DISCURSO DEL COMPAÑERO CARLOS LAGE DÁVILA, MIEMBRO DEL BURÓ
POLÍTICO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO Y VICEPRESIDENTE DEL
CONSEJO DE ESTADO, EN EL ACTO POLÍTICO Y CONCIERTO POR EL
ANIVERSARIO 80 DEL NATALICIO DE ERNESTO CHE GUEVARA DE LA
SERNA
General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros
Compañeros de la dirección del Partido y el Gobierno
Compañeras y compañeros
El mundo celebra el 80 cumpleaños de un hombre universal.
Una vida, un carácter, han devenido ejemplo y guía, ícono y
mito, para pueblos de unos y otros continentes.
Su paso fue tan breve como intenso; la vida que se inicia en
Argentina, sería incierto afirmar que concluye en Bolivia.
Ernesto Guevara, el Che, ocupa desde entonces corazones y
plazas, ha inspirado a combatientes y poetas, ha continuado
su quehacer mediante textos imprescindibles y un legado
ético de vigencia acrecentada.
Su excepcional entrega a la Revolución Cubana nos confiere
un lugar especial en esta conmemoración. No es posible
aislar al Che de Cuba, como lo demuestra la presencia que en
todas las latitudes comparten su imagen y nuestra bandera,
como símbolos de las luchas y de la esperanza de los
pueblos.
Para nuestros niños, en cada colectivo y hogar cubano, la
fecha del 14 de junio resulta familiar, y al aniversario del
Che se une el natalicio del Generalísimo Antonio Maceo,
síntesis de la más raigal cubanía.
Ese día de 1845 vino al mundo, en Santiago de Cuba, Antonio
Maceo y Grajales, hijo de león y leona, como diría el
Apóstol. Diecinueve peleadores por la independencia
engendraron Marcos y Mariana.
Fue Antonio el joven arriero que con 23 años se unió a la
Revolución de Yara como un simple soldado, y transcurrido un
año, por méritos de guerra, ostentaba el grado de teniente
coronel. Bajo las órdenes de Máximo Gómez, entre las balas
que zumbaban en sus oídos, salvó a su hermano José,
gravemente herido. Una leyenda de titán invencible crecía
después de cada combate.
Cuando la Guerra de los Diez Años flaqueaba y se había
firmado el Pacto del Zanjón, Maceo no dejó caer su espada, y
en excepcional ejemplo de intransigencia revolucionaria
protesta en Mangos de Baraguá marcando para siempre la vida
de todos los cubanos.
Al dirigir sus tropas hasta los confines de Pinar del Río,
durante la Guerra del 95, el nombre de Antonio Maceo
recorrería el mundo, como protagonista de una de las más
grandes epopeyas militares del siglo XIX.
Tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo, dijo Martí.
Fue Antonio Maceo de pluma sagaz, fina cultura autodidacta y
profundidad de pensamiento.
En 1890, un joven señaló en su presencia que Cuba, por
fatalidad geográfica, habría de ser algún día una estrella
más en la constelación estadounidense; Maceo, relampagueante,
replicó: "Creo, joven, aunque me parece imposible, que ese
sería el único caso en que tal vez estaría yo del lado de
los españoles".
De Antonio Maceo son estas frases que lo revelan y nos
ordenan: "Cuando Cuba sea independiente solicitaré del
Gobierno que se constituya, permiso para hacer la libertad
de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada
dejando esclava esa porción de América". "Siempre estaré por
la salvación de mi Patria sobre el triunfo de mis
individuales intereses". "¿Para qué queremos la vida sin el
honor de saber morir por la Patria?" "Muévenos la idea de
hacer de nuestro pueblo dueño de su destino, para cuyo fin
necesita ser unido y compacto."
Un 14 de junio nació otro gigante del pensamiento y la
acción, en otro siglo y otras tierras del mundo: Ernesto
Guevara, argentino, hijo también de Cuba.
Fue el Che aquel joven, que padeciendo un asma cruenta,
despertaba admiración por su voluntad indoblegable, y su
espíritu emprendedor e impetuoso. A los 23 años realiza un
largo recorrido por Latinoamérica, se gradúa de médico y, de
paso por México, resulta junto a Raúl, los primeros
seleccionados por Fidel para integrar la expedición del
Granma. Uno de aquellos intensos y palpitantes días, en
julio de 1955, los reunió a los tres.
Desde su incorporación a la causa cubana, el Che se
distinguió por su lealtad y un valor por momentos temerario.
La Sierra, la Invasión, la Batalla de Santa Clara, fueron
escenarios de sus hazañas.
Una extraordinaria sensibilidad humana y un carácter de
acero lo acompañaron siempre. Él mismo diría: "el
revolucionario verdadero está guiado por grandes
sentimientos de amor. Es imposible pensar en un
revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno
de los grandes dramas del dirigente; debe unir a un espíritu
apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin
que se le contraiga un músculo".
Innumerables enseñanzas nos dejó durante su desempeño como
Presidente del Banco Nacional de Cuba y como Ministro de
Industrias.
Intransigente ante las indisciplinas y lo mal hecho, se
destacó como marxista-leninista consagrado y creador,
pulverizador de dogmatismos y burocracias, incapaz de hacer
la más mínima concesión al enemigo y crítico severo de todo
lo que pudiera afectar a la Revolución.
Ante los ojos de las generaciones de cubanos que ya no lo
conocimos, están las imágenes del Che levantando un muro,
cortando caña, manejando una combinada, sin camisa en un
trabajo voluntario, jugando ajedrez, ejemplo elevado del
líder que no se separa jamás de la masa que representa y
guía.
Guerrillero heroico, estadista brillante, ejemplar padre de
familia, fue el Che realmente un hombre dispuesto a
contender siempre, hasta la victoria. De esto resultaron
testigos los combatientes cubanos que lucharon junto a él.
Cuando en octubre de 1965, el Che se reunió con los
militantes del Partido Comunista cubano, en el Congo, y
preguntó quiénes todavía creían en la posibilidad del éxito,
solo cuatro levantaron la mano, pero cuando preguntó quiénes
estaban dispuestos a seguirlo hasta la muerte, todos la
levantaron.
Conmovía su intachable ejemplo personal, su autoridad moral
y su fe inquebrantable en la victoria. Ante los que pudieron
considerarlo un aventurero, se les anticipó y dijo que lo
era, pero de un tipo diferente, de los que ponen el pellejo
para demostrar sus verdades.
Asesinado en La Higuera, en el corazón mismo de Nuestra
América, pareciera crecer con el tiempo, expandirse su
legado y confirmarse sus verdades.
En la vida y el pensamiento de Maceo y del Che, encontramos
los más sagrados valores por los que luchamos hoy, las más
admirables virtudes que son razón y anhelo de nuestra
Revolución Socialista.
Casi 50 años de bloqueo, guerras, terrorismo, campañas
mediáticas, calumnias y todo cuanto ha sido posible
imaginar, no ha sido suficiente para rendir a la Revolución
Cubana. Nuestra moral es hoy la de nuestros cinco hermanos
en cárceles de los Estados Unidos, cinco Guevaras erguidos
en las entrañas del monstruo, prueba irrefutable del odio y
la crueldad de que es capaz el imperio y del coraje y valor
de los revolucionarios cubanos.
Diez largos años de injusto y cruel encarcelamiento,
sometidos a inhumanos castigos, privados de las visitas
regulares de sus familiares no han podido quebrar ni sus
principios ni sus sonrisas.
Ante la más reciente canallada del sistema judicial y el
Gobierno de los Estados Unidos, seguiremos denunciando el
crimen y luchando por su liberación hasta que regresen a la
Patria.
La décima administración estadounidense se va sin cumplir la
promesa de doblegarnos. En las últimas semanas nuevos
candidatos repiten, con unas palabras u otras, similares
promesas.
Es usual —y últimamente aun con más frecuencia— que el
Gobierno de los Estados Unidos y su propio Presidente hablen
sobre Cuba.
No se refieren a la mafiosa relación entre el propio
Gobierno norteamericano, terroristas y mercenarios internos;
por cierto, la contrarrevolución más cara del mundo en
consumo de dólares por mercenario y la menos eficiente, si
se considera la nulidad de sus actos.
Es una gran suerte de todas formas que opinen, porque sirve
para orientarnos. El día que el Gobierno imperialista,
hegemónico y terrorista de la actual administración de los
Estados Unidos, reconozca algo de la Revolución Cubana o
pronuncie una palabra que pueda parecernos amable, o
simplemente decente, debemos revisarnos y rectificar nuestro
rumbo.
Hemos vivido duros años de período especial; y una profunda
batalla de ideas, que se inició en una etapa crucial de la
Revolución, ha dejado grandes enseñanzas. Conocemos nuestros
errores e insuficiencias, y contamos con la unidad y la
experiencia para encararlos y trabajar hasta su
erradicación. Libramos nuestra batalla en un mundo
"neoliberalmente" globalizado y convulso, amenazado de
guerras, cambios climáticos y agotamiento de los
combustibles fósiles. Son ya inaccesibles los precios de los
alimentos y del petróleo.
El orden internacional irracional, descontrolado e
insostenible que nos ha tocado vivir, impone a los países
subdesarrollados crecientes obstáculos.
Pese a las agresiones del imperio, la hipocresía y el
egoísmo de los poderosos, frente a los cantos de sirena del
capitalismo, en un mundo de exclusión y humillantes
desigualdades, los revolucionarios cubanos, martianos y
fidelistas, no renunciaremos a nuestros sueños,
continuaremos la obra sin vacilaciones ni descansos, no solo
por el futuro de nuestra Patria, sino también de América
Latina y el Caribe y de todos los pueblos del mundo.
La nuestra, es una alternativa a la sociedad que promueve el
egoísmo, la avaricia, lo superfluo y la irresponsabilidad.
El camino que hemos recorrido en este medio siglo, ha sido
acompañado por la solidaridad y la esperanza de millones de
hombres y mujeres que en todo el mundo confían en que no les
fallaremos jamás, que la Revolución de Fidel, Raúl y el Che,
el Primer Territorio Libre de América, construirá
irreversiblemente el Socialismo.
Tenemos la capacidad, la fuerza y el valor para vencer; y
conocemos que para lograrlo son imprescindibles la unidad
del pueblo, la consagración al trabajo y el ejemplo de los
dirigentes.
Cuidemos la unidad de los revolucionarios cubanos como la
niña de los ojos. Nuestra historia nos ha enseñado de manera
inequívoca, en más de una ocasión, que si se pierde la
unidad, se pierde la independencia y peligra la propia
nacionalidad cubana.
Hagamos valer la moral de la Revolución con nuestras
conductas, contribuyamos cada uno de los cubanos a la
solución de nuestros propios problemas y al desarrollo de
nuestra sociedad; empleemos nuestras energías, nuestros
conocimientos, en hacer avanzar la Revolución.
Los que ocupamos responsabilidades, cualquiera que sea,
asumimos deberes adicionales.
En una Revolución como la nuestra un error de uno de
nosotros, una falta de un cuadro en el más apartado rincón
del país, muchas veces se percibe por el pueblo como un
error del Estado. El jefe autoritario, el que no participa
en los trabajos voluntarios, o en las tareas de la defensa,
el que pasa y no recoge a nadie, el que no sabe escuchar, el
que mira y vive distante del pueblo, ese no puede ser un
cuadro de esta Revolución; ese que no ha sabido, o
simplemente no es capaz de impregnarse del ejemplo sembrado
por el Che, no puede ser un cuadro de esta Revolución.
No renunciaremos a nuestros ideales. Sabemos de la infinita
capacidad de sacrificio, de las reservas morales, de los
nobles sentimientos que atesora el ser humano, y en ellos
confiamos para construir una sociedad mejor.
Razones sobran para el optimismo, la confianza, la fe en la
victoria y en el futuro de nuestro pueblo.
No se trata de ignorar al enemigo, de desconocer los
desafíos ideológicos, de cerrar los ojos ante el reto del
inevitable relevo de la generación que hizo la Revolución y
la conduce valerosamente, se trata de la convicción más
profunda de la justeza de las ideas que defendemos y de la
fuerza invencible de un pueblo unido.
Seguimos al Che que está presente en nuestro pueblo, en los
indios, en los hombres y mujeres humildes de la Tierra, con
quienes nuestros médicos y maestros comparten jornadas de
luz en lejanos parajes de Nuestra América y el mundo.
¡HASTA
LA VICTORIA SIEMPRE!
¡PATRIA
O MUERTE!
¡VENCEREMOS!
Granma
15-06-2008 |