Surgimiento de la resistencia palestina.
Creación del Estado de Israel.
Una
de las primeras manifestaciones del pueblo árabe de Palestina en
contra de los designios sionistas y británicos plasmados en la
Declaración Balfour, se produjo precisamente al cumplirse el primer
aniversario del mencionado documento, llevándose a cabo protestas y
actividades públicas no violentas en diferentes lugares de Palestina.
Con
el fin de la Ira Guerra Mundial los líderes árabes se reunieron en
Damasco y eligieron el Congreso General Nacional Sirio, con
integrantes de todas las regiones sirias que incluía entonces a
Palestina, y acordaron favorecer la constitución de una monarquía
dirigida por el hijo del Sherif Ibn
Hussein de la Meca, Faisal, como rey de una Siria unificada, que
incluía al Líbano y Palestina. Francia por su parte, estableció una
administración provisional en los distritos de la costa siria.
En
1919, a propuesta del rector de la Universidad Americana de Beirut,
el Presidente Tomas Woodrow Wilson crea la Comisión King-Crane para
que proponga cuáles países occidentales deberían actuar como
Mandatarios en Palestina. La Comisión recomienda que la
administración extranjera designada debe
actuar por mandato de la Sociedad de Naciones y no como poder
colonizador. Simultáneamente, la Comisión recibe del Congreso
General Sirio una declaración donde se opone a la emigración judía a
Palestina.
La
Organización Sionista Mundial también había presentado, en 1919, un
memorándum a la Conferencia de Paz de París donde precisaba los
límites de lo que consideraba debía ser el "hogar nacional judío":
"Toda Palestina, el sur del Líbano incluidas las ciudades de Tiro y
Saida, la zona del Monte Hermán donde nace el Río Jordán y la
porción sur del Río Litani; las alturas del Golán en Siria,
incluyendo las ciudades de Quneitra, el Río Yarmouk y los
manantiales de Al-Himmeh; todo el Valle del Jordán, el Mar Muerto, y
las tierras al este hasta las afueras de Ammán y de ahí hacia el sur
a lo largo de la línea del ferrocarril del Hejaz hasta el golfo de
Aqaba; en Egipto desde el Arish en la
costa Mediterránea en línea recta hasta Sharm el Sheick en el Golfo
de Aqaba ".
En
marzo de 1920 los nacionalistas sirios proclamaron un reino
independiente que incluiría Palestina y Líbano, pero en abril,
mientras los árabes se esforzaban en sus intentos por concretar la
independencia, las potencias aliadas se repartían, en la Conferencia
de San Remo, los restos del Imperio Otomano, olvidándose de las
promesas hechas por los británicos. Siguiendo las ideas plasmadas en
el Acuerdo Sykes-Picot de 1916, la Gran Siria fue dividida en tres
zonas: Siria y Líbano, que pasaban a control de Francia, y Palestina,
al oeste del río Jordán, se le otorgaba a Inglaterra. La
TransJordania -después conocida por Jordania-, quedaría como un
emirato para tratar de satisfacer en algo al Sherif Ibn Hussein de
la meca, cuyo hijo, Abdullah, ocuparía el trono bajo el control
británico hasta 1946 en que le otorgarían la independencia.
Lo
que se llamaba la TransJordania incluía, posiblemente de forma
mayoritaria, una parte de la población palestina que históricamente
había vivido en ese lado del río, los otros habitantes eran beduinos
y nómadas, además de aquellos que habían llegado como tropas
procedentes del Hejaz bajo el mando de la
familia hachemita.
En
abril de ese mismo año, las tropas francesas habían ocupado Damasco
y expulsado de allí a su hermano Faisal, quien bajo protección
británica pasaría a ocupar el trono en Iraq con un gobierno
totalmente dependiente. Las fronteras, como en tantos otros casos de
división de territorios por intereses
coloniales, fueron trazadas arbitrariamente.
Sin
embargo, se considera como el inicio del movimiento de resistencia
árabe palestino organizado la gran manifestación de más de 40. 000
palestinos que se lanzó a las calles de Jerusalén, el 27 de febrero
de 1920, para protestar contra los planes de división de Palestina y
contra la ocupación británica. Poco después, en abril del
propio año, estallan revueltas antijudías por el temor a que el
aumento de la inmigración implicara el sometimiento a éstos.
Protestas similares se repetirían después, llegándose a declarar, en
marzo de 1921, una huelga general y dos meses más tarde estallan
nuevos disturbios que concluyen con un saldo de 95 muertos y 220
heridos. Una Comisión Militar que investigó los hechos determinó que
estos se originaron debido a:
"(...) el convencimiento de los árabes de que la Declaración de
Balfour entrañaba una denegación del derecho a la Ubre determinación
y su temor de que el establecimiento de un Hogar Nacional originaría
un gran aumento de la inmigración judía y significaría la
dependencia económica y política de los
árabes a los judíos. La causa fundamental de las revueltas de Jaffa
y de los posteriores actos de violencia, fue el sentimiento de
descontento y hostilidad de los árabes para con los judíos, debido a
causas políticas y económicas y relacionadas con la inmigración
judía y con su concepción de la política sionista, tal como lo
habían expuesto los judíos ".
En
1921, los árabes envían a Londres una delegación compuesta por ocho
dirigentes que manifiesta la siguiente queja:
"La
Declaración Balfour se formuló sin consultarnos y no podemos aceptar
que decida nuestros destinos. (...) La Declaración debe ser
sustituida por un Acuerdo que ampare los derechos, intereses y
libertades del pueblo de Palestina y, al propio tiempo, tenga en
cuenta las aspiraciones religiosas razonables de los judíos, sin
atribuirles ninguna ventaja política exclusiva que necesariamente
habrá de contrariar los derechos de los árabes (...)".
La
delegación pasó casi un año en Londres tratando de persuadir a la
Oficina de Colonias para que concediera la independencia a Palestina.
A causa de ello, en 1922 se publicó el Libro Blanco o Memorándum de
Churchill, que mantuvo la esencia de la Declaración Balfour y sus
planteamientos estaban muy distantes de las aspiraciones
árabes. Por un lado negaba todo intento de crear una Palestina
completamente judía o de colocar en situación desventajosa a la
población, el idioma o la cultura árabe en Palestina; pero a la vez
era más enfático en otros aspectos
esenciales que beneficiaban a los judíos y facilitaban los planes
colonialistas de los sionistas:
"No
es como los árabes han estado afirmando que durante la guerra el
gobierno de su majestad dio su aceptación a que un gobierno nacional
independiente sería establecido a la vez en Palestina".
"(...) La Declaración Balfour ratificada por el Consejo Supremo de
las principales potencias en San Remo y nuevamente en el Tratado de
Sevres, no es susceptible de modificación. (...) Para que esta
comunidad tenga las mejores perspectivas de un desarrollo libre y se
le brinde una amplia oportunidad al pueblo judío de desarrollar sus
capacidades, es esencial que sepa que está en Palestina por derecho
y no por tolerancia. Por este motivo es necesario que se conceda
una garantía internacional a la existencia del hogar nacional
judío en Palestina y se reconozca formalmente que su derecho se basa
en lazos históricos antiguos (...) y que para llevar a cabo esta
política, es necesario que la comunidad judía de Palestina esté en
condiciones de aumentar su población mediante la inmigración.
Esta
inmigración no puede ser tan grande en tamaño como para rebasar la
capacidad económica del país en el momento en que debe absorber a
los recién llegados ".
Establecidos estos principios, durante la década del veinte el
gobierno británico utilizaría la política de hacer promesas y
propuestas que no implicaban soluciones aceptables para los árabes,
pero que estimulaban en éstos las esperanzas de que al rechazarlas,
Gran Bretaña, que ya había obtenido oficialmente el Mandato de la
Sociedad de Naciones sobre Palestina e incluido en el texto los
principales conceptos de la Declaración Balfour, llegaría a la
conclusión de que la única solución sería el establecimiento de un
gobierno nacional representativo en Palestina. Por el contrario, el
gobierno de Londres estimó que los árabes eran intransigentes e
inflexibles y resolvió no hacerles nuevas ofertas políticas, para
tratar de desacreditar la autoridad de sus dirigentes. Mientras,
pasaba el tiempo y los sionistas consumaban sus planes.
Cuando esto sucedía en Palestina, los árabes en Siria, cada vez más
descontentos con la ocupación francesa y viendo frustradas sus
ansias de independencia, se sublevaron en 1925 y 1926, siendo
reprimidos violentamente por las tropas colonialistas, que
bombardearon Damasco en varias ocasiones.
En
1929, después de algunos períodos de calma y con motivo de una
disputa sobre el Muro "Al Burak" que los judíos llaman de los
Lamentos, en Jerusalén, estallaron nuevas manifestaciones y
revueltas que causaron 220 muertos y 520 heridos. La Comisión
Británica encargada de investigar la realidad sobre el origen
religioso, histórico y arqueológico del muro, que había provocado la
conocida como "Revolución de Al Burak", determinó que este formaba
parte de las construcciones en torno a la mezquita Al Aqsa y era
parte de las edificaciones islámicas de Jerusalén y no del templo de
Salomón, tal como alegaban los judíos para reclamar sus derechos
sobre la ciudad. Una nueva comisión británica que investigó los
sucesos "descubrió" la situación que ellos habían creado:
En
menos de diez años los árabes han lanzado tres graves ataques contra
los judíos. Durante los 80 años anteriores al primero de esos
ataques no se había registrado ningún incidente similar.
En
consecuencia, resulta evidente que durante el último decenio las
relaciones entre ambas razas deben haber diferido en algún aspecto
material de los que tenían anteriormente. Hemos encontrado amplias
pruebas de ello. En los informes del tribunal militar y de la
comisión local que en 1920 y 1921 respectivamente, investigaron los
disturbios de esos años se señaló el cambio de actitud de la
población árabe con respecto a los judíos de Palestina. Esto quedó
confirmado por las pruebas obtenidas durante nuestra investigación,
cuando representantes de ambas partes nos
dijeron que antes de la guerra los judíos y los árabes vivían los
unos junto a los otros, si no en amistad, al menos en una atmósfera
de tolerancia, cualidad que hoy es casi desconocida en Palestina.
(...) si en el mes de agosto pasado los árabes de Palestina tenían
un resentimiento generalizado debido a que el gobierno de Su
Majestad no había llegado a otorgarles algún grado de autonomía, es
al menos probable que ese resentimiento se expresara contra los
judíos, cuya presencia en Palestina sería, ajuicio de los árabes, el
obstáculo para el cumplimiento de sus aspiraciones.
(...) El pueblo árabe de Palestina está hoy unido en su aspiración
de tener un gobierno representativo. Esta unidad de propósitos puede
debilitarse, pero es probable que cualquier problema importante que
entrañe intereses raciales la haga revivir en toda su fuerza. A
nuestro juicio, el resentimiento del pueblo árabe de Palestina,
nacido de su desengaño frente al continuo fracaso de sus esfuerzos
por obtener algún grado de autonomía (...) era una causa
contribuyente al reciente estallido y un factor que no se puede
pasar por alto al considerar las medidas
que deben adoptarse para evitar otros levantamientos.
Otra
Comisión de Encuesta que estuvo sobre el terreno investigando la
situación en Palestina, la Hope-Simpson, señaló en septiembre de
1929, que la inmigración judía había acarreado el desplazamiento de
numerosos árabes y que no quedaban más tierras aptas para la
colonización agrícola disponibles para nuevos inmigrantes e hizo
constar, asimismo, la discriminación de la cual era víctima la
población árabe.
Los
hechos ocurridos en Palestina en los años veinte y el agravamiento
de los mismos hacia finales de esa década, así como investigaciones
que sobre la situación se llevaron a cabo, aumentaron la
preocupación por un nuevo y mayor estallido. Gran Bretaña, al tiempo
que fortalecía su presencia militar en Palestina, publicó otro
documento que se conoció como el Libro Blanco de Passfield, cuyo
texto es una muestra de su sinuosa política, que por un lado trataba
de apaciguar los ánimos palestinos cuando estos se sublevaban y por
otro mantenía la esencia de su política,
desde un inicio dirigida a mantener sus intereses colonialistas y
favorecer los afines intereses sionistas. En este se expresaba:
(...) se han hecho intentos de alegar, en apoyo de las pretensiones
sionistas, que el cargo principal del Mandato está en los pasajes
relativos al Hogar Nacional Judío y que los pasajes encaminados a
salvaguardar los derechos de la comunidad judía son simplemente
consideraciones secundarias que califican, en cierta medida, lo que
según se alega es el objeto primordial para el cual se redactó el
Mandato (...).
El
gobierno de Su Majestad tiene la difícil y delicada tarea de idear
medios por los que, en ejecución de su política en Palestina, se dé
en todo momento igual peso a las obligaciones estipuladas con
respecto a ambos sectores de la población y se reconcilien esas dos
obligaciones en los casos en que inevitablemente intervengan
intereses antagónicos.
A
los árabes, el gobierno de Su Majestad los exhortaría a que
reconocieran los hechos de la situación e hicieran un esfuerzo
sostenido de cooperación para obtener para el país en conjunto una
prosperidad de la que todos se beneficiarán. A los dirigentes judíos,
el gobierno de Su Majestad les pide el
reconocimiento de la necesidad de hacer por su parte, algunas
concesiones respecto de los ideales independentistas y separatistas
que se han desarrollado en algunos sectores en relación con el hogar
nacional judío (...).
A
pesar de la ambigüedad de este texto, los sionistas le hicieron
enérgicas críticas, ante lo cual el primer ministro británico de
entonces, Me Donald, le envió una carta a Chaim Weizman mediante la
cual prácticamente anulaba su contenido. La carta daba primacía
nuevamente a las metas del sionismo y reafirmaba que "el compromiso
del Mandato es un compromiso ante el pueblo judío y no sólo ante la
población judía de Palestina" y precisaba que Palestina se
gobernaría de acuerdo con lo establecido por Churchill en 1922 y no
se aplicarían las restricciones sugeridas por Passfield a la
emigración judía.
En
1933 hubo nuevos estallidos de protesta árabe, especialmente en
Jaffa y Jerusalén, declarándose la huelga general en octubre de ese
año.
Aprovechando la situación creada, el Rey Abdullah de Jordania,
propuso en 1934 formar una federación entre Palestina y Jordania (TransJordania)
la cual reconocería el Mandato Británico incluyendo la decisión de
crear un Hogar Nacional para los judíos que reflejaba la permanente
obsesión de Abdullah por constituir y poseer un reino árabe; pero
encontró muy poco respaldo y el Mufti de Jerusalén, Amín al Husseini,
dirigió una campaña en su contra denunciándolo como amigo de los
judíos.
Un
destacado patriota árabe procedente de Siria, el sheik Izzeldin Al
Kassam, había venido organizando, desde finales de los años veinte,
el movimiento clandestino para la lucha contra los sionistas y los
ingleses, ayudando a crear las condiciones, antes de caer en combate
en las montañas de Jenim en 1935, para el estallido que vendría
después.
En
abril de 1936, cuando se incrementaba aún más la inmigración judía
desde Europa debido al inicio de la persecución de los nazis, en que
se desató la gran rebelión palestina contra el Mandato Británico y
contra la ilegal colonización judía, la cual duraría virtualmente
hasta el inicio de la II Guerra Mundial. Los sionistas a pesar de
todos sus esfuerzos, no habían logrado, hasta ese entonces, atraer
las cantidades ansiadas, autorizadas de emigrantes judíos a
Palestina, pero con la llegada de Hitler al poder se había producido
una escalada en la emigración, organizada por la Organización
Sionista Mundial y su instrumento principal, la Agencia Judía, lo
cual ya representaba desplazamientos en masa de palestinos.
La
lucha, que había comenzado como pequeños choques entre árabes y
judíos cuando se descubrió en Jaffa un embarque secreto de armas
para la Haganah con complicidad de oficiales británicos, rápidamente
se transformó en una revuelta generalizada -realmente la primera
Intifada- que se desarrolló durante tres años y medio y fue el punto
culminante de más de 15 años de resistencia contra el Mandato y
contra la ilegal, injusta y violenta ocupación de Palestina.
Aunque los palestinos se organizaron mejor y establecieron un Alto
Comité Árabe que convocó a la huelga general en demanda de un
gobierno nacional, todavía persistieron muchos problemas producto
del carácter feudal de sus dirigentes, quienes mantenían una
estructura oligarco-familiar donde los
caudillos se disputaban el mando y cada uno creaba su propia
organización o partido político. Lo anterior provocó que aunque en
el fondo primara el sentimiento de lucha por la independencia y la
liberación nacional palestina, esta se viera lastrada por los
estrechos enfoques antijudíos y religiosos que muchos hacían del
problema.
A
pesar de esto la lucha fue violenta y se sumaron a ella todos los
sectores sociales. Se atacaron a las tropas y los puestos de la
policía británica, así como los asentamientos judíos, se hicieron
sabotajes y otras acciones. La administración colonial trajo tropas
de refuerzo y estableció el toque de queda e hizo detenciones
masivas, pero no pudo restablecer el orden.
Los
judíos tomaron represalias a través de la Haganah, fuerza militar
clandestina que se venía formando desde los inicios del Mandato con
la tolerancia británica y actuaron también con fuerzas de la
organización terrorista Irgún Zvei Leumi.
En
octubre de 1936 se puso fin a la huelga gracias a la mediación
solicitada por el gobierno británico de otros gobernantes árabes
cuyos regímenes, por ese entonces, estaban en mayor o menor medida
subordinados a los intereses británicos. Sin embargo, la publicación
del informe con los resultados de la investigación realizada por una
Comisión designada por la potencia mandataria para determinar las
causas de los disturbios provocó la renovación casi inmediata de la
violencia.
En
1937 la comisión presidida por Lord Peel recomienda la división del
país en dos, uno árabe y otro judío. Los palestinos rechazan el
proyecto, los sionistas lo aplauden complacidos. Seguidamente el
gobierno británico, recogiendo las recomendaciones de esta comisión,
publica otro Libro Blanco cuyo texto establece que se ha llegado a
la conclusión de que existe un conflicto irreconciliable entre las
aspiraciones de los árabes y las de los judíos en Palestina que no
se pueden resolver dentro de los términos del actual Mandato, por lo
que un plan de partición, según las líneas generales recomendadas
por la comisión, representa la mejor y más prometedora solución del
punto muerto a que se ha llegado. Los palestinos volvieron a
rechazar esta idea y la rebelión volvió a tomar fuerzas.
Los
sionistas por su parte, reunidos en su XX Congreso, debaten
intensamente el informe de la comisión y Chaim Weizman insta a que
se acepte el plan de partición, pero el congreso dudaba si había
llegado el momento de aceptar un estado judío en tan sólo una parte
de Palestina. Consideraba que era demasiado pronto y que el objetivo
final de ocupar toda Palestina no podría hacerse con una población
judía aun reducida, por lo que era necesario cumplir la misión del
Mandato y aumentar la inmigración. El Congreso se expresó así:
(...) rechaza la afirmación de la Comisión de que el Mandato resulta
inaplicable y exige su cumplimiento. El Congreso ordena al Ejecutivo
que resista cualquier violación de los derechos del pueblo judío
garantizados internacionalmente por la Declaración Balfour y el
Mandato.
El
Congreso declara que el plan de partición presentado por la comisión
es inaceptable.
El
Congreso autoriza al Ejecutivo a iniciar negociaciones con miras a
establecer los términos precisos del gobierno de Su Majestad para el
propuesto establecimiento de un estado judío.
Considerando el rechazo de los sionistas y los palestinos al plan de
partición propuesto, el gobierno británico envía a Palestina una
comisión técnica para examinar la viabilidad de este proyecto, la
que estimó que era inaplicable y expresó reservas sobre cualquier
plan que incluyera tal propuesta, no obstante, estudió dos nuevas
variantes de partición. Al final, pero sólo transitoriamente,
abandonó la idea declarando que:
(...) un nuevo examen ha demostrado que las dificultades políticas,
administrativas y financieras que entraña la propuesta de crear
estados independientes árabe y judío dentro de Palestina, son tan
grandes que esta solución del problema es impracticable.
En
1939 las operaciones militares en gran escala del gobierno británico
contra las guerrillas nacionales palestinas estaban logrando algunos
éxitos utilizando la colaboración de la organización militar judía
Haganah. Al aproximarse el estallido de la II Guerra Mundial, Gran
Bretaña recurrió de nuevo a algunos estados árabes amigos para que
intercedieran en Palestina y después de tres años y medio de lucha,
con un saldo de miles de víctimas, se puso fin a la rebelión.
En
Londres, el gobierno británico había convocado una conferencia con
representantes palestinos, organizaciones judías y gobiernos árabes
que todavía eran muy débiles y dependientes -Arabia Saudita, Egipto,
Iraq, TransJordania y Yemen-, y para buscar formas de solucionar el
conflicto. La reunión en la práctica, se transformó en dos reuniones
paralelas, pues los árabes se negaron a reconocer oficialmente a la
Agencia Judía y al final las propuestas británicas para un acuerdo
fueron rechazadas tanto por los árabes como por los judíos.
Después de la gran rebelión palestina de 1936-1939, que constituye
una de las etapas más dramáticas de la historia de lucha de ese
pueblo, y de los múltiples intentos de negociar una "solución",
quedó clara y definitivamente establecido que no era posible
armonizar la llamada "doble obligación"
preconizada por Churchill, por lo que las autoridades inglesas, en
su sinuosos comportamiento, retomaron la propuesta de la división
del territorio en dos partes, una árabe y otra judía.
Continuando el estilo de ese entonces, los británicos enviaron
varias comisiones a investigar la situación en Palestina y hacer
propuestas. Una de ellas llegó a las siguientes conclusiones:
(...) para los árabes, era evidente el meollo del problema. Era la
Declaración Balfour y su incorporación al Mandato y no otra cosa lo
que aparentemente impedía que alcanzaran un grado de independencia
análogo al que ya estaban disfrutando otras comunidades árabes. Y su
reacción frente a este problema central fue lógica. Repudiaron la
Declaración Balfour. Protestaron contra su incorporación en el
proyecto de Mandato. El pueblo de Palestina decían, no puede aceptar
la creación de un hogar nacional para los judíos en Palestina. Y se
negaron a cooperar en cualquier forma de administración que no fuera
un gobierno nacional responsable ante el pueblo palestino.
(...) Después de examinar éstas y otras pruebas y de estudiar el
curso de los acontecimientos en Palestina desde la guerra, no
tenemos dudas respecto a cuales fueron las causas profundas de los
disturbios del año anterior, a saber:
1)
El deseo de los árabes de lograr la independencia nacional.
2)
El odio y temor que les inspira el establecimiento del Hogar
Nacional Judío.
Estas dos causas nos sugieren los siguientes comentarios:
a)
Han sido las mismas causas profundas que dieron lugar a los
Disturbios de 1920,1921,1929 y 1933.
b)
Estaban, y siempre han estado, indisolublemente vinculadas entre sí.
La Declaración de Balfour y el Mandato en virtud del cual había de
aplicarse, conllevaban la negación de la independencia nacional
desde un principio. El posterior desarrollo del hogar nacional creó
un obstáculo práctico -el único grave- para la ulterior concesión de
la independencia nacional. Se creyó que su futuro crecimiento podría
significar la sujeción política y económica de los árabes a los
judíos, de manera que si, en definitiva el Mandato terminaba y
Palestina se hacía independiente, no sería una independencia
nacional en el sentido árabe, sino la autonomía de una mayoría judía.
c)
Estas fueron las únicas causas "profundas". Todos los demás factores
fueron complementarios y subsidiarios, y agravaron las dos causas o
ayudaron a determinar el momento en que se produjeron los disturbios.
Los colonialistas continuaban "descubriendo", con el envío de sus
comisiones, las evidentes causas del conflicto que ellos habían
creado y del cual desde el mismo comienzo estaban conscientes. La
táctica continuaba siendo ganar tiempo, tratar de tranquilizar a los
árabes y consumar sus bien definidos intereses.
En
el año 1939, el gobierno británico publicó un Libro Blanco en el
cual propuso la terminación del Mandato al cabo de 10 años -con
autorización de una inmigración judía limitada- y la constitución de
un "(...) estado independiente en el cual los árabes y los judíos
deberán compartir el gobierno de tal manera que asegure que se
garantice la salvaguarda de los intereses fundamentales de cada
comunidad".
Este
documento tenía el objetivo de apaciguar la indignación árabe ante
la clara parcialidad de la política británica y atraer el apoyo de
éstos ante el desarrollo de los acontecimientos en Europa,
repitiéndose en otro plano la misma situación de la Primera Guerra
Mundial, cuando trataban de atraer a los árabes contra el Imperio
Otomano. En su contenido proponía además la limitación de la
inmigración judía a 75 000 en los próximos cinco años, después de lo
cual no podrían ingresar más sin la aprobación palestina para que
cuando se otorgara la independencia el nuevo estado tuviera una
población compuesta en sus dos tercios de árabes.
Algunos dirigentes sionistas pensaban, sin embargo, de forma muy
diferente. En 1940 el Sr. Yossef Weitz, dirigente del Fondo Nacional
Judío, había escrito en su diario:
Entre nosotros, debe estar claro que no existe espacio para dos
pueblos en este país (...) no hay otra vía que la transferencia de
los árabes a los países vecinos, el traslado de todos ellos; ninguna
aldea, ninguna tribu debe permanecer aquí.
Esta
misma idea, repetición casi literal del mandato que los más
fanáticos alegan les otorgó Jehová, la pondrían en práctica en 1948
y la mantienen aún.
En
ese mismo año, en un esfuerzo por tratar de disminuir la tensión
política en Palestina, el gobierno británico aplicó algunas de las
ideas recogidas en el Libro Blanco como el Reglamento sobre el
Traspaso de Tierras y el control de inmigración judía, la cual
tendría un tope de 15.000 inmigrantes en los siguientes cinco años,
75.000 en total, para cesar totalmente después, a menos de que los
árabes aceptaran otra propuesta; la compra de tierras por los judíos
quedaba prohibida en algunas áreas y restringida la realización de
obras. Pero los dirigentes sionistas interpretaron estas medidas
como un intento de la Potencia Mandataria de revisar la decisión
plasmada en la Declaración Balfour y respondieron con acciones
terroristas, por primera vez contra las autoridades británicas, e
incrementaron la inmigración ilegal. Por
esta vía se estima que entre 1939 y 1943 llegaron a Palestina más de
20 000 inmigrantes.
A
partir de entonces los líderes sionistas comienzan a mirar hacia un
nuevo aliado y protector, los Estados Unidos de América.
Por
otra parte, los dirigentes árabes también se opusieron a la última
propuesta británica expresando que Palestina se debía convertir en
estado árabe inmediatamente, que no debían entrar más inmigrantes
judíos y que debía ser revisado el estatus de todos los que habían
llegado desde 1918.
Pero
los sionistas, con objetivos muy claros y mejor organización,
continuaron en su ofensiva y como parte de las presiones para que se
permitiera la libre inmigración judía a Palestina, sus
organizaciones terroristas hacen explotar en el puerto de Haifa el
buque Patria, causando la muerte de unos 250 inmigrantes
clandestinos. Algo sospechosamente parecido ocurrió al barco Struma
que se hundió en el Mar Negro en 1942 pereciendo alrededor de 750
inmigrantes judíos.
Desde 1933, con la llegada del fascismo al poder en Alemania y el
inicio de la persecución de los judíos, el problema había tomado
nueva connotación y la presión para que se aceptara la emigración
judía a Palestina crecía en todas partes. Por diferentes razones
confluían los intereses de los sionistas y de los que ejecutaban la
criminal política antijudías. Hubo acusaciones, desde esa época,
sobre acuerdos secretos entre la Agencia Judía y las, autoridades
nazis para promover en esos años la emigración ilegal judía de
Europa a Palestina.
Con
el estallido de la Segunda Guerra Mundial la situación en Palestina
había llegado a un punto decisivo. La interesada posición
colonialista de la Potencia Mandataria había creado un explosivo
conflicto para el cual no ofrecía solución justa y la propia
Sociedad de Naciones había demostrado ser incapaz de desempeñar un
papel eficaz para evitar el empeoramiento de la situación, no ya
para resolverla.
La
Agencia Judía, convertida en "cuasi gobierno" de la comunidad judía
en Palestina, declaró su apoyo a las potencias aliadas y lo mismo
hicieron una parte de los dirigentes árabes palestinos. Sin embargo,
el influyente Gran Mufti de Jerusalén Arnín al Husseini –máxima
autoridad religiosa y principal autoridad palestina- y algunos otros
dirigentes árabes de la época, enfrentados con el gobierno británico
por haber traicionado la promesa de otorgarles la independencia
cuando pelearon al lado de ellos contra el Imperio Otomano en la
Primera Guerra Mundial y por el hecho de haber facilitado la
creación del "Hogar Nacional Judío", manifestaron sus simpatías
ahora hacia las potencias del Eje, que en la primera etapa de la
guerra tenían la iniciativa y derrotaban en varios frentes a Francia
e Inglaterra y proclamaban abiertamente el
desplazamientos de éstos como potencias coloniales en el Medio
Oriente. Aunque existían esperanzas de que se pusiera fin a la
dominación colonial británica, pocos simpatizaban con el pensamiento
fascista.
Amín
al Husseini había viajado primero a Italia y después a Alemania al
comienzo de la Segunda Guerra Mundial y desde allí transmitía por
radio hacia Palestina y los países árabes exigiendo la salida del
poder colonial británico de la región.
En
Palestina, aunque los sionistas continuaron avanzando en sus
posiciones, la violencia disminuyó. Se formaron batallones judíos y
árabes y especialmente los primeros, debido a las simpatías del
poder colonial, llegaron a constituir una fuerza militar
relativamente poderosa que desempeñaría un importante papel
posteriormente.
En
mayo de 1942, el Comité Ejecutivo de la Agencia Judía junto a la
Dirección de la Organización Sionista Mundial y con la asistencia de
los más prominentes dirigentes sionistas -Chaim Weizman, que sería
el primer presidente del estado judío; David Ben Gurión, que
presidiría el primer gobierno; y Nahum Goldman, principal dirigente
de los sionistas norteamericanos- reunidos en el hotel Bfltmore, en
New York, rechazó el Libro Blanco británico de 1939. La Declaración
de la Conferencia, conocida como "Programa de Bfltmore", da a
conocer oficialmente el antiguo objetivo sionista de fundar un
estado judío en Palestina mediante la inmigración ilimitada:
La
Conferencia afirma su negativa a aceptar en modo alguno el Libro
Blanco de mayo de 1939 y niega la validez moral o jurídica de éste.
El
Libro Blanco trata de limitar y de hecho anular los derechos judíos
a la inmigración y el asentamiento en Palestina y como afirmó el Sr.
Churchill en la Cámara de los Comunes en mayo de 1939, constituye
una violación y repudio de la Declaración de Balfour.
La
Conferencia insta a que se abran las puertas de Palestina, a que
otorgue a la Agencia Judía el control de la inmigración en Palestina
con la autoridad necesaria para construir el país, incluso el
aprovechamiento de sus tierras desocupadas y no cultivadas y a que
Palestina se constituya en mancomunidad judía integrada en la
estructura del nuevo mundo democrático.
Winston Churchill aprueba esta propuesta y reafirma lo que había
estado propiciando desde hacía años: "está a favor de la creación
del estado judío".
Con
el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial la violencia disminuiría
aunque no cesaría en Palestina, observándose un cierto
apaciguamiento de la actividad política, pero la inmigración judía,
tanto legal como ilegal, continuó. El gobierno británico estableció
consultas con el gobierno de los Estados Unidos de América y
consideró varias alternativas, pero ninguna de ellas resultó
factible.
Los
crímenes cometidos por los nazis contra los judíos y su persecución
en Europa-lo cual hicieron también contra comunistas, gitanos y
patriotas de diversas ideologías y creencias- le había dado otro
carácter al conflicto y agregaría un factor de extrema importancia y
un sentimiento favorable a éstos en la comunidad internacional.
Estos acontecimientos serían decisivos para el posterior
establecimiento del estado de Israel en Palestina. A partir de
entonces, y con mucha más fuerza que antes, los sionistas
utilizarían los hechos y los sentimientos que se habían creado en la
opinión pública para acusar de antisemitas a muchos que se opondrían
a su proyecto de apropiarse de Palestina y desplazar a los árabes
que allí habían vivido desde tiempos inmemoriales.
En
el año 1943 ya había unos 549.000 judíos en Palestina y Gran Bretaña
autoriza la entrada de otros 32.000 más.
En
ese mismo año, el dirigente de la Organización Sionista Mundial,
Chaim Weizman, se entrevista con el presidente estadounidense
Franklin Delano Roosevelt, quien mostró conformidad con sus planes.
Los vínculos entre la dirección sionista y destacados representantes
del capital financiero norteamericano, se habían establecido desde
finales de la década del 20 y comienzos del 30, pero fue a partir
del inicio de la Segunda Guerra Mundial y durante el desarrollo de
ésta, que los dirigentes judíos pusieron sus miras en Estados Unidos
como potencia que ya superaba a Gran Bretaña al frente del mundo
capitalista y comenzaron a ganar presencia
e influencia en ese país.
El
nexo de los sionistas con el gobierno de los Estados Unidos de
América se acentuó especialmente durante el gobierno de Harry S.
Truman, período en que se produce la mayor vinculación de la
política norteamericana con los intereses sionistas. En 1944 los
partidos Republicano y Demócrata ya se disputaban los favores de los
judíos.
La
actividad de sus organizaciones en los Estados Unidos creció y se
intensificó extraordinariamente. La Organización Sionista
Norteamericana, con fuerte apoyo del capital judío en ese país e
importante penetración e influencia en las esferas de poder -gobierno,
prensa, poder legislativo, instituciones culturales y científicas,
etc.- desempeñó un importante papel en la organización y resultados
de la Conferencia de la Organización Sionista Mundial celebrada en
el hotel Biltmore de New York en 1942, que fue el acontecimiento que
marcó el paso de la alianza principal de los sionistas de Gran
Bretaña hacia Estados Unidos. Para ese entonces había comenzado a
sentirse por primera vez, la importancia del lobby judío, pues
decenas de miles de judíos alemanes y europeos que habían emigrado a
Estados Unidos huyendo del fascismo, estaban escalando posiciones en
los medios masivos, las actividades culturales y en los medios
científicos y financieros.
En
el período de 1942-1943, comenzaban a introducirse también en
posiciones políticas influyentes y el centro de la actividad
política de sus organizaciones pasó de Londres hacia New York.
Especialmente en el Congreso norteamericano, los sionistas habían
ganado considerable influencia y ya contaban con mayoría a su favor.
En
1944, 77 senadores y 318 representantes podían ser considerados como
prosionistas.
Los
principales líderes sionistas, Ben Gurión, Weizman y Goldman,
consideraban que los británicos, debido al interés en mantener
relaciones privilegiadas con los regímenes árabes, dudaban en
cumplir con su promesa de propiciar la concreción del estado judío y
ya ponían abiertamente sus esperanzas en los Estados Unidos como la
potencia que, sin pasado colonial en el Medio Oriente, podría
facilitarles sus objetivos, por lo que en esa época ordenaron
realizar acciones de hostigamiento contra los británicos en
Palestina como reacción a la decisión de éstos de limitar la
inmigración mientras que desde el gobierno de Estados Unidos se
presionaba a los ingleses para que ésta se abriera libremente.
Las
organizaciones sionistas continuaban su actuación en Palestina y
especialmente intensificaban su campaña a favor de la mayor
emigración apelando a cualquier método. Considerando las señales de
que el final de los fascistas se acercaba, en 1944 se incrementó la
ola de acciones de sabotajes contra la administración británica y
especialmente contra aquellos que se oponían a los planes de
emigración. El 6 de noviembre de 1944, como parte de estas
actividades, dos pistoleros judíos de la banda Stern, asesinaron al
Secretario de Estado Británico, Lord Moyne en El Cairo, lo que se
consideró una venganza por la política que éste practicaba de
oponerse a la emigración y porque en 1942 había declarado que "los
judíos no eran descendientes de los antiguos hebreos y no tenían
derecho a reclamar la Tierra Santa".
En
1944, los británicos, como parte de su política colonial, para
mantener su influencia en la región y tratando de complacer a las
demandas de sus aliados árabes, habían accedido a la creación de un
organismo regional y después de varias negociaciones, en octubre de
ese año se firma el Protocolo de
Alejandría mediante el cual se fundó la Liga Árabe. Los gobiernos
que la integraron era muy dependientes, recién salidos de la
dominación colonial y todavía bajo gran influencia de ésta: los
reinos hachemitas de Iraq y TransJordania, el reino wahabita de
Arabia Saudita, el reino egipcio de Farouk, más los regímenes
conservadores establecidos en Siria y Líbano.
Con
ese panorama en la filas árabes que en 1945, justamente en los días
en que finaliza la Segunda Guerra Mundial, la Organización Sionista
presenta sus exigencias al gobierno británico en un programa que se
resume en lo siguiente:
1)
Que se anunciara una decisión inmediata de constituir a Palestina en
estado judío.
2)
Que se otorgara a la Agencia Judía toda la autoridad necesaria para
llevar a Palestina a tantos judíos como juzgara necesario y posible
para aprovechar, completa y rápidamente todos los recursos del país,
especialmente la tierra y los recursos energéticos.
3)
Que se concediera un préstamo internacional y otro tipo de ayuda
para el traslado del primer millón de judíos a Palestina y para el
desarrollo económico del país.
4)
Que Alemania otorgara reparaciones en especie al pueblo judío para
la construcción de Palestina y que como primera cuota se utilizaran
todos los bienes alemanes en Palestina para el reasentamiento de
judíos de Europa.
5)
Que se facilitaran servicios internacionales para la salida y
tránsito de todos los judíos que quisieran establecerse en Palestina.
Contando a su favor con el sentimiento de simpatía internacional que
había provocado la política del nazifascismo, las organizaciones
sionistas presionaron a fondo. El gobierno británico atrapado en un
conflicto que había creado actuando por intereses colonialistas y
con
sus
propias decisiones contradictorias, dudó. El gobierno norteamericano
se compromete oficialmente y el presidente Truman envía una carta
instando a las autoridades inglesas a abrir las puertas de Palestina
a otros 100.000 judíos europeos sin hogar.
En
1946 es integrado un Comité Anglo-Norteamericano para estudiar la
situación en Palestina y hacer recomendaciones, el que publica su
informe en abril señalando que en la práctica ya existe un estado no
territorial judío con sus propios órganos ejecutivos y legislativos
y unas fuerzas armadas "ilegales" de considerable importancia.
El
Comité rechazó la idea de declarar en fecha próxima la independencia
de Palestina, dividida o unificada, considerando que la hostilidad
entre los árabes palestinos y los judíos "tendría por efecto una
guerra civil que podría amenazar la paz en el mundo" y realizó una
declaración salomónica diciendo que "los judíos no dominarán a los
árabes en Palestina y que Palestina no será ni un estado judío, ni
un estado árabe".
Como
medidas inmediatas recomendó la abrogación del Reglamento sobre el
traspaso de tierras de 1940, a fin de permitir la libre
transferencia de tierras y el suministro inmediato de 100.000
certificados de inmigración a las víctimas de la persecución nazi.
Apeló igualmente a la supresión del
terrorismo y llamó a la Agencia Judía a que cooperara con este
propósito. Tales medidas continuaban en la línea de beneficiar las
aspiraciones sionistas y el presidente de Estados Unidos emitió una
declaración expresando su satisfacción por las propuestas.
Con
el crecimiento de los inmigrantes, ya en 1946 habitaban en Palestina
608.000 judíos junto a 1.237.000 árabes palestinos, sin embargo,
sólo un 8 % de la tierra estaba en manos de los judíos y el 92 %
pertenecía a los palestinos.
Los
judíos habían salido de la Segunda Guerra Mundial contando con una
gran simpatía internacional, incluso ciertas corrientes socialistas
dentro de ellos en los años 40, como la organización de los kibutz -especie
de granjas colectivas- habían atraído el apoyo de la Unión
Soviética hacia la idea de crear el estado judío y Moscú sería
posteriormente uno de los primeros en reconocerlo, junto a Estados
Unidos. El Partido MAPAI, que dirigió Golda Meir era el "Partido de
los Trabajadores por la Tierra de Israel" e integró posteriormente
la Internacional Socialista.
Por
otra parte, es innegable que la persecución de los judíos por el
fascismo y los crímenes que conformaron el llamado holocausto,
contribuyeron a promover el ideal sionista y a eliminar los
cuestionamientos que existían entre importantes sectores judíos
sobre estas ideas. A partir de entonces se fortaleció notablemente
el sentimiento unitario entre las distintas comunidades judías y se
extendió entre ellos una fuerte actitud ideológica basada en los
principios sionistas.
Además de contar con una importante ayuda y apoyo internacional, los
judíos poseían una situación militar mucho más favorable que los
árabes. El Comité Anglo-Norteamericano que investigó sobre el
terreno determinó que los sionistas poseían la siguiente fuerza
militar: La Haganah, que era dirigida por la Agencia Judía, estaba
completamente organizada bajo control central y con mandos
territoriales subsidiarios, constaba de una especie de milicia
compuesta por colonos y ciudadanos de unos 40.000 efectivos, muchos
de ellos con experiencia militar adquirida en la Legión Judía de la
Primera Guerra Mundial o en la Brigada Judía durante la Segunda; un
ejército de campaña basado en la policía de los asentamientos judíos
y capacitados para operaciones de mayor movilidad, cuyos efectivos
se calculaban en unos 16.000, y una fuerza permanente (Palmach)
constantemente movilizada y provista de
transporte, cuyos miembros se estimaban en 2.000 en tiempos de paz y
aproximadamente 6.000 en tiempos de guerra.
Aparte de la Haganah, existían otras dos organizaciones armadas "ilegales",
el Irgun Zvei Leumi, formada en 1935 por miembros disidentes de la
Haganah, integrada por entre 3.000 a 5.000 efectivos y funcionaba
bajo su propio mando secreto, y el grupo Stern, que se había
separado de Irgún y reunía entre 200 y 300 efectivos. Los judíos
además habían desarrollado en Palestina cierta capacidad industrial
militar para la producción de armamento liviano y equipos, el cual
habían estado suministrando a las tropas británicas durante la
guerra. Como muchos emigrantes provenían
de países más desarrollados cultural y tecnológicamente, poseían
entrenamiento, capacidad y habilidad más avanzada. Al finalizar la
guerra los judíos contaban con una especie de cuerpo de ejército que,
con la experiencia adquirida durante la Segunda Guerra Mundial,
estaba entrenada y fogueada en técnicas modernas de combate, miles
de soldados y oficiales conocían el uso de blindados, artillería y
aviación, lo cual les daba amplia superioridad sobre palestinos y
árabes. La Brigada Judía estuvo comandada por un oficial británico
que era activo sionista, el mayor general Orde Wingate, quien
durante la rebelión palestina de los años treinta dirigió las "brigadas
especiales nocturnas" -especie de escuadrones de la muerte de la
época- que integradas por soldados británicos y miembros de la
Haganah combatían a los patriotas palestinos.
En
cambio los palestinos, que lejos de contar con el apoyo británico
debieron enfrentar la hostilidad de éstos, no pudieron nunca
desarrollar una importante fuerza militar organizada y se
encontraban en total desventaja frente a los sionistas.
Valiéndose de su superioridad, los sionistas llevaron a cabo una
intensa campaña terrorista durante los años 1946 y 1947 con el
objetivo de intimidar a la población árabe y presionar a la
administración británica para que accediera a sus demandas. El 22 de
julio de 1946 una explosión destruyó un ala del Hotel King David en
Jerusalén, donde se encontraban las oficinas de la Secretaría de
Gobierno y parte de la comandancia militar, murieron 86 funcionarios
públicos, árabes, judíos y británicos. Después es secuestrado un
juez y varios oficiales ingleses. Es saboteado el sistema
ferroviario y unas instalaciones petroleras en Haifa y la voladura
de un club de oficiales británicos ocasiona numerosas muertes.
La
campaña de terror contra árabes palestinos y británicos alcanzó tal
magnitud que Churchill, a la sazón Primer Ministro y enérgico
defensor de los objetivos sionistas, se vio obligado a declarar que:
(...) si nuestras ilusiones respecto del sionismo han de terminar en
el humo de las pistolas de los asesinos y nuestros afanes por su
futuro han de dar origen a un nuevo grupo de pistoleros dignos de la
Alemania nazi, muchos como yo tendrán que recapacitar sobre la
posición que hemos mantenido con tanta constancia y durante tanto
tiempo.
Esta
declaración constituyó también un reconocimiento muy claro de cuál
había sido la política de Imperio Británico hasta ese momento.
En
septiembre de 1946 los gobiernos británico y norteamericano convocan
a dirigentes de gobiernos árabes a una Conferencia en Londres para
examinar el problema palestino, la que se celebra sin la
participación de palestinos y judíos y finaliza en febrero de 1947.
Los gobernantes árabes hicieron las siguientes propuestas:
a)
Crear un estado unitario con mayoría árabe permanente, dándole la
independencia en un período de dos o tres años al terminar el
Mandato Británico.
b)
Dentro de este estado, los judíos que tuvieran 10 años de residencia
obtendrían la ciudadanía palestina con derechos civiles plenos.
c)
Se establecerían salvaguardas especiales para proteger los derechos
religiosos y culturales de la comunidad judía.
d)
La comunidad judía tendría derecho a ocupar escaños en la Asamblea
Legislativa en número proporcional a la cantidad de ciudadanos
judíos, sin llegar a exceder un tercio del total de miembros de la
Asamblea.
e)
Toda legislación relativa a la inmigración y el traspase de tierras
requeriría el consentimiento de los árabes de Palestina expresado
por la mayoría de los miembros árabes de la Asamblea Legislativa; y
sólo podrían alterarse las salvaguardas entabladas para la comunidad
judía con el consentimiento de la mayoría de los miembros judíos de
la Asamblea Legislativa.
El
gobierno británico presentó sus propias propuestas a los
representantes árabes y a la Agencia Judía con la que ya había
entablado negociaciones oficiosas. Ambos bandos las rechazaron.
La
Organización Sionista, fortalecida con la nueva ola de inmigrantes y
con fuerzas militares bien preparadas y pertrechadas, contando con
un poderoso apoyo extranjero, no estaba dispuesta a perder la
oportunidad de obtener su antiguo objetivo que ya veía muy cerca,
constituir el estado judío en Palestina.
Los
árabes palestinos, en condiciones desventajosas y contando sólo con
el apoyo de los otros pueblos árabes y algunos gobiernos de la
región, que por ese tiempo eran muy débiles y dependientes, estaban
decididos a defender y conservar su país, pero los acontecimientos
iban en su contra.
Con
el fracaso de la Conferencia de Londres el estancamiento se hizo
total y la violencia en gran escala se hizo inminente. Gran Bretaña
no encontró otro camino que declararse incapaz de solucionar o
controlar la situación y decidió abandonar su función mandataria y
trasladar el problema de Palestina, creado durante tres décadas por
la Declaración Balfour y por el Mandato, a la recién nacida
Organización de Naciones Unidas.
El
18 de febrero 1947, el Ministro de Relaciones Exteriores declaró en
la Cámara de los Comunes:
El
gobierno de Su Majestad (...) se ha visto enfrentado con un
conflicto de principios irreconciliables. En Palestina hay
aproximadamente 1 millón 100.000 árabes y 600.000 judíos.
Para
los judíos, la cuestión de principio fundamental es la creación de
un estado judío soberano. Para los árabes, la cuestión fundamental
es oponerse hasta el fin al establecimiento de la soberanía judía en
cualquier parte de Palestina. Las conversaciones del último mes han
demostrado claramente que no hay perspectivas de resolver este
conflicto mediante un arreglo negociado entre las partes.
Ahora bien, si el conflicto ha de resolverse mediante una decisión
arbitraria, no se trata de una decisión que el gobierno de Su
Majestad tenga facultades para adoptar como mandatario.
El
gobierno de Su Majestad no tiene por sí solo, en virtud de los
términos del Mandato, el poder de otorgar el país a los árabes o a
los judíos, o de dividirlo entre ellos.
En
estas circunstancias, hemos decidido que no podemos aceptar el plan
propuesto por los árabes o por los judíos y que tampoco podemos
imponer una solución propia. Por ello, hemos llegado a la conclusión
de que el único camino que podemos seguir es el de someter el
problema al juicio de las Naciones Unidas.
En
abril de 1947 sesiona el Primer Período Extraordinario de la
Asamblea General de la ONU para examinar la cuestión palestina,
remitiéndose el asunto a la Primera Comisión que decidió crear la
Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina –UNSCOP por
sus siglas en inglés-, cuya misión, en términos generales, sería la
preparación de un informe para la Asamblea General y someter a ésta
las propuestas que considerara adecuadas para la solución del
problema. La Comisión se reunió posteriormente con representantes de
los estados integrantes de la Liga Árabe en el Líbano, permaneció
cinco semanas en Palestina y luego visitó los campamentos de
refugiados judíos en Alemania y Austria. Después de tres meses de
trabajo, no encontró unanimidad en sus miembros respecto a los
problemas esenciales. La mayoría de ellos -Canadá, Checoslovaquia,
Guatemala, Países Bajos, Perú, Suecia y Uruguay- recomendaban la
partición de Palestina en dos estados separados e independientes
desde el punto de vista político, pero que administrarían una
economía unificada, Jerusalén sería una ciudad internacional con un
régimen especial. La minoría -India, Irán y Yugoslavia- proponía el
establecimiento de una Palestina independiente como estado federado
con Jerusalén como capital.
-Australia no apoyaba ninguna de las dos propuestas-. La Comisión sí
logró acuerdo unánime al recomendar que:
-El
Mandato sobre Palestina termine en la fecha más próxima posible.
-Se
conceda la independencia a Palestina en la fecha más próxima posible.
-Se
haga responsable ante las Naciones Unidas, durante un período de
transición, a la autoridad encargada de la tarea administrar
Palestina y de prepararla para la independencia.
-La
Asamblea General emprenda inmediatamente la iniciación y ejecución
de un acuerdo internacional mediante el cual, el problema de los
judíos europeos necesitados - de ellos aproximadamente 250.000 están
en centros de reunión-, sea abordado como asunto de extrema urgencia
para el alivio de su penosa situación y del problema de Palestina.
En
estas circunstancias los dirigentes sionistas trataron de atraer la
complicidad del Rey Abdullah de TransJordania conociendo las
ambiciones de éste por posesionarse también de partes del territorio
palestino en su proyecto de constituir el gran reino árabe que los
británicos habían prometido a su padre
durante la Primera Guerra Mundial. En 1946 Gran Bretaña ya le había
otorgado la independencia a TransJordania, aunque el comando de la
Legión Árabe, sus fuerzas armadas y otros resortes del poder,
permanecían realmente en sus manos. Golda Meir, en ese entonces
dirigente de la Agencia Judía, se entrevista secretamente con el rey
y éste acepta que se constituya un estado judío en una parte de
Palestina sobre la base de que Jordania se anexe el resto, de que se
le otorgue importante ayuda económica y de que los dirigentes
sionistas ejerzan su influencia para que los Estados Unidos
reconozcan el Reino. El rey Abdullah [4]
realmente había iniciado sus contactos con los dirigentes sionistas
desde principios de los años 30 con el propósito de llegar a
acuerdos sobre la repartición del territorio, lo cual le había
ganado también el resquemor de dirigentes palestinos.
Pocas semanas después, el 29 de noviembre del propio año 1947,
durante las sesiones del Segundo Período de la Asamblea General de
la Organización de las Naciones Unidas, la Comisión Ad Hoc encargada
de estudiar el asunto de Palestina, propuso el Plan de Partición de
Palestina que fue aprobado por la Resolución 181 (II). La
votación fue de 33 países a favor, 13 en contra -entre ellos Cuba-,
y 10 abstenciones.
La
Resolución recomendaba "al Reino Unido como Potencia Mandataria en
Palestina y a todos los demás miembros de la ONU, la aprobación y
aplicación del futuro gobierno de Palestina, del Plan de Partición
con Unión Económica (...)" y pedía al Consejo de Seguridad que
adoptara "las medidas necesarias previstas en el Plan para la
ejecución del mismo".
Palestina debía dividirse en un estado judío y un Estado árabe,
cuyos nombres no se especificaban. Gran Bretaña debía retirarse
antes del 1ro. de agosto de 1948. En ningún caso después del 1ro. de
febrero de 1948, Inglaterra pondría a disposición del estado judío
una zona que incluyera un puerto de mar para facilitar una
emigración considerable.
Durante el período de transición que comenzaría inmediatamente, las
Naciones Unidas se harían cargo progresivamente de la administración
de todo el territorio, que se ejercería por intermedio de una
Comisión y el poder se traspasaría a los estados el día de la
independencia amas tardar el 1ro. de
octubre de 1948. Los dos estados estarían asociados en una Unión
Económica.
El
territorio de Palestina se dividió en ocho partes. Tres se asignaron
al estado judío y tres al estado árabe. La séptima porción, Jaffa,
constituiría un enclave palestino en territorio judío y la otra
parte correspondería a Jerusalén, ciudad que quedaría bajo un
régimen internacional especial con un Consejo de Administración
Fiduciaria durante un período inicial de 10 años, al cabo de los
cuales el Consejo volvería a examinar el Plan y los residentes de la
ciudad tendrían entonces toda libertad para expresar mediante un
plebiscito, sus deseos acerca de las posibles modificaciones del
régimen de la ciudad. Varias precisiones se hacían para salvaguardar
los monumentos y lugares religiosos de la ciudad.
Jerusalén de por sí presentaba una situación muy complicada debido a
la importancia que le otorgaban -y le otorgan- las tres grandes
religiones monoteístas. Los judíos consideraban que fue allí donde
el patriarca Jacob tuvo la visión de los ángeles ascendiendo y
descendiendo del cielo, donde se construyó por Salomón el Primer
Templo y se reconstruyó después el segundo hasta su destrucción por
Titus en el año 70 n.e, y donde ellos consideran que permanece, como
remanente de éste, el Muro de las Lamentaciones. Los cristianos por
su parte, estiman la ciudad como el escenario de los últimos días de
Cristo y allí se mantienen los más importantes santuarios de su
crucifixión y sepulcro. Y para los musulmanes es la sede de la Plaza
de las Mezquitas, donde está la roca con la huella de la partida del
Arcángel Gabriel y Mohamed hacia el cielo, por lo que fue la primera
ciudad, aun antes que la Meca y durante los primeros años del
islamismo, hacia donde los fieles miraban para hacer sus rezos.
La
fragmentación del territorio que se proponía en el Plan de Partición
tenía por objeto asegurar que el estado judío abarcara la mayor
cantidad de judíos y reducir al mínimo el número de éstos –estimado
en unos 10.000- que quedarían en el estado árabe. Sin embargo,
dentro de las frontera del estado judío quedaría una cantidad
considerable de palestinos -unos 497.000- aproximadamente igual
cifra que los que compondrían el Estado judío en ese mismo
territorio. En la parte del propuesto estado árabe, habría unos
725.000 palestinos y 10.000 judíos.
Cuando se aprueba el Plan de Partición de Palestina los judíos eran
propietarios sólo del 7-8 % de la tierra, pero la Resolución 181 les
asignaba, para constituir el estado judío, el 56 % de todo el país.
La población judía sin embargo era aproximadamente un tercio del
total.
Los
árabes rechazaron la repartición argumentando que ésta se hacía en
contra de la voluntad de la mayoría de los habitantes y violaba la
Carta de la ONU, el derecho a la autodeterminación y la práctica del
derecho internacional. Alegaban, además, que los judíos iban a
gobernar un estado que era árabe en un 50% y en el cual ellos
poseían más del 90% de la tierra. Las demandas de los árabes para
que se efectuara un plebiscito y para que la Corte Internacional de
Justicia decidiera sobre la competencia de la ONU para repartir el
territorio, fueron ignoradas.
El
delegado de Cuba [5], al explicar su
oposición al plan de partición, pronuncia un discurso el 28 de
noviembre ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, que puede
considerarse histórico por la contundencia de sus argumentos:
"Señor
Presidente y Señores Delegados:
"De
modo muy breve deseamos exponer las razones por las cuales la
Delegación de Cuba se ve obligada a votar en contra del plan de
partición de Palestina por la Comisión Ad Hoc.
"Hemos
seguido con interés los debates, analizando los argumentos de unos y
otros, a fin de llegar a la conclusión que nos pareciera más justa.
Cuba ha demostrado su simpatía hacia los hebreos y el aprecio por
sus cualidades, pues ha admitido en su territorio a miles de ellos,
que hoy viven entre nosotros libres y tranquilamente, sin
discriminaciones ni prejuicios, pero no podemos aquí votar conforme
a sus deseos, porque consideramos que la partición de Palestina es
contraria al derecho y a la justicia. En primer término, la base
inicial de toda reclamación es la Declaración Balfour, causante de
todo el problema que hoy tenemos ante nosotros; y la Declaración
Balfour, a juicio nuestro, carece por completo de valor legal, pues
el gobierno británico ofreció en ella una cosa de la cual no tenía
derecho a disponer, porque no era suya. Mas, aceptando su validez,
lo que ahora quiere hacerse va mucho mas allá de sus términos, pues
ella prometió a los hebreos un "Hogar Nacional" en Palestina,
dejando a salvo los derechos civiles de la población árabe, pero no
ofreció un Estado Libre, cuya creación forzosamente afectará esos
derechos que se trató de salvaguardar.
"Es
también contraria a derecho la partición si nos atenemos al mandato
conferido por la Liga de las Naciones. Cabría preguntar si la Liga
de las Naciones podía, en justicia, hacer lo que hizo, o sea,
ordenar el establecimiento de un Hogar Nacional Judío, con las
graves consecuencias demográficas y políticas que han tenido, en una
tierra ajena sin el consentimiento de sus habitantes.
"Pero
aun admitiendo lo hecho, la partición que estudiamos va contra los
términos de ese mandato, que su Art. 6to. ordenó que no fueran
afectados los derechos y la posición de la población no hebrea de
Palestina, y mal puede sostenerse que esos derechos no resultan
perjudicados cuando va a arrebatarse a los nativos más de la mitad
de su territorio y varios cientos de miles de árabes quedarán
sometidos al gobierno hebreo y colocados en una situación
subordinada allí donde antes eran dueños.
"En
tercer lugar, el proyecto es también contrario a derecho, a nuestro
juicio, porque va contra la libre determinación de los pueblos, que
era principio esencial del Pacto de la Liga, aquí se está
disponiendo de la suerte de una nación, privándola de su suelo
nacional, del suelo que ha tenido durante muchos siglos, sin que se
haya consultado para conocer su opinión. Y si del Pacto de la Liga
pasamos a la Carta de las Naciones Unidas, encontraremos que va a
cometerse idéntica violación, porque el principio de la libre
determinación de los pueblos se encuentra reconocido en el párrafo
2do. del Art. 1ro. con carácter general, y reiterado en el párrafo
(b) del Art. 76 para los pueblos no autónomos al decir que la
administración fiduciaria (equivalente al mandato de la Liga) deberá
tener en cuenta "Los deseos libremente expresados de los pueblos
interesados".
"No
nos convence el argumento, dicho por alguno, de que Palestina no es
un Estado y, por tanto, no tiene el carácter de sujeto de Derecho
Internacional, pues, en todo caso, esos preceptos no hablan de
Estados, sino de pueblos, y no cabe duda de que el palestino lo es.
"Hemos
proclamado solemnemente el principio de la libre determinación de
los pueblos, pero con gran alarma vemos que cuando ha llegado el
momento de aplicarlo, nos olvidamos de él.
"Tal
sistema nos parece funesto. La Delegación de Cuba está firmemente
convencida de que la paz verdadera y el mundo de justicia de que
tanto hablaron los líderes de la Segunda Guerra mundial, no dependen
de que ciertos principios fundamentales se inscriban en las
convenciones y tratados y allí queden como letra muerta, sino de que
llegado el instante oportuno, se cumplan por todos y para todos,
grandes y pequeños, débiles o fuertes.
"¿Por
qué no se ha procedido de modo democrático en este caso consultando
la voluntad de todo el pueblo de Palestina? ¿Es que se ha temido que
el resultado de la consulta fuera contrario a lo que de todas
maneras se quería hacer? Y si esto es así ¿Dónde están los
principios y donde la democracia que continuamente invocamos? No
terminan ahí nuestras dudas legales. En el curso del debate, se han
impugnado las facultades de la Asamblea para acordar la partición.
Se ha contestado que, conforme a los Arts. 10 y 11 de la Carta, la
Asamblea puede hacer recomendaciones sobre todo problema que esté
dentro de los límites de ese documento o que se relacione con el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. Sin discutir
ahora si el problema de Palestina está dentro de esos límites o si
constituye una amenaza para la paz internacional, no podemos dejar
de advertir que una cosa es hacer una recomendación y otra muy
diversa es adoptar un plan que afecta la integridad territorial de
un pueblo que su posición jurídica y política, y encomendar la
ejecución del proyecto a una Comisión de la propia Asamblea.
"Tampoco
nos parece que pueda sostenerse que ese proyecto es una mera
recomendación, pues toda recomendación lleva implícita la
posibilidad de que no sea aceptada y el plan aprobado tiene, sin
duda alguna, carácter coactivo, como lo prueba el hecho de que, por
una de sus disposiciones, será considerada
como amenaza o violación de la paz o acto de agresión, conforme al
Art. 39 de la Carta, "cualquier tentativa de alterar por la fuerza
el arreglo contemplado en la resolución". Se trata, pues, de algo
que se impone por la fuerza, no de una
mera recomendación, y como este, ajuicio nuestro, infringe la Carta,
no podemos votar a favor del proyecto.
"Porque
teníamos todas esas dudas legales, fue que votamos en la Comisión a
favor de que previamente se consultara a la Corte Internacional de
Justicia, para que pudiéramos avanzar sobre terreno firme. La
consulta fue rechazada por la mayoría, lo que consideramos un error
no justificado por la demora que ella hubiera causado, pues más
valía haber esperado unos meses que lanzarnos a una acción que
tantas dudas ofrece, aparte de que la negativa de acudir a la Corte
pudiera dar la impresión de que la Asamblea rehusó buscar soluciones
conforme al derecho. Por otro lado, consideramos que el proyecto es,
además, injusto.
"El
pueblo árabe ha tenido ininterrumpidamente durante muchos siglos, el
territorio de Palestina, y por los datos oficiales que se nos han
presentado, al terminar la Primera Guerra Mundial constituía casi el
90% de toda la población del país. Por medio del Reino Unido, como
potencia mandataria, y el cumplimiento de lo resuelto por la
Liga, abrió sus puertas a una inmigración extranjera, ofreciéndole
un lugar en que pudiera vivir y desenvolver su existencia conforme a
sus deseos, con libertad religiosa y sin discriminaciones
humillantes, y ahora esos individuos pagan la generosa hospitalidad
de quienes les acogieron quitándoles por la fuerza la mitad de su
suelo natal.
"Hemos
dicho inmigración extranjera de modo consistente, pues con todo
respeto hacia la opinión de los hebreos, ellos son, a juicio nuestro,
extranjeros en la tierra de Palestina. En efecto, durante los
debates de la Comisión se adujeron datos para probar que los
antepasados de un gran número de los
hebreos que ya han ido o que aun quieren ir a Palestina jamás
estuvieron en esa región; pero aun en el caso de que los remotos
antecesores de todos ellos hubieran nacido allí, es indudable que
abandonaron dicha tierra hace tanto tiempo, para establecerse en
otros países, que sus descendientes han dejado de pertenecer a
Palestina, del mismo modo que nosotros, hombres de América, nacidos
de emigrantes que vinieron de todos los rincones de la Tierra, no
podemos considerarnos con ningún derecho a la patria de nuestros
padres en el viejo continente.
"El
íntimo y ferviente anhelo de los hebreos de volver a Palestina, tal
vez por tradición, tal vez por razones místicas u obsesión religiosa,
es algo que puede tener toda nuestra consideración y simpatía
sentimental, pero no constituye, en nuestra opinión, un título para
que se les entregue lo que no les pertenece, mucho menos si para
ello hay que despojar por la fuerza a otro con más derecho.
"Asimismo
consideramos injusto el proyecto, porque es la imposición del
criterio de una minoría sobre una mayoría enorme, en contra de un
principio cardinal de la democracia. En el caso actual, esa minoría,
no queriendo someterse al criterio de los más, pretende poner casa
aparte, pero llevándose una porción del territorio del pueblo que lo
admitió en su seno.
"Hay
otro aspecto que solo quiero mencionar, dejando al futuro la tarea
de probar sus graves consecuencias: el plan de partición de
Palestina implica el establecimiento por esta Asamblea del principio
de que toda minoría racial, o de otra índole, pueda pedir su
separación de la comunidad política de la cual forma parte.
"Como ya expresó el Jefe de nuestra Delegación ante la Comisión,
Cuba, no hace muchos años, corrió el peligro de perder una parte de
su territorio como consecuencia de una inmigración norteamericana en
la Isla de Pinos.
"Por
fortuna nuestra y para honra del gobierno de los Estados Unidos,
aquella tentativa fracasó, porque los dirigentes de este país
reconocieron notablemente nuestros derechos. Pero no podemos olvidar
lo que ese peligro fue para nosotros, y pensando en lo que
hubiéramos sentido los cubanos si se nos hubiera quitado de ese modo
parte de nuestro suelo, no es fácil imaginar lo que sentirían los
árabes de Palestina sise aprobara el plan de partición, y no podemos
contribuir con nuestro voto a que se haga con ello lo que no
estábamos dispuestos a aceptar que se hiciera con nosotros.
"No
se nos diga que a veces hay que aceptar una solución política aunque
sea injusta, pues sobre la injusticia nunca podrá asentarse la paz y
la cordialidad entre los pueblos.
"Respecto
a los refugiados, judíos o no judíos, que hoy se encuentran en
campos de concentración, problema sobre el cual se ha insistido por
los partidarios del proyecto, Cuba expresó que debía resolverse con
un criterio de buena voluntad por parte de todas las Naciones Unidas,
aceptándolas proporcionalmente, según las condiciones peculiares de
cada país; pero entiende que no puede imponerse a Palestina que ella
lo resuelva sola, sobre todo si se tiene en cuenta que es ajena por
completo a las causas que han determinado el desplazamiento de todas
esas personas.
"Por
esas razones, tendremos que votar en contra del plan de partición,
como ya lo hicimos en la Comisión, y una vez formado nuestro
criterio, nos consideramos en el deber de manifestarlo por medio del
voto, manteniéndolo con firmeza, a pesar de las gestiones y
presiones que se han hecho en torno nuestro".
En
los tres primeros meses posteriores a la aprobación del Plan de
Partición por la Organización de Naciones Unidas la situación en
Palestina se deteriora rápidamente. Las organizaciones sionistas,
con mejor preparación y equipamiento militar, se dedicaron a ocupar
cuanto territorio les fuera posible, rebasando ampliamente
las fronteras asignadas en la Resolución 181.
Se
producen atentados terroristas contra los palestinos en Jaffa,
Jerusalén, Haifa, Sassa y Safad. El 9 de abril fueron masacradas por
la banda Irgún, 254 personas en el poblado de Deir Yassin, entre
ellos mujeres y niños. Se perseguía aterrorizar a la población árabe
para que abandonaran pueblos y tierras. El 18 del mismo mes los
sionistas desatan la operación Jephte, dirigida a desalojar la
población árabe de la Galilea oriental. El 21 es atacada Haifa y al
día siguiente, aterrorizada, huye casi totalmente la población
palestina residente allí.
En
la medida en que se acerca la fecha puesta por Gran Bretaña para
finalizar su Mandato, 15 de mayo -varios meses antes de lo previsto
por el plan de Naciones Unidas-, la situación se hace aún más
crítica.
Alrededor del 10 de mayo y ante la ofensiva de fuerzas sionistas que
iniciaban la ocupación de partes importantes del territorio otorgado
al Estado palestino, comienzan a entrar en Palestina unidades
militares no regulares procedentes de los estados árabes vecinos que
se oponían a la creación del Estado judío de Israel y al desalojo de
los palestinos de sus tierras, y al terminar el Mandato ya lo hacen
fuerzas regulares, dando origen a la Primera Guerra Árabe-Israelí.
Pesaba mucho entonces el sentimiento internacional muy favorable a
los judíos por lo acontecido en Europa durante la Segunda Guerra
Mundial. La posición de la Unión Soviética y los recién creados
estados socialistas europeos, atraídos posiblemente también por
algunas ideas socializantes de
organizaciones judías, era de apoyo decidido al establecimiento del
Estado de Israel y cuando a mediados de mayo se discute el conflicto
en el Consejo de Seguridad de la ONU, el canciller Andrei Gromyko
afirmó: "La delegación de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas no puede dejar de expresar su espanto por la posición que
los países árabes adoptaron en la cuestión palestina. Todos nos
quedamos sorprendidos de ver a esos estados, o por lo menos a
algunos de ellos, recurrir a las armas y entregarse a operaciones
militares con el fin de reprimir al movimiento de liberación
nacional [6] que nace en Palestina". La
URSS sería la primera potencia en reconocer al naciente Estado de
Israel y armamento ruso y especialmente checoeslovaco fue empuñado
por los sionistas en esa primera guerra.
Rápidamente, sin embargo, quedaría demostrada la equivocación de la
URSS y de algunos países socialistas de entonces. En cuanto comenzó
la Guerra Fría a fines de los años 40, el recién creado Estado judío
demostraría su vocación procolonialista e imperialista: apoyó a
Estados Unidos en la guerra en Corea, participó al lado de Francia e
Inglaterra en la agresión al Egipto de Nasser en 1956; estableció
relaciones especiales con el régimen del apartheid de Sudáfrica a
quien facilitó tecnología para desarrollar armamento atómico y
brindó ayuda militar y asesoramiento represivo y de seguridad a las
dictaduras fascistas de América Latina, para solo mencionar lo más
notable de un largo currículo.
El
14 de mayo, un día antes de que el Alto Comisionado británico
partiera de Jerusalén, Israel proclama su independencia. En la
Declaración se hacía un recuento histórico desde la celebración del
Primer Congreso Sionista en 1897, pasando por la Declaración Balfour
y el Mandato hasta la Resolución de la ONU que aprobaba la partición
de Palestina y la creación del Estado judío. Una parte de los planes
sionistas propiciados por intereses colonialistas británicos se
había consumado, pero no todos.
La
intervención de los estados árabes vecinos -con pocas fuerzas y
recursos y todavía en parte dependientes de las potencias coloniales-
en apoyo de los palestinos, fue en gran medida ineficaz debido a la
decisiva superioridad militar y organizativa israelí. Frente a los
árabes, el poder militar sionista era abrumador. Los palestinos
estaban armados con fusiles de la Primera Guerra Mundial, no tenían
experiencia ni organización militar. La maquinaria sionista estaba
bien organizada en distintos tipos de brigadas, tenían oficiales y
tropas experimentadas y abundante armamento moderno. En marzo de
1948 las fábricas de armas de los sionistas producían 100
subametralladoras diarias y 400.000 cartuchos al mes; lanzallamas;
cañones antitanques; morteros y gran cantidad de granadas y obuses.
A partir de ese mes comenzaron a recibir
también los primeros cargamentos de armas de Checoslovaquia.
En
pocas semanas los sionistas ocuparon la mayor parte del territorio
de Palestina con la excepción de la ribera occidental del Río Jordán
(Cisjordania) que había sido ocupada por el ejército jordano, y de
la franja de Gaza, ocupada por fuerzas de Egipto. Jerusalén había
quedado dividida. En lugar del 56 % que se otorgaba al Estado judío
por la Resolución 181, ocuparon aproximadamente el 75 %. El Estado
palestino no llegó a constituirse.
El
29 de mayo el Consejo de Seguridad ordena el cese del fuego y el
Conde Bernadotte viaja a Palestina como enviado especial de la ONU
para procurar un arreglo pacífico de la situación, aunque el
conflicto se mantiene y toma carácter de limpieza poblacional por
parte de Israel, que logra expulsar en una
primera etapa —noviembre de 1947 a mayo de 1948- a cerca de 400 000
palestinos que se vieron obligados a refugiarse en países vecinos o
en Gaza y Cisjordania. En los meses siguientes esta cifra rebasaría
el millón de refugiados, dando lugar a lo
que los palestinos califican como Al Nakba, que significa
literalmente "la desgracia o el desastre". En ese período fueron
desalojadas por la fuerza y el terror unas 530 localidades
palestinas, de las cuales más de 400 fueron destruidas en una
operación terrorista sin precedentes. Este fue el origen del
problema de los refugiados palestinos que después continuó creciendo
y hoy todavía se mantiene como uno de los aspectos que
necesariamente debe ser resuelto para desactivar el conflicto del
Medio Oriente.
Ben
Gurión escribiría poco después: "hasta la salida de los británicos,
ningún asentamiento judío por remoto que fuera, fue ocupado por los
árabes, mientras que la Haganah (ejército judío) capturó muchas
posiciones árabes, liberó Tiberiades y Haifa, Jaffa y Safad. Por
ello, el día del destino -15 de mayo de 1948- la parte de Palestina
donde la Haganah pudo operar, estuvo casi limpia de árabes".
En
realidad, ya había unos 300 000 palestinos refugiados cuando los
británicos se retiraron de Palestina y antes de que el primer
soldado de los países árabes vecinos pusiera un pie en estas tierras
en mayo de 1948.
El
conocido historiador británico Arnold Toynbee en su libro "Estudio
de la Historia", escribió: "Los crímenes cometidos por los nazis
contra los judíos son comparables a los cometidos por los judíos
contra los palestinos. La masacre llevada a cabo contra hombres,
mujeres y niños en Deir Yassin el 9 de abril de 1948 precipitó la
expulsión de la población árabe en gran cantidad de los distritos
que iban ocupando las fuerzas armadas judías. De Akka en mayo, de
Lydda y Ramallah en julio y de Beersheba y Galilea occidental en
octubre".
Los
sionistas, en su aviesa propaganda, difundieron el mito de que
habían sido los propios dirigentes árabes quienes habían dado
órdenes de retirarse a la población palestina, pero testimonios de
algunas personalidades israelíes y palestinas reflejan lo contrario:
Uri
Avnery, periodista judío y ex-diputado pacifista israelí: "(...) vi
con mis propios ojos, desde la cima del Monte Hleikat, una caravana
humana desesperada arrastrándose por las playas arenosas, expulsada
de los pueblos del distrito sur de Palestina, dirigiéndose hacia
Gaza. Una madre cargando un bebé y tirando de otro detrás de ella,
un hombre anciano haciendo esfuerzos por mantener el ritmo de la
procesión y un niño, perdido entre la multitud, buscando a su madre".
Khalil al Wasir (Abu Yihad), uno de los principales dirigentes de la
Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y que fue
asesinado por un comando israelita en su casa en Túnez: "(...) Me
acuerdo del día en que las fuerzas sionistas atacaron la ciudad de
Yafa como si fuera el día de ayer. Los
árabes de la ciudad nos mandaron a Ramlah algunos autos y camiones.
Ellos gritaban: ¡Auxiliar a Yafa, auxiliar a Yafa!. Me acuerdo de
los hombres y mujeres de Ramlah montarse en esos vehículos. Uno de
ellos llevaba una pistola antigua y algunos cuchillos y palos.
Nosotros entonces intercambiábamos la ayuda, pues sabíamos que si
los judíos lograban apoderarse de Yafa, iban a arremeter después
contra Ramlah y Led. En efecto, esto precisamente fue lo que sucedió.
Ellos bloquearon las dos ciudades en la misma
noche y pudieron hacerlo fácilmente porque los jordanos se
retiraron sin ninguna lucha, para quedar nosotros cercados y solos.
"Nuestras
familias no pudieron combatir porque no tenían medios para hacerlo.
El alcalde de la ciudad y una delegación del Consejo Municipal
visitaron a los jefes militares judíos, a los cuales el alcalde
dirigió la palabra: "sí, pueden entrar en la ciudad, pero no deben
perjudicar a nadie ni tomar prisioneros. Además, tienen que
permitirle a la gente permanecer en sus casas y ejercer su vida
normal". Los judíos se negaron, ya que ellos querían que nosotros
abandonáramos nuestras casas, dejáramos nuestra ciudad.
"Cuando
decidimos por no hacerlo, los judíos emplearon el tenaz fuego de sus
cañones contra las ciudades de Ramlah y Led. No puedo olvidar lo
sucedido. La planta superior de mi casa fue alcanzada, por lo que
nos establecimos en la parte inferior. Explotó otro cañonazo en la
calle, que destruyó la entrada de la casa. Los proyectiles caían en
todos los rincones de Ramlah, lo que hizo que el alcalde le pidiera
a toda la población refugiarse en las mezquitas y en las iglesias.
Como nosotros vivíamos en la parte cristiana de la ciudad, acudimos
a la iglesia de los romanos católicos. Algunos de nuestros vecinos
murieron en el camino víctimas de los bombardeos.
"Antes que los judíos entraran a la ciudad nos mantuvimos en la
iglesia dos días. Los hombres, mujeres y niños dormían uno pegado al
otro. No había entre sus cuerpos espacio para poner un pie. Todos
teníamos que extender los pies sobre los cuerpos de los demás. Y
cuando llegaron los judíos yo subí hasta la quinta planta, miré a
través de las hojas de las puertas y, con mis propios ojos, vi a los
soldados judíos disparar y matar a cantidad de mujeres y niños que
aún estaban en la calle. ¡No puedo olvidarme de eso! Luego vigilé a
los soldados mientras entraban a nuestras casas, pateaban las
puertas, las arrancaban y disparaban a todos lados. Algunas veces
conducían gente hasta la calle y la mataban.
"En
el tercer día llegaron los autobuses. Nosotros teníamos algunos
maletines, en uno de los cuales había algunos panes, queso y un
pijama nuevo del cual yo presumía mucho. Y cuando los judíos dijeron
que nosotros no podíamos llevar los maletines a los vehículos tendí
la mano para sacar el pan, el queso y el pijama nuevo. Me acerqué a
uno de los conductores y, con un lenguaje inocente propio de un niño
pequeño, le dije en hebreo: -señor, señor, quiero buscar algo de
comer- y le señalé a uno de los maletines, entonces dijo: "está bien,
está bien".
Apenas metí la mano dentro del maletín escuché gritos enfurecidos en
hebreo. En esos momento mi madre me recogió y me apretó contra su
pecho al ver que un soldado judío apuntaba su arma hacia mi
disparando algunos tiros. Si mi madre no hubiera estado observando
lo que pasaba me hubiera herido o quizás matado. Milagrosamente los
disparos me desacertaron, pero atravesaron la pierna de un vecino de
nosotros....que hoy día vive en Ammán.
"Finalmente,
las mujeres y los niños de Ramlah fueron montados en autobuses y
enviados a Ramallah. Pero la tragedia de ellos todavía estaba lejos
de su fin, pues lo peor estaba por venir. A una distancia de más de
diez millas antes de llegar a Ramallah, los judíos detuvieron
los autobuses y nos ordenaron caminar a pie toda la distancia
que faltaba para llegar. Nos señalaron "aquella es la ciudad de
Ramallah, ustedes tienen que atravesar esas lomas y valles".
Comenzamos a caminar. Teníamos que hacerlo lentamente, ya que
algunas de las mujeres eran ancianas y enfermas y se veían obligadas
a detenerse cada ciertos minutos para coger respiro y descansar,
mientras otras, que tenían mayor capacidad para caminar, se agotaban
por la cargaderade sus niños.
"En
la noche siguiente los judíos nos bombardearon con su artillería y
los proyectiles de sus morteros. Al principio nos ocultamos detrás
de algunas rocas, pero al ver que los bombardeos continuaban, todos
comenzaron a gritar aterrorizados. Nos echamos a correr, correr y
correr a lo largo del camino hasta arribar a Ramallah. No había en
la zona ninguna fuerza árabe -ni regular ni voluntarios-, de ningún
tipo. Los judíos sabían quienes éramos nosotros y de dónde
procedíamos, pero la agresión de ellos contra nosotros era
deliberada, planeada y tenía un objetivo único, querían asegurarse
de que nosotros llegáramos a Ramallah en un estado de terror y
tristeza extremos. Ellos esperaban que nuestro estado y lo sucedido
con nosotros transmitieran tanto miedo y terror en los demás que les
hicieran huir de sus casas. Todo fue parte de una inteligente y muy
exitosa estrategia sionista de atemorizarnos e impulsarnos a
abandonar nuestra patria".
Otro
testimonio de George Habash, personalidad política, Presidente y
fundador del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP):
"(...) a finales de junio de 1948 la emigración de Palestina estaba
en auge. El curso escolar culminó y la universidad cerró sus puertas.
Yo me dije: -tengo que regresar a
Palestina y precisamente a Led-, ya que las fuerzas sionistas habían
expulsado a la gente de Yafa, y éstos se dirigieron a Led. Pero mi
familia me pidió que me quedara en Beirut y me envió dinero con este
fin, pues mi padre estaba en cama y mi madre temía mucho por mí.
"Mi
llegada a Led fue una sorpresa para mi familia, y me dijo mi madre:
¿qué vas a hacer, mi hijo? Y mi hermano preguntaba ¿qué tú puedes
hacer? Yo pensé ¿yo podría combatir? Bueno, yo comencé a estudiar
medicina y puedo ayudar en este campo. En el hospital de Led había
un médico de apellido Sahlan, me puse a trabajar junto a él y a su
ayudante.
"Al
igual que otras ciudades y aldeas de Palestina, Led vivía un estado
de confusión y preocupación excesivas. Los aviones bombardeaban y
provocaban pánico entre la gente, y el pueblo estaba abarrotado de
los evacuados de algunas zonas cercanas que fueron atacadas por las
bandas sionistas antes de hacerlo éstas con Led. Hubo una comisión
llamada Comisión Nacional, encabezada por Hadj Amín Al-Husseini -el
mufti de Jerusalén-, que al igual que otras entidades nacionalistas,
instaba a la gente a no emigrar, incluso trataba de impedirles la
salida.
Algunas personas, las quienes les tranquilizaba la presencia de una
fuerza del ejército Árabe en una posición cercana, creían que esta
fuerza iba a frenar la caída de Led. Lo que sucedió fue que las
tropas judías hicieron su gran ofensiva y ocuparon Led.
"Yo
estaba en el hospital ayudando al doctor Mustafá Zahlán. El miedo y
la desconcertación se había generalizado y el hospital estaba
repleto de combatientes y civiles heridos. La situación era
horrorizante y dura. Yo estaba ocupado en mi trabajo cuando se
presentó la tía de mi madre en el hospital preguntando por mí.
Cuando me encontró me pidió que regresara a casa porque mi madre
estaba preocupada por mí. Yo me negué, ella insistió y yo también.
Entonces ella me dijo ¡tu hermana falleció! Mi hermana mayor, que yo
quería mucho. En el camino a la casa vi la gente por las vías en un
estado de extremo terror, mientras los muertos y heridos, que yo
conocía a algunos de ellos, estaban tirados a los lados de las
calles.
"Enterramos
a mi hermana cerca de la casa porque no nos fue posible salir hacia
el cementerio. Apenas pasaron tres horas, los asaltantes judíos
atacaron la casa y comenzaron a gritarnos: ¡afuera, afuera, salgan!
Lo hicimos mi madre, mis sobrinos -entre ellos un bebé que
llevábamos cargado-, familiares, vecinos y yo. No sabíamos
hacia dónde nos íbamos. Los soldados judíos nos ordenaban caminar y
nosotros lo hacíamos. Fue un día muy caluroso, en el mes de Ramadán.
Algunos de los que estaban alrededor de nosotros decían que ese era
el día de la resucitación y otros decían que ese era el infierno.
Llegamos al final del pueblo, donde los judíos habían levantado un
punto de control para registrar a los que salían. No teníamos ningún
arma.
Parece que un vecino de nosotros, llamado Amín Hanhan, tenía algún
dinero oculto, por lo que no accedió a que lo registraran. El
soldado sionista le disparó delante de nosotros y lo mató. La madre
y la hermana de él lo atendieron entre sollozos. Su hermano menor,
Bishara, era mi amigo y compañero en la escuela primaria,
estudiábamos y jugábamos juntos.
"¿Me
preguntas del por qué he escogido este camino? ¿Por qué me he
convertido en nacionalista árabe? Ese es el sionismo, y después
hablan de paz. Ese es el sionismo conocido y visto por mí".
El
17 de septiembre del propio 1948 el enviado especial de la
Organización de Naciones Unidas, el Conde Bernadotte, es asesinado
por la banda sionista Stern en Jerusalén y en diciembre se aprueba
por la ONU la Resolución 194 que establece el derecho de los
refugiados palestinos al regreso lo antes
posible a sus hogares y a la indemnización por los bienes perdidos.
El enviado especial de la organización internacional era considerado
enemigo por los extremistas sionistas, pues poco antes de su
asesinato había declarado: "Sería una ofensa a
los principios de la justicia elemental si a estas víctimas
inocentes del conflicto (los palestinos expulsados) les fuera
denegado el derecho de retornar a sus hogares mientras que
inmigrantes judíos fluyen a Palestina".
A
partir de febrero de 1949, bajo el auspicios y vigilancia de la ONU
se firman los armisticios entre los países árabes beligerantes -Egipto,
25 de febrero; Líbano, 23 de marzo; Jordania, 3 de abril; y Siria el
20 de julio- e Israel, los cuales logran su real cumplimiento en
1950. Se había consumado la primera gran derrota de los países
árabes frente a Israel, no se pudo impedir la creación del estado
judío y quedó sin crearse el estado palestino.
En
mayo del propio año, Israel fue admitido como miembro de la
Organización de Naciones Unidas. En el preámbulo de la resolución
por la que se aprobó el ingreso de Israel en la ONU, se hacía
mención concreta del compromiso de este de cumplir las resoluciones
181 (II) y 194 (III), que constituían el centro de la cuestión
palestina en ese organismo mundial. La primera, que establecía la
división en dos estados, implicaba el reconocimiento por Israel del
todavía no existente estado palestino, y la segunda estipulaba el
derecho de los expulsados al regreso a sus tierras y hogares.
Algunos párrafos, los más significativos, de la Resolución 273 (III)
que aceptaba a Israel como miembro de la ONU decían:
"Tomando
nota de que, ajuicio del Consejo de Seguridad, Israel es un estado
amante de la paz, que está capacitado para cumplir las obligaciones
consignadas en la Carta y se halla dispuesto a hacerlo(...).
Tomando nota, además, de la declaración del Estado de Israel de que
acepta sin reservas las obligaciones consignadas en la Carta de las
Naciones Unidas, y se compromete a cumplir dichas obligaciones a
partir del día en que llegue a ser miembro de las Naciones Unidas....".
La
historia se ocuparía de demostrar que Israel, el único estado creado
por una Resolución de las Naciones Unidas, no sólo desconocería los
compromisos contraídos con la Organización, sino que sería el que
más violaría y desconocería sus disposiciones.
Con
la creación del estado de Israel se había cumplido, casi justamente
en el tiempo, poco más de 50 años, la profética declaración de
Theodore Herzl en el Primer Congreso de la Organización Sionista
Mundial de 1897, que aseguraba que en ese plazo como máximo, se
establecería un estado judío. Una parte importante de la población
autóctona de Palestina había sido despojada de sus tierras,
propiedades y expulsada violentamente a territorios vecinos, pasando
a integrar la nueva categoría de "refugiados palestinos".
Avalado por intereses coloniales y propiciado por determinadas
coyunturas históricas, se había cometido un enorme crimen, dando
nacimiento al Conflicto del Medio Oriente, cuyo último capítulo
parece todavía estar en un futuro distante.
Como
resultado de la Primera Guerra Árabe-Israelí el problema palestino
se internacionalizó y tomó una dimensión mucho más amplia, colocando
a este pueblo en mayores desventajas. Largos períodos de dominación
colonial no habían propiciado el desarrollo de una organización
fuerte, una representación oficial propia con dirigentes
reconocidos y con experiencia para ejercer influencia en los
círculos internacionales de poder, lo cual debilitaba las
posibilidades de defender debidamente sus legítimos derechos. Lejos
de esto, algunos líderes con posiciones puramente teocráticas y
feudales, así como una retórica intransigente no eran capaces de
hacer entender la justeza de la causa y hacían más difíciles las
cosas.
En
estas circunstancias fue casi natural que los gobernantes árabes
llenaran este vacío de representatividad y la cuestión palestina
comenzó a dejar de percibir como un conflicto entre palestinos en
defensa de sus tierras y sus derechos frente al despojo de que eran
víctimas por los judíos sionistas, pasando
a enmarcarse dentro del conflicto más general árabe-israelí. Esta y
otras razones, como su inserción dentro de la naciente y creciente
guerra fría, contribuirían a que la esencia del problema se dejara
de lado y comenzara a tratarse casi netamente como un asunto de "refugiados".
[4] Abdullah había sido compañero de
escuela de Ben Gurion cuando estudiaban en Estambul.
[5] Dr. Ernesto Dihiigo, importante
intelectual y profesor de Derecho Internacional en la Universidad de
La Habana, delegado
de
Cuba en ese período de la Asamblea General
[6] Se refería al movimiento sionista
que trataba de ocupar Palestina para constituir el Estado judío.
[Título]
[El Autor]
[Presentación]
[Indice]
[Introducción]
[Prologo]
[Capítulo I]
[Capítulo II]
[Capítulo III] [Capítulo IV]
[Epílogo]
[Notas]
[Post Scriptum]
[Documentos]
[Cronología]
[Glosario]
[Bibliografía]
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