CAPÍTULO I ...HACIA LA GUERRA
«Estamos en un conflicto entre el bien y el mal.
[...]no creamos un problema, sino que revelamos un problema
y dirigiremos al mundo en la lucha contra el problema».
GEORGE W. BUSH
West Point 1/06/2002
Octubre 2002
Era pasada la medianoche del 3 de octubre del 2002, cuando el viejo
Il-62 de la línea aérea Click,
creada solamente para efectuar viajes entre Siria e Iraq,
puso los motores a todo gas y tomó impulso por la pista –que
me pareció interminable– del aeropuerto
internacional de Damasco, dándonos la impresión
de que no podría despegar debido al exceso de pasajeros. Sin
embargo, para nuestro alivio, lo hizo con
mucho trabajo al final de la pista, cuando yo
reflexionaba inútilmente sobre la errónea decisión de viajar
a Bagdad por avión para evitar el largo
viaje de 10 horas por carretera, a través del desierto.
Los pasajeros, compuestos en un 99% por peregrinos chiítas, en su
mayoría mujeres con largas túnicas negras
(shador), que las cubren de la cabeza a los
pies, ocupaban hasta los asientos auxiliares de la
tripulación, que parecía ucraniana.
Viajaban usualmente a los santuarios de esa secta islámica en Nayef
y Kerbala, al sur de Bagdad. Fuera de los peregrinos, éramos
unos ocho pasajeros de «tipo occidental».
Días antes partimos de La Habana, después de un período de
preparación, para cumplir una misión
diplomática en Iraq que se presentaba particularmente
compleja. Muchos amigos se alarmaban cuando conocían mi
destino y un tanto preocupados me decían
«vas para la guerra», a lo que por lo general les
respondía: «ya tengo un casco para protegerme la cabeza». El
casco era la preparación recibida y la
experiencia personal acumulada durante más de 25
años de trabajo con los países del Medio Oriente, llevaba
además orientaciones claras y precisas de
los objetivos a cumplir y la conducta a seguir.
Por esta fecha, los pronósticos sobre la posibilidad de que
estallara el conflicto eran diversos, pero
la movilización militar que EE. UU. comenzaba
a intensificar, el comportamiento político y las
declaraciones de los dirigentes de la
administración en Washington inclinaban la balanza hacia lo peor, a
pesar de la tremenda oposición internacional a la guerra y de
los muchos obstáculos que los agresores
debían evaluar. Mis estimados, en esos momentos,
apuntaban en un 60% a que habría guerra, aunque tenía la
esperanza de que al final predominara la
cordura.
El mes anterior, el presidente Bush, en un discurso pronunciado ante
la Asamblea General de la ONU, afirmó: «Iraq representa un peligro para
sus vecinos y para la seguridad mundial al disponer de armas de
destrucción masiva». En otro discurso radial dijo: «Hoy me reuniré con el
Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi para analizar el creciente peligro que
representa el régimen de Saddam Hussein [...] el Primer Ministro italiano se une a
otros líderes mundiales preocupados para que el mundo tome acción, entre
ellos el Primer Ministro Blair de Gran Bretaña y el Presidente del Gobierno
de España, Aznar». (Precisando de esta forma, el verdadero eje del mal). Y
continuaba:
[...] es probable que este régimen mantenga reservas de agentes
químicos y biológicos y que esté mejorando
y ampliando instalaciones capaces de
producirlos.
[...] Hoy día Saddam Hussein tiene científicos y la infraestructura
para un programa de armas nucleares y buscó comprar
ilícitamente el equipo necesario para
enriquecer uranio con el fin de crear un arma
nuclear. Si su régimen llegara a adquirir material fisionable,
podría construir el arma nuclear dentro de
un año.
Este régimen posee una fuerza de proyectiles tipo SCUD con alcance
superior a los 150 km permitidos por la ONU y está
construyendo más proyectiles con un
alcance que podría causar la muerte masiva
en toda la región.
El secretario de defensa Donald Rumsfeld por su parte había
declarado: «Hay evidencias de que terroristas de Al Qaeda habían estado
recientemente en Bagdad buscando ayuda de Iraq para adquirir armas de destrucción
masiva ». Anthony Blair convertido en eco repetía algo parecido ante la
Cámara de los Comunes en Londres: «Iraq posee armas químicas y biológicas
[...] Sus misiles pueden ser desplegados en 45 minutos».
Estas acusaciones, que Iraq rechazaba de plano y sobre las cuales no
se habían presentado evidencias y que los inspectores, en su labor
anterior de unos diez años, no habían podido comprobar, constituían la base de
la campaña del verdadero eje del mal para lanzar su agresión colonialista
contra Iraq.
La posición del gobierno de Cuba sobre este conflicto siempre estuvo
muy clara. En su discurso del 14 de septiembre, en el 57 Período de
Sesiones de la Asamblea General de la ONU, el canciller Felipe Pérez Roque se
había referido a la situación en el Medio Oriente y al conflicto en torno
a Iraq, con las siguientes palabras:
Señor Presidente:
¿Por qué no hemos visto el mismo celo con que se desató la guerra en
Afganistán para buscar una solución justa y duradera para la paz en
el Oriente Medio? ¿Por qué algunos no han dicho siquiera una palabra
para condenar las agresiones contra el territorio de Palestina y los
crímenes contra su pueblo? ¿Por qué no se han condenado los asesinatos
selectivos y el uso de las fuerzas armadas contra la población civil? ¿Por qué
se ha garantizado impunidad a las acciones del ejército israelí,
maniatando al Consejo de Seguridad? ¿Por qué no se ha actuado firmemente
para implementar las resoluciones del Consejo de Seguridad que
garanticen la proclamación de un Estado palestino independiente y soberano,
con Jerusalén oriental como su capital? ¿Por qué la única
superpotencia que hoy existe en el planeta actúa de modo diferente
ante un caso y otro? ¿Por qué no cesa el sufrimiento de las madres
palestinas cuyos hijos son también asesinados como los inocentes del
11 de septiembre?
Estas preguntas deberían tener respuesta por parte de quienes en
esta sala cargan sobre sus hombros la responsabilidad de lo que hoy está
ocurriendo en los territorios palestinos y árabes ocupados.
Señor Presidente:
Parece inevitable una nueva guerra contra Iraq, una escalada de la
situación de permanente agresión que ese pueblo ha vivido durante
los últimos diez años. Se habla ahora de «guerra preventiva», en
franca violación del espíritu y la letra de la Carta de las Naciones Unidas.
Cuba defiende principios, no conveniencias, y, por tanto, aunque
ello disguste a sus patrocinadores, se opone de modo categórico a esta
guerra. A Cuba no la anima un espíritu antinorteamericano, aun
cuando su gobierno mantiene y endurece un bloqueo de más de cuarenta
años contra nuestro pueblo.
Pero no decir la verdad por cobardía o cálculo político no es lo que
caracteriza a los revolucionarios cubanos. Por tanto, Cuba proclama
aquí que se opone a una nueva acción militar contra Iraq. Lo hace al
tiempo que recuerda que en su momento apoyó en el consejo de
Seguridad la resolución que pedía al Gobierno de Iraq cesar la ocupación
de Kuwait.
Sostenemos que sería una locura el desarrollo hoy de armamentos de
exterminio en masa, pues vemos como único camino posible a la paz
mundial el desarme general y completo, incluido el desarme nuclear y
la reorientación del dinero que hoy se gasta en armas a enfrentar
los gravísimos problemas económicos y sociales de la humanidad.
Los países árabes han sido categóricos en su rechazo a esta guerra;
la mayoría de los países europeos no la secundan; la comunidad
internacional ve con preocupación creciente como se anuncia una nueva
guerra sobre la base de acusaciones que no han sido probadas, e
incluso ignorando la realidad evidente de que Iraq no puede ser un
peligro para EE. UU.
Si el Gobierno de EE. UU. desata una nueva guerra contra Iraq,
imponiéndosela al Consejo de Seguridad o decidiéndola unilateralmente
en contra de la opinión pública internacional, se habrá consagrado
el nacimiento del siglo del unilateralismo y de la jubilación forzosa
de la Organización de las Naciones Unidas.
La claridad y las posiciones de principio contra la guerra, que Cuba
mantenía, me ofrecían ciertas ventajas y seguridades para el trabajo en Iraq,
país que había visitado en ocasiones anteriores, la última en el 2001,
por lo que el escenario me era relativamente conocido y le había venido dando
seguimiento a la crisis que desde hacía años allí se desarrollaba.
No había transcurrido todavía una hora cuando el IL-62 comenzó a
descender y por la ventanilla pude apreciar las luces de Bagdad, una muy
extensa ciudad que se hizo famosa en las narraciones de Las mil y una
noches
árabes.
Fue fundada en el año 762 sobre la margen derecha del río Tigris
por el Califa Abu Jaafar al-Mansour (el victorioso), quien la llamó
«Ciudad de la paz», en referencia a uno de los nombres con que el Corán
califica al paraíso. El plano inicial de la antigua urbe, conocida también como
la «ciudad redonda», fue considerado como ejemplo de planificación para su
tiempo, alcanzó un notable desarrollo y ya a finales del siglo VIII, en
especial durante los reinados de Haroun Al-Rachid (786-809), mencionado en Las mil
y una
noches,
y Al Maamoun (813-833), era reconocida como centro del mundo
civilizado. Las ciencias y las artes alcanzaron gran esplendor. Los
matemáticos árabes inventaron los números que aún utilizamos, incluido el
concepto de cero, que no existía antes. Los astrónomos se cuestionaron la
redondez de la Tierra y en la Corte del Califa se presentaban sobresalientes poetas
como Abu Nawas, sabios como Al-Kawarismi, inventor del álgebra y de cuyo
nombre se deriva la palabra guarismo, maestros de la caligrafía, la
música, geógrafos y arquitectos famosos. Haroun Al-Rachid, profundo creyente,
favoreció la investigación teológica y en su época se fundaron las
mayores escuelas jurídicas del Islam: Abu Hanifa, Malek Ibn Anas, Mohamed
Chafei, y Ahmed Ibn Hanbal. Por entonces se creó «la Casa de la Sabiduría»,
se produjeron y tradujeron miles de libros, fueron invitados a Bagdad
los grandes sabios de la época. Cuando los mongoles atacaron la ciudad en 1258,
ya existía allí la universidad de Al-Moustansiriya, una de las primeras
del mundo. El biznieto de Gengis Khan, Houlagou, dirigió las hordas y la ciudad
resistió un mes, antes de ser sometida al pillaje e incendiada. Se
afirma que hubo 800 000 muertos y que el río Tigris se tiñó de negro debido a
la tinta de los libros de la Casa de la Sabiduría que allí fueron lanzados y que
era tal el volumen de estos manuscritos, que sobre ellos se podía cruzar la
ancha corriente. La ciudad conoció después muchas invasiones y el dominio
de diferentes imperios, sin embargo, el espíritu y la cultura árabe
renacían y los invasores eran derrotados.
Cuando aterrizamos, la historia de Houlagou y la destrucción de la
ciudad por los mongoles más de siete siglos atrás, me venía a la mente con
particular fuerza y me preguntaba: ¿será posible que la historia se
repita?
Nos instalamos en Bagdad y cumplimos los trámites diplomáticos de
rigor. En los primeros días de estancia, apreciamos que la situación
en la ciudad distaba bastante de la idea que podía tener el público común,
que se guiaba por la voluminosa información que transmitían los medios de
prensa occidentales. La gente se veía tranquila en las calles, no se
observaba casi presencia militar ni de seguridad, frente a los palacios
presidenciales y edificios oficiales, los soldados hacían guardia con serenidad, los comercios
estaban bien surtidos, los muchachos iban a clases o jugaban al fútbol en
plena calle, había fiestas, sobre todo los jueves, último día de la semana, pues
el viernes es feriado y los fieles musulmanes se movilizaban hacia las
mezquitas. Las iglesias cristianas –de las que hay bastantes en Bagdad– funcionaban
con toda normalidad. No existía tensión ni pánico visible.
Las estructuras del país funcionaban con bastante sistematicidad, la
prensa publicaba frecuentes reuniones del Consejo de Ministros y del
Consejo de Comando de la Revolución, las autoridades se reunían y tomaban
decisiones, numerosas delegaciones viajaban a Bagdad con todo tipo de
propósitos, incluidas muchas con intereses comerciales y económicos, y el presidente
Saddam Hussein desplegaba una intensa actividad.
El referendo para reelegirlo por otros siete años se celebró el día
15, con un resultado, según las autoridades, de más del 99% de votos
favorables, cifra que muchos observadores estimaron no se ajustaba a la realidad.
El presidente pronunció un patriótico discurso dos días después, en un
teatro donde participaron unos mil dirigentes del partido Baas, miembros
del gobierno, parlamentarios y representantes de las Fuerzas Armadas, y de
organizaciones políticas y sociales.
Sus palabras, difundidas en directo por la radio y la televisión,
hicieron énfasis en el gran éxito obtenido al manifestarse democráticamente
la voluntad del pueblo, señalando que ello constituía una lección para EE. UU. y
sus seguidores y un rechazo a la campaña de mentiras que se promovía
contra el país.
La esencia del mensaje estuvo dedicada a resaltar el patriotismo y
el nacionalismo árabe frente a los planes de destrucción del país
llevados a cabo por el imperialismo y el sionismo. El discurso incluyó
frecuentes referencias a Allah y a los sentimientos religiosos del pueblo, llamó a
los gobernantes de Washington a rectificar pues «el camino de la sangre solo les
traerá más sangre y quien quiere tomar la sangre de los otros, debe
esperar que su sangre también sea tomada».
Teniendo en cuenta los buenos resultados del referendo, el gobierno
decretó una amnistía general, mediante la cual, se dijo, solo
quedarían en las cárceles los condenados por delitos de sangre que no recibieran el
perdón de los familiares de sus víctimas. La amnistía incluiría el perdón de
los delitos políticos, aun de aquellos que se encontraban en el exilio, quienes
podrían regresar libremente al país siempre y cuando no tuvieran vínculos o fueran
agentes de los imperialistas o sionistas.
Los dirigentes iraquíes priorizaban la necesidad de mejorar las
relaciones con sus vecinos, lo cual unido a las medidas anteriores y a la
fuerte movilización internacional contra la guerra, apreciaban como éxitos para sus
posiciones frente a los planes estadounidense-sionistas.
Poco después de decretarse la amnistía, el vicepresidente iraquí,
Izzat Ibrahim, se reunió con el presidente de la opositora Coalición
Nacional Iraquí, que se encontraba exiliado en Europa quien accedió a visitar Bagdad
y afirmó que se elaboraría una nueva constitución que permitiría el
pluralismo y garantizaría la libertad de prensa. Por otra parte, el viceprimer
ministro Tareq Aziz expresaba: «Iraq está abierto a todos los exiliados, excepto
los que hayan colaborado con potencias extranjeras, en particular con EE. UU.
El partido Baas cree en los sistemas multipartidistas en el marco de
las posiciones nacionales y patrióticas, en la preservación de los principios de
Iraq y en los valores y la defensa de Iraq».
En el Consejo de Seguridad, EE. UU. encontraba dificultades para
hacer avanzar sus planes de guerra con una resolución que propiciara la
agresión y parecía ganar fuerza otro proyecto apoyado por Francia, Rusia y
China en relación con los inspectores, desvinculando esto de la acción
armada.
En conversaciones sostenidas en Viena entre autoridades de la ONU y
el Canciller iraquí, se había reactivado la idea del regreso de los
inspectores para continuar su trabajo y culminarlo, lo que provocó que el
presidente George W. Bush manifestara que esto era una «nueva treta» y llamara a la
comunidad internacional para que no se dejara engañar por Saddam Hussein,
alegando que este «no engaña a nadie» con su promesa de admitir a los
inspectores y vaticinó que las Naciones Unidas aceptarían la política
estadounidense en torno a Iraq pese a indicios de discrepancias.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, hablando ante el Comité
de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes había afirmado
que «No sirve a ningún propósito, ni de Estados Unidos ni de las
Naciones Unidas, darle a Saddan Hussein pretextos para una demora más prolongada.
Ningún estado terrorista representa una amenaza mayor y más
inmediata para la seguridad de nuestro pueblo y la estabilidad del mundo que
el régimen de Saddam Hussein en Iraq. El objetivo no es la inspección, sino el
desarme».
En la reunión abierta del Consejo de Seguridad celebrada en esos
días, el embajador de Cuba ante la ONU, pronunció las siguientes palabras:
Señor Presidente:
Cuba, como casi todos, se opone a una nueva acción militar contra
Iraq.
El Movimiento de Países No Alineados tiene una clara posición a
favor de la paz, los países árabes se oponen a la acción militar, la
mayoría de los países europeos y otros desarrollados no la apoyan y la
comunidad internacional mira con asombro e impotencia cómo se hacen
graves acusaciones sin presentar una sola evidencia y se organiza de
forma al parecer inexorable esta «guerra anunciada».
Como resultado de ingentes contribuciones de la Liga Árabe y del
Secretario General de las Naciones Unidas, Iraq anunció su
disposición de permitir el regreso de los inspectores sin condiciones y su
deseo de completar la implementación de todas las resoluciones
relevantes del Consejo de Seguridad, para eliminar así cualquier duda
respecto a la posibilidad de que ese país posea aún armas de
exterminio en masa.
La decisión de Iraq fue acogida favorablemente por la comunidad
internacional y por todos los que creen posible y necesario evitar
un conflicto de impredecibles consecuencias.
Sin embargo, se ha estado promoviendo en el Consejo de Seguridad
un proyecto de resolución que haría inevitable la guerra contra
Iraq. En el texto se incluye un mecanismo automático para desencadenar el
uso de la fuerza y se proponen nuevos procedimientos que de antemano
se saben inviables como el acompañamiento de los inspectores por
fuerzas militares de la ONU, la participación de representantes de los
miembros permanentes del Consejo de Seguridad en las labores de inspección
con los mismos derechos que estos, el establecimiento de Zonas de
Exclusión de Vuelo y Zonas de Exclusión de Transporte Terrestre y la
obligación de Iraq de permitir que los inspectores puedan sacar del país a
los nacionales iraquíes y sus familias que deseen entrevistar.
En verdad, no se necesita una nueva resolución sino que los
inspectores reinicien sus labores en Iraq sin más dilaciones. Las recientes
conversaciones en Viena concluyeron con avances importantes sobre los arreglos
prácticos para el reinicio de las inspecciones, incluyendo garantías
para el acceso sin restricciones, lo que demuestra que el diálogo y
la cooperación entre las partes, son el único camino viable.
Las resoluciones pertinentes deben ser aplicadas de buena fe por
todas las partes para avanzar hacia una solución integral de la cuestión
de Iraq que garantice la paz y la estabilidad de la región, e incluya el
levantamiento del régimen de sanciones que tanto sufrimiento causa al pueblo
iraquí. La soberanía, la integridad territorial y la independencia política
de Iraq, Kuwait y de todos los países de la región, deben ser
respetadas.
Señor Presidente:
Cuba defiende el Derecho Internacional porque lo considera la única
garantía viable de la paz y la seguridad internacionales. Creemos
que el mundo debe estar regulado por un sistema de seguridad colectiva,
basado en la cooperación, que nos dé garantías a todos. Este sistema
no puede ser sustituido por la ley de la selva y por doctrinas que
constituyen una violación del espíritu y la letra de la Carta de las Naciones
Unidas y deforman el derecho inmanente de legítima defensa dispuesto
en el Artículo 51 de esta.
El orden internacional actual, insostenible, injusto y profundamente
inequitativo, no puede ser sucedido por uno aún más primitivo.
Cuba, que nunca ha desarrollado y que tiene una firme decisión de no
desarrollar jamás armas de exterminio en masa, nucleares ni de
ningún otro tipo, reitera que el desarme general y completo es el único
camino posible a la paz.
Señor Presidente:
Se ha dicho que la credibilidad de las Naciones Unidas estaría en
juego si no apoya un ataque militar contra Iraq.
En realidad, si el Consejo de Seguridad no actúa, como es su deber,
para preservar la paz y la seguridad internacionales, y apoya una
guerra que no ha podido ser justificada hasta hoy como la única opción
posible, se planteará el problema de si las Naciones Unidas podrán sobrevivir
después de una situación que destruirá su ya dañada credibilidad.
Señor Presidente:
Desde hace semanas todos somos testigos de los conciliábulos
secretos que tienen lugar entre algunos miembros permanentes de este órgano
sobre la cuestión de Iraq, sin que haya contado para nada la
conocida pero amordazada opinión del resto de los miembros de esta
Organización, en nombre de los cuales debe actuar el Consejo.
Se nos humilla a todos, cuando a los miembros no permanentes del
Consejo de Seguridad, pese a la credibilidad que les confiere haber
sido elegidos por el voto de la abrumadora mayoría de los Estados
Miembros de las Naciones Unidas, se les excluye públicamente para
decidir a sus espaldas.
Señor Presidente:
Cuba espera que prevalezca el diálogo y la negociación y no
progresen los llamados a la guerra contra Iraq.
Cuba espera que el Consejo de Seguridad actúe en correspondencia con
sus responsabilidades y reasuma el papel que le corresponde en estas
circunstancias excepcionales. Si no lo hiciera, el daño al orden
internacional, a la seguridad colectiva de los Estados y a las Naciones Unidas será
irreparable y la responsabilidad histórica será enorme.
Muchas gracias.
La batalla en el Consejo de Seguridad era muy fuerte. Se negociaba y
se hacían enormes presiones por parte de EE. UU. y Gran Bretaña sobre
un grupo de países para tratar de alcanzar una mayoría, que no podían
conseguir. Por esos días, la Cámara de Representantes y el Senado aprobaban por
mayoría la solicitud del presidente Bush para autorizarlo a usar la
fuerza contra Iraq, tenían allanado el camino interno en EE. UU. para
efectuar la agresión, manipulando un patriotismo barato a partir del chantaje
con lo sucedido el 11 de septiembre, alegando nuevas amenazas de terrorismo.
Iraq, por su parte, aspiraba a que se estableciera un vínculo entre
el trabajo de los inspectores y el término del régimen de sanciones que
mantenía el país sometido al embargo provocando grandes sufrimientos y
privaciones a la población, especialmente a los sectores más desprovistos.
La abrumadora mayoría de la Comunidad Internacional estaba a favor
del levantamiento del embargo y en el Consejo de Seguridad, Francia
y Rusia habían trabajado para crear un sistema de certificación de
cumplimiento que permitiera el levantamiento de las sanciones.
Los bombardeos de 1991 causaron grandes daños a la infraestructura
del país, incluido el suministro de agua potable, los servicios
sanitarios y la generación de electricidad. Enfermedades de fácil control, se habían
extendido y la mortalidad infantil se multiplicó producto de males curables.
De 1990 a 1999, murieron 967 000 niños por enfermedades tales como diarrea,
gastroenteritis, infecciones respiratorias y malnutrición.
Como resultado de las sanciones, Iraq, un país rico debido a sus
reservas petrolíferas, pasó de una posición de desarrollo económico medio al
lugar 42 de entre los 77 países más pobres del mundo. El producto interno
bruto se había reducido al nivel de 1949, cuando no se exportaba petróleo. La
renta per cápita, que era de 3 508 dólares en 1989, en ese momento apenas
alcanzaba los 200 dólares y el paro afectaba al 50% de la población activa.
En 1990 un dinar iraquí equivalia a tres dólares y ahora un dólar
fluctuaba alrededor de los 1 800. Más de la mitad de la población vivía por
debajo del límite de pobreza y alrededor de 4,5 millones de personas en la
pobreza extrema.
Solo el 44% de los iraquíes tenía acceso al agua potable y pese a
que la distribución racionada de alimentos que hacía el gobierno evitaba la
hambruna, esta no cubría las necesidades nutricionales. Entre 5 000 y 6 000
niños morían mensualmente a causa del consumo de agua contaminada, por falta de
medicinas y por malnutrición. La mortalidad materna se había multiplicado por
cinco y en una década la esperanza de vida se había reducido de 66 a 57
años.
Este profundo deterioro era producto del mantenimiento de las
sanciones que EE. UU. y Gran Bretaña se oponían a terminar y propugnaban por
reforzar, así como por los daños ocasionados a la infraestructura del país
durante los 42 días de bombardeos llevados a cabo en enero y febrero de
1991.
A pesar de ello, en los últimos años, influido en parte por algún
aumento de la exportación de petróleo y por los esfuerzos que realizaba el
gobierno, se observaba cierta mejoría, aunque aún distante de las
posibilidades reales del país e insuficiente para hacer frente a las perentorias
necesidades de sus habitantes.
El embargo establecido por la ONU se regulaba desde 1995 por el
principio llamado «petróleo por alimentos y medicinas», bajo estricto control
de esa Organización. Lo que ingresaba por la venta de carburantes, se
distribuía de la siguiente forma:
–72% para el llamado Programa Humanitario, es decir para dedicarlo a
compras de alimentos y medicinas, de lo cual el 59% se tramitaba en
coordinación con las autoridades de Bagdad y el 13% restante lo
asignaban a las tres provincias del Kurdistán que no respondían al gobierno.
–25% para pagar compensaciones de guerra a Kuwait (una buena parte
de lo cual iba a parar a las petroleras estadounidenses).
–2.2% para gastos de la ONU en Iraq.
–0.8% para cubrir los gastos de los inspectores del desarme.
Aunque este sistema funcionaba con no pocas dificultades, en los
últimos años se estimaba que propiciaba la entrada al país de unos cuatro
mil millones de USD al año, lo cual unido a las ventas libres (EE. UU. las
consideraba ilegales) que se hacían a través de países vecinos y que algunos
consideraban podrían ascender hasta dos mil millones de USD anuales, habían
proporcionado una cierta mejoría económica. Iraq se había convertido en el
principal socio comercial de Turquía, Egipto, Jordania, Siria y el Líbano y el
volumen de su intercambio con Rusia, Francia, China y otros países era muy
alto.
La generación de electricidad había aumentado solo en el último año
900 megawat, y en el período de demanda pico en el verano recién
concluido hubo pocos apagones en Bagdad y en otras provincias se reducía de 16
horas diarias a solo 10. Durante la guerra de 1991, la capacidad generadora había
sido dañada total o parcialmente en un 75%.
La producción de trigo y cebada, que alcanzó solo 0.59 millones de
toneladas métricas en el 2000, aumentó a 1.6 millones de toneladas métricas
en el 2002. La ración diaria de kilocalorías por persona había
aumentado de 1 275 en 1996, a 2 257 en agosto de ese año. Según la UNICEF,[2] la reducción
de la malnutrición en los niños menores de cinco años se mantenía
lenta, pero con tendencia a mejorar. Se apreciaban reducciones en
enfermedades que habían aumentado después de la guerra, la polio bajaba a cero
casos entre los años 2000 y 2002, aunque la falta de vacunas para otras
enfermedades continuaba afectando seriamente a los niños. La capacidad de
producción de la industria farmacéutica aumentaba de un 5% en 1999 al 50%
en el 2002. Sin embargo, solo el 50% de los productos médicos
aprobados por la ONU llegaban a Iraq y existía una demora de ocho meses en el
proceso de aprobación y suministro. En los hospitales faltaban los
anestésicos y los anticancerígenos entre otros medicamentos.
Lejos de propiciar el levantamiento del embargo, EE. UU., en
especial desde la misma llegada al gobierno del grupo neofascista encabezado
por George W. Bush, se empeñaba en recrudecerlo, pensando tal vez que,
con el aumento del sufrimiento del pueblo iraquí, podría provocar una
situación interna que propiciara el derrocamiento del gobierno.
Pero a pesar de la fuerte campaña de mentiras que estaban llevando a
cabo los dirigentes de Washington y del «terrorismo mediático»,
desplegado con la anuencia y complicidad de «la gran prensa libre», un sector
de la población estadounidense se movilizaba contra la guerra. El día 26,
una gran manifestación en Washington reunió a más de cien mil personas.
Noviembre
«Si fuéramos expuestos a una agresión, combatiríamos, aunque odiamos
la guerra», fueron las palabras del presidente Saddam Hussein
pronunciadas en una reunión con el Estado Mayor de la Fuerza Aérea y reproducidas
por el diario Iraq Daily el 4 de noviembre.
Para este mismo día los periódicos anunciaron una práctica de «alarma
aérea», y en horas de la tarde se escucharon las sirenas por segunda
vez en dos meses. Salvo este hecho y las frecuentes reuniones que sostenía
el Presidente con los altos jefes militares, reflejadas igualmente en la prensa,
no había otras señas visibles de preparación para un conflicto que las
noticias provenientes del exterior presentaban como inevitable.
En los meses anteriores las sirenas sonaban sin aviso previo aunque
luego se explicaba que se debía a que algún avión estadounidense o
británico había traspasado la «zona de exclusión aérea para los iraquíes» y se
acercaba a la capital.
La Feria Internacional de Bagdad atrajo la atención por esos días,
contando con una concurrencia aceptable según los responsables iraquíes,
quienes le dieron gran importancia al evento. A pesar de las limitaciones
impuestas por el embargo, hubo una llamativa presencia de Europa Occidental y de los
países del entorno árabe, los cuales enviaron delegaciones presididas en
muchos casos por ministros. Fue significativa la numerosa presencia saudita y el
hecho de que la frontera entre ambos países se abriera tras doce años de
cierre.
A pesar del embargo, las amenazas de guerra, el hostigamiento casi
diario de la aviación anglo-estadounidense y las dificultades que
erigían para las operaciones comerciales, los intereses económicos eran enormes y
muchos países y empresas querían estar presentes en un mercado respaldado
por una reserva de ciento doce mil millones de barriles de petróleo.
El día 7, después de muchos debates, el Consejo de Seguridad de la
ONU aprobó por unanimidad la Resolución 1441, que establecía
condiciones muy fuertes a Iraq para el regreso de los inspectores, algunas de
las cuales constituían una violación o desconocimiento de la soberanía nacional,
y daba un plazo de una semana al gobierno de Bagdad para que la aceptara.
El presidente Saddam Hussein, antes de su aprobación, había
declarado: «si se adopta una resolución que respete la Carta de la ONU, el
derecho internacional, la soberanía, la seguridad y la independencia de Iraq, y que no
respalde los objetivos bélicos de los EEUU, la tomaremos en
consideración».
La Liga Árabe, en una reunión de cancilleres en El Cairo, emitió una
resolución reiterando el continuo y absoluto rechazo de los países
de la región a una agresión a Iraq. Algunos de sus párrafos dicen:
[...] da la bienvenida a lo recogido en la resolución (1441) acerca
de que el Consejo de Seguridad es la autoridad encargada de evaluar los
informes de los inspectores y toma en cuenta los pronunciamientos hechos
ante el Consejo de Seguridad de que esta resolución no constituye la
base para el uso de fuerza militar contra Iraq. Hace un llamado a
los miembros permanentes del Consejo de Seguridad que brindaron
seguridades a la República Árabe de Siria –como miembro árabe del Consejo
de Seguridad– a que se comprometan con lo expresado de que la
resolución no constituía un pretexto para lanzar una guerra en contra de Iraq
y que la misma no permite la recurrencia automática a la acción
militar.
[...] Hace un llamado a que los equipos de inspectores lleven a cabo
sus responsabilidades de manera profesional, objetiva y no asuman
acciones provocativas para poder asegurar la credibilidad de sus trabajos,
igualmente llama a que incluyan expertos árabes en dichos equipos de
inspección.
Esta última solicitud reflejaba la preocupación de que entre los
inspectores pudieran venir provocadores dispuestos a crear incidentes que
favorecieran la agresión. Ya existían experiencias en el pasado, cuando en 1997
surgieron evidencias de que EE. UU. y posiblemente Israel, tenían reclutados y
controlaban a algunos inspectores y estaban recibiendo de ellos información al
margen del mandato establecido. El propio Rolf Ekeus, quien dirigía
el cuerpo de inspectores (UNSCOM[3]) entre 1991 y 1997, había confirmado en
julio de 2002 que algunos inspectores estadounidenses buscaban información
fuera del mandato, tales como los movimientos del presidente Saddam
Hussein.
Es posible que debido a ello, el vicepresidente iraquí, Taha Yassin
Ramadán, instara, días antes, a los medios de prensa internacionales
a que se trasladaran a Bagdad para supervisar sobre el terreno el trabajo
de los inspectores mientras afirmaba: «Iraq no influirá en el trabajo de
los inspectores y (no obstaculizará) su libertad [...] pero no toleraremos que sean
la única fuente, puesto que no confiamos en ellos».
Después de discutirse la Resolución 1441 por el Parlamento iraquí,
que recomendó su rechazo, el gobierno anunció, sin embargo, su
aceptación y el día 14, los diarios publicaron la respuesta oficial del canciller
Naji Sabri al secretario general de la ONU, Kofi Annan, cuya carta fue encabezada
por la siguiente cita del Corán: «Ve al Faraón ya que
verdaderamente él ha transgredido todos los límites. Pero háblale suavemente, tal vez él
quiera tomar consejo o temer». La extensa misiva, que reiteraba en varios
párrafos la aceptación incondicional de Iraq de lo dispuesto por el Consejo
de Seguridad, también argumentaba ampliamente sobre el injusto contenido de la
resolución y sobre la imposición de los criterios estadounidenses en la misma.
Al final, anunciaba que dejarían para otro mensaje el análisis de las
violaciones de la legalidad internacional y de la propia Carta de la ONU que el
texto suponía.
La idea de que Iraq aceptaría la resolución de la ONU había
predominado en la mayoría de los medios de prensa internacionales, pues
rechazarla implicaría ofrecerle a EE. UU. la oportunidad de «legalizar» su
agresión. Robert Fisk, conocido analista de los problemas del Medio Oriente,
había escrito desde el londinense The Independent, que Iraq lo
haría bajo la suposición de que los inspectores respetarían la soberanía y la dignidad del
país, algo en lo que hacía énfasis la carta del Canciller iraquí.
El día 17 la prensa publicó una comunicación del presidente Saddam
Hussein al Parlamento, en la que, luego de una larga introducción
con muchas citas del Corán, brindaba una explicación de por qué, y aun
en contra de lo recomendado por el cuerpo legislativo, la dirección del país
decidió aprobar la resolución:
Nuestros enemigos, la alianza entre el sionismo y la administración
norteamericana y sus satánicos lacayos, tienen este tiempo y quieren
unilateralmente desatar la guerra contra nuestro pueblo. Esperamos
que el camino escogido pueda mostrar la verdad como es, que Iraq está
completamente libre de armas de destrucción masiva [...] Pero si la
injusticia persiste en sus malas intenciones, entonces Uds. conocen
las obligaciones y potencialidades que tenemos en nuestra Revolución
para detener la injusticia y asegurarles la derrota, con la voluntad de
Allah.
Sin embargo, la aceptación de la resolución por el gobierno iraquí y
las reiteradas declaraciones de que cumplirían con sus términos y se
demostraría que el país no poseía armas de destrucción masiva, lejos de detener
la campaña belicista de Washington, parecía incentivarla. Se multiplicaban las
declaraciones a la prensa de sus principales voceros y eran facilitados a los
grandes medios de prensa estadounidenses los planes y escenarios de
guerra, con profusión de detalles, incluidos los últimos modelos de armas
«inteligentes » y devastadoras que emplearían. Era un plan de guerra psicológica
que venía siendo estructurado desde hacía meses para aterrorizar al
pueblo iraquí, intimidarlo, promover deserciones, divisiones y conflictos internos.
También perseguía condicionar a la opinión pública internacional que
aceptara la idea de que la guerra era inevitable.
La prensa estadounidense divulgó por esos días la noticia de una
reunión en Washington entre figuras de la oposición iraquí y la consejera de
Seguridad Nacional, Condolezza Rice y otros responsables de la Casa Blanca a
fin de discutir un plan detallado para transformar el país en la era post
Saddam, al que denominaban «La transición a la democracia en Iraq». El texto, de 98
páginas fue aceptado y se continuaría discutiendo en una reunión más amplia
de representantes de la oposición en diciembre.
Algunos observadores opinaron que el escenario más preciado por EE.
UU. sería que, utilizando toda la presión posible, incluida una fuerte
movilización militar que hiciera evidente la próxima agresión, se produjera un golpe
palaciego interno que instalara en el poder un gobierno dispuesto a cambiar la
política del país y pactar con Washington. Otra variante en esta misma línea,
sería provocar una sublevación interna que les evitara el riesgo de
introducir sus tropas en combates terrestres, lo cual venía evadiendo desde su
experiencia en Viet Nam, e intervenir solo de forma limitada a manera de
«pacificadores humanitarios».
La apreciación que teníamos de estas posibilidades, obtenida a
través de nuestros contactos y relaciones en Iraq, así como la observación
directa sobre el terreno, apuntaban a que esto no iba a producirse. Había
tranquilidad en las calles, no se detectaban expresiones de oposición, no se
percibían tensiones, ni represión pública ni violencia interna. Era evidente que podían
existir sectores de la población desfavorables al gobierno, pero no se
expresaban públicamente. Hablamos con muchos iraquíes, gentes sencillas que
tienen como norma un trato afable con los extranjeros, en los comercios, con los
trabajadores que nos prestaban servicio, personas de distintos niveles y
categorías que, aunque reservaran sus opiniones sobre asuntos políticos con
diplomáticos de otros países, por lo general manifestaban su condición patriótica
y su rechazo a cualquier intromisión extranjera.
En todo caso, la variante de que pudieran producirse acontecimientos
internos de importante magnitud que sirvieran de base a los planes coloniales
estadounidenses, era algo que nos proponíamos profundizar, si el
tiempo nos lo permitía en las siguientes semanas. Para ello debíamos hacer algunos
recorridos por el interior, realizar visitas a las provincias del sur, donde se
produjo una importante sublevación en 1991, y también al norte del país.
Las organizaciones de la oposición política trabajaban desde hacía
muchos años en el extranjero. Las había desde comunistas hasta monárquicas.
Tenían su centro en Londres, donde los servicios especiales estadounidenses
y británicos reclutaban a algunos de sus dirigentes ofreciéndoles un fuerte apoyo
financiero. Era difícil comprobar si algunas tenían bases
importantes en el interior de Iraq, excepto en el caso de las principales
organizaciones chiítas como el Consejo Supremo de la Revolución Islámica y el partido Dawa
(dawa significa llamamiento), que era de suponer contaran con algún
respaldo dentro de esta comunidad, o de las organizaciones que tenían bases en el
Kurdistán, y que al no estar sometidas a la autoridad central de Bagdad y
contar con protección estadounidense británica, habían establecido un amplio
poder autónomo en las tres provincias norteñas que comprenden ese territorio. La
idea de que las tropas estadounidenses penetraran por las fronteras
para desarrollar combates terrestres y ocupar el país sin acontecimientos
internos importantes, no se apreciaba como algo lógico o fácil.
Amigos palestinos me recordaban que los combatientes de la OLP
(Organización para la Liberación de Palestina), con menos medios militares y
preparación que los iraquíes, detuvieron en las afueras de Beirut, durante tres
meses, al fuerte aparato de guerra de Israel, que en 1982 se empleó
a fondo y solo pudo entrar en la ciudad cuando por mediación de la ONU, los
palestinos aceptaron retirarse a Túnez. No obstante, las tropas sionistas
tuvieron que abandonar con rapidez la urbe ante la imposibilidad de mantenerse
ocupándola, pues una cosa es tener capacidad de destrucción y ocupación inicial,
y otra es poder mantener la ocupación de un territorio donde la población
es totalmente hostil. Bagdad es una ciudad de más de cuatro millones de habitantes
y al menos tres veces mayor en extensión que Beirut y está
demostrado que en una guerra urbana disminuyen las ventajas de una técnica militar
superior. También se argumentaba que la desastrosa retirada de las tropas
iraquíes de Kuwait, prácticamente sin combatir en 1991, no podía tomarse como
parámetro de comparación para la actual situación, pues ahora serían los
iraquíes los que estarían defendiendo su territorio de una agresión
extranjera, concebida como parte de un plan colonial sionista-imperialista, lo cual debía
fortalecer los fundamentos ideológicos y patrióticos para la lucha.
La invasión israelita de 1982 al Líbano, demostró que estas guerras
podían tener varias etapas; en las iniciales puede predominar el que tiene
mayor capacidad de destrucción; pero en la fase decisiva triunfa la
resistencia del pueblo armado con valores ideológicos y principios patrióticos
justos, lo que obliga a la retirada del invasor. Israel tuvo que sacar
estrepitosamente sus tropas del territorio libanés debido a la inteligente guerra que le
hicieron la Organización Hizbollah (partido de Dios) y las fuerzas patrióticas
libanesas.
Basados en estos puntos de vista, muchos en Iraq argumentaban las
dificultades que implicaba ocupar un país de 438 000 km2, lo que requeriría un
esfuerzo militar no visto desde la guerra de Viet Nam. Varios amigos
iraquíes y otros árabes con los que hablamos, estimaban que en el país había
armamento, experiencia y preparación militar suficiente, el partido Baas poseía
muchos cuadros con fuerte ideología patriótica, el pueblo iraquí era
nacionalista, estaba orgulloso de sus valores históricos y culturales, y no
aceptaría una ocupación extranjera, lo cual había demostrado históricamente.
Al parecer, la dirigencia iraquí, o una parte de ella, no estaba
todavía convencida de que EE. UU. atacaría, o al menos de que lo haría
lanzando de inicio una invasión terrestre. Como experiencia tenían la guerra de
1991, en la que contando con una situación mucho más ventajosa que ahora,
Bush padre no se decidió a avanzar a profundidad en el territorio y
tratar de ocupar Bagdad después de desalojar las tropas iraquíes de Kuwait.
En aquella ocasión, tenían el respaldo del Consejo de Seguridad de
la ONU, habían creado una amplia coalición de países que apoyaban la
acción militar y promovido con buenos resultados una sublevación en
ciudades chiítas al sur y en los poblados kurdos del norte, que posiblemente le
habrían servido de importante soporte. La opinión pública internacional, que ahora
se movilizó masivamente en manifestaciones contra la guerra, estaba entonces
casi desarmada ante la violación de la legalidad internacional cometida por el
gobierno de Bagdad.
La entrevista que sostuve en aquellos días con un alto dirigente del
partido Baas reflejaba estos puntos de vista. Me dijo:
El objetivo de los EEUU es imponer un gobierno títere en Iraq para
desde aquí y junto con Afganistán, lanzarse sobre otros países de la
región. Los pueblos árabes rechazan el propósito de atacar Iraq,
Alemania y Francia se oponen, en la propia sociedad estadounidense
hay un rechazo importante al igual que en Gran Bretaña. Iraq está
preparado pero EEUU no tiene la misma situación que en 1991 ni que
en 1998. Hay mucho rechazo en el mundo porque ya pasó la fiebre
del 11 de septiembre. Pienso que no van a atacarnos, me inclino a
pensar que se limitarán a amenazas, presiones y chantajes para
mantener la tensión.
En noviembre se inició la festividad islámica del Ramadán o mes del
ayuno, que en Bagdad se acogió con normalidad y ambiente festivo. La
ciudad, sin señas visibles de preparación para la guerra que podía
estallar, fue decorada para celebrar el sagrado mes del calendario musulmán
durante el cual Allah reveló a Mohammad (Mahoma), el Corán.
Numerosas guirnaldas multicolores iluminaban las amplias avenidas, los lugares oficiales
y las mezquitas. La gente en las calles, por lo general en las noches,
disfrutaban con absoluta tranquilidad del generoso clima que mantenía la
temperatura entre los 20 y 25 °C con un cielo limpio y estrellado, algunos
posiblemente esperanzados en que Allah podría detener la mano malévola de
Satán. El ayuno, uno de los pilares de la religión islámica, establece que
durante este mes no debe ingerirse alimento ni bebida desde la salida hasta el
ocultamiento del sol.
Los agresores no respetaban la festividad religiosa y casi a diario
se recibían las ya rutinarias noticias de sus criminales bombardeos en
las llamadas «zonas de exclusión aérea». El día 17, bombardearon en los
alrededores de Nayef con el saldo de diecisiete civiles muertos. Para colmo de
descaro, estaban exigiendo que los iraquíes se abstuvieran de responder a sus
ataques so pena de aplicarles mayores castigos.
El 19, Hans Blix y Mohammed El Baredei, jefes de los inspectores y
del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), que habían
llegado a Bagdad días antes para comenzar a instrumentar la resolución 1441,
ofrecieron una conferencia en el hotel Canal, donde radicaban las oficinas de
la ONU para el programa humanitario, a la que se invitó a los
representantes del cuerpo diplomático. Asistí y, mientras escuchaba las explicaciones
sobre las ideas que traían para desarrollar su delicado trabajo, me preguntaba
si ambos funcionarios tendrían conciencia real de la contribución que podrían
hacer a la paz o la guerra y de que una decisión o declaración de ellos
podía ayudar, aunque no decidir, a evitar una cantidad incalculable de
víctimas en una guerra absolutamente innecesaria e injusta.
La presencia, durante estos días, de los representantes de la ONU
surtió cierto efecto relajante, las declaraciones que se hicieron tuvieron
un carácter constructivo y de colaboración. En la conferencia se mostraron
prudentes y algunos diplomáticos se manifestaron esperanzados de que se
produjera una desescalada del conflicto, a pesar de que la histeria belicista
crecía en Washington y Londres y de que la prensa de estos países la
alimentaba con sus llamados a la guerra aduciendo amenazas de terrorismo,
publicando supuestas filtraciones de los planes militares.
Otro hecho que ocupó espacio en la prensa iraquí, fue la pretendida
acusación estadounidense de que la respuesta de la defensa antiaérea
iraquí a las violaciones de su espacio aéreo implicaban una violación de la
resolución 1441. El gobierno rechazó esta interpretación y reiteró la denuncia
de los criminales ataques que a diario causaban muertos y heridos entre
la población y destruían instalaciones en la llamada «zona de exclusión»,
ilegalmente impuesta por los agresores, violando la soberanía nacional. El
Secretario General de la ONU puso fin al incidente al declarar que los hechos
no tenían relación con el cumplimiento de la 1441. Medios iraquíes informaron
que desde 1998 la aviación enemiga había violado 17 351 veces el espacio
aéreo en el sur y 9 724 en el norte.
Durante muchos años, las fuerza aéreas de EE. UU. y Gran Bretaña
utilizaron las llamadas «zonas de exclusión aérea», en el sur y
norte de Iraq, como campo de entrenamiento y experimentación para su armamento, a
la vez que estudiaban y fijaban sus posibles blancos.
El presidente Bush, entonces en una reunión de la OTAN en Praga y
durante un recorrido por algunos países europeos, continuaba su
ritmo de amenazas y acusaciones. La OTAN aprobó una resolución demandando el desarme
de Iraq, pero se abstuvo de mencionar una acción militar. En el seno
de la alianza atlántica se manifestaban evidentes discrepancias y Bush no
lograba arrastrar a la organización en su proyectada aventura bélica. La
prensa iraquí no hacía mención a las amenazas del presidente estadounidense, tal
vez haciendo honor al significado de la palabra bush, que en el árabe
común quiere decir vacío.
Por esos días y quizás en un intento de limpieza de imagen, un
subsecretario de estado estadounidense, ofrecía una entrevista a un grupo de
importantes diarios árabes en la que se esforzaba por mostrar un estricto apego
a las decisiones de la ONU y por reducir el mensaje belicista, bravucón y unilateral
que reiteraron durante meses los máximos dirigentes de la Unión. Iba
dirigido a tratar de disminuir la cólera popular árabe contra Washington,
debida a su incondicional apoyo al criminal Sharón y a la protección sostenida
que brinda a Israel en su política genocida, quien actúa desde hace años al
margen de la legalidad internacional.
Otro factor que se discutía y que reflejaba la prensa internacional
se relacionaba con la producción de petróleo y cómo la probable guerra se
reflejaría en el mercado y en los precios. Se especulaba que Iraq podría
destruir pozos e instalaciones ante una eventual ocupación enemiga, provocando no
solo consecuencias económicas sino también un desastre ecológico. Otros, por el
contrario, aseguraban que la producción iraquí era limitada, y sería cubierta
con rapidez por otros países, de manera que el impacto en el incremento de los
precios sería breve. También se afirmaba que podrían crearse escenarios más
complicados si la guerra se prolongaba, con posibles repercusiones en la
estabilidad de los productores de la región e inseguridad para la transportación
del producto. Existían pronósticos poco optimistas sobre la situación
interna en Arabia Saudita, debido al creciente sentimiento antiestadounidense
de su pueblo, que se pronunciaba en contra de la agresión a Iraq y se
había negado a dar facilidades a las tropas estadounidenses para que usaran sus
bases en el Reino y su larga frontera con ese propósito. En Egipto, por cuyo
canal fluye buena parte del oro negro que se consume en Occidente, las
masas se lanzaban a las calles manifestándose enérgicamente contra la guerra.
Por otro lado, grandes movilizaciones continuaban produciéndose en
casi todo el mundo en rechazo a la proyectada agresión a Iraq, en un
movimiento nunca visto desde la guerra en Vietnam. Estas, eran destacadas a
diario por la prensa nacional iraquí, que también recogía la vida aparentemente
normal del país: frecuentes reuniones del Presidente, resoluciones del
Consejo de Ministros donde se adoptan decisiones para la reconstrucción de la
economía, planes de recuperación de la industria petrolera y artículos sobre
el mes del Ramadán, sus consecuencias religiosas y las bondades del ayuno para
el cuerpo y el espíritu.
El periódico Iraq Daily, reproducía habitualmente en primera
plana una foto del Presidente acompañada a veces de alguno de sus
pensamientos. Uno de ellos me llamó la atención: «No provoques a la serpiente hasta
tener preparados tu mente y cuerpo en la habilidad para cortarle la cabeza, si te
ataca por sorpresa, no servirá para nada que después alegues que tú no
iniciaste el ataque. Prepárate como es necesario para cada caso y confía en
Allah».
Producto de la larga historia y cultura de estos pueblos, es
tradicional utilizar el lenguaje para producir este tipo de imágenes. La lengua
árabe es de extrema riqueza, cada palabra tiene una decena de sinónimos, lo
que permite conformar sonoridades, modular el sentido, hacer aparecer la
fábula como realidad. Está muy vinculada a la religión islámica, el
Corán se hizo en árabe y su verdadera interpretación debe ser hecha en esa lengua.
Las invocaciones a Allah son continuas y en principio, todo se
somete a su voluntad, incluidos los acontecimientos futuros, en los que el hombre está
desprovisto totalmente de facultad para decidir. De ahí la famosa expresión
Inch
Allah
(si Dios quiere). De ello se puede deducir que casi todo es
relativo, el tiempo pertenece a Allah y no está en manos de los hombres
determinarlo. A veces el razonamiento occidental choca con esta forma de
interpretar la vida y no entiende bien determinadas manifestaciones.
En este mundo oriental, en especial entre los creyentes chiítas, que
por lo general han constituido la comunidad minoritaria dentro del
Islam, está muy difundida la taky´a que puede traducirse como el arte del
disimulo. Ello consiste en que cualquiera que sea la opinión personal, no se la
exponga de una vez, sino que simule situarse del lado de los que tienen el
poder o pertenecen al grupo dominante en tanto no sea posible enfrentarlo, en suma,
aparentar ponerse del lado del que manda. Para los occidentales, la taky´a
puede ser objeto de rechazo moral, pues aparece como hipocresía o engaño pero
en el Medio Oriente existe una codificación distinta del pensamiento y el
lenguaje, no se juzga en el plano moral, es una técnica aceptada de
supervivencia, los débiles tienen derecho a defenderse con las armas de que disponen.
Para conocer mejor este país y su historia, habíamos programado ir a
Babilonia. Fue nuestra primera visita fuera de la capital. Las
ruinas de la famosa ciudad se encuentran a unos 90 km al sur de Bagdad. La
visitamos en el transcurso de una fresca mañana a finales de mes. El camino,
alrededor de una hora, transcurrió casi todo el tiempo por caseríos y
suburbios, el paisaje no era desértico, sino verde, con predominio de bosques de
palmeras datileras y plantaciones de árboles frutales. No observamos
preparación especial para la defensa, solo una gran unidad de tanques que debía estar
establecida allí desde hacía muchos años, al parecer tanques rusos
T-62, de los que se dijo que el país poseía varios cientos. Algunos estaban
semienterrados para su protección y otros aparecían como señuelos simulando
emplazamientos. Es una situación normal para una nación que ha estado sometida
a agresiones. No se observaba nada extraordinario, al menos desde la
carretera, parte de la cual comunica con el sur de Iraq. En la vía no había
fortificaciones especiales o señales de preparación para minar sus principales
accesos. Únicamente vimos un puesto de control a la salida de Bagdad
donde nos recogieron, sin más trámites, el documento que emitía el
Ministerio de Relaciones Exteriores autorizando a los diplomáticos a viajar fuera
de la capital.
A pesar de que algunas edificaciones de la antigua Babilonia como el
Palacio de Verano, el templo de Ishtar[4] y el Anfiteatro, habían
sido parcialmente reconstruidas, ofrecían todavía una idea muy lejana de la grandeza y
el esplendor de esta antigua capital imperial. En realidad, las
ruinas de la Babilonia del rey Hammourabi[5] (c.a. 1792-1750 a.n.e.)
–contemporáneo de Abraham,[6] famoso entre otras cosas debido a que bajo su mandato se
redactó el primer código de leyes conocido–, permanecen sepultadas a
cuarenta metros bajo tierra. Los vestigios actuales son parte de la ciudad
reconstruida por Nabucodonosor II[7] entre el 652 y el 605 a.n.e. De los famosos
Jardines Colgantes, considerados como una de las siete maravillas del mundo
antiguo, no queda ni el rastro. Según la leyenda, Nabucodonosor los construyó
para complacer a Amytis, la hija de un rey medo[8] a fin de que recordara
las montañas y jardines de su tierra de origen.
Nabucodonosor, ocupó Jerusalén y desterró a buena parte de judíos a
Babilonia donde establecieron una fuerte comunidad, cuyos remanentes
tuvieron una importante presencia en Iraq, constituyendo el colectivo más
importante del Medio Oriente hasta mediados del siglo pasado, cuando los
sionistas, tratando de promover la emigración para ocupar Palestina,
organizaron una serie de provocaciones y atentados antijudíos, hecho reconocido
por el ex primer ministro israelí, Moshe Sharet, en sus memorias.
Fue en Babilonia, donde los judíos recogieron muchas leyendas de la
mitología de Mesopotamia[9] para incluirlas en el Antiguo Testamento de la
Biblia. Las huellas de la comunidad judía están diseminadas por todo el
territorio iraquí, al igual que diversos lugares bíblicos relacionados con el
cristianismo, y otros que conforman hechos importantes de la historia de los musulmanes.
Por ello, muchos consideran a Iraq parte de la llamada «tierra santa»,
junto a Palestina y Siria.
Para tener una ligera idea, se puede mencionar que Abraham,
considerado el primer patriarca y padre de las tres grandes religiones
monoteístas, salió de Ur de los caldeos,[10]al sur de Iraq. Cerca de Babilonia está la
tumba de Ezequiel, profeta hebreo; la de Josué, patriarca judío, estaría en
la capital; la del profeta Daniel, quien fuera jefe de los astrólogos de
Nabucodonosor II, se afirma que se halla en los alrededores de Kirkuk, al noreste de
Bagdad. En Mosul se encuentran los sepulcros del profeta Girgis o San Jorge,
dentro de una mezquita que lleva su nombre; y Jonás, quien según la
historia bíblica sobrevivió dentro de una ballena y a quien el Corán menciona
como «el hombre dentro del pescado», está sepultado en un gran santuario
musulmán que se construyó sobre las ruinas de una iglesia nestoriana,[11] que
fue edificada a su vez sobre un templo del fuego. Se dice que el paraíso terrestre
estuvo en Kurna, ciudad ubicada en el camino de Bagdad hacia Basrah (Basora),
lugar donde Eva y Adán pecaron por primera vez, y en el que se mantiene un
árbol que señala el paraje donde, según la Biblia, se inició la
especie humana.
Finalizando el mes, otro criminal bombardeo británico-estadounidense
contra instalaciones civiles en la zona de Basrah, ocasionó cuatro
muertos y decenas de heridos. Las escenas mostradas por la televisión causaron
indignación en la población de la ciudad que salió en manifestación a las
calles, acompañada por el viceprimer ministro Tareq Aziz. Era significativo
que desde hacía algún tiempo, los bombardeos en el sur, se dirigieran
contra instalaciones de comunicaciones y radares, aun cuando estos no
tuvieran estrictamente una función militar.
Diciembre
El día 1° ocurrió algo que nos llamó la atención. Al medio día y de
forma precipitada, se recibió una invitación del Jefe del grupo de
inspectores de la ONU para una información que ofrecería ese mismo día a las 17:30 h
en el hotel Canal, sede de las Oficinas de la ONU. Era inusual ser citado
con tanta brevedad y en un momento poco propicio para el encuentro en medio
del Ramadán, pues esa es la hora que los musulmanes rompen el ayuno y
por tanto los embajadores que profesaban esa religión no concurrirían a
la cita, lo que ocurrió. Los Jefes de Grupo de los Inspectores, uno
representando a UNMOVIC[12] y otro por la OIEA, explicaron con amabilidad los
antecedentes de su trabajo, en qué basarían sus acciones, los datos con que
contaban, sus fuentes y el estilo de trabajo que emplearían.
Teniendo en cuenta que este tipo de información se ofrecía con
seguridad obedeciendo a instrucciones de las jefaturas en Viena y Nueva York,
algunos de los presentes especularon sobre los motivos de tan urgente
reunión. Otros, respondiendo a las interrogantes, dijeron que se trataba de un
ejercicio de relaciones públicas dirigido a demostrar la transparencia del
trabajo. No obstante, en las explicaciones se hizo énfasis en algunos aspectos: los
iraquíes estaban dando todo tipo de facilidades y no existía ningún problema
hasta ese momento; las inspecciones se realizarían bajo el principio de
que podían hacerlas en el momento que determinaran y en el lugar que
decidieran; pero dar facilidades no significaba cooperación, aclararon y hasta ahora
se les habían dado todas las facilidades, pero cooperación era algo más que
eso; no se podían esperar resultados rápidos del trabajo, ello tomaría
tiempo; sobre el informe que debían presentar los iraquíes el 8 de diciembre, no
consideraron un resultado inmediato, habría que estudiarlo, analizarlo y eso
también llevaría tiempo.
Sobre esto último, la prensa iraquí reflejó días antes, parte de la
carta que el canciller Naji Sabri envió al secretario general de la ONU,
Kofi Annan, afirmando que la resolución 1441 brindaba pretextos para la agresión
estadounidense y que cualquier imprecisión en un informe de miles de páginas
podría ser utilizada para lanzar los ataques. Al respecto, medios de
prensa en EE. UU. recogieron una declaración del presidente Bush afirmando
que: «si Iraq no reconoce claramente en su informe del 8 de diciembre que
posee armas de destrucción masiva, lo consideraremos una violación de la
resolución 1441».
Sin embargo, desde otras direcciones llegaban opiniones más
favorables. El canciller ruso declaró que el trabajo de los inspectores debía
conducir al levantamiento de las sanciones a Iraq. El ministro de Relaciones
Exteriores sirio, Farouk Al Shara, dijo por su parte, que EE. UU. no debía
sobrepasar la autoridad de la ONU y que era el Consejo de Seguridad quien debía
determinar sobre los informes de los inspectores.
El gobierno iraquí, buscando crear un mejor ambiente en su entorno,
continuó aplicando algunas medidas de distensión y desarrollo de relaciones
con los países vecinos, algunas de ellas adoptadas tal vez tardíamente. Ello
se reflejó en el aumento de la cuota de petróleo que suministraban a Jordania a
precios preferenciales y la condonación de una parte del pago; la apertura
de la frontera con Arabia Saudita, el inicio de las relaciones comerciales
y la aceptación de una representación comercial de este país en Bagdad; la
devolución a Kuwait de archivos tomados durante la ocupación en 1990-1991 y la
invitación a Bagdad al Coordinador del Secretario General de la ONU para
cuestiones relacionadas con la devolución de las propiedades y los
desaparecidos kuwaitíes; así como la entrega a Irán de los restos de sus
combatientes durante la guerra que los enfrentó. Con Siria, las relaciones que en
el pasado fueron muy difíciles, se normalizaron y reflejaron un alto volumen
de intercambio comercial. Con Turquía, a pesar de que existían amplias relaciones
económicas, los vínculos se habían enturbiado a partir de los
ataques que desde su territorio llevaba a cabo la aviación anglo-estadounidense.
Por esos días, la Cancillería iraquí emitió una declaración donde
señalaba que «Iraq, Kuwait y Arabia Saudita acordaron celebrar su primera
reunión el 8 de enero próximo en Ammán, orientada a la localización de
cientos de soldados y civiles aún desaparecidos después de la Guerra del
Golfo», con lo cual se reincorporaban a la Comisión Tripartita que habían
abandonado cuatro años atrás.
Sobre las relaciones con los países árabes, el periódico francés
Le Figaro, había escrito que la mayoría de estos regímenes apoyarían felices el
cambio de Saddam Hussein si no fuera a suceder nada más, pero temían correr
el riesgo de lo que con esto podía desatarse, entre otras cosas su
propia existencia. Al respecto, ideólogos del imperio para el nuevo siglo habían
escrito en Washington que, a partir del derrocamiento del gobierno iraquí,
podrían convertir a este país en ejemplo de democracia que irradiaría
cambios importantes a toda la región. Algunos gobiernos, incluso aquellos con manifiesto
apego a EE. UU., como Arabia Saudita, Jordania y Egipto, asimilaron
estas ideas con mucha preocupación. Trascendió públicamente que el
Rey jordano y el Presidente egipcio, debido al conocimiento de la
compleja sociedad iraquí y temiendo las consecuencias para sus gobiernos, recomendaron
a los dirigentes estadounidenses que no atacaran a Iraq, ni
realizaran los cambios anunciados.
Un editorial del moderado Jordan Times criticó con fuerza a
EE. UU. por su plan de atacar Iraq y puso en evidencia el doble estándar que
practicaban contra un país árabe, alegando el incumplimiento de las resoluciones
de la ONU, cuando por otro lado protegían a Israel quien mostraba un
amplio récord de violaciones y poseía todo un arsenal de armas de
destrucción masiva. Con esta política, decía el editorial, EE. UU. provocará y
estimulará el extremismo, el terrorismo y la desestabilización de toda la región.
La BBC transmitió una entrevista con Hans von Sponeck, ex
coordinador de la ONU para el Programa Humanitario en Iraq entre los años 1998 y
2000, quien afirmó que un ataque a Iraq podría significar la Tercera
Guerra Mundial, y comentó que la mayoría de los árabes no veían
justificación alguna para tal ataque, apreciándolo como un enfrentamiento contra el Islam
que provocaría una guerra de terrorismo global.
Otro artículo, reproducido en Internet, analizaba que Israel era el
principal interesado en la confrontación y la estaba impulsando por todos los
medios, moviendo sus influencias en los grandes medios de la prensa
occidental para promoverla, llegando a pagar grandes sumas a agencias publicitarias
para que mostraran una imagen de la amenaza terrorista que significaba Iraq.
En esto trabajaba con insistencia el lobby[13] sionista en EE. UU. y algunos
personajes de la administración muy vinculados a los intereses de Israel, como
el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, y el asesor Richard Perle.
La prensa iraquí informaba que los primeros días de trabajo de los
inspectores transcurrían con normalidad y argumentaba que en la medida que
estos progresaran, se irían descubriendo las mentiras de Bush y
Blair sobre la existencia de armas de destrucción masiva.
Al respecto, dirigentes estadounidenses y británicos, así como los
grandes medios occidentales comprometidos con la guerra psicológica,
comenzaron a cuestionar el trabajo de los inspectores y su eficacia. El
presidente George W. Bush, en un discurso en Arizona el día 4, aseveró que las
noticias que llegaban de Iraq eran desalentadoras y blandió de nuevo sus
amenazas, afirmando que EE. UU. encabezaría una coalición para desarmar al
malvado si la ONU no lo hacía. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld dijo
algo insólito: «si los inspectores no prueban que Iraq posee armas de
destrucción masiva, será una prueba de que estos han sido engañados por Iraq».
Una parte de la gran prensa internacional, importantes cadenas de
televisión incluidas, estaban compitiendo en echarle leña al fuego de la
guerra, a veces con absoluta falta de respeto para el entendimiento y la
inteligencia de sus lectores o televidentes. En los últimos días leíamos titulares
espectaculares tales como: «encuentran proyectiles de gas mostaza», «primera crisis
con los inspectores», «dispara Iraq contra patrulleros kuwaitíes»,
«Saddam acusa a inspectores de actuar como espías», etc. Después, el contenido de
estas informaciones no probaban nada de lo que se afirmaba en los
titulares. Los grandes intereses que había tras estos medios, algunos con cierta
credibilidad, los estaban llevando a convertirse en amarillos libelos
sensacionalistas. En cierta medida era conveniente que esto sucediera, pues servía para
demostrar a los que todavía creían en la objetividad e imparcialidad de la
gran «prensa libre», su verdadero carácter.
En la misma línea del terrorismo mediático, el Washington Post
publicó que Iraq había suministrado gas nervioso a extremistas islámicos
vinculados con la red terrorista Al Qaeda a finales de octubre o noviembre, lo
cual desmintió el Coordinador iraquí con los inspectores, al señalar que
tales falacias eran absurdas y que EE. UU. conocía muy bien que Iraq no poseía
sustancias prohibidas. Se sabía además, que Al Qaeda y Osama Ben Laden, se
habían presentado siempre como enemigos del gobierno iraquí.
El día 4, el vicepresidente Taha Yassin Ramadán, después de una
visita de los inspectores a uno de los palacios presidenciales en Bagdad,
ofreció una conferencia de prensa para salirle al paso a cierta campaña
provocadora y reiterar que Iraq mantendría la decisión de ofrecer todas las
facilidades a los funcionarios, pero también dejaba entrever que estos podrían
trabajar para EE. UU. e Israel con el interés de proveer mejores
circunstancias e informaciones más precisas para una próxima agresión. Tareq Aziz
alegaba que EE. UU. no podía aceptar que los inspectores no encontraran
armas de destrucción masiva y tratarían de buscar otro pretexto para
atacarlos. Días después el propio Saddan Hussein declararía que EE. UU., Gran
Bretaña e Israel querían provocar un incidente con los inspectores para
desatar la guerra contra Iraq. El Ministerio de Relaciones Exteriores subrayó que las
primeras inspecciones habían rebatido el contenido del informe presentado por
el primer ministro Tony Blair.
Otros también se pronunciaban favorablemente sobre el trabajo de los
inspectores. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, calificaba
de buena la colaboración de Iraq con estos. El periódico egipcio Al
Jamburiah afirmaba que, si los inspectores realizaban honestamente su trabajo,
pondrían en evidencia las mentiras de Washington.
Era evidente que el recién iniciado trabajo de los inspectores,
estaba sometido a enormes presiones y complicaciones, las cuales deberían
aumentar en las semanas siguientes, cuando creciera su número y llegasen los
helicópteros que les facilitarían el movimiento por todo el país haciendo visitas
sin previo aviso, tal como establecían las reglas del juego en la
resolución 1441. Ya EE. UU. comenzaba también a hacer presiones para sacar del país a
técnicos, científicos y otras personas que estuvieran vinculadas al programa
de armas iraquí, con el objetivo de interrogarlos en el exterior. Todo
ello daba margen a crear nuevos incidentes y provocaciones.
El día 7, cumpliendo con las exigencias de la 1441, Iraq entregó a
la ONU un voluminoso informe (12 000 páginas), sobre todo lo
relacionado con las armas de destrucción masiva. El vocero de los inspectores en
Bagdad había declarado que no debía esperarse un pronunciamiento temprano
sobre tal informe, debido a la necesidad de analizarlo con detenimiento.
Los representantes del gobierno iraquí, reiteraron lo que ya habían dicho repetidas
veces: Iraq podía demostrar que no poseía armas de destrucción
masiva.
Por esos días, EE. UU. había continuado su movilización de medios y
tropas hacia el golfo y enviaba al subsecretario de Defensa Paul
Wolfowitz a Turquía para presionar a favor de que aceptaran la basificación de
un fuerte contingente de tropas que, en caso de guerra, entrarían por
la frontera norte iraquí. También necesitarían un puerto en la costa
mediterránea y más facilidades en las bases aéreas turcas para aumentar su capacidad de
ataque aéreo. Había trascendido que los visitantes estadounidenses ofrecían
en Ankara sumas importantes y promesas de apoyo político para la
entrada de Turquía en la Unión Europea y en el tema de Chipre,[14] a cambio de
que les dieran las facilidades militares que demandaban. Sin embargo, luego
de algunas informaciones que confirmaban el logro de sus objetivos, comenzaron
a llegar otras en sentido contrario. La cancillería turca emitía una
declaración aclarando que no había acuerdos con respecto a un comprometimiento
militar, que había existido un mal entendido y que «Turquía favorecía una
solución sin necesidad de una operación militar y que para esto último sería
necesario una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la ONU». En las
principales ciudades turcas se habían producido fuertes manifestaciones contra
la posible agresión exigiendo al gobierno que no se vinculara a los
planes de Washington. En la población se habían profundizado los sentimientos
islámicos y la apreciación de que EE. UU. estaba empeñado en una confrontación
con esa religión.
Daba la impresión de que la dirección iraquí trabajaba intensamente
para hacerle frente a la complicada y peligrosísima situación. Por
estos días, la prensa informaba sobre una reunión conjunta del Consejo del
Comando de la Revolución con la dirección del partido Baas, así como que el
Presidente dirigía reuniones del Consejo de Ministros. Sin embargo,
desde el punto de vista militar se observaban pocos preparativos.
En contraste, el final del Ramadán se celebró con las fiestas de Eid
Fitr,[15] que volcaron a las calles y plazas de Bagdad a buena parte de la
población en total ambiente festivo y tranquilo, con abarrotamientos de autos en
las avenidas y los comercios llenos de compradores y mercancías, bien lejos de la
imagen que se podría tener de un país asediado y a punto de ser agredido.
El tema del informe presentado por Iraq al Consejo de Seguridad
respondiendo a la 1441, volvió a las primeras planas. Primero, fue la extraña y
criticada manipulación de las copias en la sede de la ONU en Nueva
York, y la exclusión que se hizo en la distribución de los países miembros
no permanentes del Consejo, a quienes finalmente se les suministró una versión
resumida del informe. Siria y Noruega encabezaron las protestas y se
llegó a acusar de secuestro del documento al gobierno de Washington, que
durante casi tres días mantuvo en su poder el original para fotocopiarlo y
distribuirlo a los otros cuatro miembros permanentes. El propio Kofi Annan se vio
obligado a responder a las fuertes críticas que alegaban que la ONU se estaba
convirtiendo en un títere de EE. UU., reconociendo que «el
procedimiento había sido desafortunado y que esperaba que no se repitiera». Para
atenuar la leve crítica a EE. UU., después afirmó: «Saddam Hussein tiene que
cooperar. Lo estamos probando. Puede haber circunstancias cuando todo falla y
el uso de la fuerza se hace necesario». El Secretario General
amenazaba también con el uso de la fuerza, dando una muestra más de la
debilidad de esa organización, cuya razón de existir era, según establece su
carta constitutiva, el garantizar la paz y la seguridad internacionales. «Señales de los
tiempos que vivimos», me dijo un amigo árabe comentando el
incidente.
Algunos órganos de prensa especularon sobre el interés
estadounidense en procesar el informe iraquí antes de que otros lo vieran para
verificar si incluía menciones no convenientes a la colaboración que habían
prestado en el pasado empresas de ese país al programa armamentista iraquí. Con
posterioridad, surgió la acusación desde Washington de que el informe omitía
muchos datos, «está lleno de huecos», decían, a lo que el
responsable por la parte iraquí de coordinar el trabajo de los inspectores respondía
que el informe estaba completo y era verdadero.
Las inspecciones se desarrollaban sin incidentes, alcanzando a
mediados de mes la suma de 70 sitios visitados sin encontrar evidencias de
armas de destrucción masiva. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld declaró
en Doha, donde había ido a inspeccionar el trabajo del comando central
de las fuerzas norteamericanas, trasladado allí desde Arabia Saudita: «está
claro que Iraq posee armas de destrucción masiva». El general iraquí Amr
Saadi, asesor del gobierno sobre este tema, respondió alegando que: «si los
EEUU tiene pruebas de que Iraq posee esas armas, que las haga llegar a
los inspectores ». La televisión estatal española, que se distinguía por seguir la
corriente al presidente Aznar en sus ínfulas bélicas, explicó que si EE. UU.
no presentaba o entregaba las pruebas se debía a que temía por la seguridad de sus
informantes y los quería proteger. Kofi Annan llamó a que se les
diera tiempo y espacio a los inspectores para hacer su trabajo.
La presencia de Rumsfeld en el golfo sirvió para firmar un acuerdo
de colaboración militar con Qatar, que convertía a este emirato en la
principal base bélica de la región. El Washington Post había comentado
que el Estado Mayor allí instalado ya estaba listo para la guerra y ampliaba los
detalles junto con el New York Times sobre el dispositivo militar que
se estaba desplegando en la región. Televisoras internacionales, a la cabeza de las cuales
estaban la CNN y la Fox, ambas estadounidenses, daban también
una amplia cobertura a los preparativos bélicos, a veces en términos de
intimidación terrorista. El periódico USA Today «reveló» que el ejército
estaba enviando grandes cantidades de minas terrestres a países fronterizos con Iraq
para usarlas en caso de que estallara el conflicto.
Muy relacionada con los preparativos bélicos estuvo la visita a
Washington del líder del nuevo partido de gobierno en Turquía, Recep T.
Erdogán, reveladora, a su vez, de contradicciones que subsistían en este país
en relación con el conflicto. El dirigente turco declaró al término de su visita
y luego de entrevistarse con Bush, Chenney y Powel:
[...] la guerra es muy probable. En principio EEUU quiere solucionar
el conflicto por medios pacíficos, pero la segunda opción es la guerra
y esta es muy probable. Ellos esperan por apoyo turco, pero este tipo
de decisiones debe tomarse en los parlamentos, hay que consultar al
pueblo, si tenemos tiempo debemos realizar un referéndum.
Los conocedores de la política turca estimaban que era muy difícil
que este pudiera efectuarse, y si se hacía, demostraría que la mayoría
del pueblo se oponía a que el país se involucrara en una guerra contra su
vecino.
Mas, en camino hacia la cumbre de la Unión Europea en Dinamarca, el
dirigente islámico moderado turco afirmó: «preferiríamos que el
problema se resolviera pacíficamente, pero ahora veo que la guerra es más
probable que nunca» y aclaró que había sugerido a los dirigentes de Washington
que aumentaran la presión internacional en lugar de emprender una campaña militar.
La prensa turca reveló detalles de las solicitudes estadounidenses:
facilidades para introducir en el país 90 000 soldados que incluirían también
una cantidad de británicos, así como disponer de seis bases aéreas y dos puertos.
Al parecer, los turcos no habían tomado una decisión final, pero
repetían constantemente la queja de que en la guerra de 1991 sufrieron
pérdidas multimillonarias de las cuales aún no se habían recuperado y
reiteraban los riesgos que se correrían ahora, en especial la incertidumbre
existente sobre el destino del Kurdistán.[16]
La prensa iraquí informó sobre las disculpas ofrecidas por el
presidente Saddam Hussein al pueblo de Kuwait por la invasión del año 1990. El
polémico mensaje fue rechazado por los gobernantes del emirato, quienes
acusaron al líder iraquí de querer dividir al pueblo, de que su mensaje era
arrogante y echaba por tierra los intentos de reconciliación iniciados en la
Cumbre Árabe de marzo de 2003 en Beirut y que era una nueva muestra de la
política de confrontación de Bagdad. El presidente del parlamento kuwaití
dijo que las disculpas llegaban 12 años después de la liberación de su país y
que no tenían ningún sentido. La respuesta de los voceros iraquíes
desestimaba esto, pero a la vez sugerían que Kuwait prestaba su territorio desde hacía
años para una guerra no declarada y ahora daba facilidades de todo tipo para
los preparativos de una gran agresión.
Mientras tanto, la oposición iraquí reunía en Londres a unos 350
delegados que representaban decenas de organizaciones y tendencias políticas,
lo que sirvió para mostrar sus profundas divisiones y emitir una
endeble declaración informando que, una vez derrocado el régimen, se instauraría en Iraq
una república federada. Una reunión más reducida se efectuó también
en Teherán, con la presencia de los dirigentes del Consejo Supremo de
la Revolución Islámica de Iraq, el Partido Democrático del Kurdistán y otros, lo
que reflejaba el posible interés del gobierno de Irán de no quedarse al
margen de los acontecimientos que tendrían lugar en el territorio vecino. En
respuesta a estas acciones, el gobierno iraquí declaraba: «no existe lugar para
los traidores y los iraquíes no dejarán a los estadounidenses instalar un gobierno
similar al de H. Karzai en Afganistán».
Pero al margen de las acciones políticas, el dispositivo militar que
EE. UU. movilizaba hacia la zona continuaba creciendo. El día 8, el New
York Times publicaba un amplio artículo donde daba detalles y afirmaba que
pronto tendrían bastantes tanques pesados, buques de guerra, aviones, bombas y
tropas en la región del golfo, para permitirles iniciar un ataque en algún
momento de enero. El lunes 9, en Qatar y otros estados del área, bajo el mando
del general Tommy Franks, comenzaron los ejercicios para comprobar todos los
dispositivos, utilizando como modelo un ataque a Iraq.
En la segunda quincena del mes, la tensión continuó creciendo a
pesar de las declaraciones del secretario de Estado Colin Powell, de que
«si Saddam se desarmaba no sería necesaria la guerra, pues de hecho el régimen
habría cambiado». Poco después, sin embargo, se sucederían declaraciones
muy agresivas tratando de presionar a Hans Blix, quien el día 19 haría
una evaluación inicial del informe presentado por Iraq. El 17, el propio Powell
afirmaba que el documento presentado tenía fallas y no iban a darle una
segunda oportunidad a Saddam. El 18, Ari Flesher, vocero de la Casa Blanca, declaraba a
la CNN que «el informe tiene omisiones y que EEUU considera
que es una violación de la 1441 y ya hemos dicho que no toleraremos
violaciones, no habrá otra oportunidad». El jefe de los inspectores, Hans Blix, al
hacer su intervención ante el Consejo de Seguridad el día 19, les siguió la
rima y declaró: «el Informe es omiso e Iraq ha fallado al no incluir un
reporte completo de su armamento químico y biológico y de los materiales utilizados
en su producción. Iraq ha perdido una oportunidad de proveer muchas
evidencias, no se puede confiar en que no quedan armas de destrucción masiva».
Montados sobre estas afirmaciones, que les vinieron como anillo al
dedo, EE. UU. y Gran Bretaña redoblaron sus amenazas y acusaciones. El
señor Blix, al día siguiente, trató de enmendar la plana alegando que
todavía Iraq tenía oportunidad de entregar una información complementaria y
exigió además que las dos potencias imperialistas entregaran los datos que
decían tener, lo cual no habían hecho hasta el momento. El Canciller ruso
por su parte, solicitó que se dejara hacer su trabajo a los inspectores y
dijo que no consideraba que se hubiera violado la resolución 1441.
Pero ya la evaluación del señor Blix ante el Consejo había
exacerbado el ambiente y se incrementaban las informaciones sobre los preparativos
materiales para la guerra, tanto el movimiento de tropas y portaviones, como la
entrada de grupos de la CIA en el Kurdistán.
Opuesto a este curso de los acontecimientos, el presidente sirio
Bachar el Assad, de visita en Gran Bretaña, después de discrepantes
conversaciones con Tony Blair, declaró:
[...] estoy optimista ahora. Veo cooperación por parte de Iraq,
están cumpliendo con la 1441 y espero continúen y la crisis se resuelva
pacíficamente. Un ataque contra Iraq traerá graves consecuencias para
todo el Medio Oriente, Iraq no constituye una amenaza. A largo
plazo EEUU sufrirá las consecuencias, el terrorismo se multiplicará.
EEUU podría obtener una rápida victoria, pero tendrá que pelear
para controlar el país.
El prestigioso líder sudafricano Nelson Mandela, denunció asimismo,
que la política estadounidense quería sobrepasar a la ONU y liquidar el
multilateralismo y criticó la manipulación que se hizo del informe presentado por
Iraq para crear pretextos para la guerra. El presidente egipcio,
Hosni Mubarak, fue otro de los que se pronunció alarmado por la situación: «estamos
en contra de una guerra que puede desestabilizar toda la región», dijo.
La prensa iraquí utilizaba la técnica de no reflejar las acusaciones
y amenazas de EE. UU. y Gran Bretaña, pero aplicaba la fórmula de
publicar las respuestas. Por ejemplo, el viceprimer ministro Tareq Aziz,
declaró por esos días a la cadena de televisión Fox que: «si Iraq es
atacado, recibirá a las tropas estadounidenses con balas, no flores, encontrarán fuerte
resistencia y tendrán muchas bajas». El consejero Al Saadi, por su parte, explicó
en rueda de prensa que Iraq rechazaba las acusaciones que se le hacían y
estaba dispuesto a responder una por una las preguntas que tuvieran que
hacer, e incluso, a recibir enviados de la CIA para que indicaran donde
estaban las armas de destrucción masiva.
Paso a paso, la situación se tornaba más tensa y un indicador de
ello era el deterioro del dinar iraquí (ID) en su cambio por el dólar (USD),
que por lo general fluctuaba en torno a 2 000 DI por un USD y ya llegaba a 2
300 por uno, lo que implicaba también una subida de los precios en el
mercado. Aun con este ambiente donde predominaba el pesimismo, algunas
opiniones recogidas en Bagdad evaluaban también los aspectos negativos que
podían enfrentar los planes bélicos de EE. UU.:
–Casi todos los países árabes, entre ellos Egipto, Siria, Arabia
Saudita y Jordania, se habían pronunciado contra la guerra y rechazaban
prestar su territorio para una agresión.
–Turquía, con una frontera vital en el norte, no se decidía a dar
las facilidades necesarias y en caso de que lo hiciera, sería violando la voluntad
de una amplia mayoría de su población. Existía una gran
incertidumbre sobre lo que podía pasar en el Kurdistán y las consecuencias para
Turquía.
–Irán, país con el que Iraq comparte su frontera más larga, estaba
proclamado por EE. UU. como parte del «eje del mal» y estaba consciente
de que podía ser el próximo objetivo de sus ataques, tal vez, con el
mismo argumento sobre las armas de destrucción masiva.
–La sensación de que EE. UU. desarrollaba una guerra contra árabes e
islámicos se extendía por toda la región y la agresión a Iraq
elevaría esto a niveles muy altos. El terrorismo y las acciones violentas de todo
tipo se podrían expandir y actuar contra sus intereses en cualquier parte
del mundo.
–La política de apoyo incondicional a Israel en su genocidio contra
el pueblo palestino, así como el doble carácter que practicaba
Washington a la hora de pronunciarse sobre armas de destrucción masiva,
terrorismo y derechos humanos, habían provocado el deterioro de sus relaciones
con importantes aliados en la región. La guerra profundizaría esta
tendencia y ellos debían tenerlo en cuenta.
En sus intentos de distensión regional, el gobierno iraquí adoptó la
medida de abrir un nuevo paso fronterizo con Irán para beneficiar las
relaciones comerciales, restableció las comunicaciones telefónicas directas con
Arabia Saudita y devolvió a Kuwait un nuevo lote de bienes incautados durante la
guerra.
A finales de mes, el día 29, la prensa nacional informó del
incidente creado por el vocero de los inspectores al interpretar el resultado
del interrogatorio hecho a uno de los científicos iraquíes vinculados al programa de
armamento, como afirmación de que unos tubos de aluminio destinados a cohetes
de corto alcance podrían ser parte de un programa de armas más
poderosas. Se publicaron las declaraciones del científico iraquí llamando a
otros colegas a no dejarse presionar y a rechazar la oferta de ser llevados al
exterior para los interrogatorios, alegando que si en el propio país se
tergiversaban las informaciones, qué podría esperarse si esto sucedía en el
extranjero.
Este era el primer incidente de alguna consideración que se
presentaba en el trabajo de los inspectores, que ya ascendían a más de cien y
habían visitado 188 lugares sin encontrar evidencias de armas de
destrucción masiva. Los dirigentes iraquíes reiteraban que continuarían dando todo tipo
de facilidades y entregarían un amplio listado de todos los técnicos
vinculados a la construcción de armas, pero al mismo tiempo se quejaban de notar
un injustificado incremento de la agresividad en los inspectores.
Sin embargo, llegaban otras noticias más preocupantes. Medios de
prensa occidentales recogían declaraciones de un alto oficial del Pentágono
que informaba sobre una orden clasificada, firmada por el secretario de
Defensa Donald Rumsfeld, que instruía, en más de 20 páginas la movilización
de cuantiosos medios de guerra como parte de los preparativos finales para el
ataque a Iraq. El informe detallaba nombres de unidades navales, aéreas,
divisiones, etc. La CNN y otras televisoras hablaron del tema y la prensa
kuwaití reveló movimientos en su territorio que podrían interpretarse como
preparativos de un ataque inminente.
Se filtraban asimismo informaciones sobre el desplazamiento de
tropas turcas hacia la frontera y que por allí se estaban produciendo
nuevas y mayores penetraciones en el Kurdistán iraquí de comandos y agentes
estadounidenses, quienes creaban bases, inspeccionando pistas de aterrizaje,
reclutando guías y traductores. Sin embargo, en este frente, tanto el Canciller como el
Primer Ministro, continuaban afirmando que Turquía no tomaría una decisión
hasta que los inspectores rindieran su informe ante el Consejo de
Seguridad el 27 de enero y este órgano se pronunciara. Trascendió, además, que el
gobierno turco estaba solicitando a EE. UU. más de veinte mil millones de dólares
como condición para involucrarse militarmente, pero los de Washington
solo ofrecían cinco mil millones.
Desde Israel, el primer ministro Ariel Sharón declaró, tratando de
echarle más leña al fuego, que Iraq ocultaba en Siria sus armas de
destrucción masiva. Los sirios, por su parte, respondieron con energía y otros, como el
secretario de la Liga Árabe, Amer Musa, calificaron de ridícula la
acusación. En el sur, aviones estadounidenses habían estado lanzando panfletos
en árabe llamando a la sublevación, dirigidos fundamentalmente a la
población chiíta que ya se había levantado en 1991.
Para tener una idea clara del ambiente en esa región, decidí hacer
un recorrido por las ciudades donde estaban los centros religiosos de
esta comunidad, Nayef y Kerbala, distantes de la capital 160 y 108 km
respectivamente. Consideraba importante tener una visión directa de la situación en
esas provincias y me resultaba interesante la visita desde el punto
de vista cultural.
Una vez tramitado el permiso para viajar fuera de Bagdad y solicitar
oficialmente entrevistas con los gobernadores, emprendimos el viaje
hacia los históricos lugares donde se encuentran los mausoleos de Alí,
primo y yerno del profeta Mohammad (Mahoma) y de su hijo Hussein, ambos
sitios venerados por la secta chiíta, profesada por más del 60% de la
población iraquí.
Los orígenes de esta secta se remontaban a los primeros tiempos de
la religión islámica, cuando los partidarios de Alí (chia o
shiat, significa partidario) consideraron que la sucesión en el poder (Califa) dentro de la
religión islámica debía recaer en aquellos que descendieran de la familia del
profeta Mohammad a diferencia de los sunnitas (sunna, significa
tradición), quienes opinaban que este debía ser designado por consenso entre los
creyentes.
El inicio de la religión islámica se remontaba al año 622 cuando el
profeta Mohammad viajó de la Meca a Medina, para iniciar la prédica de la
nueva creencia, hecho que se conoce como la Hégira y marca el primer
año del calendario musulmán. La nueva religión conoció una rápida
expansión por todo el Medio Oriente y ya en el año 638, un ejército musulmán
al mando de Khalid Ibn Walid, apodado Mahomet Seif Al Islam (la espada
del Islam), llega a las afueras de Basrah, al sur de Iraq.
Algunos años más tarde, las discrepancias teológicas y las luchas
entre los clanes que surgen a la muerte de Mohammad, repercuten en Iraq y
la elección de Alí, yerno del Profeta como cuarto Califa, fue refutada
por Mouawiya, gobernador de Siria, que lo acusó de haber permitido el
asesinato de Othman, su predecesor, lo cual dio inicio a fuertes
enfrentamientos entre los partidarios (chiítas) de Alí y los seguidores de Mouawiya,
tradicionalistas sunnitas. Alí fue asesinado en Koufa, cerca de Nayef en el año 661 y
lo sucedió su hijo Hussein que también murió en una batalla en las
cercanías de Kerbala en el año 680.
Partimos de Bagdad alrededor de las nueve de la mañana por la
autopista No.8 que conduce hacia el sur para abandonarla 40 minutos después en
el entronque de Mussayab, que tuerce hacia el oeste. Había neblina y la
velocidad del carro era tan limitada, como la visibilidad, pues más allá de
los 100 m era imposible distinguir alguna cosa. Alrededor de las 10, estábamos
en las afueras de Kerbala, nombre de origen arameo mencionado por el
profeta Daniel en el Antiguo Testamento de la Biblia, lo que da una
idea de la antigüedad del lugar.
Hussein está sepultado en un santuario cuyas cúpulas y minaretes
están cubiertos de láminas de oro y son visibles desde lejos. A 300 m de
su mausoleo está el de su medio hermano Abbas, venerado por haber combatido a su
lado. La puerta principal de la Gran Mezquita donde se encuentra el
mausoleo de Hussein está laminada en plata. El edificio tiene paredes donde
predominan vistosos azulejos de un tono muy particular, cercano al verde, –le
llaman azul Kerbala, por ser característico de la zona– y muchos muestran
versículos del Corán. En la calle se observan numerosos peregrinos, que
posiblemente vienen desde Irán, quienes consideran el lugar como «tierra santa»
por estar regada con la sangre de sus mártires. El aniversario de la muerte de
Hussein es conmemorado por los miembros de esta secta en muchos países con
ceremonias de autoflagelación.
Recorrimos varias calles y plazas de la histórica ciudad, se
apreciaba normalidad, el zook o mercado estaba lleno de personas, nadie
nos detuvo, no había controles en los accesos, ni presencia militar o policial
anormal, tampoco señales de tensión. Al llegar al edificio de gobernación,
encontramos unos pocos guardias custodiando las puertas principales y una
ametralladora ligera en el techo de una caseta dentro de la cual se hallaba un
distraído custodio. Nos dio la impresión de que la gente aquí no tenía
conciencia de la guerra que podía desatarse sobre ellos, no se observaba preparación.
Nos recibió el gobernador junto a otras autoridades. A nuestras
preguntas sobre la ciudad, la provincia, sus habitantes y otros datos,
respondieron con afabilidad, pero rehuían profundizar el tema de una posible
agresión, argumentando que estaban preparados. Quisimos conocer aspectos de la composición
religiosa, las relaciones con las autoridades y entre los propios
creyentes de las diferentes sectas. Nos explicaron que el gobierno y el partido
Baas respetaban la religión, no interferían en ella, aseguraban que el Islam era uno
solo, que EE. UU. e Israel habían querido dividirlos, crear problemas y
utilizarlos para sus intereses, pero no lo habían logrado, no existían
diferencias ni discriminación por motivos religiosos, todos eran patriotas iraquíes.
No insistí en estos aspectos para no dar la impresión que buscaba
información sobre cosas tal vez complicadas, además, sabía que las autoridades
de estas ciudades evitaban recibir delegaciones extranjeras y yo lo
había logrado casi excepcionalmente. Los años que llevaba trabajando con el mundo
árabe, me sirvieron para conocer un poco la psicología de sus pueblos y
entendía cómo debían tratarse algunos temas. Para comprenderlos mejor, había
que mirarlos desde su propia perspectiva, algo que no entienden muchos
occidentales que llegan a este mundo con una actitud crítica y arrogante. La
humildad y las ansias de comprensión de una cultura milenaria, desarrollada
mucho antes que la nuestra, juega aquí un papel esencial.
Cuando explicamos que debíamos continuar el viaje hacia Nayef, ellos
lamentaron que la visita fuera tan breve, pues querían mostrarnos
algunos de los lugares históricos y religiosos de su ciudad. Nos despedimos
después de manifestar nuestra solidaridad con el hermano pueblo iraquí, en
una ceremonia tan larga como el recibimiento, donde abundaron los saludos, abrazos
y besos.
A 60 km de nuestra próxima parada, pasamos cerca de Hilla, otra
ciudad interesante, pero sin el significado religioso de Nayef, ciudad de
«el príncipe de los creyentes», y la cuarta en importancia para los musulmanes
después de La Meca, Medina y Jerusalén, que es considerada, además, como el centro
de la secta chiíta, aun por encima de Qom en Irán.
Casi al mediodía llegamos a los suburbios de la ciudad y avanzamos
por una avenida hasta el centro, donde abundan los comercios de
artículos religiosos, cuadros, cerámicas y tapices con versículos del Corán en los
que la caligrafía árabe forma bellas combinaciones, platos de cobre repujado,
alfombras grandes y pequeñas, de las que se utilizan para el rezo personal. Al
igual que en Kerbala, vimos mucha gente y peregrinos en las calles. En el
centro, frente a los numerosos hoteles, se aglomeraban los ómnibus de
turismo que transportan a los visitantes, entre los que parecen predominar los
persas. No apreciamos presencia policial ni otros indicios que indicaran
tensión en las calles y nuestro auto, a pesar de su chapa diplomática, no llamó la
atención.
El edificio de la gobernación estaba situado frente a una plaza sin
dispositivo especial de seguridad visible. Al parquear frente a la
puerta principal, pensamos que no nos esperaban, pero cuando avanzábamos por la
escalinata llegó un guardia que habló con nuestro intérprete y le
dijo que desconocían la hora fija de nuestra llegada, y nos pasó a un salón
espacioso lleno de butacones y mesitas, pero sin lujo. En la pared, un gran
retrato del presidente Saddam Hussein, al igual que en todas las oficinas y
lugares públicos que uno visitara en el país. A los 10 minutos llegó el gobernador,
sus ayudantes nos habían servido primero el café beduino, negro y
amargo, que es usual en las bienvenidas.
El dirigente iraquí, más risueño y afable que el anterior, nos
saludó con entusiasmo pidiendo excusas por la demora, debido al exceso de
trabajo y a los preparativos de una gran manifestación política contra la guerra
y en rechazo a las amenazas de agresión. En todas las provincias se
hacían grandes movilizaciones de este tipo. Entramos en un diálogo amplio sobre su
trabajo como gobernador y nos explicó sus tareas como dirigente del
partido Baas. Llevaba poco tiempo como dirigente en Nayef, ya que es común
que los gobernadores y dirigentes provinciales del Partido, se roten
cada cierto tiempo, no muy extenso.
Le pregunté las características de la provincia y nos refirió la
importancia de la ciudad como gran centro religioso, me informó sobre las obras
que llevaban a cabo, entre ellas la construcción de decenas de nuevos
hoteles para albergar el creciente turismo religioso que se desarrollaba a
pesar de la situación del país, sometido a un injusto embargo y a las amenazas
de guerra, las cuales, a veces, se concretaban en agresiones como el bombardeo
ocurrido días antes que provocó varios muertos y heridos en las cercanías de
la ciudad.
Había grandes planes en Nayef. En el futuro se preveía tener
capacidades para atender hasta un millón de peregrinos y turistas, y contar con
un aeropuerto internacional. La conversación se alargó, le pedí visitar el
santuario de Alí en caso de que permitiesen la entrada a los no musulmanes; no soy
religioso le expliqué, pero siento un gran respeto por los creyentes y los
musulmanes. Asintió y dio instrucciones para que alguien nos acompañara,
mientras avisaba por teléfono para que nos atendieran a la llegada al santo lugar.
Nos despedimos con afectuosos abrazos después de explicarnos que no
nos acompañaba personalmente debido a sus compromisos de trabajo. El
santuario no quedaba lejos, a la entrada nos esperaban algunas
autoridades religiosas y un responsable del partido Baas que tenía que ver con
los asuntos religiosos. Nos dieron la bienvenida y nos invitaron a pasar la gran
puerta que accede a un amplio patio o explanada en cuyo centro se encuentra
el edificio del mausoleo. Una construcción rectangular que hace las
veces de muralla rodea todo el conjunto, que ocupa unos 20 000 m2
(equivalente a dos manzanas). Entramos en un salón para visitantes, ya que no podíamos
hacerlo en el edificio central, pues no profesamos la fe musulmana.
La edificación se construyó por orden del califa Haroun Al Rachid.
Alrededor del santuario fue creciendo la ciudad. El mausoleo,
incendiado en el siglo XI, se construyó con posterioridad y el edificio actual
data de 1640. La cúpula de la mezquita donde se encuentra la tumba, está revestida
con 7 777 mosaicos de oro, al igual que los dos bellos y altos minaretes. En
las paredes interiores resaltan las cerámicas con los nombres de destacados
imanes de la secta y un poema a la gloria de Alí, así como pasajes del
Corán. El gran viajero y narrador islámico, Ibn Batuta, que visitó el lugar en el
siglo XIV, afirmaba que la sepultura de Alí estaba situada en un estrado, en
medio de las tumbas de Adán y Noé.
Entre los tesoros del santuario se encuentran valiosas ofrendas
hechas por califas, reyes y sultanes durante siglos, un Corán
manuscrito por el propio Alí, joyas de oro, plata y piedras preciosas, tapices bordados con
hilos de oro y un grano de arroz en cuya superficie están escritos pasajes del
Corán. El lugar es el centro de un importante triángulo teológico del chiísmo,
junto a Kerbala y Koufa. El Ayatollah Khomeiny estuvo refugiado aquí desde
1965 hasta 1978.
Se acercaba la hora del rezo del mediodía y como ya el muecín
comenzaba a llamar a los fieles, agradecimos las atenciones y nos despedimos
para realizar nuestra última visita, la casa donde vivió Alí, en las
afueras de la ciudad. Antes, deambulamos por el cercano mercado viejo para
percibir el ambiente que reinaba en la gente. Había tranquilidad. Compré en una
tienda un mezbah (rosario musulmán), cuyas cuentas son del atractivo
y típico azul del lugar. Después, llegamos a la casa de Alí –que también era
visitada por los peregrinos–, una construcción sencilla toda pintada de blanco,
con pequeñas salas y un patio interior. En una de las habitaciones había un pozo
del que los fieles tomaban agua con mucha veneración, la consideran bendita.
Otros rezaban en cualquier esquina de la casa, permeada de un espíritu
profundamente religioso.
Concluida nuestra visita emprendimos el camino de regreso. Buscamos
la salida a la autopista No.8 y observamos el terreno circundante
aprovechando que después del mediodía había más visibilidad, a pesar de que el
aire traía algo de polvo y arena desde el desierto que nos quedaba al
oeste.
El territorio recorrido entre Bagdad y estas ciudades tenía
vegetación. Predominaban las áreas agrícolas, atravesadas por el río Éufrates
que las provee de agua a través de numerosos canales, algunos de los cuales
son muy anchos. El avance de tropas mecanizadas por esta región no sería
nada fácil si se prepararan bien las condiciones y se minaran los cruces
sobre los abundantes puentes y canales, que constituían obstáculos naturales
muy ventajosos. La zona permitía cierto enmascaramiento, debido a que no es un
desierto raso y para entrar a Bagdad desde el sur hay que pasar por
aquí. No se apreciaban preparativos del terreno para la defensa, y de
existir, estaban fuera del alcance de nuestra vista, lejos de la importante
carretera. No había presencia militar especial, ni controles policiales en los cruces de
caminos.
Llegamos a Bagdad en horas de la tarde para almorzar. Nos sentíamos
satisfechos con el viaje y por haber obtenido una idea de la
situación fuera de la capital, aunque esta fuera limitada, no percibimos indicios de un
potencial conflicto interno en el centro de la región chiíta.
En la embajada, mientras tanto, proseguimos los preparativos de
rigor para la realización de varios ejercicios y prácticas de defensa.
Todos los compañeros tenían experiencia y buen estado de ánimo. Terminamos el
refugio en el patio, luego de profundizarlo hasta dos metros, y lo
habilitamos con lo necesario para nuestro trabajo y seguridad. Como en esos días
llovía con frecuencia, compramos lonas, del mismo color de la tierra
que lo cubre, para tapar sus dos entradas, aunque no era seguro que pudiera
servir de camuflaje. Si estallaba la guerra, las prioridades eran preservar
la vida y los medios necesarios para realizar el trabajo encomendado, por
ello, había que prever con tiempo los escenarios y situaciones que podían
presentarse.
La oposición a la guerra se mantenía fuerte. Estados Unidos no
acababa de encontrar apoyo para constituir una coalición creíble. Francia,
Rusia y China, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, continuaban
mostrándose reacios a la guerra y persistían en que los inspectores, que después
de más de 200 visitas no encontraban armas, concluyeran su trabajo.
Nadie podía argumentar con seriedad que Iraq poseía vínculos con el
terrorismo y el gobierno cumplía estrictamente con todas las condiciones
impuestas en la resolución 1441. La convicción de que la guerra solo les acarrearía
desastres, continuaba siendo fuerte entre los más importantes países vecinos y
por lo tanto se oponían a ella.
El canciller ruso Ivanov, de visita en Washington, declaró: «no es
posible hablar de decisiones respecto a Iraq, ello se podrá hacer únicamente
cuando el Consejo de Seguridad analice la información presentada por los
inspectores si esto prueba que Bagdad ha violado la resolución del Consejo». El
Papa, en su mensaje navideño, hizo un claro llamado contra la
guerra, al igual que los principales dignatarios religiosos de Gran Bretaña y
Alemania, proclives a una solución pacífica, lo cual era compartido por la mayoría de la
comunidad internacional. A pesar de que Iraq es un país musulmán y posee una
mínima comunidad cristiana, el día 25 fue declarado festivo y se
celebró con entusiasmo callejero, en un ejemplo más de que, desde hacía muchos
años, aquí se practica una amplia y flexible convivencia religiosa que no
tiene nada que ver con los extremismos vigentes en otros lugares de la región,
que son estrechos aliados de EE. UU.
Las manifestaciones contra la guerra, sin embargo, ya no parecían
ser argumento suficiente para detener la maquinaria bélica
estadounidense que se encontraba en movimiento y los dirigentes de Washington daban
muestras de estar dispuestos a quebrar la voluntad de todos, aunque tuvieran
que afrontar un alto costo político por ello e incrementar el odio contra su
hegemonía. Para fin de año, el vicepremier Tareq Aziz, el más alto dirigente
iraquí de religión cristiana, declaraba en una conferencia de prensa que: «los
EE.UU. quieren atacar a Iraq para apoderarse de todo el Medio Oriente, su
guerra es contra todos los árabes». En tanto el ministro de Comercio informó
que estaban distribuyendo abastecimientos adicionales a la población para que
tuvieran una reserva de tres meses con que enfrentar la agresión, pues ellos
atacarían a Iraq independientemente del resultado del trabajo de los
inspectores, aunque para los agresores –advirtió–, no será un picnic.
Al parecer los dirigentes iraquíes, comenzaban a mostrar mayor
conciencia de la proximidad de la guerra, aun cuando la preparación que se
apreciaba sobre el terreno, todavía era mínima. Mes y medio después
de haber presentado cartas credenciales ante el gobierno, me había
entrevistado con muchos de sus principales dirigentes y encontraba la misma
posición, todos reiteraban que: Iraq no poseía armas de destrucción masiva, no
tenían vínculos con el terrorismo y estaban dispuestos a cumplir con las
resoluciones de la ONU siempre que se respetara la soberanía y la dignidad del
país. Si EE. UU., Gran Bretaña e Israel insistían en agredirlos,
lucharían y los derrotarían, toda la campaña que estaban desarrollando se basaba
en mentiras y con ello perseguían ocupar a Iraq, apoderarse de su
petróleo y crear una situación más favorable a los intereses imperialistas y
sionistas en la región. El objetivo no era solo Iraq, sino todo el mundo árabe.
Sin embargo, a veces me preguntaba si los dirigentes iraquíes
tendrían plena conciencia de que debido a las circunstancias que se estaban
creando, y teniendo en cuenta el empeño del grupo neofascista en el gobierno
estadounidense de lanzar esta guerra colonial, hacer todo lo posible para que no
pudieran llevarla a cabo podía equivaler a derrotarlos. Para
entonces yo mismo me respondía que, tal vez, ya era demasiado tarde para impedirla.
Enero
En los primeros días del mes, en una muestra más de la preparación
bélica, el presidente George W. Bush habló ante 40 000 soldados en
una base de Texas y repitió: «Estamos listos, Saddam no ha entendido el
mensaje, cumpliremos con nuestro deber y llevaremos la libertad al pueblo
iraquí, si no se desarma lo desarmaremos.» Otras noticias desde Qatar indicaban
que se completaban las condiciones para hacer plenamente operativo el
Comando Central allí establecido.
La prensa iraquí no informaba sobre esto y por el contrario, daba
preferencia a declaraciones y pronunciamientos de dirigentes y personalidades
en distintas partes del mundo que rechazaban la agresión
estadounidense. Así, habían destacado declaraciones del papa Juan Pablo II; de Amr
Musa, secretario general de la Liga Árabe; de Desmond Tuto, arzobispo
sudafricano y premio Nobel de la Paz; de Kofi Annan, secretario general de la
ONU; de Abdullah Saleh, presidente de Yemen; del Canciller alemán; el rey
Abdullah de Jordania; Hosni Mubarak de Egipto; Yasser Arafat, líder
palestino, entre otros.
También reflejaba las visitas a Bagdad de innumerables delegaciones
que iban a solidarizarse con el pueblo iraquí, especialmente de
organizaciones no gubernamentales, algunas de las cuales se manifestaron frente a
la sede de los inspectores de la ONU en el hotel Canal, entre ellas una
de religiosos británicos y estadounidenses y otra de españoles.
Igualmente la prensa iraquí dedicaba bastante espacio a informar sobre las grandes
manifestaciones que contra la agresión se llevaban a cabo en el mundo entero.
El presidente Saddam Hussein, con motivo del 82 Aniversario de las
Fuerzas Armadas, pronunció un discurso el día 6, cuya filmación fue
transmitida por radio y televisión. Sus palabras duraron exactamente media hora
y contenían en su primera parte muchas citas del Corán e
invocaciones al Profeta y a Allah, lo que se había hecho ya una práctica
corriente. Una de ellas decía: «Allah llevará el terror a los infieles,
cualquiera que se enfrente a Allah y su Profeta será duramente castigado, el castigo
será el fuego [...]».
Después venían exaltaciones al valor de las Fuerzas Armadas, la
historia gloriosa de la nación, la sangre que los combatientes que aman a
Allah han vertido y están dispuestos a entregar. Hizo mucho énfasis en la
grandeza del pueblo iraquí, en la valentía de sus héroes y en los combatientes de
las Fuerzas Armadas y se refirió al tema de la solidaridad árabe saludando la
heroica lucha del pueblo palestino y resaltando la alianza de la
administración estadounidense con la artificial entidad sionista.
Gloria a los mártires de la nación palestina e iraquí. Viva
Palestina libre y árabe desde el mar hasta el río. Viva el valiente ejército
de combatientes del gran Iraq, viva la gloriosa nación árabe.
Iraq no es el único objetivo del enemigo, sino toda el área del
Golfo Árabe, su ocupación física y la división de algunos de los países de
la región, lo cual es un sueño anunciado públicamente desde el
principio de los años 70. El enemigo pagará por estos planes. El enemigo
ofrece cobertura a los crímenes perpetrados por la entidad sionista contra
el pueblo palestino. El enemigo quiere desviar la atención de todo
esto, creando la movilización contra Iraq, bloqueándolo y amenazándolo
con la agresión, deja las manos libres a los sionistas para que
continúen su criminal agresión. El enemigo prepara su control del Mar Rojo y
el Golfo Árabe para proteger la seguridad de la entidad sionista, esto
lo hace en completa coordinación con los sionistas.
Al trabajo de los inspectores de la ONU, Hussein se refirió en los
siguientes términos:
El enemigo trata de desviar la atención de la opinión pública de
estos hechos, de sus fallos en la política hacia Palestina y en su
política mundial. Por ello continua sus amenazas y agresiones contra Iraq,
para intimidar a los pueblos del Medio Oriente y del mundo y para
hacer que el trabajo de los inspectores se proyecte más allá de sus
declarados objetivos incluidos en la mala resolución adoptada en nombre
del Consejo de Seguridad. Por ello en lugar de buscar las llamadas
armas de destrucción masiva, en lugar de poner en evidencia la
distorsión de la verdad y las mentiras propagadas en vano para envenenar
la opinión pública, los equipos de inspectores están interesados en
recoger nombres y hacer listas de científicos, haciendo
interrogatorios que llevan propósitos ocultos, dando especial atención a los campos
militares, producciones militares no prohibidas y otros asuntos,
todos los cuales o muchos de ellos, son puro trabajo de
inteligencia. [...] si el enemigo se posesiona del Golfo y del Mar Rojo, habrá
acortado sus vías de comunicación y transporte, lo cual le permitirá lanzar
agresiones y causar daño en cualquier dirección. Nuestro pueblo está
preparado, confiado en Allah para cualquier confrontación con
el enemigo. Nuestro éxito está en manos de Allah, estamos en nuestra
tierra, nuestro país, el enemigo se basa en la mentira y viene como agresor
de más allá de los mares. Hemos acumulado experiencia y esto ha
hecho que cada iraquí, hombre o mujer, cada soldado de las fuerzas
armadas, cada oficial o dirigente de su comunidad, esté bien
preparado para cumplir sus tareas, tanto en la confrontación como en la
reconstrucción. El enemigo debe recordar el terrible fin de todos los imperios que
en el pasado han cometido agresiones contra nuestro pueblo y contra
nuestra nación. Allah es el más grande, Allah es el más grande
y el miserable enemigo debe ser repelido.
Muchos medios de prensa occidentales, sumados a la línea de
estimular la guerra, reflejaron rápidamente las críticas del presidente hacia
el trabajo de los inspectores y las declaraciones de los voceros
estadounidenses y británicos en el sentido de que eran una clara evidencia de que Iraq ponía
obstáculos al trabajo de estos y no cumplía con lo establecido en la
resolución 1441.
Como señal de que en el gobierno iraquí se abría paso la idea de la
proximidad de la guerra, el Ministro de Comercio, uno de los más
activos miembros del gabinete, reiteraba declaraciones informando sobre
diferentes preparativos, el suministro adelantado de alimentos a la población
para crear reservas de varios meses, la distribución de armas y la
preparación militar del pueblo. «Combatiremos pueblo por pueblo, calle por
calle, casa por casa, y los derrotaremos» –aseguró. El vicepremier Tareq Azíz,
también habló a la prensa y afirmó que: «Los EEUU no atacan a Corea debido a
que no tiene petróleo y a que Israel no está en Asia».
Durante los días iniciales del nuevo año, se percibieron en la
región algunos movimientos que evaluamos como positivos. Arabia Saudita desmintió
oficialmente lo publicado por el New York Times la semana
anterior, de que había dado facilidades a EE. UU. para que desde su territorio se
atacara a Iraq. El primer ministro turco, Abdullah Gul, visitó Siria, Egipto y
Arabia Saudita para coordinar posiciones y aunque en un principio se estimó
que llevaba el propósito de explicar que a Turquía no le quedaría otra
alternativa que dar facilidades a las tropas estadounidenses, lo que trasciende
de sus entrevistas con los dirigentes de estos países es un llamado a
evitar la guerra.
El Primer Ministro británico, de vacaciones en el mar Rojo, se
entrevistó con el rey Abdullah de Jordania y con Hosni Mubarak, presidente
egipcio, quienes le trasladaron sus grandes preocupaciones por las
consecuencias que podría traer internamente para sus regímenes un ataque a Iraq, así
como las negativas repercusiones que, para los intereses británicos y
estadounidenses, tendría en todo el mundo árabe islámico. El dirigente inglés, con
una fuerte oposición interna incluso en su propio partido y presionado por una
opinión pública adversa, dio algunas muestras de flexibilizar su apoyo
incondicional al presidente Bush y declaró que eran favorables a agotar el trabajo
de los inspectores, a partir de lo cual se especuló sobre la posibilidad de
que pidiera al gobierno estadounidense el aplazamiento de cualquier acción militar
para después del verano. El canciller Jack Straw aceptó, en entrevista
con la prensa, que ahora las posibilidades de guerra se situaban en un 40%, aunque
algunos observadores señalaron la ambigüedad y poca credibilidad de estos
gobernantes.
Bachar al Assad, presidente sirio, visitó Argelia y conjuntamente
con el presidente Bouteflika se pronunció enérgicamente contra la agresión
a Iraq. Por momentos, llegaban mensajes de cierta distensión, a tal punto
que el periódico británico The Sun afirmó esa semana que las posibilidades de
guerra se habían reducido de un 60 a un 40%.
Pero estas impresiones duraban poco y usualmente las hacían
desaparecer desde Washington los principales halcones de la administración,
Rumsfeld, Condolezza, Cheney y otros. «Si no se desarma lo desarmaremos»,
repetían, dando por confirmada la existencia de las armas de destrucción
masiva que ciento y tantos inspectores en sus visitas a más de dos centenares
de lugares, no encontraban por ninguna parte. Sobre esto último casi no hablaban
los medios cómplices de la línea guerrerista, practicando la «libertad
informativa» orientada por los grandes intereses.
Desde Bagdad, apreciábamos como se continuaba avanzando en el camino
hacia la guerra. En los últimos días la prensa iraquí incluía más
información acerca de las reuniones del presidente Saddam Hussein con los altos
jefes militares, los máximos dirigentes del partido Baas y el
gobierno. En una de estas informaciones decía: «Iraq no es Afganistán donde un grupo
de estudiantes religiosos sin experiencia tomó el poder. El pueblo no
se deja intimidar con la guerra psicológica, está preparado. Los combatientes afganos
no tenían reservas, los pilotos norteamericanos los veían desde el
aire. En Iraq no es así».
La prensa internacional también publicó que se habían efectuado
ejercicios de defensa en todo el país, la televisión nacional mostró desfiles
de milicias armadas en distintas ciudades, muchos portando fusiles AKM
y lanzagranadas RPG-7. Pero en Bagdad, aunque algo se hacía, la
preparación para la guerra era mínima. Por esos días, pudimos observar desde la
azotea de la embajada, cómo se impartían clases de tiro por
instructores de las fuerzas armadas a las alumnas de una escuela secundaria cercana.
Por otra parte, continuaban llegando informaciones sobre nuevas
movilizaciones de tropas y medios de EE. UU. y Gran Bretaña. El
secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, anunciaba el nuevo envío de 35 000
hombres al golfo y el Ministro de Defensa británico informó de la salida del
portaviones
Arc Royal
con un destacamento naval. Televisoras internacionales
afirmaban que para finales de este mes habrían unos 100 000 soldados
en la región, de los cuales menos de dos tercios serían tropas de combate,
lo que nos parecía todavía insuficiente para lanzar una ataque por tierra.
El canciller alemán, Schroeder, de visita en China, reiteraba la
fuerte oposición alemana a la guerra y prometía hacer todo lo posible por
evitarla. El líder francés, Jacques Chirac, dijo, por su parte, que la fuerza
era la peor solución y que Francia continuaría buscando una alternativa
diplomática. Una encuesta de Le Figaro, situaba al 77% de los franceses en
contra de la guerra y la Unión Europea inició una gestión con una delegación
presidida por el canciller griego para hacer un recorrido por el Medio Oriente
con el declarado propósito de frenar la variante bélica. En Europa era
fuerte y mayoritaria la posición contraria a los planes de EE. UU. e
Inglaterra a los cuales se había sumado de manera sumisa, con alardes e ínfulas de
gran potencia, el presidente del gobierno español José María Aznar, en
contra de la voluntad de su pueblo.
El periódico turco Hurriyet, publicó un análisis en ocasión
de la visita a Ankara del Ministro de Defensa británico, donde decía que: «esta
visita ha levantado rencores históricos que provienen de la Primera Guerra
Mundial y de la forma en que Gran Bretaña desalojó las tropas turcas del norte
de Iraq y le negó a Turquía el derecho al petróleo de Kirkuk y Mosul» y
reseñaba manifestaciones contrarias a la presencia militar inglesa. El
canciller Yarkis, en declaraciones para el mismo periódico, dijo: «el pueblo turco no
aceptaría una solución en la que miles de soldados norteamericanos se queden
en Turquía o pasen por su territorio. Hay que tener en cuenta la
opinión del pueblo. La constitución establece que el Parlamento se pronuncie y
es difícil esperar que este vaya en su contra».
Aunque también se publicaron informaciones en el sentido de que ya
Turquía había dado permiso a técnicos militares estadounidenses para
que inspeccionaran sus bases aéreas y puertos con vistas a preparar las
condiciones para su utilización, las posiciones públicas de los dirigentes y la
presión de las masas en la calle se pronunciaban en otra dirección.
Sin posibilidades reales de introducir grandes contingentes de
tropas por la frontera turca en el norte, la operación militar se haría más
complicada para EE. UU., sobre todo si se tiene en cuenta que Arabia Saudita, quien
posee otra larga frontera en el oeste, afirmaba que no prestaría su
territorio para una agresión. En tales circunstancias, a las fuerzas de EE. UU. les
quedaría únicamente la posibilidad de entrar por la frontera kuwaití desde el sur, con
las dificultades que implicaba invadir desde un solo frente, que además,
ya estaba anunciado.
Por esos días, los dirigentes turcos se referían a sus «históricos
derechos» –respaldados «según alegaban» por los Acuerdos de Lausana de 1923–,
sobre la zona de Kirkuk y Mosul y a que se les entregara una cuota de
petróleo. Al propio tiempo, a Bagdad llegaba el Ministro de Comercio de Ankara
como enviado especial del Primer Ministro, con un mensaje para el
presidente Hussein.
Teniendo en cuenta estas informaciones, antes de mediados de enero y
buscando una visión directa de la situación en el norte y en las
inmediaciones de la frontera con Turquía y el Kurdistán, organizamos una visita a
Mosul, considerada la segunda o tercera ciudad en importancia del país.
Desde Bagdad, son unos 400 km, que se pueden hacer en unas 4 horas
de viaje por una carretera que es en parte autopista y estaba en buenas
condiciones; pero en el camino nos esperaban sitios muy interesantes que
aprovecharía para visitar, partimos antes de las siete de la mañana.
Al igual que en nuestro viaje anterior, la espesa niebla del
amanecer entorpecía la visibilidad y se imponía ir a una velocidad moderada.
Una hora después, llegamos a Samarra, nuestro primer objetivo, célebre entre
otras cosas por el minarete helicoidal de la Gran Mezquita de los Viernes,
con sus 52 m de altura. Pero hay muchas otras cosas importantes en la
ciudad, cuyo nombre, de origen arameo, se remonta a la época del Imperio Asirio.
Alcanzó su esplendor en el siglo IX, cuando el Califa Al Moutassim la elige
como capital. Es un importante centro histórico de la secta chiíta, lugar
hasta el que hacen peregrinaje sus fieles para visitar el mausoleo donde se
encuentran los restos del 9° y el 10° Imán y el subterráneo en el que desapareció
el 12°, nombrado el Mahdi (aquel que fue guiado) y quien según creen,
reaparecerá al final del mundo para restablecer la justicia.
Tras un rápido recorrido por la ciudad, su renombrada torre y otros
lugares, continuamos viaje con la carretera algo más despejada de neblina.
Pasamos por Tikrit sin entrar en él, circunvalándolo. Este pueblo, conoció
un importante desarrollo en los últimos veinte años, debido a que es el lugar de
nacimiento de Saddam Hussein y su antecesor, el presidente Ahmed Asan al-Bakr,
primero en ese cargo después de la revolución baasista de 1968.
Pero Tikrit era famosa aun antes, por ser también el pueblo de
origen de Salah Eddine al-Ayyoubi, conocido en Occidente como Saladino I,
quien libró numerosas batallas contra los cruzados y finalmente los derrotó en
1187 en Hittin, Palestina, tomó Jerusalén e hizo reconstruir la famosa
Mezquita de Al Aqsa o de la Roca. En estas tierras, cada piedra tiene una larga
historia que contar y todo está muy vinculado a los orígenes de las creencias
religiosas, desde mucho antes del surgimiento del monoteísmo.[17]
Pasamos cerca de Beiji, centro de una importante refinería e
industrias derivadas del petróleo y uno de los puntos de origen del oleoducto
que sale por la frontera turca hacia el mar Mediterráneo. El tráfico en la
autopista se complicó por los numerosos camiones cisternas que iban y venían
cargando petróleo hacia Turquía.
Durante la mayor parte del camino fuimos observando si existían
preparativos para la defensa en estos territorios. En las cercanías de Tikrit
había campamentos de unidades militares, al parecer, establecidas de forma
permanente desde hacía tiempo, en ciertos lugares encontramos líneas de
trincheras vacías y obras ingenieras muy elementales, algunas preparadas como
obstáculos para tanques. Pero la presencia física de tropas y
armamento era mínima, solamente en los cruces de caminos habían levantado, con
sacos terreros, piedras y lomas de tierra, pequeños fortines que
pretendían defender la carretera principal, aunque visibles desde muy lejos al
sobresalir por encima de cualquier obstáculo y más bien parecían construidos para llamar
la atención. No se apreciaba que hubiesen cavado para proteger mejor la escuadra
de los soldados destacados en ellos.
En varios pueblos y aldeas vimos grupos de campesinos recibiendo
entrenamiento militar, podían ser también miembros de las tribus de la zona o
militantes del partido Baas. Guardias vestidos de uniforme verde les
enseñaban el manejo de fusiles. Sabíamos que en Iraq se podía hallar un arma
de fuego casi en cada casa, a esto se sumaba la información de que el
gobierno había estado distribuyendo, en las últimas semanas, miles de fusiles
AKM y posiblemente otro tipo de armamento ligero. Lo que veíamos nos lo
confirmaba en parte.
Dejamos atrás el entronque que iba hacia Assour, ciudad fundada en
el tercer milenio a.n.e. y devenida después capital del Imperio Asirio.
Assour era también el nombre del Dios predominante entonces, simbolizado
por un hombre-pájaro.
Nos desviamos a la izquierda cuando nos faltaban unos 100 km para
llegar a Mosul. Visitamos Hatra, uno de los más grandes sitios
arqueológicos de Iraq y uno de los menos conocido. Tuvimos que internarnos unos 30
km por una estrecha carretera que atraviesa campos de cultivo, en un
tiempo conocidos como el granero de Mesopotamia. Aún hoy se cosecha el
trigo y proporciona alimento a numerosos rebaños de carneros. En una vuelta
del camino sobre una colina, nos sorprendieron las macizas
construcciones de templos y palacios que aún se presentan imponentes y están
considerados entre las ruinas más grandes y mejor conservadas de Mesopotamia. Un
custodio guía, que al parecer vivía en el solitario lugar, nos explicó
detalles en el rápido recorrido antes de regresar al auto para tratar de llegar a
Mosul sin más demora.
Alrededor de las tres de la tarde entramos a Mosul, nos alojamos y
almorzamos en el hotel Ninevah Palace. El cinco estrellas, situado
en una pequeña elevación y algo maltratado, nos ofrecía una magnífica vista
sobre el Tigris, que aquí parece más ancho y caudaloso. La ciudad tiene un
origen mítico, pero su desarrollo más reciente data del siglo V, cuando
creció alrededor de un convento cristiano –creencia extendida por la región desde el
siglo II–, situado en los alrededores de la bíblica Nínive, cuyas ruinas quedan
en la salida de Mosul hacia Erbil. En el 641, fue ocupada por tropas
árabes islámicas y deviene, durante la época del Imperio Omeya, en capital de la
provincia de Al Jazzirah, que se extendía hasta el noreste de Siria.
En 1259, fue parcialmente destruida por los mongoles, pero volvió a
prosperar hasta que, en 1667, un terrible temblor de tierra la arrasó, no
obstante continuó siendo considerada como la principal urbe de la región
norte de Iraq. Poseía un gran mercado y numerosos monumentos, y en su época,
dio nombre a la tela llamada muselina.
Por la tarde recorrimos, de forma apresurada, los principales
lugares históricos, pues el interés principal era avanzar hacia el norte,
acercándonos lo más posible a la frontera turca y del Kurdistán antes de que
oscureciera. Casi de paso, vimos el santuario musulmán de Nabi Younes (Jonás),
uno de los veinticinco profetas reconocidos por esa religión, y el famoso
minarete inclinado y más bien torcido llamado Nouri, que recuerda a la Torre
de Pisa y que fue construido en 1172 para saludar la subida al cielo del
profeta Mohammad.
La ciudad de Mosul, como las que recorrimos antes, presentaba un
aspecto normal, la presencia militar o policial en las calles mantenía los
índices normales, los comercios estaban bien surtidos y el ambiente era
tranquilo, sin tensiones. Las personas con que hablábamos sobre la posibilidad del
conflicto, aceptaban esto con una resignación religiosa, pero la población,
amable y fraternal en el trato hacia los extranjeros, no respondía con
facilidad y tampoco se expresaba con firmeza contra la amenaza de agresión por parte de
EE. UU. Esta gente, sometida a tantos años de guerra, amenazas y
dificultades a causa del embargo, parecían resignadas a aceptar lo que viniera y
por lo general mostraban una actitud distante del problema, como si la
cuestión no estuviera en sus manos o no pudieran influir en lo que iba a
ocurrir. Ello me hizo meditar sobre la actitud de algunos creyentes religiosos que
depositan su destino en las manos de Dios.
Salimos de Mosul rumbo al noroeste, con el objetivo de visitar el
monasterio de Mar Matti (san Mateo), perdido entre las rocas del monte
Maqloub, donde se ocultó originalmente ese monje de la secta cristiana
siriaca[18] para
huir de la persecución en el siglo IV. En el trayecto notamos que
las afueras de Mosul están mejor preparadas para la guerra, su sistema de
trincheras y obras de defensa eran más fuerte y parecían haber sido construidas o
reconstruidas en fecha reciente, lo cual tiene cierta lógica si se considera que
en la cercana frontera con la provincia de Dohuk perteneciente al
Kurdistán (región fuera del control del gobierno central iraquí), había presencia
militar estadounidense y se afirmaba que operaban grupos de los servicios especiales
israelitas. Por primera vez, vi una batería sin emplazar, de grandes cañones que
se me parecieron a los G-5 sudafricanos de 155 mm. Sin embargo, la
presencia de tropas era muy pobre.
2nda parte
[2] Fondo de las Nacionas Unidas para la Infancia.
[3] Comisión Especial de las Naciones Unidas.
[4] Diosa del amor y de las batallas para los babilonios. (N. del
E.)
[5] Gobernante más importante de la primera dinastía de Babilonia,
que según la cronología meda reinó desde 1792 hasta 1750. Líder
militar y gran administrador, fue quien unificó las distintas
entidades políticas de Mesopotamia. (N. del E.)
[6]Patriarca bíblico, considerado por los judíos como padre de los
hebreos. Para los musulmanes, que lo nombran Ibrahim, es un
antepasado de los árabes, debido a que es el padre de Ismael (hijo
de este con Agar, una esclava egipcia). Cristianos, musulmanes y
judíos consideran a Abraham como la encarnación del hombre de fe
inquebrantable. (N. del E.)
[7] Rey de Babilonia (605 – 562 a.n.e.). Conquistó buena parte del
suroeste de Asia Menor y fue el gran constructor de las principales
ciudades del imperio babilónico. Bajo su égida, y gracias a su
triunfo sobre los egipcios en Karkemish (Siria), Babilonia se
convirtió en el principal poder militar del Cercano Oriente. Venció
a los judíos y los llevó cautivos a Babilonia. (N. del E.)
[8] Habitantes de Media, antiguo país de Asia que corresponde a la
zona norte del actual Irán, y que luego de ser dominados
sucesivamente por asirios y escitas, formó parte del Imperio Persa.
Los persas trataron a los medos como sus iguales y se fusionaron con
ellos. (N. del E.)
[9] Tierra o país entre ríos, región situada entre los ríos Tigris y
Éufrates, en la zona que en la actualidad ocupan los estados de Iraq
(principalmente), Irán y Siria, que se convirtió en uno de los
primeros centros de civilización urbana, su riqueza natural ha
atraído siempre a pueblos más pobres procedentes de las regiones
vecinas, y su historia es la de continuas migraciones e invasiones.
La lluvia es escasa en la mayor parte de la región, pero cuando el
fértil suelo se riega a través de canales produce abundantes
cultivos. (N. del E.)
[10] Antigua ciudad de Mesopotamia, está situada entre la actual
Bagdad y el extremo del golfo Pérsico, al sur del curso bajo del río
Éufrates, en el borde del desierto de al-Hajarah. «Ur de los caldeos»,
nombre con que la designan en la Bíblia, hace referencia a los
caldeos (pueblo semita de lengua aramea), asentados en la zona hacia
el 900 a.n.e., de donde, según el Génesis, se inició la migración
hacia Palestina de la familia de Abraham (c.a. 1900 a.n.e.). Fue uno
de los primeros asentamientos fundados por la cultura de El-Obeid en
Sumer (c.a. 4000 a.n.e.) y estuvo entre las ciudades-estado sumerias
más prósperas. (N. del E.)
[11] Iglesia cristiana oriental, continuadora de la doctrina de
Nestorio, arzobispo de Constantinopla que fue condenado por hereje
en el concilio de Efeso (431). Se establecieron como entidad
religiosa independiente cuando un amplio grupo emigró de Bizancio a
Persia (489), para escapar a las persecuciones del Imperio Romano.
Fundaron su centro intelectual en Nisibis (Siria), creando obispados
en Arabia y la India. Obtuvieron la protección legal de los
musulmanes (637), luego de la conquista árabe de Persia. (N. del E.)
[12] Comisión de Naciones Unidas de Vigilancia, Verificación e
Inspección.
[13] Grupo de activismo político.
[14] Turquía ocupó el norte de Chipre en 1974, donde mantiene, desde
entonces, un fuerte diferendo con Grecia.
[15] Eid Fit o ‘Id el fitr es la celebración de la ruptura del ayuno
el día posterior al final del Ramadán, en el que se realizan
oraciones y festejos especiales. (N. del E.)
[16] En el noreste iraquí, en las fronteras con Turquía e Irán,
existen tres provincias cuya población es casi toda de nacionalidad
kurda, donde en ocasiones han encontrado refugio militantes de
organizaciones kurdas de Turquía, que desde hace muchos años luchan
por lograr la autonomía o la independencia del gobierno de Ankara,
el cual ha manifestado muchas veces su preocupación ante la
posibilidad de que la guerra en Irak propicie la independencia de
las tres provincias norteñas y estimule iguales sentimientos en los
millones de kurdos que viven en Turquía.
[17] Doctrina teológica de las religiones basadas en un solo Dios:
islamismo, cristianismo, judaísmo. (N. del E.)
[18] Por usar el siriaco como lengua litúrgica o siria ortodoxa, es
también conocida como iglesia jacobita por Jacobo Baradeo o Iakub
Bar Adai, principal defensor del monofisismo (doctrina que proclama
la naturaleza única de Cristo). Presidida por un patriarca que
reside en la actualidad en Damasco (Siria), sus seguidores radican
en Siria, Líbano e Iraq. (N. del E.)
[Título]
[El Autor] [Indice]
[Introducción]
[Capítulo I]
[Capítulo II]
[Después] [Imágenes]
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