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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Palestina ¿Crucificada La Justicia? Surgimiento de la Resistencia Palestina.Creación del Estado de Israel.

 

 

Surgimiento de la resistencia palestina.

Creación del Estado de Israel.

 

Una de las primeras manifestaciones del pueblo árabe de Palestina en contra de los designios sionistas y británicos plasmados en la Declaración Balfour, se produjo precisamente al cumplirse el primer aniversario del mencionado documento, llevándose a cabo protestas y actividades públicas no violentas en diferentes lugares de Palestina.

 

Con el fin de la Ira Guerra Mundial los líderes árabes se reunieron en Damasco y eligieron el Congreso General Nacional Sirio, con integrantes de todas las regiones sirias que incluía entonces a Palestina, y acordaron favorecer la constitución de una monarquía dirigida por el hijo del Sherif Ibn Hussein de la Meca, Faisal, como rey de una Siria unificada, que incluía al Líbano y Palestina. Francia por su parte, estableció una administración provisional en los distritos de la costa siria.

 

En 1919, a propuesta del rector de la Universidad Americana de Beirut, el Presidente Tomas Woodrow Wilson crea la Comisión King-Crane para que proponga cuáles países occidentales deberían actuar como Mandatarios en Palestina. La Comisión recomienda que la administración extranjera designada debe actuar por mandato de la Sociedad de Naciones y no como poder colonizador. Simultáneamente, la Comisión recibe del Congreso General Sirio una declaración donde se opone a la emigración judía a Palestina.

 

La Organización Sionista Mundial también había presentado, en 1919, un memorándum a la Conferencia de Paz de París donde precisaba los límites de lo que consideraba debía ser el "hogar nacional judío":

 

"Toda Palestina, el sur del Líbano incluidas las ciudades de Tiro y Saida, la zona del Monte Hermán donde nace el Río Jordán y la porción sur del Río Litani; las alturas del Golán en Siria, incluyendo las ciudades de Quneitra, el Río Yarmouk y los manantiales de Al-Himmeh; todo el Valle del Jordán, el Mar Muerto, y las tierras al este hasta las afueras de Ammán y de ahí hacia el sur a lo largo de la línea del ferrocarril del Hejaz hasta el golfo de Aqaba; en Egipto desde el Arish en la costa Mediterránea en línea recta hasta Sharm el Sheick en el Golfo de Aqaba ".

 

En marzo de 1920 los nacionalistas sirios proclamaron un reino independiente que incluiría Palestina y Líbano, pero en abril, mientras los árabes se esforzaban en sus intentos por concretar la independencia, las potencias aliadas se repartían, en la Conferencia de San Remo, los restos del Imperio Otomano, olvidándose de las promesas hechas por los británicos. Siguiendo las ideas plasmadas en el Acuerdo Sykes-Picot de 1916, la Gran Siria fue dividida en tres zonas: Siria y Líbano, que pasaban a control de Francia, y Palestina, al oeste del río Jordán, se le otorgaba a Inglaterra. La TransJordania -después conocida por Jordania-, quedaría como un emirato para tratar de satisfacer en algo al Sherif Ibn Hussein de la meca, cuyo hijo, Abdullah, ocuparía el trono bajo el control británico hasta 1946 en que le otorgarían la independencia.

 

Lo que se llamaba la TransJordania incluía, posiblemente de forma mayoritaria, una parte de la población palestina que históricamente había vivido en ese lado del río, los otros habitantes eran beduinos y nómadas, además de aquellos que habían llegado como tropas procedentes del Hejaz bajo el mando de la familia hachemita.

 

En abril de ese mismo año, las tropas francesas habían ocupado Damasco y expulsado de allí a su hermano Faisal, quien bajo protección británica pasaría a ocupar el trono en Iraq con un gobierno totalmente dependiente. Las fronteras, como en tantos otros casos de división de territorios por intereses coloniales, fueron trazadas arbitrariamente.

 

Sin embargo, se considera como el inicio del movimiento de resistencia árabe palestino organizado la gran manifestación de más de 40. 000 palestinos que se lanzó a las calles de Jerusalén, el 27 de febrero de 1920, para protestar contra los planes de división de Palestina y contra la ocupación británica. Poco después, en abril del propio año, estallan revueltas antijudías por el temor a que el aumento de la inmigración implicara el sometimiento a éstos.

 

Protestas similares se repetirían después, llegándose a declarar, en marzo de 1921, una huelga general y dos meses más tarde estallan nuevos disturbios que concluyen con un saldo de 95 muertos y 220 heridos. Una Comisión Militar que investigó los hechos determinó que estos se originaron debido a:

 

"(...) el convencimiento de los árabes de que la Declaración de Balfour entrañaba una denegación del derecho a la Ubre determinación y su temor de que el establecimiento de un Hogar Nacional originaría un gran aumento de la inmigración judía y significaría la dependencia económica y política de los árabes a los judíos. La causa fundamental de las revueltas de Jaffa y de los posteriores actos de violencia, fue el sentimiento de descontento y hostilidad de los árabes para con los judíos, debido a causas políticas y económicas y relacionadas con la inmigración judía y con su concepción de la política sionista, tal como lo habían expuesto los judíos ".

 

En 1921, los árabes envían a Londres una delegación compuesta por ocho dirigentes que manifiesta la siguiente queja:

 

"La Declaración Balfour se formuló sin consultarnos y no podemos aceptar que decida nuestros destinos. (...) La Declaración debe ser sustituida por un Acuerdo que ampare los derechos, intereses y libertades del pueblo de Palestina y, al propio tiempo, tenga en cuenta las aspiraciones religiosas razonables de los judíos, sin atribuirles ninguna ventaja política exclusiva que necesariamente habrá de contrariar los derechos de los árabes (...)".

 

La delegación pasó casi un año en Londres tratando de persuadir a la Oficina de Colonias para que concediera la independencia a Palestina. A causa de ello, en 1922 se publicó el Libro Blanco o Memorándum de Churchill, que mantuvo la esencia de la Declaración Balfour y sus planteamientos estaban muy distantes de las aspiraciones árabes. Por un lado negaba todo intento de crear una Palestina completamente judía o de colocar en situación desventajosa a la población, el idioma o la cultura árabe en Palestina; pero a la vez era más enfático en otros aspectos esenciales que beneficiaban a los judíos y facilitaban los planes colonialistas de los sionistas:

 

"No es como los árabes han estado afirmando que durante la guerra el gobierno de su majestad dio su aceptación a que un gobierno nacional independiente sería establecido a la vez en Palestina".

 

"(...) La Declaración Balfour ratificada por el Consejo Supremo de las principales potencias en San Remo y nuevamente en el Tratado de Sevres, no es susceptible de modificación. (...) Para que esta comunidad tenga las mejores perspectivas de un desarrollo libre y se le brinde una amplia oportunidad al pueblo judío de desarrollar sus capacidades, es esencial que sepa que está en Palestina por derecho y no por tolerancia. Por este motivo es necesario que se conceda una garantía internacional a la existencia del hogar nacional judío en Palestina y se reconozca formalmente que su derecho se basa en lazos históricos antiguos (...) y que para llevar a cabo esta política, es necesario que la comunidad judía de Palestina esté en condiciones de aumentar su población mediante la inmigración.

 

Esta inmigración no puede ser tan grande en tamaño como para rebasar la capacidad económica del país en el momento en que debe absorber a los recién llegados ".

 

Establecidos estos principios, durante la década del veinte el gobierno británico utilizaría la política de hacer promesas y propuestas que no implicaban soluciones aceptables para los árabes, pero que estimulaban en éstos las esperanzas de que al rechazarlas, Gran Bretaña, que ya había obtenido oficialmente el Mandato de la Sociedad de Naciones sobre Palestina e incluido en el texto los principales conceptos de la Declaración Balfour, llegaría a la conclusión de que la única solución sería el establecimiento de un gobierno nacional representativo en Palestina. Por el contrario, el gobierno de Londres estimó que los árabes eran intransigentes e inflexibles y resolvió no hacerles nuevas ofertas políticas, para tratar de desacreditar la autoridad de sus dirigentes. Mientras, pasaba el tiempo y los sionistas consumaban sus planes.

 

Cuando esto sucedía en Palestina, los árabes en Siria, cada vez más descontentos con la ocupación francesa y viendo frustradas sus ansias de independencia, se sublevaron en 1925 y 1926, siendo reprimidos violentamente por las tropas colonialistas, que bombardearon Damasco en varias ocasiones.

 

En 1929, después de algunos períodos de calma y con motivo de una disputa sobre el Muro "Al Burak" que los judíos llaman de los Lamentos, en Jerusalén, estallaron nuevas manifestaciones y revueltas que causaron 220 muertos y 520 heridos. La Comisión Británica encargada de investigar la realidad sobre el origen religioso, histórico y arqueológico del muro, que había provocado la conocida como "Revolución de Al Burak", determinó que este formaba parte de las construcciones en torno a la mezquita Al Aqsa y era parte de las edificaciones islámicas de Jerusalén y no del templo de Salomón, tal como alegaban los judíos para reclamar sus derechos sobre la ciudad. Una nueva comisión británica que investigó los sucesos "descubrió" la situación que ellos habían creado:

 

En menos de diez años los árabes han lanzado tres graves ataques contra los judíos. Durante los 80 años anteriores al primero de esos ataques no se había registrado ningún incidente similar.

 

En consecuencia, resulta evidente que durante el último decenio las relaciones entre ambas razas deben haber diferido en algún aspecto material de los que tenían anteriormente. Hemos encontrado amplias pruebas de ello. En los informes del tribunal militar y de la comisión local que en 1920 y 1921 respectivamente, investigaron los disturbios de esos años se señaló el cambio de actitud de la población árabe con respecto a los judíos de Palestina. Esto quedó confirmado por las pruebas obtenidas durante nuestra investigación, cuando representantes de ambas partes nos dijeron que antes de la guerra los judíos y los árabes vivían los unos junto a los otros, si no en amistad, al menos en una atmósfera de tolerancia, cualidad que hoy es casi desconocida en Palestina.

 

(...) si en el mes de agosto pasado los árabes de Palestina tenían un resentimiento generalizado debido a que el gobierno de Su Majestad no había llegado a otorgarles algún grado de autonomía, es al menos probable que ese resentimiento se expresara contra los judíos, cuya presencia en Palestina sería, ajuicio de los árabes, el obstáculo para el cumplimiento de sus aspiraciones.

 

(...) El pueblo árabe de Palestina está hoy unido en su aspiración de tener un gobierno representativo. Esta unidad de propósitos puede debilitarse, pero es probable que cualquier problema importante que entrañe intereses raciales la haga revivir en toda su fuerza. A nuestro juicio, el resentimiento del pueblo árabe de Palestina, nacido de su desengaño frente al continuo fracaso de sus esfuerzos por obtener algún grado de autonomía (...) era una causa contribuyente al reciente estallido y un factor que no se puede pasar por alto al considerar las medidas que deben adoptarse para evitar otros levantamientos.

 

Otra Comisión de Encuesta que estuvo sobre el terreno investigando la situación en Palestina, la Hope-Simpson, señaló en septiembre de 1929, que la inmigración judía había acarreado el desplazamiento de numerosos árabes y que no quedaban más tierras aptas para la colonización agrícola disponibles para nuevos inmigrantes e hizo constar, asimismo, la discriminación de la cual era víctima la población árabe.

 

Los hechos ocurridos en Palestina en los años veinte y el agravamiento de los mismos hacia finales de esa década, así como investigaciones que sobre la situación se llevaron a cabo, aumentaron la preocupación por un nuevo y mayor estallido. Gran Bretaña, al tiempo que fortalecía su presencia militar en Palestina, publicó otro documento que se conoció como el Libro Blanco de Passfield, cuyo texto es una muestra de su sinuosa política, que por un lado trataba de apaciguar los ánimos palestinos cuando estos se sublevaban y por otro mantenía la esencia de su política, desde un inicio dirigida a mantener sus intereses colonialistas y favorecer los afines intereses sionistas. En este se expresaba:

 

(...) se han hecho intentos de alegar, en apoyo de las pretensiones sionistas, que el cargo principal del Mandato está en los pasajes relativos  al Hogar Nacional Judío y que los pasajes encaminados a salvaguardar los derechos de la comunidad judía son simplemente consideraciones secundarias que califican, en cierta medida, lo que según se alega es el objeto primordial para el cual se redactó el Mandato (...).

 

El gobierno de Su Majestad tiene la difícil y delicada tarea de idear medios por los que, en ejecución de su política en Palestina, se dé en todo momento igual peso a las obligaciones estipuladas con respecto a ambos sectores de la población y se reconcilien esas dos obligaciones en los casos en que inevitablemente intervengan intereses antagónicos.

 

A los árabes, el gobierno de Su Majestad los exhortaría a que reconocieran los hechos de la situación e hicieran un esfuerzo sostenido de cooperación para obtener para el país en conjunto una prosperidad de la que todos se beneficiarán. A los dirigentes judíos, el gobierno de Su Majestad les pide el reconocimiento de la necesidad de hacer por su parte, algunas concesiones respecto de los ideales independentistas y separatistas que se han desarrollado en algunos sectores en relación con el hogar nacional judío (...).

 

A pesar de la ambigüedad de este texto, los sionistas le hicieron enérgicas críticas, ante lo cual el primer ministro británico de entonces, Me Donald, le envió una carta a Chaim Weizman mediante la cual prácticamente anulaba su contenido. La carta daba primacía nuevamente a las metas del sionismo y reafirmaba que "el compromiso del Mandato es un compromiso ante el pueblo judío y no sólo ante la población judía de Palestina" y precisaba que Palestina se gobernaría de acuerdo con lo establecido por Churchill en 1922 y no se aplicarían las restricciones sugeridas por Passfield a la emigración judía.

 

En 1933 hubo nuevos estallidos de protesta árabe, especialmente en Jaffa y Jerusalén, declarándose la huelga general en octubre de ese año.

 

Aprovechando la situación creada, el Rey Abdullah de Jordania, propuso en 1934 formar una federación entre Palestina y Jordania (TransJordania) la cual reconocería el Mandato Británico incluyendo la decisión de crear un Hogar Nacional para los judíos que reflejaba la permanente obsesión de Abdullah por constituir y poseer un reino árabe; pero encontró muy poco respaldo y el Mufti de Jerusalén, Amín al Husseini, dirigió una campaña en su contra denunciándolo como amigo de los judíos.

 

Un destacado patriota árabe procedente de Siria, el sheik Izzeldin Al Kassam, había venido organizando, desde finales de los años veinte, el movimiento clandestino para la lucha contra los sionistas y los ingleses, ayudando a crear las condiciones, antes de caer en combate en las montañas de Jenim en 1935, para el estallido que vendría después.

 

En abril de 1936, cuando se incrementaba aún más la inmigración judía desde Europa debido al inicio de la persecución de los nazis, en que se desató la gran rebelión palestina contra el Mandato Británico y contra la ilegal colonización judía, la cual duraría virtualmente hasta el inicio de la II Guerra Mundial. Los sionistas a pesar de todos sus esfuerzos, no habían logrado, hasta ese entonces, atraer las cantidades ansiadas, autorizadas de emigrantes judíos a Palestina, pero con la llegada de Hitler al poder se había producido una escalada en la emigración, organizada por la Organización Sionista Mundial y su instrumento principal, la Agencia Judía, lo cual ya representaba desplazamientos en masa de palestinos.

 

La lucha, que había comenzado como pequeños choques entre árabes y judíos cuando se descubrió en Jaffa un embarque secreto de armas para la Haganah con complicidad de oficiales británicos, rápidamente se transformó en una revuelta generalizada -realmente la primera Intifada- que se desarrolló durante tres años y medio y fue el punto culminante de más de 15 años de resistencia contra el Mandato y contra la ilegal, injusta y violenta ocupación de Palestina.

 

Aunque los palestinos se organizaron mejor y establecieron un Alto Comité Árabe que convocó a la huelga general en demanda de un gobierno nacional, todavía persistieron muchos problemas producto del carácter feudal de sus dirigentes, quienes mantenían una estructura oligarco-familiar donde los caudillos se disputaban el mando y cada uno creaba su propia organización o partido político. Lo anterior provocó que aunque en el fondo primara el sentimiento de lucha por la independencia y la liberación nacional palestina, esta se viera lastrada por los estrechos enfoques antijudíos y religiosos que muchos hacían del problema.

 

A pesar de esto la lucha fue violenta y se sumaron a ella todos los sectores sociales. Se atacaron a las tropas y los puestos de la policía británica, así como los asentamientos judíos, se hicieron sabotajes y otras acciones. La administración colonial trajo tropas de refuerzo y estableció el toque de queda e hizo detenciones masivas, pero no pudo restablecer el orden.

 

Los judíos tomaron represalias a través de la Haganah, fuerza militar clandestina que se venía formando desde los inicios del Mandato con la tolerancia británica y actuaron también con fuerzas de la organización terrorista Irgún Zvei Leumi.

 

En octubre de 1936 se puso fin a la huelga gracias a la mediación solicitada por el gobierno británico de otros gobernantes árabes cuyos regímenes, por ese entonces, estaban en mayor o menor medida subordinados a los intereses británicos. Sin embargo, la publicación del informe con los resultados de la investigación realizada por una Comisión designada por la potencia mandataria para determinar las causas de los disturbios provocó la renovación casi inmediata de la violencia.

 

En 1937 la comisión presidida por Lord Peel recomienda la división del país en dos, uno árabe y otro judío. Los palestinos rechazan el proyecto, los sionistas lo aplauden complacidos. Seguidamente el gobierno británico, recogiendo las recomendaciones de esta comisión, publica otro Libro Blanco cuyo texto establece que se ha llegado a la conclusión de que existe un conflicto irreconciliable entre las aspiraciones de los árabes y las de los judíos en Palestina que no se pueden resolver dentro de los términos del actual Mandato, por lo que un plan de partición, según las líneas generales recomendadas por la comisión, representa la mejor y más prometedora solución del punto muerto a que se ha llegado. Los palestinos volvieron a rechazar esta idea y la rebelión volvió a tomar fuerzas.

 

Los sionistas por su parte, reunidos en su XX Congreso, debaten intensamente el informe de la comisión y Chaim Weizman insta a que se acepte el plan de partición, pero el congreso dudaba si había llegado el momento de aceptar un estado judío en tan sólo una parte de Palestina. Consideraba que era demasiado pronto y que el objetivo final de ocupar toda Palestina no podría hacerse con una población judía aun reducida, por lo que era necesario cumplir la misión del Mandato y aumentar la inmigración. El Congreso se expresó así:

 

(...) rechaza la afirmación de la Comisión de que el Mandato resulta inaplicable y exige su cumplimiento. El Congreso ordena al Ejecutivo que resista cualquier violación de los derechos del pueblo judío garantizados internacionalmente por la Declaración Balfour y el Mandato.

 

El Congreso declara que el plan de partición presentado por la comisión es inaceptable.

 

El Congreso autoriza al Ejecutivo a iniciar negociaciones con miras a establecer los términos precisos del gobierno de Su Majestad para el propuesto establecimiento de un estado judío.

 

Considerando el rechazo de los sionistas y los palestinos al plan de partición propuesto, el gobierno británico envía a Palestina una comisión técnica para examinar la viabilidad de este proyecto, la que estimó que era inaplicable y expresó reservas sobre cualquier plan que incluyera tal propuesta, no obstante, estudió dos nuevas variantes de partición. Al final, pero sólo transitoriamente, abandonó la idea declarando que:

 

(...) un nuevo examen ha demostrado que las dificultades políticas, administrativas y financieras que entraña la propuesta de crear estados independientes árabe y judío dentro de Palestina, son tan grandes que esta solución del problema es impracticable.

 

En 1939 las operaciones militares en gran escala del gobierno británico contra las guerrillas nacionales palestinas estaban logrando algunos éxitos utilizando la colaboración de la organización militar judía Haganah. Al aproximarse el estallido de la II Guerra Mundial, Gran Bretaña recurrió de nuevo a algunos estados árabes amigos para que intercedieran en Palestina y después de tres años y medio de lucha, con un saldo de miles de víctimas, se puso fin a la rebelión.

 

En Londres, el gobierno británico había convocado una conferencia con representantes palestinos, organizaciones judías y gobiernos árabes que todavía eran muy débiles y dependientes -Arabia Saudita, Egipto, Iraq, TransJordania y Yemen-, y para buscar formas de solucionar el conflicto. La reunión en la práctica, se transformó en dos reuniones paralelas, pues los árabes se negaron a reconocer oficialmente a la Agencia Judía y al final las propuestas británicas para un acuerdo fueron rechazadas tanto por los árabes como por los judíos.

 

Después de la gran rebelión palestina de 1936-1939, que constituye una de las etapas más dramáticas de la historia de lucha de ese pueblo, y de los múltiples intentos de negociar una "solución", quedó clara y definitivamente establecido que no era posible armonizar la llamada "doble obligación" preconizada por Churchill, por lo que las autoridades inglesas, en su sinuosos comportamiento, retomaron la propuesta de la división del territorio en dos partes, una árabe y otra judía.

 

Continuando el estilo de ese entonces, los británicos enviaron varias comisiones a investigar la situación en Palestina y hacer propuestas. Una de ellas llegó a las siguientes conclusiones:

 

(...) para los árabes, era evidente el meollo del problema. Era la Declaración Balfour y su incorporación al Mandato y no otra cosa lo que aparentemente impedía que alcanzaran un grado de independencia análogo al que ya estaban disfrutando otras comunidades árabes. Y su reacción frente a este problema central fue lógica. Repudiaron la Declaración Balfour. Protestaron contra su incorporación en el proyecto de Mandato. El pueblo de Palestina decían, no puede aceptar la creación de un hogar nacional para los judíos en Palestina. Y se negaron a cooperar en cualquier forma de administración que no fuera un gobierno nacional responsable ante el pueblo palestino.

 

(...) Después de examinar éstas y otras pruebas y de estudiar el curso de los acontecimientos en Palestina desde la guerra, no tenemos dudas respecto a cuales fueron las causas profundas de los disturbios del año anterior, a saber:

 

1) El deseo de los árabes de lograr la independencia nacional.

 

2) El odio y temor que les inspira el establecimiento del Hogar Nacional Judío.

 

Estas dos causas nos sugieren los siguientes comentarios:

 

a) Han sido las mismas causas profundas que dieron lugar a los Disturbios de 1920,1921,1929 y 1933.

 

b) Estaban, y siempre han estado, indisolublemente vinculadas entre sí. La Declaración de Balfour y el Mandato en virtud del cual había de aplicarse, conllevaban la negación de la independencia nacional desde un principio. El posterior desarrollo del hogar nacional creó un obstáculo práctico -el único grave- para la ulterior concesión de la independencia nacional. Se creyó que su futuro crecimiento podría significar la sujeción política y económica de los árabes a los judíos, de manera que si, en definitiva el Mandato terminaba y Palestina se hacía independiente, no sería una independencia nacional en el sentido árabe, sino la autonomía de una mayoría judía.

 

c) Estas fueron las únicas causas "profundas". Todos los demás factores fueron complementarios y subsidiarios, y agravaron las dos causas o ayudaron a determinar el momento en que se produjeron los disturbios. Los colonialistas continuaban "descubriendo", con el envío de sus comisiones, las evidentes causas del conflicto que ellos habían creado y del cual desde el mismo comienzo estaban conscientes. La táctica continuaba siendo ganar tiempo, tratar de tranquilizar a los árabes y consumar sus bien definidos intereses.

 

En el año 1939, el gobierno británico publicó un Libro Blanco en el cual propuso la terminación del Mandato al cabo de 10 años -con autorización de una inmigración judía limitada- y la constitución de un "(...) estado independiente en el cual los árabes y los judíos deberán compartir el gobierno de tal manera que asegure que se garantice la salvaguarda de los intereses fundamentales de cada comunidad".

 

Este documento tenía el objetivo de apaciguar la indignación árabe ante la clara parcialidad de la política británica y atraer el apoyo de éstos ante el desarrollo de los acontecimientos en Europa, repitiéndose en otro plano la misma situación de la Primera Guerra Mundial, cuando trataban de atraer a los árabes contra el Imperio Otomano. En su contenido proponía además la limitación de la inmigración judía a 75 000 en los próximos cinco años, después de lo cual no podrían ingresar más sin la aprobación palestina para que cuando se otorgara la independencia el nuevo estado tuviera una población compuesta en sus dos tercios de árabes.

 

Algunos dirigentes sionistas pensaban, sin embargo, de forma muy diferente. En 1940 el Sr. Yossef Weitz, dirigente del Fondo Nacional Judío, había escrito en su diario:

 

Entre nosotros, debe estar claro que no existe espacio para dos pueblos en este país (...) no hay otra vía que la transferencia de los árabes a los países vecinos, el traslado de todos ellos; ninguna aldea, ninguna tribu debe permanecer aquí.

 

Esta misma idea, repetición casi literal del mandato que los más fanáticos alegan les otorgó Jehová, la pondrían en práctica en 1948 y la mantienen aún.

 

En ese mismo año, en un esfuerzo por tratar de disminuir la tensión política en Palestina, el gobierno británico aplicó algunas de las ideas recogidas en el Libro Blanco como el Reglamento sobre el Traspaso de Tierras y el control de inmigración judía, la cual tendría un tope de 15.000 inmigrantes en los siguientes cinco años, 75.000 en total, para cesar totalmente después, a menos de que los árabes aceptaran otra propuesta; la compra de tierras por los judíos quedaba prohibida en algunas áreas y restringida la realización de obras. Pero los dirigentes sionistas interpretaron estas medidas como un intento de la Potencia Mandataria de revisar la decisión plasmada en la Declaración Balfour y respondieron con acciones terroristas, por primera vez contra las autoridades británicas, e incrementaron la inmigración ilegal. Por esta vía se estima que entre 1939 y 1943 llegaron a Palestina más de 20 000 inmigrantes.

 

A partir de entonces los líderes sionistas comienzan a mirar hacia un nuevo aliado y protector, los Estados Unidos de América.

 

Por otra parte, los dirigentes árabes también se opusieron a la última propuesta británica expresando que Palestina se debía convertir en estado árabe inmediatamente, que no debían entrar más inmigrantes judíos y que debía ser revisado el estatus de todos los que habían llegado desde 1918.

 

Pero los sionistas, con objetivos muy claros y mejor organización, continuaron en su ofensiva y como parte de las presiones para que se permitiera la libre inmigración judía a Palestina, sus organizaciones terroristas hacen explotar en el puerto de Haifa el buque Patria, causando la muerte de unos 250 inmigrantes clandestinos. Algo sospechosamente parecido ocurrió al barco Struma que se hundió en el Mar Negro en 1942 pereciendo alrededor de 750 inmigrantes judíos.

 

Desde 1933, con la llegada del fascismo al poder en Alemania y el inicio de la persecución de los judíos, el problema había tomado nueva connotación y la presión para que se aceptara la emigración judía a Palestina crecía en todas partes. Por diferentes razones confluían los intereses de los sionistas y de los que ejecutaban la criminal política antijudías. Hubo acusaciones, desde esa época, sobre acuerdos secretos entre la Agencia Judía y las, autoridades nazis para promover en esos años la emigración ilegal judía de Europa a Palestina.

 

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial la situación en Palestina había llegado a un punto decisivo. La interesada posición colonialista de la Potencia Mandataria había creado un explosivo conflicto para el cual no ofrecía solución justa y la propia Sociedad de Naciones había demostrado ser incapaz de desempeñar un papel eficaz para evitar el empeoramiento de la situación, no ya para resolverla.

 

La Agencia Judía, convertida en "cuasi gobierno" de la comunidad judía en Palestina, declaró su apoyo a las potencias aliadas y lo mismo hicieron una parte de los dirigentes árabes palestinos. Sin embargo, el influyente Gran Mufti de Jerusalén Arnín al Husseini –máxima autoridad religiosa y principal autoridad palestina- y algunos otros dirigentes árabes de la época, enfrentados con el gobierno británico por haber traicionado la promesa de otorgarles la independencia cuando pelearon al lado de ellos contra el Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial y por el hecho de haber facilitado la creación del "Hogar Nacional Judío", manifestaron sus simpatías ahora hacia las potencias del Eje, que en la primera etapa de la guerra tenían la iniciativa y derrotaban en varios frentes a Francia e Inglaterra y proclamaban abiertamente el desplazamientos de éstos como potencias coloniales en el Medio Oriente. Aunque existían esperanzas de que se pusiera fin a la dominación colonial británica, pocos simpatizaban con el pensamiento fascista.

 

Amín al Husseini había viajado primero a Italia y después a Alemania al comienzo de la Segunda Guerra Mundial y desde allí transmitía por radio hacia Palestina y los países árabes exigiendo la salida del poder colonial británico de la región.

 

En Palestina, aunque los sionistas continuaron avanzando en sus posiciones, la violencia disminuyó. Se formaron batallones judíos y árabes y especialmente los primeros, debido a las simpatías del poder colonial, llegaron a constituir una fuerza militar relativamente poderosa que desempeñaría un importante papel posteriormente.

 

En mayo de 1942, el Comité Ejecutivo de la Agencia Judía junto a la Dirección de la Organización Sionista Mundial y con la asistencia de los más prominentes dirigentes sionistas -Chaim Weizman, que sería el primer presidente del estado judío; David Ben Gurión, que presidiría el primer gobierno; y Nahum Goldman, principal dirigente de los sionistas norteamericanos- reunidos en el hotel Bfltmore, en New York, rechazó el Libro Blanco británico de 1939. La Declaración de la Conferencia, conocida como "Programa de Bfltmore", da a conocer oficialmente el antiguo objetivo sionista de fundar un estado judío en Palestina mediante la inmigración ilimitada:

 

La Conferencia afirma su negativa a aceptar en modo alguno el Libro Blanco de mayo de 1939 y niega la validez moral o jurídica de éste.

 

El Libro Blanco trata de limitar y de hecho anular los derechos judíos a la inmigración y el asentamiento en Palestina y como afirmó el Sr. Churchill en la Cámara de los Comunes en mayo de 1939, constituye una violación y repudio de la Declaración de Balfour.

 

La Conferencia insta a que se abran las puertas de Palestina, a que otorgue a la Agencia Judía el control de la inmigración en Palestina con la autoridad necesaria para construir el país, incluso el aprovechamiento de sus tierras desocupadas y no cultivadas y a que Palestina se constituya en mancomunidad judía integrada en la estructura del nuevo mundo democrático.

 

Winston Churchill aprueba esta propuesta y reafirma lo que había estado propiciando desde hacía años: "está a favor de la creación del estado judío".

 

Con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial la violencia disminuiría aunque no cesaría en Palestina, observándose un cierto apaciguamiento de la actividad política, pero la inmigración judía, tanto legal como ilegal, continuó. El gobierno británico estableció consultas con el gobierno de los Estados Unidos de América y consideró varias alternativas, pero ninguna de ellas resultó factible.

 

Los crímenes cometidos por los nazis contra los judíos y su persecución en Europa-lo cual hicieron también contra comunistas, gitanos y patriotas de diversas ideologías y creencias- le había dado otro carácter al conflicto y agregaría un factor de extrema importancia y un sentimiento favorable a éstos en la comunidad internacional. Estos acontecimientos serían decisivos para el posterior establecimiento del estado de Israel en Palestina. A partir de entonces, y con mucha más fuerza que antes, los sionistas utilizarían los hechos y los sentimientos que se habían creado en la opinión pública para acusar de antisemitas a muchos que se opondrían a su proyecto de apropiarse de Palestina y desplazar a los árabes que allí habían vivido desde tiempos inmemoriales.

 

En el año 1943 ya había unos 549.000 judíos en Palestina y Gran Bretaña autoriza la entrada de otros 32.000 más.

 

En ese mismo año, el dirigente de la Organización Sionista Mundial, Chaim Weizman, se entrevista con el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, quien mostró conformidad con sus planes. Los vínculos entre la dirección sionista y destacados representantes del capital financiero norteamericano, se habían establecido desde finales de la década del 20 y comienzos del 30, pero fue a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial y durante el desarrollo de ésta, que los dirigentes judíos pusieron sus miras en Estados Unidos como potencia que ya superaba a Gran Bretaña al frente del mundo capitalista y comenzaron a ganar presencia e influencia en ese país.

 

El nexo de los sionistas con el gobierno de los Estados Unidos de América se acentuó especialmente durante el gobierno de Harry S. Truman, período en que se produce la mayor vinculación de la política norteamericana con los intereses sionistas. En 1944 los partidos Republicano y Demócrata ya se disputaban los favores de los judíos.

 

La actividad de sus organizaciones en los Estados Unidos creció y se intensificó extraordinariamente. La Organización Sionista Norteamericana, con fuerte apoyo del capital judío en ese país e importante penetración e influencia en las esferas de poder -gobierno, prensa, poder legislativo, instituciones culturales y científicas, etc.- desempeñó un importante papel en la organización y resultados de la Conferencia de la Organización Sionista Mundial celebrada en el hotel Biltmore de New York en 1942, que fue el acontecimiento que marcó el paso de la alianza principal de los sionistas de Gran Bretaña hacia Estados Unidos. Para ese entonces había comenzado a sentirse por primera vez, la importancia del lobby judío, pues decenas de miles de judíos alemanes y europeos que habían emigrado a Estados Unidos huyendo del fascismo, estaban escalando posiciones en los medios masivos, las actividades culturales y en los medios científicos y financieros.

 

En el período de 1942-1943, comenzaban a introducirse también en posiciones políticas influyentes y el centro de la actividad política de sus organizaciones pasó de Londres hacia New York.

 

Especialmente en el Congreso norteamericano, los sionistas habían ganado considerable influencia y ya contaban con mayoría a su favor.

 

En 1944, 77 senadores y 318 representantes podían ser considerados como prosionistas.

 

Los principales líderes sionistas, Ben Gurión, Weizman y Goldman, consideraban que los británicos, debido al interés en mantener relaciones privilegiadas con los regímenes árabes, dudaban en cumplir con su promesa de propiciar la concreción del estado judío y ya ponían abiertamente sus esperanzas en los Estados Unidos como la potencia que, sin pasado colonial en el Medio Oriente, podría facilitarles sus objetivos, por lo que en esa época ordenaron realizar acciones de hostigamiento contra los británicos en Palestina como reacción a la decisión de éstos de limitar la inmigración mientras que desde el gobierno de Estados Unidos se presionaba a los ingleses para que ésta se abriera libremente.

 

Las organizaciones sionistas continuaban su actuación en Palestina y especialmente intensificaban su campaña a favor de la mayor emigración apelando a cualquier método. Considerando las señales de que el final de los fascistas se acercaba, en 1944 se incrementó la ola de acciones de sabotajes contra la administración británica y especialmente contra aquellos que se oponían a los planes de emigración. El 6 de noviembre de 1944, como parte de estas actividades, dos pistoleros judíos de la banda Stern, asesinaron al Secretario de Estado Británico, Lord Moyne en El Cairo, lo que se consideró una venganza por la política que éste practicaba de oponerse a la emigración y porque en 1942 había declarado que "los judíos no eran descendientes de los antiguos hebreos y no tenían derecho a reclamar la Tierra Santa".

 

En 1944, los británicos, como parte de su política colonial, para mantener su influencia en la región y tratando de complacer a las demandas de sus aliados árabes, habían accedido a la creación de un organismo regional y después de varias negociaciones, en octubre de ese año se firma el Protocolo de Alejandría mediante el cual se fundó la Liga Árabe. Los gobiernos que la integraron era muy dependientes, recién salidos de la dominación colonial y todavía bajo gran influencia de ésta: los reinos hachemitas de Iraq y TransJordania, el reino wahabita de Arabia Saudita, el reino egipcio de Farouk, más los regímenes conservadores establecidos en Siria y Líbano.

 

Con ese panorama en la filas árabes que en 1945, justamente en los días en que finaliza la Segunda Guerra Mundial, la Organización Sionista presenta sus exigencias al gobierno británico en un programa que se resume en lo siguiente:

 

1) Que se anunciara una decisión inmediata de constituir a Palestina en estado judío.

 

2) Que se otorgara a la Agencia Judía toda la autoridad necesaria para llevar a Palestina a tantos judíos como juzgara necesario y posible para aprovechar, completa y rápidamente todos los recursos del país, especialmente la tierra y los recursos energéticos.

 

3) Que se concediera un préstamo internacional y otro tipo de ayuda para el traslado del primer millón de judíos a Palestina y para el desarrollo económico del país.

 

4) Que Alemania otorgara reparaciones en especie al pueblo judío para la construcción de Palestina y que como primera cuota se utilizaran todos los bienes alemanes en Palestina para el reasentamiento de judíos de Europa.

 

5) Que se facilitaran servicios internacionales para la salida y tránsito de todos los judíos que quisieran establecerse en Palestina.

 

Contando a su favor con el sentimiento de simpatía internacional que había provocado la política del nazifascismo, las organizaciones sionistas presionaron a fondo. El gobierno británico atrapado en un conflicto que había creado actuando por intereses colonialistas y con

sus propias decisiones contradictorias, dudó. El gobierno norteamericano se compromete oficialmente y el presidente Truman envía una carta instando a las autoridades inglesas a abrir las puertas de Palestina a otros 100.000 judíos europeos sin hogar.

 

En 1946 es integrado un Comité Anglo-Norteamericano para estudiar la situación en Palestina y hacer recomendaciones, el que publica su informe en abril señalando que en la práctica ya existe un estado no territorial judío con sus propios órganos ejecutivos y legislativos y unas fuerzas armadas "ilegales" de considerable importancia.

 

El Comité rechazó la idea de declarar en fecha próxima la independencia de Palestina, dividida o unificada, considerando que la hostilidad entre los árabes palestinos y los judíos "tendría por efecto una guerra civil que podría amenazar la paz en el mundo" y realizó una declaración salomónica diciendo que "los judíos no dominarán a los árabes en Palestina y que Palestina no será ni un estado judío, ni un estado árabe".

 

Como medidas inmediatas recomendó la abrogación del Reglamento sobre el traspaso de tierras de 1940, a fin de permitir la libre transferencia de tierras y el suministro inmediato de 100.000 certificados de inmigración a las víctimas de la persecución nazi. Apeló igualmente a la supresión del terrorismo y llamó a la Agencia Judía a que cooperara con este propósito. Tales medidas continuaban en la línea de beneficiar las aspiraciones sionistas y el presidente de Estados Unidos emitió una declaración expresando su satisfacción por las propuestas.

 

Con el crecimiento de los inmigrantes, ya en 1946 habitaban en Palestina 608.000 judíos junto a 1.237.000 árabes palestinos, sin embargo, sólo un 8 % de la tierra estaba en manos de los judíos y el 92 % pertenecía a los palestinos.

 

Los judíos habían salido de la Segunda Guerra Mundial contando con una gran simpatía internacional, incluso ciertas corrientes socialistas dentro de ellos en los años 40, como la organización de los kibutz -especie de granjas colectivas- habían atraído el apoyo de la Unión

Soviética hacia la idea de crear el estado judío y Moscú sería posteriormente uno de los primeros en reconocerlo, junto a Estados Unidos. El Partido MAPAI, que dirigió Golda Meir era el "Partido de los Trabajadores por la Tierra de Israel" e integró posteriormente la Internacional Socialista.

 

Por otra parte, es innegable que la persecución de los judíos por el fascismo y los crímenes que conformaron el llamado holocausto, contribuyeron a promover el ideal sionista y a eliminar los cuestionamientos que existían entre importantes sectores judíos sobre estas ideas. A partir de entonces se fortaleció notablemente el sentimiento unitario entre las distintas comunidades judías y se extendió entre ellos una fuerte actitud ideológica basada en los principios sionistas.

 

Además de contar con una importante ayuda y apoyo internacional, los judíos poseían una situación militar mucho más favorable que los árabes. El Comité Anglo-Norteamericano que investigó sobre el terreno determinó que los sionistas poseían la siguiente fuerza militar: La Haganah, que era dirigida por la Agencia Judía, estaba completamente organizada bajo control central y con mandos territoriales subsidiarios, constaba de una especie de milicia compuesta por colonos y ciudadanos de unos 40.000 efectivos, muchos de ellos con experiencia militar adquirida en la Legión Judía de la Primera Guerra Mundial o en la Brigada Judía durante la Segunda; un ejército de campaña basado en la policía de los asentamientos judíos y capacitados para operaciones de mayor movilidad, cuyos efectivos se calculaban en unos 16.000, y una fuerza permanente (Palmach) constantemente movilizada y provista de transporte, cuyos miembros se estimaban en 2.000 en tiempos de paz y aproximadamente 6.000 en tiempos de guerra.

 

Aparte de la Haganah, existían otras dos organizaciones armadas "ilegales", el Irgun Zvei Leumi, formada en 1935 por miembros disidentes de la Haganah, integrada por entre 3.000 a 5.000 efectivos y funcionaba bajo su propio mando secreto, y el grupo Stern, que se había separado de Irgún y reunía entre 200 y 300 efectivos. Los judíos además habían desarrollado en Palestina cierta capacidad industrial militar para la producción de armamento liviano y equipos, el cual habían estado suministrando a las tropas británicas durante la guerra. Como muchos emigrantes provenían de países más desarrollados cultural y tecnológicamente, poseían entrenamiento, capacidad y habilidad más avanzada. Al finalizar la guerra los judíos contaban con una especie de cuerpo de ejército que, con la experiencia adquirida durante la Segunda Guerra Mundial, estaba entrenada y fogueada en técnicas modernas de combate, miles de soldados y oficiales conocían el uso de blindados, artillería y aviación, lo cual les daba amplia superioridad sobre palestinos y árabes. La Brigada Judía estuvo comandada por un oficial británico que era activo sionista, el mayor general Orde Wingate, quien durante la rebelión palestina de los años treinta dirigió las "brigadas especiales nocturnas" -especie de escuadrones de la muerte de la época- que integradas por soldados británicos y miembros de la Haganah combatían a los patriotas palestinos.

 

En cambio los palestinos, que lejos de contar con el apoyo británico debieron enfrentar la hostilidad de éstos, no pudieron nunca desarrollar una importante fuerza militar organizada y se encontraban en total desventaja frente a los sionistas.

 

Valiéndose de su superioridad, los sionistas llevaron a cabo una intensa campaña terrorista durante los años 1946 y 1947 con el objetivo de intimidar a la población árabe y presionar a la administración británica para que accediera a sus demandas. El 22 de julio de 1946 una explosión destruyó un ala del Hotel King David en Jerusalén, donde se encontraban las oficinas de la Secretaría de Gobierno y parte de la comandancia militar, murieron 86 funcionarios públicos, árabes, judíos y británicos. Después es secuestrado un juez y varios oficiales ingleses. Es saboteado el sistema ferroviario y unas instalaciones petroleras en Haifa y la voladura de un club de oficiales británicos ocasiona numerosas muertes.

 

La campaña de terror contra árabes palestinos y británicos alcanzó tal magnitud que Churchill, a la sazón Primer Ministro y enérgico defensor de los objetivos sionistas, se vio obligado a declarar que:

 

(...) si nuestras ilusiones respecto del sionismo han de terminar en el humo de las pistolas de los asesinos y nuestros afanes por su futuro han de dar origen a un nuevo grupo de pistoleros dignos de la Alemania nazi, muchos como yo tendrán que recapacitar sobre la posición que hemos mantenido con tanta constancia y durante tanto tiempo.

 

Esta declaración constituyó también un reconocimiento muy claro de cuál había sido la política de Imperio Británico hasta ese momento.

 

En septiembre de 1946 los gobiernos británico y norteamericano convocan a dirigentes de gobiernos árabes a una Conferencia en Londres para examinar el problema palestino, la que se celebra sin la participación de palestinos y judíos y finaliza en febrero de 1947. Los gobernantes árabes hicieron las siguientes propuestas:

 

a) Crear un estado unitario con mayoría árabe permanente, dándole la independencia en un período de dos o tres años al terminar el Mandato Británico.

 

b) Dentro de este estado, los judíos que tuvieran 10 años de residencia obtendrían la ciudadanía palestina con derechos civiles plenos.

 

c) Se establecerían salvaguardas especiales para proteger los derechos religiosos y culturales de la comunidad judía.

 

d) La comunidad judía tendría derecho a ocupar escaños en la Asamblea Legislativa en número proporcional a la cantidad de ciudadanos judíos, sin llegar a exceder un tercio del total de miembros de la Asamblea.

 

e) Toda legislación relativa a la inmigración y el traspase de tierras requeriría el consentimiento de los árabes de Palestina expresado por la mayoría de los miembros árabes de la Asamblea Legislativa; y sólo podrían alterarse las salvaguardas entabladas para la comunidad judía con el consentimiento de la mayoría de los miembros judíos de la Asamblea Legislativa.

 

El gobierno británico presentó sus propias propuestas a los representantes árabes y a la Agencia Judía con la que ya había entablado negociaciones oficiosas. Ambos bandos las rechazaron.

 

La Organización Sionista, fortalecida con la nueva ola de inmigrantes y con fuerzas militares bien preparadas y pertrechadas, contando con un poderoso apoyo extranjero, no estaba dispuesta a perder la oportunidad de obtener su antiguo objetivo que ya veía muy cerca, constituir el estado judío en Palestina.

 

Los árabes palestinos, en condiciones desventajosas y contando sólo con el apoyo de los otros pueblos árabes y algunos gobiernos de la región, que por ese tiempo eran muy débiles y dependientes, estaban decididos a defender y conservar su país, pero los acontecimientos iban en su contra.

 

Con el fracaso de la Conferencia de Londres el estancamiento se hizo total y la violencia en gran escala se hizo inminente. Gran Bretaña no encontró otro camino que declararse incapaz de solucionar o controlar la situación y decidió abandonar su función mandataria y trasladar el problema de Palestina, creado durante tres décadas por la Declaración Balfour y por el Mandato, a la recién nacida Organización de Naciones Unidas.

 

El 18 de febrero 1947, el Ministro de Relaciones Exteriores declaró en la Cámara de los Comunes:

 

El gobierno de Su Majestad (...) se ha visto enfrentado con un conflicto de principios irreconciliables. En Palestina hay aproximadamente 1 millón 100.000 árabes y 600.000 judíos.

 

Para los judíos, la cuestión de principio fundamental es la creación de un estado judío soberano. Para los árabes, la cuestión fundamental es oponerse hasta el fin al establecimiento de la soberanía judía en cualquier parte de Palestina. Las conversaciones del último mes han demostrado claramente que no hay perspectivas de resolver este conflicto mediante un arreglo negociado entre las partes.

 

Ahora bien, si el conflicto ha de resolverse mediante una decisión arbitraria, no se trata de una decisión que el gobierno de Su Majestad tenga facultades para adoptar como mandatario.

 

El gobierno de Su Majestad no tiene por sí solo, en virtud de los términos del Mandato, el poder de otorgar el país a los árabes o a los judíos, o de dividirlo entre ellos.

 

En estas circunstancias, hemos decidido que no podemos aceptar el plan propuesto por los árabes o por los judíos y que tampoco podemos imponer una solución propia. Por ello, hemos llegado a la conclusión de que el único camino que podemos seguir es el de someter el problema al juicio de las Naciones Unidas.

 

En abril de 1947 sesiona el Primer Período Extraordinario de la Asamblea General de la ONU para examinar la cuestión palestina, remitiéndose el asunto a la Primera Comisión que decidió crear la Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina –UNSCOP por sus siglas en inglés-, cuya misión, en términos generales, sería la preparación de un informe para la Asamblea General y someter a ésta las propuestas que considerara adecuadas para la solución del problema. La Comisión se reunió posteriormente con representantes de los estados integrantes de la Liga Árabe en el Líbano, permaneció cinco semanas en Palestina y luego visitó los campamentos de refugiados judíos en Alemania y Austria. Después de tres meses de trabajo, no encontró unanimidad en sus miembros respecto a los problemas esenciales. La mayoría de ellos -Canadá, Checoslovaquia, Guatemala, Países Bajos, Perú, Suecia y Uruguay- recomendaban la partición de Palestina en dos estados separados e independientes desde el punto de vista político, pero que administrarían una economía unificada, Jerusalén sería una ciudad internacional con un régimen especial. La minoría -India, Irán y Yugoslavia- proponía el establecimiento de una Palestina independiente como estado federado con Jerusalén como capital.

 

-Australia no apoyaba ninguna de las dos propuestas-. La Comisión sí logró acuerdo unánime al recomendar que:

 

-El Mandato sobre Palestina termine en la fecha más próxima posible.

 

-Se conceda la independencia a Palestina en la fecha más próxima posible.

 

-Se haga responsable ante las Naciones Unidas, durante un período de transición, a la autoridad encargada de la tarea administrar Palestina y de prepararla para la independencia.

 

-La Asamblea General emprenda inmediatamente la iniciación y ejecución de un acuerdo internacional mediante el cual, el problema de los judíos europeos necesitados - de ellos aproximadamente 250.000 están en centros de reunión-, sea abordado como asunto de extrema urgencia para el alivio de su penosa situación y del problema de Palestina.

 

En estas circunstancias los dirigentes sionistas trataron de atraer la complicidad del Rey Abdullah de TransJordania conociendo las ambiciones de éste por posesionarse también de partes del territorio palestino en su proyecto de constituir el gran reino árabe que los británicos habían prometido a su padre durante la Primera Guerra Mundial. En 1946 Gran Bretaña ya le había otorgado la independencia a TransJordania, aunque el comando de la Legión Árabe, sus fuerzas armadas y otros resortes del poder, permanecían realmente en sus manos. Golda Meir, en ese entonces dirigente de la Agencia Judía, se entrevista secretamente con el rey y éste acepta que se constituya un estado judío en una parte de Palestina sobre la base de que Jordania se anexe el resto, de que se le otorgue importante ayuda económica y de que los dirigentes sionistas ejerzan su influencia para que los Estados Unidos reconozcan el Reino. El rey Abdullah [4] realmente había iniciado sus contactos con los dirigentes sionistas desde principios de los años 30 con el propósito de llegar a acuerdos sobre la repartición del territorio, lo cual le había ganado también el resquemor de dirigentes palestinos.

 

Pocas semanas después, el 29 de noviembre del propio año 1947, durante las sesiones del Segundo Período de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, la Comisión Ad Hoc encargada de estudiar el asunto de Palestina, propuso el Plan de Partición de Palestina que fue aprobado por la Resolución 181 (II). La votación fue de 33 países a favor, 13 en contra -entre ellos Cuba-, y 10 abstenciones.

 

La Resolución recomendaba "al Reino Unido como Potencia Mandataria en Palestina y a todos los demás miembros de la ONU, la aprobación y aplicación del futuro gobierno de Palestina, del Plan de Partición con Unión Económica (...)" y pedía al Consejo de Seguridad que adoptara "las medidas necesarias previstas en el Plan para la ejecución del mismo".

 

Palestina debía dividirse en un estado judío y un Estado árabe, cuyos nombres no se especificaban. Gran Bretaña debía retirarse antes del 1ro. de agosto de 1948. En ningún caso después del 1ro. de febrero de 1948, Inglaterra pondría a disposición del estado judío una zona que incluyera un puerto de mar para facilitar una emigración considerable.

 

Durante el período de transición que comenzaría inmediatamente, las Naciones Unidas se harían cargo progresivamente de la administración de todo el territorio, que se ejercería por intermedio de una Comisión y el poder se traspasaría a los estados el día de la independencia amas tardar el 1ro. de octubre de 1948. Los dos estados estarían asociados en una Unión Económica.

 

El territorio de Palestina se dividió en ocho partes. Tres se asignaron al estado judío y tres al estado árabe. La séptima porción, Jaffa, constituiría un enclave palestino en territorio judío y la otra parte correspondería a Jerusalén, ciudad que quedaría bajo un régimen internacional especial con un Consejo de Administración Fiduciaria durante un período inicial de 10 años, al cabo de los cuales el Consejo volvería a examinar el Plan y los residentes de la ciudad tendrían entonces toda libertad para expresar mediante un plebiscito, sus deseos acerca de las posibles modificaciones del régimen de la ciudad. Varias precisiones se hacían para salvaguardar los monumentos y lugares religiosos de la ciudad.

 

Jerusalén de por sí presentaba una situación muy complicada debido a la importancia que le otorgaban -y le otorgan- las tres grandes religiones monoteístas. Los judíos consideraban que fue allí donde el patriarca Jacob tuvo la visión de los ángeles ascendiendo y descendiendo del cielo, donde se construyó por Salomón el Primer Templo y se reconstruyó después el segundo hasta su destrucción por Titus en el año 70 n.e, y donde ellos consideran que permanece, como remanente de éste, el Muro de las Lamentaciones. Los cristianos por su parte, estiman la ciudad como el escenario de los últimos días de Cristo y allí se mantienen los más importantes santuarios de su crucifixión y sepulcro. Y para los musulmanes es la sede de la Plaza de las Mezquitas, donde está la roca con la huella de la partida del Arcángel Gabriel y Mohamed hacia el cielo, por lo que fue la primera ciudad, aun antes que la Meca y durante los primeros años del islamismo, hacia donde los fieles miraban para hacer sus rezos.

 

La fragmentación del territorio que se proponía en el Plan de Partición tenía por objeto asegurar que el estado judío abarcara la mayor cantidad de judíos y reducir al mínimo el número de éstos –estimado en unos 10.000- que quedarían en el estado árabe. Sin embargo, dentro de las frontera del estado judío quedaría una cantidad considerable de palestinos -unos 497.000- aproximadamente igual cifra que los que compondrían el Estado judío en ese mismo territorio. En la parte del propuesto estado árabe, habría unos 725.000 palestinos y 10.000 judíos.

 

Cuando se aprueba el Plan de Partición de Palestina los judíos eran propietarios sólo del 7-8 % de la tierra, pero la Resolución 181 les asignaba, para constituir el estado judío, el 56 % de todo el país. La población judía sin embargo era aproximadamente un tercio del total.

 

Los árabes rechazaron la repartición argumentando que ésta se hacía en contra de la voluntad de la mayoría de los habitantes y violaba la Carta de la ONU, el derecho a la autodeterminación y la práctica del derecho internacional. Alegaban, además, que los judíos iban a gobernar un estado que era árabe en un 50% y en el cual ellos poseían más del 90% de la tierra. Las demandas de los árabes para que se efectuara un plebiscito y para que la Corte Internacional de Justicia decidiera sobre la competencia de la ONU para repartir el territorio, fueron ignoradas.

 

El delegado de Cuba [5], al explicar su oposición al plan de partición, pronuncia un discurso el 28 de noviembre ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, que puede considerarse histórico por la contundencia de sus argumentos:

 

"Señor Presidente y Señores Delegados:

 

"De modo muy breve deseamos exponer las razones por las cuales la Delegación de Cuba se ve obligada a votar en contra del plan de partición de Palestina por la Comisión Ad Hoc.

 

"Hemos seguido con interés los debates, analizando los argumentos de unos y otros, a fin de llegar a la conclusión que nos pareciera más justa. Cuba ha demostrado su simpatía hacia los hebreos y el aprecio por sus cualidades, pues ha admitido en su territorio a miles de ellos, que hoy viven entre nosotros libres y tranquilamente, sin discriminaciones ni prejuicios, pero no podemos aquí votar conforme a sus deseos, porque consideramos que la partición de Palestina es contraria al derecho y a la justicia. En primer término, la base inicial de toda reclamación es la Declaración Balfour, causante de todo el problema que hoy tenemos ante nosotros; y la Declaración Balfour, a juicio nuestro, carece por completo de valor legal, pues el gobierno británico ofreció en ella una cosa de la cual no tenía derecho a disponer, porque no era suya. Mas, aceptando su validez, lo que ahora quiere hacerse va mucho mas allá de sus términos, pues ella prometió a los hebreos un "Hogar Nacional" en Palestina, dejando a salvo los derechos civiles de la población árabe, pero no ofreció un Estado Libre, cuya creación forzosamente afectará esos derechos que se trató de salvaguardar.

 

"Es también contraria a derecho la partición si nos atenemos al mandato conferido por la Liga de las Naciones. Cabría preguntar si la Liga de las Naciones podía, en justicia, hacer lo que hizo, o sea, ordenar el establecimiento de un Hogar Nacional Judío, con las graves consecuencias demográficas y políticas que han tenido, en una tierra ajena sin el consentimiento de sus habitantes.

 

"Pero aun admitiendo lo hecho, la partición que estudiamos va contra los términos de ese mandato, que su Art. 6to. ordenó que no fueran afectados los derechos y la posición de la población no hebrea de Palestina, y mal puede sostenerse que esos derechos no resultan perjudicados cuando va a arrebatarse a los nativos más de la mitad de su territorio y varios cientos de miles de árabes quedarán sometidos al gobierno hebreo y colocados en una situación subordinada allí donde antes eran dueños.

 

"En tercer lugar, el proyecto es también contrario a derecho, a nuestro juicio, porque va contra la libre determinación de los pueblos, que era principio esencial del Pacto de la Liga, aquí se está disponiendo de la suerte de una nación, privándola de su suelo nacional, del suelo que ha tenido durante muchos siglos, sin que se haya consultado para conocer su opinión. Y si del Pacto de la Liga pasamos a la Carta de las Naciones Unidas, encontraremos que va a cometerse idéntica violación, porque el principio de la libre determinación de los pueblos se encuentra reconocido en el párrafo 2do. del Art. 1ro. con carácter general, y reiterado en el párrafo (b) del Art. 76 para los pueblos no autónomos al decir que la administración fiduciaria (equivalente al mandato de la Liga) deberá tener en cuenta "Los deseos libremente expresados de los pueblos interesados".

 

"No nos convence el argumento, dicho por alguno, de que Palestina no es un Estado y, por tanto, no tiene el carácter de sujeto de Derecho Internacional, pues, en todo caso, esos preceptos no hablan de Estados, sino de pueblos, y no cabe duda de que el palestino lo es.

 

"Hemos proclamado solemnemente el principio de la libre determinación de los pueblos, pero con gran alarma vemos que cuando ha llegado el momento de aplicarlo, nos olvidamos de él.

 

"Tal sistema nos parece funesto. La Delegación de Cuba está firmemente convencida de que la paz verdadera y el mundo de justicia de que tanto hablaron los líderes de la Segunda Guerra mundial, no dependen de que ciertos principios fundamentales se inscriban en las convenciones y tratados y allí queden como letra muerta, sino de que llegado el instante oportuno, se cumplan por todos y para todos, grandes y pequeños, débiles o fuertes.

 

"¿Por qué no se ha procedido de modo democrático en este caso consultando la voluntad de todo el pueblo de Palestina? ¿Es que se ha temido que el resultado de la consulta fuera contrario a lo que de todas maneras se quería hacer? Y si esto es así ¿Dónde están los principios y donde la democracia que continuamente invocamos? No terminan ahí nuestras dudas legales. En el curso del debate, se han impugnado las facultades de la Asamblea para acordar la partición. Se ha contestado que, conforme a los Arts. 10 y 11 de la Carta, la Asamblea puede hacer recomendaciones sobre todo problema que esté dentro de los límites de ese documento o que se relacione con el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional. Sin discutir ahora si el problema de Palestina está dentro de esos límites o si constituye una amenaza para la paz internacional, no podemos dejar de advertir que una cosa es hacer una recomendación y otra muy diversa es adoptar un plan que afecta la integridad territorial de un pueblo que su posición jurídica y política, y encomendar la ejecución del proyecto a una Comisión de la propia Asamblea.

 

"Tampoco nos parece que pueda sostenerse que ese proyecto es una mera recomendación, pues toda recomendación lleva implícita la posibilidad de que no sea aceptada y el plan aprobado tiene, sin duda alguna, carácter coactivo, como lo prueba el hecho de que, por una de sus disposiciones, será considerada como amenaza o violación de la paz o acto de agresión, conforme al Art. 39 de la Carta, "cualquier tentativa de alterar por la fuerza el arreglo contemplado en la resolución". Se trata, pues, de algo que se impone por la fuerza, no de una mera recomendación, y como este, ajuicio nuestro, infringe la Carta, no podemos votar a favor del proyecto.

 

"Porque teníamos todas esas dudas legales, fue que votamos en la Comisión a favor de que previamente se consultara a la Corte Internacional de Justicia, para que pudiéramos avanzar sobre terreno firme. La consulta fue rechazada por la mayoría, lo que consideramos un error no justificado por la demora que ella hubiera causado, pues más valía haber esperado unos meses que lanzarnos a una acción que tantas dudas ofrece, aparte de que la negativa de acudir a la Corte pudiera dar la impresión de que la Asamblea rehusó buscar soluciones conforme al derecho. Por otro lado, consideramos que el proyecto es, además, injusto.

 

"El pueblo árabe ha tenido ininterrumpidamente durante muchos siglos, el territorio de Palestina, y por los datos oficiales que se nos han presentado, al terminar la Primera Guerra Mundial constituía casi el 90% de toda la población del país. Por medio del Reino Unido, como potencia mandataria, y el cumplimiento de lo resuelto por la Liga, abrió sus puertas a una inmigración extranjera, ofreciéndole un lugar en que pudiera vivir y desenvolver su existencia conforme a sus deseos, con libertad religiosa y sin discriminaciones humillantes, y ahora esos individuos pagan la generosa hospitalidad de quienes les acogieron quitándoles por la fuerza la mitad de su suelo natal.

 

"Hemos dicho inmigración extranjera de modo consistente, pues con todo respeto hacia la opinión de los hebreos, ellos son, a juicio nuestro, extranjeros en la tierra de Palestina. En efecto, durante los debates de la Comisión se adujeron datos para probar que los antepasados de un gran número de los hebreos que ya han ido o que aun quieren ir a Palestina jamás estuvieron en esa región; pero aun en el caso de que los remotos antecesores de todos ellos hubieran nacido allí, es indudable que abandonaron dicha tierra hace tanto tiempo, para establecerse en otros países, que sus descendientes han dejado de pertenecer a Palestina, del mismo modo que nosotros, hombres de América, nacidos de emigrantes que vinieron de todos los rincones de la Tierra, no podemos considerarnos con ningún derecho a la patria de nuestros padres en el viejo continente.

 

"El íntimo y ferviente anhelo de los hebreos de volver a Palestina, tal vez por tradición, tal vez por razones místicas u obsesión religiosa, es algo que puede tener toda nuestra consideración y simpatía sentimental, pero no constituye, en nuestra opinión, un título para que se les entregue lo que no les pertenece, mucho menos si para ello hay que despojar por la fuerza a otro con más derecho.

 

"Asimismo consideramos injusto el proyecto, porque es la imposición del criterio de una minoría sobre una mayoría enorme, en contra de un principio cardinal de la democracia. En el caso actual, esa minoría, no queriendo someterse al criterio de los más, pretende poner casa aparte, pero llevándose una porción del territorio del pueblo que lo admitió en su seno.

 

"Hay otro aspecto que solo quiero mencionar, dejando al futuro la tarea de probar sus graves consecuencias: el plan de partición de Palestina implica el establecimiento por esta Asamblea del principio de que toda minoría racial, o de otra índole, pueda pedir su separación de la comunidad política de la cual forma parte.

 

"Como ya expresó el Jefe de nuestra Delegación ante la Comisión, Cuba, no hace muchos años, corrió el peligro de perder una parte de su territorio como consecuencia de una inmigración norteamericana en la Isla de Pinos.

 

"Por fortuna nuestra y para honra del gobierno de los Estados Unidos, aquella tentativa fracasó, porque los dirigentes de este país reconocieron notablemente nuestros derechos. Pero no podemos olvidar lo que ese peligro fue para nosotros, y pensando en lo que hubiéramos sentido los cubanos si se nos hubiera quitado de ese modo parte de nuestro suelo, no es fácil imaginar lo que sentirían los árabes de Palestina sise aprobara el plan de partición, y no podemos contribuir con nuestro voto a que se haga con ello lo que no estábamos dispuestos a aceptar que se hiciera con nosotros.

 

"No se nos diga que a veces hay que aceptar una solución política aunque sea injusta, pues sobre la injusticia nunca podrá asentarse la paz y la cordialidad entre los pueblos.

 

"Respecto a los refugiados, judíos o no judíos, que hoy se encuentran en campos de concentración, problema sobre el cual se ha insistido por los partidarios del proyecto, Cuba expresó que debía resolverse con un criterio de buena voluntad por parte de todas las Naciones Unidas, aceptándolas proporcionalmente, según las condiciones peculiares de cada país; pero entiende que no puede imponerse a Palestina que ella lo resuelva sola, sobre todo si se tiene en cuenta que es ajena por completo a las causas que han determinado el desplazamiento de todas esas personas.

 

"Por esas razones, tendremos que votar en contra del plan de partición, como ya lo hicimos en la Comisión, y una vez formado nuestro criterio, nos consideramos en el deber de manifestarlo por medio del voto, manteniéndolo con firmeza, a pesar de las gestiones y presiones que se han hecho en torno nuestro".

 

En los tres primeros meses posteriores a la aprobación del Plan de Partición por la Organización de Naciones Unidas la situación en Palestina se deteriora rápidamente. Las organizaciones sionistas, con mejor preparación y equipamiento militar, se dedicaron a ocupar cuanto territorio les fuera posible, rebasando ampliamente las fronteras asignadas en la Resolución 181.

 

Se producen atentados terroristas contra los palestinos en Jaffa, Jerusalén, Haifa, Sassa y Safad. El 9 de abril fueron masacradas por la banda Irgún, 254 personas en el poblado de Deir Yassin, entre ellos mujeres y niños. Se perseguía aterrorizar a la población árabe para que abandonaran pueblos y tierras. El 18 del mismo mes los sionistas desatan la operación Jephte, dirigida a desalojar la población árabe de la Galilea oriental. El 21 es atacada Haifa y al día siguiente, aterrorizada, huye casi totalmente la población palestina residente allí.

 

En la medida en que se acerca la fecha puesta por Gran Bretaña para finalizar su Mandato, 15 de mayo -varios meses antes de lo previsto por el plan de Naciones Unidas-, la situación se hace aún más crítica.

 

Alrededor del 10 de mayo y ante la ofensiva de fuerzas sionistas que iniciaban la ocupación de partes importantes del territorio otorgado al Estado palestino, comienzan a entrar en Palestina unidades militares no regulares procedentes de los estados árabes vecinos que se oponían a la creación del Estado judío de Israel y al desalojo de los palestinos de sus tierras, y al terminar el Mandato ya lo hacen fuerzas regulares, dando origen a la Primera Guerra Árabe-Israelí.

 

Pesaba mucho entonces el sentimiento internacional muy favorable a los judíos por lo acontecido en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La posición de la Unión Soviética y los recién creados estados socialistas europeos, atraídos posiblemente también por algunas ideas socializantes de organizaciones judías, era de apoyo decidido al establecimiento del Estado de Israel y cuando a mediados de mayo se discute el conflicto en el Consejo de Seguridad de la ONU, el canciller Andrei Gromyko afirmó: "La delegación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas no puede dejar de expresar su espanto por la posición que los países árabes adoptaron en la cuestión palestina. Todos nos quedamos sorprendidos de ver a esos estados, o por lo menos a algunos de ellos, recurrir a las armas y entregarse a operaciones militares con el fin de reprimir al movimiento de liberación nacional [6] que nace en Palestina". La URSS sería la primera potencia en reconocer al naciente Estado de Israel y armamento ruso y especialmente checoeslovaco fue empuñado por los sionistas en esa primera guerra.

 

Rápidamente, sin embargo, quedaría demostrada la equivocación de la URSS y de algunos países socialistas de entonces. En cuanto comenzó la Guerra Fría a fines de los años 40, el recién creado Estado judío demostraría su vocación procolonialista e imperialista: apoyó a Estados Unidos en la guerra en Corea, participó al lado de Francia e Inglaterra en la agresión al Egipto de Nasser en 1956; estableció relaciones especiales con el régimen del apartheid de Sudáfrica a quien facilitó tecnología para desarrollar armamento atómico y brindó ayuda militar y asesoramiento represivo y de seguridad a las dictaduras fascistas de América Latina, para solo mencionar lo más notable de un largo currículo.

 

El 14 de mayo, un día antes de que el Alto Comisionado británico partiera de Jerusalén, Israel proclama su independencia. En la Declaración se hacía un recuento histórico desde la celebración del Primer Congreso Sionista en 1897, pasando por la Declaración Balfour y el Mandato hasta la Resolución de la ONU que aprobaba la partición de Palestina y la creación del Estado judío. Una parte de los planes sionistas propiciados por intereses colonialistas británicos se había consumado, pero no todos.

 

La intervención de los estados árabes vecinos -con pocas fuerzas y recursos y todavía en parte dependientes de las potencias coloniales- en apoyo de los palestinos, fue en gran medida ineficaz debido a la decisiva superioridad militar y organizativa israelí. Frente a los árabes, el poder militar sionista era abrumador. Los palestinos estaban armados con fusiles de la Primera Guerra Mundial, no tenían experiencia ni organización militar. La maquinaria sionista estaba bien organizada en distintos tipos de brigadas, tenían oficiales y tropas experimentadas y abundante armamento moderno. En marzo de 1948 las fábricas de armas de los sionistas producían 100 subametralladoras diarias y 400.000 cartuchos al mes; lanzallamas; cañones antitanques; morteros y gran cantidad de granadas y obuses. A partir de ese mes comenzaron a recibir también los primeros cargamentos de armas de Checoslovaquia.

 

En pocas semanas los sionistas ocuparon la mayor parte del territorio de Palestina con la excepción de la ribera occidental del Río Jordán (Cisjordania) que había sido ocupada por el ejército jordano, y de la franja de Gaza, ocupada por fuerzas de Egipto. Jerusalén había quedado dividida. En lugar del 56 % que se otorgaba al Estado judío por la Resolución 181, ocuparon aproximadamente el 75 %. El Estado palestino no llegó a constituirse.

 

El 29 de mayo el Consejo de Seguridad ordena el cese del fuego y el Conde Bernadotte viaja a Palestina como enviado especial de la ONU para procurar un arreglo pacífico de la situación, aunque el conflicto se mantiene y toma carácter de limpieza poblacional por parte de Israel, que logra expulsar en una primera etapa —noviembre de 1947 a mayo de 1948- a cerca de 400 000 palestinos que se vieron obligados a refugiarse en países vecinos o en Gaza y Cisjordania. En los meses siguientes esta cifra rebasaría el millón de refugiados, dando lugar a lo que los palestinos califican como Al Nakba, que significa literalmente "la desgracia o el desastre". En ese período fueron desalojadas por la fuerza y el terror unas 530 localidades palestinas, de las cuales más de 400 fueron destruidas en una operación terrorista sin precedentes. Este fue el origen del problema de los refugiados palestinos que después continuó creciendo y hoy todavía se mantiene como uno de los aspectos que necesariamente debe ser resuelto para desactivar el conflicto del Medio Oriente.

 

Ben Gurión escribiría poco después: "hasta la salida de los británicos, ningún asentamiento judío por remoto que fuera, fue ocupado por los árabes, mientras que la Haganah (ejército judío) capturó muchas posiciones árabes, liberó Tiberiades y Haifa, Jaffa y Safad. Por ello, el día del destino -15 de mayo de 1948- la parte de Palestina donde la Haganah pudo operar, estuvo casi limpia de árabes".

 

En realidad, ya había unos 300 000 palestinos refugiados cuando los británicos se retiraron de Palestina y antes de que el primer soldado de los países árabes vecinos pusiera un pie en estas tierras en mayo de 1948.

 

El conocido historiador británico Arnold Toynbee en su libro "Estudio de la Historia", escribió: "Los crímenes cometidos por los nazis contra los judíos son comparables a los cometidos por los judíos contra los palestinos. La masacre llevada a cabo contra hombres, mujeres y niños en Deir Yassin el 9 de abril de 1948 precipitó la expulsión de la población árabe en gran cantidad de los distritos que iban ocupando las fuerzas armadas judías. De Akka en mayo, de Lydda y Ramallah en julio y de Beersheba y Galilea occidental en octubre".

 

Los sionistas, en su aviesa propaganda, difundieron el mito de que habían sido los propios dirigentes árabes quienes habían dado órdenes de retirarse a la población palestina, pero testimonios de algunas personalidades israelíes y palestinas reflejan lo contrario:

 

Uri Avnery, periodista judío y ex-diputado pacifista israelí: "(...) vi con mis propios ojos, desde la cima del Monte Hleikat, una caravana humana desesperada arrastrándose por las playas arenosas, expulsada de los pueblos del distrito sur de Palestina, dirigiéndose hacia Gaza. Una madre cargando un bebé y tirando de otro detrás de ella, un hombre anciano haciendo esfuerzos por mantener el ritmo de la procesión y un niño, perdido entre la multitud, buscando a su madre".

 

Khalil al Wasir (Abu Yihad), uno de los principales dirigentes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y que fue asesinado por un comando israelita en su casa en Túnez: "(...) Me acuerdo del día en que las fuerzas sionistas atacaron la ciudad de Yafa como si fuera el día de ayer. Los árabes de la ciudad nos mandaron a Ramlah algunos autos y camiones. Ellos gritaban: ¡Auxiliar a Yafa, auxiliar a Yafa!. Me acuerdo de los hombres y mujeres de Ramlah montarse en esos vehículos. Uno de ellos llevaba una pistola antigua y algunos cuchillos y palos. Nosotros entonces intercambiábamos la ayuda, pues sabíamos que si los judíos lograban apoderarse de Yafa, iban a arremeter después contra Ramlah y Led. En efecto, esto precisamente fue lo que sucedió. Ellos bloquearon las dos ciudades en la misma noche y pudieron hacerlo fácilmente porque los jordanos se retiraron sin ninguna lucha, para quedar nosotros cercados y solos.

 

"Nuestras familias no pudieron combatir porque no tenían medios para hacerlo. El alcalde de la ciudad y una delegación del Consejo Municipal visitaron a los jefes militares judíos, a los cuales el alcalde dirigió la palabra: "sí, pueden entrar en la ciudad, pero no deben perjudicar a nadie ni tomar prisioneros. Además, tienen que permitirle a la gente permanecer en sus casas y ejercer su vida normal". Los judíos se negaron, ya que ellos querían que nosotros abandonáramos nuestras casas, dejáramos nuestra ciudad.

 

"Cuando decidimos por no hacerlo, los judíos emplearon el tenaz fuego de sus cañones contra las ciudades de Ramlah y Led. No puedo olvidar lo sucedido. La planta superior de mi casa fue alcanzada, por lo que nos establecimos en la parte inferior. Explotó otro cañonazo en la calle, que destruyó la entrada de la casa. Los proyectiles caían en todos los rincones de Ramlah, lo que hizo que el alcalde le pidiera a toda la población refugiarse en las mezquitas y en las iglesias. Como nosotros vivíamos en la parte cristiana de la ciudad, acudimos a la iglesia de los romanos católicos. Algunos de nuestros vecinos murieron en el camino víctimas de los bombardeos.

 

"Antes que los judíos entraran a la ciudad nos mantuvimos en la iglesia dos días. Los hombres, mujeres y niños dormían uno pegado al otro. No había entre sus cuerpos espacio para poner un pie. Todos teníamos que extender los pies sobre los cuerpos de los demás. Y cuando llegaron los judíos yo subí hasta la quinta planta, miré a través de las hojas de las puertas y, con mis propios ojos, vi a los soldados judíos disparar y matar a cantidad de mujeres y niños que aún estaban en la calle. ¡No puedo olvidarme de eso! Luego vigilé a los soldados mientras entraban a nuestras casas, pateaban las puertas, las arrancaban y disparaban a todos lados. Algunas veces conducían gente hasta la calle y la mataban.

 

"En el tercer día llegaron los autobuses. Nosotros teníamos algunos maletines, en uno de los cuales había algunos panes, queso y un pijama nuevo del cual yo presumía mucho. Y cuando los judíos dijeron que nosotros no podíamos llevar los maletines a los vehículos tendí la mano para sacar el pan, el queso y el pijama nuevo. Me acerqué a uno de los conductores y, con un lenguaje inocente propio de un niño pequeño, le dije en hebreo: -señor, señor, quiero buscar algo de comer- y le señalé a uno de los maletines, entonces dijo: "está bien, está bien".

 

Apenas metí la mano dentro del maletín escuché gritos enfurecidos en hebreo. En esos momento mi madre me recogió y me apretó contra su pecho al ver que un soldado judío apuntaba su arma hacia mi disparando algunos tiros. Si mi madre no hubiera estado observando lo que pasaba me hubiera herido o quizás matado. Milagrosamente los disparos me desacertaron, pero atravesaron la pierna de un vecino de nosotros....que hoy día vive en Ammán.

 

"Finalmente, las mujeres y los niños de Ramlah fueron montados en autobuses y enviados a Ramallah. Pero la tragedia de ellos todavía estaba lejos de su fin, pues lo peor estaba por venir. A una distancia de más de diez millas antes de llegar a Ramallah, los judíos detuvieron los autobuses y nos ordenaron caminar a pie toda la distancia que faltaba para llegar. Nos señalaron "aquella es la ciudad de Ramallah, ustedes tienen que atravesar esas lomas y valles". Comenzamos a caminar. Teníamos que hacerlo lentamente, ya que algunas de las mujeres eran ancianas y enfermas y se veían obligadas a detenerse cada ciertos minutos para coger respiro y descansar, mientras otras, que tenían mayor capacidad para caminar, se agotaban por la cargaderade sus niños.

 

"En la noche siguiente los judíos nos bombardearon con su artillería y los proyectiles de sus morteros. Al principio nos ocultamos detrás de algunas rocas, pero al ver que los bombardeos continuaban, todos comenzaron a gritar aterrorizados. Nos echamos a correr, correr y correr a lo largo del camino hasta arribar a Ramallah. No había en la zona ninguna fuerza árabe -ni regular ni voluntarios-, de ningún tipo. Los judíos sabían quienes éramos nosotros y de dónde procedíamos, pero la agresión de ellos contra nosotros era deliberada, planeada y tenía un objetivo único, querían asegurarse de que nosotros llegáramos a Ramallah en un estado de terror y tristeza extremos. Ellos esperaban que nuestro estado y lo sucedido con nosotros transmitieran tanto miedo y terror en los demás que les hicieran huir de sus casas. Todo fue parte de una inteligente y muy exitosa estrategia sionista de atemorizarnos e impulsarnos a abandonar nuestra patria".

 

Otro testimonio de George Habash, personalidad política, Presidente y fundador del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP): "(...) a finales de junio de 1948 la emigración de Palestina estaba en auge. El curso escolar culminó y la universidad cerró sus puertas. Yo me dije: -tengo que regresar a Palestina y precisamente a Led-, ya que las fuerzas sionistas habían expulsado a la gente de Yafa, y éstos se dirigieron a Led. Pero mi familia me pidió que me quedara en Beirut y me envió dinero con este fin, pues mi padre estaba en cama y mi madre temía mucho por mí.

 

"Mi llegada a Led fue una sorpresa para mi familia, y me dijo mi madre: ¿qué vas a hacer, mi hijo? Y mi hermano preguntaba ¿qué tú puedes hacer? Yo pensé ¿yo podría combatir? Bueno, yo comencé a estudiar medicina y puedo ayudar en este campo. En el hospital de Led había un médico de apellido Sahlan, me puse a trabajar junto a él y a su ayudante.

 

"Al igual que otras ciudades y aldeas de Palestina, Led vivía un estado de confusión y preocupación excesivas. Los aviones bombardeaban y provocaban pánico entre la gente, y el pueblo estaba abarrotado de los evacuados de algunas zonas cercanas que fueron atacadas por las bandas sionistas antes de hacerlo éstas con Led. Hubo una comisión llamada Comisión Nacional, encabezada por Hadj Amín Al-Husseini -el mufti de Jerusalén-, que al igual que otras entidades nacionalistas, instaba a la gente a no emigrar, incluso trataba de impedirles la salida.

 

Algunas personas, las quienes les tranquilizaba la presencia de una fuerza del ejército Árabe en una posición cercana, creían que esta fuerza iba a frenar la caída de Led. Lo que sucedió fue que las tropas judías hicieron su gran ofensiva y ocuparon Led.

 

"Yo estaba en el hospital ayudando al doctor Mustafá Zahlán. El miedo y la desconcertación se había generalizado y el hospital estaba repleto de combatientes y civiles heridos. La situación era horrorizante y dura. Yo estaba ocupado en mi trabajo cuando se presentó la tía de mi madre en el hospital preguntando por mí. Cuando me encontró me pidió que regresara a casa porque mi madre estaba preocupada por mí. Yo me negué, ella insistió y yo también. Entonces ella me dijo ¡tu hermana falleció! Mi hermana mayor, que yo quería mucho. En el camino a la casa vi la gente por las vías en un estado de extremo terror, mientras los muertos y heridos, que yo conocía a algunos de ellos, estaban tirados a los lados de las calles.

 

"Enterramos a mi hermana cerca de la casa porque no nos fue posible salir hacia el cementerio. Apenas pasaron tres horas, los asaltantes judíos atacaron la casa y comenzaron a gritarnos: ¡afuera, afuera, salgan! Lo hicimos mi madre, mis sobrinos -entre ellos un bebé que llevábamos cargado-, familiares, vecinos y yo. No sabíamos hacia dónde nos íbamos. Los soldados judíos nos ordenaban caminar y nosotros lo hacíamos. Fue un día muy caluroso, en el mes de Ramadán.

 

Algunos de los que estaban alrededor de nosotros decían que ese era el día de la resucitación y otros decían que ese era el infierno. Llegamos al final del pueblo, donde los judíos habían levantado un punto de control para registrar a los que salían. No teníamos ningún arma.

 

Parece que un vecino de nosotros, llamado Amín Hanhan, tenía algún dinero oculto, por lo que no accedió a que lo registraran. El soldado sionista le disparó delante de nosotros y lo mató. La madre y la hermana de él lo atendieron entre sollozos. Su hermano menor, Bishara, era mi amigo y compañero en la escuela primaria, estudiábamos y jugábamos juntos.

 

"¿Me preguntas del por qué he escogido este camino? ¿Por qué me he convertido en nacionalista árabe? Ese es el sionismo, y después hablan de paz. Ese es el sionismo conocido y visto por mí".

 

El 17 de septiembre del propio 1948 el enviado especial de la Organización de Naciones Unidas, el Conde Bernadotte, es asesinado por la banda sionista Stern en Jerusalén y en diciembre se aprueba por la ONU la Resolución 194 que establece el derecho de los refugiados palestinos al regreso lo antes posible a sus hogares y a la indemnización por los bienes perdidos. El enviado especial de la organización internacional era considerado enemigo por los extremistas sionistas, pues poco antes de su asesinato había declarado: "Sería una ofensa a los principios de la justicia elemental si a estas víctimas inocentes del conflicto (los palestinos expulsados) les fuera denegado el derecho de retornar a sus hogares mientras que inmigrantes judíos fluyen a Palestina".

 

A partir de febrero de 1949, bajo el auspicios y vigilancia de la ONU se firman los armisticios entre los países árabes beligerantes -Egipto, 25 de febrero; Líbano, 23 de marzo; Jordania, 3 de abril; y Siria el 20 de julio- e Israel, los cuales logran su real cumplimiento en 1950. Se había consumado la primera gran derrota de los países árabes frente a Israel, no se pudo impedir la creación del estado judío y quedó sin crearse el estado palestino.

 

En mayo del propio año, Israel fue admitido como miembro de la Organización de Naciones Unidas. En el preámbulo de la resolución por la que se aprobó el ingreso de Israel en la ONU, se hacía mención concreta del compromiso de este de cumplir las resoluciones 181 (II) y 194 (III), que constituían el centro de la cuestión palestina en ese organismo mundial. La primera, que establecía la división en dos estados, implicaba el reconocimiento por Israel del todavía no existente estado palestino, y la segunda estipulaba el derecho de los expulsados al regreso a sus tierras y hogares.

 

Algunos párrafos, los más significativos, de la Resolución 273 (III) que aceptaba a Israel como miembro de la ONU decían:

 

"Tomando nota de que, ajuicio del Consejo de Seguridad, Israel es un estado amante de la paz, que está capacitado para cumplir las obligaciones consignadas en la Carta y se halla dispuesto a hacerlo(...).

 

Tomando nota, además, de la declaración del Estado de Israel de que acepta sin reservas las obligaciones consignadas en la Carta de las Naciones Unidas, y se compromete a cumplir dichas obligaciones a partir del día en que llegue a ser miembro de las Naciones Unidas....".

 

La historia se ocuparía de demostrar que Israel, el único estado creado por una Resolución de las Naciones Unidas, no sólo desconocería los compromisos contraídos con la Organización, sino que sería el que más violaría y desconocería sus disposiciones.

 

Con la creación del estado de Israel se había cumplido, casi justamente en el tiempo, poco más de 50 años, la profética declaración de Theodore Herzl en el Primer Congreso de la Organización Sionista Mundial de 1897, que aseguraba que en ese plazo como máximo, se

establecería un estado judío. Una parte importante de la población autóctona de Palestina había sido despojada de sus tierras, propiedades y expulsada violentamente a territorios vecinos, pasando a integrar la nueva categoría de "refugiados palestinos".

 

Avalado por intereses coloniales y propiciado por determinadas coyunturas históricas, se había cometido un enorme crimen, dando nacimiento al Conflicto del Medio Oriente, cuyo último capítulo parece todavía estar en un futuro distante.

 

Como resultado de la Primera Guerra Árabe-Israelí el problema palestino se internacionalizó y tomó una dimensión mucho más amplia, colocando a este pueblo en mayores desventajas. Largos períodos de dominación colonial no habían propiciado el desarrollo de una organización fuerte, una representación oficial propia con dirigentes reconocidos y con experiencia para ejercer influencia en los círculos internacionales de poder, lo cual debilitaba las posibilidades de defender debidamente sus legítimos derechos. Lejos de esto, algunos líderes con posiciones puramente teocráticas y feudales, así como una retórica intransigente no eran capaces de hacer entender la justeza de la causa y hacían más difíciles las cosas.

 

En estas circunstancias fue casi natural que los gobernantes árabes llenaran este vacío de representatividad y la cuestión palestina comenzó a dejar de percibir como un conflicto entre palestinos en defensa de sus tierras y sus derechos frente al despojo de que eran víctimas por los judíos sionistas, pasando a enmarcarse dentro del conflicto más general árabe-israelí. Esta y otras razones, como su inserción dentro de la naciente y creciente guerra fría, contribuirían a que la esencia del problema se dejara de lado y comenzara a tratarse casi netamente como un asunto de "refugiados".

 

 

 

 

 

 

[4] Abdullah había sido compañero de escuela de Ben Gurion cuando estudiaban en Estambul.

 

[5] Dr. Ernesto Dihiigo, importante intelectual y profesor de Derecho Internacional en la Universidad de La Habana, delegado

de Cuba en ese período de la Asamblea General

 

[6] Se refería al movimiento sionista que trataba de ocupar Palestina para constituir el Estado judío.

 

 

 

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