La Habana, 17 de diciembre de 2007
Querido Randy:
Escuché íntegramente sin perder un solo segundo la Mesa
Redonda del jueves 13. Las noticias sobre la Conferencia de
Bali, apuntadas por Rogelio Polanco, director de Juventud
Rebelde, confirman la importancia de los acuerdos
internacionales y la necesidad de tomarlos muy en serio.
En aquella pequeña isla de Indonesia se reunieron numerosos
Jefes de Gobierno de países del llamado Tercer Mundo, que
luchan por su desarrollo y reclaman un trato equitativo,
recursos financieros y transferencias de tecnología a los
representantes de las naciones industrializadas también allí
representadas.
El Secretario General de Naciones Unidas, ante la tenaz
obstrucción de Estados Unidos en el seno de las 190
representaciones allí reunidas, y después de doce días de
negociación, afirmó el viernes 14, hora de Cuba, cuando ya
era sábado en Bali, que la especie humana podía desaparecer
como consecuencia del cambio climático. Después se marchó
hacia Timor Oriental.
Aquella declaración convirtió la conferencia en una olla de
grillos. Al décimo segundo día de estériles esfuerzos
persuasivos, la representante yanqui Paula Dobriansky, tras
un suspiro profundo, declaró: “nos unimos al consenso.” Es
obvio que Estados Unidos maniobró para sortear su
aislamiento, aunque no cambió en absoluto las sombrías
intenciones del imperio.
Vino el gran espectáculo: Canadá y Japón se adhirieron de
inmediato a Estados Unidos, frente al resto de los países
que demandaban compromisos serios sobre la emisión de gases
que originan el cambio climático. Todo se había previsto
con antelación entre los aliados de la OTAN y el poderoso
imperio, que en una maniobra de engaño accedió a negociar
durante el año 2008 en Hawai, territorio norteamericano, un
nuevo proyecto de convenio, que sería presentado y aprobado
en la Conferencia de Copenhague, Dinamarca, el año 2009, que
sustituiría al de Kyoto, al caducar éste en 2012.
A Europa en la teatral solución le reservaron el papel de
salvadora del mundo. Hablaron Brown, la Merkel y otros
líderes de países europeos pidiendo gratitud internacional.
Excelente regalo de Navidad y Año Nuevo. Ninguno de los
panegiristas mencionó las decenas de millones de personas
pobres que siguen muriendo de enfermedades y hambre cada año
dadas las complejas realidades actuales, cual si viviéramos
en el mejor de los mundos.
El Grupo de los 77, que comprende 132 países que luchan por
desarrollarse, había logrado consenso para demandar de los
países industrializados una reducción de los gases que
originan el cambio climático, para el año 2020, del 20 al
40% por debajo del nivel alcanzado en 1990, y del 60 al 70%
en el año 2050, lo cual es técnicamente posible. Demandaban
además la asignación de fondos suficientes para la
transferencia de tecnología al Tercer Mundo.
No olvidar que esos gases dan lugar a las olas de calor, la
desertificación, el derretimiento de glaciares y el aumento
del nivel de los mares, que podrían cubrir países enteros o
gran parte de ellos. Las naciones industrializadas
comparten con Estados Unidos la idea de convertir los
alimentos en combustible para los autos lujosos y otros
derroches de las sociedades de consumo.
Lo que afirmo quedó demostrado cuando el propio sábado 15 de
diciembre se hizo público a las 10 y 06, hora de Washington,
que el Presidente de los Estados Unidos había solicitado al
Senado, y éste había aprobado, 696 mil millones de dólares
para el presupuesto militar del año fiscal 2008, entre ellos
189 mil millones destinados a las guerras de Irak y
Afganistán.
Experimenté un sano orgullo al recordar la forma digna y
serena con que respondí las hirientes propuestas que me hizo
en 1998 el entonces primer ministro de Canadá Jean Chrétien.
No albergo ilusiones.
Mi más profunda convicción es que las respuestas a los
problemas actuales de la sociedad cubana, que posee un
promedio educacional cercano a 12 grados, casi un millón de
graduados universitarios y la posibilidad real de estudio
para sus ciudadanos sin discriminación alguna, requieren más
variantes de respuesta para cada problema concreto que las
contenidas en un tablero de ajedrez. Ni un solo detalle se
puede ignorar, y no se trata de un camino fácil, si es que
la inteligencia del ser humano en una sociedad
revolucionaria ha de prevalecer sobre sus instintos.
Mi deber elemental no es aferrarme a cargos, ni mucho menos
obstruir el paso a personas más jóvenes, sino aportar
experiencias e ideas cuyo modesto valor proviene de la época
excepcional que me tocó vivir.
Pienso como Niemeyer que hay que ser consecuente hasta el
final.
Fidel Castro Ruz
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