Jehová, entrando por Jericó
después de cruzar el río Jordán, comenzaron a ocupar y destruir
aldeas, pueblos y a liquidar a sus habitantes, en bíblica aunque no
étnica operación de limpieza poblacional, ya que tenían el mismo
origen racial. Los siguientes pasajes son sólo una muestra de otros
muchos que abundan en los libros del Antiguo Testamento y que se
deben tener muy en cuenta al reflexionar sobre los orígenes y la actual permanencia del
conflicto:
Y
destruyeron afilo de espada todo lo que en la ciudad (Jericó) había,
hombres y mujeres, mozos y viejos, hasta los bueyes y ovejas, y
asnos". (Josué, Capítulo. 6, Versículo. 21).
Y
cuando los israelitas acabaron de matar a todos los moradores de Hai,
en el campo, en el desierto, donde ellos los habían perseguido, y
que todos habían caído afilo de espada hasta ser consumidos, todos
los israelitas se tornaron a Hai y también la pusieron a espada.(....)
Josué no retiró su mano que había extendido con la lanzahasta que no
hubo destruido por completo a todos los moradores de Hai." (Josué,
Capítulo. 8, Versículo 24-26).
Subió luego Josué y todo Israel con él, de Eglón a Hebrón, y
combatiéronla (...)todo lo que tenía vida mató, al modo que Jehová,
Dios de Israel, lo había mandado." (Josué, Capítulo 10, Versículo
30-40).
Federico Engels, en carta a Carlos Marx del 24 de mayo de 1853,
argumentaba que si bien no era posible reconocer a Noé, Abraham,
Isaac o al propio Moisés como personajes históricos, estos sí
personificaban a jefes tribales de familias patriarcales que no
diferían del resto de los pueblos semitas que procedían de la meseta
de Arabia:
La
pretendida genealogía de Noé, Abraham, etc. dada en el Génesis], es
una enumeración bastante exacta de las tribus beduinas entonces
existentes, de acuerdo con el mayor o menor grado de parentesco
entre sus dialectos...ahora me parece con perfecta claridad que las
llamadas escrituras de los judíos, no son otra cosa que el registro de las
antiguas tradiciones religiosas y tribales de los árabes".
Más
recientemente la historia narra también cómo estas tierras fueron
ambicionadas por distintos imperios, sufriendo invasiones y
ocupantes de diversos orígenes: persas, asirios, egipcios, griegos,
romanos, cruzados europeos y otomanos, por solo mencionar los más
importantes.
La
sangrienta ocupación narrada en el Antiguo Testamento, no fue fácil
debido a la feroz resistencia de la población nativa, pero al final
Saúl triunfó y se convirtió en el primer rey. David completó la
dominación del territorio y Salomón su hijo, llevó el país a su
máximo esplendor construyendo el primer templo de Jerusalén, que
constituyó el símbolo del poder y la unidad de los creyentes y
seguidores de esa religión.
Por
el año 992 a.n.e., como resultado de luchas y contradicciones
internas, los hebreos se dividen y se forman los reinos de Israel en
el norte (Samaría) y el de Judá en el sur, que incluía Jerusalén.
Más tarde los asirios destruyeron Israel y los babilonios,
encabezados por Nabucodonosor se apropiaron de Judá, destruyeron el
templo y miles de judíos fueron dispersados o llevados prisioneros a
Babilonia. Los cananeos o filisteos en cambio permanecieron en sus
tierras fieles a su identidad y a pesar de la dominación momentánea por unos u otros, no
hay trazos de que las hayan abandonado en ningún momento.
Tiempo después, cuando el líder persa Ciro conquistó Babilonia,
permitió a los judíos regresar a Jerusalén y aunque solo algunos lo
hicieron, se completó la reconstrucción del segundo templo alrededor
del año 500 a.n.e., consolidándose de nuevo la práctica de esa
religión. Palestina había sido conquistada por Alejandro el Grande
bajo cuya tolerancia existió la convivencia de los judíos y demás
habitantes.
La
situación cambió bajo el Imperio Romano cuando los judíos se
rebelaron y Nerón envió sus tropas a doblegarlos. Tito conquistó
Jerusalén en el año 70 de nuestra era y destruyó el segundo templo,
completando la expulsión de los judíos, la cual ya se había iniciado
antes con las conquistas de los asirios y los babilonios y dando
lugar a lo que se ha llamado "la diáspora judía".
Cuando en el año 70 los romanos expulsan definitivamente a los
judíos de Jerusalén, la mayoría de estos ya residían fuera del
territorio conocido por Palestina como consecuencia de la emigración
hacia otros centros de atracción comercial y económica en el
Mediterráneo y en Asia Menor. Desde el siglo I al XX, los judíos
dejaron prácticamente de existir en Palestina y las pequeñas
comunidades que permanecieron sufrieron un proceso de asimilación.
La
población palestina, sin embargo, permaneció en su tierra y el
cristianismo se fue abriendo paso entre ellos, especialmente a
partir del siglo IV en que se extiende por buena parte del
Mediterráneo y Jerusalén se convierte en uno de sus centros más
importantes. Es entonces que el Imperio Romano la hace su religión
oficial.
En
el siglo VII surge el islamismo como nueva religión monoteísta que
se expande desde La Meca a todo el Medio Oriente. En el año 636 los
árabes islamizados derrotan a los bizantinos en las batallas de
Yarmouk y Tiberiades e imponen su autoridad en Palestina. Aunque no
obligan a los cristianos a convertirse al Islam, la nueva religión
se expande y llega a ser mayoritaria, pero permanece una importante
minoría árabe cristiana.
La
historia de Palestina y de la región está llena de incidentes, de
luchas y ocupaciones. En el 1081 comenzaron las cruzadas europeas,
que con "la cruz y con la espada", trataban de dominar esta
importante zona, llegando a apoderarse de Palestina en el 1.099,
hasta ser expulsados casi un siglo después por Saladino. Los
palestinos, entre tanto, siempre permanecían en su tierra.
Los
judíos, sin embargo, en una diáspora que los había establecido
durante siglos en Europa y países del Mediterráneo, eran asimilados
fácilmente y no encontraban discriminación ni persecución. Los
matrimonios mixtos eran vistos como algo natural y se adaptaban a
las costumbres del lugar, aunque muchos mantenían sus hábitos
religiosos que fue lo que permaneció, dentro de la necesaria
dispersión, como elemento común. La heterogeneidad racial provenía,
sin embargo, desde antes de nuestra era cuando los judíos
practicaban fuertemente el proselitismo, pues fue sólo después del
crecimiento del cristianismo, que ante la competencia religiosa, los
líderes judíos dejaron de practicarlo. La afinidad racial es
claramente dudosa cuando se
observa que independientemente de su procedencia original, lo judíos
de Alemania y Europa del Este tenían y tienen similares rasgos
físicos que las poblaciones autóctonas de esos países, los de
Iraq
son iguales a los árabes iraquíes y aún más, los de Etiopía llamados
falachas, son de piel negra. En el Israel actual los judíos están
clasificados según su procedencia, los de Europa del norte y del
este, son llamados ashkenazis, y los originarios de los países
árabes y de la región del Mediterráneo son conocidos como
zefarditas. Éntrelos primeros hay muchos de pelo rubio y de ojos
claros y ocupan un nivel social más alto y los segundos son de piel
más obscura y trigueños, muy
semejantes a la población árabe.
Es
conocido que en el siglo VIII, una tribu de origen mongol, los
khazars, que habitaba en las orillas del Mar Caspio, adoptó el
judaísmo como religión.
La
persecución real y la exclusión de ciertas esferas de la actividad
económica llegó más tarde, como consecuencia de la decadencia del
Imperio Romano y el fortalecimiento de las instituciones feudales.
Otro elemento importante lo constituyó el interés de los
comerciantes y prestamistas gentiles por eliminar la competencia de
los judíos en esta esfera que era de su dominio en muchos lugares, y
la lucha de la Iglesia Católica por la hegemonía total como
institución del feudalismo.
Estas persecuciones y expulsiones se llevaron a cabo durante los
siglos XIII, XIV, y XV en Inglaterra, Francia, Alemania, España y
Portugal. Más tarde, en el siglo XIX, se desarrollaron sangrientos
pogroms en la Rusia zarista después del asesinato del Zar Alejandro
11(1.881), y se aprobaron decretos especialmente discriminatorios
contra los judíos. Estos últimos acontecimientos se consideran como
el antecedente directo para el surgimiento del primer movimiento
sionista organizado en Rusia, "Hovevei Zión" (amantes de Zión). Una
rama de este movimiento, llamada Bilu, e integrada por un número
importante de jóvenes judíos de la región de Cracovia, en 1882
firman el Manifiesto de Bilu demandando un "hogar judío" en
Palestina y en 1.884 se celebra en Katowice una primera conferencia
sionista. Pero fue Theodor Herzl, periodista austríaco judío, quien
dio basamento teórico a la idea sionista con la publicación en el
año 1.896 de su libro "El Estado Judío". En éste expresaba lo
siguiente:
"La
idea que he desarrollado en este panfleto es muy antigua; se trata
de la restauración del estado judío(....) Concédannos la soberanía
sobre una porción del planeta lo suficientemente amplia como para
satisfacer las necesidades legítimas de una nación, y nosotros nos
encargamos del resto ".
Un
año después el Primer Congreso Sionista celebrado en Basilea, Suiza,
bajo la dirección del propio Herzl, daría su apoyo a este proyecto.
Más tarde, el dirigente sionista escribiría las siguientes palabras
proféticas:
"Si
tuviera que sintetizar el Congreso de Basilea en una frase, que me
cuidaré de pronunciar públicamente, diría lo siguiente: en Basilea
he fundado el estado judío(....), si hoy dijera esto en voz alta,
todos me responderían con una carcajada. Tal vez en cinco años, y
desde luego dentro de cincuenta, todo el mundo lo sabrá".
Tanto Herzl como otros primeros ideólogos del sionismo y después sus
seguidores, utilizaron como argumento para el desarrollo de sus
ideas y propósitos los sentimientos y manifestaciones antisemitas.
Los
judíos a la vez contribuían a estas manifestaciones de rechazo por
el carácter cerrado que fueron dando a sus comunidades religiosas.
Especialmente las de Europa occidental. Algunos ambiciosos
obtuvieron éxitos como banqueros y financieros, ganando fama como
usureros y a su vez el rechazo de los sectores más necesitados. Los
capitales judíos se convirtieron en un poder decisivo en algunos de
esos países. Un conocido banquero judío de la época, Rothchild,
contribuyó notablemente a la campaña de Napoleón.
Sin
embargo, en la segunda mitad del siglo XIX, no todos los judíos eran
adinerados y especialmente en Europa del Este y Central existían
importantes comunidades donde predominaban los obreros y artesanos
pobres. Entre estos se desarrolló, incluso, un fuerte movimiento
socialdemócrata y muchos judíos encabezaron las luchas obreras de
finales del siglo XIX y comienzos del XX. Se constituyó el Partido
Obrero Socialista Judío y se desarrolló un "ala socializante" dentro
del naciente movimiento sionista que participó en los inicios de la
colonización de Palestina. El Partido Paole Sion (Obreros de Sion)
fue el más representativo de esta tendencia.
En
la Rusia zarista la comunidad judía era considerada una nacionalidad
y Vladimir Ilich Lenin se refirió extensamente a ello en sus
escritos sobre la cuestión nacional y en su conflicto con el BUND
(Unión Sindical de los Judíos de Lituania, Polonia y Rusia) que
defendía el criterio de mantener una organización política sólo para
los judíos en contra de la idea de un partido para todos los
trabajadores.
Lenin consideraba que el antisemitismo era instrumento de los
gobernantes zaristas para promover la división y el conflicto entre
nacionalidades y una de las formas de desvirtuar la lucha de la
clase obrera.
Es
dentro de las comunidades judías del centro-este europeo, las cuales
habían desarrollado una identidad con características culturales,
religiosas y lingüísticas propias y sufrido el nacionalismo agresivo
de la burguesía ascendente, donde se promueve con más fuerza el
sionismo.
En
general el colapso del feudalismo, la tradicional posición de los
judíos que se mantenían aislados y la incapacidad del capitalismo en
Europa de asimilar a millones de desplazados, fueron factores que
dieron origen al moderno antisemitismo, más severo que el
antisemitismo medieval.
Corrientes extremistas dentro del nacionalismo burgués de la época,
propiciaron otro extremismo, el sionismo.
Para
algunos fundadores del sionismo, el antisemitismo no constituía
necesariamente un mal. El propio Theodor Herzl escribió en su
diario:
(...) empecé a considerar de una manera más amplia el antisemitismo,
que lo comienzo a comprender históricamente y a perdonarlo. Más aún,
reconozco lo inútil y lo superfluo de la lucha contra el
antisemitismo(....) Además, el antisemitismo, al ser una poderosa y
más bien subconsciente fuerza, no reportará daño a los hebreos. Lo
considero un movimiento útil para el desarrollo de la individualidad
hebrea".
Esta
misma idea estaría presente posteriormente en muchos razonamientos
de los líderes judíos cuando con el ascenso del fascismo al poder en
la Alemania hitleriana, comenzó su persecución en Europa.
Básicamente los argumentos que sirvieron de fundamento a la
ideología sionista para explicar el proyecto de crear una estado
judío, establecían lo siguiente:
UNIDAD: Enfrentados a la dispersión, a las incontables divisiones y
diferencias que caracterizaban a las comunidades judías en
diferentes partes del mundo, los sionistas decidieron enfatizar la
idea de la unidad judía. Por ello afirmaron: todos los judíos son
uno, una nación, un pueblo, una raza.
EXCLUSIVIDAD: Para detener la asimilación a que se veían
enfrentados, particularmente en Europa oriental y en los Estados
Unidos de América, se argumentó la exclusividad de la nación, del
pueblo, la raza. Los judíos son diferentes, se dijo, en su cultura,
sus valores, su civilización y tienen su propia identidad, son,
según el argumento bíblico, el pueblo elegido de Dios.
CONTINUIDAD: Estos dos elementos, la unidad y exclusividad, se
habían preservado a través de la historia y daban coherencia a la
nación y al "pueblo elegido" para el retorno a la "tierra
prometida".
A
partir de estos tres postulados y argumentando la búsqueda de una
solución a la cuestión judía, los sionistas llegaban a las
siguientes conclusiones:
a)
El regreso del pueblo judío a Palestina y la creación de un estado
nacional es un derecho natural e histórico.
b)
La creación de un estado para la nación judía es la única solución
posible a la cuestión judía teniendo en cuenta que los judíos son
diferentes y por lo tanto el antisemitismo se mantendrá mientras no
posean su propio estado.
c)
El regreso a Palestina no representa ningún problema, pues este
territorio (según lo presentaban los sionistas) estaba prácticamente
despoblado. En conclusión, por qué no dar un territorio sin pueblo a
un pueblo sin territorio.
d)
No solamente el retorno a la tierra prometida no presentaba ningún
problema, sino que el movimiento sionista le traería la
civilización, el desarrollo, el progreso y la justicia social.
Estas ideas sionistas cambiaban la concepción de "qué era ser judío",
lo cual hasta entonces se entendía solamente como una actitud
religiosa y de acuerdo con los nuevos principios sionistas, los
judíos de Francia, Alemania, o cualquier otro país, dejarían de ser
franceses, alemanes, etc. para ser sólo judíos, con la connotación
de extranjero que esto conllevaba. Los fascistas hitlerianos en su
criminal y genocida persecución de los judíos europeos, coincidirían
posteriormente con esta misma interpretación.
Tales fueron, y todavía son hoy, los principales argumentos
desarrollados por el movimiento sionista para movilizar a los judíos
y para legitimar sus planes de crear un estado en Palestina.
Antes, en la antigüedad, como ahora, la idea del pueblo elegido, de
tierra prometida, de exclusivismo judío, se manipulaba porque
encajaba perfectamente en los intereses clasistas de la élite
poderosa que la manejaba a su antojo para arrastrar tras de sí a las
masas impregnadas de esta ideología, lo cual, además, fomentaba el
aislamiento de estas comunidades.
Sin
embargo, la idea esencial, la transformación de la, hasta ese
momento, comunidad internacional religiosa judía en comunidad
nacional religiosa, no fue en los años iniciales del sionismo
ampliamente acogida y tuvo opositores dentro de sus propios líderes.
El Secretario británico de Estado para la India, Edwin Montagu
[3] -él
también judío-, se opuso abiertamente a la idea de considerar a los
judíos como una nación, incluso, hubo temor de que se obligara a los
judíos a asumir tal interpretación. Muchos consideraron que este
hecho constituiría un procedimiento alquimista mediante el cual se
trataría de convertir en nación una comunidad únicamente considerada
unida por sus creencias y prácticas religiosas.
Hacia el "hogar nacional"
Cuando a finales del siglo XIX surgen las ideas sionistas en
relación con la creación de un Estado judío, la población en
Palestina estaba compuesta casi totalmente por árabes palestinos
cuyos antepasados habían vivido allí desde épocas remotas. Solo
desde finales de 1870 había llegado alguna emigración judía
procedente principalmente de Europa oriental que huía de las
persecuciones de algunos gobiernos.
La
colonia judía de Petakh Tikva se había establecido en 1878, pero la
mayoría vivía, atraída por sus creencias religiosas, en el barrio
judío de Jerusalén. Esto tuvo algún incremento, pese a la oposición
otomana, para finales de ese siglo, cuando se estima que el 9 % de
la población era judía y el 91 % era árabe palestina. En 1.895 el
99.5 % de la tierra en palestina era propiedad de los árabes y sólo
el 0.5 % propiedad de los judíos. Según información de los ingleses,
por 1.837 había unos 9.000 judíos en Palestina, los cuales para finales de
siglo podrían haber llegado a 50.000.
Estas colectividades judías de ninguna manera eran homogéneas. Entre
ellos hablaban un mosaico de lenguas: yiddish, árabe, ladino, alemán,
francés, inglés, persa, georgiano. Se subdividían en 27
congregaciones y dependían, en la mayoría de los casos, de los
envíos de beneficencia de sus correligionarios extranjeros.
Fue
Napoleón quien primero lanzó la idea de crear un enclave judío en
Palestina a finales del siglo XVIII con el interés de que le
sirviera de base a sus intereses colonialistas, pero aquello no pasó
de la idea.
También, antes de que Herzl hablara de su proyecto, los británicos
con similares intereses coloniales, habían dado algunos pasos en esa
dirección. Lord Palmerston, Secretario del Exterior, gestionó con
las autoridades turcas que se autorizara la libre emigración judía a
Palestina, llegando a proponerle al sultán turco que para facilitar
el proyecto podría trasladar a la población árabe hacia el norte de
Iraq.
Palestina, un territorio antiguo, había sido por casi cuatro siglos,
posesión del Imperio Otomano. Ubicada dentro de la región que
históricamente se había conocido como la Siria, la Palestina otomana
estaba compuesta por tres distritos, uno de ellos Jerusalén, que por
la importancia histórica religiosa que revestía para los cristianos,
los judíos y los musulmanes, constituía un distrito independiente y
era gobernado directamente desde Constantinopla. Antes del período
otomano, Palestina había sido gobernada por los árabes durante
alrededor de 900 años.
A
principios del siglo XX todavía se discutía, por los sionistas, el
lugar de asentamiento del futuro estado entre África oriental,
Argentina y Palestina, pero con el ascenso del Dr. Chaim Weizman a
la dirección de la Organización Sionista Mundial, vino también la
elección de Palestina y la emigración comenzó a tomar otro carácter.
Aunque ya en las últimas décadas del siglo XIX habían llegado
emigrantes judíos, esto se incrementa a partir de 1900 con la
creación de la Asociación para la
Colonización Judía (Jewish Colonization Association), que promueve
la instalación de colonias agrícolas. Estas primeras emigraciones
están relacionadas especialmente con las persecuciones antisemitas
que se llevaban a cabo en Polonia, Rusia y Europa oriental.
El
sionismo se estructuró en numerosas organizaciones que tenían la
misión de recolectar fondos para promover la emigración y colonizar
Palestina. En 1901 el 5to. Congreso Sionista celebrado en Basilea,
Suiza, crea el Fondo Nacional Judío, cuyo objetivo sería la
adquisición de tierras para el uso exclusivo de sus colonos. Se
promovió entonces la falsa consigna de "una tierra sin pueblo para
un pueblo sin tierra", cuando por esa época el 99 % de las tierras
era propiedad de más del 90% de la población árabe autóctona. Pero
los sionistas, como paso táctico y buscando atraer más apoyo,
limitaban sus reclamos públicos: "no un estado judío", decían, "pero
un hogar en la tierra de nuestros antepasados donde podamos vivir
como judíos, sin opresión ni persecución". Por ese entonces, a las
críticas respondían: "sólo los malintencionados o ignorantes podrían
acusarnos de querer establecer un reino judío independiente".
Durante 1904 y hasta 1905, se produce una nueva ola de emigrantes
judíos y se lleva a cabo un debate entre la concepción colonialista
tradicional que propiciaba la explotación de la mano de obra barata
de los árabes y las ideas sionistas que postulaban la sustitución o
el reemplazo de los árabes por los judíos. Él Fondo Nacional Judío
decide pagar las diferencias de los salarios para asegurar el
trabajo de los judíos, triunfando de esta forma las ideas sionistas.
Simultáneamente, los sionistas comienzan a moverse en busca del
apoyo de los gobiernos y potencias europeas.
En
1901 Theodore Herzl propone en Constantinopla que sea aprobada una
Carta de los derechos, deberes y privilegios de una Asociación
Judío-Otomana para la colonización de Palestina y Siria, pero la
tentativa no dio resultado y sus gestiones frente al Imperio Otomano
fracasan. Sin embargo, el artículo 3ro de la Carta ya pronosticaba
la tragedia: "(...)los judíos deportarían, las poblaciones
autóctonas no judías".
El
propio Herzl afirma: "para Europa, constituiremos allí una
avanzadilla contra Asia, seremos la vanguardia de la civilización
contra la barbarie".
Los
nuevos pasos se encaminan hacia Gran Bretaña, país que tenía el
antecedente de haberse declarado protector, ya en 1840, de la
pequeña comunidad judía que existía en la llamada Tierra Santa. Esta
le ofrece en 1902 establecer el estado judío en Kenya y también le
proponen fundar una comunidad autónoma en Argentina. Aunque el 6to
Congreso Sionista acepta la oferta, el 7mo, celebrado en 1905
después de la muerte de Herzl, la rechaza, persistiendo en el
proyecto de crearlo en territorio palestino.
Chaim Weizman, según aparece en la página 180 de sus memorias,
expresaba en 1914, en estos términos, el papel que desempeñaría un
estado judío al servicio del gobierno británico:
(...) en la actualidad somos un átomo, pero podemos decir
razonablemente que si Palestina cae en la esfera de influencia
británica, y si Gran Bretaña alienta el establecimiento de un estado
judío allí, en tanto que dependencia británica, podremos contar en
un período de 25 ó 30 años, un millón de judíos cuando menos, los
que se encargarán de formar una guardia efectiva para el Canal de
Suez".
Por
esa época el decadente Imperio Otomano no podía continuar
resistiendo los embates de las nuevas potencias capitalistas, las
cuales aspiraban a un nuevo reparto colonial del mundo. La Primera
Guerra Mundial fue la expresión violenta de estas ambiciones y la
zona del Medio Oriente, por sus recursos y la estratégica posición
geográfica que ocupaba era un bocado especialmente apetecido.
Contrario a estas ambiciones, durante los años inmediatos anteriores
a la guerra y durante la guerra misma, se registró en los países
árabes un despertar nacional de grandes magnitudes que se trazó como
objetivos la emancipación del decadente yugo otomano y alcanzar la
independencia. Se forjaba a la vez el movimiento antisionisía y en
1908 se funda el primer periódico con ese carácter, Al Karmal, que
denuncia la compra de tierras por los judíos. En 1911 se creó en
Haifa un
partido antisionista, Patria.
En
1913 se reunió en París el Primer Congreso Árabe para reclamar la
autonomía de sus países. En 1914 los representantes del Movimiento
Nacional Árabe reclamaron la independencia en el conocido Protocolo
de Damasco, que llevó a los turcos a ejecutar a un grupo de
dirigentes de este movimiento, entre ellos a seis personalidades
palestinas.
El
gobierno británico por su parte, alentaba a los árabes a sublevarse
contra la dominación colonial otomana y formuló promesas respecto a
la independencia de sus pueblos con posterioridad a la guerra a
cambio de su apoyo contra los turcos las cuales le permitieron
penetrar en la zona y establecer alianzas con algunas fuerzas del
movimiento nacional árabe, especialmente con la dinastía feudal
hachemita representada por el sheriff Ibn Hussein de la Meca. El
Alto Comisionado británico en El Cairo, Henry Me Mahón llevó a cabo
estas negociaciones, entre los años 1915 y 1916, de las cuales quedó
una amplia documentación, dando fe del compromiso inglés, de que
cuando finalizara el conflicto, le daría a los árabes la posibilidad
de constituir su propio reino independiente.
Cumpliendo con estos compromisos, los árabes iniciaron la
sublevación contra los turcos en Hejaz -hoy Arabia Saudita-, el 5 de
junio de 1916. Los jefes militares británicos reconocerían
posteriormente como una inestimable ayuda la entrada de estas
fuerzas en la guerra que sirvió para comprometer a importantes
cantidades de tropas turcas, mientras los británicos avanzaban en
Palestina y otras regiones.
Sin
embargo, las verdaderas ambiciones británicas quedaron plasmadas en
el Acuerdo Sikes-Picot, preparado por Mark Sikes, conocido
orientalista británico y Georges Picot, cónsul francés en Beirut, en
mayo de 1916, mediante el cual se impondría, una vez finalizada la
guerra, el dominio británico a Palestina, TransJordania, Iraq y
zonas del Golfo correspondientes a Arabia Saudita y Kuwait, en la
actualidad, a la vez que Siria y Líbano corresponderían a Francia.
Este tratado significaba la traición al sherif Ibn Hussein, la
negación de las repetidas promesas de independencia hechas a los
árabes y la violación de los compromisos establecidos a cambio de la
participación de éstos en la guerra contra los turcos. Este acuerdo
secreto no se conoció hasta 1917 cuando fue denunciado por la
naciente Revolución de Octubre y cuando ya los árabes habían ayudado
a los ingleses y estos estaban a punto de entrar en Jerusalén.
Mientras tanto, en el bando judío los contactos del doctor Weizman
con diversos gobiernos europeos lo llevaron a convencerse de que las
esperanzas más fuertes del sionismo para la creación del estado
judío en Palestina, se concentraban en Gran Bretaña y estableció
vínculos con sus principales dirigentes: Lloyd George, futuro Primer
Ministro; Arthur Balfour, futuro Secretario de Relaciones Exteriores;
Herbert Samuel, prominente judío que en 1915, siendo Secretario del
Consejo de Ministros había propuesto, en abierto proyecto
colonialista, la anexión de Palestina, y quien sería después
nombrado Alto Comisionado de Palestina, y con Mark Sykes. En virtud
de estos contactos Weizman escribiría posteriormente: "(...) El
Gabinete británico no sólo simpatiza con las aspiraciones palestinas
de los judíos, sino que le agradaría ver realizadas esas
aspiraciones (...)".
Las
relaciones de Weizman con los dirigentes británicos jugaron un papel
muy importante en el desarrollo de los acontecimientos inmediatos,
al igual que Christian Smuts participó en un papel similar para la
creación de la racista Unión Sudafricana. Ambos, Weizman y Smuts,
mantuvieron una estrecha amistad durante 33 años, la cual serviría
de base a la cooperación que luego establecería Israel con el
régimen del apartheid.
Durante el desarrollo de la guerra, una Legión Judía, llamada la
Zion Mulé Corps, organizada por el extremista judío Vladimir
Jabotinsky, peleó junto a los británicos en Europa y se estableció
una importante colaboración. Esta Legión sería utilizada
posteriormente para constituir, durante los años 20, la Haganah,
organización militar semisecreta, antecedente a la vez de las
fuerzas militares sionistas implicadas de manera importante en la
ocupación de Palestina.
A
finales de enero de 1917 Chaim Weizman había presentado a Sir Mark
Sykes, un alto cargo en el Ministerio británico de Relaciones
Exteriores, un memorándum tratando de obtener una declaración
política sobre Palestina. En ios meses sucesivos se examinarían
varios proyectos de declaración. Ya se había obtenido el
consentimiento de Francia y también se consultó a los Estados Unidos.
Las
gestiones de los sionistas con los británicos dieron resultado y
finalmente, el 2 de noviembre de 1917, poco antes de la ocupación
británica de Jerusalén, el Ministro de Relaciones Exteriores, Lord
Balfour, informó en carta al dirigente de la Organización Sionista
Mundial, Barón L. W. Rothchild, de la política británica respecto a
Palestina. La conocida históricamente como Declaración de Balfour
dice así:
"El
Gobierno de Su Majestad ve con beneplácito el establecimiento en
Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de
sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de ese objetivo,
quedando plenamente establecido que no se hará nada que pueda
perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no
judías de Palestina, o los derechos y status políticos de que
disfrutan los judíos en cualquier otro país ".
La
Declaración recogía, en sus últimas líneas, el temor de una parte de
la comunidad religiosa judía vigente entonces, de que el sionismo
los obligara a dejar los países donde habían vivido durante siglos o
los convirtiera de hecho en extranjeros en estos.
El
proyecto que había presentado Lord Rothchild era mucho más ambicioso,
pero en definitiva los sionistas decidieron aceptar la propuesta
británica.
La
Declaración pasaría luego a formar parte integral del Mandato sobre
Palestina, otorgado por la Sociedad de las Naciones a Gran Bretaña y
constituiría una de las principales bases sobre la que se erigiría
la tragedia del pueblo palestino, el cual nunca fue consultado.
También se establecía la creación de una Agencia Judía, que
colaborara con la administración inglesa en todo lo relacionado con
el Hogar Nacional Judío y en el desarrollo del país, que en la
práctica trabajaría como incipiente estructura estatal para llevar a
cabo los planes colonialistas de los sionistas, empleando, sin
ningún tipo de escrúpulos, cualquier método o recurso.
Pero
ni siquiera todos los sionistas, ni los propios ingleses
interpretaban por igual el significado del prometido "hogar nacional",
aunque los líderes más importantes sí tenían claros sus objetivos.
Un destacado dirigente sionista de entonces, Ahad Ha-am, concebía
que debía ser: "(...) un centro internacional espiritual del
judaismo, al cual todos los judíos podrían mirar con afecto (...) un
centro de estudio y enseñanza, de literatura y lenguaje, de
purificación espiritual".
Los
más comprometidos con el verdadero proyecto sionista, para ganar
tiempo, trataban de calmar las crecientes preocupaciones árabes.
Weizman se entrevistó con este propósito con Faisal, uno de los
hijos del Sherif Hussein de la Meca, en Aqaba para asegurarle que
los sionistas no pretendían imponer un gobierno en Palestina y en
enero de 1919 ambos firmaron un acuerdo en Londres para cooperar en
la reconstrucción de ese territorio árabe.
En
1918 el gobierno inglés, preocupado por la denuncia del Acuerdo
Sykes-Picot realizada por el gobierno soviético, después de la
Revolución de Octubre, y también tratando de neutralizar los temores
árabes ante la Declaración Balfour, envía un mensaje al Sherif Ibn
Hussein, quien actuaba como guardián de las ciudades sagradas del
Islam y en cierto sentido fungía como representante de los pueblos
árabes en el cual le decía:
"(...) las potencias de la Entente están determinadas a que la raza
árabe reciba plena oportunidad de constituir una vez más una nación
en el mundo (...) en lo que se refiere a Palestina, estamos
determinados a velar porque ningún pueblo esté sometido a otro".
Con
ese mismo propósito, a finales de ese año, Francia e Inglaterra
hacen la siguiente declaración:
"El
objetivo que persiguen Francia y Gran Bretaña al continuar en el
Oriente la guerra desencadenada por la ambición de Alemania, es la
emancipación completa y definitiva de los pueblos (árabes) y el
establecimiento de gobiernos y administraciones nacionales que
deriven su autoridad de la iniciativa y la elección libre de las
poblaciones autóctonas. Con el objetivo de hacer realidad estas
intenciones, Francia y Gran Bretaña convienen en fomentar y prestar
asistencia al establecimiento de gobiernos y administraciones
autóctonas en Siria (en ese entonces incluía al Líbano), Palestina y
Mesopotamia (Iraq), ya liberada por los aliados, y en los
territorios en cuya liberación están empeñados, reconociéndolas tan
pronto como se establezcan efectivamente ".
La
posición de los sionistas la dejaba clara Chaim Weizman en una
reunión con los judíos de Londres el 21 de septiembre de 1919: "El
estado judío vendrá, pero no mediante ruegos y declaraciones
políticas, sino vendrá a través de las lágrimas y la sangre del
pueblo judío (...) la Declaración de Balfour no es sino una llave
dorada para abrir una puerta. (...) inundaremos Palestina de judíos
para crear una sociedad que será tan judía, como Gran Bretaña es
inglesa, o América americana".
El
25 de abril de 1920 se reúne la Conferencia de San Remo que confirma
el Acuerdo Sykes-Picot y en una operación guiada netamente por
intereses coloniales, se distribuyen los territorios que ocupaba el
Imperio Otomano. Durante la celebración de la Conferencia, estallan
revueltas antijudías en Palestina y contra el incumplimiento de las
promesas hechas antes del fin de la guerra de otorgarles la
independencia a los árabes.
Meses antes de comenzar el mandato británico sobre Palestina, Gran
Bretaña designó al judío Sir Herbert Samuel, como su Alto
Comisionado para Palestina y nombró una Administración Civil
compuesta por 10 oficiales británicos de los cuales 3 eran también
judíos, además de 3 representantes de la comunidad judía de
Palestina, 4 árabes musulmanes y 3 árabes cristianos. Los musulmanes,
que constituían una amplia mayoría de la población, estaban en
minoría en la Administración. Cuando el 4 de junio de 1922 comienza
el Mandato, la población judía ascendía a 84.000 personas y la árabe
palestina alcanzaba 668.000. Se estaba procediendo a otorgar un "hogar
nacional" a los judíos en el mismo territorio donde ya tenían su
hogar nacional los palestinos, el 97 % de la tierra continuaba
siendo propiedad de esos palestinos.
A
partir de estos acontecimientos, que fueron claves en la creación
del conflicto, los problemas se complicarían extraordinariamente. La
inmigración judía se incrementó bajo las facilidades otorgadas por
el Mandato y los enfrentamientos entre ésta y la población palestina
fueron recrudeciéndose. En la década de los años veinte la Agencia
Judía, con la anuencia de la administración británica, tomó
facultades de un cuasi gobierno, formó organizaciones militares y se
crearon bandas terroristas como las Irgún y Stern.
Entre 1920 y 1930 la inmigración judía totalizó unos 100.000
inmigrantes, fundamentalmente provenientes de Europa, donde la
crisis económica y el antisemitismo oficial en Polonia contribuyeron
a este incremento. La inhumana persecución nazi daría lugar a una
afluencia mucho mayor en el decenio siguiente, llegando a Palestina
otros 232.000. Pero no sólo provenía de Europa esta inmigración, el
movimien to sionista trabajó duramente para atraer también a los
llamados judíos orientales y miles llegaron de Yemen, Iraq y otros
países del área. En aquellos tiempos el Fondo Nacional Judío pagaba
500 dólares a cada judío que viniera de Yemen, 1000 a los que
llegaran de África Oriental y los países árabes, y 500 a los de la
Unión Soviética.
Pero
aun en los países árabes en aquellos años se facilitaba la
emigración como una cuestión humanitaria, al margen de las ideas
sionistas, y nunca existió el antisemitismo -en lo que se refiere a
los judíos, pues los árabes también son semitas- que fue un fenómeno
exclusivo de la Europa cristiana. Moisés y Abraham, así como Jesús,
son reconocidos como profetas por los islámicos y el Corán se
refiere a los judíos como al "pueblo del libro". El Talmud fue
escrito por los judíos en Babilonia y sirvieron en los grandes
imperios de la región como consejeros y administradores, disfrutando
de bienestar económico y libertad religiosa. En el siglo XII había
en Iraq más de 230 sinagogas y todavía antes de 1940 habitaban allí
unos 140.000 judíos.
Egipto siempre constituyó un refugio para éstos, quienes vivieron al
lado de los musulmanes sin problemas durante siglos. Después del
surgimiento y desarrollo del sionismo con sus ideas del estado
exclusivo, de convertir en una raza y nación a ciudadanos de
diversos orígenes y países por el hecho de tener una fe común y al
comenzar la usurpación del territorio palestino, fue que se produjo
el antagonismo entre árabes y judíos.
Entre 1919 y 1939 se triplicó el porcentaje de población judía de
alrededor de un 10 % a cerca de un 30 %. En igual período la
tenencia de la tierra en manos judías también se duplicó, a pesar de
lo cual sólo habían llegado a la posesión de 5,6 % de ellas. Los
sionistas, sin embargo, no sólo ambicionaban los recursos de
Palestina, sino el país completo para constituir un "estado nacional".
Los árabes no serían explotados económicamente sino reemplazados por
la emigración judía. Este sería el objetivo fundamental de la
política sionista desde 1947 a 1948. Hasta que no hubiera
suficientes emigrantes judíos para constituir su propio estado,
Inglaterra debía mantener el control de Palestina.
[2] Los textos han sido tomados de La Santa Biblia.
Antigua versión de Casiodoro de Reina (1569). Revisión de 1960.
Edición de Sociedades Bíblicas de América Latina. 1960.
[3] Véase en Documentos
Básicos, Memorándum de Sir Erdwin Montagu sobre la
Declaración de Balfour del 23 de agosto de 1919.
[Título]
[El Autor]
[Presentación]
[Indice]
[Introducción]
[Prologo]
[Capítulo I]
[Capítulo II]
[Capítulo III] [Capítulo IV]
[Epílogo]
[Notas]
[Post Scriptum]
[Documentos]
[Cronología]
[Glosario]
[Bibliografía]
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