A 10 años del regreso a la patria de los restos del
Che y sus compañeros
Susana Lee
En
su edición del sábado 12 julio de 1997 Granma
informaba al pueblo: "Identificados los restos del
Comandante Ernesto Che Guevara". Habían transcurrido
casi 30 años de su asesinato en Bolivia.
En la nota se daba a conocer que el trascendental
acontecimiento era resultado de las labores de
búsqueda y exhumación de los siete cuerpos
encontrados en una fosa común en la localidad de
Vallegrande, informadas el 3 de julio del propio
año, que permitieron establecer también la identidad
de los cubanos Alberto Fernández Montes de Oca, René
Martínez Tamayo y Orlando Pantoja Tamayo; los
bolivianos Aniceto Reinaga y Simón Cuba, y el
peruano Juan Pablo Chang, caídos en el mismo combate
de la Quebrada del Yuro o ultimados por el ejército
boliviano unas horas después.
El
doctor Jorge González muestra una fototabla con
elementos de la técnica de superposición
cráneo-fotográfica aplicada por sistema
computadorizado para la identificación del Che.
Esa misma noche los restos de los gloriosos
combatientes fueron recibidos en el aeropuerto
militar de San Antonio de los Baños, en una sencilla
y solemne ceremonia, presidida por el Comandante en
Jefe Fidel Castro.
En
el Hospital Japonés, en Santa Cruz, integrantes del
equipo cubano que halló los restos le rinden
homenaje tras informar a la prensa los resultados de
la identificación.
Tras unos meses de permanecer en custodia
transitoria en la sala Granma del MINFAR, el 17 de
octubre de ese propio año fueron inhumados los
restos en el mausoleo construido en la Plaza Ernesto
Che Guevara, de Santa Clara, en ceremonia en la que
Fidel pronunció aquellas inolvidables palabras:
"¡Bienvenidos, compañeros heroicos del destacamento
de refuerzo! ¡Las trincheras de ideas y de justicia
que ustedes defenderán junto a nuestro pueblo, el
enemigo no podrá conquistarlas jamás! ¡Y juntos
seguiremos luchando por un mundo mejor!"
AQUEL 12 DE JULIO HACE DIEZ AÑOS...
El
primer tributo en Cuba, es del Comandante de la
Revolución Ramiro Valdés.
El resultado exitoso de la misión no correspondió
solo a los siete expertos cubanos (*) que el 28 de
junio de 1997 compartieron la emoción inenarrable de
dar con la fosa común donde habían sido sepultados
los heroicos guerrilleros.
Detrás y sustentando todo aquel esfuerzo estaba la
labor de más de 100 científicos de diferentes
especialidades y decenas de instituciones, que
apoyaron el trabajo minucioso de los enviados a
Bolivia.
Entre los centros principales que participaron en la
investigación y constituyen parte importante del
resultado de la misión, figuran: Instituto de
Medicina Legal, Archivo del Che, Empresa Nacional de
Investigaciones Aplicadas, Instituto de Geofísica y
Astronomía, Facultad de Ingeniería Civil del ISPJAE,
Facultad de Biología de la Universidad de La Habana,
GEOCUBA, Centro de Antropología, Instituto de Riego
y Drenaje, Instituto de Geología y Paleontología,
Empresa Nacional Geofísica, Laboratorio Central de
Criminalística, Instituto Técnico Militar José
Martí, Dirección de Tropas Ingenieras, Empresa
Militar de Proyectos, Unión de Industrias Militares,
Instituto de Ecología y Sistemática, Centro de
Ingeniería Genética y Biotecnología, Instituto de
Geografía Tropical, Empresa Geominera, Oficina
Nacional de Recursos Minerales, Empresa de
Ingeniería para la Electricidad, Oficina del
Historiador de la Ciudad de La Habana y su Gabinete
Arqueológico, Instituto de Investigaciones
Fundamentales de la Agricultura Tropical, Labor I,
Instituto Cubano de Investigación y Desarrollo de la
Caña de Azúcar, Grupo de la Electrónica, varias
empresas informáticas del MIC y Prensa Latina.
Fidel
y Raúl presidieron la solemne ceremonia de
recibimiento la noche del 12 de julio de 1997, en el
aeropuerto militar de San Antonio de los Baños.
Aleida Guevara habló en nombre de los familiares.
Desde la caída del Che y sus compañeros de lucha en
1967 se fue recopilando información para tratar de
llegar a establecer los posibles lugares de
enterramiento, estableciéndose varias versiones de
interés hasta que en los últimos días de noviembre
de 1995, cuando un general boliviano retirado, Mario
Vargas Salina (ya fallecido), declaró a un
periodista norteamericano y otro boliviano, que los
restos del Che estaban enterrados en la pista aérea
de Vallegrande, noticia que se avalaba por el
reconocimiento de su participación en el entierro.
Esta información, cuya versión en el diario The New
York Times recorrió el mundo, puede considerarse el
detonante que abrió las puertas a la presencia
cubana en nuevas investigaciones, hasta ese momento
impensables, ya que interrogado por la prensa sobre
el particular en esos días, el entonces presidente
de Bolivia, Gonzalo Sánchez de Lozada, señaló que de
verificarse lo dicho por Vargas Salinas, se
entregarían los restos a la familia del Che,
disposición que legalizó en un decreto presidencial.
En estas favorables circunstancias fue creada en
1995 una Comisión Central, presidida por el Segundo
Secretario del Partido y Ministro de las FAR,
General de Ejército Raúl Castro Ruz, con un grupo
ejecutivo, que dirigió el trabajo de la búsqueda
tanto en Cuba como en Bolivia.
LA INFORMACIóN HISTóRICA FUE IMPRESCINDIBLE
Precisada la misión y ante la inminencia del viaje a
Bolivia, donde desde el 1 de diciembre del 95
trabajaban expertos argentinos quienes desarrollaron
una valiosa labor, y una comisión de autoridades
bolivianas creada por el Real Decreto Presidencial,
la primera tarea, desde el punto de vista técnico,
fue conformar los expedientes de los guerrilleros
cubanos, incluidos el Che y Tania, con sus fichas de
identificación, que se completaron con cuanto
detalle se pudo obtener de los familiares e
instituciones, como fracturas óseas, enfermedades y
elementos de antropología dental, que resultan
definitorios en las labores de identificación, así
como otras características.
Conclusión: en 68 horas de las 72 que se dieron a 4
dúos de trabajo, se conformaron los 15 expedientes.
Las fuentes de información en que se basaron las
investigaciones antes y durante, en Cuba y en
Bolivia, estaban encabezadas por el Diario del Che,
de un valor inestimable por la precisión de sus
anotaciones, así como los diarios de otros
guerrilleros, algunos de cuyos datos posibilitaron
corregir lugares de búsqueda, una vez asumida esta
por el equipo cubano cuando, al paso del tiempo, los
argentinos culminaron, lo que pudiera denominarse,
una primera etapa de la investigación.
Cuando la llegada a Bolivia del Dr. Jorge González,
Jefe del Equipo de Especialistas cubanos, a finales
del 95 —la tarea inicial fue apoyar lo que allí se
hacía y aportar los datos para la futura
identificación de las osamentas—, el diámetro de
búsqueda era demasiado extenso, porque no
necesariamente iban a localizarse donde fue, había
alternativas en varias zonas, fruto de la
desinformación que durante muchos años constituyó la
táctica empleada para desestimular el interés de
encontrarlos. Y si a ello se suma que en ese momento
había 13 versiones del enterramiento, se tendrá una
idea de la inmensidad de la tarea que debía
enfrentarse en Bolivia y por parte de los grupos
multidisciplinarios de expertos que se crearon para
esta misión en Cuba.
Continuar en la obtención de información siguió
siendo la primera prioridad. Lo más difícil fue
establecer relaciones, ganar la confianza de los que
podían aportar algo de interés. Hay muchos ejemplos
de las dificultades para llegar a un elemento
valioso, porque había que emplear terceras personas,
amigos de amigos, descubrir quién podía aportarlos,
lo que exigió el más alto rigor en la investigación
histórica.
Al tiempo se establecieron las comunicaciones
directas entre el equipo de especialistas en Bolivia
y el Grupo Ejecutivo en La Habana.
¿QUÉ SE HIZO PARA EL CASO DEL CHE Y SUS COMPAÑEROS?
Se
entrevistó a más de 1 000 personas de entre cuyos
testimonios se trabajaron 300 que tenían algún
valor. Toda la Información se clasificó con un
Sistema de Inteligencia Artificial, por palabras
clave, que permitieron decantar lo que se disponía.
Con respecto a los restos del Che, las versiones
eran disímiles, contradictorias¼
toda aquella información recopilada durante casi dos
años posibilitó la elaboración de mapas para el
estudio en La Habana, estableciéndose 88 versiones
del posible enterramiento de aquellas 13 iniciales,
con la ventaja de que se elaboraron bajo el criterio
de expertos, con visión de 360 grados, desde varios
ángulos, que permitió completar las versiones
parciales de unos y otros entrevistados.
Sobre esa base establecieron un orden de prioridad
de las 88 versiones y el lugar donde se encontraba
estaba descrito en la primera, la número 1 que
decía: está enterrado en Vallegrande, en la zona del
aeropuerto, en la pista vieja, en un área ubicada al
fondo del cementerio viejo.
El esquema de búsqueda se basó, entre otros
aspectos, en: Investigación histórica, que fue
fundamental y se basaba en las versiones y la
caracterización sociopsicológica de los
entrevistados; Estudios básicos; Prospección
geofísica; Excavación arqueológica; Exhumación e
Identificación.
Ya en esos momentos de la investigación el área de
búsqueda se había ido reduciendo a 80 manzanas
(hectáreas), la versión de mayor probabilidad,
después se bajó a 20, y finalmente, quedó en 1,
cuando se terminaba el tiempo de permiso de
excavación que se había otorgado.
No dispondríamos de espacio suficiente para siquiera
enumerar los estudios realizados, las pruebas
aplicadas, las técnicas empleadas, los análisis
emprendidos, los resultados de unos y otras que
hacían el equipo en Bolivia y los Grupos de Trabajo
de las instituciones involucradas en Cuba. Ni para
las múltiples anécdotas con las que cualesquiera de
los participantes pueden matizar sus relatos. Ni la
emoción ante un hallazgo que los acercaba al
objetivo.
De la excavación apenas un resumen: Se hizo en el
lugar detectado en el estudio, en la certeza de que
los habían enterrado en una zanja abierta la tarde
previa con un bulldózer; empezaron con picos y palas
y terminaron con una retroexcavadora, muy precisa en
su operación por los cálculos a que habían llegado.
El 26 de junio comenzaron a cavar en el lugar
definido al medio de la zanja, que era la mayor
probabilidad y al no encontrar nada afinaron la
búsqueda. El 27 lo hicieron a la izquierda, y el 28,
muy presionados, porque estaban a horas del
vencimiento del permiso de excavación, seguros de
que la zanja tenía hasta dos metros de profundidad,
decidieron emplear la retroexcavadora y llegar hasta
los 170 centímetros con ella: el enterramiento
estaba a 167. A esa hora, a las 9 de la mañana del
28 de junio, noveno día de excavación, en la fosa
número 9¼
lo encontraron.
La exhumación la iniciaron a las 9 a.m. del 5 de
julio, menos la del Che, que comenzó a las 2 de la
tarde, a pedido del Ministro de Gobierno boliviano
que quiso estar presente, y duró dos horas.
La identificación fue muy rigurosa, en la morgue del
llamado Hospital Japonés en la ciudad de Santa Cruz.
Demoró casi una semana y el 12 ya estaba todo listo
para trasladar el preciado tesoro hacia Cuba. Se
partió a la 1 y 20 de la tarde en un avión de
Cubana, con una representación oficial especialmente
enviada ese día para esta faena.
En la identificación de los restos del Che, varios
fueron los recursos probatorios que no dejaban lugar
a dudas —la marcada prominencia de los arcos
supraorbitarios o el mayor abultamiento del hueso
frontal que lo caracterizaba; era la única de las
siete osamentas a la que faltaban las manos,
cercenadas entonces para que peritos argentinos,
enviados a certificar su identidad, pudieran
hacerlo, algunas partes conservadas del vestuario,
etc.—, pero lo determinante fue el molde de la
dentadura que se le había hecho en ocasión del
trabajo de enmascaramiento practicado para proteger
su partida de Cuba a mediados de los años sesenta,
unido a una radiografía dental de la década del
cincuenta que se hizo en México. Tales elementos
fueron concluyentes.
Al cabo de estos diez años de aquel momento
histórico, Jorge González reitera lo dicho y
repetido a partir de entonces: para mis compañeros y
para mí representó la satisfacción del deber
cumplido, el honor de haber podido encontrar a
aquellos héroes del mundo, que habían sido capaces
de darlo todo por sus ideales, y el reconocimiento
de que lo que hicimos fue un logro de la ciencia y
la técnica cubanas.
Con posterioridad se continuó trabajando en Bolivia
durante más de dos años y medio en la búsqueda e
identificación de los restantes combatientes de la
guerrilla del Che. De los 36 caídos no se han
hallado cinco, entre ellos el único cubano que falta
por encontrar, Jesús Suárez Gayol (El Rubio), muerto
el 10 de abril del 67 en el combate de la
desembocadura del río Tacuaral.
Expertos
cubanos que el 28 de junio de 1997
compartieron la emoción inenarrable de dar
con la fosa común donde habían sido
sepultados los heroicos guerrilleros:
•Dr.
Jorge González Pérez, médico legista,
Instituto de Medicina Legal.
•Dra.
María del Carmen Ariet García, historiadora,
Archivo del Che.
•Dr. Noel
Pérez Martínez, geofísico, Empresa Nacional
de Investigaciones Aplicadas.
•Dr. José
Luis Cuevas Ojeda, geofísico, Instituto de
Geofísica y Astronomía.
•Dr.
Carlos Sacasas León, geofísico, Facultad de
Ingeniería Civil ISPJAE
•Lic.
Héctor Soto Izquierdo, antropólogo,
Instituto de Medicina Legal.
•Lic.
Roberto Rodríguez Suárez, arqueólogo,
Facultad de Biología, UH
Expertos
argentinos que participaron en la primera
etapa de la búsqueda:
•Dr.
Alejandro Incháurregui, médico •Lic.
Patricia Bernardi, arqueóloga
•Lic.
Carlos Somiliana, arqueólogo Otros
especialistas argentinos estuvieron en otros
momentos. |
(Granma) 14-07-2007
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