Algunos han preguntado en qué paró el encuentro con Zelaya que el
Comandante mencionó en la reflexión de ayer miércoles 4 de marzo.
Lo
vi. No me quedaba otra alternativa. Inventé el tiempo.
Estoy
obligado a decir el máximo en pocas palabras o no decir nada, y no
siempre puedo.
Acabo
de hablar, en síntesis apretadísima, sobre Juan Bosch, la expedición
contra Trujillo, los dramáticos episodios protagonizados por los
revolucionarios dominicanos, quejándome de que la historia real no
se ha escrito todavía.
Hoy
temprano recibo otra carta de la periodista Daily Sánchez Lemus, del
Sistema Informativo de la Televisión Cubana, que quiere escribir la
historia real de José Ramón Mejía del Castillo, Pichirilo. Me pide
datos que el gran maestro del periodismo cubano Guillermo Cabrera
Álvarez conoció por mí, relacionados con quien fuera entre los
revolucionarios, uno de los más audaces dominicanos en la lucha
contra los invasores yankis.
Le
escribiré a Daily contándole lo que conozco de él.
Para
no extender demasiado esta reflexión, responderé telegráficamente lo
que se pregunta sobre el encuentro con el Presidente de Honduras.
Es
muy joven. “Solo 4 años en toda mi vida puedo ser Presidente de
Honduras. Pertenezco al Partido Liberal; mi país es muy conservador,
comenzando por el propio Partido en que milito”. Escribo sus
palabras casi textualmente, tal como las percibí. Cualquier error es
responsabilidad únicamente mía.
Eso
no le ofrece al líder de un país ni siquiera un segundo, en busca
del Estado Eficiente, que cualquier sociedad necesita hoy más que
nunca, sentencié.
Es
sin duda un hombre bueno, con fuerte dosis de tradición e
inteligencia asombrosa. Su voz en la tribuna es trueno, en la
conversación personal, discreta y de acento familiar.
Su
clase social desciende de los primeros españoles que poblaron el
corazón de la antigua civilización maya. Como en todos los demás
territorios conquistados con sus caballos y espadas de acero,
tomaron posesión de la tierra.
Las
familias se trasmitieron las propiedades a lo largo de siglos.
Cuando llegó la hora de la independencia en Iberoamérica,
constituyeron las oligarquías, que fueron dueñas de los nuevos
países independientes.
En
Centroamérica el curso histórico estuvo determinado por el recién
nacido imperialismo yanki, que intentó apoderarse directamente de
sus territorios.
De la
lucha por defender la soberanía surgieron extraordinarias figuras
históricas.
Francisco Morazán, legendaria personalidad centroamericana, era de
origen hondureño y fue elevado a la Presidencia de los estados de la
región. Gobernó 10 años. Zelaya lo define como un hombre de pueblo,
que no pudo estudiar en la universidad, pero dotado de una
inteligencia excepcional, que simbolizó la lucha de sus pueblos.
Entre
esos Estados estaba Costa Rica. Allí sin embargo fue traicionado por
la más rancia derecha que instrumentó un golpe de estado y asesinó a
Morazán. Zelaya prometió enviarme libros que ilustran la historia de
este singular héroe centroamericano.
Zelaya, como los demás de su clase social, realizó sus estudios en
escuelas religiosas. Si a mí, en condiciones muy diferentes, me
correspondieron los hermanos de La Salle y los Jesuitas, a él lo
enviaron a los de la Orden de los Salesianos.
Procedente él de una familia de rancio abolengo, lo educaron en la
religión cristiana, que constituye la base de sus sentimientos
actuales. Como Hugo Chávez, encontró en las ideas de Cristo la
fuente de inspiración que alimenta su concepción de la justicia; no
pueden acusarlo de marxista o comunista.
Sin
embargo, me cuenta: “Cuando viajé a Cuba la primera vez, apenas
iniciado mi periodo de gobierno, me trataron como el peor de los
enemigos. No me perdonaban que le pidiera excusas a Cuba por haber
sido Honduras país de entrenamiento de invasores. El gobierno de
Estados Unidos consideraba que yo debía ser destruido por esa
conducta”.
Para
Zelaya, “el sistema capitalista es la más repugnante concepción de
la justicia que pueda albergar el ser humano”.
Le
pregunté por la extensión de Honduras. “Alrededor de 112 mil
kilómetros cuadrados” respondió. Cuba posee casi exactamente igual,
comenté.
¿De
ellos cuántos son de pinares? vuelvo a preguntarle. Hizo cálculos:
“50 mil”, me dijo. ¿Cuántos pinos por hectárea? “mil pinos” ¿Cuántos
metros cúbicos por pino? “Uno y medio calculándolo
conservadoramente” Producen, por tanto, alrededor de 1 500 metros
cúbicos por hectárea. ¿Cuánto pagan? “Doscientos pesos, más
o menos”, esto significa que ustedes recibirían apenas 300 millones
de dólares por año. No alcanzaría casi ni para cubrir los costos
¿Por qué hay que exportar la materia prima en bruto? Ellos, a
principios del siglo pasado, exportaban las casas en piezas, a
precios elevados. Mi padre compró una de ellas en la que vivía la
familia.
Zelaya es un hombre que sufre profundamente los abusos del imperio.
“Somos productores de café. La cosecha crece año por año” ¿Cuánto de
ese café ustedes industrializan? “Ni siquiera un 10%” respondió.
“¡Ese es un verdadero abuso!” le dije, ellos cobran el café tostado
después, decenas de veces más caro.”
En un
momento de la conversación me contó que ellos subsidiaban su
agricultura y vendían después los granos más baratos, reduciendo los
ingresos de los agricultores hondureños que perdían los mercados.
Citó el ejemplo del maíz que los mayas usaban como su fundamental
fuente de alimentación. Hoy ni siquiera el sector campesino podría
vivir de ese cultivo.
A
través de su pensamiento podía apreciarse su profunda aversión al
sistema económico de Estados Unidos.
De
repente recuerda con orgullo la cultura del pueblo maya. Me cuenta
que los años de aquella cultura eran más exactos que los años del
cristianismo occidental. “El mundo actual utiliza el sistema
decimal, los mayas poseían un sistema veintesimal, dos veces más
exacto”. Realmente, por primera vez en la vida había escuchado ese
detalle, la ventaja de utilizar dos más cero en vez de uno más cero.
Me prometí a mi mismo informarme un poco más sobre el tema.
En
ese momento Zelaya expresó su entusiasmo por disponer Honduras de un
lugar como Copán donde se conservan con más pureza los restos de
cultura maya, sus símbolos de piedra, esculpidos con singular arte.
En ese instante prevalecía en él su mentalidad de estadista, que
piensa en términos económicos. “Medio millón de turistas visitan ya
Honduras cada año. Muchos norteamericanos vienen, interesados por
esa cultura y la autenticidad de esas reliquias históricas”.
De
repente, baja el tono de su voz y me confiesa: “lo malo es que los
mayas no conocían los metales, vivían en la edad de piedra, por eso
nos conquistaron” me dijo con tristeza.
Yo
ignoraba que el 19 de julio de 1980, mientras hablaba a una multitud
de nicaragüenses y centroamericanos en la plaza de Sandino, un joven
hondureño de 17 años y futuro Presidente de Honduras estaba entre
ellos.
Así
es el hombre con el cual me reuní.
Fidel
Castro Ruz
Marzo
5 de 2009
2 y 3
minutos p.m. |