Cuando leí en Granma el artículo del compañero Hart al
conmemorar esa fecha, se menciona un párrafo del discurso que
pronuncié el 16 de
Enero de 1959 en el Cementerio de Colón, a los
ocho días de mi llegada a La Habana después del triunfo. Me trajo
muchos recuerdos de los heroicos compañeros caídos. Pensaba en Juan
Manuel Márquez, brillante orador martiano y Segundo Jefe de la
fuerza expedicionaria del "Granma"; en Abel Santamaría, sustituto en
el mando si yo caía en el ataque al Cuartel Moncada; Pedro Marrero,
Ñico López, José Luis Tasende, Gildo Fleitas, los hermanos Gómez,
Ciro Redondo, Julio Díaz y prácticamente todos los miembros del
numeroso contingente de jóvenes artemiseños que cayeron en el
Moncada o en la Sierra. Sería interminable la lista. Todos procedían
de las filas ortodoxas.
El primer problema a resolver era Batista en el poder. Con Chibás
vivo no habría podido dar el golpe de estado, porque el fundador del
Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) lo observaba de cerca y
metódicamente lo ponía en la picota pública. Muerto Chibás, era
seguro que Batista perdería las elecciones que debían realizarse el
1º de junio del año 1952, dos meses y medio después del golpe de
estado. Los análisis de opinión eran bastante precisos y el rechazo
a Batista crecía constantemente, día tras día.
Yo estaba en la reunión donde se eligió al nuevo candidato ortodoxo,
más como atrevido que como invitado. Ingresaría en el Parlamento,
donde lucharía por un programa radical. Nadie habría podido
impedirlo. Se rumoraba entonces que yo era comunista, palabra que
despertaba muchos reflejos sembrados por las clases dominantes.
Hablar entonces de marxismo-leninismo, e incluso en los primeros
años de la Revolución, habría sido insensato y torpe. En aquel
discurso ante la tumba de Chibás hablé de forma que se comprendiera
por las masas las contradicciones objetivas que nuestra sociedad
enfrentaba en aquel entonces, y aún tiene que enfrentar.
Me comunicaba todos los días a través de una estación local de radio
ubicada en la capital y con mensajes enviados directamente a decenas
de miles de electores espontáneamente inscritos en el Partido
Ortodoxo. Además lo hacía con toda la nación a través de las
ediciones extraordinarias del periódico Alerta durante varios lunes
casi consecutivos, con las denuncias probadas de la corrupción del
gobierno de Prío formuladas entre el 28 de enero y el 4 de marzo de
1952. Pude intuir y profundizar las intenciones golpistas de
Batista. Lo denuncié a la dirección y les pedí utilizar la hora
dominical que tenía Chibás para hacerlo. "Investigaremos", me
respondieron. Dos días más tarde comunicaron: "Hemos indagado por
nuestras vías y no existe indicio alguno." Pudo evitarse el golpe y
no se hizo nada. Ya Chibás, meses antes, a duras penas pudo impedir
"un pacto sin ideología", como él lo calificara, entre ortodoxos y
el antiguo Partido Revolucionario Cubano (Auténtico). La mayoría de
las direcciones provinciales apoyaron tal pacto. El sistema
económico imperante facilitó que en casi todas las provincias, la
oligarquía y los terratenientes se apropiaran de la dirección. Solo
una fue leal, la de la Capital, con gran influencia de intelectuales
radicales en la dirección. Consumado el golpe y cuando más se
necesitaba la unión, el papel de la oligarquía fue dejar la masa
mayoritaria del pueblo a merced del viento imperialista. Yo seguí
con mi proyecto revolucionario, en el que esta vez la lucha, desde
su propio inicio, sería armada.
El día que Chibás, cuyo cadáver fue velado en la Universidad de La
Habana, iba a ser enterrado, propuse a la dirección ortodoxa dirigir
aquella enorme masa hacia el Palacio Presidencial y tomarlo. Me
había pasado toda la noche respondiendo preguntas de los reporteros
radiales y preparando los ánimos del pueblo para acciones radicales.
Nadie en la Universidad les prestaba atención a las radioemisoras
aquella noche. Había un gobierno desorganizado y lleno de pánico, un
ejército desmoralizado y sin ánimos para reprimir a aquella masa.
Nadie habría resistido.
Al conmemorarse el primer aniversario de la muerte de Chibás,
escribí una proclama cuyo título fue: "Zarpazo", impresa en
mimeógrafo seis días después del golpe traidor. A continuación su
texto:
¡Revolución no, Zarpazo! Patriotas no, liberticidas, usurpadores,
retrógrados, aventureros sedientos de oro y poder.
No fue un cuartelazo contra el Presidente Prío, abúlico, indolente;
fue un cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones cuyo
resultado se conocía de antemano.
No había orden pero era el pueblo a quien le correspondía decidir
democráticamente, civilizadamente y escoger sus gobernantes por
voluntad y no por la fuerza.
Correría el dinero a favor del candidato impuesto, nadie lo niega,
pero ello no alteraría el resultado como no lo alteró el derroche
del Tesoro Público a favor del candidato impuesto por Batista en
1944.
Falso es por completo, absurdo, ridículo, infantil, que Prío
intentase un golpe de Estado, burdo pretexto, su impotencia e
incapacidad para intentar semejante empresa ha quedado
irrebatiblemente demostrada por la cobardía con que se dejó
arrebatar el mando.
Se sufría el desgobierno, pero se sufría desde hace años esperando
la oportunidad constitucional de conjurar el mal, y usted Batista
que huyó cobardemente cuatro años y politiqueó inútilmente otros
tres, se aparece ahora con su tardío, perturbador y venenoso
remedio, haciendo trizas la Constitución cuando sólo faltaban dos
meses para llegar a la meta por la vía adecuada.
Todo lo alegado por Ud. es mentira, cínica justificación, disimulo
de lo que es vanidad y no decoro patrio, ambición y no ideal,
apetito y no grandeza ciudadana.
Bien estaba echar abajo un gobierno de malversadores y asesinos, y
eso intentábamos por la vía cívica con el respaldo de la opinión
pública y la ayuda de la masa del pueblo ¿Qué derecho tienen en
cambio a sustituirlo en nombre de las bayonetas los que ayer robaron
y mataron sin medida?
No es la paz, es la semilla del odio lo que así se siembra. No es
felicidad, es luto y tristeza lo que siente la nación frente al
trágico panorama que se vislumbra. Nada hay tan amargo en el mundo
como el espectáculo de un pueblo que se acuesta libre y se
despierta esclavo.
Otra vez las botas; otra vez Columbia dictando leyes quitando y
poniendo ministros; otra vez los tanques rugiendo amenazadores sobre
nuestras calles; otra vez la fuerza bruta imperando sobre la razón
humana. Nos estábamos acostumbrando a vivir dentro de la
Constitución, doce años llevábamos sin grandes tropiezos a pesar de
los errores y desvaríos. Los estados superiores de convivencia
cívica no se alcanzan sino a través de largos esfuerzos. Ud. Batista
acaba de echar por tierra en unas horas esa noble ilusión del pueblo
de Cuba.
Cuanto hizo Prío de malo en tres años, lo estuvo Ud. haciendo en
once. Su golpe es pues, injustificable, no se basa en ninguna razón
moral seria, ni en doctrina social o política de ninguna clase. Sólo
halla razón de ser en la fuerza, y justificación en la mentira. Su
mayoría está en el Ejército, jamás en el pueblo. Sus votos son los
fusiles, jamás las voluntades, con ellos puede ganar un cuartelazo,
nunca unas elecciones limpias. Su asalto al poder carece de
principios que lo legitimen; ríase si quiere, pero los principios
son a la larga más poderosos que los cañones. De principios se
forman y alimentan los pueblos, con principios se alimentan en la
pelea, por los principios mueren.
No llame revolución a ese ultraje, a ese golpe perturbador e
inoportuno, a esa puñalada trapera que acaba de clavar en la espalda
de la República. Trujillo ha sido el primero en reconocer su
gobierno, él sabe quiénes son sus amigos en la camarilla de tiranos
que azotan la América, ello dice mejor que nada el carácter
reaccionario, militarista y criminal de su zarpazo. Nadie cree ni
remotamente en el éxito gubernamental de su vieja y podrida
camarilla, es demasiada la sed de poder, es muy escaso el freno
cuando no hay más Constitución ni más ley que la voluntad del tirano
y sus secuaces.
Sé de antemano que su garantía a la vida será la tortura y el
palmacristi. Los suyos matarán aunque usted no quiera, y usted
consentirá tranquilamente porque a ellos se debe por completo. Los
déspotas son amos de los pueblos que oprimen y esclavos de la fuerza
en que sustentan la presión. A su favor lloverá ahora propaganda
mentirosa y demagógica en todos los voceros, por las buenas o por
las malas, y sobre sus opositores lloverán viles calumnias; así lo
hizo Prío también y de nada le valió en el ánimo del pueblo. Pero la
verdad que alumbre los destinos de Cuba y guíe los pasos de nuestro
pueblo en esta hora difícil, esa verdad que ustedes no permitirán
decir, la sabrá todo el mundo, correrá subterránea de boca en boca
en cada hombre y mujer, aunque nadie lo diga en público ni la
escriba en la prensa, y todos la creerán y la semilla de la rebeldía
heroica se irá sembrando en todos los corazones; es la brújula que
hay en cada conciencia.
No sé cuál será el placer vesánico de los opresores, en el látigo
que dejen caer como caínes sobre la espalda humana, pero sí sé que
hay una felicidad infinita en combatirlos en levantar la mano fuerte
y decir: ¡No quiero ser esclavo!
Cubanos: Hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos, y
Guiteras. Hay opresión en la patria, pero habrá algún día otra vez
libertad.
Yo invito a los cubanos de valor, a los bravos militantes del
Partido Glorioso de Chibás; la hora es de sacrificio y de lucha, si
se pierde la vida nada se pierde, "vivir en cadenas, es vivir en
oprobio y afrenta sumido. Morir por la patria es vivir."
Fidel Castro.
Al no ser publicado este irreverente artículo —¿quién se
atrevería?—, fue distribuido en el Cementerio de Colón por amigos y
simpatizantes ortodoxos el 16 de marzo de 1952.
El 16 de agosto de 1952 se publicó en el periódico clandestino El
acusador un artículo titulado "Recuento crítico del P.P.C.
(Ortodoxo)", firmado con un seudónimo del autor: Alejandro. Ya que
hice una valoración crítica de aquel partido, me pareció conveniente
incluir este análisis:
Por encima del tumulto de los cobardes, los mediocres y los pobres
de espíritu, es necesario hacer un enjuiciamiento breve, pero
valiente y constructivo del movimiento ortodoxo, después de la caída
de su gran líder Eduardo Chibás.
El formidable aldabonazo del paladín de la Ortodoxia, dejó al
Partido un caudal tan inmenso de emoción popular que lo puso a las
puertas mismas del Poder. Todo estaba hecho, solo era necesario
saber retener el terreno ganado.
La primera pregunta que debe hacerse todo ortodoxo honrado es esta:
¿Hemos engrandecido el legado moral y revolucionario que nos legó
Chibás..., o, por el contrario, hemos malversado parte del
caudal...?
Quién crea que hasta ahora todo se ha hecho bien, que nada tenemos
que reprocharnos, ese será un hombre muy poco severo con su
conciencia.
Aquellas pugnas estériles que sobrevinieron a la muerte de Chibás,
aquellas escandaleras colosales, por motivos que no eran
precisamente ideológicos, sino de sabor puramente egoístas y
personales, aún resuenan como martillazos amargos en nuestra
conciencia.
Aquel funestísimo procedimiento de ir a la tribuna pública a
dilucidar bizantinas querellas, era síntoma grave de indisciplina e
irresponsabilidad.
Inesperadamente vino el 10 de Marzo. Era de esperar que tan
gravísimo acontecimiento arrancara de raíz en el Partido las
pequeñas rencillas y los personalismos estériles. ¿Acaso fue
totalmente así...?
Con asombro e indignación de las masas del Partido, las torpes
querellas volvieron a relucir. La insensatez de los culpables no
reparaba en que la puerta de la prensa era estrecha para atacar al
régimen; pero en cambio muy ancha para atacar a los propios
Ortodoxos. Los servicios prestados a Batista con semejante conducta
no han sido pocos.
Nadie se escandalizará de que tan necesario recuento se haga hoy, en
que le ha tocado el turno a la gran masa, que en silencio amargo ha
sufrido estos extravíos y ningún momento más oportuno que el día de
rendir cuentas a Chibás junto a su tumba.
Esa masa inmensa del P.P.C. está puesta de pie, más decidida que
nunca. Pregunta en estos momentos de sacrificio...: ¿Dónde están los
que aspiraban... los que querían ser los primeros en los puestos de
honor de las asambleas y los ejecutivos, los que recorrían
terrritorios y hacían tendencias, los que en las grandes
concentraciones reclamaban puesto en la tribuna, y ahora no recorren
territorios, ni movilizan la calle, ni demandan los puestos de honor
de la primera línea de combate...?
Quién tenga un concepto tradicional de la política podrá sentirse
pesimista ante este cuadro de verdades. Para los que tengan, en
cambio, fe ciega en las masas, para los que creen en la fuerza
irreductible de las grandes ideas, no será motivo de aflojamiento y
desaliento la indecisión de los líderes, porque esos vacíos son
ocupados bien pronto por los hombres enteros que salen de las filas.
El momento es revolucionario y no político. La política es la
consagración del oportunismo de los que tienen me dios y recursos.
La Revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor
e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en
la mano el estandarte. A un Partido Revolucionario debe corresponder
una dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular que salve a
Cuba.
Alejandro.
Más adelante creamos una estación radial clandestina que hiciera lo
que después hizo Radio Rebelde en la Sierra. En relativamente poco
tiempo, mimeógrafo, emisora y lo poco que teníamos, cayó en manos
del ejército golpista. Entonces aprendí las reglas rigurosas a las
que debía ajustarse la conspiración que nos llevó al ataque del
Moncada.
Próximamente se publicará un pequeño volumen con dos ideas
fundamentales que fueron condensadas en dos discursos: el de Río de
Janeiro en la Cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo hace más de 15 años y el que pronunciara en la
conferencia internacional Diálogo de Civilizaciones hace dos años y
medio. Recomiendo a los lectores analizar bien ambos documentos.
Ruego me excusen por este anuncio comercial, pero gratuito.
Fidel Castro Ruz
Agosto 25 del 2007
6:32
p.m.