Comandante Ernesto Che Guevara
Este trabajo pretende colocarse bajo la advocación de Camilo
Cienfuegos, quien debía leerlo y corregirlo pero cuyo
destino le ha impedido esa tarea. Todas estas líneas y las
que siguen pueden considerarse como un homenaje del Ejército
Rebelde a su gran Capitán, al más grande jefe de guerrillas
que dio esta revolución, al revolucionario sin tacha y al
amigo fraterno.
Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de
confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y
el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un
instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa.
Creo que él hubiere aprobado este manual donde se sintetizan
nuestras experiencias guerrilleras, porque son el producto
de la vida misma, pero él le dio a la armazón de letras aquí
expuesta la vitalidad esencial de su temperamento, de su
inteligencia y de su audacia, que sólo se logran en tan
exacta medida en ciertos personajes de la Historia.
Pero no hay que ver a Camilo como un héroe aislado
realizando hazañas maravillosas al solo impulso de su genio,
sino como una parte misma del pueblo que lo formó, como
forma sus héroes, sus mártires o sus conductores en la
selección inmensa de la lucha, con la rigidez de las
condiciones bajo las cuales se efectuó.
No sé si Camilo conocía la máxima de Dantón sobre los
movimientos revolucionarios, "audacia, audacia y más audacia";
de todas maneras, la practicó con su acción, dándole además,
el condimento de las otras condiciones necesarias al
guerrillero: el análisis preciso y rápido de la situación y
la meditación anticipada sobre los problemas a resolver en
el futuro.
Aunque estas líneas, que sirven de homenaje personal y de
todo un pueblo a nuestro héroe, no tienen el objeto de hacer
su biografía o de relatar sus anécdotas, Camilo era hombre
de ellas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con
naturalidad. Es que unía a su desenvoltura y a su aprecio
por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y
se desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo
que le pertenecía: el distintivo precioso que tan pocos
hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción. Ya
lo dijo Fidel: no tenía la cultura de los libros, tenía la
inteligencia natural del pueblo, que lo había elegido entre
miles para ponerlo en el lugar privilegiado a donde llegó,
con golpes de audacia, con tesón, con inteligencia y
devoción sin pares.
Camilo practicaba la lealtad como una religión; era devoto a
ella; tanto de la lealtad personal hacia Fidel, que encarna
como nadie la voluntad del pueblo, como la de ese mismo
pueblo; pueblo y Fidel marchaban unidos y así marchaban las
devociones del guerrillero invicto.
¿Quién
lo mató?
Podríamos mejor preguntarnos: ¿quién liquidó su ser físico?
porque la vida de los hombres como él tiene su más allá en
el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene. Lo mató el
enemigo, lo mató porque quería su muerte, lo mató porque no
hay aviones seguros, porque los pilotos no pueden adquirir
toda la experiencia necesaria, porque, sobrecargado de
trabajo, quería estar en pocas horas en La Habana¼ y lo mató
su carácter. Camilo, no medía el peligro, lo utilizaba como
una diversión, jugaba con él lo toreaba, lo atraía y lo
manejaba; en su mentalidad de guerrillero no podía una nube
detener o torcer una línea trazada.
Fue allí, cuando todo un pueblo lo conocía, lo admiraba y lo
quería; pudo haber sido antes y su historia sería la simple
de un capitán guerrillero. Habrá muchos Camilos, dijo Fidel;
y hubo Camilos, puedo agregar, Camilos que acabaron su vida
antes de completar el ciclo magnífico que él ha cerrado para
entrar en la Historia, Camilo y los otros Camilos (los que
no llegaron y los que vendrán), son el índice de las fuerzas
del pueblo, son la expresión más alta de lo que puede llegar
a dar una nación, en pie de guerra para la defensa de sus
ideales más puros y con la fe puesta en la consecución de
sus metas más nobles.
No vamos a encasillarlo, para aprisionarlo en moldes, es
decir matarlo. Dejémoslo así, en líneas generales, sin poner
ribetes precisos a su ideología socio-económica que no
estaba perfectamente definida; recalquemos sí, que no ha
habido en esta guerra de liberación un soldado comparable a
Camilo. Revolucionario cabal, hombre del pueblo, artífice de
esta revolución que hizo la nación cubana para sí, no podía
pasar por su cabeza la más leve sombra del cansancio o de la
decepción. Camilo, el guerrillero, es objeto permanente de
evocación cotidiana, es el que hizo esto o aquello, "una
cosa de Camilo", el que puso su señal precisa e indeleble a
la Revolución cubana, el que está presente en los otros que
no llegaron y en aquellos que están por venir.
En su renuevo continuo e inmortal, Camilo es la imagen del
pueblo.
(Tomado
del prólogo del libro La guerra de guerrillas, del
Comandante Ernesto Che Guevara)
Granma
27-10-2007 |