14 de
junio: 80 cumpleaños del Che
Carta
de Haydée Santamaría al Che Guevara, escrita después del
asesinato del Che en Bolivia.
Che: ¿dónde te puedo escribir? Me dirás que a cualquier
parte, a un minero boliviano, a una madre peruana, al
guerrillero que está o no está pero estará. Todo esto lo sé,
Che, tú mismo me lo enseñaste, y además esta carta no sería
para ti. Cómo decirte que nunca había llorado tanto desde la
noche en que mataron a Frank, y eso que esta vez no lo creía.
Todos estaban seguros, y yo decía: no es posible, una bala
no puede terminar el infinito, Fidel y tú tienen que vivir,
si ustedes no viven, cómo vivir. Hace catorce años veo morir
a seres tan inmensamente queridos, que hoy me siento cansada
de vivir, creo que ya he vivido demasiado, el sol no lo veo
tan bello, la palma, no siento placer en verla; a veces,
como ahora, a pesar de gustarme tanto la vida, que por esas
dos cosas vale la pena abrir los ojos cada mañana, siento
deseos de tenerlos cerrados como ellos, como tú.
Cómo puede ser cierto, este continente no merece eso; con
tus ojos abiertos, América Latina tenía su camino pronto.
Che, lo único que pudo consolarme es haber ido, pero no fui,
junto a Fidel estoy, he hecho siempre lo que él desee que yo
haga. ¿Te acuerdas?, me lo prometiste en la Sierra, me
dijiste: no extrañarás el café, tendremos mate. No tenías
fronteras, pero me prometiste que me llamarías cuando fuera
en tu Argentina, y cómo lo esperaba, sabía bien que lo
cumplirías. Ya no puede ser, no pudiste, no pude. Fidel lo
dijo, tiene que ser verdad, qué tristeza. No podía decir "Che",
tomaba fuerzas y decía "Ernesto Guevara", así se lo
comunicaba al pueblo, a tu pueblo. Qué tristeza tan profunda,
lloraba por el pueblo, por Fidel, por ti, porque ya no puedo.
Después, en la velada, este gran pueblo no sabía qué grados
te pondría Fidel. Te los puso: artista. Yo pensaba que todos
los grados eran pocos, chicos, y Fidel, como siempre,
encontró los verdaderos: todo lo que creaste fue perfecto,
pero hiciste una creación única, te hiciste a ti mismo,
demostraste cómo es posible ese hombre nuevo, todos veríamos
así que ese hombre nuevo es la realidad, porque existe, eres
tú. Que más puedo decirte, Che. Si supiera, como tú, decir
las cosas. De todas maneras, una vez me escribiste: "Veo
que te has convertido en una literata con dominio de la
síntesis, pero te confieso que como más me gustas es en un
día de año nuevo, con todos los fusibles disparados y
tirando cañonazos a la redonda. Esa imagen y la de la Sierra
(hasta nuestras peleas de aquellos días me son gratas en el
recuerdo) son las que llevaré de ti para uso propio".
Por eso no podré escribir nunca nada de ti y tendrás
siempre ese recuerdo.
Hasta la victoria siempre, Che querido.
Pequeños, fijos, penetrantes ojos
Fíjese, Rama, cuántos no criticaron a Che, cuántos no lo
criticarán porque ellos no pueden ser Che, ve que cosa tan
pequeña, otros no lo criticarán, dirán: ¿ni él pudo? Con eso
muchos creerán que se dice de él algo grande y con eso le
estarán haciendo una crítica muy sutil a sus ideas, porque
él sí pudo, tal vez para seguir pudiendo le faltaron hombres
que no fueron junto a él porque sabían que no podían ser él,
esos son algunos, otros porque de verdad prefieren esa vida
pequeña en el trajín diario y no hacer algo que puede lucir
pequeño pero es grandioso al lado de la pequeñez cotidiana,
por eso creo que debemos estar alertas, si no somos capaces
de hacer cosas, hechos, sí tener honestidad para quienes
todo lo dieron sin pedir nada, para quien teniendo todo,
historia, un pueblo que lo hizo suyo, el poder para crear
cosas grandes, pero más cómodamente, hijos, «críos» como
decía él, una compañera que era amada por él y que lo
adoraba, ¿qué más podía pedirle a la vida? Lo que no saben
los pequeños es que él no le pedía nada a la vida, lo que
deseaba era darle, todo lo dio y todo nos dejó.
Tal vez le harán justificados monumentos en bronce, en
mármol, en piedra, no sé en qué se lo harán, lo que sí sé «que
algún viajero llegará al anochecer, y sin sacudirse el polvo
del camino, no preguntará dónde se come o se duerme, sino
cómo se va adonde está la estatua» y allí rendirán
generaciones y generaciones tributo «A todos: al héroe
famoso y al último soldado, que es un héroe desconocido» ,
pero nunca tan desconocido para no rendirle ese tributo.
No puedo negarle, Rama, que el dolor nos aplasta por
momentos la indignación, y sabiendo que ese viajero llegará
un día, allí a su estatua, cuánto diéramos por ver sus ojos
abiertos, ¿por qué si tantos que nada importaría que
estuvieran abiertos o cerrados porque de ninguna forma ven,
podrán estar muy abiertos pero sin luz, y la luz que puedan
apagarla, aunque sea por un tiempo, sabemos muy bien, que
otros alumbrarán, cuanto podían haber alumbrado esos,
pequeños, fijos, penetrantes ojos, pero de todas maneras
sabemos que alumbrarán y diremos, «Ahora es el viento, ahora
es el Che peleando para siempre en el aire del mundo».
* Este
fragmento pertenece a una carta de Haydée Santamaría
dirigida a Ángel Rama, escritor uruguayo, con fecha 23 de
noviembre de 1967.
Granma
06-06-2008 |