No hubo misión que el
Gobierno Revolucionario le confiara que el comandante Ernesto
Che Guevara no cumpliera con tesón y extrema disposición. Por
ello, cuando el 26 de noviembre de 1959 fue nombrado
presidente del Banco Nacional de Cuba, aunque reconocía no
saber nada acerca de esa esfera, aceptó el reto.
No faltaron quienes consideraran
que le sería imposible sustituir a Felipe Pazos, uno de los
economistas más capaces del país; pero el bravo y polifacético
oficial rebelde, conocedor de que entre los banqueros la
Revolución no encontraría a la persona idónea para aquella
responsabilidad, no dudó en acometer aquella labor con todos
sus bríos.
Su primera acción como presidente
del Banco Nacional de Cuba fue arremeter contra la fuga de
divisas, para lo cual, el 4 de diciembre de 1959, dictó una
serie de medidas dirigidas a los bancos comerciales,
aeropuertos y aduanas, y responsabilizó con su cumplimiento al
Fondo de Estabilización Monetaria.
Otro paso importante fue la
liquidación del Banco de Desarrollo Social (BANDES), la
Financiera Nacional y el Banco de
Comercio Exterior -creados por el tirano Fulgencio Batista con
fines lucrativos-, y encomendó la reubicación de sus
trabajadores en diferentes organismos con vistas a evitar que
resultaran afectados con la medida.
De junio a septiembre de 1960
comunicó por escrito a las refinerías el plan de pago de sus
correspondientes deudas con el Estado, las cuales, según les
ofreció, podían supeditar sus abonos al procesamiento del
petróleo procedente de la entonces Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas.
Precisamente a principios de
septiembre, propuso a los funcionarios del banco sacar de
Estados Unidos el oro físico que Cuba tenía depositado allí:
las barras del preciado metal fueron trasladadas a Canadá y
posteriormente a Europa, sin que los norteamericanos se
percataran de la operación.
El 17 de ese propio mes ordenó la
nacionalizción de los tres bancos norteamericanos existentes
el Cuba -el City Bank of New York, el Chase Manhattan Bank y
el First National Bank of Boston- y, por esos
días, la de una entidad
taiwanesa.
Al mes siguiente, el día 13, por
disposición suya, comenzó a aplicarse la Ley No. 891, que
establecía la nacionalización de toda la banca nacional y
extranjera, excepto el Royal Bank y el Nueva Escocia,
entidades canadienses que poco después fueron adquiridas por
el Estado cubano. Con esta medida pasaron a poder del país 44
empresas bancarias y sus 235 oficinas y sucursales asentadas
en 96 localidades de la Isla.
Con la autoridad que revestía su
cargo, en noviembre de 1960 viajó a los entonces países
socialistas donde obtuvo los primeros créditos concedidos por
ellos a Cuba, y en enero del siguiente año adoptó las
disposiciones generales para el canje de la moneda. Este
proceso, realizado en agosto de 1961, cumplió un doble
propósito: asestar un duro golpe a la Agencia Central de
Inteligencia (CIA), que disponía de 400 millones de pesos
cubanos para sufragar las actividades contrarrevolucionarias,
y reducir el exceso de circulante en poder de la
población.
La última medida adoptada por el
Che como presidente del Banco Nacional de Cuba fue la
aplicación, el 23 de febrero de 1961, de la Ley No. 930, que
reestructuraba a esa institución y al sistema dependiente de
ella.
Su labor al frente de la banca
cubana fue exitosa porque, como expresó años atrás a esta
periodista el profesor Salvador Vilaseca Forné, quien trabajó
intensamente a su lado en aquella época, el Che tenía como
principio que "cuando la Revolución le asigna a uno una
responsabilidad, tiene que cumplirla y hacerlo
bien".