ALINA MARTÍNEZ
TRIAY
La radio
chilena informó de una noticia censurada que indica que hay
mil 800 hombres en la zona buscándonos", escribía el Che en su
diario el 6 de octubre. Los guerrilleros siguen adelante, el
avance se hace difícil. Pacho lo describe: "El camino de noche
ha sido como caminar en el infierno, espinas en el suelo que
al andar en abarcas se nos clavan en los pies y piernas, a los
lados, a la altura de la cabeza, ha sido terrible". No
obstante, la solidaridad humana se impone, los guerrilleros se
ayudan unos a otros y asumen esta prueba como una de las
tantas exigencias de la vida en campaña.
Pocos días
antes habían pasado un "día de angustia", como lo calificó el
Che, que parecía ser el último. Sin embargo pudieron
superarlo. El 8 de octubre amaneció frío, señaló Inti, quien
caracterizó la marcha del grupo de lenta, debido a que el
Chino caminaba mal de noche y el Moro estaba cada vez más
enfermo. En un momento dado se detuvieron para coger agua en
un arroyito. Un espía del ejército, que disfrazado de
campesino recorría la zona, los detectó y fue a dar aviso a La
Higuera de la presencia de los guerrilleros. Hacia el lugar se
movilizaron varias compañías.
Pronto los
combatientes se encontraron en la unión de la quebrada del
Yuro con la de San Antonio. Al regresar las parejas de
exploradores enviadas por el Che, le informaron que los
soldados les cerraban el paso. No era posible retroceder. El
Che ordenó entonces a sus hombres ocultarse en un cañón
lateral, les indicó las posiciones a ocupar, por dónde podrían
retirarse en caso de entablarse combate, en dependencia del
punto por el que apareciese el enemigo, y el sitio de reunión
para reagruparse. Si no eran descubiertos, habría más
posibilidades de romper el cerco por la noche.
Al enviar el
Che al Ñato y a Aniceto a relevar a Pombo y a Urbano, los dos
primeros fueron vistos por el ejército y comenzó el tiroteo.
Era poco más de la una y treinta de la tarde. El primer
guerrillero abatido fue el boliviano Aniceto Reynaga
(Aniceto). Durante horas de fuego intenso, el heroísmo
multiplicó la resistencia de los l7 guerrilleros cercados en
la quebrada.
¡ESTE ES EL
COMANDANTE GUEVARA Y LO VAN A RESPETAR!
Por las
investigaciones de Adys Cupull y Froilán González, quienes
tuvieron acceso a los archivos de la CIA en Bolivia,
entrevistaron a los hoy generales Gary Prado, Mario Vargas
Salinas, Miguel Ayoroa y otros participantes en los
acontecimientos, y consultaron los archivos del general
Joaquín Zenteno Anaya, entonces comandante de la VIII División
del ejército, en cuya jurisdicción se encontraba la guerrilla,
se han podido reconstruir los hechos de la siguiente manera.
Cuando el Che
trató de salir de allí se encuentra con que el ejército ha
concluido el cerco. Choca de frente con la sección del
sargento Bernardino Huanca, se enfrenta a estos, que tienen
emplazamiento de ametralladora y lo hieren. El Che, herido en
una pierna, continuó combatiendo hasta que fue inutilizada su
carabina y agotadas las balas de su pistola. Los combatientes
Antonio, Arturo y Pacho se hallaron entre dos fuegos y
emprendieron una concentrada resistencia, que les ocasionó
varias bajas a los soldados, hasta que una potente granada
hizo blanco sobre ellos.
Los soldados
que estaban en el punto por donde escalaron el Che y Willy,
eran tres, de apellido Balboa, Choque y Encinas. Tiempo
después relataron cómo vieron subir a los dos guerrilleros y
que uno resultó ser el Che Guevara. Explicaron que Balboa fue
el primero que los vio, levantó el fusil y gritó que se
detuvieran; que Willy trató con cuidado al Che, que venía
herido. A Balboa se le unieron los otros dos soldados.
Contaron que el Che tenía la carabina M-1 dañada, inmovilizada
por un impacto que recibió en la recámara, su pistola no tenía
cargador y únicamente portaba una daga. Recordaron que después
llegó Bernardino Huanca, se acercó al Che y le asestó un
culatazo en el pecho; luego le apuntó de manera amenazante
para dispararle. Willy Cuba se interpuso y gritó con voz
autoritaria: "¡Carajo, este es el comandante Guevara y lo van
a respetar!".
En las
veinticuatro horas siguientes se consumaría el crimen de la
escuelita de La Higuera. Hasta allí fueron conducidos el Che,
Willy y el Chino, junto a Pacho gravemente herido y los
cadáveres de Antonio, Aniceto y Arturo. Al Che no le
permitieron atender a Pacho, que murió sin recibir ningún tipo
de ayuda médica. Frente a sus interrogadores, el Che
permaneció en silencio. El coronel Andrés Selich, que le haló
la barba en forma tal que arrancó parte de ella, recibió como
respuesta un golpe que el Che indignado le propinó dejando
caer sus manos atadas sobre el rostro del agresor. Cuando el
militar trató de golpearlo, le escupió la cara.
En
circunstancias tan difíciles, el Che no dejó de preocuparse
por sus compañeros. Al otro día Ninfa Arteaga, esposa del
telegrafista de La Higuera, le llevó un plato de sopa, y antes
de probarlo, el jefe guerrillero le preguntó si los demás
prisioneros habían comido.
LA ORDEN DE
MATAR VINO DESDE WASHINGTON Acerca de quiénes y cómo
tomaron la decisión de eliminar físicamente al Guerrillero
Heroico, los referidos investigadores en su documentado libro
La CIA contra el Che ofrecen una información muy reveladora.
"Aproximadamente a las 23:00 horas del 8 de octubre, el
presidente boliviano, a través del embajador norteamericano,
recibió un mensaje desde Washington, donde plantearon que el
Che debía ser eliminado.
Entre los
argumentos que el embajador expuso al presidente estaban los
de que en la lucha común contra el comunismo y la subversión
internacional, era más importante mostrar al Che totalmente
derrotado y muerto en combate, puesto que no era recomendable
tener vivo a un prisionero tan peligroso; permitir eso
significaba mantenerlo en prisión, con riesgos constantes de
que grupos de "fanáticos o extremistas" trataran de liberarlo;
luego vendría el juicio correspondiente, la opinión pública
internacional se movería y el gobierno de Bolivia no podría
hacer frente por la situación convulsa del país.
(...)Manifestó que dejar con
vida al Che era ofrecerle gratuitamente, una tribuna que iría
contra los intereses de Bolivia y de Estados Unidos. Señaló
que la muerte del Che significaba un duro golpe a la
Revolución cubana y, especialmente a Fidel Castro.".
Barrientos,
Douglas Henderson, el embajador norteamericano, y sus más
cercanos colaboradores, compartieron estos puntos de vista. La
reunión terminó pasados unos minutos de la medianoche. En la
mañana del día 9, un agente de la CIA de origen cubano, Félix
Ismael Rodríguez Mendigutía, que se hacía llamar Félix Ramos,
quien había instalado en La Higuera una pequeña planta para
comunicarse con su agencia, recibía un mensaje cifrado que
contenía el código establecido para atentar contra la vida del
Che. Este individuo había insultado e intentado maltratar al
Guerrillero Heroico, quien lo calificó de traidor y
mercenario, y había empleado también la violencia contra el
Chino para obligarlo a hablar, sin conseguirlo.
Durante la
noche anterior varios soldados se habían emborrachado y
amenazaron con matar al Che, entre ellos Mario Terán y
Bernardino Huanca. Como en ese momento las instrucciones eran
mantenerlo con vida, fue necesario reforzar su custodia. Según
la misma fuente, aproximadamente a las 11:00 horas del 9 de
octubre llegó Zenteno Anaya acompañado de Ayoroa, a quienes el
agente de la CIA les trasmitió la decisión final de eliminar
al Che, además les aclaró que gustosamente cumpliría la orden
de dispararle.
"Zenteno
Anaya le pidió a Félix Ramos que se ocupara de ejecutar la
orden, que si él deseaba hacerlo, que lo hiciera. Sin embargo,
el agente de la CIA finalmente decidió, en compañía de Sélich
y Ayoroa, buscar entre los soldados cuáles querían ofrecerse
para cumplirla. Aceptaron Mario Terán, Carlos Pérez Panoso y
Bernardino Huanca, los tres entrenados por asesores
norteamericanos. "En entrevistas de prensa Mario Terán declaró
que cuando entró al aula ayudó al Che a ponerse de pie; que
estaba sentado en uno de los bancos rústicos de la escuela y
aunque sabía que iba a morir se mantenía sereno. Terán afirmó
que él se sintió impresionado, no podía disparar porque sus
manos le temblaban. Dijo que los ojos del Che le brillaban
intensamente, que lo vio grande, muy grande y que venía hacia
él; sintió miedo y se le nubló la vista, al mismo tiempo que
escuchaba como le gritaban: "¡Dispara cojudo, dispara!" A
Terán le volvieron a dar bebidas alcohólicas, pero aún así no
podía disparar.
"Nuevamente los oficiales
bolivianos y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán
para que disparara. A los periodistas les contó que él cerró
los ojos y disparó, después hicieron lo mismo el resto de los
presentes. Ya habían pasado unos diez minutos aproximadamente
de la una de la tarde el día 9 de octubre de l967. El agente
de la CIA Félix Ramos disparó también sobre el cuerpo del Che.
Cometido el crimen Zenteno Anaya regresó a Valle Grande.".
El crimen
estremeció al mundo. El ejemplo de su vida se impuso sobre la
desaparición física del hombre, y en los más diversos y
apartados rincones del planeta se levantaron voces de condena
al asesinato y de admiración hacia aquel que durante toda su
existencia había sabido acompañar la prédica con la acción. En
vano sus enemigos ideológicos de entonces y de hoy han tratado
de escamotearle a la humanidad el legado guevariano. "El Che
no sobrevivió a sus ideas -señaló Fidel- pero supo fecundarlas
con su sangre", y ese pensamiento encontró oídos receptivos
que lo han mantenido y lo mantendrán vivo, como él quiso:
Hasta la victoria.
(Trabajadores) 08 de octubre del 2003
|