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 Diálogo con Che Guevara, 45 años después.

 
 
 

Por Roberto Pérez Betancourt

Han transcurrido 45 años desde que por iniciativa del Comandante Ernesto Che Guevara se inauguró la primera escuela para administradores de industrias, que llevó el nombre de Patricio Lumumba, en homenaje al valiente luchador africano vilmente asesinado.

Obedeció a la urgencia de aquellos tiempos. Tras el triunfo de la Revolución en enero de 1959 el pueblo cubano tomaba las riendas de la economía. Se sucedían las leyes revolucionarias tan esperadas por el pueblo. Pero la escolaridad promedio de los obreros apenas rebasaba el tercer grado y el analfabetismo rondaba el 30 por ciento de la población.

La masiva nacionalización e intervención de industrias varias y centrales azucareros, requería de cuadros administrativos políticamente confiables, capaces de afrontar el reto.

Se hacía perceptible la advertencia de Fidel, cuando decía que con el fin de la lucha armada solo había concluido una etapa. Otra mucho más larga y compleja recién comenzaba.

Fue así como la antigua casa de los alcaldes de la capital habanera y un flamante edificio aledaño reunió aquel enero de 1961 a 400 trabajadores procedentes de los más disímiles sectores, con la misión de estudiar un programa emergente.

Era una masa estudiantil heterogénea por sus diferentes grados de escolaridad, edad y origen social. Algunos vestían el uniforme verde olivo del Ejército Rebelde. Otros habían sido captados para el estudio en las filas de sus respectivas organizaciones políticas de base y llegaban de numerosas provincias.

Un principio en común los caracterizaba a todos: el deseo de servir a la Revolución, contribuir a que no se perdiera aquel momento histórico en el cual obreros y campesinos por vez primera habían asaltado el cielo en América y de ninguna manera dejarían que se les escapara de entre las manos.

Fue así como a aquellos estudiantes improvisados se les revelaron secretos de contabilidad, costos, estadísticas, organización empresarial, química, física, matemática, economía política, historia de Cuba y principios tecnológicos.

¡Esto es una locura!, exclamaba alguno de vez en cuando, abrumado por la carga de las materias, y entonces veía acercarse un enjambre de voluntades para ayudarlo.

No, no fue fácil. Pero la inmensa mayoría de los iniciadores en aquella iniciativa de Che llegaron a la meta. El camino por recorrer estaría preñado de sorpresas y retos. La primera después de graduados en forma de telegrama anunciador de la ubicación, a principios de 1962.

Podía resultar que tras haber estudiado con mucha dedicación principios básicos industriales del azúcar, vidrio, muebles, productos farmacéuticos o cemento, lo remitieran a administrar una fábrica de sogas y cordeles, la mayor de Cuba, una de las más grandes de América... ubicada 100 kilómetros al este de su casa... Cuando se dio cuenta tenía al Ministro de Industrias Che Guevara parado delante de él. Alzó el rostro para verlo de frente y tropezó con aquellos ojos inquisitivos color café, que lo miraban como a un ?bicho? raro.

Instintivamente se puso en atención, mientras escuchaba la pregunta cortante como navaja:

¿Y tú de dónde saliste? --Soy el administrador, Comandante.

¡Ah!, yo pensaba que eras el carpintero -replicó, clavando la mirada en el martillo que el muchacho sostenía delante de una mesa rota.

Es que se le rompió una pata... -se dio cuenta que la explicación sonaba medio tonta y enrumbó--: Estoy recién llegado, sabe, me gradué en la escuela de administradores Patricio Lumumba, en el curso de Los 400...

Creyó adivinar un relámpago de simpatía en el rostro severo del hombre, y cuando este le echó un brazo sobre los hombros sintió que sus pies volvían a descansar sobre la tierra.

¿Y tú podrás con esta industria? -preguntó mientras se desplazaba con paso largo por el andén de la Fábrica de Jarcias de Matanzas.

Lo voy a intentar, es un trabajo para valientes.

¿Y ya tienes certificado de valiente? --Tengo el de Administrador, ese que usted dice me lo pienso ganar poco a poco. Fue una visita breve en la que no faltaron directivas y alertas contra el burocratismo, llamados a despertar "el motor interno de la gente", la conciencia por lo que se lucha, a no descuidar los controles económicos, sobre todo los costos, asesorarse con los más experimentados obreros, organizar, organizar... El Ministro comandante dialogó con varios trabajadores sin detener su marcha. En la despedida preguntó al joven, como sin querer.

¿Qué edad tienes? --21, Comandante.

Antes de subir a su vehículo se volvió hacia quienes lo despedían, apuntó hacia el Administrador con su mano derecha en cuyo extremo humeaba un tabaco nuevo y me dijo:

"hasta la vista".

Dos veces más volvería a dialogar con él, antes de volverse leyenda revolucionadora en el mundo por el que aún deambula, más enérgico que nunca, mirando directo a los ojos, haciendo preguntas, fundando escuelas...

(AIN) 12-02-2006

 
 
 
 

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