El combatiente Alcibiades Bermúdez, participante de la
contraofensiva final.
1ro. de Enero de 1959
Boletín especial de Radio Rebelde, órgano oficial del
Movimiento 26 de Julio y del Ejército Rebelde, desde las puertas de
Santiago de Cuba.
Se acaba de anunciar desde el campamento de Columbia que el
tirano Batista ha huido.
El general Cantillo a nombre del Ejército anunció que ha
tomado el mando de la Junta Militar.
En la declaración se habla cínicamente del patriotismo del
tirano que accedió a renunciar y de la salida de los principales esbirros
de la Tiranía de los cuerpos represivos.
Radio Rebelde anuncia al pueblo de Cuba, al Ejército Rebelde
y al Movimiento Revolucionario 26 de Julio, que dentro de poco, Fidel
Castro Ruz, líder de la revolución cubana y Comandante en Jefe del
Ejército Rebelde se dirigirá al pueblo de Cuba con trascendentales
pronunciamientos:
El pueblo tiene que estar muy alerta en estos momentos
decisivos para el destino de nuestra patria.
Esta larga y difícil lucha no tendrá otro final que el
triunfo de la revolución. Jamás aceptaremos otra solución que un gobierno
civil.
El pueblo debe estar preparado para declarar la huelga
general.
Hay que evitar la huida de los asesinos.
Exigimos la inmediata libertad de los presos políticos.
Que nadie se llame a engaño.
No aceptamos ninguna Junta Militar.
Hay que prepararse para la lucha final.
Nada ni nadie impedirá el triunfo de la Revolución.
Las plantas de La Habana deben estar en sintonía con Radio
Rebelde.
RADIO REBELDE
AQUÍ Radio Rebelde, desde las puertas de Santiago de
Cuba.
Hablando a nombre del Movimiento 26 de Julio y el Ejército
Rebelde.
Pueblo de Cuba: el Tirano ha huido, los principales asesinos
se han dado a la fuga más precipitada ante el empuje incontenible del
Ejército Rebelde. Los mismos que lo sostuvieron hasta ayer pretenden
sustituirle.
Se ha constituido una Junta Militar.
Ahora más que nunca el pueblo tiene que estar alerta y
mantenerse unido a la revolución y dispuesto a declarar la huelga general
revolucionaria en el mismo instante que se le ordene.
Jamás aceptaremos una Junta Militar.
Dentro de poco el líder de la revolución y comandante Jefe
del Ejército Rebelde se dirigirá al Pueblo de Cuba en trascendentales
pronunciamientos.
No hay más solución que la entrega del Gobierno.
Las estaciones de radio de La Habana deben ponerse en
sintonía y hacer una cadena con Radio Rebelde para trasmitir nuestras
orientaciones.
El Ejército Rebelde y el Movimiento 26 de Julio deben actuar
en consecuencia.
La revolución no podrá ser escamoteada.
Ahora es más fuerte que nunca.
Esperen las palabras de Fidel Castro dentro de
poco.
ATENCIÓN IMPORTANTE
La opinión pública no debe confundirse. Nuestros dirigentes
no han hecho otra declaración que la que estamos haciendo por Radio
Rebelde. No es cierto que nuestro máximo jefe Fidel Castro Ruz y el
Presidente Provisional de la República reconocido por la Revolución, Dr.
Manuel Urrutia Lleó, estén camino de La Habana. No es cierto que hayamos
prohibido izar otra bandera más que la de la República. En el territorio
liberado de Cuba, que es más de la mitad del territorio nacional, ondea
victoriosa, junto a la enseña inmortal de Narciso López, la bandera del 26
de Julio y el Ejército Rebelde. Ambas avanzan abrazadas y victoriosas y no
permitirán que se entorpezca nuestra Revolución. Frente a las componendas
vergonzosas que están permitiendo ya la huida de los asesinos y ladrones
de la tiranía, las banderas de la República y de la Revolución están más
unidas que nunca.
Ahora viene a los micrófonos de Radio Rebelde el líder
máximo de la revolución cubana, Dr. Fidel Castro Ruz, en trascendentales
declaraciones:
Con el pueblo de Cuba el doctor Fidel
Castro.
Fidel en la Sierra con un niño
campesino
INSTRUCCIONES DE LA COMANDANCIA GENERAL A TODOS LOS
COMANDANTES DEL EJÉRCITO REBELDE Y AL PUEBLO:
Batey del central "América"
Cualesquiera que sean las noticias procedentes de la
Capital, nuestras tropas no deben hacer alto al fuego en ningún
momento.
Nuestras fuerzas deben proseguir sus operaciones contra el
enemigo en todos los frentes de batalla.
Acéptese sólo conceder parlamento a las guarniciones que
deseen rendirse.
Al parecer, se ha producido un golpe de estado en la
Capital. Las condiciones en que ese golpe se produjo son ignoradas por el
Ejército Rebelde.
El pueblo debe estar muy alerta y atender sólo las
instrucciones de la Comandancia General.
La dictadura se ha derrumbado como consecuencia de las
aplastantes derrotas sufridas en las últimas semanas, pero eso no quiere
decir que sea ya el triunfo de la Revolución.
Las operaciones militares proseguirán inalterablemente
mientras no se reciba una orden expresa de esta Comandancia, la que sólo
será emitida cuando los elementos militares que se han alzado en la
Capital se pongan incondicionalmente a las órdenes de la Jefatura
Revolucionaria.
¡Revolución SÍ; golpe militar NO!
¡Golpe militar de espaldas al pueblo y a la Revolución NO;
porque sólo serviría para prolongar la guerra!
¡Golpe de estado para que Batista y los grandes culpables
escapen, NO; porque sólo serviría para prolongar la guerra!
¡Golpe de estado de acuerdo con Batista, NO; porque solo
serviría para prolongar la guerra!
¡Escamotearle al pueblo la Victoria, NO; porque sólo
serviría para prolongar la guerra hasta que el pueblo obtenga la victoria
total!
Después de siete años de lucha, la victoria democrática del
pueblo tiene que ser absoluta, para que nunca más se vuelva a producir en
nuestra Patria un 10 de marzo.
¡Nadie se deje confundir ni engañar!
¡Estar alerta es la palabra de orden!
El pueblo y muy especialmente los trabajadores de toda la
República, deben estar atentos a Radio Rebelde y prepararse urgentemente
en todos los centros de trabajo para la huelga general e iniciarla apenas
se reciba la orden si fuese necesario para contrarrestar cualquier intento
de golpe contrarrevolucionario.
¡Más unidos y más firmes que nunca deben estar el pueblo y
el Ejército Rebelde, para no dejarse arrebatar la victoria que ha costado
tanta sangre!
FIDEL CASTRO COMANDANTE EN JEFE INSTRUCCIONES A
SANTIAGO DE CUBA
Santiagueros: La guarnición de Santiago de Cuba está cercada
por nuestras fuerzas. Si a las seis de la tarde del día de hoy no han
depuesto las armas, nuestras tropas avanzarán sobre la ciudad y tomarán
por asalto las posiciones enemigas.
A partir de las seis de la tarde queda prohibido todo
tráfico aéreo o marítimo en la ciudad.
Santiago de Cuba: los esbirros que han asesinado a tantos
hijos tuyos no escaparán como escaparon Batista y los grandes culpables,
en combinación con los oficiales que dirigieron el golpe amañado de
anoche.
Santiago de Cuba: Aún no eres libre. Ahí están todavía en
tus calles los que te han oprimido durante siete años, los asesinos de
cientos de tus mejores hijos. La guerra no ha terminado porque aún están
armados los asesinos.
Los militares golpistas pretenden que los Rebeldes no puedan
entrar en Santiago de Cuba. Se prohíbe nuestra entrada en una Ciudad que
podemos tomar con el valor y el coraje de nuestros combatientes; se quiere
prohibir la entrada a Santiago de Cuba a los que han liberado la
Patria.
Santiago de Cuba: serás libre, porque tú lo mereces más que
ninguna, porque es indigno que por tus calles se paseen todavía los
defensores de la Tiranía.
Santiago de Cuba: necesitamos tu apoyo. Desde hoy a las 3 de
la tarde la ciudad debe estar totalmente paralizada. Todo el mundo debe
abandonar su trabajo en solidaridad con los combatientes que van a
liberarla. Solamente la planta eléctrica debe continuar laborando para que
el pueblo pueda orientarse a través de sus radios.
Santiago de Cuba: serás libre porque te lo mereces más que
ninguna, y porque es indigno que por tus calles se paseen todavía los
defensores de la Tiranía [se repite en el original].
SE CURSAN ÓRDENES MILITARES A LOS MANDOS DE CAMAGÜEY Y DE
LAS GLORIOSAS COLUMNAS 2 Y 8 DE LAS VILLAS.
El Comandante Jefe del Ejército Rebelde y Máximo Líder de la
Revolución Cubana y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, ha cursado
por los micrófonos de Radio Rebelde, a las puertas de Santiago de Cuba,
las siguientes instrucciones militares:
Al Comandante Víctor Mora, Jefe de la Provincia de Camagüey,
se le ordena el avance sobre todas las ciudades, rindiéndolas por las
armas con la cooperación del pueblo y Jefes Militares honrados del
ejército enemigo con tropas bajo su mando. El comandante Mora debe cerrar
todas las vías de acceso a las poblaciones, especialmente las de la
Carretera Central y las de las carreteras de Santa Cruz del Sur, Nuevitas
y Camagüey.
El comandante Camilo Cienfuegos, con su gloriosa columna
invasora número 2, debe avanzar sobre la ciudad de La Habana, para rendir
y tomar el mando del Campamento Militar Columbia.
El Comandante Ernesto Guevara ha sido investido del cargo de
Jefe del Campamento Militar de la Cabaña y, en consecuencia, debe avanzar
con sus fuerzas sobre la ciudad de La Habana, al paso que rinda las
fortalezas de Matanzas.
También se han impartido instrucciones al Comandante Aníbal
[Belarmino Castilla], para que conmine la rendición de las fuerzas de
Mayarí, al Comandante Raúl Castro la rendición de Guantánamo y a los
Comandantes [Lalo] Sardiñas y [Delio] Gómez Ochoa la de Holguín y Victoria
de las Tunas.
Se ordena a estos mandos el mantenimiento del mayor orden en
las ciudades que se rindan y el apresamiento inmediato, para ser sometidos
a juicios sumarísimos, de todos los culpables de la actual situación.
El comandante [Dermidio] Escalona, Jefe Militar de Pinar del
Río, debe actuar en consecuencia, de acuerdo con las instrucciones
precedentes.
Mientras tanto las columnas 1, José Martí, 3, 9 y 10, bajo
el comando directo del Comandante Jefe Fidel Castro y el Comandante, Juan
Almeida, avanzan ya sobre Santiago de Cuba.
[Mensaje radial a Ramiro Valdés, quien se encontraba en
Santa Clara.]
No necesario viaje Ramiro.
Pienso estar ahí dentro de 6 días.
Debes cercar Santa Clara y esperar 3 días instrucciones
definitivas.
Columna marchará hacia allá vehículos motorizados.
Fidel Castro [firma]
Fidel y el Che durante los primeros meses de la guerra
revolucionaria en la Sierra Maestra, 1957.
Al pueblo de Cuba y especialmente a todos los
trabajadores:
Una junta Militar en complicidad con el Tirano ha tomado el
poder para asegurar su huida y la de los principales asesinos e intentar
frenar el impulso revolucionario que nos escamoteó la victoria.
El Ejército Rebelde proseguirá su arrolladora campaña,
aceptando sólo la rendición incondicional de las guarniciones
militares.
El pueblo de Cuba y los trabajadores deben inmediatamente
prepararse para que el día 2 de enero la huelga general se inicie en todo
el país, apoyando a las armas revolucionarias y garantizar así la victoria
total de la Revolución.
Siete años de lucha heroica, miles de mártires cuya sangre
se ha derramado en todos los ámbitos de Cuba, no van a servir para que los
mismos, que hasta ayer fueron cómplices y responsables de la tiranía y sus
crímenes, sigan mandando en Cuba.
Los trabajadores cubanos orientados por la sección obrera
del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, deben en el día de hoy tomar
todos los sindicatos mujalistas y organizarse en las fábricas y centros
laborales para iniciar al amanecer de mañana la paralización total del
país.
Batista y [Eusebio] Mujal han huido.
Pero sus cómplices se han quedado con el mando en el
Ejército y los sindicatos.
Golpe de Estado para traicionar al pueblo, ¡NO!
Eso sería prolongar la guerra.
Hasta que Columbia no se rinda, no habrá terminado la
Guerra.
Esta vez nada ni nadie podrá impedir el triunfo de la
Revolución.
TRABAJADORES: Por la libertad, por la Democracia, por el
triunfo pleno de la Revolución.
A LA HUELGA GENERAL REVOLUCIONARIA, en todos los territorios
no liberados.
DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, EN
EL PARQUE CÉSPEDES DE SANTIAGO DE CUBA, EL 1RO. DE ENERO DE 1959
Santiagueros, compatriotas de toda Cuba:
Al fin hemos llegado a Santiago (aplausos). Duro y largo ha
sido el camino, pero hemos llegado (aplausos).
Se decía que hoy a las 2:00 de la tarde se nos esperaba en
la capital de la República, el primer extrañado fui yo (aplausos), porque
yo fui uno de los primeros sorprendidos con ese golpe traidor y amañado de
esta mañana en la capital de la República (aplausos).
Además, yo iba a estar en la capital de la República, o sea,
en la nueva capital de la República (aplausos), porque Santiago de Cuba
será, de acuerdo con el deseo del presidente provisional, de acuerdo con
el deseo del Ejército Rebelde y de acuerdo con el deseo del pueblo de
Santiago de Cuba, que bien se lo merece, la capital (aplausos). ¡Santiago
de Cuba será la capital provisional de la República! (Aplausos).
Tal vez la medida sorprenda a algunos, es una medida nueva,
pero por eso ha de caracterizarse, precisamente, la Revolución, por hacer
cosas que no se han hecho nunca (aplausos). Cuando hacemos a Santiago de
Cuba capital provisional de la República sabemos por qué lo hacemos. No se
trata de halagar demagógicamente a una localidad determinada, se trata,
sencillamente, de que Santiago ha sido el baluarte más firme de la
Revolución (aplausos).
La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea
fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre
todo, en esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el
Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución (gritos y
aplausos); para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente
respaldado por el pueblo en la ciudad heroica y en las estribaciones de la
Sierra Maestra, porque Santiago está en la Sierra Maestra (gritos y
aplausos). En Santiago de Cuba y en la Sierra Maestra tendrá la Revolución
sus dos mejores fortalezas (aplausos).
Pero hay, además, otras razones: el movimiento militar
revolucionario, el verdadero movimiento militar revolucionario, no se hizo
en Columbia. En Columbia prepararon un "golpecito" de espaldas al pueblo,
de espaldas a la Revolución y, sobre todo, de acuerdo con Batista
(aplausos).
Puesto que la verdad hay que decirla y puesto que venimos
aquí a orientar al pueblo, les digo y les aseguro que el golpe de Columbia
fue un intento de escamotearle al pueblo el poder y escamotearle el
triunfo a la Revolución. Y, además, para dejar escapar a Batista, para
dejar escapar a los Tabernillas, para dejar escapar a los Pilar García y a
los Chavianos, para dejar escapar a los Salas Cañizares y a los Ventura
(aplausos).
El golpe de Columbia fue un golpe ambicioso y traidor que no
merece otro calificativo, y nosotros sabemos llamar las cosas por su
nombre y atenernos, además, a la responsabilidad (aplausos).
No voy a andar con paños calientes para decirles que el
general Cantillo nos traicionó y no es que lo voy a decir, sino que lo voy
a probar. Pero, desde luego, lo habíamos dicho siempre: no vayan a tratar
a última hora a venir a resolver esto con un "golpecito militar", porque
si hay golpe militar de espaldas al pueblo, la Revolución seguirá
adelante, que esta vez no se frustrará la Revolución.
Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de
verdad al poder. No será como en el 95 que vinieron los americanos y se
hicieron dueños de esto (aplausos). Intervinieron a última hora y después
ni siquiera dejaron entrar a Calixto García que había peleado durante 30
años, no quisieron que entrara en Santiago de Cuba (aplausos). No será
como en el 33 que cuando el pueblo empezó a creer que una Revolución se
estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la Revolución, se
apoderó del poder e instauró una dictadura por once años. No será como en
el 44, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el
pueblo había llegado al poder, y los que llegaron al poder fueron los
ladrones. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que
es la Revolución.
Pero, no querían que fuese así. En los instantes mismos en
que la dictadura se desplomaba como consecuencia de las victorias
militares de la Revolución, cuando ya no podían resistir ni siquiera 15
días más, viene el señor Cantillo y se convierte en paladín de la
libertad. Naturalmente, que nosotros nunca hemos estado en una actitud de
rechazar cualquier colaboración que implicase un ahorro de sangre, siempre
que los fines de la Revolución no se pusiesen en peligro. Naturalmente,
que nosotros siempre hemos estado llamando a los militares para buscar la
paz, pero la paz con libertad y la paz con el triunfo de la Revolución,
era la única manera de obtener la paz.
Por eso, cuando el 24 de diciembre se nos comunicó el deseo
del general Cantillo de tener una entrevista con nosotros, aceptamos la
entrevista. Yo les confieso a ustedes que, dado el curso de los
acontecimientos, la marcha formidable de nuestras operaciones militares,
yo tenía muy pocos deseos de ponerme a hablar de movimientos militares;
pero yo entendí que era un deber, que nosotros los hombres que tenemos una
responsabilidad no nos podemos dejar llevar por las pasiones. Y pensé que
si el triunfo se podía lograr con el menor derramamiento de sangre
posible, mi deber era atender las proposiciones que me hiciesen los
militares (aplausos).
Fui a ver al señor Cantillo que vino a hablarme en nombre
del Ejército. Se reunió conmigo el día 28 en el central Oriente, adonde
llegó en un helicóptero, a las 8:00 de la mañana. Allí conversó con
nosotros durante cuatro horas, y yo sí que no voy a hacer una historia
inventada ni cosa que se parezca, porque tengo testigos excepcionales de
la entrevista. Allí estaba el Dr. Raúl Chibás, allí estaba un sacerdote
católico, allí estaban varios militares cuyos testimonios no pueden ser
puestos en duda por ningún concepto.
Allí, después de analizar todos los problemas de Cuba,
después de puntualizar todos los detalles, acordó, el general Cantillo,
realizar de acuerdo con nosotros un movimiento militar revolucionario. Lo
primero que le dije fue esto, después de analizar bien la situación: la
situación del Ejército, la situación a que lo había llevado la dictadura;
después de aclararle que a él no le tenía que importar Batista ni los
Tabernillas ni toda aquella gente, no le tenía que importar nada, porque
aquella gente había sido muy desconsiderada con los militares cubanos; que
aquella gente había llevado a los militares a una guerra contra el pueblo,
que es una guerra que se pierde siempre, porque contra el pueblo no se
puede ganar una guerra (aplausos).
Después de decirle que los militares eran víctimas de las
inmoralidades del régimen, que los presupuestos para comprar armamentos se
los robaban, que a los soldados los engañaban constantemente, que aquella
gente no merecía la menor consideración de los militares honorables, que
el Ejército no tenía por qué cargar con la culpa de los crímenes que
cometía la pandilla de los esbirros de confianza de Batista; le advertí,
le advertí bien claramente, que yo no autorizaría jamás, por mi parte,
ningún tipo de movimiento que permitiese la fuga de Batista. Le advertí
que si Batista quería fugarse, que se fugara enseguida y con él Tabernilla
y todos los demás, pero que mientras que nosotros pudiéramos evitarlo,
teníamos que impedir la fuga de Batista (aplausos).
Todo el mundo sabe que nuestro primer planteamiento en caso
de un golpe militar para llegar a un acuerdo con nosotros era la entrega
de los criminales de guerra, y esa era una condición esencial.
Y se podía haber capturado a Batista y a todos sus
cómplices. Y yo se lo dije bien claro que no estaba de acuerdo con que
Batista se fuera. Le expliqué bien qué tipo de movimiento había que hacer;
que yo no respaldaría, ni el Movimiento 26 de Julio ni el pueblo,
respaldarían un golpe de Estado, porque la cuestión es que el pueblo es el
que ha conquistado su libertad y nadie más que el pueblo (aplausos).
La libertad nos la quitaron mediante un golpe de Estado,
pero para que se acabaran de una vez y para siempre los golpes de Estado,
había que conquistar la libertad a fuerza de sacrificio de pueblo, porque
no hacíamos nada con que dieran un golpe mañana y otro pasado y otro
dentro de dos años y otro dentro de tres años; porque aquí quien tiene que
decidir, definitivamente, quién debe gobernar es el pueblo y nadie más que
el pueblo (aplausos).
Y los militares deben estar incondicionalmente a las órdenes
del pueblo y a la disposición del pueblo y a la disposición de la
Constitución, y de la ley de la República.
Si hay un gobierno malo que roba y que hace más de cuatro
cosas mal hechas pues, sencillamente, se espera un poco y cuando llegan
las elecciones se cambia el mal gobierno; porque para eso los gobiernos en
los regímenes constitucionales democráticos tienen un período de tiempo
limitado. Porque si son malos, el pueblo los cambia y vota por otros
mejores.
La función del militar no es elegir gobernantes, sino
garantizar la ley, garantizar los derechos del ciudadano (aplausos). Por
eso le advertí que golpe de Estado ¡no!, movimiento militar
revolucionario, ¡sí!, y no en Columbia sino en Santiago de Cuba
(aplausos).
Le dije bien claro, que la única forma de lograr la
vinculación y la confraternización del pueblo y de los militares y de los
revolucionarios, no era dando un "madrugonazo" en Columbia, a las dos o
las tres de la mañana, sin que nadie se enterara como acostumbran a hacer
estos señores, sino sublevando la guarnición de Santiago de Cuba, que era
lo suficientemente fuerte y estaba lo suficientemente bien armada para
iniciar el movimiento militar y sumar al pueblo, y sumar a los
revolucionarios a ese movimiento; que en las circunstancias en que estaba
la dictadura era irresistible, porque de seguro que se sumarían de
inmediato todas las guarniciones del país, y eso fue lo que se acordó.
Y no solo se acordó eso, sino que yo le hice prometer,
porque él pensaba ir a La Habana al día siguiente, y nosotros no estábamos
de acuerdo, porque yo le decía: "Es un riesgo que usted vaya a La Habana".
Él decía: "No, no es ningún riesgo". "Usted corre mucho peligro de que lo
detengan porque esa conspiración... aquí todo se sabe". "No, yo estoy
seguro que no me detienen". Y claro, cómo lo iban a detener si era un
golpe de Batista y de Tabernilla. Yo dije, bueno, o este hombre lo tiene
todo resuelto allí, lo controla todo, o este golpe es un poco sospechoso.
Y entonces le dije: "Usted me promete que usted no se va a dejar persuadir
en La Habana por una serie de intereses que están detrás de usted, para
dar un golpe en la capital. Usted me promete que no". Y me dice: "Le
prometo que no". "Usted me jura que no". Y me dijo: "Le juro que no".
Yo considero que lo primero que debe tener un militar es
honor, que lo primero que debe tener un militar es palabra; y este señor
ha demostrado no solo falta de honor y falta de palabra, sino falta,
además, de cerebro. Porque un movimiento que pudo haberse hecho desde el
primer momento con todo el respaldo del pueblo y con el triunfo asegurado
de antemano, lo que hizo fue dar un salto mortal en el vacío. Creyó que
iba a ser demasiado fácil engañar al pueblo y engañar a la Revolución.
Sabía algunas cosas, sabía que en cuanto dijeran que Batista
había agarrado el avión, el pueblo se iba a tirar a la calle loco de
contento. Y pensaron que el pueblo no estaba lo suficientemente maduro
para distinguir entre la fuga de Batista y la Revolución. Porque si
Batista se va y se apoderan allá de los mandos los amigos de Cantillo, muy
bien pudiera ser que el doctor Urrutia tuviera que irse dentro de tres
meses también; porque, lo mismo que nos traicionaban ahora, nos
traicionaban luego. Y la gran verdad es que el señor Cantillo nos
traicionó a nosotros antes de dar el golpe. Dije que lo demostraba, y lo
voy a demostrar.
Se acordó con el general Cantillo que el levantamiento se
produciría el día 31 a las 3:00 de la tarde. Se aclaró que el apoyo de las
fuerzas armadas al movimiento revolucionario sería incondicional, el
presidente que designasen los dirigentes revolucionarios y los cargos que
a los militares les asignasen los dirigentes revolucionarios. Era un apoyo
incondicional el ofrecido.
Se acordó el plan en todos sus detalles: el día 31, a las
3:00 de la tarde, se sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba.
Inmediatamente varias columnas rebeldes penetrarían en la ciudad, y el
pueblo, con los militares y con los rebeldes, confraternizaría
inmediatamente, lanzándose al país una proclama revolucionaria e invitando
a todos los militares honorables a unirse al movimiento.
Se acordó que los tanques que hay en la ciudad serían
puestos a disposición de nosotros, y yo me ofrecí, personalmente, para
avanzar hacia la capital con una columna blindada, precedida por los
tanques. Los tanques me serían entregados a las 3:00 de la tarde, no
porque se pensase que había que combatir, sino para prever en caso de que
en La Habana el movimiento fracasase y hubiese necesidad de situar nuestra
vanguardia lo más cerca posible de la capital. Y, además, para prever que
no se fueran a realizar excesos en la ciudad de La Habana.
Era lógico que con el odio despertado allí contra la fuerza
pública por los inenarrables horrores de Ventura y de Pilar García, la
caída de Batista iba a producir una desorbitación en la ciudadanía. Y que,
además, aquellos policías se iban a sentir sin fuerza moral para contener
al pueblo, como efectivamente ocurrió.
Una serie de excesos han tenido lugar en la capital:
saqueos, tiroteos, incendios. Toda la responsabilidad cae sobre el general
Cantillo por haber traicionado la palabra empeñada y por no haber
realizado el plan que se acordó. Creyó que nombrando capitanes y
comandantes de la policía —muchos de los cuales cuando los habían nombrado
ya se habían ido, prueba de que no tenían la conciencia muy tranquila— iba
a resolver la cuestión.
Qué distinto, sin embargo, fue en Santiago de Cuba. ¡Qué
orden y qué civismo! ¡Qué disciplina demostrada por el pueblo! Ni un solo
caso de saqueo, ni un solo caso de venganza personal, ni un solo hombre
arrastrado por las calles, ni un incendio. Ha sido admirable y ejemplar el
comportamiento de Santiago de Cuba, a pesar de dos cosas: a pesar de que
esta había sido la ciudad más sufrida y que más había padecido el terror,
por lo tanto, la que más derecho tenía a estar indignada (aplausos); y a
pesar, además, de nuestras declaraciones de esta mañana diciendo que no
estábamos de acuerdo con el golpe.
Santiago de Cuba se comportó ejemplarmente bien, y creo que
será este caso de Santiago de Cuba un motivo de orgullo para el pueblo,
para los revolucionarios y para los militares de la Plaza de Santiago de
Cuba (aplausos).
Ya no podrán decir que la Revolución es la anarquía y el
desorden. Ocurrió en La Habana por una traición, pero no ocurrió así en
Santiago de Cuba, que podemos poner como modelo cuantas veces se trate de
acusar a la Revolución de anárquica y desorganizada (aplausos).
Es conveniente que el pueblo conozca las comunicaciones que
intercambiamos el general Cantillo y yo. Si el pueblo no está cansado
(gritos y exclamaciones de: "¡No!") le puedo leer las mismas.
Después de los acuerdos tomados, cuando nosotros ya habíamos
suspendido las operaciones sobre Santiago de Cuba, porque el día 28 ya
nuestras tropas estaban muy próximas a la ciudad, y se habían realizado
todos los preparativos para el ataque a la Plaza, de acuerdo con la
entrevista sostenida, hubimos de realizar una serie de cambios, abandonar
las operaciones sobre Santiago de Cuba y encaminar nuestras tropas hacia
otros sitios, donde se suponía que el movimiento no estaba asegurado desde
el primer instante. Cuando todos nuestros movimientos estaban hechos, la
columna preparada para marchar sobre la capital, recibo, unas pocas horas
antes, esta nota del general Cantillo que dice textualmente:
"Han variado mucho las circunstancias en sentido favorable a
una solución nacional" —en el sentido que él quiere para Cuba. Era
extraño, porque después de analizar los factores que se contaban, no podía
ser más favorable la circunstancia. Estaba asegurado el triunfo, y esto
era una cosa extraña que viniera a decir: "Han variado muy favorablemente
las circunstancias". Las circunstancias de que Batista y Tabernilla
estaban de acuerdo, asegurado el golpe.
"[...] Que recomiendo no hacer nada en estos momentos y
esperar los acontecimientos en las próximas semanas, antes del día 6".
Desde luego, la tregua prolongada indefinidamente, mientras
ellos hacían todos los amarres en La Habana.
Mi respuesta inmediata fue esta:
El contenido de la nota se aparta por completo de los
acuerdos tomados, es ambiguo e incomprensible. Y me ha hecho perder la
confianza en la seriedad de los acuerdos. Quedan rotas las hostilidades a
partir de mañana a las 3:00 p.m., que fue la fecha y hora acordadas para
el movimiento.
(Aplausos)
Ocurrió entonces una cosa muy curiosa. Además de la nota,
que era muy breve, yo le mando a decir al jefe de la Plaza de Santiago de
Cuba con el portador de la misma, que si las hostilidades se rompían
porque los acuerdos no se cumplían y nos veíamos obligados a atacar la
Plaza de Santiago de Cuba, entonces no habría otra solución que la
rendición de la Plaza; que exigiríamos la rendición de la Plaza si las
hostilidades se rompían y el ataque se iniciaba por nuestra parte. Pero
ocurrió que el portador de la nota no interpreta correctamente mis
palabras y le dice al coronel Rego Rubido que yo decía que exigía la
rendición de la Plaza como condición para cualquier acuerdo. Él no dijo lo
que yo le había afirmado: "Que si se iniciaba el ataque", pero no que yo
le había puesto al general Cantillo como condición que se rindiera la
Plaza.
En consecuencia del mensaje, el coronel jefe de la Plaza de
Santiago de Cuba me envía una carta muy conceptuosa y muy pundonorosa que
voy a leer también. Naturalmente que se sentía ofendido con aquel
planteamiento que le habían hecho erróneamente, y dice:
La solución encontrada no es golpe de Estado ni Junta
Militar, y, sin embargo, creemos que es la que mejor conviene al doctor
Fidel Castro, de acuerdo con sus ideas, y pondría en 48 horas el destino
del país en sus manos. No es solución local, sino nacional; y cualquier
indiscreción adelantada podría comprometerla o destruirla creando el caos.
Queremos que se tenga confianza en nuestra gestión y se tendrá la solución
antes del día 6.
En cuanto a Santiago, debido a la nota y a las palabras del
mensajero, hay que cambiar el plan y no entrar. Dichas palabras han
causado malestar entre el personal "llave" y nunca se entregarían las
armas sin pelear. Las armas no se rinden a un aliado y no se entregan sin
honor.
Frase muy hermosa del jefe de la Plaza de Santiago de
Cuba.
Si no se tiene confianza en nosotros o si se ataca Santiago,
se considerarán rotos los acuerdos y se paralizarán las gestiones para la
solución ofrecida, desligándonos formalmente de todo compromiso.
Esperamos, debido al tiempo necesario para actuar en una u
otra forma, que la respuesta llegue a tiempo para ser enviada a La Habana
en el viscount de la tarde.
Mi respuesta a esta nota del coronel José Rego Rubido fue la
siguiente:
Territorio Libre de Cuba, diciembre 31 de 1958.
Señor coronel.
Un lamentable error se ha producido en la trasmisión a usted
de mis palabras. Tal vez se debió a la premura con que respondí a su nota
y a lo apurado de la conversación que sostuve con el portador. Yo no le
dije que la condición planteada por nosotros en los acuerdos que se
tomaron era la rendición de la Plaza de Santiago de Cuba a nuestras
fuerzas. Hubiese sido una descortesía con nuestro visitante, y una
proposición indigna y ofensiva para los militares que tan fraternalmente
se han acercado a nosotros.
La cuestión es otra: se había llegado a un acuerdo y se
adoptó un plan entre el líder del movimiento militar y nosotros. Debía
comenzar a realizarse el día 31 a las 3:00 p.m. Hasta los detalles se
acordaron después de analizar cuidadosamente los problemas que debían
afrontarse. Se iniciaría con el levantamiento de la guarnición de Santiago
de Cuba, persuadí al general C. [Cantillo] de las ventajas de comenzar por
Oriente y no en Columbia, por recelar el pueblo grandemente de cualquier
golpe en los cuarteles de la capital de la República, y lo difícil que iba
a ser, en ese caso, vincular la ciudadanía al movimiento. Él coincidía
plenamente con mis puntos de vista; se preocupaba solo por el orden en la
capital y acordamos medidas para conjurar el peligro.
La medida era, precisamente, el avance de la columna nuestra
sobre Santiago de Cuba.
Se trataba de una acción unida de los militares, el pueblo y
nosotros; un tipo de movimiento revolucionario que desde el primer
instante contaría con la confianza de la nación entera. De inmediato, y de
acuerdo con lo que se convino, suspendimos las operaciones que se estaban
llevando a cabo, y nos dimos a la tarea de realizar nuevos movimientos de
fuerzas hacia otros puntos como Holguín, donde la presencia de conocidos
esbirros hacía casi segura la resistencia al movimiento militar
revolucionario.
Cuando ya todos los preparativos estaban listos por nuestra
parte, recibo la nota de ayer, donde se me daba a entender que no se
llevaría [a cabo] la acción acordada. Al parecer había otros planes, pero
no se me informaba cuáles ni por qué. De hecho ya no era cosa nuestra la
cuestión. Teníamos simplemente que esperar. Unilateralmente se cambiaba
todo. Se ponía en riesgo a las fuerzas nuestras que, de acuerdo con lo que
se contaba, habían sido enviadas a operaciones difíciles; quedábamos
sujetos, además, a todos los imponderables. Cualquier riesgo del general
C., en sus frecuentes viajes a La Habana, se convertiría militarmente para
nosotros en un desastre. Reconozca usted que todo está muy confuso en este
instante, y que Batista es un individuo hábil y taimado, que sabe
maniobrar. ¿Cómo puede pedírsenos que renunciemos a todas las ventajas
obtenidas en las operaciones de las últimas semanas, para ponernos a
esperar pacientemente a que los hechos se produzcan?
Bien aclaré que no podía ser una acción de los militares
solos; para eso, realmente, no había que esperar los horrores de dos años
de guerra. Cruzarnos de brazos en los momentos decisivos es lo único que
no se nos puede pedir a los hombres que no hemos descansado en la lucha
contra la opresión desde hace siete años.
Aunque ustedes tengan la intención de entregar el poder a
los revolucionarios, no es el poder en sí lo que a nosotros nos interesa,
sino que la Revolución cumpla su destino. Me preocupa, incluso, que los
militares, por un exceso injustificado de escrúpulos, faciliten la fuga de
los grandes culpables, que marcharán al extranjero con sus grandes
fortunas, para hacer desde allí todo el daño posible a nuestra
patria.
Personalmente puedo añadirle que el poder no me interesa, ni
pienso ocuparlo. Velaré solo porque no se frustre el sacrificio de tantos
compatriotas, sea cual fuere mi destino posterior. Espero que estas
honradas razones, que con todo respeto a su dignidad de militares les
expongo, las comprendan. Tengan la seguridad de que no están tratando con
un ambicioso ni con un insolente [...].
Párenme los tanques allí, hagan el favor (gritos y
aplausos).
Cuando terminemos nuestras declaraciones y la proclamación
del presidente provisional, los tanques le harán honor al poder civil de
la República, pasando enfrente de nuestros balcones (aplausos).
Continúo leyendo la carta del día 31 al señor coronel jefe
de la Plaza de Santiago de Cuba.
Personalmente puedo añadirle que el poder no me interesa, ni
pienso ocuparlo, velaré solo porque no se frustre el sacrificio de tantos
compatriotas, sea cual fuere mi destino posterior. Espero que estas
honradas razones, que con todo respeto a su dignidad de militares les
expongo, las comprendan. Tengan la seguridad de que no están tratando con
un ambicioso ni con un insolente [repite el párrafo anterior a la
interrupción].
Siempre he actuado con lealtad y franqueza en todas mis
cosas. Nunca se podrá llamar triunfo a lo que se obtenga con doblez y
engaño. El lenguaje del honor que ustedes entienden es el único que yo sé
hablar.
Nunca se mencionó en la reunión con el general C. la palabra
rendición, lo que ayer dije y reitero hoy es que a partir de las 3:00 de
la tarde del día 31, fecha y hora acordadas, no podíamos prorrogar la
tregua con relación a Santiago de Cuba, porque eso sería perjudicar
extraordinariamente a nuestra causa. Nunca una conspiración es segura.
Anoche llegó aquí el rumor de que el general C. había sido detenido en La
Habana; que varios jóvenes habían aparecido asesinados en el cementerio de
Santiago de Cuba. Tuve la sensación de que habíamos perdido el tiempo
miserablemente, aunque afortunadamente hoy parece comprobarse que el
general C. se encuentra en su puesto, ¿qué necesidad tenemos de correr
esos riesgos?
Lo que dije al mensajero en cuanto a rendición, que no fue
trasmitido literalmente y pareció motivar las palabras de su nota de hoy,
fue lo siguiente: que si se rompían las hostilidades por no cumplirse lo
acordado, nos veríamos obligados a atacar la Plaza de Santiago de Cuba, lo
que es inevitable, dado que en ese sentido hemos encaminado nuestros
esfuerzos en los últimos meses, en cuyo caso, una vez iniciada la
operación, exigiríamos la rendición de las fuerzas que la defienden. Esto
no quiere decir que pensemos que se rindan sin combatir, porque yo sé que,
aun sin razón para combatir, los militares cubanos defienden las
posiciones con tozudez y nos han costado muchas vidas. Quise decir solo
que después que se haya derramado la sangre de nuestros hombres por la
conquista de un objetivo, no podía aceptarse otra solución, ya que aunque
nos cueste muy caro, dadas las condiciones actuales de las fuerzas que
defienden al régimen, las cuales no podrán prestar apoyo a esa ciudad,
esta caería inexorablemente en nuestras manos. Ese ha sido el objetivo
básico de todas nuestras operaciones en los últimos meses, y un plan de
esa envergadura no puede suspenderse por unas semanas sin graves
consecuencias, caso de que el movimiento militar se frustre, perdiéndose,
además, el momento oportuno, que es este, cuando la dictadura está
sufriendo grandes reveses en las provincias de Oriente y Las Villas.
Se nos pone en el dilema de renunciar a las ventajas de
nuestras victorias o atacar, un triunfo seguro a cambio de un triunfo
probable. ¿Cree usted que con la nota de ayer, ambigua y lacónica,
contentiva de una decisión unilateral, pueda yo incurrir en la
responsabilidad de mantener en suspenso los planes?
Como militar que es reconozca que se nos pide un imposible.
Ustedes no han dejado un minuto de hacer trincheras; esas trincheras las
pueden utilizar contra nosotros un Pedraza, un Pilar García, o un
Cañizares, si el general C. es relevado del mando y con él sus hombres de
confianza. No se nos puede pedir que permanezcamos ociosos. Vea usted que
se nos coloca en una situación absurda. Aunque defiendan con valor sus
armas, no nos queda más remedio que atacar, porque nosotros también
tenemos obligaciones muy sagradas que cumplir.
Más que aliados, deseo que los militares honorables y
nosotros seamos compañeros de una sola causa, que es la de Cuba [...].
Los comandantes Raúl y Almeida, junto al Comandante en
Jefe Fidel Castro. Las columnas bajo su mando cercaron a
Santiago.
Deseo, por encima de todo, que usted y sus compañeros no se
hagan una idea errónea de mi actitud y de mis sentimientos. He sido
extenso para evitar que se confundan o tergiversen los conceptos.
Respecto a la tácita suspensión del fuego en la zona de
Santiago de Cuba, para evitar toda duda, ratifico que aunque en cualquier
instante antes de que se inicien los combates podemos reanudar las
operaciones, a partir de hoy debe quedar advertido que el ataque se va a
producir de un momento a otro, y que por ninguna razón volveremos a
suspender los planes, ya que todo esto, como son cuestiones que se
tramitan en secreto, puede sembrar la confusión en el pueblo y perjudicar
la moral de nuestros combatientes.
Atentamente,
Libertad o muerte.
(Aplausos)
El coronel Rego me respondió con una pundonorosa carta que
es también digna de aplausos, y que dice así:
Señor:
Recibí su atenta carta fechada en el día de hoy [31 de
diciembre de 1958] y créame que le agradezco profundamente la aclaración
relativa a la nota anterior, aunque debo confesarle que siempre supuse que
se trataba de una mala interpretación, pues a través del tiempo he
observado su línea de conducta y estoy convencido de que es usted un
hombre de principios.
Yo desconocía los detalles del plan original, pues solamente
fui informado de la parte a mí concerniente, como también desconozco
algunos pequeños detalles del plan actual. Yo estimo que, en parte, usted
tiene razón cuando hace el análisis del plan original, pero creo que
demoraría unos días más en llegar a su consumación y nunca podría evitarse
que muchos de los culpables —grandes, medianos y chicos— se
escaparan.
Soy de los que pienso que es absolutamente necesario dar un
ejemplo en Cuba para aquellos que, aprovechando las posiciones del poder
(aplausos) cometen toda clase de hechos punibles, pero, desgraciadamente,
la historia está plagada de casos semejantes y rara vez los culpables
pueden ser puestos a disposición de las autoridades competentes, porque
rara vez las revoluciones se hacen como deben hacerse.
Y por eso se escapan los grandes culpables como se han
escapado, desgraciadamente, hoy.
Continúa la carta:
Comprendo perfectamente sus preocupaciones en el presente
caso. Yo, menos responsabilizado con la historia, también las tengo.
En cuanto a la actuación unilateral de que me habla, le
reitero que no he participado en ello. En ambos casos solo fui informado
de la parte que me concernía, estimando que lo ocurrido ha sido que el
general C. tornó la idea de lo que usted deseaba de acuerdo con sus normas
y principios, actuando en consecuencia.
No tengo motivos para suponer que persona alguna esté
tratando de propiciar la fuga de culpables y, personalmente, soy opuesto a
tal cosa —decía el coronel Rego Rubido (aplausos)— pero caso de
producirse, la responsabilidad histórica por tales hechos recaería sobre
quienes los hicieren posible y nunca sobre los demás.
Creo, sinceramente, que todo habrá de producirse en armonía
con sus ideas y que el general está procediendo, inspirado en los mejores
deseos para bien de Cuba y de la Revolución que usted acaudilla.
Supe de un joven estudiante muerto que se encontraba en el
cementerio, y hoy mismo dispuse que se agotaran los medios investigativos,
a fin de determinar quién fue el autor y las circunstancias en que
ocurriera el hecho, tal como lo realicé en días pasados, hasta poner a
disposición de la autoridad judicial correspondiente a los presuntos
responsables.
Finalmente, debo informarle que cursé un despacho al general
interesando un avión para hacerle llegar su conceptuosa carta, y no se
impaciente, que a lo mejor antes de la fecha fijada como límite máximo
está usted en La Habana.
Cuando el general se marchó, le pedí que me dejara el
helicóptero con el piloto por si a usted se le ocurría pasear el domingo
por la tarde sobre Santiago (aplausos).
Bueno, doctor, reciba usted el testimonio de mi mejor
consideración y el ferviente deseo de un feliz Año Nuevo.
Firmado: Coronel Rego Rubido
(Aplausos)
El teniente Orlando Rodríguez Puertas, jefe de pelotón
de la Columna 1, formó parte del grupo de combatientes que acompañó al
Comandante en Jefe Fidel Castro desde su salida de la Comandancia de La Plata
hasta el cerco a Santiago de Cuba.
En este estado estaban las conversaciones cuando, tanto el
coronel Rego, jefe de la Plaza de Santiago de Cuba, como yo, fuimos
sorprendidos por el golpe de Estado de Columbia que se apartaba por
completo de lo acordado. Y lo primero que se hizo, lo más criminal que se
hizo, fue dejar escapar a Batista, a Tabernilla y a los grandes culpables
(aplausos). Los dejaron escapar con sus millones de pesos, los dejaron
escapar con los 300 ó 400 millones de pesos que se han robado y ¡muy caro
nos va a costar eso! Porque ahora van a estar desde Santo Domingo y desde
otros países haciendo propaganda contra la Revolución, fraguando todo el
daño posible contra nuestra causa. Y durante muchos años los vamos a tener
ahí amenazando a nuestro pueblo, manteniéndolo en constante estado de
alerta, porque van a pagar y a fraguar conspiraciones contra nosotros. Y
todo por la debilidad, por la irresponsabilidad y por la traición de los
que promovieron el golpe contrarrevolucionario de la madrugada de hoy.
¿Qué hicimos nosotros? Tan pronto supimos del golpe, nos
enteramos por Radio Progreso; y a esa hora, adivinando yo lo que se estaba
fraguando, ya estaba haciendo unas declaraciones, cuando me entero de que
Batista se había ido para Santo Domingo. Yo pensé: ¿Será un rumor?, ¿será
una bola? Y mando a ratificar; cuando oigo la noticia de que,
efectivamente, el señor Batista y su camarilla se habían escapado y, lo
más bonito es que el general Cantillo decía que ese movimiento se había
producido gracias a los patrióticos propósitos del general Batista, ¡los
patrióticos propósitos del general Batista!, ¡que renunciaba para ahorrar
derramamiento de sangre! ¿Qué les parece? (Gritos).
Hay algo más todavía. Para tener una idea de la clase de
golpe que se preparó, basta decir que a Pedraza lo había nombrado miembro
de la Junta y se fue (risas y gritos). Yo creo que no hay que añadir nada
más para ver la clase de intenciones que tenían los golpistas. Y no
nombraron al presidente Urrutia, que es el presidente proclamado por el
Movimiento y por todas las organizaciones revolucionarias (aplausos).
Llamaron a un señor que es el más viejo, nada menos, de todos los
magistrados del Tribunal Supremo, que son bastante viejos todos (risas); y
sobre todo un señor que ha sido presidente, hasta hoy, de un Tribunal
Supremo de Justicia, donde no había justicia de ninguna clase.
¿Cuál iba a ser el resultado de todo esto? Pues una
revolución a medias, una componenda, una caricatura de revolución. El
señor Perico de los Palotes; lo mismo da que se llame de una manera o de
otra. Ese señor Piedra, que a estas horas si no ha renunciado que se
prepare, que lo vamos a ir a hacer renunciar a La Habana (aplausos). Creo
que no dura las 24 horas. Va a romper un récord (risas y aplausos).
Designan a este señor, y muy bonito: Cantillo, héroe
nacional, paladín de las libertades cubanas, amo y señor de Cuba, y el
señor Piedra allí. Sencillamente habíamos derrocado a un dictador para
implantar otro. En todos los órdenes, el movimiento de Columbia era un
movimiento contrarrevolucionario, en todos los órdenes se apartaba del
propósito del pueblo, en todos los órdenes era sospechoso; e
inmediatamente el señor Piedra hizo un llamamiento, dijo que lo iba a
hacer para llamar a los rebeldes y una comisión de paz. Y nosotros tan
tranquilos, dejábamos los fusiles y lo dejábamos todo, y nos íbamos allá a
rendirles pleitesía al señor Piedra y al señor Cantillo.
Era evidente que tanto Cantillo como Piedra estaban en la
luna. Estaban en la luna porque creo que el pueblo de Cuba ha aprendido
mucho, y los rebeldes hemos aprendido algo.
Esa era la situación esta mañana, que no es la situación de
esta noche, porque ha cambiado mucho (aplausos). Ante este hecho, ante
esta traición, dimos órdenes a todos los comandantes rebeldes de continuar
las operaciones militares, y de continuar marchando sobre los objetivos;
en consecuencia, inmediatamente dimos órdenes a todas las columnas
destinadas a la operación de Santiago de Cuba a avanzar sobre la
ciudad.
Yo quiero que ustedes sepan que nuestras fuerzas venían muy
seriamente decididas a tomar Santiago de Cuba por asalto. Ello hubiera
sido muy lamentable, porque hubiese costado mucha sangre, y esta noche de
hoy no sería una noche de alegría como esta, y de paz como esta, y de
confraternidad como esta (aplausos).
Debo confesar que si en Santiago de Cuba no se libró una
batalla sangrienta se debe, en gran parte, a la patriótica actitud del
coronel del Ejército José Rego Rubido (aplausos); a los comandantes de las
fragatas Máximo Gómez y Maceo, al jefe del Distrito Naval de
Santiago de Cuba (aplausos), y al oficial que desempeñaba el cargo de la
jefatura de policía (aplausos). Todos —y es justo que aquí lo reconozcamos
y se lo agradezcamos— contribuyeron a evitar una sangrienta batalla y a
convertir el movimiento contrarrevolucionario de esta mañana en el
movimiento revolucionario de esta tarde.
A nosotros no nos quedaba otra alternativa que atacar porque
no podíamos permitir la consolidación del golpe de Columbia y, por lo
tanto, había que atacar sin espera. Y cuando las tropas marchaban ya sobre
sus objetivos, el coronel Rego hizo un viaje en el helicóptero para
localizarme. Los jefes de las fragatas hicieron contacto con nosotros y se
pusieron, incondicionalmente, a las órdenes de la Revolución
(aplausos).
Contándose ya con el apoyo de las dos fragatas, que tienen
un altísimo poder de fuego, con el apoyo del Distrito Naval y con el apoyo
de la Policía, convoqué entonces a una reunión de todos los oficiales del
Ejército de la Plaza de Santiago de Cuba, que son más de 100. Les dije a
esos militares, cuando los invité a reunirse conmigo, que yo no tenía la
menor preocupación en hablarles, porque sabía que tenía la razón; porque
sabía que comprenderían mis argumentos y que de esta reunión se llegaría a
un acuerdo.
Y, efectivamente, en horas de la noche, en los primeros
momentos de la noche, nos reunimos en El Escandel la casi totalidad de los
oficiales del Ejército de Santiago de Cuba, muchos de ellos hombres
jóvenes que se les ve ansiosos de luchar por el bien de su país. Reuní a
aquellos militares y les hablé de nuestro sentimiento revolucionario, les
hablé de nuestro propósito con nuestra patria, les hablé de lo que
queríamos para el país, de cuál había sido siempre nuestra conducta con
los militares, de todo el daño que le había hecho la tiranía al Ejército y
cómo no era justo que se considerase por igual a todos los militares; que
los criminales solo eran una minoría insignificante, y que había muchos
militares honorables en el Ejército, que yo sé que aborrecían el crimen,
el abuso y la injusticia.
No era fácil para los militares desarrollar un tipo
determinado de acción; era lógico, que cuando los cargos más elevados del
Ejército estaban en manos de los Tabernilla, de los Pilar García, de los
parientes y de los incondicionales de Batista, y existía un gran terror en
el Ejército; a un oficial aisladamente no se le podía pedir
responsabilidad.
Había dos clases de militares —y nosotros los conocemos
bien—: los militares como Sosa Blanco, Cañizares, Sánchez Mosquera,
Chaviano (gritos y abucheos), que se caracterizaron por el crimen y el
asesinato a mansalva de infelices campesinos. Pero hubo militares que
fueron muy honrados en su campaña; hubo militares que jamás asesinaron a
nadie, ni quemaron una casa, como fue el comandante Quevedo, que fue
nuestro prisionero después de una heroica resistencia en la Batalla de
Jigüe, y que hoy sigue siendo comandante del Ejército (aplausos); el
comandante Sierra, y otros muchos militares que jamás quemaron una casa. A
esos militares no los ascendían, a los que ascendían era a los criminales,
porque Batista siempre se encargó de premiar el crimen. Tenemos el caso,
por ejemplo, del coronel Rego Rubido, que no le debe sus grados a la
dictadura, sino que ya era coronel cuando se produjo el 10 de Marzo
(aplausos).
El hecho cierto es que recabé el apoyo de la oficialidad del
Ejército de Santiago de Cuba, y la oficialidad del Ejército de Santiago de
Cuba le brindó su apoyo incondicional a la Revolución Cubana (aplausos).
Reunidos los oficiales de la Marina, de la Policía y del Ejército, se
acordó desaprobar el golpe amañado de Columbia y apoyar al Gobierno legal
de la República, porque cuenta con la mayoría de nuestro pueblo, que es el
doctor Manuel Urrutia Lleó (aplausos); y apoyar a la Revolución Cubana.
Gracias a esa actitud se ahorró mucha sangre, gracias a esa actitud se ha
gestado de verdad, en la tarde de hoy, un verdadero movimiento militar
revolucionario.
Yo comprendo que en el pueblo hay muchas pasiones
justificadas. Yo comprendo las ansias de justicia que hay en nuestro
pueblo, y se cumplirá porque habrá justicia (aplausos). Pero yo le quiero
pedir a nuestro pueblo antes de nada, calma. Estamos en instantes en que
debemos consolidar el poder antes que nada. ¡Lo primero ahora es
consolidar el poder! Después reuniremos una comisión de militares
honorables y de oficiales del Ejército Rebelde para tomar todas las
medidas que sean aconsejables, para exigir responsabilidad a aquellos que
la tengan (aplausos). ¡Y nadie se opondrá!, porque al Ejército y a las
Fuerzas Armadas son a los que más les interesa que la culpa de unos
cuantos no la pague todo el cuerpo, y que no sea una vergüenza vestir el
uniforme militar (aplausos); que los culpables sean castigados para que
los inocentes no tengan que cargar con el descrédito (aplausos). ¡Tengan
confianza en nosotros!, es lo que le pedimos al pueblo, porque sabemos
cumplir con nuestro deber (aplausos).
En esas circunstancias se realizó en la tarde de hoy un
verdadero movimiento revolucionario del pueblo, de los militares y de los
rebeldes, en la ciudad de Santiago de Cuba (aplausos). Es indescriptible
el entusiasmo de los militares, y en prueba de confianza les pedí a los
oficiales que entraran conmigo en Santiago de Cuba, ¡y aquí están todos
los oficiales del Ejército! (Aplausos). ¡Ahí están los tanques a
disposición de la Revolución! (Aplausos). ¡Ahí está la artillería a
disposición de la Revolución! (Aplausos). ¡Ahí están las fragatas a
disposición de la Revolución! (gritos y aplausos).
Yo no voy a decir que la Revolución tiene el pueblo, eso ni
se dice, eso lo sabe todo el mundo. Yo decía que el pueblo, que antes
tenía escopeticas, ya tiene artillería, tanques y fragatas; y tiene muchos
técnicos capacitados del Ejército que nos van a ayudar a manejarlas, si
fuese necesario (aplausos). ¡Ahora sí que el pueblo está armado! Yo les
aseguro que si cuando éramos 12 hombres solamente no perdimos la fe
(aplausos), ahora que tenemos ahí 12 tanques cómo vamos a perder la
fe.
Quiero aclarar que en el día de hoy, esta noche, esta
madrugada, porque es casi de día, tomará posesión de la presidencia de la
República, el ilustre magistrado, doctor Manuel Urrutia Lleó (aplausos).
¿Cuenta o no cuenta con el apoyo del pueblo el doctor Urrutia? (Aplausos y
gritos). Pero quiere decir, que el presidente de la República, el
presidente legal, es el que cuenta con el pueblo, que es el doctor Manuel
Urrutia Lleó.
¿Quién quiere al señor Piedra para presidente? (Abucheos y
gritos de: "¡Nadie!"). Si nadie quiere al señor Piedra para presidente,
¿cómo se nos va a imponer al señor Piedra para presidente? (Abucheos). Si
esa es la orden del pueblo de Santiago de Cuba, que es el sentimiento del
pueblo de Cuba entera, tan pronto concluya este acto marcharé con las
tropas veteranas de la Sierra Maestra, los tanques y la artillería hacia
la capital, para que se cumpla la voluntad del pueblo (aplausos).
Aquí estamos, sencillamente, a las órdenes del pueblo. Lo
legal en este momento es el mandato del pueblo. Al presidente lo elige el
pueblo y no lo elige un conciliábulo en Columbia, a las 4:00 de la
madrugada (aplausos). El pueblo ha elegido a su presidente y eso quiere
decir que desde este instante quedará constituida la máxima autoridad
legal de la República (aplausos). Ninguno de los cargos ni de los grados
que se han concedido de acuerdo con la Junta Militar de la madrugada de
hoy tienen validez alguna. Todos los nombramientos de cargos dentro del
Ejército son nulos —me refiero a todos los nombramientos que se han hecho
esta mañana—; quien acepte un cargo designado por la Junta traicionera de
esta mañana estará asumiendo una actitud contrarrevolucionaria, llámese
como se llame (aplausos), y, en consecuencia, quedará fuera de la ley.
Tengo la completa seguridad de que mañana todos los mandos
militares de la República habrán aceptado las disposiciones del presidente
de la República (aplausos). El presidente procederá de inmediato a
designar a los jefes del Ejército, de la Marina y de la Policía (aplausos)
por los altos servicios que ha prestado en esta hora a la Revolución y por
haber puesto sus miles de hombres a la disposición de la Revolución. He
recomendado para jefe del Ejército al coronel Rego Rubido (aplausos).
Igualmente se designará como jefe de la Marina a uno de los dos
comandantes de la fragata que primero se sumaron a la Revolución
(aplausos), y le he recomendado al presidente de la República que designe
para jefe nacional de la Policía al comandante Efigenio Ameijeiras, que ha
perdido tres hermanos (aplausos), que es uno de los expedicionarios del
Granma y uno de los hombres más capacitados del ejército
revolucionario (aplausos). Ameijeiras está en operaciones en Guantánamo,
pero mañana él llega aquí (aplausos).
Yo solo pido tiempo para nosotros y para el poder civil de
la República a fin de ir realizando las cosas a gusto del pueblo, pero
poco a poco (aplausos). Solo le pido una cosa al pueblo, y es que tenga
calma. (Del público le dicen: "¡Oriente federal, Oriente capital!"). ¡No!,
¡no!, la República unida siempre y por encima de todas las cosas
(aplausos). Lo que hay que pedir es justicia para Oriente (aplausos). En
todo, el tiempo es un factor importante. La Revolución no se podrá hacer
en dos días; ahora, tengan la seguridad de que la Revolución la hacemos.
Tengan la seguridad de que por primera vez de verdad la República será
enteramente libre y el pueblo tendrá lo que merece (aplausos). El poder no
ha sido fruto de la política, ha sido fruto del sacrificio de cientos y de
miles de nuestros compañeros. No hay otro compromiso que con el pueblo y
con la nación cubana. Llega al poder un hombre sin compromisos con nadie,
sino con el pueblo exclusivamente (aplausos).
El Che Guevara (aplausos) recibió la orden de avanzar sobre
la capital no provisional de la República, y el comandante Camilo
Cienfuegos, jefe de la Columna 2 Antonio Maceo (aplausos) ha recibido la
orden de marchar sobre la gran Habana y asumir el mando del campamento
militar de Columbia (aplausos). Se cumplirán, sencillamente, las órdenes
del presidente de la República y el mandato de la Revolución (aplausos).
De los excesos que se hayan cometido en La Habana, no se nos
culpe a nosotros. Nosotros no estábamos en Habana. De los desórdenes
ocurridos en La Habana, cúlpese al general Cantillo y a los golpistas de
la madrugada, que creyeron que iban a dominar la situación allí
(aplausos). En Santiago de Cuba, donde se ha hecho una verdadera
Revolución, ha habido orden completo. En Santiago de Cuba se han unido el
pueblo, los militares y los revolucionarios, y eso es indestructible
(aplausos).
La jefatura del Gobierno, la jefatura del Ejército y la
jefatura de la Marina estarán en Santiago de Cuba, y sus órdenes serán de
obligatorio cumplimiento a todos los mandos de la República.
Esperamos que todos los militares honorables acaten estas
disposiciones, porque el militar, antes que nada, está al servicio de la
ley y de la autoridad —no de la autoridad constituida, porque muchas veces
está una autoridad mal constituida—, la autoridad legítimamente
constituida (aplausos).
Ningún militar honorable tiene nada que temer de la
Revolución. Aquí en esta lucha no hay vencidos, porque solo el pueblo ha
sido el vencedor (aplausos). Ha habido caídos de un lado y de otro, pero
todos nos hemos unido para darle el apoyo a la Revolución.
Nos hemos dado el abrazo fraternal los militares buenos y
los revolucionarios (aplausos). No habrá ya más sangre. Espero que ningún
núcleo haga resistencia, porque aparte de ser una resistencia inútil y una
resistencia que sería aplastada en pocos instantes, sería una resistencia
contra la ley y contra la República y contra el sentimiento de la nación
cubana (aplausos).
Ha habido que organizar este movimiento de hoy para que no
ocurra otra guerra dentro de seis meses. ¿Qué pasó cuando el machadato?
Pues que también un general de Machado dio un golpe y quitó a Machado, y
puso a un presidente que duró 15 días; y vinieron los sargentos y dijeron
que aquellos oficiales eran responsables de la dictadura de Machado, y que
ellos no los respetaban. Creció la efervescencia revolucionaria y
expulsaron a los oficiales. Ahora no podrá ocurrir así; ahora estos
oficiales tienen el respaldo del pueblo, y tienen el respaldo de la tropa,
y tienen el prestigio que les da el haberse sumado a un verdadero
movimiento revolucionario (aplausos).
Estos militares serán respetados y considerados por el
pueblo y no habrá que emplear la fuerza, ni habrá que andar con fusiles
por la calle, ni metiéndole miedo a nadie porque el verdadero orden, el
verdadero orden es el que se basa en la libertad, en el respeto y en la
justicia, y no en la fuerza. Desde ahora en adelante el pueblo será
enteramente libre y el pueblo sabe comportarse debidamente, como lo ha
demostrado hoy (aplausos).
La paz que nuestra patria necesita se ha logrado. Santiago
de Cuba ha pasado a la libertad sin que hubiera que derramar sangre. Por
eso hay tanta alegría, y por eso es que los militares que en el día de hoy
desoyeron y desaprobaron el golpe de Columbia para sumarse
incondicionalmente a la Revolución merecen nuestro reconocimiento, nuestra
gratitud y nuestro respeto (aplausos). Los institutos armados de la
República serán en el futuro modelos de instituciones, por su capacidad,
por su educación y por su identificación con la causa del pueblo. Porque
los fusiles, de ahora en adelante, solo estarán siempre al servicio del
pueblo (aplausos).
No habrá más golpes de Estado, no habrá más guerra, porque
por eso nos hemos preocupado, de que no ocurra ahora como cuando Machado.
Estos señores, para hacer más parecido el caso de la madrugada de hoy con
el caso de la caída de Machado, aquella vez pusieron a un Carlos Manuel, y
ahora pusieron a otro Carlos Manuel (abucheos).
Lo que no habrá esta vez es un Batista (aplausos), porque no
habrá necesidad de un 4 de septiembre, que destruyó la disciplina en las
Fuerzas Armadas, porque lo que ocurrió con Batista fue que instauró aquí
la indisciplina en el Ejército, porque su política consistía en halagar a
los soldados para mantener disminuida la autoridad de los oficiales. Los
oficiales tendrán autoridad, habrá disciplina en el Ejército. Habrá un
Código Penal Militar, donde los delitos contra los derechos humanos y
contra la honradez y la moral que debe tener todo militar, serán
castigados debidamente (aplausos).
No habrá privilegios para nadie. El militar que tenga
capacidad y tenga méritos será el que ascienda, y no el pariente, el
amigo, como ha existido hasta hoy, que no se han respetado los
escalafones.
Para los militares se acabará, como se acabará para los
trabajadores, toda esa explotación de contribuciones obligatorias, que en
los obreros es la cuota sindical y en los militares es el peso para la
primera dama, y los dos pesos para esto, y los dos pesos para lo otro, y
les acaban con el sueldo (aplausos).
Naturalmente, que el pueblo todo lo debe esperar de
nosotros, y lo va a recibir. Pero he hablado de los militares para que
ellos sepan que también todo lo van a recibir de la Revolución, todas las
mejoras que jamás han tenido, porque cuando no se robe el dinero de los
presupuestos estarán mucho mejor los militares de lo que están hoy. Y el
soldado no ejercerá funciones de policía, el soldado estará en su
entrenamiento, en su cuartel; no tendrá que estar ejerciendo funciones de
policía.
Nosotros (gritos de: "¡Microonda!") de microonda nada
(aplausos), aunque sí quiero aclarar que en este momento los rebeldes
andamos con microondas porque las necesitamos (aplausos), pero las
microondas ahora no las tendrán los esbirros, ni nada de eso; nada de
asesinos, ni nada de frenazos delante de las casas y la tocadera a
medianoche (gritos y aplausos).
Yo tengo la seguridad de que tan pronto tome posesión y
asuma el mando el presidente de la República, decretará el
restablecimiento de las garantías y la absoluta libertad de prensa y todos
los derechos individuales en el país (aplausos); y todos los derechos
sindicales, y todos los derechos y todas las demandas de nuestros
campesinos y de nuestro pueblo en general.
No nos olvidaremos de nuestros campesinos de la Sierra
Maestra y de los de Santiago de Cuba (aplausos). No nos iremos a vivir a
La Habana olvidados de todos; donde yo quiero vivir es en la Sierra
Maestra (aplausos). Por lo menos, en la parte que me corresponda, por un
sentimiento muy profundo de gratitud, no olvidaré a aquellos campesinos; y
tan pronto tenga un momento libre voy a ver dónde vamos a hacer la primera
Ciudad Escolar, con cabida para 20 000 niños (aplausos). Y lo vamos a
hacer con la ayuda del pueblo. Los rebeldes van a trabajar allí. Le vamos
a pedir a cada ciudadano un saco de cemento y una cabilla (aplausos y
gritos de: "¡Sí, sí!"). Y yo sé que obtendremos la ayuda de nuestra
ciudadanía (aplausos).
No olvidaremos a ninguno de los sectores de nuestro pueblo
(del público le dicen: "¡Viva Crescencio Pérez!"). ¡Que viva Crescencio
Pérez que perdió a un hijo en los días postreros de la guerra!
La economía del país se restablecerá inmediatamente. Este
año nosotros seremos los que cuidaremos la caña, para que no se queme.
Porque este año los impuestos del azúcar no servirán para comprar armas
homicidas y bombas y aviones para bombardear al pueblo (aplausos).
Cuidaremos las comunicaciones y ya, desde Jiguaní hasta
Palma Soriano, la línea telefónica está restablecida y la vía férrea será
restablecida (aplausos). Y habrá zafra en todo el país y habrá buenos
salarios, porque yo sé que ese es el propósito del presidente de la
República. Y habrá buenos precios porque, precisamente, el miedo a que no
hubiera zafra ha levantado los precios del mercado mundial; y los
campesinos podrán sacar su café (aplausos); y los ganaderos todavía podrán
vender sus reses gordas en La Habana, porque afortunadamente el triunfo ha
llegado a tiempo, para que no haya ruina de ninguna clase.
No es a mí a quien le corresponde hablar de estas cosas.
Ustedes saben que somos hombres de palabra y que lo que prometemos lo
cumplimos. Y queremos prometer menos de lo que vamos a cumplir, no más,
sino menos de lo que vamos a cumplir, y hacer más de lo que ofrezcamos al
pueblo de Cuba (aplausos).
No creemos que todos los problemas se vayan a resolver
fácilmente, sabemos que el camino está preñado de obstáculos, pero
nosotros somos hombres de fe, que nos enfrentamos siempre a las grandes
dificultades (aplausos).
Podrá estar seguro el pueblo de una cosa, y es que podemos
equivocarnos una y muchas veces, lo único que no podrá decir jamás de
nosotros es que robamos, que traicionamos, que hicimos negocios sucios,
que usamos el favoritismo, que usamos los privilegios (aplausos). Y yo sé
que el pueblo los errores los perdona, y lo que no perdona son las
sinvergüencerías, y los que hemos tenido son sinvergüenzas (aplausos).
Al asumir como presidente el magistrado, doctor Manuel
Urrutia Lleó, a partir de ese instante, cuando jure ante el pueblo la
presidencia de la República, él será la máxima autoridad de nuestro país
(aplausos). Nadie piense que yo pretenda ejercer facultades aquí por
encima de la autoridad del presidente de la República, yo seré el primer
acatador de las órdenes del poder civil de la República, y el primero en
dar el ejemplo (aplausos). Cumpliremos sencillamente sus órdenes, y,
dentro de las atribuciones que nos conceda, trataremos de hacer lo más
posible por nuestro pueblo, sin ambiciones, porque afortunadamente estamos
inmunes a las ambiciones y a las vanidades. ¡Qué mayor gloria que el
cariño de nuestro pueblo! ¡Qué mayor premio que esos millares de brazos
que se agitan llenos de esperanza, de fe y de cariño hacia nosotros!
(Aplausos).
Nunca nos dejaremos arrastrar por la vanidad ni por la
ambición, porque como dijo nuestro Apóstol: "Toda la gloria del mundo cabe
en un grano de maíz", y no hay satisfacción ni premio más grande que
cumplir con el deber como lo hemos estado haciendo hasta hoy, y como lo
haremos siempre. Y en esto no hablo en mi nombre, hablo en nombre de los
miles y miles de combatientes que han hecho posible la victoria del pueblo
(aplausos).
Hablo del profundo sentimiento de respeto y de devoción
hacia nuestros muertos, que no serán olvidados. Los caídos tendrán en
nosotros los más fieles compañeros. Esta vez no se podrá decir, como
otras, que se ha traicionado la memoria de los muertos, porque los muertos
seguirán mandando. Físicamente no están aquí Frank País, Josué País,
Pepito Tey ni tantos otros, pero están moralmente, están espiritualmente;
y solo la satisfacción de saber que el sacrificio no ha sido vano,
compensa el inmenso vacío que dejaron en el camino (aplausos). Sus tumbas
seguirán teniendo flores frescas. Sus hijos no serán olvidados, porque los
familiares de los caídos serán ayudados (aplausos).
Los rebeldes no cobraremos sueldo por los años que hemos
estado luchando. Y nos sentimos or-gullosos de no cobrar sueldos por los
servicios que le hemos prestado a la Revolución; en cambio, es posible que
sigamos cumpliendo nuestras obligaciones sin cobrar sueldos, porque si no
hay dinero, ¡no importa!, lo que hay es voluntad, y hacemos lo que sea
necesario (aplausos).
Pero también quiero aquí repetir lo que dije en La
historia me absolverá, y es que también velaremos porque no les falten
el sustento, ni la asistencia, ni la educación a los hijos de los
militares que han caído luchando contra nosotros, porque ellos no tienen
culpa de los horrores de la tiranía (aplausos). Y seremos generosos con
todos porque, repito, que aquí no ha habido vencidos sino vencedores.
Serán castigados solo los criminales de guerra, porque ese es un deber
ineludible con la justicia (aplausos). Y ese deber puede tener la
seguridad el pueblo de que lo cumpliremos. Y cuando haya justicia, no
habrá venganza. Para que el día de mañana no haya atentados contra nadie
tiene que haber justicia hoy. Como habrá justicia no habrá venganza ni
habrá odio. El odio lo desterraremos de la República, como una sombra
maldita que nos dejó la ambición y la opresión (aplausos).
Triste es que se hayan escapado los grandes culpables. No
faltan miles de hombres que quieran perseguirlos, pero nosotros tenemos
que respetar las leyes de otros países. A nosotros nos sería fácil porque
voluntarios tenemos de sobra para ir a perseguir a esos delincuentes, y
hombres que estén dispuestos a jugarse la vida. Pero no queremos aparecer
como un pueblo que viole las leyes de los demás pueblos; las respetaremos
mientras se respeten las nuestras. Pero sí advierto que si en Santo
Domingo se ponen a conspirar contra la Revolución (gritos de:
"¡Trujillo!"). Sí, Trujillo. Yo había pensado, en alguna ocasión, que
Trujillo nos había hecho daño vendiéndole armas a Batista, y el daño que
le hizo no fue porque vendiera armas, sino porque vendiera armas tan malas
que cuando cayeron en nuestras manos no servían para nada (risas y
aplausos). Sin embargo, vendió bombas, y con las bombas fueron asesinados
muchos campesinos. No dan ni deseos de devolverle las carabinas porque no
sirven, sino de devolverle algo mejor.
Es lógico, en primer término, que los perseguidos políticos
de Santo Domingo tendrán aquí su mejor casa y su mejor asilo. Y los
perseguidos políticos de todas las dictaduras tendrán aquí su mejor casa y
la mayor comprensión, porque no-sotros hemos sido perseguidos políticos.
Si Santo Domingo se convierte en arsenal de la
contrarrevolución, si Santo Domingo se convierte en base de conspiraciones
contra la Revolución Cubana, si esos señores se dedican desde allá a hacer
conspiraciones, más vale que se vayan pronto de Santo Domingo, porque allí
no van a estar tampoco muy seguros (aplausos). Y no seremos nosotros, que
nosotros no tenemos que meternos en los problemas de Santo Domingo, es que
los dominicanos han aprendido el ejemplo de Cuba, y las cosas se van a
poner por allí muy serias (aplausos). Los dominicanos han aprendido que es
posible pelear contra la tiranía y derrotarla, y ese ejemplo es lo que más
temían precisamente los dictadores, el ejemplo alentador para América que
acaba de producirse en nuestra patria (aplausos).
Vela por el curso y el destino de esta Revolución la América
entera. Toda ella tiene sus ojos puestos en nosotros. Toda ella nos
acompaña con sus mejores deseos de triunfo. Toda ella nos respaldará en
nuestros momentos difíciles. Esta alegría de hoy no solo es en Cuba, sino
en América entera. Como nosotros nos hemos alegrado cuando ha caído un
dictador en la América Latina, ellos también se alegran hoy por los
cubanos.
Debo concluir, aunque sea enorme el cúmulo de sentimientos y
de ideas que con el desorden, el bullicio y la emoción de hoy acuden a
nuestra mente. Decía —y quedó sin concluir aquella idea— que habría
justicia, y que era lamentable que hubiesen escapado los grandes
culpables, por culpa de quienes ya sabemos, porque el pueblo sabe quién
tiene la culpa de que se hayan escapado; y que vinieran a dejar aquí, no
voy a decir a los más infelices, pero sí a los más torpes, a los que no
tenían dinero, a los hombres de fila que obedecieron las órdenes de los
grandes culpables. Dejaron escapar a los grandes culpables para que el
pueblo saciase su ira y su indignación con los que tienen menos
responsabilidad. Aunque está bien que se les castigue ejemplarmente, para
que aprendan.
Siempre pasa lo mismo, el pueblo les advierte que los
grandes se van y ellos se quedan, y sin embargo, siempre pasa lo mismo,
los grandes se van y ellos se quedan, pues que se castiguen también
(aplausos). Si los grandes se van tendrán también su castigo. Duro, muy
duro es tener que vivir alejado de la patria por toda la vida, porque,
cuando menos, serán condenados al ostracismo por toda la vida los
criminales y los ladrones que han huido precipitadamente.
¡Quién viera por un agujero —como dice el pueblo— al señor
Batista en estos momentos! ¡Al guapo, al hombre soberbio que no
pronunciaba un solo discurso si no era para llamar cobardes, y miserables
y bandidos a todos los demás! Aquí ni siquiera se ha llamado bandido a
nadie, aquí no reina ni se respira el odio, la soberbia ni el desprecio,
como en aquellos discursos de la dictadura. Aquel hombre que dice que
cuando entró en Columbia llevaba una bala en la pistola (gritos), se
marchó en horas de la madrugada en un avión, con una bala en la pistola
(gritos). Quedó demostrado que los dictadores no son tan temibles ni tan
suicidas, y que cuando llega la hora en que están perdidos huyen
cobardemente. Lo lamentable realmente es que haya escapado cuando pudiera
haber sido hecho prisionero, y si hacemos prisionero a Batista le
hubiéramos quitado los 200 millones de pesos que se robó (aplausos).
¡Reclamaremos el dinero téngalo donde lo tenga! (aplausos) porque no son
delincuentes políticos, sino delincuentes comunes. Y vamos a ver los que
aparezcan en las embajadas, si es que el señor Cantillo no les ha dado ya
salvoconducto. Vamos a distinguir entre los delincuentes políticos y los
delincuentes comunes. Asilo para los delincuentes políticos, nada para los
delincuentes comunes. Tienen que ir ante los tribunales y demostrar que
son delincuentes políticos, y si se demuestra que son delincuentes
comunes, que los entreguen a las autoridades (gritos de: "¡Mujal,
Mujal!"). Y Mujal, a pesar de lo grande y lo gordo que es, no se sabe
dónde está en este momento (gritos). Nadie tiene noticias. ¡Cómo han
huido! ¡Yo no me explico cómo ustedes se acuerdan todavía de esos
infelices! (risas). Por fin el pueblo se libró de toda esa canalla.
Ahora hablará el que quiera, bien o mal, pero hablará el que
quiera. No es como ocurría aquí, que hablaban ellos solos y hablaban mal
(gritos). Habrá libertad absoluta porque para eso se ha hecho la
Revolución; libertad incluso para nuestros enemigos; libertad para que nos
critiquen y nos ataquen a nosotros; que siempre será un placer saber que
nos combaten con la libertad que hemos ayudado a conquistar para todos
(aplausos). Nunca nos ofenderemos, siempre nos defenderemos y seguiremos
solo una norma: la norma del respeto al derecho y a los pensamientos de
los demás.
Esos nombres que se han mencionado aquí, esa gente, Dios
sabe en qué embajada, en qué playa, en qué barco, adónde han ido a parar.
Bástenos saber que nos hemos librado de ellos, y que si tienen alguna
casita, alguna finquita, o alguna vaquita por ahí; la tendremos
sencillamente que confiscar.
Porque debo advertir que los funcionarios de la tiranía, los
representantes, los senadores, los alcaldes, los que no han robado
particularmente, pero que han cobrado los sueldos, tendrán que devolver
hasta el último centavo de lo que han cobrado en estos cuatro años, porque
han cobrado ilegalmente y tendrán que devolverle a la República el dinero
que han cobrado todos esos senadores, y todos esos representantes; y si no
lo devuelven, les confiscaremos las propiedades que tengan.
Esto, aparte de lo que se hayan robado, porque el que haya
robado, a ese no le quedará nada del producto del robo, porque esa es la
primera ley de la Revolución. No es justo que se mande a prisión a un
hombre que se robó una gallina, o un guanajo, y que los que se roban
millones de pesos estén encantados de la vida por ahí. ¡Que se anden con
cuidado! (Aplausos). Y que anden con cuidado los ladrones de hoy y de
ayer. Que anden con cuidado porque la ley revolucionaria puede caer sobre
los hombros de todos los culpables de todos los tiempos, porque la
Revolución llega al triunfo sin compromisos con nadie en absoluto, sino
con el pueblo, que es al único al que debe su victoria (aplausos).
Voy a terminar (gritos de: "¡No!"). Voy a terminar por hoy
(gritos de: "¡No!"). Bueno, recuerden que tengo que marchar
inmediatamente, es mi obligación, y ustedes llevan muchas horas parados
(gritos de: "¡No, no!").
Veo tantas banderas blancas, rojas y negras en los vestidos
de nuestras compañeras, que realmente se nos hace duro abandonar esta
tribuna, donde hemos experimentado, todos los que estamos aquí presentes,
la más grande emoción de nuestras vidas (gritos y aplausos).
No podemos menos que recordar a Santiago de Cuba con
entrañable cariño. Las veces que nos reunimos aquí, un mitin allá en la
Alameda, un mitin acá en una avenida (gritos de: "¡Trocha!"). En Trocha,
donde dije un día que si nos arrebataban los derechos por la fuerza
cambiaríamos las escobas por los fusiles, y culparon a Luis Orlando de
aquellas declaraciones, yo me callé la boca. En el periódico salió que era
Luis Orlando el que las había hecho, y era yo el que las había hecho; pero
no estaba muy seguro de si estaban bien hechas, porque en aquella época no
había... (risas). Y resultó que tuvimos que cambiarlo todo: los
estudiantes, sus libros y sus lápices por los fusiles; los campesinos, sus
aperos de labranza por el fusil, y todos tuvimos que cambiarlo todo por el
fusil. Afortunadamente, la tarea de los fusiles ha cesado. Los fusiles se
guardarán donde estén al alcance de los hombres que tendrán el deber de
defender nuestra soberanía y nuestros derechos. Pero, cuando nuestro
pueblo se vea amenazado, no pelearán solo los 30 000 ó 40 000 miembros de
las Fuerzas Armadas, sino pelearán los 300 000, 400 000 ó 500 000 cubanos,
hombres y mujeres que aquí pueden coger las armas (gritos y aplausos).
Habrá armas necesarias para que aquí se arme todo el que quiera combatir
cuando llegue la hora de defender nuestra independencia (aplausos). Porque
está demostrado que no solo pelean los hombres, sino pelean las mujeres
también en Cuba (aplausos), y la mejor prueba es el pelotón Mariana
Grajales, que tanto se distinguió en numerosos combates (aplausos). Y las
mujeres son tan excelentes soldados como nuestros mejores soldados hombres
(aplausos).
Yo quería demostrar que las mujeres podían ser buenos
soldados. Al principio la idea me costó mucho trabajo, porque existían
muchos prejuicios. Había hombres que decían que cómo mientras hubiera un
hombre con una escopeta se le iba a dar un fusil a una mujer. ¿Y por qué
no?
Yo quería demostrar que las mujeres podían ser tan buenos
soldados, y que existían muchos prejuicios con relación a la mujer, y que
la mujer es un sector de nuestro país que necesita también ser redimido,
porque es víctima de la discriminación en el trabajo y en otros muchos
aspectos de la vida (aplausos).
Organizamos las unidades de mujeres, que demostraron que las
mujeres pueden pelear. Y cuando en un pueblo pelean los hombres y pueden
pelear las mujeres, ese pueblo es invencible.
Mantendremos organizadas las milicias o la reserva de
combatientes femeninas, y las mantendremos entrenadas, todos los
voluntarios. Y estas jóvenes que hoy veo con los vestidos negro y rojo,
del 26 de Julio, yo aspiro a que aprendan también a manejar las armas
(aplausos).
Y esta Revolución, compatriotas, que se ha hecho con tanto
sacrificio, ¡nuestra Revolución!, ¡la Revolución del pueblo es ya hermosa
e indestructible realidad! ¡Cuánto motivo de fundado orgullo! ¡Cuánto
motivo de sincera alegría y esperanza para todo nuestro pueblo! Yo sé que
no es aquí solo en Santiago de Cuba, es desde la punta de Maisí hasta el
cabo de San Antonio.
Ardo en esperanzas de ver al pueblo a lo largo de nuestro
recorrido hacia la capital, porque sé que es la misma esperanza, la misma
fe de un pueblo entero que se ha levantado, que soportó paciente todos los
sacrificios, que no le importó el hambre; que cuando dimos permiso tres
días para que se restablecieran las comunicaciones, para que no pasara
hambre, todo el mundo protestó (aplausos). Es verdad, porque lo que
querían era lograr la victoria costara lo que costara. Y este pueblo bien
merece todo un destino mejor, bien merece alcanzar la felicidad que no ha
logrado en sus 50 años de República; bien merece convertirse en uno de los
primeros pueblos del mundo, por su inteligencia, por su valor, por su
espíritu (aplausos).
Nadie puede pensar que hablo demagógicamente, nadie puede
pensar que quiero halagar al pueblo. He demostrado suficientemente mi fe
en el pueblo, porque cuando vine con 82 hombres a las playas de Cuba, y la
gente decía que nosotros estábamos locos y nos preguntaban que por qué
pensábamos ganar la guerra, yo dije: "porque tenemos al pueblo"
(aplausos).
Y cuando fuimos derrotados la primera vez, y quedamos un
puñado de hombres, y persistimos en la lucha, sabíamos que esta sería una
realidad, porque creíamos en el pueblo. Cuando nos dispersaron cinco veces
en el término de 45 días, y nos volvimos a reunir y reanudar la lucha, era
porque teníamos fe en el pueblo; y hoy es la más palpable demostración de
que aquella fe era fundamentada (aplausos).
Tengo la satisfacción de haber creído profundamente en el
pueblo de Cuba y de haberles inculcado esa fe a mis compañeros. Esa fe,
que más que una fe es una seguridad completa en todos nuestros hombres. Y
esa misma fe que nosotros tenemos en ustedes es la fe que nosotros
queremos que ustedes tengan en nosotros siempre (aplausos).
La República no fue libre en el 95 y el sueño de los
mambises se frustró a última hora. La Revolución no se realizó en el 33 y
fue frustrada por los enemigos de ella. Esta vez la Revolución tiene al
pueblo entero, tiene a todos los revolucionarios, tiene a los militares
honorables. ¡Es tan grande y tan incontenible su fuerza, que esta vez el
triunfo está asegurado!
Podemos decir con júbilo que en los cuatro siglos de fundada
nuestra nación, por primera vez seremos enteramente libres (aplausos), y
la obra de los mambises se cumplirá (aplausos).
Hace breves días, el 24 de diciembre, me fue imposible
resistir la tentación de ir a visitar a mi madre, la que no veía desde
hacía varios años. Cuando regresaba por el camino que cruza a través de
los Mangos de Baraguá, en horas de la noche, un sentimiento de profunda
devoción a los que viajábamos en aquel vehículo, nos hizo detener allí, en
aquel lugar donde se levanta el monumento que conmemora la Protesta de
Baraguá y el inicio de la Invasión. En aquella hora, la presencia en
aquellos sitios, el pensamiento de aquellas proezas de nuestras guerras de
independencia, la idea de que aquellos hombres hubiesen luchado durante 30
años para no ver logrados sus sueños, para que la República se frustrara,
y el presentimiento de que muy pronto la Revolución que ellos soñaron, la
patria que ellos soñaron sería realidad, nos hizo experimentar una de las
sensaciones más emocionantes que puedan concebirse.
Veía revivir aquellos hombres con sus sacrificios, con
aquellos sacrificios que nosotros hemos conocido también de cerca. Pensaba
en sus sueños y sus ilusiones, que eran los sueños y las ilusiones
nuestras, y pensé que esta generación cubana ha de rendir, y ha rendido
ya, el más fervoroso tributo de reconocimiento y de lealtad a los héroes
de nuestra independencia.
Los hombres que cayeron en nuestras tres guerras de
independencia juntan hoy su esfuerzo con los hombres que han caído en esta
guerra; y a todos nuestros muertos en las luchas por la libertad podemos
decirles que por fin ha llegado la hora en que sus sueños se cumplan.
Ha llegado la hora de que al fin ustedes, nuestro pueblo,
nuestro pueblo bueno y noble, nuestro pueblo que es todo entusiasmo y fe;
nuestro pueblo que quiere de gratis, que confía de gratis, que premia a
los hombres con cariño más allá de todo merecimiento, tendrá lo que
necesita (aplausos). Y solo aquí me resta decirles, con modestia, con
sinceridad, con profunda emoción, que aquí en nosotros, en sus
combatientes revolucionarios, tendrán siempre servidores leales, que solo
tendrán por divisa servirles (aplausos).
Hoy, al tomar posesión de la presidencia de la República el
doctor Manuel Urrutia Lleó, el magistrado que dijo que la Revolución era
justa (aplausos), pongo en sus manos las facultades legales que he estado
ejerciendo como máxima autoridad dentro del territorio liberado, que ya es
hoy toda la patria; asumiré, sencillamente, las funciones que él me
asigne. En sus manos queda toda la autoridad de la República
(aplausos).
Nuestras armas se inclinan respetuosas ante el poder civil
en la República civilista de Cuba (aplausos). No tengo que decirle que
esperamos que cumpla con su deber, porque sencillamente estamos seguros de
que sabrá cumplirlo. Al presidente provisional de la República de Cuba
cedo mi autoridad; y le cedo en el uso de la palabra al pueblo. Muchas
gracias.
(Ovación) |