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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 Fidel Castro con los intelectuales NUESTRO DEBER ES LUCHAR 2da parte.

 

 

 

 Fidel Castro con los intelectuales

NUESTRO DEBER ES LUCHAR

Editorial josé martí

 

 

 

Personalidades que intervinieron durante el encuentro

 

Zuleica Romay Guerra (Cuba)

Presidenta del Instituto Cubano del Libro. Premio Extraordinario Casa de las Américas 2012 sobre la presencia negra en las Américas y el Caribe contemporáneos, con su libro Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Abel Prieto Jiménez (Cuba)

Escritor. Fue Ministro de Cultura entre 1997 y 2012. Presidente de la UNEAC entre 1988 y 1997. Actualmente es Asesor del Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fidel Castro Ruz (Cuba)

Comandante en Jefe de la Revolución Cubana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ignacio Ramonet (España)

Periodista y escritor. Especialista en geopolítica y estrategia internacional, y consultor de la ONU. Uno de los promotores del Foro Social Mundial de Porto Alegre. Dr. Honoris Causa de las universidades de Santiago de Compostela, España; Córdoba, Argentina y La Habana, Cuba.

 

 

 

 

 

 

François Houtart (Bélgica)

Sacerdote y sociólogo. Figura reconocida del movimiento antiglobalización. Es uno de los fundadores del Otro Davos y el Foro Social Mundial en Porto Alegre. Premio de la UNESCO Madanjeet-Singh de Fomento por la promoción de la Tolerancia y la No Violencia 2009. Doctor Honoris Causa en Sociología por la Universidad de La Habana.

 

 

 

 

 

Stella Calloni (Argentina)

Periodista y escritora. Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí (1986). Es corresponsal en América del Sur, con sede en Buenos Aires, del periódico La Jornada, de México. Su libro OperaciónCóndor. Pacto criminal constituye una de las más importantes denuncias a las dictaduras del Cono Sur latinoamericano.

 

 

 

 

 

 

Marilia Guimarães (Brasil)

Destacada luchadora e intelectual. Coordinadora del Capítulo Río de Janeiro de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Harri Grünberg (Alemania)

Presidente de la Red Alemana de Solidaridad con Cuba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Adolfo Pérez Esquivel (Argentina)

Premio Nobel de la Paz 1980. Es presidente del Con­sejo Honorario de la Fundación Latinoamericana del Servicio de Paz y Justicia y de la Liga Internacional para los Derechos Humanos y la Liberación delos Pueblos, y miembro del Tribunal Permanente de los Pueblos y del Comité de Honor de la Coordinación Internacional para el Decenio de la No Violencia y de la Paz.

 

 

 

 

 

 

Peter Martin Phillips (EE.UU)

Historiador y profesor. Es el presidente de la Fun­dación Libertad en los Medios. Uno de los líderes del Proyecto Censurado que desde la Universidad Sonoma State de California publica una lista con las veinticinco noticias más censuradas por los medios corporativos estadounidenses.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Atilio Borón (Argentina)

Investigador y profesor de la Universidad de Buenos Aires desde 1986. Premio Internacional José Mar-tí 2009 de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Recibió el Premio Honorífico de Ensayo Ezequiel Martínez Estrada de Casa de las Américas 2004, por su libro Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri.

 

 

 

 

Alejandro Carpio (Puerto Rico)

Profesor, dramaturgo, novelista y ensayista. Gana-dor del accésit del Concurso Latinoamericano de Novela Alba Narrativa 2011 por su obra El papel de lija.

 

 

 

 

 

 

Daniel Chavarría (Uruguay)

Escritor y profesor de la Universidad de La Habana. Premio Nacional de Literatura 2010. Ha obtenido los premios Dashiell Hammett (1992), Planeta (1993), Casa de las Américas (2000), Edgar Allan Poe (2002) y Alejo Carpentier (2004) por varias de sus obras.

 

 

 

 

 

Carlo Frabetti (Italia)

Escritor, guionista de televisión, crítico de cómics y matemático. Autor de más de treinta títulos de divulgación científica y de literatura infantil y juvenil. Ha sido galardonado con el Premio Jaén de Navarra Juvenil por el libro El gran juego (1998).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Carlos Francisco Bauer (Argentina)

Filósofo e historiador. Profesor universitario. En 2011 obtuvo el Premio Pensar a Contracorriente por su texto La huella de Haití entre el latino-americano-centrismo y la historia universal. Otro camino para descolonizar nuestra historia, cultura y Estado. Notas para un proceso de liberación permanente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Rosa María Cruz e Silva (Angola)

Ministra de Cultura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vicente Battista (Argentina)

Narrador, ensayista y dramaturgo. Colaborador permanente de la sección cultural del diario Clarín. Obtuvo el Premio Casa de las Américas por su primer libro de cuentos Los muertos y en 1995 el Premio Planeta por su novela Sucesos argentinos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Santiago Alba (España)

Escritor, ensayista y filósofo. Ha publicado varios libros de ensayo sobre disciplinas como filosofía, antropología y política, además de colaborar como redactor en varias revistas y medios de comunica-ción (Gara, Público, Archipiélago: Cuadernos de crí-tica de la cultura, LDNM y Rebelión, entre otros). Reside en Túnez.

 

 

 

 

 

 

 

Francisco Sesto (Venezuela)

Ministro de Estado para la Reconstrucción de Caracas. Arquitecto y poeta. Fue Ministro del Poder Popular para la Cultura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lisa Hanna (Jamaica)

Ministra de Cultura. Ha sido Diputada del Parlamento durante dos legislaturas por el PNP.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Erika Silva (Ecuador)

Ministra de Cultura. Socióloga. Profesora universitaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Jorgelina Cerritos (El Salvador)

Actriz, poeta y dramaturga. En 2004 recibió el título Gran Maestre en Teatro Infantil en su país. Por sus obras obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia en 2007 y 2008, y el Premio Literario Latinoamericano Casa de las Américas en la categoría de teatro en 2011, así como el V Premio de Teatro Latinoamericano George Woodyard, que entrega la Universidad de Connecticut, EE.UU.

 

 

 

 

 

 

 

Miguel Bonasso (Argentina)

Político, periodista y escritor. Ha colaborado regu­larmente con el periódico Página/12 y el diario Crítica de la Argentina. Obtuvo el Premio Rodolfo Walsh por su novela testimonial Recuerdo de la muerte en 1988 y por Don Alfredo en 1999.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Francisco Romero (Argentina)

Secretario de Cultura de la provincia del Chaco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Katja Klübendorf (Alemania)

Representante del periódico de izquierda Junge Welt, solidario con Cuba. Este es un periódico que se organiza de forma independiente y sus raíces parten de la antigua RDA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esteban Llorach Ramos (Cuba)

Escritor y editor, especialista en literatura infantil. Premio Nacional de Edición 2003. Vicepresidente de la Sección de Literatura Infantil y Juvenil de la Asociación de Escritores de la UNEAC. Profesor Titular adjunto de la Facultad de Comunicaciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Frei Betto (Brasil)

Fraile dominico. Teólogo y escritor de ideas progre-sistas que ha apoyado los movimientos de liberación en América Latina. Ha escrito más de cincuenta libros. En 1985 y 2005 fue premiado con el Jabuti, el premio literario más importante de Brasil. Asesor de movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra. Fue Asesor Especial del presi­dente Lula y Coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero, entre 2003 y 2004.

 

 

 

 

 

 

 

ANEXOS

 

 

 

La Red de Redes En Defensa de la Humanidad (EDH)

La Red de Redes EDH surgió en el 2003 por iniciativa, y como una demostración del espíritu de resistencia y solidaridad contra la campaña anticubana, de destacados intelectuales mexi­canos, al lanzar el «Llamamiento a la Conciencia del Mundo», leído ese mismo año por Pablo González Casanova en el acto del 1ro. de mayo en la Plaza de la Revolución; y tuvo su momento de consolidación en diciembre del siguiente año, en el Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas «En Defensa de la Humanidad», celebrado en Caracas,Venezuela.

Agrupa a destacados escritores, artistas, académicos, abogados, maestros, economistas, religiosos, estudiantes, movimientos sociales, medios de prensa alternativos, universidades y otras instituciones y organizaciones, que constituyen capítulos nacionales —en pocos casos— o se incorporan a las campañas solidarias de manera directa o a través de organizaciones sociales, instituciones y medios alternativos.

La Red establece vínculos de colaboración con otras redes y distintos tipos de frentes y campañas, movimientos sociales y organizaciones, los cuales intercambian permanentemente ideas y coordinan acciones bilaterales o multilaterales. También participa como red a través de sus integrantes, sean personas u organizaciones, en los foros sociales y en otros eventos internacionales junto a otras campañas y redes con objetivos comunes.

Al descansar en una plataforma muy amplia, diversa y progresista, los temas que aborda y las acciones derivadas de ellos son disímiles, pero siempre respetando los principios bajo los que se fundó.

Principales objetivos (declarados en sus eventos fundacionales)

  • Apoyar las luchas de los pueblos del mundo por sus derechos. Mostrar una actitud solidaria con los procesos de cambio social; sustentar y promover la diversidad cultural y los derechos culturales, así como propugnar la defensa del medio ambiente.

  • Oponerse al imperialismo y a sus políticas neoliberales,a los proyectos de uniformidad sociocultural, a la monopolización de conocimientos que deben ponerse al servicio de toda la humanidad y a las guerras imperiales y el terrorismo.

  • Combatir y denunciar las agresiones imperiales y sus causas.

  • Combatir el hambre, la miseria y las limitaciones en el acceso a la educación y a la salud que aquejan a la mayoría de los seres humanos.

  • Combatir y denunciar cualquier forma de racismo y discriminación. Difundir, promover e impulsar el ejercicio de la autonomía de los pueblos originarios y de los dere­chos fundamentales de las organizaciones campesinas, con el propósito de constituir y hacer valer de abajo arriba los poderes autónomos de comunidades, resistencias y alternativas.

  • Aportar argumentos jurídicos e históricos para denunciar los casos de genocidio, etnocidio y crímenes de lesa humanidad.

  • Desarrollar acciones y un pensamiento alternativo con una cosmovisión propia sobre la base de que: «Un Mundo Mejor es Posible».

El Capítulo Cubano de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad

Fue fundado el 10 de febrero de 2004 en el marco de la XIII Feria Internacional del Libro, y cuenta con una Oficina Permanente en Cuba que está encabezada por un Coordinador Nacional. El Ministerio de Cultura de Cuba apoya la actividad del Capítulo.

Tiene objetivos particulares que constituyen también obligaciones con los movimientos revolucionarios y progresistas del mundo actual. Trabaja por enfrentar y desarticular todo tipo de planes y acciones agresivas contra Cuba, priorizando el combate contra el bloqueo que injustamente impone el imperialismo a nuestro pueblo.

Junto a sus similares de la Red EDH y a todo el movimiento progresista, defiende todas las causas justas del mundo, entre ellas la liberación de los cinco héroes antiterroristas cubanos, injustamente recluidos en prisiones de los EE.UU.

El Capítulo Cubano de la Red En Defensa de la Humanidad apoya y divulga la solidaridad que Cuba presta internacionalmente en la atención de la salud y la educación de los desposeídos del mundo, a pesar de los efectos devastadores del bloqueo, demostrando la posibilidad real de aliviar los problemas de la humanidad mediante una voluntad política verdaderamente solidaria.

También moviliza la opinión pública internacional ante campañas ofensivas, mal intencionadas y peligrosas, ya sea contra nuestro país o contra cualquier país del mundo, en las que se amenace con violar los derechos de su autodeterminación y se intente inmiscuirse en sus conflictos internos.

Para lograr efectivamente tales fines, el Capítulo Cubano de la Red EDH se ha propuesto:

  • Asegurar, en primer lugar, el funcionamiento de la Red dentro del país, mediante un sistema de acciones y coordinaciones.

  • Ejecutar tareas con fines movilizativos y la ejecución de campañas mediante la convergencia de acciones en el marco de los mecanismos de redes.  

  • Obtener con nuestro trabajo resultados tangibles y de impacto mediático sobre la opinión pública y las políticas en beneficio de los ideales con los que se fundó la Red.

  • Respaldar el desarrollo del ALBA como fórmula de integración regional en beneficio de los pueblos, en oposición a las maniobras divisionistas y que privilegian a las élites por parte de las oligarquías y centros hegemónicos.

  • Ampliar la lista de destinatarios de nuestra Red en Cuba y en el mundo, incluyendo a instituciones y personalidades destacadas, que pertenezcan a diferentes sectores nacionales.

  • Reforzar nuestras relaciones con otros capítulos nacionales y trabajar, junto al resto de los capítulos, por crear nuevos.

  • Ampliar las relaciones entre la Red EDH y organizaciones y redes diferentes en otros países con posiciones afines.

  • Lograr que, mediante la comunicación a través de la Red y la organización de eventos, se establezcan contactos entre personalidades destacadas y líderes de opinión que potencien sus iniciativas y capacidad de influencia con el objetivo de propiciar el desarrollo de un pensamiento antihegemónico y, en general, la reflexión crítica y el de-bate de ideas progresistas y revolucionarias.

El objetivo último es generar y canalizar mensajes en los medios masivos y alternativos de comunicación, con el fin de ejercer influencias y movilización sobre la opinión pública con alcance y consecuencias políticas y sociales, más o menos di­rectas, a través de la utilización de las nuevas tecnologías, los medios digitales de comunicación (páginas web, redes sociales, boletines, mensajería, sistemas de comunicación telefónica, forodebates y llamamientos en diferentes idiomas), así como el aprovechamiento de eventos nacionales e internacionales concebidos a propósito por la Red o ya programados.

Acciones destacadas de la Red desde su surgimiento hasta la fecha

Eventos internacionales de relevancia entre los que destacan:

  • Encuentro «En Defensa de la Humanidad», en México, del 24 al 25 de octubre de 2003. Se sentaron la bases de la Red y se dieron a conocer los principios que la regirían. La Declaración de México fue firmada por 89 personali­dades del mundo, entre los que se encontraban Evo Morales, Pablo González Casanova, Alfonso Sastre, François Houtart, Harry Belafonte y Atilo Borón.

  • Encuentro Mundial de Intelectuales «En Defensa de la Humanidad», en Caracas, del 1ro. al 5 de diciembre de 2004. Se deja fundada oficialmente la Red con la participación de intelectuales y artistas de 52 países y diversas culturas, coincidiendo en la necesidad de construir una barrera de resistencia frente a la dominación mundial que hoy se pretende imponer.

  • Encuentro Internacional «Contra el Terrorismo, por la Verdad y la Justicia», en La Habana, del 2 al 4 junio de 2005. Se aprobaron importantes acciones, entre las que se des­tacan el establecimiento de un Observatorio contra el Terrorismo en el hemisferio, la creación de una Base de Datos que recopile información sobre esta política genocida, y la elaboración y publicación de la Enciclopedia del Terrorismo en el hemisferio, con los conceptos y categorías esenciales, los antecedentes de los genocidas, represores y terroristas involucrados, así como la cronología de estos hechos criminales y la caracterización de los componentes nacionales y supranacionales de la maquinaria del terror. Este encuentro fue presidido por nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro.

  • Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas «En Defensa de la Humanidad», Roma 2006, del 11 al 14 de octubre de 2006.

  • VII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios, en La Habana, del 27 al 30 de abril de 2007. Se intercambió experiencias entre representantes de 38 organizaciones, movimientos y redes sociales en su mayoría de América Latina y Estados Unidos.  

  • Encuentro «Armados de Ideas», Intelectuales y Artistas por la Paz y la Soberanía de América Latina y el Caribe, en Caracas, del 12 al 13 de abril de 2008. Dicho encuentro fue presidido por el presidente Hugo Chávez y el minis­tro de Cultura Abel Prieto, donde participaron 82 inte­lectuales y artistas de varios países.

  • Encuentro de Intelectuales y Artistas del Mundo por la Unidad y Soberanía de Bolivia, en La Paz, del 28 al 30 de julio de 2008. Académicos nacionales y extranjeros ratificaron su respaldo al proceso de cambios en Bolivia, y firmaron la Declaración de La Paz.

  • VIII Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad y Asamblea General del Foro Mundial de Alternativas, en Caracas, 13 de octubre de 2008.

  • Taller Internacional en La Habana «Declaración Universal de los Derechos Humanos, 60 años después», 10 de diciembre de 2008. Dicho encuentro fue convocado por los capítulos cubano y venezolano de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad y la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO. Participaron intelectuales, artistas, periodistas, religiosos, activistas sociales y parlamenta­rios, entre los que se destacaron Rafael Cancel Miranda y Sindy Shehan.

  • VIII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios en La Habana, del 3 al 5 de septiembre de 2009.

  • Foro Social Américas, en Asunción, Paraguay, agostode 2010.

  • Fundación del Capítulo Paraguayo de la Red, agostode 2010.

  • IX Taller sobre Paradigmas Emancipatorios, abril de 2011

  • Jornadas del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, La Habana, marzo de 2011.

  • Encuentro–Taller de Coordinadores de la Red, La Habana, 28, 29 y 30 de julio de 2011.

 

Llamamientos y Declaraciones

La Red ha tenido desde sus inicios momentos importantes y relevantes donde se han emitido llamamientos, declaraciones y pronunciamientos a favor de las causas justas de todo el mundo. Muchos de ellos se generaron y aprobaron en encuentros internacionales y otros fueron lanzados en la web ante la inminencia de denuncias y condenas de actos deplorables como la agresividad de Estados Unidos contra nuestro país a raíz de los acontecimientos de 2003, el intento de golpe de Estado en Venezuela, los intentos de dividir Bolivia, la condena por los 10 años de encarcelamiento de nuestros cinco héroes cubanos presos en cárceles estadounidenses, el golpe de Estado en Honduras, la política belicista imperialista en América Latina y el Caribe, y más recientemente el ataque a la flotilla solidaria y de paz en Palestina y la contraofensiva a la campaña mediática contra Cuba. En la mayoría de estas causas se ha logrado mantener un sitio web temático donde aparecen firmas que respaldan el documento e informaciones.

 

 

Llamamiento de Caracas. Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas En Defensa de la Humanidad, diciembre de 2004

Reunidos en Caracas, cuna del Libertador Simón Bolívar, inte­lectuales y artistas de 52 países y diversas culturas coincidimos en la necesidad de construir una barrera de resistencia frente a la dominación mundial que hoy se pretende imponer.

Vivimos en una época donde la carta de la ONU no es respetada; la legalidad internacional ha sido quebrada y quedan abolidos principios como el de la no intervención en los asuntos internos de los estados y el propio concepto de soberanía. Las convenciones de Ginebra sobre prisioneros de guerra y protección de poblaciones civiles han sido violadas; deteni­dos/as son torturados y vejados y se han creado penales sin ley en el territorio usurpado de Guantánamo y en Iraq. La invasión y devastación de Iraq, las amenazas contra otras naciones del Oriente Medio, el martirio del pueblo palestino, las interven­ciones de las grandes potencias en África revelan la decisión de imponer a sangre y fuego un orden basado en la fuerza.

Gran parte de estas agresiones tienen por objeto apropiar­se de las reservas de hidrocarburos, minerales, biodiversidad y agua de los países menos desarrollados. Apoyamos el derecho de los pueblos a mantener el control sobre tales recursos y a repeler las intervenciones expropiadoras.

Los crímenes contra el pueblo iraquí demuestran hasta qué extremos pueden llegar medios y gobiernos que se proclaman defensores de los derechos humanos. La ciudad de Faluya hoy arrasada, quedará como símbolo de resistencia heroica en un momento trágico de la historia. Parte de este proyecto de do-minación es el cobro de una deuda externa ilegítima y el intento de anexión económica de América Latina y el Caribe mediante el ALCA y otros planes y acuerdos lesivos para su independencia y sus oportunidades reales de desarrollo. Crece el peligro de nuevas formas de intervención y agresión frente al auge de las luchas sociales y al proceso de cambios que vive la región. Las nociones de «guerra preventiva» y «cambio de ré-gimen», proclamadas en la doctrina oficial del gobierno de Estados Unidos, se alzan amenazantes frente a todo país que nose pliegue a los intereses imperiales o que tenga una importancia estratégica. Un ejemlo es la reciente intervención en Haití. Hoy más que nunca resulta necesario movilizar la solidaridad con Venezuela, Cuba y todas las causas populares del continente.

Expresamos además nuestra solidaridad con los pueblos de Iraq, Palestina, Afganistán y todos los que resisten la ocupación y agresión imperialistas.

Un componente crucial de la lucha global ante las aventuras imperialistas, junto con las fuerzas que en Europa, América Latina y otras partes del mundo se han manifestado contra la guerra, es sin duda la movilización de los sectores más conscientes del pueblo estadounidense.

Condenamos el terrorismo, pero nos oponemos a la utilización política que se ha hecho de la llamada «guerra contra el terrorismo», y a la apropiación fraudulenta de valores y conceptos como democracia, libertad y derechos humanos. Rechazamos que se llame terrorismo a las luchas de resistencia de los pueblos y guerra contra el terrorismo a las agresiones de los opresores.

Mientras se dilapidan recursos incalculables en la industria militar, otro exterminio silencioso y devastador tiene lugar cotidianamente a causa del hambre, los problemas sociales, la pobreza extrema, las enfermedades curables y las epidemias. El sufrimiento que padecen los pueblos de África, de Asia y de América Latina y el Caribe, como resultado de las políticas promovidas por las instituciones financieras internacionales, es ignorado por los que pretenden dominar el mundo y las élites globales que se benefician del pillaje neocolonial. La ausencia de programas para la solución real de estos problemas es otro signo de la deshumanización que caracteriza nuestra época.

Hacemos nuestras las luchas de los trabajadores/as, de los campesinos/as, de los desocupados/as, de los precarizados/as, de los explotados/as, de los excluidos/as, de las mujeres, de los pueblos indígenas, afrodescendientes y originarios, de los migrantes, de las minorías sexuales, los niños sin amparo y las víctimas del comercio sexual. Apoyamos y nos comprometemos con las reivindicaciones de quienes defienden sus dere­chos y su identidad frente a las pretensiones totalitarias y homogeneizadoras de la globalización neoliberal.

Desprovista de niveles básicos de alimentación, atención médica, energía eléctrica, vivienda y agua potable, una gran parte de la humanidad es sacrificada por un sistema que ago­ta los recursos naturales, destruye el medio ambiente y con su irracional derroche consumista pone en peligro la supervivencia de la vida misma. Las grandes mayorías tienen un acceso muy limitado a la educación y están excluidas del beneficio que pudieran aportarles las nuevas tecnologías de la información y las de producción de medicamentos genéricos. El sistema económico dominante genera la mercantilización de la mayor parte de la producción intelectual, la privatiza y la convierte en instrumento para perpetuar la concentración de la riqueza y la domesticación de las conciencias. Urge impedir que la OMC, en su política por transformar al mundo en mercancía, aniquile la diversidad cultural.

La concentración de la propiedad de los medios masivos de comunicación convierte la libertad de información en una falacia. El poder mediático, al servicio del proyecto hege­mónico, distorsiona la verdad, manipula la historia, fomenta

la discriminación en sus diversas variantes y promueve la resignación ante el actual estado de cosas presentándolo como el único posible.

Es necesario pasar a la ofensiva con acciones concretas. La primera de ellas, decidida en este encuentro, consiste en crear una red de redes de información, acción artística cultural, solidaridad, coordinación y movilización que vincule a intelectuales y artistas con los foros sociales y las luchas populares, y garantice la continuidad de estos esfuerzos y su articulación en un movimiento internacional «En defensa de la humanidad».

Es fundamental contrarrestar la propaganda de los centros hegemónicos haciendo circular las ideas emancipatorias a través de todas las vías: emisoras de radio y televisión, Internet, prensa alternativa, cine, medios comunitarios y otras, y difundir los proyectos de desarrollo y las experiencias de participación y educación populares, para que puedan convertirse en referentes de la reconstrucción de las utopías que impulsan la historia.

La realidad venezolana demuestra que la movilización po­pular es capaz de conquistar y mantener el poder para el pue­blo y promover y defender grandes transformaciones en su beneficio. Nuestra gratitud al gobierno bolivariano, al pueblo de Venezuela y a su presidente, Hugo Chávez, por su compro­miso con el futuro de este movimiento internacional.

En esta hora de especial peligro renovamos la convicción de que otro mundo no es solo posible sino imprescindible y nos comprometemos y llamamos a luchar por él con más solidaridad, unidad y determinación. En Defensa de la Humanidad, reafirmamos nuestra certidumbre de que los pueblos dirán la última palabra.

 

 

Ejes temáticos

A partir del encuentro de Caracas la Red de Redes En Defensa de la Humanidad trabaja en diez ejes temáticos:

  1. En defensa de nuestro planeta para todos

  2. En defensa de la integración de los pueblos

  3. En defensa de una economía emancipadora y solidaria

  4. En defensa de la soberanía y la legalidad internacional

  5. En defensa de la unidad en la diversidad y la cultura para todos

  6. En defensa del conocimiento para todos

  7. En defensa de la participación popular

  8. En defensa de la veracidad y la pluralidad informativa

  9. En defensa de la memoria

  10.  En defensa de la paz

 

 

 

El Bien Común de la Humanidad, paradigma del socialismo y concepto unificador de las luchas sociales

François Houtart

El panorama general de la situación del planeta y de la huma­nidad a largo plazo es inquietante. No se trata de concentrarse solamente sobre la crisis financiera, que puede encontrar soluciones a mediano plazo, dentro de la lógica del capitalismo. Así, una combinación entre medidas neoliberales y un en-durecimiento de la lucha de clases, de parte de los dominantes, permitiría hacer pagar la crisis a las clases subalternas y medias. Entonces, el capitalismo podría salir triunfante, mostrando su facultad de superar las crisis a mediano plazo, burlándose de las protestas de los trabajadores y de los indignados. Por otra parte, es probable que si las recomendaciones de la Comisión Stiglitz[1] sobre la crisis financiera y monetaria mundial hubie­sen sido aceptadas, la agravación de la situación de 2011 no habría tenido lugar.

Sin embargo, varios análisis de la evolución de la econo­mía mundial, apuntan a una erosión progresiva del modelo de desarrollo capitalista. Afirman que el capitalismo ha terminado su papel histórico de desarrollo de las fuerzas productivas, construyendo contradicciones tales que lo llevan a una «muerte anunciada» (Samir Amin, Jorge Berstein, Immanuel Wallers­tein, y otros).

La reflexión exige tener en cuenta el conjunto de la realidad, con una perspectiva holística, contraria a la visión del capitalismo que se concentra sobre la acumulación. Según Karl Polanyi, el capitalismo desenclavó la economía de la sociedad, para después imponer su propia lógica del valor, es decir, la mercancía como perspectiva universal. Solamente la reintegración de la economía en la sociedad podrá resolver las contradicciones. Eso significa desarrollar una perspectiva de conjunto, necesaria tanto para una coherencia teórica, como para la convergencia de las luchas.

Hoy en día, un factor que interviene de manera central, es la relación con la naturaleza, lo que fue el tema principal del encuentro del Comandante Fidel Castro con intelectuales invitados a la Feria del Libro de 2012 en La Habana. La conciencia de que la Tierra no es un recurso inagotable, especialmente en materia de energía, el conocimiento más preciso de los daños irreversibles a los ecosistemas debido a la actividad industrial, al tipo de agricultura, al consumo irracional, constituyen factores nuevos que cuestionan el modelo de desarrollo humano prevalente a lo largo de los últimos 500 años. Es también lo que expresó Bolívar Echeverría, hablando de «las ilusiones de la modernidad».[2]

 

Regulaciones versus alternativas

 

Frente a esta situación, aparece más y más claro que las regulaciones no bastan. Es la lógica del sistema la que está en cues­tión. Sin duda un discurso apocalíptico no sirve para la acción. Es el rigor del análisis que puede orientar el futuro y crear un sentido de la urgencia de soluciones radicales. Los múltiples aspectos de la crisis se combinan y todos finalmente tienen su origen en la lógica del capitalismo.

Muchas regulaciones fueron propuestas en instancias internacionales, como las Naciones Unidas, pero el sistema no tiene la capacidad para aceptarlas. Menos todavía puede aceptar alternativas. La Comisión Stiglitz propuso una reforma de los organismos financieros internacionales (Banco Mundial, FMI) y de la OMC y la constitución de un Grupo de Expertos permanente para prevenir las crisis (única medida aceptada por la Conferencia de las Naciones Unidas). Ella recomendó también la creación de un Consejo de Coordinación Económica Global a la par del Consejo de Seguridad (pero con un funcionamiento democrático); la organización de un sistema global de reserva, para ir contra la hegemonía del dólar como moneda de referencia; la institución de una fiscalización internacional; la abolición de los paraísos fiscales y del secreto bancario, y final­mente una reforma de las agencias de certificación.

Al contrario, la OMC y la Unión Europea como muchos países, siguiendo la lógica capitalista, siguieron promoviendo medidas procíclicas (disminución de las políticas sociales, por ejemplo) acentuando el desastre económico. Eso es el resultado de un «capitalismo de generalización de monopolios», como escribe Samir Amin,[3] que impone sus soluciones políticas. En el Sur, se aceleran las actividades extractivas y los monocultivos, con un acaparamiento de tierras, acompañado por la criminalización de las protestas. Se nota en todo el continente latinoamericano (aún en países progresistas)[4] pero también en África y en Asia.

Frente a la crisis climática, las Naciones Unidas organiza­ron varias conferencias: Río de Janeiro, Kyoto, Copenhague, Cancún, Durban, sin hablar de las conferencias específicas sobre los océanos, la biodiversidad, etc. Medidas precisas fueron propuestas para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y disminuir la destrucción ambiental. Las naciones industrializadas frenaron las decisiones o rechazaron todo tipo de compromiso internacional (los Estados Unidos de América en particular). Sin embargo, en este sector también, las regulaciones aceptables tienen sus límites: deben ser market friendly.

La crisis alimentaria, como lo indica muy bien Jean Ziegler,[5] es el fruto de la lógica del sistema económico. En un mundo que nunca ha producido tanta riqueza, no se encuentra la necesaria voluntad política para la aplicación de medidas eficaces. Al contrario, los Estados Unidos, por ejemplo, con menos sobreproducto agrícola, están disminuyendo su ayuda al Programa de las Naciones Unidas para la Alimentación (PAM). La integración de la agricultura en la lógica del capitalismo monopolístico exige una concentración creciente de las tierras, el desarrollo del monocultivo, la desaparición de la agricultura familiar y acentúa a largo plazo el problema alimentario.

La crisis social debida al crecimiento de las desigualdades pide como soluciones reformas estructurales —agrarias, financieras, políticas— que van más allá de la posibilidad de aceptación de las burguesías. El sistema que ellas dominan es tan dogmático que tolera solamente regulaciones ligeras y provi­sionales: programas de lucha contra la pobreza para reducir la presión social, medidas ecológicas cuando la destrucción ambiental afecta la tasa de ganancia (capitalismo verde). Las clases dominantes están convencidas que con regulaciones ligeras, el crecimiento retomará vigor; evidentemente un crecimiento en forma de copa de champagne, como lo indica el gráfico de la distribución de la riqueza en el mundo, realizado por el PNUD y que pone en evidencia su concentración creciente en las ca­tegorías más altas.

 

Un nuevo paradigma de la vida colectiva de la humanidad en el planeta

 

Pero, entre tanto, hay un precio a pagar. Este podría ser tan alto que sea socialmente y ecológicamente insoportable. Es por eso que, en una perspectiva histórica a largo plazo, se plantea la necesitad de alternativas. En otras palabras, se debe definir un nuevo paradigma de desarrollo humano. La situación actual afecta los fundamentos de la vida en el planeta y en particular de la vida humana, que son: (1) la responsabilidad del género humano frente a la supervivencia de la Tierra, (2) la manera de producir las bases materiales de la vida, (3) la organización co­lectiva social y política y (4) la lectura de la realidad y su ética de la construcción social (la cultura). Redefinir un nuevo pa­radigma pasa por la revisión de estos cuatro elementos con el fin de crear las condiciones del Bien Común de la Humanidad, es decir, la producción y la reproducción de la vida.

1. Redefinir las relaciones con la naturaleza: de la explotación al respeto como fuente de vida

La civilización moderna con su control importante de la naturaleza, su alto grado de urbanización, ha hecho olvidar a los seres humanos que, en última instancia, ellos dependen totalmente de la naturaleza para vivir. Los cambios climáticos les recuerdan, a veces con gran brutalidad, esta realidad. Entonces, se trata de definir la relación, no como la explotación de la tierra, en tanto que fuente de recursos naturales capaces de ser reducidos al estatuto de mercancía, sino como la fuente de toda vida, en una actitud de respeto de su capacidad de regeneración física y biológica. Eso evidentemente significa un cambio filosófico radical. Se trata de criticar el carácter puramente uti­litario de la relación, que en el capitalismo llega a considerar los daños ecológicos como colaterales (eventualmente a reducir en la medida de lo posible), pero inevitables, o aún peor, como «externalidades», porque no entran en los cálculos del mercado y consiguientemente en la acumulación del capital. De todas maneras, el principio a defender es la posibilidad para el planeta de ser sustentable, es decir, conservar la integridad de su bio-diversidad y poder renovarse frente a las actividades humanas.

En los pueblos indígenas del continente americano, el concepto de la Madre Tierra (Pacha Mama) es central. Hoy en día se reutilizan varios de los conceptos tradicionales (Sumak Kawsay) como instrumentos de memoria histórica, de reconstrucción cultural y de afirmación de identidad. Pero también estas nociones pueden ser útiles a la crítica de la lógica del capitalismo. En este sentido ellas pueden adquirir un sentido que trasciende la cosmovisión tradicional y tiene un valor universal.

Hemos hecho alusión previamente al aporte de Carlos Marx. Para él, el capitalismo provocó una separación artificial y mecánica entre la naturaleza y el ser humano. La ruptura de equilibrio en el metabolismo, es decir, el intercambio material entre la tierra y la satisfacción de las necesidades de los seres humanos, tal como ha sido definido por el proceso de acumulación del capital, desembocó sobre esquemas irracionales, despilfarros y destrucciones (el 60 % de la producción humana pasa por los océanos). Por eso se debe reducir los flujos energético-natura­les, de manera socialmente justa, para incrementar la calidad de la vida. Según Marx, solamente el socialismo podrá restablecer el equilibrio del metabolismo y poner fin a la devastación de la naturaleza. De verdad los regímenes socialistas no fueron particularmente sensibles a ese aspecto del pensamiento marxista.

La afirmación de una nueva concepción de las relaciones con la naturaleza, conlleva muchas consecuencias prácticas. Una primera aplicación consiste en no aceptar la propiedad privada de lo que se llama «los recursos naturales», es decir, los minerales, las energías fósiles, las selvas. Se trata de un patrimonio común de la humanidad que no puede ser apropiado por individuos y corporaciones, siguiendo la lógica de la economía de mercado capitalista, es decir, en función de intereses privados ignorando las externalidades y orientados por la maxi-mización de la ganancia. Dentro de esta misma perspectiva, la exigencia de introducir los costos ecológicos de toda actividad humana en los cálculos económicos permitiría reducir estos últimos y contrariar la racionalidad instrumental excluyendo las externalidades, que fue unas de las bases del carácter destructivo del capitalismo.

Otro aspecto es el rechazo de la mercantilización de los elementos necesarios a la reproducción de la vida, como el agua y las semillas. Son bienes comunes que deben salir de la lógica de la mercancía y entrar en una perspectiva de gestión común según varias modalidades, que no implican necesariamente la estatización, sino el control colectivo. De manera todavía más concreta, este principio implicaría poner fin a los monocultivos que preparan las regiones inhabitables del futuro. Una tasa sobre los kilómetros recorridos por los productos industriales o agrícolas permitiría reducir tanto el uso de energía como la contaminación de los mares.

Las reservas de biodiversidad tendrían que ser extendidas a más territorios. La promoción de la agricultura orgánica haría parte de este proyecto, como el mejoramiento de la agricultura campesina, más eficaz a largo plazo que la agricultura productivista capitalista. La promoción de convenciones internacio­nales es otro sector de gran importancia. Se puede citar a título de ejemplos, los acuerdos sobre el clima (Kyoto, Bali, Cancún, Durban) a pesar de sus fracasos relativos, sobre la biodiversi­dad (Bonn y Nagoya), sobre la protección de las aguas (ríos y mares), sobre la pesca, sobre los desechos (en particular nu­cleares) y varias otras. El grado de sensibilidad a esta dimen­sión tendría que ser sobre la base de la eficacia internacional de los estados progresistas y podría figurar en la agenda de su política exterior.

2. Reorientar la producción de la base de la vida, privilegiando el valor de uso sobre el valor de cambio

La transformación del paradigma en su relación con la economía consiste en privilegiar el valor de uso en vez del valor de cambio, como lo hace el capitalismo. Se habla de valor de uso cuando un bien o un servicio adquiere una utilidad para satisfacer las necesidades de la vida de uno o de una colectividad. Ellos adquieren un valor de cambio cuando son el objeto de una transacción. La característica de una economía mercantil es privilegiar el valor de cambio. Para el capitalismo, la forma más desarrollada de la producción mercantil, este último es el único «valor». Un bien o un servicio que no se convierte en mercancía, no tiene valor, porque no contribuye a la acumulación del capital, fin y motor de la economía (M. Godelier, 1982). En esta perspectiva, el valor de uso es secundario y, como lo escribe István Meszáros, «él puede adquirir el derecho a la existencia si se amolda a los imperativos del valor de cambio».[6] Aún se pueden producir bienes sin ninguna utilidad a condición de que sean pagados (la explosión de los gastos militares, por ejemplo, o los elefantes blancos de la cooperación internacional). Se crean necesidades artificiales (por la publicidad), también se amplían los servicios financieros en burbujas especulativas. Al contrario, poner el acento sobre el valor de uso hace del mercado un servidor del sistema de las necesidades/capacidades humanas.

De verdad, el concepto de necesidades es relativo. Cambia con las circunstancias históricas y el desarrollo de las fuerzas productivas. Es por eso que Marx habló de las capacidades, es decir, de la posibilidad de cumplir con la satisfacción. El principio es que todos los seres humanos tienen el derecho a satisfacer sus necesidades vitales. Es lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos afirma de manera enfática. Sin embargo, eso no se realiza en abstracto, sino en circunstancias económicas, sociales y políticas bien determinadas. La relatividad no puede significar desigualdades injustas, los unos teniendo más necesidades que otros en función de su situación de clase, de género o de etnicidad. La satisfacción de las necesidades básicas tiene que ser definida por la comunidad a diversos niveles, dentro de un proceso democrático y por organismos competentes (parlamentos nacionales e internacionales, asambleas representativas). Es lo que se podría llamar el establecimiento de una «economía moral», es decir, sometida a imperativos éticos que contradicen la predominancia del va­lor de cambio en tanto que fuente de acumulación del capital y fin de la economía.

Eso no es posible sin poner en cuestión la propiedad pri­vada de los principales medios de producción, lo que precisamente permite el ejercicio de un poder de decisión a favor de los detentores de los bienes de capital y una subordinación del trabajo al capital, real (directamente por el salario) o formal (indirectamente por otros mecanismos, como políticas monetarias, déficits y deudas de los Estados, especulación sobre los precios de los alimentos y de la energía, privatizaciones de los servicios públicos, etc.).[7] Es el control exclusivo del capital sobre el proceso de producción que también es, al origen de la degradación del trabajo mismo y de la no valoración del trabajo de las mujeres, esencial, sin embargo, en la reproducción de la vida en todas sus dimensiones. De verdad, la estatización completa como contrapuesta al mercado total no es una solución satisfactoria, como las experiencias socialistas del pasado lo comprobaron. Existe una multitud de formas de control colectivo, desde las cooperativas hasta las asociaciones de ciudadanos.

De ahí una definición totalmente diferente de la economía. No se trata más de producir un valor agregado en beneficio de los propietarios de los bienes de producción o del capital financiero, sino de la actividad colectiva destinada a asegurar las bases de la vida física, cultural y espiritual de todos los seres huma­nos en el planeta. No se puede aceptar una economía mundial y nacional basada en la explotación del trabajo para maximizar la tasa de ganancia, ni una producción, de bienes y servicios destinados al 20 % de la población mundial que tiene un poder de compra bastante elevado, dejando a los demás excluidos de la repartición, porque no producen un valor agregado y no disponen de ingresos suficientes. Redefinir la economía significa, de esta forma, un cambio fundamental. Evidentemente privi­legiar el valor de uso, lo que implica un desarrollo de las fuerzas productivas, debe realizarse de acuerdo con el primer fundamento, el respeto a la naturaleza y también con los otros dos que abordaremos más adelante, la democracia generalizada y la interculturalidad. No excluye los intercambios, necesarios también a satisfacer nuevos valores de uso, pero a condición de no crear desequilibrios en el acceso local a valores de uso y de incluir las externalidades en el proceso.

Privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio sig­nifica también redescubrir el territorio. La globalización hizo

olvidar la proximidad para favorecer los intercambios globales, ignorando las externalidades y dando la prioridad al capital financiero, el más globalizado de los elementos de la economía por su carácter virtual. El territorio como espacio de actividad económica, pero también de responsabilidad política y de in­tercambio cultural, es el lugar de otra racionalidad. En la pers­pectiva del capitalismo, la ley del valor impone la prioridad de la mercantilización y por eso se privilegian, por ejemplo, los cultivos de exportación sobre la producción de alimentos para el consumo local.

Eso nos lleva a las medidas concretas, que son numerosas y de las cuales daremos solamente algunos ejemplos. Desde un punto de vista negativo, no se puede aceptar la prioridad del capital financiero y por eso se debe abolir los paraísos fiscales en todas sus modalidades, tanto como el secreto bancario, dos instrumentos poderosos de la lucha de clases. También esta­blecer una tasa sobre los flujos financieros internacionales (tasa Tobin) podría reducir el poder del capital financiero. Las «deudas odiosas» deben ser denunciadas después de audits, como se hizo en el Ecuador. No se puede admitir la especulación sobre los alimentos y la energía. Alargar la «esperanza de vida» de los productos industrializados permitiría un gran ahorro de materias primas y de energía, disminuiría la ganancia artificial del capital solamente por la rapidez de su rotación.

La economía social, como se sabe, se construye sobre otras bases lógicas que las del capitalismo. De verdad, está todavía marginal frente a la inmensa concentración del capital oligopólico, pero es posible incentivar varias de sus formas. La restauración de los bienes comunes privatizados por el neoliberalismo es también una vía fundamental de nueva construcción social, en muchos dominios: servicios públicos como el agua, la energía, los transportes, las comunicaciones, la salud, la educación, la cultura, todo lo que ahora entra en el «sistema de necesidades/ capacidades»).

3. Reorganizar la vida colectiva por la generalización de la democracia en las relaciones sociales y las instituciones

Un tercer eje en la revisión de los fundamentos de la vida colectiva, en función del nuevo paradigma del Bien Común de la Humanidad, está constituido por una generalización de la de­mocracia, no solamente aplicada al sector político, sino también al sistema económico, en las relaciones entre hombres y mujeres, y en todas las instituciones. En otras palabras, la democracia formal, a menudo utilizada como una manera de establecer una igualdad artificial, reproduciendo de hecho de-sequilibrios sociales no reconocidos, debe transformarse en la formulación política de la solidaridad. Eso implica, en particular, una revisión del concepto del Estado y una reivindicación de los derechos humanos en todas sus dimensiones, individuales y colectivas. Se trata de hacer de cada ser humano, sin distinción de raza, de sexo, de clase, un sujeto de la construcción social y así revalorizar la subjetividad.[8]

La generalización de la democracia vale también para el diá-logo entre las instancias políticas y los movimientos sociales. La organización de instancias de consulta y de diálogo pertenece a la misma concepción, respetando la autonomía mutual. El proyecto de un Consejo de movimientos sociales en la arquitectura general del ALBA es una tentativa original en este sentido. El concepto de sociedad civil a menudo utilizado a este propósito no deja de ser ambiguo, porque ella es también el lugar de las luchas de clases: existen en realidad una sociedad civil de abajo y una de arriba, y la utilización no calificada del término permite muchas veces crear la confusión y presentar soluciones sociales que ignoran las diferencias de clases.[9] Por otra parte, formas de democracia participativa, como se en­cuentran en varios países latinoamericanos, entran también en la misma lógica de democracia generalizada.

Otras instituciones son concernidas por el mismo principio. Nada menos democrático que el sistema económico capitalista, con la concentración del poder de decisión en pocas manos. Lo mismo vale para los medios de comunicación social y se aplica también a todas las instituciones sociales, sindicales, culturales, deportivas, religiosas.

La destrucción de la democracia por el capitalismo, especialmente en su fase neo-liberal, ha sido tal que las sociedades, a todos los niveles, se organizan en función de las ventajas de una minoría, provocando un grado de desigualdad en el mundo, nunca visto antes en la historia humana. Restablecer un funcionamiento democrático como paradigma universal constituye entonces un pilar del Bien Común de la Humanidad.

4. Instaurar la interculturalidad en la construcción del Bien Común universal

Dar a todos los saberes, todas las culturas, las filosofías, las religiones, la posibilidad de contribuir al Bien Común de la Humanidad, es el objetivo de la revisión de este fundamento cultural. Eso no puede ser el papel exclusivo de la cultura occidental que en realidad está actualmente identificada con la concepción del desarrollo, eliminando o marginalizando todas las otras perspectivas. Se debe descolonizar el imaginario.[10] Eso implica tanto la lectura de la realidad, su interpretación o su anticipación como la ética necesaria a la elaboración del Bien Común de la Humanidad, la dimensión afectiva necesaria a la autoimplicación de los actores y las expresiones estéticas y prácticas.

Sin embargo, no basta la multiculturalidad. Se trata de la promoción de una interculturalidad abierta, es decir, de culturas en diálogo, con posibles intercambios. Las culturas no son objetos de museo, sino elementos vivos de una sociedad.

La cultura incluye una dimensión espiritual, propia del ser humano, que lo lleva más allá de lo cotidiano. Este tema es central en un tiempo de crisis de civilización. Existe en el mundo entero una búsqueda de sentido, por la necesidad de redefinir las metas mismas de la vida. La espiritualidad es la fuerza que trasciende la materia y da a esta un sentido. Las fuentes de espiritualidad son numerosas y se sitúan siempre al interior de un contexto social y ellas no pueden existir sin una base física y biológica. El ser humano es uno: su espiritualidad presupone la materia y su materialidad no tiene sentido sin el espíritu. Una visión culturalista de la espiritualidad, ignorando la materialidad del ser humano, es decir, el cuerpo para el individuo y la realidad económicopolítica para la sociedad, es una desviación conceptual, llevando al reduccionismo (la cultura como único factor de cambio) o a la alienación (la ignorancia de las estructuras sociales).

El Bien Común de la Humanidad como objetivo global

De todo lo dicho anteriormente, se concluye que el Bien Común de la Humanidad es el fruto de una adecuada realización del conjunto de los cuatro ejes fundamentales de la vida colectiva de los seres humanos en el planeta (que de hecho son cuatro relaciones sociales). Tales como son definidos por el capitalismo, garantizados por las fuerzas políticas y trasmitidos por la cul­tura dominante, ellos no son sostenibles y entonces no pueden asegurar el Bien Común de la Humanidad. Al contrario, sus aplicaciones contradicen la reproducción de la vida. El concepto de Bien Común de la Humanidad es una noción dinámica, porque su contenido debe ser permanentemente redefinido.

Se podría objetar que eso es una utopía. Además del hecho de que los seres humanos necesitan utopías y que el capitalismo ha destruido el pensamiento utópico, anunciando el fin de la historia (no hay alternativas), se puede afirmar que la bús­queda del Bien Común de la Humanidad es bien una utopía, no en el sentido de una ilusión, sino de lo que no existe hoy, pero que puede existir mañana. Al mismo tiempo, la utopía conserva también una dimensión dinámica: siempre habrá un mañana. Todo régimen político o movimiento religioso que se identifica con la utopía, termina en catástrofe. Se trata de un llamamiento a caminar.[11] En este sentido, no se trata de «una utopía inofensiva». Eso se comprueba por los centenares de miles de movimientos sociales, de organizaciones de ciudadanos, de grupos políticos, que cada uno en su lugar específico luchan por mejores relaciones con la naturaleza y por su protección, por una agricultura campesina y orgánica, por una economía social, la abolición de las deudas ilícitas, la apropiación colectiva de los medios de producción, la primacía del trabajo sobre el capital, la defensa de los derechos humanos, por una democracia participativa y por la valorización de las culturas. Los foros sociales mundiales permiten visualizar esta realidad, lo que crea progresivamente una nueva conciencia social global.

Sin embargo, es un proceso dinámico que necesita una visión de conjunto coherente, como base de una convergencia en la acción, con el fin de construir una fuerza capaz de revertir el sistema dominante contemporáneo, tanto en sus dimensiones económicas, como sociales, culturales y políticas. Es precisamente eso lo que quiere expresar el concepto de «Bien Común de la Humanidad»: una coherencia teórica que reúne los cuatro ejes de la vida colectiva en el planeta y una visión que permite a cada uno de los movimientos y de las iniciativas sociales y políticas, ubicarse en el conjunto.

Evidentemente optar por alternativas al sistema actual y proponer un nuevo paradigma del desarrollo humano, no impide la adopción de medidas para resolver problemas inmediatos, que son productos de la lógica capitalista. Es en este sentido que Rosa Luxemburgo propuso una visión dialéctica de la relación entre reformas y revolución. Así, no se puede despreciar las políticas sociales que tratan de remediar los efectos del neoliberalismo. Para encontrar una solución, teórica como práctica, se debe replantear la cuestión de la transición.

La transición

Como se sabe, Carlos Marx aplicó el concepto de transición al pasaje entre el feudalismo y el capitalismo, mostrando cómo, poco a poco, las formas del primero fueron incapaces de asegurar las condiciones de la supervivencia social y de su progreso, y cómo nuevas formas nacieron hasta transformar el conjunto del modo de producción y de la formación social. La situación hoy en día es diferente, porque si el capitalismo ha desarrolla­do contradicciones nuevas y si algunas formas del socialismo aparecen, el proceso debe ser planificado para acelerarlo. No tenemos el tiempo de una evolución paulatina. La transición debe organizarse, teniendo en cuenta las relaciones de poderes existentes y el estado de las fuerzas de producción, pero no solamente como un proceso, sino como una lucha.

Por eso, la cuestión fundamental es la definición de la meta: se trata de la transición hacia un nuevo paradigma para realizar el Bien Común de la Humanidad, es decir, la producción, la reproducción y el mejoramiento de la vida. Eso contradice fundamentalmente la meta del capitalismo, no solamente en materia económica (la universalidad de la ley del valor), sino también en la política (el Estado al servicio del mercado) y en la cultura (el individualismo consumidor). La transición es necesariamente un proceso que toma tiempo. No solamente el capital, como poder económico monopolístico, es capaz de incitar a la guerra (aun a la amenaza nuclear), de sacrificar millones de personas por el hambre y de corromper las instancias políticas del mundo entero para asegurar su predominio, sino que su lógica ha penetrado la cultura, aun de las clases inferio­res y de las organizaciones de trabajadores, lo que le asegura el ejercicio de una verdadera hegemonía.

Para continuar la reflexión sobre la transición, es impor­tante analizar los procesos en curso. De hecho, las medidas que hoy se llaman «transición» son consideradas de dos maneras diferentes: o como pasos hacia un nuevo paradigma o como una adaptación del sistema existente a nuevas exigencias ecológicas y sociales. No es el vocabulario utilizado lo que hace la diferencia entre las dos tendencias, sino las políticas reales. En los dos casos se pueden utilizar los conceptos de transición al socialismo, de Socialismo del Siglo xxi, del «Buen Vivir», aun de revolución, pero con contenidos diferentes en el plan político.

Lo que se vive en América Latina, con los regímenes progresistas, plantea claramente el problema, con diferencias según los casos. Hay países que optaron por una solución netamente socialdemócrata, donde el capitalismo es la herramienta del crecimiento económico, incluyendo el capitalismo financiero nacional e internacional y donde la justicia social se traduce por programas de redistribución social, a menudo importantes y eficaces, de una parte de la plusvalía (Brasil, Argentina, Nicaragua).

Otros, con un discurso más radical, tienen también programas sociales importantes, hasta consagrarles el 15 o el 17 % del presupuesto nacional; aumentan la recaudación fiscal, pero no buscan un nuevo paradigma de desarrollo. Persiguen, por convicción o por fuerza, un modelo extractivo de creación de riqueza, una dependencia tecnológica y financiera de las empresas multinacionales, favorecen el monocultivo, especialmente para  producir agrocombustibles, siguen políticas ventajosas para grupos sociales que poseen la banca y ciertos negocios internos y externos. El pragmatismo orienta muchas decisiones. Tal vez, como lo decía Álvaro García Linera, el vicepresidente de Bolivia, porque el capitalismo tiene todavía por lo menos 100 años de vida.

De hecho, se aproximan a una adaptación postneoliberal del capitalismo frente a nuevas demandas, por medio de un Estado reconstruido y con varios grados de participación popular (Ecuador, Bolivia, y en parte Venezuela). Comparado con el pasado o con países netamente procapitalistas (México, Chi­le, Colombia) es evidentemente un progreso altamente apreciable y frente a las opciones de las derechas y a las amenazas del imperio, no se pueden equivocar de posición política.

Los logros obtenidos, en parte gracias a la coyuntura económica internacional (los precios de los recursos naturales, situación que sin embargo consolida el lugar del continente en la división internacional del trabajo) y en parte por políticas sociales y culturales audaces, no se pueden negar. Hacer salir de la pobreza a millones de personas es un resultado positivo, porque los hambrientos no sufren ni mueren a medio o largo plazo, sino hoy mismo. Sin embargo, eso no significa necesariamente la adopción de un nuevo paradigma. Tales políticas pueden inscribirse dentro de la lógica del capitalismo, como acciones anticíclicas de tipo neokeynesiano. Una realidad tal fue reconocida por los dirigentes ecuatorianos al final del primer quinquenio de la «Revolución ciudadana»: «No se han logrado cambios profundos en el modelo de acumulación y la estructura de la propiedad».[12]

Otra perspectiva es vincular las políticas sociales con transformaciones estructurales postcapitalistas efectivas: reformas agrarias, respeto de la naturaleza, participación popular y democracia participativa; recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales, apoyo a la agricultura familiar, control popular de los principales medios de producción, soberanía alimentaria, reconocimiento efectivo de las culturas e identidades indígenas, regionalización de las economías, etcétera. En este caso, la transición revestiría otro sentido.

Es evidente que no se puede pedir a Venezuela cerrar inmediatamente sus pozos de petróleo, aun si se sabe que esta actividad contribuye a producir más gases de efecto invernaderos; ni a Indonesia destruir mañana todas las plantaciones de palma; ni a Bolivia cerrar todas sus minas; ni al Ecuador pen­sar que desarrollar una actividad minera podría subvenir a la pronta disminución de la producción petrolera, como fuente de recursos para las políticas sociales.

Pero lo que se debe exigir es la definición de una transición, incluyendo una economía basada sobre el valor de uso y no sobre el valor de cambio, medidas radicales de protección de la naturaleza, hasta prohibir actividades extractivas en ciertas regiones (la filosofía de base del Yasuní va en esta dirección), el respeto de los derechos de las comunidades locales, notable­mente indígenas y un diálogo constructivo con ellas. El complemento de tales políticas sería la aceleración de la regionalización continental para constituir alianzas más sólidas frente a multinacionales, hoy en día vinculadas en un sistema siempre más integrado y que se burlan de las leyes nacionales, que nunca cumplen con los compromisos e imponen sus lógicas a gobiernos incapaces de reaccionar de manera adecuada.

La experiencia de Filipinas en los diez últimos años es con­cluyente: a pesar de una ley de minería, la destrucción ecológica ha sido espantosa; comunidades enteras fueron expulsadas de sus territorios, el número de empleos prometidos no fue respetado y en los primeros ocho años, el Estado recuperó solamente el 11 % de las regalías que tenía que recibir durante la década.[13]

Varios de estos elementos están presentes en las nuevas constituciones latinoamericanas y en algunas políticas reales, que según Samir Amin, pueden considerarse como «avances revolucionarios», pero hasta ahora no se nota un verdadero cambio de paradigma. Pero, de una cierta manera, uno puede preguntarse si para los países progresistas del continente, el primero en el mundo donde hubo nuevas orientaciones anti- neoliberales, existía subjetivamente y objetivamente otra perspectiva.

De hecho, la definición del desarrollo no ha cambiado mucho y se resume en el crecimiento de las fuerzas productivas, de la producción y del consumo, con las medidas tradicionales. Muchos de los actores políticos no han salido de la cultura del desarrollo capitalista, aun cuando quieran luchar contra sus efectos más negativos y aunque integren perspectivas sociales y culturales de gran tamaño. En realidad, comparten la idea de que no se pueden desarrollar las fuerzas productivas sin pasar por la lógica del mercado capitalista. Es lo que piensan también los líderes de los partidos comunistas chinos y vietnamitas, con una teoría muy particular de la transición hacia el socialismo. En varias partes del mundo, de Indonesia a Sri Lanka, de Angola al Mozambique, las experiencias de orientación socialista se terminaron por la adopción del neoliberalismo, probablemente en una gran medida, bajo la fuerza internacional del sistema. Los países socialistas de Europa perdieron la «guerra fría» y adoptaron la peor forma de desarrollo del modelo capitalista: rápido pero desigual.

A primera vista, la experiencia cubana parece también dar razón a los que dudan del socialismo, ya que un sistema rígido de tipo soviético adoptado o impuesto desde fines de los años 60, no permitió un pleno desarrollo socialista de las bases materiales de la vida. Se realizaron logros sociales y culturales realmente revolucionarios y bastante sólidos para resistir al tiempo, pero no sustentables a largo plazo sin un desarrollo paralelo de las fuerzas de producción con participación de los trabajadores, como lo había pensado el Che.[14] Corregir esta situación, como lo indican las medidas de cambio adoptadas en 2011, no es fácil: se trata no solamente del orden económico, sino también de los órdenes político y cultural. Sin embargo, las dificultades parciales de una experiencia, no son evidentemente un argumento suficiente para seguir adoptando un modelo siempre más destructor del planeta y de la vida de una gran parte de la humanidad, como lo hacen las derechas. La originalidad de la situación cubana es que los cambios vienen del interior.

Comprobar que existe la posibilidad de realizar otra forma de desarrollo humano es evidentemente la tarea principal de un proyecto socialista. El nuevo paradigma de la vida colectiva de la humanidad en el planeta, concretizado en las orientaciones de sus elementos fundamentales, parece la vía adecuada. No se trata de una ilusión porque existen múltiples ensayos parciales exitosos y muchas luchas para ampliarlos. En varios movimientos sociales, como dentro de gobiernos latinoamericanos progresistas, hay personas y grupos que luchan para que este nuevo paradigma sea la meta.

La cultura del crecimiento económico y la ausencia de una perspectiva socialista de desarrollo de las fuerzas productivas suficientemente clara, eran los dos primeros obstáculos a una transición de los países progresistas de América Latina, hacia un nuevo paradigma. Pero hay un tercer elemento: la relación de fuerza entre estos países y el capitalismo de monopolio siempre más concentrado en las empresas multinacionales. Estas últimas tienen una superioridad técnica y un poder financiero considerables. Disponen de instrumentos jurídicos tales que son capaces de imponerse sin consideración a las leyes locales. El apoyo que reciben de sus centros políticos respectivos, especialmente de los Estados Unidos y la Unión Europea y la ló­gica dominante de las organizaciones internacionales, como la OMC, el Banco Mundial, el FMI, pone a estos estados, particularmente a los pequeños, en una situación de inferioridad. Solamente un proceso de integración regional permitirá la constitución de un contrapeso real.

Sin embargo, en América Latina, hay una iniciativa que sale de la lógica del capital, el ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América). Sus principios: complemen­tariedad, solidaridad y no competitividad, se aplican a relaciones económicas sociales concretas. Aun si la realización queda limitada a menos de diez países, ella es de primera importancia, porque se inscribe en la lógica del nuevo paradigma. El papel po-tencial de los movimientos sociales, reconocidos como parte integral del proceso, puede ayudar a proseguir en la orienta­ción fundamental. Es a una escala regional que los progresos hacia el nuevo paradigma tienen las mejores posibilidades de realización y el ALBA tiene esta potencialidad.

Las otras iniciativas de integración del subcontinente, promovidas por los regímenes progresistas, aun si no comparten la filosofía del ALBA, realizan un paso notable hacia la «desconexión», según el concepto de Samir Amin. Que sea el Mercosur, el sucre como moneda de intercambio; UNASUR, como órgano de coordinación de América del Sur y recientemente la CELAC reuniendo también a América Central y el Caribe, sin los Estados Unidos y el Canadá, todos estos esfuerzos manifiestan el deseo de desvincularse de la influencia econó­mica y política del norte. No es una salida de la lógica del mercado capitalista, pero es un paso importante hacia una ruptura de la concentración monopolística y en este sentido se trata de una etapa que puede significar una transición hacia un nuevo modelo.

Ideas similares existen en Asia (Grupo de Shanghai, Iniciativa de Chieng Mai) y en África, indicando una dinámica nueva. Sin embargo, solamente serán un paso fundamental si desembocan sobre un nuevo paradigma, que no se realizará sin una conciencia nueva, felizmente acentuada por la crisis, lu­chas sociales organizadas y sustentadas, e iniciativas políticas audaces. Son las condiciones de la supervivencia de la Madre Tierra y de la humanidad.

Es en función de estas realidades y perspectivas de futuro, que se propone la preparación de una Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad paralela a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, retomando los principios de un nuevo paradigma capaz de orientar la era postcapitalista. Serviría de memoria colectiva para un cambio de paradigma, no de falso consenso entre contrarios, sino de instrumento de lucha y de fuente de esperanza para el futuro.

Texto preparado en colaboración con la Fundación Rosa Luxemburgo (Bru­selas) y el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Quito (Ecuador), extracto del documento publicado por Ruth Casa Editorial: De los Bienes Comunes al Bien Común de la Humanidad, 2011.

 

 

[1] The Stiglitz Report, The New Press, New York/London, 2010.

[2] Bolívar Echeverría: Las ilusiones de la modernidad, Editorial Tramasocial, Quito, 2001.

[3] Samir Amin: «Audacia, más audacia», sitio FMA, 2011.

[4]«Etat des résistances dans le Sud: Amérique latine», Alternatives Sud, vol. xviii(2011), no. 4.

[5] Jean Ziegler: Destruction massive. Géopolitique de la faim, Le Seuil, Paris, 2011.

[6] I. Meszáros: El desafío y la carga del tiempo histórico. El socialismo del siglo xxi, CLACSO, Vadell, Buenos Aires/ Caracas, 2008, p. 48

[7] Se estima que el 70 % del trabajo en el mundo es informal, lo que dificulta la organización de los trabajadores. Sin embargo, varios ensayos existen hoy día, como en Nicaragua, la Confederación de los Trabajadores por Cuenta Propia (CTCP-FNT), afiliada a la Federación Nacional de los Trabajadores de Nicaragua (FNT) y a Streetnet Internacional (Orlando Núñez, 2011).

[8] F. Hinkelammert: El sujeto y la ley. El retorno del sujeto, Ministerio de Cultura, Caracas, 2005.

[9] En un barrio pobre de Bogotá, había hace algunos años una inscripción sobre una pared: «Nosotros también tenemos Derechos Humanos».

[10]Ver Raúl Fornet: La philosophie interculturelle, L’Harmattan, Paris, 2011.

[11] Eduardo Galeano escribe a propósito: «Me acerco de dos pasos, ella se aparta de dos pasos. Avanzo de 10 pasos y el horizonte se escapa de 10 pasos más lejos. Yo podía siempre avanzar y nunca la alcanzaré. De qué sirve la utopía ¿precisamente a eso, a caminar». (Maurice Lemoine: Le Monde Diplomatique, diciembre de 2010).

[12] Presentación del informe sobre el quinquenio, por Fander Falconí, Quito, 19 de enero de 2012.

[13] Alyansa Tigil Mina: A Legacy of Disasters. The Mining Situation in the Philip-pines, 2011.

[14] Carlos Tablada: El marxismo del Che y el socialismo del siglo xxi, Ruth Casa Editorial, Panamá, 2007.

 
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