Ese martes no hubo noticia internacional fresca. Mi modesto
mensaje al pueblo, del lunes 18 de febrero, no tuvo
dificultad para divulgarse con amplitud. Desde las 11 de
la mañana comencé a recibir noticias concretas. La noche
anterior había dormido como nunca. Tenía la conciencia
tranquila y me había prometido unas vacaciones. Los días
de tensión, esperando la proximidad del 24 de febrero, me
dejaron exhausto.
No diré hoy una palabra de personas entrañables en Cuba
y en el mundo que de mil formas diferentes expresaron
sus emociones. Recibí igualmente un elevado número
de opiniones recogidas en la calle con métodos confiables,
las que casi sin excepción, y de forma espontánea, vertieron
sus más profundos sentimientos de solidaridad. Algún día
abordaré el tema.
En este instante me dedico al adversario. Disfruté
observando la posición embarazosa de todos los candidatos
a Presidente de Estados Unidos. Se vieron obligados uno por
uno a proclamar sus inmediatas exigencias a Cuba para no
arriesgar un solo elector. Ni que yo fuera Premio Pulitzer
interrogándolos en la CNN sobre los más delicados asuntos
políticos e incluso personales, desde Las Vegas, donde reina
la lógica del azar de las ruletas de juego y adonde hay que
asistir humildemente si alguien aspira a Presidente.
Medio siglo de bloqueo les parecía poco a los predilectos.
¡Cambio, cambio, cambio!, gritaban al unísono.
Estoy de acuerdo, ¡cambio!, pero en Estados Unidos. Cuba
cambió hace rato y seguirá su rumbo dialéctico.
¡No regresar jamás al pasado!, exclama nuestro pueblo.
¡Anexión, anexión, anexión!, responde el adversario; es lo
que en el fondo piensa cuando habla de cambio.
Martí, rompiendo el secreto de su lucha silenciosa, denunció
el imperio voraz y expansionista ya descubierto y descrito
por su genial inteligencia, más de un siglo después de la
declaración revolucionaria de independencia de las 13
colonias.
No es lo mismo el fin de una etapa que el inicio
del fin de un sistema insostenible.
De inmediato las menguadas potencias europeas aliadas a
ese sistema proclaman las mismas exigencias. A su juicio
había llegado la hora de danzar con la música
de la democracia y la libertad que, desde los tiempos de Torquemada,
jamás realmente conocieron. El coloniaje y el neocoloniaje
de continentes enteros, de donde extraen energía, materias
primas y mano de obra baratas, los descalifican moralmente.
Un ilustrísimo personaje español, antaño ministro de Cultura
e impecable socialista, hoy y desde hace rato vocero de las
armas y la guerra, es la síntesis de la sinrazón pura.
Kosovo y la declaración unilateral de independencia
los golpea en este instante como impertinente pesadilla.
En Iraq y Afganistán siguen muriendo hombres de carne
y hueso con uniformes de Estados Unidos y la OTAN.
El recuerdo de la URSS, desintegrada en parte por
la aventura intervencionista en el segundo de los dos
países, persigue a los europeos como una sombra.
Bush padre postula a McCain como su candidato, mientras Bush
hijo, en un país de África ―origen del hombre ayer y
continente mártir hoy― donde nadie conoce lo que hace allí,
dijo que mi mensaje era el inicio del camino de la libertad
de Cuba, es decir, la anexión decretada por su gobierno en
voluminoso y enorme texto.
El día antes, por la televisión internacional, se mostraba
un grupo de bombarderos de última generación realizando
maniobras espectaculares, con garantía total de que, bombas
de cualquier tipo, pueden ser lanzadas sin que los radares
detecten las naves portadoras y ni se considere crimen de
guerra.
Una protesta de importantes países se relacionaba con
la idea imperial de probar un arma, con el pretexto
de evitar la posible caída sobre el territorio de otro país
de un satélite espía, de los
muchos artefactos
que con fines militares Estados Unidos ha ubicado en la
órbita del planeta.
Pensaba dejar de escribir una reflexión por lo menos
en 10 días, pero no tenía derecho a guardar silencio
tanto tiempo. Hay que abrir fuego ideológico sobre ellos.
Escribí esto a las 3 y 35 p.m. del martes. Ayer lo revisé
y hoy jueves por la tarde lo entregaré. He rogado
encarecidamente que mis reflexiones sean publicadas
en la página 2 o cualquier otra de nuestros periódicos,
nunca en primera plana, y hacer síntesis sencillas en los
demás medios si son extensas.
Estoy enfrascado ahora en el esfuerzo por hacer constar
mi voto unido en favor de la Presidencia de la Asamblea
Nacional y del nuevo Consejo de Estado, y cómo hacerlo.
Doy las gracias a los lectores por su paciente espera.
Fidel Castro Ruz
Febrero 21 de 2008
6 y 34 p.m. |