En el VI Encuentro Hemisférico de La Habana,
cuando se discutió el tema de la producción de biocombustibles a partir de
alimentos, que son cada vez más caros, la inmensa mayoría se opuso con
indignación. Pero era indiscutible que algunas personalidades de
prestigio, autoridad y buena fe habían sido ganadas por la idea de que la
biomasa del planeta alcanzaba para ambas cosas en un tiempo relativamente breve,
sin pensar en la urgencia de producir los alimentos que, ya escasos de por sí,
servirían de materia prima para el etanol y el agrodiésel.
Cuando, en cambio, se abrió a debate el tema
de los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, participaron varias
decenas de personas, y todas condenaron unánimemente tanto las formas
bilaterales como multilaterales de tales acuerdos con la potencia imperial.
Tomando en cuenta la necesidad de espacio,
vuelvo a utilizar el método de la síntesis para exponer tres intervenciones
elocuentes de personalidades latinoamericanas que expresaron conceptos de enorme
interés y lo hicieron con gran claridad y peculiaridad. Se respetan, como en
todas las síntesis de las Reflexiones anteriores, las formas exactas de
exposición de los autores.
Alberto
Arroyo (México, Red mexicana de
Acción contra el Libre Comercio).
Yo quisiera compartir con ustedes los
nuevos planes del imperio y tratar de alertar al resto del continente de algo
nuevo que está surgiendo o que está avanzando como una nueva estrategia a una
nueva etapa de la ofensiva de Estados Unidos. El NAFTA o el TLC de América del
Norte fue simplemente el primer paso de algo que quiere para todo el
continente.
El nuevo intento parece no tomar en
cuenta la derrota que ha significado el no poder lograr el ALCA,
el que, incluso, en su Plan “B” reconoce que no puede sacar lo que él llama el
ALCA integral simultáneamente con todos los países del continente; va a
intentar ir, por pedazos, negociando bilateralmente Acuerdos de Libre Comercio.
Con Centroamérica logró firmarlo, pero
Costa Rica no lo ha ratificado. En el caso de la zona andina, no logra ni
siquiera sentar a la mesa al conjunto de los países, sino solo a dos, y
con esos dos no ha podido terminar las negociaciones.
¿Qué es lo nuevo del ASPAN (Alianza
para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte)? Tres cosas que me
parecen fundamentales:
Primera: Fortalecer los esquemas
militares y de seguridad para enfrentar la resistencia de los pueblos es
precisamente su reacción ante el triunfo del movimiento que le detiene sus
planes.
No es solamente ubicar bases militares
en las zonas de peligro o en las zonas con altos recursos naturales
estratégicos, sino tratar de crear una coordinación estrecha, con planes
concertados con los países, para mejorar los esquemas de seguridad que son una
forma de enfrentar, como si fueran criminales, a los movimientos sociales.
Este es el primer aspecto novedoso.
Segundo elemento, que me parece también
una novedad: los grandes actores de todo este esquema neoliberal siempre lo
fueron directamente las transnacionales. Los gobiernos, particularmente el
gobierno de Estados Unidos, eran los voceros, los que llevaban formalmente las
negociaciones, pero realmente los intereses que estaban defendiendo eran
directamente los de las corporaciones. Eran los grandes actores ocultos detrás
de los TLC y detrás del proyecto del ALCA.
La novedad en el nuevo esquema del
ASPAN es que estos actores salen de la oscuridad, pasan al primer plano y se
invierte esta relación: los grupos empresariales directamente hablando entre
sí, con presencia de los gobiernos, que luego van a tratar de traducir en
políticas, en cambios de reglamentos, en cambios de leyes, etcétera, sus
acuerdos. Ya no les bastó con privatizar las empresas públicas; están
privatizando la política como tal. Los empresarios nunca habían sido
directamente los que definían la política económica.
El ASPAN comienza en una reunión,
llamada, digamos, “Un encuentro para la prosperidad de América del Norte”, que
eran encuentros trinacionales de empresarios.
De los acuerdos operativos que están
tomando en el ASPAN, uno es crear comités trinacionales, de lo que ellos llaman
“los capitanes de la industria”, por sectores, para que definan un plan
estratégico de desarrollo del sector en la región de América del Norte. Es
decir, la Ford se multiplica o se divide entre tres: la Ford directamente
corporativa en Estados Unidos, subgerente de la Ford en México, subgerente de la
Ford en Canadá, y deciden cuál es la estrategia para el sector automotriz en
América del Norte. Es la corporación Ford hablando con un espejo, con sus
empleados, con los directores de las automotrices en Canadá y en México, para
acordar el plan estratégico que les presentan a los gobiernos para que lo
traduzcan y lo implementen en políticas económicas concretas.
Hay un esquema de incorporar el aspecto
de seguridad; segundo punto, privatizar directamente las negociaciones; y el
tercer aspecto novedoso de este esquema es quizás, para recordar una frase de
nuestros abuelos clásicos, aquella frase de Engels en que planteaba que cuando
con los mecanismos de la democracia formal el pueblo puede estar a punto de
tomar el poder, como el cero en el termómetro o el 100, cambian las reglas del
juego: el agua, o se congela o entra en ebullición, y a pesar de estar hablando
de las democracias burguesas, los primeros que van a romper con las reglas son
ellos.
Los Tratados de Libre Comercio tienen
que pasar por los congresos, y el hecho es que cada vez tienen más dificultades
para ser ratificados por los congresos, incluido el Congreso del imperio, el
Congreso de Estados Unidos.
Están hablando de que esto no es un
tratado internacional, por tanto, no tiene que pasar por los congresos. Como sí
tocan temas que trastocan el marco legal en nuestros países, van a ir
presentando pedacitos; deciden una modificación a una legislación en un
momento, en otro momento a otra; se implementan decretos del ejecutivo, cambios
de normas operativas, normas de funcionamiento, estándares, nunca el paquete
entero.
Los Tratados de Libre Comercio, a pesar
de que se negociaron a espaldas de nosotros y a espaldas en general de todos los
pueblos, tarde o temprano se traducen en un texto escrito que va a los congresos
y sabemos qué pactaron. Pretenden que nunca sepamos qué pactaron, no vamos a ir
viendo más que pedacitos de la estrategia, porque nunca se va a traducir en un
texto integrado.
Voy a terminar con una anécdota, para
que nos demos cuenta, en el aspecto de seguridad, a qué grado de sofisticación
han llegado los acuerdos y los mecanismos operativos de integración de los
aparatos de seguridad.
Hace un tiempo sale un avión de Toronto
hacia México con turistas que van a Puerto Vallarta de vacaciones. Cuando
estaba el avión en la pista, revisando un poco más minuciosamente la lista de
pasajeros, descubren que está alguien de la lista de terroristas de Bush.
Apenas entra el avión al espacio aéreo
norteamericano ―que de Toronto al espacio aéreo norteamericano no tiene más que
pasar los Grandes Lagos, no es más, y en un jet esto es unos cuantos minutos―, y
ya estaban dos F-16 al lado del avión. Lo sacan del espacio aéreo
norteamericano, escoltan el avión hasta territorio mexicano, lo hacen aterrizar
en la parte militar del aeropuerto y apresan al señor este, y a su familia la
regresan.
Ustedes imaginen la sensación de los
pobres 200 turistas que estaban allí, ver al lado del avión a dos F-16 armados
que lo sacan de ruta.
Luego resulta que no era el terrorista
que ellos esperaban, y le dicen: “Usted perdone, puede seguir de
vacaciones, y llame a su familia para que venga a acompañarlo.”
JORGE CORONADO (Costa Rica, Alianza
Social Continental)
La lucha contra el libre comercio en la
región tiene diversos aspectos. Uno de los proyectos más avasalladores que se
han planteado de infraestructura, de apropiación de nuestra biodiversidad, es el
Plan Puebla-Panamá, una estrategia que no es solo de apropiación de nuestros
recursos, sino parte de una estrategia militar del imperio que va desde el sur
de México hasta Colombia, pasando por Centroamérica.
En la lucha contra las represas
hidroeléctricas, que desplaza y violenta los territorios indígenas y campesinos,
hemos tenido casos en los que, a punta de represión militar, han desplazado
diversas comunidades indígenas y campesinas de la región.
Tenemos el componente de la lucha
contra la minería. Transnacionales canadienses, europeas, estadounidenses han
seguido esta estrategia de apropiación.
Hemos venido enfrentando la
privatización de los servicios públicos: energía eléctrica, agua,
telecomunicaciones; la lucha en el sector campesino por la defensa de las
semillas, contra el patentamiento de seres vivos y contra la pérdida de la
soberanía frente a los transgénicos.
Hemos venido luchando contra la
flexibilidad laboral, uno de los ejes orientados al sector y, obviamente, contra
todo el desmantelamiento de nuestra pequeña producción campesina.
También, la lucha contra el tema de la
propiedad intelectual, que priva a nuestra seguridad del uso de medicinas
genéricas, que son el principal eje de distribución que tienen nuestros
institutos de seguridad social en la región.
Un factor central en esta lucha contra
el libre comercio ha sido contra los Tratados de Libre Comercio y,
particularmente, contra los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos,
aprobados en Guatemala, en Honduras, El Salvador y Nicaragua a sangre y fuego.
Y eso no es una frase retórica.
En Guatemala, compañeros luchadores han
caído asesinados enfrentándose a la aprobación del mismo. Esa lucha nos ha
permitido garantizar un eje articulador y movilizador de la más vasta unidad del
movimiento popular en la región.
En el caso del Parlamento hondureño,
los diputados se fueron del Parlamento, rompiendo el marco mínimo de la
legalidad institucional.
Hemos dicho, dentro del seno del
movimiento popular, que no significa una derrota. Hemos perdido una batalla,
pero esto ha permitido un salto cualitativo en organización, en unidad y en
experiencia de lucha contra el libre comercio.
El Movimiento Social Popular y el
pueblo de Costa Rica, que han impedido hasta el día de hoy la aprobación del TLC
en Costa Rica, forjando una unidad con diversos sectores académicos, políticos y
hasta empresariales, para crear un gran frente nacional de lucha diverso y
heterogéneo, hasta hoy han logrado parar al gobierno costarricense, a la derecha
neoliberal, que no ha podido aprobar el TLC. Hoy se está planteando la
posibilidad de que el tema del TLC en Costa Rica se defina en un referendo.
Estamos a las puertas de una jornada
fundamental en Costa Rica en términos de poder impedir el avance de la agenda
neoliberal; una derrota de este tratado significaría, simbólicamente, seguir
sumando victorias, como ha sido estancar y detener el ALCA.
Hoy requerimos de la solidaridad del
movimiento popular, hoy les solicitamos a las organizaciones sociales y
populares que lleguen a Costa Rica como observadores internacionales. La
derecha se prepara para estimular, si es posible, un fraude que le garantice
ganar una pelea que la tiene perdida, y el tener observadores internacionales
desde el movimiento popular, va a ser un aporte importante de solidaridad activa
y militante con nuestra lucha.
Hoy, después de un año, en ningún país
de Centroamérica el TLC ha traído ni más empleo, ni más inversión, ni mejores
condiciones de la balanza comercial.
Hoy lanzamos la consigna, en toda la
región, de reforma agraria, de soberanía y seguridad alimentaria, como un eje
central para nuestros países eminentemente agrícolas.
Hoy quieren, ya no solo Estados Unidos,
sino los europeos, apropiarse de una de las regiones más ricas en biodiversidad
y más ricas en recursos naturales.
Hoy más que nunca el eje articulador de
nuestros diversos movimientos en la región centroamericana es enfrentar al libre
comercio en sus múltiples manifestaciones, y este encuentro ojalá ayude a darnos
elementos de articulación, ejes de lucha, ejes de acción conjunta, que nos
permitan en todo el hemisferio avanzar como una sola fuerza popular.
No cejaremos en nuestros esfuerzos de
organización y de lucha hasta alcanzar un nuevo mundo.
JAIME ESTAY (Chile, coordinador de la
Red de Estudios de Economía Mundial, REDEM, y actualmente profesor de la
Universidad de Puebla en México)
Esta crisis tiene que ver, en
definitiva, con un incumplimiento manifiesto de las promesas que acompañaron al
conjunto de reformas que se empezaron a aplicar en América Latina desde los años
ochenta.
Bajo la bandera del libre comercio se
nos dijo que íbamos a lograr que nuestras economías crecieran, que íbamos a
lograr disminuir los niveles de desigualdad dentro de nuestros países, las
distancias entre nuestros países y el mundo avanzado, y, en definitiva, que
íbamos a lograr los saltos hacia el desarrollo. En algunos países se llegó a
hablar de los saltos hacia el Primer Mundo.
En lo que respecta a la nueva
integración o a este regionalismo abierto que echó a andar hace ya más de 15
años, lo que se planteó era poner la integración latinoamericana, o aquello que
hemos calificado como integración latinoamericana, al servicio de la apertura.
Se desarrolló todo un discurso en el
sentido de que había que hacer una integración para abrir, una integración que
ya no fuera la vieja integración proteccionista, sino una integración a través
de la cual lográramos las mejores condiciones para insertarnos en esta economía
global, en estos mercados que, supuestamente, al funcionar de manera libre, iban
a arrojar los mejores resultados posibles para nuestros países.
Esa relación entre integración y
apertura, esa idea de que el objetivo supremo de la integración tenía que ser la
apertura de nuestros países, efectivamente se cumplió, efectivamente nuestros
países se abrieron, y efectiva y desgraciadamente lo central de la integración
latinoamericana consistió en ponerla al servicio de esa apertura.
Algunos funcionarios hablaron de lo que
llamaban la “etapa pragmática de la integración”. Avancemos como podamos, era
un poco la consigna. Si lo que queremos es comerciar más, centrémonos en
comerciar más; si lo que queremos es firmar una multitud de pequeños acuerdos
entre países, acuerdos bilaterales o entre tres o cuatro países, avancemos por
ese lado, y en algún momento a todo eso le podremos llamar integración
latinoamericana.
El balance es claramente negativo.
Creo que hay un reconocimiento, cada vez mayor en distintos niveles, de que lo
que hemos llamado integración latinoamericana no es integración, es comercio; y
no es latinoamericano, sino que más bien es una maraña de acuerdos firmados
entre distintos países de la región, que de ninguna manera han dado lugar a un
proceso que tenga un carácter efectivamente latinoamericano. La apertura, a cuyo
servicio se supone que debíamos poner la integración, no ha arrojado ninguno de
los resultados que se nos anunciaban en términos de crecimiento económico, de
disminución de desigualdades y de logros del tan ansiado desarrollo que se decía
que tenía que hacerse presente.
Lo que habría que destacar es que
estamos asistiendo a un deterioro extremo de un estilo de integración que tenía
muy claramente definido para qué, cómo y para quién se integraba.
En suma, de lo que estoy hablando es de
una integración pensada desde los fundamentos del neoliberalismo, que ha
fracasado, tanto en términos de sus propios objetivos como en términos de los
objetivos que todos tenemos derecho a exigir y a esperar de un verdadero proceso
de integración.
La nueva integración latinoamericana se
apoyó fuertemente en las políticas y las propuestas que venían desde
Washington. En buena medida, esas propuestas estadounidenses se han
transformado en algo que termina comiéndose a su propia criatura. El solo
hecho de firmar los Tratados de Libre Comercio pone en crisis tanto a la
comunidad andina como también al Mercado Común Centroamericano.
Parte importante de la crisis de la
actual integración latinoamericana tiene que ver con el avance del proyecto
hemisférico estadounidense, no por la vía del ALCA, que logró ser frenado, sino
por la vía de firmar distintos Tratados de Libre Comercio.
Se destaca más claramente en el actual
panorama de la integración la aparición de alternativas. En muchos sentidos, el
ALBA se sustenta en principios que son radicalmente distintos a los de esa
integración que está en crisis.
Hay muchas funciones por definir y
fronteras que delimitar: el significado que tienen conceptos tales como “libre
comercio”, “desarrollo nacional”, “libertad de mercado”, “seguridad y soberanía
alimentaria”, etcétera.
Lo que puede afirmarse es que estamos
asistiendo, en el escenario hemisférico y latinoamericano, a una creciente
insurgencia respecto al predominio del neoliberalismo.
Hasta aquí las opiniones expresadas por
estas tres personalidades, que sintetizan las de los que participaron en el
debate sobre los Tratados de Libre Comercio. Son puntos de vista muy
sólidos a partir de una amarga realidad, que han enriquecido mis ideas.
Recomiendo a los lectores prestar
atención a las complejidades de la actividad humana. Es la única forma de ver
más lejos.
El espacio se agotó. No debo añadir
hoy una palabra más.
Fidel Castro Ruz
16 de mayo del 2007
6 y 12 p.m.
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