Fidel
Castro con los intelectuales
NUESTRO DEBER ES LUCHAR
Editorial josé martí
Personalidades que intervinieron
durante el encuentro
Zuleica Romay Guerra (Cuba)
Presidenta del Instituto Cubano del Libro. Premio Extraordinario
Casa de las Américas 2012 sobre la presencia negra en las
Américas y el Caribe contemporáneos, con su libro Elogio de
la altea o las paradojas de la racialidad.
Abel Prieto Jiménez (Cuba)
Escritor. Fue Ministro de Cultura entre 1997 y 2012. Presidente
de la UNEAC entre 1988 y 1997. Actualmente es Asesor del
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Fidel Castro Ruz (Cuba)
Comandante en Jefe de la Revolución Cubana.
Ignacio Ramonet (España)
Periodista y escritor. Especialista en geopolítica y estrategia
internacional, y consultor de la ONU. Uno de los promotores del
Foro Social Mundial de Porto Alegre. Dr. Honoris Causa de
las universidades de Santiago de Compostela, España; Córdoba,
Argentina y La Habana, Cuba.
François Houtart (Bélgica)
Sacerdote y sociólogo. Figura reconocida del movimiento
antiglobalización. Es uno de los fundadores del Otro Davos y el
Foro Social Mundial en Porto Alegre. Premio de la UNESCO
Madanjeet-Singh de Fomento por la promoción de la Tolerancia y
la No Violencia 2009. Doctor Honoris Causa en Sociología
por la Universidad de La Habana.
Stella Calloni (Argentina)
Periodista y escritora. Premio Latinoamericano de Periodismo
José Martí (1986). Es corresponsal en América del Sur, con sede
en Buenos Aires, del periódico La Jornada, de México. Su
libro OperaciónCóndor. Pacto criminal constituye una de
las más importantes denuncias a las dictaduras del Cono Sur
latinoamericano.
Marilia Guimarães (Brasil)
Destacada luchadora e intelectual. Coordinadora del Capítulo Río
de Janeiro de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad.
Harri Grünberg (Alemania)
Presidente de la Red Alemana de Solidaridad con Cuba.
Adolfo Pérez Esquivel (Argentina)
Premio Nobel de la Paz 1980. Es presidente del Consejo
Honorario de la Fundación Latinoamericana del Servicio de Paz y
Justicia y de la Liga Internacional para los Derechos Humanos y
la Liberación delos Pueblos, y miembro del Tribunal Permanente
de los Pueblos y del Comité de Honor de la Coordinación
Internacional para el Decenio de la No Violencia y de la Paz.
Peter Martin Phillips (EE.UU)
Historiador y profesor. Es el presidente de la Fundación
Libertad en los Medios. Uno de los líderes del Proyecto
Censurado que desde la Universidad Sonoma State de California
publica una lista con las veinticinco noticias más censuradas
por los medios corporativos estadounidenses.
Atilio Borón (Argentina)
Investigador y profesor de la Universidad de Buenos Aires desde
1986. Premio Internacional José Mar-tí 2009 de la Organización
de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO). Recibió el Premio Honorífico de Ensayo Ezequiel
Martínez Estrada de Casa de las Américas 2004, por su libro
Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y
Antonio Negri.
Alejandro Carpio (Puerto Rico)
Profesor, dramaturgo, novelista y ensayista. Gana-dor del
accésit del Concurso Latinoamericano de Novela Alba Narrativa
2011 por su obra El papel de lija.
Daniel Chavarría (Uruguay)
Escritor y profesor de la Universidad de La Habana. Premio
Nacional de Literatura 2010. Ha obtenido los premios Dashiell
Hammett (1992), Planeta (1993), Casa de las Américas (2000),
Edgar Allan Poe (2002) y Alejo Carpentier (2004) por varias de
sus obras.
Carlo Frabetti (Italia)
Escritor, guionista de televisión, crítico de cómics y
matemático. Autor de más de treinta títulos de divulgación
científica y de literatura infantil y juvenil. Ha sido
galardonado con el Premio Jaén de Navarra Juvenil por el libro
El gran juego (1998).
Carlos Francisco Bauer (Argentina)
Filósofo e historiador. Profesor universitario. En 2011 obtuvo
el Premio Pensar a Contracorriente por su texto La huella de
Haití entre el latino-americano-centrismo y la historia
universal. Otro camino para descolonizar nuestra historia,
cultura y Estado. Notas para un proceso de liberación permanente.
Rosa María Cruz e Silva (Angola)
Ministra de Cultura.
Vicente Battista (Argentina)
Narrador, ensayista y dramaturgo. Colaborador permanente de la
sección cultural del diario Clarín. Obtuvo el Premio
Casa de las Américas por su primer libro de cuentos Los
muertos y en 1995 el Premio Planeta por su novela Sucesos
argentinos.
Santiago Alba (España)
Escritor, ensayista y filósofo. Ha publicado varios libros de
ensayo sobre disciplinas como filosofía, antropología y política,
además de colaborar como redactor en varias revistas y medios de
comunica-ción (Gara, Público, Archipiélago: Cuadernos de
crí-tica de la cultura, LDNM y Rebelión, entre otros).
Reside en Túnez.
Francisco Sesto (Venezuela)
Ministro de Estado para la Reconstrucción de Caracas. Arquitecto y poeta. Fue Ministro del Poder Popular para la
Cultura.
Lisa Hanna (Jamaica)
Ministra de Cultura. Ha sido Diputada del Parlamento durante
dos legislaturas por el PNP.
Erika Silva (Ecuador)
Ministra de Cultura. Socióloga. Profesora universitaria.
Jorgelina Cerritos (El Salvador)
Actriz, poeta y dramaturga. En 2004 recibió el título Gran
Maestre en Teatro Infantil en su país. Por sus obras obtuvo el
Premio Nacional de Dramaturgia en 2007 y 2008, y el Premio
Literario Latinoamericano Casa de las Américas en la categoría
de teatro en 2011, así como el V Premio de Teatro
Latinoamericano George Woodyard, que entrega la Universidad de
Connecticut, EE.UU.
Miguel Bonasso (Argentina)
Político, periodista y escritor. Ha colaborado regularmente con
el periódico Página/12 y el diario Crítica de la
Argentina. Obtuvo el Premio Rodolfo Walsh por su novela
testimonial Recuerdo de la muerte en 1988 y por Don
Alfredo en 1999.
Francisco Romero (Argentina)
Secretario de Cultura de la provincia del Chaco.
Katja Klübendorf (Alemania)
Representante del periódico de izquierda Junge Welt,
solidario con Cuba. Este es un periódico que se organiza de
forma independiente y sus raíces parten de la antigua RDA.
Esteban Llorach Ramos (Cuba)
Escritor y editor, especialista en literatura infantil. Premio
Nacional de Edición 2003. Vicepresidente de la Sección de
Literatura Infantil y Juvenil de la Asociación de Escritores de
la UNEAC. Profesor Titular adjunto de la Facultad de
Comunicaciones.
Frei Betto (Brasil)
Fraile dominico. Teólogo y escritor de ideas progre-sistas que
ha apoyado los movimientos de liberación en América Latina. Ha
escrito más de cincuenta libros. En 1985 y 2005 fue premiado con
el Jabuti, el premio literario más importante de Brasil. Asesor
de movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base
y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra. Fue Asesor
Especial del presidente Lula y Coordinador de Movilización
Social del Programa Hambre Cero, entre 2003 y 2004.
ANEXOS
La Red de Redes En Defensa
de la Humanidad (EDH)
La Red de Redes EDH surgió en el 2003 por iniciativa, y como una
demostración del espíritu de resistencia y solidaridad contra la
campaña anticubana, de destacados intelectuales mexicanos, al
lanzar el «Llamamiento a la Conciencia del Mundo», leído ese
mismo año por Pablo González Casanova en el acto del 1ro. de
mayo en la Plaza de la Revolución; y tuvo su momento de
consolidación en diciembre del siguiente año, en el Encuentro
Mundial de Intelectuales y Artistas «En Defensa de la Humanidad»,
celebrado en Caracas,Venezuela.
Agrupa a destacados escritores, artistas, académicos, abogados,
maestros, economistas, religiosos, estudiantes, movimientos
sociales, medios de prensa alternativos, universidades y otras
instituciones y organizaciones, que constituyen capítulos
nacionales —en pocos casos— o se incorporan a las campañas
solidarias de manera directa o a través de organizaciones
sociales, instituciones y medios alternativos.
La Red establece vínculos de colaboración con otras redes y
distintos tipos de frentes y campañas, movimientos sociales y
organizaciones, los cuales intercambian permanentemente ideas y
coordinan acciones bilaterales o multilaterales. También
participa como red a través de sus integrantes, sean personas u
organizaciones, en los foros sociales y en otros eventos
internacionales junto a otras campañas y redes con objetivos
comunes.
Al descansar en una plataforma muy amplia, diversa y progresista,
los temas que aborda y las acciones derivadas de ellos son
disímiles, pero siempre respetando los principios bajo los que
se fundó.
Principales objetivos (declarados en sus eventos fundacionales)
rechos. Mostrar una actitud solidaria con los procesos de cambio
social; sustentar y promover la diversidad cultural y los derechos culturales, así como propugnar la defensa del medio
ambiente.
Oponerse al imperialismo y a sus políticas
neoliberales,a
los proyectos de uniformidad sociocultural, a la monopolización
de conocimientos que deben ponerse al servicio de toda la
humanidad y a las guerras imperiales y el terrorismo.
Combatir y denunciar las agresiones
imperiales y sus
causas.
Combatir el hambre, la miseria y las
limitaciones en el
acceso a la educación y a la salud que aquejan a la mayoría de
los seres humanos.
Combatir y denunciar cualquier forma de
racismo y dis criminación. Difundir, promover e impulsar el ejercicio de la
autonomía de los pueblos originarios y de los derechos
fundamentales de las organizaciones campesinas, con el propósito
de constituir y hacer valer de abajo arriba los poderes
autónomos de comunidades, resistencias y alternativas.
Aportar argumentos jurídicos e históricos
para denunciar
los casos de genocidio, etnocidio y crímenes de lesa humanidad.
Desarrollar acciones y un pensamiento
alternativo con
una cosmovisión propia sobre la base de que: «Un Mundo Mejor es
Posible».
El Capítulo Cubano de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad
Fue fundado el 10 de febrero de 2004 en el marco de la XIII
Feria Internacional del Libro, y cuenta con una Oficina
Permanente en Cuba que está encabezada por un Coordinador
Nacional. El Ministerio de Cultura de Cuba apoya la actividad
del Capítulo.
Tiene objetivos particulares que constituyen también
obligaciones con los movimientos revolucionarios y progresistas
del mundo actual. Trabaja por enfrentar y desarticular todo tipo
de planes y acciones agresivas contra Cuba, priorizando el
combate contra el bloqueo que injustamente impone el
imperialismo a nuestro pueblo.
Junto a sus similares de la Red EDH y a todo el movimiento
progresista, defiende todas las causas justas del mundo, entre
ellas la liberación de los cinco héroes antiterroristas cubanos,
injustamente recluidos en prisiones de los EE.UU.
El Capítulo Cubano de la Red En Defensa de la Humanidad apoya y
divulga la solidaridad que Cuba presta internacionalmente en la
atención de la salud y la educación de los desposeídos del
mundo, a pesar de los efectos devastadores del bloqueo,
demostrando la posibilidad real de aliviar los problemas de la
humanidad mediante una voluntad política verdaderamente
solidaria.
También moviliza la opinión pública internacional ante campañas
ofensivas, mal intencionadas y peligrosas, ya sea contra
nuestro país o contra cualquier país del mundo, en las que se
amenace con violar los derechos de su autodeterminación y se
intente inmiscuirse en sus conflictos internos.
Para lograr efectivamente tales fines, el Capítulo Cubano de la
Red EDH se ha propuesto:
dentro del país, mediante un sistema de acciones y
coordinaciones.
Ejecutar tareas con fines movilizativos y
la ejecución de
campañas mediante la convergencia de acciones en el marco de los
mecanismos de redes.
Obtener con nuestro trabajo resultados
tangibles y de im pacto mediático sobre la opinión pública y las políticas en
beneficio de los ideales con los que se fundó la Red.
Respaldar el desarrollo del ALBA como
fórmula de inte gración regional en beneficio de los pueblos, en oposición a
las maniobras divisionistas y que privilegian a las élites por
parte de las oligarquías y centros hegemónicos.
Ampliar la lista de destinatarios de
nuestra Red en Cuba
y
en el mundo, incluyendo a instituciones y personalidades
destacadas, que pertenezcan a diferentes sectores nacionales.
Reforzar nuestras relaciones con otros
capítulos nacio nales y trabajar, junto al resto de los capítulos, por crear
nuevos.
Ampliar las relaciones entre la Red EDH y
organizaciones
y
redes diferentes en otros países con posiciones afines.
Lograr que, mediante la comunicación a
través de la Red
y
la organización de eventos, se establezcan contactos entre
personalidades destacadas y líderes de opinión que potencien sus
iniciativas y capacidad de influencia con el objetivo de
propiciar el desarrollo de un pensamiento antihegemónico y, en
general, la reflexión crítica y el de-bate de ideas progresistas
y revolucionarias.
El objetivo último es generar y canalizar mensajes en los medios
masivos y alternativos de comunicación, con el fin de ejercer
influencias y movilización sobre la opinión pública con alcance
y consecuencias políticas y sociales, más o menos directas, a
través de la utilización de las nuevas tecnologías, los medios
digitales de comunicación (páginas web, redes sociales,
boletines, mensajería, sistemas de comunicación telefónica,
forodebates y llamamientos en diferentes idiomas), así como el
aprovechamiento de eventos nacionales e internacionales
concebidos a propósito por la Red o ya programados.
Acciones destacadas de la Red desde su surgimiento hasta la
fecha
Eventos internacionales de relevancia entre los que destacan:
del
24 al 25 de octubre de 2003. Se sentaron la bases de la Red y se
dieron a conocer los principios que la regirían. La Declaración
de México fue firmada por 89 personalidades del mundo, entre
los que se encontraban Evo Morales, Pablo González Casanova,
Alfonso Sastre, François Houtart, Harry Belafonte y Atilo Borón.
Encuentro Mundial de Intelectuales «En
Defensa de la Hu manidad», en Caracas, del 1ro. al 5 de diciembre de 2004. Se
deja fundada oficialmente la Red con la participación de
intelectuales y artistas de 52 países y diversas culturas,
coincidiendo en la necesidad de construir una barrera de
resistencia frente a la dominación mundial que hoy se pretende
imponer.
Encuentro Internacional «Contra el
Terrorismo, por la
Verdad y la Justicia», en La Habana, del 2 al 4 junio de 2005.
Se aprobaron importantes acciones, entre las que se destacan el
establecimiento de un Observatorio contra el Terrorismo en el
hemisferio, la creación de una Base de Datos que recopile
información sobre esta política genocida, y la elaboración y
publicación de la Enciclopedia del Terrorismo en el hemisferio,
con los conceptos y categorías esenciales, los antecedentes de
los genocidas, represores y terroristas involucrados, así como
la cronología de estos hechos criminales y la caracterización
de los componentes nacionales y supranacionales de la maquinaria
del terror. Este encuentro fue presidido por nuestro Comandante
en Jefe Fidel Castro.
Encuentro Mundial de Intelectuales y
Artistas «En De fensa de la Humanidad», Roma 2006, del 11 al 14 de octubre de
2006.
VII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios, en La Habana, del 27 al 30 de abril de 2007. Se
intercambió experiencias entre representantes de 38
organizaciones, movimientos y redes sociales en su mayoría de
América Latina y Estados Unidos.
Encuentro «Armados de Ideas»,
Intelectuales y Artistas
por la Paz y la Soberanía de América Latina y el Caribe, en
Caracas, del 12 al 13 de abril de 2008. Dicho encuentro fue
presidido por el presidente Hugo Chávez y el ministro de
Cultura Abel Prieto, donde participaron 82 intelectuales y
artistas de varios países.
Encuentro de Intelectuales y Artistas del
Mundo por la
Unidad y Soberanía de Bolivia, en La Paz, del 28 al 30 de julio
de 2008. Académicos nacionales y extranjeros ratificaron su
respaldo al proceso de cambios en Bolivia, y firmaron la
Declaración de La Paz.
VIII Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad y Asamblea General del Foro Mundial de Alternativas, en Caracas, 13 de octubre de 2008.
Taller Internacional en La Habana «Declaración Universal de los Derechos Humanos, 60 años después», 10 de diciembre
de 2008. Dicho encuentro fue convocado por los capítulos cubano
y venezolano de la Red de Redes En Defensa de la Humanidad y la
Comisión Nacional Cubana de la UNESCO. Participaron
intelectuales, artistas, periodistas, religiosos, activistas
sociales y parlamentarios, entre los que se destacaron Rafael
Cancel Miranda y Sindy Shehan.
VIII Taller Internacional sobre Paradigmas Emancipatorios en La Habana, del 3 al 5 de septiembre de 2009.
Foro Social Américas, en Asunción,
Paraguay, agosto de 2010.
Fundación del Capítulo Paraguayo de la
Red, agosto de 2010.
IX Taller sobre Paradigmas Emancipatorios, abril de 2011
Jornadas del Observatorio Latinoamericano
de Geopolí tica, La Habana, marzo de 2011.
Encuentro–Taller de Coordinadores de la
Red, La Haba na, 28, 29 y 30 de julio de 2011.
Llamamientos y Declaraciones
La Red ha tenido desde sus inicios momentos importantes y
relevantes donde se han emitido llamamientos, declaraciones y
pronunciamientos a favor de las causas justas de todo el mundo.
Muchos de ellos se generaron y aprobaron en encuentros
internacionales y otros fueron lanzados en la web ante la
inminencia de denuncias y condenas de actos deplorables como la
agresividad de Estados Unidos contra nuestro país a raíz de los
acontecimientos de 2003, el intento de golpe de Estado en
Venezuela, los intentos de dividir Bolivia, la condena por los
10 años de encarcelamiento de nuestros cinco héroes cubanos
presos en cárceles estadounidenses, el golpe de Estado en
Honduras, la política belicista imperialista en América Latina y
el Caribe, y más recientemente el ataque a la flotilla solidaria
y de paz en Palestina y la contraofensiva a la campaña mediática
contra Cuba. En la mayoría de estas causas se ha logrado
mantener un sitio web temático donde aparecen firmas que
respaldan el documento e informaciones.
Llamamiento de Caracas. Encuentro Mundial
de Intelectuales y Artistas En Defensa de la Humanidad,
diciembre de 2004
Reunidos en Caracas, cuna del Libertador
Simón Bolívar, intelectuales y artistas de 52 países y diversas
culturas coincidimos en la necesidad de construir una barrera de
resistencia frente a la dominación mundial que hoy se pretende
imponer.
Vivimos en una época donde la carta de la ONU no es respetada;
la legalidad internacional ha sido quebrada y quedan abolidos
principios como el de la no intervención en los asuntos
internos de los estados y el propio concepto de soberanía. Las
convenciones de Ginebra sobre prisioneros de guerra y protección
de poblaciones civiles han sido violadas; detenidos/as son
torturados y vejados y se han creado penales sin ley en el
territorio usurpado de Guantánamo y en Iraq. La invasión y
devastación de Iraq, las amenazas contra otras naciones del
Oriente Medio, el martirio del pueblo palestino, las
intervenciones de las grandes potencias en África revelan la
decisión de imponer a sangre y fuego un orden basado en la
fuerza.
Gran parte de estas agresiones tienen por objeto apropiarse de
las reservas de hidrocarburos, minerales, biodiversidad y agua
de los países menos desarrollados. Apoyamos el derecho de los
pueblos a mantener el control sobre tales recursos y a repeler
las intervenciones expropiadoras.
Los crímenes contra el pueblo iraquí demuestran hasta qué
extremos pueden llegar medios y gobiernos que se proclaman
defensores de los derechos humanos. La ciudad de Faluya hoy
arrasada, quedará como símbolo de resistencia heroica en un
momento trágico de la historia. Parte de este proyecto de do-minación
es el cobro de una deuda externa ilegítima y el intento de
anexión económica de América Latina y el Caribe mediante el ALCA
y otros planes y acuerdos lesivos para su independencia y sus
oportunidades reales de desarrollo. Crece el peligro de nuevas
formas de intervención y agresión frente al auge de las luchas
sociales y al proceso de cambios que vive la región. Las
nociones de «guerra preventiva» y «cambio de ré-gimen»,
proclamadas en la doctrina oficial del gobierno de Estados
Unidos, se alzan amenazantes frente a todo país que nose pliegue
a los intereses imperiales o que tenga una importancia
estratégica. Un ejemlo es la reciente intervención en Haití. Hoy
más que nunca resulta necesario movilizar la solidaridad con
Venezuela, Cuba y todas las causas populares del continente.
Expresamos además nuestra solidaridad con los pueblos de Iraq,
Palestina, Afganistán y todos los que resisten la ocupación y
agresión imperialistas.
Un componente crucial de la lucha global ante las aventuras
imperialistas, junto con las fuerzas que en Europa, América
Latina y otras partes del mundo se han manifestado contra la
guerra, es sin duda la movilización de los sectores más
conscientes del pueblo estadounidense.
Condenamos el terrorismo, pero nos oponemos a la utilización
política que se ha hecho de la llamada «guerra contra el
terrorismo», y a la apropiación fraudulenta de valores y conceptos
como democracia, libertad y derechos humanos. Rechazamos que se
llame terrorismo a las luchas de resistencia de los pueblos y
guerra contra el terrorismo a las agresiones de los opresores.
Mientras se dilapidan recursos incalculables en la industria
militar, otro exterminio silencioso y devastador tiene lugar
cotidianamente a causa del hambre, los problemas sociales, la
pobreza extrema, las enfermedades curables y las epidemias. El
sufrimiento que padecen los pueblos de África, de Asia y de
América Latina y el Caribe, como resultado de las políticas
promovidas por las instituciones financieras internacionales, es
ignorado por los que pretenden dominar el mundo y las élites
globales que se benefician del pillaje neocolonial. La ausencia
de programas para la solución real de estos problemas es otro
signo de la deshumanización que caracteriza nuestra época.
Hacemos nuestras las luchas de los trabajadores/as, de los
campesinos/as, de los desocupados/as, de los precarizados/as, de
los explotados/as, de los excluidos/as, de las mujeres, de los
pueblos indígenas, afrodescendientes y originarios, de los
migrantes, de las minorías sexuales, los niños sin amparo y las
víctimas del comercio sexual. Apoyamos y nos comprometemos con
las reivindicaciones de quienes defienden sus derechos y su
identidad frente a las pretensiones totalitarias y
homogeneizadoras de la globalización neoliberal.
Desprovista de niveles básicos de alimentación, atención médica,
energía eléctrica, vivienda y agua potable, una gran parte de la
humanidad es sacrificada por un sistema que agota los recursos
naturales, destruye el medio ambiente y con su irracional
derroche consumista pone en peligro la supervivencia de la vida
misma. Las grandes mayorías tienen un acceso muy limitado a la
educación y están excluidas del beneficio que pudieran
aportarles las nuevas tecnologías de la información y las de
producción de medicamentos genéricos. El sistema económico
dominante genera la mercantilización de la mayor parte de la
producción intelectual, la privatiza y la convierte en
instrumento para perpetuar la concentración de la riqueza y la
domesticación de las conciencias. Urge impedir que la OMC, en su
política por transformar al mundo en mercancía, aniquile la
diversidad cultural.
La concentración de la propiedad de los medios masivos de
comunicación convierte la libertad de información en una falacia.
El poder mediático, al servicio del proyecto hegemónico,
distorsiona la verdad, manipula la historia, fomenta
la discriminación en sus diversas variantes y promueve la
resignación ante el actual estado de cosas presentándolo como
el único posible.
Es necesario pasar a la ofensiva con acciones concretas. La
primera de ellas, decidida en este encuentro, consiste en crear
una red de redes de información, acción artística cultural,
solidaridad, coordinación y movilización que vincule a
intelectuales y artistas con los foros sociales y las luchas
populares, y garantice la continuidad de estos esfuerzos y su
articulación en un movimiento internacional «En defensa de la
humanidad».
Es fundamental contrarrestar la propaganda de los centros
hegemónicos haciendo circular las ideas emancipatorias a través
de todas las vías: emisoras de radio y televisión, Internet, prensa alternativa, cine, medios comunitarios y otras, y
difundir los proyectos de desarrollo y las experiencias de
participación y educación populares, para que puedan
convertirse en referentes de la reconstrucción de las utopías
que impulsan la historia.
La realidad venezolana demuestra que la movilización popular es
capaz de conquistar y mantener el poder para el pueblo y
promover y defender grandes transformaciones en su beneficio.
Nuestra gratitud al gobierno bolivariano, al pueblo de Venezuela
y a su presidente, Hugo Chávez, por su compromiso con el futuro
de este movimiento internacional.
En esta hora de especial peligro renovamos la convicción de que
otro mundo no es solo posible sino imprescindible y nos
comprometemos y llamamos a luchar por él con más solidaridad,
unidad y determinación. En Defensa de la Humanidad, reafirmamos
nuestra certidumbre de que los pueblos dirán la última palabra.
Ejes temáticos
A partir del encuentro de Caracas la Red de Redes En Defensa de
la Humanidad trabaja en diez ejes temáticos:
-
En defensa de nuestro planeta para todos
En defensa de la integración de los pueblos
En defensa de una economía emancipadora y solidaria
En defensa de la soberanía y la legalidad internacional
En defensa de la unidad en la diversidad y la cultura
para todos
En defensa del conocimiento para todos
En defensa de la participación popular
En defensa de la veracidad y la pluralidad informativa
En defensa de la memoria
En defensa de la paz
El Bien Común de la Humanidad, paradigma del socialismo y
concepto unificador de las luchas sociales
François Houtart
El panorama general de la situación del planeta y de la
humanidad a largo plazo es inquietante. No se trata de
concentrarse solamente sobre la crisis financiera, que puede
encontrar soluciones a mediano plazo, dentro de la lógica del
capitalismo. Así, una combinación entre medidas neoliberales y
un en-durecimiento de la lucha de clases, de parte de los
dominantes, permitiría hacer pagar la crisis a las clases
subalternas y medias. Entonces, el capitalismo podría salir
triunfante, mostrando su facultad de superar las crisis a
mediano plazo, burlándose de las protestas de los trabajadores y
de los indignados. Por otra parte, es probable que si las
recomendaciones de la Comisión Stiglitz [1]
sobre la crisis financiera y monetaria mundial hubiesen sido
aceptadas, la agravación de la situación de 2011 no habría
tenido lugar.
Sin embargo, varios análisis de la evolución de la economía
mundial, apuntan a una erosión progresiva del modelo de
desarrollo capitalista. Afirman que el capitalismo ha terminado
su papel histórico de desarrollo de las fuerzas productivas,
construyendo contradicciones tales que lo llevan a una «muerte
anunciada» (Samir Amin, Jorge Berstein, Immanuel Wallerstein, y
otros).
La reflexión exige tener en cuenta el conjunto de la realidad,
con una perspectiva holística, contraria a la visión del
capitalismo que se concentra sobre la acumulación. Según Karl
Polanyi, el capitalismo desenclavó la economía de la sociedad,
para después imponer su propia lógica del valor, es decir, la
mercancía como perspectiva universal. Solamente la
reintegración de la economía en la sociedad podrá resolver las
contradicciones. Eso significa desarrollar una perspectiva de
conjunto, necesaria tanto para una coherencia teórica, como para
la convergencia de las luchas.
Hoy en día, un factor que interviene de manera central, es la
relación con la naturaleza, lo que fue el tema principal del
encuentro del Comandante Fidel Castro con intelectuales
invitados a la Feria del Libro de 2012 en La Habana. La
conciencia de que la Tierra no es un recurso inagotable,
especialmente en materia de energía, el conocimiento más preciso
de los daños irreversibles a los ecosistemas debido a la
actividad industrial, al tipo de agricultura, al consumo
irracional, constituyen factores nuevos que cuestionan el
modelo de desarrollo humano prevalente a lo largo de los últimos
500 años. Es también lo que expresó Bolívar Echeverría, hablando
de «las ilusiones de la modernidad». [2]
Regulaciones versus alternativas
Frente a esta situación, aparece más y más claro que las
regulaciones no bastan. Es la lógica del sistema la que está en
cuestión. Sin duda un discurso apocalíptico no sirve para la
acción. Es el rigor del análisis que puede orientar el futuro y
crear un sentido de la urgencia de soluciones radicales. Los
múltiples aspectos de la crisis se combinan y todos finalmente
tienen su origen en la lógica del capitalismo.
Muchas regulaciones fueron propuestas en instancias
internacionales, como las Naciones Unidas, pero el sistema no
tiene la capacidad para aceptarlas. Menos todavía puede aceptar
alternativas. La Comisión Stiglitz propuso una reforma de los
organismos financieros internacionales (Banco Mundial, FMI) y de
la OMC y la constitución de un Grupo de Expertos permanente
para prevenir las crisis (única medida aceptada por la
Conferencia de las Naciones Unidas). Ella recomendó también la
creación de un Consejo de Coordinación Económica Global a la par
del Consejo de Seguridad (pero con un funcionamiento
democrático); la organización de un sistema global de reserva,
para ir contra la hegemonía del dólar como moneda de referencia;
la institución de una fiscalización internacional; la abolición
de los paraísos fiscales y del secreto bancario, y finalmente
una reforma de las agencias de certificación.
Al contrario, la OMC y la Unión Europea como muchos países,
siguiendo la lógica capitalista, siguieron promoviendo medidas
procíclicas (disminución de las políticas sociales, por ejemplo)
acentuando el desastre económico. Eso es el resultado de un «capitalismo
de generalización de monopolios», como escribe Samir Amin, [3]
que impone sus soluciones políticas. En el Sur, se aceleran las
actividades extractivas y los monocultivos, con un
acaparamiento de tierras, acompañado por la criminalización de
las protestas. Se nota en todo el continente latinoamericano (aún
en países progresistas)[4]
pero también en África y en Asia.
Frente a la crisis climática, las Naciones Unidas organizaron
varias conferencias: Río de Janeiro, Kyoto, Copenhague, Cancún,
Durban, sin hablar de las conferencias específicas sobre los
océanos, la biodiversidad, etc. Medidas precisas fueron
propuestas para reducir la emisión de gases de efecto
invernadero y disminuir la destrucción ambiental. Las naciones
industrializadas frenaron las decisiones o rechazaron todo tipo
de compromiso internacional (los Estados Unidos de América en
particular). Sin embargo, en este sector también, las
regulaciones aceptables tienen sus límites: deben ser market
friendly.
La crisis alimentaria, como lo indica muy bien Jean Ziegler, [5]
es el fruto de la lógica del sistema económico. En un mundo que
nunca ha producido tanta riqueza, no se encuentra la necesaria
voluntad política para la aplicación de medidas eficaces. Al
contrario, los Estados Unidos, por ejemplo, con menos
sobreproducto agrícola, están disminuyendo su ayuda al Programa
de las Naciones Unidas para la Alimentación (PAM). La
integración de la agricultura en la lógica del capitalismo
monopolístico exige una concentración creciente de las tierras,
el desarrollo del monocultivo, la desaparición de la agricultura
familiar y acentúa a largo plazo el problema alimentario.
La crisis social debida al crecimiento de las desigualdades pide
como soluciones reformas estructurales —agrarias, financieras,
políticas— que van más allá de la posibilidad de aceptación de
las burguesías. El sistema que ellas dominan es tan dogmático
que tolera solamente regulaciones ligeras y provisionales:
programas de lucha contra la pobreza para reducir la presión
social, medidas ecológicas cuando la destrucción ambiental
afecta la tasa de ganancia (capitalismo verde). Las clases
dominantes están convencidas que con regulaciones ligeras, el
crecimiento retomará vigor; evidentemente un crecimiento en
forma de copa de champagne, como lo indica el gráfico de la
distribución de la riqueza en el mundo, realizado por el PNUD y
que pone en evidencia su concentración creciente en las
categorías más altas.
Un
nuevo paradigma de la vida colectiva de la humanidad
en el planeta
Pero, entre tanto, hay un precio a pagar. Este podría ser tan
alto que sea socialmente y ecológicamente insoportable. Es por
eso que, en una perspectiva histórica a largo plazo, se plantea
la necesitad de alternativas. En otras palabras, se debe definir
un nuevo paradigma de desarrollo humano. La situación actual
afecta los fundamentos de la vida en el planeta y en particular
de la vida humana, que son: (1) la responsabilidad del género
humano frente a la supervivencia de la Tierra, (2) la manera de
producir las bases materiales de la vida, (3) la organización
colectiva social y política y (4) la lectura de la realidad y
su ética de la construcción social (la cultura). Redefinir un
nuevo paradigma pasa por la revisión de estos cuatro elementos
con el fin de crear las condiciones del Bien Común de la
Humanidad, es decir, la producción y la reproducción de la vida.
1.
Redefinir las relaciones con la naturaleza: de la explotación
al respeto como fuente de vida
La civilización moderna con su control importante de la
naturaleza, su alto grado de urbanización, ha hecho olvidar a
los seres humanos que, en última instancia, ellos dependen
totalmente de la naturaleza para vivir. Los cambios climáticos
les recuerdan, a veces con gran brutalidad, esta realidad.
Entonces, se trata de definir la relación, no como la
explotación de la tierra, en tanto que fuente de recursos
naturales capaces de ser reducidos al estatuto de mercancía,
sino como la fuente de toda vida, en una actitud de respeto de
su capacidad de regeneración física y biológica. Eso
evidentemente significa un cambio filosófico radical. Se trata
de criticar el carácter puramente utilitario de la relación,
que en el capitalismo llega a considerar los daños ecológicos
como colaterales (eventualmente a reducir en la medida de lo
posible), pero inevitables, o aún peor, como «externalidades»,
porque no entran en los cálculos del mercado y consiguientemente en la acumulación del capital. De todas
maneras, el principio a defender es la posibilidad para el planeta de ser sustentable, es decir, conservar la integridad
de su bio-diversidad y poder renovarse frente a las actividades
humanas.
En los pueblos indígenas del continente americano, el concepto
de la Madre Tierra (Pacha Mama) es central. Hoy en día se
reutilizan varios de los conceptos tradicionales (Sumak
Kawsay) como instrumentos de memoria histórica, de
reconstrucción cultural y de afirmación de identidad. Pero
también estas nociones pueden ser útiles a la crítica de la
lógica del capitalismo. En este sentido ellas pueden adquirir un
sentido que trasciende la cosmovisión tradicional y tiene un
valor universal.
Hemos hecho alusión previamente al aporte de Carlos Marx. Para
él, el capitalismo provocó una separación artificial y mecánica
entre la naturaleza y el ser humano. La ruptura de equilibrio en
el metabolismo, es decir, el intercambio material entre la
tierra y la satisfacción de las necesidades de los seres humanos,
tal como ha sido definido por el proceso de acumulación del
capital, desembocó sobre esquemas irracionales, despilfarros y
destrucciones (el 60 % de la producción humana pasa por los
océanos). Por eso se debe reducir los flujos
energético-naturales, de manera socialmente justa, para
incrementar la calidad de la vida. Según Marx, solamente el
socialismo podrá restablecer el equilibrio del metabolismo y
poner fin a la devastación de la naturaleza. De verdad los
regímenes socialistas no fueron particularmente sensibles a ese
aspecto del pensamiento marxista.
La afirmación de una nueva concepción de las relaciones con la
naturaleza, conlleva muchas consecuencias prácticas. Una primera
aplicación consiste en no aceptar la propiedad privada de lo que
se llama «los recursos naturales», es decir, los minerales, las
energías fósiles, las selvas. Se trata de un patrimonio común
de la humanidad que no puede ser apropiado por individuos y
corporaciones, siguiendo la lógica de la economía de mercado
capitalista, es decir, en función de intereses privados
ignorando las externalidades y orientados por la maxi-mización
de la ganancia. Dentro de esta misma perspectiva, la exigencia
de introducir los costos ecológicos de toda actividad humana en
los cálculos económicos permitiría reducir estos últimos y
contrariar la racionalidad instrumental excluyendo las
externalidades, que fue unas de las bases del carácter
destructivo del capitalismo.
Otro aspecto es el rechazo de la mercantilización de los
elementos necesarios a la reproducción de la vida, como el agua
y las semillas. Son bienes comunes que deben salir de la lógica
de la mercancía y entrar en una perspectiva de gestión común
según varias modalidades, que no implican necesariamente la
estatización, sino el control colectivo. De manera todavía más
concreta, este principio implicaría poner fin a los
monocultivos que preparan las regiones inhabitables del futuro.
Una tasa sobre los kilómetros recorridos por los productos
industriales o agrícolas permitiría reducir tanto el uso de
energía como la contaminación de los mares.
Las reservas de biodiversidad tendrían que ser extendidas a más
territorios. La promoción de la agricultura orgánica haría parte
de este proyecto, como el mejoramiento de la agricultura
campesina, más eficaz a largo plazo que la agricultura
productivista capitalista. La promoción de convenciones
internacionales es otro sector de gran importancia. Se puede
citar a título de ejemplos, los acuerdos sobre el clima (Kyoto,
Bali, Cancún, Durban) a pesar de sus fracasos relativos, sobre
la biodiversidad (Bonn y Nagoya), sobre la protección de las
aguas (ríos y mares), sobre la pesca, sobre los desechos (en
particular nucleares) y varias otras. El grado de sensibilidad
a esta dimensión tendría que ser sobre la base de la eficacia
internacional de los estados progresistas y podría figurar en la
agenda de su política exterior.
2. Reorientar la producción de la base de la vida,
privilegiando el valor de uso sobre el valor de cambio
La transformación del paradigma en su relación con la economía
consiste en privilegiar el valor de uso en vez del valor de
cambio, como lo hace el capitalismo. Se habla de valor de uso
cuando un bien o un servicio adquiere una utilidad para
satisfacer las necesidades de la vida de uno o de una
colectividad. Ellos adquieren un valor de cambio cuando son el
objeto de una transacción. La característica de una economía
mercantil es privilegiar el valor de cambio. Para el capitalismo,
la forma más desarrollada de la producción mercantil, este
último es el único «valor». Un bien o un servicio que no se
convierte en mercancía, no tiene valor, porque no contribuye a
la acumulación del capital, fin y motor de la economía (M.
Godelier, 1982). En esta perspectiva, el valor de uso es
secundario y, como lo escribe István Meszáros, «él puede
adquirir el derecho a la existencia si se amolda a los
imperativos del valor de cambio». [6]
Aún se pueden
producir bienes sin ninguna utilidad a condición de que sean
pagados (la explosión de los gastos militares, por ejemplo, o
los elefantes blancos de la cooperación internacional). Se crean
necesidades artificiales (por la publicidad), también se amplían
los servicios financieros en burbujas especulativas. Al
contrario, poner el acento sobre el valor de uso hace del
mercado un servidor del sistema de las necesidades/capacidades
humanas.
De verdad, el concepto de necesidades es relativo. Cambia con
las circunstancias históricas y el desarrollo de las fuerzas
productivas. Es por eso que Marx habló de las capacidades, es
decir, de la posibilidad de cumplir con la satisfacción. El
principio es que todos los seres humanos tienen el derecho a
satisfacer sus necesidades vitales. Es lo que la Declaración
Universal de los Derechos Humanos afirma de manera enfática. Sin
embargo, eso no se realiza en abstracto, sino en circunstancias
económicas, sociales y políticas bien determinadas. La
relatividad no puede significar desigualdades injustas, los
unos teniendo más necesidades que otros en función de su
situación de clase, de género o de etnicidad. La satisfacción de
las necesidades básicas tiene que ser definida por la comunidad
a diversos niveles, dentro de un proceso democrático y por
organismos competentes (parlamentos nacionales e
internacionales, asambleas representativas). Es lo que se
podría llamar el establecimiento de una «economía moral», es
decir, sometida a imperativos éticos que contradicen la
predominancia del valor de cambio en tanto que fuente de
acumulación del capital y fin de la economía.
Eso no es posible sin poner en cuestión la propiedad privada de
los principales medios de producción, lo que precisamente
permite el ejercicio de un poder de decisión a favor de los
detentores de los bienes de capital y una subordinación del
trabajo al capital, real (directamente por el salario) o formal
(indirectamente por otros mecanismos, como políticas monetarias,
déficits y deudas de los Estados, especulación sobre los precios
de los alimentos y de la energía, privatizaciones de los
servicios públicos, etc.). [7]
Es el control exclusivo del capital sobre el proceso de producción que también es, al origen
de la degradación del trabajo mismo y de la no valoración del
trabajo de las mujeres, esencial, sin embargo, en la
reproducción de la vida en todas sus dimensiones. De verdad, la
estatización completa como contrapuesta al mercado total no es
una solución satisfactoria, como las experiencias socialistas
del pasado lo comprobaron. Existe una multitud de formas de
control colectivo, desde las cooperativas hasta las asociaciones
de ciudadanos.
De ahí una definición totalmente diferente de la economía. No se
trata más de producir un valor agregado en beneficio de los
propietarios de los bienes de producción o del capital
financiero, sino de la actividad colectiva destinada a asegurar
las bases de la vida física, cultural y espiritual de todos los
seres humanos en el planeta. No se puede aceptar una economía
mundial y nacional basada en la explotación del trabajo para
maximizar la tasa de ganancia, ni una producción, de bienes y
servicios destinados al 20 % de la población mundial que tiene
un poder de compra bastante elevado, dejando a los demás
excluidos de la repartición, porque no producen un valor
agregado y no disponen de ingresos suficientes. Redefinir la
economía significa, de esta forma, un cambio fundamental. Evidentemente privilegiar el valor de uso, lo que implica un
desarrollo de las fuerzas productivas, debe realizarse de
acuerdo con el primer fundamento, el respeto a la naturaleza y
también con los otros dos que abordaremos más adelante, la
democracia generalizada y la interculturalidad. No excluye los
intercambios, necesarios también a satisfacer nuevos valores de
uso, pero a condición de no crear desequilibrios en el acceso
local a valores de uso y de incluir las externalidades en el
proceso.
Privilegiar el valor de uso sobre el valor de cambio significa
también redescubrir el territorio. La globalización hizo
olvidar la proximidad para favorecer los intercambios globales,
ignorando las externalidades y dando la prioridad al capital
financiero, el más globalizado de los elementos de la economía
por su carácter virtual. El territorio como espacio de actividad
económica, pero también de responsabilidad política y de intercambio cultural, es el lugar de otra racionalidad. En la
perspectiva del capitalismo, la ley del valor impone la
prioridad de la mercantilización y por eso se privilegian, por
ejemplo, los cultivos de exportación sobre la producción de
alimentos para el consumo local.
Eso nos lleva a las medidas concretas, que son numerosas y de
las cuales daremos solamente algunos ejemplos. Desde un punto de
vista negativo, no se puede aceptar la prioridad del capital
financiero y por eso se debe abolir los paraísos fiscales en
todas sus modalidades, tanto como el secreto bancario, dos
instrumentos poderosos de la lucha de clases. También
establecer una tasa sobre los flujos financieros
internacionales (tasa Tobin) podría reducir el poder del capital
financiero. Las «deudas odiosas» deben ser denunciadas después
de audits, como se hizo en el Ecuador. No se puede admitir la
especulación sobre los alimentos y la energía. Alargar la «esperanza
de vida» de los productos industrializados permitiría un gran
ahorro de materias primas y de energía, disminuiría la ganancia
artificial del capital solamente por la rapidez de su rotación.
La economía social, como se sabe, se construye sobre otras bases
lógicas que las del capitalismo. De verdad, está todavía
marginal frente a la inmensa concentración del capital
oligopólico, pero es posible incentivar varias de sus formas.
La restauración de los bienes comunes privatizados por el
neoliberalismo es también una vía fundamental de nueva
construcción social, en muchos dominios: servicios públicos como
el agua, la energía, los transportes, las comunicaciones, la
salud, la educación, la cultura, todo lo que ahora entra en el «sistema
de necesidades/ capacidades»).
3. Reorganizar la vida colectiva por la generalización de la
democracia en las relaciones sociales y las instituciones
Un tercer eje en la revisión de los fundamentos de la vida
colectiva, en función del nuevo paradigma del Bien Común de la
Humanidad, está constituido por una generalización de la
democracia, no solamente aplicada al sector político, sino también
al sistema económico, en las relaciones entre hombres y mujeres,
y en todas las instituciones. En otras palabras, la democracia
formal, a menudo utilizada como una manera de establecer una
igualdad artificial, reproduciendo de hecho de-sequilibrios
sociales no reconocidos, debe transformarse en la formulación
política de la solidaridad. Eso implica, en particular, una
revisión del concepto del Estado y una reivindicación de los
derechos humanos en todas sus dimensiones, individuales y colectivas. Se trata de hacer de cada ser humano, sin
distinción de raza, de sexo, de clase, un sujeto de la
construcción social y así revalorizar la subjetividad. [8]
La generalización de la democracia vale también para el diá-logo
entre las instancias políticas y los movimientos sociales. La
organización de instancias de consulta y de diálogo pertenece a
la misma concepción, respetando la autonomía mutual. El proyecto
de un Consejo de movimientos sociales en la arquitectura
general del ALBA es una tentativa original en este sentido. El
concepto de sociedad civil a menudo utilizado a este propósito
no deja de ser ambiguo, porque ella es también el lugar de las
luchas de clases: existen en realidad una sociedad civil de
abajo y una de arriba, y la utilización no calificada del
término permite muchas veces crear la confusión y presentar
soluciones sociales que ignoran las diferencias de clases. [9]
Por otra parte, formas de democracia participativa, como se
encuentran en varios países latinoamericanos, entran también en
la misma lógica de democracia generalizada.
Otras instituciones son concernidas por el mismo principio.
Nada menos democrático que el sistema económico capitalista,
con la concentración del poder de decisión en pocas manos. Lo
mismo vale para los medios de comunicación social y se aplica
también a todas las instituciones sociales, sindicales,
culturales, deportivas, religiosas.
La destrucción de la democracia por el capitalismo,
especialmente en su fase neo-liberal, ha sido tal que las
sociedades, a todos los niveles, se organizan en función de las
ventajas de una minoría, provocando un grado de desigualdad en
el mundo, nunca visto antes en la historia humana. Restablecer
un funcionamiento democrático como paradigma universal
constituye entonces un pilar del Bien Común de la Humanidad.
4. Instaurar la interculturalidad en la construcción del Bien
Común universal
Dar a todos los saberes, todas las culturas, las filosofías, las
religiones, la posibilidad de contribuir al Bien Común de la
Humanidad, es el objetivo de la revisión de este fundamento
cultural. Eso no puede ser el papel exclusivo de la cultura
occidental que en realidad está actualmente identificada con la
concepción del desarrollo, eliminando o marginalizando todas las
otras perspectivas. Se debe descolonizar el imaginario. [10]
Eso implica tanto la lectura de la realidad, su interpretación o
su anticipación como la ética necesaria a la elaboración del
Bien Común de la Humanidad, la dimensión afectiva necesaria a la
autoimplicación de los actores y las expresiones estéticas y
prácticas.
Sin embargo, no basta la multiculturalidad. Se trata de la
promoción de una interculturalidad abierta, es decir, de
culturas en diálogo, con posibles intercambios. Las culturas no
son objetos de museo, sino elementos vivos de una sociedad.
La cultura incluye una dimensión espiritual, propia del ser
humano, que lo lleva más allá de lo cotidiano. Este tema es
central en un tiempo de crisis de civilización. Existe en el
mundo entero una búsqueda de sentido, por la necesidad de
redefinir las metas mismas de la vida. La espiritualidad es la
fuerza que
trasciende la materia y da a esta un sentido. Las fuentes de
espiritualidad son numerosas y se sitúan siempre al interior de
un contexto social y ellas no pueden existir sin una base física
y biológica. El ser humano es uno: su espiritualidad presupone
la materia y su materialidad no tiene sentido sin el espíritu.
Una visión culturalista de la espiritualidad, ignorando la
materialidad del ser humano, es decir, el cuerpo para el
individuo y la realidad económicopolítica para la sociedad, es
una desviación conceptual, llevando al reduccionismo (la cultura
como único factor de cambio) o a la alienación (la ignorancia de
las estructuras sociales).
El Bien Común de la Humanidad como objetivo global
De todo lo dicho anteriormente, se concluye que el Bien Común de
la Humanidad es el fruto de una adecuada realización del
conjunto de los cuatro ejes fundamentales de la vida colectiva
de los seres humanos en el planeta (que de hecho son cuatro
relaciones sociales). Tales como son definidos por el
capitalismo, garantizados por las fuerzas políticas y
trasmitidos por la cultura dominante, ellos no son sostenibles
y entonces no pueden asegurar el Bien Común de la Humanidad. Al
contrario, sus aplicaciones contradicen la reproducción de la
vida. El concepto de Bien Común de la Humanidad es una noción
dinámica, porque su contenido debe ser permanentemente
redefinido.
Se podría objetar que eso es una utopía. Además del hecho de que
los seres humanos necesitan utopías y que el capitalismo ha
destruido el pensamiento utópico, anunciando el fin de la
historia (no hay alternativas), se puede afirmar que la
búsqueda del Bien Común de la Humanidad es bien una utopía, no
en el sentido de una ilusión, sino de lo que no existe hoy, pero
que puede existir mañana. Al mismo tiempo, la utopía conserva
también una dimensión dinámica: siempre habrá un mañana. Todo
régimen político o movimiento religioso que se identifica con la
utopía, termina en catástrofe. Se trata de un llamamiento a
caminar. [11]
En este sentido, no se trata de «una utopía
inofensiva». Eso se comprueba por los centenares de miles de
movimientos sociales, de organizaciones de ciudadanos, de grupos
políticos, que cada uno en su lugar específico luchan por
mejores relaciones con la naturaleza y por su protección, por
una agricultura campesina y orgánica, por una economía social,
la abolición de las deudas ilícitas, la apropiación colectiva de
los medios de producción, la primacía del trabajo sobre el
capital, la defensa de los derechos humanos, por una democracia
participativa y por la valorización de las culturas. Los foros
sociales mundiales permiten visualizar esta realidad, lo que
crea progresivamente una nueva conciencia social global.
Sin embargo, es un proceso dinámico que necesita una visión de
conjunto coherente, como base de una convergencia en la acción,
con el fin de construir una fuerza capaz de revertir el sistema
dominante contemporáneo, tanto en sus dimensiones económicas,
como sociales, culturales y políticas. Es precisamente eso lo
que quiere expresar el concepto de «Bien Común de la Humanidad»:
una coherencia teórica que reúne los cuatro ejes de la vida
colectiva en el planeta y una visión que permite a cada uno de
los movimientos y de las iniciativas sociales y políticas,
ubicarse en el conjunto.
Evidentemente optar por alternativas al sistema actual y
proponer un nuevo paradigma del desarrollo humano, no impide la
adopción de medidas para resolver problemas inmediatos, que son
productos de la lógica capitalista. Es en este sentido que Rosa
Luxemburgo propuso una visión dialéctica de la relación entre
reformas y revolución. Así, no se puede despreciar las políticas
sociales que tratan de remediar los efectos del neoliberalismo.
Para encontrar una solución, teórica como práctica, se debe
replantear la cuestión de la transición.
La transición
Como se sabe, Carlos Marx aplicó el concepto de transición al
pasaje entre el feudalismo y el capitalismo, mostrando cómo,
poco a poco, las formas del primero fueron incapaces de asegurar
las condiciones de la supervivencia social y de su progreso, y
cómo nuevas formas nacieron hasta transformar el conjunto del
modo de producción y de la formación social. La situación hoy en
día es diferente, porque si el capitalismo ha desarrollado
contradicciones nuevas y si algunas formas del socialismo
aparecen, el proceso debe ser planificado para acelerarlo. No
tenemos el tiempo de una evolución paulatina. La transición debe
organizarse, teniendo en cuenta las relaciones de poderes
existentes y el estado de las fuerzas de producción, pero no
solamente como un proceso, sino como una lucha.
Por eso, la cuestión fundamental es la definición de la meta: se
trata de la transición hacia un nuevo paradigma para realizar el
Bien Común de la Humanidad, es decir, la producción, la
reproducción y el mejoramiento de la vida. Eso contradice
fundamentalmente la meta del capitalismo, no solamente en
materia económica (la universalidad de la ley del valor), sino
también en la política (el Estado al servicio del mercado) y en
la cultura (el individualismo consumidor). La transición es
necesariamente un proceso que toma tiempo. No solamente el
capital, como poder económico monopolístico, es capaz de incitar
a la guerra (aun a la amenaza nuclear), de sacrificar millones
de personas por el hambre y de corromper las instancias
políticas del mundo entero para asegurar su predominio, sino que
su lógica ha penetrado la cultura, aun de las clases inferiores
y de las organizaciones de trabajadores, lo que le asegura el
ejercicio de una verdadera hegemonía.
Para continuar la reflexión sobre la transición, es importante
analizar los procesos en curso. De hecho, las medidas que hoy se
llaman «transición» son consideradas de dos maneras diferentes:
o como pasos hacia un nuevo paradigma o como una adaptación del
sistema existente a nuevas exigencias ecológicas y sociales. No
es el vocabulario utilizado lo que hace la diferencia entre las
dos tendencias, sino las políticas reales. En los dos casos se
pueden utilizar los conceptos de transición al
socialismo, de Socialismo del Siglo xxi, del «Buen Vivir», aun
de revolución, pero con contenidos diferentes en el plan
político.
Lo que se vive en América Latina, con los regímenes progresistas,
plantea claramente el problema, con diferencias según los casos.
Hay países que optaron por una solución netamente
socialdemócrata, donde el capitalismo es la herramienta del
crecimiento económico, incluyendo el capitalismo financiero
nacional e internacional y donde la justicia social se traduce
por programas de redistribución social, a menudo importantes y
eficaces, de una parte de la plusvalía (Brasil, Argentina,
Nicaragua).
Otros, con un discurso más radical, tienen también programas
sociales importantes, hasta consagrarles el 15 o el 17 % del
presupuesto nacional; aumentan la recaudación fiscal, pero no
buscan un nuevo paradigma de desarrollo. Persiguen, por
convicción o por fuerza, un modelo extractivo de creación de
riqueza, una dependencia tecnológica y financiera de las
empresas multinacionales, favorecen el monocultivo,
especialmente para producir
agrocombustibles, siguen políticas ventajosas para grupos
sociales que poseen la banca y ciertos negocios internos y
externos. El pragmatismo orienta muchas decisiones. Tal vez,
como lo decía Álvaro García Linera, el vicepresidente de
Bolivia, porque el capitalismo tiene todavía por lo menos 100
años de vida.
De hecho, se aproximan a una adaptación postneoliberal del
capitalismo frente a nuevas demandas, por medio de un Estado
reconstruido y con varios grados de participación popular
(Ecuador, Bolivia, y en parte Venezuela). Comparado con el
pasado o con países netamente procapitalistas (México, Chile,
Colombia) es evidentemente un progreso altamente apreciable y
frente a las opciones de las derechas y a las amenazas del
imperio, no se pueden equivocar de posición política.
Los logros obtenidos, en parte gracias a la coyuntura económica
internacional (los precios de los recursos naturales, situación
que sin embargo consolida el lugar del continente en la división
internacional del trabajo) y en parte por políticas sociales y
culturales audaces, no se pueden negar. Hacer salir de la
pobreza a millones de personas es un resultado positivo,
porque los hambrientos no sufren ni mueren a medio o largo plazo,
sino hoy mismo. Sin embargo, eso no significa necesariamente la
adopción de un nuevo paradigma. Tales políticas pueden
inscribirse dentro de la lógica del capitalismo, como acciones
anticíclicas de tipo neokeynesiano. Una realidad tal fue
reconocida por los dirigentes ecuatorianos al final del primer
quinquenio de la «Revolución ciudadana»: «No se han logrado
cambios profundos en el modelo de acumulación y la estructura de
la propiedad». [12]
Otra perspectiva es vincular las políticas sociales con
transformaciones estructurales postcapitalistas efectivas:
reformas agrarias, respeto de la naturaleza, participación
popular y democracia participativa; recuperación de la soberanía
sobre los recursos naturales, apoyo a la agricultura familiar,
control popular de los principales medios de producción,
soberanía alimentaria, reconocimiento efectivo de las culturas e
identidades indígenas, regionalización de las economías,
etcétera. En este caso, la transición revestiría otro sentido.
Es evidente que no se puede pedir a Venezuela cerrar
inmediatamente sus pozos de petróleo, aun si se sabe que esta
actividad contribuye a producir más gases de efecto invernaderos;
ni a Indonesia destruir mañana todas las plantaciones de palma;
ni a Bolivia cerrar todas sus minas; ni al Ecuador pensar que
desarrollar una actividad minera podría subvenir a la pronta
disminución de la producción petrolera, como fuente de recursos
para las políticas sociales.
Pero lo que se debe exigir es la definición de una transición,
incluyendo una economía basada sobre el valor de uso y no sobre
el valor de cambio, medidas radicales de protección de la
naturaleza, hasta prohibir actividades extractivas en ciertas
regiones (la filosofía de base del Yasuní va en esta dirección),
el respeto de los derechos de las comunidades locales,
notablemente indígenas y un diálogo constructivo con ellas. El
complemento de tales políticas sería la aceleración de la
regionalización continental para constituir alianzas más sólidas
frente
a multinacionales, hoy en día vinculadas en un sistema siempre
más integrado y que se burlan de las leyes nacionales, que nunca
cumplen con los compromisos e imponen sus lógicas a gobiernos
incapaces de reaccionar de manera adecuada.
La experiencia de Filipinas en los diez últimos años es
concluyente: a pesar de una ley de minería, la destrucción
ecológica ha sido espantosa; comunidades enteras fueron
expulsadas de sus territorios, el número de empleos prometidos
no fue respetado y en los primeros ocho años, el Estado recuperó
solamente el 11 % de las regalías que tenía que recibir durante
la década. [13]
Varios de estos elementos están presentes en las nuevas
constituciones latinoamericanas y en algunas políticas reales,
que según Samir Amin, pueden considerarse como «avances
revolucionarios», pero hasta ahora no se nota un verdadero
cambio de paradigma. Pero, de una cierta manera, uno puede
preguntarse si para los países progresistas del continente, el
primero en el mundo donde hubo nuevas orientaciones anti-
neoliberales, existía subjetivamente y objetivamente otra
perspectiva.
De hecho, la definición del desarrollo no ha cambiado mucho y se
resume en el crecimiento de las fuerzas productivas, de la
producción y del consumo, con las medidas tradicionales. Muchos
de los actores políticos no han salido de la cultura del
desarrollo capitalista, aun cuando quieran luchar contra sus
efectos más negativos y aunque integren perspectivas sociales y
culturales de gran tamaño. En realidad, comparten la idea de que
no se pueden desarrollar las fuerzas productivas sin pasar por
la lógica del mercado capitalista. Es lo que piensan también los
líderes de los partidos comunistas chinos y vietnamitas, con una
teoría muy particular de la transición hacia el socialismo. En
varias partes del mundo, de Indonesia a Sri Lanka, de Angola al
Mozambique, las experiencias de orientación socialista se
terminaron por la adopción del neoliberalismo, probablemente en
una gran medida, bajo la fuerza internacional del
sistema. Los países socialistas de Europa perdieron la «guerra
fría» y adoptaron la peor forma de desarrollo del modelo
capitalista: rápido pero desigual.
A primera vista, la experiencia cubana parece también dar razón
a los que dudan del socialismo, ya que un sistema rígido de tipo
soviético adoptado o impuesto desde fines de los años 60, no
permitió un pleno desarrollo socialista de las bases materiales
de la vida. Se realizaron logros sociales y culturales realmente
revolucionarios y bastante sólidos para resistir al tiempo, pero
no sustentables a largo plazo sin un desarrollo paralelo de las
fuerzas de producción con participación de los trabajadores,
como lo había pensado el Che. [14]
Corregir esta situación, como lo indican las medidas de cambio
adoptadas en 2011, no es fácil: se trata no solamente del orden
económico, sino también de los órdenes político y cultural. Sin
embargo, las dificultades parciales de una experiencia, no son
evidentemente un argumento suficiente para seguir adoptando un
modelo siempre más destructor del planeta y de la vida de una
gran parte de la humanidad, como lo hacen las derechas. La
originalidad de la situación cubana es que los cambios vienen
del interior.
Comprobar que existe la posibilidad de realizar otra forma de
desarrollo humano es evidentemente la tarea principal de un
proyecto socialista. El nuevo paradigma de la vida colectiva de
la humanidad en el planeta, concretizado en las orientaciones de
sus elementos fundamentales, parece la vía adecuada. No se trata
de una ilusión porque existen múltiples ensayos parciales
exitosos y muchas luchas para ampliarlos. En varios movimientos
sociales, como dentro de gobiernos latinoamericanos progresistas,
hay personas y grupos que luchan para que este nuevo paradigma
sea la meta.
La cultura del crecimiento económico y la ausencia de una
perspectiva socialista de desarrollo de las fuerzas productivas
suficientemente clara, eran los dos primeros obstáculos a una
transición de los países progresistas de América Latina, hacia
un nuevo paradigma. Pero hay un tercer elemento: la relación de
fuerza entre estos países y el capitalismo de monopolio siempre
más concentrado en las empresas multinacionales. Estas últimas
tienen una superioridad técnica y un poder financiero
considerables. Disponen de instrumentos jurídicos tales que son
capaces de imponerse sin consideración a las leyes locales. El
apoyo que reciben de sus centros políticos respectivos,
especialmente de los Estados Unidos y la Unión Europea y la
lógica dominante de las organizaciones internacionales, como la
OMC, el Banco Mundial, el FMI, pone a estos estados,
particularmente a los pequeños, en una situación de inferioridad.
Solamente un proceso de integración regional permitirá la
constitución de un contrapeso real.
Sin embargo, en América Latina, hay una iniciativa que sale de
la lógica del capital, el ALBA (Alternativa Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América). Sus principios: complementariedad,
solidaridad y no competitividad, se aplican a relaciones
económicas sociales concretas. Aun si la realización queda
limitada a menos de diez países, ella es de primera importancia,
porque se inscribe en la lógica del nuevo paradigma. El papel
po-tencial de los movimientos sociales, reconocidos como parte
integral del proceso, puede ayudar a proseguir en la
orientación fundamental. Es a una escala regional que los
progresos hacia el nuevo paradigma tienen las mejores
posibilidades de realización y el ALBA tiene esta potencialidad.
Las otras iniciativas de integración del subcontinente,
promovidas por los regímenes progresistas, aun si no comparten
la filosofía del ALBA, realizan un paso notable hacia la «desconexión»,
según el concepto de Samir Amin. Que sea el Mercosur, el sucre
como moneda de intercambio; UNASUR, como órgano de coordinación
de América del Sur y recientemente la CELAC reuniendo también a
América Central y el Caribe, sin los Estados Unidos y el Canadá,
todos estos esfuerzos manifiestan el deseo de desvincularse de
la influencia económica y política del norte. No es una salida
de la lógica del mercado capitalista, pero es un paso importante
hacia una ruptura de la concentración monopolística y en este
sentido se trata de una etapa que puede significar una
transición hacia un nuevo modelo.
Ideas similares existen en Asia (Grupo de Shanghai, Iniciativa
de Chieng Mai) y en África, indicando una dinámica nueva. Sin
embargo, solamente serán un paso fundamental si desembocan sobre
un nuevo paradigma, que no se realizará sin una conciencia nueva,
felizmente acentuada por la crisis, luchas sociales organizadas
y sustentadas, e iniciativas políticas audaces. Son las
condiciones de la supervivencia de la Madre Tierra y de la
humanidad.
Es en función de estas realidades y perspectivas de futuro, que
se propone la preparación de una Declaración Universal del Bien
Común de la Humanidad paralela a la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, retomando los principios de un nuevo paradigma
capaz de orientar la era postcapitalista. Serviría de memoria
colectiva para un cambio de paradigma, no de falso consenso
entre contrarios, sino de instrumento de lucha y de fuente de
esperanza para el futuro.
Texto preparado en colaboración con la Fundación Rosa Luxemburgo
(Bruselas) y el Instituto de Altos Estudios Nacionales de Quito
(Ecuador), extracto del documento publicado por Ruth Casa
Editorial: De los Bienes Comunes al Bien Común de la
Humanidad, 2011.
[1]
The Stiglitz Report,
The New Press, New York/London, 2010.
[2]
Bolívar Echeverría: Las ilusiones de la modernidad,
Editorial Tramasocial, Quito, 2001.
[3]
Samir Amin: «Audacia, más audacia», sitio FMA, 2011.
[4] «Etat
des résistances dans le Sud: Amérique latine»,
Alternatives Sud, vol. xviii(2011), no. 4.
[5]
Jean Ziegler: Destruction massive. Géopolitique de la faim,
Le Seuil, Paris, 2011.
[6]
I. Meszáros: El desafío y la carga del tiempo histórico. El
socialismo del siglo xxi, CLACSO, Vadell, Buenos Aires/
Caracas, 2008, p. 48
[7]
Se estima que el 70 % del trabajo en el mundo es informal, lo
que dificulta la organización de los trabajadores. Sin embargo,
varios ensayos existen
hoy día, como en Nicaragua, la Confederación de los Trabajadores
por Cuenta Propia (CTCP-FNT), afiliada a la Federación Nacional
de los Trabajadores de Nicaragua (FNT) y a Streetnet
Internacional (Orlando Núñez, 2011).
[8]
F. Hinkelammert: El sujeto y la ley. El retorno del sujeto,
Ministerio de Cultura, Caracas, 2005.
[9]
En un barrio pobre de Bogotá, había hace algunos años una
inscripción sobre una pared: «Nosotros también tenemos Derechos
Humanos».
[10] Ver Raúl Fornet: La philosophie interculturelle,
L’Harmattan, Paris, 2011.
[11]
Eduardo Galeano escribe a propósito: «Me acerco de dos pasos,
ella se aparta de dos pasos. Avanzo de 10 pasos y el horizonte
se escapa de 10 pasos más
lejos. Yo podía siempre avanzar y nunca la alcanzaré. De qué
sirve la utopía ¿precisamente a eso, a caminar». (Maurice
Lemoine: Le Monde Diplomatique, diciembre de 2010).
[12]
Presentación del informe sobre el quinquenio, por Fander Falconí,
Quito, 19 de enero de 2012.
[13]
Alyansa Tigil Mina: A Legacy of Disasters. The Mining
Situation in the Philip-pines, 2011.
[14]
Carlos Tablada: El marxismo del Che y el socialismo del siglo
xxi, Ruth Casa Editorial, Panamá, 2007.
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