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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Palestina ¿Crucificada La Justicia? Las Negociaciones.

 

 

Las Negociaciones

 

El gobierno de Georges Bush, con la Unión Soviética en liquidación, posesionado como nunca antes de la estratégica región del Golfo, sintiendo que su liderazgo internacional crecía a su punto más alto y con los países árabes debilitados, consideró que había llegado el momento histórico más oportuno para negociar una solución al conflicto de Medio Oriente sobre la base de la consolidación de su dominio por encima, incluso, de sus aliados occidentales y privilegiando los intereses de Israel, con la eliminación, si fuera necesario, de los derechos de los palestinos sobre cuya tumba pensaba imponer una conciliación árabe-israelí.

 

El 18 de octubre de 1991 se convocó, por iniciativa de Washington y con participación puramente formal de una representación de la Unión Soviética -ya en franco proceso de desintegración-, a los gobiernos de Israel, Jordania, Siria y el Líbano para la Conferencia de Paz para el Medio Oriente que se iniciaría en Madrid el 30 de ese mismo mes. La ONU fue marginada y solo participó como observadora, pues tanto Israel como los Estados Unidos rechazaban su marco para las negociaciones, por considerar que la correlación de fuerzas allí no les era favorable.

 

A los palestinos les fue negado el derecho a participar a nombre propio, permitiéndoseles solo formar parte de la delegación jordana a algunas personalidades que oficialmente no eran dirigentes de la OLP. Semanas antes de la convocatoria a Madrid, en el XX Consejo Nacional Palestino celebrado en Argel, se había discutido la participación en las negociaciones de paz y la mayoría había dado su aprobación. Los árabes aceptaron participar sobre la base del principio de negociación de "paz a cambio de tierra" o partiendo del reconocimiento de las resoluciones 242 y 338 de la ONU. El gobierno de Yitzhak Shamir en Israel, a pesar de saberse apoyado por los Estados Unidos participó a regañadientes, pues considerándose parte del campo vencedor en la confrontación este-oeste y en la Guerra del Golfo, no tenía ninguna disposición de devolver los territorios ocupados a quienes consideraba derrotados e incapaces de actuar militarmente para recuperarlos, además, en sus dirigentes políticos de uno u otro bando, seguía prevaleciendo el pensamiento mesiánico del Eretz Israel (la tierra prometida) y la intención de continuar la política de colonización y asimilación de territorios árabes. Para ellos la fórmula de negociación era "paz a cambio de paz", o de forma más clara, "paz por la fuerza".

 

Para muchos árabes que habían proclamado tradicionalmente que no se sentarían a una mesa con Israel e, incluso, eran renuentes a reconocer su existencia por considerar ilegal e injusta la partición de Palestina en 1947, asistir a Madrid significó un gran cambió y grandes concesiones, pero la coyuntura histórica y las transformaciones dramáticas que se producían en la correlación internacional de fuerzas, los persuadieron para dar este paso, aunque los obstáculos por superar eran enormes y las contradicciones árabe-israelíes estaban enraizadas de tal forma por la injusticia histórica cometida, que aún con una situación tan favorable para los Estados Unidos e Israel, como la existente en ese momento, no les sería fácil imponer sus condiciones.

 

El 31 de octubre intervino el primer ministro de Israel, Yitzhak Shamir, advirtiendo que las negociaciones de paz no podían centrarse "primero y exclusivamente sobre la cuestión territorial". El discurso del doctor Haidar Abdel Shafi, representante palestino dentro de la delegación jordana, insistió en la unidad del pueblo palestino y la necesidad de reconocer sus derechos como condición para alcanzar "la paz que todos necesitamos y deseamos". El ministro de relaciones exteriores sirio, Farouk al Chara, fue firme en reiterar "(...) la imposibilidad de que la paz coexista con la usurpación de las tierras de otros.

 

La paz exige que no haya tierra bajo ocupación. No estamos dispuestos a ceder un solo centímetro de nuestra tierra". El Canciller libanés también reiteró la exigencia de que Israel retirara todas sus fuerzas del territorio que ocupaba en su país. El Ministro jordano de asuntos exteriores subrayó que "Jordania nunca ha sido Palestina ni lo será", en directa alusión a algunos dirigentes sionistas que han alegado esto para dar por liquidado el asunto palestino.

 

Al día siguiente, 1ro de noviembre, se produce un choque verbal entre el primer ministro Yitzhak Shamir, y el ministro de relaciones exteriores sirio, Farouk al Chara, el primero acusó al gobierno de Damasco de dictatorial y tiránico, y el sirio sacó a la luz pública el pasado terrorista de Shamir, quien había cometido numerosas acciones de este tipo y participado, incluso, en el asesinato, en 1948, del Conde Folke Bernadotte, enviado especial de la ONU para Palestina. Después de esto Shamir recogió sus maletas y regresó a Israel. El Secretario de Estado norteamericano no consiguió convencer a las delegaciones para que continuaran en Madrid con la segunda fase de las negociaciones, en una conferencia de prensa concluía: "(...) la paz no es posible sin solución de los conflictos territoriales (...) la Conferencia ha sido un buen comienzo, hay que evitar que se convierta en un final".

 

El camino de las negociaciones no sería nada fácil, a pesar de que en junio de 1992 había llegado al poder en Israel un gobierno laborista con Yitzhat Rabín al frente, quien era considerado más flexible, éstas se hicieron lentas y complejas, los principales países árabes involucrados en el conflicto se aferraron al principio establecido de "paz a cambio de tierra" y al cumplimiento estricto de las resoluciones de la ONU, lo cual era inaceptable para los dirigentes sionistas, y el gobierno norteamericano, a pesar de presionar a favor de estos últimos, se vio imposibilitado de imponer sus condiciones, pues no podía forzar un arreglo y crearse dificultades con sus aliados árabes, había ciertos límites que debía considerar.

 

Algunos árabes se hicieron las vanas ilusiones, de que la fuerte campaña lanzada durante la Guerra del Golfo para obligar a Iraq a retirarse de un territorio ocupado por la fuerza y la exigencia que se hizo entonces para que se cumpliera con la "legalidad Internacional" que representaban las resoluciones de la ONU, podrían servir como argumento aplicable a Israel.

 

Por otra parte, algunos dirigentes de la OLP, comandados por Yasser Arafat, anteriormente marginados de las negociaciones y considerando el peligro que constituía que los jordanos negociaran en su nombre, teniendo en cuenta la desconfianza histórica y viéndose como el eslabón más débil de la cadena, aceptaron propuestas norteamericanas para establecer contactos con los israelíes e iniciaron conversaciones secretas en Oslo en diciembre de 1992.

 

Como resultado de estas negociaciones, casi un año después, el 9 de septiembre de 1993, Arafat firmó, en Túnez, el reconocimiento mutuo entre la OLP e Israel; al día siguiente lo hizo Rabín en Jerusalén; cuatro días después se firmaron en Washington los Acuerdos de Oslo (I), la Declaración de Principios para el Autogobierno Palestino. Algunas organizaciones integrantes de la OLP se opusieron y condenaron este curso negociador, al igual que varios países árabes, entre los cuales se destacaron Siria y Líbano, ambos con territorios ocupados por Israel que consideraban que las negociaciones por separado favorecían a este último, debilitaban a los árabes y especialmente a los propios palestinos. Sin embargo, muchos de ellos y millones de personas en el mundo, tuvieron esperanzas de que Israel se retiraría de Cisjordania y Gaza en cinco años, y que los palestinos podrían crear su propio estado.

 

Esta vía de negociaciones se mantendría abierta con muchas tensiones, pero con algunos avances que se concretan durante 1994 con el inicio del proceso de autonomía, lo cual permite a Arafat regresar por primera vez a Gaza. En algunos hay optimismo y en octubre se le otorga el Premio Nobel de la Paz al líder palestino junto con Yitzhak Rabín y Shimón Peres.

 

Con el establecimiento y avance de las negociaciones directas entre los dirigentes de la OLP e Israel, y con las relaciones diplomáticas establecidas entre Tel Aviv y El Cairo como antecedentes, la monarquía jordana, que como hemos referido anteriormente, históricamente había mantenido contactos con los dirigentes de Israel, decide avanzar por el mismo camino y rápidamente llega a un Acuerdo de Paz que se firma en Wadi Arabah el 26 de octubre de 1994. Pocos meses después, en febrero de 1995, se lleva a cabo en El Cairo, la primera reunión cumbre de los dirigentes de Israel, Jordania, Palestina y Egipto. El proceso negociador de la paz, a pesar de los enormes obstáculos que debe superar, parece avanzar. El gobierno norteamericano entonces con Clinton al frente, se emplea a fondo y se involucra como ningún otro.

 

Los pequeños avances y lo mínimo otorgado a los palestinos es suficiente para levantar la ira de los extremistas sionistas uno de cuyos militantes asesina, el 4 de noviembre de ese mismo año, al primer ministro Yitzhak Rabín, en Tel Aviv, a quien ya consideraban traidor por el solo hecho de negociar con Arafat. El magnicidio, presentado como la obra de un solo fanático, respondía a los intereses de los que no están dispuestos a reconocer los más mínimos derechos palestinos y que trabajan, incluso, para liquidar toda su presencia en lo que consideran su Eretz Israel.

 

En enero de 1996 se celebran las primeras elecciones en los territorios palestinos ocupados, se elige un Consejo Legislativo de la Autonomía Palestina integrado por 88 miembros, Yasser Arafat es designado como Presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Y son establecidas las bases para administrar Gaza y Cisjordania.

 

Mientras esto sucede en Palestina, en el Líbano, Hisbollah y las fuerzas patrióticas continúan su exitosa resistencia y las acciones para expulsar a los ocupantes sionistas del sur del país se multiplican, por lo que Israel aumenta sus represalias y lanza una operación bautizada "uvas de la ka", que termina en un desastre al masacrar en un refugio de la ONU a más de cien civiles libaneses, la mayoría mujeres y niños.

 

La turbulencia política en Israel se incrementó y Shimón Peres, que había ocupado provisionalmente el cargo de Primer Ministro tras la muerte de Rabín pierde las elecciones frente al derechista Benjamín Natanyahu, quien rápidamente pone en práctica sus ideas para sabotear lo poco que se había avanzado en las negociaciones con los palestinos. El curso negociador, que había llegado al punto de dividir los territorios ocupados en tres zonas, A, B y C, para ir transfiriendo paulatinamente algunas de ellas al control autonómico, fue paralizado y entró en crisis.

 

Los palestinos, aun con todas las debilidades y dificultades de las negociaciones, habían obtenido algunos avances que les servirían de base para enfrentar, en mejores condiciones, los planes de los sionistas. Muchos dirigentes de la OLP que se encontraban desde hacía muchos años refugiados en otros países, lograron regresar y establecerse en los territorios ocupados, las organizaciones palestinas, prohibidas anteriormente por los ocupantes, abrieron sus locales en las principales ciudades de Gaza y Cisjordania; se comenzó a editar prensa patriótica y empezaron transmisiones de radio y televisión; se inició el desarrollo de una estructura administrativa similar a la de un gobierno. Además, los crecientes contactos internacionales aumentaban el reconocimiento de la autoridad palestina y señalaban hacia un camino que para algunos prometía la creación de un estado.

 

Natanyahu cerró ese camino como expresión de una voluntad todavía mayoritaria en Israel que consideraba que la seguridad sólo emanaba de la fuerza y la opresión, basadas en el pensamiento mesiánico de que Judea y Samaría (Cisjordania) estaban incluidas en la tierra prometida por Jehová al pueblo judío, y entregarla era violar un principio sagrado. Lo que ya había anunciado en su campaña electoral lo comenzó a aplicar, por lo que los países árabes, considerándose amenazados, convocaron una Cumbre en El Cairo, la primera que se pudo reunir desde la Guerra del Golfo. Los enfrentamientos en los territorios ocupados se recrudecieron y una grave crisis se creó en torno a la ciudad palestina de Hebrón, en cuyo corazón los sionistas establecieron un provocativo asentamiento militarizado. Ello suscitó una compleja negociación donde se emplearon a fondo los negociadores norteamericanos, que presionaron a la Autoridad Nacional Palestina y lograron que se aceptara una modificación del cronograma de la retirada de las fuerzas sionistas ocupantes.

 

De esta forma comenzaron a vencerse los plazos para el otorgamiento de la autonomía a diferentes zonas y ciudades palestinas, sin que Israel retirara sus fuerzas alegando distintos pretextos. Tampoco se cumplió el inicio de las negociaciones para determinar el status final de los territorios según se establecía en los Acuerdos de Oslo. William Clinton convoca a nuevas negociaciones en Wye Plantation, en octubre de 1998, y después de muy tensas discusiones se establecen nuevos plazos para el repliegue del ejército israelí, para la liberación de los presos palestinos y se acepta que la CÍA supervise la seguridad en las áreas de la autonomía.

 

Para los dirigentes palestinos está claro que ya no queda terreno hacia donde retroceder, aunque aceptan convocar una reunión del Consejo Nacional Palestino para modificar el texto de la Carta Nacional, que se reúne en Gaza y en un hecho sin precedente, el presidente Clinton asiste a una de sus sesiones. Varias organizaciones integrantes de la OLP se niegan a participar, estiman ilegal la reunión y consideran la modificación de la carta una concesión gratuita al gobierno de Tel Aviv, que no reconoce a cambio los derechos del pueblo palestino.

 

Israel no cumple siquiera con lo acordado en Wye Plantation, por lo que es convocada otra reunió en Sharm el Sheikh, donde se vuelve a renegociar. Ehud Barak, quien había sustituido a Natanyahu como Primer Ministro en elecciones adelantadas en mayo de 1999, debido a la crisis de gobierno, accede a hacer pequeños repliegues de las fuerzas de ocupación. Su conducta, sin embargo, difiere poco de la de Natanyahu y continúan predominando las fuerzas opuestas al curso de las negociaciones con los palestinos.

 

Los israelíes después de la firma de los Acuerdos de Oslo, no importa qué gobierno estuviera en el poder, nunca se detuvieron en crear dificultades, exigieron la revisión de lo ya acordado, continuaron demoliendo casas palestinas, confiscaron tierras con pretextos de seguridad, ampliaron la red de carreteras en los territorios ocupados aislando más a los pueblos y ciudades, y obligaron a muchos palestinos a pasar por puestos de control para ir de una localidad a otra vecina.

 

En ese período casi duplicaron el número de colonos.

 

Estas ilegales acciones, contrarias a la ley internacional (4ta. Convención de Ginebra) y violatorias de los Acuerdos de Oslo, fueron denunciadas reiteradamente e incluso llevadas a debate en varias ocasiones al Consejo de Seguridad de la ONU, que se vio impedido de actuar debido al veto ejercido por Estados Unidos para proteger a su aliado.

 

En julio de 1999, por acuerdo de la Sesión Especial de Emergencia de la ONU, se convocó en Ginebra una conferencia que reafirmó la aplicabilidad de los términos de la 4ta. Convención a los territorios ocupados, incluyendo la parte este de Jerusalén.

 

En mayo del 2000 y presionado por las constantes bajas que sufren sus fuerzas ocupantes en el sur del Líbano, las cuales se encuentran en estado de desmoralización ante la inteligente guerra que le hacen los patriotas libaneses con Hisbollah al frente, Ehud Barak toma la decisión de retirarlas manteniendo solamente ocupadas las llamadas Granjas de Shaba.

 

La demostración de que, a pesar de toda su tecnología y su poderío militar y del ilimitado apoyo que le brinda el gobierno norteamericano, es posible derrotar mediante una guerra patriótica popular a un poderoso ocupante, tendrá un significado histórico para la región y para la posterior lucha del propio pueblo palestino.

 

Clinton, en los meses finales de su gobierno, intensifica sus gestiones para reactivar las negociaciones y alcanzar un acuerdo entre israelíes y palestinos. El 25 de julio concluyen, sin resultados, intensas conversaciones en Camp David, donde se presionó a los dirigentes palestinos para que hicieran concesiones de principios y renunciaran a una parte de sus legítimos derechos.

 

Algunos líderes sionistas después alegarían que los palestinos perdieron una gran oportunidad en estas conversaciones, pero según versiones que han trascendido, Israel no se retiraría de todos los territorios ocupados en 1967, no permitiría el Estado independiente con capital en Jerusalén árabe, ni aceptaba el derecho al regreso de los refugiados, es decir, no cumpliría con las Resoluciones 194 de la Asamblea General, ni con las 242 y 338 del Consejo de Seguridad, que los palestinos consideraban básicas para la solución del conflicto.

 

La situación, ya muy tensa, se había hecho explosiva cuando el premier israelí, considerado por algunos moderado, se muestra en la práctica tan intransigente y fundamentalista como otros, se compromete con los más extremistas y el 28 de septiembre del 2000, le da apoyo a una provocación lanzada por el líder del Likud, Ariel Sharón, quien con la protección de cientos de guardias irrumpe en la explanada de las mezquitas en Jerusalén y viola el recinto sagrado musulmán de la mezquita de Al Aqsa.

 

La acción, concebida expresamente para volar en pedazos lo que pudiera quedar de proceso negociador, también fue el detonante para el reinicio de la Intifada que había estado acumulando fuerzas e ira como consecuencia de la desesperanza, la humillación y el abuso que tantos años de ocupación habían generado. La población palestina, masacrada ya tantas veces anteriormente, vuelve a preferir la muerte física violenta en defensa de sus derechos y de su propia existencia, a la diaria tortura moral y la muerte espiritual que significaba el sometimiento indigno a los ocupantes sionistas.

 

La Intifada de Al Aqsa sacudió el Medio Oriente. Una Conferencia Cumbre Árabe se reunió en El Cairo a finales de octubre para darle su respaldo político y discutir fórmulas de apoyo económico. La Cumbre de los Países Miembros de la Conferencia Islámica reunida un mes después en Qatar también manifiesta su total solidaridad con la lucha del pueblo palestino.

 

En octubre se reunió una cumbre en Sharm el Sheik donde participó el propio Clinton y alcanzó un compromiso para que una Comisión Internacional elaborase un informe (Mitchell) que determinase las causas que provocaron el levantamiento popular y estableciese un marco para restablecer la confianza entre las partes y reanudar así las negociaciones.

 

En diciembre se celebraron conversaciones por separado entre los negociadores palestinos e israelíes en una base aérea cerca de Washington. Fueron los últimos esfuerzos del saliente presidente por anotarse un éxito político en el medio Oriente.

 

Ese mismo mes, el Primer Ministro israelí, Ehud Barak, incapaz de sostenerse en el poder en medio de contradicciones y presiones internas, convoca a elecciones anticipadas que se celebran en febrero del 2001. Ariel Sharon, dirigente del partido Likud y de las comentes más extremistas dentro de Israel, consumado terrorista y considerado por muchos como un criminal de guerra, gana las elecciones.

 

Su gobierno actuó en consecuencia con su trayectoria y su pensamiento mesiánico fascista. La posibilidad de continuar las negociaciones se esfumaron. Entre sus ministros estaban Rehav'am Ze'evi, que había llamado a transferir o expulsar a todos los palestinos de sus tierras; Avidor Lieberman, quien convocó a bombardear Teherán y la represa de Aswan en Egipto y Uzi Landau, el que pidió asesinar a Yasser Arafat. El mismo Sharon es, personalmente, responsable de las masacres de Quibya en 1953 y Sabrá y Shatila en 1982, y estuvo vinculado a los criminales atentados terroristas contra los alcaldes palestinos de Nablus, El Bire y Ramallah en 1980.

 

Su plataforma política consistía en la negación absoluta de los derechos palestinos:

 

—NO al retorno de los refugiados.

 

—NO a la retirada de los territorios ocupados en la guerra del 4 de junio de 1967.

 

—NO al desmantelamiento de los asentamientos judíos en los territorios ocupados.

 

—NO al derecho de los palestinos sobre Jerusalén

 

—NO al establecimiento de un Estado palestino independiente.

 

En los primeros meses de su gobierno la Intifada se intensificó y la criminal represión sionista provocó más acciones de la resistencia.

 

En mayo se publica el Informe Mitchell, con propuestas hechas por esa comisión, según el mandato que le había otorgado la cumbre efectuada en Sharm el Sheik con el objetivo de investigar las causas de la violencia y hacer recomendaciones para establecer la confianza entre las partes y reiniciar las negociaciones. Se repetía la técnica utilizada por los colonialistas británicos en las primeras décadas del siglo pasado nombrando comisiones para investigar lo evidente. El Informe Mitchell, como se conoció el resultado de la investigación, no establece culpable o inocente, reparte las responsabilidades entre palestinos e israelíes. Recomienda el fin incondicional de la violencia y una inmediata congelación de la colonización israelí. El lenguaje empleado, sin embargo, no es imparcial, habla de violencia cuando se refiere a la Intifada e insiste en calificar de terroristas las acciones patrióticas en los territorios ocupados. No habla de tropas de ocupación, sino de personal de seguridad en el caso de Israel. Omite reiteradamente que se trata de la ocupación de un territorio ajeno, que se mantiene violando resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

 

El gobierno de Sharon declaró que aceptaba condicionalmente las recomendaciones del informe y demandó el cese de la Intifada como condición para reiniciar las conversaciones. A fines de mayo Arafat había aceptado un alto al fuego que teóricamente fue también aceptado por los dirigentes sionistas, aunque en la práctica sus tropas en los Territorios Ocupados continuaban la represión y habían comenzado una campaña de asesinatos selectivos contra dirigentes de la Intifada utilizando la técnica militar más sofisticada.

 

El gobierno de Bush, por su parte, que a diferencia de Clinton se había desentendido casi totalmente del conflicto durante los primeros meses de su mandato, comenzó a poner toda su presión exigiendo a Arafat y a la autoridad Nacional Palestina "el cese incondicional de la violencia" y envió a la zona al director de la CÍA, George Tenet, quien propuso un calendario para la aplicación del Informe Mitchell y promover la cooperación entre los aparatos de seguridad israelíes y palestinos.

 

El Plan Tenet no solo exigía el alto al fuego, sino que demandaba además a la Autoridad Nacional Palestina la detención de los activistas que organizaban acciones de la Resistencia y la confiscación de las armas que consideraban ilegales. Reclamaba especialmente que se reprimiera a las organizaciones Hamas y Jihad Islámica con el evidente propósito de desencadenar una confrontación interpalestina. El presidente Arafat aceptó el Plan Tenet, pero rechazó la demanda de detener a los activistas de la Resistencia.

 

Tanto las recomendaciones del Informe Mitchell como el Plan Tenet perseguían esencialmente poner fin a la Intifada, recurso esencial de los palestinos para lograr el fin de la ilegal ocupación y la recuperación de sus justos derechos. Durante los meses de mediados del 2001, aunque varios compromisos de alto al fuego se anunciaron por ambas partes, Israel nunca cesó sus criminales acciones en los Territorios Ocupados, y la Autoridad Nacional Palestina, aun si se lo hubiera propuesto, no tenía la capacidad real de poner fin completamente a las acciones de la Resistencia.

 

Varios asesinatos selectivos fueron ejecutados por los servicios especiales israelíes contra dirigentes palestinos, especialmente de la propia organización de Arafat, Al Fatah, y el 27 de agosto, asesinan, con cohetes disparados desde un helicóptero, a un conocido dirigente histórico, el Secretario General del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Abu Ali Mustafa, mientras este trabajaba en su oficina, hecho que conmocionó no sólo al pueblo palestino, sino a las fuerzas políticas progresistas en todo el mundo.

 

En estas circunstancias se llegó al 11 de septiembre en que ocurrieron los dramáticos atentados contra las Torres Gemelas en New York y el Pentágono en Washington. Israel rápidamente trató de capitalizar los hechos a su favor y solo pocas horas después el Ministro de Defensa, Benjamín Ben Eliécer, dirigente del Partido Laborista, declaraba: "(...) el terrorismo islámico extremista representa hoy día la mayor amenaza para las naciones del mundo libre, ya que su objetivo es destruir los valores compartidos por los gobiernos democráticos y las sociedades occidentales".

 

El periódico israelí Ha'aretz publicó el 12 de septiembre que el objetivo de los atacantes era "destruir un sistema de valores compartidos y todo lo que la civilización occidental representa: libertad, democracia, poderío económico y capacidad militar". Se comenzó a machacar con la idea de que Israel era la avanzadilla occidental en el oriente incivilizado, opresor, déspota y subdesarrollado, aunque sus conceptos no eran nuevos. Un siglo antes Theodore Herzl, fundador del sionismo había afirmado que "(...) para Europa, constituiremos allí una avanzadilla contra Asia; seremos la vanguardia de la civilización contra la barbarie".

 

El propio día 12, Washington Post, en un editorial, secundó esta apreciación y equiparó a Estados Unidos e Israel al considerar que ambos países veían amenazada su seguridad por peligros similares. Lejos de apaciguar los ánimos, la crisis internacional desatada a partir del 11 de septiembre por la "cruzada antiterrorista" lanzada por la Casa Blanca, contribuyó a profundizar aún más el conflicto, al incluir entre sus objetivos priorizados la liquidación de la resistencia palestina y lograr la renuncia de ese pueblo a sus justos y legítimos derechos, mediante la violencia y la guerra. Comenzó a insistirse, especialmente, en socavar la imagen internacional de Yasser Arafat, acusándolo de auspiciar el terrorismo.

 

En este ambiente de histeria promovido por los gobiernos de Israel y Estados Unidos, el 17 de octubre un comando del FPLP, ejecuta en un atentado en Jerusalén, al Ministro de turismo israelí Rahav'am Ze'evi, uno de los miembros más extremistas del gobierno de Sharon, quien había venido demandando la limpieza étnica de los palestinos en Cisjordania para expulsarlos a países vecinos.

 

La muerte del ministro de turismo intensificó la campaña represiva. El portavoz del gobierno israelí declaró: "Arafat ha constituido en los territorios una coalición de organizaciones terroristas. Protegiendo el terrorismo actúa de forma idéntica al régimen del talibán en Afganistán". Tres días después las tropas de Israel invaden varias ciudades palestinas iniciando el fin de la autonomía obtenida con los Acuerdos de Oslo. El 24 de octubre, alegando el propósito de capturar a los autores del atentado, invaden Beit Rima y asesinan a 10 palestinos. Los más extremistas llaman a matar a mil palestinos para cobrar la muerte del ministro.

 

En noviembre y diciembre se produce una escalada represiva sin precedentes, la cual es respondida con una cadena de atentados que sacuden los principales centros urbanos de Israel.

 

Mientras esto ocurre, el presidente Bush, tratando de hacer un gesto hacia los países árabes e islámicos, pues necesita de aliados, pronuncia un discurso el 10 de noviembre ante la Asamblea General de la ONU en el cual afirma que Estados Unidos está trabajando para "que llegue un día en que los dos estados -Israel y Palestina—vivan pacíficamente dentro de fronteras seguras y reconocidas de acuerdo con las resoluciones del consejo de Seguridad de la ONU". Casi simultáneamente, pone luz verde al terrorismo de estado desatado por Israel afirmando que "tiene derecho a defenderse". Antes había afirmado: "Sharon es un hombre de paz".

 

Ya en diciembre la guerra contra los palestinos se generaliza y son utilizados los medios de guerra más destructivos y sofisticados, incluido los modernos aviones F-16 y los helicópteros Apache. Arafat es confinado en la sede central de la autoridad Nacional Palestina en Ramallah y se inicia la destrucción de las oficinas y locales de la administración autónoma en diferentes ciudades, incluidas las instalaciones del puerto y aeropuerto de Gaza.

 

Para el 21 de diciembre, 832 palestinos habían muerto desde el inicio de la Intifada, 80% de ellos civiles y una tercera parte niños; 20 000 habían sido heridos, 500 casas totalmente destruidas y 6 500 dañadas.

 

En estas circunstancias, varias demandas son promovidas en la ONU para detener la masacre, para condenar el uso de la fuerza de forma indiscriminada por parte de Israel y enviar observadores internacionales a Palestina, las cuales son boicoteadas o vetadas por Estados Unidos, incluso la convocatoria a una cumbre en Ginebra. Esta última, a pesar de la ausencia estadounidense, condena el uso de la fuerza contra civiles y determina que constituye una reiterada violación por parte de Israel de la 4ta. Convención de Ginebra. El 15 de diciembre Estados Unidos veta un proyecto de resolución en el consejo de Seguridad que reclamaba "el cese inmediato de todos los actos de violencia, provocación y destrucción y la retirada de las tropas israelíes de todos los territorios de la autonomía Palestina".

 

La actitud de la Unión Europea, otro elemento que podría influir en el curso de los acontecimientos, salvo matices, fue sumarse a la posición norteamericana, haciendo énfasis en los llamados al cese de la violencia y centrando las presiones sobre Arafat, omitiendo hipócritamente que las causas y el origen del conflicto estaban en el despojo de las tierras de los palestinos, en la negación de los derechos básicos y justos de este pueblo y el mantenimiento de la ilegal ocupación. Se dejaba así las manos libres al conocido criminal de guerra Ariel Sharon.

 

Aunque la gran prensa y los más importantes medios masivos de occidente se ven obligados por los hechos tan evidentes a reflejarlos con cierta objetividad, el balance tampoco es imparcial y objetivo, destacándose muchas veces las acciones suicidas de los palestinos contra civiles israelíes como si estos fueran los únicos muertos o al menos los muertos que contasen.

 

En los países árabes e islámicos, crece la ola de condena a Israel y a Estados Unidos. A nivel popular, el ya viejo odio, acumulado contra esta alianza, alcanza niveles nunca antes conocidos. Hay contactos y negociaciones entre gobiernos para coordinar posiciones y adoptar una actitud común, lo cual se hace más difícil debido al comprometimiento de algunos con los intereses norteamericanos. En Egipto y Jordania, países que ocupan el segundo y tercer lugar respectivamente en la recepción de ayuda económica norteamericana, las manifestaciones populares son prohibidas y reprimidas.

 

El 12 de marzo del 2002, el Consejo de Seguridad, después de muchos esfuerzos, logra aprobar la Resolución 1397 que exige el cese de la violencia y exhorta a colaborar en el cumplimiento del Plan Tenet y las recomendaciones del Informe Mitchell para el reinicio de las conversaciones. Siria se abstiene por considerar que la resolución no condena enérgicamente a Israel.

 

A finales del mes, la Liga Árabe celebra una reunión (XIV) Cumbre en Beirut, la cual aprueba una "Iniciativa Árabe de Paz" sobre la base de una propuesta hecha por el príncipe Abdullah Ben Abdulaziz, heredero del trono Saudita, que a cambio de la retirada de Israel a las fronteras del 4 de junio de 1967, del reconocimiento de los derechos palestinos a un estado independiente con Jerusalén árabe como capital y la búsqueda de una solución justa al problema de los refugiados sobre la base de la Resolución 194, ofrece la normalización de relaciones con todos los países árabes y la consecución de una paz global en la región. La valiosa iniciativa, sólidamente basada en la legalidad internacional, logra unir a todos los árabes en torno a esta posición.

 

Arafat no pudo asistir debido a la amenaza de Israel de no dejarlo regresar a los territorios ocupados. El presidente egipcio, Mubarak, y el rey Abdullah de Jordania no asistieron para evitar comprometerse personalmente, aunque sus representantes aprobaron la iniciativa.

 

La cumbre tuvo también como importante resultado, una declaración rechazando las amenazas norteamericanas de lanzar una guerra contra Iraq y se produjeron avances en la reconciliación del gobierno de Bagdad con Kuwait y Arabia Saudita.

 

Ariel Sharon rechazó inmediatamente la oferta árabe alegando que su aceptación significaría la destrucción del Estado de Israel. El gobierno de Bush evitó rechazarla, pero no la calorizó y más bien ignoró la propuesta que evidentemente no se correspondía con sus intereses ni con los de su aliado estratégico.

 

No habían regresado todavía los jefes de estado árabes a sus respectivos países cuando Sharon respondió más concretamente a su propuesta de paz. El 29 de marzo iniciaron sus ataques directos contra "la Mukatta", oficinas centrales de Arafat en Ramallah, que comenzó a ser parcialmente demolida a cañonazos de tanques. La escalada en esta ocasión incluye todas las instalaciones de la Autoridad Nacional Palestina, oficinas de organizaciones y partidos, medios de prensa y cualquier edificio o instalación desde donde se les haga resistencia a los invasores.

 

En esta nueva guerra participan todos los medios bélicos, incluidos aviones F-16 y tropas de reserva que han sido llamadas a la movilización. Es el regreso a la limpieza étnica de los años 1947-1948. Se pretende aterrorizar de nuevo a la población para que se generalice el pánico y la desesperación y se produzca la emigración masiva hacia otros países. Pero los palestinos ya no están dispuestos a abandonar su tierra. Resisten.

 

En la ciudad de Jenín las tropas sionistas cometen una masacre al destruir con su artillería y aviación un barrio completo con cientos de muertos y miles de heridos. No permiten que llegue el auxilio médico, ni ningún tipo de ayuda. Lo mismo sucede en Nablus y otros pueblos donde le hacen resistencia. La grave situación es llevada ante el Consejo de Seguridad de la ONU, que después de muchos debates y de superar los obstáculos logró aprobar el 17 de abril, la Resolución 1405 que acoge con beneplácito la propuesta del Secretario General para el envío de una comisión que investigue la matanza de civiles.

 

A pesar de que las resoluciones del Consejo de Seguridad son de obligatorio cumplimiento, el gobierno de Israel pone condiciones, dilata su cumplimiento y obstaculiza de tal forma su ejecución, que el Secretario General del organismo internacional, Koffi Annán, sometido a múltiples presiones decide disolver la comisión y la resolución no se cumple. Israel se burla una vez más de la ONU y de la legalidad internacional. Los poderosos, encabezados por Estados Unidos, lo protegen.

 

Mientras tanto en Ginebra, en los debates de la Comisión de Derechos Humanos, se pone de manifiesto como en ningún otro lugar, la hipocresía de muchos "adalides" de la defensa de estos derechos. La casi totalidad de los países del sur condenan el genocidio israelí contra el pueblo palestino, Estados Unidos y los países occidentales protegen al criminal.

 

Ante la inacción del Consejo de Seguridad, en mayo del 2002, se convoca a una reunión de emergencia de la asamblea General de la ONU, la cual debate ampliamente la situación en Palestina. Una enérgica resolución condena a Israel con el voto favorable de 74 países, 54 abstenciones y 4 en contra: Israel, Estados Unidos, Islas Marshall y Tuvalu.

 

Pero las resoluciones de la ONU, ni siquiera las del Consejo de Seguridad que tienen carácter obligatorio, eran capaces de detener la política terrorista del gobierno sionista contra los palestinos en los Territorios Ocupados. El verano del 2002 se presentó particularmente violento, las criminales acciones del ejército israelita que utilizaba ya abiertamente la aviación y la técnica militar más moderna, era respondida con ataques suicidas y de otro tipo por parte de la resistencia palestina.

 

En el mes de junio, se inició con la confiscación de nuevas tierras y la destrucción de plantaciones, la construcción del llamado "muro del apartheid" o "muro de la vergüenza" en la zona de Jenin. El proyecto, bajo el pretexto de dar seguridad a Israel y a los asentamientos en Cisjordania, prevé apropiarse de casi la mitad de este territorio, convirtiendo a muchas ciudades palestinas en verdaderos ghettos. Ese mismo mes el presidente Bush, que argumentando "su guerra total contra el terrorismo" se ha venido enfrascando en una verdadera cruzada antiárabe y antislámica pronuncia un demagógico discurso en el que trata de hacer ver que le preocupa la crisis en el Medio Oriente y revela que "ha tenido la visión de un estado palestino".

 

Ante la complicada situación en Ramallah y los ataques que se producen contra las oficinas del Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, el Consejo de Seguridad acuerda el 24 de septiembre del 2002, la Resolución 1435, en la cual demanda que Israel ponga fin al cerco de la Mukatta. Estados Unidos se abstiene. Pocos días después el Congreso estadounidense adopta el acuerdo de reconocer a Jerusalén como capital de Israel.

 

Con la protección incondicional que le brinda Estados Unidos y aprovechando la escalada militar y de terrorismo mediático que se intensifica diariamente como preparación a una agresión contra Iraq, que ocupa de forma preponderante la atención de la opinión pública internacional, el gobierno de Ariel Sharon se empeña cada vez más en liquidar la Resistencia Palestina, aunque fracasa en este propósito. Una crisis interna rompe su coalición y con la renuncia de los ministros laboristas se anuncia la convocatoria a elecciones.

 

Sharon hace campaña política con el terror y antes de concluir el mes de enero del 2003 el partido Likud gana de nuevo las elecciones. El ambiente bélico en toda la región está incentivado ante la movilización militar de los Estados Unidos en preparación de la agresión a Iraq. La atención de la opinión pública está centrada en el debate internacional en torno a este conflicto y la gran prensa cubre muy limitadamente lo que sucede en Palestina. Los sionistas aprovechan esta situación y

arrecian sus criminales ataques en los Territorios Ocupados tratando de rendir por la fuerza al pueblo palestino.

 

Desde Washington intensifican las presiones sobre la dirección de la Autoridad nacional Palestina exigiéndole que haga cambios en su estructura y sus dirigentes y que ponga fin a la resistencia. Plantean desconocer la autoridad de Yasser Arafat y la necesidad de que el poder de decisión pase a las manos de un primer ministro. Ya con la agresión contra Iraq casi lista, el presidente Bush da a conocer el 14 de marzo, su proyecto denominado Hoja de Ruta para encaminar de nuevo negociaciones con vistas a la solución del conflicto, el cual dice, incluye "su visión de un estado palestino". Es un burdo intento de neutralizar la ira árabe e islámica ante el crimen que se propone cometer contra un pueblo de esa región.

 

El 20 de marzo se inicia la nueva guerra contra Iraq.

 

A finales de abril, en un ambiente de triunfalismo político militar, el gobierno norteamericano obtiene que el Consejo Legislativo Palestino, en votación dividida, confirme en el nuevo cargo de primer ministro, a Mahmoud Abbas (Abu Mazen) y se apruebe un nuevo gabinete integrado por 23 ministros.

 

El plan estadounidense-israelita persigue dividir y promover luchas internas palestinas para debilitar y poner fin a la resistencia. Un día después de esta elección, es presentada oficialmente la llamada Hoja de Ruta, que preparada por los Estados Unidos, ha hecho suyo el cuarteto integrado además por la Unión Europea, la Federación Rusa y la ONU. El proyecto no incluye los principios para solucionar el conflicto, solo medidas para encaminar la negociación, poniendo siempre en primer lugar las exigencias a la parte palestina, especialmente poner fin a la Intifada.

 

Para tratar de instrumentar estos planes, el presidente Bush reúne en Sharm el Sheikh, Egipto, el día 4 de junio, a los mandatarios de Egipto, Jordania, Arabia Saudita, Bahrein y al nuevo premier palestino, Abu Mazen. Al día siguiente, otra minicumbre tiene lugar en Aqaba, Jordania. Allí participan además de Bush, A. Sharón, el rey Abdallah de Jordania y Abu Mazen de Palestina. Grandes presiones se hacen sobre este último para que haga concesiones y renuncie a importantes y legítimos derechos de su pueblo.

 

A finales de julio, el nuevo Ministro de Defensa de Israel anuncia que se ha completado la construcción de la primera fase del "muro del apartheid", un total de 145 kilómetros que cercan a la población palestina y roban sus recursos. Comienza a incrementarse la movilización en los territorios ocupados, especialmente en Cisjordania, así como la opinión pública internacional contra ese proyecto que arrebata las mejores tierras, agua y otros recursos al pueblo palestino.

 

Desde septiembre del 2000 fecha en que comenzó la Intifada, hasta la fecha (2003), han muerto 2.650 palestinos. La mayoría de ellos no tenía nada que ver con acciones armadas. Israel por su parte ha tenido 760 pérdidas mortales, también mayoritariamente civiles y muchas más que las que ha tenido en cualquier guerra anterior. El terrorismo sionista incluye la destrucción de viviendas que alcanza un ritmo de 70 mensuales.

 

El gobierno de Sharón fracasa en su empeño de detener la Intifada y poner fin a la resistencia palestina, a pesar de su práctica terrorista, tampoco logra traer la prometida seguridad al pueblo de Israel. Sin embargo, persiste en el camino de la fuerza y sabotea la propuesta de negociación a través de la Hoja de Ruta. Su estrategia, apoyada por el fundamentalismo sionista, es ganar tiempo para ocupar más tierras palestinas, cuenta con el apoyo de los neofascistas que gobiernan en Washington para lograr estos propósitos. Posiblemente ninguna administración estadounidense anterior había puesto tan de manifiesto la identidad e integración, en un mismo pensamiento y modo de actuar, con los círculos más extremistas de Israel.

 

Al concluir el año 2003, la humanidad estaba siendo testigo de un nuevo intento de crucificar la justicia ¿podría consumarse?

 

 

 

 

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