Ernesto Che Guevara de La Serna
Innecesario sería insistir en las características de nuestra
Revolución, en la forma original, con algunos rasgos de
espontaneidad, con que se produjo el tránsito de una
revolución nacional libertadora, a una revolución socialista
y en el cúmulo de etapas vividas a toda prisa en el curso de
este desarrollo, que fue dirigido por los mismos actores de
la epopeya inicial del Moncada, pasando por el Granma y
terminando en la declaración de carácter socialista de la
Revolución cubana. Nuevos simpatizantes, cuadros,
organizaciones, se fueron sumando a la endeble estructura
orgánica del movimiento inicial, hasta constituir el aluvión
de pueblo que caracteriza nuestra Revolución.
Cuando
se hizo patente que en Cuba una nueva clase social tomaba
definitivamente el mando, se vieron también las grandes
limitaciones que tendría en el ejercicio del poder estatal a
causa de las condiciones en que encontráramos el Estado, sin
cuadros para desarrollar el cúmulo enorme de tareas que
debían cumplirse en el aparato estatal, en la organización
política y en todo el frente económico.
En el
momento siguiente a la toma del poder, los cargos
burocráticos se designaron "a dedo"; no hubo mayores
problemas, no los hubo porque todavía no estaba rota la
vieja estructura. El aparato funcionaba con su andar lento y
cansino de cosa vieja y casi sin vida, pero tenía una
organización y, en ella, la coordinación suficiente para
mantenerse por inercia, desdeñando los cambios políticos que
se producían como preludio del cambio en la estructura
económica.
El
Movimiento 26 de Julio, hondamente herido por las luchas
internas entre sus alas izquierda y derecha, no podía
dedicarse a tareas constructivas; y el Partido Socialista
Popular, por el hecho de soportar fieros embates y la
ilegalidad durante años, no había podido desarrollar cuadros
intermedios para afrontar las nuevas responsabilidades que
se avecinaban.
Cuando
se produjeron las primeras intervenciones estatales en la
economía, la tarea de buscar cuadros no era muy complicada y
se podía elegir entre muchas gentes que tenían alguna base
mínima para ejercer el cargo de dirección. Pero, con el
aceleramiento del proceso, ocurrido a partir de la
nacionalización de las empresas norteamericanas y,
posteriormente, de las grandes empresas cubanas, se produce
una verdadera hambre de técnicos administrativos. Se siente,
por otro lado, una necesidad angustiosa de técnicos de
producción, debido al éxodo de muchos de ellos, atraídos por
mejores posiciones ofrecidas por las compañías imperialistas
en otras partes de América o en los mismos Estados Unidos, y
el aparato político debe someterse a un intenso esfuerzo, en
medio de las tareas de estructuración, para dar atención
ideológica a una masa que entra en contacto con la
Revolución, plena de ansias de aprender.
Todos
cumplimos el papel como buenamente pudimos, pero no fue sin
penas ni apuros. Muchos errores se cometieron en la parte
administrativa del Ejecutivo, enormes fallas se cometieron
por parte de los nuevos administradores de empresas, que
tenían responsabilidades demasiado grandes en sus manos, y
grandes y costosos errores cometimos también en el aparato
político que, poco a poco, fue cayendo en una tranquila y
placentera burocracia, identificado casi como trampolín para
ascensos y para cargos burocráticos de mayor o menor cuantía,
desligado totalmente de las masas.
El eje
central de nuestros errores está en nuestra falta de
sentimiento de la realidad en un momento dado, pero la
herramienta que nos faltó, lo que fue embotando nuestra
capacidad de percepción y convirtiendo al partido en un ente
burocrático, poniendo en peligro la administración y la
producción, fue la falta de cuadros desarrollados a nivel
medio. La política de cuadros se hacía evidente como
sinónimo de política de masas; establecer nuevamente el
contacto con las masas, contacto estrechamente mantenido por
la Revolución en la primera época de su vida, era la
consigna. Pero establecerlo a través de algún tipo de
aparato que permitiera sacarle el mayor provecho, tanto en
la percepción de todos los latidos de las masas como en la
transmisión de orientaciones políticas, que en muchos casos
solamente fueron dadas por intervenciones personales del
Primer Ministro Fidel Castro o de algunos otros líderes de
la Revolución.
A esta
altura podemos preguntarnos, ¿qué es un cuadro? Debemos
decir que, un cuadro es un individuo que ha alcanzado el
suficiente desarrollo político como para poder interpretar
las grandes directivas emanadas del poder central, hacerlas
suyas y transmitirlas como orientación a la masa,
percibiendo además las manifestaciones que esta haga de sus
deseos y sus motivaciones más íntimas. Es un individuo de
disciplina ideológica y administrativa, que conoce y
practica el centralismo democrático y sabe valorar las
contradicciones existentes en el método para aprovechar al
máximo sus múltiples facetas; que sabe practicar en la
producción el principio de la discusión colectiva y decisión
y responsabilidad únicas, cuya fidelidad está probada y cuyo
valor físico y moral se ha desarrollado al compás de su
desarrollo ideológico, de tal manera que está dispuesto
siempre a afrontar cualquier debate y a responder hasta con
su vida de la buena marcha de la Revolución. Es, además, un
individuo con capacidad de análisis propio, lo que le
permite tomar las decisiones necesarias y practicar la
iniciativa creadora de modo que no choque con la disciplina.
El
cuadro, pues, es un creador, es un dirigente de alta
estatura, un técnico de buen nivel político que puede,
razonando dialécticamente, llevar adelante su sector de
producción o desarrollar a la masa desde su puesto político
de dirección.
Este
ejemplar humano, aparentemente, rodeado de virtudes
difíciles de alcanzar, está sin embargo, presente en el
pueblo de Cuba y nos lo encontramos día a día. Lo esencial
es aprovechar todas las oportunidades que hay para
desarrollarlo al máximo, para educarlo, para sacar de cada
personalidad el mayor provecho y convertirla en el valor más
útil para la nación.
El
desarrollo de un cuadro se logra en el quehacer diario; pero
debe acometerse la tarea, además, de un modo sistemático en
escuelas especiales, donde profesores competentes, ejemplos
a la vez del alumnado, favorezcan el más rápido ascenso
ideológico.
En un
régimen que inicia la construcción del socialismo, no puede
suponerse un cuadro que no tenga un alto desarrollo político,
pero por desarrollo político no debe considerarse solo el
aprendizaje de la teoría marxista; debe también exigirse la
responsabilidad del individuo por sus actos, la disciplina
que coarte cualquier debilidad transitoria y que no esté
reñida en una alta dosis de iniciativa, la preocupación
constante por todos los problemas de la Revolución. Para
desarrollarlo hay que empezar, por establecer el principio
selectivo en la masa, es allí donde hay que buscar las
personalidades nacientes, probadas en el sacrificio o que
empiezan ahora a mostrar sus inquietudes, y llevarlas a
escuelas especiales, o, en su defecto a cargos de mayor
responsabilidad que lo prueben en el trabajo práctico.
Así
hemos ido encontrando multitud de nuevos cuadros que se han
desarrollado en estos años; pero su desarrollo no ha sido
parejo, puesto que los jóvenes compañeros se han visto
frente a la realidad de la creación revolucionaria sin una
adecuada orientación de partido. Algunos han triunfado
plenamente, pero hay muchos que no pudieron hacerlo
completamente y quedaron a mitad del camino, o que,
simplemente, se perdieron en el laberinto burocrático o en
las tentaciones que da el poder.
Para
asegurar el triunfo y la consolidación total de la
Revolución necesitamos desarrollar cuadros de distintos
tipos; el cuadro político que sea la base de nuestras
organizaciones de masas, el que oriente a estas a través de
la acción del Partido Unido de la Revolución Socialista (ya
se están empezando a sentar estas bases con las escuelas
nacionales y provinciales de Instrucción Revolucionaria y
con los estudios y círculos de estudios a todos los niveles);
también se necesitan cuadros militares, para lograr lo cual
se puede utilizar la selección que hizo la guerra en
nuestros jóvenes combatientes, ya que quedó con vida una
buena cantidad sin grandes conocimientos teóricos pero
probados en el fuego, probados en las condiciones más duras
de la lucha y de una fidelidad a toda prueba hacia el
régimen revolucionario, a cuyo nacimiento y desarrollo están
íntimamente unidos desde las primeras guerrillas de la
Sierra. Debemos promover también cuadros económicos que se
dediquen específicamente a las tareas difíciles de la
planeación y a las tareas de la organización del Estado
Socialista en estos momentos de creación. Es necesario
trabajar con los profesionales, impulsando a los jóvenes a
seguir alguna de las carreras técnicas más importantes, para
tentar de darle a la ciencia el tono de entusiasmo
ideológico que garantice un desarrollo acelerado. Y es
imperativo crear el equipo administrativo que sepa
aprovechar y acoplar los conocimientos técnicos específicos
de los demás y orientar las empresas y otras organizaciones
del Estado para acoplarlas al fuerte ritmo de la Revolución.
Para todos ellos, el denominador común es la claridad
política. Esta no consiste en el apoyo incondicional o los
postulados de la Revolución, sino en un apoyo razonado, en
una gran capacidad de sacrificio y en una capacidad
dialéctica de análisis que permita hacer continuos aportes,
a todos los niveles, a la rica teoría y práctica de la
Revolución. Estos compañeros deben seleccionarse de las
masas, aplicando el principio único de que el mejor
sobresalga y que al mejor se le den las mayores
oportunidades de desarrollo.
En
todos estos lugares, la función del cuadro, a pesar de
ocupar frentes distintos, es la misma. El cuadro es la pieza
maestra del motor ideológico que es el Partido Unido de la
Revolución. Es lo que pudiéramos llamar un tornillo dinámico
de este motor; tornillo en cuanto a pieza funcional que
asegura su correcto funcionamiento, dinámico en cuanto a que
no es un simple transmisor hacia arriba o hacia abajo de
lemas o demandas, sino un creador que ayudará al desarrollo
de las masas y a la información de los dirigentes, sirviendo
de punto de contacto con aquellas. Tiene una importante
misión de vigilancia para que no se liquide el gran espíritu
de la Revolución, para que esta no duerma, no disminuya su
ritmo. Es un lugar sensible; transmite lo que viene de la
masa y le infunde lo que orienta el Partido.
Desarrollar los cuadros, es, pues, una tarea inaplazable del
momento. El desarrollo de los cuadros ha sido tomado con
gran empeño por el Gobierno Revolucionario; con sus
programas de becas siguiendo principios selectivos, con los
programas de estudio de los obreros, dando distintas
oportunidades de desarrollo tecnológico, con el desarrollo
de las escuelas técnicas especiales, con el desarrollo de
las escuelas secundarias y las universidades abriendo nuevas
carreras, con el desarrollo, en fin, del estudio, el trabajo
y la vigilancia revolucionaria como lemas de toda nuestra
patria, basados fundamentalmente en la Unión de Jóvenes
Comunistas, de donde deben salir los cuadros de todo tipo y
aun los cuadros dirigentes de la Revolución en el futuro.
Íntimamente ligado al concepto de "cuadro" está el de la
capacidad de sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo
las verdades y consignas de la Revolución. El cuadro, como
dirigente político, debe ganarse el respeto de los
trabajadores con su acción. Es imprescindible que cuente con
la consideración y el cariño de los compañeros a quienes
debe guiar por los caminos de vanguardia.
Por
todo ello, no hay mejor cuadro que aquel cuya elección
efectúa la masa en las asambleas que designan los obreros
ejemplares, los que serán integrados al PURS (NR: Partido
Unido de la Revolución Socialista, que fue el nombre
anterior del Partido Comunista de Cuba) junto con los
antiguos miembros de las ORI (NR: Organizaciones
Revolucionarias Integradas, que fue la fase inicial de
organización política de la Revolución) que pasen todas
las pruebas selectivas exigidas. Al principio constituirán
un partido pequeño, pero su influencia entre los
trabajadores será inmensa; luego este se agrandará cuando el
avance de la conciencia socialista vaya convirtiendo en una
necesidad el trabajo y la entrega total a la causa del
pueblo. Con dirigentes medios de esa categoría, las
difíciles tareas que tenemos delante se cumplirán con menos
contratiempos. Luego de un periodo de desconcierto y de
malos métodos se ha llegado a la política justa, la que no
será abandonada jamás. Con el impulso siempre renovado de la
clase obrera, nutriendo con sus fuentes inagotables las
filas del futuro Partido Unido de la Revolución Socialista,
y con la rectoría de nuestro partido, entramos de lleno en
la tarea de formación de cuadros que garanticen el
desarrollo impetuoso de nuestra Revolución. Hay que triunfar
en el empeño.
[Revista
Cuba Socialista, septiembre 1962.] |