Pavor
debía causar, por su aspecto tétrico, la imagen de esos
soldados, entre nerviosos y agresivos, pero se ha visto cómo
la gente común los enfrenta, curados de espantos, a mano
limpia y a cara descubierta en su misma inmediatez, con un
coraje que le nace desde el corazón de su causa y verdad
pisoteadas.
Aún está
por revelarse todo el maridaje criminal que ha estado detrás
de la conspiración y del golpe de estado en Honduras. En un
artículo anterior titulado Honduras y los dos bandos: la
oligarquía y el pueblo, mencioné a los integrantes de esa
oligarquía y los nexos que mantiene históricamente con los
intereses creados extranjeros, que no pasaron inadvertidos
por José Martí desde 1894, o sea, hace 115 años.
Ante la
arremetida de la reacción en Honduras, que pudiera
convertirse en un ensayo para futuras aventuras en América
Latina, el pueblo de ese hermano país libra su propia lucha
y la del resto de los pueblos latinoamericanos. Se combate
en Honduras no sólo por la restauración del orden
constitucional y democrático y el regreso al poder del
presidente Zelaya, sino también por el destino futuro de
nuestros pueblos.
Al decir
de Martí “un pueblo - ¡pesa mucho!...”sólo una fuerza
necesita el pueblo: no desconfiar de su fuerza. Y para que
sea eficaz (…) (ha de) acumular tal suma de derecho que su
simple aspiración eche rodando al enemigo”.
La actual
lucha del pueblo hondureño refleja la voluntad del pueblo,
pacíficamente expresada. La garantía de la república que hoy
defiende Zelaya está en la cantidad numerosa de voluntades
que representa su gobierno, y, por lo tanto, las masas
populares no defienden sólo al gobierno de Zelaya, sino a su
propio gobierno. Por eso, la destitución del presidente
Zelaya, es también la destitución del pueblo, que formaba
parte intrínseca de ese gobierno.
Desgraciadamente, los acontecimientos desencadenados por la
oligarquía integrada por las cúpulas política, militar,
empresarial, judicial, eclesiástica y mediática, ponen de
manifiesto la causa esencial de esta brutal y corrompida
actuación de estos sectores reaccionarios: “el afán
desmedido por las riquezas materiales, el desprecio de quién
no las posea, el culto indigno a los que la logran, sea a
costa de la honra, sea con el crimen”, como expresara Martí.
En los
rostros visibles que hoy son la fachada de la entidad
golpista, hay que descubrir los rastros de las lágrimas que
ha hecho derramar y de la sangre que ha costado todo el
dinero acumulado por esa cúpula y sus acólitos, mediante la
explotación despiadada y la avaricia voraz. Ahora mediante
la dictadura y la represión armada han empezado por vejar la
dignidad humana, violar los derechos, lesionar la integridad
física y privar de la vida a quienes se resistan a aceptar
el crimen horrendo contra la república. Ya la sangre
generosa de los mártires se ha regado en las calles de las
ciudades de Honduras, y en especial de Tegucigalpa.
En
Honduras se ha silenciado a la prensa y han sido ejecutores
de ese plan mordaza los mismos integrantes del golpe de
estado, que son prácticamente los dueños de todos los medios
televisivos, radiales y periodísticos. ¡Vaya libertad de
prensa y de expresión la que defienden esos “venerables”
miembros de la tan cacareada SIP!
Pero es
bueno recordarles que la mordaza que se ha intentado poner
en las bocas de los ciudadanos hondureños, sin lograrlo
gracias a la rebeldía del pueblo, será, a la larga, esposas
que aprisionarán las manos de los golpistas y sus cómplices.
Los que
hoy todavía expresan sus bravuconadas para impedir el
retorno de Zelaya al suelo hondureño, ya empiezan a temblar
detrás de los telones de esta mascarada tétrica, pues el
mundo circundante les indica claramente que han caído en su
propia trampa.
El pueblo
de Honduras todavía tiene un reto, romper todas las barreras
que le interpongan en su marcha indetenible hasta alcanzar
la victoria. No dar muestras de cansancio ni de temor, a
pesar de los escollos, pues no hay tiranía que afronte a un
pueblo en pie.
5/7/09