Hace siete días
hablé de uno de los grandes de la historia, Salvador Allende, a
quien el mundo recordó con profunda emoción y respeto al
conmemorarse el primer centenario de su nacimiento. Nadie, en cambio,
vibró y ni siquiera recordó el día 24 de octubre de 1891, en que —18
años antes que nuestro admirado hermano chileno— nació el déspota
dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
Ambos países,
uno en el Caribe y otro en el extremo Sur de América, sufrieron las
consecuencias del peligro que previó y quiso evitar José Martí,
quien en su famosa carta póstuma al amigo mexicano que luchó junto a
Juárez, le transmitió un pensamiento que nunca me cansaré de repetir:
"Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida... para impedir a
tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las
Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre
nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para
eso."
A nuestra
revolución victoriosa le correspondió simultanear la amistad de
Allende y el odio de Trujillo. Este era un Pinochet rústico,
engendrado por Estados Unidos en el Caribe. El déspota había sido
fruto de una de las intervenciones militares yanquis en la isla que
comparte con Haití y que fuera la primera colonia española.
La infantería
de Marina norteamericana había intervenido en esa República hermana
para garantizar los intereses económicos y estratégicos de su país
—no existía, por supuesto, una Enmienda Platt para encubrir la
acción con una tenue túnica legal.
En 1918,
recluta entre otros, al aventurero y ambicioso criollo, hijo de un
pequeño comerciante, lo entrena e ingresa con 27 años de edad en el
Ejército nacional. Pasa un curso de capacitación en el año 1921 en
la Academia Militar creada por los ocupantes del país y,
transcurrido el mismo, se le designa como jefe de una guarnición y
es ascendido al grado de Capitán por los servicios prestados a las
fuerzas de intervención, sin ostentar el grado previo de teniente
requerido para el ascenso.
Al cesar la
ocupación yanqui en 1924, Trujillo estaba preparado como instrumento
de Estados Unidos para ocupar altos cargos en la esfera militar, los
que utiliza para el clásico golpe de Estado y las típicas "elecciones
democráticas" que lo conducen en 1930 a la Presidencia de la
República. El inicio de su gobierno coincidió con los años de la
Gran Depresión que golpeó duramente a la economía de Estados Unidos.
Cuba, el país
más dependiente y maniatado por los acuerdos comerciales, sufrió las
mayores consecuencias de esa crisis. Se añadía la Base Naval y la
humillante e innecesaria Enmienda, que les daba derecho
constitucional a intervenir en nuestra nación, haciendo trizas su
gloriosa historia.
En el país
vecino, con menos dependencia económica directa, Trujillo, hombre
astuto y lleno de ambiciones, manejó a su antojo los bienes de la
clase media y la oligarquía dominicanas. Los principales centrales
azucareros y otras muchas ramas industriales se convirtieron en
propiedades personales suyas. Ese culto a la apropiación privada no
ofendía los conceptos capitalistas del imperio. "Dios y Trujillo",
proclamaban en todas partes los letreros lumínicos. Muchas ciudades,
avenidas, carreteras y edificaciones llevaban su nombre o el de
familiares allegados. El mismo año que ascendió a la Presidencia, un
huracán golpeó fuertemente a Santo Domingo, capital del país.
Después de restablecida, la bautizó con su nombre y se llamó
oficialmente Ciudad Trujillo. Jamás se vio en el mundo un caso igual
de culto a la personalidad.
Llevó a cabo en
el año 1937, en el área de la frontera, una gran matanza de
trabajadores haitianos que constituían su reserva de fuerza de
trabajo agrícola y constructiva.
Era un aliado
seguro de Estados Unidos. Participó en la creación de Naciones
Unidas y en la fundación de la OEA en 1948. El 15 de diciembre de
1952 viaja a Washington nada menos que ostentando el cargo adicional
de embajador plenipotenciario ante la Organización de Estados
Americanos. Permanece en ese país tres meses y medio. El 2 de julio
de 1954 viaja a España a bordo de un trasatlántico, que lo
transporta a Vigo. Franco, que era ya aliado del imperio, lo recibe
en la estación Norte de Madrid con todo el cuerpo diplomático.
Mi relación con
la República Dominicana data de mi época de estudiante universitario.
Había sido honrado con la designación como Presidente del Comité Pro
Democracia Dominicana. No parecía un cargo muy importante, pero,
dado mi carácter rebelde, lo tomé en serio. Sin que se esperara,
llegó la hora propicia. Los exiliados dominicanos impulsan en Cuba
una fuerza expedicionaria. Me enrolo en ella cuando aún no había
concluido el segundo año de mi carrera. Tenía entonces 21 años.
He contado en
otras ocasiones lo que ocurrió entonces. Después de la malograda
expedición de Cayo Confites, no estuve entre los más de mil
prisioneros llevados al campamento militar de Columbia,
encarcelamiento que dio lugar a la huelga de hambre de Juan Bosch.
Habían sido confinados por el Jefe del Ejército de Cuba, General
Pérez Dámera, que recibió dinero de Trujillo para interceptar la
expedición, lo que se llevó a cabo cuando ya se aproximaba al Paso
de los Vientos.
Una fragata de
la Marina cubana, apuntando con sus cañones de proa a nuestra
embarcación que iba delante, dio la orden de volver atrás y atracar
en el puerto de Antilla. Me lancé al mar a la entrada de la Bahía de
Nipe con tres expedicionarios más. Éramos cuatro hombres armados.
Conocí a Juan
Bosch, prominente líder dominicano, en Cayo Confites, donde nos
entrenamos, y pude conversar mucho con él. No era el jefe de la
expedición, pero sí la más prestigiosa personalidad entre los
dominicanos, ignorado por algunos de los principales jefes del
movimiento y por los cabecillas cubanos, que contaban con
importantes y bien remuneradas influencias oficiales. ¡Qué lejos
estaba de imaginar entonces lo que hoy escribo!
Cuando once
años después nuestra lucha en la Sierra Maestra estaba a punto de
concluir victoriosamente, Trujillo otorgó un crédito a Batista en
armas y municiones, que llegaron por avión a mediados de 1958. Le
ofreció, además, transportar por aire tres mil soldados dominicanos,
y posteriormente otra fuerza igual que desembarcaría por Oriente.
El primero de
enero de 1959, la tiranía de Batista es derrotada por los golpes
contundentes del Ejército Rebelde y la huelga general revolucionaria.
El Estado represivo se desmorona totalmente a lo largo y ancho de la
Isla. Batista huye a la República Dominicana. Con él viajan, entre
otros siniestros personajes del régimen, el conocido esbirro
Lutgardo Martín Pérez, su hijo de 25 años Roberto Martín Pérez
Rodríguez, y un grupo de los principales jefes militares de su
derrotado ejército.
Trujillo recibe
a Batista calurosamente y lo instala en la residencia oficial de
invitados ilustres, enviándolo más tarde a un lujoso hotel. Le
preocupa el ejemplo de la Revolución Cubana y, contando con los
altos jefes del antiguo ejército batistiano y el probable apoyo de
las decenas de miles de los componentes de las tres armas que lo
integraban y la policía, concibe la idea de organizar la
contrarrevolución y apoyarla con la Legión del Caribe, que contaría
con 25 mil soldados del ejército dominicano.
El gobierno de
Estados Unidos, conocedor de estos planes, envía a un oficial de la
CIA a Santo Domingo para entrevistarse con Trujillo y valorar los
planes contra Cuba. A mediados de febrero de 1959 se reúne con John
Abbes García, Jefe de la Inteligencia militar dominicana. Le
recomienda enviar agentes para reclutar elementos inconformes en las
propias filas de la Revolución triunfante. No le informó que el
gobierno de Estados Unidos contaba con William Alexander Morgan
Ruderth, ciudadano norteamericano y agente de la CIA infiltrado en
el Segundo Frente del Escambray, que lo ascendió a Comandante, y era
uno de sus principales jefes.
El desarrollo
de estos acontecimientos, que constituyen una fascinante historia,
está recogido en libros de altos funcionarios de la Inteligencia y
la Seguridad cubanas, testimonios de jefes de unidades del Ejército
Rebelde que participaron en los hechos, autobiografías,
declaraciones oficiales de la época, así como de periodistas
nacionales y extranjeros, que resulta imposible mencionar en esta
Reflexión.
Hay además un
libro en edición, escrito por un compañero que a los 17 años ingresó
en las Milicias, la que por su buena conducta y su mente ágil, lo
pasó a la escolta del Primer Ministro y Comandante en Jefe, donde
estudió taquigrafía, tomó después notas de las conversaciones y
recogió el testimonio de cientos de participantes en los hechos que
narra. Se trata de un capítulo de la historia de la Revolución que
está lejos de cerrarse.
Como es de
suponer, a los principales jefes revolucionarios se nos informaba
constantemente de las noticias que llegaban de los planes enemigos.
Concebimos la idea de asestar un fuerte golpe a la contrarrevolución
yanqui, batistiana y trujillista.
Cuando ya las
armas enviadas por mar desde la Florida para los golpes iniciales y
los jefes y complotados estaban bajo riguroso control, se simuló una
contrarrevolución exitosa en el área montañosa del Escambray y en
Trinidad, que disponía de una pista aérea. Se aisló el municipio de
esta pequeña y amistosa ciudad y se intensificó el trabajo político
revolucionario.
Trujillo se
entusiasmaba. Una compañía rebelde disfrazada de campesinos gritaba
en la pista aérea: "¡Viva Trujillo! ¡Abajo Fidel!", de todo lo cual
se informaba a la jefatura en la República Dominicana. Ésta había
lanzado por paracaídas abundante parque. Todo marchaba bien.
El 13 de agosto
llegó un avión con el emisario especial de Trujillo: Luis del Pozo
Jiménez, hijo de quien fue Alcalde batistiano de la capital y figura
prominente del régimen. Indicó en un mapa las posiciones que debían
ser bombardeadas por la Fuerza Aérea dominicana e indagó la cantidad
de legionarios que se necesitaban en la primera etapa.
Con él vino
otro enviado importante, Roberto Martín Pérez Rodríguez que, como ya
se mencionó, viajó junto a su padre con Batista en su fuga hacia la
República Dominicana aquel primero de enero. Lo acompañaban varios
jefes mercenarios que venían ya para quedarse. El aparato debía
regresar. Era tripulado por el mismo personal cubano que transportó
a Batista en su huida.
Yo estaba en
las proximidades de la pista de aterrizaje con Camilo Cienfuegos y
otros comandantes rebeldes. El jefe del personal militar cubano que
descargaba las armas y equipos de comunicaciones enviados,
interpretó que debía arrestar a los tripulantes de la nave. Al
realizarlo, un copiloto se percata, dispara contra ellos y se
generalizó el tiroteo. Los enviados de Trujillo y demás jefes
mercenarios fueron arrestados. Hubo bajas.
Esa misma noche
visité a los heridos de ambos bandos. No se podía seguir adelante
con el plan. Hasta entonces todas las comunicaciones entre Trujillo
y la contrarrevolución del Escambray se realizaban por onda corta.
La emisora oficial de Trujillo emitía partes victoriosos similares a
los que se escuchaban desde Radio Swan y Miami en los días de Girón.
Nunca usamos las emisoras públicas de Cuba para propagar informes
oficiales falsos.
Habría podido
proseguirse el juego aun después de tomado el avión y de haber sido
arrestados Luis del Pozo Jiménez y Roberto Martín Pérez Rodríguez,
simulando desperfecto mecánico en la nave aérea que debía regresar,
pero solo al precio de engañar y confundir al pueblo, inquieto ya
por las noticias procedentes del Escambray sobre supuestas victorias
contrarrevolucionarias, difundidas públicamente desde Ciudad
Trujillo.
Ese 13 de
agosto de 1959 cumplía yo 33 años de edad, estaba en la plenitud de
la vida y de las facultades físicas y mentales.
Se trataba de
una importante victoria revolucionaria, pero a la vez una señal de
los tiempos que vendrían y un triste obsequio que me hizo Rafael
Leónidas Trujillo el día de mi onomástico. Veinte meses después
enfrentaríamos Girón, la violencia y la sangre en el Escambray, en
la orilla del mar, en ciudades y campos de todo el país. Era la
contrarrevolución dirigida por Estados Unidos.
En ese país
habrían fusilado a Roberto Martín Pérez Rodríguez y a Luis del Pozo
Jiménez como mercenarios al servicio de una potencia enemiga. Los
Tribunales Revolucionarios los sancionaron a prisión y no les
tocaron un pelo. ¿Cuál fue el destino final de Martín Pérez? Emigró
a Estados Unidos legalmente. Es hoy abanderado de la mafia
terrorista cubano-americana que apoya al candidato republicano
McCain.
Un prestigioso
periodista e investigador canadiense, Jean-Guy Allard, describe el
historial terrorista de Roberto Martín Pérez Rodríguez:
"... De hecho,
de muy joven, ‘Macho’ Martín Pérez" (así lo suele llamar) "se sumó a
la policía de Batista y, a fuerza de maltratos a los presos en los
últimos meses del sanguinario régimen, obtuvo el rango de sargento
por sus singulares méritos.
"Tan cerca de
Batista se encontraban el padre y el hijo que, el Primero de Enero
del año 1959, en lugar de huir hacia Miami, siguieron al dictador a
su refugio de República Dominicana.
"... Liberado
el 29 de mayo de 1987... en 1989 se integra a la Fundación Nacional
Cubano-Americana (FNCA), creada por la CIA durante el gobierno de
Ronald Reagan.
"Pronto dirige
el comité paramilitar conformado por esta organización que asegura
el financiamiento, entre otros, del grupo terrorista Alpha 66 y
demás grupúsculos extremistas que actúan contra Cuba.
"... Martín
Pérez Rodríguez participó en la organización de toda una serie de
fracasados intentos de asesinato del Presidente de Cuba, en
distintas cumbres iberoamericanas.
"En 1994, en
ocasión de la participación de Fidel en la IV Cumbre, en Cartagena
de Indias, Colombia... adquirió un fusil Barret calibre 50 y medios
explosivos que se trasladaron a Colombia desde Miami... ¡por avión!
"... preparó un
complot con vistas a la V Cumbre Iberoamericana en 1995, con Jiménez
Escobedo y Eugenio Llameras. Ese año, reactiva este mismo plan en
función de la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, también
en Cartagena de Indias, Colombia.
"En 1997, en
Isla Margarita, Venezuela, con la VII Cumbre Iberoamericana de Jefes
de Estado y de Gobierno, Posada monta otra conspiración con el apoyo
directo de Martín Pérez Rodríguez, conjuntamente con otros
directivos de la FNCA..."
"... fue
firmante de la Declaración de apoyo al terrorismo contra Cuba que
publicó la Fundación el 11 de agosto... Roberto Martín Pérez,
Feliciano Foyo y Horacio García están entre los individuos que
Posada designó públicamente como los ‘financieros’ de sus
actividades terroristas en su entrevista de 1997 con el New York
Times."
"... apadrinó
en Miami una exposición de cuadros de Bosch y Posada, los dos
autores intelectuales del sabotaje contra el avión civil cubano, en
1976, en el que murieron 73 personas.
"En 1998, el
gran defensor del ‘preso político’ realizó una de sus más sucias
hazañas: con otros cabecillas de la mafia de Miami... llevó al nuevo
jefe del FBI, el muy corruptible Héctor Pesquera, a realizar el
arresto de cinco cubanos infiltrados en las filas de las
organizaciones terroristas."
"... se conoce
su amistad indefectible con Guillermo Novo Sampoll, asesino del
dirigente chileno Orlando Letelier... "
"El candidato
republicano tiene que enterarse de que su protegido de 73 años de
edad fue el primero en afirmar que el día de su soñada victoria
contra la Revolución cubana pasaría un buldócer desde el Cabo de San
Antonio hasta la Punta de Maisí, para eliminar la actual población
de la Isla, culpable de ser vinculada de una forma u otra a la
Revolución.
"... en otra
oportunidad, al ser interrogado sobre el peligro que se corría de
matar a inocentes en un atentado contra dirigentes cubanos, declaró
que ni le importaba si ‘moría el Papa’".
La verdad
histórica nos recuerda que el padre de John McCain comandó el asalto
anfibio, la invasión y ocupación de República Dominicana en 1965
para enfrentar a las fuerzas nacionalistas dirigidas por Francisco
Caamaño, otro gran héroe de esa nación al que conocí muy bien y
siempre confió en Cuba.
Dedico esta
reflexión de matiz histórico a nuestros queridos periodistas, por
coincidir con el VIII Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba.
Con ellos me siento en familia. ¡Cómo me habría gustado estudiar las
técnicas de su oficio!
La UPEC ha
tenido la generosidad de editar un libro que titularon Fidel
periodista, que será lanzado mañana por la tarde. Me enviaron un
ejemplar, que contiene varios artículos publicados en órganos
clandestinos o legales hace más de 50 años, con prólogo de Guillermo
Cabrera Álvarez y selección, introducción y notas de Ana Núñez
Machín.
A Guillermo
Cabrera le puse el sobrenombre de El Genio desde mis primeros
contactos con él. Fue la impresión que recibí de aquella fantástica
persona que desgraciadamente murió el pasado año. Había sido operado
del corazón tiempo atrás en nuestro prestigioso Centro
Cardiovascular de la ciudad de Santa Clara, creado por la
Revolución.
Releí algunos
de los artículos divulgados en Alerta, Bohemia, La
Calle, y volví a vivir aquellos años.
Ante la
necesidad de transmitir ideas, escribí esos artículos. Lo hice por
puro instinto revolucionario. Un principio apliqué siempre: las
palabras deben ser sencillas; los conceptos, inteligibles para las
masas. Hoy tengo más experiencia, pero menos fuerza, me cuesta más
trabajo hacerlo. El nivel de nuestro pueblo, con la Revolución, es
mucho más alto; la tarea es más difícil.
Desde el punto
de vista revolucionario, no importan las discrepancias; lo que
importa es la honestidad con que se opine. De las contradicciones
saldrá la verdad. Tal vez en otra ocasión valdría la pena hacer el
esfuerzo para expresar algunas observaciones sobre el asunto.
Ayer ocurrió un
importante acontecimiento, que será tema principal en los próximos
días: la liberación de Ingrid Betancourt y un grupo de personas que
estaban en poder de las FARC, sigla de la organización Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia.
El 10 de enero
del presente año, nuestro embajador en Venezuela, Germán Sánchez, a
solicitud de los gobiernos de Venezuela y de Colombia, participa en
la entrega a la Cruz Roja Internacional de Clara Rojas, quien fuera
candidata a la Vicepresidencia de Colombia cuando Ingrid Betancourt
aspiró a la Presidencia, y fue secuestrada el 23 de febrero de 2002.
Consuelo González, miembro de la Cámara de Representantes,
secuestrada el 10 de septiembre del 2001, fue liberada con ella.
Se abría un
capítulo de paz para Colombia, proceso que Cuba viene apoyando desde
hace más de 20 años como lo más conveniente para la unidad y
liberación de los pueblos de nuestra América, utilizando nuevas vías
en las complejas y especiales circunstancias actuales después del
hundimiento de la URSS a principios de los 90 —que no intentaré
analizar aquí—, muy diferentes a las de Cuba, Nicaragua y otros
países en las décadas del 50, 60 y 70 del Siglo XX.
El bombardeo en
horas de la madrugada del primero de marzo de un campamento en suelo
ecuatoriano donde dormían guerrilleros colombianos y jóvenes
visitantes de diversas nacionalidades, con uso de tecnología yanqui,
ocupación de territorio, tiros de gracia a los heridos y secuestro
de cadáveres como parte del plan terrorista del gobierno de Estados
Unidos, repugnó al mundo.
El 7 de marzo
tenía lugar la Reunión del Grupo de Río en la República Dominicana,
donde se condenó enérgicamente el hecho, mientras el gobierno de
Estados Unidos lo aplaudía.
Manuel
Marulanda, campesino y militante comunista, jefe principal de esa
guerrilla creada hace casi medio siglo, vivía todavía. Fallece el 26
de ese mismo mes.
Ingrid
Betancourt, debilitada y enferma, así como otros cautivos en
precarias condiciones de salud, difícilmente podrían resistir más
tiempo.
Por elemental
sentimiento de humanidad, nos alegró la noticia de que Ingrid
Betancourt, tres ciudadanos norteamericanos y otros cautivos habían
sido liberados. Nunca debieron ser secuestrados los civiles, ni
mantenidos como prisioneros los militares en las condiciones de la
selva. Eran hechos objetivamente crueles. Ningún propósito
revolucionario lo podía justificar. En su momento, será necesario
analizar con profundidad los factores subjetivos.
En Cuba ganamos
nuestra guerra revolucionaria poniendo de inmediato en libertad y
sin condición alguna a los prisioneros. Entregábamos a la Cruz Roja
Internacional a los soldados y oficiales capturados en cada batalla,
ocupando solo sus armas. Ningún soldado las depone si lo espera la
muerte o un tratamiento cruel.
Observamos con
preocupación cómo el imperialismo trata de explotar lo ocurrido en
Colombia para ocultar y justificar sus horrendos crímenes de
genocidio con otros pueblos, desviar la atención internacional de
sus planes intervencionistas en Venezuela y Bolivia, y la presencia
de la IV Flota en apoyo de la línea política que pretende liquidar
totalmente la independencia y apoderarse de los recursos naturales
de los demás países al sur de Estados Unidos.
Son ejemplos
que deben ilustrar a todos nuestros periodistas. La verdad en
nuestros tiempos navega por mares tempestuosos, donde los medios de
divulgación masiva están en manos de los que amenazan la
supervivencia humana con sus inmensos recursos económicos,
tecnológicos y militares. ¡Ese es el desafío de los periodistas
cubanos!
Fidel Castro Ruz
Julio 3 de 2008
4 y 26 p.m. |