Un artículo constitucional a su medida
Felipa Suárez Ramos
Incontables fueron los méritos acumulados por Ernesto
Guevara de la Serna, el legendario Che, durante la última
guerra de liberación de Cuba. Desde su incorporación a los
preparativos de la expedición del Granma, su participación
en ella, con la cual arribó a la Isla el 2 de diciembre de
1956, y la acometividad demostrada en los combates
sostenidos una vez establecidos en la Sierra Maestra,
propiciaron que fuera el primer combatiente del Ejército
Rebelde ascendido a comandante, en julio de 1957.
El máximo jefe de esa fuerza, Fidel Castro, confió
plenamente en él desde el primer encuentro, por lo que no es
de extrañar que, convencido de sus cualidades éticas y
morales, y capacidad para cumplir cualquier misión por
riesgosa que fuera, no dudara en confiarle la conducción de
una columna invasora hacia el centro del país, y de
nombrarle jefe de todas las fuerzas revolucionarias que allí
operaban.
Por el valor y desinterés demostrados, y su total entrega a
la causa cubana, Che acaparó para sí la admiración, el
respeto y el cariño de sus subordinados, compañeros de armas
y del pueblo, que supo aquilatar en toda su magnitud el
alcance de su sacrificio.
Excepcional reconocimiento
Fueron esos motivos más que suficientes para que el 7 de
febrero de 1959, día en que el Gobierno Revolucionario
aprobó la Ley Fundamental de la República, en el artículo
12, relativo a la ciudadanía, reflejara en el inciso e) lo
siguiente:
“serán también cubanos por nacimiento los extranjeros que
hubieran servido a la lucha contra la tiranía derrocada el
31 de diciembre de 1958 en las filas del Ejército Rebelde
por dos años o más y hubieran ostentado el grado de
Comandante durante un año por lo menos, siempre que
acrediten esas condiciones en la forma que la ley disponga”.
Solo el Che reunía esos excepcionales méritos, lo cual
prueba que el artículo fue elaborado pensando exclusivamente
en él.
La propuesta la presentó Luis M. Buch, quien fungía como
ministro de la Presidencia y secretario del Consejo de
Ministros establecidos inmediatamente después del triunfo.
También le correspondió comunicar al Che la decisión.
Acerca de ese momento, en su obra
Gobierno Revolucionario
cubano. Primeros pasos, Buch refirió:
“Che, sin inmutarse, estimó inmerecido el acuerdo. Según él,
sólo había luchado en Cuba como hubiera hecho en cualquier
otra parte del mundo, por la libertad de un pueblo. Presumí
que por modestia no podía aceptar ese mérito y le dije: 'Un
honor de tal magnitud no puede rehusarse, pues sería un
desaire al pueblo de Cuba y al Gobierno Revolucionario'.
Entonces, emocionado, me abrazó”.
El acuerdo se hizo público dos días después.
Trabajadores 06-02-2009 |