Chávez lo dijo con toda claridad en Riad: la factura de
petróleo y gas de los países en desarrollo alcanza el millón
de millones de dólares. Propuso a la OPEP, que estuvo a
punto de ser disuelta antes de la llegada al poder del
gobierno bolivariano ―que la presidió y preservó a lo largo
de 8 años―, asumir el papel para el cual fue creado el Fondo
Monetario Internacional y nunca cumplió.
El dólar está en caída libre, expresó. Nos pagan con
papeles. Podemos y debemos garantizar el combustible tanto a
los países desarrollados como a los que luchan por
desarrollarse y necesitan importarlo. La OPEP puede dar
créditos para el desarrollo con largo período de gracia y
sólo el 1 por ciento de interés anual, de modo que
los países pobres paguen con los bienes y servicios que sean
capaces de producir. Mencionó la cifra de 5 mil millones de
dólares como ayuda al desarrollo que Venezuela presta a los
países caribeños que necesitan desesperadamente importar esa
esencial materia prima.
Chávez puede añadir un ejemplo ilustrativo que Cuba conoce
bien: con lo que cuesta a fines del año 2007 importar un
barril, en 1960 se podían adquirir 13,52 toneladas de
petróleo ligero, incluido transporte, es decir, casi 50
veces más que ahora. En tales condiciones, un país como la
República Bolivariana de Venezuela continuaría siendo un
suministrador de combustible casi regalado a Estados Unidos.
La tierra continuaría hundiéndose en algunas cuencas al
faltar el subsuelo petrolero.
Comprendo cuánto tiene que romperse la cabeza sacando
cuentas y cuán justos y nobles son sus sentimientos de
igualdad y justicia para los pueblos de la que Martí llamó
nuestra América y Bolívar, en la lucha contra el imperio
español, calificó de una sola nación.
En aquella época se mantenía todavía el equilibrio. No
existía la diabólica idea imperial de convertir los
alimentos en combustible ni los cambios climáticos
descubiertos y comprobados por las ciencias.
Fidel Castro Ruz
Noviembre 19 de 2007
4 y 36 p.m. |