Escrito por Giraldo Mazola
En MONCADA
Comentarios de Giraldo Mazola, al artículo de
Jorge Castañeda, “Lecciones sepulcrales”, en la revista Times del
pasado 23 de mayo, en el que compara los asesinatos del Che y Osama Bin Laden,
y sostiene que en Bolivia se debió hacer lo mismo que en Pakistán.
Un amigo británico me dejó ayer varias revistas y
ojeando Times con su estilo de breves noticias y comentarios me encontré casi
al final este denominado ensayo de Jorge Castañeda, bien conocido y repugnante
alabardero del imperialismo.
No puedo negar ni ocultar que sin leerlo, sólo
revisando el título y la foto que lo ilustra del Comandante Che Guevara después
de haber sido asesinado en La Higuera, encabezada por la foto bien retocada del
autor, me provocó una reacción, lo admito, de furia, de desear tenerlo a mano.
Furia innecesaria pues conozco bien que durante
varias décadas se ha dedicado a medrar con las suculentas dádivas que se pagan
a los que como él sistemáticamente se dedican a intentar desprestigiar a la
Revolución cubana y sus símbolos.
Después me leí con la mayor calma posible su bien
pagado artículo que circula por el mundo como la “opinión experta de un
distinguido profesor” de la Universidad de New York y que presentan como
un documentado estudioso de la vida del guerrillero heroico por ser autor de un
libro insidioso también del Che.
¿Cuál es la tesis fundamental de este converso?
Nada menos que justificar la decisión del
presidente de Estados Unidos de ajusticiar sin juicio legal alguno y
desaparecer los restos de Osama Bin Laden.
Ha demorado algunos días en escribir estos
comentarios; sin duda esperando que el resultado de esta acción que ha
catapultado la resquebrajada popularidad del presidente para sus aspiraciones
reeleccionistas y ello lo ha inspirado a sentar cátedra sobre este tema y
avalar la bárbara decisión adoptada.
Se puede ahora apostar por Obama, que es apostar
por seguir recibiendo la bendición imperial. Él conoce los vericuetos de ese
país al que sirve con devoción pero es pragmático y no se va a embarcar con un
perdedor.
Para ello se remonta sin pudor a reevaluar
aquella gesta heroica y a afirmar que con los restos del Che debió hacerse lo
mismo que ahora ha hecho el flamante presidente negro norteamericano pues la
vigencia actual de las ideas y del ejemplo del Che (tiene que reconocer que
existen y espera le perdonen esa afirmación) están dados por lo que considera
un error que felizmente Obama no repitió.
Es decir que en su criterio ha sido mejor lo que llama la decisión americana
que la boliviana; al Che cuando lo asesinaron no debieron lavar y peinar
las manos de una humilde enfermera, no debieron retratarlo ni permitir
que los periodistas y los vecinos del lugar lo vieran así, pues sin
proponérselo a esos humildes habitantes de la zona se les pareció a las
imágenes de Cristo repartidas por doquier ante por misioneros católicos.
Fue un error -dice- no haberlo quemado totalmente y desaparecido todos los
restos como hacen ahora con un sentido más pragmático los nuevos dirigentes del
mundo que sí no se andan con bobadas.
Hay en este errático adulador cuestiones que no será capaz nunca de entender.
Nunca aparecieron los restos de Hatuey ni
Agramonte. Los de Martí, Maceo y Mella tuvieron cursos tortuosos. Contar con un
recuerdo decoroso de Martí tomó tiempo.
El monumento más importante lo hicieron siguiendo
sus ideas los jóvenes del centenario en el fallido ataque al cuartel Moncada.
Otros vendepatria criollos tuvieron tumbas pomposas y monumentos estelares.
Nos queda la estatua lamentablemente trunca de
Estrada Palma y el monumento a Miguel Mariano Gómez. De ellos, ¿cuáles perduraron
en la memoria popular, cuáles son recordados por su obra?
La vigencia de las ideas y del ejemplo del Che no son consecuencia de que
gracias a un laborioso y abnegado esfuerzo de los forenses cubanos y argentinos
se hayan recuperado sus restos y los de la mayoría de sus compañeros y que se
incorporaran, como dijo Fidel al recibirlos, cual refuerzo al arsenal de ideas
de la Revolución cubana, ni que reposen en un digno mausoleo a su memoria en la
ciudad que liberó y lo considera su hijo predilecto.
Están arraigadas en los anhelos de lucha popular de los que luchan por un
futuro mejor y saben que ese médico argentino devenido en artífice de la lucha
guerrillera, teórico novedoso del marxismo en las condiciones del Tercer Mundo,
capaz de predicar con el ejemplo de su actuación cotidiana, los representa como
un símbolo.
No necesitaron los pueblos oprimidos del mundo durante las décadas en que sus
restos parecían definitivamente desaparecidos tener un monumento o una tumba;
contaban con un arsenal de ideas y con algo sumamente trascendente, con la
prédica del ejemplo personal.
A pesar de tus diatribas, de tu propósito de
pretender que el Che es el Che porque los dirigentes de la CIA norteamericana
que decidieron asesinarlo y desaparecerlo no lo hicieron bien y de tus
alabanzas a los actuales líderes del imperio que sirves, te vuelves a
equivocar.
Antes de su incorporación a su sueño liberador latinoamericano, cuando
aprendíamos a dirigir un país, el Che hizo en una conferencia de países
afro-asiáticos un recuento crítico de lo que habíamos realizado hasta entonces.
Eso no lo olvidan los pueblos.
Elogió el empeño por hacer las transformaciones
de la base económica de nuestra sociedad, exaltó las virtudes de un pueblo
empeñado en realizarlas, pero no presentó esos resultados con vanidosa
pretensión edulcorante, sino junto con la explicación de la compleja urdidumbre
en que se realizaba, siempre bajo la permanente interferencia activa
norteamericana, desnudó nuestras deficiencias y errores, para compartir con
nuestros hermanos africanos y asiáticos nuestros sueños y nuestras verdaderas
experiencias, buenas y malas.
Sus palabras allí se sembraron y hoy sedimentan
con su pensamiento y acción, su vida y su muerte, la ideología y la práctica de
los revolucionarios más avanzados.
Esbozó sus ideas de un mundo nuevo, que surgiría
de unas más honestas relaciones entre los países. Un mundo por el que se podría
estar dispuesto a entregar la vida.
¿Ese mundo por fraguar y del que él es precursor
es el ALBA que avanza con obras concretas, algo distinto a estas ideas?
El vasto legado del Che renace en el tiempo nuevo de América Latina en parto
difícil y lleno de complejidades, de errores propios y de obstáculos que
crearán constantemente las oligarquías y el imperialismo. Avanzaremos en un
sitio y retrocederemos en otro, pero “el camino se hace al andar”,
como dijo el poeta español Miguel Hernández.
Y andaremos.
Somos millones dispuestos a andar y andando, a
hacer camino así. En los trillos por los que anduvo el Che, otros pies pisaran
la hierba que crezca y harán nuevos caminos.
Y nuestros caminantes están en todos sitios. Unos
anónimos hoy, otros que ya son historia por mantenerse con firmeza, en las
peores circunstancias, por haberse convertido, como le pidió el Che a su exigua
pero decidida tropa, en revolucionarios, que es el escalón más alto de la
especie humana.
Te vuelves a equivocar Castañeda.
La Habana, 30 de mayo de 2011
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