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       Nabil Khalil PhD Sitio Web - Versión en Español

 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 La carcajada del Che.

 
 
 

Por estos días, hace 55 años, el futuro de la Revolución cubana navegaba en un pequeño yate  envuelto en la tormenta. Así lo cuenta el Che en sus Pasajes de la guerra revolucionaria:

“Teníamos muy mal tiempo y, aunque la navegación estaba prohibida, el estuario del río se mantenía tranquilo. Cruzamos la boca del puerto yucateco, y a poco más, se encendieron las luces. Empezamos la búsqueda frenética de los antihistamínicos contra el mareo, que no aparecían; se cantaron los himnos nacional cubano y del 26 de Julio, quizá durante cinco minutos en total, y después el barco entero presentaba un aspecto ridículamente trágico: hombres con la angustia reflejada en el rostro, agarrándose el estómago. Unos con la cabeza metida dentro de un cubo y otros tumbados en las más extrañas posiciones, inmóviles y con las ropas sucias por el vómito. Salvo dos o tres marinos y cuatro o cinco personas más, el resto de los ochenta y dos tripulantes se marearon. Pero al cuarto o quinto día el panorama general se alivió un poco. Descubrimos que la vía de agua que tenía el barco no era tal, sino una llave de los servicios sanitarios abierta. Ya habíamos botado todo lo innecesario, para aligerar el lastre.”

Esa ausencia de lastre, que acompañó toda la vida al combatiente revolucionario, me la ha hecho recordar una de las hijas  del Comandante, Aleida Guevara March, quien se encuentra de visita en Argentina. Entrevistada en un programa de televisión, el conductor preguntó a Aleida qué había heredado de su padre y  esta respondió: “Los ojos, la sonrisa…”, pero su interlocutor la interrumpió: “No, yo estoy hablando de propiedades… porque su padre fue el segundo o el tercero de los dirigentes de la revolución…” , lo que hizo a la entrevistada espetarle después de una carcajada: “Usted no tiene ni idea de cómo era mi padre”.

En su carta de despedida a Fidel, un clásico que obviamente el entrevistador de Aleida no ha leído, el Che escribió: “no dejo a mis hijos y mi mujer nada material y no me apena: me alegra que así sea. Que no pido nada para ellos pues el Estado les dará lo suficiente para vivir y educarse.”

 
 
 
 

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