Retaguardia del Che
Elsa Blaquier Ascano
Desde el 17 de abril, después de la toma del caserío
de Bella Vista, llamado también Monte Dorado, el
grupo de la Retaguardia comandado por Joaquín (Juan
Vitalio Acuña) quedó separado de la columna
principal ante la necesidad de brindar atención a
Tania (Tamara Bunke), Alejandro (Gustavo Machín)y
Moisés Guevara, enfermos e imposibilitados de
marchar hacia el poblado de Muyupampa, por donde
sacarían de la zona insurrecta a Regis Debray y Ciro
Bustos.
El Comandante Guevara les había ordenado esperarlo
durante tres días, al cabo de los cuales
permanecerían por la zona sin combatir, pero el
reencuentro se hizo imposible debido al fuerte cerco
desplegado por el alto mando del Ejército, ante la
repercusión de los éxitos de los guerrilleros y la
baja moral combativa demostrada por los militares
bolivianos.
Desde principios de marzo, los miles de efectivos
movilizados hacia el lugar donde operaban los
revolucionarios recibían apoyo y adiestramiento de
una misión de instructores del ejército de Estados
Unidos.
BÚSQUEDA INFRUCTUOSA
El 23 de abril el Che envió a dos de los hombres de
la vanguardia en busca del grupo de Joaquín, a
quienes indica "venir con todo el mundo y solo dejar
allí, si está enfermo, alguno de la resaca". Pasados
dos días vuelven ambos combatientes sin
encontrarlos. Un choque con el ejército en las
cercanías del Ñacahuazú, les impidió continuar la
búsqueda.
En mayo la situación se tornó muy difícil para el
grupo, que burlaba un cerco tras otro en su afán de
no abandonar el sitio acordado con el jefe
guerrillero. La deserción de Pepe (Julio Velazco
Montano), uno de los integrantes de la "resaca",
hizo necesario buscar otra ubicación, girando
siempre en la propia zona, en espera de noticias de
la columna principal.
Al resumir los acontecimientos de ese mes, el
Comandante Guevara anota: "El punto negativo es la
imposibilidad de hacer contacto con Joaquín, pese a
nuestro peregrinar por las serranías. Hay indicios
de que este se ha movido hacia el Norte".
Ya el 3 de junio habían sufrido la pérdida de Marcos
(Antonio Sánchez Díaz) y Víctor (Casildo Condori),
cuando realizaban una misión de exploración y
búsqueda de alimentos. Para los primeros días de
julio la situación se tornó insostenible debido a la
puesta en marcha de las operaciones Cinthya y
Paranabo, con más de cinco mil efectivos.
Joaquín ordenó romper el cerco. Al frente de la
pequeña columna marchó Braulio (Israel Reyes Zayas),
segundo jefe del grupo, quien ya había explorado
antes el lugar. Machete en mano abrió senda en la
selva y junto a sus compañeros escaló montañas,
cargando a sus espaldas de 40 a 45 kilogramos de
peso.
La noche del 9 de julio, tras la muerte de Serapio
Aquino en el cañadón de Ikira, Joaquín determina
actuar como grupo y no insistir en la búsqueda del
Che hasta burlar el acoso.
NUEVE HOMBRES Y UNA MUJER ATEMORIZAN AL EJéRCITO
Al amanecer continuaron loma arriba arañando las
rocas, seguidos por soldados que, al llegar a una
curva del terreno, sintieron miedo y regresaron a su
campamento, según se conoció después por fuentes
militares.
El 25 de julio libran su primer combate frontal.
Durante dos horas o más, por la posición que ocupa
Alejandro, reforzada por Joaquín y Braulio logran
detener una columna del ejército, momento que
aprovechan Eusebio Tapia y Chingolo (Hugo Choque),
dos de la "resaca", para abandonar a sus compañeros,
quienes a cada pedido de rendición contestan con
disparos de sus fusiles y los gritos en quechua de
Moisés Guevara de "cállense hijos de puta, si nos
quieren, vengan a buscarnos".
Campesinos del lugar relataron que el ejército tenía
una posición de tiro buena y los guerrilleros,
aunque cansados y desnutridos, continuaron la
táctica de avanzar para luego hacer un rodeo y
colocarse detrás de sus perseguidores. Al
agotamiento por las caminatas se sumaba la falta de
comida, pues en la zona casi despoblada eran pocas
las posibilidades de encontrar sembrados y el
peligro de ser detectados les impedía cazar.
A inicios de agosto optaron por romper monte
siguiendo el curso del Ñacahuazú. Disminuyeron la
carga solo a la comida y el armamento. Caminaron
seis jornadas sin apenas descanso, rompiendo selva a
filo de machete. El día nueve resultó fatal. Braulio
escribió entonces: "El ejército nos rodeó y en
nuestra retirada mataron a Pedro (Antonio Jiménez
Tardío) y ocuparon la 30 que llevaba".
El combate fue duro para los diez combatientes, pero
la decisión de resistir hasta el último disparo,
detuvo nuevamente al enemigo.
La salud de Alejandro empeoraba cada día, vomitaba
cuanto comía, estaba hinchado, amarillo, con los
labios blancos y resecos debido a la deshidratación,
apenas podía con la mochila. Tania tenía infectadas
las ulceraciones que dejan las niguas al picar y las
llagas producidas por las botas. Moisés se había
fracturado una muñeca debido a una caída cuando
llevaba una caja de balas, durante el choque
sostenido en los alrededores de Taperillas.
Joaquín avanzaba lento. El calzado se le había roto
desde hacía tiempo, también las abarcas hechas por
los bolivianos. Sus pies, muy grandes, estaban
destrozados, no consiguió zapatos con los campesinos
ni entre los ocupados al enemigo. Entraba al río
para caminar kilómetros y kilómetros descalzo.
A pesar de la difícil situación, mantenían el orden
combativo. Braulio iba a la vanguardia junto a
Ernesto (Freddy Maymura), Moisés, Polo (Apolinar
Aquino), Walter (Walter Arencibia) y Paco (José
Castillo). Atrás los seguían Joaquín, Tania,
Alejandro y El Negro.
Así operaron durante los primeros 15 días de agosto
en el territorio de Sucre, hasta que determinaron
bajar al Ñacahuazú, adonde llegaron pasando por los
campamentos iniciales de La Aguada y del Oso.
Entonces escucharon que el grupo del Che avanzaba
hacia el Sur. Las esperanzas del reencuentro
crecieron y Joaquín decidió seguir hacia el Río
Grande.
La columna principal estaba relativamente cerca y
pendiente de las informaciones dadas por la radio
acerca de la Retaguardia. El día 29 de agosto el Che
señala que los macheteros equivocaron la ruta
creyendo ir hacia el Masicurí e hicieron campamento
a 1 600 metros de altura.
LA TRAICIóN DE HONORATO
Esa misma noche la Retaguardia arribó al Río Grande,
muy cerca de la casa de Honorato Rojas, la misma que
el 9 de febrero había visitado el Che, quien al
definir al ocupante había descrito en su diario al
tipo incapaz de prever los peligros que acarrea y
por ello potencialmente peligroso.
Honorato había sido apresado dos veces por el
ejército y lo que no lograron con maltratos, lo
obtuvieron con la oferta hecha por el agente de la
CIA Irving Ross, de entregarle tres mil dólares y
trasladarlo a Estados Unidos con toda la familia,
promesa nunca materializada.
El 30 de agosto de 1967 había llegado hasta la casa
de Rojas el sanitario Faustino García, del comando
de la octava división al mando del capitán Mario
Vargas Salinas. Como a las dos de la tarde la
columna de agotados guerrilleros avanzó por la playa
de arena húmeda y acampó a unos 150 metros de la
casa. Apremiados por la necesidad de alimentos y de
encontrar un lugar seguro, Alejandro, Moisés y
Walter decidieron pedir ayuda al campesino.
Honorato conversaba con Faustino cuando sintió la
presencia de extraños, de inmediato el militar
escondió su fusil y dijo ser un peón enfermo. Desde
la víspera se encontraban allí otro soldado y un
cabo, en espera de cualquier acercamiento de los
guerrilleros. Presuroso, el hijo de Honorato les
avisó para que no fueran a la casa. Uno de ellos
partió a dar la noticia a Vargas Salinas.
Los revolucionarios le ofrecieron llevar a El Negro,
para atender al peón y le entregaron dinero para los
víveres. Rojas accedió al pedido y les dijo que del
otro lado del río había un lugar seguro con una
aguada, hasta donde los conduciría al atardecer del
siguiente día.
La noche era fría, la luna en menguante brindó
complicidad a Joaquín y al médico peruano para
llegar a casa de Honorato a confirmar el acuerdo y
asistir al "peón". Confiados en su palabra pasaron
la noche en el almaciguero de la finca, mientras el
ejército marchaba hacia el vado donde se consumaría
la traición.
Armados de M-2, Fal y algunos Mauser, llegaron al
amanecer las fuerzas del capitán Vargas, quien
colocó a sus hombres en las dos orillas del vado
denominado de Puerto Mauricio y no del Yeso como
hicieron creer. Era un paso de piso firme, donde el
agua se encajona y el río forma una media luna
franqueada por promontorios de tierra y vegetación
de metro y medio de altura, ideal para ocultarse,
pero fuera de la jurisdicción de la Octava División
a la que pertenecían las fuerzas.
A las cinco de la tarde del 31 de agosto, los diez
guerrilleros avanzaron y como siempre borraron las
huellas hasta la casa de Rojas. No entraron, pero en
el patio comieron apresurados de una olla de lagua,
sopa de harina de maíz, brindada por el campesino.
Cerca del río, Honorato se unió a Braulio, quien
marchaba al frente con su Browning en una mano y el
machete en la otra. Una huella en la arena despertó
sospechas, que Honorato se aprestó a justificar,
para luego despedirse apresurado.
MáQUINAS DE MATAR
Cuenta Paco (José Castillo), único sobreviviente de
la emboscada, que Braulio caminó golpeando el agua
con el machete hasta llegar a la mitad del río,
desde donde indicó avanzar.
Separados por seis o siete pasos penetraron en el
vado Moisés, El Negro, Polo, Ernesto, Alejandro, él,
Tania y, por último, Joaquín cerraba la pequeña
columna.
El primero había alcanzado la otra orilla cuando
empezaron los disparos. En el turbión de las aguas
no se distinguía quién caía herido. El río
arrastraba todo. Braulio reaccionó de inmediato y
accionó su ametralladora ligera fulminando a un
soldado, de inmediato el fuego se concentró sobre él
hasta hacerlo caer.
Testigos presenciales relataron que los militares
escondidos en la maleza se convirtieron en máquinas
de matar. Tiraban a todo lo que arrastraba el río.
Hombres y mochilas fueron acribillados a lo largo de
600 metros, donde se unen los ríos Bravo y Masicurí.
Todos vieron que había una mujer, pero dispararon
sobre ella hasta escuchar su grito de dolor.
Uno a uno apilaron los cuerpos de Joaquín, Braulio,
Moisés, Alejandro, Walter, rematando a los heridos.
Después tomaron presos a Paco y Ernesto, este último
asesinado por la espalda cuando contestó airado a
maltratos e injurias. A la mañana siguiente,
hallaron el cadáver de Apolinar, y se marcharon con
su macabra carga, enviando gente para seguir la
corriente en busca de Tania y El Negro.
A las 18:15 del primero de septiembre, llegó el Che
al arroyo de la casa de Honorato, 24 horas después
de la emboscada fatal al grupo de Joaquín, lugar
donde la traición impidió el encuentro entre los dos
grupos que durante más de cuatro meses se buscaron
afanosamente.
Este trabajo fue publicado en las páginas de nuestro
diario el 30 de agosto de 1997
(Granma) 30-08-1997
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