Prefiere que lo llamen fotorreportero aunque casi siempre lo presentan como
artista, maestro del lente y algún que otro título rimbombante (en realidad, es
una mezcla de todo lo anterior).
Liborio Noval es de esos pocos fotógrafos de los cuales, a la hora de contar
la historia de la imagen cubana y de la Revolución, habrá que poner instantáneas
suyas en cada década del siglo XX.
Sentados en su casa, escuchándole historietas de lo bueno y lo divino,
escudriñábamos entre sus muy bien cuidados archivos cuando una foto asaltó mi
curiosidad. «Es una instantánea del Che que yo no conocía», le dije. Ese fue el
primer trabajo voluntario del Che siendo Ministro de Industrias. Fue el 26 de
febrero de 1961, en el reparto Martí, me contó este amigo haciendo gala de su
muy buena memoria.
Me confirmó que nunca se había publicado y que, precisamente en medio de
aquella faena reporteril, fue donde tuvo su encuentro más recordado con el
Guerrillero Heroico:
«Yo trabajaba para el periódico Revolución. Ese domingo me mandaron para
fotografiar al Che en un trabajo voluntario. Cuando llegué el argentino, como le
llamábamos entre nosotros, me preguntó qué hacía allí. Tomar fotos le contesté.
Entonces me pidió que colgara la cámara y lo ayudara a llenar las carretillas.
Así estuvimos todo el día. Solo me dio diez minutos para hacer mi trabajo. Con
el tiempo me prohibió fotografiarlo los domingos. No quería que los “jodedores”
lo bonchearan cada mañana de lunes por haber salido en el periódico. Luego me
veía en las actividades y me decía: “fotógrafo, el domingo nos vemos en el
trabajo voluntario”. Así que tenía que seguir asistiendo. ¡Pero sin cámara!