Aleida
Guevara March expone anécdotas familiares de su padre y el análisis
de su pensamiento ético revolucionario, durante conferencia en el
Instituto de Altos Estudios Diplomáticos de Venezuela
Juana
Carrasco Martín
CARACAS.— El público atento era fundamentalmente joven, apenas
aplaudió para no cortar el hilo de una narración de vida cargada de
sentimientos familiares, y del respeto máximo al revolucionario
íntegro que es el Comandante Guerrillero Ernesto Che Guevara. No
pocas fueron las preguntas y los comentarios suscitados por la
intervención clara de la doctora Aleida Guevara March, hecha en el
Conversatorio Reviviendo a Ernesto Che Guevara. Cuando concluyó, se
escuchó la ovación al hombre que todos quieren ser, convencidos de
la obligación de seguir su ejemplo.
Los
hijos del Che, Aleida y Camilo, estuvieron este viernes en el
Instituto de Altos Estudios Pedro Gual, del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Venezuela, donde la charla amena y conceptual rindió
el homenaje debido, hizo reflexionar, y quedó grabada en corazón y
pensamiento del poco más de centenar de personas apiñado en el
pequeño salón, que no permitía más público.
Organizada por las autoridades del Centro de estudios diplomáticos
con el concurso de la Embajada de Cuba en la República Bolivariana,
la conferencia se centró en los estudios y conceptos éticos de
Ernesto Guevara como médico, dejados explícitos por el Instituto de
Estudios que lleva su nombre en notas que aquel dejó truncas pues no
pudo desarrollar, y que versan acerca de la sanidad pública, la
salud del pueblo, la necesaria flexibilidad de pensamiento del
investigador científico; el trabajo dentro, para y por la comunidad,
y el contacto enriquecedor de saberes con el pueblo del cual se
aprende, y al que el Guerrillero Heroico decidió servir porque tuvo
un pensamiento sustancial: para ser médico revolucionario lo primero
que debemos tener es una revolución.
La
unidad imprescindible para llevar a cabo esa obra que es la
revolución, liberadora de la capacidad creadora del hombre y también
la orientadora de esa capacidad, fue otro tema central de las ideas
del Che leídas por su hija, quien en medio de anécdotas, jocosas
unas, duras no pocas, amorosas muchas, fue sentando entre la
audiencia la presencia física de ese ser humano de amor infinito,
la vigencia de su pensamiento, la necesidad de estar como él,
siempre cerca del pueblo y de los más necesitados.
Más de
una vez se le quebró la voz a la hija, que recordó con la mayor
ternura al hombre que fue su padre, pero dijo que su mayor orgullo
era ser hija del pueblo cubano. Y alguna que otra lágrima no pudo
contener, como tampoco otros presentes en la sala, cuando leyó lo
que dijo era «la parte más difícil para mí»: esas cartas y notas a
Aleida March, durante las ausencias guerrilleras que llevaron,
inevitablemente a su desaparición física, pero que podían resumirse
para que todos cortaran el momento lloroso ¿de debilidad?, en una
frase tajante que le dirigió un día a la esposa: «Aleida, sé fuerte». |