Wilkie Delgado Correa
Las noticias desde Libia continúan
al ritmo de los bombardeos de la
OTAN y Estados Unidos contra instalaciones, edificios,
viviendas y las personas que los ocupan o habitan. Cada vez que destruyen
edificaciones o medios mueren seres humanos de cualquier edad, desde ancianos a
niños, sean militares o civiles, sean partidarios o no de Gadhafi, sean de una
u otra etnia. Hasta los opositores bendecidos con el apoyo de la
Alianza, han recibido lo suyo en sus territorios, aunque se ha
sublimado el costo en vidas o heridos por la pueril declaratoria de “equivocación
lamentable”.
La interpretación original de la
Resolución 1973
ha ido cambiando según los propósitos concebidos
inicialmente por sus gestores en el Consejo de Seguridad, que sólo necesitaban
una luz verde para un acto que en la práctica operara como UNA DECLARACIÓN DE
GUERRA NO DECLARADA.
El objetivo central de la susodicha
resolución fue crear una zona de exclusión aérea sobre una franja del
territorio libio que impidiera el uso de la aviación del ejército libio sobre
poblaciones controladas por los opositores rebelados en armas y, por tanto,
proteger la vida de civiles. Pero a pesar de que el gobierno libio no hizo
despegar ni una mosca, ni una libélula, que se pareciera a un avión a partir de
entonces, los bombardeos empezaron desde aviones y portaviones de los países
líderes en la agresión: Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos.
A pesar de que al principio se
señaló que dicha resolución no implicaba un cambio de régimen, pronto empezaron
las declaraciones de los gestores imperiales sobre el asunto, ya que sólo la
salida de Gadhafi del poder pondría fin a los bombardeos de la alianza. Y así
han proseguido su rumbo, a pesar de los llamamientos del gobierno libio a la
comunidad internacional para encontrar una solución pacífica y que cesen los
bombardeos. A pesar también de las gestiones de paz de la
Organización de la
Unidad Africana y las solicitudes hechas por otros gobiernos.
Rusia, miembro permanente del
Consejo, en voz de su Primer Ministro, Putin, ha denunciado la violación por
parte de la OTAN
y Estados Unidos de lo establecido en dicha resolución. Y tal parece que ahora,
de voz decisiva y temida por los agresores, y que pudo evitar la guerra con un
simple NO o veto, se ha convertido en una voz lastimera y, tal vez, hazmerreir
de los agresores, ya que no puede con largas y reiteradas denuncias, evitar que
prosiga la operación masacre, que actualmente acaba de anotarse la victoria
criminal del asesinato del hijo menor de Gadhafi y tres nietos, niños de dos y
menos años - ¿serían estos niños militares? -, y otras personas heridas, aunque
Gadhafi quedó ileso. Mientras tanto, el “ilustre” Secretario de la
ONU, Ban Ki-Moon, tan activo para otras cosas, parece perdido “en
la luna”, y ganado en su papel de pelele de las potenciales imperiales.
El mundo está presenciando uno de los
hechos más inmorales e hipócritas de la historia: una guerra real sin
declaración de guerra. Las guerras de agresión han sido siempre condenables,
sin embargo, antes, ellas se hacían públicas mediante una declaración formal,
esgrimiendo este o aquel pretexto, y amigos y enemigos conocían que dos países
o varios entraban en una contienda bélica, expresado en la violación del
espacio terrestre, marítimo o aéreo de una y otras.
Ahora no, basta el pretexto de
defensa de la población civil, el de razones humanitarias y el de los derechos
humanos, para que las potenciales imperiales desaten su cruzada de “humanización”
bélica. Si antes la “justificación” de los cruzados fue la defensa de la fe, la
evangelización de los “salvajes”, o la civilización de los “salvajes
incivilizados” y su consecuencia fue la masacre o el genocidio, ahora la
masacre o el genocidio se practica mediante un safari desde las alturas, con
aviones tripulados y no tripulados, en forma selectivamente computadorizada, bajo
“la sacrosanta justificación” de la “humanización” bélica.
Pero, oh, derroche de la tecnología
moderna. Antes, desde la antigüedad hasta casi ayer, morían agresores y
agredidos; menos agresores, por supuesto, porque éstos generalmente actúan
contra pueblos de menores fuerzas, o débiles, y además son más bárbaros y
bestiales en sus acciones bélicas. PERO LO QUE IMPORTA ES QUE ANTES MORÍAN MÁS
AGREDIDOS Y MENOS AGRESORES, PERO ÉSTOS ÚLTIMOS MORÍAN TAMBIÉN. PERO AHORA NO,
EL CASO DE LIBIA ES EL CASO MÁS RECIENTE Y SINGULAR, pues hasta ahora se
reporta la muerte de cientos de libios y de miles de heridos, y esto, es bueno
subrayarlo con mayúsculas, SIN QUE HAYA OCURRIDO NI UN SOLO MUERTO DE LAS
TROPAS QUE LOS ATACAN DESDE EL AIRE.
¿Quieren ustedes mayor eficacia para
matar, desde un poderío militar de una Alianza que rebasa miles de veces el de
Libia? ¿Quieren ustedes mayor impunidad para llevar a cabo una contienda bélica
contra un territorio soberano, independiente y que debe gozar del derecho a la
libre autodeterminación? ¿Quieren ustedes mayor peligro que este ensayo exitoso
de las potenciales imperiales, que pueden animarse a desatar guerras en el
futuro, con autorización o no del Consejo de Seguridad, ya que poco les
importa como “hoja de parra” para cubrir
las desnudeces de sus intenciones de conquistas?
Así que pensémoslo bien, la
resolución 1973 es UNA DECLARACIÓN DE GUERRA NO DECLARADA que ejecuta la
OTAN y Estados Unidos según su interpretación y conveniencia, y
las operaciones bélicas en estos momentos están concebidas como UN SAFARI EN
TIERRAS AFRICANAS, con la precisión matemática de las computadoras y las altas
tecnologías de guerra, y todo bien proyectado por los medios masivos de
propaganda, como si los hechos fueran narrados y visualizados para la humanidad
en el inmenso Coliseo Romano en que han convertido al mundo. Por eso es lógico
y lícito pensar que hacen falta muchos ESPARTACOS, redivivos, pero esta vez
vencedores definitivos sobre las huestes del imperio romano de nuestro tiempo.
¿Cuál será el costo para las
riquezas y bienestar del pueblo libio, con sus componentes de partidarios o no
de Gadhafi? ¿Cuál será el costo, y por tanto la resta al bienestar o
condiciones de vida del pueblo libio, y, asimismo, la cuota de sufrimiento,
para reconstruir todo lo que será destruido? ¿Qué tiempo demorará esta
recuperación y reconstrucción, y cuánto de menos desarrollo, implicará la
destrucción de los medios materiales? ¿Cuál será el monto de recursos dejados
de percibir, para garantizar la vida integral del pueblo libio, por concepto de
exportaciones del petróleo y las operaciones mercantiles diversas? ¿Quién podrá
poner precio al número de vidas
perdidas, al sufrimiento de los heridos, a la condiciones de vida de una
población permanentemente en riesgo y sometida al bloqueo y a la desbandada
migratoria? ¿Quién pagará el ultraje a la dignidad del pueblo libio,
representado por el pisoteo de la soberanía, la independencia y
autodeterminación de los pueblos, derechos reconocidos como inviolables por la
Carta de las Naciones Unidas?
A los pueblos de las naciones
imperialistas involucradas en este ensayo de hegemonía global, también les
costará caro, pues las economías reales se conoce que no andan bien, y están
sorteando crisis. Pero en fin, el ensayo de dominación del mundo, que es el
propósito cardinal de este SAFARI en Libia, que ejecuta la
OTAN y Estados Unidos, aplicable a cualquier país, bien vale la
pena, piensan, reconfortados por el cálculo del valor que tiene la conquista de
los territorios dominados o dominables.
Esperemos que las lecciones de la
historia nos permitan seguir afirmando que los conquistadores no han tenido ni
tendrán futuro, no importa el lapso mayor o menor que el mismo represente en
años.
05-05-11