Alfredo Vera* Quito,
15 de Junio, 2008
No importa que sea o no el Ché, un hombre de la historia,
revolucionario integral que lo transformaba todo, quien creó
la frase Hasta la victoria siempre, con la que
cierra su carta para Fidel y su pueblo cubano y los pueblos
del mundo, con el fin de que sea divulgada a su muerte.
Es importante, sí, que le dijo a su asesino: Vas a matar
a un hombre y mantuvo su mirada heroica, que la
construyó en su trajinar guerrillero.
Convencido de su ideología y de lo que ayudó a construir en
Cuba y en el espíritu de los luchadores del mundo, reafirmó
su convicción de que se combate para la victoria y
por siempre.
Y si alguien le hubiese preguntado: ¿hasta cuándo
luchar? nadie dude que su respuesta hubiese sido
dada con la vehemencia, radicalidad, integridad,
transparencia, afabilidad e idealismo, que eran sus
características: ¡Hasta la victoria siempre¡.
Hablo de sus características porque compartí el privilegio,
con Manuel Araujo Hidalgo, Jaime Galarza Zavala y el médico
Tomás Alvear (+) de conocerlo en La Habana (1964) cuando
estábamos exiliados, perseguidos por la dictadura y
convencidos de que debíamos buscar en la lucha armada la
terminación de esa vergonzosa, indigna, corrupta usurpación
del poder promovida, manejada y controlada por la CIA y la
Embajada Norteamericana que tumbaron de la presidencia al
nacionalista Carlos Julio Arosemena Monrroy. (Siempre es
bueno releer “Inside The CIA” del ex agente Phillip
Agee).
El privilegio de conocerlo marcó mi vida para siempre y hay
algo que nunca entiendo de los biógrafos del Ché, por la
poca o ninguna importancia le dan a su paso por Guayaquil:
cuando se enteró que era guayaquileño me preguntó por el
barrio Las Peñas, donde vivió; se encantó cuando dije que
era amigo de Ana Moreno y Fortunato Safadi, en cuya casa
alquiló una habitación y tenía muy registrada la ciudad, los
cafés, las comidas y el sarcasmo de la historia: que sus
anfitriones consiguieran un cupo gratuito para que viaje a
centroamérica en un barco bananero, nada menos que de la
“United Fruit”.
Entre muchas cosas comentó con insistencia sobre la
suicida división de la izquierda en los países
latinoamericanos: él soportó que un dirigente comunista,
Monje, hubiese sido el principal saboteador de la guerrilla.
Sobre el tema, hoy en Ecuador es de actualidad la narración
que la argentina Stella Callón, en carta pública que le
dirige a Fidel, contando que un anciano le acaba de decir:
«ahora me queda pedir a San Ernesto de la Higuera y al Che
de América, que haga posible el milagro de unir a nuestras
izquierdas y a nuestra mejor gente, que parece estar solo
preparada para desunir. Vienen tiempos duros y a los que
andan agitando banderas con el Che, digo que eso no hace a
un peleador, a un revolucionario y menos en estos tiempos.
El Che necesita menos gritos, menos camisetas y más
sabiduría para los nuevos tiempos de lucha. Estamos en
tiempos en que debemos saber quién es el enemigo. Si nos
confundimos estamos perdidos. Ahora el “mandinga” anda
escondido entre muchas palabras floridas y algunos
compañeritos se nos han vuelto ciegos y caen solitos en las
trampas. Lean a fondo al Che, lean a fondo a Fidel, lean la
historia, sean humanos y dignos como ellos, les dice un
viejo como yo, que tengo que dar batalla cada día para
comprar remedios baratos que debo tomar. Para comer nomás,
doy una gran pelea».
Es tremendamente justo, el 14 de Junio, en el 80 aniversario
del nacimiento del Ché, recordar su frase de identidad: “Hasta
la victoria siempre”.
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