(Primera
parte)
Granma
y Juventud Rebelde, órganos de prensa del Partido y de la Juventud,
publicaron hace dos días, el viernes 14 de octubre, un valiente y
enérgico mensaje al pueblo de Cuba del Héroe de la República René
González, tras culminar la odiosa e injusta sanción de 13 años,
separado, como los restantes cuatro héroes que cumplen sanciones más
prolongadas en cárceles distantes cientos de millas unas de otras.
Ni un instante falló la inconmovible firmeza de cada uno de ellos,
aún cuando estuvieron reiteradas veces en celdas de castigo,
verdaderas sepulturas, sin espacio alguno para moverse, tal como lo
decidió la “justicia yanki”, sin delito ni prueba alguna. Si en algo
no se equivocó tal “justicia” fue en la selección del tipo de
hombres que estaba castigando.
A René,
adicionalmente, le prohibieron durante tres años regresar a su
Patria junto a sus familiares y a su pueblo. Deberá permanecer en el
territorio del país que le impuso tan injusto castigo.
Para
todos, y particularmente para los que hemos vivido años críticos de
la historia de nuestra Patria, las palabras de René calaron
profundamente.
“El
hecho de que yo esté ahora fuera de la cárcel -expresó- solamente
significa que se agotó una avenida de abusos al que había sido
sometido [...] todavía tenemos cuatro hermanos a los que tenemos que
rescatar y que necesitamos que estén junto con nosotros, con sus
familiares; que estén entre ustedes dándoles lo mejor de sí…”
“Para
mí esto es solamente una trinchera, un lugar nuevo en el que voy a
seguir luchando para que se haga justicia y los Cinco podamos
regresar junto a ustedes.”
“…a
todos los que en estos años nos han acompañado en todo el mundo, que
han sido miles, a través de los cuales hemos podido poco a poco ir
rompiendo este bloqueo informativo, ir rompiendo el silencio que las
grandes corporaciones de la prensa han hecho sobre el caso, les
extiendo, de parte de los Cinco, mi más profundo agradecimiento, mi
compromiso de seguirlos representando a ustedes como se lo merecen,
que en definitiva es lo que estamos haciendo los Cinco, porque no
somos solamente Cinco, somos un pueblo completo que ha resistido
durante 50 años, y gracias a eso es que nosotros estamos resistiendo
todavía [...] y nunca les vamos a fallar y siempre estaremos a la
altura que ustedes se merecen.”
Las
palabras sinceras, firmes y enérgicas de René, el tono de la voz
inconfundible de un luchador que soportó 13 infinitos años de brutal
e injusto castigo sin vacilar un segundo, son realmente
impresionantes.
La
tiranía imperial no podrá sostener sus groseras mentiras sobre la
injusticia cometida contra los Cinco Héroes antiterroristas cubanos.
No importa cuán pérfidamente los medios de información bajo su
control se esmeren en presentarlos como agentes y espías que ponían
en riesgo la seguridad de Estados Unidos. El Presidente de la
Asamblea Nacional y el prestigioso abogado José Pertierra se han
encargado de pulverizar las groseras calumnias yankis sobre los
heroicos antiterroristas cubanos.
A mi
mente viene el recuerdo de la batalla victoriosa de nuestro pueblo
por el regreso al seno de su familia y a su Patria del niño Elián
González. Ante la monstruosa conducta de la mafia
contrarrevolucionaria cubana de Miami y su desacato a las
autoridades del país, el propio Presidente de Estados Unidos en ese
momento, Bill Clinton, se vió forzado a enviar fuerzas de seguridad,
para imponer las leyes norteamericanas a los grupos fascistas que
las desacataban e incendiaban símbolos y banderas de ese país,
encabezados entre otros por la “loba feroz” Ileana Ros, que hoy es
nada menos que la Presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de
la Cámara de Representantes de Estados Unidos, y dicta pautas a la
política exterior de este país.
El
mensaje de René González al pueblo de Cuba, por su propia iniciativa
y asumiendo valientemente cualquier riesgo, refuerza nuestra
profunda convicción de que la posición del Gobierno de Estados
Unidos respecto a los 5 Héroes cubanos es ya insostenible, como lo
es igualmente su justificación del criminal bloqueo económico contra
nuestra patria y las medidas punitivas que aplica a las empresas
extranjeras que comercian con nuestro país.
Tal
política, brutal e insólita, ha sido transformada por el poderoso
imperio en norma de carácter internacional, pese a la opinión
prácticamente unánime de todos los miembros de las Naciones Unidas,
con excepción de Estados Unidos e Israel.
Los
hechos demuestran de forma irrebatible que en el mundo globalizado
de hoy, bajo la égida del imperio yanki, no existe garantía de
seguridad para ningún otro país. En la Organización de Naciones
Unidas se puede repetir una y mil veces el rechazo unánime del
bloqueo económico a Cuba, o cualquier otra medida como el derecho
del pueblo palestino a su constitución como Estado, sin que tal
derecho o cualquier otro que no se ajuste a los intereses del
imperio tenga vigencia alguna.
Sin que
fuese un propósito deliberado de la Revolución, nuestro país se ha
convertido en ejemplo de lo que un pequeño Estado puede lograr si
sostiene con firmeza una política de principios, aún cuando los
avances científicos y tecnológicos, sus patentes y la distribución
de las riquezas del planeta están en manos de las naciones más
desarrolladas y ricas, que antaño fueron las potencias coloniales,
sembradoras del saqueo y la pobreza en nuestros países.
En su
larga lucha contra el imperio, los combatientes de nuestro país han
estado a punto de ser blanco de las armas nucleares al servicio de
esa potencia: la primera en octubre de 1962; y la segunda, a
mediados de 1988. En ninguna de ambas ocasiones nuestra Patria se
plegó al chantaje yanki; en 1962 no permitió inspección alguna de su
territorio, y en 1988, tras la batalla de Cuito Cuanavale y el
avance de 50 mil soldados cubanos y angolanos sobre las fuerzas
surafricanas equipadas por Occidente y dotadas de proyectiles
nucleares, decidieron negociar la independencia de Namibia y el fin
del Apartheid.
Los
pueblos del Tercer Mundo reconocen y agradecen la solidaridad
desinteresada de Cuba en áreas tan importantes como la salud y la
educación.
¿Quién
puede creer la insólita mentira de que Cuba apoya el terrorismo?
Tan
torpe y estúpido embuste parte del poderoso país que a 90 millas de
sus costas no solo aplicó contra ella un criminal bloqueo, sino
también los más grotescos actos terroristas. Los incendios de
centros educacionales, recreativos y comerciales; el fósforo vivo en
las plantaciones cañeras; el uso de explosivos en fábricas; los
ataques piratas contra instalaciones portuarias y barcos de pesca y
de carga; la organización de bandas contrarrevolucionarias; las
infiltraciones de agentes y los suministros de armas a las bandas
mercenarias comenzaron desde 1959, después de la Primera Ley de
Reforma Agraria, dejando una estela de muerte y destrucción en
nuestra Patria.
Los
bombardeos de nuestras bases aéreas y el desembarco de tropas
mercenarias en Playa Girón, escoltados por portaaviones y buques de
guerra norteamericanos, costaron incontables víctimas apenas
iniciado nuestro proceso revolucionario. ¿Puede Estados Unidos negar
estos hechos?
Los
planes de asesinato de los líderes de la Revolución organizados por
los servicios de inteligencia de Estados Unidos fueron incontables;
mas no se limitaron a eso sus groseras acciones. Virus y bacterias
se introdujeron en nuestro país para sabotear la producción de
plantas y animales; peor aún, enfermedades que ni siquiera existían
en este hemisferio fueron introducidas en Cuba contra la población.
El Dengue Hemorrágico afectó a cientos de miles de personas y
alrededor de 150, en su mayoría niños, perdieron la vida. Esa
enfermedad hace estragos todavía en este hemisferio.
El
relato de los hechos cometidos por Estados Unidos contra nuestro
pueblo sería interminable.
Prosigue mañana.
Fidel
Castro Ruz
Octubre
16 de 2011
9 y 05
p.m.
Segunda Parte y final
Cuando en 1976 tuvieron lugar los más graves actos de terrorismo
contra Cuba y de modo especial la destrucción en pleno vuelo de la
nave aérea cubana que despegó de Barbados con 73 personas a bordo
–entre ellos pilotos, aeromozas y personal auxiliar que prestaban
sus nobles servicios en esa línea, el equipo juvenil completo
que había obtenido todas las medallas de oro que se disputaban en el
Campeonato Centroamericano y del Caribe de esgrima, los pasajeros
cubanos y de otros países que viajaban confiados en aquel avión–,
los hechos provocaron tal indignación, que en la Plaza de la
Revolución se reunió para despedir el duelo, la más extraordinaria y
apretada concentración que he visto jamás y de la cual ha quedado
constancia gráfica. Las escenas de dolor fueron y son todavía
imborrables. Tal vez ningún dirigente de Estados Unidos, y muchos en
el mundo no tuvieron posibilidad de verlas. Sería ilustrativo que
tales escenas fuesen divulgadas por los medios masivos para
comprender bien las motivaciones de nuestros heroicos combatientes
antiterroristas.
Bush padre era ya un importante oficial de los servicios de
inteligencia de Estados Unidos, cuando estos recibieron la misión de
organizar la contrarrevolución en Cuba. La CIA creó en la Florida su
más grande base de operaciones en el hemisferio occidental. Ella se
responsabilizó con todas las acciones subversivas realizadas en
Cuba, incluidos los intentos de asesinato contra los líderes de la
Revolución y se responsabilizó con los planes y cálculos que de
haber tenido éxito habrían significado un enorme número de bajas por
ambas partes dada la decisión de nuestro pueblo, demostrada en
Girón, de luchar hasta la última gota de sangre. Bush nunca entendió
que la victoria de Cuba salvó muchas vidas, tanto cubanas como
norteamericanas.
El crimen monstruoso de Barbados se produjo cuando ya él era jefe de
la CIA, casi con tanta autoridad como el Presidente Ford.
En junio de ese año convocó en Bonao, República Dominicana, una
reunión para crear la Coordinación de Organizaciones Revolucionarias
Unidas, con la supervisión personal de Vernon Walters, entonces
Director adjunto de la CIA. Obsérvese bien: “Organizaciones
Revolucionarias Unidas”.
Orlando Bosch y Posada Carriles, agentes activos de esa institución
fueron designados como líderes de esa organización. Se inicia así
una nueva etapa de actos terroristas contra Cuba. El 6 de octubre de
1976, Orlando Bosch y Posada Carriles, personalmente dirigen el
sabotaje para hacer estallar en pleno vuelo el avión de cubana.
Las autoridades de Barbados arrestaron a los cuatro implicados y los
remitieron a Venezuela.
El escándalo fue tan grande que el gobierno de ese país entonces
aliado de Estados Unidos y cómplice de sus crímenes dentro y fuera
de Venezuela no tuvo otra alternativa que ponerlos a disposición de
los tribunales venezolanos.
La Revolución Sandinista triunfó en julio de 1979. La sangrienta
guerra sucia promovida por Estados Unidos estalló en ese país.
Reagan era ya Presidente de Estados Unidos.
Cuando Gerald Ford sustituyó a Nixon, era tal el escándalo provocado
por los intentos de asesinatos a líderes extranjeros que prohibió la
participación de funcionarios norteamericanos en tales acciones. El
Congreso negó los fondos para la guerra sucia en Nicaragua.
Hacía falta Posada Carriles. La CIA, a través de la llamada
Fundación Nacional Cubano Americana, sobornó con abundantes sumas a
los carceleros pertinentes y el terrorista salió de la prisión como
un visitante más. Trasladado con urgencia a Ilopango, El Salvador,
no solo dirigió los suministros de armas que provocaron miles de
muertes y mutilaciones a los patriotas nicaragüenses, sino que
también, con la cooperación de la CIA, adquirió drogas en Centro
América, las introdujo en Estados Unidos y compró armas
norteamericanas para los contrarrevolucionarios nicaragüenses.
En aras del espacio omito numerosos datos de la brutal historia.
No es posible comprender por qué el ilustre Premio Nobel que preside
el Gobierno de Estados Unidos, se complace en reiterar la estúpida
idea de que Cuba es un país terrorista, mantiene en cárceles
aisladas y en condiciones inhumanas a los cuatro antiterroristas
cubanos, sanción que hoy no se aplica a ningún ciudadano de otro
país adversario de Estados Unidos, menos aún si ninguna fuerza
militar norteamericana admite haber sido puesta en riesgo alguno por
ellos, y prohíbe a René regresar a su patria y al seno de su
familia.
El mismo domingo 9 de octubre en que René transmitió su valiente
mensaje al pueblo de Cuba, grabó y filmó otro fraternal “Mensaje a
Fidel y Raúl”. Por consejo de Ricardo Alarcón, Presidente de la
Asamblea Nacional, no se publicó ninguno de los mensajes hasta que
el Oficial de Probatoria de la Corte Federal de la Florida, le
comunicara formalmente las condiciones que le imponía en los tres
años de “libertad supervisada”.
Cumplido ya ese requisito me complace informar a nuestro pueblo el
contenido textual de ese mensaje que tanto honra a nuestros
héroes y expresa su comportamiento ejemplar y la
voluntad de acero:
Querido Comandante:
Primero que todo un abrazo, mi agradecimiento, el sentimiento de
aprecio no solamente por todo el apoyo que ha volcado usted sobre
nosotros, por la forma en que ha movilizado a todo un pueblo y ha
movilizado la solidaridad internacional a favor del caso nuestro,
sino, en primer lugar, por habernos servido de inspiración, por
haber sido el ejemplo que hemos seguido durante estos 13 años y por
haber sido para nosotros una bandera tras la cual nunca íbamos a
dejar de marchar.
Para nosotros esta misión no ha sido más que la continuación de todo
lo que han hecho ustedes, de lo que la generación suya hizo por el
pueblo cubano y por el resto de la humanidad.
Para mí es un placer enorme enviarle este mensaje, enviarle el
abrazo temporal, que irá por esta vía, porque sé que nos daremos un
abrazo finalmente; por mucho que intenten nuestros adversarios
impedirlo, sé que nos vamos a dar ese abrazo. Sé que los Cinco
regresaremos porque usted lo prometió y porque ha movilizado la
energía, lo mejor de la humanidad, la voluntad de todo el mundo para
que eso suceda.
Para nosotros es un honor servir a la causa que usted inspiró en el
pueblo de Cuba, ser seguidores de usted, seguidores del camino que
usted y Raúl abrieron, y nunca dejaremos de ser merecedores de esa
confianza que ustedes depositaron en nosotros.
A los dos, a usted, Fidel, a Raúl que ahora nos guía en esta nueva
etapa difícil, compleja pero gloriosa en que estamos enfrascados
para romper la dependencia económica que nos ata todavía y que
impide que logremos construir la sociedad que queremos, les envío un
abrazo de parte de los Cinco, les digo que siempre tuvimos confianza
en ustedes. Cuando estábamos solos en el hueco, cuando estábamos
incomunicados, cuando no recibíamos noticias, cuando mis cuatro
hermanos no sabían nada de su familia porque no se les podía decir,
siempre tuvimos confianza en ustedes, siempre supimos que ustedes no
abandonarían a sus hijos, porque siempre supimos que la Revolución
nunca abandonaba a quienes la defendían. Por eso es que merece ser
defendida y por eso es que siempre lo haremos.
Y aunque no estoy seguro de que merezcamos todos los honores que se
nos han hecho, sí le puedo decir que el resto de vida que nos queda
será dedicado a merecerlo, porque ustedes nos inspiran, porque
ustedes son la bandera que nos enseñó cómo comportarnos y hasta el
fin de nuestros días trataremos de ser merecedores de la confianza
que ustedes depositaron en nosotros.
Para mí ahora esto es una trinchera en la que seguiré en el mismo
combate a que ustedes me convocaron y voy hasta el final, hasta que
se haga justicia, a seguir sus órdenes, a hacer lo que haya que
hacer.
Y les digo a Fidel y a Raúl: ¡Comandantes, los dos, ordenen!
Fidel Castro Ruz
Octubre 17 de 2011
10 y 35 p.m. |