Wilkie Delgado Correa
Es tiempo de perder la candidez y no irse, como niños inocentes,
detrás de los globos inflados de colores alucinantes. En estos tiempos pueden
ser bombas de racimos o mísiles, o mejor dicho, bombas inteligentes. ¿No lo
creen?
Los bombardeos de la “coalición”,
ahora en representación de la OTAN,
continúan cayendo como una maldición sobre instalaciones y poblaciones libias,
amparados en la resolución del Consejo de Seguridad y, a pesar de que los
aviones libios no vuelan ni a ras de tierra ni ruedan sobre las pistas, la
sofisticada aviación de los países europeos, verdaderas máquinas para matar y
destruir con el disfrute de una impunidad total, no parecen tener fin para
garantizar la violación de la soberanía de un país con el eufemístico nombre de
zona de exclusión aérea.
Cada día se hace realidad las
denuncias previas de que bajo el manto de tan nefasta resolución, los Estados
Unidos y los países europeos iban a imponer sus condiciones en la ejecución de
la misma, y sus resultados se caracterizarían no por sus fines humanitarios,
sino por los mortíferos para todo el pueblo libio y en especial la parte que apoyara
a Gaddafi.
Mientras tanto, bajo el mando de
Estados Unidos, primero, y luego del relevo por la
OTAN, las naciones que participan en esta operación, parecen
más bien interesadas en mantener en Libia unas maniobras reales y no ficticias
de entrenamiento a gran escala. Aunque costosas estas operaciones, buscan el
ensayo y cumplimiento de unas geoestrategias imperiales que puedan
beneficiarlas en lo político y económico en Libia y, en el futuro, en la región
y en el planeta.
No debe olvidarse que los conquistadores
de antes y de ahora, cada vez que alcanzan un palmo de tierra, extienden más
los brazos, también los dedos, en procura de abarcar hasta donde les sea
posible, si la resistencia no les parte los dedos o el brazo.
Es que todos estos países engreídos
y soberbios en el colmo de su opulencia y poderío, parecen que no pueden
despojarse, a pesar de que el proceso de descolonización puso fin al carácter
físico extraterritorial de los imperios, de las ínfulas que permanecen en sus
genes, y quieren revivir como posible un nuevo reparto del mundo, aunque ahora,
hipócritamente, quieren que los países representados en la
ONU, que la mayoría obtuvo su independencia a base de valentía
derrochada y de sangre derramada, les convaliden y concuerden con este nuevo designio
conquistador, con un comportamiento abúlico, cobarde, cómplice y servil.
Albert Camus, escritor francés y
Premio Nobel de Literatura, intuyó muy bien la actitud europea, y también
norteamericana, tal como la describe el protagonista de la novela “LA
CAÍDA”:
“Sé perfectamente –dice el personaje-
que no se puede prescindir de dominar o de ser servido.”
Cabe preguntarnos: ¿Será esa la
filosofía política de nuestros imperialistas de allá y acullá en este mundo
actual del siglo XXI?
“Hace falta que alguien tenga la
última palabra. De lo contrario, a toda razón siempre se le podría oponer otra,
y no se terminaría nunca. El poder en cambio, lo resuelve todo. Nos llevó
tiempo, pero al final lo comprendimos. Por ejemplo, debe haberlo notado,
nuestra vieja Europa ya filosofa del mejor modo. No decimos más, como en los
tiempos ingenuos: “Yo pienso así, ¿qué objeciones tiene?” Nos volvimos lúcidos.
Hemos reemplazado por el comunicado. “Esta es la verdad”, decimos. “Siempre la
puede discutir, no nos importa. Pero dentro de unos años habrá una policía que
le demostrará que tengo la razón”.
Parece que esos años ya llegaron, y
no se trata sólo de una policía cualquiera para ejercer su represión en el
interior de los países de Europa, ahora Unión Europea, sino de los ejércitos de
mar, aire y tierra de la OTAN,
listos para actuar en cualquier escenario donde crean conveniente desplazarse
para demostrar “su verdad” y que “tienen la razón”.
¿Quieren un panorama más pavoroso
para el presente y futuro de la humanidad si esta filosofía no se ataja y es
derrotada antes que otra cosa sea, es decir, el entronizamiento de la tiranía
mundial por una decena o dos decenas de países endiosados por su poderío?
La ONU se fundó para
garantizar la unidad, la independencia, la soberanía, la autodeterminación, el
desarrollo y la paz de las naciones en el mundo, y no para promover y ejecutar
todo lo contrario, y el CONSEJO DE SEGURIDAD de esa organización no se puede
convertir en un consejo de inseguridad en el planeta, porque los miembros permanentes
guerreristas “impongan su verdad y libre albedrío” y los otros, que dicen que
no lo son, se conviertan en ponciopilatistas, y en la práctica permitan ser
rehenes, atados de pies y manos, y luego lamentadores o protestones nulos, de
una política trazada para la posesión de todo el mundo o parte de él.
Es tiempo de perder la candidez y no
irse, como niños inocentes, detrás de los globos inflados de colores
alucinantes. En estos tiempos pueden ser bombas de racimos o mísiles, o mejor
dicho, bombas inteligentes. ¿Alguien lo duda?